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De esta manera, confronta con la tesis weberiana del poder estatal, al concebir al
poder en términos de mando y obediencia e igualar así al poder con la violencia. Al
aparecer la violencia como el “último recurso” para mantener intacta la estructura
de poder, se presenta a la acción violenta como “prerrequisito” del poder y a éste
como una fachada.
La política, tal como la concibe Hannah Arendt, surge allí donde los hombres, en un
marco de estabilidad conformado a partir de promesas mutuas, abordan
conjuntamente el tratamiento de los asuntos humanos a través de la acción y el
discurso.
Este “tipo de ceguera” atenta contra las realidades a las que corresponden, de
modo tal que impide la resolución de la más crucial cuestión política de definir
“¿quién manda a quién?”.
- Definiciones
La violencia puede ser justificable pero nunca será legítima; es decir, que puede
destruir al poder pero de allí nunca brotará poder, al ser incapaz de crearlo.
En suma, “el poder corresponde a la esencia de todos los Gobiernos, pero no así la
violencia” (p. 70); el poder necesita de legitimidad, de la acción concertada de los
sujetos y de las comunidades políticas.
En todo caso, el dominio exclusivo por la pura violencia aparece cuando el poder
se encuentra debilitado o ausente, invirtiendo así la relación medios y fines.
Así llega Arendt a afirmar que el poder y la violencia son opuestos: “donde uno
domina absolutamente falta el otro” (p. 77).
- Arendt y Weber:
Desde esta perspectiva, la idea de poder que subyace chocará con la de Weber. Lo
diferente que se plantea es que para Arendt la aplicación del poder no necesita ni
de la acción física ni de la imposición de uno o un grupo sobre otros.
La empresa política es la que hizo la preparación para la lucha por el poder. Éste
está en manos de quienes realizan el trabajo dentro de la empresa. El poder es el
medio de la política y el ansia de poder es quien la impulsa. Cuando esta ansia de
poder deja de ser positiva, deja de estar al servicio de la causa, para convertirse en
pura embriaguez personal tal como señala Weber.
Ella reconoce a la política como una acción (transmitida a través del discurso), la
violencia es muda y por eso no es acción.