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COLOMBIA Y EL RIESGO DE UNA DÉBIL LEGISLACIÓN EN TRANSGÉNICOS

Colombia posee características ecológicas, geográficas y culturales, que le proporcionan


potencialidades y posibilidades para su desarrollo en la producción de alimentos. Esta producción de
alimentos compite actividades humanas que provocan cambios que afectan los ecosistemas y las
formas de vida de la población, acompañados de la perdida de la biodiversidad agrícola y silvestre y
de los sistemas productivos tradicionales, los cuales se ven reflejados en una profunda crisis de la
producción agropecuaria y de la seguridad alimentaria nacional. Algunas de las causas de estas
crisis se deben a problemas estructurales y otras a las erróneas políticas del Estado que están con
llevando al colapso plenamente de su economía. Las actividades humanas también han traído
consigo la alteración de la composición de la atmosfera como consecuencia de la combustión
interna, quema de madera, producción de metano, gases de efecto invernadero y pérdida de
Biodiversidad.
Desde la década de los noventa Colombia viene perdiendo su autonomía en la producción de
alimentos. La disminución drástica de producción nacional ha afectado a los pequeños agricultores
para lo cual las empresas biotecnológicas y el gobierno nacional a través del Instituto Colombiano
Agropecuario (ICA), han proporcionado cultivos transgénicos como la solución a los graves
problemas que tiene actualmente el sector agrícola del país, planteando estas nuevas tecnologías
como la solución a la crisis; sin tener en cuenta los problemas ambientales que traerían a largo
plazo.
La discusión a la utilización de semillas modificadas genéticamente para poder afrontar la crisis
alimentaria del futuro por falta de espacio, de agua y otros recursos, aunque ya son muchas las
semillas modificadas ya sea para ser inmunes a ciertas plagas, para ser resistentes a cierto tipo de
venenos o para que se conserven por más tiempo, el caso, es que se plantea como una solución
para la mejora y aumento de la calidad y de la producción que desde el punto de vista de las
estadísticas puede ser viable, pero por otro lado pone en juego la soberanía alimentaria, sobre quien
va a ser el dueño de la producción, porque los campesinos pierden la propiedad de las semillas ya
que como han sido modificadas y patentadas por grandes compañías no tienen derecho a
guardarlas para volver a cosechar, sino que deben comprar nuevamente las semillas a la compañía.
La aplicación de estas nuevas tecnologías puede conducir a desequilibrios de carácter
socioeconómico, institucional y ecológico aunque ya se están haciendo compromisos internacionales
jurídicamente vinculantes, como el protocolo de Cartagena sobre bioseguridad, aunque se pueden
presentar desequilibrios mucho más difíciles de controlar, como puede ser la sustitución o mutación
de cultivos y la perdida de la soberanía alimentaria. Porque aunque estas nuevas tecnologías han
traído beneficios a nivel de productividad también han generado fuertes controversias sobre los
impactos adversos en la dirección de los recursos naturales, el medio ambiente, el comercio, y la
salud humana. Entre los factores de preocupación de la introducción de organismos modificados
genéticamente (semillas), es que encierra un riesgo potencial porque se requiere de supervisión y
seguimiento más si se va a realizar en un país con tanta biodiversidad como Colombia.
En conclusión, teniendo en cuenta las evidencias científicas sobre los impactos ambientales,
socioeconómicos y en la salud que pueden generar los cultivos y alimentos transgénicos en el
ámbito global y nacional, el gobierno colombiano debería derogar todas las autorizaciones para la
liberación comercial de cultivos transgénicos y la importación masiva de alimentos derivados de
estas tecnologías, para proteger el patrimonio genético de la nación, la producción nacional de
alimentos, y la soberanía y autonomía alimentaria de los pueblos y comunidades rurales; igualmente
para proteger los derechos a una alimentación sana de todos los ciudadanos.
Si el gobierno de Colombia quisiera proteger la agrobiodiversidad de la cual el país es centro de
origen, de la contaminación genética por semillas transgénicas, debería en aplicación del  Principio
de Precaución, declarar “el territorio nacional libre de transgénicos”, como única posibilidad de poder
garantizar la seguridad ambiental, socioeconómica y la salubridad pública y proteger las semillas
nativas y criollas.

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