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mativas de todo tipo, el vocabula- ticos de un joven de la clase media

rio al que se recurre aún tiene un li


gero acento según Hegel. que creo
Gustavo de esos días les resultan ñoños y
cursis. no alcanzaron a coagularse
debe mucho a la jerga marxista
más o menos heterogénea que co- Sainz, n1 corno mito literano, ni como efi
caz nostalgia de costumbres. La de
nocemos. Sea como fuere, me atre- Ga::apn es la imposibilidad impre
vo a indicar una situación curiosa
que parece centrarse en esta última
la onda decible de ciertos libros para sobre-
vivir a la coyuntura sentimental
decada: la puesta al día del vocabu-
lario kantiano de la política. Cierto en llamas que iluminaron. Una evidente po-
bre/a de espíritu aqueja a la obra
es que se trata de una puesta al día de Gustavo Sainz. No podemos
que no se inscribe en el neokantis sino confirmar ahora los reparos
mo ni puede tampoco situarse que va en 1974 Paloma Villegas y
como poskantismo: se trataría más algunos años despues Jose Joaquín
bien de un vinculo similar al que la Blanco pusieron al proyecto de
metáfora guarda con su referente. Sam7. Ga::apo dejó ver la debilidad
No es casual que en las mismas ".fuchacho en llamas. de Gustavo de su apuesta radical y pronto que
fechas en que el Centro de Investí· Sainz.. Editorial Grijalbo. México, dó como testimonio del desuso pro-
gaciones Filosóficas sobre lo Políti 1988. 223 pp. pio c.le cierto costumbrismo invo-
co abriera s us puertas. en otros es- luntario que es demasiado volátil
pacios se comenzara a estudiar el como para sobrevivir y enraizar

L
vocabulario kantiano de la política ibro construido en torno hasta el futuro. Es necesario insistir
con cierto cuidado: inmediatamen- a la memoria y la forma- en el falso problema de la llamada
te se me ocurre el articulo de Fou - ción de un JOVen escritor. literatura de la onda, termino que
cault que lleva por titulo "Qué es la Muchacho en llamas es una obra ha sido justamente repudiado por
Ilustración'·, y si se quiere un poco que ofrece condiciones para exami- los etiquetados principales (Sainz y
aventuradamente la emergencia del nar algunos problemas que la per- J osé Agustín), pero que se mantie
nuevo vocabulario habermasiano manencia en el tiempo supone para ne como asunto de jerga académi-
de lo político que hablaría según la literatura. Reconstruyendo dia- ca y referencia histórica. La onda
Kant sin hacerlo explícitamente. rios de la primera juventud, recor- -ya se ha dicho- no introdujo el
De la misma forma me atrevería a dando la atmósfera cultural de los coloquialismo en la narrativa mexi-
citar todas las nuevas traducciones primeros sesenta. Sainz sale en cana (todavía hay qUien sostiene
de la obra kantiana, en especial búsqueda de un rostro perdido. esa barbaridad), sino que lo trasla
esos textos que la tradición encon- Reencuentro con los días que dó a la exploración del lenguaje
66 tro difíciJmente clasificables, textos originaron Gazapo ( 1965), Mucha - emergente de los jóvenes de la clase
limítrofes donde la historia y la po- cho en llamas nos obliga a volver a media. Garcia Márquez dijo alguna
litica parecían pensarse a través del la primera novela de Gustavo vez que le gustaba México por las
vocabulario de la estética. Y ya que Sainz. Hoy resulta increíble, por vertiginosas metamorfosis del ha-
mencionamos la estética, por qué ejemplo. que ésta le pareciera a Jo- bla cotidiana. Siendo así, la onda
no pensar que el actual renacimien sé Luis Martinez "una cunosa no- basaba sus innovaciones idiomáti-
to y puesta al día de Adorno y velíta pornográfica". Los jóvenes ca~ sobre una materia esencialmen-
Horkheimer leidos según Kant no que hoy leen esta novela en los ta- te volátil y unos años después ar-
dejan de ser un testimonio -no tan lleres líterarios y en las clases de li- queológica. La paradoja en la dife-
fortuito tal vez- de la reinaugura- teratura no pueden ocultar fácil- rencia entre el coloquialismo de la
ción del escenario kantiano de la mente su rubor ante la fama semile- onda y los que lo precedieron (el in-
política. gendaria de Gazapo. No sólo los digenista). o los que lo continúan
que entre éstos quieren ser escrito- (elurbanoide), es que estos últimos
res prefieren intoxicarse con Batail- funcionan sobre lenguas arquetipi-
Ana 'vfana Escalera le, sino que aquellos devaneos eró- cas que sólo existen en la literatura
y que reOcjan la idea lingüística que
ésta liene del otro. La onda apostó
por el instante, y si de radicalidad
coloquial se trataba. perdió. El otro
aspecto está en la exaltación de Ju-
venilia y sus consecuencias para
una sociología del oficio literario en
MUCHACHO México. Sainz y José Agustín (am-
EN LLAMAS
bos. desde muy jóvenes, escritores
expertos) pusieron (a través de sus
libros) el ejemplo de una narrativa
que podía escribir cualquiera, pues
se basaba en el lenguaje de todos y
brindaba a cualquier joven media-
namente letrado la oportunidad de
hacer de sus aventuras adolescen-
tes y de la jerga de sus amigos
asunto de literatura. Este werthe-
rianismo rocanrolero infestó du-
rante varios años los talleres litera-
rios (su espacio natural). La litera-
tura de la onda fue una lectura so- ccnte. el cuadro de época y la sal-
cial más que una experiencia litera-
ria. Los libros de Juan Villoro son
vación por la escritura. El persona
je (Sócrates) es la necesaria nega-
Cuando
la muestra más elaborada de esa
herencia entre nosotros.
ción del Menelao de Gazapo, es su
realidad descarnada, la exhibición tiembla
Sainz. naturalmente, no es res- sin ambages del proceso en que un
ponsable del ambiente que Gazapo
contribuyó a difundir y seria injus-
autor se va disociando en persona-
jes: su vida es la de los personajes
la poesía
to acusarlo de improvisar, pues en de Gazapo. pero aquí no hay una
la contradicción entre la vacuidad apuesta cultural. sino un reconoci-
de sus temas y la maquinaria tex- miento intimo: la pedantería. la
tual de sus elaboraciones es donde ambición y la ternura del artista
está su problema. Recorrer sus sie- adolescente. Es, también, un cua-
te novelas es comprobar que su dro de época. Un ayer donde el tea-
profundo interés por la naturaleza tro aún no se disociaba de la vida
orgánica del texto va de la mano de literaria, donde había dos suple-
una escritura sin centro que ha pro- mentos culturales. donde escritores Miro la tierra. de José Emilio Pa-
bado varios caminos sin encontrar de hoy aparecen empezando, don- checo, Ediciones Era, México,
nada que decir. Sainz siempre pare- de el divorcio empezaba a generali- 1986.
ce querer estar al día, su afán de rarse entre la clase media. Diarios
modernidad está signado por ambi- in timos, ejercicios narrativos inicia-

E
ciones culturales que lo hunden en les. reseñas de teatro, conversacio- 1 más reciente conjunto
los lugares comunes de la tradición . nes periodísticas con Usigli, Fuen- de poemas de José Emilio
Cada novela de Gustavo Sainz es tes. Jodorowsky. Un libro que re- Pacheco, Miro la tierra,
un sobretiro en el gusto colectivo: cupera una memoria y enriquece responde a dos preguntas que tanto
el servilismo ante la nueva novela nuestra mirada retrospecti va en autor como lectores se deben haber
en Obsesivos días circulares cuanto a la literatura y a otras edu- hecho. ¿Cómo se arma un libro de
( 1969), el alarde discursivo en La caciones sentimentales. Es lástima poemas? ¿Cómo se escribe sobre la
princesa del Palacio de Hierro que el cuidadoso armado de esta inmediatez? La primera es crucial
(1974), la épica urbana en Compo- bitácora se apoye en una idea for- en la trayectoria de Pacheco. Li-
dre lobo ( 1980), las indagaciones Lada, la del Muchacho en llamas, bros como El reposo del fuego
fuentesianas sobre la conciencia que asocia su propia combustión ( 1966) e Islas a la deriva ( 1976) di-
milenaria en Fantasmas aztecas interna con la de aquellos que se fieren no sólo en el afianzamiento
( 1982) o el más afortunado mundo han incendiado químicamente y de una expresión y en la soltura
de los acertijos en Paseo en trape- forma parte de los anales de lo so- con que el poeta se muestra a los 67
cio ( 1985). Siempre una busqueda brenatural. lectores, sino en la forma en que
formal que construye una máquina Gustavo Sainz se quejó en una fueron concebidos. De hecho esa
parlante que sólo alcanza a balbu- entrevista reciente de que cada li- forma fue operando por expansión
cear las doxas de la tradición. bro que escribe lo hace más invisi- y recolección: las circunstancias
En Muchacho en llamas encon- ble ante la critica Sin que esto sig- provocan los poemas; el autor or-
tramos un viraje y algunas respues- nifique convalidar los vicios y las dena y distribuye esos textos. O los
tas. Libro que se quiere empezado vergüenzas de la crítica mexicana, poemas crecieron en cuadernillos
a escribir en 1987 y culminado en cabe preguntarse si no será que que luego Pacheco reunió según los
1961, es el viaje en que Sainz se tras la llamarada de Gazapo los li- avatares de cada publicación. Lo
deja atnis a si mismo. y, no tan pa- bros de Sainz no traen entre sus pá- cierto es que Tarde o temprano
radójicamente. se encuentra. Nove- ginas la fórmula para hacerse visi- ( 1980) puso, al parecer, un tope a
la de iniciación, Muchacho en lla- bles. una manera de mirar (poética) y a
mas es una combinación legible y a la actitud que moldeaba esas mira-
veces feliz de la consunción adoles- Christopher Domínguez Michael das. De ahí que Los trabajos del
mar (1983), revelando las viejas
técnicas de armado de Pacheco,
fuese un libro casi extemporáneo,
al que defendían poemas de gran
calibre. Con lo cual no sugiero que
sólo bastaba un grupo de excelen-
tes poemas para que se sostuviera,
como tal, el libro. Hay algo más. Y
no significa recobrar el simbolismo
estructural de El reposo del fuego,
pero definitivamente Pacheco debía
estar buscando algo después de un
libro tan contundente como Tarde
o temprano. Esa búsqueda ha sido
interrumpida con una vuelta a los
hábitos conocidos. ¿La razón? El
azar de una tragedia. Pero es como
intentar desprenderse de los vicios Esta lectura española del úl-
cotidianos. Podríamos elegir ejem- umo libro de Jose Emilio
plos de esa esfera, radicales y obse- Pacheco apareció en Hora
sivos como la poesía, uno de los vi- de Poesía. nums. 49-50.

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