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El cine y su proceso del lenguaje

El desarrollo de la industria del cine ha propiciado la definición de un lenguaje específico que se


encargaron de ir definiendo los directores que trabajaron en el tránsito del siglo XIX al XX.
Sorprende que los pioneros no se limitaran a seguir con la simple "toma de vista" durante muchos
años. Hubo quien se preocupó por dar a entender que la utilización de varios planos de distinto
tamaño servían para enriquecer la historia y la acción de los personajes.

La evolución que se aprecia en los primeros años tiene que ver con las primeras imágenes
impresionadas por los primeros operadores en todo el mundo. Un paso más lo dan los fotógrafos
de Brighton a partir de 1900, fecha a partir de la que utilizan en sus películas diversos recursos
(puntos de vista, panorámicas, sobreimpresiones, etc.) para organizar la historia. Simultáneamente,
Méliès y Segundo de Chomón aplican técnicas —como el paso de manivela, que permitía el
construir una historia fotograma a fotograma- para generar historias fantásticas y con efectos; es el
momento del cine de trucos en el que se intenta sorprender al espectador haciendo aparecer y
desaparecer personas y objetos. Esta fase la cierra Edwin S. Porter cuando en Salvamento en un
incendio  (1902) va más allá de la estructura lineal que plantea todo el mundo, intercalando
situaciones que atraen de manera especial la atención del espectador —insertos-; es decir,
intercala una serie de planos en los que destaca ciertos detalles del ambiente, de la acción de los
personajes y con los que se pasa de un espacio a otro sin ningún tipo de explicación —el montaje
paralelo-.

Quizás todas estas aportaciones y el hecho de cada vez más se apropiara el cine de textos
literarios muy conocidos por los espectadores, condujeron a que el teórico italiano Riccioto Canudo
escribiera en 1911 su "Manifiesto de las Siete Artes" en el que señalaba al cine como el Séptimo
Arte, y en el que pedía que los empresarios del cine asumieran un mayor compromiso artístico con
lo que hacían, para ir más allá de la industria y el comercio.

A partir de 1910, los europeos comienzan a producir películas más largas que sorprenden por su
buena factura. Las adaptaciones de obras de Victor Hugo y Emile Zola sirvieron de garantía para
diversas producciones francesas. Por su parte, los italianos consolidaron un modo de hacer que
afectará a las industria cinematográficas de todo el mundo. Quo Vadis? (1913), de Enrico
Guazzoni, superó las dos horas de proyección. Cabiria  (1914), de Giovanni Pastrone, se convirtió
en uno de los grandes monumentos cinematográficos de la historia por su tratamiento de la
historia, de los personajes, del espacio, de la iluminación, de la escenografía (estas producciones
italianas dan un impulso a la construcción de decorados corpóreos). Fue el momento en el que se
dio un paso importante: cambiar la cámara de lugar, buscar nuevos ángulos desde los que contar
la historia al tiempo que se mantiene la continuidad de acción —en la que también han de ser
funcionales los rótulos que se intercalan para recoger el diálogo de los actores-; es el momento en
el que se construye una situación a partir del plano-contraplano.

El paso más relevante hacia la consolidación de un lenguaje específico lo ofreció el director


estadounidense David W. Griffith, quien tuvo la capacidad de organizar todas las aportaciones
habidas hasta mediados de la década de los años diez, y concretarlas en dos películas que han
pasado a la Historia del cine como las más emblemáticas de la narración cinematográfica
primitiva: El nacimiento de una nación (1915) e Intolerancia (1916). A partir de estos años,
directores como Cecil B. De Mille (Juana de Arco, 1916), Charles Chaplin (El imigrante, 1917 
; Armas al hombro, 1918), Louis Feuillade (director de varios seriales) y otros muchos, van
profundizando en el lenguaje cinematográfico, dando cuerpo a una gramática de recursos
expresivos que el espectador asumirá y llegará a conocer con mucho detalle .

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