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Pánico moral, homosexualidad

y redadas en la ciudad del


regente de Hierro, 1952-1966
Sara Minerva Luna Elizarrarás 1

H acia 1955, el médico José Luis Varela señalaba en un artículo periodístico su preocupación
por la expansión de lo que llamaba el “problema del homosexualismo” entre las clases medias
y la élite capitalina.2 El Dr. Varela enfatizaba que era necesario contrarrestar la homosexualidad
debido a su peligrosidad moral, criticando a quienes la consideraban “una simple enfermedad”,
enfoque que en esa época era sostenido por diversos especialistas.3 Para este médico, la creciente
presencia de “degenerados” en las calles de la ciudad y centros de reunión representaba un riesgo
inminente para la juventud, vulnerable de corromperse ante la pérdida de valores morales de la
época. En esa lógica, Varela hacía un llamado a las autoridades locales para que vigilara y llevara
a cabo “la segregación de los invertidos”, único medio que consideraba efectivo para contener
ese “cáncer (...) tan peligroso para la sociedad como la lepra”.4
La alarma del Dr. Varela no era una voz aislada, sino que estaba articulada al pánico moral
manifestado durante la década de 1950 y la siguiente por los sectores más tradicionalistas de las
clases medias y altas de la ciudad.5 Entre ellos pueden mencionarse algunos editorialistas y lectores
de prensa, ciudadanos de a pie, agrupaciones cercanas a la doctrina católica como la Asociación
de padres de familia, o la Legión Mexicana de la Decencia.6 La preocupación común de todos
ellos era el impacto que el proceso urbanizador y modernizador de la ciudad de México había

1
Doctora en Historia por la Universidad Nacional Autónoma de México. slunae@hotmail.com
2
“Cunde una ola de fango en el D.F. y nadie la conjura”, Últimas noticias 1a edición , 17 de diciembre de 1955, p.1.
3
Desde las primeras décadas del siglo XX se había expandido un enfoque endocrinológico sobre la homosexualidad que para los
años cincuenta era gradualmente desplazado por una aproximación psicológica. Ambos enfoques desplazaban la discusión del ren-
glón moral al científico, lo cual no necesariamente implicó la disminución en la estigmatización. Sobre la teoría endocrinológica ver:
Ramírez, Los afeminados, y otros heterodoxos. Una historia social del homoerotismo masculino en la Ciudad de México, desde la postrevolución hasta la
segunda posguerra, Tesis doctoral en Historia, México, Colegio de México, 2016, 272 pp. Sobre el enfoque psicológico los expedientes
de jóvenes llevados al tribunal para menores son bastante elocuentes al respecto.
4
Ibid.
5
La noción sociológica de “pánico moral” es planteada en la década de 1960 por Stanley Cohen en su análisis de la reacción social
ante nuevas culturas juveniles percibidas como amenazantes. Ver: Cohen, Stanley, Folk Devils and moral panics, New york, Routledge,
2003, 3a edición (original de 1972), 282p.
6Ver también: “Urge que la policía haga una redada de degenerados”, Últimas noticias, 9 de enero de 1953, R. Treviño Jr., “”Hacen
de nuestra ciudad abyecta copia de sodoma sus degenerados”, Zócalo, 8 de junio de 1953, p.3 y 17, “Ofensa a la moral en pleno
corazón de nuestra capital”, Últimas noticias, 30 de octubre de 1956, p.9, y “La voz del Ágora: un problema de decencia”, Últimas
noticias, 20 de agosto de 1964, p.4

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tenido en las pautas de comportamiento en materia familiar y sexual.7 Fenómenos como
el aparente incremento de la sexualidad premarital, el número creciente de divorcios,
la carga sexual cada vez más explícita en los espectáculos públicos, la visibilidad del
comercio sexual y la homosexualidad, resultaban en esa óptica, consecuencias de la vida
moderna. Estas preocupaciones llevaban consigo una notoria carga de clase, articulada
en la noción de “decencia”, constantemente referida en las quejas y denuncias de estos
ciudadanos alarmados. Lo decente llevaba consigo una marca ineludible de respetabi-
lidad derivada de dos dimensiones. Por una parte vivir decentemente implicaba contar
con unas condiciones materiales por encima del nivel de supervivencia, y por otra, el
cumplimiento de ciertas prescripciones en materia familiar y sexual. Entre estos dictados
de la decencia, la norma heterosexual ocupaba un papel vital.
Estas expresiones de pánico moral hallaron eco en las autoridades de la capital que
aprovecharon las exigencias moralistas como una manera de legitimar su labor ante las
entonces crecientes clases medias. Esto fue particularmente notorio en la gestión del
sonorense Ernesto P. Uruchurtu durante la cual fueron orquestadas un conjunto de
medidas “moralizadoras” que buscaron desterrar de la mirada pública a los sujetos y
prácticas que causaban más escozor a los alarmados tradicionalistas. Entre los sujetos
afectados por tales medidas estuvieron los homosexuales contra quienes se impulsó
una serie de redadas, que en algunos momentos llegaron a ser continuas y sistemáticas.8
Tales redadas y detenciones llevadas a cabo Uruchurtu por instancias como la policía
capitalina y la Oficina de Espectáculos del DDF son el foco de estudio de este texto.
Una mirada panorámica a los pocos pero diversos rastros documentales dejados por
estas acciones, muestra que la persecución de las prácticas homoeróticas en lugares
públicos en esos años, sobrepasaron en intensidad a lo observado en décadas anteriores.
Además exacerbaron la estigmatización pública de los comportamientos sexuales que
transgredían la norma heterosexual.
En segundo lugar puede apreciarse que las redadas se concentraron en zonas de
la ciudad como el primer cuadro y San Juan de Letrán, particularmente en las salas ci-
nematográficas de estos rumbos. Esta ubicación de las razzias acentuó en el discurso
público la proscripción pública de la homosexualidad , y simultáneamente permitió la
prevalencia de otros espacios de sociabilidad homosexual para las clases medias y la
élite. Ello además de evidenciar el sesgo de clase de estas medidas, favoreció que en los

7
Desde la década de 1940 y hasta mediados de la de 1960, la ciudad de México atravesó un proceso urbanizador que segregó el espacio
citadino en favor de las colonias de clase media y de élite. Ver: Davis, El Leviatán; Urbano, México, Fondo de Cultura Económica,
1999, 530p. Miranda, S., “Por mi raza hablará la metrópoli: Universidad, ciudad, urbanismo y poder en la construcción de Ciudad
Universitaria, 1929-1952”, en: S.Miranda (coord.), El historiador frente a la ciudad de México. Perfiles de su historia prehispánica,
virreinal, moderna y contemporánea, México UNAM-IIH, 2016, 306 pp. y Luna, Modernización, género, ciudadanía y clase media en la ciudad
de México: debates sobre la moralización y la decencia, 1952-1966, México, UNAM, Tesis Doctoral en Historia, 2017, 409p.
5
Además de las redadas que se abordan en este texto, otras medidas importantes realizadas por el Departamento del Distrito Federal
y la policía capitalina en estos años fueron: la estrecha vigilancia y censura de piezas teatrales representadas en foros destinados a un
público de clase media, la modificación de reglamentos de cabarets de segunda y tercera categoría, la clausura de establecimientos
como cantinas, casas de prostitución, hoteles y otros sitios donde presuntamente se ejercía el comercio sexual, y las redadas policiacas
en contra de prostitutas de rodeo y “rebeldes sin causa”. Ver: Luna, Modernización, op.cit.

92
espacios poco visitados por la policía fue aprovechada por grupos de extorsionadores
que usufructuaban con el temor a la exposición social. Finalmente, el texto subraya la
manera en que estas acciones fueron una estrategia de las autoridades del DDF para
ganar legitimidad ante el pánico moral de las clases medias más tradicionalistas.

Las redadas, sus huellas y sus particularidades


La sociabilidad homosexual en la ciudad de México no era cosa nueva en el medio siglo
XX. Desde el sonado caso del “baile de los 41”, el uso de los baños públicos como
lugares de encuentro homosexual, hasta las incursiones nocturnas del joven Salvador
Novo por las calles de la ciudad, dan cuenta de la presencia de prácticas homoeróticas
en la capital.9 Sobre éstas había un velo de discreción y secrecía que reflejaba que la
reputación iba de por medio. Pese a ello, la existencia de núcleos de reunión en el centro
de la ciudad, y el relativamente bajo número de detenciones de homosexuales hecho
por la policía hasta 1951, sugiere que hasta entonces los esfuerzos de las autoridades
por acotar las prácticas homoeróticas no fueron sistemáticos ni intensivos, sino una
reacción a ciertas coyunturas.10
Este panorama cambió con la llegada de Ernesto P. Uruchurtu a la regencia del
Departamento del Distrito Federal (DDF) en diciembre de 1952, momento que coin-
cidió con el creciente pánico moral entre los sectores más tradicionalistas de la clase
media. Recién llegado al cargo, entre las primeras acciones tomadas por el nuevo regente
estuvieron una serie de redadas contra el comercio sexual en las calles del centro de la
ciudad y los hoteles de poca categoría apostados en las mismas. En tales acciones, la
policía e inspectores de reglamentos detuvieron tanto a mujeres de la vida galante como
a vendedores ambulantes y “vagos y malvivientes” que transitaban por el Zócalo de la
ciudad, así como las calles del Órgano (Panamá), Santa Veracruz, Dos de abril, y la
Plaza de Garibaldi, entre otras.11 La prensa elogió profusamente estas medidas, advirtién-
do que con estas ya podía “andar la gente decente por esas calles.12 Si bien los sitios en
donde incursionó la policía eran cercanos a espacios de sociabilidad homosexual como
la plaza de Garibaldi o las calles de San Juan de Letrán, en esas primeras incursiones
policiacas la prensa omitió cualquier referencia a la homosexualidad.
Sin embargo, apenas unos meses más tarde, en junio de 1953, los diarios dieron
cuenta de la redada ejercida por la policía de la capital en contra de “individuos de
raras costumbres y que ofenden la moral pública”.13 La acción policial se llevó a cabo

9
Schuessler, M., “El “Baile de los 41”: leyenda urbana y punto de partida de la homocultura mexicana”, en: Carlos Illades y Georg
Leidenberg (coordinadores), Polémicas intelectuales del México moderno, México, CONACULTA- UAM Cuajimalpa, pp.261-280;
Macías-González, “Entre lilos limpios y sucias sarasas: la homosexualidad en los baños de la ciudad de México, 1880-1910”, en: María
del Carmen Collado (coordinadora) Miradas recurrentes, La ciudad de México en los siglos XIX y XX, Vol. II, pp. 293-310; Rodríguez,
Los afeminados, op.cit.
10
Rodríguez, Los afeminados, op.cit., p.163
11
“Completa limpia de la ciudad”, Últimas noticias, 13 diciembre de 1952, p.6,”Perifonemas”, en Últimas Noticias, 9 de diciembre de
1952, p.5, “La policía continúa con las redadas”, Últimas Noticias, 11 de diciembre de 1952, p.2, “Benéfica limpia”, Últimas noticias,
16 de diciembre de 1952, p.2, “Liberarán al Zócalo de malvivientes”, Excélsior, 7 de enero de 1953, p.5a
12
“Benéfica limpia...”, op.cit.
13
“Redada de tipos de exótico vivir”, El Universal, 16 de junio de 1953, p.24 y 26. También ver: “La policía echó razzia de sarasas y
van a establecer la Zona Roja”, Zócalo, 16 de junio de 1953, p.2

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en la Alameda Central, el Zócalo, la Plaza de la República, así como diversos bares y
cabarets del centro de la ciudad, especialmente en las calles de Donceles y Cuba, con el
resultado de 41 hombres capturados. Entre los lugares revisados por la policía estaban
“Los Eloínes” y “El Canaima”, ubicados en la calle de Cuba, sitios que apenas días
atrás habían sido denostados con gran sensacionalismo por un diario amarillista, por
ser centros de reunión homosexual.
El sábado 20 de junio, otra redada contra homosexuales fue llevada a cabo por
agentes del Servicio Secreto en el Paseo de la Reforma. Los agentes iban a bordo de
automóviles y taxis, lo que servía de señuelo para engañar a los homosexuales que ejer-
cían la prostitución en la zona y cuya clientela era de clase media y alta.16 A diferencia
de la redada anterior, con excepción del diario Zócalo de tinte amarillista, la prensa no
hizo mayor referencia de esta incursión policial ni enlistó los nombres de los detenidos.
Tampoco hay evidencia de archivo o prensa sobre la realización de alguna otra razzia
específicamente en esa principal avenida, lo cual es un indicio de la selectividad con la
que éstas eran llevadas a cabo.
Durante los siguientes años, las razzias contra homosexuales fueron una actividad
recurrente de la policía y otros cuerpos de vigilancia, aunque su visibilidad en la prensa
no fuera permanente. Uno de los momentos en que la prensa les brindó más atención
fue en julio de 1957, cuando la policía realizó una razzia en las calles de Santa María la
Redonda, San Juan de Letrán, Tacuba y Cinco de Mayo, así como en los cines “Aveni-
da”, “Cinelandia”, “Princesa”, “Mariscala”, “Pathé” y “Teresa”, todos ellos ubicados en
la avenida San Juan de Letrán, hoy Eje Central.17 Esta redada fue precedida por otras
medidas contra la prostitución como el desmantelamiento de las accesorias de la calle
del Órgano y la clausura de los prostíbulos clandestinos en colonias de clase media
como la Anzures, o la Nápoles en junio de ese mismo año. La simultaneidad de esas
medidas con el rumor de que Uruchurtu era un posible candidato a la presidencia, deja
ver la manera en que las llamadas acciones moralizadoras redituaban en la legitimidad
del regente.
A partir de 1961, la prensa dio cuenta de las redadas contra homosexuales reali-
zadas por la policía capitalina, la policía judicial y por los inspectores de la Oficina de
Espectáculos en algunos cines capitalinos bajo la consigna de “moralizar” tales sitios.18
Las salas cinematográficas, eran uno de los entretenimientos favoritos en los diversos
sectores de la capital, sobre todo entre los jóvenes, y eran un espacio de sociabilidad
significativo en la configuración de identidades y prácticas de género.19 La creciente
vigilancia en los cines de la capital a finales de los cincuenta estaba relacionada con la
14
“Redada de tipos....”, op.cit.
15
“Hacen de nuestra ciudad abyecta copia de sodoma sus degenerados”, Zócalo, 8 de junio de 1953, p.3 y 17
16
“Razzia sabatina de tulatráis”, Zócalo, 22 de junio de 1953, p.2
17
“Continua su labor profiláctica la policía capitalina”, Excélsior, 16 de julio de 1957, p.22a, y “40 sexodirigibles al bote por locas”,
Zócalo, 16 de julio de 1957, p.6. Para la ubicación de los cines: Alfaro y Ochoa, Espacios distantes, aún vivos... Las salas cinematográficas de
la ciudad de México, México, UAM, 2a ed, 2015, pp.118-120.
18
“Enérgica batida para moralizar los espectáculos”, Últimas noticias, 7 de noviembre de 1961, p.8, “Consignan hoy a los pervertidores:
habrá más redadas”, Últimas noticias, 25 de septiembre de 1964, p.2
19
Rubenstein, Anne, “Theaters of masculinity. Moviegoing and male roles in Mexico before 1960”, en: Victor M. Macías-González
y Anne Rubenstein (editores) Masculinity and sexuality in modern Mexico, University of New México Press, pp.132-151.

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creciente preocupación en la época por la juventud y los llamados “rebeldes sin causa”,
apelativo usado para referir a los jóvenes que causaban alborotos al interior de las salas
y que en más de una ocasión atacaron sexualmente a las espectadoras.20 A su vez las
salas cinematográficas, desde la segunda década del siglo XX se habían convertido en
un sitio habitual para los encuentros homosexuales, espontáneos o no, facilitados por la
oscuridad.21 En las razzias realizadas entre 1961 y 1966, los agentes de estos cuerpos de
vigilancia además de detener a numerosos jóvenes que no lograba acreditar contar con
un trabajo o ser estudiantes, también detenían a todos aquellos “sujetos de conducta
dudosa” encontrados en flagrancia o por la simple sospecha de sostener prácticas ho-
moeróticas.22 En más de una ocasión, las redadas en los cines fueron detonadas por la
alerta dada a los agentes por algún empleado del lugar o algún espectador.23 Inclusive,
la policía estableció una línea telefónica para denunciar la presencia de “personas “raras”
a los cines”, advirtiendo que las quejas serían atendidas inmediatamente.24
Entre las salas donde las razzias condujeron a la detención de varones homosexuales
estaban las ubicadas en San Juan de Letrán ya mencionados, así como los cines Olimpia,
Acapulco, Coloso, Edén, Máximo y Savoy ubicados en el centro de la ciudad.25 Espo-
rádicamente, pero sobre todo a partir de 1964 también hubo redadas en salas ubicadas
en zonas de clase media y élite, como el cine Variedades en avenida Juárez, el cine
Versalles en la calle del mismo nombre en la colonia Juárez, y el cine Diana en el Paseo
de la Reforma.26 Esta creciente vigilancia de cines de clase media, dio pie a que a finales
de ese año, algunos de los padres de familia de los jóvenes detenidos, interpusieran una
denuncia contra el jefe de la policía argumentando que las acusaciones de que sus hijos
tenían “costumbres extrañas” eran falsas, además de que éstos habían sido víctimas de
agresiones físicas y de extorsión.27 Otros más se quejaban en la prensa de que los agentes
policiacos no actuaban con el mismo rigor con las parejas heterosexuales que también “se
amontonan en las filas de atrás de los cines para cometer porquerías indescriptibles”.28
Es probable que debido a estas quejas, el general Luis Cueto, entonces jefe policiaco,
declarara que suspendería las redadas.29 No obstante, las detenciones de homosexuales
en las salas cinematográficas continuaron durante los años siguientes.30
20
Luna, Modernización, pp.144-191.
21
Rodríguez, Los Afeminados,op.cit., p.125
22
“Enérgica batida,,,”, op.cit.
23
Por ejemplo, AHDF, Cárceles, expedientes de reos, Manuel F.
24
“Consignan hoy a los pervertidores...”, op.cit.
25
AHDF/DDF/oficina de gobernación/ caja 9/legajo 2; AGN/ Consejo Tutelar para menores infractores del D.F./caja 957/ 96386/
14 , Caja 951/96380/14/, caja 978 / 96407/ 3 y caja 979 / 96408 / 11 entre varios otros.
26
DDF/oficina de gobernación/ caja 9/legajo 2, Oficio de Oficina central calificadora de Infracciones,13 de diciembre de 1961 ,
“Consignará a cinco individuos de raras costumbres”, Últimas noticias, 30 de septiembre de 1964, p.2, “Fructífera redada en los cines
anoche”, Últimas noticias, 20 de octubre de 1964, p.2
27
“Investigación sobre las capturas hechas por la policía en los cines”, Últimas noticias, 30 de octubre de 1964, p.1 y 5, y “La voz del
ágora: las redadas en los cines”, ‘Ultimas noticias, 11 de noviembre de 1964, p.4
28
“La voz del ágora: sobre las redadas”, Últimas noticias, 26 de noviembre de 1964, p.4
29
“La voz del ágora: acabaron con las razzias”, Últimas noticias, 19 de octubre de 1964, p.4
30
Diversos expedientes del tribunal para menores infractores evidencian detenciones en salas cinematográficas por homosexualidad
en 1965 y 1966, como AGN/ Consejo Tutelar para menores infractores del D. F./ Caja 1066 /96495 /3 Jorge AS y Caja 1144 /
96573/ 10, Jaime LG.

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Los cines no fueron los únicos espacios donde se persiguió a los homosexuales.
También hubo razzias en la vía pública y en casas de prostitución, que aunque poco
visibles en la prensa también fueron recurrentes. Esto puede apreciarse en los partes
de policía que enlistaban a los detenidos por razzia y llevados a la Cárcel de la Ciudad,
también conocida como cárcel Del Carmen. Aunque de estos registros sólo quedan
los correspondientes a los meses de junio a diciembre de 1961, la frecuencia y número
de detenciones deja ver lo incisivo de estas acciones. Tan sólo en esos siete meses, al
menos 216 varones homosexuales fueron detenidos, once de los cuales fueron dete-
nidos más de una vez.31 Tal fue el caso de Javier M, quien ejercía la prostitución y fue
detenido en cuatro ocasiones en ese breve periodo por prostitución en la vía pública,
“pederasta”, “homosexual ya conocido” y “pederasta pasivo”, según se consigna en
los documentos.32 Si bien, estos registros la mayoría de las veces no dan cuenta de las
sanciones impuestas a los detenidos, hay indicios que sugieren que las multas para ellos
eran mayores que las dictadas a las mujeres prostitutas. Por ejemplo, Javier DC ejercía
la prostitución en una casa de asignación ubicada en Azcapotzalco y fue multado por
esta causa con $2,000.33 En cambio, a Sofía GR que también ejercía el comercio sexual
y fue detenida en ese mismo lugar, se le multó con $500, multa similar a la de otras
mujeres detenidas en diversos puntos de la ciudad.34 Lo anterior puede entenderse a la
luz de las prescripciones de la decencia en materia sexual, en los cuales la prostitución
femenina era una especie de válvula de escape al deseo sexual masculino.35 Desde esa
lógica hubo más de un ciudadano que consideraba necesaria la creación de zonas de
tolerancia en la periferia citadina, lejos de la mirada y de las calles habitadas por las fa-
milias decentes.36 En cambio la prostitución masculina transgredía el eje heterosexual
de lo decente, por lo que era considerado con creces un comportamiento reprobable
y socialmente peligroso.
Finalmente, aún cuando el registro de detenciones por homosexualidad era no-
toriamente menor en número que el de las prostitutas llevadas a la cárcel de la ciudad
durante esos mismos meses (un total de 1,084 detenidas), éste no deja de contrastar
con las cifras de décadas previas. Por ejemplo, entre 1930 y 1941 hubo un promedio
de 16 “pederastas” detenidos mensualmente, número que disminuyó a 8 entre 1942 y
1948, para subir a 27 detenciones mensuales entre 1949 y 1951.37 En cambio, el pro-
medio mensual de detenciones de homosexuales en los registros de 1961 asciende a
un promedio mensual de 33. Estos números reflejan el gran peso que las autoridades

31
Los partes de policía se encuentran en AHDF/DDF/oficina de gobernación/ caja 9/legajo 2.
32
AHDF/ DDF/oficina de gobernación/ caja 9/legajo 2, Oficios de la Oficina central calificadora de infracciones, 6 de julio de
1961, 19 de julio de 1961, 14 de octubre de 1961 y 28 de diciembre de 1961.
33
Ver: AHDF/ DDF/oficina de gobernación/ caja 9/legajo 2, Oficio de Oficina central calificadora de Infracciones, 20 de septiem-
bre de 1961.
34
Ibid.
35
Ver: “No se trague su bilis, escríbale a Zócalo”, Zócalo, 25 de junio de 1953, p.11.
36
Ibid., Carta de E. Olvera a secretario de la presidencia, 21 de septiembre de 1960, AGN/ALM425.3/22
37
Rodríguez, Los afeminados, op.cit. p.151.

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capitalinas otorgaron a responder las demandas derivadas del pánico moral de los más
tradicionalistas entre las clases medias capitalinas.

Los intersticios de la persecución: sociabilidades toleradas y extorsión


Las redadas impulsadas por las autoridades capitalinas estuvieron centradas predomi-
nantemente en espacios de sociabilidad homosexual, enclavados en zonas de extracción
popular. Tanto las céntricas calles donde estaban cervecerías y otros lugares dirigidos
a una clientela homoerótica, así como la avenida San Juan de Letrán, eran sitios que
compartían espacio con cabarets, cantinas, y teatros para el público general pero de
recursos modestos. En cambio, espacios homoeróticos ubicados en calles y colonias de
clase media eran menos frecuentados por la policía. En ese sentido, no hay evidencia
de que la policía interviniera en restaurantes como “El Yuma” que en la primera mitad
de la década de 1950 tenía entre sus parroquianos a homosexuales y lesbianas de clase
media y élite, pese a los señalamientos de la prensa amarillista contra el lugar.38 Tampoco
hay evidencia de que los agentes policiales visitaran la casa de asignación clandestina
ubicada en Minnesota 22 en la colonia Nápoles, donde los alarmados vecinos alertaban
sobre la presencia de “afeminados” en el lugar.39
Algo similar parece haber ocurrido en el Paseo de la Reforma, donde con excepción de
la redada realizada en julio de 1953, no hay registro oficial o en la prensa de otra acción
similar. Ello no quiere decir que tales sitios estuvieran libres de peligro para aquellos
varones de clase media y alta que recorrían la zona para buscar algún compañero sexual
entre los jóvenes que con ese propósito se apostaban en esa avenida. La intensidad de las
redadas policiales en otras zonas de la ciudad, así como las voces de pánico moral de la
época, crearon un clima propicio para la extorsión por parte de bandas delincuenciales
y de la propia policía. Ya desde 1956, el periodista Ernesto Julio Teissier, en su columna
del diario Novedades, refería la existencia de la banda de los “vendedores de silencio”,
capitaneada entonces por un individuo llamado Enrique Moreno. Esta agrupación de-
lictiva se dedicaba a “colocar en lugares estratégicos de Reforma a chamacos que atraen
a gente de dinero y de costumbres especiales”.40 Una vez que uno de estos muchachos
conseguía un cliente, y comenzaban los escarceos eróticos, la pareja era sorprendida por
otros miembros de la banda que se hacían pasar por agentes policiales. Éstos amenaza-
ban a la víctima con la exposición pública en los periódicos, argumento que les permitía
despojarlos de diversas cantidades de dinero. Los agraviados se aprestaban a pagar lo
necesario para preservar el secreto de su homosexualidad ante sus esposas o novias.41
Las ganancias podían variar entre $300 y $900 pesos por persona, lo que da cuenta de

38
El periódico Zócalo en 1953 señalaba que este sitio pertenecía a Manolo Calvo y Jorge Fábregas, estrechamente vinculados con el
medio teatral. En: R. Treviño, “Hacen de nuestra ciudad...”, op.cit., “Revuelo de maricas y sus managers por la exposición de vicios
y lacras”, Zócalo, 9 de junio de 1953, p.2,
39
“La voz del ágora: ya no soportan lo que ocurre en un prostíbulo”, Últimas noticias, 14 enero 1957, p.5
40
E.J. Teissier, “Ciudad”, Novedades, 15 de mayo de 1956, p.15a
41
Una de las víctimas de la banda les había suplicado que “no lo fueran a perjudicar porque se iba a casar” y les ofreció $4,000 a cambio
de su silencio. En: “Declaración de Heberto Piñón Barrueta, en: AHDF/ Jefatura de Poicía/ caja 12/ exp. 81/ legajo 1/ f. 15-16

97
la extracción social de éstos.42 Dicha banda funcionó sin contratiempos al menos hasta
octubre de 1959, cuando Enrique Moreno fue detenido. El éxito de su operación se
debió en gran medida a que actuaba en conivencia con el agente del servicio secreto
Gregorio Buitrón, quien a su vez era el contacto con los jóvenes homosexuales usados
como gancho.
Muy probablemente la banda de los “vendedores de silencio” no era la única, y otros
grupos hacían lo propio en otros espacios de homosociabilidad de clase media como los
moteles o “courts”. Uno de los relatos incluidos en el libro Hotel de Paso, sobre uno de
estos sitios apostado en la carretera que salía a Toluca en Cuajimalpa, describe el modus
operandi de la “mafia de los argentinos”.43 Éstos también se hacían pasar por policías
sorprendían en su habitación a varones previamente enganchados por jóvenes. En
otros casos, agentes en servicio también aprovechaban el temor a la exposición social
para obtener ingresos extras en redadas extraoficiales en calles y salas cinematográficas
de clase media, como la avenida Insurgentes y el cine Las Américas.44 En esos lugares
fueron aprehendidos y subidos a la “julia” los jóvenes Jaime L y Víctor R, en donde
los policías les advirtieron que si les daban dinero podrían soltarlos o en caso contrario
los iban a “quincear”, es decir, pasarían 15 días encarcelados.
En este juego de la extorsión no debe pasarse por alto la “colusión” de varones jóvenes
que ejercían el comercio sexual. En el caso de los “vendedores de silencio” los otros
miembros de la banda declararon que las ganancias eran repartidas equitativamente
incluyendo a quien hacía de gancho, por lo que para ellos representaría una forma de
ganar un ingreso. La colaboración de homosexuales con la policía era diferente en otros
casos. Por ejemplo, en las detenciones de Jaime y Víctor apenas referidas, éstas derivaron
de que un joven apodado “La Manola” los identificara como homosexuales ante los
agentes. En estos casos no puede descartarse que la ayuda de “La Manola” también
fuera fruto de la extorsión. Después de todo, como se apreció en los listados de dete-
nidos en las redadas, los homosexuales que se dedicaban al comercio sexual, que muy
probablemente eran de extracción popular eran constantemente asediados por la policía.

42
Declaración de Enrique Moreno, 9 octubre 1959, AHDF/ Jefatura de Policía/ caja 12/ exp. 81/legajo 1/ f. 10-11
43
Rubio, J., Hotel de paso, México, Costa-Amic, 1974, pp.98 y ss.
44
AGN/ Consejo Tutelar para menores infractores del D.F./ Caja 1144 / 96573/ Exp. 10 y 11.

98
Reflexiones finales
Las redadas efectuadas por los diversos cuerpos de vigilancia del Departamento del
Distrito Federal tuvieron diversas aristas. Por una parte fueron una estrategia de legiti-
mación por parte de las autoridades capitalinas ante la alarmada mirada de los sectores
más tradicionalistas de las clases medias. Con tales acciones, el DDF y en particular el
llamado “Regente de hierro”, ganaron grandes simpatías entre los sectores medios, lo
que sin duda tuvo un peso significativo en su permanencia en el cargo que se extendió
por casi tres lustros.45
Por otra parte, las redadas al responder a los temores morales de los sectores más tra-
dicionalistas, acentuaron la proscripción y estigmatización de la homosexualidad en
el discurso público, y alentaron a la población a denunciar los comportamientos “des-
viados”. Ello sin duda también incrementó la gravedad de las sanciones sociales ante el
reconocimiento público de la homosexualidad, y reforzó la connotación negativa atri-
buida a las identidades homoeróticas. Si bien en esa época, la explicaciones psicológicas
sobre la homosexualidad iban ganando terreno entre los sectores más secularizados,
aún faltarían décadas para desterrar las aproximaciones que patologizaban a quienes
transgredían la norma heterosexual.
A su vez, la proscripción de la homosexualidad, aunada a las sanciones diferenciadas a
varones y mujeres que ejercían el comercio sexual, muy probablemente contribuyeron
a reforzar los matices de género de las prescripciones de la decencia en materia sexual.
En ese sentido las indiscreciones sexuales de los varones con mujeres prostitutas eran
tolerados como una falta menor en comparación con la posibilidad de ser sorprendidos
en un encuentro homosexual. Por otra parte, pocas han sido las huellas de homosexuali-
dad femenina encontradas hasta ahora. La breve extensión de este texto hace imposible
abordarlas, pero la misma ausencia documental sugiere que la secrecía en torno de las
mismas era mayor. Ello quizá refleje que entre las transgresiones femeninas a las normas
sexuales, el lesbianismo era considerada la de mayor gravedad.46
Finalmente, el sesgo de clase reflejado en la distribución territorial de las redadas, muestra
que aunque éstas buscaban la simpatía de los sectores de clase media, la mayoría de los
sujetos afectados por las mismas eran de extracción popular. Ello no sólo contradecía
la premisa de que la homosexualidad era un “problema” de las clases medias y la élite,
como acusaba el Dr. Valera referido al inicio del texto. También era evidencia de las
contradicciones discursivas y la doble moral de las autoridades policiales, y muy proba-
blemente del propio Ernesto Uruchurtu.

45
Ariel Rodríguez Kuri refiere que la permanencia de Uruchurtu en el poder capitalino durante tantos años, fue su capacidad de ma-
nejar el conflicto para sostener, un “equilibrio excluyente” en un contexto de rápido crecimiento demográfico y de la secularización
de valores y hábitos de la población. Rodríguez Kuri,A: “Ciudad oficial, 1930-1970”, en A. Rodríguez Kuri (Coord.), Historia política
de la Ciudad de México (desde su fundación hasta el año 2000), México, El Colegio de México, 2012, p.450.
46
Desde la censura ejercida a piezas teatrales que abordaban el tema, hasta los dictámenes emitidos por especialistas del Tribunal de
Menores infractores sobre la homosexualidad de Carmen MM y Guadalupe DL sostienen esta hipótesis que aún queda por explorar
más en profundidad. Sobre censura y teatro ver: Luna, Modernización, op.cit., pp.253-310.

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ARCHIVOS
Archivo General de la Nación (AGN)
Archivo Histórico del Distrito Federal (AHDF)

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