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LA PREGUNTA CULMINANTE DE LA BIBLIA

David Platt
Efectivamente, Jesús vino a nosotros como un ser humano al igual que nosotros, con el
fin de proveer para nosotros. Vino a vivir la vida que no podíamos vivir: una vida de total y
perfecta obediencia a Dios. Jamás pecó, un hecho singular que le permite ser nuestro
Salvador. Los supuestos cristianos que niegan la santidad total de Jesús demuestran que
en realidad no lo conocen, porque solo pudo salvarnos debido a que no cometió pecado.
Jesús vino a vivir la vida que no podíamos vivir y a morir la muerte que nosotros
merecíamos. Ya hemos visto que incluso un solo pecado ante un Dios eterno e
infinitamente santo merece un castigo eterno e infinito. Es por esto que Jesús vino: a
soportar la ira santa de Dios que nos correspondía a nosotros.
Mi libro Radical atrajo la publicidad en una diversidad de lugares. En un periódico en
particular, el reportero del Birmingham News hizo el siguiente comentario sobre el libro:
«Aunque es algo común decir en el pulpito que “Dios odia el pecado, pero ama al
pecador”, Platt sostiene que Dios odia a los pecadores». En efecto, era una frase citada
directamente del libro, pero el artículo no incluía el contexto del cual había extraído la cita.
Los miembros de mi iglesia comenzaron a preguntarme preocupados: «Pastor,
¿realmente cree que Dios odia a los pecadores?». Otras personas de la ciudad me
escribían correos electrónicos, no muy amables, diciendo: «Esta predicando el odio en su
iglesia y en toda la ciudad».
Esa fue una de las oportunidades en que me halle en dificultades por citar la Biblia. ¿Odia
Dios a los pecadores? Escuchemos atentamente el Salmo 5:5-6: «Los orgullosos no
pueden estar en tu presencia, porque aborreces a todo el que hace lo malo. Destruirás a
los que dicen mentiras; el Señor detesta a los asesinos y a los engañadores».
Caramba. Tal vez no deberla haber dicho que Dios odia a los pecadores. Tal vez tendría
que haber dicho que Dios los aborrece y los destruye.
Esta no es una afirmación aislada en la Biblia. Catorce veces en los primeros cincuenta
salmos leemos sobre el odio de Dios por los pecadores, su ira para con los mentirosos, y
por el estilo. Además, no solo se trata del Antiguo Testamento. En Juan 3, ese capítulo
donde encontramos uno de los pasajes más conocidos acerca del amor de Dios (Juan
3:16), también tenemos uno de los pasajes más descuidados acerca de la ira de Dios
(Juan 3:36): «Los que no obedecen al Hijo nunca tendrán vida eterna, sino que
permanecen bajo la ira del juicio de Dios».
De modo que todo esto genera la pregunta: ¿es verdad que Dios odia el pecado, pero
ama al pecador? Bueno, si, en un sentido, pero no del todo.
Pensemos en eso. Como ya hemos visto en Génesis, nuestro pecado no es algo que esta
fuera de nosotros. El pecado esta entretejido en nuestro ser. No es que simplemente
pecamos; existimos como seres pecadores. De modo que cuando Jesús fue a la cruz a
morir, no es que simplemente estaba pagando el precio del pecado, como si fuera algo
separado de nosotros. No estaba simplemente muriendo por nuestra lujuria o nuestras
mentiras o nuestro engaño o nuestros otros pecados. En realidad, estaba pagando el
precio que nosotros debíamos como pecadores. Estaba muriendo por nosotros, en
nuestro lugar, como nuestro sustituto. En palabras de Isaías 53: «E1 fue traspasado por
nuestras rebeliones y aplastado por nuestros pecados [...] el Señor puso sobre él los
pecados de todos nosotros» Cuando Jesús fue aplastado bajo el peso de la ira de Dios en
la cruz, estaba experimentando lo que usted y yo merecemos experimentar. Estaba
soportando todo el castigo que usted y yo merecemos como pecadores.
En consecuencia, debemos tener cuidado de no apoyarnos en frases cómodas que le
quitan a la cruz todo su sentido. La sorprendente realidad de la Biblia es clara: somos
pecadores. En las palabras de Isaías: «Todos nosotros nos hemos extraviado como
ovejas». Mientras, Dios es santo, y tiene una ira justa contra el pecado y los pecadores
por igual. No obstante, Dios también es misericordioso y tiene un amor santo hacia los
pecadores. ¿Cómo puede Dios mostrar tanto su ira justa como su amor santo hacia los
pecadores al mismo tiempo?
Esta es la pregunta culminante de la Biblia, y la respuesta es la cruz de Cristo. En la cruz
de Cristo, Dios muestra la máxima expresión tanto de su ira como de su amor mientras
Jesús es golpeado, azotado, herido, aplastado y castigado por el bien de los pecadores.
¿Odia Dios a los pecadores? Por supuesto. Miremos la cruz. Jesús está sufriendo lo que
nos corresponde.
¿Ama Dios a los pecadores? Por supuesto. Miremos la cruz. Jesús nos está salvando de
todo lo que merecemos.
A veces le pregunto a la gente: «¿Cómo sabe que es cristiano?» o bien: «Cómo sabe que
es salvo de su pecado?». Las respuestas más comunes que recibo de cristianos
autoproclamados son: «Porque decidí confiar en Jesús» o: «Porque le pedí a Jesús que
me salvara hace tantos años», o incluso: «Porque le he entregado mi vida a Jesús».
Observe que cada una de esas respuestas comienza con: «porque [yo]...». Esas
respuestas no son erradas, y le aseguro que no es mi intención ser el policía de las
palabras, sino que quiero ofrecerle lo que espero sea un saludable recordatorio de que
usted y yo no somos salvos de nuestro pecado porque nosotros decidimos hacer algo
varios años atrás. En ultima instancia, somos salvos de nuestro pecado porque Jesús
decidió hacer algo hace dos mil años. Así, basados en su gracia, en su misericordia y en
el amor que mostro al venir a nosotros, pecadores totalmente incapaces de salvarnos a
nosotros mismos, hemos sido invitados a seguirlo. El amor de Dios en la vida y en la
muerte de Cristo es la única base para nuestra autentica salvación.

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