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PRESENTADO POR:
SINDY LORENA RUBIO MENDEZ
ID 662987
PRESENTADO A:
CRISTIAM MANUEL ZAMORA
NRC 5869
Qué funciona bien y qué funciona mal en la justicia en Colombia es hoy en día la pregunta del
millón. De hecho, una de las grandes críticas que se le hizo a la propuesta de reforma a la justicia
presentada por el Gobierno hace dos años fue que no partió de un verdadero diagnóstico del
estado actual de la justicia. Lamentablemente, tras el enorme fracaso de esta iniciativa, el
gobierno y la administración de la rama judicial parecen no haber aprendido su lección y muy
poco han hecho para cambiar esta situación. Si bien existen múltiples cuestionamientos sobre la
operatividad del sistema, sobre sus recursos, sobre falta de transparencia, existen pocos
diagnósticos serios que muestren realmente qué está pasando. No obstante esta carencia
generalizada, algunos temas recurrentes saltan a la vista.
El sistema judicial colombiano siempre se ha preciado de gozar de una gran autonomía frente al
régimen político y de una notoria estabilidad institucional. Para mantener esta distancia entre la
política y la justicia fue fundamental el proceso de cooptación, a partir del cual se le otorgó
autonomía a la rama para llenar las vacantes sin que existieran nombramientos directos de los
gobiernos u otros estamentos de poder.
De lo que poco se habla hoy en día (y tampoco se habló durante la discusión del proyecto de
reforma a la justicia), pero que también afecta de manera clara a la justicia, son sus problemas de
eficiencia y eficacia.
A pesar de múltiples reformas y ajustes, la justicia en Colombia sigue siendo lenta, ineficiente, e
insatisfactoria para gran parte de quienes acuden a ella. En un estudio reciente dirigido por
Miguel La Rota se encontró, por ejemplo, que solamente el diez por ciento de los homicidios
intencionales llegan a ser imputados por la Fiscalía. Esta cifra es alarmante si se tiene en cuenta
que el homicidio doloso o intencional es una de las cuestiones sobre las que más se preocupan las
sociedades. Asimismo, esta cifra es muy diciente si se compara con otros países en condiciones
similares a la nuestra, como Chile, en donde la Fiscalía imputa 7 de cada 10 homicidios
cometidos.
Datos similares se encuentran en otras jurisdicciones como la civil, la laboral o la administrativa.
Qué decir, además, de la poca eficacia del sistema para solucionar los asuntos pendientes y para
otorgar decisiones en un tiempo razonable. La misma investigación antes citada encuentra que en
el sistema judicial colombiano buena parte de los casos están pendientes. Se encuentran sin
resultado alrededor de la mitad de los conflictos que han entrado al sistema judicial y que no han
sido retirados por las partes.
Un ajuste constitucional a la justicia parece necesario pues varias de las deficiencias actuales de
la justicia tienen origen constitucional. Pero no todas las deficiencias provienen del marco
constitucional. Es por ello que quienes promueven la asamblea constituyente a la justicia como la
fórmula mágica para solucionar todos los problemas de la rama judicial están equivocados.
Sobre todo, cualquier propuesta de reforma deberá tomar las duras lecciones que nos dejó el
fracaso proyecto de reforma del gobierno Santos. La primera, que no pueden promoverse una
reforma sin saber qué se quiere reformar. Sin un diagnóstico de lo que funciona mal no se podrán
presentar alternativas para mejorar y, sobre todo, se le da un cheque en blanco al poder político –
representado en el Congreso, el Gobierno y la cúpula judicial – para que incluyan cuanto tema
deseen.
La segunda, que la propuesta de reforma debe ser abierta a la intervención y participación, pero
no a la concertación exclusiva con la cúpula judicial. Distintos sectores de la sociedad deben
participar en la discusión sobre la justicia, como la academia, las facultades de derecho, las
organizaciones sociales, las asociaciones y sindicatos de jueces, etc.
La tercera, que no todas las reformas necesariamente requieren de modificaciones
constitucionales. Y que no necesariamente todos los temas relacionados con la justicia deben ser
incluidos en una reforma de este tipo. Por ejemplo, en el proceso pasado en lugar de que la
propuesta se concentrara en temas fundamentales de la justicia, como los de su operación y
eficiencia en las causas que afectan a la ciudadanía, el articulado terminó incluyendo fue temas
sobre la administración de justicia para congresistas y el juzgamiento de altos funcionarios.
Finalmente, es necesario comprender que cualquier reforma enfrentará poderosos intereses, en
muchos casos enquistados en lo más profundo de la institucionalidad y la política. Intereses que
harán lo posible por no ceder su feudo de poder. No debe olvidarse que al Consejo Superior de la
Judicatura lo han querido acabar todos los gobiernos desde la expedición de la Constitución de
1991. Todos han fracasado en el intento, incluyendo el actual Gobierno.
http://viva.org.co/cajavirtual/svc0356/articulo02.html