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Manual Té cnicas de Control de Estré s

Federació n Españ ola de Reiki


Formació n Avanzada - Cursos de Reciclaje

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Manual de Curso Técnicas de Control del Estrés
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Introducció n
El estrés se reconoce actualmente como una de las primeras causas de baja laboral en nuestro país. Afecta
anualmente a 40 millones de personas en toda Europa y supone un coste de
20.000 millones de euros al año en gastos sanitarios para los países de la Comunidad, sin contar con las
“pérdidas” de productividad y costes de reemplazo en empresas.

Según estudios realizados, el impacto por estrés es mayor en las mujeres que en los hombres.

A día de hoy, el estrés está catalogado como una enfermedad y si bien hay profesiones que,
tradicionalmente, han estado ligadas al estrés más que otras, hoy en día, se equiparan casi todas en los
mismos índices de baja o absentismo laboral.

Cada día más, las empresas y sus departamentos de recursos humanos ponen en marcha campañas de control
de estrés, con actividades y talleres enfocados a mejorar la salud de sus empleados que, a fin de cuentas,
repercutirá positivamente en el propio funcionamiento de la empresa, reduciendo así las bajas laborales y el
absentismo, consecuencia de la sintomatología asociada a los cuadros de estrés.

Como decimos, el estrés se ha catalogado como enfermedad, sin embargo, no responde a un cuadro
sintomatológico concreto y común a todos los que la padecen, ya que, la respuesta fisiológica es una
somatización del estrés y en cada persona afecta y “da la cara” de formas muy distintas, llegando incluso a
confundirse con otras enfermedades, lo que alarga el diagnóstico y encarece los costes sanitarios. Además,
alarga el periodo por el cual el paciente está sin medicación y esto suele agravar los síntomas.

Conocer técnicas sencilla de control de estrés nos posibilita a mejorar nuestra calidad de vida y la de
nuestro entorno más cercano. Además, si eres terapeuta, puedes aplicar estas técnicas en tu consulta,
separada o conjuntamente con las otras técnicas y terapias que impartes y lograrás un resultado más
efectivo.

Sin embargo, para afrontar estas técnicas, resolver síntomas y ayudarnos y ayudar mejor, hemos de
conocer primero qué es el estrés, porque, si bien resulta algo cotidiano en nuestra sociedad, tanto que lo
hemos integrado como enfermedad común, el estrés, NO ES ni una enfermedad, ni algo de lo que debamos
huir, sino todo lo contrario. Y ahora explicaremos el porqué.

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¿Qué es el estré s?
Por definición, podríamos decir que:

El estrés es la respuesta fisiológica de nuestro organismo como mecanismo de defensa ante una situación de
peligro, que nos permite afrontarla de manera rápida, segura y necesaria para nuestra supervivencia.

Este mecanismo de defensa es completamente natural y como decimos, totalmente necesario. A efectos
prácticos, el estrés estaría encargado de “salvarnos la vida”.

El “problema” surge cuando, este mecanismo natural aparece ante situaciones que no requieren dicha
respuesta y se convierte en un comportamiento habitual, produciendo un desgaste físico y energético
importante y desencadenando problemas de salud asociados.

El estrés crónico se relaciona con otras patologías como la ansiedad.

Volviendo a la definición, el estrés, como esa respuesta natural es algo realmente bueno y necesario, pero
hemos asimilado el término “estrés”, con la sintomatología del estrés crónico que ya NO ES tan bueno.

Tratemos de entender este “mecanismo de defensa” y lograr así controlarlo para manejar mejor las
situaciones cotidianas.

El estré s fı́sico
Hemos dicho que, el estrés es una respuesta fisiológica de nuestro organismo. Esto significa que el estrés
no parte de la mente, ni de las emociones, sino del cuerpo físico. En su origen, es en el cuerpo donde el
estrés comienza, poniendo en marcha ese mecanismo del que hablamos. Sin entrar aún en el estrés
crónico, donde sí puede haber estrés emocional, mental y energético, el estrés “bueno” está en nuestro
cuerpo físico y desde ahí vamos a explicarlo.

Nuestro cerebro (entendido como órgano y no como mente) realiza una serie de funciones por sí mismo,
sin que nuestra parte lógica (mente - psique - razón) intervenga en modo alguno. Algunas de esas funciones
como andar, bombear sangre al corazón e incluso respirar, son controladas por el cerebro.

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El cerebro está formado de varias partes o zonas que controlan las funciones de nuestro cuerpo. Una
pequeña parte de nuestro cerebro, que compartimos con los animales es lo que llamamos el cerebro
reptiliano, situado en la parte de atrás, casi en la nuca (zona del cerebelo)

El cerebro reptiliano es el encargado de las “respuestas básicas”, de nuestra supervivencia y reacciona a


través de los sentidos (vista, oído, olfato, gusto y tacto) y su reacción a cualquier estímulo se produce en
cuestión de milésimas de segundo, sin que nuestra parte consciente, nuestro cortex (nuestra mente, nuestra
lógica) se de ni cuenta.

Esta parte del cerebro actúa ante cualquier situación en función del estímulo que recibe y lo califica de
“peligro - a salvo” y desde ese análisis, pone en marcha una respuesta u otra. Lo que comúnmente
llamamos: estrés.

El cortex no ha tenido tiempo de analizar la situación y el cerebro reptiliano sin embargo, ha recibido el
estímulo, lo ha declarado como una “alarma” y a continuación, ha enviado toda clase de señales al cuerpo
para: luchar o salir corriendo. Son las dos únicas respuestas que, desde ese punto, es capaz de dar nuestro
cerebro reptiliano.

Junto con el cerebro reptiliano, el límbico se encarga de nuestras emociones, quien, una vez producida la
reacción, analiza y asigna una “emoción” concreta a ese evento, almacenando dicha información y
convirtiéndola en un patrón de conducta. El neocortex llega después, que, analizando más en profundidad,
baraja no solo el evento ocurrido, sino una serie de posibilidades alternativas (posibles o no, verdaderas o
no) para prevenirnos de futuros eventos similares.

Los animales, no tienen esta última parte del cerebro. El animal (salvo algunos mamíferos), reaccionan a los
estímulos desde el reptiliano, pero no almacenan, ni emociones ni mecanismos de defensa futuros.

Tal vez, con un ejemplo lo podamos entender mejor.

Los animales, en su estado salvaje comparten espacio, hábitat natural, con otras especies en ese delicado
equilibrio que supone la cadena alimenticia.

Imaginemos a una gacela pastando con su manada en la sabana africana. Las gacelas tienen sus lugares
concretos donde alimentarse y a su vez, éstas son alimento de leones. Bien, una manada de gacelas comerá
apaciblemente hasta que, la presencia de un león les alerte y les haga salir corriendo. Su cerebro reptiliano
ha captado el peligro y ha puesto en marcha el mecanismo de defensa correcto: salir corriendo. En ningún
caso he visto a una gacela activar el mecanismo de defensa consistente en enfrentarse al león. La naturaleza
interna de cada ser es sabia y ellas (las gacelas) “saben” que, salvar la vida, en un caso así, significa tener
que echar a correr.

Para ello, su cuerpo genera adrenalina, su corazón bombea sangre más rápidamente, a fin de llevar la sangre
a sus patas y coger la velocidad adecuada que les salve la vida. Y correrán y correrán hasta sentir que están a
salvo. Después de eso, descansarán, liberarán esa tensión y “olvidarán” el incidente. No asignan emociones,
no culpabilizan al león, no guardan un recuerdo de lo ocurrido y de hecho, al día siguiente, volverán en

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manada a alimentarse en el mismo lugar del incidente, aún habiendo “perdido” a algún miembro de su
manada, más lento, viejo o menos distante del león en el momento del ataque.

La gacela vuelve a su lugar habitual. Y la escena, puede repetirse cada día, pero la gacela volverá al mismo
lugar, porque no almacena, ni emociones asociadas, ni crea conjeturas de posibles futuros ataques.

Pero en los seres humanos interviene un factor importante adicional a la respuesta básica: la emoción
asociada, que el cerebro cataloga de “buena” o “mala” y almacena un recuerdo asociado a dicho evento.

Este recuerdo se conecta con la emoción y la emoción con la respuesta física que derivó el hecho vivido.
En ese recuerdo se almacenan todos los datos: personas, olores, colores, ruidos, situación, etc. Los estímulos
despiertan el cerebro reptiliano y cuando un estímulo llega y “despierta” el recuerdo, recorre el camino a la
inversa, llegando al cerebro reptiliano y activando esa alarma (inexistente) y por lo tanto, reviviendo todo el
proceso físico.

Para ilustrarlo con un ejemplo y volviendo a la gacela, imaginemos que, por un momento, la gacela también
tuviera esta posibilidad. Almacena una emoción asociada al evento y crea un recuerdo. En ese recuerdo
están todos los detalles de lo ocurrido cuando llega el león, incluyendo lo que estaba comiendo.

Al día siguiente la gacela va en manada a la zona donde se alimentan y al ver y oler lo que comía el día
anterior despierta su recuerdo, que recorre el sistema neuronal y llega al cerebro reptiliano. En este
momento, el cerebro reptiliano recibe ese estímulo como “real”, y activa de nuevo todos los mecanismos
necesarios para “salvar” la vida. La gacela echa a correr. Pero su cortex entra en acción segundos después y
le dice que NO hay peligro. La gacela deja de correr y trata de “recomponerse” ante lo sucedido, teniendo
incluso que soportar las “bromas” de sus congéneres que no entienden porque ha salido corriendo de
repente. Este hecho, aumenta la “gravedad” de su recuerdo, añadiendo nuevas emociones asociadas al
evento primigenio y dando además más estímulos posibles.

Al día siguiente vuelve a suceder lo mismo. La gacela con recuerdos vuelve al lugar donde comen todos
juntos en la manada. La vista y el olfato le “activan” el recuerdo y su cuerpo físico se pone en “alerta”,
pero su cortex le avisa que NO hay peligro y ella, se queda quieta, a pesar de que todo su cuerpo está
preparado para echar a correr. Su corazón late más rápido, adrenalina, respiración agitada. Pero la gacela
permanece inmóvil.

Esto es el estrés crónico. Esto es lo que hacemos los seres humanos constantemente y por esta razón,
derivamos en enfermedades y trastornos asociados al estrés. Almacenamos eventos traumáticos y ponemos
en marcha la “alerta” cuando en realidad, no existe.

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Los pensamientos y las probabilidades
El cortex, esa parte del cerebro que archiva y almacena cada evento como un recuerdo, está preparado
además para realizar cálculos y probabilidades. Ante cada situación que se le plantea, basándose en la
información almacenada y en las emociones que la sustentan, valora las diferentes posibilidades.

Estas posibilidades pueden ser reales o no, vividas o contadas. El cortex NO entiende de realidad o de
ficción. Si la gacela con cortex salió corriendo aún cuando NO había león, este evento se quedará registrado
igualmente como un hecho real.

De este modo, nuestro cortex nos envía constantemente un sinfín de posibilidades ante una situación
concreta y cuando conecta con algún evento ligado al cerebro reptiliano, éste pone en marcha de nuevo toda
la maquinaria de defensa para “salvarnos la vida”

Nuestros pensamientos están basados en hecho almacenados. Podemos crear en nuestra mente cosas que
NO hemos vivido ni visto nunca, con el solo hecho de tener esa información ahí guardada, nuestra mente es
capaz de “cruzar datos” y crear eventos, objetos y recuerdos incluso.

Uno de los “problemas” básicos, por ejemplo, en trastornos de diferente índole mental, es precisamente
desligar y hacer ver al paciente que lo que siente o piensa NO es real. Su cortex ha almacenado esa
información y es muy difícil borrar ese patrón de pensamiento. Pero no es imposible. La mente puede
reprogramarse, porque las posibilidades son infinitas y al igual que hemos almacenado recuerdos erróneos y
ligados a emociones inexistentes, podemos crear otras que solapen las anteriores. Es un trabajo de
reeducación, reprogramación.

Si no lo hacemos de vez en cuando y eliminamos creencias y patrones, nuestra mente puede tomar el control
y ante cualquier situación cotidiana, las probabilidades que nos da están tan contaminadas con recuerdos y
eventos “falsos”, que acabamos por quedar paralizados y no saber actuar. O bien nos mantiene en un estado
constante de alerta y alarma que nos produce un desgaste tan tremendo que, ante un evento que de verdad
requiere de acción, no tendremos recursos para asumirlo.

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Cuando tu mente te domina
La mente, el cortex cerebral puede emitir un sinfín de variables posibles ante una misma situación. Y antes
ESA misma situación, otra persona puede crear otra cantidad enorme de probabilidades.

Una misma situación, vivida por dos personas diferentes puede tener consecuencias y resultados muy
distintos. Esto nos demuestra que, la mente está condicionada por nuestras vivencias. No existe una manera
única de actuar, sino que actuamos en función de lo que hemos almacenado.

Los estímulos de cada evento pasado, las emociones asociadas, se quedan en ese “recuerdo mental” y
cuando una situación resuena y despierta ese recuerdo, simplemente el cortex envía información, la que
tiene almacenada.

El problema es que, con el paso del tiempo y a medida que los recuerdos son más complejos, a medida que
cada evento traumático se alimenta de nuevas experiencias, tu mente tratará por todos los medios de
protegerte del dolor, evitando que hagas cualquier cosa que ponga en peligro tu integridad. Te apartará de
la “verdad del evento” para sumergirte en su “verdad particular” basada en los recuerdos y no en lo que en
realidad está pasando.

Podemos ilustrar esta teoría con el chiste del conductor que pincha una rueda en mitad de una carretera
secundaria, de noche y a muchos kilómetros de cualquier punto habitado. Cuando trata de cambiar la rueda
por sí mismo se da cuenta de que no tiene gato y a lo lejos distingue una luz, una casa de campo en medio
de la nada y que tal vez puedan ayudarle.

Nuestro protagonista empieza a caminar, en dirección a la casa con la esperanza de encontrar ayuda y muy
pronto, su mente (su cortex) empieza a sopesar posibilidades.

- Con la hora que es, igual se molestan si llamo


- Igual se piensan que soy un ladrón o peor, un asesino y ni me abren la puerta
- Y si son gente incívica y no me quieren ayudar, aunque tengan gato, no tienen obligación de
dármelo.

Y así, durante los 20 - 30 minutos que tarda en llegar a la puerta de aquella casa, su mente le plantea una
gran variedad de posibilidades, respuestas y resultados. Sus niveles de ansiedad van en aumento, la
angustia por no ser ayudado, el miedo de ser herido incluso o abandonado a su suerte hacen mella en él y
cuando por fin está delante de la casa y llama al timbre, un amable señor abre la puerta y le dice:

- Hola, buenas noches!!

Y nuestro protagonista, envenenado y confuso por su mente le responde:

- ¿Buenas noches? mira, el gato, te lo metes por donde te quepa.

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Aunque pueda parecer exagerado y contado a modo de chiste, este proceso de diálogo interior es el que
llevamos a cabo, muchas veces sin darnos cuenta, ante cualquier situación de la vida. Respondemos a la
realidad que nos rodea, no por lo que en realidad está ocurriendo sino por lo que CREEMOS que está
ocurriendo o incluso por lo que podría ocurrir.

Tu mente está dominando, estas dejando de percibir los estímulos reales para obedecer a unos estímulos
almacenados en tus recuerdos y que, con toda seguridad nada tienen que ver con lo que en realidad ocurre.

Cambiar el estado de “alerta” por el “a salvo”


Con tanta confusión mental, no es de extrañar que tu cuerpo esté en estado permanente de alerta, tratando de
luchar y/o echar a correr en todo momento sin saber porqué, a la vez que tu cortex envía señales confusas
para que no lo hagas.

Imagina el desgaste físico que supone a tus músculos estar siempre en tensión para luchar o correr, tu
corazón bombeando más rápido, tus pulmones filtrando oxígeno y por supuesto, las diferentes sustancias que
tus glándulas generan, sobre todo la adrenalina.

Se hace necesario apagar ese interruptor, pero si lo hicieras, tus defensas caerían y tampoco sería sano,
porque entonces, el día que venga el león (que seguro que en algún momento aparece) serías una gacela
desconectada del instinto básico de protección y con toda probabilidad, morirías devorada. No se trata de
“eliminar” el estrés, porque es una respuesta natural y además, necesaria. Se trata de modificar tu “estado”
de estrés crónico y volver a la posición de seguridad, abandonando ese estado de alerta y peligro
permanentes que tu cortex ha creado para tí.

Conseguir la calma mental no es un trabajo fácil, pero tampoco imposible. No hace falta ser ningún
iluminado, ni retirarte a vivir al campo o pasarte el día haciendo meditación, yoga y visualizaciones. Pero
estas y otras técnicas te pueden ayudar a rebajar tu nivel de estrés y con las técnicas que veremos a
continuación, reprogramar tu mente para que no envíe esas falsas señales de alarma a tu cerebro reptiliano y
active el modo “alerta”.

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Té cnicas de control de estré s
Todo está en el cortex. Ahí se procesa la información almacenada y se toman decisiones que afectan a tu
vida. Tu cerebro frontal realiza diferentes combinaciones y sopesa las posibilidades.Digamos que mantiene
un diálogo interior con los “fragmentos” de película que ha ido almacenando a lo largo de los años.

La primera técnica que vamos a aprender es a interactuar con nuestro cerebro, a dialogar con el para
ofrecerle alternativas basadas en estímulos reales y no en recuerdos almacenados que, como ya hemos visto,
muchos pueden ser irreales.

El diálogo interior ­ Preguntas y Respuestas


Nuestro cerebro está preparado para resolver problemas, para responder preguntas. Por esta razón, si
ofrecemos a nuestro cortex las preguntas adecuadas que lo “saquen” de su monólogo interno, lograremos
dialogar con el y modificar incluso la respuesta ante un evento cotidiano.

Existen algunas preguntas claves que puedes hacer a tu mente para verificar si su planteamiento es real o
no.

a) ¿Es eso cierto? (lo que sea que tu mente te está contando)
b) Si lo es, qué es lo peor que podría pasar?
c) Si no lo es, como puedo modificar lo que está pasando?
d) ¿Cómo puedo contribuir de una manera activa y eficaz a que la situación que pudiera ocurrir NO
ocurra?

A partir de aquí, tu mente puede establecer nuevas pautas de respuesta y con la práctica y el tiempo irás
conociéndote mejor para tratar de rebatir los procesos que la mente comienza ante cualquier evento.
Partiendo siempre desde estas 4 preguntas, puedes “calmar” la voz interna de alarma y resolver los
conflictos de una manera más sana y equilibrada.

Ejercicio práctico: Piensa en una situación conflictiva actual de tu vida, algo que en este momento aún
tengas que resolver y que, cada vez que la piensas entras en estrés.
A continuación, hazte las 4 preguntas y escribe tus respuestas y resultados.

Despistando a la mente (modificar un resultado)


A tu mente NO le gusta que le lleven la contraria. Si establece una pauta y considera que hacer determinada
cosa te pone en peligro, trataré de enviarte toda clase de señales para que “hagas caso” y de esta forma
mantenerte a salvo.

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La técnicas de llevar la contraria implican un conocimiento profundo de nuestra psique y la absoluta
seguridad en nosotros mismos de que lo que hagamos será seguro. A veces, es posible que no haga ni
falta llevarlo a cabo, el solo hecho de “decidir” llevar la contraria ya ofrece una visión diferente a tu mente y
deja de enviar la señal de peligro.

Ejercicio práctico: Piensa en algo de lo que, en este momento, por las circunstancias que sean, no eres
capaz de llevar a cabo, por miedo, patrones, condicionamientos, limitaciones...
Establece un “plan de acción” para llevarlo a cabo, escribelo y anota que condicionamientos y limitaciones
te envía tu mente, qué te dice que hagas en cada punto. A continuación escribe JUSTO lo contrario, en
afirmativo y presente.

La visualización efectiva (Creando nuevos recuerdos ­ respuestas)


El cortex es capaz de “inventar” cosas que no existen. Solo ha de cruzar imágenes e ideas y tendrá una idea
nueva aunque sea imposible.

Pídele a tu mente que imagine un limón azul... ¿verdad que eres capaz de verlo? Los limones azules NO
existen, pero ambos conceptos: limón y azul, sí están registrados en tus recuerdos, por lo tanto, tu mente es
capaz de juntar ambos y generar un nuevo elemento inexistente pero real para tu cortex.

Cuando alguna situación nos ocasione demasiado estrés, preocupación y ansiedad, podemos utilizar esta
herramienta para modificar el proceso mental obsesivo de tu mente.

Imagina que estás en un atasco. Estás preocupado porque vas a llegar tarde al trabajo y tu mente empieza a
divagar enviándote señales de alarma. La mente incluso puede empezar a contarte cosas como que...”te van
a despedir”, “no se van a creer que había atasco” (recuerda el “chiste” del conductor, la rueda pinchada y
el gato) En ese momento puedes modificar tus pensamientos con una visualización creativa y efectiva donde
puedes “ver” como el tráfico se empieza a movilizar, la marcha se vuelve fluida y no pillas ningún semáforo
en rojo hasta tu oficina, llegando con tiempo de aparcar perfectamente y entrar a tu puesto a la hora prevista.
Puedes añadir cuantos detalles quieras, visualizar el aparcamiento en la puerta, ver tu oficina, tu entrada,
saludo a compañeros, etc, etc.

Ejercicio práctico: Imagina una situación estresante para tí, algo cotidiano del día a día que te produce
estrés y/o ansiedad. Escríbela con detalle y a continuación conecta con la visualización efectiva. Cambia
tantas cosas como precises, imagina cada detalle, escríbelo y comprueba como tu estado físico y
emocional ha cambiado.

(Puedes practicar este ejercicio con cada situación que quieras)

Los ejercicios y técnicas anteriores nos ayudan a reprogramar nuestro cerebro, a sacarlo del estado de alarma
y así evitar estrés innecesario. Sin embargo, muchas veces, lo que necesitamos es eliminar el estrés en sí
mismo. Cuando los mecanismos ya se han puesto en marcha, cuando nuestro cuerpo ya ha establecido la voz
de alarma y ha activado la adrenalina, el corazón, la respiración y nos sentimos mal. Cuando el nivel de
ansiedad ya ha llegado a un límite que no podemos parar con el diálogo interior o con la visualización

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efectiva tenemos que atajar físicamente hablando, ese despliegue de señales, estímulos y respuestas. Para
ellos podemos:

Paso 1. Le digo a mi mente: Estoy a salvo. No está pasando nada.

Paso 2. Observo mi cuerpo ¿dónde está resonando el estrés? ¿taquicardia? ¿Presión en el pecho? ¿Nudo en
el estómago? ¿Calambres en las piernas? Trato de identificar las señales físicas y establezco los puntos
donde se está produciendo la activación.

Paso 3. Si hago reiki puedo aplicar Reiki puntual en la zona afectada (corazón, plexo solar, etc) Si no hago
reiki, visualizo la zona física donde siento el síntoma y envío mi respiración a ese punto, apoyando
mentalmente con la frase: mi “pecho” (o la zona que sea) está relajado.

Paso 4. Movimiento: El estrés produce una necesidad de movimiento, se genera gran cantidad de energía
(para huir o luchar) y esa energía hay que darle salida. Muévete, sacude los brazos y piernas, estírate como si
te acabaras de despertar, bosteza, mueve la espalda, cuello.

Paso 5. Respira de forma profunda 3 veces, exhalando el aire con un sonido de suspiro a través de la boca.

Por último y para asegurarte que has vuelto a tu estado de “a salvo”, observa nuevamente tu cuerpo y trata
de detectar alguna molestia. Si la encuentras puedes repetir el proceso al completo.

Como último consejo, en situaciones de estrés puntual, en que sientas que tu cuerpo está generando señales
físicas concretas, debemos de tratar de no aumentar ese estrés con otras situaciones, actividades o
pensamientos. Comer, por ejemplo, en estado de estrés alterado o ansiedad sería contraproducente, a pesar
de que a mucha gente le da por comer, el estómago comienza un proceso digestivo que necesita energía y si
estamos en estado de alerta, podemos mermar la energía necesaria para dicha digestión y tener después
problemas añadidos: úlceras, gastroenteritis, cortes de digestión, etc.

Observa tu cuerpo. El estrés es un estado FISICO. Si aprendes a comunicarte con tu cuerpo podrás gestionar
mejor las señales y controlar tu estrés.

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Los 4 Pasos de Coherencia Cardiaca
1. Tranquilizar el corazón

a. Se coloca una mano en el centro del pecho

b. Se dirige la respiración al espacio debajo de la mano

c. Intentamos “empujar” contra la mano cuando inspiramos para “crear espacio” en el pecho

2. Tranquilizar la mente

a. Cerramos los ojos y llevamos nuestra atención a un espacio detrás de la frente

b. Pensamos en una imagen que genera una sensación de felicidad

3. Generar la conexión entre la mente y el corazón

a. “Trasladamos” la imagen a nuestro pecho.

b. Enfocamos nuestra atención sobre esa imagen en nuestro pecho.

4. El corazón genera un estado de relajación

Dejamos que el estado de bienestar y felicidad “irradie” desde el pecho por todo el cuerpo.

Técnicas adicionales para niños:

➢ Preguntarles sobre sus animales preferidos y que “llenen su pecho” de ese animal.
➢ Preguntarles sobre su lugar preferido y decirles que “vean” ese lugar en su pecho y que “vayan” al
lugar.
➢ Extender la visualización “fuera” de su pecho para llenar toda la habitación.

Técnicas adicionales para adultos:

➢ La “chuleta de la felicidad”
➢ El “tablón de la felicidad”
➢ Desarrollar la respiración torácica

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Consideraciones finales
El estrés es una respuesta natural del ser humano como animal que somos y sin él, nuestra especie habría
desaparecido hace mucho tiempo.
Mantener un estado constante de “alerta” es lo que realmente nos causa daño a nuestro sistema, ya que
estamos emitiendo una señal equivocada al cerebro.

El estado de alerta se activa por los estímulos: externos e internos que nuestro cerebro procesa y valora.

Los pensamientos, los patrones de conducta, las experiencias traumáticas en la vida y las situaciones de cada
día son valorados y evaluados por la mente que, constantemente emite “juicios” y activa o desactiva el
estado de Alerta.

Los estímulos pueden ser muchos y muy variados y dependerán de cada persona. No podemos hacer un
perfil de “estado de alerta general”, porque cada persona reacciona de manera distinta.

Reconocer, ante una situación de estrés, si los estímulos son reales o no, es la clave para volver al estado de
“a salvo”

Comprender que el estrés no es “malo” y aceptar nuestros estados (estímulos) como una parte natural de
nosotros mismos y de nuestra existencia hará que tengamos mayor control y sepamos volver al estado
natural de paz de una manera más rápida, efectiva y menos traumática.

El estrés nos mantiene en activo y alertas. El estrés nos salva la vida. Saber gestionarlo es la clave,
eliminarlo NO es posible.

Tomar conciencia de nuestro presente, viviendo el ahora, el aquí y no dejando que la mente nos haga vivir
en situaciones no reales es otra de las claves para controlar el estrés. Cualquier cosa que hagas, hazla
plenamente. Sientela y tu mente dejará de buscar en sus registros excusas para sacarte del estado de paz.

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