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Enrahonar.

Quaderns de Filosofia 55, 2015  103-150

RESSENYES

Schopenhauer, Arthur (2013)


El arte de ser feliz o eudemonología
Barcelona: Herder, 162 p.
ISBN 978-84-254-2628-5

Cabe distinguir, dentro del legado filosó­ felicidad relativa. Con una profunda ad­
fico de Schopenhauer, una breve colec­ miración por el intelectualismo español
ción de máximas, apotegmas y senten­ reflejado en las obras de Calderón, Cer­
cias, con la cual, para un fin personal del vantes o Lope de Vega, nuestro autor
propio autor, se describen un conjunto toma como imagen, para su presente
de 50 reglas donde el pensamiento pesi­ tratado, la función parenética de educar,
mista por antonomasia adapta un carác­ consolar y aconsejar de los filósofos clá­
ter práctico para la vida, lo cual origina sicos, griegos y latinos; especialmente del
el tratado titulado Eudemonología o Eu- maestro jesuita español Baltasar Gracián,
demónica, Die kunst, glucklich zu sein, el a partir de la lectura de su Oráculo ma-
arte de ser feliz. nual. Los dos pensadores comparten un
Desde la perspectiva metafísica de mismo pesimismo que se proyecta sin
un maestro del pesimismo, la felicidad ilusiones y, necesariamente, parece opor­
en su totalidad representa una quimera, tuno formular aforismos de sabiduría
sin embargo, su eudemonología presu­ práctica para orientar el dominio de la
pone su afirmación diferenciando un vida ante toda adversidad.
saber práctico y un saber teórico: «Una El esbozo eudemonológico de Scho­
cosa es el sistema filosófico, pero la sa­ penhauer tiene por objetivo enseñar a
biduría práctica de la vida es otra»1. En vivir, de la manera más felizmente posi­
un mundo oscilante entre el dolor y el ble, con una única división de reglas para
aburrimiento, el tratado se presenta uno mismo y otras para nuestra conduc­
como una herramienta de prudencia ta con los demás. Seguidamente, Scho­
práctica con reglas conductuales para penhauer define la finalidad de la eu­
evitar los golpes del destino y, frente a demonología con mayor precisión y,
la imposibilidad de poder hallar una fe­ forzosamente, define la felicidad desde
licidad perfecta, poder propiciar una varios aspectos distintos. En primer

1. Arthur Schopenhauer (2000), El arte de ser feliz, Barcelona, Herder, 12.

ISSN 0211-402X (paper), ISSN 2014-881X (digital)


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lugar, desde el «temperamento feliz», sueño. El consuelo para el anciano, pues,


el ánimo que regula la disposición hacia el se reduce a observar a los individuos que
sufrimiento y la alegría; el bien más eleva­ están peor que él y, por el solo motivo de
do para el ser humano. En segundo apreciar los dolores ajenos a modo de si­
lugar, desde la salud del cuerpo, plena­ militud, éstos devienen como sociis malo-
mente vinculada al temperamento en rum, compañeros en la desgracia; de este
tanto que se presenta esencial para el modo, nuestro «estar» en el mundo resul­
buen humor. En tercer lugar, desde la ta más cómodo y pasajero. El único
tranquilidad del espíritu, donde Scho­ modo para no ser infeliz es no desear ser
penhauer alude a una cita de Sófocles: muy feliz, es decir, poner límites de ca­
«Ser cuerdo es la parte principal de la rácter ascético a nuestras necesidades y a
felicidad»2. En cuarto lugar, desde los nuestros placeres con moderación sobre
bienes externos establecidos en vista de la nuestras posesiones, pretensiones, rangos,
división epicúrea3: 1) los bienes naturales honores, etc. De esta manera, Schopen­
y necesarios; 2) los bienes naturales y no hauer alude a Platón4 cuando éste desig­
necesarios; y 3) los bienes no naturales y na a la vejez como la etapa más feliz, por
no necesarios. Las reglas iniciales expo­ su calma ante la apetencia carnal y por la
nen argumentos ascéticos y abarcan la búsqueda, como necesidades principales,
renuncia del individuo hacia todo aque­ de la comodidad y la seguridad.
llo que enturbia su propia naturaleza, La vida del ser humano puede con­
nada nos pertenece, y debemos corregir templarse desde dos lados distintos: uno
la ridícula convicción de querer apode­ subjetivo e interior y otro objetivo y ex­
rarnos de nuestras fantasías y deseos, en terior. El primero concierne al bienestar
tanto que lo poco a lo que podemos as­ y al malestar, a la alegría y al dolor, mien­
pirar es a un pasaje por la vida indoloro tras que el segundo representa el papel
y soportable. que desempeñamos en el teatro de nues­
Todo placer y felicidad resulta ser de tra vida, la parte activa del espíritu y los
carácter negativo, ya que pensar la alegría actos que uno manifiesta en relación con
como fuente de la felicidad no es más el mundo. El lado subjetivo e interior
que una ilusión, mientras que el dolor y resulta vulnerable por la fantasía y el
el sufrimiento son de carácter positivo, deseo5. La fantasía no es capaz de juzgar
pues los parámetros de la felicidad se re­ y, por lo tanto, solamente puede ser tra­
gulan en función de su ausencia. Un fac­ tada y regulada mediante la reflexión
tor que resulta denigrante durante la sombría y fría; cabe atender como guía a
etapa de la infancia es la pretensión de los conceptos, no a las imágenes de la
buscar indicios de felicidad por el valor propia fantasía. Por consiguiente, el do­
empírico asociado a los placeres. Contra­ lor y el sufrimiento se determinan por la
riamente, como la niebla que se eleva y naturaleza individual, es decir, no se de­
se difumina por la mañana, los pasos del terminan «desde el exterior» de cada in­
anciano clarifican su caduca mirada ante dividuo, sino «desde el interior» de cada
el vacío de la vida y el desengaño de su individuo.
existencia; nada le impresiona y solamen­ Junto al carácter empírico, irracional
te le cabe esperar a navegar por el último y corregido por la sensatez, y al carácter

2. Sòfocles (1951), Antígona, Barcelona, Fundació Bernat Metge, 1349-50, Escriptors grecs.
3. Epicuro, Carta a Meneceo.
4. Arthur Schopenhauer (2013), El arte de sobrevivir, Barcelona, Herder, 47.
5. «Construimos castillos en el aire y después los pagamos caros con la decepción», citado en
Arthur Schopenhauer (2000), El arte de ser feliz, Barcelona, Herder, 55.
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inteligible, como voluntad propia y su brantada línea que arrastra al individuo


objetivación natural en el individuo, hacia el arrepentimiento y al sufrimiento
Schopenhauer destaca el carácter adqui- por sus errores. Por añadidura a tal pér­
rido como merecedor de una atención dida de orientación, uno deseará, desde
especial, en tanto que lo formamos en la ignorancia de sus pretensiones y capa­
función de nuestro curso por la vida y cidades, todo aquello cuanto desea sin
nuestro ejercicio en el mundo. El carácter saber su verdadera correspondencia, pues
adquirido, pues, resulta ser el carácter ignora lo apropiado para su carácter e
idóneo para cultivar la individualidad. individualidad. Frente a tal conducta, que
No obstante, al ser humano le resulta en toda regla conlleva a la confusión y al
difícil comprenderse a sí mismo confor­ caos, la voluntad de vivir no se reconoce
me a su individualidad, con la cual uno a sí misma y vive en un ciclo constante
mismo encuentra, junto con la experien­ de deseo y fracaso. El individuo perma­
cia, el sentido de sus predisposiciones y nece en un estado inquietante de desam­
aspiraciones; una premisa de la misma paro a causa de la falta de corresponden­
índole que el imperativo socrático de cia consigo mismo: «Pues tal como el pez
«conocerse uno mismo»6. Respecto al sólo se siente bien en el agua, el pájaro en
bienestar de nuestra existencia, el estado el aire y el topo debajo de la tierra, así
de la conciencia es el factor principal. todo ser humano sólo se siente bien en el
Ésta representa aquello inmediato en el ambiente que le es apropiado; por ejem­
hombre, mientras todo lo demás es me­ plo, el aire de la corte no es respirable
diato y recae en el pensamiento. Seguida­ para cualquiera»8.
mente, Schopenhauer destaca la forma­ Por esta misma razón, muchos jóve­
ción ontológica de cada individuo, el Yo nes fracasan en sus intentos y no logran
de uno mismo como la expresión más satisfacerse, pues todo lo adquirido contra
potente de la felicidad. Éste no necesita naturaleza nunca llega a paliar las verda­
obtener nada del exterior mientras goza deras inquietudes y fantasías. Uno debe
de las riquezas de su interior, se basta a sí partir de la experiencia dogmática del ca-
mismo por la potencia de su individuali­ rácter empírico para formar su carácter ad-
dad. Encontrar la felicidad desde nuestro quirido en función del conocimiento de su
interior resulta muy difícil, sin embargo, individualidad. El conocimiento abstrac­
encontrarlo mediante causas externas re­ to del conjunto de deficiencias y capaci­
sulta imposible. dades de uno mismo ahorra muchos pe­
Para el ser humano, el mero querer o sares, uno aprende a exigirse a sí mismo
poder son insuficientes para nuestra re­ y, por consiguiente, su papel en el
nuncia, uno debe saber lo que puede lle­ mundo se desarrolla de manera metódi­
gar a hacer, conocer el propio carácter de ca, correspondida y serena. Su actuar,
uno mismo y saber discernir correcta­ ineludible a su naturaleza, se orienta en
mente para llevar a cabo sus pretensiones función de principios fundamentados
con logro. Nuestro daimon7 entra en con­ por un aprendizaje adquirido, aquello
tradicción con nuestros propósitos cons­ reflejado en nuestro carácter. Una vez el
cientes y, siendo tal como un demonio a individuo llega a ser consciente de sus
lo largo de nuestra vida, nuestro paseo carencias y capacidades es cuando debe
por la misma no resulta una perfecta plantearse el camino que acredite el cum­
línea recta, sino una temblorosa y que­ plimiento de sus aspiraciones y propósi­

6. Platón (2004), Menón, Madrid, Alianza. 85D, 100.


7. Voz interior o espíritu en el sentido griego del daimon socrático.
8. Arthur Schopenhauer (2000), El arte de ser feliz, Barcelona, Herder, 33.
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tos, un camino que sea útil y certero. moderada e individualizada entre la re­
Solamente de esta manera podrá experi­ nuncia y el ascetismo.
mentar la alegría, puesto que cumplirá En el momento de producirse un
con las propias inquietudes en lugar de hecho feliz y largamente esperado no nos
experimentar el dolor que provoca fraca­ sentimos consolados o más cómodos que
sar por falta de correspondencia e igno­ antes, sino que solamente en el instante
rancia; el peor dolor para el espíritu. concreto del hecho, en el momento pre­
A pesar del riesgo en dicha falta de sente, es cuando uno puede sentir un
correspondencia, el propósito del ser hu­ ápice de júbilo o de lamento. Nuestro
mano está limitado por el horizonte de estado anímico, ya tienda a la alegría o a
sus posibilidades. Si un objeto se encuen­ la tristeza, no siempre es el mismo y no
tra dentro del horizonte de posibilidades podemos atribuirlo al ámbito de las cir­
de un individuo determinado, éste con­ cunstancias externas, sino a las internas,
fiará en obtenerlo para ser feliz, pero, y, por ende, todo exceso de júbilo o de
contrariamente, si el objeto se encuentra dolor se basan en un error o ilusión indi­
fuera de su horizonte de posibilidades, vidual que debe corregirse mediante la
éste se sentirá infeliz. Tal horizonte es la sensatez y la moderación. Sin embargo,
razón por la cual el individuo pobre no la mayoría de individuos buscan una
ansía las posesiones de los ricos, éstos no se causa externa a su dolor, sin caer en la
consuelan con sus grandes riquezas, ya cuenta de que toda interpretación resulta
que su felicidad se gradúa en función del ser subjetiva.
conocimiento de su horizonte de posibi­ La alegría es el estado con más prefe­
lidades, el conocimiento sobre su indivi­ rencia, y el factor que más contribuye a
dualidad. Por otro lado, aquel que imita su generación es la salud, la cual exige
una individualidad ajena desde un hori­ evitar los excesos, tanto emocionales
zonte de posibilidades distinto al de su como intelectuales. De ésta sigue el buen
naturaleza, un carácter que no le corres­ humor, ya que si comparamos la concep­
ponde simulando una naturaleza impro­ ción de un día con enfermedad y un día
pia, muestra el significado de una contra­ de salud veremos una diferencia notoria:
dicción directa de la voluntad consigo «Por eso un mendigo sano es más feliz
misma reflejando, de una manera lamen­ que un rey enfermo»10. La alegría se pre­
table, el mísero valor que se asigna a sí senta como un estado plenamente justi­
mismo con tal insania. Frente al impe­ ficado, quien está alegre, tiene motivos
rante destino, tanto para nuestras cir­ para ello y, por lo tanto, deberíamos in­
cunstancias interiores como exteriores, clinarnos a concebir tal bien como el más
nos exponemos al mundo, a modo de preciado.
combate, para adaptarnos y moderarnos Por otro lado, Schopenhauer postula
con la única finalidad de «soportar la que la sabiduría del ser humano se en­
vida»9. De esta manera, el horizonte de cuentra en tensión entre el momento
posibilidades de todo ser humano debe presente y el futuro, entre el hombre que
equipararse a la potencia de sus preten­ es y el hombre que acontecerá. Sin em­
siones y sus posesiones y, por consiguien­ bargo, se denomina imprudente a aquel
te, es necesario conseguir una comodidad que se entrega completamente al mo­

  9. «La vida no es para saborearla, sino para soportarla y aliviarla», citado en Arthur Schopen-
hauer (2013), El arte de sobrevivir, Barcelona, Herder, 11.
10. Arthur Schopenhauer (2000), El arte de ser feliz, Barcelona, Herder, 68.
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mento presente, aquel que reluce de des­ resultante es el curso de nuestra vida»11.
preocupación. Por otra parte, se denomi­ El momento presente se nos muestra
na miedoso o preocupado a aquel que como el único escenario de la felicidad,
siempre vive de un modo ad interim, es en tanto que solamente aquel que acepte
decir, de manera provisional y despreo­ el destino y las adversidades con acepta­
cupada por su existencia presente; los ción será consciente de la inmensidad y
fugaces instantes del momento presente diversidad de las contrariedades de la
pasan de largo a causa de sus miedos y vida, junto con el vacío que ésta esconde
planificaciones de futuro. Con tal azaro­ tras una onírica mascarada.
so destino de nuestra vida, debemos con­ La concepción de «hombre» que
siderar todo acontecimiento como nece­ ofrece la eudemonología, tal y como
sario, ya que una cosa no puede ser de concluye Schopenhauer en su tratado,
otra manera de la que es, porque «es puede definirse desde lo que uno es,
como es» por necesidad, de lo contra- desde lo que uno tiene y desde lo que
rio sería de otra forma o, simplemente, uno representa, no obstante, el carácter
no sería. Todos los acontecimientos su­ interno e individual de lo que uno es no
ceden necesariamente por una causa se­ resulta suficiente para abordar suficien­
guida de otras causas, las cuales resultan te contenido en la vida para colmar el
ser una estricta concatenación de causas alma hacia la satisfacción. Muy a pesar
de lo que, necesariamente, acontece en el de las premisas eudemonológicas, Scho­
mundo. Toda realidad, por imposición, penhauer define «la existencia feliz»
o es necesaria por su acaecimiento de como aquella existencia que tiende al no
causas o bien imposible por la ausencia ser, aquella que preferiblemente no exis­
de éstas. De tal modo, nuestra vida no es te. Por ende, lo único a lo que el ser hu­
el fruto de nuestras obras, sino de nues­ mano puede aspirar en el ineludible mo­
tras decisiones en los acontecimientos mento de su muerte es a un momento
actuales y divergentes del momento pre­ presente indoloro, tranquilo y soporta­
sente, dos factores que determinan nues­ ble; a poder recibir la muerte tras el últi­
tra vida como «[...] fuerzas que tiran en mo suspiro y desvanecerse en la no exis­
dos direcciones distintas y la diagonal tencia como catarsis final.
Joan Enric Campà i Molist
Universitat Autònoma de Barcelona
http://dx.doi.org/10.5565/rev/enrahonar.650

11. Arthur Schopenhauer (2000), El arte de ser feliz, Barcelona, Herder, 70.

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