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Resúmenes de Fallos Unidad II

Arancibia Clavel (2004)


Al acusado Arancibia Clavel, el Tribunal Oral Federal número seis lo condeno a la pena de reclusión
perpetua y accesorias por considerarlo partícipe necesario del homicidio, agravado por el uso de explosivos
y por el concurso de dos o más personas, del matrimonio Prats Cuthbert y como autor de la conducta
consistente en pertenecer a una asociación ilícita integrada por diez o más personas con una organización
de tipo militar e integrada por oficiales o suboficiales de las fuerzas armadas, quienes disponían de armas
de fuego y explosivos y recibía apoyo, ayuda o dirección de funcionarios públicos; entendidos a estos
participes como miembros del gobierno de facto de Augusto Pinochet en Chile, mas la colaboración de
personas o funcionarios públicos Argentinos en carácter de informantes o meros participes logísticos.
El homicidio se cometió en la República Argentina por ciudadanos chilenos contra ciudadanos chilenos.
Asimismo se acredito que el condenado había formado parte de la DINA (dirección de inteligencia nacional
de Chile, facción exterior), dependiente del gobierno ya mencionado durante los años de 1974 a 1978.
Dicho cuerpo constituía una asociación ilícita integrada por más de diez miembros cuya finalidad consistía
en la persecución en todo el mundo de los opositores políticos exiliados y miembros del gobierno Chileno
derrocado, también exiliados; cuyo fin fue la persecución, la privación ilegitima de la libertad, las lesiones
por medio de torturas, la sustracción de documentos para su falsificación y reutilización, como amedrentar
a los exiliados que tomaren conocimiento de dichas actividades, con el fin de que estas personas exiliadas
no se organizaren políticamente.
Por estos motivos el tribunal oral fallo contra el acusado Clavel, como autor del delito de asociación ilícita
agravada, en concurso real con el de participación necesaria en el homicidio. A raíz de este fallo la parte
demandada apelo a la Cámara de Casación Penal, esta caso parcialmente y sobreseyó al imputado en el
delito de asociación ilícita por el motivo de la prescripción del delito y por considerar igual como no
probado tal asociación.
La parte querellante, en representación del gobierno de Chile, interpuso el recurso extraordinario federal
por considera al fallo de la Cámara de Casación Penal como arbitrario.
El Procurador General de la Nación, dictamino como insustanciales los agravios presentados por la parte
querellante, para ser tratados por la Corte Suprema de Justicia de la Nación, ya que expuso en seis
consideraciones que la decisión de la Cámara de Casación Penal cuenta con fundamentos suficientes para
descartar la acusación de fallo arbitrario. Y así en la fecha citada el Procurador General de la Nación rechazo
la queja.
A raíz de la denegación del recurso extraordinario federal, la parte querellante interpuso la queja.
En consecuencia la Corte Suprema de Justicia de la Nación resolvió en la materia sustantiva del caso. Falló
correspondiendo el criterio de aplicar los tratados internacionales y el ius gentium. Declaro procedente el
recurso extraordinario, dejo sin efecto la sentencia apelada, remitió los autos al tribunal de origen para que
se falle conforme al dictamen de esta (que fue el mismo que en el tribunal original), en la fecha del
veinticuatro de agosto de 2004.
Las consecuencias que se desprenden del Fallo en cuanto a las fuentes de derecho internas y externas
pesan sobre la supremacía que tienen unas fuentes sobre otras. La C.S.J.N. en el fallo en que se juzga a
Arancibia Clavel al referirse a la imprescriptibilidad de los delitos de lesa humanidad dice:
“Que en rigor no se trata propiamente de la vigencia retroactiva de la norma internacional convencional,
toda vez que su carácter de norma consuetudinaria de derecho internacional anterior a la ratificación de la

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convención de 1968 era ius cogens, cuya función primordial "es proteger a los Estados de acuerdos
concluidos en contra de algunos valores e intereses generales de la comunidad internacional de Estados en
su conjunto, para asegurar el respeto de aquellas reglas generales de derecho cuya inobservancia puede
afectar la esencia misma del sistema legal" (Fallos: 318:2148, voto de los jueces Nazareno y Moliné
O'Connor).
Desde esta perspectiva, así como es posible afirmar que la costumbre internacional ya consideraba
imprescriptibles los crímenes contra la humanidad con anterioridad a la convención, también esta
costumbre era materia común del derecho internacional con anterioridad a la incorporación de la
convención al derecho interno”
Así, se puede entender que el “ius cogens” o costumbre internacional estaría incluso por encima de la
Constitución Nacional misma, toda vez que al ser ésta aceptada por el Estado Nacional, la obliga en forma
automática, dejando de aplicarse el derecho interno para pasar a aplicar el “ius cogens” internacional
automáticamente, o sea, en forma operativa, incluso antes de que se incorpore una convención al derecho
interno, ya que la fuente seria la costumbre misma.
Para entender el razonamiento del voto mayoritario de la Corte, se puede mencionar al análisis de la autora
María A. Gelli “el art. 75, inc 22, dispuso que los tratados de Derechos Humanos que allí se enunciaban,
tienen jerarquía constitucional a) en las condiciones de su vigencia; b) no derogan articulo alguno de la
primera parte de la Constitución; y c) deben entenderse complementarios de los derechos y garantías en
ella reconocidos”. Asimismo la autora haciendo un paralelismo con el fallo “Chocobar” (321 :885 de 1998)
concluye “ en varios precedentes de la Corte Suprema se sostuvo que los convencionales constituyentes de
1994 efectuaron el análisis de compatibilidad entre aquellas dos fuentes normativas, verificando que no se
produjo derogación alguna de la primera parte de la Constitución. En consecuencia, no cabria a los
magistrados judiciales más que armonizar ambas fuentes- Constitución y tratados-en los caso concretos”.
Este análisis se puede complementar por el voto del Juez Boggiano, en el considerando 10 párrafo segundo:
“En rigor, cuando el Congreso confiere jerarquía constitucional al tratado hace un juicio constituyente por
autorización de la Constitución misma según el cual al elevar al tratado a la misma jerarquía que la
Constitución estatuye que este no solo es arreglado a los principios de derecho público de la Constitución
sino que no deroga norma alguna de la Constitución sino que la complementa.” ... “ Si tal armonía y
concordancia debe constatarse, es obvio, con mayor razón que el tratado también se ajusta al Art. 27 de la
Constitución”.
Como corolario citamos al doctrinario Miguel M. Padilla, en opinión del autor, sostiene sobre dos puntos su
postura crítica hacia la Corte, a saber: Se refiere a la Convención sobre Crímenes de Lesa Humanidad,
considerando la opinión en el voto mayoritario y haciendo mención a la opinión de uno de los jueces que
integraron dicho voto.“
En lo tocante a este instrumento, creo interesante citar este autorizado juicio: “Sin embargo, se ha dicho
que en razón de escasos números de estados que han expresado su consentimiento en obligarse por ella y
de la práctica de rechazarse pedido de extradición por tales crímenes fundados, precisamente, en la
prescripción de la acción, resultaría difícil sostener que esta regla tenga una fuente tanto convencional
como consuetudinaria y que, por ende, pudiera tratarse de un principio general del derecho internacional
bien reconocido por la comunidad internacional” H.G. Posse “Los principios generales del derecho y los
crímenes más graves de trascendencia internacional”, en una publicación editada por la Academia Nacional
de Derecho y Ciencias Sociales titulada “La Corte Penal Internacional y su competencia”. Bs. As. 2004.
El segundo punto tratado por el autor es con referencia a al estatuto de Roma, citado también en el voto de
la mayoría. El estatuto se aprobó el diecisiete de julio de 1998, entro en vigor el primero de julio de 2002 y,

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la Nación Argentina deposito el instrumento de ratificación el ocho de febrero de 2001.Él articulo 11
prescribe: La Corte tendrá competencia únicamente respecto de crímenes cometidos después de la entrada
en vigor del presente Estatuto.
Y el autor se pregunta “¿Puede caber alguna duda en cuanto a la no aplicabilidad de las normas del
Estatuto de Roma solamente para hechos y actos posteriores a su entrada en vigencia?”. (reflexiones
jurídicas en torno de la doctrina de la corte suprema en el caso Arancibia clavel, academia nacional de
ciencias morales y políticas bs. As. 2005, páginas 322 y 363 respectivamente)
Como se puede apreciar en forma sucinta, el fallo de la Corte hace aplicación de los Tratados de Derechos
Humanos con rango constitucional, de forma operativa, lo que no obsto a recibir críticas debido a la
complejidad en la armonización de las garantías Constitucionales y las responsabilidades de la Nación
Argentina frente a los ciudadanos y a los Estados.

Resumen fallo Simón, Julio Héctor y otros (14/06/2005) - Cita Fallos Corte: 328:2056
Hechos
La Cámara de Apelaciones confirmó el auto de procesamiento con prisión preventiva de un militar por
crímenes contra la humanidad. Contra esa resolución la defensa interpuso recurso extraordinario, cuya
denegación motivó una presentación directa ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación, que hizo lugar
parcialmente al recurso y, por mayoría, declaró la inconstitucionalidad de las leyes de obediencia debida y
punto final y, asimismo, la constitucionalidad de la ley 25.779 que declara la nulidad absoluta e insanable
de las leyes mencionadas.
Sumarios
1 – La progresiva evolución del derecho internacional de los derechos humanos con el rango establecido
por el art. 75, inc. 22 de la Constitución Nacional ya no autoriza al Estado a tomar decisiones -en el caso, la
Corte Suprema declaró la invalidez constitucional de las leyes 23.492 y 23.521 de punto final y de
obediencia debida (Adla, XLVII-A, 192; XLVII-B, 1548)- cuya consecuencia sea la renuncia a la persecución
penal de delitos de lesa humanidad, en pos de una convivencia social pacífica apoyada en el olvido de
hechos de esa naturaleza
2 – Es inadmisible el recurso extraordinario en cuanto al agravio fundado en la falta de legitimación del
presidente del Centro de Estudios Legales y Sociales para ejercer el rol de querellante en el proceso
tendiente a que se declare la inconstitucionalidad de las leyes 23.492 y 23.521 de punto final y de
obediencia debida 492 (Adla, XLVII-A, 192; XLVII-B, 1548), respectivamente, pues la decisión que rechaza la
excepción de falta de acción y acepta el rol de parte querellante no constituye sentencia definitiva, en tanto
no pone término al pleito ni impide su continuación.
3 – Si bien en el ámbito de la justicia penal nacional, la Cámara Nacional de Casación Penal es tribunal
superior de la causa cuando se invoquen agravios de naturaleza federal que habiliten la competencia de la
Corte Suprema por vía extraordinaria, frente a la imposibilidad jurídica de reeditar la instancia casatoria,
pues el imputado agotó y consintió la denegación de esta vía de impugnación, su conducta no puede jugar
en contra del ejercicio de su derecho de defensa -a los fines del remedio federal intentado-, ya que en
definitiva su proceder se ajustó a las reglas establecidas y aceptadas por la doctrina imperante.
4 – Las leyes 23.492 y 23.521 -de punto final y de obediencia debida (Adla, XLVII-A, 192; XLVII-B, 1548)- que
intentaron dejar atrás los enfrentamientos entre “civiles y militares”, en cuanto se orientan, como toda
amnistía, al “olvido” de graves violaciones a los derechos humanos, se oponen a las disposiciones de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos y el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, y
resultan, por lo tanto, constitucionalmente intolerables -arg. art. 75, inc. 22, Constitución Nacional-.

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5 – La circunstancia de que leyes orientadas hacia el olvido de graves violaciones a los derechos humanos
-en el caso, leyes 23.492 y 23.521 de punto final y de obediencia debida (Adla, XLVII-A, 192; XLVII-B, 1548),
respectivamente- puedan ser calificadas como “amnistías” ha perdido toda relevancia en cuanto a su
legitimidad, pues, en la medida en que dichas normas obstaculizan el esclarecimiento y la efectiva sanción
de actos contrarios a los derechos reconocidos en los tratados internacionales en la materia -art. 75, inc. 22
Constitución Nacional-, impiden el cumplimiento del deber de garantía a que se ha comprometido el Estado
argentino, y resultan inadmisibles.
6 – La inadmisibilidad de las disposiciones de amnistía y prescripción, así como el establecimiento de
excluyentes de responsabilidad que tiendan a impedir la investigación y sanción de los responsables de
violaciones graves de los derechos humanos configura un aspecto central de la jurisprudencia de la Corte
Interamericana Derechos Humanos, cuyos alcances -en el caso, con relación a la impugnación
constitucional de las leyes 23.492 y 23.521 de obediencia debida y de punto final (Adla, XLVII-A, 192; XLVII-
B, 1548), respectivamente- no pueden ser soslayados.
7 – Corresponde declarar de ningún efecto las leyes 23.492 y 23.521 -de punto final y de obediencia
debida- (Adla, XLVII-A, 192; XLVII-B, 1548) y cualquier acto fundado en ellas que pueda oponerse al avance
de los procesos que se instruyan, o al juzgamiento y eventual condena de los responsables, u obstaculizar
en forma alguna las investigaciones llevadas a cabo por los canales procedentes y en el ámbito de sus
respectivas competencias, por crímenes de lesa humanidad cometidos en el territorio de la Nación
Argentina.
8 – Corresponde declarar la validez de la ley 25.779 (Adla, LXIII-E, 3843), por medio de la cual el Poder
Legislativo declara insanablemente nulas las leyes 23.492 y 23.521 -de punto final y de obediencia debida-
(Adla, XLVII-A, 192; XLVII-B, 1548), pues su contenido coincide con lo que los jueces deben declarar con
relación a las leyes referidas y, en la medida en que las leyes deben ser efectivamente anuladas, declarar la
inconstitucionalidad de dicha norma para luego resolver en el caso tal como ella lo establece constituiría un
formalismo vacío.
9 – La ley 25.779 (Adla, LXIII-E, 3843), por medio de la cual el Poder Legislativo declara insanablemente
nulas las leyes 23.492 y 23.521 -de punto final y de obediencia debida- (Adla, XLVII-A, 192; XLVII-B, 1548),
es el de intentar dar cumplimiento a los tratados constitucionales en materia de derechos humanos por
medio de la eliminación de todo aquello que pudiera aparecer como un obstáculo para que la justicia
argentina investigue debidamente los hechos alcanzados por dichas leyes y, de este modo, subsanar la
infracción al derecho internacional que ellas continúan representando.
10 – Cabe declarar la inaplicabilidad de las leyes 23.492 y 23.521 -denominadas respectivamente “de punto
final” y “de obediencia debida”- (Adla, XLVII-A, 192; XLVII-B, 1548) respecto de quien fuera imputado por
crímenes de lesa humanidad, pues corresponde aplicar el principio de imprescriptibilidad de los delitos en
cuestión derivado tanto del derecho internacional consuetudinario cuanto de la Convención de la
Imprescriptibilidad de los Crímenes de Guerra y de Lesa Humanidad (del voto del doctor Boggiano).
11 – Las leyes 23.492 y 23.521 -denominadas respectivamente “de punto final” y “de obediencia debida”
(Adla, XLVII-A, 192; XLVII-B, 1548)- resultan inaplicables respecto de quien fuera imputado por crímenes de
lesa humanidad, toda vez que la inaplicabilidad de las normas de derecho interno de prescripción de los
delitos de lesa humanidad tiene base en el derecho internacional ante el cual el derecho interno es sólo un
hecho (del voto del doctor Boggiano).
12 – El desarrollo progresivo del derecho internacional de los derechos humanos impone en la etapa actual
del acelerado despertar de la conciencia jurídica de los Estados de investigar los hechos que generaron las
violaciones a aquéllos, identificar a sus responsables, sancionarlos y adoptar las disposiciones de derecho

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interno que sean necesarias para asegurar el cumplimiento de esta obligación -en el caso, se declaró la
inaplicabilidad de las leyes 23.492 y 23.521 denominadas respectivamente “de punto final” y “de
obediencia debida”- (Adla, XLVII-A, 192; XLVII-B, 1548), a fin de evitar la impunidad y garantizar el libre y
pleno ejercicio de los derechos de las personas sujetas a su jurisdicción (del voto del doctor Boggiano).
13 – Los delitos contra el derecho internacional, contra la humanidad y el derecho de gentes pueden ser
juzgados aún fuera del país en el que se hubiesen cometido de acuerdo a la teoría de la jurisdicción
universal -en el caso, se declaró la inaplicabilidad de las leyes 23.492 y 23.521 denominadas
respectivamente “de punto final” y “de obediencia debida” (Adla, XLVII-A, 192; XLVII-B, 1548) -, toda vez
que los mismos violan una norma de “ius cogens” y en modo sistemático lesionan el derecho internacional
(del voto del doctor Boggiano).
14 – Cabe declarar la inconstitucionalidad de la ley 23.521 (Adla, XLVII-B, 1548), conocida como ley de
obediencia debida, en cuanto establece que quienes a la fecha de la comisión del hecho ilícito hubieran
revestido la calidad de oficiales, suboficiales o personal de tropa de las Fuerzas Armadas, de Seguridad,
Policiales o Penitencarias, no son punibles por los delitos establecidos en el art. 10 de la ley 23.049 (Adla,
XLIV-A, 8) por entender que habían obrado en virtud de obediencia debida, toda vez que la presunción
exculpatoria “iure et de iure” consagrada en la norma impugnada importa la invasión por parte del Poder
Legislativo de funciones propias del Poder Judicial, en clara violación al art. 116 de la Constitución Nacional
(del voto del doctor Maqueda).
15 – La ley de punto final -ley 23.492 (Adla, XLVII-A, 192)- debe ser considerada una ley de amnistía
encubierta, no sólo porque el fin invocado por el Poder Ejecutivo Nacional para sancionarla fue la
“consolidación de la paz social y reconciliación nacional”, sino también porque el ámbito de aplicación de la
referida norma se limitó a hechos del pasado, quedando vedada su aplicación a casos futuros (del voto del
doctor Maqueda) .
16 – Las leyes 23.492 y 23.521 (Adla, XLVII-A, 192; XLVII-B, 1548), conocidas como leyes de punto final y
obediencia debida respectivamente, desconoce todo rol a las víctimas del terrorismo de Estado y a sus
familiares de acudir a los tribunales a solicitar el esclarecimiento y sanción penal de los responsables, a
pesar de ser éstos afectados directos (del voto del doctor Maqueda) .
17 – Resulta válida la ley 25.779 (Adla, LXIII-E, 3843) que declaró la nulidad de las leyes de punto final y
obediencia debida, pues sin perjuicio de que el Poder Judicial es el órgano facultado para declarar la
eventual inconstitucionalidad de las leyes impugnadas, ello no obsta a que el Poder Legislativo pueda dar
cuenta del grado de adecuación constitucional de su accionar, ya que el art. 75 inc. 22 de la Constitución
Nacional obliga a todos los poderes del Estado en su ámbito de competencias a hacer posible la plena
vigencia de los derechos y garantías constitucionales (del voto del doctor Maqueda).
18 – El delito de privación ilegítima de la libertad previsto en los arts. 141, 142 y 144 bis del Cód. Penal
contiene una descripción lo suficientemente amplia como para incluir aquellos supuestos específicos
denominados “desaparición forzada de personas” (del voto del doctor Maqueda).
19 – La desaparición forzada de personas no sólo configura un crimen de lesa humanidad para la ley
internacional, sino que dicha conducta se encuentra también tipificada en el delito de privación ilegítima de
la libertad establecido en los arts. 141, 142 y 144 bis del Cód. Penal, lo cual implica preservar el principio de
legalidad cuyo fin es que cualquiera que vaya a cometer un acto ilegal esté advertido con anterioridad por
la norma que esa conducta constituye delito y que su realización conlleva una pena (del voto del doctor
Maqueda).
20 – La imprescriptibilidad de los crímenes de lesa humanidad se vincula con la obligación de los Estados
nacionales de adoptar las medidas tendientes a la persecución de este tipo de delitos con el consiguiente

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deber de no imponer restricciones, de fundamento legislativo, sobre la punición de los responsables de
tales hechos (del voto del doctor Maqueda).
21 – Los principios que en el ámbito nacional se utilizan para justificar el instituto de la prescripción no
resultan aplicables a los delitos de lesa humanidad, pues la imprescriptibilidad de estos delitos aberrantes
opera como una cláusula de seguridad tendiente a evitar que los restantes mecanismos adoptados por el
derecho internacional se vean burlados mediante el mero transcurso del tiempo (del voto del doctor
Maqueda).
22 – La ley 25.779 (Adla, LXIII-E, 3843) al conferir jerarquía constitucional a la Convención sobre la
Imprescriptibilidad de los Crímenes de Guerra y de los Crímenes de Lesa Humanidad ha sumado al deber de
punición que corresponde a los tribunales, la presencia de una norma positiva de derecho internacional
que consagra la imposibilidad de considerar extinguida la acción penal por prescripción respecto de los
delitos de lesa humanidad (del voto del doctor Maqueda).
23 – El sistema internacional de protección de los derechos humanos impide a los Estados disponer
medidas que excluyan la persecución penal tendiente a investigar la presunta comisión de crímenes de lesa
humanidad y el eventual castigo de los responsables de dichos crímenes (del voto del doctor Maqueda)
24 – La sanción y vigencia de las leyes 23.492 y 23.521 (Adla, XLVII-A, 192; XLVII-B, 1548) en tanto impedían
llevar adelante las investigaciones necesarias para identificar a los autores y partícipes de graves delitos
perpetrados durante el último gobierno de facto, y aplicarles las sanciones penales correspondientes,
resultan claramente violatorias de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, y del Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos (del voto del doctor Maqueda)
25 – Las leyes 23.492 de “punto final” y 23.521 de “obediencia debida” (Adla, XLVII-A, 192; XLVII-B, 1548)
son inconstitucionales en cuanto violan normas de derecho internacional público y han perdido todo efecto
en función de la inexequibilidad dispuesta por la ley 25.779 (Adla, LXIII-E, 3843), por lo que debe cancelarse
cualquier efecto directo de ellas o de los actos en ellas fundados, que constituya un obstáculo para el
juzgamiento de los crímenes de lesa humanidad cometidos en el territorio de la Nación Argentina (del voto
del doctor Zaffaroni).
26 – El Congreso de la Nación no ha excedido el marco de sus atribuciones legislativas al establecer la
inexequibilidad de las leyes 23.492 y 23.521 mediante la ley 25.779 (Adla, XLVII-A, 192; XLVII-B, 1548; LXIII-
E, 3843), pues se ha limitado a sancionar una ley cuyos efectos se imponen por mandato internacional, la
cual pone en juego la esencia misma de la Constitución Nacional y la dignidad de la Nación Argentina (del
voto del doctor Zaffaroni).
27 – La sanción de la ley 25.779 en cuanto dispone la inexequibilidad de las leyes 23.492 de “punto final” y
23.521 de “obediencia debida” (Adla, LXIII-E, 3843; XLVII-A, 192; XLVII-B, 1548), elimina toda duda respecto
de la cancelación de los efectos de las mismas y permite la unidad de criterio en todo el territorio y en
todas las competencias, resolviendo dificultades que podría generar las diferencias de opiniones en el
sistema de control difuso de constitucionalidad que nos rige (del voto del doctor Zaffaroni).
28 – Los objetivos del Preámbulo de la Constitución Nacional serían negados en la medida en que se
interpretase cualquiera de sus normas obligando a los jueces a admitir o legitimar una pretendida
incapacidad de la Nación Argentina para el ejercicio de su soberanía -en el caso, respecto de la validez
constitucional de las leyes 23.492 de “punto final” y 23.521 de “obediencia debida” (Adla, XLVII-A, 192;
XLVII-B, 1548)-, con la consecuencia de que cualquier otro país pueda ejercerla ante su omisión, en razón
de violar el mandato internacional de juzgar los crímenes de lesa humanidad cometidos en su territorio por
sus habitantes y ciudadanos (del voto del doctor Zaffaroni).

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29 – El Congreso Nacional no se encontraba habilitado para dictar las leyes 23.521 y 23.492 (Adla, XLVII-B,
1548; XLVII-A, 192); y al hacerlo ha vulnerado no sólo principios constitucionales sino también los tratados
internacionales de derechos humanos, generando un sistema de impunidad con relación a delitos
considerados como crímenes de lesa humanidad, del que se deriva la posibilidad cierta y concreta de
generar responsabilidad internacional para el Estado argentino (del voto de la doctora Highton de Nolasco).
30 – Las leyes 23.521 y 23.492 (Adla, XLVII-A, 192; XLVII-B, 1548) son violatorias del principio de igualdad
ante la ley, ya que aparejan un tratamiento procesal de excepción para los sujetos amparados y, de manera
simultánea, privan a las víctimas de los hechos, o a sus deudos, de la posibilidad de acudir a la justicia para
reclamar el enjuiciamiento y punición de los actos ilícitos que los damnifican (del voto de la doctora
Highton de Nolasco).
31 – Debe consagrarse la validez constitucional de la ley 25.779 779 (Adla, LXIII-E, 3843) que declaró
“insanablemente nulas” las leyes 23.521 -ley de obediencia debida- y 23.492 -ley de punto final- (Adla,
XLVII-A, 192; XLVII-B, 1548), pues los legisladores han tenido en mira subsanar la infracción al derecho
internacional de los derechos humanos que éstas contenían y cumplir de manera debida las obligaciones
asumidas a través de los tratados internacionales de derechos humanos, eliminando todo aquello que
pudiera constituir un impedimento normativo para avanzar en la investigación y punición de los crímenes
de lesa humanidad cometidos en el territorio de la Nación Argentina, extremo que no había sido cubierto
por la ley 24.592 cuyo art. 2 derogaba esas normas (del voto de la doctora Highton de Nolasco).
32 – Las leyes 23.492 y 23.591 (Adla, XLVII-A, 192; XLVII-B, 1548) resultan violatorias de derechos
inderogables reconocidos por el Derecho Internacional de los Derechos Humanos y también del Pacto de
Derechos Civiles y Políticos, lo que importa que no sólo desconocen las obligaciones internacionales
asumidas en el ámbito regional americano sino las de carácter mundial, por lo cual se impone restarles
todo valor en cuanto a cualquier obstáculo que de éstas pudiera surgir para la investigación y alcance
regular de los procesos por crímenes de lesa humanidad cometidos en el territorio de la Nación Argentina.
(del voto del doctor Lorenzetti) .
33 – El Congreso Nacional, mediante la sanción de la ley 25.779 (Adla, LXIII-E, 3843) que declaró
“insanablemente nulas” las leyes 23.492 y 23.591 (Adla, XLVII-A, 192; XLVII-B, 1548) permite la unidad de
criterio en todo el territorio y en todas las competencias, resolviendo las dificultades que podría generar la
diferencia de criterios en el sistema de control difuso de constitucionalidad que nos rige, y brinda al Poder
Judicial la seguridad de que un acto de tanta trascendencia resulte del funcionamiento armónico de los tres
poderes del Estado y no dependa únicamente de la decisión judicial (del voto del doctor Lorenzetti).
34 – La declaración de inconstitucionalidad de las leyes 23.492 y 23.591 (Adla, XLVII-A, 192; XLVII-B, 1548)
no constituye violación del principio “nulla poena sine lege”, en la medida en que los crímenes de lesa
humanidad siempre estuvieron en el ordenamiento y fueron reconocibles para una persona que obrara
honestamente conforme a los principios del estado de derecho (del voto del doctor Lorenzetti).
35 – En los procesos penales por delitos de lesa humanidad, los imputados no pueden oponerse a la
investigación de la verdad y al juzgamiento de los responsables a través de excepciones perentorias, salvo
cuando el juicio sea de imposible realización o se haya dictado una sentencia firme, pues los instrumentos
internacionales que establecen esta categoría de delitos no admiten que la obligación de los Estados de
enjuiciar a los imputados cese por el transcurso del tiempo, amnistía, o cualquier otro tipo de medidas que
disuelvan la posibilidad de reproche (del voto de la doctora Argibay)
36 – La modificación de las normas referidas a la prescripción de la acción penal no viola el principio de
culpabilidad -en el caso, se declaró la inconstitucionalidad de las leyes 23.492 y 23.521 (Adla, XLVII-A, 192;

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XLVII-B, 1548)-, en tanto no implica cambio alguno en el marco de ilicitud que el autor pudo tener en
cuenta al momento de realizar las conductas que se investigan (del voto de la doctora Argibay)
37 – Aquellas personas a las cuales se les atribuye la comisión de un delito no poseen un derecho a
liberarse de la persecución penal por el transcurso del tiempo -en el caso, se declaró la inconstitucionalidad
de las leyes 23.492 y 23.521 (Adla, XLVII-A, 192; XLVII-B, 1548)-, porque la prescripción de la acción penal
no es una expectativa con la que pueda contar, al momento del hecho, el autor de un delito (del voto de la
doctora Argibay).
38 – En el caso de crímenes contra la humanidad, el Estado argentino ha declinado la exclusividad del
interés en la persecución penal para constituirse en el representante del interés de la comunidad mundial,
el cual esta misma ha declarado inextinguible (del voto de la doctora Argibay).
39 – La decisión que rechaza la excepción de falta de acción y acepta el rol de parte querellante no
constituye sentencia definitiva a los fines del recurso extraordinario -art. 14, ley 48 (Adla, 1852-1880, 364)-,
pues no pone término al pleito ni impide su continuación, sin que quepa apartarse de tal principio a menos
que se verifique un agravio de insusceptible reparación ulterior, lo que no se verifica cuando el impulso
procesal está a cargo de otros querellantes y del representante del Ministerio Público Fiscal, al poner de
manifiesto que -de momento- cualquier decisión al respecto sería indiferente para alterar la situación del
imputado (del voto en disidencia del doctor Fayt).
40 – La derogación de la leyes 23.492 de “punto final” y 23.521 de “obediencia debida” (Adla, XLVII-A, 192;
XLVII-B, 1548) sólo puede operar para el futuro, sin afectar o modificar situaciones existentes a la entrada
en vigor de la norma derogatoria, como se pretendió con la sanción de la ley 25.779 de “derogación
retroactiva” (Adla, LXIII-E, 3843) de tales normas, aun cuando los legisladores interpreten que se violó la
Constitución durante el procedimiento de formación y sanción de las normas anuladas, pues el Congreso se
estaría atribuyendo una potestad que no tiene ningún poder constituido de la República, correspondiendo
al Poder Judicial privarlas de efecto en forma retroactiva a través del control de constitucionalidad en un
caso concreto (del voto en disidencia del doctor Fayt).
41 – No puede legitimarse la ley 25.779 (Adla, LXIII-E, 3843), en cuanto dispuso la anulación de las leyes
23.492 de “punto final” y 23.521 de “obediencia debida” (Adla, XLVII-A, 192; XLVII-B, 1548), con la
invocación del antecedente de la anulación dispuesta por la ley 23.040 respecto de la ley 22.924 -conocida
como de “pacificación nacional”- (Adla, XLIV-A, 3; XLIII-D, 3831), dictada por el Gobierno de facto durante el
Proceso de Reorganización Nacional, ya que esta última norma configuró un evidente abuso de poder
frente a las garantías y derechos esenciales de los individuos, o bien un palmario exceso en el uso de las
facultades de los poderes públicos que se desempeñaron en sustitución de las autoridades legítimas (del
voto en disidencia del doctor Fayt)
42 – Tanto la aplicación retroactiva de la “Convención sobre Imprescriptibilidad de los Crímenes de Guerra
y de los Crímemes de Lesa Humanidad” -arts. I y IV- como la de la “Convención Interamericana sobre
Desaparición Forzada de Personas” -en virtud del art. 15, ap. segundo, del Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos-, resultan inaplicables en el derecho argentino, de conformidad con lo dispuesto en el art.
27 de la Constitución Nacional, en cuanto establece que los tratados deben ajustarse y guardar
conformidad con los principios de derecho público establecidos en la Constitución (del voto en disidencia
del doctor Fayt) .

Resumen Mazzeo, Julio Lilo y otros s/ rec. de casación e inconstitucionalidad. (13 de julio de 2007.)
Hechos:

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Se dictó sobreseimiento definitivo a favor del imputado por presunta participación en hechos de homicidio,
privación ilegítima de la libertad, torturas, lesiones y violaciones de domicilio, en distintas épocas y con la
concurrencia de personas que formaban parte de las Fuerzas Armadas y de Seguridad del Estado, con
sustento en que había sido indultado por decreto 1002/89. Diecisiete años después, a partir de una
presentación conjunta de diversas personas, el juez federal actuante declaró la invalidez constitucional del
decreto y privó de efectos al sobreseimiento, auto que fue revocado por la Cámara de Apelaciones. Luego,
la Cámara Nacional de Casación Penal declaró la inconstitucionalidad del decreto de indulto, decisión que
motivó recurso extraordinario de la defensa. La Corte Suprema de Justicia de la Nación rechazó el remedio
federal.
Sumarios:
1. Corresponde declarar la imposibilidad constitucional de indultar a autores y partícipes de delitos de
lesa humanidad, pues dicho acto de gobierno conlleva de modo inescindible la renuncia a la verdad, a
la investigación, a la comprobación de los hechos, a la identificación de sus autores y a la
desarticulación de los medios y recursos eficaces  para evitar la impunidad
2. Tratándose de la investigación de delitos de lesa humanidad, resulta inocuo analizar si la facultad de
indultar prevista en el art. 99 de la Constitución Nacional abarca a los procesados o si tiene
características similares a la amnistía, pues, en definitiva, dicha potestad del Poder Ejecutivo, así como
las amnistías, quedan reservadas para delitos de distinta naturaleza
3. Procede el recurso extraordinario federal y corresponde declarar inconstitucional el decreto del Poder
Ejecutivo 1002/89 (Adla, XLIX-C, 2525), que dispuso el indulto del apelante, a los fines de cumplir con el
deber que tiene el Estado de organizar las estructuras del aparato gubernamental a través de las cuales
se manifiesta el ejercicio del poder público, de manera tal que sean capaces de asegurar jurídicamente
el libre y pleno ejercicio de los derechos humanos
4. Más allá de cuáles son los contornos precisos de la garantía que prohíbe el doble juzgamiento respecto
de delitos comunes, en el derecho humanitario internacional los principios de interpretación
axiológicos adquieren plena preeminencia al definir la garantía del “ne bis in idem” y la cosa juzgada,
pues tanto los estatutos de los tribunales penales internacionales como los principios que inspiran la
jurisdicción universal tienden a asegurar que no queden impunes hechos aberrantes, razón por la cual,
sin perjuicio de dar prioridad a las autoridades nacionales para llevar a cabo los procesos, si éstos se
transforman en subterfugios inspirados en la impunidad, entra a jugar la jurisdicción subsidiaria del
derecho penal internacional con un nuevo proceso.
5. Los principios que, en el ámbito nacional, se utilizan para justificar el instituto de la cosa juzgada y “ne
bis in idem” no resultan aplicables respecto de los delitos contra la humanidad, porque los
instrumentos internacionales que establecen esta categoría de delitos, así como el consiguiente deber
para los Estados de individualizar y enjuiciar a los responsables, no contemplan, y, por ende, no
admiten que esta obligación cese por el transcurso del tiempo, amnistías o cualquier otro tipo de
medidas que disuelvan la posibilidad de reproche.
6. Corresponde revocar la sentencia que declaró la inconstitucionalidad de los indultos presidenciales
dispuestos por el decreto 1002/89 (Adla, XLIX-C, 2525), pues toda vez que existió una imputación
determinada respecto de un individuo concreto y luego se lo sobreseyó — como consecuencia del
indulto— , no hay manera de disponer la reapertura del proceso, sin vulnerar la cosa juzgada y la
garantía contra la múltiple persecución. (del voto en disidencia de doctor Fayt)
7. Establecido que no existe norma alguna en nuestro sistema constitucional que permita realizar un
tratamiento diferente del instituto del indulto si éste recayera sobre delitos de lesa humanidad y que

9
tal conclusión no resulta en pugna con el derecho de las víctimas a saber, tampoco resultan
inconstitucionales ab initio los indultos presidenciales — decreto 1002/89 (Adla, XLIX-C, 2525)— por
aplicación del art. 29 de la Constitución, pues sólo los legisladores pueden ser sujetos activos del delito
previsto en la norma (del voto en disidencia de doctor Fayt)
8. Conforme el orden de prelación de los tratados establecido en la Constitución, si se concluye que la
“Convención sobre la Imprescriptibilidad de los Crímenes de Guerra y de los Crímenes de Lesa
Humanidad” prevé su utilización retroactiva, este precepto resultaría claramente inaplicable, pues el
art. 18 de la Ley Fundamental como norma de jerarquía superior — y por lo demás más respetuosa del
principio pro homine—  impide que pueda derogarse retroactivamente el régimen de prescripción de la
acción penal (del voto en disidencia de doctor Fayt)
9. A los efectos de la aplicación del principio de imprescriptibilidad — así como los demás frenos a la
prohibición de persecución penal múltiple y al instituto del indulto—, no cabe inferir sobre la base del
art. 118 de la Constitución que sea posible la persecución penal conforme las reglas propias del
derecho penal internacional — aplicables para los tribunales internacionales— , pues en tanto no se
establece cuáles son los principios y normas que rigen la  persecución de crímenes iuris gentium, la
norma citada no permite concluir la posibilidad de atribuir responsabilidad individual con fundamento
en un derecho penal internacional que no cumpla con los mandatos del principio de legalidad (del voto
en disidencia de doctor Fayt)
10. La protección a las víctimas establecida en los instrumentos internacionales de derechos humanos no
implica necesariamente castigo penal — en el caso, a los fines de la impugnación constitucional del
decreto 1002/89 (Adla, XLIX-C, 2525) que dispuso el indulto del apelante— , pues la persecución penal
— sin respeto a las garantías del individuo— invertiría la función que los derechos humanos poseen en
el proceso penal que, de protección del imputado frente al Estado, pasaría al fortalecimiento de su
poder absoluto (del voto en disidencia de doctor Fayt)
11. No corresponde tener por configurada la cosa juzgada írrita que permite apartarse de la regla según la
cual las decisiones judiciales firmes — en el caso, la que sobreseyó a un procesado en forma definitiva,
por indulto, hace 17 años— tienen carácter irrevocable, si no está en duda la honradez de los
magistrados que dictaron la resolución cuestionada — sin perjuicio de que se mantengan profundas
diferencias jurídicas o intelectuales con éstos, con relación a la misma— ni existen razones para pensar
que hayan actuado bajo el influjo de alguna restricción a su independencia (del voto en disidencia de la
doctora Argibay)
12. Ni la Corte Suprema de Justicia de la Nación ni ningún otro tribunal de justicia pueden eludir los efectos
de la cosa juzgada — en el caso, la que emana del sobreseimiento definitivo firme de una persona, por
indulto— , pues, de lo contrario, se estarían poniendo las condiciones para que dicho fallo,   en el
futuro, sea también revocado con argumentos contrarios — esto es, alegando error, injusticia, etcétera
— , haciendo con ello que el carácter final de las decisiones judiciales venga a significar apenas más que
nada, pues sólo sería respetado por los jueces futuros en la medida que fueran compartidas por ellos
(del voto en disidencia de la doctora Argibay)
13. Una vez pronunciado un fallo judicial y agotados los recursos para su revisión, son irrevocables sus
efectos — en el caso, sobreseimiento definitivo por indulto a favor de una persona procesada—,
conocidos bajo la expresión de cosa juzgada, constituyendo una garantía constitucional de los derechos
individuales que debe ser respetada incluso por los tres poderes del Estado (del voto en disidencia de la
doctora Argibay)

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14. Es admisible el recurso extraordinario deducido contra la sentencia de la Cámara Nacional de Casación
Penal que declaró la inconstitucionalidad del decreto 1002/89 (Adla, XLIX-C, 2525), ordenando
proseguir las actuaciones seguidas contra una persona indultada a tenor de este decreto, pese al
sobreseimiento definitivo que anteriormente había puesto fin a la causa con sustento en el indulto,
toda vez que está en discusión la inteligencia de los principios de juez natural, legalidad, cosa juzgada y
la garantía de “ne bis in idem”, mientras que la decisión recurrida ha sido contraria a la validez del
derecho que la parte recurrente ha fundado en ellos — art. 14 inc. 3°, ley 48 (Adla, 1852-1880, 364)—
(del voto en disidencia de la doctora Argibay)
15. Si bien no pone fin al pleito, a los fines del recurso extraordinario — art. 14, ley 48 (Adla, 1852-1880,
364)— , es equiparable a definitiva la sentencia de la Cámara Nacional de Casación Penal que declaró la
inconstitucionalidad del decreto 1002/89 (Adla, XLIX-C, 2525), ordenando proseguir la causa contra una
persona indultada a tenor de este decreto, pese a su anterior sobreseimiento definitivo, ya que las
garantías de juez natural, legalidad, cosa juzgada y “ne bis in idem” están destinadas a gobernar
decisiones previas al fallo final, por lo que resultaría inoficioso examinar el agravio invocado al
momento de su dictado, pues,  para entonces, el riesgo de ser sometido a juicio ya se habría
consumado irremediablemente (del voto en disidencia de la doctora Argibay)

Fallo de la Corte en causa “Carranza Latrubesse, Gustavo c/ Estado Nacional”


La Corte Suprema de Justicia de la Nación resolvió en el acuerdo de la fecha una causa en la que se discutió
la responsabilidad civil del Estado Nacional ante el incumplimiento de las recomendaciones que le
formulara la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
El Tribunal hizo lugar parcialmente a la queja y al recurso extraordinario interpuesto por el Estado Nacional
y, en consecuencia, confirmó la sentencia de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Contencioso
Administrativo Federal, Sala V, que había condenado al Estado Argentino a pagar a Gustavo Carranza
Latrubesse la suma de $400.000, en concepto de indemnización por el daño ocasionado al incumplir con el
informe Nº 30/97, dictado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Asimismo, desestimó la
queja interpuesta por el actor.
En el informe citado, cabe recordar, la mencionada Comisión había concluido -en los términos del art. 51.2
de la Convención Americana sobre Derechos Humanos- en que “…al impedir una decisión sobre los méritos
del caso interpuesto por el señor Gustavo Carranza, a raíz de su destitución como juez de la provincia de
Chubut, el Estado Argentino violó sus derechos a las garantías judiciales y a la protección judicial… “, por lo
que se recomendaba que “…el Estado Argentino indemnice adecuadamente a Gustavo Carranza por las
violaciones mencionadas en el párrafo anterior” [CIDH, Informe Nº 30/97, para. 83 y 84].
Con una mayoría de cuatro votos –suscriptos por los jueces Fayt, Zafaroni, Petracchi y Maqueda-, el
Tribunal se pronunció sobre las consecuencias jurídicas que traen aparejadas para el Estado Argentino las
recomendaciones emanadas de la Comisión Interamericana, en los términos del informe definitivo previsto
en el artículo 51.2 de la citada Convención.
Para ello, los jueces Fayt y Zaffaroni postularon la obligatoriedad para los Estados de cumplir en toda
circunstancia con los informes “del artículo 51” de la Comisión Interamericana y, en el caso, con las
recomendaciones formuladas en el informe Nº 30/97, por lo que el Estado Argentino debía indemnizar al
actor ante el incumplimiento de dicho informe.
Dicho resultado se imponía, a juicio de estos magistrados, debido al “`sentido´ que debe atribuirse a los
términos del citado precepto tanto en el `contexto´ específico cuanto en el general en el que están insertos,
atendiendo al `objeto y fin´ del régimen de peticiones y de la Convención Americana en su integralidad. Es a

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la par, el que mejor responde al principio de `buena fe´ y al `efecto útil´ de dicho régimen, evitando así el
`debilitamiento´ del sistema, cuando no, por así decirlo, del propio ser humano al cual está destinado a
servir”.
Como uno de los fundamentos centrales del voto, indicaron que el informe de la Comisión -en el caso,
adverso al Estado- constituía la decisión final del sistema, pues el régimen procesal prevé sobre el fondo del
asunto una sola y única decisión definitiva que estará dada, o bien por el informe “definitivo” de la
Comisión, o bien, por la sentencia de la Corte Interamericana, siendo excluyentes una de la otra. (cons. 8º)
Sostuvieron, también, que debía conferirse valor vinculante a las mentadas recomendaciones, puesto que
el trámite ante ese órgano –si bien rodeado de las garantías atinentes al debido proceso- entraña un
“desequilibrio procesal” entre el peticionario y el Estado, en tanto este último, en caso de discrepancia con
el informe preliminar del artículo 50 emitido por la Comisión, tiene la “alternativa procesal” de someter el
caso a la Corte Interamericana, mientras que para el peticionario la decisión de la Comisión sobre la no
violación de las normas convencionales en un caso determinado, “da lugar, directamente, a una decisión
tan definitiva como obligatoria, dado que carece absolutamente de jus standi  para someter el litigio ante la
Corte IDH”. (cons. 11)
Por otra parte, tanto el juez Petracchi como el juez Maqueda, en sus respectivos votos, luego de analizar las
normas internacionales y la jurisprudencia de la Corte Interamericana sobre la cuestión, afirmaron el deber
del Estado Argentino de adoptar los mejores esfuerzos para aplicar las recomendaciones de la Comisión.”
Por su parte el juez Petracchi señaló que, si bien es cierto que las recomendaciones formuladas por la
Comisión Interamericana no tenían un valor obligatorio equivalente al de las sentencias de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos, el Estado, en función del principio de buena fé estaba obligado a
tener en cuenta el contenido de estos informes, debiendo realizar sus mejores esfuerzos para aplicar las
recomendaciones de la Comisión. Concluyó que, en el caso, no se probó que dichos esfuerzos se hallan
llevado a cabo.
También desde esta segunda perspectiva, y por imperio del principio de buena fe que rige el cumplimiento
de las obligaciones internacionales, el juez Maqueda concluyó que si bien sólo las sentencias dictadas por la
Corte Interamericana son ejecutables, el Estado Argentino no podía desconocer la recomendación de la
Comisión de indemnizar al actor y que debía realizar los mejores esfuerzos para su implementación.
Destacó que habían transcurrido más de diez años desde que aquélla se emitiera y que no sólo el Estado no
había alegado ningún obstáculo para cumplirla sino que tampoco se advertía alguno (cons. 11) por lo que
resolvió que, ante la falta de cooperación de este último, ninguna objeción cabía formular a la decisión
tomada por la Cámara en cuanto reconocía, con sustento en el incumplimiento de la mencionada
recomendación, una indemnización a favor del actor.
Finalmente, fallaron en disidencia –por un lado- la jueza Highton de Nolasco y el juez Lorenzetti y –por otro-
la jueza Argibay, promoviendo la revocación del fallo y el rechazo de la demanda. Para ello, los dos
primeros consideraron que “la afirmación del a quo adjudicando obligatoriedad a las recomendaciones
efectuadas por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en la que se sustenta el fallo, aparece en
pugna con las disposiciones de convenciones internacionales y la jurisprudencia de la Corte Interamericana
de Derechos Humanos, que ha sentado el criterio de que el término “recomendaciones” usado por la
Convención Interamericana debe ser interpretado conforma a su sentido corriente, de acuerdo con la regla
general de interpretación contenida en la Convención de Viena sobre Derecho de los Tratados y, por ello,
no tiene el carácter de una decisión jurisdiccional obligatoria cuyo incumplimiento generaría la
responsabilidad del Estado, lo cual lleva a descalificar la sentencia como acto jurisdiccional válido. Por su
parte, la jueza Argibay- sostuvo que “…el carácter ejecutivo y jurisdiccional de la recomendación emitida

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por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, pretendido por la parte actora, se aparta del
sistema de resolución de controversias creado por la Convención Americana sobre Derechos Humanos”
(cons. 15).

Arrillaga, Alfredo Manuel s/ causa n° 14.102 (30 de Diciembre de 2014)


Sumario: Corresponde dejar sin efecto la sentencia que declaró prescripta la acción penal y sobreseyó al
imputado de ser coautor del delito de homicidio agravado por alevosía en el marco de los hechos de
recuperación del cuartel "La Tablada" si incurrió en arbitrariedad al rechazar la pretensión con base en que
las recomendaciones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos no son vinculantes para el
Estado argentino, pues debía analizar si se hicieron los mejores esfuerzos para cumplir con la
recomendación de ésta, es decir, llevar a cabo una investigación independiente, completa e imparcial
acerca de los hechos, en tanto sólo en ese caso podría considerarse infundado el agravio consistente en
que se incumplirían compromisos internacionales si se confirmara la extinción de la acción penal. -Del
dictamen de la Procuración General al que la Corte remite-. -Los jueces Lorenzetti y Fayt, en disidencia,
consideraron que el recurso extraordinario era inadmisible (art. 280 CPCCN)-.
La Corte Suprema de Justicia de la Nación, con el voto de la ministra Elena Highton de Nolasco y de los
ministros Juan Carlos Maqueda y Eugenio Raúl Zaffaroni, revocó este martes un fallo de la Sala I de la
Cámara Federal de Casación Penal que había confirmado el sobreseimiento por prescripción de Alfredo
Arrillaga y Jorge Eduardo Varando, imputados por el homicidio agravado de Iván Ruiz y José Alejandro Díaz.
En enero de 1989, el regimiento de infantería “General Belgrano” de La Tablada, provincia de Buenos Aires,
fue ocupado por un grupo perteneciente el “Movimiento todos por la Patria”. En esta causa se investigaba
si Ruiz y Díaz, integrantes de dicho grupo fueron ejecutados en ese lugar luego de la recuperación del
regimiento y cuando ya se encontraban detenidos por personal militar que seguía las órdenes de Arrillaga.
La Cámara Federal de San Martín había considerado que la acción penal ejercida contra los imputados
Arrillaga y Varando había prescripto. Las querellantes Marta Díaz y Aurora Sánchez Nadal interpusieron un
recurso de casación sosteniendo que esa decisión implicaba incumplir con lo que la Comisión
Interamericana había dispuesto en el año 1997. Pero Sala I de la Cámara Federal de Casación Penal rechazó
este recurso  por considerar que dicha recomendación no era obligatoria para el Estado Argentino, por lo
que éstas presentaron un recurso extraordinario federal.
La Corte Suprema, remitiendo al dictamen de la Procuradora General de la Nación hizo lugar a dicho
recurso y revocó la decisión dictada por la Cámara Federal de Casación Penal.
Para ello, la Corte tuvo en cuenta que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en el año 1997, al
expedirse en el Informe N°55/97 (caso 11.137 “Abella, Juan Carlos”) declaró que el Estado Argentino había
faltado a su obligación de investigar de “manera exhaustiva, imparcial y concluyente” la ejecución de Díaz y
Ruíz  y, en consecuencia, le había ordenado al Estado Argentino que “proporcione los mecanismos y las
garantías necesarias para realizar una investigación independiente, completa e imparcial de los hechos
acontecidos a partir del 23 de enero de 1989… con el objeto de identificar y sancionar a todas las personas
que resulten individualizadas como responsables”.
La Dra. Elena Highton de Nolasco y los Dres. Juan Carlos Maqueda y Eugenio Raúl Zaffaroni consideraron
que, en virtud del principio de buena fe del derecho internacional, si un Estado suscribe y ratifica un tratado
como el Pacto de San José de Costa Rica tiene la obligación de realizar sus mejores esfuerzos para aplicar
las recomendaciones de un órgano de protección como es la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos. Por ello, sostuvieron que no podía justificarse su incumplimiento alegando que esta
recomendación no era vinculante como una sentencia de la Corte Interamericana porque lo decisivo es que

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se adopten medidas destinada a cumplir con esta recomendación o que se expliquen cuáles son los
obstáculos para hacerlo.
Por su parte, los jueces Lorenzetti y Fayt  consideraron que el recurso extraordinario era inadmisible.

Min. de RREE en Fontevecchia y D’Amico (14-02-2017)


En el acuerdo del día de la fecha la Corte Suprema de Justicia de la Nación desestimó la presentación de la
Dirección de Derechos Humanos del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto por la cual se solicitaba
que, como consecuencia del fallo de la Corte Interamericana dictado en la causa “Fontevecchia y otros c/
República Argentina”, se dejara sin efecto una sentencia firme de la Corte Suprema.
La posición mayoritaria fue conformada por el voto conjunto de los jueces Ricardo Lorenzetti, Elena
Highton de Nolasco y Carlos Rosenkrantz y el voto propio del juez Horacio Rosatti. En disidencia votó el juez
Juan Carlos Maqueda.
El voto conjunto consideró que no correspondía hacer lugar a lo solicitado en tanto ello supondría
transformar a la Corte IDH en una “cuarta instancia” revisora de los fallos dictados por los tribunales
nacionales, en contravención de la estructura del sistema interamericano de derechos humanos y de los
principios de derecho público de la Constitución Nacional.
En este sentido, entendió que el texto de la Convención no atribuye facultades a la Corte Interamericana
para ordenar la revocación de sentencias nacionales (art. 63.1, C.A.D.H.).
Asimismo, consideró que revocar su propia sentencia firme —en razón de lo ordenado en la decisión
“Fontevecchia” de la Corte Interamericana— implicaría privarla de su carácter de órgano supremo del
Poder Judicial argentino y sustituirla por un tribunal internacional, en violación a los arts. 27 y 108 de la
Constitución Nacional.
Al mismo tiempo, tuvo por cumplida la publicación exigida en la sentencia interamericana —instrumentada
a través del CIJ (ver enlace) y la página de jurisprudencia del Tribunal— y consideró que la reparación
económica ordenada en favor de los peticionantes se encontraba fuera del alcance de las actuaciones y no
resultaba necesaria la intervención judicial.
Por su parte, el juez Rosatti en su voto compartió, en lo sustancial, los argumentos expuestos y reivindicó el
margen de apreciación nacional de la Corte Suprema en la aplicación de las decisiones internacionales (con
base en los arts. 75 inc. 22 y 27 de la Constitución Nacional).
El juez agregó, que en un contexto de “diálogo jurisprudencial” que maximice la vigencia de los derechos en
juego sin afectar la institucionalidad, la Corte Interamericana de Derechos Humanos es la máxima
intérprete de la Convención Americana sobre Derechos Humanos (llamada Pacto de San José de Costa Rica)
y la Corte Suprema de Justicia de la Nación es la máxima intérprete de la Constitución Nacional, por lo que
hay que lograr que sus criterios –en cada caso concreto- se complementen y no colisionen.
Concluyó que la reparación encuentra adecuada satisfacción mediante las medidas de publicación del
pronunciamiento internacional y el pago de la indemnización ordenado por la Corte Interamericana, no
resultando posible la revocación formal del decisorio de la Corte Suprema nacional.
En disidencia, el juez Juan Carlos Maqueda mantuvo la postura fijada en sus votos en los casos “Cantos”
(2003), “Espósito” (2004), “Derecho” (2011), “Carranza Latrubesse” (2013) y “Mohamed” (2015), según la
cual a partir de la reforma constitucional de 1994, las sentencias de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos dictadas en causas en que la Argentina es parte deben ser cumplidas y ejecutadas por el Estado y,
en consecuencia, son obligatorias para la Corte Suprema de Justicia de la Nación.

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En el caso concreto, resolvió dejar sin efecto la sentencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación de
2001 que había condenado a los periodistas Jorge Fontevecchia y Héctor D’Amico por publicaciones
realizadas en la prensa, dado que la Corte Interamericana había resuelto en 2011 que esa sentencia
constituía una violación al derecho a la libertad de expresión reconocido en el Pacto de San José de Costa
Rica (art. 13).

Resumen fallo N.N. o U., V. s/ protección y guarda de personas del 12 de junio de 2012
Sumario
1 SALUD PÚBLICA – DERECHO A LA SALUD – MENORES
Corresponde confirmar la sentencia que intimó a los padres del menor a que acreditasen el cumplimiento
del plan de vacunación oficial, bajo apercibimiento de proceder a la vacunación en forma compulsiva ya
que ésta no alcanza sólo al individuo que la recibe, sino que excede dicho ámbito personal para incidir
directamente en la salud pública, siendo uno de sus objetivos primordiales el de reducir y/o erradicar los
contagios en la población, ya que sólo de esta forma puede entenderse el carácter obligatorio y coercitivo
del régimen para “todos los habitantes del país” (art. 11 de la ley 22.909) que se funda en razones de
interés colectivo que hacen al bienestar general.
2 DERECHO A LA PRIVACIDAD – MENORES – SALUD PÚBLICA
El obrar de los actores -que se niegan a vacunar a su hijo invocando sus creencias familiares- queda fuera
de la órbita del ámbito de reserva del art. 19 de la Constitución Nacional en tanto perjudica los derechos de
terceros, y por lo tanto se trata de comportamientos y decisiones sujetas a la interferencia estatal, que se
encuentra plasmada en el plan de vacunación nacional establecido por la ley 22.909.
3 INTERES SUPERIOR DEL NIÑO – MENORES – SALUD PUBLICA – TRATADOS INTERNACIONALES
Ante la voluntad de los padres en el sentido de que no se le proporcionen al menor las vacunas que forman
parte del plan nacional de vacunación, corresponde señalar que el Estado Argentino ha asumido
compromisos internacionales, dirigidos a promover y facilitar las prestaciones de salud que requiera la
minoridad -art. 12 del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, art. VII de la
Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, art. 25.2 de la Declaración Universal de
Derechos Humanos, art. 19 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, entre otros- y no puede
desligarse válidamente de esos deberes con fundamento en la circunstancia de estar los niños bajo el
cuidado de sus padres, ya que lo que se encuentra en juego es el interés superior del niño, que debe ser
tutelado por sobre otras consideraciones (art. 3º de la Convención sobre los Derechos del Niño).

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Resúmenes de Fallos Unidad III
Resumen fallo CSJN “González de Delgado” del 19 de septiembre de 2000 (cita Fallos: 323:2659)
Sumario
1 UNIVERSIDAD.
De las normas contenidas en el decreto del Poder Ejecutivo Nacional de 1907 y de la Ordenanza de 1908 no
es posible extraer limitación alguna que le impida al Consejo Superior de la Universidad de Córdoba tomar
decisiones relativas a las políticas educativas que considere pertinentes y a cuestiones de superintendencia,
aun cuando ellas afecten el régimen interno del Colegio Nacional de Monserrat.
2 UNIVERSIDAD.
La Ordenanza 2/97, dictada por el Consejo Superior de la Universidad de Córdoba, por la que se transformó
al Colegio Nacional de Monserrat en un establecimiento de educación mixta, se enmarca dentro de las
facultades acordadas por sus Estatutos (arts. 15 inc. 1 y 26) que lo habilita para ejercer jurisdicción superior
universitaria y dictar ordenanzas y reglamentaciones acordes con los fines de la Universidad (inc. 8);
también las relativas al gobierno y decisión de los asuntos e instituciones sometidas bajo su órbita de
competencia, como es el caso de la institución mencionada.
3 UNIVERSIDAD.
Sentada la competencia del Consejo Superior de la Universidad de Córdoba para dictar la Ordenanza 2/97,
por la que se transformó al Colegio Nacional de Monserrat en un establecimiento de educación mixta, no
cabe a los tribunales examinar la oportunidad, mérito o conveniencia de los actos administrativos que
hacen al gobierno y autonomía universitaria, sino que sólo pueden revisarse cuestiones atinentes a su
legalidad.
4 UNIVERSIDAD.
Si bien los padres -en cuanto agentes naturales y primarios de la educación de sus hijos, tal como se los
define en el art. 44 inc. a) de la ley 24.195- tienen derecho a elegir la institución educativa cuyo ideario
responda a sus convicciones filosóficas, éticas o religiosas y, como integrantes de la comunidad educativa,
pueden participar en las actividades de los establecimientos, ello en manera alguna implica un derecho a
definir o conformar el proyecto educativo institucional, pues éste es un ámbito propio de competencia de
aquellos que tienen a su cargo la dirección de los establecimientos, quienes cuentan con atribuciones
bastantes para producir las innovaciones que consideren pertinentes en aspectos que hacen al gobierno de
las instituciones de nivel medio que dependen de la Universidad.
5 CONSTITUCION NACIONAL: Derechos y garantías. Derecho de enseñar y aprender.
Resulta imposible sostener que el art. 14 de la Constitución Nacional otorgue a los padres el derecho a que
se mantenga un régimen de educación diferenciada por sexos -cuestión que eminentemente hace a la
política educativa del establecimiento-, que las autoridades competentes consideran contrario al progreso
que debe seguir la institución.
6 CONSTITUCION NACIONAL: Derechos y garantías. Derecho de propiedad.
Nadie tiene un derecho adquirido al mantenimiento de leyes o reglamentaciones.
7 RECURSO EXTRAORDINARIO: Requisitos comunes. Gravamen.
La Ordenanza N° 2/97, dictada por el Consejo Superior de la Universidad de Córdoba, no desconoce a los
alumnos varones el derecho a formarse en un establecimiento dependiente de la Universidad y a acceder a

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un título habilitante, por lo que no se demostró cuáles son los perjuicios que la nueva reglamentación les
ocasiona y de qué manera, puesto que el plan de estudios humanista no sufre afectación alguna por la
incorporación de mujeres al establecimiento.
8 CONSTITUCION NACIONAL: Derechos y garantías. Derecho de enseñar y aprender.
El derecho de aprender que la Constitución ampara no sufre mengua alguna por el hecho de que una
razonable reglamentación condicione su disfrute a la observancia de pautas de estudio y de conducta a las
que el titular de aquel derecho debe someterse.
9 CONSTITUCION NACIONAL: Derechos y garantías. Derecho de propiedad.
Nadie tiene un derecho adquirido al mantenimiento de leyes, reglamentaciones ni -consecuentemente-
costumbres (Voto del Dr. Carlos S. Fayt).
10 CONSTITUCION NACIONAL: Derechos y garantías. Derecho de enseñar y aprender.
Las ofertas educativas estatales suponen, no sólo el reconocimiento del derecho de aprender a través de la
prestación del servicio educativo, sino también un beneficio social, y es en función de tal beneficio que el
Estado puede legítimamente limitarlas o restringirlas, a través de la modificación de los planes de estudio,
circunstancia que no altera el derecho de educarse de los habitantes, ya que respetan la autonomía
personal, la promoción del proceso democrático y la igualdad de oportunidades sin discriminaciones, de
conformidad con el inc. 19 del art. 75 de la Constitución Nacional y los demás derechos que la Ley Federal
de Educación reconoce expresamente (Voto del Dr. Carlos S. Fayt).
11 CONSTITUCION NACIONAL: Derechos y garantías. Derecho de enseñar y aprender.
No puede pensarse que usos de tiempos anteriores a profundos cambios sociales y políticos puedan sin
más generar una suerte de estatuto inmodificable en la educación media de nuestros jóvenes, privando a
las mujeres de acceder a niveles calificados de ésta e impidiendo a los varones la posibilidad de compartir
ese tramo de la vida con las “excluidas” (Voto del Dr. Carlos S. Fayt).
12 – CONSTITUCION NACIONAL: Derechos y garantías. Igualdad.
La igualdad ante la ley surge del art. 16 de la Constitución Nacional; de la Declaración Americana de los
Derechos y Deberes del Hombre (art. II); de la Declaración Universal de Derechos Humanos (art. 7); de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos (art. 24); del Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos (art. 26); de la Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de
Discriminación contra la Mujer (art. 15) (Voto del Dr. Enrique Santiago Petracchi).
13 CONSTITUCION NACIONAL: Derechos y garantías. No discriminación.
La prohibición de la discriminación está consagrada expresamente en la Declaración Americana de los
Derechos y Deberes del Hombre (art. II); en la Declaración Universal de Derechos Humanos (art.7); en la
Convención Americana sobre Derechos Humanos (art.24); en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos (art. 26); y en la Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de
Discriminación contra la Mujer (art. 1°) (Voto del Dr. Enrique Santiago Petracchi).
14 CONSTITUCION NACIONAL: Derechos y garantías. Derecho de enseñar y aprender.
El derecho a la educación está contemplado en el art. 14 de la Constitución Nacional; en el art. XII de la
Declaración Americana sobre los Derechos y Deberes del Hombre; en el art. 26 de la Declaración Universal
de Derechos Humanos; en el art. 13 del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales;
en el art. 10 de la Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación
contra la Mujer (Voto del Dr. Enrique Santiago Petracchi).

17
15 CONSTITUCION NACIONAL: Derechos y garantías. No discriminación.
La existencia de un único Colegio Nacional, el Monserrat, dependiente de la Universidad Nacional de
Córdoba, que escolarizaba exclusivamente a alumnos varones, sin que exista otro bachillerato de calidad
similar dedicado a alumnas mujeres, resulta violatoria del art. 10, incs. a) y b) de la Convención sobre la
Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer y de las demás normas
antidiscriminatorias (Voto del Dr. Enrique Santiago Petracchi).
16 CONSTITUCION NACIONAL: Derechos y garantías. No discriminación.
La Universidad Nacional de Córdoba, “institución pública” en el sentido del art. 2°, incs. c) y d) de la
Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, era competente
para remediar la discriminación originada a raíz de la existencia de un único Colegio Nacional que
escolarizaba exclusivamente varones (Voto del Dr Enrique Santiago Petracchi).
17 CONSTITUCION NACIONAL: Derechos y garantías. No discriminación.
La alternativa de creación de un colegio similar al Nacional Monserrat pero femenino únicamente es
concebible desde un punto de vista estrictamente lógico, pues sólo la opción de educación mixta en el ya
existente resulta compatible con la obligación impuesta en el inc. c) del art. 10 de la Convención sobre la
Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (Voto del Dr. Enrique Santiago
Petracchi).
18 UNIVERSIDAD.
La Universidad Nacional de Córdoba, al dictar la ordenanza 2/97 y disponer que las inscripciones en el
Colegio Nacional de Monserrat se efectuarían sin distinción de sexo, veló por la observancia de la
Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer y la tutela de las
finalidades que ella persigue (conf. art. 2°, incs. b, c, y d) (Voto del Dr. Enrique Santiago Petracchi).
19 CONSTITUCION NACIONAL: Derechos y garantías. No discriminación.
La Universidad Nacional de Córdoba, al disponer que las inscripciones en el Colegio Nacional de Monserrat
se efectuarán sin distinción de sexo, no sólo actuó como órgano competente dentro de la esfera de sus
atribuciones, sino que, más aún, removió un valladar discriminatorio -que hoy resulta moral y
jurídicamente abominable- que impedía la plena participación de las jóvenes cordobesas en la vida
educacional y cultural de su provincia (Voto del Dr. Enrique Santiago Petracchi).
20 CONSTITUCION NACIONAL: Derechos y garantías. No discriminación.
La Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, aprobada por
ley 23.179, de rango constitucional, según lo dispuesto por el art. 75, inc. 22 de la Carta Magna, no impone
a los estados partes la obligación absoluta de establecer la enseñanza mixta ni dispone que la educación
diferenciada constituya una discriminación en razón del sexo (Voto del Dr. Antonio Boggiano).
21 CONSTITUCION NACIONAL: Derechos y garantías. No discriminación.
La sola lectura de los incs. a) y b) del art. 10 de la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de
Discriminación contra la Mujer no deja lugar a dudas de que lo garantizado a las mujeres es el acceso pleno
a la misma enseñanza que a los varones, pero para ello no impone que tal enseñanza deba imperiosamente
impartirse en el mismo establecimiento y por los mismos docentes, sino que exige la misma calidad
profesional de los educadores, de los lugares y de los elementos de estudio (Voto del Dr. Antonio
Boggiano).
22 CONSTITUCION NACIONAL: Derechos y garantías. No discriminación.

18
El precepto contenido en el inc. c) del art. 10 de la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de
Discriminación contra la Mujer no impone la educación mixta, ya que la misma es un instrumento, que no
reviste el carácter de único y excluyente para tutelar a la mujer contra la discriminación en el campo
educativo, y la norma prevé alternativas que llevan ínsitas la coexistencia de distintos sistemas que el
Estado debe ofrecer (Voto del Dr. Antonio Boggiano).
23 CONSTITUCION NACIONAL: Derechos y garantías. Derecho de enseñar y aprender.
La Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer
debe armonizarse con el art. 26.3 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, ya que una educación
exclusivamente diferenciada o exclusivamente mixta lesionaría tanto el derecho de los padres a escoger el
tipo de educación que habrá de darse a sus hijos como los de cualquier educando (Voto del Dr. Antonio
Boggiano).
24 CONSTITUCION NACIONAL: Derechos y garantías. Igualdad.
La igualdad ante la ley y su correlato, respecto a la prohibición de discriminación, están expresamente
garantizadas respectivamente en la Constitución Nacional (art. 16); en la Declaración Americana de los
Derechos y Deberes del Hombre (art. II); en la Declaración Universal de Derechos Humanos (art. 7); en la
Convención Americana sobre Derechos Humanos (art. 24); en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos (art. 26); en la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la
Mujer (arts. 1 y 15); y en la Convención sobre los Derechos del Niño (art. 2) (Voto del Dr. Adolfo Roberto
Vázquez).
25 CONSTITUCION NACIONAL: Derechos y garantías. Derecho de enseñar y aprender.
En materia de educación, el derecho a la igualdad de oportunidades surge especialmente de la Constitución
Nacional (art. 75, inc. 19); de la Declaración Americana sobre los Derechos y Deberes del Hombre (art. XII);
de la Declaración Universal de Derechos Humanos (art. 26); del Pacto Internacional de Derechos
Económicos, Sociales y Culturales (art. 13); de la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de
Discriminación contra la Mujer (art. 10); y de la Convención sobre los Derechos del Niño (art. 28) (Voto del
Dr. Adolfo Roberto Vázquez).
26 CONSTITUCION NACIONAL: Derechos y garantías. No discriminación.
Las pautas sociales y culturales que pudieron sustentar en otras épocas el acceso exclusivo de alumnos
varones al Colegio Monserrat hoy perdieron vigencia y no se advierte la existencia de razón valedera alguna
que justifique actualmente que dicho establecimiento imparta educación sólo a varones (Voto del Dr.
Adolfo Roberto Vázquez).
27 UNIVERSIDAD.
La disposición contenida en el art. 1° de la ordenanza 2/97 dictada por el Consejo Superior de la
Universidad de Córdoba no es sino reflejo de la única solución posible con sustento en normas de jerarquía
constitucional y en las actuales pautas culturales del pueblo de nuestra Nación (Voto del Dr. Adolfo Roberto
Vázquez).

Resumen fallo Hooft, Pedro C. F. c. Provincia de Buenos Aires • 16/11/2004 - Cita Fallos Corte: 327:5118
Hechos
La Corte Suprema de Justicia de la Nación acogió favorablemente la acción planteada por un juez de
primera instancia de la Provincia de Buenos Aires, tendiente a que se declarase inconstitucional el art. 177
de la Constitución local, en cuanto exige para ser juez de Cámara haber nacido en territorio argentino o ser

19
hijo de ciudadano nativo, tras considerar que dicho precepto violaba el principio constitucional de igualdad
ante la ley.
Sumarios
1 – El art. 177 de la Constitución de la Provincia de Buenos Aires, en cuanto exige para poder acceder al
cargo de juez de una Cámara de Apelaciones, haber nacido en territorio argentino o bien ser hijo de
ciudadano nativo, efectúa una discriminación en razón del origen de la nacionalidad, por lo que encuadra
en uno de los motivos de discriminación que prohíben los tratados internacionales sobre derechos
humanos con jerarquía constitucional -arts. 1.1, Pacto de San José de Costa Rica; 26, Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos (Adla, XLIV-B, 1250; XLVI-B, 1107)-, recayendo sobre el mismo una presunción o
sospecha de ilegitimidad.
2 – El art. 177 de la Constitución de la Provincia de Buenos Aires, en tanto dispone el recaudo de haber
nacido en territorio argentino o ser hijo de ciudadano nativo para poder acceder al cargo de juez de una
Cámara de Apelaciones en la Provincia de Buenos Aires, establece que existen argentinos de primera clase
-“nativos” y “por opción”- y otros de segunda clase -“naturalizados”-, por lo cual se presenta afectado por
una presunción de inconstitucionalidad que sólo podría superarse por la prueba concluyente de que existe
un sustancial interés provincial que la justifique.
3 – El art. 177 de la Constitución de la Provincia de Buenos Aires, en cuanto exige, para ser juez de una
Cámara de Apelaciones, haber nacido en territorio argentino o ser hijo de ciudadano nativo, si se hubiere
nacido en el extranjero, resulta manifiestamente contrario a la Constitución Nacional por lesionar el
principio de igualdad -art. 16-, excediendo las limitaciones prescriptas para idéntico cargo en el orden
nacional (del dictamen del procurador general que la Corte hace suyo).
4 – Es irrazonable el requisito de haber nacido en territorio argentino o ser hijo de ciudadano nativo para
ser juez de una Cámara de Apelaciones en la Provincia de Buenos Aires -art. 177, Constitución local-, si se
considera que dicho requisito no está previsto para quienes pretendan acceder a la magistratura de
primera instancia, máxime teniendo en cuenta que en ambos casos se juzga sobre la vida, la libertad y la
propiedad de las personas y se ejercer el control de constitucionalidad confiado por la Constitución
Nacional al Poder Judicial (del dictamen del procurador general que la Corte hace suyo).
5 – El voluntario sometimiento de un funcionario judicial al régimen jurídico existente cuando inició su
carrera, que ya contenía el requisito de haber nacido en territorio argentino o ser hijo de ciudadano nativo
para poder ser juez de una Cámara de Apelaciones en la Provincia de Buenos Aires -art. 177, Constitución
local-, no le impide cuestionar la constitucionalidad de dicho precepto, pues aquél no pudo impugnarlo
válidamente sin que estuvieran reunidos todos los requisitos inherentes a la configuración de un “caso” en
los términos de la ley 27 (Adla, 1852-1880, 354), máxime si se considera que las garantías constitucionales
sólo son renunciables cuando están en juego derechos de contenido patrimonial y no aquéllos vinculados
directamente con el estatuto personal de la libertad (del dictamen del procurador general que la Corte
hace suyo).
6 – Ante la lesión de expresas disposiciones constitucionales que hacen a la forma republicana de Gobierno,
por parte de una norma de carácter local -en el caso, art. 177, Constitución de la Provincia de Buenos Aires,
en cuanto exige para ser juez de Cámara haber nacido en territorio argentino o ser hijo de ciudadano
nativo-, la intervención de la Corte Suprema de Justicia de la Nación declarando su inconstitucionalidad no
avasalla las autonomías provinciales, sino que procura la perfección de su funcionamiento y asegura el
cumplimiento de la voluntad del constituyente y de aquellos principios superiores que las provincias han
acordado respetar al concurrir a su establecimiento (del dictamen del procurador general que la Corte hace
suyo).

20
7 – El art. 177 de la Constitución de la Provincia de Buenos Aires, al exigir para poder acceder al cargo de
juez de una Cámara de Apelaciones, haber nacido en el territorio argentino o ser hijo de ciudadano nativo,
no viola la garantía de igualdad ante la ley en tanto no discrimina, a tal fin, entre la categoría de argentinos
naturalizados, máxime teniendo en cuenta que la distinción se realiza entre jueces de distintas instancias,
planteándose las mayores exigencias respecto de los de las instancias superiores, por lo que la distinción se
basa en la consideración de una diversidad de circunstancias que fundan el distinto tratamiento legislativo
(del voto en disidencia del doctor Belluscio).
8 – Cada provincia puede determinar, en ejercicio de potestades discrecionales no delegadas a la Nación,
los recaudos para el acceso a los cargos públicos -en el caso, ciudadanía nativa o por opción para ser juez de
Cámara en la Provincia de Buenos Aires, según art. 177, Constitución local-, los cuales, mientras no se
muestren arbitrarios ni violen, de manera indudable, derechos o garantías constitucionales, deben ser
respetados por el Gobierno central, aun cuando su fundamento resulte opinable (del voto en disidencia del
doctor Belluscio).

Resumen fallo “Sisnero, Mirtha Graciela y otros c/ Taldelva SRL y otros s/ amparo” del 20 de mayo de
2014.
Sumario
1 ACTOS DISCRIMINATORIOS – CONTRATO DE TRABAJO – TRABAJO DE MUJERES O NIÑOS – CARGA DE LA
PRUEBA – JURISPRUDENCIA – CORTE SUPREMA
Cabe dejar sin efecto la sentencia que revocó la decisión que había admitido la demanda de amparo y
ordenado el cese de la discriminación por razones de género, disponiendo que las empresas de transporte
público demandadas deberían contratar personal femenino hasta alcanzar un treinta por ciento de la
planta de choferes, pues al concluir el a quo en que no se había acreditado un acto discriminatorio, no
valoró adecuadamente la prueba obrante en el expediente ni respetó los criterios del Tribunal en materia
de cargas probatorias, por lo que las dogmáticas explicaciones esbozadas por las empresas resultan
inadmisibles para destruir la presunción de que las demandadas han incurrido en conductas y prácticas
discriminatorias contra las mujeres en general y contra la actora en particular.
2 ACTOS DISCRIMINATORIOS – CARGA DE LA PRUEBA
Para la parte que invoca un acto discriminatorio, es suficiente con la acreditación de los hechos que, prima
facie evaluados, resulten idóneos para inducir su existencia, caso en el cual corresponderá al demandado, a
quien se reprocha la comisión del trato impugnado, la prueba de que éste tuvo como causa un motivo
objetivo y razonable ajeno a toda discriminación, y si el reclamante puede acreditar la existencia de hechos
de los que pueda presumirse su carácter discriminatorio, corresponderá al demandado la prueba de su
inexistencia.

Ministerio de Educación de la Nación c/ Universidad Nacional del Noroeste de la Provincia de Buenos


Aires s/ recurso administrativo directo
(11 de Diciembre de 2014)
Sumario: Las previsiones del Estatuto de la Universidad Nacional del Noroeste de la Provincia de Buenos
Aires (UNNOBA) que contemplan la participación de un estudiante en los jurados docentes en iguales
condiciones que los otros miembros (profesores por concurso o personas que sin serlo cuenten con
idoneidad indiscutible) y establecen que aquél tenga aprobadas las materias del área que se concursa y
cumpla con las condiciones requeridas para integrar el claustro, se presentan incompatibles con los

21
principios de organización de la educación superior. Del dictamen de la Procuración General al que la Corte
remite.
La Corte Suprema, en un fallo dividido, revocó una sentencia que había declarado la validez del Estatuto de
una universidad que permite que un estudiante forme parte de los jurados en concursos para la selección
de docentes. Para la mayoría, el precepto era incompatible con los principios de organización de la
educación superior. La disidencia entendió que si los alumnos tienen derecho a aprender, pueden elegir al
aspirante a educarlos.
El Máximo Tribunal de la Nación hizo lugar al recurso extraordinario presentado por el Ministerio de
Educación y revocó la sentencia dictada por la Cámara Federal de la Plata en los autos ""Ministerio de
Educación de la Nación c/ Universidad Nacional del Noroeste de la Provincia de Buenos Aires s/ recurso
administrativo directo".
El fallo de la Cámara había rechazado las objeciones efectuadas por el Ministerio con respecto a los
artículos 24 y 25 del Estatuto de la Universidad Nacional de Noroeste de la Provincia de Buenos Aires
(UNNOBA), que permiten que los jurados en concursos para la selección de docentes estén conformados
por un estudiante.
En la causa estaba en juego la interpretación del alcance del artículo 51 de la Ley de Educación Superior N°
24.521, que habla sobre el ingreso a la carrera académica universitaria. Lo que se encontraba en juego en el
caso, era determinar si esa norma excluye del ámbito de la autonomía universitaria "la posibilidad de que
los estatutos contemplen la participación de un estudiante en los concursos para la selección de docentes
universitarios".
La Cámara platense concluyó que no, en razón de que la inclusión de un alumno en los jurados "no altera el
piso de imparcialidad y rigor académico que exige la reglamentación legal e incluso se encuentra en
consonancia con los derechos de participación que aquélla le otorga a los estudiantes". También entendió
que los mandatos estatutarios "no lesionan los derechos de los docentes universitarios, porque la
participación del estudiante junto con los otros miembros docentes del jurado no afecta ni la publicidad o
transparencia ni la imparcialidad que exige la ley para estos concursos".
Sin embargo, el dictamen de la Procuración General de la Nación, elaborado por Laura Monti, sostuvo lo
contrario. La Corte, en un fallo dividido, que contó con los votos afirmativos de Ricardo Lorenzetti, Elena
Highton de Nolasco y Juan Carlos Maqueda, y las disidencias de Carlos Fayt y Raúl Zaffaroni, se adhirió a esa
presentación.
La opinión prevaleciente sostuvo que el artículo 51 de la Ley, permite que las autoridades universitarias
reglamenten "los procedimientos de selección de docentes a través de un concepto jurídico de contenido
acotado que restringe el marco de la discrecionalidad administrativa sobre la materia".
Según el dictamen, las universidades son autónomas para establecer "las normas y procedimientos que
estimen convenientes para elegir a sus docentes pero unas y otros deben garantizar que los miembros de
los jurados posean la mayor imparcialidad y el máximo rigor académico. Es decir que, con relación a este
último punto, el legislador pretendió asegurar que la selección de los docentes universitarios no sólo sea
transparente por la exigencia de concursos públicos de antecedentes y oposición, sino que también reúnan
la máxima idoneidad los miembros encargados de evaluar los méritos y aptitudes de los postulantes a
ingresar al cuerpo docente y a todo ello le asignó la categoría de principio organizativo de la educación
superior".
Sobre esta base, la Corte Federal expresó que era razonable esta limitación al ámbito de la autonomía de
las autoridades universitarias, "porque con ella se busca asegurar que la selección de docentes se lleva a

22
cabo por jurados cuyos integrantes posean idoneidad indiscutida (´máximo rigor académico, reza el
precepto normativo), condición que el legislador estimó que se cumple razonablemente con jurados
integrados por profesores por concurso, o excepcionalmente por personas de idoneidad indiscutible
aunque no reúnan esa condición, pero que siempre y en cualquier caso se garantice la mayor imparcialidad
y el máximo rigor académico de los, miembros de los jurados".
En definitiva, para la mayoría, las previsiones que contemplan que un alumno pueda participar como
jurado, "se presentan incompatibles con los principios de organización de la educación superior" . En
cambio, la disidencia compartida de Fayt y Zaffaroni tuvo la postura opuesta, declarando que el derecho de
enseñar consagrado por el artículo 14 de la Constitución Nacional "implica el correlativo de aprender,
también asegurado por dicha norma, y que los estudiantes son sujetos pasivos de aquel derecho, de
manera que no se muestra irrazonable que quienes tienen el derecho de educarse y de elegir la educación
impartida, participen en alguna medida -en el caso, mínima- en el criterio de selección de los aspirantes a
ejercer las funciones de las que luego serán destinatarios".

Quisberth Castro, Sonia Yolanda c/ Gobierno CABA (24 de abril de 2012)


La Corte Suprema de la Nación ordenó al Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires que garantice a una madre
y a su hijo discapacitado, que se encuentran en situación de calle, un alojamiento con condiciones edilicias
adecuadas a la patología que presenta el niño.
El máximo tribunal dispuso, además, que el gobierno porteño deberá asegurar la atención y cuidado del
nene de seis años, que tiene una encefalopatía crónica no evolutiva, y proveer a la madre, de nacionalidad
boliviana, asesoramiento y orientación necesaria para la solución de su problemática habitacional.
La Corte ponderó la situación de vulnerabilidad ya que "es difícil imaginar un estado más desesperante:
hay un niño discapacitado, con una madre en situación de calle".
El fallo fue unánime, pero ante el voto común del presidente Ricardo Lorenzetti y los jueces Elena Highton,
Carlos Fayt, Juan Maqueda y Raúl Zaffaroni, el magistrado Enrique Petracchi no se pronunció sobre el
asesoramiento y Carmen Argibay ponderó la situación del niño.
Fuentes de la Corte dijeron que en el máximo tribunal existen otros 250 casos relacionados con planteos
para la provisión de vivienda a personas en situación de calle.
La causa se inició hace seis años, cuando Sonia Yolanda Quisberth Castro, de 35 años, que llegó a la
Argentina en 2000 "en busca de trabajo y mejores condiciones de vida", tras el nacimiento de su hijo
promovió una acción de amparo contra el gobierno porteño para que, dada la condición de calle de ambos,
se les garantizase el derecho a una vivienda adecuada.
La mujer, beneficiada por una medida cautelar, vive actualmente en un inmueble en el barrio porteño de
Floresta, y pidió que, en caso de que se la incluyera en algún plan habitacional, se le otorgara un subsidio
que le permitiera abonar íntegramente el costo de un lugar de alojamiento.
Ante la Justicia contencioso administrativo y tributario porteña, la mujer impugnó, además, las limitaciones
previstas en el decreto 690/06 por el que llegó a percibir el subsidio creado por el programa "Atención a las
Familias en Situación de Calle", que consiste en 10 cuotas mensuales de 450 pesos cada una.
La medida cautelar que obtuvo en primera instancia de la justicia porteña le permitió extender esa
cobertura. La Cámara de Apelaciones ratificó esa decisión y la amplió al condenar al gobierno porteño a
"proveer un subsidio que asegure un alojamiento en condiciones dignas de habitabilidad" hasta que el
estado de necesidad haya cesado; pero el Superior Tribunal de Justicia de la Ciudad de Buenos Aires
rechazó la acción de amparo.

23
Frente a esa decisión, el defensor oficial Mario Kestelboim presentó un "recurso de queja" por lo que el
expediente llegó a la Corte Suprema de Justicia de la Nación, que luego de celebrar una audiencia pública
-en setiembre de 2011- dictó sentencia.
El máximo tribunal repasó el derecho vigente -Constitución Nacional y de la Ciudad de Buenos Aires,
tratados internacionales y declaraciones sobre derechos humanos, la familia, los niños y personas con
discapacidad- para ordenar que se garantice vivienda adecuada a Quisberth Castro y a su hijo.
La Corte recordó que la Constitución local "reconoce el derecho a una vivienda digna y a un hábitat
adecuado", y para ello se obliga a "resolver progresivamente el déficit habitacional", a la vez que da
"prioridad a las personas de los sectores de pobreza crítica y con necesidades especiales de escasos
recursos".
El tribunal consideró que "sin perjuicio de las decisiones políticas discrecionales, los poderes deben atender
las garantías mínimas indispensables para que una persona sea considerada como tal en situación de
extrema vulnerabilidad".
La Corte analizó que, como Quisberth Castro carece de un ingreso mínimo que supere los 2.000 pesos
mensuales, solo puede acceder a paradores, hogares o refugios, donde faltan habitaciones o baños
privados y alojan a más de una familia, por lo que "no resultan adecuados para la patología del niño".
"El esfuerzo estatal realizado para garantizar los derechos económicos, sociales y culturales que las normas
constitucionales" prevén a favor de Quisberth Castro y su hijo "no es suficiente o adecuado ya que ni
siquiera atiende a las mínimas necesidades que la situación del grupo familiar requiere", evaluó el máximo
tribunal.
Para los jueces de la Corte, "las alternativas implementadas por la ciudad no dan una respuesta adecuada,
definitiva y acorde a las extremas circunstancias que debe afrontar" la mujer con el pequeño.
"Ni la asistencia económica originalmente brindada por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires ni la
medida cautelar posteriormente dispuesta, que garantiza (a la mujer) la suma de 1.700 pesos para el pago
de una habitación en un hotel, resuelven la problemática planteada", afirmaron los jueces.
De esta manera, "se impone que el Estado intervenga con asistencia social en forma integral, lo que incluso
podría requerir un esfuerzo patrimonial menor que el realizado en función de la medida cautelar
dispuesta", ya que "la ausencia de una planificación coordinada por parte de la demandada hace que deba
erogar por una básica habitación en un hotel del barrio de Floresta".

Comentario Fallo Góngora de la CSJN y la Suspensión del proceso o juicio a prueba (art. 293 C.P.P.N. y 76
bis y conc. del Cód. Penal) Art. 120 de la Constitución Nacional y Ley N° 24.946
1) El 23 de abril del 2013, la CSJN en la causa G.61.XLVIII -Recurso de Hecho- “Góngora, Gabriel A. s/Causa
14.092”, se expidió por mayoría, con la disidencia del Dr. Eugenio Zaffaroni, dejando sin efecto la concesión
del beneficio de suspensión del proceso a prueba, conocido en la jerga usual en nuestro país como
Probation (art. 293 C.P.P.N. y 76 bis y conc del Cód. Penal Argentino), decretado por un Tribunal Oral.
La causa originalmente radicada ante el Juzgado Nacional en lo Criminal de Instrucción N° 42, y que luego
pasara a juicio en el Tribunal Oral en lo Criminal N° 9 de esta CABA, por abuso deshonesto contra una
persona de sexo femenino, llega a la Sala IV de la Cámara Federal de Casación Penal (ex Cámara Nacional
de Casación Penal) por apelación del Ministerio Público Fiscal, puesto que el Tribunal Oral concedió el
beneficio, a pesar de su oposición (art. 76 4to. párrafo del Cód. Penal), es decir sin prestar el
consentimiento fiscal (art. 120 CN. y Ley N° 24.946.

24
Dicha oposición fue fundada en las características del hecho imputado y con la posibilidad cierta de recaer
sentencia de condena de cumplimiento efectivo. Junto a ello, con la señalización que se afectaría el
cumplimiento de Tratados Internacionales donde estaría en juego el estándar constitucional por aplicación
de Tratados Internacionales (Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia
contra la Mujer, aprobada por Ley N° 24.632, más conocida como “Convención de Belem do Pará”), la
“Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer” (art. 75, inc. 22 de
la CN). La Ley N° 26.485 no fue invocada.
El único voto de la minoría en dicho fallo, coherente con el planteo procesal y que declara procedente el
recurso extraordinario y revoca la sentencia apelada, es el dictado por el Dr. Dr.Eugenio Zaffaroni, que se
remite al dictamen del Procurador Fiscal ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación, Dr. Eduardo
Ezequiel Casal.
Casal sostuvo que la Corte debía hacer lugar al recurso y rechazar la concesión del beneficio del 76 bis del
C.P., pues la oposición del Ministerio Público Fiscal “contó con fundamentos suficientes a partir de razones
de política criminal…, que lo pusieron a salvo del control del que pudo haber sido objeto, y lo colocaron así
como un límite infranqueable a la concesión de dicho beneficio” (Dictamen del Procurador ante la Corte,
anteúltimo párrafo).
2) La mayoría de la Corte, sin tomar en consideración explícitamente esta circunstancia, o sea la oposición
fiscal fundada, de raigambre constitucional (art. 120 CN y Ley N° 24.946), se explayó sobre la improcedencia
de conceder el beneficio del art. 76 bis y conc. del Cód. Penal sólo por uno de los aspectos del fundamento
del fiscal. La Corte señala que se estaría afectando el art. 7 inc. b) y f) de la “Convención de Belém do Pará”,
y por ello hace lugar al recurso extraordinario revocando la sentencia apelada, denegando la concesión del
beneficio, al estar en juego cuestiones constitucionales y de derecho internacional. Queda claro que no
precisa al dictamen vinculante del MPFiscal para que un juez pueda disponer o no la suspensión de la
acción penal pública.
Sin perjuicio de ello, y dentro del razonamiento seguido por la mayoría de la Corte, cabe resaltar que el inc.
f) del art. 7 de la Convención Belem do Pará, se refiere a la realización de “un juicio oportuno” (en nuestro
caso un debate oral y público), entre otras de las razones que invoca para resolver las cuestiones judiciales
en materia de violencia contra la mujer, de manera rápida y efectiva.
Asimismo hace alusión en el punto 4) del Considerando que el debate se centra (solamente) en el alcance
del art. 7 de la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer
(“Convención de Beén do Pará”), y la decisión desatiende el contexto del artículo en el que ha sido incluido
el compromiso del Estado de sancionar este tipo de hechos contrariando así las pautas de interpretación
del artículo 31, inciso primero, de la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados -punto 6 del
Considerando-.
La mayoría de la Corte Suprema entiende que siguiendo un interpretación que vincula a los objetivos
mencionados con la necesidad de establecer un “procedimiento legal justo y eficaz para la mujer”, que
incluya “un juicio oportuno (cfr. el inc. “f”, del artículo citado de Belén do Pará) indicando que la norma en
cuestión impone considerar que en el marco del ordenamiento jurídico que ha incorporado al referido
instrumento internacional, tal el caso de nuestro país, la adopción de alternativas distintas a la definición
del caso en la instancia del debate oral es improcedente.
Al respecto, vale recordar que nuestro ordenamiento jurídico en materia internacional, ha suscripto entre
otros compromisos internacionales, las Reglas de Tokio (Reglas mínimas de las Naciones Unidas sobre las
medidas no privativas de la libertad) que deben interpretarse y complementarse con todo el Derecho
Internacional, conforme el Tratado de Viena mencionado por la CSJN .

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Estas Reglas fueron las adoptadas por la Asamblea General en su Resolución N° 45/110 del 14/12/1990 en
su 68a. Sesión Plenaria y Cuadragésimo quinto período de sesiones, donde en el punto 2.2 señala que se
aplicarán sin discriminación alguna por motivos de raza, color, sexo, edad..., y en el punto 2.6 indica la
aplicación de la mínima intervención, al margen de remarcar Propuesta de los Gobiernos de Argentina,
Brasil, Estados Unidos de América, Sudáfrica, Uruguay y Venezuela (E./CN.15/2013/CRP.6), basada enla
2da. Reunión del Grupo de expertos realizada en la ciudad de Buenos Aires, República Argentina del 11 al
13 de diciembre de 2012.
Si bien se trata de reglas para personas condenadas por delitos, lo cierto es que quien puede lo más puede
lo menos, y, en este caso, para este distorsionado instituto de Suspensión de proceso o juicio a prueba, con
deficiente técnica legislativa, y de índole procesal incorporado al Código de fondo, la persona imputada
mantiene su estado de inocencia (art. 18 CN) pudiéndosele aplicar –adecuándolas conforme la Ley N°
24.660/1994- todas las medidas –según el caso- que permitan utilizar las Reglas de Tokio referidas,
teniendo además presente el Principio Pro Homine (CSJN, A.2186. XVL), teniendo presente también lo
indicado por Jimenez de Asua (Jimenez de Asua, L:1951:14) que: nuestro derecho por no ser normativo,
sino garantizador, sigue a todo cambio político, como la silueta en la sombra reproduce el movimiento de
nuestro cuerpo”, y, todos los cambios que vienen sucediendo en esta transformación de nuestro
ordenamiento jurídico, deben ser interpretadas tomando dicho ordenamiento de manera integral.
Es Hassemer W. (Hassemer,W.:2001: 5), entre otros que indica que: “se podrían solucionar problemas
sociales con los recursos del Derecho Penal. Ella, en la orientada y teórica tradición jurídica del iluminismo,
ha considerado al Derecho Penal como de última ratio: Como el último -y en cierto modo desesperado-
recurso, cuando las moderadas intervenciones no sirven”.
Desde mi punto de vista, esta problemática tampoco se resuelve solamente con una sentencia de condena,
salvo por una cuestión formal de prevención especial respecto del imputado, ya que la búsqueda razonable
de una solución al conflicto social que implica la violencia contra la mujer –generalmente en ámbitos
domésticos o familiares- requiere un trabajo del propio Estado en forma integral para -al menos- mitigar el
alto índice de violencia existente.
Una de las obligaciones del Estado es que una causa en esta materia no dure dos o tres años, como ocurre
en la realidad judicial de nuestros dias, ya que si bien tal vez la prevención especial podría ser efectiva, lo
cual dudo, la prevención general que implica una condena corre el mismo camino, es decir, esa violencia
que se quiere penar o resolver pasado un tiempo razonable del hecho delictivo –que no debe exceder de
pocos días-, toda otra solución, en principio, mantiene el conflicto o lo agrava.
3) En cuanto al dictamen vinculante del Ministerio Público Fiscal, no puede dejarse de lado -entre otros- el
fallo del Tribunal Oral en lo Criminal N° 17 de la Capital Federal, en la causa CCC.39335/2012/T01 del 13 de
mayo del 2013, donde luego del fallo Góngora, se concede dicho beneficio.
En esta causa, la propia víctima presta conformidad con la concesión del Instituto, más aún pues seguía
conviviendo con el victimario y no se advertía vulnerabilidad actual que pudiera viciar dicho
consentimiento. En este caso llegar a una condena –si las pruebas lo permitían- resultaría por demás
perjudicial al núcleo familiar de la propia víctima.
Una mención especial merece el voto del Dr. Giudice Bravo en ese fallo, que resulta concordante en los
lineamientos seguidos por los Dres. Casal y Zaffaroni, en cuanto a la necesidad de suspender la acción penal
cuando ello se basaba en la falta del consentimiento prestado del Ministerio Público Fiscal.
En este caso el Ministerio Público Fiscal había prestado el consentimiento para la concesión y la víctima
también, lo cual es necesario mencionar lo indicado por el Prof. Julio Maier (Maier,J:1992:185 y 186) “... la
víctima fue desalojada de ese pedestal, abruptamente, por la inquisición, que expropió todas sus

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facultades, al crear la persecución penal pública, desplazando por completo la eficacia de su voluntad en el
enjuiciamiento penal, y al transformar todo el sistema penal en un instrumento de control estatal directo
sobre los súbitos”, situación que hoy también debe tenerse en cuenta al momento que un juez dispone
suspender o no seguir con la prosecución de la acción pública, en un sistema procesal federal que continúa
con el sistema procesal inquisitivo reformulado, hasta que no muy lejos se lo transforme por una ley en
sistema procesal acusatorio, lo cual requiere una pronta decisión política para una verdadera
democratización del sistema judicial.
Sobre el consentimiento prestado por la víctima, habría que analizar también, por un lado si la misma
presta su conformidad libremente, o lo hace con su consentimiento viciado (que puede desprenderse de un
informe psiquiátrico acerca de su vulnerabilidad o por tener el Síndrome de Indefensión Aprendida), y por
el otro, si ésta no presta expresamente el consentimiento.
En este último caso, cuando no presta su conformidad, habría que ver si es por no concurrir a la audiencia
prevista por el art. 293 del C.P.P.N., ó si expresa cuáles son las razones –por ejemplo que el imputado siga
ejerciendo violencia actual-.
Al respecto Bovino (2001:127) señala que:“La ventaja de los mecanismos reparatorios como la suspensión
del procedimiento penal del Código Penal consiste en que se pretende procurar a la victima una
satisfacción lo más rápida y efectiva posible de sus reclamos de reparación. Frente a esto, las
consideraciones acerca del fin de la pena, en su sentido tradicional, deben ceder el paso…En este sentido,
la reparación como respuesta alternativa representa el quiebre de uno de los elementos más
característicos del derecho penal estatal: la reacción punitiva como única y exclusiva solución” .
A su turno, Roxin (1993) señala que: La función de las normas penales no debe ser confundida con la
finalidad de la pena.
Estas circunstancias deben ser analizadas adecuadamente para que este Instituto de Política Criminal tenga
una razonable aplicación y no se quebranten las obligaciones que asumió el Estado al firmar todos los
Tratados Internacionales, aunque habría que ver si entre otros de los posibles incumplimientos actuales del
Estado es no organizar efectivamente el control de los probados a través de una estructura de control a
través de oficiales de prueba y medidas de evaluación durante y posteriores.
4) Evidentemente los Pactos Internacionales que menciona la CSJN no prohíben expresamente la aplicación
de este Instituto, solo indican la necesidad que haya eficiencia y rapidez en ocuparse y resolver el caso, y
obviamente una salida –al margen de lo expuesto anteriormente- es ordenar no solo el tratamiento de los
probados, sino cursos y tratamientos psicológicos relacionados con la violencia contra la mujer.
No dejo de tener en cuenta, que existe una fuerte pulsión internacional y nacional en ocuparse de esta
problemática de violencia sobre la mujer, que por cierto tiene raigambre cultural desde el comienzo de la
humanidad. Por suerte en el siglo XX y en el presente siglo XXI, las posiciones más democráticas y
avanzadas se están ocupando de generar cambios en la cultura histórica, y que supera los parámetros
mantenido por siglos, entre los cuales se encuentran no solo la protección integral de la mujer, sino quien
se percibe como tal con la ley de Identidad de Género (Ley N° 26.743) para quien expresa su vivencia
interna e individual del género tal como cada persona la siente, la cual puede corresponder o no con el
sexo asignado al momento del nacimiento, incluyendo la vivencia personal del cuerpo.
Por ello penalizar y estigmatizar penalmente sea la única solución, salvo para quien desconociendo ciertos
parámetros entienda que “la cárcel” sea la única alternativa de solución de todos los conflictos sociales,
como el presente.

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Tampoco dejo de tener en cuenta que desde el Estado se han ido creando diversas estructuras – aunque
con funcionamiento aislado y no coordinado –tanto en el Poder Ejecutivo, en el Poder Judicial y en el
Ministerio Público Fiscal, en este caso con la creación por parte de la Procuración General de la Nación, del
Programa contra la Violencia contra la Mujer.
Es más, el suscripto ha sido uno de los expertos que trabajó en el Protocolo de Actuación Policial para casos
de Violencia Familiar, desde quien fuera en su momento el Ministerio del Interior y DDHH de la Nación,
aprobado posteriormente por el Consejo de Seguridad Interior de la Nación y por la mayoría de las
Provincias que han adherido. Este Protocolo permitió –con los viajes realizados por casi todo el país a fin de
capacitar sobre el tema – conocer la problemática regional y no solo en lo que ocurre en la Ciudad de
Buenos Aires.
Es por ello, que en resguardo de los preceptos constitucionales en juego, no sólo las convenciones y
tratados internacionales que la conforman, sino también los Tratados Internacionales en la materia ut
supra mencionados y el art. 16 de la CN, es que, más allá de lo resuelto por la mayoría en el fallo de la CSJN
“Góngora”, quien suscribe entiende que expedirse sobre la procedencia ó no al otorgamiento del beneficio
de suspensión del juicio a prueba, en causas en que se investigan delitos por violencia contra la mujer, o
quien se perciba como tal, debe hacerse teniendo en cuenta las circunstancias específicas de la causa, y las
condiciones objetivas que surgen de la misma, todo ello, para sustentar razones de política criminal que
lleven a una oposición ó no, en la concesión del beneficio de Probation (suspensión proceso o juicio a
prueba) del que en ningún caso, significa una conclusión uniforme para cualquier tipo de causa que ventile
este tipo de delitos.

Caso “Reyes Aguilera, D. c/ Estado Nacional” (Resuelto el 04/09/2007)


IGUALDAD DE LOS EXTRANJEROS (II)
La Corte sostuvo que el plazo de veinte años de residencia como requisito para otorgar una pensión por
invalidez a extranjeros era inconstitucional.
Hechos: Los padres de una menor de edad con una incapacidad congénita, ante la negativa estatal de
otorgarle una pensión por invalidez, solicitaron que se declare la inconstitucionalidad de la norma que exige
a los extranjeros veinte años de residencia mínima para concederles dicho beneficio.
Decisión de la Corte: La Corte sostuvo que el requisito de veinte años de residencia mínima para conceder
una pensión por invalidez era inconstitucional. En este sentido, primero observó que no se trataba de una
pensión equiparable a una pensión graciable, sino que de un beneficio de la seguridad social. Luego, se
refirió a los requisitos necesarios para tener acceso a la prestación. Sostuvo que, teniendo en cuenta que
ésta apuntaba a asegurar la subsistencia, la condición de veinte años de residencia, aún cuando fuere para
argentinos y extranjeros por igual, comprometería el derecho a la vida reconocido en la  Constitución
Nacional y en tratados internacionales de derechos humanos con jerarquía constitucional, que el Estado se
ve obligado a garantizar por medio de acciones positivas. Consideró, por lo tanto, inconstitucional denegar
una pensión por invalidez en base al requisito de residencia, cuando quien la solicite cumpla con todos los
demás requerimientos legales.
En sus votos los jueces Petracchi y Argibay, entendieron que resultaba discriminatorio establecer mayores
exigencias a extranjeros que a nacionales para otorgar el beneficio. Asimismo declararon que los límites del
presupuesto nacional, no justifican un trato diferenciado basado en el origen nacional.

Resúmenes de Fallos Unidad IV


Fuentes, Aurora Luisa (2012)

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La Corte Suprema precisó el alcance del aborto no punible y dijo que estos casos no deben ser
judicializados. Interpretó el Código Penal diciendo que no resulta punible la interrupción del embarazo
proveniente de toda clase de violación y que cualquier caso de aborto no punible no está supeditado a
trámite judicial. Exhortó a implementar protocolos hospitalarios.
En el caso “A. F. s/medida autosatisfactiva”, la Corte Suprema, por unanimidad y por el voto conjunto del
Presidente Lorenzetti, de la Vicepresidenta Highton de Nolasco y de los jueces Fayt, Maqueda y Zaffaroni, y
por los votos individuales de los jueces Petracchi y Argibay, confirmó la sentencia del Tribunal Superior de
Justicia de Chubut que, en marzo de 2010, autorizara la realización de la práctica de aborto respecto de la
joven A.G, de 15 años de edad, quien quedara embarazada como consecuencia de haber sido violada por su
padrastro. De esta manera, rechazó el recurso extraordinario que, en representación del nasciturus,
interpusiera el Asesor General Subrogante de la Provincia de Chubut.
La Corte aclaró que, no obstante que el aborto ya se había realizado, se configuraba uno de los supuestos
de excepción que, según su jurisprudencia, la autoriza a pronunciarse. Esto teniendo en cuenta: a) que el
tiempo que implica el trámite judicial de cuestiones de esta naturaleza excede el que lleva su decurso
natural, b) que era necesario el dictado de un pronunciamiento que pudiera servir de guía para la solución
de futuros casos análogos  y c) estaba comprometida la responsabilidad internacional del Estado Argentino.
El voto mayoritario, firmando por los jueces Lorenzetti, Highton de Nolasco, Fayt, Maqueda y Zaffaroni
sentó tres reglas claras.
La primera: que la Constitución y  los tratados de derechos humanos no sólo no prohíben la realización de
esta clase de abortos sino que, por el contrario, impiden castigarlos respecto de toda víctima de una
violación en atención a los principios de igualdad, dignidad de las personas y de legalidad.   De este modo,
se puso fin a la incertidumbre relacionada con el alcance del artículo 86, inciso 2º, del Código Penal, en
tanto algunas instancias judiciales han entendido que éste sólo se aplica respecto de la víctima de una
violación que poseyera alguna discapacidad mental, criterio que llevaba a que la cuestión se judicializara a
lo largo del país con resultados adversos y, en algunos casos, con riesgo a la realización del aborto o a la
salud de la madre.
La segunda: que los médicos en ningún caso deben requerir autorización judicial para realizar esta clase de
abortos, debiendo practicarlos requiriendo exclusivamente la declaración jurada de la víctima, o de su
representante legal, en la que manifieste  que el embarazo es la  consecuencia de una violación.
La tercera: que los jueces tienen la obligación de garantizar derechos y su intervención no puede
convertirse en un obstáculo para ejercerlos, por lo que deben abstenerse de judicializar el acceso a estas
intervenciones, las que quedan exclusivamente reservadas a lo que decidan la paciente y su médico.
Entre otros aspectos, en la decisión, se tuvieron en cuenta la posición de la Organización Mundial de la
Salud en la materia  y distintos pronunciamientos del Comité de Derechos Humanos y del Comité de los
Derechos del Niño, ambos de Naciones Unidas que marcaron la necesidad de garantizar el acceso seguro a
los abortos no punibles en nuestro país y la eliminación de las barreras institucionales y judiciales que han
impedido a las víctimas de una violación acceder a un derecho reconocido por la ley.
Finalmente, con el objeto de hacer efectivo lo decidido y asegurar los derechos de las víctimas de violencia
sexual, los jueces Lorenzetti, Highton de Nolasco, Fayt, Maqueda y Zaffaroni exhortaron a las autoridades
nacionales, provinciales y de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, a implementar y hacer operativos,
mediante normas del más alto nivel, protocolos hospitalarios para la concreta atención de los abortos no
punibles a los efectos de remover todas las barreras administrativas o fácticas al acceso a los servicios
médicos y a disponer un adecuado sistema que permita al personal sanitario ejercer su derecho de

29
objeción de conciencia sin que ello se traduzca en derivaciones o demoras que comprometan la atención
de la requirente del servicio.
Asimismo, atendiendo a la gravedad y trascendencia social que reviste la temática abordada en el caso, los
mencionados jueces señalaron la necesidad de que tanto en el ámbito nacional como en los provinciales se
extremen los recaudos a los efectos de brindar a las víctimas de violencia sexual, en forma inmediata y
expeditiva, la asistencia adecuada para resguardar su salud e integridad física, psíquica, sexual y
reproductiva y el asesoramiento legal del caso. También sostuvieron que se consideraba indispensable que
los distintos niveles de gobierno de todas las jurisdicciones implementen campañas de información pública,
con especial foco en los sectores vulnerables, que hagan conocer los derechos que asisten a las víctimas de
violación y que se capacite, en este sentido, a las autoridades sanitarias, policiales, educativas y de
cualquier otra índole para que brinden a toda víctima de violencia sexual la orientación del caso.
Por su parte, el juez Petracchi entendió que el recurrente no había justificado debidamente por qué sólo
debía permitirse que se practicara esta clase de abortos a las víctimas de una violación que presentaban
deficiencias psíquicas ya que, lo fundamental, era que, en este caso, la joven A.G. también había sido
víctima de un ataque a su integridad sexual y consideró que éste tampoco había demostrado que fuera
inconstitucional la solución adoptada por el legislador frente al  conflicto de derechos entre la persona por
nacer y quien resultó embarazada como consecuencia de una violación. En consecuencia, resolvió declarar
inadmisible el recurso interpuesto por el Asesor.
La jueza Argibay también sostuvo que el recurrente no había demostrado por qué era válido restringir el
acceso al aborto no punible sólo a las víctimas de violación que presentaban deficiencias psíquicas ya que,
lo fundamental, era que, en este caso, la joven A.G. también había sido víctima de un ataque a su
integridad sexual. Además, consideró que no se había demostrado que fuera inconstitucional la solución
adoptada por el legislador frente a este conflicto de derechos entre la persona por nacer y quien resultó
embarazada como consecuencia de una violación. Por último, estableció que para el ejercicio del permiso
jurídico sentado en la norma no debía requerirse autorización judicial sino únicamente  que los médicos
verifiquen que, respecto de quien peticiona el aborto, el embarazo es la consecuencia de una violación.   En
consecuencia, resolvió rechazar el recurso interpuesto por el Asesor y confirmó la sentencia apelada.
En síntesis, la Corte Suprema tuvo en cuenta que el artículo 86 inciso 2º del Código Penal establece que: “El
aborto practicado por un médico diplomado con el consentimiento de la mujer encinta, no es punible: … si
el embarazo proviene de una violación o de un atentado al pudor cometido sobre una mujer idiota o
demente. En este caso, el consentimiento de su representante legal deberá ser requerido para el aborto”.
Así, atendiendo a esta disposición, y frente a una extendida práctica fomentada por los profesionales de la
salud y convalidada por distintos operadores de los poderes judiciales nacionales y provinciales que ha
restringido indebidamente el acceso a los abortos no punibles por parte de las víctimas de una violación, la
Corte Suprema de Justicia reafirma, con este pronunciamiento, el imperio del principio de legalidad que
prescribe que las leyes están para ser cumplidas, por lo que no puede impedirse a estas víctimas ejercer su
derecho a interrumpir el embarazo conforme lo autoriza el Código Penal en esta clase de casos.

Fallo “Albarracini” (Testigo de Jehová).


Con fecha 01/06/12 la Corte Suprema de Justicia de la Nación se expidió en el caso “Albarracini Nieves,
Jorge Washington s/medidas precautorias”, manteniendo la doctrina del precedente “Bahamondez” sobre
libertad y autonomía individual.
Los aspectos más relevantes del fallo son los siguientes:
Hechos / Antecedentes:

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- El paciente Pablo Albarracini se encuentra internado en estado crítico en una clínica de Capital Federal.
- Para su tratamiento los galenos que lo atienden sugieren la transfusión de sangre.
- Atento su estado de inconsciencia, su esposa manifiesta que el Sr. Albarracini es Testigo de Jehová y que
por tanto se ha negado a recibir la mentada transfusión.
- Como prueba de ello, presenta un documento firmado ante escribano público donde el paciente expresa
esta negativa en forma clara y precisa.
- El padre del Sr. Albarracini se presenta ante la Justicia solicitando la intervención médica a través de una
medida precautoria.
- El caso llega a la Corte tras la aceptación de la medida en 1ª Instancia y la negativa de la Cámara de
Apelaciones en lo Civil, en segunda instancia.
1. Sostiene la Corte Suprema que corresponde atender el tratamiento de una medida precautoria por la
urgencia del caso y porque una resolución tardía del mismo supondría la lesión de un derecho de raigambre
constitucional, como la vida.
2. Si bien la solución del caso es análoga, el presente se diferencia de Bahamondez” por cuanto el Sr.
Albarracini no ha podido expresar su parecer acerca del tratamiento que se le está aplicando, dado su
estado de inconsciencia. Sin embargo, la existencia de un instrumento firmado por el paciente en el año
2008 ante escribano público, servirá al  Alto Tribunal como expresión de la voluntad personalísima del
paciente.
3. Así pues, sus creencias religiosas y en consonancia con ellas, su voluntad de no recibir transfusiones de
sangre, han sido probadas por la apelante mediante un instrumento público donde el paciente declaró su
voluntad en forma fehaciente.
4. Aún cuando, las “directivas anticipadas” sobre tratamientos médicos del Sr. Albarracini fueron muy
anteriores a entrar en estado crítico, la valoración de este instrumento lleva a la Corte a ponderar que “no
existen razones para dudar de que el acto por el cual Pablo ha manifestado su negativa de ser
transfundido fue formulado con discernimiento, intención y libertad” y a considerar por tanto que
corresponde situar la decisión del paciente de no recibir un tratamiento contrario a su fe en la esfera más
íntima de la libertad personal, amparada por la Constitución Nacional.
5. Dicho argumento, también fue utilizado en “Bahamondez” al considerar que la libertad personal del Art.
19 CN, es un ámbito donde los individuos pueden tomar decisiones fundamentales en relación a su
persona, sin intervención del Estado, siempre que no violen derechos de terceros.
6. En el presente caso sostiene el voto de la mayoría que “los pacientes tienen derecho a hacer opciones
de acuerdo a sus propios valores o puntos de vista, aún cuando parezcan irracionales o imprudentes, y
que esa libre elección debe ser respetada”.   Esta opinión se encuentra receptada en la Ley 26.529 (art. 2
inc. E), y es limitada en el mismo cuerpo legal por el art. 11 que expresa que las directivas expresadas por
un paciente en cuanto a su voluntad de recibir o no cierto tratamiento debe ser respetada por los
médicos, salvo que impliquen desarrollar prácticas eutanásicas (art. 11 Ley 26.529), las que se tendrán
como inexistentes.
7. El otro límite impuesto a la expresión de voluntad de un paciente es la existencia de algún interés
público relevante que justifique la restricción a la libertad personal del paciente.
8. Conclusión: La Corte, al mantener la doctrina del caso “Bahamondez” en el presente, resuelve que no se
configuran en el caso “Albarracini” los supuestos del art. 11 de la ley 26.529, ni se ha podido probar vicio
alguno en la expresión de voluntad del paciente, aún cuando ahora no esté en condiciones de ratificarla, ni

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se violenta interés público de ninguna especie que haga necesario desestimar la decisión del paciente, por
lo que se mantiene el fallo de Cámara, respetando la autonomía individual, libertad religiosa y de
conciencia del paciente.
D., M. A. s/ declaración de incapacidad (2015)
La Corte Suprema reconoció el derecho de todo paciente a decidir su muerte digna. En el caso “D.M.A. s/
declaración de incapacidad”, la Corte Suprema, con el voto de los jueces Ricardo Lorenzetti, Elena Highton
de Nolasco y Juan Carlos Maqueda, garantizó que se respete la voluntad de una persona para que se
suspendan las medidas que desde hace más de 20 años prolongan artificialmente su vida.
La Corte Suprema, al confirmar la decisión del Tribunal Superior de Justicia de la Provincia del Neuquén,
debió expedirse respecto de la situación del paciente M.A.D. que, como consecuencia de un accidente
automovilístico, se encuentra postrado desde el año 1995, con una grave secuela con desconexión entre
ambos cerebros, destrucción del lóbulo frontal y severas lesiones en los lóbulos temporales y occipitales.
Desde hace más de 20 años no habla, no muestra respuestas gestuales o verbales, no vocaliza ni gesticula
ante estímulos verbales y tampoco responde ante estímulos visuales. Carece de conciencia del medio que
lo rodea, de capacidad de elaborar una comunicación, comprensión o expresión a través de lenguaje alguno
y no presenta evidencia de actividad cognitiva residual. Dado su estado, necesita atención permanente
para satisfacer sus necesidades básicas y es alimentado por una sonda conectada a su intestino delgado.
Debido a la trascendencia de la decisión que debía adoptarse y para obtener una mayor certeza científica,
la Corte Suprema ordenó al Cuerpo Medico Forense y al Instituto de Neurociencias de la Fundación
Favaloro la realización de nuevos estudios médicos al paciente para complementar y actualizar los que ya
se habían realizado en la causa. Estos estudios confirmaron el carácter irreversible e incurable de su
situación, sin aportar elementos científicos que permitan suponer que tenga posibilidades de recuperarse
de su actual estado. Con base en estos informes, las partes y la Defensora General de la Nación, en su
carácter de representante del Ministerio Pupilar ante esta instancia, se expidieron los días 6 y 7 de abril y
15 de junio del corriente año.
La particularidad que presenta este caso es que el paciente no había brindado ninguna instrucción
formalizada por escrito respecto a qué conducta médica debía adoptarse en una situación como la que se
encuentra en la actualidad. En este sentido, no puede perderse de vista que al momento del accidente no
se había dictado aún la Ley de Derechos del Paciente (26.529) que autoriza a las personas a disponer
mediante instrumento público sobre su salud dando directivas anticipadas. Tampoco puede ignorarse que
en esa fecha esa práctica no era habitual y no se hallaba difundida socialmente la posibilidad de hacerlo
como ocurre en la actualidad. Sin embargo, él le había manifestado a sus hermanas que, en la eventualidad
de hallarse en el futuro en esta clase de estado irreversible, no era su deseo que se prolongara
artificialmente su vida. En consecuencia, basándose en esta manifestación de voluntad de M.A.D., sus
hermanas solicitaron la suspensión de las medidas de soporte vital que se le vienen suministrando desde
hace dos décadas.
En el fallo, la Corte Suprema consideró que la Ley de Derechos del Paciente contempla la situación de
quienes, como M.A.D., se encuentran imposibilitados de expresar su consentimiento informado y autoriza a
sus familiares a dar testimonio de la voluntad del paciente respecto de los tratamientos médicos que éste
quiere o no recibir. En razón de ello, resolvió que debía admitirse la petición planteada en la causa a fin de
garantizar la autodeterminación de M.A.D.
Al adoptar esta decisión, la Corte aclaró que no se estaba en presencia de un caso de eutanasia. Luego,
efectuó consideraciones relevantes tanto sobre los derechos de los pacientes, en especial de los más
vulnerables, como también enfatizó la importancia de respetar exclusivamente la voluntad del paciente,

32
por fuera de otra consideración, en lo que hace al final de su vida. Por último, remarcó que, como regla,
deben evitarse judicializaciones innecesarias de decisiones relativas al cese de prácticas médicas.

En primer lugar, sobre los derechos de los pacientes, el Tribunal señaló:


a) Que la solicitud de cese de soporte vital no importa una práctica eutanásica vedada por la ley sino que
constituye una abstención terapéutica que si se encuentra permitida.
b) Que la ley autoriza a solicitar el cese de la hidratación y alimentación artificial en tanto constituyen por sí
mismos una forma de tratamiento médico, tal como lo han reconocido los Comités de Bioética que
dictaminaron en la causa, los debates parlamentarios de la Ley de Derechos del Paciente, la reciente
decisión del Tribunal Europeo de Derechos Humanos en el caso “Lambert vs. Francia” y la jurisprudencia de
los tribunales de máxima instancia de Estados Unidos, Italia, Francia, del Reino Unido y de la India.
c) Que es indiscutible que M.A.D. es una persona en sentido pleno, que sus derechos fundamentales deben
ser protegidos sin discriminación alguna y que, por ello, goza del derecho a la plena autodeterminación de
decidir tanto recibir las necesarias prestaciones de salud como también cesar su tratamiento médico.
En segundo lugar, al fundamentar que la única voluntad que debe tenerse en cuenta es la del paciente, la
Corte sostuvo:
a) Que, a ningún poder del Estado, institución o persona distinta a M.A.D. le corresponde decidir si su vida,
tal como hoy transcurre, merece ser vivida.
b) Que la solución adoptada respecto de la solicitud formulada por las hermanas de M.A.D. de ninguna
manera avala o permite establecer una discriminación entre vidas dignas e indignas de ser vividas ni
tampoco admite que, con base en la severidad de una patología, se restrinja el derecho a la vida o se
consienta idea alguna, o consideración económica, que implique cercenar el derecho a acceder a las
prestaciones médicas o sociales destinadas a garantizar su calidad de vida.
c) Que por tratarse la vida y la salud de derechos personalísimos, el único que puede decidir respecto del
cese del soporte vital es el paciente, ya que de ningún modo puede considerarse que el legislador haya
transferido a sus familiares un poder incondicionado para disponer de su suerte cuando se encuentra en un
estado total y permanente de inconsciencia. Es decir que, en este supuesto, sus familiares sólo pueden
testimoniar, bajo declaración jurada, la voluntad del paciente. Por lo que no deciden ni “en el lugar” del
paciente ni “por” el paciente ni “con” el paciente sino comunicando cual es la voluntad de este.
d) Que en el presente caso, las hermanas de M.A.D. cumplieron con este requisito porque solicitaron el
cese de medidas de soporte vital manifestando con carácter de declaración jurada que esta petición
responde a la voluntad de su hermano, sin que se haya alegado ni aportado elemento alguno a lo largo de
todo el proceso que permita albergar dudas acerca de que ésta es la voluntad de M.A.D.
En tercer lugar, y en lo que hace a la implementación de la solicitud efectuada, la Corte remarcó la
importancia de que, al hacerse efectiva la voluntad de M.A.D. y proceder al retiro de las medidas de
soporte vital, se adopten, tal como lo prevé la ley, todos los recaudos necesarios para el adecuado control y
alivio de un eventual sufrimiento del paciente.
Finalmente, a fin de evitar judicializaciones innecesarias, el Tribunal formuló precisiones acerca de como
deberán tratarse, en el futuro, situaciones en las que se pretenda hacer efectivo el derecho a la
autodeterminación en materia de tratamientos médicos.
Para ello, subrayó que el legislador no ha exigido que el ejercicio del derecho a aceptar o rechazar las
prácticas médicas quede supeditado a una autorización judicial previa y, portal razón, no debe exigírsela

33
para convalidar las decisiones tomadas por los pacientes respecto de la continuidad de los tratamientos
médicos, en la medida en que estas se ajusten a los requisitos establecidos en la ley que regula esta
temática, no existan controversias respecto de cuál es la voluntad del paciente y se satisfagan las garantías
y resguardos previstos en las leyes que protegen a los menores de edad y a las personas con discapacidades
físicas o psíquicas.

Caso “Vázquez Ferrá, E. K. s/ incidente de apelación” (Resuelto el 30/09/2003)


DERECHO A LA VERDAD II
En el caso "Vázquez Ferrá" la Corte afirmó que el derecho constitucional a la intimidad ampara a quien
resiste ser obligada a proveer prueba de cargo contra quienes ella considera su familia y, de esta manera,
puso límites a la averigüación de lo ocurrido durante la última dictadura militar.
Hechos:En junio de 1977, S. Pegoraro, embarazada de cinco meses, fue secuestrada junto con su marido
por las fuerzas de seguridad. Dio a luz a su hija en el centro clandestino de detención que funcionaba en la
ESMA.
Se presume que la niña nacida en cautiverio fue entregada a P. Vázquez, quien trabajaba en la Base Naval
de Submarinos de Mar del Plata y que la habría inscripto como hija propia, con el nombre “E. Vázquez
Ferrá”.
La supuesta abuela biológica de la niña, S., llamada igual que su hija desaparecida, querelló a Vázquez y a su
esposa, A. M. Ferrá, por los delitos de supresión de estado civil y falsedad ideológica del acta de nacimiento
de la niña.
Hasta el día de hoy, la niña fue criada como hija de ese matrimonio.
En el curso de la investigación penal, los acusados confesaron que habían recibido a la niña en
circunstancias que permitían suponer que era hija de desaparecidos. Además, se corroboró que el acta de
nacimiento era apócrifa.
El juez de primera instancia ordenó extraer una muestra de sangre a la niña, para realizar un estudio
genético y determinar si era nieta de la querellante. En caso de que la joven se negara, dispuso que la
extracción se hiciera mediante el uso de la fuerza.
Pero al momento de ordenar la medida, la niña ya era mayor de edad y apeló la resolución. Consideraba
que podría perjudicar la situación procesal del matrimonio que la había criado, que vulneraba su integridad
física, su derecho a la intimidad, su dignidad -al obligarla a usar su cuerpo para incriminar a quienes veía
como padres- y que le negaba el derecho a no declarar contra sus progenitores otorgado por el código de
procedimiento penal.
Sin embargo, E. Vázquez Ferrá manifestó que no se opondría a la extracción si el resultado no se usaba
contra quienes la habían inscripto y criado como hija.
La Cámara Federal en lo Criminal y Correccional de la Capital Federal no hizo lugar a ninguno de sus pedidos
y ordenó que se realizara el examen, por lo que la joven llevó la cuestión ante la Corte Suprema.
En este caso, se encontraban en conflicto el interés de E. Vázquez Ferrá de no ser usada como prueba
contra quienes la criaron, el interés de la querellante de saber si E. Vázquez Ferrá era su nieta y de conocer
las circunstancias en que las que le fue sustraída a su hija, y por último, el interés de la sociedad para que
esclarezcan y castiguen los delitos de la última dictadura militar.
La Corte debía decidir cuál de estas pretensiones tenía protección constitucional. Básicamente, si E.
Vázquez Ferrá tenía el derecho constitucional a negarse a un examen cuyo resultado permitiría determinar

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si era la nieta de la querellante y avanzar en la investigación sobre quienes la habían apropiado. Para ello, el
tribunal debía analizar también la intención de E. Vázquez Ferrá de no resistirse al examen si le aseguraban
que el resultado no se usaría como prueba contra quienes ella consideraba sus verdaderos padres.
Decisión de la Corte:El máximo tribunal determinó que la extracción de sangre no podía realizarse en
contra de la voluntad de E. Vázquez Ferrá (Voto de los jueces Belluscio, López, Fayt, Petracchi, Moliné O
´Connor, Boggiano y Vázquez. Disidencia de Maqueda). Los jueces estimaron que el objeto del proceso
penal se circunscribía a dilucidar si el matrimonio Vázquez Ferrá había anotado a E. Vázquez
Ferrá indebidamente como hija propia suprimiendo su identidad, cualquiera que ésta fuera.
En otras palabras, para la Corte, el fin de la investigación penal era establecer si la identidad de  E. Vázquez
Ferrá había sido alterada, pero no cuál era su verdadera identidad. Los jueces argumentaron que  como ella
era una persona adulta, tenía derecho a negarse a conocerla, y que el reproche penal se dirigía a los
Vázquez Ferrá, por haber alterado la identidad de una menor en el año 1977. Como esta conducta se había
acreditado mediante la confesión de los acusados y con la prueba de la falsedad del acta de nacimiento, la
culpabilidad de los imputados ya estaba probada y no se justificaba la realización de este estudio.
Afirmaron también, que E. Vázquez Ferrá tenía el derecho constitucional a oponerse a que su cuerpo se
usara para buscar prueba de cargo contra las personas que ella consideraba como sus padres. Estimaron
que ordenar la extracción de sangre por la fuerza puede asimilarse a ser llamado para prestar declaración
testimonial. Por lo tanto, estimaron aplicables las normas de la ley procesal que, a fin de conservar la unión
familiar, autorizan al hijo a no declarar en un juicio penal contra sus padres.
Dentro de esta línea, encontraron fundamentos en las normas de la ley penal que no castigan a quienes
encubren el delito cometido por un familiar o por una persona a la que tienen especial gratitud o afecto.
Para los jueces, servir como prueba en contra de sus “padres” era una decisión personal e íntima de E.
Vázquez Ferrá, protegida por la Constitución Nacionalen el derecho de privacidad -entendida aquí como el
ámbito de libertad que cada persona necesita para vivir según sus principios, y que incluye el derecho a ser
el único que tome las decisiones que pueden afectar sustancialmente su vida personal, con el sólo límite de
que no se vulneren los derechos de un tercero ni el orden y la moral pública.
Teniendo en cuenta estas circunstancias, los jueces estimaron que extraerle sangre por la fuerza a E.
Vázquez Ferrá constituiría una aberración jurídica.
En disidencia, Maqueda sostuvo que el objeto de la investigación penal no se limitaba a la demostración de
la falta de relación biológica entre E. Vázquez Ferrá y los imputados. La querellante había denunciado
que E. Vázquez Ferrá sería la niña que le arrebataron a su hija desaparecida, por lo que Maqueda consideró
que determinar esta circunstancia también comprendía el objeto de investigación. También señaló que la
comunidad toda tenía el interés de conocer la identidad de las personas desaparecidas.
Maqueda descartó que la extracción de sangre desconociera algún derecho constitucional de E. Vázquez
Ferrá. En primer término sostuvo que no afectaba la integridad física porque el daño corporal era ínfimo. En
segundo lugar, discrepó con los demás jueces y estimó que la extracción compulsiva de sangre no podía
equipararse a una declaración, sino que era una medida probatoria análoga al reconocimiento en rueda o a
una requisa corporal, que no tiende a ejercer coerción sobre la voluntad de la persona para obligarla a
declarar sino sobre un objeto material en búsqueda de ciertos rastros.
Luego argumentó que nadie tiene un derecho constitucional absoluto, y que la restricción al derecho a la
intimidad de E. Vázquez Ferrá era válida porque la medida aportaría prueba a una investigación penal
(como se dijera, para Maqueda el objeto de este proceso era determinar si la identidad suprimida de Evelyn
era la de la nieta de la querellante).

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Por último, el juez señaló que la Convención Interamericana contra la Desaparición Forzada de Personas,
que goza de jerarquía constitucional, ordena a los Estados a identificar a los niños apropiados nacidos
durante la detención de sus padres desaparecidos. Y que ese compromiso internacional no podía dejarse
sin efecto por la mera negativa de la víctima, principalmente porque la dolorosa situación que este caso le
planteaba a E. Vázquez Ferrá era producto del delito cometido en su contra.

Halabi, Ernesto c. P.E.N. Ley 25.873 DTO. 1563/04 • 24/02/2009


Hechos: Un abogado promovió acción de amparo con el fin de que se declare la inconstitucionalidad de la
ley 25.873 y de su decreto reglamentario 1563/04, en cuanto vulnerarían los artículos 18 y 19 de la
Constitución Nacional, al autorizar la intervención de las comunicaciones telefónicas y por Internet sin que
una ley determine en qué casos y con qué justificativos. Alegó que esa intromisión constituye una violación
de sus derechos a la privacidad y a la intimidad, en su condición de usuario, a la vez que menoscaba el
privilegio de confidencialidad que, como abogado, ostenta en las comunicaciones con sus clientes. Al
producir su informe, el Estado Nacional sostuvo que la vía del amparo no resultaba apta para debatir el
planteo. En primera instancia se hizo lugar a la pretensión. La Cámara confirmó el fallo, atribuyéndole
carácter erga omnes. Interpuesto recurso extraordinario federal, el demandado dirigió su impugnación a
descalificar el efecto otorgado a la sentencia. La Corte Suprema de Justicia de la Nación confirmó el
pronunciamiento.
Sumarios: 1 – Corresponde confirmar la sentencia que, al declarar la inconstitucionalidad de la ley 25.873
—arts. 1° y 2°— y del decreto 1563/04 —en cuanto autorizan la intervención de las comunicaciones
telefónicas y por Internet sin determinar “en qué casos y con qué justificativos”—, atribuyó carácter erga
omnes a la decisión, pues el fundamento de esa amplitud de los efectos del pronunciamiento no se halla
sólo en la búsqueda, por parte del juzgador, de arbitrios tendientes a superar el escollo derivado de la
arraigada concepción individualista en materia de legitimación, sino que el verdadero sustento de la
proyección superadora de la regla inter partes, determinante de la admisibilidad de la legitimación grupal,
es inherente a la propia naturaleza de la acción colectiva en virtud de la trascendencia de los derechos que
por su intermedio se intentan proteger.
2 – La Constitución Nacional admite en el segundo párrafo del art. 43 una tercera categoría de derechos,
conformada por aquellos de incidencia colectiva referentes a intereses individuales homogéneos —tal el
supuesto de derechos personales o patrimoniales derivados de afectaciones al ambiente y a la
competencia, de los derechos de usuarios y consumidores y los derechos de sujetos discriminados—, en
cuyo caso existe un hecho, único o continuado, que provoca la lesión a todos ellos y por lo tanto es
identificable una homogeneidad fáctica y normativa que lleva a considerar razonable la realización de un
solo juicio con efectos expansivos de la cosa juzgada que en él se dicte, salvo en lo que hace a la prueba del
daño.
3 – Frente a la falta de una ley en nuestro derecho que reglamente el ejercicio efectivo de las denominadas
acciones de clase —en el caso de derechos de incidencia colectiva referentes a intereses individuales
homogéneos—, el art. 43 de la Constitución Nacional es operativo y es obligación de los jueces darle
eficacia cuando se aporta nítida evidencia sobre la afectación de un derecho fundamental y del acceso a la
justicia de su titular, pues donde hay un derecho hay un remedio legal para hacerlo valer toda vez que sea
desconocido, principio éste del que ha nacido la acción de amparo, ya que las garantías constitucionales
existen y protegen a los individuos por el solo hecho de estar en la Constitución e independientemente de
sus leyes reglamentarias, cuyas limitaciones no pueden constituir obstáculo para su vigencia efectiva.
4 – La procedencia de las acciones tendientes a la tutela de derechos de incidencia colectiva referentes a
intereses individuales homogéneos —acciones de de clase— requiere la verificación de una causa fáctica

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común, una pretensión procesal enfocada en el aspecto colectivo de los efectos de ese hecho y la
constatación de que el ejercicio individual no aparece plenamente justificado, sin perjuicio de lo cual
también procede cuando, pese a tratarse de derechos individuales, exista un fuerte interés estatal en su
protección, sea por su trascendencia social o en virtud de las particulares características de los sectores
afectados.
5 – Corresponde calificar como un supuesto de ejercicio de derechos de incidencia colectiva referentes a
intereses individuales homogéneos, a la pretensión deducida por un abogado —mediante una acción de
amparo—, en virtud de considerar que la ley 25.873 y su decreto reglamentario 1563/04 vulneran los
derechos establecidos en los artículos 18 y 19 de la Carta Constitucional en cuanto autorizan la intervención
de las comunicaciones telefónicas y por Internet sin determinar “en qué casos y con qué justificativos” esa
intromisión puede llevarse a cabo, ya que dicha pretensión no se circunscribe a procurar una tutela para
sus propios intereses sino que, por la índole de los derechos en juego, es representativa de los intereses de
todos los usuarios de los servicios de telecomunicaciones y también de todos los abogados.
6 – Tratándose de acciones tendientes a la tutela de derechos de incidencia colectiva referentes a intereses
individuales homogéneos es perfectamente aceptable dentro del esquema de nuestro ordenamiento que
un afectado, el Defensor del Pueblo o determinadas asociaciones deduzcan, en los términos del segundo
párrafo del artículo 43, una acción colectiva con análogas características y efectos a la existente —class
actions— en el derecho norteamericano (del voto de la mayoría. La doctora Highton de Nolasco deja a
salvo su opinión respecto de la legitimación del Defensor del Pueblo para la defensa de intereses
individuales homogéneos puramente patrimoniales)
7 – La admisión formal de toda acción colectiva requiere la verificación de ciertos recaudos elementales
tales como la precisa identificación del grupo o colectivo afectado, la idoneidad de quien asume su
representación y la existencia de un planteo que involucre, por sobre los aspectos individuales, cuestiones
de hecho y de derecho que sean comunes y homogéneas a todo el colectivo, siendo esencial que se arbitre
en cada caso un procedimiento que garantice la adecuada notificación de todas las personas que puedan
tener un interés en el resultado del litigio, y que se implementen medidas de publicidad orientadas a evitar
la multiplicación de procesos colectivos con un mismo objeto.
8 – Las comunicaciones telefónicas y por Internet a las que se refiere la ley 25.873 —que autoriza su
intervención sin determinar “en qué casos y con qué justificativos” esa intromisión puede llevarse a cabo—
y todo lo que los individuos transmiten por las vías pertinentes integran la esfera de intimidad personal y se
encuentran alcanzadas por las previsiones de los artículos 18 y 19 de la Constitución Nacional.
9 – Lo resuelto por los jueces de la causa, al declarar la inconstitucionalidad de la ley 25.873 —arts. 1° y 2°
— y del decreto 1563/04 —en cuanto autorizan la intervención de las comunicaciones telefónicas y por
Internet sin determinar “en qué casos y con qué justificativos”—, se ajusta a los requisitos del estándar
enunciado por la Corte Suprema respecto de la inviolabilidad de la correspondencia —supuesto que cabe
extender al caso— y que imponen la aplicación de criterios de interpretación restrictivos en el examen de
las intercepciones de las comunicaciones personales, pues resulta evidente que las normas cuestionadas
establecieron una restricción que afecta una de las facetas del ámbito de la autonomía individual que
constituye el derecho a la intimidad, al no distinguir ni precisar las oportunidades y situaciones en que
aquéllas operan, como tampoco especifican el tratamiento del tráfico de información de Internet en cuyo
contexto los datos de navegación anudan a los contenidos.
10 – Es improcedente la pretensión de la recurrente dirigida a que los efectos de la declaración de
inconstitucionalidad de la ley 25.873 —arts. 1° y 2°— y del decreto 1563/04 —en cuanto autorizan la
intervención de las comunicaciones telefónicas y por Internet sin determinar “en qué casos y con qué

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justificativos”— se limiten al amparista, pues al no haber sido invocada razón o argumento alguno acerca
de cómo sería posible satisfacer la pretensión del reclamante manteniendo la injerencia a la privacidad de
terceros, ajenos al pleito, pero potenciales interlocutores, el recurso extraordinario presenta falencias en su
fundamentación de entidad suficiente como para impedir su procedencia (del voto en disidencia parcial de
los doctores Petracchi y Argibay)
11 – Si bien las sentencias de la Corte Suprema producen efectos solamente respecto de quienes han
revestido el carácter de partes en el juicio, y no pueden aprovechar ni perjudicar a los terceros que han
permanecido ajenos a él, tal aseveración reviste el carácter de principio general, pues cuando la naturaleza
de la pretensión invocada impide, fáctica o jurídicamente, restringir el alcance de lo decidido a las partes
intervinientes en el juicio, dicha regla debe ceder, ya que, de otro modo, la tutela de derechos reclamada
no podría hacerse efectiva y se vulneraría el principio mismo del que ha nacido la acción de amparo (del
voto en disidencia parcial de los doctores Petracchi y Argibay)
12 – El carácter de ciudadano invocado por el actor para entablar la acción de amparo tendiente a obtener
la inconstitucionalidad de la ley 25.873 —en tanto autorizan la intervención de las comunicaciones
telefónicas y por Internet sin determinar “en qué casos y con qué justificativos”— es determinante en
orden a la delimitación del ámbito de aplicación de la solución alcanzada por el a quo al hacer lugar a la
demanda —otorgándole carácter erga omnes a la decisión—, pues el actor en ese carácter integra el
pueblo, en cuanto sustancia del Estado, basamento humano de la sociedad política, y en ese contexto se
encuentra inmerso en una realidad social, que no es sino acción social, tanto individual como colectiva, en
una unidad dialéctica inseparable que no puede ser construida partiendo de individualidades insularmente
separadas. (Del voto en disidencia parcial del Dr. Fayt)

Prieto I y Prieto II (2009)


Los fundamentos del Máximo Tribunal en los casos "Prieto"
Se trata de las sentencias que fijaron pautas para la obtención de ADN de presuntos hijos de desaparecidos
durante el último gobierno militar. Qué dijeron los ministros de la Corte Suprema en cada caso
Expte. G. 1015 XXXVIII : “Gualtieri Rugnone de Prieto, Emma Elidia y otros s/ sustracción de menores de 10
años – causa n°46/85 A” (Extracción compulsiva de sangre)
Expte. G.1970 XXXIX: “Gualtieri Rugnone de Prieto, Emma Elidia y otros s/ sustracción de menores de 10
años”(Extracción compulsiva de sangre)
Voto Ministro Highton de Nolasco: avala la extracción compulsiva de sangre y encuentra la medida
razonable en función de los objetivos del proceso. En razón de ello, hace lugar a la queja, declara
formalmente admisible el recurso extraordinario y confirma la sentencia apelada.
Voto Ministros Lorenzetti y Zaffaroni: refieren que se trata de un conflicto entre derechos de rango
constitucional. Por una parte, la autonomía en la esfera de la individualidad personal protegida por el art.
19 de la Constitución Nacional de quien se niega a la extracción de sangre y la búsqueda de la verdad
perseguida por la familia biológica. Debido a ello es que entienden que la dogmática deductiva no brinda
soluciones y debe recurrirse a la ponderación de principios jurídicos.
A partir de allí, afirman que planteando todas las posibles hipótesis e imaginando lo que significaría para las
víctimas una u otra de las decisiones, es decir, si se sacrificase el derecho de unas o el de otras, aparece
claro que el respeto al derecho a la verdad de la presunta familia biológica no requiere necesariamente que
la otra víctima (secuestrada) cargue con todas las consecuencias emocionales y jurídicas del
establecimiento de una nueva identidad formal o jurídica: bastará con que la familia biológica sea
informada de la identidad y de ese modo se ponga fin a la búsqueda de décadas y termine la comisión del

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delito, pues en caso que la prueba resultase indicadora del vínculo, la verdadera  identidad se hallará
materialmente establecida y la supresión habrá cesado, sin que para ello tenga relevancia alguna que la
otra víctima la haga o no valer en derecho. La hipótesis construida sobre esta base provocaría una lesión o
limitación mucho menor en ambos derechos en conflicto, a condición de adoptar una decisión que
contemplase varios aspectos de mutuo interés, en vista a disminuir al mínimo cualquier posible lesión
presente o futura.
En esa inteligencia – sostienen – que la coerción física sobre la víctima presuntamente secuestrada se
evitaría si se agotasen previamente las posibilidades de tomar las muestras de manera no invasiva en el
cuerpo de ésta, lo que aparece, a todas luces, como más respetuoso de su dignidad y acorde con los
principios constitucionales argentinos.
A su vez, consideran que la familia biológica acabaría con su angustia conociendo que el resultado de la
prueba fuese positivo en cuanto indicador del vínculo, o sea, que con la comunicación de este resultado
quedaría garantizado su derecho a la verdad y desde que adquiriese ese conocimiento también para la
familia biológica cesaría la comisión del delito.
Sostienen además que una vez satisfecho el derecho a la verdad de la presunta familia biológica, serían los
sentimientos y conciencia de todos los lesionados por el crimen contra la humanidad los que les señalasen
su camino futuro en la vida, sus encuentros y desencuentros personales sin interferencia coactiva alguna de
la jurisdicción.
Para que el conflicto se resolviera de esa manera, en todo caso, la prueba debería disponerse por la jueza
de instrucción, al sólo efecto de satisfacer el derecho a la verdad de la presunta familia biológica, quedando
vedado bajo pena de nulidad cualquier pretensión de otro efecto o eficacia jurídica.
En razón de los argumentos que se dan en el proyecto, se hace lugar a la queja, se declara admisible el
recurso extraordinario y se deja sin efecto la decisión recurrida, revocando la sentencia apelada en cuanto
ordena la extracción compulsiva de sangre del recurrente.
Voto Ministro Fayt: remitió a su voto en Vázquez Ferrá (donde había suscripto la posición de Petracchi) y
por lo tanto declara admisible el recurso extraordinario y deja sin efecto la decisión recurrida.
Voto Ministro Maqueda: desarrolla en esta causa el voto que constituyera su disidencia en el precedente
“Vázquez Ferrá” enmarcando sus fundamentos en toda la normativa internacional vinculada no solo con lo
que es la investigación principal de la causa, es decir, la desaparición forzada de personas sino también, con
los derechos directamente involucrados en el caso.
En este sentido, entiende que la sentencia impugnada no se muestra en este aspecto como violatoria de los
derechos invocados por la recurrente y sus argumentos tienen sustento suficiente para descartar la tacha
de arbitrariedad planteada en el remedio extraordinario por la supuesta afectación de los derechos
constitucionales invocados por la apelante. Por ello declara formalmente admisible el recurso
extraordinario y  confirma la sentencia impugnada.
Voto Ministra Argibay: refiere que el pronunciamiento de esta misma Corte en 1998 en la causa principal,
constituyó la justificación constitucional de la extracción sanguínea y que habiendo sido ella concebida para
una situación que ya no existe (menor de edad cuyo derecho a la identidad debe ser garantizado), la
medida ha perdido su sustento de razonabilidad.
Coincide con la solución adoptada en “Vázquez Ferrá” en cuanto a la protección constitucional que tienen
las personas contra la realización compulsiva del estudio. Sin embargo se aparta de ese precedente en su
fundamentación ya que entiende dificultoso encuadrar la protección constitucional que en esta situación
puntual debe darse a Emiliano Matías y Guillermo Gabriel Prieto en la cláusula del art. 19, primera parte, de

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la CN, tal como se hizo en “Vázquez Ferrá”, pues considera que no se está frente a una “acción privada” en
sentido estricto. A partir de allí, extrae la fundamentación del art. 18 de la CN asimilando al carácter de
“vida privada” al propio cuerpo.
En base a esos argumentos, hace lugar a la queja, declara procedente el recurso extraordinario y revoca la
sentencia apelada.
Voto Ministro Petracchi: remitió a su voto en “Vázquez Ferra” y por lo tanto declara admisible el recurso
extraordinario y deja sin efecto la decisión recurrida.
Con los votos de Lorenzetti, Zaffaroni, Petracchi, Fayt, y Argibay, la Corte Suprema de Justicia de la Nación,
decide que Emiliano Matías  Prieto y Guillermo Gabriel Prieto no pueden ser forzados a someterse a la
extracción sanguínea, ordenada en el expediente con el objeto de determinar la identidad de sus padres
biológicos.
Expte. G. 291. XLIII “Gualtieri Rugnone de Prieto, Emma Elidia p/sustracción de menores de 10 años (art.
146 C.P.)”. (Objetos personales)
Guillermo Gabriel Prieto impugnó la utilización de su materia genético, por considerar que  la nueva medida
ordenada, bajo un ropaje diferente, reproducía una anterior cuya legitimidad había sido ya cuestionada
ante la Corte Suprema, y de este modo, intentaba eludir el efecto suspensivo del recurso extraordinario
pendiente de resolución. Sostuvo, asimismo, que la prueba de ADN dispuesta representa una injerencia
estatal arbitraria que vulnera su derecho a la integridad física, a ser oído por un tribunal imparcial y que
lesiona su intimidad.
La Sala I de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal declaró mal denegado
el recurso de apelación, mas confirmó lo resuelto en primera instancia. Según el a quo, el recurso
extraordinario pendiente, interpuesto en contra de la extracción compulsiva de sangre, no obstaba a la
realización de una medida diferente como la dispuesta.
Voto Ministro Petracchi: se aparta de su voto en el precedente “Vázquez Ferrá” sosteniendo que dos
fueron las circunstancias determinantes de la decisión de considerar desproporcionada la realización de la
extracción de sangre: la necesidad de ejercer violencia sobre el cuerpo del afectado y, acumulativamente,
la vulneración de los lazos afectivos que produciría esa injerencia en particular. Considera que no es posible
afirmar que la vía por medio de la cual se obtiene la muestra genética sea irrelevante. En efecto, afirma
que, a partir de las consideraciones del precedente de mención no se deriva ni un derecho de propiedad
sobre el ADN como el que se reclama ni una facultad absoluta para impedir todo intento estatal de obtener
pruebas que incriminen a los parientes. Finalmente, entiende que el derecho a preservar la propia
identidad y a que ella no sea cuestionada en contra de la propia decisión carece del alcance absoluto que
pretende asignarle el apelante. En particular – afirma - dicho derecho no podría ser invocado para
neutralizar el interés de la sociedad en el esclarecimiento y persecución de los delitos. Por esa misma razón,
tampoco resulta admisible el agravio relativo a que en la causa los jueces penales intentan eludir los límites
establecidos por el derecho civil en materia de dilucidación de la filiación. Pues de lo que aquí se trata es de
una investigación criminal, cuyo objeto central es el esclarecimiento del delito de sustracción y apropiación
de menores, en cuyo marco, la realización de medidas de prueba destinadas a intentar determinar o excluir
los vínculos biológicos constituye el procedimiento de rigor.
Por lo tanto declara improcedente el recurso con el alcance que surge de los considerandos que preceden
su voto y confirma la sentencia recurrida.
Voto Ministro Highton de Nolasco: No obstante ratificar su posición que avala la extracción compulsiva
afirma que la diligencia cuya realización se cuestiona no se revela como una medida que afecte

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sustancialmente los derechos invocados por el apelante, toda vez que existen indicios suficientes que
avalan su producción, guarda inmediata vinculación con el objeto procesal materia de la causa, resulta
propia del proceso de investigación penal, aparece como idónea para alcanzar la verdad material de los
hechos investigados y porque, además, ni siquiera involucra acción alguna del apelante, en tanto las
muestras a utilizarse en el examen de ADN han sido tomadas a partir de una recolección de rastros que si
bien pertenecen a su cuerpo, al momento de incautarse, se hallaban desprendidos de él.
Agrega finalmente que la sentencia impugnada no se muestra como violatoria de los derechos y garantías
constitucionales, por cuanto no ocasiona una restricción de los derechos de quien aparecería como una de
las víctimas del hecho y porque, además, encuentra adecuado fundamento en la necesidad de salvaguardar
el deber del Estado de investigar y sancionar los hechos reputados como delitos, máxime cuando, como en
la especie, el objeto procesal de autos aparecería en principio vinculado con un delito de lesa humanidad
cual es la desaparición forzada de personas.
Por lo tanto declara procedente el recurso con el alcance que surge de los considerandos que preceden su
voto y confirma la sentencia recurrida.
Voto Ministra Argibay: considera que el conflicto que motiva la presentación del recurrente admite la
distinción de dos aspectos que lo integran: uno, referido a la obtención de sus elementos personales, y el
otro, vinculado con la utilización de esos elementos como objeto de la pericia de histocompatibilidad.
Dentro del primer aspecto estarían eventualmente incluidas las cuestiones relativas al allanamiento del
domicilio de Prieto y al secuestro de los elementos personales, que podrían llegar a tener vinculación con la
garantía de la inviolabilidad de domicilio. Sin embargo, esto no es más que una hipótesis, pues ninguna
oposición ha presentado Prieto al allanamiento y secuestro oportunamente ordenados por la jueza de
instrucción.
En cuanto al segundo aspecto, el recurso extraordinario, según su entender, presenta diversos defectos que
obstan a su admisión. Tales falencias se manifiestan tanto en argumentaciones deficientes, como en la
omisión de responder a los fundamentos de la sentencia del tribunal apelado o, directamente, en la
ausencia de cuestión federal. Esto le permite concluir que las medidas de prueba dispuestas por la jueza
federal (allanamiento, secuestro, estudio pericial genético) están previstas por normas constitucionales y
procesales vigentes y no controvertidas y, por ello, resultan en principio válidas. Agrega a ello que quien
pretenda revertir esa presunción deberá aportar argumentos sólidos y razonables que lleven a la
conclusión de que en el caso la regla no se ha cumplido y que la medida dispuesta resulta inconstitucional.
Como ha quedado demostrado, lejos ha estado el recurrente de cumplir con tal cometido, y ello sella la
suerte de su recurso. Por lo tanto declara improcedente el recurso con el alcance que surge de los
considerandos que preceden su voto y confirma la sentencia recurrida.
Voto Ministros Lorenzetti y Zaffaroni: Confirman la sentencia recurrida, pero no obstante avalar la
recolección de material biológico para la prueba de histocompatibilidad se pronuncian sobre los efectos y
alcances de la medida de prueba, lo que los ubica en una disidencia parcial.
Declaran procedente el recurso con el alcance que surge de los considerandos que preceden su voto y
confirman la sentencia recurrida.
El Ministro Maqueda mantiene en líneas generales su disidencia en el precedente “Vázquez Ferrá” aunque
enmarcando sus fundamentos en toda la normativa internacional vinculada no solo con lo que es la
investigación principal de la causa, es decir, la desaparición forzada de personas sino también con los
derechos directamente involucrados en el caso.

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Agrega finalmente que la sentencia impugnada no se muestra como violatoria de los derechos y garantías
constitucionales, por cuanto no ocasiona una restricción de los derechos de quien aparecería como una de
las víctimas del hecho y porque, además, encuentra adecuado fundamento en la necesidad de salvaguardar
el deber del Estado de investigar y sancionar los hechos reputados como delitos, máxime cuando, como en
la especie, el objeto procesal de autos aparecería en principio vinculado con un delito de lesa humanidad
cual es la desaparición forzada de personas.
Por lo tanto declara procedente el recurso con el alcance que surge de los considerandos que preceden su
voto y confirma la sentencia recurrida.
Con los votos de Lorenzetti, Zaffaroni, Highton de Nolasco, Petracchi,  Argibay y Maqueda, la Corte
Suprema de Justicia de la Nación, confirma la sentencia recurrida por Guillermo Gabriel Prieto y no hay
objeción aceptable por el Tribunal para rechazar las medidas probatorias de su filiación genética
determinada a partir de rastros válidos registrados en el expediente con el objeto de determinar la
identidad de sus padres biológicos.

Caso "Arriola S. y otros s/ Causa Nº 9080" (2009)


En esta sentencia, la Corte declaró la inconstitucionalidad de la norma que sanciona penalmente la
tenencia de estupefacientes para consumo personal por ser incompatible con el principio de reserva
contenido en el artículo 19 de la Constitución Nacional que protege las acciones privadas que de ningún
modo ofendan al orden y a la moral pública, ni perjudiquen a un tercero.
Hechos: En el marco de una investigación por tráfico y comercialización de estupefacientes se realizó un
allanamiento durante el cual resultaron detenidas ocho personas con marihuana en su poder que, por su
escasa cantidad, denotaba ser para uso personal.
La defensa de los detenidos sostuvo que el artículo 14, segundo párrafo, de la ley 23.737, que reprime la
tenencia de estupefacientes para consumo personal, es incompatible con el principio de reserva contenido
en el artículo 19 de la Constitución Nacional y señaló que la intervención punitiva cuando no media un
conflicto jurídico, entendido como la afectación a un bien jurídico total o parcialmente ajeno, individual o
colectivo, no es legítima.
Decisión de la Corte: Una norma similar había sido declarada inconstitucional por la Corte en 1986 en el
caso “Bazterrica”. Allí el tribunal había destacado que la protección constitucional de los valores de la
intimidad y la autonomía personal impedían castigar la mera tenencia de drogas para consumo. 
En 1989 el Congreso sancionó una nueva ley que contradecía el principio sentado en el fallo y mantenía la
incriminación. Un año después, ya con otra composición, la Corte destacó la clara voluntad de los
legisladores y declaró legítimo el enfoque punitivo. Indicó que incriminar al tenedor de drogas haría más
fácil combatir el tráfico.
Ahora, en “Arriola” la Corte retomó y dijo “sostener” los principios sentados en “Bazterrica”. Indicó que
el artículo 19 de la Constitución sienta el principio de que el Estado debe tratar a todas las personas (y sus
preferencias) con igual consideración y respeto. 
La Corte agregó que “las razones pragmáticas o utilitaristas” en las que se basaba el enfoque punitivo
fracasaron, pues el comercio de drogas aumentó notablemente pese a que por más de 18 años se castigó la
tenencia. Añadió que la reforma constitucional de 1994 y los tratados de derechos humanos a ella
incorporados refuerzan la protección de la privacidad y la autonomía personal y el principio de dignidad
humana, que impide el trato utilitario de la persona. 

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Explicó que la idea de penar al consumidor para poder combatir el comercio de drogas difícilmente se
ajuste a dicho principio. Además, recordó que el consumidor es una víctima de los criminales que trafican
drogas, y concluyó que castigarlo produce su revictimización.
Tanto en su fallo como al difundirlo, la Corte destacó que su decisión no implica “legalizar la droga”, y que
todas las instituciones deben comprometerse a combatir el narcotráfico, y exhortó a todos los poderes
públicos a asegurar una política contra el narcotráfico y a adoptar medidas preventivas para la salud, con
información y educación que disuada el consumo.
Lamentablemente, como el fallo está compuesto por 6 votos distintos alentó muchas dudas prácticas
acerca de los alcances de la protección constitucional.
¿Se extiende sólo a la tenencia para consumo de marihuana o también a la de otras drogas? ¿Hay alguna
diferencia entre tener la droga en el bolsillo, llevarla en la mano o consumirla? ¿Acaso todo depende de la
cantidad de drogas que se tienen, o también de su exposición?
Conceptualmente, ¿el acto privado es para la Corte el que se desarrolla en la intimidad o más ampliamente
el que no daña a terceros? Del fallo se desprende que la cantidad de estupefacientes que tenían los
imputados era muy escasa y que ésta no había sido exhibida públicamente. ¿Sólo en casos similares a éste
la protección constitucional tendrá aplicación?

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