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Hoy se cumplen 77 años del fallecimiento y paso a la inmortalidad del camarada revolucionario

Iósif Stalin, quien fue Secretario General del Partido Comunista de la Unión Soviética desde
1922, poco antes de la muerte de Lenin, hasta 1952, cuando el cargo fue abolido.

El 5 de marzo de 1953 es un día recordado y rememorado por todos los trabajadores y


progresistas revolucionarios del mundo, porque ese día simboliza el fin de una etapa de
construcción y desarrollo del socialismo en la URSS; el fin de más de treinta años de conquistas
obreras y campesinas en el país más extenso del planeta y su transformación en una potencia
de carácter rapaz e imperialista.

Cuando asumió Stalin, la Unión Soviética acababa de pasar por una revolución triunfante, una
guerra civil e invasiones extranjeras por casi una veintena de países. La industria paralizada y la
mayor parte de la población sufriendo gravemente por la falta de alimentos y servicios
esenciales. Menos de un cuarto de la población sabía leer y escribir.

Fue el Partido Comunista, dirigido por los bolcheviques, en primer lugar Stalin, quien avanzó en
el proceso de construcción del socialismo y logró impresionantes avances en la década del '30,
logrando la industrialización del país en tiempo récord y sacando de la pobreza y el
analfabetismo a millones de personas en tan sólo unos años. Tanto que, para 1940, la URSS era
ya la segunda economía más grande del mundo y más del 80% de la población estaba
alfabetizada. Todo esto sumado a un impresionante avance en los derechos laborales y sociales
de los trabajadores, como la jornada de 7 horas, educación laica y grauita, y trato igualitario
entre hombres y mujeres en todos los dominios politicos, económicos y culturales, entre otros
avances que confirmaban la naturaleza socialista del naciente país soviético.

Hoy, se observa todo aquello como un mito lejano. No se recuerda la intensa relación entre los
acontecimientos de la Revolución Rusa y los enormes avances laborales y sociales conquistados
por los trabajadores argentinos en la década del 20 y fundamentalmente a partir de los '40. Por
supuesto que el factor principal de la conquista fueron los propios trabajadores, pero también
contribuyó la existencia de un poderoso país socialista que buscaba exportar revoluciones a
través de las fronteras y los océanos, empuñando la bandera del internacionalismo en la
búsqueda por construir un mundo nuevo libre de opresiones.

La figura de Stalin causa polémicas entre los comunistas de todo el mundo, y esto quizá tenga su
explicación en las contradicciones entre las que tuvo que vivir como máximo dirigente del país
de los trabajadores. La postura de los comunistas debe ser crítica ante cualquier figura, y no hay
razón para ocultar sus errores. Pero hoy, más que nunca, la crítica al ''estalinismo'' viene
impregnada de un cínico anticomunismo que, si se lo deja estar, se vuelve peligroso y amenaza
con dividir al movimiento.

Como dijo el Che: "Mi deber como comunista marxista-leninista es desenmascarar a la reacción
oculta tras el revisionismo, oportunismo y trotskismo y enseñar a los camaradas [...] que no
deben aceptar como validos los juicios contra Stalin formulados por burgueses,
socialdemócratas o incluso otros pseudocomunistas lacayos de la reacción, cuyo verdadero fin
es dinamitar el movimiento obrero desde dentro”. Esta frase cobra necesidad cada día mayor a
la vez que se incrementan los esfuerzos de la reaccion por destruir y degenerar los referentes
ideológicos del marxismo-leninismo. Tras el odio a Stalin se disfraza el odio a Lenin; y como tal
sólo puede conllevar fracasos y derrotas a los movimientos revolucionarios.

"Sobre mi tumba tirarán montañas de basura; el viento de la historia las borrará


inexorablemente" -Stalin.

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