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¿Qué es la imagen y semejanza de Dios?

Cuando la Biblia habla del hombre a imagen de Dios, se refiere al hecho de que el
hombre tiene un alma espiritual. Está por encima de los otros seres vivientes que
habitan en la tierra. El Hombre, puede pensar y pensarse; puede amar a otras
personas; puede elegir el bien; cosas que ningún animal puede hacer. 

Ciertamente Dios, que sabe todo, no necesita que nosotros pensemos. La razón es
que Dios nos ha hecho a su imagen para conocerle y amarle. De todas las criaturas
visibles, sólo el hombre es “capaz de Dios.” De todas las cosas de este mundo, sólo
el hombre está llamado a vivir una relación de amistad y de amor con Dios. Y siendo
a Imagen de Dios, el hombre está llamado a amar: primero a Dios y luego a todo el
que tiene semejanza con Dios, es decir, a cada persona humana, pues cada persona
está hecha a imagen de Dios.

"A imagen tuya creaste al hombre y le encomendaste el universo entero, para que,
sirviéndote sólo a ti, su Creador, dominara todo lo creado" (Misal Romano, Plegaria
eucarística IV, 118).

La imagen de Dios es Cristo. Él nos ha revelado cómo es Dios. A la petición que


Felipe hace a Jesús en la última cena de “muéstranos al Padre y nos basta”, Jesús
replica: “Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre, ¿cómo dices tú muéstranos al
Padre? (Jn 14,8-11).

¿Qué significa amar al prójimo como a uno mismo? 

El amor al prójimo es una consecuencia del amor de Dios. El amor de Dios es


inseparable a este, ya que en Él mismo, en su intimidad trinitaria, la atmósfera vital
es el amor, es la donación amorosa de Una de las Personas respecto de las Otras
Dos. 

¿Sabías que el pecado original se refiere a la desobediencia por soberbia y no a un


pecado de índole sexual?

Sí. En el Edén primordial, Dios les hace la advertencia al hombre y a la mujer: "Y Dios
impuso al hombre este mandamiento: «De cualquier árbol del jardín puedes comer,
mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que comieres
de él, morirás sin remedio.»" (Gn. 2). 

Seguidamente, el tentador, el homicida desde el principio, Satanás le dice a la


mujer: "Y dijo a la mujer: «¿Cómo es que Dios os ha dicho: No comáis de ninguno de los
árboles del jardín?»" oportunidad en que engaña a la mujer, ya que Dios solamente
les prohibió alimentarse de uno solo, no de todos, y respecto del cual, de hacerlo,
morirían sin remedio. El demonio buscaba entrar en diálogo con la mujer y hacer que
vea en ese árbol  ya no un alimento que produciría su aniquilación irreversible sino,
por el contrario, un alimento deseable. Apetitoso se vuelve luego de la siguiente
mentira diabólica: "Replicó la serpiente a la mujer: «De ninguna manera moriréis.Es que
Dios sabe muy bien que el día en que comiereis de él, se os abrirán los ojos y seréis como
dioses, conocedores del bien y del mal.»" 
El pecado de nuestros primeros padres fue de soberbia porque, frente al engaño del
demonio y de la desidia de la mujer, aparece esta posibilidad de ser como dioses. El
hombre está llamado a ser como Dios, a ser divinificado por la gracia divina, como
aseveran sin ambages los Padres (San Hipólito, San Ireneo, y muchos más). Podría
decirse que la serpiente antigua dice una verdad a medias. El gran pecado reside en
el hecho de querer alcanzar por sí mismos el status, la altura, la omnisciencia y la
omnipotencia divinas. La ruptura con la amistad originaria, de Dios paseándose por
el jardín junto al hombre, se convierte en la traición voluntarista, si se quiere, de
querer alcanzar la divinidad con las propias manos. Por tal motivo, el segundo relato
de la caída es el de Babel, de aquella torre construida por manos humanas que
buscan alcanzar, por sus propios medios, a Dios. Y ante semejante acto Dios
confunde sus lenguas. El hombre ha querido arrebatarle el lugar a Dios.

Realizado por Agustín Otondo y Jessica Pujado.-

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