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PREGUNTA DINAMIZADORA

Son necesarios los impuestos? ¿Es preferible que sean elevados o reducidos? ¿Todos los
economistas tienen la misma visión o enfoque sobre este tema? 

Muchos de nosotros tenemos dudas con respecto a que son los impuestos, pero en realidad su
definición es simple:

Los impuestos son la forma que tiene el Estado para recabar tributos y obtener la mayoría de los
ingresos públicos.

Debemos tener en cuenta que los tributos se dividen en impuestos, tasas y contribuciones
especiales. 

De esta manera, el Estado es capaz de tener los recursos suficientes para llevar a cabo actuaciones
como las infraestructuras, administración o, incluso, la prestación de servicios, entre otros.

Estos tributos o impuestos son pagados por las personas, familias o empresas al Estado, y ayudan
a cubrir las necesidades colectivas de la comunidad, por lo que afectan a toda la población en
general.

Para poder definir que son los impuestos, es necesario entender que no todos los impuestos son
iguales, ya que la cantidad que se debe pagar en tributos varía dependiendo de cuantos ingresos
perciban y bienes posean las personas o empresas que deben cancelarlo.

Tipos de impuestos.

Existen dos tipos de impuestos principales al momento de clasificarlos: los impuestos directos y los
indirectos.

1) Impuestos directos:

Que son los impuestos que recaen, de manera directa, sobre la persona, empresa o sociedad,
entre otros; estos se basan en la capacidad económica de los mismos, la obtención de rentas y los
patrimonios que posean

Entre los impuestos directos que se encuentran de manera más común destacan: aquel que se
establece a la renta de personas físicas, y el impuesto sobre sociedades.

2) Impuestos indirectos:
A diferencia de los impuestos directos, los indirectos son aquellos que son impuestos a bienes y
servicios, así como a las transacciones que se realizan con ellos, en otras palabras, cada vez que
una persona realiza la compra de un bien o servicio, está pagando un impuesto de manera
indirecta.

Este tipo de impuesto no lo paga directamente la persona específica, sino que recae sobre aquel
bien o servicio que es adquirido.

Entre los impuestos indirectos más comunes se encuentra el Impuesto al Valor Agregado (IVA), el
impuesto especial sobre bebidas alcohólicas o el impuesto a transmisiones patrimoniales.

Uno de los grandes debates de las economías avanzadas es hasta dónde deben llegar los
impuestos para financiar el gasto público. La disyuntiva está entre si los impuestos deben ser altos
o muy altos para que así se reparta más a través del Estado del bienestar, importando
relativamente poco la gestión y la evaluación de cómo se gasta el dinero del contribuyente. Todo
ello frente a quienes pensamos que los impuestos deben ser limitados, porque somos los
individuos quienes mejor gestionamos los recursos normalmente escasos.

En España, de tener muy pocos impuestos hace unas décadas, hemos pasado a tener impuestos
totalmente equiparados con toda Europa. Incluso se podría decir que más altos si la comparación
de la presión fiscal se hace no sobre el PIB, sino sobre la riqueza nacional.

Por lo que respecta al IRPF, en 1980 solo había cinco millones de contribuyentes frente a los 25
millones que hay en la actualidad. Nuestra aportación en cuanto a ingresos por IRPF respecto a PIB
es del 7,3% en España, frente al 9,3% en los 28 miembros de la UE y el 9,2%, el 8,7% y el 12,0% en
Alemania, Francia e Italia, respectivamente.

Algo parecido sucede con el impuesto de sociedades ahora que se ha puesto de moda decir,
equivocadamente, que las empresas españolas pagan tipos muy bajos. La realidad es otra si,
simplemente, comparamos los datos con la UE.

Es cierto que, en el impuesto de sociedades, la recaudación se ha reducido a la mitad entre 2007 y


2017, pero hay que tener en cuenta que, en los años de gran crecimiento, antes de la crisis, que
empieza en 2008, los sectores de la construcción, inmobiliario y financiero se llevan la gran parte
del pago del impuesto y ahora, en gran medida, aún están en plena recuperación.

Buena parte de este descenso de recaudación viene dado porque, ante la crisis, las empresas
españolas se han volcado en el exterior. Según los datos de la Comisión Nacional del Mercado de
Valores (CNMV), más del 60% de los ingresos de las empresas cotizadas en Bolsa pagan sus
impuestos donde los generan; y aquí se reciben dividendos que tienen una repercusión fiscal más
baja, al igual que en otros países de la UE, pues ya han pagado en el país donde los han generado.
Al mismo tiempo, las empresas españolas han tenido grandes pérdidas durante la crisis y ahora
están compensando sus bases imponibles negativas.

España recaudó por el impuesto de sociedades en 2016 un 2,3% respecto al PIB, en línea con
Francia, Alemania e Italia con cifras, respectivamente, del 2,6%, 2,7% y 2,1%. La tributación
empresarial, en definitiva, está a nivel europeo, incluso algo superior, especialmente en
cotizaciones sociales.

Probablemente pueda ingresarse más en impuestos si formalizáramos adecuadamente nuestra


economía. Es urgente buscar las ineficiencias del gasto que son numerosas y no tienen adecuado
control, evaluación y requerimientos de mejor y más gestión. Con los nuevos instrumentos
tecnológicos existentes y el nuevo y viejo talento existente o nuevo.

Los impuestos adecuados crean civilización, pero los impuestos excesivos la deterioran, porque su
uso no es eficiente ni riguroso. El gasto público tendría que ser como el riego por aspersión en la
agricultura: lo técnicamente justo y necesario. Por el contrario, el gasto público acostumbra a ser
una tromba de agua, esto es, de dinero sin control ni gestión. Gastar mejor y más eficientemente
es la solución porque los ingresos no pueden ni deben ser infinitos.

http://www.cinenuevatribuna.es/articulo/magazine/son-impuestos-son-
necesarios/20190321185336008999.html

https://elpais.com/economia/2018/10/23/actualidad/1540317778_294970.html

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