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Tema 3:

LOS AFECTOS, UN TALENTO DEL TODO DE DIOS

“Dios ha confiado a los hombres talentos: […] los afectos, para que fluyan
como bendiciones para otros1”
Consejos sobre la Mayordomía cristiana, p.74-75.

“Cuando Dios ocupe en el trono de Dios su lugar legítimo, nuestro prójimo


recibirá el lugar que le corresponde2.”
El Deseado de todas las gentes, p. 559.

Introducción.
A modo personal esta cita me sorprendió, sobre todo en este punto. Escuché
muchas veces que somos mayordomos de las famosas “Cuatro T” (Templo,
Tiempo, Tesoros y Talentos), pero, ¿mayordomo de los afectos? ¿Los afectos
como un talento confiado por Dios? Suena raro, pero Dios nos constituyó
mayordomos aún de nuestro amor, el reclama TODO nuestro amor, y distribuye
su amor por nuestro medio para bendecir al mundo.
I. El primer Afecto, el primer TODO a Dios ¿y el segundo?
1. Primer afecto, un tema claro:
“"Amarás a Jehová, tu Dios, de todo tu corazón, de toda tu alma
y con todas tus fuerzas.”
Deuteronomio 6.5
Superior a la familia, superior a los hijos, superior a la
Iglesia, superior al trabajo y las responsabilidades, el primer y más
grande afecto, a quien le debemos TODO y quien merece TODO
nuestro amor es Dios, “le amamos a él, porque él nos amó
primero” (1 Juan 4.19).
2. El segundo afecto:
“Y el segundo es semejante: "Amarás a tu prójimo como a ti
mismo”
Mateo 22.39
Pareciera quedar claro: el segundo afecto es nuestro prójimo.
Pero hay un detalle, el amor al prójimo está condicionado a un
algo “amarás… como a ti mismo”.
3. Nancy Van Pelt, sicóloga cristiana de larga trayectoria
internacional dijo:
“Los que tienen respeto de sí mismo no sólo sienten que
personalmente son valiosos, sino también saben que tienen una
importante contribución que hacer en la vida. Se sienten amados
y, por lo tanto, pueden amar genuinamente a otros.3”.
Es tan importante el tema de la estima propia que llegó a
declarar que la felicidad y el éxito de una persona en la vida
dependen de “la fotografía mental que tenga de sí mismo4”
El problema moral mayor de hoy en día, del cual dependen
los homicidios, la delincuencia, la promiscuidad, la drogadicción
entre otros, no es que las personas no “amen a su prójimo”, es que
no se aman a sí mismos. Una persona que no se ama a sí misma,
que no se acepta y valora tal como es, NUNCA podrá amar
realmente a su prójimo.
4. Dos extremos del amor propio.
“Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está
entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que
debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la
medida de fe que Dios repartió a cada uno.”
Romanos 12.3
“El jactarse y vanagloriarse acerca de lo que uno es y de lo que
uno hace son síntomas clásicos de una autoestima inferior5.”
El egocentrismo y la egolatría no son síntomas de un
saludable amor por sí mismo, ni siquiera son síntomas de
valoración propia.
5. Eres valioso:
“Porque a mis ojos eres de gran estima, eres honorable y yo te he
amado”
Isaías 43.4
Otras versiones traducen “eres caro a mis ojos, muy
apreciado y te amo6”, “eres precioso a mis ojos, digno de honra y
yo te amo7”. La razón de la autoestima es que eres valioso,
NADIE puede decir lo contrario, lo dice Dios, y Él siempre tiene
la razón. Nadie puede despreciarte ni deshonrarte, si Dios dice
algo, así es.
6. En Deuteronomio 7.6-8 se da el real sentido de la autoestima.
Dice que Dios escogió a Israel para ser pueblo especial, pero no lo
escogió por ser el más numeroso ni el más fuerte, al contrario, era
“el más insignificante de todos los pueblos”, la razón por la cual
Israel era valioso es simplemente “porque Jehová os amó”.
No somos valiosos por lo que hacemos, somos valiosos por
lo que somos. Nuestro valor no depende de circunstancias, ni
capacidades, ni posiciones. ¿Por qué muchos jóvenes se apartan
de la sociedad tras las drogas y la delincuencia? Se les enseñó a
que no eran valiosos por lo que son, sino por lo que hacen, y
como “no hacen nada bien” ¿para qué seguir intentando? ¿Por qué
muchas señoritas dejan de ser tan señoritas? Porque se les enseñó
a que son valiosas por lo que hacen y como en ciertas cosas que
hacen parecieran ser apreciadas ¡muy apreciadas!, siguen
haciendo para seguir sintiéndose valiosas. ¿Por qué muchas
esposas aceptan violencia física y sicológica en sus hogares?
Porque su valor es asignado por lo que hace y una vez que hace
mal o hay otra que mujer que hace mejor, pierde su valor
asignado. En Cristo soy valioso por lo que soy, no por lo que
hago, Dios te ama, eres valioso y se acabó.

II. Los primeros prójimos, dueños del Afecto del TODO de Dios.
1. El primer prójimo.
“Pero en el Señor, ni el varón es sin la mujer ni la mujer sin
el varón”
1 Corintios 11.11
El primer prójimo a quien debemos amar es al cónyuge.
Conocí como misionero una dama de unos 45 años que me
contaba su horrible calvario de vivir con un hombre tosco que la
remplazaba por su trabajo y sus amigos, historia archirepetida.
Para su edad era una dama apuesta y agraciada, una madre
ejemplar y mantenía su hogar en un orden perfecto y simétrico
¿por qué entonces el gran drama? Ella me contó que siempre le
decía a su esposo que en su lista de prioridades estaba “Dios, mi
madre, mis hijos luego tú”. ¿Podría esperarse otra cosa?
¿Por qué tu esposa no canta “¡Yo soy de mi amado, y mi
amado es mío!” (Cantares 6.3)? Porque nunca le deijiste “¡Qué
hermosa eres, amada mía, qué hermosa eres!” (4.1) no la pusiste
como primer prójimo. ¿Por qué tu esposo no te dice “Me robaste
el corazón, esposa mía […] ¡Cuán hermosos son tus amores!”
(4.9, 10)? Porque nunca te preocupaste de ser y decir “Yo soy de
mi amado y en mí tiene su contentamiento” (7.10), no lo pusiste
como primer prójimo. Un consejo inspirado:
“El amor se despierta únicamente por el amor8”
El Deseado de todas las gentes, p. 17.
Antes que los amigos y el trabajo, antes que la madre e
inclusive, antes que los hijos, está aquel con quien te
comprometiste ante Dios y los hombres a amar “hasta que la
muerte los separe”.

2. Citando a Scott, El conflicto de los siglos declara:


“Si los demonios se hubieran propuesto inventar la manera más
eficaz de destruir todo lo que existe de venerable, de bueno o de
permanente en la vida doméstica, con la seguridad a la vez de
que el daño que intentaban hacer se perpetuaría de generación
en generación, no habrían podido echar mano de un plan más
adecuado que el de la degradación del matrimonio9.”

3. El segundo gran prójimo:


“Herencia de Jehová son los hijos; cosa de estima el fruto del
vientre.”
Salmo 127.3
Tras Dios, tu autoestima y tu cónyuge, viene tu
“recompensa10”, como algunas versiones traducen en lugar de
“cosa de estima”. Ellos son la herencia que Dios te dio y en ti está
la responsabilidad de formarlos.
“[…] los hábitos formados en los primeros años deciden si
un hombre vencerá o será vencido en la batalla de la vida11”
El Deseado de todas las gentes, p. 75.

El ideal divino para nuestros hogares:


“Así llega a ser el hogar cristiano una escuela donde los padres
sirven como monitores, mientras que Cristo es el maestro
principal12.”
El Deseado de todas las gentes, p. 475.
Seamos monitores al servicio del maestro, para formar hijos
exitosos para la eternidad.

III. Los segundos y terceros prójimos, dueños del Afecto del TODO
de Dios.
1. Tras nuestra familia:
“En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor
los unos por los otros.”
Juan 13.35
Aquí encontramos una realidad, nuestra familia espiritual es,
y debe ser, el centro de nuestros afectos.
Sin descuidar nuestro núcleo familiar carnal, debemos amar
en forma especial a nuestros hermanos.
¿Es nuestra Iglesia amante? ¿Se siente en nuestro templo el
calor del Espíritu Santo? ¿Amamos a nuestros hermanos y
tenemos una relación íntima con ellos?
El Espíritu Santo no descenderá a menos que estemos
“unánimes y juntos” (Hechos 2.1).
Aspiremos y luchemos como Iglesia, por el ideal bíblico de la
comunidad, esa comunidad que tienen “todas las cosas en común”
(Hechos 2.44), esa que como un cuerpo unido “si un miembro
padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro
recibe honra, todos los miembros con él se gozan” (1 Corintios
12.26). Luchemos por la unidad, amemos la unidad, amémonos
como pueblo, “hagamos bien a todos, y especialmente a los de la
familia de la fe” (Gálatas 6.10).

2. El tercer foco de nuestros afectos son aquellos a quienes Cristo


nos envió a salvar.
“Sólo el método de Cristo será el que dará éxito para llegar a la
gente. El Salvador trataba con los hombres como quien deseaba
hacerles bien. Les mostraba simpatía, atendía a sus necesidades y
se ganaba su confianza. Entonces les decía: "Seguidme."13”
El Ministerio de Curación, p. 103.
El texto es simple, amemos a quienes pretendemos salvar.

Llamado.
El Señor nos constituyó mayordomos de nuestros afectos: ¡AMEMOS!
¿Estás poniendo en primer lugar de TODO tu amor a Dios? ¿Te amas a ti
mismo para poder amar a tu prójimo? ¿Estás amando como primer prójimo a tu
cónyuge? ¿Estás dando TODO por tus hijos? ¿Refleja tu amor por la Iglesia la
unidad que Cristo pidió? ¿Amas a aquellos que aún no conocen a Cristo?
El llamado es simple: ¡AMA! ¡Administra tu amor como el Señor lo estableció!
1
Elena de White. Consejos sobre la Mayordomía cristiana (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana,
2007), pp. 74-75.
2
Elena de White. El Deseado de Todas las Gentes (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2005), p.
559.
3
Nancy Van Pelt. Cómo formar hijos vencedores (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2004), p. 18.
4
Nancy Van Pelt. Cómo formar hijos vencedores, p. 17.
5
Nancy Van Pelt. Cómo formar hijos vencedores, p. 18.
6
Versión castellana del P. Serafín de Ausejo, OFM Cap., revisada y actualizada por Marciano Villanueva. Copyrighted
© 2003.
7
Biblia de las Américas.
8
Elena de White. El Deseado de Todas las Gentes, p. 17.
9
Elena de White, El conflicto de los siglos, (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2003), p. 313.
10
La Reina-Valera Actualizada 1989, La Nueva Versión Internacional, La Biblia de las Américas y la Versión
castellana del P. Serafín de Ausejo, traducen así.
11
Elena de White. El Deseado de Todas las Gentes, p. 75.
12
Elena de White. El Deseado de Todas las Gentes, p. 475.
13
Elena de White. El ministerio de curación, p. 103.

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