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ESCUELA DE FILOSOFÍA

MATERIA ESTUDIADA: ÉTICA DISCURSIVA


DOCENTE: DR. CARLOS JORGE

JAIME
PARRA (Ensayista)

Cédula de Identificación en Venezuela: 13 311 866

Distrito Capital: Caracas, Marzo del 2020


Bibliografía:
Berman Marshall (1988) La Experiencia de la Modernidad; XXI
Editores, Barcelona, España.

Díaz Zulay (2006) La racionalidad comunicativa como episteme


liberadora y crítica; Utopìa y Praxis Latinoamericana, 11(32), 55-
75. Recuperado en 07 de marzo de 2020, de
http://ve.scielo.org
/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1315-52162006000100004
&lng=es&tlng=es.

Garrido Vergara Luis (2011) Razón y Palabra; Primera Revista


Electrónica en América Latina Especializada en Comunicación
www.razonypalabra.org.mx

Jürgen Habermas (1998) Teoría de la acción comunicativa, I:


Racionalidad de la acción y racionalización social (traducción
de Manuel Jiménez Redondo); Taurus Humanidades, Madrid.

Lobosco, M. (2006) Phrónesis. Vicens Vices, Barcelona, España.

Pineda Miguel (s/f) El concepto de racionalidad; Departamento de


Ciencias Sociales de la Facultad de Ciencias de la Educación de la
Universidad de Carabobo; Carabobo.

Weber Max (1976) Ética Protestante y Espiritual del


Capitalismo; Editorial Diez, Buenos Aires.

Weber Max (1979) Economía y Sociedad, Fondo de Cultura


Económica", México 1975.

.
DE LA PRESENTACIÓN

Los tomos de la obra titulada Teoría de la Acción Comunicativa,


son los más notables de Habermas, porque en esta investigación se
examinó y desarrolló los presuntos fundamentos racionales de la
social-lingüística convertida en una “teoría de la acción”, perita en la
superación del subjetivismo y alejada de la filosofía moderna de
aquel entonces1. Asimismo, en esta obra se lograría edificar una
teoría de la comunicación social y la comprehensividad de la
sociedad a partir de los conceptos de sistemas2 y mundo de la vida3.
Posteriormente, Jürgen conseguiría erigir una teoría crítica de la
modernidad desde el inicio del proyecto original de la modernidad
[libre mercado]4, inspirando nuevas vías para rehacerlo, en términos
generales, señala Garrido:

«…el pensamiento Habermasiano ha contribuido


significativamente en la filosofía analítica del lenguaje, en el
desarrollo de la hermenéutica desde de la polémica con
Gadamer sobre sus pretensión de universalidad (García, 2006),
en el llamado “giro lingüístico” de la Teoría Crítica (McCarthy,
1987) y en la discusión con Niklas Luhmann sobre los
fundamentos de una teoría comprehensiva de la comunicación
social (Leydesdorff, 1999). Para variados autores, (McCarthy,
1987; Ureña, 1998; Vallespín, 1995), la obra de Habermas ha
logrado consolidar la relación entre el análisis fenomenológico
y trascendental dentro de una teoría materialista de la
evolución social, entendida como parte de una teoría reflexiva
trascendental de sabiduría emancipadora social reflexiva a
1
Según Garrido Vergara, expresa: «el trabajo de Habermas estuvo dirigido a explicar y superar las
contradicciones entre los métodos materialistas y trascendentales en torno a una nueva teoría crítica de la
sociedad, a retomar la teoría social marxista contemplando las posturas individualistas propias del
racionalismo crítico, en torno al análisis de las relaciones entre los fenómenos socio-estructurales culturales
con los psicológicos y de la estructura económica de la sociedad moderna.» (2011, p.2).
2
Habermas, 1998, p.21.
3
Ibídem.
4
Ibidem, p.23.
partir de la evolución cultural. En este sentido, la naturaleza
empírica y trascendental de esta sabiduría constituye la base
del pensamiento crítico bajo esta perspectiva.» (2011, p.2).

Este pensamiento crítico se basará en tres cuestiones fundamentales


que teje nuestro célebre autor con respecto a la racionalidad
contemporánea, ellas son:

 La cuestión “metateórica” que se encadena con la “teoría de la


acción”;
 La “metodológica” que atañe a la “teoría de la comprensión” y
que debe ahondar en “el significado” y su “validez”;
 La cuestión “empírica” que conecta a la “racionalización
cultural y social”, enmarcada dentro de la ciencia burguesa: La
Sociología.

Habermas nos da una breve pista del origen de su discurso, en la


expresión: “Tales nexos resultan particularmente claros en la obra de
Max Weber”. (1998, p.22); además, se puede decir que la sociología
final del siglo XIX e inicial del siglo XX, estaba zarandeada entre lo
novedoso y lo vetusto, marcando dos trayectorias para la
“racionalidad”, una desviada a los valores y tradiciones, mientras
que la otra, a los fines:

«Es la racionalidad formal-instrumental y se refiere


básicamente a la calculabilidad de medios y procedimientos y
que ubica en la economía capitalista, en el estado
constitucional, en la administración pública y hasta en la ética
profesional. Construido a partir del capitalismo industrial y del
estado de derecho, el concepto de racionalidad desde el punto
de vista histórico parece haber absorbido las experiencias del
mundo occidental aún cuando al principio parece atado a las
normas sustantivas de la época, sin embargo el concepto denota
históricamente un tipo de sociedad caracterizada por el cálculo
en la realización de los fines, socialmente controlables, por la
ciencia, la tecnología y por el derecho mismo, así como el
cambio (dinero), generando un proceso de interacción social;
caracterizado por el cálculo y control del mundo relevante de la
existencia social capaz de hacer factible la realización de fines
individuales y colectivos» (Pineda, s/f, p.1-2).

Esta idea de la racionalidad investida en grado de matiz sociológico,


denota la abonada continuidad de la acción social según sus propios
fines, intereses y metas (y he aquí el problema), pues de no llegar a
un acuerdo social, podría generarse un contorno general azaroso, un
conflicto y una serie de posibles desventajas para los actores
involucrados, debido a que en la medida de las actuaciones no
concuerden con los intereses de la colectividad general (o de las
mayorías) como un todo; en tal caso, emergerá una lucha social en
sí, conduciéndola a conformar (y dividir) según los sectores sociales,
las diversas formas de asociación, cooperación e intercambio. Ahora
bien, lo anterior nos permitiría apoyar que la lucha social se resuelve
a través de los tratados, pactos o acuerdos racionales (incluso
armisticios), en el cual se suplan los intereses en juego y que se
calcule sus fines e incluso, indemnizarlos (de ser necesario), de los
diversos sectores que en acción se encontrase, consistirá pues, en la
solución del conflicto por la vía de la disposición social, a través del
“principio de organización misma que permite por medio de la
racionalidad en términos cognoscitivo y práctico el cálculo en
función de los intereses y objetivos sociales puestos de manifiesto en
la sociedad occidental a principios de siglo”. (Pineda, s/f, p.2).

DE LAS CIRCUNSTANCIAS

En tal sentido, la racionalidad de Max Weber viene conectada con


relación subjetiva-normativa de tres pilares fundamentales de la
Sociedad, a saber: Bienes Económicos, Necesidad y Utilidad. Una
relación entre los medios de producción y los fines (capitales) que
deben conducir a la máxima satisfacción del “sujeto económico”, a
través una:
«…racionalidad vista desde el punto de vista económico[,] al
grado de cálculo que le es técnicamente posible y que aplica
realmente (racionalidad formal), al contrario al grado en que el
abastecimiento de bienes dentro de un grupo de hombres tenga
lugar por medio de una acción social de carácter económico
orientada por determinados postulados de valor» (Weber, 1976,
p.36).

Ahora bien, ésta racionalidad económica moldea a las masas, pues la


dependencia de un producto determinado hace que la acción social
se active en determinado sentido, veamos un ejemplo: un poblado de
6500 personas, en determinadas circunstancias, se les suministra 10
cajas de cervezas (una caja de 36 “polarcitas”, multiplicadas por 10
“cajitas”, harían 3600 unidades), esto hace cambiar la acción del
poblado y la del capital, pues la demanda es mayor a la oferta, en
consecuencia, el distribuidor podrá pedir un precio mayor al
promedio del país (por la escasez del apreciado producto) y los
demandantes podrán subastar un mejor precio, en consecuencia, una
buena parte del poblado será más sobria que otra (no porque quiera,
sino la acción de otros actores afectó sus planes y estimuló a realizar
otras acciones sociales, cómo la de compartir con su familia un buen
programa de televisión, por ejemplo, la Pantera Rosa), es decir, hubo
en el conjunto social un factor de racionalidad económica que
impacta en el sujeto social y por supuesto, en el colectivo.

La otra visión racionalista es la política, ésta:

«…va más allá de la posible afirmación de valores o del


cálculo en dinero de cada uno de los sujetos. A nuestro juicio
está dirigida a la creación de escenarios políticos racionales
donde la acción social es presentada como un conjunto de
alternativas para la toma de decisiones en la búsqueda de
resolver los diversos problemas que confronta la sociedad»
(Pineda, s/f, p.2-3).
Es a partir de ésta racionalidad, en la que se puede reconocer el
orden social o el llamado equilibrio del condicionamiento social y
normativo, a que todos kantianamente deben obedecer (la ley por
supuesto), dejando explayar así: la convicción y la responsabilidad.
Esta racionalidad hace pensar el porqué los mandatarios de los
Estados Unidos de Norteamérica no negocian con “terroristas”, pues
para ellos lo que tiene validez es el mundo de lo enfrentado, pues
“debes resistir el mal con la fuerza pues de lo contrario te haces
responsable de su triunfo" (Weber, 1976, p.145).

El actuar o la acción (en este caso: política), es mediante la fuerza,


no por la ética de la convicción, es decir, mediante las armas; por
eso, Weber no confía en el pueblo, pues desde el punto de vista
político, él tenía poca fe en el plebe y menos, como señala Marshall
Berman... "en sus clases dirigentes, ya fueran aristócratas o
burguesas, burocráticas o revolucionarias. De ahí que su postura
política, por lo menos durante los últimos años de su vida, fuera un
liberalismo perpetuamente en armas” (1988, p.50).

Jürgen Habermas toma la idea de la “acción” en Weber, pero en vez


de encaminarla por la “fuerza”, la canaliza por la Sociología y de
aquí a la sapiencia lingüística, enfocada en la acción de los actos del
habla, que se ejerce mediante la reflexivización de la razón, animada
en el entendimiento racional qué está encarnada en el sujeto que
interactúa con la humanidad y aunque pudiera pensar distintamente,
sabe que la prudencia de convivir en sociedad, nos lleva a
reflexionar de cómo debemos actuar; en este sentido y como reza un
refrán: “Sí estás en Roma, compórtate como Romano”.

El autor afina sus observaciones acerca de la incitación actual de la


Sociología, en la propuesta del problema de la racionalidad
compartida y presente en tres planos: meta-teórico, metodológico y
empírico:
«…en primer lugar de un concepto de racionalidad
comunicativa, que he desarrollado con el suficiente
escepticismo, pero que es capaz de hacer frente a las
reducciones cognitivo-instrumentales que se hacen de la razón;
en segundo lugar, de un concepto de sociedad articulado en dos
niveles, que asocia los paradigmas de mundo de la vida y
sistema, y no sólo de forma retórica. Y finalmente, de una
teoría de la modernidad que explica el tipo de patologías
sociales que hoy se tornan cada vez más visibles, mediante la
hipótesis de que los ámbitos de acción comunicativamente
estructurados quedan sometidos a los imperativos de sistemas
de acción organizados formalmente que se han vuelto
autónomos» (Habermas, 1998, p.10).

A partir de éstos tres planos, surgirá el desarrollo de una teoría


acerca de la racionalidad: la fundamentación de la Teoría de la
Acción Comunitaria, sustentada a partir de la cuestión del concepto
de racionalidad; recordemos que:

«…en la Historia de la Filosofía occidental ha sido la Razón un


objeto de estudio singular y controversial; sin dejar de señalar,
que desde los griegos –episteme y doxa–, hasta el presente,
siempre ha existido una perspectiva antropológica vinculante
entre la distinción kantiana de razón epistémica (es decir, la
ciencia), y la razón práctica (es decir, el deber ser de la
ciencia). Desafortunadamente a partir de Descartes, el dominio
de lo epistemológico se sobrepuso a lo ontológico. Esto dio
origen al desarrollo de una racionalidad moderna basada en una
experimentación cosificante y reduccionista que por siglos
logra objetivar la propia condición humana.» (Díaz, 2006, p.2)

Lo que se venía proponiendo en la filosofía contemporánea, es una


razón práctica (ya superada la kantiana), y dominadas por las
tecnologías que edificaron el razonamiento instrumental y su siamés
funcional, evitando así, la intercomunicación en los múltiples
discursos del pensamiento y los pesados métodos científicos. Ahora
bien, para Habermas, la racionalidad tiene que ver con la forma en
que los sujetos son capaces de entablar el lenguaje con la acción,
que hace posible manejar el conocimiento, pues “la expresión
racional supone una estrecha relación entre racionalidad y saber.”
(Pineda, s/f, p.6).

Ese tipo de utilización o uso del “saber”, nos conlleva a un primer


aspecto, lo que denomina desfachatadamente Habermas como
“manipulación instrumental”, de allí que solo los tecnócratas
alcanzan el poder de la acción, por ejemplo, los que puedan
desarmar algún explosivo puesto a un político deshonroso, como un
collarín, hacen de la escenificación, el medio de impacto
comunicacional, lo trasladan a la masificación y esperan el manejo
de la emotividad, realizando una pre-configuración del concepto de
racionalidad cognitiva-instrumental, evidenciado empíricamente en
el actuar y se conforma la traza de la auto-comprensión impuesta por
la modernidad, qué sólo el cuerpo anti-explosivo, es el único que
puede desarmar dicho collarín y no cualquiera, así sepa otro, la
modernidad le diría: ¡No haga nada!.

Habermas explica un concepto de racionalidad comunicativa a partir


del enfoque fenomenológico, éste consigue ser articulado con la
noción de racionalidad cognitiva-instrumental. Ahora bien, teniendo
en cuenta el objetivismo al cual ha sido subyugada y dominada la
sociedad, se plantea pues, la sutileza contradictoria en el ámbito
axiológico y en la propia objeción racionalizadora del sistema socio-
político que se ha creado (ya explicada por Weber), marcada por el
fardo de la irracionalidad y de la apatía misma de la propia
integración social. Todo esto con la avanzada dominación de un
Estado que altera el interés común, cosificándolo en nombre de una
pseudo-libertad y una pseudo-justicia, que trata de validarse con
discursos poco consensuados, provocando que se invalide hasta el
propio sentido común. Para esto, Habermas:
«Trata de enfrentar la problemática de la cosificación,
categorizando formas de entendimiento contextualizados ya sea
en el mundo objetivo, normativo o subjetivo. Es decir, el
concepto de mundo de la vida, le sirve de complemento para el
análisis de la acción comunicativa y lo trata en términos de
pragmática formal, como contexto donde se desarrollan las
relaciones que el mundo de la vida tiene con el mundo
objetivo, normativo y subjetivo y desde estas relaciones actor-
mundo, enfoca la pragmática comunicativa para situaciones
comunes de definición de acciones» (Díaz, 2006, p.6)

Así pues, “el mundo sólo cobra objetividad por el hecho de ser
reconocido y considerado como uno y el mismo mundo por una
comunidad de sujetos capaces de lenguaje y de acción.” (Pineda, s/f,
p.7). Parsons ya había propuesto un esquema funcional que hará en
Habermas, su transformación en la acción comunicativa entre el
sujeto y su contorno (la sociedad), recordemos aquel esquema nº 1:

Esquema nº 1. Correspondencias entre las distintas ciencias sociales


y los subsistemas sociales:

Tomado de: Jürgen Habermas (1998) Teoría de la acción comunicativa, I: Racionalidad de la acción
y racionalización social (traducción de Manuel Jiménez Redondo); Taurus Humanidades, Madrid.
Recordemos que la sociedad, la cultura y la singularidad del hombre,
son para Habermas los componentes que estructuran el mundo de la
vida y a su vez, forman parte de sus procesos de desarrollo –
reproducción cultural, integración social y socialización–. Además,
como sistema reconoce a los subsistemas económico, socio-cultural
y político-administrativo y advierte que el desacoplamiento del
sistema con el mundo de la vida, lleva implícito relaciones de
transformación en ambas esferas, que tienen que venir aseguradas
por medio de normas y valores que no transfieran la conciencia
colectiva a un mecanismo sistémico, es decir, las comunidades con
sus propias culturas “no puede desconectarse tan fácilmente de los
problemas de fundamentos de las ciencias sociales como en el
estudio del subsistema económico o del subsistema político. Esto
explica la tenaz conexión de Sociología y teoría de la sociedad”
(Habermas, 1998, p.21).

DE LAS PARTES

Pero volvamos a los elementos involucrados en la construcción del


concepto de racionalidad haberiana:

 La praxis: Es la acción o práctica elemental por la cual el ser


humano entra o se realiza con el mundo, [no hay un Ser Solo
en el Mundo, de haberlo, sería nuestra extinción absoluta]; de
ésta noción de práctica obligatoria, nacen dos categorías
paradigmáticas: Sistema y Mundo de la Vida.

- El Sistema es el creado por el hombre y sus cuatro pilares ya


se han mencionado:

* Economía;
* Política;
* Cultura y
* Comunidad Societal [Comunidad que maneja una
racionalidad convencionalmente aceptada entre
todos], por ejemplo, nadie desearía una taza de lodo
para beberla, a menos que esté completamente loco.
- Mundo de la Vida es la acción del saber vivir con el otro,
sin molestarlo, sin agredirlo y sólo mediante la acción
correcta de nuestra interacción, podremos acordar y llegar a
los acuerdos, sólo sí hay un correcto discurso mediante el
dialogar con ese sujeto: El otro; pero, ¿quién ese otro?, sin
necesidad en caer en extremos de exclusión socio-
económica, tal como Dusell prescinde del rico y del que
alcanza medianamente alguna holgura financiera, ese Otro
dusellriano [citado por Lobosco], lo cataloga como:

«El Otro es la alteridad radical, es una categoría filosófica y


además, es un alguien bien concreto, de carne y hueso, que
interpela. El Otro grita desde su corporalidad sufriente y su
necesidad de justicia. El Otro interpela desde su realidad
empírica pobre, de marginado, de carente…En este autor, el
Otro no sólo es una categoría filosófica que interpela al yo
desde un lugar histórico. El Otro es el pobre, el dominado, la
víctima, También es un cuerpo, Corporalidad que sufre la
carencia de justicia» (2006, p. 419).

Es interesante ver el elemento de la Praxis Marxista transmutada a


la Acción Comunicativa, tal como un gusano es arrastrado por su
metamorfosis natural a las alturas de los cedros y pinos que se posan
por encima de la nostálgica Escuela de Frankfurt, pero dejando atrás
el suelo miserable de la plusvalía, los medios de producción y la
agitada relación trabajo-producción con su Ser, habiéndole
impregnado el tinte tecnicista que revelaba una racionalidad
instrumental, enfocadas especialmente a las nociones conceptuales
del funcionamiento de las máquinas, herramientas e instrumentos de
trabajo, demostrando así, “la estrecha relación que existe entre saber
y racionalidad [permitiendo] sospechar que la racionalidad de una
emisión o de una manifestación depende de la fiabilidad del saber
que encarnan” (Habermas, 1998, p.21).

 El Saber: Abarca no sólo conocimiento o con la adquisición de


este mismo, sino más bien, con la forma en que las personas
poseedoras de la utilización del lenguaje y de su actuar, hacen
uso de dicho conocimiento, por ejemplo, no es saber que una
bala sale de un fusil o de haber estudiado balística, haber
hecho un curso de franco-tirador, sino más bien, que podría
hacer un instructor distraído de la facultad de Ciencias y
Armas Militares, con fusil en mano en pleno salón de clase que
de forma improvista y sorpresiva, aparece ante una audiencia
que no le esperaba, pero que iba deseosa de alcanzar ese día, el
concepto la racionalidad comunicativa de Habermas, se diría
entonces que hay dos formas de entender la situación:

- Una sería la doble acción teleológica, la acción por la


cual se muestra el propósito de una situación, por una
parte, querer explicar el uso de un arma [por parte del
instructor] y cuyo fin es cognitivo-instrumental; y la otra
sería, la de los estudiantes [querer huir], pues
cognitivamente la “huída” sería el instrumento de
sobrevivencia. Aquí el razonamiento mutuo nos lleva a
las accione finales: Explicar o abandonar el salón.
Sin embargo, antes de mostrar la segunda forma, recordemos que la
praxis en el pensamiento Marxista se enfocaba en la teoría empírica
evolutiva social5, es decir, solo se enfocaba al ámbito “socio-
económico-político” y por ende, la utilización de un presunto
lenguaje instrumental, a ésta posición, Habermas la llama
“realistas”, menciona que:
5
Véase el ensayo de Garrido Vergara Luís en: Razón y Palabra referido en la bibliografía.
«El realista tiene que limitarse a analizar las condiciones que
un sujeto agente tiene que cumplir para poder proponerse fines
y realizarlos. De acuerdo con este modelo, las acciones
racionales tienen fundamentalmente el carácter de
intervenciones efectuadas con vistas a la consecución de un
propósito y controladas por su eficacia, en un mundo de
estados de cosas existentes». (1998, p.29).

En consecuencia, se despliega el concepto de racionalidad


empleando como hilo conductor las acciones orientadas a la
consecución de un determinado fin [teleológico], esto es, las
acciones a solucionar los problemas, por consiguiente, “hablamos
de la racionalidad de un comportamiento inducido por estímulos,
de la racionalidad del cambio de estado de un sistema… que hace
uso de un saber proposicional” (Habermas, 1998, p.30).

La otra forma, es la utilización comunicativa [a diferencia de la


utilización instrumental anteriormente descrita], que también
parte de un saber proposicional, pero enfocado en los actos del
habla [y no en la explotación de un presunto proletariado
descarrilado y su verdugo explotador capitalista], ésta acción
pensada [la del habla] según Pineda, nos lleva al viejo concepto
del logos griego, que Habermas la llamará racionalidad
comunicativa6:

«Este concepto de racionalidad comunicativa posee


connotaciones que en última instancia se remontan a la
experiencia central de la capacidad de aunar sin coacciones y
de generar consenso que tiene un habla argumentativa en que
diversos participantes superan la subjetividad inicial de sus
respectivos puntos de vistas y merced a una comunidad de
convicciones racionalmente motivada se aseguran a la vez de la

6
Nadie habla a lo loco, a menos que lo esté.
unidad del mundo objetivo y de la ínter subjetividad del
contexto en que desarrollan sus vidas». (Pineda, s/f, p.1-2).

La racionalidad comunicativa parte de una posición


fenomenológica, dicha metodología “no se sirve sin más como
hilo conductor de las acciones encaminadas a la consecución de
un propósito o resolutorias de problemas” (Habermas, 1998,
p.30), pero la problemática ontológica del mundo objetivo,
condiciona la interrelación racional de todos sus miembros
hablantes-pensantes, debido a que el mundo objetivo debe ser
reconocido y considerado por todos, como un elemento del
mundo de la vida común, pues todos intersubjetivamente
compartimos; sin embargo, “para poder aclarar el concepto de
racionalidad, el fenomenólogo tiene que estudiar, pues, las
condiciones que han de cumplirse para que se pueda alcanzar
comunicativamente un consenso” (Ibídem, 1998, p.31), por
ejemplo, cuando alguien observa la “luz roja” en una calle, sabe
por consenso estudiado, que debe estar alerta a no ser atropellado
como un vulgar “perro callejero”.

 Relación comprehensiva en la comunicación social: Según


Luis Garrido, expresa que en la obra de Habermas, se pudo
lograr la consolidación de “la relación entre el análisis
fenomenológico y trascendental dentro de una teoría
materialista de la evolución social, entendida como parte de
una teoría reflexiva trascendental de sabiduría emancipadora
social reflexiva a partir de la evolución cultural” (2011, p.2).
Por tal motivo, la naturaleza empírica y trascendental de
este conocimiento, constituye la base del pensamiento
crítico en que se establece las condiciones de racionalidad
en la acción social y su dominio interactivo lingüístico,
basadas en el principio de una razón-acción en las
estructuras de comunicación colectiva, en que “el mundo
sólo cobra objetividad por el hecho de ser reconocido y
considerado como uno y el mismo mundo por una
comunidad de sujetos capaces de lenguaje y de acción”
(Pineda, s/f, p.7).
Con todos estos elementos [considerando la pragmática de
Wittgenstein en lo referente a las interacciones sujeto-sujeto; sujeto-
colectivo; las expresiones lingüísticas; las funciones prácticas; la
semántica formal y la intencional], la teoría del significado y los
actos del habla, en cuestión de la validez, puede ser:
«criticado como no verdadero en lo que concierne al enunciado
hecho, como no correcto en lo que concierne a los contextos
normativos vigentes, y como no veraz en lo que concierne a la
intención del hablante. A partir de esto Habermas explica, las
consecuencias que tocan en cuanto a las cosas básicas de la
teoría del significado: ya no hay que definir a la pretensión de
verdad semántica, ni siquiera sólo desde la perspectiva del
hablante. Las pretensiones de validez constituyen un punto de
convergencia del reconocimiento intersubjetivo por todos los
participantes. Por tanto éstas cumplen un papel pragmático en
la dinámica que representan todas las ofertas contenidas en los
actos de habla y toma de posturas de afirmación o negación por
parte de los destinatarios» (Garrido, 2011, p.16).

Es definitiva, tanto el hablante como el oyente, deben tener una


mutua postura motivada en cuanto al razonamiento del contexto, es
decir, hay que validar las razones del acto del habla con el
reconocimiento y aceptación de la acción dada. El mismo Garrido
ilustra este apartado de la siguiente forma:
«Ejemplo: Dos niñas van a una fiesta y una le pide una falda a
la otra. Para que una le preste una falta a la otra tiene que
aceptar la oferta de las tres pretensiones de validez que ella
aduce, y que son susceptibles de crítica, que tiene que ver
incluso con la propia compresión del lenguaje en que la niña le
hable.
Niña Q: Debes prestarme una falda
Niña P: Por qué debo hacerlo?
Niña Q: Porque te lo dijo tu mamá.
Niña P: Si es cierto, tómala de mi ropero.
En este caso Niña P, acepta las tres pretensiones de validez, ya
que es verdadera, recta y veraz, pues ella efectivamente tenía
una falda y debía prestarla, pues su mamá se lo había dicho y
esto era sincero, pues ella lo sabía también. Todo esto fue
entendido, y aceptado por la niña P. Este ejemplo demuestra la
estrecha relación entre significado y validez.» (Garrido, 2011,
p.17).

 Argumentación: Uno de los elementos del razonamiento


comunicativo en que es “posible un comportamiento que
puede considerarse racional en un sentido especial, a saber:
el aprender de los errores una vez que se los ha identificado”
(Habermas, 1998, p.43); en tal sentido, la argumentación va
más allá de los procesos lógico-aristotélicos, tales como lo
constituyeron en la famosa Retórica antigua de aquella
Grecia; también la argumentación supera la Dialéctica en
los procedimientos pragmáticos y supera la Lógica en sus
productos argumentativos. En definitiva, la argumentación
de Habermas, es la pretensión de validez universal en que se
someten los discursos en sociedad, alcanzados
racionalmente por el mutuo acuerdo de todos y mediante el
diálogo.
DEL TODO Y SU RESPUESTA

Finalmente, la racionalidad comunicativa es la conexión


sistemática argumentativa originada en los preceptos cognitivo-
instrumental que enmarcada en la metodología fenomenológica
del enfoque realista, interactúa con todos los sujetos del ámbito
social, para orientar su acción con los otros, de acuerdo a una
pretensión de validez intersubjetivamente reconocida por la
mayoría, que aceptan mutuamente la responsabilidad y autonomía
de sus comportamientos y un entendimiento aceptado en
sociedad.

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