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Me deprimiría mucho ser Taylor Swift.

Taylor es la peor clase de personaje principal. Es alguien que no es artífice de su propio destino,
pero aun si estuviéramos a merced de la perspectiva filosófica del determinismo, Taylor ni siquiera
se toma la molestia de parecerlo. Quizás todos estemos empujados por las acciones del pasado,
pero Taylor me transmite una sensación de desconexión con el mundo a su alrededor que hace
imposible que me la tome enserio como artista. Estoy seguro que habrá personas que puedan dar
esta misma explicación como base del por qué les gusta Taylor Swift, y están en el total derecho
de tener su propia opinión, pero a mí me hace sentir como que hay alguien allí, en el fondo de
todo el maquillaje y forzadas buenas vibras, que haría música mucho mejor que ella.

Me gustan algunas canciones de Taylor Swift. Su último álbum me parece una clara mejoría al
ponerlo contra Reputation, y nada me deprime más que esta frase. Taylor estaba intentando
voltear la narrativa, quería dejar de ser el personaje secundario de las locuras de Kanye West, la
victima de la imagen pública de Kim Kardashian. Había tratado de hacer esto en 1989, pero no
llegó a la cumbre de su imagen de chica mala hasta que lanzó Look What You Made Me Do. Es por
esto que me duele que haya sido un álbum tan musicalmente vacío, pues había oro allí, que
terminó siendo reemplazado por unas piedras pintadas de amarillo.

Hubo un momento en la vida artística de Taylor Swift en la que era la voz de una generación, y aun
cuando no puedo conectar con la música que sirvió como plataforma para esta voz, sería idiota
negarlo. Uno de mis mejores amigos la llama “el ángel de labios rojos y ojos azules”, y haría falta
un sociópata más ido que yo para tratar de invalidar la felicidad que le trae a las personas como él.

Una chica blanca que sabe tocar guitarra… no es sorpresa que se haya vuelto un ícono de la
cultura popular, para bien o para mal. Pudo haber sido una modelo y vivir toda su vida alejada del
drama de tabloides, con esos ojos. Pudo haber sido una escritora de grandes éxitos tras
bambalinas, con ese sentido melódico. Pudo haber sido muchas cosas, pero decidió ser una
estrella del pop a una edad en la que mucha gente es incapaz de proyectar algo que no pueda ser
fácilmente reducido a “incapacidad de quedarse quieto”.

Pero ese momento pasó. Taylor Swift está luchando por volver a estar en el centro del mundo, un
mundo que está apuntando los reflectores que solían ser suyos a nuevos rostros como Lana del
Rey, Halsey, Marina, Ariana y sí… Billie Eilish.

La llegada de Billie Eilish a la escena de la música pop envió vibraciones por toda la industria, que
habían estado esforzándose por proyectar autenticidad, pero teniendo problemas balanceándola
con la imagen que querían lanzar de sus artistas. Billie agarró la pregunta y se rio en su rostro, sin
importarle si parece sexy, pues usa ropa holgada. Sin importarle si es cringe, pues no tiene
problemas en usar fotos embarazosas como material promocional. Transparente desde sus inicios,
no tengo problema en llamar a Billie Eilish la archienemiga de Taylor Swift.

La diferencia entre Billie Eilish y Daenerys Targaryen, es que sólo sus soldados la aplaudieron
cuando quemó King’s Landing y acabó siendo traicionada por sus aliados más cercanos. Billie nos
ha vuelto a todos inmaculados que matarían por conquistar el mundo junto a ella.

Por eso me deprimiría ser Taylor Swift. Debe luchar una batalla contra el tiempo para volver a
conquistar a un público que ha crecido. En la misma ruta que se llevó a Madonna y Britney Spears
de la consciencia pública. Me intriga la historia de Taylor Swift mucho más que su música como
producto cultural. No me podría importar menos con cuánta gente se acuesta, pero estoy
dispuesto quitarme el sombrero ante su habilidad para entretenerme, aún si es su caída lo más
interesante que ha hecho por mí.

El mismo año que Taylor Swift volvió a sacar música, Ariana Grande la dejó en vergüenza al
convertir su drama personal e imagen pública en no uno, sino dos álbumes que serán
probablemente recordados como los dos discos más importantes de su carrera. Lana del Rey
maduró como cantautora en Norman Fucking Rockwell, mostrándome un mundo del que por
primera vez no sentí necesidad de huir, aunque siga sin convencerme. El mundo ha crecido más
allá de Taylor Swift, y es el deber de quienes nos esforzamos por entender la cultura popular, ya
sea por placer o simple fascinación, documentar la caída de uno de los grandes íconos de nuestra
generación, pues llegará un momento en el que será Billie Eilish la que será desplazada de la
relevancia por una reina más nueva, hermosa y poderosa, y seré yo el viejito al que habrá que
explicarle la situación.

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