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Fedra, la construcción de un sujeto intemperante.

Variaciones del personaje entre


Hipólito de Eurípides y Fedra de Séneca.

Por: Hernán Rojas.

Según Froma Zeitlin –a quien uso aquí como la voz de una serie de estudiosos de la
tragedia griega–, Eurípides escribió dos obras que se nutren del mito de Fedra e Hipólito. El
primero, Hipólito velado (Hippólytos Kalyptómenos), del cual solo se conservan
fragmentos, muestra a una desvergonzada y decidida Fedra que declara su pasión a Hipólito
y, luego de ser rechazada, lo acusa ante Teseo de haberla atacado sexualmente. En un
extremo abismalmente opuesto se encuentra la Fedra de la segunda versión, Hipólito
coronado (Hippólytus Stephanephóros), obra que ha llegado completa hasta nosotros con el
nombre de Hipólito. En ella, Fedra es ahora una mujer llena de vergüenza ante la pasión
que siente por su hijastro, incapaz siquiera de hablar sobre ello, y, como si fuera poco,
presentada en el prólogo como un instrumento para la venganza de Afrodita. ¿A qué se
debe este cambio? ¿Pueden analizarse algunos problemas de género en él?

La misma Zeitlin nos da una posible respuesta a la primera pregunta cuando aclara que
pudo existir un rechazo del auditorio ante el personaje de Fedra en el Hipólito velado, lo
cual no es de extrañar. La construcción de una Fedra poseída por la pasión que destruye la
reputación de su hijastro (y con esto lo lleva a la muerte) para proteger su nombre –o
vengarse del rechazo, ¿quién sabe?– no parece ser la idea más aceptable en medio de un
auditorio griego, compuesto en su mayoría por hombres. Pero, por mucho que se traten de
conjeturar razones posibles, la pregunta por el origen de ellas no parece ser, al menos para
mí, tan interesante como lo que se desprende de dicho cambio. Resulta más atractivo pensar
en qué consecuencias trae el que la construcción de Fedra sea presentada en esas
dimensiones diametralmente opuestas. Y, yendo más allá, se podría pensar de qué manera
sirven las otras variantes en los argumentos de las tragedias a esa construcción de Fedra.

¿Hay problemas de género que puedan analizarse en la obra? La respuesta es sí. Si partimos
de analizar el argumento constante que se puede rastrear en ambas obras se presentan ya un
gran número de estos problemas. Ese argumento, grosso modo, sería: una princesa cretense,
arrebatada por la pasión, intenta seducir a su hijastro, un muchacho que se niega a tener
contacto con lo femenino, pero, al no lograrlo, lo acusa de haberla profanado, llevándolos a
ambos a la muerte. El rechazo de Hipólito al contacto con lo femenino, la construcción de
Fedra como un sujeto activo –al menos deseante–, la violencia que se desata por mantener
la reputación de Fedra intacta –siempre ligada a lo sexual– son algunos de los problemas de
género que ya están implícitos en dicho argumento. Ahora bien, cada versión de Hipólito
está construida a partir de un número de selecciones de la tradición mítica que pueden,
consciente o inconscientemente, construir nuevos problemas de género.

Desafortunadamente, solo es posible tener acceso a una de las dos obras, lo cual haría
prácticamente imposible el trabajo de rastrear los cambios para una comprensión total de
los problemas de género que estos suscitan. Sin embargo, se conserva aún una versión del
mito, convertido a su vez en tragedia, que parece nutrirse del Hipólito velado de Eurípides.
Durante el siglo primero, el poeta latino Lucio Séneca escribe su Fedra. En ella, aunque el
personaje principal –que ahora da nombre a la tragedia– posee cierta pasividad que
recuerda al personaje de Hipólito coronado, las acciones que lleva a cabo Fedra recuerdan
más las variantes introducidas en el primer Hipólito de Eurípides. Así, esta tragedia bien
podría servir para analizar los problemas de género que subyacen en los cambios que se
introducen a la obra. No debe entenderse en ningún momento que pienso usar Fedra de
Séneca como un equivalente directo del Hipólito velado de Eurípides, entre otras cosas
porque los casi cinco siglos de diferencia y las al menos cuatro versiones del mito que, se
cree, alimentan la obra de Séneca (las Fedra de Sófocles y Licofrón, y los dos Hipólito de
Eurípides, según Jesús Luque Moreno, introductor de la obra de Séneca para Cátedra, 1988)
marcan ya una diferencia sustancial entre las obras. Sin embargo, como se trata de obras
muy cercanas argumentalmente que intentan recrear un contexto social similar, creo que es
posible rastrear los problemas de género que se hacen evidentes en los cambios hechos al
material mitológico.

Ahora bien ¿qué entender al hablar problemas de género? Una posible respuesta la ofrece
Judith Butler en su libro El género en disputa al afirmar:

“En algunos estudios, la afirmación de que el género está construido sugiere cierto
determinismo de significados de género inscritos en cuerpos anatómicamente diferenciados, y
se cree que esos cuerpos son receptores pasivos de una ley cultural inevitable. Cuando la
«cultura» pertinente que «construye» el género se entiende en función de dicha ley o
conjunto de leyes, entonces parece que el género es tan preciso y fijo como lo era bajo la
afirmación de que «biología es destino». En tal caso, la cultura, y no la biología, se convierte
en destino.” (Butler, El género en disputa, pág. 57)
Si bien este es uno de los argumentos de Butler para redefinir el tratamiento de lo que se ha
considerado como género, la exposición anterior construye aquello a lo que me refiero al
hablar de género: la imposición de un conjunto de leyes (que determinan roles,
comportamientos, prejuicios, etc.) a sujetos diferentes a través de una naturalización de
estas leyes, así la ley se reconozca como una construcción cultural o se entienda como una
predeterminación biológica. De esta manera, cuando me refiero a problemas de género en
las obras hablo específicamente de pasajes en los cuales se pueda rastrear un
comportamiento de los personajes asociado a la distribución de características masculinas
y/o femeninas. Así, creo yo, que los cambios hechos entre Hipólito coronado de Eurípides
(al cual llamaré solo Hipólito a partir de ahora) y Fedra de Seneca redefinen a través de
unos comportamientos de género a los personajes.

Sin más que aclarar, entro en materia. Como intenté enseñar antes, creo que el cambio de
Fedra es sin duda la variación más importante en el mito, pero este cambio no es el único
hecho. Junto a él, se enfatiza o se ignora una serie de pasajes de la tradición mitológica que
parecen reforzar esos problemas de género implícitos ya en el cambio de Fedra. ¿Cuáles
son estos problemas de género? Hay dos que considero principales: el problema moral que
implica la sexualidad de Fedra (las diosas, el viaje de Teseo, ) y la construcción de una
especie de masculinidad en el personaje (Hipólito masculino, la escritura pública). Para
explicar y enseñar cómo se construyen estos dos problemas, trataré de mostrar algunos de
los cambios en la obra a la luz de la construcción del rol de esposa como que propone
Helen Foley en su libro Female Acts in Greek Tragedy y a la luz de la problematización
moral de los placeres propuesta por Foucault en su Historia de la sexualidad vol. 2. El uso
de los placeres.

Moral y Sexualidad en Fedra

El tema de la sexualidad de Fedra es sin duda el eje más fuertemente construido tanto en
Eurípides como en Séneca. Bien sea para denunciarla moralmente en boca del personaje o
para exaltarla como una fuerza que le es incapaz de controlar, Fedra remite todo el tiempo a
la pasión que siente por Hipólito, pasión que no es más que un deseo sexual. Pero ¿Cómo
es posible que mientras en Séneca la pasión de Fedra la convierte en un esclavo del deseo,
en Eurípides la misma pasión la convierte en una víctima?

CCC
1. El panorama: ¿Hay problemas de género femenino en Fedra y Teseo en Hipólito?

Lecturas de la obra en problemas de género. Hacia donde están enfocados. Hipólito,


la Coré.

2. El caso de Séneca, ¿reconstrución de esa primera obra? Imposible saber… Su


argumento parece ser cercano, pero más allá de preocuparse por ello

Variación 0: Las diosas.


LA desaparición de las diosas y la desacralización de la intemperancia de Fedra
establecen el problema de la moderación como un acto humano.

Variación 1: Teseo.
La aparición de Teseo en los infiernos es una contraparte masculina de la
intemperancia donde el objeto es Piritoo y es capaz de descender a los infiernos para
satisfacerlo.

Variación 2: Fedra frente a Pasifae.


La omisión de pacifae en Hipólito y el discurso inicial de Afrodita convierten a
Fedra en una víctima más del amor. Cuando Pacifae aparece en la obra de Séneca,
lo hace para imponer un carácter personal y consciente en la pasión de Fedra.

Variación 3: Fedra es un sujeto deseante


El contacto entre Fedra e Hipólito realiza un cambio en el personaje. Su pasión la
convierte en un sujeto deseante y por ende masculino. Sin embargo, hay una
pérdido de control en su deseo, lo cual la convierte en un sujeto no virilizado.

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