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Las semillas mágicas

Autor: Mitsumasa Anno

Preludio

Cierto hermoso día de invierno, Juan, un joven despreocupado, vagaba por el


camino cuando empezó a sentir un poco de hambre.
De pronto, lo sorprendió encontrarse con un anciano al que nunca antes había visto,
y que en una mano sostenía un largo cayado, mientras que en la otra tenía 2 grandes
semillas doradas.
—Soy un hechicero —dijo el anciano— y tengo algo para ti…
El hechicero le entregó las 2 semillas doradas a Juan.
—Estas semillas son mágicas —le dijo—. Hornea 1 semilla hasta que se torne roja
y luego cómetela. No tendrás hambre durante todo un año. Siembra la otra semilla y
cuídala bien, te prometo que crecerá y te dará 2 semillas mágicas en el otoño.
Juan hizo exactamente lo que el hechicero le indicó.

La primavera siguiente 1 delicado retoño nació, y creció y creció hasta convertirse


en una robusta planta.
En el verano, 2 bellas flores crecieron en la planta, y poco después las flores se
convirtieron en 2 frutos.
Y en el otoño, los 2 frutos maravillosos produjeron 2 semillas, justo como aquellas
que el hechicero le había regalado.
Cuando llegó el invierno, Juan horneó 1 semilla para comerla y sembró la otra.

La primavera siguiente llegó y tal como había sucedido antes, 1 delicada planta
creció de la semilla que Juan había sembrado.
Vino el verano: 2 bellas flores aparecieron en la planta, seguidas de 2 maravillosos
frutos.
Llegó el otoño y, nuevamente, los maravillosos frutos produjeron 2 semillas.
Para el invierno, Juan comió 1 semilla horneada y sembró la otra.

Una vez más, el siguiente año 1 planta nació, de la cual crecieron 2 flores, que dieron
2 maravillosos frutos, y de ellos surgieron 2 semillas. Y otra vez, Juan comió 1 semilla y
sembró la otra.
El siguiente año, las flores aparecieron nuevamente, los maravillosos frutos
crecieron y, de ellos, surgieron 2 semillas, justo como había sucedido antes. De nuevo,
Juan horneó 1 semilla y la comió, y sembró la otra.

El año siguiente, mientras Juan descansaba y esperaba, una planta nació, le


brotaron flores, y luego crecieron 2 frutos y, de ellos, 2 semillas surgieron. Y, tal como
sucedió antes, Juan comió 1 semilla y sembró otra.

Y un año después, las flores aparecieron, los maravillosos frutos crecieron


y produjeron 2 semillas. Y, de nuevo, Juan comió 1 semilla y sembró la otra.

Pero, finalmente, Juan comenzó a reflexionar:


“Esto puede seguir así para siempre —se dijo—, mientras haga lo mismo cada año,
así que este año sembraré ambas semillas”.
“Sobreviré al invierno de alguna otra forma, comeré algo distinto."
Así, durante ese invierno, Juan sembró 2 semillas y las cuidó con gran esmero.

Al siguiente año —es decir, el primer año después de haber plantado ambas
semillas—, ¿qué crees que sucedió? En la primavera, 2 retoños nacieron y, para el otoño,
produjeron 4 semillas.
Cuando llegó el invierno, Juan horneó y comió 1 semilla y sembró las otras 3.

Así, en la primavera del segundo año después de su descubrimiento, 3 retoños


nacieron y, para el otoño, habían producido 6 semillas. Durante ese invierno, Juan comió
1 semilla y sembró las otras 5. Hizo un espantapájaros para asustar a los cuervos y
gorriones e impedirles así que pudieran comerse las semillas, pues cuando el viento
soplaba, el movimiento del espantapájaros los asustaba.

¿Cuántos frutos crees que crecerán en el campo de Juan el siguiente otoño?

Pues bien, el siguiente año —es decir, el tercero después de haber tenido la idea—
, durante la primavera, los retoños nacieron y, en el otoño, 10 semillas brotaron de 10
maravillosos frutos.
Para el invierno, Juan sembró 9 semillas, horneó 1 y se la comió.
El siguiente año —el cuarto— nacieron los retoños en la primavera y, para el otoño,
ya había 18 semillas. Ese invierno Juan sembró 17 semillas.
El siguiente año —es decir, el quinto—, los retoños nacieron en primavera, y para el
otoño ya habían producido nuevas semillas. Ese invierno, Juan se comió 1 semilla y
sembró el resto.
¿Cuántas semillas sembró?

El siguiente año, el sexto, todos los retoños nacieron, tal como lo habían hecho
antes. Y ese otoño crecieron muchas semillas, tantas que Juan no se molestó más en
contarlas. Un día, mientras cosechaba sus semillas, se encontró con una simpática chica
llamada Alicia, quien se quedó para ayudarlo.

¿Cuántas semillas crecieron ese año?

Juan comió 1 semilla horneada y Alicia hizo lo mismo. Y ese invierno sembraron el
resto de las semillas.
¿Cuántas semillas sembraron?

En la primavera del siguiente año, el séptimo, los retoños brotaron y, para el otoño,
ya había muchas semillas. Ese invierno, Juan y Alicia se casaron e hicieron una fiesta.
Regalaron 2 deliciosas semillas mágicas a cada uno de sus 5 invitados, y cada invitado
guardó una semilla como recuerdo de ese feliz día. Juan y Alicia comieron 1 semilla cada
uno.
Ese año, Alicia y Juan construyeron una pequeña bodega y almacenaron ahí 16
semillas, y sembraron el resto.

¿Cuántas semillas sembraron?

A la primavera siguiente, la octava, muchos retoños nacieron, y en el otoño brotaron


numerosas semillas. Entonces, como ya tenían suficientes semillas, decidieron vender
algunas en el mercado del pueblo.
Llevaron a vender 60 semillas, incluyendo todas las que habían guardado en la
bodega el año anterior. Luego almacenaron 34 semillas nuevas en la bodega, cada uno
apartó 1 semilla para comerla y sembraron el resto.

¿Cuántas semillas sembraron?

El siguiente año fue el noveno desde que Juan tuviera su maravillosa idea.
En la primavera de ese año muchos retoños nacieron, y en el otoño, crecieron
muchas semillas. Ese mismo año nació su bebé. Así que en el invierno se comieron 3
semillas, pues cada uno de ellos comió 1. Ahora, como ya tenían demasiadas semillas,
fueran al mercado vender 100, incluyendo todas las que habían guardado. Pero
almacenaron 51 semillas de la nueva cosecha en la bodega y sembraron el resto.
¿Cuántas?

El siguiente fue el décimo año, el bebé seguía creciendo, así que Alicia y Juan
construyeron una casa más grande. Para el otoño, su campo estaba lleno de plantas
cargadas con semillas mágicas. ¡Pronto llegaría el momento de cosechar!
Pero, de repente, Juan exclamó:
—¡Ay!, ¡el viento está soplando muy fuerte!
¡Era un huracán!
Nunca esperaron tan terrible tormenta.
El río se desbordó y pronto todo se inundó. Juan amarró la casa firmemente a un
árbol para que no fuera arrastrada, y colocaron la vaca en la carreta, que ahora flotaba
como un barco.
Alicia, sosteniendo a su pequeño en brazos, subió al ático de la casa; mientras Juan
se las arreglaba para llenar una pequeña bolsa con semillas y atarla al árbol.
¡Qué tormenta tan devastadora! El viento sacudía los árboles y la lluvia arremetía
contra ellos. Pronto el campo pareció un mar embravecido. El viento rugió y el agua
fangosa y oscura avanzó sobre las plantas, arrasándolas. La cosecha y la bodega
desaparecieron por completo.
Finalmente, la tormenta terminó, el cielo se despejó y salió el sol. Pero los campos
estaban vacíos y desnudos.
—Pese a todo, nuestro bebé está a salvo, me siento agradecida —dijo Alicia.
—Yo también —contestó Juan—. Nuestra vaca ha sobrevivido y pude salvar 10
semillas. Así que anímate, querida esposa. ¡Comenzaremos de nuevo y reconstruiremos
nuestra vida!
Así, Juan horneó 3 semillas: le entregó 1 a Alicia, 1 a su pequeño hijo y se comió la
tercera. Luego sembró el resto de las semillas.
Juan y su esposa inclinaron la cabeza y rezaron juntos por una buena cosecha.

❖ ❖

Una nota de Mitsumasa Anno

Titulé este libro Las semillas mágicas porque en cada pequeña semilla existe un misterioso poder
que parece ir más allá de nuestro entendimiento. Por supuesto que nosotros no podríamos vivir todo un
año con un grano de arroz o cereal, como Juan, pero si sembráramos una semilla y cuidáramos la planta
que crece de ella, no pasaría mucho tiempo para que tuviéramos una cosecha de cientos de miles de
granos. En nuestro mundo, existen muchos fenómenos naturales mágicos de ese tipo, más de los que
podamos encontrar en los libros.
Hace mucho, mucho tiempo, los hombres aprendieron a cultivar sus plantas para comer y satisfacer
otras necesidades. Sembraron semillas y las fertilizaron, protegieron sus plantas de los pájaros e insectos
que pudieron dañarlas, y le rezaron a un dios para que hubiera lluvia que las regara. Y cuando su cosecha
produjo más comida de la que necesitaron, surgió el comercio, así como el cálculo y otras cosas que
podemos pensar comunes en una civilización. Entonces, desafortunadamente, algunas personas come
nzaron a pelear entre sí.
No mencioné tales dificultades en este libro. Sin embargo, encontrarás que muchos hechos del
mundo son muy parecidos a los que se cuentan en esta historia, lo cual espero que encuentres interesante.

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