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“Bodas de sangre” un título muy acertado.

Por Alberto Ruiz Alvarez.

Una de las cosas que hacen poderosa a Bodas de Sangre es que,


desde el principio, el autor nos hace ver que los personajes
saben la verdad. El deseo de la madre queda evidenciado a través
de su hijo: “¿Es que quiere usted que los mate?” Enseguida, como
en la vida, como sucede en la naturaleza humana, comienza una
desesperada carrera por cubrir la verdad, cueste lo que cueste.
Así, la verdad quedará oculta bajo ideales, bajo acciones con
consecuencias fatales, desastrosas, graves, pero alineadas con la
verdad interior de cada personaje, la verdad que ninguno quiere
ver.
Pocas veces nos damos cuenta que todo el tiempo expresamos y nos
conducimos por nuestra concepción del mundo, en todas nuestras
acciones. Qué extraño y complicado, doloroso y terrorífico es
darse cuenta que uno vive las órdenes, las ilusiones y deseos de
alguien más. Es un despertar asfixiante, descarnado. Es verse
denudo de mentiras, por lo tanto, desprotegido, mirando algo
monstruoso frente al espejo que es uno mismo, es ver el rostro
oscuro de La Sombra.
La madre expresa: Yo quiero estar tranquila… Entonces, ¿todo
ocurre para otorgarle a esta mujer su tranquilidad, todo sea por
la tranquilidad de mamá?
¿A qué precio se paga la tranquilidad de mamá? ¿A qué le llama,
ella, tranquilidad?
Le llama tranquilidad a su deseo de ver cumplida su voluntad.
Podríamos traducir esto como que para la madre: Tranquilidad es
que yo pueda mandar. Tranquilidad es que tú obedezcas.
En esta obra, Lorca nos expone una verdad muy oculta sobre el
comportamiento de las mujeres cuando asumen una especie de deber
que ellas aceptan al asumirse, dentro de la realidad, no como
seres humanos, sino dentro de un rol que es el de ser madres,
hijas, hermanas, pues ese deber de ser está sostenido en una
serie de ideales educativos que en la clase ya hemos definido
como Concepción del Mundo. Esto las vuelve agresivas, salvajes,
furiosas, aplastantes, pero bajo una sutilidad propia de su
naturaleza.
En el caso de las madres puestas en Bodas de Sangre, las vuelve
mujeres que solamente ven en su alrededor, cosas y personas
inútiles. También, dado que buscan su “tranquilidad” quieren que
se haga lo que ellas quieren y eso las vuelve trágicas, porque,
en el caso de la madre, se hará lo que ella quiere. Esa es su
tragedia, cumplir su voluntad. Ver su voluntad cumplida,
fantasear con su voluntad cumplida es lo que hace que la madre se
detenga antes de finalizar el primer cuadro, y así como Macbeth
mira un puñal flotando, así la madre está viendo un puñal
reflejado por la luna, es eso lo que la lleva a santiguarse antes
de salir.
Hacer lo que ella quiere es la tranquilidad de la madre, pero
también es lo que quiere la novia. Ellas son las dos grandes
fuerzas de acción de la obra y la concepción del mundo ha sido
expresada por ellas en cuatro ocasiones:

 Los hombres, hombres y el trigo, trigo, así me gusta a mí.


 Una mujer mira a su marido y cuando muere, mira la pared,
así es como hice cuando murió tu padre.
 No, vender no, comprar.
 Yo quiero tener todo junto.
Aunado a esto, se destacan los deseos recurrentes de todas las
mujeres de la obra:

 No vayas;
 No salgas;
 Duerme;
 Calla;
 Cierra los ojos.
Frases seductoras… sirven para arrullar al niño, adormecerlo…
Estos son sus deseos, sus voluntades y así educan. Pero son
deseos contranaturales, absolutamente contradictorios con la
vida; desean que no se haga todo lo que los seres humanos hacen
para vivir.
Recordemos que, estos deseos no son fáciles de reconocer, lo cual
no exenta a ningún ser humano de las consecuencias que le vienen
por ser inconsciente de sus deseos. Ser inconsciente de los
deseos que impulsan las acciones, necesariamente nos lleva a ver
que las personas pueden usar sus mejore virtudes en pos de
objetivos transgresores. En el caso de las mujeres que muestra la
obra, la gran virtud es la sutileza. Son madres, hijas, hermanas,
que oprimen, ahorcan, presionan, agreden, pero lo hacen con
llantos, con miradas, con silencios, con recomendaciones; es el
poder real de las mujeres. La virtud de la sutileza puesta en el
objetivo de que “se haga lo que yo quiero”. Es un poder que se
sustenta en su habilidad de aparentar no tener poder.
Lorca, pues, se desataca como un autor que sabe ver muy bien las
virtudes de las mujeres, pero al mismo tiempo, destaca como las
mujeres derrochan su virtud en objetivos imposibles. Toca fondo y
desenmascara al exponerlo en acción, un poder arquetípico, real,
y cómo el uso de ese poder usado para la satisfacción de un ideal
se vuelve una transgresión ética: No se puede detener la vida
para que yo esté tranquila.
Quizá se podría pensar que es el poder, sí, de las mujeres, pero
al servicio del ideal de los hombres, en este caso, el padre la
La Madre y el padre de La Novia. Pero, si tenemos en cuenta todo
lo anterior, ese ideal de los padres sería la tranquilidad, a su
vez, de la madre de esos padres, lo que ellas les educaron que
era la tranquilidad, lo que se debe hacer. Entonces, ya no
hablamos de los padres biológicos, sino del arquetipo del Padre,
aquello que se vuelve la voz oculta que dice cómo vivir.
Pero luego viene un conflicto, cuando aparece el duelo de poder
entre dos mujeres: si el poder de las mujeres se sustenta en la
apariencia de no tenerlo, queda claro que los ejecutantes de cada
voluntad femenina serán quienes creen que deciden por ellos
mismos: padres, hijos, hermanos, primos. En ellos queda la misión
de defender, de hacer valer el poder de su sangre heredada.
Es así que, el hombre que no obedece este deber, que es libre, se
vuelve el más atractivo, el más deseado, el verdadero hombre. El
hombre libre se vuelve el foco de deseo de todas las mujeres, el
mejor partido que asegure que dirá lo realmente se debe hacer,
que l quite la carga a ellas de empujar a todos a que se haga lo
que se debe: será el falo deseado, el elegido. Y por ello mismo,
están los hombres que desean ser ese hombre elegido.
La novia eligió a Leonardo. Para ella, ése es el hombre, pero no
lo es para su padre. Ella, súbdita de la educación de su padre,
que ha vuelto su voluntad, tiene un conflicto, ya que Leonardo es
libre ¿A quién obedecer, a quién seguir? Y como el parámetro de
su padre es “quiero todo junto”, ella buscará que eso se cumpla
sin meter las manos.
El Novio es el elegido, pero de su madre, para que él haga la
voluntad de ella y eso nos regresa al inicio de este ensayo, a
ver que él ya lo sabe: “¿Es que quiere usted que los mate?” Lo
cuál quiere decir que este hombre es capaz de ver el juego sutil
de las mujeres, en especial, el de su madre, pero se comporta
como si no lo supiera, derrocha su agudeza y su inteligencia en
pos de ser el hombre que debe ser. Ser elegido por ella tiene un
costo: no vivir. Su conflicto está entre Ser o no Ser, como
Hamlet. Elige cumplir, para pagar con eso su libertad.
La Madre no quiere eso, no quiere la libertad de su hijo por lo
que anteriormente se expuso, porque la voluntad de su hijo debe
ser querer la tranquilidad de ella. El problema trágico del Novio
es que cree que para ser libre debe cumplir y demostrar que es
digno de ser elegido, pero queriendo ser libre, por eso cree que
hay que trabajar, ahorrar, para comprar la tierra, para así,
comprar la libertado: Pero la libertad no se paga, se ejerce,
como ya lo ha explicado en otras ocasiones el maestro Fernando,
pues la libertad es una virtud.
Leonardo es un hombre que, en virtud, es libre, es fuerte, está
vivo; la metáfora con el caballo es acertada, porque es la
simbolización de su espíritu. Pero también, ese espíritu es
bestial, atado a sus deseos profundos y viriles. Sin embargo, a
esto se suma a que, esos fuertes deseos viriles, apasionados,
vivos lo atan al deseo imperioso de ser el elegido por la Novia,
así, para lograr serlo, sacrificará la virtud que más ostenta en
su carácter: la vida misma, la fuerza, la vitalidad. Sumado a
esto, también pesa la comparación frente a los ojos de la Novia,
que, en realidad, son la opinión del padre; tanta vitalidad no lo
hace ser abundante materialmente, no tiene dinero, ni posesiones.
Tiene abundancia vital, pero la novia quiere abundancia material,
para su padre, pero sabe ver y desea tener la abundancia vital de
Leonardo, así pues, como su padre, ella quiere todo junto, quiere
un imposible.
Estas son las líneas de acción principal, líneas intensas,
desaforadas: pasiones. Alrededor están quienes sueñan con esa
pasión, pero, por un lado, no se atreven, pero no viven en paz,
porque anhelan el poder que otros ostentan, este es el caso de la
mujer de Leonardo y su madre. Dos mujeres que vacían en el hijo,
en el nieto, esta melancolía, infundiéndole las esperanzas como
un canto que lo arrulla, que lo adormece. Son la imagen de una
reina y su princesa siendo bastardas del reino arrebatado,
envidiando lo que las otras tienen, pero sobre todo, se destaca
el reproche que le hace esta madre a su hija por no ser lo
suficiente para ser la elegida de Leonardo, esto, por un lado,
por otro, el reproche a su hija por no saber elegir bien, pues no
tienen dinero. Así, se la pasa reclamando un poder que ella cree
Mercer y que sus dos súbditos, su hija y su yerno, no le dan.
Todo se sintetiza cuando ella, llena de envidia, expresa: se van
a juntar dos buenos capitales.
Vemos en Bodas de Sangre, pues, pues retrato de carácter de
distintas mujeres que realizan la misma acción porque tienen la
misma pasión: la pasión por el poder al que ellas llaman
tranquilidad. Temáticamente hablando, vemos lo siguiente: el
título de la obra es Bodas de Sangre porque son las bodas por el
poder, es decir, detrás de toda boda hay un juego de poder
sangriento, con todo lo que la palabra Sangre puede remitir:
Honra, familia, educación, honor, prestigio, riqueza, capital,
tierra, linaje, en haras de obtener todo esto es a lo que estas
mujeres enfocan su virtud, su poder, es decir, la educación a sus
vástagos, el pacto entre ambos, madre e hijo. Entonces, podríamos
decir que el título es, literalmente, la expresión de la
transgresión ética de estos personajes, las bodas de sangre son
las bodas entre madres e hijos.

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