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Opinión

                                                                                       

El after party
Desconcierto por los resultados. Informaciones contradictorias. Imágenes de violencia
de lado y lado. La frontera como postal de la crisis.

El desconcierto tras el fin de semana de música y la frustrada caravana de


ayuda humanitaria quedó esparcido por el suelo como confeti. Ahí empezó
el after party, el verdadero día D, el de ¿y después qué?

La pregunta flota espesa en Caracas y se siente en el aire de la frontera, en


especial en San Antonio de Táchira, donde no cesa la violencia contra los
opositores al régimen de Maduro. Este jueves pasado, al mejor estilo nazi –que
ya ha usado el régimen en otros lugares- sus casas amanecieron marcadas con
círculos rojos. Varias personas no aparecen y, en paralelo, el mes cerró con una
durísima purga de altos cargos en empresas estatales, especialmente en
PDVSA, todos bajo sospechas de deslealtad.

Un régimen acosado y asustado va sumando errores en la ruta hacia su fin,


pero por el camino también crece el número de inocentes que pagan el precio.
Nadie sabe bien qué más traerá la resaca de los eventos del pasado fin de
semana y no hay quién se atreva a pronosticar cómo va a evolucionar el
guayabo de muchos que se anticiparon a celebrar la salida de Maduro,
bastante ilusos al pensar que bastarían unas baladas y algo de presión política
empaquetada con el celofán de ayuda humanitaria.

Anotaciones en la tras escena:

- ¿Era necesaria la presencia de Guaidó en el concierto y la marcha? ¿Se dejó


llevar por la cosa mediática para ganar escena sin valorar correctamente los
riesgos? Hoy anda un poco en el aire, aún fuera de su país y con miles de
venezolanos temiendo el desenlace a su regreso si llegan a detenerlo o si
sucede cualquier cosa peor.  

- Nadie en Caracas lo dirá en voz alta, pero hay reclamos de que el presidente
interino trata de copar demasiados escenarios y en ese afán arriesga más de lo
necesario. Lo quieren en el país y no para la audiencia internacional pues las
“aventuras” más allá de las fronteras le restan maniobra en Venezuela y
oxigenan al régimen.

- En muy poco tiempo Guaidó ha reanimado las esperanzas de muchos, ha


marcado el ritmo de la protesta ciudadana, le ha impuesto su agenda
mediática a Maduro y le ha dado al mundo un interlocutor claro. Pero, como se
hizo evidente en la frontera, eso no basta para organizar y sostener la protesta
ciudadana contra el régimen. 
La tensión cada vez será mayor, así como las posibilidades de un estallido
violento en el país. Los resultados en Cúcuta obligan al presidente (i) a revisar
las tácticas a corto plazo, a tocar tierra y contrastar las expectativas con la
realidad. La sola idea de marchas que terminen como las de 2017, con más de
100 muertos, o sugerir una guerra importada o propiciar una guerra interna,
aterra a los venezolanos que sobreviven en un país pauperizado (una mirada a
Zimbawe hoy puede resultar ilustrativa).

- Hay negociaciones en proceso. En la mesa se sientan dios y el diablo. Pero


hay que permitirle avanzar, bajarle el ruido y dejar que por unos días la
atención mediática se vaya a cubrir conflictos de tono nuclear; guardar los
gases lacrimógenos y las Molotov.

- A propósito, las acciones violentas de los colectivos chavistas estaban más


anunciadas que el reencuentro de Chino y Nacho. Pero lo sorprendente fue ver
tan relajada a la Policía Nacional colombiana frente a los petacos con bombas
Molotov de los violentos de este lado de la frontera.  ¿El Ministro de Defensa y
el Comandante de la Policía se han pronunciado? ¿Por qué nadie detuvo a estos
vándalos? Colombia puede ser un punto de acopio para la ayuda humanitaria,
pero no convertirse en un referente de acciones incendiarias y de conveniente
laxitud frente a los delincuentes.  

- ¿Hubo más invitados VIP? ¿Por qué llegaron tan pocos presidentes? Muy
amables los mandatarios de Chile y Paraguay, y el Secretario Almagro, pero el
quorum para la coyuntura dejó mucho que desear. Seguramente el resto no se
quiso comprometer con un evento riesgoso y prefirió atrincherarse detrás de la
mesa del Grupo de Lima. Eso se debe tener en cuenta.  

- La presión política, el soft power debe ser más refinada, descansar de los


reflectores y enfocarse en rastrear y denunciar las cuentas bancarias que
tienen buena parte de los 2000 generales de la hermana república, de donde
medran sus familiares que viven, lavan y estudian en el exterior.  Y también
hay que denunciar con nombre y apellido a los responsables de la represión y
violación a los derechos humanos en Venezuela. Esa lista sí genera presión.

El ejercicio del 23-F no fue tan exitoso. Colombia se lanzó a la pista de baile
con entusiasmo y no hizo los cálculos suficientes del impacto, incluido el
encarte con los desertores de las fuerzas armadas venezolanas que deberían
pasar ya a manos de algún organismo multilateral. Si la idea del gobierno
colombiano es seguir, como dice, con la presión diplomática y económica para
apoyar una salida negociada, requiere más información y táctica.

La fiesta sonaba bien y tuvo buenos momentos que lograron el impacto


mediático que se buscaba. Pero rápidamente se fue degradando, con
consecuencias para todos: para Guaidó y sus seguidores, que perdieron
terreno internamente; para Maduro y su máquina de represión, que sigue
sumando pruebas al expediente que le tiene la CPI; para la comunidad
regional, liderada por Colombia, que debe revisar el rumbo y su real
compromiso a medida que la cosa apriete; y para los venezolanos que no
reciben ayuda y sobreviven a punta de expectativas.

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JULIO LONDOÑO | 2019/02/28 00:43

Del “Caracazo” a la deserción de


los guardias nacionales
Hace 30 años los militares venezolanos salvaron temporalmente al presidente
Pérez de la caída, ahora esos mismos militares desertan y se pasan a Colombia
a la que calificaban antes de enemiga.

Hace 30 años se presentó en Venezuela el denominado “Caracazo” una


sucesión de serios disturbios originados por protestas por un paquete de
medidas económicas que adoptó el presidente Carlos Andrés Pérez: el balance
oficial fue de casi 300 muertos. Este hecho, aunque fue reprimido y
neutralizado por las fuerzas armadas, marcó el inicio de una compleja situación
que culminó con el acceso al poder de Hugo Chávez y de su sucesor Nicolás
Maduro.

Nunca pensaron los venezolanos que treinta años después, en medio del
petróleo, del hierro, del oro y del acero, su país estaría en una situación similar
a la de Bangladesh o a la de un estado del áfrica central. Todo producto de
decisiones estúpidas, de la mala administración y de la corrupción rampante en
todos los niveles gubernamentales.   

Aunque la deserción de militares se ha presentado siempre desde el mismo


surgimiento de los ejércitos, estamos ahora presenciando una creciente y
nunca vista deserción de miembros de la Guardia Nacional de Venezuela, que
están ingresando a Colombia, calificada siempre en los medios castrenses
venezolanos como una potencial amenaza.

Esa situación es indicativa de la desmoralización de sectores de la Guardia


Nacional. Buena parte de los desertores afirman que han decidido tomar ese
camino por la grave situación por la que están atravesando con sus familias,
que no pueden abstraerse de la miseria generalizada que afecta a la población.

Al mismo tiempo se hacen curiosos pronunciamientos, como el del exjefe de


los servicios de inteligencia del ejército venezolano el general Hugo Carvajal,
señalado en su momento como jefe del llamado “Cartel de los Soles” y con una
profunda antipatía hacia Colombia. Carvajal en una declaración ampliamente
divulgada. proclamó su adhesión al presidente Guaidó y agregó que le
explicaría como desmontar los servicios de inteligencia en ese país. Ahora pues
es un gran demócrata.  

A pesar de que el fenómeno de la deserción ha sido minimizado por el Ministro


de Defensa y por Maduro, éste ha preferido dar instrucciones al Estado Mayor
para que se active la llamada “defensa integral de la nación”, lo que quiere
decir que se arme a todos sus esbirros –colectivos y otros grupos paramilitares-
para que actúen “en defensa de la patria”.  Es el anuncio de que en caso de
que finalmente Maduro fuera derrocado, el país entraría a una inevitable
guerra civil de la cual difícilmente podríamos abstraernos.

En medio de este caos en Venezuela con unas fuerzas armadas politizadas, en


Colombia se cae en cuenta de la condición democrática y profesional de sus
fuerzas militares, que son un patrimonio de toda la nación.

  

  

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JUAN PABLO BARRIENTOS (*) | 2019/02/27 02:55

En palabras se quedó la cumbre


de obispos sobre la pederastia
El papa peca de cómplice, reza por las víctimas y empata quedando bien con
discursos llenos de lugares comunes.
La tan cacareada cumbre de obispos para la protección de menores se quedó
en eso, en cacareo. Ocho puntos inanes para combatir el abuso a menores
fueron expuestos por Francisco, sin explicar el cómo y el cuándo. Eso sí, culpó
al diablo por los escándalos de pederastia y citó estadísticas que demuestran
que a los niños los violan más en la casa que en la Iglesia. El papa peca de
cómplice, reza por las víctimas y empata quedando bien con discursos llenos
de lugares comunes.

El encuentro se quedó en la promesa de una futura legislación, la creación de


leyes contra el abuso —aplicables solo dentro de las 44 hectáreas de Ciudad
del Vaticano— y una guía para que los obispos enfrenten las denuncias por
pederastia. Documento que no los obliga a denunciar a los sacerdotes
abusadores ante las autoridades civiles, ni a entregar a las fiscalías el Archivo
Secreto que contiene los registros de todos los casos de abuso cometidos por
sus clérigos. Lo más grave: no se tomó la decisión de expulsar a los pederastas
y sus encubridores. Del 21 al 24 de febrero se consolidó la cultura del
secretismo en la Iglesia, que ha permitido que estos abusos sean tantos, que
se tenga que convocar a una cumbre de 200 obispos para mitigarlos.

Ser radical en la Iglesia es peligroso, más cuando los poderes eclesiásticos se


han protegido entre ellos por décadas, cobijados por un Estado diminuto, pero
de alcance global. Entre ellos se investigan, juzgan y perdonan. Se conocen sus
pecados y han creado su propio derecho para redimirlos. Si el encubrimiento es
proporcional a la cantidad de abusos, castigarlo destruiría las más altas
jerarquías. Francisco tiene las mejores intenciones de limpiar la casa, pero el
episcopado le recuerda que todos tienen su pasado, incluso él, a quien acusan
de encubrir al recién expulsado exarzobispo de Washington, Theodore
McCarrick. Hecho que en septiembre de 2018, no dejó pasar el arzobispo de
Medellín, monseñor Ricardo Tobón, quien sutilmente le dijo al papa que lo más
grave de la crisis que vive la Iglesia no son los miles de casos de pederastia,
sino la acusación que se le hace a él:

“Han generado inquietud y dolor una serie de acontecimientos en los que está
involucrada la Iglesia Católica. Los más recientes han sido el informe sobre mil
víctimas de abuso sexual por parte de sacerdotes de siete diócesis de
Pensilvania en los últimos setenta años; la situación de la Iglesia en Chile
creada por numerosos casos de pederastia que al parecer han sido
encubiertos; también se han denunciado casos de abuso a menores en nuestra
Arquidiócesis y otros escándalos de sacerdotes en diversos lugares; finalmente,
lo más grave es la acusación contra el Papa Francisco de que ha encubierto el
lamentable comportamiento moral de un cardenal de Estados Unidos”, escribió
Tobón.

Monseñor Tobón, vicepresidente de la Conferencia Episcopal Colombiana, salió


a la ofensiva, pues 17 casos de encubrimiento a sacerdotes pederastas y
abusadores de menores lo tienen contra las cuerdas. Hasta hace poco
pretendía ser cardenal y arzobispo primado de Bogotá, y aunque sus
aspiraciones ya no son viables, es uno de los beneficiarios de las conclusiones
de la reciente cumbre de obispos, pues lo mantiene en Medellín —de donde es
arzobispo desde 2010— a pesar de una grave denuncia periodística.
“Dejad que los niños vengan a mí”, investigación que realicé con W Radio
Colombia, demostró, con la exposición de 17 casos sobre sacerdotes de la
Arquidiócesis de Medellín que habrían abusado de menores de edad, el
encubrimiento de la Iglesia Católica. Con excepción de un caso, los demás
fueron juzgados por el Derecho Canónico. Mario Castrillón, condenado a cien
meses de prisión por abusar de dos menores, pagó parte de su condena en una
casa cural, mientras seguía ejerciendo como párroco. Aunque la justicia civil lo
encontró culpable, la Iglesia lo absolvió y, tras pagar su pena, monseñor Tobón
lo nombró capellán de un prestigioso hospital.

Roberto Cadavid abusó de varios menores en dos parroquias. En 2012


monseñor Tobón lo suspendió tras recibir nuevos señalamientos, pero a los
pocos meses lo recomendó y autorizó para trabajar en la Diócesis de Brooklyn,
sin informarle a su homólogo los antecedentes del sacerdote. Cadavid ejerció
en Nueva York hasta que fue expulsado del ministerio en 2017. El arzobispo de
Medellín dijo a W Radio que no sabía que el sacerdote estaba en Brooklyn y
que, si hubiera sabido, le habría avisado al obispo. Monseñor Anthony DiMarzio,
obispo de Brooklyn, lo desmintió y expuso dos cartas de Tobón recomendando
a Cadavid. Además, denunció al arzobispo ante Francisco.

Tres hombres dicen haber sido abusados por uno de los sacerdotes más
populares de Colombia, el padre Carlos Yepes, quien ha negado en distintos
escenarios todos los señalamiento. Monseñor Tobón no ha tomado acciones,
más allá de abrirle una investigación. Sin embargo, en una milimétrica
estrategia de desprestigio, apoyada por el arzobispo, Yepes y sus seguidores
han emprendido todo tipo de medidas en mi contra y de W Radio. Derechos de
petición, tutelas, denuncias penales, 45.000 firmas de feligreses, marchas en
Medellín, videos en YouTube y hasta cadenas de WhatsApp divulgando mi
número de teléfono han hecho parte de esta “campaña”. La estrategia no les
funcionó: la investigación continuó, se publicaron 45 denuncias más y los
jueces fallaron a favor de W Radio.

Pero no solo es monseñor Tobón. Son también los obispos de Cali, Santa Rosa
de Osos, Santa Marta, Pereira, los Salesianos, Clérigos de San Viátor, Jesuitas y
Misioneros de Yarumal quienes coinciden con el arzobispo de Medellín en no
denunciar a los sacerdotes pederastas ante las autoridades civiles. Eso sí,
registran sus actuaciones criminales en el Archivo Secreto y los condenan a
vivir una vida de oración y penitencia en casas sacerdotales. Denunciarlos y
hacer que vayan a centros carcelarios, expulsar a los obispos encubridores y
entregar el Archivo Secreto a las Fiscalías de cada país sería la respuesta lógica
a una pandemia que carcome la Iglesia Católica, pero esta, por el contrario, se
atrinchera en la cultura del secretismo para protegerse.

El arzobispo Ricardo Tobón, tan recordado por comprarse una casa de un


millón de dólares por cuenta de los feligreses de Medellín, quedó feliz con la
cumbre de obispos, que lo mantendrá, hasta el final de su episcopado, en la
sede arzobispal más importante de América Latina. Ni el palacio que se
compró, ni 17 casos de encubrimiento a pederastas y abusadores ya
publicados, ni mucho menos 30 denuncias más contra sus sacerdotes que se
investigan y que él bloquea con sus abogados, lo asustan. En un editorial,
Tobón dijo que era muy grave que señalaran al mismo papa de haber
“encubierto el lamentable comportamiento moral de un cardenal de Estados
Unidos”. Hoy esas palabras, ese reclamo, recaen sobre él mismo.

(*) Periodista de la W Radio.

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JUAN MANUEL CHARRY | 2019/02/27 01:09

Venezuela sin Retorno


El tema más delicado de Colombia. La estrategia se puso en marcha y no tiene
retorno. Venezuela se deteriora en ámbito internacional. Regreso de Guaidó y
ultimátum a Estados Unidos pueden precipitar caída de Maduro. Solución a
crisis de Venezuela no depende de Colombia. No podía jugar otro papel.
Desastre de socialismo siglo XXI. Ofrecer salida negociada y pago de deuda a
China y Rusia. La confrontación militar no le conviene a nadie.

El tema más delicado de Colombia en estos momentos es la situación de


inestabilidad política y deterioro económico en Venezuela, la desestabilización
de la región y los intereses de las distintas potencias en ese país, aunque la
solución no está en manos de Colombia.

La estrategia para expulsar el gobierno ilegítimo del Palacio de Miraflores ya se


puso en marcha y no tiene retorno. Más de 40 países, reconocen al presidente
interino de Venezuela, Juan Guaidó. Nicolás Maduro ha radicalizado su postura,
rompió relaciones con Estados Unidos y Colombia, e impidió el ingreso de la
ayuda humanitaria a una población desabastecida. El Grupo de Lima,
compuesto por 14 países de la región, reclama el establecimiento de un
gobierno democrático y la realización elecciones libres, ha estrechado el cerco
diplomático y económico contra el gobierno de Maduro, junto con Estados
Unidos y la Unión Europea, también ha pedido la intervención de la Corte Penal
Internacional ante la violación del DIH. La Unión Europea demanda la
realización de elecciones libres en Venezuela y pide evitar una intervención
militar.

El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, a instancias de los Estados


Unidos, estudia una resolución para obligar a Venezuela a recibir la ayuda
humanitaria, aunque lo más probable es que sea vetada por Rusia. Sin
embargo, la posición de Venezuela se deteriora en el ámbito internacional.
El regreso de Juan Guaidó a territorio venezolano implica el desafío de su
detención y sus consecuencias internacionales. El ultimátum al cuerpo
diplomático de los Estados Unidos de abandonar el país en 30 días,
desconocido por el gobierno norteamericano, presagia un enfrentamiento entre
las fuerza militares leales a Maduro y los Marines que protegen la embajada. La
paulatina deserción de militares venezolanos, ya cuenta más de 400. Las
anteriores situaciones pueden precipitar la caída de Maduro.

La solución a la crisis de Venezuela no depende del gobierno colombiano,


aunque su liderazgo en el Grupo de Lima y su alianza con Estados Unidos,
constituyen una posición clara y definida. Colombia no podía jugar otro papel,
ante la dictadura, la infracción a las libertades y derechos fundamentales, y la
tolerancia y el apoyo a la guerrilla del ELN. El desastre del socialismo siglo XXI,
con una inflación de 2’500.000%, reducción del PIB en cerca del 50%, y un
crecimiento desmesurado de la pobreza, deben convencer a muchos ingenuos
izquierdistas de la ineficiencia del modelo y afectar a sus simpatizantes, como
Gustavo Petro, cuyo discurso no podrá ocultar los hechos.

Ahora bien, el desenlace de la crisis dependerá de las fuerzas militares


venezolanas, que deberán retirar su apoyo al régimen ilegítimo, de la
persuasión del poderío militar y estratégico de los Estado Unidos, de la
efectividad del cerco diplomático y económico, de ofrecer una salida negociada
al círculo cercano de Nicolás Maduro, y de garantizar el pago de las deudas a
China y Rusia.

Venezuela no tiene retorno, la pronto solución dependerá de mantener la


coherencia diplomática y económica, así como la calma y las cabezas frías. La
confrontación militar no le conviene a nadie, y la reconstrucción de ese país
debe contar con la salida concertada del chavismo.

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ISABEL C. JARAMILLO SIERRA | 2019/02/27 03:24

Las mujeres y el deporte:


¿conflictivas, perezosas e
inmorales?
Puede que tener una selección femenina de mayores imponga retos a la
dirigencia, pero las mujeres nos merecemos que se siga patrocinando.

En los últimos días nos enteramos de la decisión de la Federación Colombiana


de Fútbol de no seguir convocando una selección femenina de mayores por
declaraciones de su segundo vicepresidente, el señor Álvaro González. La
noticia, que parecía no necesitar mucha justificación o explicación, salió a la luz
para explicar que las denuncias de las jugadoras en relación con acoso sexual,
acoso laboral y problemas con los pagos, tenían que ver con su rechazo a la
decisión de terminar el equipo.

El directivo dio a entender que, en todo caso, se investigarían a fondo las


conductas, aunque también indicó que no había habido antes este tipo de
denuncias. La preocupación por la violencia sexual y la posible renuencia o
desgano en la investigación de la misma ha copado el debate en los medios y
el interés de las autoridades. Creo que es muy importante insistir en la
investigación y en la sanción de quienes hayan incurrido en conductas
rechazadas por nuestra normatividad. Pero también pienso que es clave insistir
en lo que significa para las mujeres que se recorten los recursos para sus
proyectos, en particular cuando son proyectos en áreas de intensa segregación
como lo ha sido el deporte.

En efecto, la idea de que a veces es mejor cancelar un proyecto que tratar de


arreglarlo tiene mucho sentido: ahorra costos y permite nuevos comienzos. En
estos términos lo puso el señor González: “Vamos a dedicar toda nuestra
atención a las selecciones sub 20, sub 17 y sub 15 porque queremos
promocionar y proyectar a bien el futuro del fútbol femenino en Colombia”, le
dijo a Pulzo. Sin embargo, no creo que esta sea una buena idea cuando el
‘problema’ viene mayoritariamente de las autoridades y cuando la ‘solución’ es
tan urgente.
No suena razonable que las jóvenes que ya estaban participando en la
selección y las que han pensado en la selección como un proyecto de vida,
deban aceptar que se deje de apoyar porque los técnicos eran malos, porque a
las jugadoras les pagaban tarde y porque había acoso sexual. Arreglar esto es
parte de las funciones de las autoridades, no de las jugadoras. Adicionalmente
no es claro cómo cancelar el proyecto va a mejorar las prácticas: solamente
haciendo aprendemos a hacer mejor.

Además del impacto en las jugadoras que hoy están en la selección de


mayores y en las que estaban en las selecciones sub 17, sub 20 y sub 21, debe
preocuparnos el impacto en las mujeres colombianas de una decisión como
estas. De acuerdo con la encuesta Sensor de Yanbal, solamente un 3 por ciento
de las mujeres encuestadas realiza deportes en equipo, mientras que un 21 por
ciento de los hombres lo hacía (una muestra representativa de mujeres en las
cuatro principales ciudades del país –tres versiones: 2010, 2011 y 2012).

Esta es una diferencia enorme y preocupante, sobre todo si se tiene en cuenta


cómo los deportes en equipo contribuyen, no solo ni principalmente a
mantener una buena salud, sino a construir capital social. Jugar en equipo
enseña varias cosas: a liderar, a obedecer, a seguir reglas, a pensar
estratégicamente, a trabajar conjuntamente por un objetivo (Ver: The Secret
To Being A Power Woman: Play Team Sports).

En nuestras sociedades existen pocos escenarios en los que se logren


desarrollar todas estas habilidades de manera simultánea. El que los equipos
sean segregados por sexo ya es problemático en este sentido pues manda el
mensaje de que uno solamente puede entenderse bien y cooperar con
personas de su mismo sexo. Pero negar a las mujeres estas posibilidades con
la idea de un supuesto desinterés de su parte es un error y una injusticia. Por
un lado, tenemos evidencia de que hay mujeres que tienen interés dado que ya
tenemos la selección conformada.

Por otra parte, no es claro cómo va a despertarse más interés si en lugar de


atesorar y apoyar a estas mujeres que están rompiendo paradigmas e
innovando en un campo tan incierto, las sometemos a toda clase de vejámenes
y luego les decimos que se quejan es porque les van a cancelar los contratos.
Puede ser que sea difícil, pero no parece razonable que el mejoramiento de las
condiciones de vida y las oportunidades de la mitad de la población pueda
seguirse aplazando.

Creo que para muchos es fácil pensar que es verdad que las mujeres son
conflictivas, perezosas e inmorales, y por eso no son buenas para los deportes
en equipo y no se sienten inclinadas a jugarlos. Yo diría que antes de llegar a
esta conclusión deberíamos tener en cuenta todas las formas en las que se
desincentiva a las mujeres a estar en ciertos deportes: 1) hay muchos deportes
en los que no hay equipo de mujeres y se les impide a ellas jugar con los
hombres; 2) no se valora el cuerpo atlético en las mujeres; 3) no hay mujeres
profesoras de deporte, o son muy pocas; 4) hay pocos conocimientos sobre
cómo reaccionan los cuerpos de mujeres a ciertos estímulos y presiones; 5) la
intimidad y contacto físico del deporte genera situaciones que son
reiteradamente explotadas por los profesores, llegando con frecuencia al acoso
y la violencia sexual; y 6) se invierte poco en los deportes que son
principalmente o exclusivamente de mujeres.

Sería importante atacar cada una de estas razones antes de concluir que la
naturaleza de las cosas nos impide introducir cambios significativos. Puede que
tener una selección femenina de mayores imponga retos a la dirigencia, pero
las mujeres nos merecemos que se siga patrocinando.

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