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Las terapias de tercera generación fundamentan su actuación en un paradigma contextual

que explica el comportamiento, en términos interactivos, funcionales y contextuales. De


esta forma, el enfoque que sostienen las terapias de tercera generación se centren en lo
funcional, proporciona una mayor libertad y permite incluir técnicas de otras aplicaciones
puesto que lo importante es atender la función de la conducta.
De esta manera, se habla de la Terapia Analítica Funcional (FAP) que provee una estrategia
general para que la relación terapéutica pueda ser utilizada de manera que genere impactos
duraderos fuera de consulta. En primer lugar, las sesiones están enfocadas en el momento
presente, en los intercambios y respuestas que ocurren en ese momento en particular. Aun
cuando se esté hablando de un tema externo a la sesión, el foco estará en lo que ese tema
genera, aquí y ahora; se trata de una forma de terapia que busca evocar en la relación
terapéutica aquellos aspectos más dolorosos de la vida del paciente.
La FAP se fundamenta en el Análisis Funcional de la conducta, especialmente la verbal, las
contingencias de reforzamiento natural y el moldeamiento, y la equivalencia funcional del
contexto clínico con la vida diaria de este. Así pues, desde la FAP es algo principal
entender cuáles son las funciones de la conducta verbal en esa relación. Se presta especial
atención a las funciones del lenguaje. Se refieren a la conducta verbal que es evocada y
diferenciada por situaciones concretas y particulares. La tarea fundamental del terapeuta
será clasificar la conducta del cliente según su función y si está referida a la situación
clínica o a su vida cotidiana.
Hablando desde otro lugar, es un modelo que por naturaleza se presta para la integración, y
de hecho tiene vínculos muy cercanos con la Terapia Dialéctico Conductual (TDC), ya que
se incluyen principios de la Terapia Analíticos Funcional para guiar la relación terapéutica.
Siguiendo esta perspectiva, entonces, la Terapia Dialéctica Conductual se apoya en la
Teoría Biosocial del Trastorno Límite de la Personalidad, según la cual el principal
trastorno en ese tipo de personas es la desregulación emocional, producida por una extrema
vulnerabilidad emocional y un contexto invalidante; manifestando una reactividad
emocional de gran intensidad, con fácil activación de emociones intensas en situaciones en
las que no es esperable.
Desde la teoría biosocial y el intercambio entre la vulnerabilidad y el contexto invalidante,
daría lugar a un déficit en habilidades para regular las respuestas emocionales
caracterizadas por dificultades para inhibir conductas poco eficaces, dificultades para
aquietar la activación fisiológica resultante de una fuerte emoción, dificultades para
concentrarse en presencia de una fuerte emoción.
La TDC está estructurada como un tratamiento protocolizado que incluyen terapia
individual y en grupo, en el entrenamiento de diversas habilidades. TDC utiliza estrategias
conductuales, (solución de problemas, exposición, y modificación de conducta) uniéndolas
a los conceptos de aceptación y la práctica de Mindfulness. Para conseguir que los
pacientes acepten su mundo tal y como es “ahora”; sin embargo la aceptación no es un
proceso pasivo de resignación, sino un compromiso con el cambio.
Concluyendo, estos enfoques de estas dos terapias dirigen a las personas, pudiendo ser un
tipo de persona menos adaptativa, direccionen su vida de una forma más flexible y
equilibrar o ajustar su conducta de acuerdo a lo que valoren, desde los marcos relaciones.
Dando la importancia que se da a la aceptación de la conducta, a trabajar con las conductas
que interfieren en la terapia, la consideración de la relación terapéutica como parte esencial
del tratamiento y la consideración de la acción en función de los procesos dialécticos.

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