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Con la llegada del neoliberalismo a Colombia en 1990 de la mano del gobierno del
entonces presidente César Gaviria, las políticas económicas del país dieron, como se podría
considerar, un espaldarazo al campesinado. Con el evidente fracaso de un modelo de
industrialización por sustitución de importaciones que promovió la protección del mercado
interno pero que falló en su asignación de recursos y posteriormente la llegada de la
apertura económica que acrecentó los problemas del modelo ISI al no ser capaz de
solucionar los problemas suscitados por ésta, se podría afirmar que junto con las
problemáticas generadas a partir de reformas agrarias ineficientes a lo largo de nuestra
historia, estas decisiones han supuesto enormes desafíos para asegurar el bienestar de la
población. Es en estos tiempos en que la agronomía puede ayudar de la mano de otras
ciencias a consolidar soluciones que puedan traer un cambio para el campo colombiano, no
sin antes, cuestionar su verdadero papel para la sociedad.
Aunque la educación tampoco ha sido ajena a las concepciones de desarrollo impuestas por
el libre mercado, como lo es el caso de la agronomía que en muchas ocasiones sigue
dictámenes relacionados con la revolución verde buscando los mejores rendimientos, es
cuando se tiene conocimiento del componente social que se encuentran las mejores
oportunidades para ayudar a la transformación del campo, y es cuando se trabaja en
conjunto con otras ciencias como la economía y la sociología cuando se amplia el
panorama y la visión sobre la multifuncionalidad de las economías campesinas. Pero aún
queda mucho por cambiar respecto a las nociones de la agronomía que están siendo
enseñadas, en primera instancia hay que entender que el término “productivo” es subjetivo
y siempre se ha cometido el error de tachar como improductivas las economías campesinas,
muy diferentes en sus dinámicas a las grandes economías agroempresariales, así pues, no se
pueden tratar estas dos igual y hay que potenciar la innovación a partir de los
conocimientos que se pueden sustraer del campesinado, ya que potenciando sus prácticas se
puede avanzar ampliamente en un bienestar económico para sus familias y para el campo
en general.