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Este segundo libro tuvo en mi un efecto de esclarecimiento; un efecto que aunque podría

calificar de despertar, debo decir que no fue exactamente un despertar. La llegada de


Sigmund Freud al universo cultural y la fundación del psicoanálisis han sido
acontecimientos históricamente colocados por muchos –sobre todo por el discurso
universitario y el discurso científico– del lado de la oscuridad, de la sospecha, del
ocultismo, de la mentira, del pseudos. No obstante, concernida por una vaga pero insistente
pregunta sobre el problema de la verdad y convencida de que el descubrimiento freudiano
del inconsciente, atravesado por la dimensión del síntoma, decía efectivamente algo al
respecto, toparme con los libros de Carlos representó la ocasión argumentativamente que el
psicoanálisis fundado por Freud no hace sino reintroducir frontalmente el problema de la
verdad en el cínico mundo contemporáneo.

«El limbo es ese lugar donde queda quien no puede despertar pero tampoco puede seguir
soñando». En su momento y en mi caso esta precisión resultó tan introductoria como
fundamental. En este meritorio aforismo, Carlos verbaliza con poética claridad aquello
que promueve el psicoanálisis a nivel epistemológico. Problematizar la disyunción
exclusiva entre la verdad y la falsedad que ha conducido nuestra historia. Freud no había
venido a echar por tierra las luces de la razón, aunque evidentemente no fuera tampoco de
ellas un ferviente aliado y defensor. En ese sentido se me hacía evidente que su obra
demandaba un acercamiento a su altura, capaz de colocar entre paréntesis la cómoda lógica
de la oposición cuando de la verdad se trata para poder plantear la pregunta
verdaderamente y aventurarse a los caminos de una posible respuesta.

El discurso es otro lugar respecto de la verdad y de la falsedad. El discurso, dice Carlos, es


una solución, ofrece un nuevo modo de habitar ese limbo que él es y que queda entre la
verdad y el engaño. Este limbo habla, como lo hace un síntoma, de una profunda mutación
epistémica en nuestra época de la que hay que decir que no somos ajenos. la verdad:
dimensión heterogénea al saber y correlativa al semblante que precisamente por ello
desempeña una función crucial en la orientación ética de un sujeto.

Acá vemos cómo se aproxima el psicoanálisis a este cambio de régimen: rechaza la


disyunción exclusiva entre verdad y falsedad tanto como aquella entre fundamentalismo y
relativismo, planteándose sintomáticamente como el lugar donde, en palabras de Carlos, ...

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