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La producción literaria del siglo XVII en la Nueva España se vio revestida por la autoría,
en su mayoría, de escritores españoles o criollos. Gran parte de las obras que escribieron están
imbuidas por la política imperante en las Américas, regulada por la tradición jurídica latina, el
derecho romano. En el siglo XVII, la división en virreinatos, como por ejemplo el de México y el
del Perú, era muy importante ya que abarcaba no sólo el espacio de la geografía sino también el
espacio político, económico y social. En la época colonial, en la Nueva España, las mujeres
tuvieron que vencer dificultades para producir sus obras y ser aceptadas en el ambiente literario
una mayor agencia y libertad en la sociedad patriarcal mediante el uso de una vestimenta
masculina y el comportamiento propio de los hombres, sin embargo, esa sociedad patriarcal sólo
les permitió continuar actuando como hombre hasta cierto nivel. En el momento en que se
consideró que la mujer sobresalía por encima de su papel limitado, se la volvió a encarcelar en el
rol anterior de la mujer de su época. Sor Juana Inés de la Cruz y Catalina de Erauso se
nombre con seudónimos, como por ejemplo Amarilis, también se podría considerar a Sor Juana
Inés de la Cruz, ya que su nombre fue Juana de Asbaje. Basándome en la definición de género de
Judith Butler que dice que la mujer se hace mujer por medio de un proceso de subjetivación o
internalización de discursos culturales sobre el cuerpo, voy a demostrar la manera de cómo ésta
elabora una identidad femenina y la plasma en sus escritos. Sobresale en este aspecto, de la
su poema Epístola a Belardo. Entonces, la mujer, en la época colonial en la Nueva España, tuvo
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que vencer dificultades para producir sus obras y ser aceptada en el ambiente literario
reivindicando así su identidad femenina. Como mi análisis demostrará, en el siglo XVII, unas
pocas mujeres excepcionales, como Sor Juana y la Monja Alférez, y también Amarilis en el caso
de que se tratase de una mujer, obtuvieron una mayor agencia y libertad en la sociedad patriarcal
sobresalía por encima de su papel limitado, se la volvió a encarcelar en el rol anterior de la mujer
de su época. Por lo tanto, estas tres mujeres sobresalieron a todas luces por medio del rol del
por Mónika Bosse, muestro, en primer lugar, la situación de la mujer en esta época histórica, o
sea, los derechos o la falta de derechos. En segundo lugar, mi ensayo explora las maneras en que
las tres escritoras, Sor Juana, Catalina de Erauso y Amarilis, sobresalieron de las expectativas y
los límites de la sociedad. Desde esta perspectiva, se puede notar que las dos mujeres son
La existencia real de las monjas está envuelta en una capa de invención ya que las
razones por las cuales muchas mujeres tomaban el hábito no eran precisamente por devoción
sino porque era un medio de vida y porque algunas mujeres deseaban seguir un modelo de
heroína. Asunción Lavrin propone la existencia de una religiosa real y otra inventada, esta
última, es aquella que sigue los parámetros expuestos por los religiosos, obispos y sacerdotes,
que se trata, entonces de “el modelo de la religiosa ideal trazado por los obispos, pastores de
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alma de todos los sujetos de sus diócesis” (536). También, debido a la confesión, sacramento de
penitencia en el credo católico, se establecía una intimidad entre los sacerdotes y las monjas. Era
de costumbre que, a modo de penitencia, éstos les pidieran a las mujeres que escriban sus
experiencias. De esta manera, los escritos resultaban en una especie de biografía, que contenía
tanto realidad como algo de ficción. También en ocasiones, se mantenía correspondencia, cartas
que enviaban las monjas y respuestas ocasionales por parte de los sacerdotes y obispos. A veces,
eran estos religiosos quienes destacaban el talento escritural de las monjas, como por ejemplo el
padre Gómez, que menciona Lavrin y dice “Gómez perteneció a un grupo de confesores que se
identificaron como testigos de una forma de creatividad femenina muy idiosincrática del siglo
XVII: la mujer de alto vuelo espiritual, las posibles místicas y santas que florecieron por docenas
en las tierras americanas a semejanza de las de Iberia” (555). Con esta formulación, se da por
tanto como en su vocación religiosa. Claro que hay que tener en cuenta que a veces los
confesores manipulaban los escritos de las monjas, incluyendo la posibilidad de lo que hoy en
día se consideraría un plagio, ya que éstos llegaban a publicar el material epistolar que tenían en
sus manos pero a título personal, así nos dice Margarita Peña, en el libro de Bosse, respecto a la
manipulación masculina del discurso femenino en biografías de monjas: “Las monjas escriben
‘cuadernos’ que contienen el relato de sus vidas y los entregan al confesor quien envía a la
imprenta y borra el de la religiosa en turno que es la autora real. […] Sor Juana no tuvo
autobiografía porque era una monja atípica que escribía lírica amorosa, sonetos satíricos” (601).
La historia que nos relatan esas mujeres monjas son sus propias historias, la vida real que
vivieron, su experiencia fue su fuente de inspiración. Por lo tanto, se puede afirmar que el valor
literario de las obras que escribieron esas mujeres reside en sus vivencias. Su vida es su obra y su
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una autoría, las obras que sobrevivieron en el tiempo nos pueden dar los indicios de las
peripecias que atravesaron las mujeres en una sociedad patriarcal. En cuanto al reconocimiento
por parte de los críticos a las obras de autoría femenina, cabe mencionar a Fernando Díaz
Esteban, quien en el libro de Bosse dice que finalmente los hombres le dan su lugar a la mujer:
“Para la aceptación normal de las mujeres como escritoras aun les faltaba el reconocimiento
crítico de sus méritos, individuales y colectivos. Este llega con los humanistas, por ejemplo, Lilio
peruano Guillermo Lohmann Villena, corresponde a María de Rojas y Garay, nacida en 1594 en
Huánuco, hoy Perú, y murió en 1622, en la misma ciudad. Luego de una ardua tarea de
llegó a la siguiente conclusión: “Su entorno familiar, su perfil huano y su contextura psicológica
coinciden plenamente con los indicios revelados” (10). Lohmann tomó en cuenta la aseveración
persona de María de Rojas y Garay. Hasta la fecha no hay pruebas definitivas sobre la identidad
de Amarilis, por lo que, hasta que no se tengan pruebas convincentes, se tratan sólo de hipótesis.
departamento y por eso se empeñó en querer demostrar que Amarilis era de Huanuco. Lohmann
así se suma a la serie de críticos que indagaron sobre Amarilis, como Menéndez-Pelayo, Riva
Agüero, Georgina Sabat de Rivers, Luis Enrique Tord y otros. Para ello, cada uno, a su manera,
analiza la carta de Amarilis tratando de encontrar vestigios o señales que indiquen la identidad de
la autoría. En mi opinión, es interesante tomar en cuenta los análisis de los mencionados críticos
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anteriormente porque sirven de base para tratar de descubrir la identidad, pero ello escapa a la
meta de simplemente analizar la obra para reconocer el valor literario que tiene, su forma y su
fondo. De todas maneras, cabe señalar que mientras que Lohman toma palabras aisladas de la
“Epístola a Bernardo” que Amarilis dirigió a Lope de Vega, para relacionarlas con el mundo
femenino, Tord afirma que el nombre de la autora se halla oculto en los mismos versos; Rivers
destaca las expresiones de amor en el texto como indicativo que una mujer se lo decía a Lope.
nota que compara al destinatario, Belardo, con Apolo, dios de la mitología griega que simboliza
la belleza masculina, la luz, la verdad y las artes, por nombrar sólo algunas de sus virtudes y
talentos. Es más, pone a Belardo en reemplazo de Apolo para demostrar su admiración profunda,
para luego pedirle dones: “Oí, Belardo, tus conceptos bellos, / y admirando tu ingenio
portentoso” (vv 23-24) y más adelante dice “He querido, pues viéndote en la cima / del alcázar
de Apolo, / como su propio dueño, único y solo, / pedirte un don, que te agradezca el cielo, / para
bien de tu alma y mi consuelo” (vv 41-45). Cabe recordar que a Apolo se le levantó un templo
junto al monte Parnaso, Delfos, que se consideraba estar ubicado en el centro del universo, y era
célebre por su oráculo, ya que Apolo era un dios oracular, que emitía profecías. Por lo dicho, se
puede relacionar que Amarilis invoca el nombre de Belardo a la manera de como se haría al dios
Apolo, para pedirle que le conceda sus deseos que evidentemente son los de tener creatividad
literaria. Además, la escritora menciona a la ninfa Dafne y los sucesos tristes que le acaecieron
por la persecución de la que fue víctima por parte de Apolo1 y qué relación tendría ella en los
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Para librarse de Apolo, Dafne pidió ayuda al cielo y fue transformada en laurel. Para más información, véase en la
obra de Cirlot.
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versos, como si fuera Dafne. Por lo tanto, se nota el uso de cultismo en su mención a Apolo y a
España en 1592 y murió en 1650, en la Nueva España, hoy México. Lo que nos ha llegado sobre
como por ejemplo Sherry Velasco, Ferrus Anton, Pedro Rubio Merino, dudan de la autenticidad
de las versiones copiadas que llegaron hasta nuestros días, como así también, piensan que fue en
realidad un hombre quien la escribió. Llama la atención la carencia de detalles entre las distintas
podría deducir que en algún momento se trató de mantener en misterio su género ya que la
manuscrito de Madrid dice Erauso que fue una decisión personal dejar el hábito y vestirse de
hombre, en el manuscrito de Sevilla, Erauso lo cuenta de una manera más íntima y vívida.
Más allá del motivo por el cual le haya hecho comportarse de una o de otra manera, lo
que resalta de Erauso es el hecho mismo de haber puesto por escrito su vida y sus aventuras.
Velasco cita a Caballero, “The interest of this text as feminine literature is diminished since the
author and narrator do not coincide; the author doesn’t necessarily have to be a woman” (5). Lo
escritura, hecho que llevado a críticos a debatir nuevamente en qué momentos hace esos
cambios. Es así que Velasco concluye con una cita de Vallbona para justificar el cambio, “In the
passages of courtship, flirtation, and romance she uses the masculine form, as she does in those
of war and duels. Nonetheless, when the context is neutral the protagonist-narrator returns to
feminine usage” (7). Por lo tanto, por lo dicho anteriormente en relación a Erauso, se puede
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concluir que asumía una identidad de género según lo requería la ocasión, esto no sólo en las
letras escritas sino también en su propia vida con sus decisiones de cambio de apariencia
femenina a masculina para poder llevar a cabo la actividad que le placía. En mi opinión, cabe la
posibilidad de que Erauso fuera bisexual. Según los descubrimientos científicos recientes, como
expone Laura K. Case, se establece la posibilidad de que las personas bisexuales alternen sus
géneros por períodos de tiempos variables: “Alternation of gender states might easily be
explained away by the socially constructed nature of gender and the fact that transsexual and
androgynous individuals might be more comfortable exploring both masculine and feminine-
associated components of their personalities” (627). También, según Laura Case, puede existir la
necesidad, o la falta de un órgano sexual similar al efecto de ‘fantasma’ que perciben las
personas a las que se le amputaron miembros de su cuerpo, esto debido al proceso mental
elaborado por el cerebro humano: “If bigender individuals had two body gender maps in their
brains, we would expect to see phantom body parts (e.g. breasts and genitalia) corresponding to
the ‘‘opposite’’ gender during the gender state incongruent with their anatomy, and for these
autobiográfica dialoga con la tradición picaresca ya que se pueden advertir numerosos elementos
afines. Tomando como ejemplo del género picaresco El Lazarillo de Tormes3, publicado en
1554, se nota inmediatamente la proximidad histórica con Erauso, por lo cual cabe deducir que
ella estuvo familiarizada con su lectura. Es más notorio descubrir que la estructura exterior o
forma de la Historia coincide con el Lazarillo, ya que los capítulos tienen títulos extensos que
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A partir de ahora, utilizaré sólo el vocablo Historia para referirme a la autobiografía de la Monja Alférez.
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A partir de ahora, me referiré sólo como Lazarillo.
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prácticamente indican el contenido del mismo, y lo hace en tercera persona. El relato en sí está
escrito en primera persona. Lo interesante de cada capítulo, que contiene un episodio que le
lo fortuito, lo que lleva a su protagonista a una serie de complicaciones que pueden afectar su
The internal rhythm of the picaresque genre is the rhythm of each separate episode:
scapegoat) out of need, (b) some scheme to satisfy that need (if only for revenge),
(c) a complication that endangers the picaro's safety, and (d) the extrication (or the
cada capítulo, Erauso cuenta una serie de peripecias. También, ambas relatan su vida desde su
niñez, y sus viajes por distintos lugares con una gran variedad de personajes. Por ejemplo,
educación que recibió y sus escapadas del núcleo familiar. Luego, le siguen varios capítulos que
detallan las proezas que realizó en distintas ciudades y los combates que ella propició, los
triunfos y pesares, ya que incluso la hirieron en una lid. Cuenta, asimismo, que mató a su propio
hermano. En sus correrías viajó a lo largo y a lo ancho por toda Sudamérica, además de México,
ya que su itinerario abarca hasta Buenos Aires, o ciudad de la Plata, a como se refiere en el
capítulo X.
Por lo tanto, la Historia de Erauso, si bien dialoga con el Lazarillo, es diferente en cuanto
al protagonista, ya que en la Historia, es una mujer, Erauso, y esto es lo que la hace original, ya
que no era usual en esa época que una mujer vaya a caballo por un territorio tan extenso,
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combata cuerpo a cuerpo con los hombres y se enfrente a toda clase de peligros que en ese
tiempo abundaban, no sólo en lo referente a los encuentros con soldados y criminales sino con
una naturaleza virgen, como ella. Por consiguiente, la obra relatada de su vida es original.
Finalmente contamos con la presencia de Sor Juana Inés de la Cruz, llamada La Décima
Musa. Ella nació en 1651 en la Nueva España, hoy México, y murió en 1695, también en la
Nueva España. Entre la variedad de la producción literaria que Sor Juana realizó, que incluye
poemas, villancicos, obras de teatro y cartas, se destaca una, la “Carta Atenagórica”. La historia
en relación a esta carta proviene del hecho que en una ocasión, Sor Juana criticó un sermón del
Padre Antonio Vieira de 1650 en referencia a la muerte de Cristo. Entonces, a raíz que Sor Juana
puso sus opiniones por escrito, esto fue pasando de mano en mano hasta llegar al Obispo de su
región, Manuel Fernández de Santa Cruz, quien haciéndose pasar por una monja con el nombre
de Sor Filotea, le increpó a Sor Juana por su osadía de criticar a un religioso poniendo en claro
que la mujer tiene limitaciones y que es preferible que se dedique a los asuntos de las letras
sagradas y no profanas.
Ante lo cual, Sor Juana le respondió con una hábil retórica y además convincente en el
campo del derecho de la mujer de intervenir en las actividades culturales y en la enseñanza. Esta
carta es conocida como Respuesta a Sor Filotea de la Cruz4. Es así que en 1690, el Obispo
Manuel Fernández publicó ambas cartas, la suya con el seudónimo de Sor Filotea y la Respuesta,
con el nombre de Carta Atenagórica. Sor Juana, a diferencia de Erauso de quien se discute la
reconoció su trabajo y al mismo tiempo fue reconocida, aunque su primer tomo de sus poesías no
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De ahora en adelante me referiré sólo como a la Respuesta.
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se publicó en la Nueva España sino en Madrid, en 1689, con la ayuda de su amiga la virreina en
disculparse por no agradecerle a Sor Filotea como se merece. Lo hace con gran humildad, pero
en unas pocas líneas siguientes hace derroche de conocimiento porque empieza a mencionar a
culto, pero todo revestido de una gran humildad, pidiendo siempre disculpas por atreverse a
escribir pero luego aduce razones para defender su derecho de escribir, no sólo esa carta sino
toda la variedad de su obra, poemas, teatro, etc., de contenido sagrado y profano. Cuando se
refiere a lo que dijo Quintiliano, lo hace, además, en latín, “Minorem spei, maiorem benefacti
gloriam pareunt”5 (251). Esto demuestra no sólo su sapiencia sino su dominio de la retórica
aplicada para lograr su cometido, en este caso, convencer a Sor Filotea, de su modestia, pero
a una edad temprana. Luego, cuenta las desventajas a las que se enfrentó en la adquisición de la
sabiduría por la razón de ser una mujer, y el ardid que quiso fraguar para ser admitida en la
universidad, que fue, el vestirse con ropa de hombre, pero al no obtener el permiso de su madre
optó por irse a vivir a la casa de su abuelo y leer por su cuenta los libros de la biblioteca de éste,
por lo cual se puede concluir que fue autodidacta: “empecé a matar a mi madre con instantes e
importunos ruegos sobre que, mudándome el traje, me enviase a México, en casa de unos deudos
que tenía, para estudiar y cursar la Universidad; ella no lo quiso hacer (e hizo muy bien) pero yo
despiqué el deseo en leer muchos libros varios que tenía mi abuelo” (259). Además de apoyarse
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La traducción al castellano sería: “Pierden la menor gloria de la esperanza, y la mayor gloria del beneficio”.
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en los clásicos greco-latinos, como Quintiliano, Plinio y otros, Sor Juana también recurrió a la
lectura de los padres de la Iglesia y de santos, como San Jerónimo, Santo Tomás, y otros. Pero
ahí no acaba su lista, ya que luego tiene la osadía, en ese tiempo temible de la Inquisición, a
mencionar a las ciencias como camino obligatorio para llegar a la Teología: “Con esto proseguí,
dirigiendo siempre, como he dicho, los pasos de mi estudio a la cumbre de la Sagrada Teología;
y pareciéndome preciso, para llegar a ella, subir por los escalones de las ciencias y artes
humanas” (261). Como es de suponer, hacia el final de la carta, pide nuevamente disculpas por
haberle escrito, pero también, por haberlo hecho con “familiaridad” (297), ya que debió haber
En conclusión, las tres escritoras coloniales que escribieron obras, ya sea autobiografía,
poemas, epístolas, drama o/y otros géneros literarios, que son Amarilis, Catalina de Erauso y Sor
Juana, se destacan por lo que tienen en común, que es el haber desafiado a un mundo circundante
netamente patriarcal que limitaba el campo de acción de la mujer. Este desafío incluía el cambio
los escritos, de esta manera, la mujer llegaba a tener voz propia. Por lo tanto, estas mujeres
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