Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
DOI: 10.4000/books.ifea.3851
Editor: Institut français d’études andines, Plural editores
Año de edición: 2002
Publicación en OpenEdition Books: 2 junio 2015
Colección: Travaux de l'IFEA
ISBN electrónico: 9782821844728
http://books.openedition.org
Edición impresa
ISBN: 9789990564341
Número de páginas: 402
Referencia electrónica
ARZE AGUIRRE, René D. (dir.). El naturalista francés Alcide Dessaline d’Orbigny en la visión de los
bolivianos. Nueva edición [en línea]. Lima: Institut français d’études andines, 2002 (generado el 30
mars 2020). Disponible en Internet: <http://books.openedition.org/ifea/3851>. ISBN: 9782821844728.
DOI: https://doi.org/10.4000/books.ifea.3851.
Este documento fue generado automáticamente el 30 marzo 2020. Está derivado de una
digitalización por un reconocimiento óptico de caracteres.
No obstante la precaria difusión que en nuestro medio han tenido y todavía tienen los clásicos
libros de Alcide d'Orbigny sobre sus viajes a la América meridional, en Bolivia podemos aseverar,
con grata sorpresa, que los escritos del sabio naturalista francés dedicados a nuestro país, han
sido y son leídos, estudiados y analizados en diversos ensayos publicados, desde el siglo XIX hasta
la fecha, por un selecto grupo de científicos, intelectuales y artistas bolivianos. Este estrecho
contacto con la obra del naruralista francés, es, a todas luces, el mejor homenaje que Bolivia le ha
rendido a Alcide d'Orbigny. Una prueba que respalda esta aserción es precisamente el libro que él
lector tiene en sus manos y que hoy tenemos la satisfacción de presentar como un homenaje al
bicentenario del nacimiento del insigne naturalista, cuya fecunda y vasta obra realizada en
nuestro territorio entre los años 1830 y 1833, fue plasmada con óptimos resultados, tras su
retorno a Francia (1834), en su monumental obra Viajes a la América Meridional (1835-1847, 9
tomos en 11 volúmenes) y en otros escritos de particular trascendencia para el país, como son,
entre otros, El Hombre Americano (1839) y Descripción geográfica, histórica y estadística de Bolivia
(1845).
ÍNDICE
Agradecimientos
Los autores
Prólogo
René D. Arze Aguirre
Alcide d'Orbigny en Bolivia
El retorno a Francia
La contribución de Alcide d'Orbigny al desarrollo de las ciencias en Bolivia
D'Orbigny, artista, poeta y escritor
¿Un clásico olvidado?
La obra del célebre naturalista Alcide d’Orbigny en los ensayos críticos de la Biblioteca
Boliviana
Gabriel René-Moreno
D'Orbigny en Bolivia
Gunnar Mendoza
Introducción
Agradecimientos
Los autores1
1 1. GABRIEL RENÉ-MORENO
2 (1836-1908). Escritor: historiador, sociólogo, bibliógrafo y crítico; n. en Santa Cruz.
Principales obras: Biblioteca Boliviana: Catálogo de la Sección libros y folletos (1879-1908; 1
vol. principal y 2 suplementos); Anales de la prensa boliviana: Matanzas de Yáñez (1886);
Biblioteca Boliviana: Catálogo del Archivo de Mojos y Chiquitos (1888); Elementos de Literatura
Preceptiva (1891); Biblioteca Peruana (1896-97; 2 v); Bolivia y Perú... (1901-07, 3 v.); Bolivia y
Argentina (1901); Ensayo de una bibliografía general de los periódicos de Bolivia (1905);
Estudios de Literatura Bolivia, ed. Humberto Vázquez Machicado (1955-56; 2 v.), etc.
(Véase: José Roberto Arze. Diccionario biográfico boliviano. Historiadores y cronistas. La Paz-
Cochabamba, Ed. “Los Amigos del Libro”, 1989; pp. 135-136).
3 2. BELISARIO DÍAZ ROMERO
4 (1870-1940). Científico, naturalista, médico, arqueólogo; n. en La Paz. Principales obras:
Farmacopea Callaguaya (1904); Tiahuancu, estudio de prehistoria americana (1906; 2 a ed.,
1920); Páginas dispersas (1910); Ecclesia versus scientia (1921); “Prehistoria boliviana”, en
Bolivia en el Primer Centenario de su Independencia (Nueva York, 1925); además de
numerosos artículos en los Boletines de la Oficina Nacional de Estadística, la Sociedad
Geográfica de La Paz, etc. (Véase: José Roberto Arze. Diccionario biográfico boliviano.
Geógrafos, exploradores, y figuras en la ciencia. La Paz-Cochabamba, Ed. “Los Amigos del
Libro”, 1984; pp. 81-82).
5 3. Vicente TERÁN
6 (1899- ). Escritor, periodista, abogado, profesor, n. en Potosí. Principales obras: Paisajes
y leyendas de Kollana. Potosí; Chihuanhuanyus y Aclanckaras, cuentos y leyendas keshuas
(1943); Simón Rodríguez. Precursor de la Escuela Activa (1946). Otros escritos: “Quiso ser
Rey de América”. En: Boletín de la Sociedad Geográfica de Sucre (1943). (Véase: Arturo Costa
de la Torre. Catálogo de la Bibliografía Boliviana. T. I. La Paz, Imprenta Universidad Mayor
de “San Andrés” (1966).
7 4. FABIÁN VACA CHÁVEZ
8 (1881-1949). Abogado, poeta, escritor, periodista y diplomático, n. en Trinidad.
Principales obras: Por el Oriente y Noroeste de la República (1912); El Departamento del Beni
(1912-1913); “Para ella”. Versos y prosa (1913); La Instrucción Secundaria en Bolivia (1920);
7
Carmen Rosa. Comedia en tres actos (1921); Reconstitución Histórica y Geográfica del
Departamento del Beni (1924); “El país de las Cascadas y las Orquídeas” (1925). Otros
escritos: artículos dispersos en El Diario y La Razón, de La Paz (años 1932-1949): “Cartas
desde México”; “La popularidad en México”; “El Panteón de los Poetas”; “Madariaga y
Altamira”, etc. (Véase: Arturo Costa de la Torre. Catálogo de la bibliografía boliviana. T. I.
La Paz, Universidad Mayor de “San Andrés”, 1966; pp. 1062-1063).
9 5. FERNANDO DÍEZ DE MEDINA
10 (1908-1985) Poeta, escritor, ensayista, crítico, periodista y educador, n. en La Paz.
Principales obras: La clara senda. Poemas (1928); Imagen. Poemas (1932); El arte nocturno de
Víctor Delhez. Biografía poética (1938); Franz Tamayo. Hechicero del Ande (1942); Thunupa.
Ensayos (1947); Pachakuti y otras páginas polémicas (1948); Literatura Boliviana. Introducción
al estudio de las letras nacionales (1959); Nayjama. Introducción a la mitología Andina (1960);
Bolivia y su destino (1962); Otros escritos: Libro de los Misterios. Misterio de los signos (1951);
El Arquero (1960). (Véase: Arturo Costa de la Torre. Catálogo de la Bibliografía Boliviana. T.
I. La Paz Imprenta Universidad Mayor de “San Andrés”, p. 453-455).
11 6. JORGE A. OVANDO SANZ
12 (1921-1999) Economista y sociólogo, n. en La Paz. Principales obras: Sobre el problema
Nacional y Colonial de Bolivia (1960); La invasión brasileña a Chiquitos de 1925 (1977);
Indigenismo (1979); Mi guerrita del Chaco (1981); Historia Económica de Bolivia (1981); Bolívar
y la Comunidad Indígena. (Véase: José Roberto Arze. Diccionario biográfico boliviano. Figuras
bolivianas en las Ciencias Sociales. La Paz-Cochabamba, Editorial “Los Amigos del Libro”,
1984; pp. 108-109).
13 7. MARTÍN CÁRDENAS HERMOSA
14 (1899-1973). Botánico, Profesor de Ciencias Naturales y Química, n. en Cochabamba.
Principales obras: Disertaciones botánicas, amenidades biológicas
15 (1969); Manual de plantas económicas de Bolivia (1969); Por las selvas, las montañas y los valles
de Bolivia (memorias de un naturalista), etc. (Véase: José Roberto Arze. Diccionario biográfico
boliviano. Geógrafos, exploradores, y figuras en la ciencia. La Paz-Cochabamba, Ed. “Los
Amigos del Libro”, 1987; pp. 65-66)
16 8. GUILLERMO CÉSPEDES RIVERA
17 (1909- ). Escritor, periodista, profesor y diplomático, n. en La Paz. Principales obras:
Voces y figuras de la literatura boliviana. En: Ciencia y Cultura, Maracaibo-Venezuela (1957).
(Véase: Quién es quién en Bolivia. La Paz, Ed. Quién es quién en Bolivia, 1942; p. 66, y
Arturo Costa de la Torre. Catálogo... Ob. cit., p. 397).
18 9. JULIO DÍAZ ARGUEDAS
19 (1889-1980). Coronel e historiador, n. en La Paz. Principales obras: Vida y hechos del
general José Miguel Lanza (1927); Los generales de Bolivia (1929), El ejército a través de un siglo
(1931-1932 2 v.); Los elegidos de la gloria (1937); Historia del ejército de Bolivia (1940); La
guerra con el Paraguay (1942); Franz Tamayo, el poeta filósofo (1967); Expedicionarios y
exploradores del suelo boliviano (1971, 2 v.), etc. (Véase: José Roberto Arze. Diccionario
biográfico boliviano. Historiadores y cronistas. La Paz-Cochabamba, Ed. “Los Amigos del
Libro”, 1989; pp. 97-98).
20 10. MANUEL FRONTAURA ARGANDOÑA
21 (1906-1985). Historiador, periodista y diplomático, n. en Sucre. Principales obras: Las
nueve voces de Caronte (1926); Ciudad de piedra (1928); El precursor, novela biográfica (1941);
8
NOTAS FINALES
1. Los ensayos que se publican sobre Alcide d'Orbigny de los autores mencionados, figuran en la
primera nota (señalada por un asterisco: *) al pie de página del inicio de cada trabajo.
10
Prólogo
René D. Arze Aguirre
1 No obstante la precaria difusión que en nuestro medio han tenido y todavía tienen los
clásicos libros de Alcide d'Orbigny sobre sus viajes a la América meridional, en Bolivia
podemos aseverar, con grata sorpresa, que los escritos del sabio naturalista francés
dedicados a nuestro país han sido y son leídos, estudiados y analizados en diversos
ensayos publicados, desde el siglo XIX hasta la fecha, por un selecto grupo de científicos,
intelectuales y artistas bolivianos. Este estrecho contacto con la obra del naturalista
francés es, a todas luces, el mejor homenaje que Bolivia le ha rendido a Alcide
d'Orbigny. Una prueba que respalda esta aserción es precisamente el libro que el lector
tiene en sus manos y que hoy tenemos la satisfacción de presentarlo como un homenaje
al bicentenario del nacimiento del insigne naturalista, cuya fecunda y vasta obra
realizada en nuestro territorio entre los años 1830 y 1833 fue plasmada con óptimos
resultados, tras su retorno a Francia (1834), en su monumental obra Voyages dans
l'Amérique méridionale1 y en otros escritos de particular trascendencia para el país, como
son, entre otros, L'Homme Americane2 y Descripción geográfica, histórica y estadística de
Bolivia3.
2 Estas obras constituyen indudablemente un hito inaugural en la historia de la ciencia
de nuestro país. A diferencia de sus predecesores, d'Orbigny hizo en Bolivia el primer
aporte científico de carácter multidisciplinario; fue el primero en describir -desde una
amplia perspectiva “abarcadora”, la Bolivia profunda de los primeros años
republicanos, estudiando en ella prácticamente la totalidad de sus múltiples y
complejas facetas. Esto explica por qué el nombre de Alcide d'Orbigny -cuya obra ha
dejado una impronta imperecedera en el país-está indisolublemente ligado al país en
casi todas las etapas del devenir histórico republicano.
3 Sobre la vida y la obra de d'Orbigny se han escrito ciertamente en Bolivia valiosos
ensayos hasta hoy dispersos e intonsos y en muchos casos inaccesibles por la rareza de
los impresos en que fueron difundidos. Compilados y publicados a partir de la fecha en
el presente libro, gracias a los auspicios del Instituto Francés de Estudios Andinos
(IFEA), estos estudios cohesionados en un volumen adquieren indudablemente una
connotación invalorable para realizar análisis comparativos que revelan, en algunos
casos -según hemos constatado-, puntos de vista coincidentes, o afines en algunos
11
temas, y, en otros, percepciones diferentes y contrapuestas; revelan, por otra parte, las
temáticas que los autores han abordado en Bolivia con particular preferencia, o, por el
contrario, vacíos y ausencias que merecerían ser atendidas en el futuro con la finalidad
de incrementar los conocimientos relativos a la vida y a la obra de d'Orbigny en Bolivia,
tema que por obvias razones ha sido recurrentemente estudiado -como veremos en las
páginas que siguen-con mayor preferencia por los autores bolivianos.
4 Cuando iniciamos este trabajo de compilación sobre las obras del viajero francés,
pensamos agrupar en temas homogéneos o especializados los ensayos que supusimos se
habían publicado en el país bajo esta modalidad: sobre d'Orbigny etnólogo, por ejemplo;
o, sobre d'Orbigny geólogo, geógrafo, ornitologista, zoólogo, botánico, antropólogo,
lingüista, etc. Pronto nos percatamos, sin embargo, que los autores que escribieron
sobre d'Orbigny se ocuparon principalmente de esbozar más bien en sus escritos temas
referidos al ramo preferido de estudio: d'Orbigny en Bolivia -salvo algunas excepciones-
aspectos generales relativos a la historia de su vida, de sus viajes por América
meridional (1826-1834), especialmente por Bolivia (1830-1833), de su retorno a Francia
(1834) y de sus publicaciones y actividades académicas. Los lectores del presente libro
adevertirán que, por tal motivo, los veintiún ensayos escritos por los diez y nueve
autores que figuran en el presente libro (dos corresponden a la autoría de Gunnar
Mendoza, como en el caso de Alcides Parejas, de quien publicamos también dos
trabajos, uno de ellos en co-autoría con la historiadora Carola Muñoz de Parejas, su
digna esposa), están ordenados cronológicamente de acuerdo a la época más remota de
su publicación. De esta manera Gabriel René-Moreno viene a ser el primer autor del
libro (fines del siglo XIX), y Carlos Carrasco el más cercano a nuestros días, ya que su
artículo data del año 2001.
5 Conviene señalar que, en ciertos casos, algunos autores de vasta experiencia en su
profesión dedicaron sus ensayos a investigar aspectos muy concretos publicados por
d'Orbigny en su obra mayor, Voyage dans l'Amérique meridionale. En el campo de la
arqueología boliviana, por ejemplo, otros ensayistas han publicado novedosas
compilaciones sobre este campo investigado en Bolivia por el naturalista francés; en
algunos casos, los autores han escrito ensayos muy bien documentados para enmendar
algunas apreciaciones poco precisas vertidas por el viajero en sus observaciones e
investigaciones. Lo propio ha sucedido en el campo de las contribuciones que d'Orbigny
ha realizado en el campo de la geología boliviana. Por su novedad, vale la pena
mencionar también aquí que tres de nuestros autores han dilucidado, con puntos de
vista distintos, sobre las supuestas posiciones filosóficas del ilustre viajero.
6 Estamos conscientes, por supuesto, de no haber agotado el tema. En el ampuloso campo
de la bibliografía ninguna búsqueda debe ser considerada como concluida. En toda obra
humana existen, por lo demás, situaciones imponderables que han rebasado nuestros
deseos. En un caso muy particular, un autor que hubiésemos deseado que esté presente
en este libro con uno de sus trabajos especializados sobre d'Orbigny, se ha excusado
aduciendo argumentos muy comprensibles. Por las razones expuestas hasta aquí,
creemos que el presente libro debería ser considerado como el primer volumen de
ensayos compilados en Bolivia sobre Alcide d'Orbigny. De aparecer en el futuro otros
trabajos sobre el sabio francés en Bolivia, publicaremos naturalmente un segundo
volumen, y hasta un tercer volumen, si acaso llegaran a surgir aportes desconocidos o
publicarse nuevos ensayos sobre d'Orbigny en Bolivia.
12
concurrir a la plaza, en donde quería ofrecerles una especie de fiesta [...]. Con el objeto
de juzgar la habilidad de indios e indias, establecí un concurso de tiro al arco para que
todos participaran [...]. La precisión de su puntería me asombró. [Luego los guarayos le
pidieron a d'Orbigny que utilizara su pistola. Los satisfizo]. Quise proporcionarles otro
placer: el de mirar en un excelente largavista y en un microscopio. Nada podría pintar
su sorpresa y su éxtasis al ver de cerca objetos alejados o de contemplar tan
voluminosos a los seres pequeños. A partir de ese instante, ya no era yo para ellos un
extraño, y todos me miraban como a un ser extraordinario y me llamaban con respeto y
alborozo su hermano (Cherú). Lo que era mucho para un guarayo, el más orgullosos de
todos...”9.
12 La presencia de d'Orbigny causaba sensación no sólo en los pueblos sino en las ciudades
o capitales de departamento, donde su influencia era ostensible. Por ejemplo, entre los
jóvenes bolivianos con vocación para las letras y las artes. Bastaría mencionar aquí lo
que escribieron al respecto tanto Gabriel René-Moreno10 como Gunnar Mendoza 11. El
historiador y bibliógrafo cruceño, al referirse a la “escuela” que dejó d'Orbigny entre
los jóvenes inclinados a las ciencias por vocación, dice: “D'Orbigny fue un ilustre
zoólogo; y más bien que un botanista, era zoólogo aventajado. Justamente, dentro del
recinto zoológico se aposesionó de la anatomía comparada que acababa de instituir
Cuvier [...]. Sus libros botánicos y zoológicos y sus manuales de disector y dibujante
naturalista quedaron en Santa Cruz el año 1832. Algunos jóvenes cruceños se
apoderaron de ellos con ardimiento. Bajo su dictado se entregaron a estudios prácticos
de primera mano en ambos reinos de la naturaleza. ¡Y qué naturaleza la de Santa Cruz!
Tuvieron séquito y formaron escuela o si decimos un grupo de estudiosos muy
entusiastas, que leían pacientes en la noche y observaban curiosos en el día. Antelo
entre ellos“. Aunque mucho más tarde12 Marie Daniele Demelas dice, entre paréntesis,
sobre la influencia que el naturalista ejerció en Santa Cruz, que entre 1830-1831,
“d'Orbigny hizo conocer los trabajos de Cuvier y las polémicas que agitaban entonces el
mundo científico”13. Gunnar Mendoza dice, por su parte, en la “Introducción” al libro
Album de paisajes..., de Melchor María Mercado: “La presencia del naturalista francés
Alcide d'Orbigny en Bolivia (1830-1833) y en Sucre en particular (1832-diciembre, 1833,
marzo), tuvo que ser un motivo poderoso para Melchor María, que entonces contaba
con 16 años de edad -período decisivo para el efecto de los acicates externos sobre una
vocación- d'Orbigny había recorrido casi todo el territorio de Bolivia para entonces, ya
había reunido colecciones extraordinarias de toda clase de objetos de la naturaleza,
todo lo cual se sabía públicamente y contribuía para rodearle de un halo legendario”. Al
igual que d'Orbigny, “Melchor María era naturalista, explorador, pintor y dibujante por
destino ineludible. A partir de esto, la influencia -si no de la persona pero sí de la obra-
del francés sobre el boliviano pudo consistir principalmente en un estímulo tanto para
la acción creadora como para aplicar ésta a un contenido temático dado. Cuando
d'Orbigny llegó a Sucre y permaneció allí de diciembre de 1832 a marzo de 1833, ya
había recorrido prácticamente todo el país durante dos años y había reunido y seguía
reuniendo una gran colección de objetos correspondientes a los tres reinos de la
naturaleza y había acumulado un gran repertorio de dibujos sobre paisajes, costumbres,
animales, plantas y antigüedades de Bolivia. Con todo esto, d'Orbigny producía
sensación por donde iba [“Al llegar a Sucre en 1832 d'Orbigny tenía 30 años de edad y
Melchor María 16”]. Nadie puede saber hoy si d'Orbigny conoció a Melchor María en
Sucre. Pero Melchor María adolescente no pudo dejar de impresionarse de todas
maneras ante el viajero francés. La impresión debió de ser profunda ya que d'Orbigny
16
era la encarnación total de lo que Melchor María soñaba ser y hacer. A partir de
entonces tuvo que afirmarse en nuestro artista la voluntad de salir adelante con su
vocación. Una docena de años más tarde, a partir de 1846, llegaban a Sucre las obras
impresas resultantes del viaje de d'Orbigny acompañadas de láminas de paisajes, tipos y
costumbres de Bolivia a todo color. Para entonces ya Melchor María había empezado a
pintar su propio álbum, pero las láminas de d'Orbigny tuvieron que ser por su parte un
poderoso14 y nuevo acicate, tanto que Melchor María copió en su álbum a su manera
cuatro láminas de d'Orbigny, totalmente la lámina 30 (año 1849) y fragmentariamente
las números 39, 45, 64 (año 1859) correspondientes de d'Orbigny a las láminas 13, 4 y 6;
se trata de figuras de tipo de mestizos e indios...”.
El retorno a Francia
13 Luego de despedirse de Bolivia, d'Orbigny escribió en la historia de sus viajes: “Más de
tres años había yo pues empleado en la exploración de la República de Bolivia, y me
aparté de esa bella y rica parte del continente americano llevando conmigo no
solamente materiales inmensos y de todos géneros para hacerla conocer bajo sus
diversos aspectos, sino también el más vivo agradecimiento hacia su gobierno y hacia
sus habitantes, que me habían siempre colmado de civilidades, y dándome, junto con la
hospitalidad, finas pruebas de estimación”15.
14 D'Orbigny volvió a pasar por última vez la Cordillera Occidental para dirigirse al puerto
de Arica. “Después de haber visitado los puertos de Isla y del Callao (Perú) -dice con un
tono de nostalgia-, me embarqué definitivamente en Valparaíso para pasar a Francia,
en compañía de seis jóvenes bolivianos, nombrados por su gobierno para estudiar en
Europa la metalurgia. Nos dimos a la vela en los primeros días de octubre de 1833, y a
principios de 1834 volví a ver a mi patria después de una ausencia de ocho años”. En
este relato menciona los materiales con que llegó a Francia: “Pasé inmediatamente a
París, en donde meapresuré a someter al juicio del Instituto un álbum de más de
quinientas planchas iluminadas, que había yo dibujado en aquellos lugares, copiando de
la misma naturaleza; gran número de manuscritos; e inmensas colecciones geológicas,
zoológicas y botánicas. Se nombró una comisión compuesta de los señores de Blainville
y Geoffroy Saint-Hilaire [Relatores de Zoología], Adolphe Brongniart [Relator de
Botánica], Savary [Relator de Geografía] y Cordier [Relator de Geología], y el informe
que presento sobre dichos materiales” (21 de abril de 1834) 16.
15 La ventaja de este informe radica en que los relatores se refieren a las actividades que
hizo d'Orbigny en Bolivia, y el método con que seleccionó y acopió los materiales en los
lugares más apropiados.
16 Los vínculos de d'Orbigny con Bolivia continuaron manteniéndose sólidos. En este año
1834, logra que la Comisión evaluadora y el gobierno francés le haga llegar a Santa Cruz
un agradecimiento poco usual por la acogida que le dieron en Bolivia. En efecto, en
fecha 21 de abril de 1834 los miembros de la Comisión evaluadora solicitaron “... llamar
la atención al señor ministro sobre los títulos, que tiene el gobierno de Bolivia, para ser
acreedor al reconocimiento de todos los amigos de las ciencias, y particularmente al de
los sabios franceses, por la protección tan ilustrada, tan generosa y eficaz que ha
prestado al señor d'Orbigny durante su viaje por los diferentes lugares que dependen
de la república”17.
17
17 Antes de comenzar a escribir su magna obra Voyage, d'Orbigny consideró que era
indispensable, como un “complemento” a sus estudios americanos, una tarea “para que
mi obra fuese tan útil como yo deseaba. Me era necesario establecer, por una
comparación positiva, las conexiones o las diferencias que podían existir entre la
configuración orográfica, la composición geológica, y sobre todo las posibilidades
agrícolas e industriales de las cordilleras de Bolivia, y nuestras montañas de los
Pirineos y de los Alpes. Deseaba recorrer también, bajo estos mismos puntos, los
campos del norte, del oeste y sobre todo del mediodía de la Francia, a fin de poder
señalar con conocimiento de hecho, al tratar de cada provincia americana, las mejoras
que en ellas podrían Introducirse”. Fue entonces que emprendió otros viajes de
exploración, esta vez en su propio país y otros europeos (Francia, Saboya, Suiza,
Alemania y Bélgica) que le permitieron “fijar mi juicio sobre una multitud de cuestiones
concernientes a la mejora de los países que yo había recorrido, y principalmente de
Bolivia, a la que sobre todo deseaba ser útil[...] Estos han sido los motivos que me han
hecho suspender por tanto tiempo la publicación de la narración histórica de mi viaje,
relativa a las montañas bolivianas. Pero a pesar de todos estos atrasos, mi obra Voyage
está ya para terminarse”.
18 El sabio comienza a trabajar en su magna obra Voyage que le demanda 12 años
esforzados de trabajo: 1835 hasta 1847.
19 Desde que llegó se concentró en estudiar sus colecciones recogidas. Las clasificó para
poderlas publicar. Su finalidad era dar a conocer todos los resultados a los que había
llegado como consecuencia de sus viajes a la América meridional. No se limitó a escribir
un relato de su misión (que de todas maneras lo hizo en 3 volúmenes, in cuarto
acompañados de un atlas). Finalmente los describía minuciosamente, muchas veces él
solo, y otras con la colaboración de los funcionarios del Museo.
20 Antes de 1944 y 1945, quienes deseaban leer o estudiar estas obras, como lo hizo
Humberto Vázquez Machicado, tuvieron que leerlas en la versión francesa y vaya uno a
saber con qué dificultades. En 1945 se traduce y se publica en Buenos Aires Voyage.
21 A partir de 1944 y 1945 empezaron a ser recién conocidas estas dos obras
fundamentales.
22 Concluida esta monumental tarea, Voyages, en 1847 d'Orbigny orienta su vida científica
en otra dirección: vuelve a lo que siempre fue, un paleozólogo. Al final, nos dice su
biógrafo Roule, “le dieron a d'Orbigny en 1853 la cátedra de Paleontología (d'Orbigny
acababa de cumplir los 50 años); gracias a esta nueva situación, podía esperar dar a su
obra una mayor amplitud que en el pasado. En plena posesión de un talento eminente,
gradualmente adquirido a costa de tenaces estudios, su esperanza era legítima”. Pero
“una enfermedad del corazón, agrabada por el exceso de trabajo... se lo llevó (M. Luis
Roule ”Nota biográfica. Alcide Dessaline d'Orbigny“. En Conmémoration du voyage
d'Orbigny en Amérique du sud 1826-1833. Publications du museúm National d'Histoire Naturelle.
No. 3. Masson et Cie. Editions Libraires de L'Académie de Medicine 120, Boull/d Saint-Germain,
París VIe., 1933) el 30 de junio de 1857”.
23 El año 1839 constituye un hito en las publicaciones de las obras de d'Orbigny. Extracta
de su Voyage (Vol. IV) su L'Homme Américain (2 vols., París, en versión francesa), obra
que tiene gran resonancia en París y en Europa, y las noticias de su éxito llegan a
América meridional y a Bolivia, por supuesto, aunque son muy pocos los que tienen
acceso a esta obra impresa en francés. Seis años después, en 1845, d'Orbigny vuelca sus
18
27 El año 190718, después de más de medio siglo de haber salido a la luz pública en París el
Estudio geológico de Bolivia, de A. d'Orbigny (París, 1842: t. III, v.2), el Ministerio de
Colonización de Bolivia publicó en versión castellana esta importante obra, editada en
La Paz con los auspicios del Ministerio mencionado; fue traducida por Víctor E.
Marchandt con una Introducción de Belisario Díaz Romero, quien al comentar
críticamente en algunas páginas la obra Estudios de Geología de d'Orbigny, repite en
dicha Introducción la publicación que diera a conocer en su ensayo “Mr. d'Orbigny”
(1904 publicado en el Boletín de la Sociedad Geográfica de La Paz). Sin embargo de la severa
crítica que hace Belisario Díaz Romero a la obra, afirmando que su contenido tiene
diversos errores, este autor -contrario también a las teorías de d'Orbigny- reconoce que
el libro del naturalista francés es, sin ninguna duda, una obra pionera.
28 La obra Estudios de Geología de Bolivia de Alcide d'Orbigny se publicó en 1907 (durante el
gobierno liberal de Ismael Montes) por la expectativa que había en esta época por la
minería del estaño. Bolivia vivía en este tiempo una etapa de auge de este mineral. En
1971 el coronel Julio Díaz Arguedas hizo un breve resumen de la obra geológica de
Bolivia (que lo publicamos en el presente resumen).
29 ¿Qué grado de influencia y repercusión llegó a tener la obra Voyage de d'Orbigny, así
como las otras obras menores mencionadas hasta aquí en América Meridional, y en
Bolivia en particular? Al respecto, conviene precisar ante todo que, salvo la obra
Descripción..., y Fragment, toda la obra de d'Orbigny -principalmente Voyage- continuó en
idioma francés hasta el año 1945 (¡todo un siglo!), año en que la Editorial “Futuro” de
Buenos Aires, Argentina, la tradujo y publicó en castellano en 4 v. Un año antes, en
1944, la misma casa editora de Buenos Aires publicó también en versión castellana
(¡después de más de un siglo!) El Hombre Americano (2 T. en formato menor).
30 A partir del año 1945 -¡ayer nomás!-, estas obras empezaron a ser recién conocidas por
muchos intelectuales y en general por la sociedad boliviana. Años más tarde, en 1958, la
Bibliotheca Indiana de Madrid (editorial Aguilar) publicó el Viaje a la América Meridional,
de Alcide d'Orbigny, con un prólogo de Manuel Ballesteros y un estudio preliminar de
Alcina Franch. A partir de 1945 y 1958, respectivamente, se realizaron en Bolivia,
tomando como base las ya mencionadas ediciones de Buenos Aires y Madrid, algunas
reediciones extractando de ellas, principalmente de la primera, la parte pertinente a
Bolivia (como es el caso del Ministerio de Educación, en 1958, bajo el título de Viajes por
Bolivia. V. I (el v. II no llegó a salir; la obra quedó trunca: llegó hasta la parte de los
Guarayos). Esta obra lleva el prólogo del entonces Ministro de Educación, Fernando
Diez de Medina. En 1969 Mariano Baptista publicó Viajes por Bolivia, selección de textos
de la obra de d'Orbigny e Introducción; con la inclusión de láminas a color de Alcide
d'Orbigny, por Peter McFarren. O, la parte correspondiente a Santa Cruz, Viajes por
tierras cruceñas, Introducción, selección y notas por Alcides Parejas Moreno.
31 De la obra Descripción se han hecho dos reediciones: una el año 1946, por el Instituto
Anglo-Boliviano (La Paz, con prólogo de Fabián Vaca Chávez), y otra el Santa Cruz de la
Sierra con el auspicio del Concejo Municipal (en homenaje al departamento del Beni,
Santa Cruz, 1992).
32 La prueba que revela que en el país no ha desaparecido la vigencia de las obras de
d'Orbigny -con las salvedades del caso, claro está, puesto que la ciencia ha
experimentado grandes desarrollos durante los siglos XIX y XX- son los ensayos que
publicamos en el presente libro, incluyendo un artículo escrito el año 2001. La otra
prueba es que los libros clásicos de Alcide d'Orbigny han sido comentados con mayor
20
aserto de uno de los autores del presente libro: “La historia de sus viajes equivale al
estudio de su obra científica, obra que, entre otras cualidades, presenta la
particularidad de abarcar en sus observaciones el conjunto de otras ciencias” (Gabriel
René-Mo-reno). La obra que d'Orbigny desarrolló en Bolivia -así lo corrobora
Condarco-, revela consiguientemente como característica esencial “su extraordinaria
magnitud abarcadora”, la misma que estuvo sustentada con el apoyo de las ciencias
naturales y de las ciencias del hombre. “Todo lo comprende -escribe Fabián Vaca
Chávez-: la geología, la geografía, la etnografía, la botánica, la mineralogía, la historia,
la lingüística, la estadística, las artes todas”. “Sorprende, el sabio, por la pluralidad de
su quehacer-afirma otro autor, Fernando Díez de Medina. ”No sólo estudió la flora, la
fauna, la gea [del reino inorgánico] de nuestra tierra, sino que se ocupó principalmente
de estudiar a la gente a la que describe con certera pluma, sobre todo cuando se trata
[de los grupos étnicos] del oriente “(Jorge Muñoz Reyes). Debido a que d'Orbigny
recibió desde niño una formación que ” no se limitó al campo estrictamente científico,
sino que fue eminentemente humanística [...]. Gracias a ello la obra del naturalista
francés resulta de especial importancia, pues el principal objetivo de su trabajo es el
hombre y en función [al hombre] está la botánica, la geología, la zoología” (Alcides
Parejas). “El hombre, el más perfecto de los seres, escribió Alcide Dessaline d'Orbigny al
refutar al sabio Cuvier (Regne animal, 1825) quien, por desconocimiento, no se creyó
autorizado a incluir a los americanos en las grandes razas consignadas en su obra. Sin
exagerar mayormente, esa definición sirve para retratar al propio d'Orbigny, cuyo
talento para la investigación científica iba acompañado de una profunda convicción
humanista muy adelantada a los convencionalismos y prejuicios de principios del siglo
XIX, a la par de una fe irreductible en el progreso de la civilización y en la justicia para
los pueblos y naciones...”. “D'Orbigny fue [por ello] el primer viajero que estudió con
una simpatía y comprensión desconocidas para la época a todos los grupos étnicos con
los que convivió, tratándolos no como seres exóticos, primitivos o dignos de
conmiseración, sino como seres humanos con dignidad. No hay en su extensa obra una
nota de menosprecio o sarcasmo, por extrañas que fuesen las costumbres y usos con los
que tropezaba y que registraba puntualmente en su diario de viaje, como auténtico
precursor del moderno concepto de la 'Otredad', es decir, el reconocimiento y el
respeto al otro. Nacido en pleno esplendor napoleónico, realizó su viaje a América
cuando ya estaba sólidamente restablecida en Francia la monarquía borbónica, pero era
un auténtico hijo de la Ilustración y el liberalismo” (Mariano Baptista). “Por espacio de
ocho años vivió en contacto de la naturaleza más atrayente y exótica en los lugares más
alejados y pintorescos del Brasil, Uruguay, Argentina [fronteras con el Paraguay], Chile,
Perú y Bolivia. En ninguno de los otros países permaneció tanto tiempo como en Bolivia
donde dejó muy gratos recuerdos y donde recibió una valiosa ayuda del gobierno y de
los buenos habitantes que halló a su paso. Permaneció en Bolivia, por más de tres años
atraído seguramente por su naturaleza tan variada e interesante a través de sus
cordilleras majestuosas, sus valles risueños y sus selvas impenetrables” (Cárdenas);
“...ningún explorador extranjero o boliviano ha recorrido en más de tres años todo lo
más bello, rico y peligrosamente inaccesible de nuestro accidentado territorio”
(Cárdenas). “Fue un viajero infatigable que recorrió distancias que aún ahora serían
enormes para una sola vida con un coraje y una resignación admirables” (Cárdenas).
“Fue un minucioso observador que no dejó de anotar lo que era necesario conservar
para sus futuras publicaciones ni mostró negligencia para coleccionar las muestras más
22
prosa poética de antología; lo que le inspira el paisaje, la gente, etc.. del Oriente y del
Norte: Santa Cruz, Chiquitos, Moxos (las misiones ex jesuíticas y post jesuíticas que él
todavía encontró bajo la administración de Santa Cruz). Fabián Vaca Chávez dice que
cuando d'Orbigny “pasa por Cobija, desembarca en Arica, visita la población de Tacna y,
en seguida, trasmonta la cordillera del Tacora, para llegar a nuestra altiplanicie, él
experimenta un nuevo deslumbramiento. ”En medio de estas alturas -dice el ilustre
viajero- se levantan el Guayna Potosí, el Illimani y el nevado de Sorata mostrando su
cono oblicuo y achatado, estos tres gigantes de los montes americanos, cuyas
resplandecientes nieves se dibujan por sobre las nubes, en el fondo azul oscuro de ese
cielo, el más transparente y bello del mundo”.
39 El poeta Fabián Vaca Chávez se refiere a la “voluptuosidad que d'Orbigny siente delante
de la naturaleza”. Además, lo compara con Humboldt: “No es un sabio a la manera de
Humboldt, su maestro. Es, ante todo, un latino. Ante el risueño panorama de los valles
de Cliza y de Cochabamba se consterna y siente desesperarse en su alma la imagen de la
patria lejana. Se creería ver allí la tierra prometida en el seno del desierto” -exclama,
(véase Fabián Vaca Chávez en el artículo que publicamos en el presente libro). “El sabio
se apasiona -añade- por las mojas (mojeñas), a quienes encuentra bellas; simpatiza con
los baures y los cayuvavas; siente en lo más íntimo de su alma la poesía de la naturaleza
virgen”. Refiriéndose al río de San Miguel, que entonces formaba parte de la provincia
de Mojos, dice: “Sus orillas, cubiertas de una vegetación tan lujosa como activa, están
habitadas por una nación muy notable; tales son los Guarayos, que realizan en América,
por su franca hospitalidad y sus costumbres sencillas y enteramente primitivas, el
poético ensueño de la edad de oro. Entre estos hombres de la simple naturaleza a
quienes jamás atormentó la envidia, el robo, esta plaga moral de las civilizaciones más
groseras como de las más refinadas, tampoco es conocido. Si algunas veces había yo
suspirado viendo yacer en el abandono campos magníficos, mientras que en Europa
tantísimos infelices labradores perecen de miseria, cuánto más agudo no debió ser mi
sentimiento en presencia de aquellos lugares, los más abundosos que yo había
encontrado hasta entonces, y en donde una naturaleza tan prodigiosa, y de un lujo de
vegetación extraordinaria, parece estar pidiendo brazos que vengan a utilizarlos por
medio del cultivo productor”.
40 Además de sus contribuciones científicas, d'Orbigny fue, ciertamente, un esclarecido
poeta y prosista, motivo por el que su obra ocupa un sitial preeminente en la literatura
clásica del país.
41 Otro autor señala: “Entre las bellezas que descubrió y los secretos de maravilla que su
pluma ha descrito, nada supera el famoso encuentro con la Cordillera Real. Subía el
francés, a mula, desde el puerto de Arica, y después de fatigosas jornadas alcanza el
altiplano. Al pisar la meseta una visión soberbia lo deslumbra: la cabalgata de las
cumbres nevadas, engarzando la turquesa del Titikaka distinta”, “...todos los que aman
a Bolivia, entre nosotros y fuera de nosotros, deben leer las páginas vibrantes que
d'Orbigny nos dedicó. [Estas páginas] no tienen rival, no envejecieron, subsisten prietas
de substancia y de enseñanzas. Pocos sintieron y manifestaron mejor la verdad
inmensa, huraña, poliforme de este país como el sabio galo, ágil, penetrante, que supo
hablarnos en lengua rica de color y contenido” (Fernando Díez de Medina). Otro
ensayista dice que las páginas del Viaje a la América Meridional de d'Orbigny: “reflejan y
trasuntan emoción. Al repasarlas se percibe la belleza de las descripciones, trazadas con
la maestría de un legítimo artista de la expresión literaria” (Carlos Ponce).
24
42 A partir de los ensayos de Vicente Terán podemos decir que las concepciones de Gabriel
René-Moreno20 y Belisario Díaz Romero, además de Arguedas, que no está en nuestra
antología, quedaron superadas y reemplazadas por visiones objetivas y de mayor rigor
científico. En nuestro libro podemos apreciar que la obra de d'Orbigny es apreciada y
valorada en su conjunto desde la postguerra del Chaco sin los prejuicios de los autores
anteriores.
NOTAS
1. Alcide d'Orbigny. Voyage dans l'Amérique méridionale. París, Pitois, Levrault, 1835-1847, 9 tomos
en 11 volúmenes.
2. Alcide d'Orbigny. L'Homme Américain, París, Pitois - Levrault, 1839, 2 vol.
25
3. Alcide d'Orbigny. Descripción geográfica, histórica y estadística de Bolivia. Tomo I. París, Imprenta
de Lacrampe y Comp., Librería de Gide y Comp., 1845. Traducida del francés al castellano por el
poeta boliviano Ricardo Bustamante.
4. Alcide d'Orbigny. Viajes a la América Meridional, Buenos Aires, 1945. T. III, p. 1.019.
5. A. d'Orbigny. Ibid., p. 1.019.
6. A. d'Orbigny. Viajes, Ob. cit., Provincia de Cliza. 23 de octubre de 1830, pp. 1.057-1.058).
7. Ibid., p. 1.145.
8. Ibid., pp. 1.159-1.160
9. Ibid., p. 1.220-1.221
10. Gabriel René-Moreno. “Nicomedes Antelo”. Notas históricas y bibliográficas. Bolivia y Argentina,
p. 109. La Paz, Ed. Don Bosco, 1989.
11. Gunnar Mendoza L. Introducción al libro de Melchor María Mercado: Album de paisajes... que
publicamos en el presente libro.
12. Gabriel René-Moreno. Bolivia y Argentina. Notas biográficas y bibliográficas. La Paz, Talleres
Escuela “Don Bosco” 1989, p. 109.
13. Marie Daniele Damelas. “Positivismo y Darwinismo Social. 1880-1910”. Historia Boliviana.
Revista Semestral. Cochabamba, p. 57.
14. Véase en nuestro libro: “Introducción” de Gunnar Mendoza L., al Album de Melchor María
Mercado, Ob. cit.
15. Descripción, Introducción, p. xxxix.
16. Ibid., p. xi.
17. Ibid., p. 12, 13.
18. Alcide d'Orbigny. Estudios sobre la Geología de Bolivia. La Paz, Tipografía Comercial de Ismael
Argote, 1907. XIX, 262, 104 pp. Esta obra corresponde a Bolivia, del t. III, v. 2, parte 3 del Voyage.
Según una cita de Gunnar Mendoza, el científico Federico Ahlfeld sostuvo en su Geología de Bolivia,
La Plata, 1946 (370 pp., un mapa): que d'Orbigny es el “padre de las investigaciones geológicas de
Bolivia” (p. 9). “Las descripciones de su viaje por el Oriente de Bolivia son todavía hoy valiosas, ya
que d'Orbigny visitó regiones en las cuales después de él ningún geólogo alcanzó a penetrar”
(véase Gunnar Mendoza: borradores de fichas sobre la bibliografía de Alcide d'Orbigny. Archivo
de don Gunnar Mendoza L. en poder de la familia).
19. Arguedas, Alcides. La Danza de las Sombras. Barcelona, Sobs de López Impresores, 1934, pp. 25,
26.
20. Entre 1845 hasta fines del siglo XIX aparecieron en Bolivia -según Albarracín Millán-
empresarios, mineros, comerciantes, escritores, sociólogos, historiadores, seguidores de
d'Orbigny etc.: desde José María Dalence, Manuel José Cortez, Pedro Kramer, los pioneros de la
minería: los Aramayo, etc. (hasta que éstos son reemplazados, dice él, por las nuevas corrientes
del positivismo, darwinismo, spencerianismo, etc. (Juan Albarracín M. Orígenes del pensamiento
social contemporáneo de Bolivia, La Paz, 1976).
21. Infelizmente, no hemos encontrado a tiempo, para su publicación en el presente libro, el
brillante texto mencionado del Dr. Siles, quien dedica páginas dignas de ser incluidas
integramente entre las que hemos seleccionado para la presente publicación.
26
prólogo datos i documentos que poder agregar a los que ya posee, a fin de habilitarse
para una redacción hecha con pleno conocimiento de causa.
5 El plan que el naturalista adoptó para la obra era proceder desde luego a la descripcion
parcial y especifica, provincia por provincia; en seguida resumir por departamentos;
terminar después con las consideraciones jenerales que pudieran deducirse de todos los
hechos particulares. Es evidente que abarcando entónces sus observaciones toda la
jeografía i la sociabilidad bolivianas, D’ORBIGNY hubo de menester nueva inspección
ocular i nuevos, directos y especiales estudios.
6 Respecto de Caupolican sus fuentes de información han sido el opúsculo intitulado:
Descripción de la Provincia de Caupolican, Ms., i otro manuscrito cuyo titulo es Adiciones por
un ciudadano residente en Caupolican. Pero ante todo se reconoce en esta parte gran
deudor de Antonio Acosta (observador intelijente y conocedor a palmos de la
provincia), por los datos que le suministró, los que en la parte jeográfica han servido al
autor para rectificar y formar el plano de la provincia contenido en su mapa jeneral de
Bolivia.
7 Respecto de Mójos le han valido: su inspección personal, la Relación de la Misión apostólica
de Móxos por el P. EGUILUZ (1696), el Informe general de la provincia de Santa Cruz por VIEDMA
(Ms. orijinal) cuyo texto merced a Angelis ya conocemos, las noticias que ha podido
encontrar en la selección intitulada Choix des Lettres Edificantes (tomo VII), las que
suministran el tomo I i el II de una obra impresa para la común lectura, Missions de
l’Amérique.
8 D’ORBIGNY purgó de libros i manuscritos en Santa Cruz, Mojos y Chiquitos algunos
archivos y alacenas: le han acusado por ello de exactor a nombre del gobierno y de
bibliopirata. El cargo es injusto: allegó cuando le vino fácilmente a la mano, que no fué
talvez poco entre jentes que en nada estimaban esos escritos. Cita algunos informes
particulares del gobernador Rivera; pero no conoce la serie de informes administrativos
documentados, las cuentas documentadas i los diversos expedientes sobre particulares
de la administración i gobierno, todos los que orijinales existen en mi poder, abarcando
lo referente a la historia civil y estadística de Mójos, de Chiquitos y aun de Santa-Cruz
de la Sierra, desde la espulsión hasta 18093.
9 II. FRAGMENT d’un Voyage au centre d l’Amérique Méridionale, contenant des considérations
sur la navigation de l’Amazone et de la Plata, et sur les anciennes missions des
Provinces de Chiquitos et de Moxos (Bolivia). Par Alcide D’Orbigny. Extrait de son
Voyage dans l’Amérique Méridionale, publié sous les auspices du Gouvernement. Paris,
chez P. Bertrand, éditeur, Libraire de la Société Géologique de France, rue Saint-André-
des-Arcs, 38, Strasbourg, Chez Ve. Levrault, Libraire, rue des juifs, 33. 1845.
10 8°; 584, un mapa.
11 Contiene los capítulos referentes a Mójos i Chiquitos que corren en la obra grande del
autor. Esta reimpresion suelta se hizo con la mira de jeneralizar en Europa las noticias
acerca de esas rejiones. Esto sucedía en los momentos en que Pazos Kanki de un lado y
de otro Antonio Acosta, ajentes del gobierno boliviano, promovian en Francia e
Inglaterra empresas de esploracion, navegacion i colonizacion por el Amazonas;
mientras el concesionario Manuel Luis Oliden, despues de hacer publicar sin fruto por
su secretario MAURICIO BACH, aleman, la Descripción de la nueva provincia de Otúquis en
Bolivia (Buenos Aires, 1843, 4.° mayor, 25 pájinas), se trasladaba como cónsul boliviano
al Paraguay a tentar por allí los medios de establecer i ensanchar a vapor la
28
comunicación fluvial del Plata con Chiquitos; ya que por su parte el gobierno de Bolivia
aparejaba al mismo tiempo espediciones interiores al Pilcomayo i se dejaba arrastrar
por el espíritu progresista de esos días, contribuyendo no poco al esfuerzo comun de
buscar para el pais una salida natural i espedita al esterior.
12 Hasta la página 338 es del mayor interés y novedad este libro, por contener lo relativo a
Chiquitos. De allí para adelante (capítulo V-VIII o final) es referente a Mojos, asunto
que, aunque sin el interes narrativo que aquí, interes propio de un viaje, está tratado
mas estensa i didácticamente en la obra 1143 [Descripción geográfica, histórica y estadística
de Bolivia. París, 1845]. D’ORBIGNY salió de Santa Cruz conmovido i amando ya el pais.
Estudió Chiquitos con entusiasmo, con cariño, entregándose a los estudios naturales
bien asistido i alegremente, yendo de sorpresa en sorpresa por el camino de su
observación personal, penetrando al campo de la estadística y la historia con la ayuda
escrita i la oral mas inmediatas o vecinas por su pureza a la verdad.
13 No pretende en esta parte sino dar una idea jeneral de las épocas históricas i de la
estadística de las misiones. Si hubiera sido meramente escritor, habría podido redactar
sobre Chuiquitos un libro sociolójico, vasto y profundo. Fué decidida i solícitamente
favorecido en sus investigaciones de toda especie por las autoridades. En pasajes
diversos de sus obras reitera su gratitud eterna por estos servicios. Pero la historia i la
estadística eran para él simples auxiliares en sus estudios de naturalista.
14 Sus fuentes de información fueron, respectos [sic] a las épocas jesuítica i de anterior
salvajismo: la Conquista espiritual de MONTOYA, el libro del padre Fernández, el informe de
Viedma, uno inédito del gobernador Ribera, los autores Alvar Nuñez Cabeza de Vaca,
Rui Diaz de Guzman, Schimidel, Quiroga. Para lo posterior le han servido Viedma,
Ribera, las informaciones verbales de los curas i administradores, las pláticas largas i
razonadas con el gobernador Marcelino de la Peña (natural del Cuzco i casado en Santa
Cruz), i con el injeniero Antonio Alvarez Sotomayor, colega de Azara en el trabajo de la
demarcación con el Brasil, i quien se quedó, se casó i murió en Santa Cruz. Cita para lo
indirecto no pocas veces a Fúnes, autor no mal informado en su asunto propio, pero que
es casi contemporáneo i que se halló en igual o inferior caso de saber ciertas cosas que
D’ORBIGNY. La fuente original para la estadística, las costumbres, la conquista espiritual i
la organización i sociabilidad de esas misiones, permanece inédita i se contiene con
abundancia en un centenar de legajos i espedientes que obran en mi poder, como lo
tengo dicho en otro lugar. He visto en Sucre, entre los restos el archivo de la Audiencia
de Charcas, grandes rimeros de cuadernos i legajos manuscritos sobre la administración
de esos pueblos, lo que se esplica recordando que, despues de la espulsión, Mójos i
Chiquitos recayeron bajo el gobierno superior de aquel regio tribunal.
15 D’ORBIGNY encontró en una mision de Chiquitos un diccionario de la lengua jeneral en
la forma siguiente: 1o. un folio con mas de 500 pajinas a dos columnas, con la parte
chiquitano-castellana; 2o. la parte castellano-chiquitana (volúmen, en 8o.); 3o. otro
volúmen en 8o. con la gramática. "Nada mas completo (agrega el célebre viajero) se ha
escrito sobre otra lengua americana."
16 Corria entre alguna jente ilustrada en Bolivia la especie de que Juan de la Cruz Cisnéros,
el dean de La Paz, se encontró, al visitar la familia de D’ORBIGNY en Francia, con que los
papeles manuscritos de éste habían sido quemados por él antes de su muerte.
Agregábase que el naturalista frances se habia beneficiado a mesa puesta, en lo
referente a Yucarares, con la obra de Haenke, cuyo gran volumen manuscrito su buena
suerte i dilijencia le hicieron encontrar estraviado por ahí en una cabaña. Pero Juan de
29
la Cruz Cisnéros me aseguró en La Paz el año 1875 que tal cosa él no ha dicho, sino lo
que la espresada familia le aseguró; i es, que todos esos papeles y libros manuscritos
fueron llevados en Paris, por encargo que dejó el difunto, al Luxemburgo, palacio donde
está el Jardin de Plantas y demás oficinas de su dependencia.
17 Esta me parece la verdad. Me atrevo a creer que figura en ese legado el precioso Ms.
inédito sobre la lengua jeneral de Chiquitos que acabo de mencionar. V. lo que en la
nota del artículo 248 [el número correcto es el 249] se dice aquí, según informes de
catálogos autorizados, respecto de otro precioso Ms. lingüístico encontrado por
D’ORBIGNY en Mójos.
34 III. HOMME (L’) américain (De l’Amérique méridionale), considére sous ses rapports
physiologiques et moraux; par Alcide d’Orbigny, Chevalier de l’ordre royal de la Légion
d’honneur, Officier de la Légion d’honneur de la République bolivienne, Membre de plusieurs
Académies et Sociétés savantes nationales et étrangères, auteur du Vouyage dans L’Amérique
méridionale, etc., etc...París, chez Pitois-Levrault et Ce., libraires-éditeurs, rue de l’Harpe, n°. 81;
Strasbourg, chez F.G. Levrault, rue des Juifs, n°. 33.1839.
35 TOME PREMIER. Pájinas: XXVIII de dedicatoria a Humboldt e introducción, 423, un cuadro
en folio apaisado.
36 TOME SECOND. Pájinas: 372 (desde la 353 una tabla alfabética), un cuadro en folio, otro en
4°. Una gran carta colorida de la América meridional.
37 Impresión de Strasburgo en el establecimiento de Levrault. Años ha agotada. El texto
figura también en el Voyage dans l’Amérique.
38 ALCIDE D’ORBIGNY nació en Coueron (Loira-Inferior) el año 1802 y se educó en la Rochela,
donde su padre, que ha dejado cierta nombradía como naturalista, ejercía la profesión
de médico. Habilísimo dibujante de objetos naturales, pasó el jóven D’ORBIGNY como
empleado del ramo al museo de Paris. Pero no habia de permanecer mucho tiempo en
esta condicion subalterna. Tenia un verdadero talento de observación. Sus aptitudes
para leer por sí mismo, en el libro de la naturaleza esas cosas que estaba llamado a
estampar i clasificar en el papel, resultaron sobresalientes. Se lanzó con vigor en
estudios de primera mano. El hecho es que, en 1824, D’ORBIGNY presentaba una memoria
sobre la probabilísima existencia de seres todavía inobservados por los sabios, memoria
que llamó la atención de la Academia de ciencias con gran movimiento de interes i
curiosidad. Esta idea notable hizo traspasar al jóven los umbrales de su profesion
artística, para entrarse de rondon en los dominios de ciencias esperimentales. Era un
acierto, porque entró iniciándose en esos misterios de la relijión científica, relijión
cuyos sacerdotes forman el gremio de los naturalistas descubridores e inventores,
gremio poco numeroso, a la verdad, cuanto son de pobladas las filas de los que cultivan
la ciencia ya comprobada i establecida.
39 Al año siguiente D’ORBIGNY entraba en relaciones con Humboldt, i el trato con este
hombre de tan extraordinario injenio científico fué un acontecimiento en la carrera del
jóven naturalista. Fué un acontecimiento próspero que lo puso a la espectativa de otro
acierto, tan notable como el del año anterior. También Cuvier le dispensó su amistad
con motivo de verlo frecuentemente en los cursos i en el museo. Conoció al punto que
en el jóven tendria un cooperador de primera fila. D’ORBIGNY estaba a la sazón envuelto,
enredado, absorto en el arremolinado mundo de la botánica i de la zoología, cuyos
jéneros, especies e individuos formaban en su mente un jentío movible y luminoso que
de todos lados le cerraba el horizonte, Cuvier y Humboldt le llevaron entónces a los
puntos de vista jenerales i comparativos, a los deslindes científicos, a las alturas en cuya
atmósfera no alientan sino los espíritus dotados suficientemente de los medios de
alcance para concebir la unidad. Trepado en esa eminencia sintió que era ya poco para
él abarcar el conjunto de la zoología i la botánica. ¿Se sintió con fuerzas para
condensarlas junto con otras ciencias que a ellas se ligan íntimamente, señalando así
reunidas nuevos campos de observación sobre los efectos i las causas de la naturaleza?
Es indudable que sí, i cuando aceptó la proposición de un viaje a América ardian en su
cerebro llamaradas que como relámpagos le dejaban contemplar horizontes.
31
40 Pero D’ORBIGNY no se dejó ofuscar, como ciertos necios del estudio, por esas vislumbres
subitáneas que en muchos cerebros no pasan de fuegos fatuos. Modesto, cual siempre lo
son los llamados a ocupar un puesto en las esferas del saber, sintió al punto la
insuficiencia de sus medios de observación, que tratándose de departamentos
científicos considerados como individualidades, deben ser medios poderosos de
concentración i dilatación, capaces de desentrañar de la masa orgánica del ramo
relaciones esternas i trascendentes. Ante todo se puso a estudiar para poder estudiar.
Queria dar a su caudal de luces la estension y profundidad necesarias para ver de asir
con fijeza esas vislumbres fugaces, i convencerse de que podian adquirir a posteriori la
consistencia de una claridad permanente.
41 ¡Singular madurez de espíritu en el ardimiento de los veinte y cuatro años! D’ORBIGNY
sentia el anhelo de atesorar a lo banquero, entrando en combinaciones que llevasen
léjos la pujanza del capital. Pero en vez de lanzarse desde luego a la especulacion
aventurera i briosa, se contrajo con una paciencia heroica a aumentar mas i mas, peso
por peso, sus haberes. Con ello el jóven se mostraba fiel hasta lo último a la consigna del
naturalista: "No desertar jamas el reducto de la observacion positiva."
42 La zoolojía en sus interioridades, en sus dependencias, en sus aplicaciones, era el
dominio escojido por él con fijeza para centro de estudios. Instalado allí, era lójico que
la omnipotencia maravillosa del análisis tendiese a avasallarlo i a encorvarlo. A fuerza
de clasificar concienzudamente en el museo, penetrando de veras en los
desenvolvimientos lójicos de la naturaleza, habia presentido la existencia de seres que
completasen jéneros, especies o familias en la escala gradual de los seres organizados.
Resonaba entonces el choque de los sistemas que por encima de su cabeza se
disputaban el honor de clasificar al hombre, trayendo para ello a cuenta la distribucion
jeográfica de sus razas, la historia de sus emigraciones i cruzamientos, la filosofía moral
i física de su organizacion fisiolójica. Tentador era el problema, i le tentó; pero le tentó,
no como al iluso inesperto que persigue el arco-iris en las colinas lluviosas, sino como a
un naturalista metódico que buscaba moluscos i que tambien quiso desde entónces
buscar hombres americanos que clasificar.
43 Hé ahí ciertamente una manera silenciosa pero profunda de terciar en el debate i de
contribuir con eficacia a la resolucion del problema. Con efecto, los estudios sobre el
método para clasificar al hombre flaqueaban en su base. El mismo Cuvier, en su célebre
división en tres razas, dejaba por fuera a los americanos, por no considerarse
suficientemente instruido sobre los caracteres fisiolójicos de esta porción considerable
de la humana especie. Las observaciones estaban en el punto en que las habia dejado
Humboldt, el viajero filósofo i el naturalista sociolójico; es decir, en los datos
monográficos concernientes a los pueblos desparramados en la estremidad norte de la
América meridional. Lo demas del continente, i señaladamente el centro i la región
austral, eran casi totalmente desconocidos. Azara, el único que hasta entonces habia
hablado como observador científico, se contrajo a los naturales del Paraguay i a sus
tribus vecinas, mas sin penetrar allí mismo en el dominio complejo de los caracteres
fisiológicos i del lenguaje. Era tarea concienzuda el hacer saltar la luz entre este caos de
naciones del nuevo mundo, no pocas nominales, en fuerza de cierta corrupción
ortográfica introducida al mencionarlas.
44 El cometido oficial de D’ORBIGNY era el estudio de los moluscos i radiados, i cuando se
sintió con alientos para sacar de su viaje un provecho mas trascendente, abarcando en
sus observaciones el conjunto de otras ciencias, conferenció largamente con Cuvier i
32
predilecta Santa Cruz, "la capital de los campos" según su decir, a la que queria visitar
una vez mas ántes de partir para siempre.
54 Partió. Emprendia la ruta del regreso sin fatiga, dándose tiempo para asomarse a las
provincias de Chuquisaca i Potosí, visitando curioso las de Oruro, orillando entre
vestijios i ruinas el lago de los incas emperadores. Bajaba en seguida al Pacífico i se
embarcaba para Francia llevando de Bolivia, para la historia natural, un acopio
considerable de hechos comprobados por la disección y el lápiz personal, i para el
delicadisimo problema filosófico i zoolójico del hombre, lo mas nuevo, característico i
rico en rigurosas deducciones de toda la cosecha de sus viajes en América.
55 Esto esplica por qué, en la historia de los viajes científicos del presente siglo, el nombre
de D’ORBIGNY está indisolublemente ligado al de Bolivia. Pero no conozco ningun estudio
razonado i crítico sobre la ciencia del naturalista frances; no he visto un exámen jeneral
cualquiera de su inmensa labor; ignoro si existe alguna biografía que dé noticias
particulares sobre la historia de su vida, de sus viajes, de sus publicaciones, de su
enseñanza en la cátedra de paleontolojía desde 1836 hasta 1853 en el museo de Paris.
Los diccionarios biográficos de contemporáneos ilustres no pueden ser sino mui
concisos a su respecto. Mencionan el año i lugar de su nacimiento, su viaje de ocho años
i su vuelta cargado de vocabularios de lenguas ignoradas, de manuscritos históricos, de
dibujos y de cerca de 10,000 especies nuevas de plantas i animales. Concluyen citando la
nómina bastante conocida de sus publicaciones científicas, cortadas por su muerte en
Paris el 30 de junio de 1857.
NOTAS
2. En sus estudios sobre los poetas bolivianos, Gabriel René-Moreno escribió en mayo de 1860 un
ensayo crítico intitulado "D. Ricardo J. Bustamante". Revista del Pacífico. Tomo II, Valparaíso, 1860.
Reeditada en: Gabriel René-Moreno. Estudios de Literatura Boliviana. Vol. I. Colección de la Cultura
Boliviana dirigida por Armando Alba. Prólogo de Humberto Vázquez-Machicado. Potosí. Casa de
la Moneda. Editorial "Potosí", 1955; pp. 167-239. En la pág. 169 de esta edicón, Gabriel René-
Moreno dice en su mencionado ensayo: "Bustamante ayudó en París al sabio viajero Mr. Alcide
d’Orbigny en su notable trabajo literario y científico destinado a hacer conocer a Bolivia en sus
riquezas naturales, y D. Eugenio de Ochoa, en una de sus obras de estudio sobre la literatura del
siglo XV, cita a Bustamante recomendándole por haber sido su colaborador inteligente". (N. del
E.).
3. Véase Gabriel René-Moreno. Biblioteca Boliviana. Catálogo del Archivo de Mojos y Chiquitos,
Santiago de Chile, Imprenta Gutenberg, 1888; 627 + una de índice. Basado en las fuentes
documentales que menciona Gabriel René-Moreno, este libro ha sido objeto de otras ediciones en
Bolivia. Véase, por ejemplo, la ediición de la Librería Editorial "Juventud", La Paz, 1974, con un
estudio preliminar y notas adicionales de Hernando Sanabria Fernández; contiene un índice
analítico de Guillermo Ovando-Sanz. (N. del E.).
35
4 Nació Alcide Déssalines d'Orbigny en Coueron (Loira Inferior) en 1802 y murió en París
en 1857. Hijo de un distinguido cirujano de la Rochela, Carlos María d'Orbigny, que fue
también naturalista de nota; así, heredó las brillantes dotes de su padre, cultivando
desde niño las ciencias naturales. Su hermano llamado Carlos ha dejado así también,
como el padre, mombradía merecida por sus idénticos trabajos en Historia Natural y en
especial con su importante Diccionario de Historia Natural.
5 Su especial habilidad para hacer dibujos de objetos naturales hizo que entrase al Museo
de París como empleado dibujante de aquella gran repartición científica. Pronto el
gobierno francés, conocedor de las aptitudes y competencia del joven subalterno,
resolvió encomendarle una misión de la más alta importancia: la exploración del
continente sudamericano, tan poco y mal estudiado hasta entonces. Habíase dado a
conocer con la publicación de varias memorias sobre zoología, que figuran en el
Diccionario de su hermano Carlos. Engolfado en clasificar y coordinar un mundo de seres
vivos que, en el torbellino de la naturaleza veía voltigear en derredor suyo, picando los
sedientos anhelos de su viva imaginación, el joven naturalista no se limitó más a
copiarlos con el lápiz, o colocarlos en los escaparates del establecimiento; resolvió
conocer por sí mismo los parajes de donde procedían ellos, estudiándolos en el libro
vivo del teatro vital, arrancando por sus manos a la naturaleza los secretos ocultos que
encerraba aún. Animado por ese loable y sublime celo, aceptó pues la difícil y peligrosa
misión que su patria creyera conveniente encomendarle.
6 Antes de ponerse en marcha y correr las terribles aventuras de un peligroso viaje de
exploración, en el seno de países turbulentos, de climas mortíferos y de regiones
habitadas por salvajes, escribió aún en su gabinete de París importantes monografías,
que le valieron el aplauso y aprobación de Jorge Cuvier y Esteban Ceoffroy Saint-Hilaire,
especialmente su Cuadro metódico de la clase de los cefalópodos, publicado en 1826.
37
7 Sus íntimas relaciones con Alejandro de Humboldt, a quien admiraba, y los sabios
consejos de este gran viajero y filósofo, lo decidió definitivamente a su ya preparado
viaje. Las prodigiosas adquisiciones con que el sabio alemán había enriquecido la
ciencia, despertaron a su juvenil ardor la más noble de las emulaciones: la emulación a
la vez patriótica y científica, pero como muy bien dice nuestro eruditísimo bibliófilo y
publicista don Gabriel René-Moreno: ″d'Orbigny no se dejó ofuscar, como ciertos necios
del estudio, por esas vislumbres subitáneas que en muchos cerebros no pasan de fuegos
fatuos″.
8 Fontanelle ha escrito estas frases que son la expresión de la más pura verdad y del todo
aplicables a los sabios como d'Orbigny: ″La botánica (y toda la Historia Natural,
seguramente) no es una ciencia sedentaria y ociosa que se puede adquirir en el reposo y
en la sombra de un gabinete, como la geometría o la historia, o que a lo más, como la
química o la astronomía, no exigen más que operaciones de poco movimiento; exige
que se corra por montañas y bosques, que se trepe rocas escarpadas, exponiéndose a los
bordes de los precipicios. Los únicos libros que pueden instruirnos a fondo en esta
materia, han sido esparcidos al azar por toda la superficie de la Tierra; es necesario
resolverse a la fatiga, al peligro de buscarlos y reunirlos″. Esto es lo que d'Orbigny sabía
perfectamente, y por ello, confiando en su constitución fuerte y robusta, se puso sin
vacilar más en marcha, hacia las ignotas selvas y montañas del Nuevo Mundo.
9 El 29 de julio de 1826 se embarcaba pues en Brest, con dirección a la América, y llegó a
Río de Janeiro con toda felicidad. Desde aquel momento comienza su peregrinación
laboriosa y sembrada de obstáculos, en una formidable extensión de territorio que ha
recorrido, pues que su itinerario abarca nada menos que 3.100 kilómetros de Norte a
Sur y 3.600 de Este a Oeste en el continente sudamericano.
10 No historiaremos su largo y notable viaje de ocho años, interesante, lleno de mil
incidentes y penalidades, sembrado de escollos a causa de la falta de viabilidad y la
turbulencia constante en que vivían entonces las jóvenes repúblicas sudamericanas,
pero él fue de inmenso provecho para las ciencias naturales, para la geografía,
arqueología y etnografía de esta parte del mundo. Recogió en su vasta travesía tesoros
de inapreciable valor con que ha enriquecido las colecciones científicas existentes en su
patria, y especialmente de Bolivia, que es lo que más ha estudiado y explorado, ha
recogido un número colosal de especies animales y vegetales que desde entonces son
conocidos y descritos en la ciencia oficial del mundo. Como él mismo refiere, tan pronto
cruzaba los llanos bolivianos, así ascendía a las más altas crestas de nuestras inmensas
montañas. A partir del puerto de Cobija, atravesando el árido litoral, penetra en las
interminables llanuras de Carangas, hasta el Tacora, cruza en todas direcciones la
frígida altiplanicie andina, escala las cumbres de nuestra Cordillera Oriental, entra en
las candentes vegas y valles de Yungas, que admira como un lugar excepcional en el
mundo, por su extraordinaria profusión de riquezas naturales. Siguiendo los
contrafuertes orientales de la gran cadena, explora Ayopaya, Cochabamba, Mizque, etc.,
se interna a Santa Cruz, Chiquitos, Mojos, y las dilatadísimas selvas vírgenes del Beni;
en fin, su ardor, su intrepidez y su febril celo por conocerlo y estudiarlo todo, hace que
Bolivia haya sido para el infatigable viajero el principal y el más importante teatro de
sus trabajos triples de naturalista, geógrafo y etnógrafo.
11 Después de tan prolongada excursión volvió a Francia, donde fue dignamente recibido
por sus colegas y maestros del Museo, así como el gobierno que lo enviara en comisión.
Poco tiempo después, se hacía cargo del establecimiento en que comenzó su
38
1 Iniciamos este trabajo inspirados en un libro que se publicó en París el año 1845 por su
autor el sabio francés Alcide D. d'Orbigny con el título de Descripción Geográfica, Histórica
y Estadística de Bolivia, y que fue ″dedicado a Su Excelencia, el General Don José Ballivián,
Presidente de la República″, libro del cual sólo conocemos el primer tomo, ignorando
las causas por las que no llegaron a publicarse o no fueron conocidos los demás en
Bolivia y sobre los cuales es urgente que una de las Sociedades Geográficas del París,
con ayuda e intervención del Ministerio de Relaciones Exteriores, por intermedio de su
Departamento de Propaganda, busque e investigue sobre el paradero de los demás
volúmenes desconocidos, si es que existen, o se encargue de su publicación o
traducción, si es que se hallan inéditos sin versión al castellano y que acaso existan en
algún archivo de alguna de las sociedades científicas de París, debiendo correr por
cuenta del Gobierno de Bolivia los gastos que demande esta labor publicitaria, todo esto
por la superlativa importancia que deben contener esos libros, supuesto que el tomo
primero, base de este modesto trabajo, es de una importancia sobremanera
insospechada y de cuya magnitud no se conoce ningún comentario o, por lo menos, no
conoce el autor del presente estudio, sin embargo de las sugerencias y advertencias que
él contiene.
2 Iniciamos, pues, este comentario abriendo el libro de d'Orbigny y sobre cuyas páginas
hacemos reposar nuestro pensamiento para tomar impulso hacia un raudo vuelo de
imaginación, recorrida Bolivia en toda su extensión. Pretendemos salir como
peregrinos por todas las sendas, por todas las rutas, desfiladeros y caminos que parten
desde esta excelsa cumbre de plata y estaño que se llama Potosí y que d'Orbigny hiciera
imprimir en la portada de su libro, en un excelente grabado de la época.
3 Bajo un cielo intensamente azul, desde las cimas de la cordillera andina, hasta los
ribazos y llanos orientales, extendida en cerca de 1.312.594 kilómetros cuadrados,
defendida por una mediterraneidad en la que fuera encerrada y a la que fuera
impuesta; guardada en el inextricable misterio de sus selvas; elevada en sus cumbres;
dilatada en sus llanuras; con un magnífico horizonte de montañas perfiladas en la
41
todos los confines irán plasmando, a su vez, el sentimiento de patria que se va borrando
del corazón de los bolivianos. Y también evitarán los futuros yerros diplomáticos que
no supieron defender la delimitación de las fronteras por ignorancia geográfica.
7 Una renovación optimista alienta pues este trabajo que intenta en esfumado diseño y
sin los caracteres técnicos ni científicos que constituyen la modalidad del instituto a
que se hace referencia, perfilar con amor la fisonomía geográfica de Bolivia, glosando la
obra de d'Orbigny y siguiendo su huella en sus andares por estas tierras, cuyo
conocimiento imperfecto de parte del que estas cuartillas escribe, estará sustituido por
lo más noble que los hombres encierran en su corazón: infinito amor a la madre tierra,
a Bolivia.
8 Por ello, como caminantes perdidos en la bruma de estos tiempos, con la evocación de
hombres y cosas de ayer y acaso con la intuición de la incertidumbre de lo futuro,
vamos a hacer el recorrido de peregrinaje en el mapa mural, como una evocación a
nuestra vieja labor de educadores; esta vez, nuestro itinerario de turismo y de
patriótica emoción estará precedido en la vieja ruta del Ande, primero, por la huella de
la hojota del indio y sobre la que recorriera el audaz aventurero español, más tarde;
ruta que sirvió luego al jesuita conversor de infieles, ruta que permaneció intocada,
borrosa por el tiempo y la maleza que la iba cubriendo durante la República. En este
periodo, sí apenas podremos señalar las huellas que dejaron algunas expediciones
científicas y también algunas patrióticas como las dejadas por el general José M. Pando.
Entre todas ellas, esporádicas por cierto, encontramos la de Alcides d'Orbigny y sobre la
cual, profanándola acaso, pretendemos iniciar nuestra marcha para seguir por suelo
boliviano en todos sus accidentes y circunstancias. Pero, antes de hacerlo, permítasenos
una digresión en homenaje a un incansable viajero, a quien iba olvidando tan
injustamente, a Don Jaime Mendoza, ante quien con fervorosa admiración detenemos el
curso de nuestras ideas matrices sobre este trabajo, para solicitarle los arreos que
dejara de su experiencia en sus vagares por tierras no sólo del Potosí, sino de Bolivia
toda, a la que le enseñó e indicó una ruta: LA ATLÁNTICA. Rindamos pues nuestro
homenaje de admiración a este insigne geógrafo y pensador que tantas cosas buenas
sugiriera a los políticos, estadistas y militares que por desgracia tuvieron sordera
convencional como la que tienen, y han tenido siempre, ante las buenas ideas, los que
trafican con la patria.
9 Hecho este acto de justicia, en la digresión que antecede, no sería justo omitir en hacer
otro igual al que hace 96 años recorriera Bolivia y publicara el libro al que hemos hecho
referencia líneas arriba y cuyo itinerario abrimos antes de escribir este recorrido de
ensueño y este peregrinaje de amor por tierras de Bolivia y en este paréntesis obligado
por el reconocimiento, detiene el correr de nuestra máquina de escribir para glorificar
la memoria de un ilustre hijo de Francia que pisó territorio boliviano y advirtió a
Bolivia oportunamente sobre los graves problemas que más tarde la afectarían y la
dañarían, problemas que a los noventa años de haber sido indicados se han cumplido
con la exactitud del predecir matemático.
10 El libro de d'Orbigny, francés que no dominaba el idioma, está sin embargo escrito con
galanura, con elegancia y con una textura impecable en su coordinación gramatical.
Intervino, pues, en este trabajo el ilustre literario Don Ricardo Bustamante, para quien
el autor tiene este elogio: ″Teniendo que hacer uso de un idioma que no es el mío, debe
prestarme su cooperación en la parte literaria de este trabajo el joven boliviano Don
Ricardo Bustamante, cuya solicitud recomiendo muy particularmente a la
43
19 Desde Buenos Aires, por el anchuroso estuario por donde otrora subieron Solís, Juan de
Garay y Sebastián Caboto, Diego García y Hurtado de Mendoza, llegó hasta las puertas
de Asunción, clausuradas por la tiranía de Francia. ″Subídice-como 350 leguas por este
inmenso río, cuya majestuosa corriente es de esperar que algún día se verá surcada por
centenares de embarcaciones, las que impulsadas por el vapor encenderán hasta
Chiquitos, haciendo así más inmediata la comunicación de Bolivia con Europa″ (pág.
VIII).
20 Después de 96 años, leer estos renglones, subrayandolos de rojo en el hasta hoy
intocado libro que durmió en nuestros anaqueles, trascribirlos luego en este trabajo, no
sabremos qué expresar; 96 años en que estas palabras durmieron olvidadas en la
memoria de los bolivianos como durmió este mi buen libro que me he atrevido a
desempolvarlo para darlo a conocer a la juventud, y digo conocer porque estoy seguro
de que muy pocos de los jóvenes de la nueva generación y acaso ninguno lo haya leído,
no sólo porque sea una edición rara sino porque nuestra habitual pereza y nuestras
lecturas chauvinistas de última moda derivan las emociones de los jóvenes a problemas
distintos a los nacionales.
21 Noventa y seis años que el eco de las palabras d'Orbigny se perdieran entre las
concavidades de los Andes, como el eco del ercke de nuestros indios que se pierde y
muere entre las oquedades de nuestras montañas en su último lamento de advertencia;
y después de 96 años, al invocar la memoria de d'Orbigny, repetimos a los bolivianos lo
que hace 96 años lo dijera un francés, constituyendo hoy, ese asunto, problema de
actualidad, intocado y ante el que la indiferencia general, a pesar de los golpes rudos y
sangrientos de una guerra, no han podido despertar nuestra apatía por esa ruta a la que
con tanta angustia pusiera su índice Don Jaime Mendoza.
22 El iniciado caminante por mundos de América, absorto ante el paisaje, recorre
sucesivamente en las postrimerías de 1826 Corrientes, Misiones, algo del Gran Chaco,
desciende nuevamente por Entre Ríos y Santa Fe de regreso a Buenos Aires. De esta
capital[,] las tierras misteriosas del Sur lo llaman con mágica atracción y se encamina
hacia esa codiciada Patagonia, de la cual habla d'Orbigny con emoción ″Su sólo nombre
encerraba en ese entonces un no sé qué de mágico″. Y allí estuvo ocho meses en medio
de los indios Puelches, Aucas y Patagones en los primeros intentos de colonización,
luchando en veces contra aquellos para cooperar a la defensa común.
23 Estudió y observó en aquella región meridional de América, sufriendo la aridez y
desolación de su suelo inhóspito, y apuntó su gran porvenir insospechado hasta el
presente u olvidado por los propios argentinos que pregonando progreso han
centralizado su actividad en un punto metropolitano dejando al olvido su vasto
territorio y las asechanzas de futuras conquistas que invocan, no ya el res nulius de los
romanos, sino un nuevo sofisma de derecho internacional, el de la razón vital.
24 La agudeza de observación del sabio, su intuición en el porvenir, se halla consignado en
pocas frases cuando habla de la Patagonia, pocas frases que nos hacen meditar sobre el
destino de América, de esta América en la que hermanos de una misma sangre, una
misma historia y un mismo destino tienen pretensiones imperialistas de conquista
cuando el suelo es vasto, cuando existen jirones de tierra virgen abandonadas a la
codicia de una quinta columna sobre cuyos avances y pretensiones debería pensarse
antes de poner el ojo en el vecino próximo bajo el antifaz de una diplomacia fementida
de engañoso pacifismo.
45
25 De la Patagonia d'Orbigny está nuevamente en Buenos Aires. Y más tarde, con todas las
incomodidades inherentes a la época, pisa la tierra de San Martín, Cuyo, Mendoza y San
Juan. A lo lejos la sierra azulada con niveos casquetes en sus cumbres, le dan la
evocación nostálgica de tristeza por su Francia; pero él es hijo de la Ciencia y su
inquietud lo lleva al otro lado, como las ansias de libertad lo condujeran a San Martín
por Uspallata y los Patos.
26 Valparaíso en el Pacífico le dio la impresión de la turbulencia y anarquía que
encontrara en los pueblos del Plata, la Argentina, el Uruguay y el Brasil, que aún
disputaban sus posiciones después de la independencia. Esta América parece que
resonara al unísono con los volcanes de sus cordilleras. Apenas han cesado las luchas
por la libertad, se inician otras de consolidación. El estado convulsivo de los pueblos
aún no ha desaparecido. Y estos escenarios de revuelta, de incertidumbre e inquietud,
asustan al sabio, acostumbrado al tranquilo retiro de su gabinete, a sus investigaciones
calladas, silenciosas, no conturbadas por el movimiento social turbulento de los pueblos
en revolución. Bajo aquella impresión, huyendo siempre del ruido de metrallas, se alista
en un nuevo viaje. Provisto de las recomendaciones del Cónsul General de Francia en
Chile, buscó la república que mayores facilidades le brindara. Bolivia, vencedora en
Ingavi con alto prestigio en el Continente y acaso temida y respetada por aquel
magnifico triunfo, que acalló y puso tregua a sus revoluciones internas, abrió las
puertas de su frontera para el sabio que tiene por este hecho frases de reconocimiento
y que dicen: ″Pasé a Bolivia, de cuyo Gobierno debía yo esperar una buena acogida y los
medios de proseguir mi exploración continental″.
27 ″Cobija –continúa diciendo– puerto de Bolivia, me saludó desde luego con el imponente
aspecto de las montañas que lo coronan″. Pasó de aquella tierra, que seguirá siendo
boliviana en nuestra geografía sentimental y afectiva, a Arica, y de ese puerto inició su
ascensión a esta planicie que le brindaría toda una naturaleza virgen, inexplorada y
grandiosa.
28 Sigámosle, pues, en este su peregrinaje, y al hacerlo intentemos recorrer con nuestra
imaginación, colocados delante del mapa, este territorio en todos sus accidentes.
29 En la rada de esas costas del Mar del Sur, donde el Continente Americano estrecha su
lonja de tierra, está el que fuera puerto peruano de Arica con su acantilado que lo
defiende de los vientos y la fiereza del mar, con su célebre Morro, valuarte contra los
elementos como lo fuera el [año 18]79 en la defensa de la dignidad peruana. Desde
aquellas apacibles playas, inició d'Orbigny su ascensión por Tacna hacia los picos
elevados que tenía al frente, atrayéndole en su majestuosidad grandiosa y señalándole
con sus agudos picos el camino de su peregrinación científica.
30 La naturaleza de este Continente del ″Tercer día de la Creación″, como le llamara el
Conde de Keyserling en sus Meditaciones sur Americanas, a medida que iba trepando por
el camino de Palca y del Tacora se le ofrecía más y más grandiosa. Al lento paso de su
cabalgadura, cuyos cascos resonaban en el pedregal del camino, rompiendo la
monotonía del silencio y violando la quietud de ese ambiente, sereno, silente, al parecer
muerto, sin ruidos, desolado y abrumadoramente triste, d'Orbigny continuaba su
ascenso y acaso como a Keyserling, le iba penetrando en su organismo, en sus poros, ese
ambiente de influencia telúrica en un mundo hasta entonces desconocido y acaso ″en
las alturas de las cordilleras cuyos yacimientos minerales exhalan todavía emanaciones
46
como las que en tiempos metaformosearon faunas y floras, acaso se percató el sabio de
su propia mineralidad″ (Meditaciones Sur Americanas de Keyserling, pág. 23).
31 Desde la cadena de montañas formadas por el Chuluncayani en el aledaño limítrofe del
Occidente, que nos separa con el Perú y Chile[,] pudo contemplar el dilatado panorama
en una extensión cuya lejanía se iba perdiendo en un mar de montañas sin fin y que le
produjeron ″un sentimiento de inefable admiración″ como nos produce a todos los
montañeses que nos adentramos en el alma telúrica de este pueblo.
32 Es cierto –dicen los renglones del libro que venimos glosando– ″es cierto que se
descubren paisajes más pintorescos en los Pirineos y los Alpes; pero nunca vi en éstos
un aspecto tan grandioso y de tanta majestad. El llano boliviano, que tiene más de
treinta leguas de ancho, se dilataba a mis pies por derecha e izquierda hasta perderse
de vista, ofreciendo tan sólo pequeñas cadenas, que parecían fluctuar como las
ondulaciones del Océano sobre esta vastísima planicie, cuyo horizonte al Noroeste y al
Sudeste no alcanzaba yo a descubrir, al paso que hacia el Norte veía brillar, por encima
de las colinas que lo circunscriben, algunos espacios de las cristalinas aguas del famoso
lago Titicaca, misteriosa cuna de los hijos del sol. De la otra parte de tan sublime
conjunto se divisaba el cuadro severo que forma la inmensa cortina de los Andes,
entrecortados en picos agudos, representando la figura exacta de una sierra. En medio
de estas alturas se levantaba el Huaina-Potosí, el Illimani y el nevado del Sorata,
mostrando su cono oblicuo y achatado, éstos tres gigantes de los montes americanos,
cuyas resplandecientes nieves se dibujan por sobre las nubes en el fondo azul oscuro de
este cielo, el más transparente y bello del mundo. Hacia el Norte y el Sur la cordillera
Oriental va declinando poco a poco hasta perderse totalmente en el horizonte. Si me
había yo sentido lleno de admiración en presencia del Tocora, aquí me hallaba
transportado, y sin embargo no era esta sino una de las fases de aquel cuadro, pues
volviendo hacia otra parte se me revelaba un conjunto de no menores atractivos. Yo
descubrí aún el Chipicani, el Tacora y todas las montañas del llano occidental que
acababa de transponer, y sobre las que mi vista se había tantas veces tenido durante los
tres días de mi tránsito por la Cordillera″. (Pág. X de la obra citada).
33 He dejado correr la máquina transcribiendo con verdadera fruición las descripciones
que hace d'Orbigny de las montañas de Bolivia en su imponente horizonte que es, para
aquél, el espectáculo y el cuadro más bello del mundo. ¿Qué diremos nosotros, nacidos
en estas altas sierras, cuando en el diáfano cristal del cielo, al morir de las tardes,
contemplamos la lejana cordillera que poco a poco va tomando los claro-oscuros, de lo
sombrío, desde la luminosidad rutilante en las tardes de otoño que cubre el cielo en un
raro arrebol policromado en el antahura de los incas? ¿Qué podemos expresar de la
imponente magnitud de montañas que recortan el cielo y hacen de Bolivia el país más
variado y rico del mundo? ¿Qué podremos decir, qué frases, qué palabras podrán pintar
nuestras emociones y nuestros sentimientos arrobados ante el espectáculo más sublime
que Dios depara a este suelo al que orgullosamente denominamos nuestra cuna?
Estamos cerca a las nubes, ozonizados en las alturas; vivimos en medio de gigantes
montañas dispuestos a luchar contra todas las adversidades como titanes y no como
gnomos empequeñecidos por la impotencia, o por la aplastadora mole de granito de
estos gigantes.
34 Antes de descender a la altiplanicie, antes de continuar el viaje, detenemos el paso en la
rústica posta de algún pueblecillo perdido en medio de la soledad cordillerana y desde
allí contemplamos esa inmensa sabana extendida entre la vifurcación de las dos
47
cordilleras. Por ella pasa veloz algún tren altiplánico, y desde su ventanilla otra es la
impresión del moderno viajero de este panorama que tanto subyugara a d'Orbigny;
pero no será el sabio, el naturalista, quien nos pinte la majestad granítica del Ande,
daremos paso a la descripción hecha por el filósofo, con el propósito de dar a nuestro
trabajo una faceta más y un sentido diferente en el pensamiento del que recorre por los
senderos de los Andes.
35 Damos pues paso a la descripción que hiciera el filósofo de Darmstadt Conde de
Keyserling: ″Aquí en Bolivia y en el Alto Perú, se trata además de ancianidad histórica.
A mi juicio estos indios son más antiguos de lo que la investigación histórica admite.
¿Por qué viven a tan insensata altura? Sin duda se refugiaron aquí arriba cuando al Este
y al Oeste se hundieron en el Océano continentes enteros o gigantescas islas. Estas
civilizaciones de altura en derredor del lago Titicaca me dan impresión de algo
inhumano. El paisaje es más áspero que el de la Siberia septentrional; las emanaciones
del mineral, paralizantes, sino asesinas, y el suelo desoladamente pobre... Estas estepas
a cuatro mil metros de altura, áridas, grises, descoloridas y lúgubres, sobre las que se
alzan, así otro tanto, montañas nevadas, evocan verdaderamente los tiempos en los que
la Tierra se hallaba aún desordenada y vacía... Nunca experimenté una tal impresión de
desolación como ante la vista de los rebaños de llamas y de asnos, apacentados por
tristes hombrecillos vestidos de una última autoafirmación, con ponchos rojos fuego, y
mujeres tocadas con grotescos sombreros de copa grises″. (Pág. 21, obra citada).
36 Este es el mundo fantástico, de visiones cosmogónicas, de mitos y leyendas, escenario
de razas devastadas, quién sabe si por las transformaciones telúricas en las
postrimerías del periodo glacial. En este mundo donde la imaginación se adormece y
sueña con la fantasía de lo lejano, de lo incognoscible, nos adentramos como viajeros
perdidos en la inmensidad majestuosa de su vasto territorio; pero esta parte del
″Continente del Tercer Día de la Creación″, no sólo nos depara la desolada altiplanicie o
la abrupta serranía, más adelante, bajando por la hoya y el llano, está guardada,
reservada la vorágine de las selvas vírgenes tan iguales a las de Don José Eustaquio de
Rivera.
37 La tierra árida, la llanura hostil, la montaña inclemente; las nieves, los vientos
dominantes en las alturas; el trueno y el rayo enseñoreados desencadenando las
tempestades y los ciclones; las cataratas y arroyos; los caudalosos ríos, la meseta y el
valle son el escenario de este mundo cuyos hombres están frente al imperativo de
superación.
38 Pero sigamos nuestro camino que sinuoso se pierde en la lejanía. El viento azota el
rostro del peregrino que al lento paso de su cabalgadura ya cansada, va por esa senda
de los incas. Flota el poncho de vicuña y silva el viento; gruesas gotas de agua van
cayendo, mientras la noche va cerrando ese cuadro en el que dibujan su negra silueta
las altas cumbres que se esfuman en el horizonte y tras del cual hace más de media hora
se ha perdido el sol. Estamos en plena dilatada altipampa boliviana. Casitas diseminadas
a largas distancias, hombres hoscos de mirar huraño y esquivo a la lumbre de un
rústico fogón hecho de piedras y de barro en un ángulo del rancho, mascullan el janigua
de su lengua ante el blanco que solicita aquel amable calor de esa fogata en la que
crepitan secos espinos de matorral.
39 Se suceden las postas, con su monótono y desolado aspecto de casitas de barro, con
techos de paja o huailla que sesean al paso de los vientos; poyos de adobe, rústicas
puertas de cactus o quejuaillus, algunos cueros de alpaca por cama, un yantar frugal, un
48
indio que no entiende el idioma que oficialmente se habla en el país y acémilas de paso
lento y trotón, esquivas, las más de las veces, es el conjunto de modalidades que
tipificaban los viajes en Bolivia durante aquella época. Parece que cada uno de los
obligados descansos del viajero, puntos intermedios o estaciones del largo trayecto,
conocidos con el nombre de postas, llevaran impresos en sus muros y en sus grandes
patios el paso de los revolucionarios audaces, de los mensajeros de éstos o de los
proscritos que recorrían los caminos y llegaban a estas postas ya vencidos o vencedores
en sus deseos de gobernar la naciente república.
40 Y así de posta en posta, de incomodidad en incomodidad, tras largas caminatas sobre
un suelo arcilloso unas veces, pedregoso, otras, nuestro viajero bajó al llano boliviano y
llegó a la ciudad de La Paz, a la antigua Choquechapu –paraje de oro– después de haber
atravesado el Altiplano en la provincia de Pacajes, luego de haber transmontado los
Andes Occidentales.
41 Ese altiplano que acaba de pasar en visión panorámica, esa extensión de tierra siempre
igual que se adentra en nuestra alma y esas dos cadenas de montañas que lo circundan,
desde esta ruta que siguió d'Orbigny, como siguieron los chasquis y los conquistadores,
merece alguna consideración más, en una descripción como ésta. Dejemos, pues, al
sabio descansando en la ciudad de La Paz, cubierto aún por el polvo del camino y
sigamos por nuestra parte el recorrido de conjunto, haciendo viajar el pensamiento por
este acaso lecho, de un milenario y desecado mar. Luego y a la vuelta de algunas hojas,
volveremos a la ruta, presididos por d'Orbigny.
42 Aquel que sin haber recorrido esta parte de América observe simplemente el mapa de
Bolivia podrá intuir y pensar de inmediato que esa gran hoya que se descuelga desde las
faldas de ambas cordilleras, la Occidental y la Real, y que deja esa extensa planicie en la
que florecieron viejas civilizaciones y continúa por hoy la actividad boliviana, no es
sino, como tenemos afirmado, una porción desecada de un antiguo mar continental
cuyas olas posiblemente entrechocaron y se agitaron en las costas extendidas cerca de
aquellas cumbres que al extenderse y correr paralelas y vifurcarse desde el nudo del
Apolobamba con sus picos del Cololo y del Sunchilli, hasta el Moco-Moco hacia el
Septentrión de la República, justamente en el aledaño limítrofe con la República del
Perú, va nuevamente a cerrarse en Sur Lípez del Departamento de Potosí, en los
macizos de Todo-Santos y los regios contrafuertes mineralógicos de aquella región.
43 Recorriendo en el mapa ambas cordilleras de Norte a Sur y haciendo inclinar el puntero
que nos conduce en el mapa mural por esta travesía, desde Apolobamba, con
inclinación de grados, hacia el levante, la vifurcación de los Andes de Carabaya, así
llamados en el Perú, forman en territorio boliviano la imponente y majestuosa
cordillera Real, cuyos picos, desafiando a los cielos, yerguen sus siluetas, testigos de
milenarias y remotas civilizaciones.
44 Estas cordilleras, que dejan al centro el extenso Altiplano, tal vez son el dique de
contención de aquel mar interno, conforme lo aseveran las teorías que sobre el
Altiplano se han formulado. Desde el Nudo de Apolobamba desfilan en alineación el
Anco-Huma, Corpadato, Cha-chacomane, Chisel, Condoriri, Huayna Potosí, Mururata,
Chacaltaya, La Palca, Illimani, Ayca-Collo, Quimsa Cruz, en el Departamento de La Paz;
Huaillas, Negro-Pabellón y Moro-Cocala en el de Oruro; así como las serranías de
Azanaques y Livichucu en el mismo departamento, dividido por estas serranías del de
Potosí. Los Frailes, en este último departamento, extensa cordillera recorrida y
estudiada por el que estas líneas escribe, desde Ubina, Tasna, Ckosuña, Cusco, Huasajo,
49
autoridades bolivianas de toda esa región despoblada y desértica. Esos flancos acaso
merezcan pronta vigilancia como las fronteras del Chaco u otras del extenso territorio
nacional. Será ya muy tarde cuando el Gobierno quiera llevar el imperio de nuestras
leyes y nuestros derechos hacia esa región occidental de la República, si es que no lo
hace pronto y a breve plazo.
49 Estas moles y la del lado oriental, acaso guardaron pues, como tenemos dicho, el
extenso mar en una de las eras mesozoicas de la formación terráquea, y se cree que tal
vez algún cataclismo, como afirman los investigadores, vació las aguas de este inmenso
mediterráneo Sur-Americano que irrumpieron hacia la hoya del Amazonas por las
gargantas que hoy sirven de paso a las aguas y a los viajeros que van hacia la verde y
paradisíaca región de los llanos del Beni, más allá de los contrafuertes andinos y hasta
los que llegaremos en la ruta de d'Orbigny, dejando la pelada planicie de una perfecta
horizontalidad en cientos y cientos de kilómetros y acaso sólo interrumpida por alguna
que otra colina y por dunas de arena, movidas por los vientos como olas de una
tempestad. En toda esa extensión se agita la vida actual de la República y se yerguen
ciudades populosas como La Paz u Oruro o se levantan caseríos indígenas, miserables
ranchos o grandes poblaciones apiñadas en derredor del campanario de adobes que
dejara la conquista espiritual de España. Esta vida humana de grupos y ayllus es
singularmente activa hacia el declive que forman las altas cumbres del lado oriental
bordeando el lago sagrado del Titicaca. El clima un poco benigno que ha originado
actividad agrícola, la ruta del lago, la proximidad a los valles y acaso los mismos
factores que hicieron surgir milenarias civilizaciones a orillas de aquél, da hoy
actividad al aymara que ha levantado numerosas poblaciones como las de Azángaro en
el Perú; Chuma, Italaque, Umanata, Hilata, Lambaraci, Ayata, Ambana, Tam-baya,
Carabuco, Ichabaya, Huarisata, Achacachi, Sicasica, Corocoro y otras en el
departamento de La Paz. Y como una confirmación quedan los restos de ese gran lago o
mar interno, las lagunas de Orurillo, las Salinas de Azángaro, Arapa, Saracocha,
Cachipascana y Umayo en el Perú; el Titicaca, la laguna de Corque, el Poopó, el Coipasa
y el Salar de Uyuni en Bolivia. Nos remitimos en la interpretación de esta teoría sobre
los estudios que sobre este particular se han hecho; pero algo nos queda por decir de
este dilatado Altiplano cuya influencia telúrica es decisiva para el boliviano que vive en
él, cuyo clima, altitud, aspecto se adentran en su alma. Hay pues una faceta analizada y
descubierta por don Jaime Mendoza, la relativa a la Geografía Médica, y desde este
punto de vista es el Altiplano, para el ilustre escritor, el clima más sano de todo el
territorio nacional y acaso factor de importancia para que la vida cobre en esta planicie
los contornos que ella tiene, y quién sabe qué factor contribuyó al florecimiento de las
perdidas civilizaciones cuyos monolitos quedan aún en pie.
50 El viajero que recorre esa extensa llanura, bruscamente puede ver la depresión que se
abre frente a él, despertándole de la abstracción que le iba dominando la
contemplación del panorama de montañas nevadas. Ya está en la ceja de lo que
denominamos el Alto de La Paz. Desde las ventanillas del tren o desde rústica
cabalgadura, como en épocas pretéritas, se ve en el fondo de su valle plácido la
magnífica ciudad boliviana de La Paz, guardada por su blanco centinela, el Illimani, que,
cuando muere el sol, cubre su blancura con tonalidad sonrosada, arrobando el espíritu
del hombre más indiferente. La Paz, punto de concentración de las discordias en los
albores de la conquista y centro de actividad y concordia en nuestros días; La Paz,
ciudad turbulenta, cuyo nombre se halla en antítesis con su agitada historia como
agitado y turbulento es el río que la atraviesa; La Paz revolucionaria y activa,
51
reflejando en la pureza cristalina de sus aguas a la alta cumbre nevada o al cielo y sus
nubes que flotando pasan, están los espejos naturales de las lagunas del Laickackota, del
Laranckota o del Chojunckota, formados por el deshiele y cuya limpidez al copiar los
cuadros de esa grandiosidad contribuyen a esta belleza de altura, silente y de misterio
en la que las cumbres parecen realmente gigantes encantados por algún mago indio, el
yatiri, o por algún dios aymara, prepotente sobre los hombres y los elementos, acaso el
terrible Kuno.
58 Todo esto es algo incomparable, y sólo quien haya sentido esa influencia directa de ese
medio, como panteísta en la religión de las montañas, sentirá la veneración que ellas
nos infunden, en el misterio y en el amor de Pachamama, madre tierra-bondadosa, aun
en sus inclemencias.
59 Desde la apacheta se inicia el descenso. Estamos con d'Orbigny al otro lado de la
Cordillera, con vista hacia ese macizo de los Yungas que se pierde entre montañas en un
vasto horizonte. El descenso es lento, por caminos fragosos a lo largo de las montañas, y
a medida que se baja la vegetación va cambiando desde la del yermo formada por la
yareta y la hirsuta paja, hasta los matorrales de pobres espinillos, de las olas perdidas
en el suelo, para ser sustituidas a poco caminar con extrañas plantas que ondulan cerca
de los caminos y en los precipicios del risco. Más abajo es el arbusto y luego el árbol, y
la montaña se va tapizando de verde, salpicada de árboles primero, boscosa después. El
risco, el precipico, la senda angosta, la sonoridad del agua de las nieves disueltas, aquí
abajo, van formando un canto sublime, un himno a la naturaleza que cae en un rumor
de notas en las profundas vegas donde se precipitan en sonoras y espumosas cascadas y
que no son sino las nacientes de los grandes ríos que en el lejano llano tomarán la
majestad silenciosa de su manso recorrido, por tierras de ensueño y esmeralda.
60 Chulumani, Ocabaya, Irupana, Laza, Vega, Taima, Chiguero, Concepción, Cicuata,
Cajuata, Cañamina y Aguilani en Sur Yungas; Coroico, Keynayata, Colopaya, Charo,
Munaypata y Coripata en Nor Yungas, son pueblitos pintorescos, de gentes obsequiosas
y sencillas, hospitalarias, buenas y sinceras. Al frente de Irupana ya se ve el campanario
del pueblo vecino, Chulumani por ejemplo, Laza, Vega u Ocabaya. El viajero que no
conoce el suelo accidentado de un relieve muy sinuoso de pendientes bruscas, de
ásperos descensos por los que se llega tan pronto al lecho de los ríos o se sube de ellos a
una planicie, para volver a descender cree que llegará en pocas horas de un lugar al
otro; pero ha caminado todo el día por aquellas sendas y sólo al atardecer, rendido de
fatiga y quemado por un sol canicular, llega al pueblo que divisó en la mañana y al cual
lo supuso poco distante del punto inicial de partida.
61 Los días siempre ardientes, como si la tierra estuviese incendiada, hacen de aquella
región la más lujuriosa, la tierra cálida, de exótica vegetación. El incesante vuelo de los
insectos de colores encendidos, los vuelos de mariposas atornasoladas, de
heminópteros zumbadores de raros coleópteros, la multitud de lianas que se
entrecruzan, las gigantes hojas de las plantas, las flores multicolores, los bosquecillos
que sirven de guarida a reptiles venenosos, a arácnidos y a peligrosos cuadrúpedos,
constituyen la flora y fauna de una lujuriosa región perdida allá detrás de los Andes.
62 Deslumbrado ante la vegetación, sofocado por la suntuosidad del día, arrobado en
medio de ese jamás imaginado paraíso, d'Orbigny lo pinta con toda la emoción de su
alma. ″Visité –nos dice– Yanacachi, Cupi, Chulumani, Irupana, etc., pasando
alternativamente del lecho de los ríos a la cumbre de las montañas. La pomposa
vegetación de Río de Janeiro se ve reproducida en estos sitios, pero con más esplendor;
54
una caliente humedad fomenta en ellos, hasta en las más escarpadas rocas, plantas
prodigiosas. Después de haber estudiado detalladamente esta provincia, tan abundante
en producciones, seguí por la misma vertiente occidental, recorriendo el terreno
desigual pero rico en minas de plata de las provincias de Sicasica y Ayopaya, pasando
por Cajuata, Suri, Inquisivi, Cavari y Palca, hasta trepar nuevamente la cordillera
oriental″, desde la que por última vez contempla el macizo yungueño por el que corren
el Miguilla, al que lleva sus aguas agitadas y turbias el Choqueyapu y que a la vez recibe
al Luribay ríos que con los de la auténtica región yungueña el Unduavi y el Tamanpaya
van todos al Bopi, que a su vez afluirá al Kaka, punto de concentración de todas las
aguas que desde el Chacaltaya se desprenden y corren los ya citados por los flancos del
lado occidental y hacia el Beni todos los originados en las vertientes que miran hacia el
macizo de Yungas, como el Camata, el Mapiri, Tipuani, el Challana, el Zongo y Coroico,
que entremezclan sus aguas con los que corrieron por el otro lado de la cordillera en
ese punto de concentración ya indicado del Kaka, para tomar la denominación de Beni
en el límite del Departamento del mismo nombre y el de La Paz.
63 Si las montañas son religión y sublimidad, los ríos constituyen una oración mística en la
epopeya de la tierra que canta su eterna canción y su himno creador y transformador.
Desprendidos de las altas cumbres,
64 los ríos de la región yungueña, que van al Beni, tienen un singular entrelazamiento en
su rumoroso caminar de leguas en esa tierra accidentada de mil vericuetos y curvas y se
asemejan a las venas de un cuerpo humano que llevan la vitalidad de su irrigación
sanguínea, como aquéllos llevan la floración en la lujuria del verde y del follaje, en la
sabia y la clorofila de tanta planta rara, de tanto arbusto y árbol, de tantísima hoja de
varios metros de dimensión y que hacen verdaderamente de aquella tierra un edén, un
paraíso, un ensueño, custodiado por la luminosidad de un cielo límpido en cuyas
serenas alturas la montaña de cúspides blancas desprenden sus cristalinas aguas para
irrigar y dar vitalidad a aquella fértil tierra a aquel rincón de nuestra patria.
65 Desde la Cordillera Oriental por Inquisivi y Ayopaya en Cochabamba, d'Orbigny domina
ahora un nuevo panorama, y subyugado ante él deja correr su pluma en esta
descripción:
66 ″Qué singular contraste aquél con el de los riscos donde me encontraba. Era la imagen
del caos al lado de la más grande tranquilidad: era la naturaleza triste y silenciosa en
presencia de la vida más animada. Yo veía, pues, en medio de áridas colinas, dos
extendidos llanos cultivados y guarnecidos por todas partes de casuchas y bosquecillos,
entre los que se distinguían gran número de aldeas y una gran ciudad a la que hacían
sobresalir sus edificios como a una reina en medio de sus valles; nada puede
efectivamente compararse a la sensación que produce el aspecto de esas llanuras,
cubiertas de caseríos, de plantaciones y de cultura, circunscriptas por una naturaleza
montañosa y estéril, que se extiende a más de treinta leguas a la redonda perdiéndose
confusa en los horizontes. Se creería ver allí la tierra prometida en el seno del desierto.
Si había yo probado antes vivísimas impresiones en presencia de las bellezas salvajes de
esa naturaleza grandiosa del llano boliviano y de la Cordillera Oriental, en donde la vida
no entra para nada en el conjunto, pues que nada se encuentra allí de lo que respecta al
hombre, cuánto mayores no serían ellas al descubrir yo estos lugares animados, estas
llanuras sembradas de edificios, esos campos ricos y abundosos que despertaban en mi
mente la imagen de mi patria.″
55
67 ″Cochabamba y sus cercanías fueron por algún tiempo el teatro de mis investigaciones;
prosiguiendo luego mi marcha hacia el este, traspuse cien leguas de montañas bastante
áridas, pero cortadas por fértiles y profundos valles. Durante este viaje recorrí
sucesivamente las provincias de Cliza, de Mizque y del Valle Grande. Siguiendo por el
camino de Punata, Pacona, Totora, Chaluani, Chilón, Pampa Grande y Samaypata (el
poyo del descanso), último punto habitado de las montañas de donde sólo distaban
treinta leguas las fértiles pampas del centro continental. Pocos días después se
descubría, de la cumbre de la cuesta de Petacas, el extendido horizonte de unos llanos
calurosos cubiertos de bosques, en cuyo centro se ve sentada la tranquila ciudad de
Santa Cruz de la Sierra″.
68 Detenemos nuestras cabalgaduras en los últimos contrafuertes del Collasuyo,
contemplando la dilatada planicie, teatro de hazañas de los Ñuflo de Chaves, de los Irala
y Ayolas, y reservamos nuestra caminata por tierras de Chiquitos y Moxos para
continuar luego de breve descanso en este Samaypata que lleva en su nombre quichua
el anhelo que teníamos de descanso.
he ahí explicada la enorme trascendencia que tiene para nosotros toda esta región
boliviana de montañas.
70 Hechas las digresiones que anteceden, volvamos a las altas sierras de la región
cochabambina por las que recorría en visión panorámica Alcides d'Orbigny y donde nos
quedáramos en anteriores acápites en paso harto fugaz y que ahora nos obliga a
detenernos. Estamos, pues, en el ″Granero de Bolivia″, extensa planicie de valles
encerrados entre los ramales de la Cordillera Real: el ramal del Tunari o de Cochabamba
y el de Catariri, que corren paralelos del Norte a Sud-Este, dejando dos cuencas por
donde se deslizan el Río Grande, que en el llano tomará la denominación de Guapay, y el
de Mizque, que al juntarse forman un ángulo como punto final desde el que el Guapay
trazará una curva rodeando el último contrafuerte andino, en aquella zona de las
Sierras de la Herradura y la de Petacas, últimas cabezas de contrafuerte donde se inicia
el llano y en el que seguirá deslizándose con dirección al Norte, en larga circunferencia
que amorosamente parece que estrechara como brazo humano que sonrosado se
extiende desde las montañas hasta el llano en curva de unidad, de atracción, de
emotivo abrazo que parecería decir ″vivirás junto a mí″, estrechados por esta corriente
y por este cauce, que en sus rumorosas ondas os trae la emoción de la montaña.
71 El Ramal del Tunari, de mayor altitud que la serranía del Catariri, se asemeja a una
segunda columna vertebral, que inicia su curso en la quebrada de Ayopaya en cuyos
barranquerios acaban a su vez los nudos del macizo real del Departamento de La Paz,
denominados ramales del Quimza Cruz. Desde aquí, irguiendo sus crestas, va este ramal
internándose en el corazón de Bolivia con una inclinación Norte Sud-Este. Sus altos
picachos en declive suave van por la parte de los llanos del Este dejando canales
naturales por los que corren los ríos que nacen en la vertiente oriental de la indicada
serranía y que va a bañar las llanuras boscosas y de ensueño de los llanos de Moxos. El
primero de estos canales está formado por el Ayopaya, el cual a su vez recibe las aguas
del Choquecamata, del Santa Rosa, del Vera Cruz, del Cocapata, del Chillahui y del
Altamachi en la provincia de Ayopaya, que tiene por capital a Independencia. Todos
estos ríos tienen sus nacientes justamente en las altas cumbres del Tunari, que se
enfilan rumbo Norte-Este hasta vaciar sus aguas en el Ayopaya que corre hacia el Norte,
hasta encontrar el Santa Elena y el cual a su vez uniéndose con el Cho-queyapu, el Bopi
y todos los que discurren sus aguas por la provincia de Inquisivi, en el Departamento de
La Paz, se juntan al Beni, al que tributan los ríos del valle yungueño. Y así en rumorosa
unidad las aguas de toda esta región cordillerana juntan sus líquidos en abrazo fraterno
y solidaridad que no reconoce límites. Así se unen en sus montañas y ahora en sus
aguas los dos departamentos hermanos de La Paz y Cochabamba.
72 Desde las mismas cimas del Tunari y cerros circunvecinos nacen otras corrientes que
vierten sus aguas en la planicie, pero esta vez con rumbo Noreste, hasta formar el
imponente y caudaloso Mamoré. Los tributarios de esta majestuosa corriente y que
discurren en la región cordillerana de Cochabamba son el Isiboro, con el Tablas, el
Espíritu Santo, el Chapare, el Chimoré, y el Ichilo y mucho más al Sud el Yapacaní y el
Piraí, este último que lleva sus aguas desde las serranías de la Herradura pasando cerca
de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra. Todas estas profundas quebradas en su sinuoso
descender hacia el llano semejan flechas dirigidas hacia aquella región; parecen
multitud de serpientes que en su ondulación retorcida en el curso del lecho fueran
siguiendo y buscando el ″paraíso perdido″ al que tiene que descolgar su actividad el
Ande y al que tiene que llegar abandonando sus altas cumbres. Esa será una etapa de la
57
bolivianidad del futuro y que tendrá que suceder invariablemente en el devenir del
tiempo y en el flujo y reflujo migratorio de los pueblos que, como esas corrientes,
tendrán que buscar la fértil llanura, que le brindará más prosperidad.
73 La opuesta llanura, la que mira hacia el Oeste, extendida en brusco descenso desde los
altos picos formados por las serranías del mismo Tunari que se ven desde la ciudad de
Cochabamba y que son el Laiati, el Culuyo y el Juno, esa planicie en la que se yergue la
altiva y bella capital cochabambina fue denominada ″Granero de Bolivia″ con justa
razón. En ella se extienden pintorescas campiñas, extensas praderas y multitud de
haciendas que con sus productos dan vida a la altiplanicie y que han originado la
denominación que se le da, de ″Granero de Bolivia″. En ella aparecen los pintorescos
pueblos capitales de cada provincia, como Tapacarí, Quillacollo, Arque, Tarata, Punata,
Cliza, Mizque y multitud de otros pueblecitos y aldehuelas de los cantones inmediatos y
adyacentes, cuya actividad contrasta con la quietud de las altas cumbres que tanto
impresionaron a d'Orbigny.
74 Desde el cielo cochabambino divisamos los paralelogramos de tierra cultivada de altura
cual divisara d'Orbigny cuando fuera a caer en estos valles contemplándolos desde las
altas cimas sobre cuyas crestas avanzó desde Inquisivi, después de visitar los Yungas del
Departamento de La Paz, en la visión ya descrita.
75 Salpicada de pueblitos cuyos rojos tejados pintan de encendido la verde planicie, se
observan desde el moderno avión los tablones de tierra dividida por los aledaños
lineales y perfectos de la delimitación a la propiedad agrícola, y en medio de ellos
corren las paralelas férreas de la cinta de hierro del ferrocarril; casuchas, árboles,
terrenos, riachuelos y montañas azuladas en la diafanidad son el conjunto de ese
relieve que gira y corre debajo de estas gigantescas alas que nos han levantado de la
superficie y nos han permitido divisar a vuelo de pájaro ese valle, esa planicie verde de
la sublime y fértil Cochabamba. Cientos de kilómetros de tierra cultivada; extenso y
dilatado valle que se pierde en la provincia Campero; magnífica tierra donde la vida
campesina es apacible en un clima de eterna primavera, donde la tibia temperatura
hace benigno y sano el ambiente conformando hombres robustos. Cochabamba es para
nuestra emoción boliviana la hermana que extendiendo sus límites provinciales en
abrazo fraterno con casi todos sus departamentos hermanos, configura su suelo
variadísimo de bruscas alternativas como las de la puna brava en las cercanías del
Tunari y del Alta Cueva hasta sus cabeceras de valle, y de éstas hasta sus valles de tierra
cálida, ardiente, estuosa y la tórrida en el Chapare y el Chimoré, reproducciones de las
selvas africanas en toda su grandiosidad, singularmente en sus floras seculares,
boscosas, impenetrables. He ahí otro jirón de nuestra patria múltiple en climas, rica en
productos y de esperanza y porvenir para la vida nacional. La campiña cochabambina
es refugio apacible para el hombre; la rusticidad de sus campos y la sinceridad de sus
hombres la hacen ingenua, sencilla, afectiva; sus extensos maizales, sus dorados
trigales, que en el otoño ondulan en suave seseo al soplo de las brisas llegadas desde los
vestisqueros del Tunari; su arbolado protector y amigo, bajo cuyo follaje el buey de
cansino paso pasta dando la armonía de las églogas pastoriles de la dehesa, como en los
dulces campos de Francia, de la Provenza de ensueño; y que en dulce evocación acuden
a la mente del sabio que tiene en su libro, que lo venimos comentando, perfiles de
nostalgia ante la contemplación de estos campos de una patria americana tan dulce, tan
bella y sublime como aquella que le viera nacer.
58
76 Por todo ese valle recorre d'Orbigny visitando sucesivamente Cliza y siguiendo el
camino de Punata, Pocona, Totora, Chuluani, Chilón y Pampa Grande; nuevamente se lo
ve ascender la fragosa serranía de la Herradura, último contrafuerte andino hasta
Samaypata y desde este pueblo hasta la cumbre de la cuesta de Petacas y desde la cual
ya pudo contemplar la exuberante llanura oriental en la que se alza Santa Cruz de la
Sierra.
93 ″En medio de las inmensas y sombrías selvas que separan las vastas provincias de
Chiquitos y de Moxos y en un espacioso recinto, que se halla indicado en nuestros
mejores mapas como desconocido, corre un río también ignorado aunque navegable:
ese río es el San Miguel. Sus orillas cubiertas de una vegetación tan lujosa como activa,
están habitadas por una nación muy notable; tales son los Guarayos, que realizan en
América, por su franca hospitalidad y por sus costumbres sencillas y enteramente
primitivas, el poético ensueño de la edad de oro. Entre estos hombres de la simple
naturaleza, a quienes jamás atormentó la envidia, el robo, esta plaga moral de las
civilizaciones más groseras como de las más refinadas, tampoco es conocido″.
94 Si algunas veces había yo suspirado viendo yacer en el abandono campos magníficos,
mientras que en Europa tantísimos infelices labradores perecen de miseria, cuanto más
agudo no debió ser mi sentimiento en presencia de aquellos lugares, los más abundosos
que yo había encontrado hasta entonces, y en donde una naturaleza tan prodigiosa, y
de un lujo de vegetación extraordinaria, parece estar pidiendo brazos que vengan a
utilizarlos por medio del cultivo productor.
95 ″Al dejar el país de los Guarayos me embarqué y anduve ocho días vagando sobre las
aguas de San Miguel, cuyas márgenes se ven cubiertas ya de altos bambúes. El río se
halla bien encajonado por todas partes; así es que las embarcaciones de todo tamaño
pueden navegar allí fácilmente en todo tiempo. De este modo me puse en la misión del
Carmen de Moxos y visité esta vasta provincia, donde, sobre una superficie de trece a
catorce mil leguas, treinta y tres ríos navegables, está ofreciendo al comercio y a la
industria vías ya trazadas en medio de una sola llanura, que da origen a todas las
grandes corrientes meridionales, tributarias del famoso Río de las Amazonas. Viven allí,
divididos en diez naciones diferentes y que hablan distintas lenguas, unos pueblos,
todos ellos dedicados a la navegación y que conocen perfectamente las más pequeñas
vueltas y revueltas de esos canales naturales, diariamente cruzados por ellos en canoas
hachas de un solo tronco de árbol, el cual es ahuecado a fuerza de hierro y fuego″.
96 Navegando por el Río Blanco y el Río Itonama, y atravesando sobre una canoa llanos
inundados, hasta llegar al río Machupo, pude visitar sucesivamente Concepción,
Magdalena, San Ramón y San Joaquín, restos del esplendor pasado de los jesuítas.
97 ″Cerca del último punto encontré unas minas de hierro, las que abrazando un espacio
de dos leguas, han sido colocadas por la naturaleza como para facilitar su laboreo y dar
vida a aquellas regiones, no lejos del Río, e inmediatas a grandísimos bosques″.
98 Bajé por el Mapucho hasta el Itonama, su confluente, y desemboqué en el Guaporé o
Iténez, por el cual suben los brasileros desde el río de las Amazonas hasta Matto-Groso,
llevando en sus gariteas las mercancías procedentes de Europa. Encontré efectivamente
dos de esas barcas en el Porte-do-Principe-de Beira, donde hay una guarnición
brasilera. Tiene Guaporé en este punto más de media legua de ancho; sus aguas corren
majestuosamente en media legua de ancho; sus aguas corren majestuosamente en
medio de bellas márgenes y por entre islas guarnecidas de árboles muy pintorescos.
Descendiendo por él, yo comparaba mentalmente esos desiertos, hoy día tristes y
silenciosos, con lo que llagarán a ser cuando una población industriosa venga a
animarlos y a sacar un provecho de sus dones, cuando el comercio con los Europeos,
puesto en plena actividad, cubra esas aguas de barcos de vapor destinados a llevarles la
abundancia y la vida intelectual.
63
***
102 Cuando desde Santa Cruz penetra d'Orbigny en el corazón de la selva, nos imaginamos
contemplar con él la grandiosidad sublime del trópico: el bosque, la maraña que lo hace
impenetrable, los ríos que lo cruzan, los misterios que encierra, las aves y los animales
que la pueblan, los agudos gritos de éstos que desde ese fondo misterioso, oscuro y de
pavor, salen mezclados con mil ruidos más que la naturaleza multiplica. La vida
primitiva de los salvajes, los extraños ritos de éstos, sus facciones y hasta su lenguaje
gutural que penetra en el alma con resonancia siniestra; y hasta el huracán que agita
los árboles, nos sugieren un cuadro de un paisaje tan distinto y tan variado, tan raro y
tan múltiple, tan diferente al contemplado en los Andes y el Altiplano, de este
panorama de Bolivia, primero montañoso, árido, inclemente; luego cálido y más tarde
ardiente, fecundo.
103 En la serena quietud de este ambiente, surge un mundo de ensueño, donde la
imaginación pasmada, arrobada en dulce embausamiento de un espasmo a la vez
místico, religioso y profano, cree soñar en un mundo de edén, en un paraíso donde el
hombre se empequeñece ante la grandiosidad de lo creado; donde el misterioso tabú
indígena hace de las bestias y de los árboles de los ríos y colinas sitios sagrados y que se
convierten para nosotros en el templo más sublime donde se adora a Dios con el canto
más jocundo que criatura humana haya podido componer, canto que entona el bosque
en su rumoroso follaje, el árbol que cruje, el rumor de los ríos que se deslizan, ya
64
descriptiva y la pintura que darán la realidad de este cuadro, mucho mejor que nuestra
débil pluma quisiera perfilar:
108 ″El crepúsculo tan bello y de tanta duración en este océano de bosques había plegado
rápidamente su manto de claridad. El cielo se transformó en abismo profundo. Una faja
de claridad rojiza y lívida, como el resplandor debilitado de un incendio, apareció en los
horizontes del sur... Toda la naturaleza se hallaba en ese solemne reposo, presagio de
las grandes luchas; bocanadas de un aire pesado y caliente, como el aliento de lejana
tempestad, pasaban por nuestro rostro e iba a agitar las copas de los árboles que se
estremecían con su rumor pesado y siniestro... A una atmósfera densa, cargada de
húmedo vapor que parecía sutil polvo, lleno de yo no se qué siniestros clamores,
levantados de la hoja que se agita, de la rama que se plega, del árbol que ligeramente
murmura, habíase sucedido el silencio y la lobreguez del caos.″
109 Invadía, entre tanto, hacia nuestras cabezas inexorablemente, con la fuerza ciega e
incontrastable de los elementos que se irritan, ese que podríamos llamar la lucha de los
espacios. Veíamos avanzar y medirse a los gigantescos combatientes: la electrizada
catarata de agua que airada se adelanta queriendo desatar sus flancos y el huracán
rugiente que aceptando el reto se apresta a lanzarla, potente y azolador, de sus
dominios eternos.
110 ″Era pues, una batalla de cíclopes gladiadores la que iba a comprometerse, lejos todavía
de nosotros y a una inmensa altura de los cielos.″
111 Podíamos por tanto contemplar en esos primeros momentos el Gran Chaco (Esta
descripción se refiere a esta zona por la que atravesó Campos) en una de sus
imponentes cóleras: El Pampero. Aquella lucha de los elementos, digna de este
escenario, era iluminada por frecuentes irradiaciones eléctricas que como cuadros
fantásticos mostraban infinitos horizontes bañados de fulgores, ya lívidos, ya
encendidos, pero siempre siniestros y que se apagaban como el golpe de un gigante
tramoyista. A pocos instantes, un estampido atronador cerraba voluntariamente el
cuadro, para dar lugar a otro de más grandeza e intensidad, conforme se aproximaba a
nosotros el terreno de este grande combate.
112 ″Envueltos ya los elementos, cuerpo a cuerpo, en lucha encarnizada, desencadenaban
sus fuerzas con rabiosa obstinación. Las nubes como titanes que blanden ardiente
espada, desprendían sus centellas vibrantes y como gigantesca armada que
simultáneamente lanza el fuego de todas sus baterías, arrojaba de sus flancos el
estampido de sus truenos. Desgarrado el torbellino, pero rugiente de cólera, quería con
soplo poderoso detener y arrollar a su rival que avanzaba siempre de sur a norte, hacia
nuestro campamento.″
113 En menos de dos horas de esta batalla nos hallamos envueltos en alas de la tempestad.
114 ″La primera ráfaga que pasó sobre nosotros hizo volar, como tenues hojas, todas las
carpas. La mía, felizmente bien asegurada contra un secular algarrobo, pudo resistir al
empuje. Monsieur Thouar, cuya tienda de campaña se había derribado, presentóse y lo
acogí con el mayor placer. Tendidos en el suelo, uno al lado del otro envueltos en las
mismas cobijas y compartiendo idénticas ansiedades, nos preparamos a afrontar
aquella solemne situación. ¿Quién podría describir este desencadenamiento de la
naturaleza? Abajo rugiente, poderoso, con ímpetu arrollador, el torbellino queriendo
arrebatarnos a los espacios, arrancando los tiernos árboles, doblegando y haciendo
gemir los seculares en su vertiginosa e intermitente carrera. A nuestra cabeza una
66
1 ALCIDE D'ORBIGNY ... perteneció a una familia de sabios. Su padre tuvo gran predicamento
entre los hombres de más alto valor intelectual de su época. A él debió el hijo sus
inclinaciones naturalistas y la facilidad con que obtuvo del gobierno francés el encargo
de realizar por cuenta de éste un viaje científico por la América del Sur. Uno de los
hermanos de Alcide, llamado Carlos, es autor de un importante Diccionario Universal de
Historia Natural.
2 Dentro de este ambiente familiar nació y se desarrolló el talento naturalista de Alcide
d'Orbigny. El mismo habla de ″los benévolos consejos de los señores Cuvier, Brongniart,
Isidoro Geoffroy Saint-Hilaire, y del célebre viajero barón de Humboldt″... lo que
importa referirse a los más altos representantes de las ciencias naturales en Francia, a
principios del siglo pasado [siglo XIX].
3 D'Orbigny vino a América a mediados del año 1826 y no regresó a Europa hasta 1834.
Durante los ocho años que estuvo ausente de su patria, el sabio no cesó un día de
estudiar y de viajar. Todo lo comprende: la geología, la geografía, la etnografía, la
botánica, la mineralogía, la historia, la lingüística, la estadística, las artes todas.
4 Desembarca en Río de Janeiro, deslumbrado, embriagado, mejor dicho, por la cálida
caricia de una tierra joven, soñada por d'Orbigny desde los años de su niñez. Visita
después Montevideo y los campos todos del Uruguay Pasa enseguida a Buenos Aires,
arriba el Paraná en una extensión de trescientos cincuenta leguas, recorre la provincia
de Corrientes y el territorio de Misiones, entra al Gran Chaco y regresa a la metrópoli
del Plata por Entre Ríos y Santa Fe. De Buenos Aires va a la Patagonia. Allá se encuentra
en un trance bien difícil: los indios se levantan contra las autoridades de la naciente
Colonia del Carmen. D'Orbigny tiene entonces que cooperar a la defensa de los sitiados.
Torna luego el sabio a Buenos Aires y de ahí sigue viaje a Chile por el Cabo de Hornos.
5 Los tiempos no son propicios para realizar viajes de estudio, acaba de proclamarse la
independencia de las colonias españolas y los soldados vencedores luchaban aún por
imponerse acá y allá, cobrando el precio de sus recientes victorias. D'Orbigny se ve
68
***
NOTAS
2. Las obras que publico d'Orbingy pasan de siete. Las interesantes para nosotros son: Voyage Dans
L'Améric Méridionale y L'Homme Americain, nueve gruesos volúmenes en gran formato y un décimo
con cartas geográficas y dibujos de toda especie. La única obra en español es su Descripción
geográfica, histórica y estadística de Bolivia (1845), escrita por encargo del presidente José Ballivián y
traducida por el poeta nacional Ricardo José Bustamante, de la cual no se publicó sino el primer
tomo. Probablemente tampoco hubo dinero para terminar su edición.
72
de los grandes creadores: sin tasa el sueño, frenado el acto realizador. Buscando ese
equilibrio maravilloso de la inteligencia y de la sensibilidad, que un día da las catedrales
acústicas de Couperin y otro los arabescos finísimos de Debussy.
6 En d'Orbigny convivían armoniosamente el organizador sistemático y el enamorado
observador de la naturaleza. Sabio y poeta. Antropólogo, botánico, geólogo, etnógrafo,
paleontólogo, humanista, habitaron su espíritu en vivaz simbiosis. Vio, asimiló y
expresó con genial intuición muchas cosas, hechos múltiples que nadie supo reunir en
síntesis tan apretadas. Por eso, aunque pasen hechos y costumbres, lo que narra su
pluma, rica de ternura explicativa, es para siempre: permanece.
7 ¡Cómo no envidiar esa vida simbólica de soñador y descubridor, esas tensiones
encontradas del civilizado frente al mundo virgen; esa prosa nerviosa, que esmalta el
relato de frescas impresiones!
8 D'Orbigny ignoraba qué le reservaba el destino al día siguiente. Pero cada amanecer se
erguía corajudo, insaciable, frente al enigma de la vida. Recorrer la América Meridional,
palmo a palmo, pueblo tras pueblo, fue para él la experiencia inolvidable. Sumergido en
la tierra entrañable, en el misterio oscuro de sus moradores diversísimos, era a un
tiempo actor y relator de su proeza.
9 Nuestra época vertiginosa, de aviones veloces, no sabe ya la ciencia ni el dulce placer
del viaje. El hombre cruza como un bólido el planeta: pasa. ¿Puede decir que ha
conocido algo profundamente? Casi nunca. De d'Orbigny, el apasionado descriptor del
Viaje a la América Meridional, a Paul Morand, frivolo y homeopático narrador de Ríen que
la Terre existe un abismo. Viajar, como la política, la economía, el arte, es cosa nueva.
10 El geógrafo francés conoció nuestra América en estado de pureza adánica, lejos del
trazo cuadriculado y monótono que le va imponiendo la técnica moderna. Ni
rascacielos, ni calles geométricas, ni tráfico atorado. A pie, por tracción animal, en
viejas carretas, d'Orbigny conoció el continente sur y esta Bolivia legendaria, casi
desconocida que por aquel entonces -primera mitad del siglo XIX- era un cosmos
misterioso, inviolado casi en sus tres cuartas partes. Tan honda fue la impresión que le
produjo nuestra patria, que un día, encendido de entusiasmo, profiere el fino barón
estas palabras que ningún boliviano olvidará: ″Es el país más hermoso del mundo″.
Entre las bellezas que descubrió y los secretos de maravilla que su pluma ha descrito,
nada supera el famoso encuentro con la Cordillera Real. Subía el francés, a mula, desde
el puerto de Arica, y después de fatigosas jornadas alcanza el altiplano. Al pisar la
meseta una visión soberbia lo deslumbra: la cabalgata de las cumbres nevadas,
engarzando la turquesa del Titicaca distante. No puede, ya, el moderno recoger ni
transmitir estas vivencias puras, simples, directas del viajero antiguo.
11 Sabio, poeta o sólo aventurero, antes el viajero iba en pos de lo desconocido y pagaba
un precio por la sorpresa. No era conducido: era él mismo señor y portador de su
aventura.
12 Estudiantes, maestros, todos los que aman a Bolivia, entre nosotros y fuera de nosotros,
deben leer las páginas vibrantes que d'Orbigny nos dedicó. No tiene rival, no
envejecieron. Subsisten prietas de substancia y de enseñanzas. Pocos sintieron y
manifestaron mejor la verdad inmensa, huraña, poliforme de este país como el sabio
galo, ágil, penetrante, que supo hablarnos en lengua rica de color y contenido.
13 El primer ensayo sistematizado sobre la realidad geográfica, social y cultural de Bolivia
está en las obras de d'Orbigny. Por eso el Ministerio de Educación, conmemorando el
74
centenario de su muerte, lanza esta edición de los capítulos dedicados al país andino
bajo el título definidor de Viajes por Bolivia. Existe, también, desde 1956, un Liceo Mixto
que lleva su nombre glorioso. Y nadie, que se precie de culto, olvida en estas montañas,
o en nuestros valles, o en las llanuras dilatadas, al geógrafo insigne que fue el primero
en trazar el cuadro general -científico y descriptivo- de esta joven nación en formación.
14 Alcide d'Orbigny. Maestro para mocedades. Profesor de energía, cruzado de idealismo.
15 Yo le pondría de ejemplo viviente a todos los náufragos de la decadencia moderna,
llámense existencialistas, abúlicos, o desesperados por el rápido dominio del mundo
material. Alma noble, hermosa voluntad. Que su nombre y su renombre persistan sin
mengua en la América de las tierras interiores que tan intensamente amó y supo
enaltecer.
75
Note 5
tal como se presenta en la actualidad o, al menos, no remontándose mas allá de los límites de
las tradiciones históricas, se descubrirá que las formas principales están más o menos
rigurosamente circunscriptas en los límites geográficos generalmente aceptados y que
aparecen en relaciones con los hechos. El hombre del Nuevo Mundo ha recibido
legítimamente el nombre de hombre americano; y nada dispuestos a modificar esta
denominación de uno de los grandes sectores de la especie humana, lo adoptamos con
entusiasmo, puesto que de ellas hemos de ocuparnos″.8
7 Este concepto de ″raza″ se halla plenamente corroborado por el que sustentan los más
modernos antropólogos y especialistas. Así, por ejemplo, el sabio Alejandro Lipschütz
expresa:
8 ″Nosotros resumiremos con el término raza el hecho de que existen rasgos fisiológicos
hereditarios, por los cuales se puede distinguir a diversas agrupaciones de la especie
humana. En la especie humana todos somos mestizos″. 9
9 [F.V. Konstantinov] de la Academia de Ciencias de la U.R.S.S. expresa:
10 ″Las diferencias raciales entre los hombres se basan en rasgos biológicos externos como
el color de la piel, del cabello, etc. Estas diferencias son el resultado de una larga
existencia de los hombres en medios geográficos diversos y se manifestaban ya antes de
aparecer las tribus y nacionalidades, y antes, por supuesto, de que surgieran las
naciones″.10
11 3. El concepto de ″nación″ que sustenta d'Orbigny es el siguiente: ″Llamamos nación a
toda reunión de hombres que hablan un idioma que proviene de una fuente común″.
Esta definición es estrictamente lógica y científica, de acuerdo a los conocimientos de la
época en que vivió el autor (1802-1857). Es la época de la liquidación del feudalismo y
del triunfo del capitalismo en Europa Occidental; es el periodo de la aparición de las
naciones burguesas y de los estados nacionales en el Occidente, así como de los estados
multinacionales en Europa Oriental; es el período de las revoluciones democrático-
burguesas y de los movimientos de liberación nacional vinculadas a ellas. Esto, no
obstante, conviene advertir que en aquella época se había elaborado únicamente el
concepto jurídico de la nación, pero no se había llegado aún al estudio del desarrollo de
los movimientos nacionales y las distintas formas de resolver el problema nacional. La
teoría de la nación, como teoría histórico-económica (no como teoría jurídica basada en
principios generales de derecho), empieza a elaborarse científicamente recién en las
obras clásicas del marxismo y, particularmente, con la publicación del libro El origen de
la familia, de la propiedad privada y del Estado, de Federico Engels, en 1884.
12 La definición [de] d'Orbigny no es ni jurídica ni histórico-económica. Puede decirse que
es histórico-antropológica, o quizá, con mayor propiedad, simplemente lingüística,
porque toma como base el idioma común, sin incluir ningún otro elemento, y, en esta
forma, llama ″naciones″, por ejemplo, a los aymaras, porque hablan el idioma aymara; a
los yuracarés, porque hablan el idioma yuracaré; a los moxos, porque hablan la lengua
moxa, etc.
13 Para nosotros este criterio está totalmente superado, pues ahora consideramos la
nación como ″una comunidad estable, históricamente formada y surgida sobre la base
de la comunidad de cuatro rasgos principales; a saber: la comunidad de idioma, de
territorio, de vida económica y de psicología, manifestada ésta en la comunidad de
peculiaridades específicas de la cultura nacional″11. Sin embargo, es interesante anotar
que, no obstante las restricciones de concepto de la definición de d'Orbigny, este autor
78
no descuidó en ningún momento y, por el contrario, hizo hincapié en todos los rasgos
esenciales de cuya conjunción se tiene el concepto de nación. Es decir, al estudiar a los
aymaras, a los quechuas, a los chiquitos, etc., d'Orbigny estudió: 1) La comunidad de
idioma; 2) La comunicad de vida económica; 3) La comunidad de territorio; y 4) la
comunidad de psicología manifestada en una comunidad de cultura.
14 ¿Quiere decir, en consecuencia, que todas las comunidades humanas consideradas por
d'Orbigny como ″naciones″ son real y efectivamente naciones de acuerdo al criterio que
tenemos ahora sobre la materia? ¿Existe una ″nación″ aymara, una ″nación″ quechua,
una ″nación″ yu-racaré, etc.? Si son ″naciones″, ¿por qué no tienen vida estatal
independiente? Y si no son ″naciones″, ¿qué otra cosa son? ¿Qué es, según este criterio,
la población no indígena de Bolivia?
25 Aparte de d'Orbigny, ningún otro autor ha intentado seriamente hacer una clasificación
científica de la población de Bolivia, en cuanto se halla formada por comunidades
humanas diferentes. A lo sumo, algunos autores han aceptado la clasificación de
d'Orbigny en ″naciones″, desde el punto de vista lingüístico, para aplicarla a los pueblos
del Oriente del país, pero no para aplicarla a los aymaras y quechuas, que forman la
inmensa mayoría de la población de Bolivia, porque el hecho de darles categoría de
″naciones″ aunque sólo sea desde el punto de vista de su idioma, no ha convenido a los
intereses de las clases gobernantes de la minoría boliviana.
26 La generalidad de los autores, situándose en el terreno de los principios generales del
derecho público y en el campo de las teorías jurídicas, consideran a la totalidad de la
población de Bolivia como integrante de una sola nación, pasando por alto hechos tan
importantes tales como las diferencias de idioma, de cultura, de psicologías y de
distribución territorial, y dando a estos problemas un escape fácil, no científico, por el
cual se considera a la población de Bolivia dividida en ″blancos″, ″mestizos″ e ″indios″.
27 Nosotros no podemos aceptar este criterio simplista que pretende encuadrar una
realidad tan especial y característica como es la de nuestro país dentro de principios
generales de derecho válidos sólo para otros casos.
28 El Partido Comunista, desde su fundación en 1950, ha planteado el problema nacional
de Bolivia partiendo de la base de que nuestro país no está constituido solamente por
una nación, sino que además existen nacionalidades, tribus y grupos etnográficos
oprimidos, y que Bolivia es una colonia norteamericana. Ha planteado la solución del
problema de acuerdo con las particularidades concretas que distinguen al país de
conformidad con la teoría y la experiencia mundial.
29 Para estudiar los diversos problemas que plantea la cuestión nacional de Bolivia,
conviene elaborar un cuadro de la composición de su población tomando como base el
cuadro de Alcide d'Orbigny, citado en la pág. 13 [págs. 11-12 del original]. Sería el
siguiente:
80
34 4. Hemos mantenido en este cuadro a los Changos y Atacamas por razones históricas,
porque a la fecha en que fue elaborado el cuadro de d'Orbigny, que nos ha servido de
base para nuestro estudio, estos pueblos ocupaban los alrededores del puerto de Cobija
y toda la provincia de Atacama, respectivamente, que posteriormente fue vendida por
el Gobierno boliviano a la República de Chile con su población de bolivianos, changos,
atacamas y todo.17
35 5. Incorporamos a los urus18 y chipayas19 que no fueron estudiados por d'Orbigny no en
razón de su número que es escaso, sino por su gran importancia etnográfica.
36 6. Hemos incorporado también a nuestro cuadro a los chiriguanos, guarayos y sirionós,
que d'Orbigny considera ″tribus″ de la ″nación″ guaraní. Este autor define la tribu como
″toda reunión de hombres que hablan distintos dialectos derivados del idioma de la
nación″.
37 Conviene recalcar una vez más que los conceptos de ″nación″ y de ″tribu″ dados por
este autor [d'Orbigny] no corresponden a los conceptos que tenemos ahora, de acuerdo
con la ciencia del marxismo-leninismo, y que, por tanto, la división de la población de
Bolivia en naciones, nacionalidades, tribus y grupos etnográficos será dada en este
estudio.
38 7. Es necesario, por último, no confundir el criterio constitucionalista y civilista que se
tiene de la ″nacionalidad″, como un atributo de la persona natural, como un vínculo
jurídico que liga a una persona determinada con un Estado, con nuestro criterio
histórico-económico de la nacionalidad considerada como una comunidad humana. Al
presente, dentro del actual régimen de opresión nacional, los quechuas, los aymaras,
los chiriguanos, etc., tienen legalmente la ″nacionalidad″ boliviana, porque viven
dentro del Estado que se llama Bolivia, pero eso no quiere decir que los quechuas,
aymaras, chiriguanos, etc., dejen de ser nacionalidades como comunidades humanas.
82
En este sentido, los quechuas del Perú, por ejemplo, no son bolivianos, sino que son
peruanos, porque viven dentro del Estado que se llama Perú, tienen la ″nacionalidad″
peruana, sin que esto quiera decir que dejen de ser una nacionalidad como comunidad
humana. Los bolivianos, como comunidad humana, no son una nacionalidad, sino una
nación, pero tienen la ″nacionalidad″ boliviana.
39 Fuera de la clasificación de la población indígena hecha por d'Orbigny y que nos ha
servido de base para elaborar nuestro cuadro de la página. 20 [págs. 17 y 18 del
original], se han hecho numerosas clasificaciones que nosotros sintetizamos por vía de
ejemplo a dos:
40 I. Gustavo Adolfo Otero cita el siguiente cuadro tomado del Anuario Estadístico y
Geográfico de Bolivia de 1919:
Note 20
42 II. El folleto sobre los resultados del Censo de 1950 21, consigna otro cuadro que se
reduce simplemente a la población llamada selvícola de Bolivia 22 y que, por tanto,
excluye a los bolivianos negros de yungas, quechuas, aymaras, urus, chipayas, etc.
Enumera las siguientes ″tribus″:
43 El único comentario que se puede hacer sobre esta enumeración es que sus autores
desconocen la clasificación de d'Orbigny. Ya este autor llamó la atención sobre la
necesidad de poner término a la arbitrariedad y a la anarquía imperante sobre la
denominación de los pueblos de Bolivia. Cita casos de pueblos que tienen más de 100
nombres, dados por cronistas, exploradores, autoridades o simples ciudadanos. Por esta
razón, la lista anterior tiene un valor muy relativo, porque está a las claras que los
empadronadores de 1950 no han procedido con ningún criterio científico y han
procedido a hacer una clasificación en ″tribus″ de la población ″selvícola″, dejándose
arrastrar por denominaciones arbitrarias. Y quizá también por un espíritu de novelería,
muy frecuente en Bolivia con respecto a los pueblos indígenas. Pero más
probablemente con el fin premeditado de negar importancia a estas poblaciones. Total,
″tribus″ más o ″tribus″ menos, eso no tiene importancia para los bolivianos. Todas están
condenadas por ellos a la extinción.
44 Nosotros reiteramos nuestra opinión de que la clasificación del hombre americano
realizada por Alcide d'Orbigny no ha sido superada hasta la fecha. Compartimos
igualmente la opinión de este autor en el sentido de que la mencionada clasificación,
especialmente en lo referente a los pueblos indígenas de Bolivia, es incompleta.
45 Una división científica de la población de Bolivia en naciones, nacionalidades, tribus,
grupos etnográficos es esencial para el planteamiento de una solución al problema
nacional-colonial de nuestro país. Nosotros proponemos el cuadro provisional de la
página 20 [págs. 17-18 del original], que tiene la ventaja de terminar con la anarquía,
común a todos los países multinacionales, sobre la denominación de los pueblos. 23
46 Del examen de la población de Bolivia que hemos realizado en este Capítulo se puede
concluir que estamos en presencia de un país que tiene una especial estructura
demográfica, que tiene un ″intrincado problema humano″, que en suma Bolivia no es
un Estado Nacional, de acuerdo con el criterio que sustentamos sobre el concepto
histórico-económico de la nación, sino que es un Estado complejo, de composición
abigarrada desde el punto de vista nacional, un Estado compuesto de grupos
etnográficos, tribus, nacionalidades y una nación. En suma, un Estado de nacionalidades
o, más propiamente, un Estado multinacional.
84
***
1. La nacionalidad quechua
agricultura primitiva, ha estado sufriendo el empuje arrollador del blanco, que ha ido
adueñándose de sus tierras y campos de caza para someterlos a nuevas formas de
producción. El indígena se ha visto obligado a replegarse hacia tierras menos accesibles
y, por lo general, mucho más pobres, o se ha ido extinguiendo debido, entre otras
causas, a su inadaptación a las nuevas condiciones de vida y de trabajo que le han sido
impuestas por el colonizador, a la falta de inmunidad contra las enfermedades
importadas por éste, y en algunas regiones, a la acción constante del mestizaje. En
partes importantes de esta zona, el aborigen ha sido suplantado por el negro que, en
opinión del autor citado, se adapta mejor a las formas de trabajo moderno en las
regiones de la costa y del trópico. En la segunda zona, el blanco goza de hegemonía
económica y política, pero desde el punto de vista étnico representa escasa minoría,
pues la población, en su mayor parte, está compuesta de densos núcleos indígenas que
siguen hablando sus lenguas autóctonas y mantienen, en una situación de
estancamiento, sus formas tradicionales de organización económica y buen número de
sus rasgos e instituciones culturales. Parece que esta población está en vías de continuo
aumento y que la natalidad compensa, con ligero exceso, la disminución en la de la
primera zona... Naturalmente, en cifras absolutas, el aumento de la población indígena
continental es considerablemente menor que el del resto de la población. Como hace
observar Rosenblat, el crecimiento en el número de seres que pueden contarse en
nuestros días como constituyendo el elemento autóctono corresponde a una merma en
su integridad racial. El indio es cada vez menos indio y más mestizo″. Cabe formular las
siguientes observaciones:
1. La llamada ″zona nuclear″ en Bolivia está constituida por los quechuas y aymaras. No es una
novedad que la población aumenta.
2. La llamada ″zona periférica″ está constituida en Bolivia por los pueblos que oficialmente se
denominan ″selvícolas″: chiquitos, yuracarés, canichanas, etc. No es evidente que sea una
″zona de extinción″, pues los chiquitos, yuracarés, canichanas, etc., lejos de extinguirse,
aumentan. Esta teoría puede ser evidente en otros países americanos, pero no en Bolivia. Por
lo demás, constituye una formulación peligrosa en cuanto justifica la política de extinción
sustentada por el Gobierno boliviano y los imperialistas yanquis. Al parecer, Angel
Rosenblat, que nos merece el mayor respeto y admiración, ha formulado esta teoría
pretendiendo darle un carácter objetivo, general, inexorable; lo cual en materia demográfica
es muy relativo, pues olvida tener en cuenta la voluntad de supervivencia de los pueblos y la
aplicación de una política contraria a la actual. No de extinción, sino de salvación y de
desarrollo.
3. El aumento de población no indígena de Bolivia es considerablemente menor que el aumento
de la población indígena. Es decir, en Bolivia rige una ley demográfica totalmente contraria a
la que rige en el continente tomado en su totalidad.
4. El problema de la ″merma de la integridad racial″ y de que ″el indio es cada vez menos indio
y más mestizo″ no es ninguna novedad desde el punto de vista racista, del cruce de razas. En
nuestro criterio, suponer que los quechuas de hoy, por ejemplo, tengan la ″integridad racial″
de los quechuas del siglo XV sería un absurdo. Los quechuas son tan mestizos como los
bolivianos. Pero esto no quiere decir que formen una sola nacionalidad o una sola nación. La
nacionalidad quechua crece y se desarrolla como tal, así como la nación boliviana crece y se
desarrolla como tal nación boliviana.
colonizadores españoles y bolivianos que viven [en] las respectivas ciudades capitales
del departamento y en algunas aldeas de provincias.
67 II. ″La Lengua quechua es muy rica; responde por completo a la civilización del pueblo
que la hablaba y que la habla aún hoy″29. Existen impresas numerosas gramáticas y
diccionarios de este idioma, pero como se trata del idioma de una nacionalidad
oprimida que sufre infinidad de obstáculos para su desarrollo, no ha llegado siquiera a
tener un alfabeto propio y a consolidarse firmemente en la literatura. Existen Biblias y
otros libros en quechua con alfabeto latino. Es hablado no solamente por los quechuas,
sino también por una inmensa mayoría de los bolivianos que habitan en territorio
quechua [...]. [S]obre el problema lingüístico [...] nos remitiremos a una explicación
sacada de la observación real y directa del problema general para todo el territorio
donde conviven quechuas y bolivianos [sic]: los españoles, en su lucha por la
dominación de los pueblos indígenas, y los bolivianos, en la conquista de un mercado
interior y en la implantación del régimen feudal, en razón de que constituyeron y
constituyen una minoría, no han podido por regla general, pese a todos sus esfuerzos,
imponer el idioma castellano, sino que han tenido que aprender a través de múltiples
formas de convivencia el idioma quechua. Los quechuas, por su parte, en su lucha
contra la colonización y el saqueo de sus opresores españoles y bolivianos, así como en
su incipiente mercado interior y por el acceso a la cultura y a la técnica detentada por
los opresores, aprenden muchos de ellos el idioma castellano. De ahí que en las
ciudades bolivianas se hable también en idioma quechua y que entre la población
quechua se hable también en gran medida el idioma castellano. De este hecho,
aprovechando su posición dominante, las clases gobernantes bolivianas quieren sacar
partido a su favor, persiguiendo, ridiculizando, fomentando el odio contra el idioma
quechua y tratando de imponer el principio nacionalista y opresor de ″castellanizar″,
″bolivianizar″, ″nacionalizar″ o ″integrar″ a los quechuas y liquidar su idioma.
Naturalmente que tal objetivo, que expresa dramáticamente el problema de la opresión
nacional en Bolivia, no pasará de ser el deseo que acariciaron hace siglos los
colonizadores españoles y que hoy acarician los colonizadores yanquis en orden a
liquidar física y culturalmente al pueblo quechua, a la nacionalidad quechua. Nosotros
defendemos el idioma quechua que lucha por su libertad y que se transformará en la
nación quechua avanzada económica y culturalmente y con plena independencia
política. [...]. Los bolivianos tienen su propio idioma nacional, el castellano. Los
quechuas tienen su propio ″verbo nacional″, el quechua. Los aymarás tienen su propio
″verbo nacional″, el aymara [...]: idiomas mayoritarios en Bolivia frente al castellano; lo
natural y lo lógico es que no se los persiga, que no se los condene a la extinción [...] que
sigan su desarrollo y progreso natural hasta ser un día el ″verbo nacional″, la lengua
nacional de los quechuas y de los aymaras, en igualdad de condiciones con el idioma
castellano...
68 III. La economía de los quechuas es una economía agropecuaria atrasadísima, debido a
la usurpación de sus tierras por los bolivianos, que los convierten en siervos feudales.
Desarrollan una gran cantidad de actividades artesanales para satisfacer sus propias
necesidades y desarrollar un comercio muy activo. Los terratenientes bolivianos han
condenado a los quechuas a la condición de campesinos, prácticamente sin acceso
definitivo a otras actividades económicas. Como los bolivianos controlan además el
gran comercio y la industria del país, orientan su actividad en el sentido de convertir a
los quechuas en simples consumidores en su mercado nacional exclusivo, impidiendo
89
***
90
2. La nacionalidad aymara
87 I. El territorio de los aymaras fue respetado por los conquistadores quechuas. ″Si la
nación aymara hubiera sido poco numerosa, si ella no hubiera cubierto una gran
superficie, su lenguaje se hubiera mezclado al de los conquistadores, cuyo principio era
establecer la unidad idiomática en su Imperio; y no nos quedaría tal vez más que un
nombre para citar, como para machismos otros pueblos que se encuentran en los
relatos de los primeros historiadores de la Conquista. Pero siendo una de las más
numerosas y cubriendo toda la meseta andina desde el 15 al 20 grados de latitud sur,
esa nación pudo conservar su idioma hasta nuestros días. Actualmente el aymara se
habla no solamente en todos los lugares habitados por los indios, sino también en las
ciudades de La Paz y Oruro. Todos los descendientes de españoles lo conocen. El aymara
es, por consiguiente, la lengua más usada y natural en esos lugares. Unicamente los
extranjeros hablan el castellano″36.
88 El territorio aymará comprende varias provincias del departamento de La Paz,
principalmente, y de los departamentos de Oruro, Potosí y Cochabamba 37. Este
territorio se halla ocupado por el más importante núcleo de población boliviana que es
la ciudad de La Paz (300.000 habitantes, incluidos los aymaras que viven en esa capital).
89 II. ″La lengua aymara, por su riqueza, por sus combinaciones y por la variedad de sus
formas para expresar el mismo pensamiento, es muy semejante a la de los quechuas, es
elegante y poética, pero también una de las más duras del mundo... Un vigésimo de
ambas lenguas tienen el mismo origen, sobre todo aquellas que expresan ideas
religiosas. Por consiguiente, aunque hemos encontrado numerosas palabras cuya raíz
es diferente, creemos que la lengua aymara es la fuente de la lengua quechua, que la
influye por todos lados y que con el tiempo ha podido esta última modificarse. Esta
hipótesis estaría en relación con la posición geográfica de la meseta del Titicaca, donde
viven los aymaras y más aún con los monumentos de esa nación, que parecen ser el
punto central de la civilización primitiva. Podríamos preguntarnos también si la lengua
sagrada que los Incas transportaron de las orillas del Lago Titicaca al Cuzco y que
conservaron en su familia, no sería la lengua aymara″ 38.
90 De estas hipótesis y de otras similares, que a los quechuas y aymaras los tienen sin
cuidado, los políticos nacionalistas bolivianos sacan argumentos para su arsenal
regionalista.
91 Existen numerosas gramáticas y diccionarios aymaras. También conocemos algunos
catecismos. No obstante de que este idioma es hablado también por un gran número de
bolivianos y quechuas, por las mismas razones que hemos detallado al tratar la
nacionalidad quechua, es un idioma perseguido, ridiculizado y odiado por las clases
gobernantes bolivianas.
92 III. En términos generales, los aymaras tiene una economía semejante a la de los
quechuas, en razón de que estaban sometidos a igual régimen de opresión por los
españoles y sufrieron conjuntamente la misma suerte durante la República con la
usurpación de sus tierras y el reclutamiento de mano de obra barata por las empresas
mineras imperialistas.
93 IV. En cuanto a su fisonomía espiritual ″por el carácter, las facultades intelectuales, los
hábitos, las costumbres, los usos privados y sociales, la industria agrícola y
manufacturera y los vestidos, los aymaras se asemejan y se asemejan todavía en todo a
los quechuas, a los cuales, por otra parte, estaban sometidos″. 39
94
3. La nacionalidad Chiriguana
sometidos al régimen de las misiones jesuitas, como lo fueron sus antecesores guaraníes
del Paraguay, y vivieron durante siglos de la agricultura, del pastoreo, de la caza y de la
pesca. Los frailes que ingresaron, con carácter definitivo, a su territorio a fines del siglo
XIX, les han enseñado diversos oficios artesanales obligándolos a trabajar bajo el
régimen de las misiones. Los bolivianos, que ingresaron con posterioridad, les
usurparon sus mejores tierras estableciendo el sistema feudal de producción. Muchos
millares de chiriguanos fueron capturados y vendidos como esclavos a los caucheros del
Beni y a los grandes latifundistas y mineros bolivianos. Durante la insurrección
chiriguana de 1892, fueron tomados prisioneros varios millares y vendidos como
esclavos a los aristócratas de Sucre, para el servicio doméstico.
102 Se calcula que más de la mitad de la población chiriguana emigró a fines del siglo
pasado a los ingenios azucareros del norte de la República
103 Argentina. Muchos millares también fueron masacrados durante las llamadas ″guerras
chiriguanas″.42
104 c) Por su fisonomía espiritual. D'Orbigny da la siguiente característica de la fisonomía
espiritual de los chiriguanos: ″El carácter de los chiriguanos es una mezcla de soberbia
salvaje y ciega sumisión, cuando aceptan un principio. Los Incas y los antiguos
misioneros los han presentado como hombres terribles en el estado salvaje más
completo, comiéndose entre sí, cuando no tenían cautivos, viviendo sin abrigo, falsos,
inconstantes, sin palabra, sacrificando todo a sus intereses. La verdad es que son
hombres sensibles en su proceder, que reciben a los extranjeros con sincera
hospitalidad, buscando ser agradables en todo; pero no les place que se abuse de su
generosidad, sea violado el derecho de gentes, sea tratando de hacerles cambiar
costumbres que hacen su felicidad. No dudamos que se hubiera hecho de los
chiriguanos, como de los guaraníes del Paraguay, los neófitos mas ardientes, si se
hubieran mostrado justos con ellos. Consideramos a los chiriguanos hombres
reflexivos... que poseen costumbres completamente patriarcales″ 43.
105 ″Son poco belicosos por naturaleza y jamás atacan, pero su nación muy unida ha
mostrado, cada vez que se le ha obligado, que podía vencer sucesivamente a los Incas, a
los españoles y a los pueblos vecinos. (En este pasaje d'Orbigny evidentemente se
contradice, pues ya no los considera como ″tribu″, sino como ″nación″).
106 Y agrega d'Orbigny, refiriéndose conjuntamente a los pueblos de origen guaraní que
habitan en Bolivia (chiriguanos, guarayos y sirionós), en contraposición a los pueblos
guaraníes de otros países: ″Los guaraníes sometidos, casi esclavos de los colonos, del
Paraguay y de Corrientes, tienen un aspecto triste y abatido, la indiferencia pintada en
sus facciones y no muestran exteriormente ni pasiones ni vivacidad en el pensamiento.
Si los comparamos con los guarayos libres descubriremos en estos últimos un rostro
interesante, lleno de soberbia pero, a la vez, de dulzura, y su aspecto basta para notar la
presencia de hombres espirituales, mientras que los sirionós y los chirigunos tienen la
sober bia pero no la dulzura característica de los guarayos. Cada individuo de estas tres
tribus parece lleno de conciencia de su valor personal, mientras que, en las misiones, el
espíritu de servidumbre asfixia todo sentimiento de amor propio y dignidad″. 44
107 Este retrato de la fisonomía espiritual de los chiriguanos era correcto en el tiempo en
que se escribió, es decir en 1833, cuando esa nacionalidad era todavía libre.
108 Cuando fue sometida a sangre y fuego por los bolivianos a fines del siglo pasado, es
posible que ya no pudiera decirse lo mismo de aquellos chiriguanos que fueron
96
esclavizados en las caucheras, en las haciendas, en las minas, en los salones y en los
ingenios. Bernardino de Niño exclama con pesimismo:
109 ″Hoy parece que ya no es fácil una nueva sublevación por ser pocos y por estar el
territorio poblado de blancos que se han apoderado de los terrenos a título de
conquista y por compra hecha ante el Supremo Gobierno, pero no se resignan los indios
a permanecer servidores habiendo sido dueños de su casa y terruño, su altivez se ve
abatida por una fuerza superior y la mayoría sufre resignada en su suerte. Es por cierto
un hecho que el chiriguano de hoy no es el de otros tiempos, no es aquel que luchó con
tenacidad contra el soldado del ejército del Inca, contra el español y contra el mismo
soldado boliviano. Este cambio se ha verificado, diré nuevamente, por la pérdida del
territorio y su independencia, y en los esfuerzos repetidos con tesón extraordinario
sólo consiguieron agravar el mal, perder a los seres más queridos y sus haciendas. De a
buenas o de a malas han tenido que sujetarse a las leyes del Gobierno republicano que
ejerce su autoridad suprema aún sobre ellos″.
110 Pero no se crea que está apagado el fuego de la libertad chiriguana, y la demostración
más palpable de esto es el odio que siguen manteniendo contra ellos los latifundistas
bolivianos que, como los Incas, todavía los tratan con el adjetivo de ″salvajes″, para
justificar sus crímenes.
111 Precisamente hoy, en los pozos petrolíferos de las extensas concesiones otorgadas a los
imperialistas yanquis en esta región, se va formando un núcleo de proletariado
chiriguano junto al proletariado boliviano. Y estos trabajadores serán los que dirijan en
el futuro la lucha por la libertad definitiva de su pueblo.
112 d) Por su número. Sobre el número de chiriguanos existe la más completa anarquía de
informaciones. D'Orbigny los reduce a 18.966, de acuerdo con el censo de 1831.
Bernardino de Nino consigna 26.405 en 1912, y señala al mismo tiempo que la población
chiriguana en el siglo XIX ascendía a más de 200.000 individuos, que fueron
exterminados por las epidemias, el hambre, la captura y venta de esclavos y las
matanzas durante las guerras emprendidas por los gobiernos bolivianos contra ellos en
1875 y 1892. Cabe mencionar además la emigración masiva. En homenaje a este autor,
clásico de la ciencia etnográfica de nuestro país, aceptamos las cifras anotadas.
113 e) Por la existencia de tribus chiriguanas aún no incorporadas. Dentro del núcleo de la
nacionalidad chiriguana, y protegidas por ésta, viven algunas tribus no incorporadas
aún a esa nacionalidad. Bernardino de Nino cita a los izoseños, a los yanaiguas, a los
tobas y a los sirácuas o empelotos, cuyo idioma se desconoce hasta la fecha. 45
114 Por todas estas razones, porque poseen un territorio común mantenido desde hace
muchos siglos, porque poseen una lengua única, una economía propia y rasgos
espirituales e históricos bien diferenciados, es que nosotros consideramos a los
chiriguanos como una verdadera nacionalidad oprimida, cuya población actual
estimamos en no menos de 100.000 personas, si se toman en consideración las
estadísticas demográficas correspondientes a su territorio y a la circunstancia de que
los chiriguanos se hallan en lugares inaccesibles para los funcionarios de los censos.
Hay que tomar también en consideración el gran número de chiriguanos emigrados a la
República Argentina durante los últimos 5 años, de los cuales sólo un pequeño
porcentaje regresa al país.
97
115 Al mismo tiempo, estimamos que es una nacionalidad oprimida de un tipo especial, una
nacionalidad que ha sido y es atada con una saña y una violencia inigualables, una
nacionalidad que vive y lucha a pesar de todas las adversidades de su historia″.
4. La nacionalidad Chiquita
116 Al copiar la clasificación del hombre americano de d'Orbigny, hemos respetado todos
los nombres consignados para la rama chiquiteana, elaborada por el autor sobre la base
principal de la diferencia de idiomas.
117 Para nuestra clasificación, sin embargo, es necesario adoptar otro criterio, cuyos
elementos se hallan también en la obra de este insigne autor.
118 Primer elemento. ″Si la confusión que reina en los primeros historiadores acerca de los
nombres que se multiplican de los pueblos de la Provincia de Chiquitos, no permite
reconocer a aquellos que deben ser considerados como nación o como simple tribu, es
más difícil asignar todavía el lugar de su habitación″. 46 Y como este autor consideraba
″naciones″ a todos aquellos grupos que hablaran un idioma determinado, resultó que
vino a considerar como tales ″naciones″ aun a aquellos como los curucanecas o
curuminacas, cuyo número no pasaba de 100 a 50 individuos que hablaban todavía su
lengua propia, presumiblemente la lengua de la gens. Respetamos este criterio, porque
así se debe proceder en materia etnográfica, sin pasar por alto ninguna de las
complejidades de esta ciencia.
119 Segundo elemento. Como resultado del anterior criterio, d'Orbigny llegó a distinguir 11
″naciones″ en la rama chiquiteana, de las cuales sólo una de ellas, la chiquita,
representaba la inmensa mayoría, siendo más numerosa que todas las restantes
reunidas, con una cifra de 14.925 personas en esa época (1833). No conocemos el
número de chiquitos en la actualidad, pues estimamos que todo cálculo basado en las
estadísticas oficiales resulta reducido, porque nunca en Bolivia, desde los tiempos de las
misiones jesuitas, se han practicado censos con el criterio de conocer el número de
individuos de cada nacionalidad o tribu, ni la burocracia boliviana está en condiciones
materiales de realizarlos.
120 De los elementos anteriores concluimos que el peso específico de la población chiquita
es determinante para considerarla en la categoría de nacionalidad entre los grupos de
la rama chiquiteana.
121 I. El territorio de los chiquitos comprende todo el territorio de la rama chiquiteana.
″Sus límites son: al Norte, las colinas situadas al Septentrión del curso del Guaporé; al
Este, el río Paraguay; al Sur, las llanuras del Chaco y al Oeste, los bosques que se
prolongan hasta el río Grande″.47 Este territorio ha sido invadido por algunos bolivianos
sólo a fines del siglo XIX que se han establecido en él usurpando las mejores tierras de
los chiquitos y estableciendo algunas aldeas en medio de los núcleos de mayor
población indígena.
122 II. ″La lengua de los chiquitos es una de las más difundidas y completas de América. Se
distingue completamente de los otros idiomas del Chaco y del guaraní, y puede ser
considerada la única fuente de las lenguas de otras tribus de las mismas comarcas″ 48. A
este respecto quizá convendría también invertir la hipótesis de d'Orbigny y
preguntarse si la lengua chiquita no es más bien el resultado de la conjunción de las
98
lenguas de diversas tribus sobre la primitiva tribu chiquita mayoritaria, hipótesis que
parece haber sido la base del trabajo lingüístico de los misioneros jesuitas.
123 En el idioma de los chiquitos también se reflejó el peso específico de esta nacionalidad
frente al idioma de los otros grupos etnográficos chiquiteanos, y fueron los lingüistas
jesuitas quienes, tomando en consideración este hecho, aceleraron el desarrollo y
progreso del idioma chiquito. ″Para obtener la desaparición gradual de los diferentes
dialectos, se tomaban el cuidado de mezclar a los indios que los hablaban con la nación
dominante, de los chiquitos, exigiendo que las oraciones y todas las relaciones entre
ellos se efectuaran en dicho idioma. Se produjeron muchas alteraciones en las otras
lenguas, y si actualmente esas naciones todavía emplean sus dialectos en el seno de las
familias, ya empiezan a olvidarlos, como sucedió con muchas. Antes de medio siglo, no
existirá sino una lengua en esa misión, y el propósito de los jesuitas vendrá a realizarse
más de un siglo después de su expulsión. Humboldt aprueba este sistema introducido
por los jesuitas″.49
124 [...]
125 Nosotros consideramos que esta experiencia lingüística de los jesuitas es de
extraordinaria importancia. Fue realizada sobre la base del hecho concreto de existir
una mayoría abrumadora de chiquitos sobre otros grupos dispersos que hablaban
idiomas diferentes, presumiblemente del mismo origen chiquito o raíces antiguas del
idioma chiquito, y lo que se hizo no fue más que volcar el caudal de esos idiomas
hablados por pequeñísimos núcleos a su cause común, al grueso del idioma general del
territorio. Se perdieron muchas lenguas, es cierto; pero algún día tenían que perderse.
126 Los jesuitas en ningún momento se plantearon la tarea de liquidar el idioma chiquito,
sino por el contrario de desarrollarlo y extenderlo, de darle una gramática científica y
sentar las bases de la literatura chiquita. Las gramáticas y los diccionarios del idioma
chiquito son las mejores y más completas obras sobre un idioma americano. 50
127 Los jesuitas en ningún momento pretendieron imponer a los chiquitos el idioma
castellano o cualquier otro, sino que por el contrario afianzaron y divulgaron
solamente el idioma chiquito, basados en el respeto a los idiomas indígenas. Los
chiquitos en su totalidad aprendían a leer y a escribir en su propio idioma, y por esta
razón fundamental el analfabetismo fue exterminado en las misiones. Sobre esta base
de respeto a su idioma y de alfabetización previa en su propio idioma, los chiquitos más
estudiosos aprendían también voluntariamente el idioma castellano, a leer y escribir el
idioma castellano. Y otros más avanzados aprendían también el latín o el italiano u
otros idiomas.51
128 Tal criterio científico de los jesuitas, en lo que respecta al idioma chiquito, es
diametralmente opuesto a la política actual del Gobierno boliviano que tiende hacia el
exterminio total de esas lenguas y su reemplazo por el castellano o por el inglés...
129 III. En cuanto a su economía, los chiquitos fueron sometidos al régimen especial de las
misiones jesuíticas, régimen sobre el cual, desgraciadamente, no existe hasta hoy un
estudio crítico en Bolivia no obstante su extraordinaria importancia. Después de la
expulsión de los jesuitas en 1767, los chiquitos fueron sometidos a un sistema
combinado de opresión por otras misiones religiosas y por Gobernadores de la Corona
Española, sistema que es mantenido hasta hoy por los bolivianos sucesores de los
españoles.
99
130 El territorio de los chiquitos fue saqueado en el siglo XVII por los portugueses de San
Pablo (Brasil) que cazaban a los indígenas para venderlos en el mercado de esclavos de
esa ciudad; los españoles hacían lo mismo para venderlos en las minas. Con
posterioridad a la expulsión de los jesuitas, los españoles y bolivianos han ocupado su
territorio, apoderándose de las mejores tierras. Millares de chiquitos también fueron
vendidos, a fines del siglo XIX, a los caucheros del Beni. Estas son las razones por las
cuales la nacionalidad chiquita no ha podido desarrollarse y vive hoy oprimida por los
bolivianos llevando una vida miserable bajo el dominio de los terratenientes y de la
burocracia oficial boliviana.
131 Un testimonio especializado del mayor interés sobre la vida económica de los chiquitos
en el siglo XIX nos proporciona los siguientes pasajes fundamentales:
132 ″Están sujetos los naturales de Chiquitos a la pesadísima faena de un trabajo personal
de 3 días por semana al servicio del Estado... imposición enorme, enormísima, triple y
cuádruple de la que sufren los demás ciudadanos de Bolivia con riquezas y goces de vida
décuplos de los que disfrutan los naturales de Chiquitos (Pág. 316). El trabajo personal,
considerado generalmente, es un derecho FEUDAL, REPRESENTA AL BARÓN SEÑOR DEL FEUDO...
Ese andar y volver sin cesar (entre sus tierras y las del Estado) constituye a los chiquitos
en una nación que se parece más bien a unas hordas perpetuamente andantes que a
pueblos arraigados y organizados socialmente. Queda todavía una causa más que
concurre a hacer, no menos que las precedentes, ilusorio el trabajo personal... Esta
causa es la del sinnúmero de exenciones que DIVIDE LA NACIÓN EN DOS. En primer lugar, un
crecido número de familias, que son las relacionadas con los empleados de toda clase,
no presta ningún trabajo; siguen a éstos una peste de solfas (músicos), sacristanes,
criados, cocineros, pastores y otros semejantes zánganos que también andan exentos. Y
por último viene la chusma de los consejiles, con sus parientes, amigos, amigas y sus
respectivas familias (Pág. 319). La provincia es regida o más bien (mucho más vale
callar) por un Gobernador dependiente, de nombre del Prefecto de Santa Cruz... Cada
pueblo, sin embargo de ser los chuiquitos poco velludos, es trasquilado por un
Administrador, que suele ser un macollo del Gobernador... Viene, en séquito, un
enjambre de langostas o empleados consejiles, que forman un simulacro de Cabildo,
todo compuesto de indígenas... (Pág. 328). Prácticas jesuíticas, medidas de policía y
reglamentos inquisitorios que forman de Chiquitos tan pronto un monasterio como un
burdel... (Pág. 336). Se los ha obligado a vivir y a respirar como por contrabando (Pág.
319). Relegar una nación entera a la triste condición de una perpetua infancia...″ (Pág.
323).
133 Los pasajes citados tienen extraordinaria importancia por cuanto reflejan el carácter
feudal asumido por el Gobierno boliviano en cuanto a la propiedad de la tierra de los
chiquitos, a la división de las clases sociales y al sistema de opresión nacional.
134 IV- En cuanto a su fisonomía espiritual ″se destacan los chiquitos por su alegría
extrema, por su afición a la música y a la danza, por su bondad a toda prueba, su
sociabilidad, su hospitalidad... Su carácter consiste generalmente en un fondo de
bondad a toda prueba, son de gustos sociables, de constancia en las ideas... Por buenos
procedimientos puede obtenerse de ellos lo que se quiera. A primera vista inspiran
confianza, llevan la hospitalidad al extremo... En una palabra, son semejantes a niños
grandes, sin voluntad, dotados sin embargo de un juicio sano y de un espíritu natural
que se manifiesta a cada instante; pero también, como los niños, aman poco el trabajo;
librados a su escasa previsión no es raro que siempre estén expuestos a que les falte lo
100
5. La nacionalidad Moxa
136 D'Orbigny clasifica a la rama moxeña en 8 ″naciones″, clasificación que nosotros hemos
respetado en razón de que obedece principalmente a la diferencia de idiomas. Sin
embargo, conviene advertir que nosotros, de acuerdo a los principios que sustentamos
sobre el concepto de nación, nacionalidad y tribu, no podemos admitir esa
enumeración, ni podemos considerar a dichos pueblos como absolutamente iguales.
137 Tomando siempre como base los elementos proporcionados por el mismo autor, hemos
dividido a la rama moxeña en la siguiente forma:
138 Una nacionalidad principal: la nacionalidad moxa.
139 Siete nacionalidades pequeñas o grupos etnográficos: chapacuras, itomas, canichanas,
movimas, cayuvavas, pacaguaras e iténez.
140 Para esta clasificación hemos tomado en cuenta los siguientes elementos:
1. El mayor peso específico de la población moxa, que equivale a más del total de las otras
nacionalidades o grupos etnográficos reunidos (13.620), según el censo practicado por
D'Orbigny en 1831.
2. El hecho de haberse formado la nacionalidad moxa por la unión de muchas tribus, en
especial la de los baures y muchojeones.
149 IV. En cuanto a su fisonomía espiritual, no obstante la terrible explotación de que han
sido víctimas durante siglos, en especial por los bolivianos, los moxos mantienen como
ningún pueblo latente el espíritu de la libertad. Su historia llena de insurrecciones y de
luchas contra los dominadores les ha dado un carácter nacional muy acentuado, y su
arte musical, sus leyendas, su hermosa artesanía su naciente literatura y sus héroes
nacionales destacan la fortaleza del pueblo moxo.
150 Tales son las cinco principales nacionalidades de Bolivia. Dejamos constancia de que
nuestra clasificación del Capítulo I es susceptible de modificaciones de un día para otro.
Insistimos en que para estudiar los problemas de las naciones, nacionalidades, tribus y
grupos etnográficos nos guiamos por el principio de que no constituyen algo que exista
por sí mismo y fijo de una vez para siempre.
151 Cada una de las pequeñas nacionalidades, tribus y grupos etnográficos es merecedora
de un estudio especial que nosotros nos vemos privados de realizar en el presente
capítulo a fin de no hacer una exposición que pueda pecar de ″sistemática″, y, por esta
razón, procuraremos tratar de ellas en otros capítulos del presente trabajo, al tratar de
los diversos problemas de la opresión nacional y colonial, y porque consideramos que
ellas, al formar parte de la inmensa mayoría de la población indígena de Bolivia, se
hallan por nuestra parte plenamente garantizadas contra cualquier intento de olvido.
152 Especialmente importante es el estudio de los siguientes pueblos:
1. El pueblo Yuracaré. Conoció la impresión mientras los Incas y los demás pueblos americanos
la ignoraban por completo. Ultimamente se han descubierto nuevos núcleos de este pueblo
en la vertiente norte de la cordillera de Cochabamba, en las inexploradas regiones de la
Provincia de Carrasco. D'Orbigny, que admiraba a este pueblo como a ninguno, decía:
″Existen, hasta cierto punto, relaciones entre el carácter de los Yuracarés y el sistema de la
educación, que les son comunes″55.
2. El pueblo Guarayo. Pueblo magnífico de nuestra especial predilección. D'Orbigny decía de los
guarayos: ″Se descubre en ambos sexos un exterior casi europeo, aunque algo más macizo...;
no tememos afirmar que, de todos los Americanos que hemos visto, los guarayos son los que
más nos han impresionado por sus características físicas y morales... Presentan el tipo
bondadoso, afable, franco, honesto, hospitalario, con la soberbia del hombre libre que
contempla a los otros por encima del hombro, aun a los cristianos, porque los cree esclavos,
y porque estos últimos tienen vicios desconocidos por ellos, como el robo y el adulterio″ 56.
3. El pueblo Moré. Es el mismo pueblo Iténez de nuestro cuadro del Capítulo I; aceptamos esta
nueva denominación porque está más divulgada hoy. D'Orbigny dice de este pueblo: ″Han
preferido dejarse diezmar durante un siglo, a someterse al celo religioso de los jesuitas o al
yugo de los españoles. Siguen siendo hoy lo que eran en la época del descubrimiento y deben
el mantenimiento de su independencia a la unión que reina entre ellos″ 57. Conviene agregar
que este formidable pueblo tampoco se ha sometido al yugo de los bolivianos. Recientemente
una comisión de caciques mores viajó a la ciudad de La Paz y obtuvo la dictación de la
Resolución Ministerial No. 384/54 por la cual se consolidan los límites territoriales de este
pueblo y se prohibe el ingreso de elementos extraños. Los indígenas morés que habían sido
dispersados por los bolivianos en el Departamento del Beni o que habían huido al Brasil, han
retornado a su territorio. De ellos tienen que aprender los bolivianos mucho de patriotismo.
Son los únicos que izan la bandera de Bolivia frente a la Fortaleza do Príncipe de Beira.
153 Tenemos la plena seguridad de que un estudio particular y detallado de cada uno de los
pueblos de Bolivia, de acuerdo con los principios que sustentamos en la presente Tesis,
tendrá que realizarse a breve plazo [...] Presumiblemente tal estudio tendrá por ahora
103
NOTAS
2. Nosotros empleamos para nuestro trabajo la traducción castellana publicada por Editorial
Futuro (Buenos Aires, 1944).
3. Alcidcs D'Orbigny. El Hombre Americano. Buenos Aires, 1944. Págs.177 y 118. No hay una edición
hecha en Bolivia(¡)
4. No obstante de que d'Orbigny recibió la ciudadanía boliviana durante el Gobierno del Mariscal
Santa Cruz. Es muy interesante también este dato que proporciona el señor Fabián Vaca Cháves:
″Muerto ya d'Orbigny, su viuda ofreció a Bolivia, primero que a su patria, los documentos
manuscritos y colecciones que dejara el gran sabio. El gobierno boliviano de entonces contesta
que el país no tenia dinero para hacer esos gastos″ (A d'Orbigny. Descripción de Bolivia. La Paz 1946
Pag.6).
5. Alcide d'Orbigny. Ob. cit. Pág. 38. En el presente cuadro se han suprimido las sumas por ramas
y por individuos de cada rama.
6. Alcide d'Orbigny. Ob. cit. Pág. 39.
7. Idem. Ob. cit. Pág. 39.
8. Idem. Ob. cit. Pág. 29.
9. Alejandro Lipschüts. El indoameriamismo y el problema racial en las Americas. Santiago de Chile,
1944. Pág. 55.
10. Academia de Ciencias de la U.R.S.S. Instituto de Filosofía. El Materialismo Histórico. Redacción
general de F.V. Konstantinov. Editorial Grijaldo S.A. México D.F. 1957. Pág 243.
11. Academia de Ciencias de la U.R.S.S. Pág. 245.
12. Academia de Ciencias de la U.R.S.S. Ob. cit. Págs. 242 y 243.
13. Alcide d'Orbigny. Ob. cit. Pág. 31.
14. ″Informe Keenleyside″. La Razón, La Paz, 19 de agosto de 1951. Pág. 3.
15. De cómo se ha solucionado este problema en la Unión Soviética, nos da un interesante
testimonio el escritor norteamericano Corliss Lamont en su libro Los pueblos de la Unión Soviética
(Editorial ″Claridad″. Buenos Aires, 1947): ″La política soviética de las minorías se remonta a los
primeros días de la Revolución Comunista y fue enunciada por primera vez por el Gobierno
Soviético el 15 de noviembre de 1917, poco más de una semana después de su llegada al poder. En
ese tiempo fue formulada con las firmas de Lenin, como Primer Ministro, y Stalin, como
Comisario, para las Nacionalidades la ″DECLARACIÓN DE LOS DERECHOS DE LOS PUEBLOS DE RUSIA ″. Esta
declaración de emancipación de las minorías soviéticas prometió que el nuevo régimen
sostendría los cuatro siguientes principios básicos: ″ LA IGUALDAD Y LA SOBERANÍA DE LOS PUEBLOS DE
RUSIA; EL DERECHO DE LOS PUEBLOS DE RUSIA A LA LIBRE AUTODETERMINACIÓN, INCLUSO HASTA EL GRADO DE
SEPARACIÓN, Y LA FORMACIÓN DE ESTADOS INDEPENDIENTES; LA ABOLICIÓN DE TODOS LOS PRIVILEGIOS Y
RESTRICCIONES NACIONALES Y EL LIBRE DESARROLLO DE LAS MINORÍAS NACIONALES Y LOS GRUPOS ETNOGRÁFICOS
QUE HABITAN EN RUSIA″. En su debida oportunidad, Lenin y sus camaradas idearon para el nuevo
régimen el título oficial de Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas, abreviado como U.R.S.S.
Y este nombre en sí encerraba en parte las implicaciones de la política soviética hacia los pueblos
minoritarios. (Soviet es simplemente el vocablo ruso que significa ″Consejo″, mientras que
104
″Socialista″ se refiere al nuevo sistema económico-social del país). Adviertan que la palabra
″Rusia″ fue omitida enteramente. La razón para esto fue que el gobierno soviético quiso dejar
sentado que las numerosa razas y nacionalidades del antiguo imperio de los zares se hallarían en
una base de igualdad y libertad en el Estado Socialista y que en modo alguno se sentirían
subordinadas como en los antiguos tiempos del zarismo, a la gran mayoría rusa. Al mismo
tiempo, los Soviets, siguiendo el principio federativo, como en los EE.UU., dejaron la puerta
abierta para las nuevas repúblicas que quisieran incorporarse a la Unión, lo mismo que nuevos
Estados se han incorporado a los EE.UU.″.
La Unión Soviética es un Estado socialista federativo multinacional integrado por más de 100
naciones y nacionalidades, organizadas actualmente en 15 Repúblicas federadas, 17 Repúblicas
autónomas, 9 Regiones autónomas y comarcas nacionales.
16. Nada se ha escrito sobre la tragedia de los negros de Bolivia que habitan principalmente en
las provincias de Yungas, La Paz, explotados por los grandes terratenientes productores de coca.
El Programa Agrario (Inédito) aprobado por la Cuarta Conferencia del Partido Comunista de
Bolivia celebrada en 1953, incluyó las siguientes reivindicaciones: ″Liquidación definitiva del
esclavismo en los cocales″; ″Defensa y organización de la población negra″.
17. Véase Apéndice No. 4 ″Algunos capítulos de la historia de la nación boliviana″.
18. Una interesante monografía sobre este grupo etnográfico es la de Jean Vellard ″El problema
Uru″, publicado en la Revista Kollasuyo. La Paz, julio-septiembre de 1951. La película documental
de Bolivia Films ″Los Urus″, realizada en 1950, es también de mucho interés.
19. Véase Jorge Ruiz y Augusto Roca, ″Los Chipayas″, artículo publicado en KHANA (Revista
Municipal de Arte y Letras). Vol. III, Nos. 11 y 12. La Paz, octubre de 1955. En este mismo volumen
se publican también otros estudios y documentos sobre los grupos uru y chipaya. Los señores
Ruiz y Roca son, además, los realizadores de la maravillosa película en colores de largo metraje
″VUELVE SEBASTIANA″, basada en la vida y costumbres de los chipayas, filmada en su propio
territorio, y que refleja muy bien sus luchas contra los usurpadores de sus tierras, los aymaras.
Los ″artistas″ de esta película son todos chipayas. Mientras los bolivianos no han producido
todavía un solo artista cinematográfico, los chipayas ″primitivos″ ya tienen varios.
20. Gustavo Adolfo Otero. Figura y Carácter del Indio. Barcelona. Editorial Helios, 1935. Pág. 48.
21. Ministerio de Hacienda y Estadística. Dirección General de Estadística y Censos. Resultados
generales del censo de población de la República de Bolivia, levantado el 5 de septiembre de 1950. La Paz,
1951. Págs. 28-30.
22. Nosotros rechazamos la denominación de ″selvícola″, porque además de no corresponder a un
criterio científico, es sinónima de ″salvaje″ en la terminología oficial boliviana, que considera
salvajes a todos los que no son bolivianos o ″blancos″.
23. El escritor norteamericano Corliss Lamont nos explica cómo se ha resuelto este problema en
la Unión Soviética: ″Los Soviets han insistido en dar a estos pueblos (a los pueblos de la U.R.S.S.)
sus nombres exactos y esto ha tenido como resultado que en la mayor parte de los casos se les
aplique designaciones nuevas. En algunos casos, los nombres antiguos eran francamente
insultantes, como en lo que respecta a los neutsis que antes eran llamados samoyedos, que
significa ″gentes que se devoran unas a otras″. Por lo común, el nombre correcto para cada grupo,
como en el caso de los netsis, es simplemente la palabra nativa para ″hombres″ o ″pueblo″ (Los
pueblos de la Unión Sociética. Buenos Aires, 1947).
Hace más de un siglo d'Orbigny clasificó y denominó a los pueblos indígenas de Bolivia con este
mismo criterio. Pero todavía hoy los ″científicos″ bolivianos les siguen dando nombres
insultantes y ridículos, como ″guatoses″, ″chulupis″, etc. Creemos, sin embargo, que el problema
de la denominación correcta de los pueblos de Bolivia sólo podrá solucionarse definitivamente en
el régimen socialista, cuando se haya puesto fin a la política de opresión nascional y colonial.
24. V. Lenín. Obras Escogidas. Ediciones en Lenguas Extranjeras. Moscú, 1941. Tomo II. Pág. 241.
105
25. Véase Apéndice No. 5: ″Esbozo para una historia de las luchas agrarionacionales de Bolivia″.
En la presente Tesis y en los apéndices hacen también numerosas referencias a este problema.
26. ″El Estado nacional es regla y 'norma' del capitalismo; el Estado abigarrado en sentido
nacional es atraso o excepción″. V. Lenin. Obras Escogidas. Ediciones en Lenguas Extranjeras.
Moscú 1941. Tomo II. Pág. 245.
27. Oficina Internacional del Trabajo. Poblaciones Indígenas. Ginebra, 1953. Págs. 31, 32 y 33.
28. Véase el Mapa de Lenguas Indígenas de Bolivia de la Monografía Estadística de Bolivia de Mario
Arze Vargas. La Paz, 1945.
29. A. d'Orbigny. El Hombre Americano, Pág. 165.
30. A. d'Orbigny, El Hombre Americano. Págs. 168-9.
31. Mario Arce Vargas. Monografía Estadística Indígena de Bolivia. La Paz, 1954.
32. Gustavo Adolfo Otero. Figura y Carácter del Indio. Editorial Helios, Barcelona, 1935 (?). Págs.
52-4.
33. En un latifundio de la provincia de Ayopaya tuvimos la oportunidad de estudiar en 1953 el
sistema de convivencia de quechuas, aymaras y mosetenes. El sindicato campesino que había
tomado a su cargo la administración del latifundio estaba formado por aymaras y quechuas
exclusivamente, que en las reuniones empleaban sus respectivos idiomas, entondidos por todos.
También se empleaba el idioma castellano. Los latifundistas trataron de romper la unidad
sindical inventando intrigas contra los aymaras que tenían la mayoría en la directiva, pero sus
intentos fueron desenmascarados y derrotados.
34. J. Estalin EL problema nacional y colonial. Editorial Lautaro. Buenos Aires, 1946. Pág. 12.
35. Corliss Lamont en su libro Los pueblos de la Unión Soviética (Editorial CLARIDAD. Buenos aires
1947), nos ilustra sobre la forma en que en dicho país se ha solucionado el problema de las
minorías nacionales: ″Muchas de las minorías que se hallan dentro de otras minorías están
organizadas en soviet especiales, por aldeas o pequeña región. Así, por ejemplo, la república rusa
además de las principales subdivisiones, tiene más de 150 regiones nacionales y más de 3.000
soviet nacionales de aldea. En la Ucrania hay igualmente un gran número de regiones nacionales
y soviet de aldea, establecidos sobre una base étnica, incluso grandes rusos, bielorrusos,
moldavios, griegos, judíos, búlgaros, checos y polacos. Estos soviet nacionales de aldea y de
región no se hallan representados como tales en el soviet de las nacionalidades o ningún otro
cuerpo legislativo. Dentro de los límites de este mundo soviético, hay 177 razas, nacionalidades y
tribus distintas que hablan unos 125 lenguajes y dialectos diferentes y practican nada menos que
40 religiones distintas. Sólo 95 de estos grupos, sin embargo, alcanzan una cifra superior a 10.000
y éstos no constituyen más que una pequeña fracción del total de la población soviética, 202
millones, tal como fue calculada en julio de 1941. 44 son mencionados oficialmente en la
constitución soviética y 54 tienen sus propios territorios autónomos de una u otra espacie″.
Véase, además, nuestro Apéndice No. 6 ″La Unión Soviética, Estado Socialista federativo
multinacional″.
36. A. d'Orbigny. El Hombre Americano. Pág. 181
37. Véase Mario Arce Vargas. Ob. Cit.
38. A. D'Orbigny El Hombre Americano. Pág. 190.
39. A. D'Orbigny El hombre Americano. Pág. 190.
40. A. d'Orbigny. El Hombre Americano. Pág. 367.
41. A. d'Orbigny. El Hombre Americano. Pág. 402.
42. Véase el merituado libro Etnografía Chiriguana (La Paz, 1951) de Bernardino de Nino, obra
maestra, no obstante su carácter religioso, de consulta indispensable para el estudio de este
pueblo.
43. A. d'Orbigny. El Hombre Americano, pág. 404.
44. A. d'Orbigny. El Hombre Americano. Pág. 384.
106
45. Con respecto a los tobas, cabe decir que no son una sola tribu, sino varias. Bernardino de Nino
expresa que ″en la guerra de 1875, todos los chiriguanos de Cuevo-Ibo y Hancaya, unidos a los
alevosos tobas y guiados por el gran cacique Carone, que perdió la vida en el torrente de Baecua,
frente al pueblo de Igüembé, se levantaron como un solo hombre para anonadar a todos los
blancos de la comarca... En estas críticas circunstancias, el intrépido Subprefecto de la Provincia
de Azero, D. Antonio Menduiña, con los nacionales de Monteagudo, San Juan del Piray, Huacareta
e Ingre, voló a la región Igüembé y con dicha gente derrotó a la innumerable y feroz hueste,
reduciéndola enseguida a la impotencia con la matanza de Caipipendi. Cuevo pertenecía por ley
desde mucho antes de la Independencia y perteneció también, desde la derrota de los bárbaros
por derecho de conquista, al Departamento de Chuquisaca, pero la representación cruceña ha
reclamado constantemente la región de Cuevo e Ibo como parte integrante del territorio de Santa
Cruz″.
46. A. d'Orbigny. El Hombre Americano. Pág. 298.
47. A. d'Orbigny. El Hombre Americano. Pág. 297
48. A. d'Orbigny. El Hombre Americano. Pág. 315
49. A. d'Orbigny. Viaje a la América Meridional. Editorial Futuro. Buenos Aires, 1945. Tomo III. Pág.
1153. La frase final que en el original aparece en forma de cita, debe decir: ″Humboldt. Relación
Histórica, T. VIII p. 65, aprueba este sistema introducido por los jesuitas″.
50. A. d'Orbigny. El Hombre Americano. Pág. 315.
51. José Esteban Grandona en su ″Descripción Sinóptica de la Provincia de Chiquitos. 1833″
(Revista Universidad San Francisco Xavier. Enero-diciembre 1942. Tomo XI Nos. 27 y 28. Sucre.
Bolivia, expresa: ″No desconfían nada los chiquitos de los que estudian y aprenden a leer y
escribir y por consiguiente a hablar en castellano. En lo general no saben este idioma, ni lo
hablan; pero todos lo entienden y se esfuerzan a decir en él las cosas más necesarias y usuales.
Sin embargo, hay algunos viejos de aquellos aún que fueron enseñados por los jesuitas y uno que
otro joven de los que han hecho algún viaje fuera de la provincia que hablan, leen y escriben
regularmente y traducen del uno al otro idioma con mucha precisión. En la lengua del país hay
mayor número de individuos que saben leer y escribir, cosa que se enseñan entre ellos y que
hacen con bastante expedición y facilidad, por ser la lengua chiquita muy rica en vocablos″ (Pág.
298) [...] el único camino seguro para la liquidación del analfabetismo en nuestro país -añade
Ovando en esta cita- es el empleo de los idiomas nacionales [...] ″Se enseñan entre ellos a leer y
escribir en la lengua del país″. ¡Qué grandioso programa educativo encierra este concepto! ¡Qué
poderosa palanca para levantar hacia el progreso y la libertad a todas las nacionalidades de
nuestra patria!
52. A. D'Orbigny. EL Hombre Americano. Pág. 316.
53. A. D'Orbigny. Viaje a la América Meridional. Tomo IV. Pág. 1446.
54. A. d'Orbigny. El Hombre Americano. Pág. 349
55. A. d'Orbigny. El Hombre Americano. Pág. 209.
56. Idem. Págs. 397-8.
57. Idem. Pág. 361.
107
1 Alcide Dessalines d’Orbigny nació en Coueron, Francia, el año de 1802. Su padre fue un
médico amante de la Historia Natural. Su formación científica la hizo en el famoso
Museo de Historia Natural de París que, aún ahora, imparte enseñanza del rango
universitario en determinadas especialidades. Fue más zoólogo y geólogo que botánico,
aunque en esos tiempos los naturalistas no eran muy especializados y los dominios de
las Ciencias Naturales, sobre todo en la Sistemática Animal y Vegetal, no eran tan
extensos como hoy. Desde muy joven se destacó por su capacidad y preparación
haciéndose acreedor a la estimación y trato de los grandes naturalistas de entonces
como Alexander Humboldt, Georges Cuvier, Brogniart, Blainville y otros.
2 En noviembre de 1825, cuando apenas contaba 23 años, el Museo de Historia Natural le
confió la misión de explorar y estudiar la geología, la fauna, la flora y las razas humanas
de la parte meridional de la América del Sur. Se embarcó en Brest el 29 de julio de 1826,
se detuvo en Tenerife, Río de Janeiro y Montevideo, para llegar luego a Buenos Aires. De
la Argentina pasó a Chile y después al Perú y Bolivia. Se ha dicho que fue para la
porción meridional de Sud América lo que fue Humboldt para los países equinocciales
del mismo Continente. Fue un minucioso observador que no dejó de anotar lo que era
necesario conservar para sus futuras publicaciones ni mostró negligencia para
coleccionar las muestras más salientes de minerales, fósiles, plantas, animales y
vestimentas o artefactos humanos dentro de las posibilidades de transporte que tuvo a
su disposición. Fue un viajero infatigable que recorrió distancias que aún ahora serían
enormes para una sola vida con un coraje y una resignación admirables. Su fino trato le
creó por todas partes el afecto de cuantos le conocieron. Fue rodeado de las mayores
atenciones y se le prestó toda la colaboración de la que era necesario rodearle. Por el
espacio de ocho años vivió en contacto de la naturaleza más atrayente y exótica en los
lugares más alejados y pintorescos del Brasil, Uruguay, Argentina, Chile, Perú y Bolivia.
En ninguno de los otros países permaneció tanto tiempo como en Bolivia, donde dejó
muy gratos recuerdos y donde recibió una valiosa ayuda del Gobierno y de los buenos
habitantes que halló a su paso. Permaneció en Bolivia por más de tres años atraído
108
Siempre en marzo, navegó el río Iténez, pasando por el Forte do Principe de Beira,
hasta descansar después en las aguas del Mamoré. Al comenzar a ascender este gran
río, descubrió la hermosa palmera con raíces zancos que fue bautizada con el nombre
de Iriartea Orbignyana por Martius. El 1 de abril de 1832, llegó a Misión de Exaltación de
La Cruz. Prosiguiendo el viaje pasó por las Misiones de Santa Ana de Mojos, San Pedro y
San Francisco Javier. El 22 de abril entró por al río Ivari a la Misión de Trinidad de
Mojos, hoy capital del Beni. En mayo, visitó la Misión de Loreto, y siempre remontando
el Mamoré encontró la desembocadura del río Chapare. Navegó los ríos Chapare y Coni
y permaneció algún tiempo entre los Yuracarés. Salió de las Tierras de los Yuracarés
por tierra atravesando un camino terriblermente difícil por los Yungas de La Palma, el
Río San Mateo, Yurajmayu, Río Ronco, Colomi y Cochabamba. Desde Cochabamba inició
su espectacular viaje a través de comarcas desconocidas para buscar un nuevo camino a
Mojos, impresionado por las condiciones tan intransitables del camino que acababa de
hacer para salir de Mojos. Salió de Cochabamba el 2 de junio de 1832 por Tiquipaya
acompañado por un religioso franciscano, el señor Tudela, que debía recibir las
instrucciones para la apertura del nuevo camino; el mestizo Amito, que hablaba
yuracaré, y varios mozos. Este viaje fue muy penoso a través de barrancos
infranqueables y torrentes fuertes. Encontró después del pequeño rancherío de
Tutulima, el río Altamachi y luego varios ríos desconocidos a los que puso los nombres
del río del Mal Paso, río de las Peñas y río del Oro. En este último halló una pepita de
oro y recalcó la riqueza que contenía. El 18 de julio llegó nuevamente a los dominios de
los Yuracarés con la ayuda de los cuales hizo construir una gran canoa de un secular
árbol de unos 8 metros de circunferencia, y distante un cuarto de legua río Moleto, que
luego bajó hasta su encuentro con el Icho para formar el río Sicuri que hoy debe
llamarse d’Orbigny. A este punto llegó el 1 de agosto. Finalmente, el 11 de agosto
entraba en el gran Mamoré a los 42 días de su salida por Cochabamba y después de
haber atravesado sin camino las partes más inaccesibles de la cordillera y ríos
tormentosos, saltando de roca en roca, colgándose por lianas para vencer diversos
accidentes, herido una vez con golpe de hacha en su rodilla, con el otro pie lucsado,
hasta llegar a poblaciones de los Yuracarés, casi sin calzado y con los pies hinchados en
compañía de su gente totalmente desmoralizada. Al encontrar la salida al Mamoré
había resuelto el problema de un mejor camino a Mojos, que infelizmente no se
construyó. D’Orbigny creyó que con esta penosa expedición y el rumbeo de una nueva y
mejor entrada al Beni, había retribuido en parte la ayuda que el Gobierno de Bolivia le
prestaba.
6 Ya con nostalgia de su patria, d’Orbigny quería salir de Mojos, y así, el 15 de agosto dejó
Trinidad dirigiéndose por tierra a Loreto para embarcarse de arribada en el Mamoré
con dirección a Santa Cruz, donde llegó en diciembre. El 17 de diciembre salió de Santa
Cruz por el mismo camino que siguiera desde Cochabamba, dos años antes, llegando en
seis días a Samaipata debido a la estación lluviosa. En Samaipata visitó lo que hoy se
llama ″El Fuerte″ o cerro esculpido del tiempo de los incas que d’Orbigny describe
detalladamente admirando su conservación perfecta después de tres o cuatro siglos,
conservación que ha sido mellada en los últimos años por los obreros de la construcción
del camino asfaltado a Santa Cruz, quienes han grabado sus anónimos nombres en los
blandos asperones que resistieron la intemperie secular para mostrarnos esa grandiosa
obra incaica que no hemos sido capaces de respetar ni menos conservarla a pesar de
haber sido declarada irónicamente ″Monumento Nacional″. Salió d’Orbigny de
Samaipata el 25 de noviembre de 1832 y llegó el mismo día a la ciudad de Jesús de Valle
110
Grande después de trasmontar las tres cuestas de Samaipata, Limón y San Blas. El 5 de
diciembre continuó hacia Río Grande por Pucará, y después de vadear este río subió por
Pampa Ruiz, Nuevo Mundo y Pezcado (Villa Serrano) en dirección de Tomina. De
Tomina prosiguió a Tarabuco por Tacopaya y luego a Yamparáez, para llegar
finalmente a la capital de Bolivia, Chuquisaca o Sucre, donde permaneció más de dos
meses. En Sucre tenía que verlo al Presidente Santa Cruz, que había partido para Cobija,
y así lo esperó allí. De Sucre salió el 10 de marzo de 1833 guiado por el médico francés
Torally, a quien conoció en esta ciudad, con destino a Potosí. Llegó a Potosí el 15 de
marzo, y después de varios días de visita a este fabuloso distrito minero continuó el 28
de marzo en dirección de Oruro por Yocalla, Tola Palca, Villca Pugio, Cóndor Apacheta,
Venta y Medio y Sora Sora. Del 5 al 13 de abril, d’Orbigny viajó a Carangas para hacer
un reconocimiento de su geología y estudiar su flora, fauna y poblaciones nativas. El 15
de abril tomó el camino a La Paz pasando Caracollo, Sicasica, Calamarca y Viacha. Del 4
al 13 de junio se dedicó a visitar Tihuanacu y el lago Chucuito (Titicaca Menor). No pudo
entrar a la Isla de Titicaca o Isla del Sol, porque se sintió postrado con una residiva [sic]
de las fiebres intermitentes que le afligieron en Mojos y Chiquitos. Después de este
viaje, regresó a La Paz para salir luego definitivamente de Bolivia por Tacna y Arica. Se
embarcó en Valparaíso para Europa, el 25 de julio de 1833 a bordo del Philantrope de
Burdeos. Antes de dejar Bolivia, d’Orbigny escribía lo siguiente: ″Abondoné Bolivia
después de haberla recorrido en todos sentidos durante rúas de tres años. Traía de esta
hermosa y rica parte del continente americano no solamente una inmensa cantidad de
materiales de todas clases, indicados para hacerla conocer desde diferentes puntos de
vista, sino también el más vivo reconocimiento hacia su Gobierno y hacia sus
habitantes, de los cuales no había recibido más que favores y las pruebas más delicadas
de estima y hospitalidad″. En efecto, d’Orbigny, más que ningún explorador extranjero
o boliviano, ha recorrido en más de tres años todo lo más bello, rico y peligrosamente
inaccesible de nuestro accidentado territorio, porque debe recordarse también que
exploró detenidamente la Provincia de Caupolicán. Su itinerario de viaje es pues el más
vasto conocido, y la información geográfica que ha llegado al Mundo y a Bolivia
continúa siendo una fuente inagotable de datos verídicos sobre nuestra realidad física y
humana, aunque la obra fundamental de d’Orbigny para Bolivia, Voyage dans l’Amérique
Meridional, a pesar de existir también traducida al castellano, casi no figura en nuestras
bibliotecas y así la gente corriente y aun la intelectual, sigue atribuyendo al naturalista
francés todo género de dichos exagerados sobre nuestra riqueza. D’Orbigny ha sido uno
de los pocos exploradores científicos, que no ha denigrado a nuestro país, aunque
hubiesen existido razones justificadas para hacerlo, y más que exagerar nuestras
riquezas lo que más admiró fue la belleza de muchos parajes que tuvo la dicha de
visitar. En el libro Bolivie del Ing. Breson, hay la siguiente frase de d’Orbigny transcrita:
″Si la tradition a perdu, la memoire de lieu ou a eté placé, le Paradis, le voyageur qui
parcour la Bolivie, peut s’exclamer: c’est ici le Eden Perdu″.
7 Por el itinerario de los viajes de d’Orbigny en Bolivia, que resumimos más arriba, puede
colegirse que si bien él no era botánico, como explorador naturalista, recogió bastantes
plantas que en su mayoría tenían que ser naturalmente especies nuevas. Basta recordar
el gran número de plantas dedicadas a él, como Orbignia phalerata de Martius o Palmera
Cusi, Iriatea Orbigniana Mart, Solanum boliviense Dun, etc.
8 D’Orbigny al igual que Haenke, descubrió algunas plantas notables que por falta de una
publicidad oportuna o un estudio más detenido son atribuidas en su primer encuentro a
111
otras personas. Así, por ejemplo, lo que hoy es la Puya Raymondi Harms es atribuida al
naturalista italiano Raimondi en su descubrimiento porque éste la publicó sin diagnosis
latina por primera vez [en] el ″El Perú″, Tomo I, en 1874, bajo el nombre de Pourretia
gigantesa. Sin embargo, cuando uno lee en Voyage dans l’Amérique Meridional, que
seguramente ha pasado desapercibido para Raimondi y otros la siguiente relación, se da
cuenta que d’Orbigny vio ya la Puya Raimondi en Bolivia el 24 de octubre de 1830, es
decir varios años antes de que Raimondi en el Perú: ″Las colinas están cubiertas de
rebaños de ovejas, y las orillas de los lagos de vacunos. Busqué en vano algunos árboles
cuando a lo lejos creí ver una palmera de tronco esbelto. Estaba tanto más asombrado
cuanto esas hermosas plantas no crecen en las regiones elevadas. Me acerqué y
reconocí una magnífica especie de agave. Su tronco delgado de dos a tres metros de alto
estaba coronado de un conjunto de numerosas hojas largas y puntiagudas, y formando
una bola de aspecto muy pintoresco″. No cabe la menor duda de que d’Orbigny estuvo
frente a un ejemplar de la Puya Raimondi sin flores. Nosotros hemos visto hacen unos
dos meses en esas mismas regiones de las Lagunas de Vacas una pendiente cordillerana
con centenares de ejemplares de Puya Raimondi con sus hojas formando ″bolas
pintorescas″, como indica d’Orbigny.
9 A propósito de este descubrimiento de d’Orbigny, que hasta ahora nadie lo ha
publicado, queremos puntualizar otro hecho que se relaciona con el descubrimiento de
la hermosa Begonia Veitchii Hook. f., que por la literatura conocida hasta ahora se debió
al explorador inglés de plantas ornamentales Richard Pearce, quien habría enviado sus
tubérculos a Inglaterra en 1865 cuando viajaba por cuenta de la Casa J. Veitch & Son.
Sin embargo, cuando revisamos la ″Introducción″ a la Historia Natural de la Provincia de
Cochabamba de Tadeo Haenke, en el capítulo de las plantas medicinales encontramos,
bajo el N° 31, la siguiente referencia: ″Lo que aquí se remite es la ‘begonia anenumoides’
de hojas redondas, y la única especie que fuera de las montañas de los Andes se hallan
en este reyno, a las faldas de la misma cordillera, en un temperamento frío y áspero. Su
raíz es una papa perenne de carne jugosa y colorada, sumamente irregular y variable en
su figura con una superficie áspera y escabrosa. Su flor, hermosa y rosada, excede en
tamaño todas las conocidas de este género y se asemeja a primera vista a las de los
ranúnculos y anémones″... Como se ve, Haenke ya describió esta begonia que ha dado su
germoplasma a un gran número de variedades híbridas hoy conocidas, aunque sin las
formalidades que rigen las reglas de la nomenclatura botánica. Haenke, un latinista más
eximio que Hooker hijo, habría escrito una magnífica descripción latina para su
publicación. Hooker hijo, al describir Begonia Veitchii en 1868, dedicada a la Firma
Veitchii, no conocía, pues, la Historia Natural de la Provincia de Cochabamba, escrita por
Haenke en 1798, porque así no habría hecho sino revalidar el nombre propuesto por
Haenke. Con todo, dejamos demostrado que Tadeo Haenke es el descubridor de esta
hermosa begonia y no Pearce.
10 Como hemos dicho al principio de este artículo sobre d’Orbigny este naturalista, gran
explorador de Bolivia a pesar de no tener mucha predilección por la botánica,
coleccionó un sinnúmero de especies nuevas y estudió detenidamente las palmeras de
las que ha dejado magníficos dibujos en su pequeño manual Les Palmiers.
11 La afección de d’Orbigny por Bolivia fue muy grande, y en reconocimiento a toda la
ayuda que le prestaron el Gobierno y la sociedad, además de haber explorado y trazado
un nuevo camino de Cochabamba a Mojos por el río Sécure, decidió escribir una
Descripción Geográfica, Estadística e Histórica de Bolivia a requerimiento del Presidente José
112
Ballivián. Como D’Orbigny escribía este trabajo en francés, hizo la traducción literaria
al castellano el joven poeta boliviano D. Ricardo Bustamante, que vivía entonces en
París. Salió a luz y editado en la Librería Gide y Co. el primer tomo de la Descripción de
Bolivia abarcando la actual provincia de Caupolicán y el departamento del Beni, en 1845.
Los demás tomos no aparecieron por razones que no conocemos aunque es probable
que los gobiernos que sucedieron al del General Ballivián no proveyeron la ayuda
económica necesaria. Con todo, cabe admirar el celo por el conocimiento de nuestra
realidad geográfica, étnica y económica que mostraron los dos grandes Presidentes de
Bolivia: Santa Cruz y José Ballivián. Ningún otro mandatario hasta nuestros días se ha
dignado más prestar ninguna atención al conocimiento y publicación de nuestra
realidad geográfica, base de nuestra economía y de nuestros problemas sociales y
políticos hasta el extremo de no existir en el país una Geografía de Bolivia de la
magnitud de la Historia de Bolivia escrita por nuestro gran historiador D. Alcides
Arguedas.
113
1 Esta noche helada, en que las estrellas tiemblan con el frío del Altiplano, ojos curiosos
se han detenido ante un viejo libro. En sus 384 páginas se prendió el tiempo como en
una tela de araña. Resecas y amarillentas, tienen la somnolencia de siglos. El
pergamino, arrugado y con el perfume de las cosas antiguas, se deja acariciar
tiernamente. Internarse por ese camino de papel es emprender una aventura
alucinante, rehacer uno de los tantos viajes registrados entre sus cubiertas.
2 Impreso en la imprenta del Consejo de Indias, en el año de gracia de 1784, pasó por
todas las tormentas humanas. Resulta imposible seguir sus huellas. ¿Cómo salió de ese
taller pretencioso –prensa de madera y tipos sueltos– de la calle del Clavel, esquina de
la Reina, de la vieja capital madrileña para llegar a América? ¿Quiénes releyeron sus
páginas, a la vacilante luz de un candil, para admirar hazañas que parecen de leyenda?
3 No sé ni quiero desentrañar ese misterio. Los libros viejos tienen un embrujo único. Y
esta obra invita a la evocación. La lectura de Historia General de los Viajes o Nueva
Colección de todas las Relaciones de los que se han hecho por Mar y Tierra, y se han
publicado hasta ahora en diferentes lenguas de todas las naciones conocidas ha servido
para recordar –al descubrir el nombre de M. de la Condamine– la figura de otro francés
que estuvo en nuestra tierra, recorriéndola de un extremo al otro, trepando por cerros
y cordilleras y descendiendo, luego, por valles y llanos.
4 El tema de d’Orbigny es seductor para un periodista. ¡Con qué ansiedad habríamos
llegado hasta el viajero, a fin de entrevistarlo bajo el caldeado cielo oriental y escuchar
las impresiones del amigo de nuestro Mariscal Santa Cruz! ¡Cuántas referencias
interesantes –dignas de un buen título de primera página– y qué sugestivas notas
gráficas habría recogido el cronista al seguirlo por caminos imaginarios hasta aquellos
rincones que hoy nos parecen enterrados en un sueño!
5 M. d’Orbigny, Caballero de la Real Orden de la Legión de Honor de Francia, Oficial de la
Legión de Honor de Bolivia, miembro de las principales sociedades científicas del país,
Londres, Torino, Madrid, Moscú, Filadelfia y tantas otras más, nos habría invitado a
reposar en una hamaca. El humo de su Cayuvava habría dibujado señales extrañas en el
114
cielo inmóvil de Santa Cruz. Y así habría comenzado el relato que conocemos –
fragmentariamente– a través de ediciones agotadas –casi olvidadas– de sus libros.
6 El joven francés de 28 años tenía un corazón abierto a todos los amores. Y así se
apasionó por Bolivia sin conocerla. Era una tierra turbulenta que se hizo república
antes de tiempo. Un fruto arrancado cuando aún no había llegado el momento de su
madurez. D’Orbigny venía de un mundo envejecido y cansado. En Francia reinaba
Carlos X que daría paso a Luis Felipe y la República, la Segunda República y más tarde al
Imperio.
7 D’Orbigny traía en sus pupilas el cansancio de una civilización sometida a mil pruebas.
Soñó con nuestro continente como se sueña, a veces, con lo imposible. Sus sueños se
hicieron realidad sobrepasando a cuanto había visto en el mundo de la fantasía.
8 Vivió tres años entre nosotros. Recorrió el país con la fe de un peregrino que no se
cansa de ver a Dios en todas las cosas descubiertas al paso. Llegó a las cumbres. Se
deslumbró con el fuego de las nieves eternas que arden en el crepúsculo, cuando se
citan las almas para confesarse. Descendió al valle. Se perdió en los caminos que traga
la selva. Cruzó ríos tan grandes como el mar y que ruedan por una eternidad repitiendo
la misma canción. Estuvo en las pequeñas ciudades de ese tiempo compartiendo las
mismas penas y alegrías de su gente. Asomó los ojos curiosos a la vida sencilla y
miserable de los salvajes. Observó junto a las hogueras la danza turbadora del fuego, y
su espíritu civilizado creyó interpretar el lenguaje diabólico de los tam tams de la
jungla. Sufrió con las penas nuestras. Y floreció su entusiasmo con las humildes
emociones de aquella república nacida al golpear el primer cuarto de siglo.
9 Ocho años duró el peregrinaje de d’Orbigny por América. Fueron los de mayor dicha en
su vida. Su ansia de viajero y poeta, espíritu inquieto abierto a toda suerte de ilusiones,
lo condujo por los mil puertos y ciudades de un mundo nuevo que perdía su leyenda
negra. Dejaba de ser la tierra inverosímil para convertirse en algo real.
10 D’Orbigny pensó que no le alcanzarían las fuerzas para llevar a buen término la misión
que le había confiado el gobierno francés. En otros tiempos el Rey de Francia –unido al
monarca de Suecia– había decidido también el viaje de varios sabios a América –entre
ellos la Condamine– para aclarar definitivamente algo que aún continuaba en el mundo
de las discusiones: la medida de la Tierra.
11 D’Orbigny había leído mucho, y en su recorrido por estas tierras tan seductoras sonreía
pensando en el buen Herodoto, quien creía que la Tierra era absolutamente plana. Para
los chinos era cuadrada y el cielo redondo. Otros la veían como una columna o un
tambor, una barca o un disco. Se calculaba que la circunferencia terrestre era de
400.000 estadios, mientras que Erastótenes la reducía a 252.000. En medio de esa danza
de toesas y varas, de pies y pasos, los sabios discutían sin reposo. Varios franceses
atravesaron medio mundo para efectuar sus mediciones en tierras peruanas.
12 Con ese mismo afán de otros compatriotas, llegados un siglo antes a América, d’Orbigny
emprendió la más grande de las aventuras. Su deseo de conocerlo todo, de pasear la
vista por paisajes nuevos, se impuso sobre sus vacilaciones. Salía de la agobiante
penumbra de un continente fatigado para reposar, finalmente, en tierras nuevas, donde
todo parecía distinto y en donde el corazón de la gente aún no estaba roído por las
pasiones del Viejo Mundo.
13 Seguir los pasos de d’Orbigny en su peregrinaje boliviano es lo mismo que admirar una
película en colores. En su descripción se apaga, frecuentemente, la voz del sabio. Da
115
paso a la emoción del poeta, especialmente cuando evoca Santa Cruz o relata las
impresiones recogidas en plena selva.
14 Desde el 29 de julio de 1826 –cuando se embarcó en una fragata del gobierno francés–
hasta su regreso en 1843, ¡cuántos recuerdos no prendió en sus libros de apuntes y
cuántas horas emocionantes no se marcaron en su existencia! Ocho años estuvo ausente
de su patria. Volvió a ella con un cargamento pesado de experiencias y 500 dibujos que
perdían la frialdad del apunte científico para convertirse en verdaderas alegorías de un
mundo desconocido para la mayoría de los europeos.
15 Decía el inolvidable periodista Fabián Vaca Chávez que d’Orbigny halló en Bolivia más
de lo que había deseado. Encontró paz, esa incomparable paz interior que difícilmente
conquistamos cuando los molinos del tiempo nos muelen sin descanso. El gobierno
boliviano, pese a la vacilación de los primeros años, le prestó su mayor colaboración. El
″gringo″ era un gallardo mozo. Sus 28 años se robaban el afecto de todos. La gente le
abrió, de par en par y sin reservas, sus puertas. Y lo dice, con una sonrisa, Vaca Chávez
–si hemos de creer en las crónicas que se repiten en el dulce tono de las confidencias–
que d’Orbigny encontró también el amor en esta tierra.
16 ¿Cómo habría podido vencer la tentación, que no se hubiese dejado vencer por una
mirada bañada por luz de estrellas o la sonrisa hecha de promesas de una mujer
boliviana? La mirada serena de d’Orbigny, cargada de recuerdos patrios, de la tierra
lejana donde dejó –seguramente– algo de su corazón, reflejaba una gran sinceridad. No
podemos decir nada del romanticismo de su vida: si al embarcarse en Brest su vida
estaba ya encadenada o no. Lo único cierto es que se enamoró en Bolivia. La flor,
empero, no llegó a ser fruto.
17 D’Orbigny amó sinceramente a nuestro país. Este afecto se hizo patente en todas las
oportunidades. Junto a él trabajaba uno de los más grandes poetas de Bolivia, Ricardo
Bustamante, quien cantó con más belleza que nadie las emociones del alma, fue uno de
sus compañeros predilectos. A él se le debe la traducción del primer volumen de su
Descripción geográfica, histórica y estadística de Bolivia. Bustamante debió emocionarse,
como nadie, con las evocaciones de d’Orbigny que aparecían bajo el cielo parisino.
18 En su libro dedicado al General José Ballivián está el relato de todo su recorrido
boliviano. Se hizo una reimpresión, creo, pero todo se redujo a un gesto de buena
voluntad puesto que ella quedó trunca. De esas pocas páginas –como el perfume de una
flor ya envejecida– surgen algunos párrafos para ofrecerlos al lector.
19 1826. Bolivia acaba de dar los primeros pasos en el mundo de los pueblos libres. Es un
país que trata de encontrar su destino. Después de una larga lucha por lograr la
independencia ha conquistado la libertad. Empieza la infancia en medio de peligros.
Vacila. Se enreda en los primeros problemas que asoman en su camino. Es una nación
virgen que llega a la vida con todas las esperanzas y sueños del recién nacido.
20 Para los europeos, tiene el encanto de lo misterioso. Nadie podría decir, con exactitud,
lo que es Bolivia en esos momentos. Para muchos extranjeros, América es sólo aquella
república con un nombre sonoro: Argentina. Y si al comenzar el siglo XX una adorable
ignorancia por las cosas de nuestro mundo hacía confundir Río de Janeiro con Buenos
Aires, ¿qué podía esperarse en aquellos años, cuando la historia se escribía con
recuerdos personales y la geografía se dibujaba con los más bellos colores de la
fantasía?
116
29 ″A esta altura, una cenefa de nubes blancas, que representaban un vasto mar azotando
los flancos de las montañas y sobre las cuales se desprendían los picos más elevados
figurando islotes.
30 ″Cuando las nubes se entreabrían, yo descubría a una inconmensurable profundidad
debajo de esta zona, límite de la vegetación activa, el verdor azulado oscuro de las
vírgenes selvas que guarnecen por todas partes un terreno tan accidentado″.
31 Prosigue el peregrinaje. Se amontonan los nombres, gratos al oído porque tienen
resonancias musicales. Yanacachi… Chulumani… Chupi e Irupana … luego cambia de
ruta. Pasa por Sicasica y Ayopaya. Recorre Cajuata, Suri; Inquisivi, Cavari y Palca.
D’Orbigny sigue trepando montañas, llega, finalmente, a Cochabamba. Se detiene en el
valle de Cliza.
32 ″Qué singular contraste aquél con el de los riscos donde me encontraba. Era la imagen
del caos al lado de la más grande tranquilidad. Era la naturaleza triste y silenciosa en
presencia de la vida más animada. Nada puede compararse con la sensación que
produce el aspecto de esas llanuras, cubiertas de caseríos, de plantaciones y de cultivos.
Se creería ver allí la tierra prometida en el seno del desierto″.
33 Todo esto despertaba en el viajero recuerdos encendidos de panoramas vistos en otro
mundo. Se encendía así en la mente –lo confiesa– ″la imagen de la patria lejana″. Ese
verdor deslumbrante, donde los caseríos parecían nacidos junto con los maizales, le
llenaba de nostalgia. Al escuchar el habla cadenciosa de los quechuas, d’Orbigny
cerraba los ojos para adormecerse con esa musicalidad. El sabio desaparecía. Y el poeta
jugaba con esos abalorios. Surgía el verso. Nítido y prometedor como la sonrisa de una
mujer.
34 D’Orbigny no solamente contempla y admira el paisaje boliviano. Lo ve como científico
y músico. No se limita a copiar montañas, recortar perfiles, dibujar los animales
descubiertos a su paso o clasificar rocas y hacer anotaciones sobre las distintas voces
extrañas que resuenan en su recorrido. Podría decirse que es un cazador de palmeras
puesto que el capítulo que les dedica resulta superior al único estudio completo que
existía en esa época sobre la materia.
35 En su álbum, donde quedaron aprisionados la belleza y el marco alucinante de la selva
que no concluye nunca, aparecen 48 ejemplares netamente bolivianos.
36 D’Orbigny habría querido llevarse a su tierra los ejemplares encontrados en la jungla.
Se limitó a colocar entre las hojas de su cartapacio semillas, trozos de corteza, sombras
de palmeras. No pudiendo robar de su escenario natural cuanto había deslumbrado su
vista, se limitó a describir aquello en forma tan precisa que hoy, a mucha distancia de
su relato, quien no conozca la selva boliviana podrá darse cuenta –fácilmente– de lo que
encierra ese mar de esmeralda. Son tan fotográficas las imágenes captadas que ya nada
puede agregarse.
37 Pero no le atrae únicamente la botánica. D’Orbigny es un hombre de múltiples talentos.
En pequeñas cajitas –diminutos joyeles que guardará como un tesoro– llevó a Francia
más de 600 muestras de rocas. Es la historia viviente de la Tierra. Allí se descubrían
piedras con destellos de oro, pedruzcas con una larga historia y cuya voz, si pudiera
escucharse, repetiría la dramática aventura del universo a través de los siglos. Las
muestras recogidas guardaban aún el aroma del pasado. De noche en el frío silencio de
los museos dialogarían, seguramente, para contarse cosas de una época perdida en el
polvo de las estrellas.
118
38 D’Orbigny hizo un catálogo completo de las plantas de esta parte del continente.
Alguien calculaba en más de 1.600 especies debidamente clasificadas. De ellas, cerca de
cuatrocientas totalmente desconocidas para los sabios europeos. Es posible que se
hubiese repetido la historia de la Chinchona al contemplar tantas raíces retorcidas –
mandrágoras criollas–, cortezas resecas y flores que no querían desprenderse de sus
perfumes. La ciencia observó, atónita, aquella riqueza que el sabio dejaba en manos de
los estudiosos y que serviría para calmar los sufrimientos de una humanidad doliente,
desesperada de encontrar algo que mitigara sus dolores.
39 D’Orbigny no se limitó a escribir un relato minucioso o amontonar dibujos que en este
siglo de las maravillas tipográficas llenan de admiración por la precisión de sus líneas,
la belleza de sus colores y la fiel interpretación del tema. En sus libros no podía
aprisionar tantos recuerdos. Habría necesitado de numerosos volúmenes para recoger
las evocaciones de un viaje que duró tres años. Y en este empeño no habría sabido por
dónde empezar su relato. Tal vez por aquel rincón de Bolivia donde encontró, con la
dulce mirada de una mujer, el olvido para una nostalgia. D’Orbigny al llevar de nuestro
país los mayores tesoros que podía esperar la ciencia, dejó mucho en cambio: su
corazón, prisionero para siempre.
40 Larga fue la permanencia de d’Orbigny en Santa Cruz de la Sierra. Fue el descanso más
prolongado en un solo lugar. El, que iba comparando todos los paisajes, estableciendo
un parangón con los de su tierra, ¿qué rincón de Francia sería igual al que halló en
aquel momento? Bajo ese cielo que parece arder al medio día, el viajero sintió que su
corazón vacío buscaba un afecto que le hiciera olvidar tanta tristeza. En su diario
diálogo con la naturaleza, siempre grandiosa y cada vez más avasalladora, se sentía solo
y perdido en un océano donde se ahogaba con el perfume de flores exóticas y las mil
voces de la selva.
41 De aquel romance no quedó nada escrito. O si hay algo, debe estar en uno de los
rincones más ocultos donde se guardan los recuerdos íntimos. Cuando partió de Santa
Cruz, lo hizo con la seguridad de que volvería alguna vez. Posiblemente repitió en sus
juramentos, cuando dialogaban las miradas, una promesa. Pero Europa envolvió entre
sus redes de sirena al sabio. Nunca más emprendió el viaje de retorno. En Francia,
dominado por la fiebre del trabajo, obsesionado por no perder cuanto había visto y
oído, sintió cómo el tiempo iba agrisando la figura lejana. Poco a poco se fueron
borrando sus contornos. Finalmente, una sombra femenina se perdió en la niebla.
D’Orbigny contrajo matrimonio con una mujer de su mundo. Y el dulce nombre que
repetía entre sueños se esfumó lentamente. Se perdió como una piedra caída en el mar.
42 Hay una discreción única en lo que se refiere a sus evocaciones sentimentales. Pudo
haber dejado algo más que simples referencias de su permanencia en Santa Cruz. Es
cierto que en las páginas de su relato rinde el mayor homenaje a la ciudad que le brindó
no sólo el afecto de sus hijos sino también el amor de una mujer. Rodando el tiempo, los
viejos cruceños solían hablar del francesito que se enamoró perdidamente. Mientras se
plateaban los cabellos que recogieron millares de besos, una mujer volvía por los
caminos de ayer para escuchar en el silencio de las noches sembradas de estrellas y
luciérnagas, el romance de la criollita con el gringo que juró regresar y no volvió.
43 ″No he visto –repetía d’Orbigny– en otra parte de Bolivia un conjunto tan interesante
de mujeres bonitas. Es necesario crear un superlativo de superlativos″. Con estas
palabras rindió el homenaje más sincero, en todas las mujeres de Santa Cruz, a la
belleza de quien lo aprisionó sin artificios de ninguna clase.
119
44 Este fue el único oasis sentimental de d’Orbigny en Bolivia. El resto del tiempo quedó
totalmente embargado por las investigaciones. El sabio volvió a los caminos de la
ciencia. Dejó que el amor suspirase sin esperanzas.
45 Tres años para recorrer Bolivia parecen muchos en la época actual. En el pasado,
resultaba poco.
46 Algo que llama la atención es que d’Orbigny hubiese iniciado su peregrinaje por los
lugares más alejados de Bolivia. La gente conocía solamente las ciudades que tenían
contacto directo con el mundo exterior. Santa Cruz, el Beni, vivían tan lejos de nosotros
que cuanto podía decirse de esas apartadas regiones aparecía como algo inverosímil. Si
para emprender un viaje al Obraje de La Paz, la gente se despedía como si se tratara de
una partida para Europa, imaginemos lo que era pensar en los alejados rincones de la
patria.
47 Un viaje cualquiera se prolongaba largos meses. Había que vencer distancias infinitas.
Atravesar montañas, valles y llanos por caminos infernales. Todo recorrido era una
aventura, especialmente cuando las recuas fatigadas vacilaban en los desfiladeros
donde el viento amontona nieves y amenazaba precipitar al abismo a quienes se
atrevían a turbar el silencio moribundo de la cordillera. A veces, el paisaje se perdía
tras de una muralla de nubes. Los ríos desaparecían en grietas invisibles. Su curso
variaba por completo en las largas y desesperantes vigilias nocturnas.
48 Cuántas veces d’Orbigny se vio extraviado, completamente, con el camino cortado por
ríos que no figuraban en mapa alguno. O se alzaba, delante del pequeño grupo de
expedicionarios, un muro de roca que trepaba hasta el cielo. En esos minutos de
angustia, cuando ya se creía perdido todo, algo imprevisto surgía en mitad del camino.
O se abría el cielo, milagrosamente, para dejar admirar un paisaje cuyo fin no se podía
descubrir, o el río dividía su curso para facilitar el paso.
49 D’Orbigny corrigió muchísimos errores en los mapas de la época durante su largo
recorrido. La Paz aparecía, dicen, en una ubicación extraña. Había cambiado de lugar.
Los relatos de tantos viajeros que precedieron al francés colocaban a la ciudad del
Choqueyapu al revés de lo que estaba en realidad. Este fue uno de los resultados
inmediatos de la expedición. El hombre puso las cosas en su lugar y no volvió a
repetirse el yerro.
50 Infatigable, con la decisión que hace grandes a los hombres, d’Orbigny no se detenía
ante ningún obstáculo. Cuando los ríos que sólo mueren en el mar, que hacen variar el
paisaje a cada instante, se oponían a su marcha, se enfrentaba con sus bravos indios a
los árboles más imponentes de la selva. Al más rebelde lo convertía en canoa y se iba
por los ″rápidos″ en busca de otras rutas que sirviesen, al gobierno, para simplificar las
comunicaciones tan difíciles en aquella época realmente primitiva.
51 Mientras recorría los mil y un caminos de Bolivia, d’Orbigny se preocupaba de
mostrarse grato a nuestro gobierno. Recibió tantas pruebas de afecto, fue tan grande el
apoyo brindado, que él buscaba una forma de corresponder a esas atenciones.
Impresionado por la aventura que significaba llegar de un punto a otro, ensayaba
nuevos medios de unión que acortasen las distancias e hiciesen menos problemático el
viaje. En sus apuntes se destaca esa constante preocupación, y cuando informó de sus
hallazgos a las autoridades consideró que pagaba –poco a poco– lo que consideraba una
deuda con Bolivia.
120
52 ″La noche era ciertamente una de las más oscuras″, repite d’Orbigny en uno de los
capítulos de su relato, ″y su lobreguez aún parecía mayor bajo la bóveda formada por el
tupido follaje. Brillaban de distancia en distancia los fuegos de los indios acampados,
esparciendo una claridad incierta sobre los objetos que nos rodeaban y dando un
colorido mágico al silvestre recinto. A eso de las ocho, mis setenta indios entonaron en
coro sus cánticos religiosos, que en el silencio de la noche y en aquellos lugares
tomaron un carácter de tanta majestad que me sentí profundamente conmovido. Jamás
me habían parecido tan sencillos, a la par que imponentes. Su duración fue demasiado
corta para mi arrobamiento y largo tiempo después que habían cesado, aún buscaba mi
oído sus místicos acordes. Apoderóse de mi espíritu una dulce melancolía que se
armonizaba con la vaguedad de mi pensamiento y, sobre todo, con el respeto que me
inspiraba la belleza virginal de aquellos lugares.
53 ″Muy en breve, mis compañeros de viaje se entregaron al reposo. Los fuegos se
apagaron; creció la oscuridad, y el silencio majestuoso de la selva era apenas
interrumpido por el susurro de las hojas levemente agitadas en la copa de los árboles o
por el murmullo de las aguas. Sólo yo había quedado despierto, sin poder olvidar las
felices impresiones de aquellas veladas cuyo recuerdo ha venido más de una vez a
deleitar nuevamente mi espíritu″.
54 Y así, en esta forma poética –nos parece que en el relato d’Orbigny su traductor y
compañero de tareas en París (Ricardo Bustamante) hubiese dejado las huellas de su
paso– va repitiendo los detalles de la travesía por Bolivia. Es que a cada instante, cada
momento, encuentra motivos de reflexión. Al descubrir las huellas dejadas por los
franciscanos halla ruinas de fundaciones religiosas, rastro de gente que se abrió paso
armada solamente con una cruz.
55 Los indios le contaban relatos ingenuos. Iba anotando aquellas narraciones sencillas
donde el espíritu del mal se apoderaba de los débiles y cobardes o el espíritu del bien
convertía en árboles, arroyos y flores a los amantes abandonados por el destino.
56 Anotó millares de palabras de 36 vocabularios. Al vivir la misma vida, al sentirse
acosado por los mismos peligros, d’Orbigny conquistó el afecto de aquellos indios que
vivían en íntimo contacto con la naturaleza, que no necesitaban disfrazar sus
pensamientos ni escapar de la luz del sol.
57 De aquella época a la actual, ¡cuántas tribus se han perdido para siempre! Los nombres
quedan, empero, escritos para quienes volviendo los ojos a un mundo que aún no ha
sido revelado por completo ofrece todavía una mina inagotable para los investigadores.
Los datos precisos y matemáticos de d’Orbigny sobre la vida primitiva de aquella gente,
que no temía al blanco y sufrió la violencia de los conquistadores de la selva, han
servido de orientación para estudios posteriores. No hay fantasía en los juicios. Cuanto
apuntó en sus relatos no es más que la verdad.
58 Esos tres años de vida compartida con los bolivianos dejaron su huella imborrable y
toda suerte de aventuras. Un día, en uno de esos lugares que llevan nombre de santo,
donde la marcha de jesuitas y franciscanos se detuvo un instante para tentar guiar a los
salvajes, por el camino de la religión, d’Orbigny asistió a una cacería de caimanes.
59 De ayer a hoy han cambiado los sistemas, y así como el arpón lanzado mecánicamente
ha sustituido al viejo arpón que atravesaba el aire impulsado por la fuerza humana, así
también la caza de ahora es tan distinta a la que observó en aquella época el sabio
francés.
121
60 Un perro a la orilla del río, como un desafío a la bestia. Una lazada por delante. La
sencilla trampa estaba lista. El perro angustiado ante la muerte que se aproxima, se
desespera. Aúlla. Quiere romper las amarras. Se le escapan los ojos de terror. De pronto,
aparecen primeramente los ojos del caimán. Levanta el largo hocico. Pocos instantes de
observación. Una zambullida para calcular la distancia. El caimán reaparece silencioso
como una sombra. Asoma a la orilla. Se arrastra lentamente. El perro ha enmudecido.
Ya no puede rebelarse contra su destino. Tiembla. Se sacude como si una fiebre mortal
hincara sus garras en su débil cuerpo. Se empeña, vanamente, en romper el lazo que lo
aprisiona. Quiere escapar a una suerte trágica. El caimán continúa su marcha con los
ojos clavados en la víctima. La tortura tiene fin porque los indios aprietan el lazo en
torno del saurio que no atina a defenderse. Luego, los gritos triunfales de los salvajes
victoriosos.
61 Hay algo en la odisea de d’Orbigny que no se borrará nunca. Mientras su canoa se
deslizaba por las aguas del Mamoré descubrió la flor más maravillosa de todos los
tiempos y latitudes. Era aquella que los ingleses bautizaron en 1836, en Guyana, con el
nombre de Victoria Regia.
62 Largo tiempo permaneció mudo e inmóvil ante el magnífico regalo de la naturaleza.
¡Cómo no habría querido dar parte de su vida, la existencia misma, por llevar al Viejo
Mundo un ejemplar de aquella flor que se dejaba admirar y que como un afecto
arrancado del corazón, se marchitaba cuando se la quería alejar de las aguas en que
vivía! Los relatos de algunos naturalistas refieren cómo otro colega, ante el portento
que descubrían sus miradas, se arrodilló para dar gracias a Dios por esa creación.
63 El descubrimiento de la Victoria Regia deslumbró a d’Orbigny pero el tiempo que hace
pasar todas las cosas, buenas y malas, se lo llevó por otros caminos.
64 A veces, el paisaje en la selva cambiaba por completo. Los ríos se perdían entre masas
de árboles. O sus orillas desaparecían en el horizonte. Ríos que medían leguas, que
parecían pequeños mares. Ríos donde aparecían los islotes como oasis de ensueño. Ríos
de aguas claras y serenas. Ríos de aguas torrentosas que se precipitaban en cascadas
turbulentas. Ríos por los que se navegaba con tranquilidad admirable. Ríos que se
oponían a la marcha de los viajeros con la violencia de sus ondas. D’Orbigny descubrió
muchos ríos que no figuraban en mapa alguno. Rectificó el curso de algunos que
figuraban en los atlas en forma caprichosa, con un origen extraño o que desaparecían,
de pronto, sin dejar huellas.
65 Los hechos curiosos hilvanados en el relato se suceden en forma incompleta. Le basta,
sin embargo, cuatro pinceladas para trazar un cuadro. Al hablar de Moxos se refiere a
algunas costumbres que aun en esa época no dejaban de llamar la atención.
66 ″Si bajo la administración de los curas –dice– se vieron obligados los indios de
Concepción a hacer oficio de caballos tirando del carruaje en que iba el cura, si más
tarde los gobernadores españoles no se sentaban a la mesa sin mandar venir una tropa
de músicos que les divirtiesen durante la comida o no se dejaban ver por sus súbditos
sino sentados bajo un dosel, aún se tributan hoy en día muchos de esos honores
exagerados a los mandatarios de la provincia.
67 ″Cuando el Gobernador va de viaje, los administradores y curas de las misiones hacen
adornar con flores las canoas colocando en ellas un tambor para anunciar la alta
categoría del viajero. Así que se avista un puerto, suenan las cajas, y los curas y
122
quien contribuyó tanto para que se conociera el nombre de Bolivia. Su obra es casi
totalmente desconocida. En 1946, el Instituto Cultural Anglo-Boliviano se propuso
reimprimir su Descripción de Bolivia. No sabemos nada de ese generoso intento. Una larga
ausencia del país nos hizo perder las huellas de muchas cosas y hombres.
76 Cuando d’Orbigny llegó a Bolivia, muchas leyendas se hicieron humo. Los relatos,
transmitidos verbalmente, exageraban casi siempre, pero quedaba algo en el recuerdo
de la gente, como aquellas ″pepitas″ enormes de oro –halladas en Chuquiaguillo– ″de un
prodigioso tamaño, una de ellas que pesaba sesenta y cuatro marcos y algunas onzas,
comprada por el Conde de la Moncloa, Virrey del Perú, para regalarla al rey de España;
y otra, de cuarenta y cinco marcos, de tres leyes diferentes, de una sola masa″.
77 Bolivia se organizaba lentamente. Sus ciudades, patriarcales y llenas de ese encanto que
desapareció con el tiempo, ofrecían una hospitalidad inolvidable. El viajero encontraba
siempre un hogar y afectos. El francés se sintió tan halagado por tantas atenciones,
deslumbrado por un cúmulo de maravillas que al partir –siempre llega la hora de las
despedidas– ya no tuvo palabras para agradecer tanta generosidad.
78 Lo cierto es que no olvidó jamás a Bolivia.
124
1 1. Sus biógrafos en Bolivia. Por lo menos tres ilustres escritores bolivianos: Gabriel
René-Moreno, Fabián Vaca Chávez y Belisario Díaz Romero -fuera de centenares de
estudiosos bolivianos y extranjeros-han hecho monografías biográficas del sabio
naturalista francés2. Esos estudios son obras maestras difíciles de superar y que, al
contrario, en respetuosa devoción antológica, es preciso remozar, para conocimiento y
edificación de las futuras generaciones. Elijamos -escribe Frontaura Argandoña- el
ensayo de Díaz Romero: [″Mr. Alcide d'Orbigny″]3.
2 2. Sus viajes, exploraciones y estudios en el territorio boliviano. En ... abril de 1830
llega d'Orbigny a Cobija, puerto boliviano en el que se detiene algunos días y observa las
características bolivianas de la región marítima. ″Cobija -dice en su diario de viaje- fue
habitada por los indios pescadores changos, sin duda sometidos a los incas al mismo
tiempo que a los atacamas...Ese puerto era frecuentado en 1712 por los contrabandistas
franceses que a cambio de sus mercaderías recibían plata de Lípez y Potosí. La
necesidad de reprimir ese abuso decidió al gobierno español a fundar allí un pequeño
villorrio que se construyó en el curso del siglo; pero la iglesia recién fue terminada en
1777. Más tarde, una epidemia aniquiló a muchos indios, y habiendo la Revolución
Americana hecho desaparecer esa celosa vigilancia... Cobija fue casi abandonada.
Después de la emancipación de América, el reparto de las tierras de acuerdo a los
antiguos límites dio al Perú el Puerto de Arica, que debía más lógicamente pertenecer a
Bolivia″. El explorador encontró ese puerto boliviano en estado floreciente y próspero;
hoy es un montón de ruinas.
3 Largo sería referirse a las observaciones de toda índole realizadas por d'Orbigny en el
curso de sus largos viajes, e igualmente a la parte anecdótica que hace tan amenas sus
Memorias. Tendremos que referirnos solamente a su itinerario, lo cual bastará para dar
idea de la magnitud del esfuerzo físico de ese hombre, amén de las observaciones y
anotaciones de carácter científico como de botánica, zoología, mineralogía, geología,
meteorología, etc., todo lo cual hace de sus obras un monumento de literatura científica
que es digno de ser leído no una sino muchas veces.
125
4 Llega a Arica el 22 de abril, califica a ese puerto como llave para la introducción de las
mercaderías extranjeras en toda Bolivia. El 19 de mayo de 1830 emprende viaje a La Paz
y toma contacto con los indios aymaras cuyas costumbres y resistencia le llaman la
atención. Llega a La Paz donde es recibido con deferencia y distinción por las
autoridades y la sociedad; particularmente por el Presidente Santa Cruz. El 17 de julio
emprende viaje a los Yungas por Obrajes, Calacoto, Palca y arriba a Yanacachi. Hace
observaciones interesantes sobre la coca. Pasa a Chulumani, donde el gobernador de la
provincia, Dn. Dámaso Bilbao, le presta su más amplia colaboración. ″Al abandonar
Chulumani -dice-llevé conmigo agradables recuerdos″. Y es que Yungas, que entonces
todavía conservaba su maravillosa vegetación, le parece uno de los lugares más
espléndidos del mundo. A fines de agosto abandona Irupana y se dirige hacia
Cochabamba pasando por Circuata, Cajuata, Suri, Inquisivi, Cavari. Atraviesa el río
Cotacajes que divide a los departamentos de La Paz y Cochabamba; penetra este último
por Machaca, Santa Rosa, Chin-chiri y Morochata y llega a la ciudad del Tunari
gratamente impresionado por la belleza geórgica de su campiña.
5 En Cochabamba es recibido con tanta o mayor deferencia que en La Paz; visita toda la
campiña y ciertos lugares históricos como Viloma, que entonces era el mejor fundo de
los alrededores. Sus observaciones botánicas y geológicas son igualmente interesantes.
6 Parte hacia Santa Cruz por Mizque, Pocona, Totora y Challhuani y penetra al
departamento de Santa Cruz a fines de octubre por Chilón, uno de los lugares más
palúdicos del país. Desciende a Pulquína, pasa por Pampa Grande, de ahí a Samaipata.
Es el primero en observar las ruinas incásicas4. ″Inca Yupanqui -dice- quiso someter a
los indios Chirihuanos y corrieron dos años sin lograrlo. Los restos de antiguas
esculturas halladas en las rocas, los numerosos rastros de casas redondas..., las armas
enterradas en el seno de la tierra, todo revela evidentemente la larga permanencia de
un gran conjunto de hombres civilizados en los alrededores de Samaipata.
7 3. En noviembre llega a Santa Cruz de la Sierra, donde su presencia produce un
impacto todavía mayor que en Cochabamba. ″Atravesé -dice- muchas calles donde vi a
todas las mujeres salir a las puertas para contemplarme. Unas gritaban: es un colla;
otras, más jóvenes decían: yo fui la primera en verlo, será mi camarada, mi visita″. En
efecto, le ofrecen muchos bailes y el explorador aprende la mariquita, la rumba, el
guachambé, y asimila con tanta facilidad las costumbres de Santa Cruz que tal vez se
hubiese quedado definitivamente en esa Sevilla boliviana, tal como Haenke lo hiciera en
Cochabamba.5 Pero el explorador lleva consigo el motor interno del viajero, y de este
modo, después de explorar los alrededores, parte ya a mediados del año siguiente de
1831 hacia la provincia de Chiquitos. Atraviesa el Río Grande, la emprende hacia el
Norte y llega a San Javier el 2 de julio, se dirige a Concepción y en seguida a San Miguel.
Pasa a Santa Ana y San Ignacio a mediados de agosto, y en septiembre a San Rafael,
donde hace su cuartel temporal para sus futuras expediciones. De San Rafael se dirige
hacia el sur y llega a San José donde se detiene muchos días. Prosigue a Santiago de
Chiquitos, de ahí a la Misión de Santo Corazón de Jesús, San Juan Bautista. En octubre
regresa a San Rafael y de allí a Santa Ana, otro cuartel general elegido por d'Orbigny
como punto de partida para sus exploraciones al país de los guarayos. El 19 de
diciembre sale de San Javier en dirección al río San Miguel; llega a la Ascensión, donde
permanece cinco días; de allí pasa a Trinidad cerca del río San Miguel. En enero de 1832,
lo encontramos explorando todo el país de los guarayos, entre quienes encontró
benévola acogida. Nos los describe así: ″Por tradición recuerdan haber venido del sud-
126
este, probablemente del Paraguay; recuerdan también haber venido con los chiriguanos
y haberse separado de ellos como consecuencia de unas querellas. Sea como sea, los
guarayos habitan los mismos sitios desde hace tres siglos por lo menos″. La reducción
fue hecha por el Cura Gregorio Salvatierra y algunas autoridades de Santa Cruz. El
explorador parece no haber observado el sistema esclavista empleado con los indios
guarayos, que en cierto tiempo -tal vez posteriormente a la visita de d'Orbigny-, eran
alquilados a los agricultores y estancieros del departamento de Santa Cruz.
8 Con afán de coleccionista de lugares geográficos tal vez más que de especímenes de
plantas, insectos, fósiles y rocas, d' Orbigny se recorre [sic] casi todo el oriente;
navegando por el río Blanco y el Itonamas hasta el Machupo, pasa por Concepción,
Magdalena, San Ramón, San Joaquín; baja por el Machupo hasta el Itonama y sale al
Iténez, llega al fuerte Príncipe de Beira, llega después a la confluencia de los ríos
Guaporé y Mamoré, y visita las misiones de Exaltación, Santa Ana, San Javier, Trinidad y
Loreto.
9 Remonta el Mamoré hasta su confluencia con el Chapare, llega a la zona de los
Yuracarés, a los cuales los estudia con detalle, y regresa a Cochabamba después de
haber dado vuelta y media todo un mundo, si cabe la comparación.
10 4. Pero eso no basta al genio de d'Orbigny. Ese hombre tendrá que batir todas las
hazañas habidas y por haber de expedicionarios en el corazón de América, y hasta
ahora ningún boliviano ni extranjero ha podido igualársele, si se tiene en cuenta que
d'Orbigny viajaba a pie, a caballo, a mula, asno, buey, en lancha, canoa, balsa o callapo,
lo que fuese, siempre que se tratase de lo más primitivo; que atravesó desiertos
interminables, que penetró a selvas plagadas de salvajes, fieras e insectos, que sufrió los
tremendos fríos de la altiplanicie y las montañas de Bolivia y los calores africanos de las
selvas más profundas; que sus excursiones no eran por caminos regulares sino por
sendas de indios, y todo, haciendo observaciones y manteniendo una salud de acero y
manteniendo una moral de expedicionario. Sale, en efecto, de Cocha-bamba y se dirige,
por Tiquipaya -en cuyas alturas se pierde- hasta un tributario del Sécure, sigue hacia el
N. en busca de Moxos, navega el Mamoré hasta el Río Grande, por el Piraí hasta Cuatro
Ojos y llega a Santa Cruz por donde menos se pensaba.
11 Es tiempo de despedirse de ese Oriente al que amaba tanto y que todavía tiene que
hacer justicia a su insigne nombre. Sale de Santa Cruz, por Samaipata, Vallegrande.
Llega al Río Grande y atraviesa La Laguna, el Pescado, Tomina, Tarabuco, Yamparáez,
Sucre. Estudia Potosí, sus minas y minerales, y por Tarapaya, Yocalla, Anacato, llega al
altiplano de Oruro, visita el lago Poopó y la laguna Pansa, atraviesa las grandes llanuras
de Carangas, y por Caracollo, Sicasica, Calamarca, llega a La Paz nuevamente, visita
Tiwanaku, infatigable, hace un viaje de circunvalación del Lago Titicaca y emprende el
regreso a su patria por Arica, donde embarca sus colecciones. No termina ahí su tarea
por Bolivia. Sigue estudiando. Publica libros. Algún día, tal vez, se publique la colección
completa de sus obras.
127
NOTAS
2. Acerca de ″los centenares de estudiosos bolivianos y extranjeros [que] han hecho monografías
biográficas del sabio naturalista francés″, Frontaura Argandoña no especifica infortunadamente
los nombres y artículos de tales estudiosos (N. del E.).
3. ″Mr. D'Orbigny de Belisario Díaz Romero se publicó el año 1904 en el Boletín de la Sociedad
Geográfica de La Paz, Nos. 21, 22 y 23. Año V. Tomo V. La Paz, Taller Tipo-Litográfico de J.M.
Gamarra, Segundo Semestre de 1904; pp. 428-436. Esta monografía sale nuevamente a luz en su
integridad en el presente libro.
4. Véase en la presente Antología los ensayos de Carlos Ponce Sanginés: ″Alcide d' Orbigny y su
viaje a Samaipata en 1832″, y de Alcides Parejas y Carola Muñoz de Parejas: ″Noticias sobre
arqueología boliviana en la obra de d'Orbigny″ (N. del E.)
5. ″Tadeo Peregrino Xavier Haenke nació en Kreibitz, sita en la región ′alemana de la provincia
austriaca de Bohemia′, en 1761. Estudió en la Universidad germánica de Carolina de Praga, y, en
1782, obtuvo el título de profesor de astronomía y matemáticas. Hombre de vastísima y admirable
cultura científica, estudió, además, química, medicina y botánica, y en Viena, hacia 1786, tuvo
ocasión de practicar y ampliar el dilatado horizonte de sus conocimientos bajo la dirección de
Nicolás de Jacquin y Maximiliano Stoll. En 1789, se incorporó a la expedición de [Alejandro de]
Malaspina [marino ciciliano al servicio de la corona española] que, al mando de las famosas
cubiertas Descubierta y Atrevida, salió de Cádiz sin esperar a Haenke, quien sólo pudo unirse a
Malaspina en Santiago de Chile, en 1790. Haenke y los naturalistas Antonio Pineda y Luis Nel,
acompañaron a Malaspina en su viaje por el Perú, Ecuador, Panamá, costas de México y Alaska,
primero, y, luego, por Filipinas y Australia, hasta el retorno de la expedición a tierras del
Virreinato peruano. En 1793, Haenke proyectó la exploración del interior del continente, y, una
vez separado de Malaspina, atravesó, por vía terrestre, el triángulo austral de América del Sur, en
viaje desde Lima hasta Buenos Aires. Seducido por el cautivante paisaje charqueño, propicio por
las excepcionales riquezas de su exuberante y variado territorio para el estudio de la naturaleza,
decidió avecindarse en Cochabamba, en el corazón de Charcas, hacia 1794. ″Convertido en hijo
adoptivo de Charcas, no por los azares del destino, sino, por imperiosa necesidad de habitar el
mejor teatro de investigación y estudio, y, al mismo tiempo, el centro de gravitación económica y
cultural del continente, hizo, aquí, en su nueva patria, la mayor parte de su gran obra de
naturalista y científico insigne. ″Viajero audaz e infatigable, exploró el territorio nacional, y, con
particular preferencia, la vertiente oriental de los Andes. Entre los años 1794 y 1811, unió, por vía
terrestre primero y fluvial después, la alta 'puna abrupta' de La Paz, por una parte, y las bajas
sabanas de Mojos y Chiquitos, por otra, y, así como estuvo más de una vez en las pampas
aluvianas de Mojos, visitó repetidamente el país de los Yuracarés, al pie de los últimos
contrafuertes de los Andes orientales y a lo largo de los bosques de las llanuras próximas, donde,
ya desde 1795, tuvo la oportunidad de hacer desde la etnografía de los Cuchis, Conia y Enetes, hasta
la botánica de la zona […] en la misión de la Exaltación de la Cruz -actual provincia Yacuma del
departamento del Beni, sobre la confluencia del Mamoré y el Iruyani-, se contaba, diez años
después de la muerte de Tadeo Haenke, que cuando el ilustre explorador vio, por primera vez, las
enormes hojas circulares de una especie de Victoria regina, se arrojó de hinojos para agradecer
emocionado a Dios por haberle conferido el privilegio de un espectáculo maravilloso, y por haber
puesto delante del hombre un prodigio de la naturaleza. ″Sus estudios y viajes de exploración se
hallan, en parte, referidos por los numerosos informes que remitió, desde Charcas, al gobierno
español […] Uno de los trabajos de directo interés para la historia de la geografía económica de
Charcas es su Historia Natural de Cochabamba y Lugares Circunvecinos, sus Producciones, etc., que data
ya de 1799 […] [Muió] al norte de Cochabamba, en los primeros días de noviembre de 1816 […]Lo
128
importante de todo consiste en que la obra científica realizada por él desde el corazón de
Charcas, convirtió a éste -a semejanza de los ocurrido con la de Alonso Barba en el siglo XVII- en
un centro de investigación científica de importancia mundial, a lo largo de algo más de dos
décadas extendidas desde fines del siglo XVIII hasta el cuarto lustro de la décimo nona centuria″.
Ramiro Condarco Morales. Historia del Saber y la Ciencia en Bolivia, Primer Premio de la Academia
de Ciencias en Bolivia, 1978. La Paz, Academia de Ciencias de Bolivia, 1978; p. 216-219. (N. del E.)
129
la cima de una elevada cuesta de aluviones idénticos. En la confluencia del arroyo de las
Animas con el río de Palca, que baja de la Cordillera, subí al Este en una pequeña colina
compuesta aún de aluvión. Los cerros de los alrededores de Palca habíanme presentado
por todas partes rocas estratificadas. Descansan en capas sobre pizarras esquitoideas
nefuscas. Yo considero estas pizarras de la época Diluviana.
12 Este punto de la cuesta de los Andes, en el camino de La Paz a Chulumani, está casi a
nivel de las nieves eternas a poca distancia al norte del Illimani compuesta de rocas
graníticas. Estas rocas graníticas pareciéronme formar todos los picos que se elevan
sobre la cadena oriental, y también los picos más elevados como el Illimani y el Sorata.
5. De La Paz a Oruro
15 De la columna colocada sobre la cumbre de los aluviones de La Paz, atravesé la llanura
cubierta de guijarros de asperón devoniano. La llanura está sembrada en todas partes
de trozos de arena devoniana. A 4 kilómetros antes de llegar a Sicasica, la llanura
hállase interrumpida por un cerro compuesto de rocas porfíricas. La llanura de
Caracollo, a 3.870 metros de elevación, está cubierta de arcilla del mismo color del limo
pampeano.
16 Se camina 2 leguas de pampa cubierta de arcilla roja impregnada de eflorescencias
salinas. Después de la pampa principia una serranía a cuyo lado está la ciudad de Oruro.
Esta montaña se encuentra a más de 100 metros más alta que el plano. La gran riqueza
de sus minas determinó a los españoles a elegirla por sitio para la ciudad de Oruro.
de la época siluriana. Caminé al Oeste, la llanura está limitada al Oeste. Atravesé el río
Desaguadero y me dirigí hacia un cerro que domina la villa de Joya.
18 Dejando la Joya atravesé al Oeste Sudoeste por una planicie cubierta de arena,
interrumpida por una cadena de dirección Noroeste a Sudeste elevada unos 100 metros,
denominada Unchachata. Más allá me encontré al pie de una cadena de Guayamarca
(Huaillamarca) que se eleva a 200 ó 300 metros, dirección Oeste, de asperón rojizo o
gris. Del otro lado de la cadena anduve por las faldas de la serranía hasta el pueblo de
Totora.
19 Se ve a lo lejos rocas blancas traquíticas, formar al Norte y al Sur una cadena y cubrir
todo el campo donde en una docena de leguas se elevan tres picos cónicos y otros dos
montículos alargados, entre los que se destaca el Sacama (Sajama).
20 Una palabra más sobre el Desaguadero. Las aguas del lago son dulces y muy potables. El
Desaguadero abriéndose camino a través de la cadena carbonífera de la apacheta de La
Paz, penetra en las llanuras saladas que ocupan todo el altiplano.
21 En su largo trayecto, con su corriente suave, sus aguas son dulces, pero a un grado más
al sur, las aguas dejan de ser potables, cargándose de sal a medida que serpentea; y,
cuando han recorrido más de 75 leguas, van a formar la laguna de Panza (Poopó), que
tiene no menos de un grado de largo. Allí las aguas carecen de salida, se estancan y no
desaparecen más que por la evaporación o por los canales subterráneos que son
desconocidos.
7. De Oruro a Potosí
22 Saliendo de Oruro y dirigiéndome al Sudeste, entré al valle de Sorasora cubierto de
eflorescencias salinas formando pequeños lagos en medio de una arcilla rojiza. Paralela
al valle corre una serranía; cerca de Venta y Media están partes manchadas de rojo
hasta Cóndor Apacheta. Se penetra a la pampa de Ancacato, que va hasta la pequeña
meseta de Vilcapugio; los traquitos micáceos componen los cerros del Sudoeste. La
meseta de Vilcapugio esta nivelada por los despojos de los cerros vecinos de asperones,
pizarras y traquitas.
23 De Vilcapugio se sigue hasta la entrada de una quebrada; los ríos que ese dirigen a la
laguna Panza al Oeste y al Este, son los primeros afluentes del río Pilcomayo que va a
desembocar en el río Paraguay.
24 La meseta de Tolapalca tiene 4.200 metros de elevación, es la cima de una pequeña
cadena que corre de Norte a Sur. Después de franquear un afluente del Pilcomayo, se
deja el llano y se sube a un cerro alto hasta la meseta de Lagunillas. De Lagunillas,
dirigiéndose al Sudeste, se baja hacia el Pilcomayo, y se atraviesa una capa de areniscas,
arcillas esquistosas rojas yesosas. Descendiendo al pueblo de Leñas, hállase siempre el
mismo asperón.
25 En Leñas la geología cambia repentinamente. Esta está al pie de un elevado cerro que se
une a una cadena alta y helada. De Leñas se asciende hasta Llocalla, se pasa de nuevo al
Pilcomayo, ya muy caudaloso que arrastra trozos de rocas graníticas. Ascendiendo por
la ribera derecha del Pilcomayo, se tiene uno de los más hermosos bordes de rocas de
sedimento que observarse puede.
133
podido trazar algunos senderos, hay que vencer dificultades para obtener informes
geológicos. Bajo el aspecto de las minas, las provincias de Yungas y de Muñecas, más al
norte, ofrecen el más grande interés. Las dislocaciones de las pizarras han dejado en
varios puntos lavaderos de oro, tales como Tipuani, Tamampaya y Suri. En Coripata y
en Coroico se adquiere esa certidumbre.
33 De Chulumani a Irupana, me dirigí al Este Sudoeste. En el vértice de la cadena de
Coripata se eleva la cumbre del Illimani al Sudoeste, 10°0. El cerro entero se compone
de pizarra. Descendí al Este, hasta el río de La Paz. Al Este se extiende una elevada
cadena dirección Norte y Sur. Doblé hasta la confluencia del río de La Paz con el
Miguilla. Avancé hasta Cañamina y el pueblo de Circuata. Frente a Cajuata se eleva un
cerro alto formado de pizarras esquistosas. En Suri tomé la cuesta camino a Charapaxi.
Tenía al Sudeste los cerros de asperón devonianos, a cuyas faldas está situado Inquisivi.
34 Arriba de Capiñata se encuentra la cuesta de Pumuchi, compuesta de arenisca
devoniana. De Cavari, descendiendo hacia el río de Ayopaya y subiendo por él hacia
Machacamarca, observé que todas las pizarras están coloreadas de rojo. Descendiendo
de Palca encontré asperones devonianos. Continuando mi viaje, subiendo siempre,
alcancé los puntos culminantes, compuestos de pizarras negruzcas. Atravesé estas
pizarras y llegué al valle de Cochabamba. Durante el viaje que acababa de hacer, había
caminado por los cerros desde la cumbre de la Cruz, cerca de La Paz, hasta
Cochabamba, cerca de 93 leguas (465 km).
35 De Cochabamba atravesé la llanura, subí la meseta, pisando terrenos silurianos. En la
cumbre recogí fósiles. Continué dirección Nornoroeste, el curso de la quebrada de
Altamachi. Descendí a la aldea de Tolima, último lugar habitado de esas regiones. Bajo
el punto geológico, se observa allí el caos más completo; bloques amontonados, caídos
de los cerros. A unas 30 leguas de Cochabamba encontré un río que le llamé ″Río de la
Reunión″. Allí tenía al Sur altos cerros, compuestos de capas de pizarra azul. Este el
último de los terrenos silurianos de la vertiente de la Cordillera. Más allá de los últimos
cerros de areniscas friables, en todo el curso del río Isiboro y del río Sécure al río
Mamoré, sólo encontré aluviones modernos de pequeñas fajas. En resumen, en este
viaje he visto rocas pizarrosas de color azul, gris o violeta, con y sin fósiles,
constituyendo el terreno siluriano.
36 De Cochabamba, dirigiéndose al Este, se atraviesa el paso del río Rocha. Se continúa por
el valle de Sacaba hacia Tiraque. Es aquí, en los altos cerros, donde llega la región de las
nieves presentando picos elevados y formando una nueva cadena dirección Este
Sudeste hacia Santa Cruz de la Sierra. Todas estas cuestas están formadas de pizarras de
color gris oscuro. Al Norte, en el lugar llamado Tormenta, encontré mármoles antiguos
compactos, blanco azulejos. Se desciende al río San Mateo, al nivel del cultivo de la caña
de azúcar; luego se toma las faldas, se camina aún por las rocas de pizarra hasta San
Antonio; más allá, en todo el curso del río Chapare hasta el Mamoré, sólo se ve, sobre
las márgenes bajas del río, arenas modernas o aluviones de la época actual.
135
37 Antes debo decir una palabra sobre la meseta de Cochabamba, situada a 2.575 metros de
altura absoluta, que se compone de tres valles distintos: Cochabamba, Cliza y Sacaba. El
valle de Cochabamba, considerado orográficamente, debió formar un lago, cuyas aguas
se han abierto salida en la extremidad occidental en el río de Putina.
38 Partiendo de Cochabamba y atravesando al Este la angostura del río Tamborada,
observé capas de esquistosas, pizarras azules en descomposición. Más allá, Arani,
último pueblo de la llanura. Después de atravesar la meseta de Vacas (3.700 msnm),
ascendí la cadena de Pocona, compuesta de terrenos devonianos. En Totora encontré
toda la base de los cerros formada de terrenos devonianos. Llegué al valle de Pampa
Grande, donde corre el río Tembladeras. Al Este se levanta el cerro Vilca, que podrá
llamársele montaña. Su rumbo es Sur Sudeste y se compone de capas de asperón.
Descendiendo de Samaipata, se toma la quebrada del río cubierta de asperones
devonianos blanquecinos.
39 Había alcanzado los últimos límites de los terrenos devonianos. Para llegar al río Piraí
hay que bajar la cuesta de Petacas de más o menos 800 metros de altura sobre el río.
Cuando se sale del río a la llanura de Santa Cruz, diré que este trayecto de 140 leguas
(700 km) no me ha presentado más que rocas de sedimentos dispuestos del siguiente
modo: Época silúrica. Epoca devónica; Epoca carbonífera; Epoca triásica.
40 Subiendo por los llanos de Santa Cruz, seguí hasta Samaipata, en donde tomé al Sur
Sudeste, dirigiéndome hacia Valle Grande. Encontré la cadena compuesta de asperón y
arcilla de diversos colores. Subí la cuesta de San Blas, llena de asperones devónicos. Más
allá se extiende la llanura de Valle Grande, hermoso valle tapizado de praderas. La
ciudad está situada al pie de un elevado cerro.
41 El Río Grande ha abierto un lecho profundo. Creo que no hay nada comparable con el
encajonamiento del río, el más caudaloso de toda la República, puesto que recibe las
aguas de casi la mitad de los cerros bolivianos. Mirando al otro lado, divisé los terrenos
de pizarras hasta media altura del ribazo. Más allá del río del Pescado volví a ver las
areniscas devónicas. Subiendo por el río Tomina, atravesé idénticos terrenos.
Ascendiendo por el río Sauce Mayu, sólo pisaba terrenos silurianos. Más allá de la
cuesta de Tacopaya, pasé por otras dos serranías. De la cima de la cadena seguí hasta
Tarabuco.
42 De Yamparáez hasta Chuquisaca, capital de la República. Mi permanencia en los
alrededores de Chuquisaca me presentó por todas partes las areniscas devonianas en
las alturas, mientras que, en las quebradas, aparecen las rocas silúricas. Por el camino
de Yamparáez hay dos cerros llamados los dos cerros (el Sicasica y el Churuquella), que
dominan la ciudad, los que están compuestos enteramente de areniscas devonianas,
cuyas capas muy compactas se inclinan de un lado al Norte y del otro al Sur.
43 De Chuquisaca regresé a Potosí, distante más de 30 leguas: se desciende a la quebrada
de Chuquisaca (río Quirpinchaca) y se asciende para luego descender hacia el río
Cachimayu. El lecho y sus costados están compuestos de los mismos terrenos silurianos,
pero subiendo el cerro de la Calera se vuelve a ver areniscas devonianas. Desembocando
136
en el lecho del río Pilcomayo, uno de los más grandes de la República, atravesé una
playa de dos kilómetros de ancho, y comencé a subir al Oeste la cuesta del Terrado.
Aquí observé que las rocas silúricas ocupan las tres cuartas de la altura. En la cumbre
del Terrado me encontré sobre una elevada meseta, y no vi ningún fósil que pudiera
darme una idea de la edad geológica. Las areniscas cubren hasta Cuchi-huasi. Estos
terrenos se terminan en Quebrada Honda, donde las areniscas son blancas o rojas de
100 metros de espesor. Los cerros detrás del pueblo de Bartolo están cortados casi
perpendicularmente, ofreciendo el más extraño aspecto.
44 A unas 8 leguas de Potosí, en el valle de Chaqui existe una rica fuente termal conocida
con el nombre de Baños. El agua tiene una temperatura de 25 grados Reamur; se esparce
en vapores sulfurosos. El valle hasta Potosí me presentó, al Sur rocas traquíticas, al
norte pizarras; y en el centro una vasta llanura cubierta de bloques de traquito.
al Este por los ríos Paraguay e Iténez; al Norte, por el Iténez y los llanos de Mojos; al
Oeste, por el Río Grande; al Sur por los desiertos del Gran Chaco. Esta superficie de más
de 19 mil leguas, se compone al Norte, Oeste y al Sur de llanos en parte inundados,
atravesados diagonalmente, de Este Sudeste a Oeste Noroeste, por colinas de diversa
naturaleza. En su travesía se sigue por un suelo uniforme y horizontal, presentando
aluviones modernos, ya arcillosos, ya arenosos. Cerca de San Javier, el terreno se eleva
bastante sobre accidentadas colinas compuestas de grandes láminas de mica. De San
Javier a Concepción hay 19 leguas, todo el trayecto con numerosos filones de cuarzo
blanco. De Concepción a San Miguel hay 40 leguas de región deshabitada, por pequeñas
llanuras y valles irregulares.
52 De San Miguel a Santa Ana caminé 11 leguas. En la quebrada de Motacucito recogí
macasquitas de mucha belleza. De San Rafael tomé al Sur para dirigirme a San José,
atravesé colinas poco onduladas. Los terrenos de aluvión, de una tierra negra, turbosa,
cubren un espacio de 10 leguas de largo, que se extiende de Norte a Sur entre los
últimos de Chiquitos al Oeste la cadena de San Carlos. Caminando al Sur en medio de
espesos bosques, llegué al extremo Oriental de la cadena de San Lorenzo, a 400 metros
sobre el nivel de la llanura.
53 Abandoné la Tapera de San Juan a través de una llanura seca, cubierta de arena, y
llegué al Alto de Ipias. Ofrece cortaduras en los picos elevados, 400 metros más altos
que la llanura. De la cima de las cadenas de San José, del Ipias y de Santiago, no divisé al
Sur ninguna elevación. La llanura de bosques sin límites terminaba en el horizonte
hasta el Brasil.
54 Descendí la abrupta serranía de Santiago caminando sobre pizarras azulejos hasta el
plano, y proseguí hacia el río Tucabaca; luego atravesé sobre terrenos de aluvión.
Llegué a las serranías de Sunsas, subí por su pendiente, descendí a un valle hasta la
misión de Santo Corazón, que es la más oriental; el suelo está cubierto de detritus
devonianos geneis y cuarzo.
55 Como había alcanzado los últimos límites de la República de Bolivia, hacia el Este y no
lejos del río Paraguay, subí al cerro Taruhuch, 200 metros más elevado de las llanuras.
56 3o. Geología de la provincia de Mojos
57 La provincia de Mojos ocupa toda la parte septentrional de los planos de la República de
Bolivia, comprendido entre los últimos cerros de Chiquitos y el río Iténez, hacia la
frontera del Brasil al Este, los últimos contrafuertes de la Cordillera al Oeste, y las
confluencias de los ríos Iténez y Mamoré. Está limitada al Norte por los ríos Iténez y
Beni, que forman el Madera; al Sur por los cerros de Chiquitos, por las llanuras de Santa
Cruz y por los últimos contrafuertes de la cordilera oriental; al Este por los bosques aún
despoblados de la provincia de Chiquitos y por el río Iténez; al Oeste por la vertiente
Oriental de la cordillera, y por el río Beni. Se puede calcular en 15 mil leguas cuadradas
la superficie de la provincia. Esta superficie no presenta ningún cerro, ninguna
desigualdad que se eleve a más de 50 metros sobre el suelo; una llanura donde las
únicas rutas trazadas son las corrientes de los ríos; el resto, encontrándose
empantanado la mayor parte del año, no puede recorrerse sino en piraguas.
58 Habiéndome embarcado en Guarayos, en el río San Miguel, continué en piragua hasta la
misión del Carmen de Mojos. Todos los terrenos son aluviones terrosas. Aquí me
embarqué en piragua en el río Blanco y seguí a Concepción de Baures; luego a
Magdalena, 20 leguas al Noroeste.
138
59 La provincia de Mojos no ofrece ninguna cima divisora entre sus diversos ríos. Descendí
por el río Itonama; durante mi trayecto no he visto más que pantanos y aluviones. El río
Machupo tiene su origen muy cerca del Mamoré, seguí por él hasta San Ramón. De San
Ramón a San Joaquín, 10 leguas. Descendiendo por el Machupo al Norte una distancia
de 18 leguas, divisé por todas partes terreno pampeano hasta la confluencia con el
Iténez o Goaparé.
60 Permanecí algunos días en el Fortín do Príncipe de Beira, en territorio brasilero. El río
Iténez de los españoles (Guaporé de los brasileros), nace cerca de Matogrosso; su curso
general es de Este Noroeste, recibe los ríos de Mojos. Del Fortín de Beira descendí por el
Guaporé hasta su confluencia de éste con el Mamoré, que sigue con este nombre hasta
su reunión con el Beni, en que toma el nombre de río Madera.
61 En todo el trayecto el río sólo me presentó aluviones modernos sobre la orilla izquierda,
hasta una docena de leguas antes de la confluencia en donde me pareció observar
nuevamente un gran girón de arcilla limoza rojiza mezclada con los aluviones.
62 La confluencia con el Mamoré tiene lugar hacia los 12° de latitud al Este de Lima. Había
llegado al punto más meridional de la República de Bolivia.
Julio Díaz Arguedas. Expedicionarios y exploradores del suelo boliviano, ob. cit, p. 199,201.
BIBLIOGRAFÍA
139
Noticia biográfica
Don Alcide Dessalines d'Orbigny, nacido el año 1802 en la ciudad de Coureson, Francia, era hijo de
Carlos María dOrbigny, y hermano menor de Carlos d'Orbigny, naturalista también y autor del
Diccionario de Historia Natural. Su biógrafo, el Dr. Belisario Díaz Romero, anota que la especialidad
de Alcide era hacer dibujos de objetos naturales, arte por el que ingresó como empleado
dibujante al Museo de París. Habíase dado a conocer también publicando varias memorias sobre
zoología y algunas monografías, juntamente con un ″Cuadro metódico de la clase de los cefalípodos″.
De ahí que el gobierno francés, conocedor de las aptitudes y competencia del joven empleado del
Museo, habíale encomendado posteriormente la misión de estudiar y realizar exploraciones en el
continente sudamericano.
Esta obra comprende 11 tomos. En el tomo tercero: ″Historia del Viaje″, dedica a Bolivia los
siguientes tomos: Descripción Geográfica, Histórica y Estadística de Bolivia (París, 1845) y
Estudios sobre la Geología de Bolivia. Aparte de esas obras dio a publicidad muchas otras de gran
interés.
Como Caballero de la real orden de la Legión de Honor de Francia, oficial de la Legión de Honor
Boliviana y miembro de varias Academias y Sociedades Científicas de París, de Londres, de Turín,
de Madrid, de Moscú, de Filadelfia, ejerció su cargo de profesor hasta sus últimos días. Falleció en
París el año 1857.
140
D'Orbigny en Bolivia
Gunnar Mendoza
Introducción
1 El trabajo se presentó como conferencia pública en la Alianza Francesa en Sucre en
1971, en fecha incierta. Gunnar Mendoza había estado recolectando material para un
escrito sobre el viaje de Alcide d'Orbigny por Bolivia. De ese ″Material de Apoyo″
seleccionó porciones para la presentación oral, redactando un texto en tarjetas, como
era su costumbre. Usando ese escrito como texto base, se han incorporado a él las notas
de pie correspondientes y detalles dejados de lado del material de apoyo.
2 Gunnar Mendoza utiliza en este artículo correspondencia oficial inédita del Ministerio
de Relaciones Exteriores y el Ministerio del Interior de la joven República de Bolivia,
que se encuentra en el Archivo Nacional de Bolivia, incluyendo una carta de d'Orbigny
al Presidente Andrés de Santa Cruz, hasta ahora desconocida, que revela aspectos del
viaje del naturalista francés por Bolivia que permanecían ignorados hasta ahora.
3 No ha sido posible ubicar con precisión todas las citas; tales casos están mencionados
entre corchetes.
4 Javier Mendoza Pizarro2
I. Preliminar
5 La escena que sigue transcurre en mayo de 1832 en un trecho del bosque más alto y
recóndito de la cordillera de los Yuracarés que va a morir en las llanuras de Mojos en
Bolivia. Es de noche. Una noche obscura, que lo es más aún bajo el espeso techo de
frondas. Sin embargo, arden allí muchas fogatas, y a su luz temblorosa se ven grupos de
hombres que están acampados. Uno de ellos blanco, rubio, alto, vestido de blanco y con
una faja roja al rededor de la cintura; los otros, cuarenta, cincuenta, sesenta, todos
indios semidesnudos, de cabello y ojos renegridos. La noche está quieta y callada. De
pronto, en medio del silencio, se oye un cántico solemne, un coro profundo y patético
141
que se alza, resuena al cabo de breves instantes, se pierde entre las bóvedas salvajes, y
transporta el alma hacia el infinito.2
6 El hombre blanco es Alcide Dessalines d'Orbigny, y los indios sus sesenta remeros
cayubabas, que son los que han cantado esa música religiosa aprendida de los
misioneros de Mojos. La partida viene de Trinidad y va para Cochabamba. Hace dos
años que d'Orbigny está andando por Bolivia, hace seis que está andando en América.
Cuando salió de Francia, en julio de 1826, tenía apenas 24 años. Ha venido a América
como naturalista viajero del Museo de Historia Natural de París. Su viaje no es un viaje
de placer, de aventura, de lucro ni de contenido político, estratégico, ni económico. Es
un viaje puramente científico, destinado a la observación geográfica, histórica y social,
y a la recolección de muestras raras o desconocidas de los tres reinos de la naturaleza.
7 En 1825 una sociedad de capitalistas ingleses había resuelto enviar algunos
comisionados a Potosí y esto despertó en las autoridades del Museo de Historia Natural
de París la idea de enviar a América del Sur una expedición científica. El elegido para
esta empresa fue d'Orbigny, que fue lo que los ingleses dicen ″the right man in the right
place″. Hijo de Charles-Marie Dessalines d'Orbigny (1770-1856), cirujano que sirvió en la
marina y en hospitales militares establecido en Nantes y La Rochelle, y con gran afición
por las ciencias naturales, lo cual se refleja en sus escritos. Alcide nació en Coueron
(Loire inferior) en 1802. Desde muy temprano reveló su inclinación a las ciencias
naturales como alumno del liceo de La Rochelle. Empleaba sus vacaciones en buscar
materiales marinos en las orillas del mar y muestras de rocas. A los veinte años envió a
la Sociedad de Historia Natural una memoria sobre cierto género de gasterópodos. Su
versación científica quedó revelada por un trabajo sobre la clasificación de los
foraminíferos, fósiles microscópicos a la sazón apenas observados, que sometió en 1825
a la Academia de Ciencias. En un informe que Etienne Geoffroy Saint-Hilaire 3 y André
Latreille4 prestaron sobre dicha memoria, dictaminaron que ″el orden de los
foraminíferos es una creación de d'Orbigny″. El trabajo de Alcide se publicó en la
entrega de los Annales des Sciences Naturelles de enero de 1826, y le valió tal
predicamento que el Museo de Historia Natural le comisionó para llevar a cabo una
expedición científica a América del Sur. Fue profesor de geología en el Museo de
Historia Natural, curador del mismo, miembro y presidente varias veces de la Sociedad
Geológica de Francia, pero nunca fue miembro de la Academia de Ciencias no obstante
la importancia de sus trabajos. Murió en Pierrefitte (Sena) en 1857 5.
8 D'Orbigny había soñado más de una vez con venir a América 6. Gran lector de Alejandro
Humboldt y el conde Constantino de Volney, que habían convertido los viajes en un
método de investigación científica, ve próxima la oportunidad de convertir su sueño en
realidad. Así y todo, pide un año para prepararse mejor, para lo cual cuenta con los
consejos de hombres como el propio Humboldt y Georges Cuvier 7 y otras eminencias de
la ciencia occidental8.
Cobija, en abril de 1830, ingresó a Bolivia por Arica y Tacna, llegando a La Paz el 27 de
mayo de 1830.
10 En junio de ese año, explicando el objetivo de su viaje, d'Orbigny escribía al Presidente
Andrés de Santa Cruz: ″Mis intenciones son de andar toda la República de Bolivia
siguiendo mis observaciones sobre todo lo que pertenece a las ciencias naturales y a sus
aplicaciones, también a la geografía, quedándome en el país el número de años
necesarios para llenar esta gran empresa″9. Explicó así su itinerario general: ″El viaje
que trato de hacer después de recibir respuesta a esta carta es andar los Yungas, llegar
a Cochabamba, y después seguir mis investigaciones de las provincias de Mojos y
Chiquitos hasta la frontera de los brasileros, y después dirigirme al lado de
Apolobamba. Si V.E. quiere hacerme el favor de dar su aprobación a este itinerario,
saldré después de recibir sus órdenes. En el caso contrario, que me haga la gracia de
indicarme lo que le parezca más a propósito″.10
11 El viaje fue autorizado. Su recorrido por Bolivia desde entonces comprendió: Yungas
(julio-septiembre de 1830); Sicasica y Ayopaya (septiembre de 1830); Cochabamba, Clisa,
Mizque y Vallegrande (octubre-noviembre de 1830); Santa Cruz, Chiquitos, Guarayos y
Moxos (noviembre de 1830 a mayo de 1832); de Mojos a Cochabamba (junio y julio de
1832) y de Cochabamba nuevamente a Mojos (julio de 1832 abriendo una vía nueva. De
Mojos otra vez a Santa Cruz, y por Vallegrande a Sucre (agosto de 1832 a marzo de
1833). Diciembre de 1832 a marzo de 1833: permanencia en Sucre. Desde Sucre por
Potosí, Oruro, Carangas y Sicasica a La Paz (marzo-abril de 1833). Abril, mayo y junio de
1833 van a ser empleados en un recorrido por las orillas del lago Titicaca, las ruinas de
Tihuanacu y La Paz, y finalmente salió por Arica al Perú, embarcándose en Moliendo
para retornar a Francia (marzo-octubre de 1833). Cuando salió de Francia era un joven
de 24 años. Empleando prácticamente toda su primera juventud en esta expedición
científica de seis años y diez meses, a su regreso es un hombre de 31.
IV. Reconocimiento
14 Las circunstancias mismas habían creado así una relación cuasi-oficial entre los dos
países, por intermedio del cónsul general de Francia en Chile, Louis de la Foret,
residente en Valparaíso15. Los esfuerzos del gobierno del Presidente Santa Cruz por
obtener el reconocimiento francés, que llegaron inclusive a valerse del general
Lafayette como intermediario, finalmente fructificaron el 26 de mayo de 1831 cuando
un emisario francés anunciaba desde Cobija al gobierno boliviano que Francia,
″reconociendo en principio la independencia de esta República, estaba dispuesta a
concluir con Bolivia un tratado de amistad, comercio y navegación sobre el principio de
la más exacta reciprocidad″, y que se esperaba que el presidente Santa Cruz enviase a
″París un negociador provisto de poderes bastantes″16. Francia era así el primer país no
americano que reconocía la independencia de Bolivia17. Santa Cruz designó a comienzos
de 1832 al coronel francés Charles Heine como comisionado del gobierno boliviano ante
las autoridades francesas18. Y a comienzos de 1833, estaba en camino hacia Francia el
primer ministro plenipotenciario acreditado por Bolivia, el celebérrimo doctor
Casimiro Olañeta, con su secretario, un aventajado joven llamado Tomás Frías, futuro
presidente de Bolivia19. Como era de esperar, la historia de esta primera misión
diplomática boliviana en Europa está inevitablemente teñida y sazonada con las
peculiaridades propias del genio de Olañeta. El gobierno francés, por su parte, acreditó
el 11 de octubre de 1833, como encargado de negocios y cónsul general en Bolivia, a
Claude Martigny20.
15 Todos estos personajes tuvieron que hacer, directa o indirectamente, con el viaje y los
resultados de la expedición científica de d'Orbigny.
V. Situación boliviana
16 Cuando d'Orbigny entró en Bolivia en abril de 1830, la nueva República está cumpliendo
cinco años de existencia. En medio de dificultades de toda índole, que implicaban a la
vez la tierra y el hombre dentro de Bolivia, y la política de gobierno de los países
vecinos, en esos cinco años se hicieron grandes esfuerzos por acomodar la estructura
del país a la vida occidental en la cual los países del Nuevo Mundo, quiérase o no,
entraron después que Colón puso pie en sus riberas. Bolivia pugnaba por desenvolver
en ese contexto su cultura, su industria, su comercio, sus caminos, y extender sus
contactos con el mundo.
144
21 De las 58 leguas de tierra, 17 estaban ya del todo viables y d'Orbigny sugería que la
apertura al tránsito de las 41 restantes se abriese con la cooperación de los indios
mojeños, en una parte, y de los indios yuracarés en la otra, dejando expedito un camino
″bueno, sin peligro y de los más ventajosos″. En cuanto al tramo fluvial por el Securí y el
Mamoré hasta Trinidad, d'Orbigny encarecía que se trataba de una ″navegación buena,
sin cachuelas ni riesgo alguno, un río manso, de bastante agua y navegable en todo
tiempo″.
22 Comparando la nueva ruta con la vía en uso, d'Orbigny explicaba que cuando el camino
nuevo estuviese ″abierto como corresponde, en 9 a 10 días será fácil transportarse de
Cochabamba a la capital de Mojos (Trinidad), mientras que por el Chapare este tiempo
se consume solamente en el tránsito por tierra de un camino sumamente peligroso,
donde cientos de viajeros han perecido así como miles de bestias por motivo de la
serranía nevada, como del camino demasiado fragoso y lleno de precipicios horrorosos.
La navegación adicional del Chapare hacia Trinidad es siempre de 5 a 6 días y viene a
salir al Mamoré a una gran distancia, lo que atrae peligros que no existen en la
navegación del río Securí″24.
23 En cuanto a las ventajas económicas, d'Orbigny indicaba a que el nuevo camino
proporcionaba ″una nueva yunga propia a todos los establecimientos horticulturales.
Las faldas de la cuesta de la Reunión ofrecen sus terrenos vírgenes y propios a la coca,
caña, tabaco, café y chocolate, y no tardan a ser pobladas por los cochabambinos desde
que el camino será transitable con cargas[...] Las minas de oro las más ricas ocupan el
lecho de estos ríos y pueden ser un motivo más para esta apertura[...] ofreciendo los
medios seguros y rápidos de poner al centro de la república los productos de la
industria de la provincia de Mojos y adelantar su condición″ 25.
24 En cuanto a los aspectos sociales, d'Orbigny sugería el recurso al sistema de los
mitimaes incaicos para reducir a los indios yuracarés a un pueblo que se formaría en el
puerto de la Junta. Los yuracarés, advertía, ″son demasiado soberbios y viciados, y un
solo medio podría atraer a estos americanos a la sociedad y hacerlos útiles a la
república, y sería llevar unas familias de indios mojos para mezclarlos con ellos y
sujetarlos[...] y formar una población demasiado necesaria para el tránsito y para
aprovechar estas tierras que se pueden llamar sin exageración la tierra de promisión
por su fertilidad y la hermosura de sus bosques y las ventajas que pueden ofrecer a la
industria″.26
25 Con el parte enviado desde Trinidad, d'Orbigny remitía un plano topográfico de la ruta
y una comunicación en la que expresaba su alborozo por ″salir según mis más grandes
deseos en esta empresa y haber probado por mi celo la intención que tengo de servir a
la República″. Al mismo tiempo encarecía los trabajos y peligros que con su partida
había corrido atravesando tierras que en su mayor parte habían permanecido hasta
entonces inexploradas, en medio de cerros ″cubiertos de bosques donde apenas la luz
del día puede pasar lo tupido de las hojas que cubren la tierra de sombra perpetua″.
Andando así ″era preciso reconocer la dirección más recta y vencer a pie la desigualdad
de un suelo virgen″, hasta llegar luego de una travesía de 20 días al país de los
yuracarés. ″En medio de estos naturales, más salvajes que las fieras de estos inmensos y
asombrosos bosques donde ellos viven, tardé 10 días haciendo construir una canoa que
me ha servido para bajar a Mojos haciendo el tránsito sin más recursos de víveres que
los proporcionados por la providencia, porque todo lo que teníamos se había acabado,
146
VII. Museo
27 Otro de los objetivos en que Bolivia estaba empeñada por entonces era el de extender y
profundizar los conocimientos de las ciencias naturales. Esto coincidía con el propósito
homólogo de d'Orbigny quien en vísperas de ingresar a La Paz, desde Valparaíso, en
mayo de 1830, por medio del cónsul francés en Chile, M. de la Foret, había expresado su
disposición de ″reunir una colección completa [de ejemplares de los tres reinos de la
naturaleza] para Bolivia, clasificando todo según los sistemas más modernos y dando
las anotaciones necesarias de modo que los que quisiesen instruirse en las ciencias
naturales tendrán todo lo posible para eso. Siguiendo mi viaje, tomo el empeño de
hacer conocer al gobierno todo lo que puede servir al país sobre los diversos ramos″ 29.
28 El gobierno boliviano acogió la iniciativa, le dio los recursos necesarios y en
consecuencia, en todo el curso de su itinerario de tres años en Bolivia, d'Orbigny fue
cumpliendo su compromiso de recolector de ejemplares de los reinos naturales por
partida doble, un ejemplar para Bolivia y otro para Francia.
29 A comienzos de 1833, d'Orbigny tenía casi terminado su recorrido por Bolivia e hizo al
gobierno ajustadas sugerencias para el establecimiento formal de un museo de historia
natural en La Paz.
30 Pedía en primer término que se designase una sola persona adecuada para establecer el
museo, con mesas para clasificar provisionalmente las colecciones, hasta que se
estableciera como correspondía a su importancia. El museo, compuesto de muestras de
los tres reinos, era tan variado que podía demostrar a primera vista las riquezas
naturales de Bolivia. Las colecciones, proseguía d'Orbigny, iban a ser clasificadas por él
mismo y denominadas según las nomenclaturas más modernas para que sirviesen a la
instrucción de los jóvenes de Bolivia. Un catálogo metódico sería entregado en La Paz al
conservador nombrado para el museo, y otro remitido al presidente Santa Cruz. (Este
último se conserva en el Archivo Nacional de Bolivia30).
31 Para el reino mineral, d'Orbigny no había podido recoger todas las muestras que
deseaba, de modo que pidió al gobierno que remitiese una circular a los prefectos a fin
de que proporcionasen tan pronto como fuese posible las muestras, que serían
igualmente clasificadas por él. Como en Chuquisaca se conservaban los restos acopiados
por el difunto arzobispo Benito María de Moxó, y en la Casa de la Moneda de Potosí
existían asimismo muestras de minerales, se dispuso que esos ejemplares debían
asimismo refundirse en el Museo de La Paz31. El gobierno acogió esas sugerencias y
encomendó a d'Orbigny que reconociese y clasificase él mismo los restos del museo de
147
Moxó. Al llegar Moxó de México a Chuquisaca como arzobispo en 1807 traía consigo una
buena colección de antigüedades, objetos naturales, libros y manuscritos que había
reunido en el país azteca y que con su fino espíritu dotado de un gran sentido estético,
atesoraba celosamente en su palacio. Los azares de la guerra de emancipación
produjeron, como se sabe, el destierro de Moxó a Salta, en medio del torbellino bélico a
donde no pudo llevar su colección, que quedó encajonada bajo la custodia del Tesoro
Público de
32 Chuquisaca. Ella no pudo sobrevivir incólume a los contrastes de tres lustros de guerra.
En 1825, al establecerse la República, la colección se había inventariado por orden de
Sucre y se encontró que ya no quedaban sino restos32, que en los años corridos desde
1825 hasta este de 1833 habían disminuido aún más33.
33 El reconocimiento y catálogo que hizo d'Orbigny en febrero de 1833 de los restos de
esta colección dieron por resultado unas 200 piezas de los tres reinos, incluyendo las
antigüedades.
34 Una parte de la colección Moxó fue incorporada a la que d'Orbigny había reunido en su
recorrido por Bolivia, y otra fue obsequiada por el Presidente Santa Cruz al propio
d'Orbigny. A nombre de aquél, el Ministro del Interior indicaba al naturalista que el
inventario debía hacerse ″para que así el mismo reconocimiento descubra también
algunas preciosidades con que desea el Gobierno obsequiar a Ud.″ 34. Este ofrecimiento
se reitera diez días más tarde, en otra nota que invita a d'Orbigny ″se sirva tomar de allí
todas las antigüedades, y demás especies que sean de su beneplácito, teniendo a bien
aceptar este pequeño obsequio que quiere hacerle S.E.35
35 En junio 22 de 1833 d'Orbigny remitió al Presidente Santa Cruz un ejemplar autógrafo
del catálogo final que lleva el título de ″Catálogo del museo boliviano formado por el
naturalista Alcide Dessalines d'Orbigny″, el cual comprende 911 piezas,
correspondiendo 700 al reino animal, 156 al vegetal, y 65 al mineral, con
denominaciones latinas, españolas, o indígenas, y francesas de los ejemplares, así como
la indicación del área de origen. Muchos de los ejemplares eran hasta entonces
desconocidos en los dominios de la zoología, la paleontología, la botánica y la
mineralogía. D'Orbigny tuvo que proveer denominaciones nuevas de manera que, aún
antes de presentar el resultado de sus trabajos en Francia, esta preciosa lista hacía
entrar por primera vez en los dominios de la ciencia denominaciones alusivas a Bolivia,
tales como Tanagra chiquitenses (cardenal), Tangra yuracarensis, Phitololma Pisuta
boliviensis, Muscicapa Siriri yunguensis, Muscacapa guarayensis, Trochilus cochabambensis
(picaflor), Psitacus chuquisaquensis (nuestro periquito). Aun así, en vista de que
d'Orbigny no tenía a mano medios suficientes de identificación, 46 especies vegetales
quedaron anónimas.
36 A tiempo de entregarlo, d'Orbigny observaba que el catálogo estaba clasificado ″al estilo
de los de Europa [y] que puede servir de base para las aumentaciones que se pueden
hacer″, y apunta: ″Desde Francia buscaré modo de aumentarlo cuanto pueda″. Pedía
también que indispensablemente se encargase ″el museo a una persona capaz de su
fomento y que cuide de su conservación″, anunciando que uno de sus ayudantes
franceses36 regresaba a Guarayos para completar sus propias colecciones y que,
mediante una ayuda del gobierno, podía también ″aumentar el museo de La Paz de
todos los objetos que he podido traer por su volumen o rareza″ 37.
148
37 Las providencias que de inmediato se tomaron por parte del gobierno consistieron en
depositar la colección en un salón del colegio de Ciencias de La Paz, ″donde apenas se
pudo proporcionar unas cuantas mesas que sirvan provisionalmente mientras se
costeen los estantes respectivos″. El prefecto observaba también que las especies
permanecen ″disecadas en el mismo estado en que se han recibido″ y para hermosear el
museo será ″preciso embutirlas dejando los animales en su configuración natural. Mas
para esto es indispensable se costeen los gastos de armar los estantes y cajones con
vidrios donde deban acomodarse según sus clases y preservarlos del aire y la polilla″ 38.
Por el momento se ignora la suerte del museo formado para Bolivia por d'Orbigny. 39
VIII. Becarios
38 Como los centros de enseñanza superior del país no ofrecían posibilidades para el
aprendizaje de conocimientos aplicables al desenvolvimiento de la industria, el
comercio, la salud pública, y otros campos prácticos, una vez que la universidad
colonial se había limitado a fabricar teólogos y abogados, la nueva república debía
buscar los medios de procurarse profesionales en esas disciplinas prácticas por todos
los medios a su alcance.
39 Consecuente con estos antecedentes, el gobierno de Bolivia había circulado a comienzos
de noviembre de 1831 entre los prefectos del país una orden para que, de entre los
mejores alumnos de los colegios de ciencias, propusiesen una lista de cinco postulantes
para que fuesen enviados a Europa a instruirse en disciplinas tales como mineralogía,
física, química, matemáticas, economía política y derecho 40. La respuesta no fue
halagüeña, la iniciativa chocaba ″con preocupaciones y tímidas ideas en orden a sus
mismas ventajas″41, o porque ″no ha podido presentarse ningún joven de las aptitudes y
principios requeridos″42, o porque ″los fondos departamentales no sólo no alcanzan a
subvenir sus gastos naturales pero que su total menoscabo amenaza que se cierren
algún día los establecimientos que dependen de su existencia″. 43
40 Es presumible que d'Orbigny, en sus charlas con Santa Cruz, hubiera sugerido esta
iniciativa. Los documentos no revelan nada específico al respecto. Eso sí, el 21 de
febrero de 1833 el Ministro del Interior escribía a d'Orbigny anunciando que cinco
jóvenes bolivianos habían sido seleccionados para ir a París ″a perfeccionarse en sus
estudios″, siendo ellos ″Rafael Bustillo, Manuel Berríos, Hermenejildo Centeno, Lorenzo
Frías y Manuel Paz″44, este último que había acompañado a d'Orbigny en casi todo su
viaje por Bolivia a su entera satisfacción. Agrega la nota que ″considerando S.E. el
Presidente la necesidad de confiar a la dirección de un literato de crédito,
respetabilidad y delicadeza los cinco jóvenes″, y que ″nadie otro puede llenar este
encargo a su satisfacción, me ordena ruegue a usted quiera aceptarlo″. 45
41 D'Orbigny expresó ″El placer que recibo de poder ser útil con este pequeño servicio a
esta República y ser grato a su supremo jefe por los favores que se ha dignado
dispensarme″46, pero con el aventajado conocimiento que tenía tanto de las condiciones
de Bolivia como se su propia patria, adelantó observaciones que revelan a la vez su
interés en la empresa como su espíritu previsor: ″Habiendo sucedido varias veces que
jóvenes americanos mandados a Francia o a Inglaterra para su construcción no han
aprovechado nada″ creía necesario ″hacer conocer los medios más seguros″ en el caso
presente. ″Estos jóvenes deben quedarse cuatro años por lo menos a seguir las escuelas,
149
no comprendido el tiempo necesario para la ida y la vuelta. Los temas que parecen más
convenientes para el país son: la mineralogía, la geografía práctica, y la industria
mecánica″. Los primeros debían entrar en la escuela de minas para aprender la química
general y aplicada a los metales y aprender afuera las ciencias accesorias, como la
geodesia, para poder servir a la vez de ingenieros geógrafos. Los que estudiasen
mecánica deberán entrar en la escuela de artes e industria, ″que tanta falta hacen en
esta república″. Debían tener un sueldo no inferior a 500 pesos mensuales,
administrado por el director a cargo de los jóvenes, quien debía gestionar, por medio
del Ministerio de RR.EE. de Francia, su admisión en las escuelas; y el director de los
jóvenes o el ministro plenipotenciario de Bolivia debía tomar a su cargo el cuidado de
su aprovechamiento y conducta; y la remisión de recursos debía asegurarse por medio
de una casa comercial garantizada en París.47
42 En vísperas de la partida, en junio 4 de 1833, el Ministerio del Interior encarecía a
d'Orbigny: ″Se aproxima el caso en que desplegando usted los nobles sentimientos que
le caracterizan, haga el oficio de un verdadero padre de estos jóvenes″. 48
43 Casi al mismo tiempo, Olañeta, desde Burdeos, en camino hacia París para inaugurarse
en su flamante misión diplomática, dirigía al gobierno boliviano nota para llenar, decía,
un ″deber urgente del que depende la suerte de los jóvenes que S.E. el Presidente
destinó para que viniesen a educarse en Europa″. Como no sabía que los jóvenes venían
al cuidado de d'Orbigny, Olañeta comenzaba señalando los peligros a que la juventud
está expuesta cuando no tiene un guía″. Luego señalaba que ″los establecimientos
particulares, además de ser muy costosos, tienen graves inconvenientes entre los que
no es el menor la poca sujeción de los alumnos, y las contemplaciones que tienen con
ellos los empresarios″. Y ″sobre todos estos inconvenientes viene el del abandono de los
jóvenes, que es casi inevitable y del que tenemos tantos ejemplares a la vista″.
″Personas de juicio y respetables, tanto de América como de Europa, están acordes en
desaprobar el envío de jóvenes que han hecho las Repúblicas del nuevo continente″.
Terminaba diciendo que se tratase de ″evitar si es posible las desgracias que he
previsto″.49 Lo curioso del caso es que Olañeta había sabido con anterioridad a
comienzos del año, en Bolivia, directamente por el Presidente Santa Cruz, sobre el
envío de estos becarios, e inclusive había hecho ante el cónsul de Bolivia en Valparaíso,
Dámaso Uriburu, gestiones para el embarque de ellos en ese puerto, 50 sin ocurrírsele
entonces los reparos que hacía ahora en tiempo presumiblemente ya no oportuno.
44 Antes de la partida, d'Orbigny repitió varias veces sus indicaciones sobre la urgente
necesidad de asegurar la llegada oportuna a Francia de recursos para los muchachos 51,
reiterando al mismo tiempo: ″Serviré de mentor y de padre a estos jóvenes y cuidaré
tanto su buen comportamiento y adelantamiento como a su bienestar, y así enseñaré al
gobierno boliviano cuánto le estoy agradecido de los favores que hizo. Ojalá hubiese
otros medios más de servir a Bolivia, pues estoy pronto a sacrificarme por ella″ 52. De su
lado, el Ministro del Interior de Bolivia todavía despachaba en julio de 1833 una nota en
pos de d'Orbigny, entonces ya en el Perú, recomendando ″que los estudios se dediquen
preferentemente a la mineralogía, química, botánica, maquinaria y artes, que es de lo
que con especialidad necesita la República″.53
45 Mientras los cuatro muchachos bolivianos salían de Bolivia para esperar a d'Orbigny en
Valparaíso, éste, en Arica, contrató con el capitán de la fragata francesa Philanthrope
pasaje y alimentación para ellos, así como para sí mismo y el otro joven, Manuel Paz,
150
51 Tan pronto como d'Orbigny explicó en Bolivia los alcances de la comisión que traía del
Museo de Historia Natural de Francia, el Presidente Santa Cruz le brindó la ayuda que
podía prestarle el gobierno boliviano, consistente en un sueldo, ayudantes, un oficial
del ejército boliviano como escolta, acémilas y conductores para su equipaje. D'Orbigny
escribe al respecto: ″La oferta que vuestra excelencia me hace de darme dos jóvenes
para acompañarme es muy necesaria al país. Tendré mucho gusto en instruirlos en
todo, de modo que cuando tendré que irme de Bolivia ellos puedan reemplazarme por
acabar de completar las colecciones del país y hacer observaciones. Además los pondré
más tarde en correspondencia con los sabios de la Europa y entonces la República de
Bolivia se encontrará, de toda la América del Sur, la más unida con Francia y la que
pueda adelantarse más pronto en los nuevos descubrimientos científicos″ 64. D'Orbigny
se apresuró a declinar el sueldo. ″El interés no ha sido nunca mi guía″, afirmaba ″y el
amor sólo de los descubrimientos y de las ciencias ha sido el motivo que me ha
determinado a dejar mi país y mis amigos para ir a ultramar a ser útil a mi patria″. ″De
mi parte no quiero ningún sueldo, estando contento si por recompensa puedo merecer
el aprecio de los bolivianos″65. También declinó la compañía del oficial de ejército que
se le había ofrecido, porque, según dijo, ″sería distraer un hombre útil a la república″ 66,
y solicitó: ″para tener más facilidad de hacer mi viaje de un modo seguro, quisiera
solamente que el gobierno tomase el cargo de franquearme los animales de montar y de
carga para mis ayudantes y mi equipaje, como también los indios necesarios para
conducir las cargas, y que también el gobierno tome el cargo de pagar a mis empleados
que van a ocuparse de trabajar para la colección que debe quedarse en Bolivia″. 67 La
ayuda, que, en cambio, solicitó y admitió del gobierno de Bolivia, puede resumirse así:
152
″Una recomendación general para las autoridades o un título para no ser considerado
en el interior como un aventurero″68, son sus propias palabras. Se le proveyó, en
consecuencia, de una recomendación para que ″en cualquiera ciudad, pueblo o lugar de
la república boliviana que se presente Mr. Dessalines d'Orbigny, viajero francés, será
tratado por las autoridades con la mayor consideración auxiliándole con cuanto
necesite y pida, dejándole transitar libremente y aún mandándole escoltar si pidiera
con algunos hombres para la seguridad de su persona en aquellos puntos que creyera
de peligro. S.E. el Presidente de la República mirará con desagrado cualquiera falta, por
pequeña que sea, a la persona de M. d'Orbigny, tanto por los respetos que merece el
gobierno francés como por los servicios particulares que presta a la República″. 69
52 Puede afirmarse que en los tres años de su recorrido boliviano, que comprendió
frecuentemente los lugares más apartados y salvajes, d'Orbigny contó con la simpatía y
la decisión de las autoridades y el pueblo de Bolivia y no se le presentaron más que
incidentes de menor cuantía.
53 D'Orbigny aceptó asimismo ayudantes bolivianos, que se escogieron de entre los
alumnos de los colegios de Ciencias con un sueldo de 30 pesos mensuales cada uno. Uno
de éstos se le proporcionó en La Paz, al comienzo de su recorrido 70; otro se le juntó en
Cochabamba71, y ambos fueron con él hasta Santa Cruz, de donde el paceño regresó y
fue substituido por un muchacho cruceño, que también se separó al término del viaje
por tierras orientales, quedando el cochabambino, que fue con él hasta París. Estos
ayudantes fueron una ayuda inapreciable, no sólo como compañía sino como
intérpretes en las lenguas indígenas de las cuales d'Orbigny sólo conocía un poco el
guaraní que había aprendido en su viaje por Corrientes y Misiones.
54 D'Orbigny se brindó a instruir a estos muchachos en todo, de suerte que ″cuando tenga
que irme de Bolivia ellos pueden completar las colecciones de objetos del país″. 72
55 Quedó también acordado que el gobierno pagase a los dos jóvenes franceses que traía
consigo, un dibujante y un preparador a otros, 30 pesos a cada uno, como compensación
a su trabajo para la colección de historia natural que debía quedar en Bolivia. 73
56 Se decidió, asimismo, que para facilitar sus viajes de un modo seguro el gobierno
tomase a su cargo la provisión de animales de montar y de carga para todos los
ayudantes y todo el equipaje, y los peones necesarios para conducir las acémilas. En el
Oriente se le proveyó también de indios para cargar el equipaje, y como éste fuera
aumentando cada vez más, hubo ocasión en que la partida llegaba a contar hasta
sesenta indios que llevaban las cajas y petacas abarrotadas con plantas, animales,
maderas, fósiles, etc. etc.
57 El gobierno puso también al alcance de d'Orbigny, en casos especiales, baquianos y
guías para facilitar sus recorridos. En Chiquitos se le adjuntó para todo el recorrido de
esa provincia el gobernador de ella, don Marcelino de la Peña, conocedor eximio de la
comarca, y la colaboración que de él recibió d'Orbigny fue tan eficaz que Peña es una de
las pocas personas a quienes se menciona por su nombre en el relato del viaje, cosa que
d'Orbigny reservaba para casos verdaderamente excepcionales.
58 Para la apertura del camino a Mojos, también fueron puestos a disposición de d'Orbigny
un práctico, José Tudela, a quien él recuerda luego con elogio, y todos los recursos
necesarios en hombres, animales, implementos y dinero.
59 El gobierno dio también facilidades a d'Orbigny para adquirir documentos ilustrativos
sobre las regiones comprendidas en su viaje, tales como impresos, manuscritos, mapas,
153
X. Libros
XI. Honores
64 Se explica así que las expresiones de simpatía por Bolivia abunden en los escritos de
d'Orbigny, que no era ni mucho menos un hombre zalamero o retórico. ″Ahora
considero a la República boliviana como mi patria adoptiva, y estoy dispuesto a hacer lo
posible por ser útil a este país″75. Y en otra oportunidad: ″Bolivia se acordará siempre de
haberme abierto su seno, y para dar / le un testimonio de su agradecimiento no
olvidaré nada de lo que pueda contribuir a su felicidad y elevación″ 76. Y finalmente ″me
esmeraré en corresponder a las nobles intenciones de S.E. el presidente Sta. Cruz... en
todo lo que pueda contribuir a la ilustración de Bolivia y llenar de este modo el anhelo
de su digno presidente, y no haré en esto sino pagar un justo tributo al agradecimiento
que le debo″.
NOTAS
2. D'Orbigny, Alcide. Viaje a la América Meridional, Editorial Futuro, Buenos Aires, 1945. T. IV, p.
1365.
3. Naturalista francés (1772-1844), profesor de zoología en el Museo de Historia Natural de París.
[Nota de J.M.P.].
4. Naturalista francés (1762-1833) considerado uno de los padres de la entomología. [Nota de
J.M.P],
5. Pierre Larousse, Grand Dictionaire Universel du XIXe siéclc, t.11, p. 1413-1414.
154
6. D'Orbigny, Alcide. Viaje a la América Meridional, Editorial Futuro, Buenos Aires, 1945. T. III, p. 15.
7. Zoólogo y paleontólogo francés (1769-1832). Creador de la anatomía comparada y la
paleontología; autor con Geoffroy Saint-Hilaire de una Historia de los mamíferos. [Nota de J.M.P.].
8. Del material de apoyo que acumuló Gunnar Mendoza se puede concluir que tenía la intención
de examinar las experiencias previas a d'Orbigny. En una de las tarjetas Mendoza expresa:
″Hablar de otros viajeros que pasaron por Bolivia: Frasier, Nordenflicht, Haenke, Temple,
Andrews, Pentland″. Pero este material no fue redactado. [Nota de J.M.P.].
9. Carta de Alcide d'Orbigny al Presidente Andrés de Santa Cruz, 19 de junio de 1830; Archivo
Nacional de Bolivia. Ministerio del Interior, t. 28, no 12.
10. Ibid.
11. Archivo Nacional de Bolivia. Col. Of. año 1830, p. 275.
12. Archivo Nacional de Bolivia. Ministerio del Interior, t. 69, N″ 18, nota 133.
13. Airchivo Nacional de Bolivia. Ministerio del Interior, t. 69, N″ 27, p. 2.
14. Archivo Nacional de Bolivia. Ministerio del Interior, t. 70, N″ 15, año 1835, nota 19.
15. Ministerio de Relaciones Exteriores. [Fuente imprecisa]
16. Ministerio de Relaciones Exteriores. [Fuente imprecisa]
17. No. 106. [Fuente imprecisa]
18. Archivo Nacional de Bolivia. Ministerio del Interior, t. 70, N°. 15, nota 60.
19. Ministerio de Relaciones Exteriores. [Fuente imprecisa]
20. Ministerio de Relaciones Exteriores. [Fuente imprecisa]
21. Archivo Nacional de Bolivia. Ministerio del Interior, t. 69, No. 15.
22. Carta del Gobernador de Cochabamba a d'Orbigny, 25 de junio de 1832. Archivo Nacional de
Bolivia. Ministerio del Interior, t.69, N°. 10.
23. Ibid.
24. [Fuente inexistente]
25. [Fuente inexistente]
26. [Fuente inexistente]
27. Todo No. 44. [Fuente imprecisa]
28. Archivo Nacional de Bolivia. Ministerio del Interior, t. 69, N°. 21, nota 17.
29. Carta de d'Orbigny al Presidente Andrés de Santa Cruz, La Paz, 1830.VI.19, Archivo Nacional
de Bolivia. Ministerio del Interior, t. 28, N°. 12.
30. Archivo Nacional de Bolivia.
31. No. 57. [Fuente imprecisa]
32. [Fuente inexistente]
33. Algunos de estos ejemplares, en reproducciones dibujadas por el pintor chuqui-saqueño
Francisco Saavedra, pueden apreciarse en el manuscrito original del libro de Moxó intitulado:
Cartas mexicanas, así como en la edición hecha en Genova en 1837.
34. Nota del Ministro del Interior a d'Orbigny. 4 de febrero de 1833, Archivo Nacional de Bolivia.
Ministerio del Interior, t. 69, N°.10.
35. Nota del Ministro del Interior a d'Orbigny, 14 de febrero de 1833, Archivo Nacional de Bolivia.
Ministerio del Interior, t. 69, N°.10, esf.
36. D'Orbigny llegó con dos ayudantes franceses de los cuales se sabe muy poco. [Nota de J.M.R]
37. Todo No. 52. [Fuente imprecisa]
38. No. 73. [Fuente imprecisa]
39. Gunnar Mendoza: ″Vocación de arte y drama histórico nacional en Bolivia: El pintor Melchor
María Mercado (1816-1871)″, Introducción a: Melchor María Mercado, Album de paisajes, tipos
humanos y costumbres de Bolivia (1841-1869), Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia, La Paz, 1991,
p. 33. [Nota de J.M.P]
40. Nos. 26, 27. [Fuente imprecisa]
41. No. 30. [Fuente imprecisa]
155
NOTAS FINALES
2. Nuestro agradecimiento a Javier e Ignacio Mendoza Pizarro, hijos del Dr. Gunnar Mendoza, y
en general a la familia Mendoza Pizarro, sin cuyo empeño por ordenar los escritos inéditos de su
padre no habría sido posible publicar este novedoso ensayo sobre Alcide d'Orbigny que, como
muchos otros ensayos inéditos de la autoría del Dr. Mendoza, merecen ser divulgados dentro y
fuera del país. Entre los papeles inéditos de Gunnar Mendoza sobre d'Orbigny se ha encontrado el
borrador inédito de un índice analítico del libro Viaje a la América Meridional (Buenos Aires,
Editorial ″Futuro″, 1945), el mismo que esperamos publicarlo como anexo (con referencias
novedosas) al índice ya conocido que lleva el mencionado libro.
157
proclamó Dictador) e incluso al general Mariano Melgarejo 1864-1871 20. Los años
posteriores a 1845-1846 que siguieron hasta su muerte (1871) fueron al parecer más
agitados para nuestro personaje quien desempeñó una serie de funciones polifacéticas,
que Gunnar Mendoza las denomina:]
5. Miscelánea de actividades
12 Como abogado, actividad muy efímera, hay constancia de que [Melchor María] se
expidió 'fiel y lealmente, patrocinando al pobre e indigente 21. [La política:] Además de
empujarlo a la milicia... interfirió con su vocación artística y científica llevándole al
ejercicio de puestos administrativos y judiciales. Fue intendente de policía 22; agente
fiscal en Sucre23; fiscal de partido en Trinidad24; juez en la misma ciudad25, intendente
de policía en la provincia de Sorata26 [...] Repetimos: Inesperadamente, si la política, la
milicia, la burocracia y la abogacía le quitaron tiempo y tranquilidad para dedicarse al
arte y a las ciencias naturales, favorecieron por lo menos en un punto esas
disposiciones vocacionales ampliando su conocimiento de la gente y el territorioo de su
propio país con las idas, venidas y atenciones propias de tan problemáticas
actividades27.
Melchor María Mercado, lámina 30, Album de paisajes, tipos humanos y costumbres de Bolivia, (1841
-1869)
Lámina original de Alcide d'Orbigny, Indies et métis de la Nation Quichua, de Chuquisaca, 1844.
***
16 Junto con los datos básicos para la biografía de Melchor María, hemos pasado revista
hasta aquí a las actividades que pudieron conspirar contra su vocación artística y
científica (si bien, al mismo tiempo, favoreciéndola en alguna medida, por raro azar).
163
A. Enseñanza
18 La historia de los museos en Bolivia está por hacerse. Durante el Coloniaje no hubo,
positivamente, museos públicos (ni bibliotecas públicas), y no hay información
específica sobre museos privados hasta la venida a Chuquisaca (1807) del arzobispo de
Charcas fray Benito de Moxó y Francolí que trajo consigo la colección que había
formado en México y a la que corresponden las reproducciones de los objetos que
figuran en obras suyas34. Moxó fue exilado a Salta durante la Guerra de Independencia
(1816) y no se sabe en qué condiciones dejó su colección. Durante su permanencia en
Bolivia (1830-1833) el naturalista francés Alcide d'Orbigny reunió una extensa colección
que entregó al gobierno del general Andrés Santa Cruz en La Paz junto con un catálogo
hecho con todas las reglas del arte y la ciencia: 911 piezas de los tres reinos de la
naturaleza35. Parte de la colección de Moxó, que había quedado en Sucre, fue
obsequiada por el presidente Santa Cruz a d'Orbigny como expresión de aprecio a los
servicios del viajero francés al país36. Por el momento se ignora la suerte del museo
formado para Bolivia por d'Orbigny.37
19 El amor de Melchor María por la naturaleza y el arte tuvo en la práctica, ya antes
del846, un positivo resultado creador con el acopio continuo de la que los papeles de la
época llaman 'preciosa colección que mantiene en su casa, o museo particular, de
pájaros, insectos, reptiles, cuadrúpedos y otras tantas curiosidades del arte y la ciencia',
incluyendo antigüedades38.
20 Que antes de 1846 tenía ya su museo formado es obvio por el ofrecimiento que hizo en
dicho año de obsequiar al Gobierno su colección. Acompañó este ofrecimiento con el
siguiente inventario de su museo39:
21 Desde 1827 el Gobierno boliviano había librado decretos encargando al Instituto
Nacional la formación de un Museo Nacional, y en 1840 llegó a disponer su instalación
'en los salones que en el día se hallan ocupados por la Biblioteca pública' en Sucre, y
que entretanto 'se remitan al Instituto Nacional muestras de minerales y otros
productos raros para formar museos en todas las capitales de Departamentos, pero no
164
hay evidencia de que tales disposiciones se llevasen a la práctica en seguida. Según esto,
la iniciativa personal de Melchor María se adelantó a la iniciativa oficial y contribuyó
sin duda a estimular el interés oficial40 [...] Por su propio esfuerzo había aprendido el
arte de la disección. Aludiendo a su permanencia en el Oriente del país, se dijo que 'allí
aprendió a disecar para llevar a su país [Sucre] una selecta variedad de aves por acá
desconocidas; serpientes de piel finísima y deslumbradora; cuadrúpedos silvestres los
más extraordinarios'. Pero, en realidad, para 1846 Melchor María tenía formada gran
parte de su colección en Sucre y, según el mismo relata, se había dedicado ya ál
entretenido arte de la taxidermia desconocido casi en Bolivia 41.
22 Con una ética ejemplar de servicio público, Melchor María llegó en 1846 -tenía 30 años
entonces- a ofrecer su museo en obsequio al Gobierno, ofrecimiento que, aunque
aceptado, no llegó a perfeccionarse por razones que se ignoran, si bien es presumible
que el Estado no fue capaz de proporcionar la infraestructura necesaria. En todo caso,
Mercado no formó su colección sólo para solaz de sí mismo y sus amistades, sino que
ella estuvo en su casa 'en un espacioso recinto abierto siempre a la expectación del
público'. Esta expectación llegó a tanto que Melchor María tuvo que publicar en 1855 un
aviso por la prensa suplicando a todas las personas que deseen ver su museo, lo hagan
los domingos y días de fiesta, porque en los días de trabajo tiene ocupaciones para
llenar sus compromisos'. Siempre como naturalista, avanzó a los dominios de la
arqueología e hizo excavaciones en busca de antigüedades para enriquecer su
colección42.
23 Sus viajes por el Oriente del país le permitieron enriquecer este museo con ejemplares
maravillosos disecados por él mismo. Por varios años el Museo de Melchor María fue el
único de clase particular existente en el país: 'Hay museos públicos solamente en La
Paz, Potosí y Oruro. En esta capital [Sucre] existe uno particular que [...] hace estimable
la contracción de su propietario el señor Melchor María Mercado 43.
24 Los azares políticos le indujeron por lo menos en dos oportunidades averiguadas a
tratar de deshacerse de su museo ofreciéndolo públicamente en venta: en 1857, acosado
por la persecución del régimen belcista [...]. En 1861, reiteró el ofrecimiento, temiendo
por su propia seguridad a la caída del partido de Linares, en el que militó con tanto
sacrificio de su persona: ″AVISO: El que suscribe, deseoso de marcharse al exterior,
ofrece en venta una casa [...], una hacienda [...], trastes, cuadros y demás preciosidades
que posee″. No hay evidencia de que Melchor María hubiese cumplido su propósito de
hacer esta venta y emigrar de Bolivia44.
25 Siempre como museólogo, Melchor María en 1867 recibió del gobierno la comisión de
arreglar 'el museo tan decaído de La Paz', pero pronto la declinó esa vista de la falta de
ayuda [...]45.
26 ¿Qué fue del museo de Melchor María después de su muerte? Por de pronto no existe
información para responder a esta pregunta46.
C. Explorador
Melchor María sobre esta expedición, y los textos mismos de estos trabajos están
incorporados junto con las láminas del Album [...]47
D. Pintura
28 En las artes gráficas fue donde Mercado, tenaz en el cumplimiento de su vocación, llevó
a cabo una obra más duradera para la posteridad. Sus realizaciones en este campo
fueron variadas y precursoras [...]. La obra pictórica más extensa de Melchor María se
conserva en el álbum de láminas a la acuarela cuyo contenido va a lo largo de 27 años
(1841-1868). Las láminas son al peinado (o acuarela) y a tinta, en número de 116, sobre
hojas de papel común, de oficio, de la época, de tamaño uniforme (21 x 32 cm). Sus
temas representan paisajes, tipos humanos, animales, plantas, escenas, costumbres,
edificios, utensilios de trabajo. Numéricamente, 41 láminas corresponden a La Paz, 37 a
Beni, 12 a Perú, 7 a Chuquisaca, 7 a Santa Cruz, 6 a Potosí, 4 a Oruro y 2 a Cochabamba.
El material abarca así, a excepción del departamento de Tarija, todo el territorio
boliviano [...]48.
E. Galvanoplastia
29 Melchor María fue de los primeros en Bolivia en practicar desde 1853 la galvanoplastia
o estereotipia -grabado de imágenes en planchas metálicas mediante un proceso
electrónico-[...]49.
F Fotografía
G. Magnetismo
H. Música
32 En los recuerdos de sus amigos se celebra a Melchor María también como un hábil
músico52. No sabemos qué instrumento o instrumentos tocaba. Durante sus diversas
permanencias en el Beni registró la música de cánticos y danzas de los indios mójeños,
muchos de los cuales les habían sido enseñados por los misioneros jesuitas, y luego se
fueron trasmitiendo por tradición.53
33 De los motivos musicales mójeños recopilados por Melchor María, 54 17 son himnos
religiosos, incluyendo 14 con letra en español, dos en latín y uno en lengua moja; otros
166
dos son música de danzas indígenas, sin letra; uno de ellos, la Danza de los Toritos, y el
otro ″el gran baile de los naturales llamado Jeruré″55. Es muy posible que Melchor María
dominase el solfeo musical y que hasta hubiese avanzado hacia la composición, pues
una estrofa anónima de la época parece sugerir que Melchor María compuso un himno
nacional: ″Sea tu nombre recordado/en Sorata con afección/ por el himno de la nación/
Melchor María Mercado″.56
34 Las penetrantes observaciones y descripciones de Alcide d'Orbigny a lo largo de su
recorrido por las misiones de Mojos y Chiquitos son máximamente reveladoras sobre la
absorción del arte por el contingente humano nativo: una correspondiente a la misión
de San Javier en Chiquitos, en 1831.VII.5, dice: ″Un domingo concurrí a la iglesia con el
administrador. Se cantó una gran misa con música italiana y tuve la verdadera sorpresa
de encontrar entre los indios esta música, preferible a toda la que había escuchado aun
en las ciudades más ricas de Bolivia. El director del coro, por un lado, conducía el canto;
el de la orquesta, por el otro, ejecutaba diversos fragmentos con admirable armonía.
Cada cantor, cada corista, con el papel de la música ante sí, desempeñaba su parte con
gusto, acompañado por el órgano y numerosos violines fabricados por los indígenas. Yo
escuché esa música con placer debido en parte a que en todo el resto de América no
había podido oír otra mejor. Era un resto del esplendor introducido en las misiones por
los jesuítas, cuyos trabajos tuve necesariamente que admirar, pensando que antes de su
llegada los indios chiquitos, todavía en estado salvaje, se hallaban dispersos por los
bosques″57.
35 Otro episodio correspondiente a Mojos, en 1832.V.19, cuando d'Orbigny iba por tierra y
río desde la misión de Loreto a Cochabamba, ayudado por setenta indios cayubabas que
le servían como cargadores y remeros, y había acampado para hacer noche en la
confluencia de los ríos Mamoré y Chapare: ″La noche, de las más negras, lo parecía aún
más bajo esta espesa bóveda de frondas. Los fuegos encendidos de trecho en trecho por
los indios arrojaban sobre todos los objetos un resplandor incierto y daban un
verdadero encanto a esta selva salvaje. A las ocho, mis setenta indios entonaron en coro
y con música sus cánticos religiosos de la noche, que en esos parajes adquirían un
carácter imponente que me conmovió. Nunca me habían parecido tan sencillos y tan
solemnes″58. [...]
I. Escritos
36 El arte de la palabra escrita no fue tampoco del todo esquiva a Melchor María. No
hemos podido identificar hasta ahora más que las piezas breves que enumeramos, en
orden cronológico a continuación, siendo seguro que otras quedan todavía por
localizarse:
37 [Entre otros escritos59, principalmente su] Diario e itinearario de la expedición llevada desde
Santa Cruz por las misiones de Chiquitos, hasta el marco del río Jaurú, en la frontera con Brasil,
con algunas observaciones sobre la provincia de Chiquitos y Reflexiones sobre la expedición del
marco para la navegación del río Paraguay, 21 p. Santa Cruz (?), 1859.IX.9-1859.XI.16 [...].
Publicado en esta misma edición junto con las láminas pictóricas [...]. Contiene valiosa
información geopolítica. Como una muestra, en sus conclusiones Melchor María señala
que la navegación del Paraguay por el Jaurú 'es casi imposible, o si es posible es
enteramente inútil para la patria', por las dificultades que la empresa ofrecía para los
167
medios con que Bolivia contaba para entonces (pág. 50) [...]. También hay curiosa
información antropológica [...] relativa a los indios bororós que encontró a su paso 60 [...]
J.'¿Qué no ha sido?'
38 Resumiendo, uno de los amigos de Melchor María concluye: '¿Qué no ha sido y qué no
es el Sr. Mercado? Aficionado a las ciencias naturales, disecador, magnetizador,
botánico, galvanoplasta, retratista, [pintor], y últimamente fotógrafo 61.[...]
9. Su muerte
39 Melchor María murió en Sucre en 1871,22 de mayo; se hicieron sus funerales en la
iglesia de Santo Domingo, 'con cruz alta y oficio cantado, y fue sepultado en el panteón
general de esta capital'. Tenía 55 años. Muerte prematura -quizá acelerada por los
azares de su agitada vida-, y muerte por cierto lamentable en razón de lo que Bolivia
podía esperar todavía de su fecundo, activo y esforzado talento.
NOTAS
2. Melchor María Mercado nació en Sucre, en el seno de una familia de propietarios de clase
media, en 1816 [...] el 6 de enero, según su partida de bautizo... [Era] hijo legítimo de José Manuel
Mercado y María Castro, vecinos de esta ciudad [...]. Su padre, el doctor José Manuel Mercado... [:]
Abogado de la Audiencia de Charcas, con estudios en la Universidad de San Francisco Xavier de La
Plata (hoy Sucre)... [...]. Prestó el juramento correspondiente en 1817.V.29 e hizo su práctica
forense en el bufete del doctor Mariano Enrique Calvo (futuro vicepresidente de Bolivia durante
la administración del general Andrés de Santa Cruz) [...]. Su abuela materna y madrina de
bautizo, doña Micaela Huerta y Mercado. Propietaria de la hacienda Mulani [ubicada a escasas
leguas de Sucre; en el cantón Pajcha, provincia de Yamparáez] la cual pasó luego a poder de
Mercado. (Gunnar Mendoza L. ″Introducción″, pp. 22-23). [Además de la hacienda Mulani,
Melchor María era propietario de una casa en la ciudad de Sucre, 'situada a cuadra y media de la
plaza, denominada El Callejón'. (Gunnar Mendoza L. ″Introducción″, p. 25). ″Dado el continuo
vaivén en que vivió Melchor María habría sido de hecho improbable que fuese él mismo quien
adquirrió esos bienes inmuebles. La finca de Mulani tuvo que ser una donación o legado de su
abuela materna Micaela (que hasta 1853, todavía era públicamente la propietaria) y lo mismo
pudo ocurrirr también con la casa″. (Gunnar Mendoza L.″Introducción″, p. 25).
3. Melchor María tenía nativamente para el estudio de la naturaleza y la obra de arte eso que con
frase tan certera denomina Gabriel René-Moreno 'la célula primordial del oficio'. (Gunnar
Mendoza L. ″Introducción″″, p. 25). En Mercado -ejemplo representativo de tiempo y lugar -se
encarna el drama de la vocación incuestionable para el arte y la ciencia que no contando con la
infraestructura institucional adecuada para realizarse, tiene que vivir la agonía de procurar por
sí misma esa realización. (Gunnar Mendoza L. Ibid., p. 26).
Entre los factores externos que estimularon esta vocación habría que mencionar sin duda el
ambiente familiar, pues nada hace suponer que Melchor María no hubiese encontrado
168
comprensión y estímulo en ese ambiente. [En efecto, fue durante su infancia en Sucre cuando dos
tíos suyos de renombre, Juan Manuel Mercado y Lucas Huerta Mercado, estimularon la vocación
de su sobrino Melchor María]. El 'doctor don Juan Manuel Mercado [...] tío paterno (hermano o
tío paterno...)' [era] 'dignidad Chantre de la Santa Iglesia catedral de La Paz' [..] Lucas Huerta
Mercado... [era, por su parte] clérigo presbítero, doctor en cánones, abogado... hizo con brillo
estudios de teología y de leyes en el Colegio de San Juan Bautista de la Universidad de La Plata y
se recibió de abogado en 1813.II.17. Se dedicó más al foro que a la iglesia. En 1827 era defensor de
menores en La Paz. 'Decepcionado tal vez por los acontecimientos de su patrio suelo, amargado
quizá por las vicisitudes de una vida combatida por la injusticia', se autoexilió al Perú (Arequipa).
'Escritor erudito, dio a luz interesantes panfletos dedicados a la instrucción religiosa y del foro'.
Murió en 1869 en Arequipa, 'agobiado del peso de la edad'. La ternura -'sombra querida'- que
Melchor María expresa en su ″Necrología″ que dedicó a este tío [en 1869.VI.9, La Paz] hace
presumir que medió una relación estrecha con él, como con el otro, sin duda durante su infancia,
cuando todos convivieron en Sucre y los tíos supieron comprender y estimular la vocación del
sobrino hacia la naturaleza y el arte. (Gunnar Mendoza L. Ibid., p. 24).
4. Esta descripción del itinerario que cubrió d'Orbigny en Bolivia ha sido escrita por el propio
Gunnar Mendoza L. en su ensayo inédito: ″D'Orbigny en Bolivia″, publicado en el presente libro.
5. Gunnar Mendoza L. ″Introducción″, p. 25.
6. [Acerca de la ″formación″ de Melchor María Mercado, Gunnar Mendoza escribe en su
″Introducción″:] Por decreto de 1826.V.3 se dispuso la apertura de una clase de dibujo en el
Colegio Junín, donde precisamente por entonces inició sus estudios de enseñanza secundaria
Melchor María. No hay noticia de ninguna escuela especial de dibujo y pintura hasta las
proyectadas por Melchor María mismo en 1855 y por Villavicencio en 1858. Gunnar Mendoza L.
Ibid., pp-40-39 (Ver nota 140 :″Informe sobre el estado de la instrucción pública en esta capital
[La Paz] prestado por el Inspector General de ella [Félix Reyes Ortiz]″, en La Gaceta del Gobierno.
Eventual. La Paz, Cochabamba, Sucre. La Paz, Imprentas: de Vapor, Paceña, 1858-1862. Nos. 5-6
(1858.IV.17,24); y Villavicencio Antonio. ″Escuela de Pintura″, en La Causa Nacional. Eventual.
Sucre, Imprenta Boliviana, Imprenta de Pedro España, 1862, No. 38 (1862.X.17), p.2). Dadas las
circunstancias de lugar y de tiempo, se trataría de un comienzo más bien incipiente.
Una muestra oficial de esta incipiencia se tiene en la introducción de ″la enseñanza de la música,
dibujo y labores domésticas por una sola persona″ en el Colegio de Oruro en 1838.VIII.3 (Colección
oficial de leyes, decretos, órdenes, resoluciones etc. que se han expedido para el régimen de la
República Boliviana. Sucre, Imprenta de la Buena Fe, 1825, v.l, p. 304).
Lo seguro, eso sí, es que Melchor María tenía una certera vocación de pintor, fortalecida aún más
por su vocación de naturalista, coleccionista y explorador, las cuales, a su vez, se beneficiaron de
la primera. Si no aprendió en una escuela todas las reglas del arte, su vocación de pintor le indujo
a pintar estas láminas [G. Mendoza se refiere a las láminas que Melchor María empezó a pintar en
su álbum a partir del año 1841 hasta el año 1869, dos años antes de su muerte] con o sin reglas, o
a inventar sus propias reglas, urgido por el reclamo de la realidad telúrica y humana de su propia
tierra. A los bolivianos nos interesa muy poco que, desde un punto de vista universal, Melchor
María no valga nada, cuando estamos ciertos de que tiene un valor excepcional como pintor
boliviano, como pintor que da una imagen de Bolivia por y para el pueblo boliviano mismo ante
todo. Por otra parte, para Melchor María nunca fue ningún problema pintar, si quería hacerlo,
según las reglas convencionales del arte, y el único retrato al óleo que se conoce pintado por él es
buena prueba de ello si bien ese mismo retrato no es una simple muestra de academismo neutral,
seco y frío, sino que vive con la forma y el alma inconfundiblemente suyas, presentes en todas sus
obras.
Acaso los valores implícitos en estas láminas [del álbum 1841-1869] de Melchor María tengan que
ver con su formación, o, quizá, mejor, con su falta de formación. Aunque Melchor María hubiera
pasado por alguna escuela o curso de dibujo que hubiese habido en Bolivia por entonces, éstos de
169
ninguna manera pudieron ser, está dicho, sino muy incipientes dadas las circunstancias de
espacio y tiempo. Por eso es necesario considerarlo como un pintor autodidacta. Quizá hay que
celebrar este hecho. En el arte, como en toda la cultura de una sociedad tan sui géneris como la
sociedad boliviana, la formación -por lo menos la formación convencional- puede llevar a la
deformación de la realidad sacrificada al precepto. En cambio la deformación del precepto
académico puede facilitar la trasmisión de la realidad. ¿Qué otra cosa hace Picasso, por ejemplo?
Si Melchor María hubiera pasado por una academia, Bolivia habría ganado un pintor académico,
como Villavicencio (que es un buen pintor académico entre muchos otros), pero seguramente
habría perdido un pintor boliviano único. De pintores académicos estaba y está repleto el mundo,
mientras que los pintores bolivianos únicos, como Melchor María, eran y son ahora mismo
rarísimos en Bolivia.
7. Una segunda influencia obvia se encuentra en Melchor María y es la que proviene del muy
conocido pintor peruano mulato Pancho Fierro. Fierro fue también autodidacta, y pintó también
láminas sobre papel -cientos de ellas- representando tipos humanos y costumbres, con un sentido
y una forma definidamente populares. Hay, pues, una gran similitud de situaciones entre él y
Melchor María aunque en un nivel diferente al de d'Orbigny. Hay también una acentuada
disimilitud: Fierro es exclusivamente limeño al paso que Melchor María es extensamente
boliviano, y mientras que Melchor María tuvo, como hemos visto, una actividad múltiple en
diferentes áreas, no se sabe que Fierro tuviese otra actividad que la de pintar; y si Melchor María
fue un hombre de la clase media propietaria y cursó estudios hasta la universidad, Fierro no sólo
expresó al pueblo limeño sino que fue parte de ese pueblo y apenas tuvo estudios elementales.
Fierro es anterior (nació en 1803) a Melchor María. La puerta obvia de entrada de su influencia
tuvo que ser el conocimiento por parte de Melchor María de algunas de sus láminas, y hasta
podría aventurarse la hipótesis de que esas láminas hubiesen llegado a Bolivia y Sucre entre los
intercambios y azares de la Confederación Boliviano-Peruana (1836-1839). Sea como fuere, cuatro
láminas del álbun de Melchor María (№3-6) están copiadas de Fierro y sirven para acreditar la
influencia en cuestión. Total o parcialmente y con modificaciones mayores o menores, las
láminas 3, 4, 5 y 6 del Melchor María (no tienen leyendas) copiadas de las láminas intituladas
″Zapateo de zamba - cueca en Chorrillos″, ″Vendedor de velas″, ″Señora con criada para la iglesia″
e ″Indio alcalde″ . Gunnar Mendoza L. Ibid., p. 41.
8. Gunnar Mendoza L. Ibid., p. 40
9. Gunnar Mendoza L. Ibid., p. 25.
10. Gunnar Mendoza L. Ibid., p. 26.
11. Gunnar Mendoza L. Ibid., p. 26.
12. Gunnar Mendoza L. Ibid., p. 27
13. Gunnar Mendoza L. Ibid., p. 39.
14. Ver lámina No. 2 del álbum de Melchor María. Gunnar Mendoza L. Ibid., pp. 27-28.
15. Gunnar Mendoza L. Ibid., p. 28. Pero el general Manuel Isidoro Belzu era quizás el más
inveterado y apurado entre esos aspirantes [a la presidencia], y, sin mayores escrúpulos
legalistas, aun siendo Ministro de Guerra de Velasco acabó por derrotarlo (1848, octubre-
diciembre). De ahí la obvia y tenaz oposición de Melchor María contra Belzu. (Gunnar Mendoza L.
Ibid., p. 28). Su derrocamiento marcó el fin de la vida política de Velasco dejando en el poder un
vacío de la tendencia por lo menos relativamente institucionalista, vacío que trató de llenar el
adepto más destacado de Velasco, el doctor José María Linares (otro férvido y tenaz pretendiente
-civil- a la presidencia), cuyo programa se cifraba en tres conceptos -moralidad, autoridad,
progreso- que la juventud intelectual idealista proclamaba como suyos (Gunnar Mendoza L. Ibid.,
p. 28). La autodenominada Revolución de Septiembre instaló finalmente en el poder a Linares
(1857.IX.8), pero, oh paradoja, gracias a un 'golpe', que no otra cosa fue el pronunciamiento de la
guarnición militar de Oruro contra el general José María Córdova, heredero político de Belzu.
170
Este pronunciamiento fue encabezado por un condiscípulo de Melchor María en el Colegio Junín,
el hoy coronel Antonio Vicente Peña″. Gunnar Mendoza L. Ibid., p. 28.
16. Gunnar Mendoza L. Ibid., p. 30.
17. Gunnar Mendoza L. Ibid., p. 31.
18. Gunnar Mendoza L. Ibid., 28.
19. Gunnar Mendoza L. ″Introducción″, p. 28, nota 63: P. Moreno 1886, p. 303-305. Moreno,
Gabriel René. Anales de la prensa boliviana. Matanzas de Yáñez. Santiago de Chile, Imprenta
Cervantes, 1886. Dechado de virtuosismo historiográfico, por el uso exclusivo de documentación
periodística, este libro trasmite la sensación diríase que ahita de sangre y pólvora de las
″matanzas de Yáñez″, uno de los episodios más trágicos del drama político boliviano, drama en
medio del cual discurrió, como estamos viendo, la vida y la obra de Mercado. Véase Gunnar
Mendoza L. Ibid., p. 62.
20. Gunnar Mendoza L. Ibid., p. 31.
21. Gunnar Mendoza L. Ibid., p, 32; nota 92: Recuerdos en vida dedicados al doctor Melchor María
Mercado, coronel de ejército. Por Pílades y Orestes (pseud.). La Paz, Imprenta de la Unión Americana,
1869, p. 3.
22. Gunnar Mendoza L. Ibid., p. 32; nota 93: Recuerdos, 1869, p. 3. No está determinado cuándo...
23. Gunnar Mendoza L. Ibid., p. 32: nota 94: Recuerdos, 1869, p. 3. Tampoco está determinado
cuándo...
24. Gunnar Mendoza L. Ibid, p. 32: nota 95: ″Nombrado fiscal de partido del Beni desde el año
1857″. Monteagudo, Juan Bautista. ″La fotografía y el teniente coronel Mercado″. La Epoca,
Interdiario Semanal La Paz, Imprenta Paceña, 1867; se sobreentiende que subsiguientemente a su
pronunciamiento contra Belzu y a favor de Linares.
25. Gunnar Mendoza L. Ibid., p. 32: nota 96: Su desempeño en la magistratura fiscal y judicial
corresponde a los años 1858-1859, como lo dan a entender las láminas Nos. 50 a 85, fechadas en
Mojos desde 1858.VI.18 hasta 1859.IX.16.
26. Gunnar Mendoza L. Ibid., p. 32: nota 97: Recuerdos, 1869, p. 3. Sus láminas Nos. 87 a 120 están
fechadas en Sorata en 1868. X.2 a 1868. XII.5. No fue prefecto, diputado ni senador: su entrega a la
política no llegó a tanto. La situación más encumbrada que ejerció dentro de la administración
pública fue la se secretario del Consejo de Estado al parecer en postrimerías del gobierno de
Linares /1861/ [...] Estos puestos administrativos fueron más bien efímeros. En todo caso,
Melchor María era enemigo declarado del 'pernicioso aliciente de la empleomanía'.
27. Gunnar Mendoza L. Ibid, p.32.
28. Melchor María Mercado. ″Album que contiene láminas a la acuarela sobre motivos bolivianos
1841-1869; transcripciones de motivos musicales de Mojos, 1859; y el Diario de la expedición al
marco del río Jaurú, 1859″, 120 f. (Archivo Nacional de Bolivia, Colección Rück). Véase Gunnar
Mendoza L. ″Introducción″: ″1. Fuentes Inéditas (M)″, p. 67. En 1991, año de la publicación de este
álbum, inédito hasta entonces, fue intitulado por Gunnar Mendoza L. Album de paisajes, tipos
humanos y costumbres de Bolivia (1841-1869) por Melchor María Mercado). Prólogo de Fernando
Cajías. El estudio Preliminar de Gunnar Mendoza L., Director del Archivo y Biblioteca Nacionales
de Bolivia - editor y autor del ″Prefacio″ y de la ″Introducción″: ″Vocación de Arte y Drama
Histórico Nacional en Bolivia: El Pintor Melchor María Mercado (1816-1871): Un Precursor″, pp.
11-72. La Paz, Banco Central de Bolivia-Archivo Nacional de Bolivia-Biblioteca Nacional de
Bolivia; Servicio Gráfico ″Quipus″, 1991; págs. 73-232 + un ″índice general″ por Mireya Muñoz, p.
233-239.
29. Gunnar Mendoza L. Ibid., p. 40.
30. Gunnar Mendoza L. Ibid., p. 40.
31. Alcide d'Orbigny. Voyage dans l'Amérique Meridionale. 9 v. y una carpeta de mapas. París
1835-1847. Para una versión española de la parte correspondiente a la relación del viaje, ver:
171
Viaje a la América Meridional. 4 v. Buenos Aires, Editorial Futuro. Versión española fragmentaria
de la parte correspondiente a la relación del viaje. Gunnar Mendoza L. Ibid., p. 4: nota 143.
32. Gunnar Mendoza L. Ibid., pp. 40-41.
33. Gunnar Mndoza L. Ibid., p.33.
34. Gunnar Mendoza L. ″Introducción″, p. 33: nota 114: P. Moxó 1837. En la Colección Gabriel
René-Moreno, Biblioteca Nacional de Bolivia, un ejemplar manuscrito de esta obra. M. Moxó 1807
(p. 63) Moxó Benito María de ″Cartas mejicanas escritas en 1805. Chuquisaca, 1807. 308 f., 7
láminas. Deteriorado por el fuego. Con un 'Suplemento″ (p. 67); ″Moxó, Benito María de. Cartas
mejicanas. Genova, Tipografía Pellas, 1831. Cinco, 338 p., seis láminas″.
35. Gunnar Mendoza L. Ibid., p. 33: nota 115: ″Catálogo del Museo Boliviano formado por el
naturalista Alcide Dessalines d'Orbigny. Año 1833″; 24 p. (Archivo Nacional de Bolivia. Ministerio
del Interior, v. 20, No. 43.
36. Gunnar Mendoza L. Ibid., p. 33: nota 116: Archivo Nacional de Bolivia. Ministerio del Interior,
t. 69, No. 10.1833.II.4,14,16.
37. Gunnar Mendoza L. Ibid., p. 33.
38. Gunnar Mendoza L. Ibid., p. 33: nota 117 Recuerdos en vida dedicados al doctor Melchor María
Mercado, coronel de ejército. Por Pílades y Orestes (pseud.). La Paz, Imprenta de la Unión Americana,
1869. 8, XXIV p. 1869, p. 3.
39. 'Lista de los objetos que contiene el pequeño museo donado a la capital Sucre, Departamento
de Chuquisaca, por el individuo que suscribe' [reproducimos la lista en versión abreviada en las
líneas que siguen:]
″Zoología: Ornitología [...]
Mammalogía: Mamíferos [...]
Reptiles: Pedíjeros [...] Serpientes venenosas [...]
Entomología: Coleópteros [...] Hemípteros [...] Ortópteros [...] Himenópteros [...] Neurópteros [...]
Sepidópteros [...] Dípteros [...] Ápteros [...] Zoófitos: Testáceos [...]
Reino vegetal: Flores hermafroditas. Monandria, un estambre, vabriana [...] Reino mineral [...]
Antigüedades del tiempo de los Incas [...] Curiosidades [...]
Ilustre y heroica, Sucre a 6 de septiembre de 1846.
Melchor María Mercado″ (Véase Gunnar Mendoza L. Ibid., págs. 34-35; Ibid., p. 118: P Mercado
1846-b, P Restaurador 1839, No. 26, Sucre, 1846.IX.8, p. 3-4. Mercado, Melchor María [Memorial
dirigido al Prefecto de Chuquisaca ofreciendo obsequiar al Gobierno su museo de Historia
Natural, cuya lista se adjunta]. Sucre, agosto 10,1846, en P Restaurador: El Restaurador. Sucre,
Imprenta de la Libertad de la Ciudad de Sucre Semanal, trimestral. Sucre, 1839, Nos. 24-26
(1846.IX. 3 y 8. Según la lista, la colección comprendía 866 ítemes clasificados en secciones de los
reinos animal, vegetal y mineral, así como 'Antigüedades del tiempo de los Incas' y
'Curiosidades'. Melchor María explica que el propósito del obsequio es 'que sirva de base a [un
Museo] nacional', conjuntamente con la 'hermosa colección variada de objetos de la
naturaleza'que posee el canónigo doctor Martín, quien 'se halla dispuesto a deshacerse de ella
con tal que sea agregada al Museo departamental que se forme'. 'Todo necesita principio, y
partiendo de esta verdad me desprendo del objeto de esta donación para gozar así de la
satisfacción de ser yo el primero en disputar la gloria como primer contribuyente a una obra útil'.
La sola condición señalada por Melchor María: que el Gobierno disponga 'un lugar aparente para
que verifique yo la entrega bajo de inventario de todas las especies que contienen mis
colecciones'. El Gobierno se limitó a decir que aceptaba el obsequio. (Gunnar Mendoza L. Ibid.,
págs. 49-50.
40. Gunnar Mendoza L. Ibid., p. 35.
41. Gunnar Mendoza L. Ibid., p. 36.
42. Gunnar Mendoza L. Ibid., p. 36.
43. Gunnar Mendoza L. Ibid., p. 36.
172
Inédita. Composición poética que revela a Melchor María en tratos, más empeñosos que
productivos, con la musa de la versificación...
3) [Memorial dirigido al Prefecto del departamento de Chuquisaca ofreciendo obsequiar al
Gobierno su Museo de Historia Natural, incluida lista adjunta. Sucre, agostolO, 1846.
4) Invitación: Sucre, 1855. VI.8. Recordando el alzamiento popular del 25 de mayo de 1809 en
Chuquisaca, que inauguró la guerra popular de liberación americana, Melchor María ofrece abrir
una escuela de pintura gratuita, en la que los jóvenes de toda condición puedan 'tomar una
profesión que ennoblezca vuestro corazón', y 'llenen de pinturas que hagan honor al país, desde
la miserable cabaña hasta los edificios suntuosos; desde la bella naturaleza hasta Dios, como se
hallan en todos los pueblos civilizados'. No se ha podido establecer si la escuela se fundó
realmente.
5) [Memorial dirigido al Gobierno de 1855 ofreciendo sus servicios gratuitamente para enseñar el
dibujo y la pintura a los jóvenes de ambos sexos en Sucre (Sucre, 1855.VII.7); dice 'que el dibujo y
la pintura ejercen una influencia directa en la moral de los pueblos, cooperando en el
adelantamiento de las artes y en el progreso de las ciencias que tienen relación con ellos' (que
está desapareciendo en nuestro suelo por falta de instrucción).
6) Diario de la Expedición llevada desde Santa Cruz...
7) Necrología a su tío Lucas Huerta Mercado, La Paz, 1869, VI.9) (recuerda su acción heroica en los
hechos de la Independencia, en 1809). Gunnar Mendoza L. Ibid., pp. 49-51.
60. Gunnar Mendoza L. Ibid., p. 51.
61. Gunnar Mendoza L. Ibid., p. 51.
174
5 Nos hace una descripción detallada de esta ciudad, la que reconoce ser distinta de todas
las hasta entonces visitadas por él. Su descripción de las vestimentas usadas por
indígenas y mestizos es de lo más ilustrativa; igual cosa se puede decir de las
costumbres que relata con maestría y colorido propios de él. Indica que habiendo
dirigido una misiva al Presidente Santa Cruz, que a la sazón se hallaba en Cocha-bamba,
recibió una respuesta de lo más amable y cordial en la que le ofrecía todo su apoyo para
que la misión que lo traía a Bolivia fuera un éxito, manifestándole que haría que dos
jóvenes estudiantes le acompañasen juntamente con un oficial de ejército para
facilitarle el viaje y resguardarlo.
6 Su primera excursión desde La Paz fue hacia los Yungas, de donde pasó a Cochabamba;
posteriormente siguió el camino existente a Santa Cruz de la Sierra, ciudad en la que
permaneció bastante tiempo atraído por la hospitalidad de las gentes y la belleza,
gracia y donaire innatos en sus mujeres, asunto que lo relata con delicadas y
románticas frases. Más adelante, sale hacia el Brasil por el camino de las misiones
atravesando el Monte Grande, ″cuya espesa frondosidad cubre una extensión de unas
sesenta leguas y en donde vanamente se buscarían otros huéspedes que los animales
salvajes″.
7 Nos relata con certera pluma las bellezas y riquezas de la provincia de Chiquitos,
territorio que atrae su especial atención y su interés. Al referirse a los paisajes hallados
dice: ″En tanto que un sol abrasador tostaba las llanuras circunvecinas, algunas
benéficas nubes, posándose sobre la cima de las montañas, habían operado un cambio
total en el aspecto de la naturaleza. Los árboles se cubrían de un tierno follaje y de
diversidad de flores; la campiña desplegaba lujosamente sus primeros ropajes. En nada
absolutamente pudiera compararse la bella estación de Europa a un tal momento bajo
las zonas tórridas″.
8 En su permanencia en la región chiquitana se dedicó a estudiar especialmente las
costumbres y la lingüística de las tribus autóctonas; de este estudio ha nacido su obra El
hombre Americano. Se interesó especialmente de la nación de los Guarayos ″que realizan
en América por su franca hospitalidad y por sus costumbres sencillas y enteramente
primitivas, el poético ensueño de la edad de oro. Entre estos hombres de la simple
naturaleza a quienes jamás atormentó la envidia, el robo, esta plaga moral de las
civilizaciones más groseras como las más refinadas, tampoco es conocido″.
9 Abandonando temporalmente la tierra de los guarayos y bogando durante ocho días
por las claras aguas del río San Miguel, llegó a la misión del Carmen de Moxos y se
dedicó a visitar esta región a la que asignó un área de catorce mil leguas cuadradas e
indicó que estaba surcada por treinta y tres ríos navegables; también visitó las misiones
de Concepción Magdalena, San Ramón y San Joaquín, en la que ″quedaban restos del
esplendor pasado de los jesuitas″.
10 Posteriormente llegó a la confluencia de los ríos Guaporé y Mamoré, y siguiendo aguas
arriba por este curso, llegó a las misiones de Exaltación, Santa Ana, San Xavier,
Trinidad y Loreto.
11 D'Orbigny deseaba buscar una ruta fácil entre Cochabamba y las amplias sabanas de
Moxos y nos dice: ″Así pues, me propuse buscar, para obviar tales inconvenientes, un
camino más abreviado o una vía de navegación por en medio de selvas y montañas,
persuadido de que con esto haría yo a Bolivia un servicio capaz de dar a su gobierno un
testimonio de mi gratitud por los muchos favores de los que era justamente deudor″.
176
Así bajó por el río Sécure, desconocido a la sazón, ayudado por indios cayuvavas,
magníficos remeros, subió al Mamoré hasta el río Chapare y por éste hasta el río Coni
en tierras de yuracarés ″al pie de las ultimas faldas de la cordillera oriental″. De aquí
ascendió por sendas difíciles desde los tórridos y húmedos parajes tropicales hasta las
altas y heladas breñas andinas para llegar a Cochabamba. Su descripción de esta gama
de paisajes es magnífica y digna de un poeta.
12 A su vuelta a la región de los valles, y después de una corta permanencia allí, se dirigió
hacia Sucre y Potosí, después de admirar y describir magistralmente las bellezas de la
arquitectura virreinal. Salió para Oruro y La Paz; desde esta última ciudad hizo varios
viajes a la región del lago Titicaca3, visitó y admiró grandemente las ruinas de
Tiahuanacu, partiendo posteriormente hacia Arica para embarcarse de vuelta a su
patria, y nos dice: ″A fines de junio volví a pasar la cordillera por última vez, por la ruta
que había tomado en 1830, cuando fui de Tacna a La Paz, y abandoné para siempre
Bolivia después de haberla recorrido en todos sentidos durante más de tres años. Traía
de esta hermosa y rica parte del continente americano no solamente una inmensa
cantidad de materiales de todas clases indicados para hacerlas conocer desde diferentes
puntos de vista, sino también el más vivo reconocimiento hacia su gobierno y hacia sus
habitantes de los cuales no había recibido más que favores y las pruebas más delicadas
de estima y de hospitalidad″.
13 El periplo amplio y magnífico recorrido por este insigne hombre de ciencia al que
Bolivia debe tanto, fue la base para la redacción de su gran obra Viaje a la América
Meridional en la que la descripción de nuestro territorio ocupa la mayor parte. Su libro
está acompañado de quinientas planchas coloreadas a la acuarela que él había pintado
en los sitios que visitó. Los originales de la obra los sometió a los señores Blainville,
Geoffroy-Saint Hilarie, Adolphe Broignart, Savary y Cordier, que aplaudieron
unánimemente la misma en 21 de abril de 1834; acompañó al texto gran cantidad de
documentos para la historia e innumerables colecciones geológicas, botánicas y
zoológicas.
14 El General José Ballivian encargó a d'Orbigny una Descripción geográfica, histórica y
estadística de Bolivia. Este trabajo debía haberse presentado en diez volúmenes;
lamentablemente por muchas razones sólo se publico el primer volumen dedicado a las
provincias de Moxos y Caupolicán que a la sazón pertenecían al reciente departamento
del Beni, creado por el Presidente Ballivián. En la traducción y final redacción colaboró
el joven poeta boliviano don José Ricardo Bustamente, que residía en París.
15 La Obra de d'Orbigny en Bolivia es hasta la fecha la más grande contribución al
conocimiento de las riquezas naturales del país4, sobre todo en lo que se refiere a su
acervo en la flora y la fauna; también sus estudios etnológicos y lingüísticos son de gran
valor y no han sido superados hasta ahora. El elocuente y límpido lenguaje ayuda a la
mejor descripción de nuestros bellos paisajes y revela no sólo la sensibilidad del viajero
sino el profundo conocimiento científico de lo que describe y relata.
16 No resistimos la tentación de incorporar el juicio certero de Don Ernesto Morales,
editor de la traducción castellana de su obra principal, quien dice al referirse a su
redacción y estilo: ″Es un artista de la palabra. Repare el lector en la belleza de sus
descripciones, en la fuerza con que capta lo esencial de los personajes históricos, en
delicadeza de su expresión, la sutilidad de su observación, en la justeza de su crítica; en
todo lo cual está revelado no a un simple viajero, no a un científico para quien la pluma
177
es una herramienta pesada, sino a un cabal hombre de letras, una sensibilidad aguda
que se expresa con precisión y elocuencia, mediante la palabra escrita″.
NOTAS
2. Un lustro antes de publicar el presente ensayo de d'Orbigny, el Ing. Muñoz Reyes había dado ya
a conocer, en el diario Presencia. La Paz, domingo 24 de mayo de 1970 (Ob. cit.; véase cita 1),
algunos datos biográficos poco divulgados del sabio naturalista francés. En este artículo
periodístico de 1970, intitulado ″Alcide d'Orbigny″, cuyo contenido es similar al de 1975, el Ing.
Muñoz Reyes escribió: ″Alcide Dessalines d'Orbigny nació en Coueron (Loira Inferior), el 6 de
septiembre de 1802; su padre, Charles Marie Dessalines d'Orbigny, médico de profesión, era un
ferviente naturalista que dedicó sus mayores esfuerzos a los estudios de historia natural,
habiendo sido correspondiente del Museo de Historia Natural de París. Alcide era el segundo de
sus vastagos, siendo el mayor entre los hombres. En 1815, la familia d'Orbigny se estableció en
Esnandes, una villa cercana al puerto de La Rochela. La vida del joven Alcide se desarrolló, como
era propio, en estrecho contacto con la Naturaleza dadas las aficiones de su progenitor. El sentía
gran amor por estas disciplinas que llegaron a constituir una verdadera vocación. El padre
también educó dentro de ellas a su otro hijo, Carlos, haciéndole estudiar, observar y dibujar seres
vivos, especialmente los invertebrados. Carlos era también médico de profesión.
Los primeros estudios los realizó Alcide en La Rochela, demostrando su gran aptitud y su
profundo espíritu de observación. Fue allí donde inició la confección de sus famosos ″modelos″ de
foraminíferos, ampliando el tamaño de las conchillas desde 49 a 200 veces de acuerdo a los
detalles observados bajo el microscopio. Estos modelos los vendía para difundir el conocimiento
de estos diminutos organismos tan poco conocidos en la época. La venta de una colección se hizo
en 1823 al Museo de Historia Natural de París donde aún se la conserva.
El 17 de enero de 1823, publicó el joven d'Orbigny su primer trabajo sobre ″un nuevo género de
moluscos gastrópodos″, lo que causó que el naturalista Ferrusac lo llamara a París como
colaborador y asistente.
En 1825, publicó su ″Tabla Metódica de la clase de los cefalópodos″, en la que reconocía los
foraminíferos como un orden distinto, ″fruto de siete años de observación microscópica″; la obra
contenía 73 láminas ilustrativas de magnífico diseño. Estos trabajos iniciales colocaron a
d'Orbigny entre los mejores naturalistas franceses de la época, lo que determinó que en
noviembre de 1825, Geoffrey Saint-Hilarie, Cuvier y A. Brogniart lo designen como naturalista
viajero para enviarlo en misión científica especial a la América meridional. Sus labores no debían
ser fijadas por el azar sino que debían seguir un programa preciso de investigación trazado por
sus mentores. Debía viajar solo, recogiendo en sus itinerarios muestras de toda índole para ser
estudiadas más tarde en Francia. Se le dieron cartas de recomendación y se le proveyó de
suficientes recursos. El sabio Alejandro von Humboldt lo recibió en su casa para darle toda clase
de consejos y directivas antes de su viaje″. (N. del E.).
3. En su ensayo ″Biografía de un Lago″ (Revista Kollasuyo. La Paz, 1970. No. 71. pp. 24-25, op. cit.;
véase nota 1), Jorge Muñoz Reyes escribe: ″Desde los albores de la República, muchos han sido los
geógrafos y hombres de ciencia que han escudriñado el Titicaca en busca de informaciones de
toda índole, desde el biólogo que buscaba los organismos que habitaban las riberas y las aguas del
lago, hasta los arqueólogos e historiadores que se afanaban tratando de hallar datos acerca de las
178
gentes que habitaron esa cuenca desde los más lejanos tiempos. Sería tarea larga y cansada el
citar a todos o casi todos los estudiosos que laboraron en la región, pero citaremos a algunos cuya
tarea ha sido conspicua. Alcide d'Orbigny, que vino al país en el tiempo del Mariscal Santa Cruz
[...], ha sido uno de los naturalistas que ha estudiado el Lago desde el punto de vista geológico,
paleontológico y también histórico; en su voluminosa e importante obra Voyage dans l'Amérique
Meridionale publicada en 1844 en París. Se puede decir, con Porras Barrenechea, que d'Orbigny fue
el ″introductor oficial de la Antropología en América″ y [que] sus descripciones de los indios de
esta parte del continente son los primeros trabajos científicos de valor en la materia. En su obra
El Hombre Americano, publicada en 1839, hace una descripción muy buena de los aimaras, así
mismo en sus trabajos se ocupa preferencialmente de Tiahuanacu, metrópoli a la que le da una
importancia primordial en la historia primitiva de América. Al referirse al río Desaguadero en la
parte geográfica de su principal obra dice: ″El Desaguadero, muy profundo y de unos cien metros
de ancho, estaría en un país civilizado cubierto de barcos que, por ese canal natural donde las
aguas marchan con lentitud, donde ningún obstáculo impide la navegación, ascenderían y
descenderían sin cesar, acercando así el lago Titicaca a la provincia de Poopó y sembrando en el
espacio que los separa una prosperidad desconocida. Esas márgenes, hoy desiertas y
deshabitadas, se cubrirían entonces de una población industrial y la meseta boliviana podría
tanto más convertirse en uno de los centros de comercio cuanto que hoy es el lugar más poblado
de la República″. (N. del E.)
4. Según los estudios realizados por el Ing. Jorge Muñoz Reyes sobre ″El oro en Bolivia″
(publicados en 1931 en el Boletín de la Sociedad Geográfica de La Paz; pp. 70-71, ob. cit.; véase nota 1)
merecían ser atendidos en el país -por sugerencia de Alcide d'Orbigny- los yacimientos auríferos
de Súchez (próximo al río de ese nombre, en la región vecina a la frontera con el Perú: norte del
lago Titicaca) y de San Simón (″distrito colindante con el Brasil″). Ambos depósitos auríferos
habían sido, en efecto, visitados por el sabio naturalista francés. De acuerdo con Muñoz Reyes, los
recursos auríferos de Súchez habían sido hasta ese entonces (1931) ″poco trabajados debido a que
los conglomerados fluvioglaciales en que se hallan estos yacimientos, están situados a un nivel
superior al de la mayoría de los lagos grandes de la región, y, por lo tanto, la provisión de agua
para su explotación hidráulica es exigua. Por otra parte, durante varios meses en el año la poca
agua que se puede obtener do los ventisqueros cercanos está congelada gran parte del día [...] Los
trabajos implantados hasta ahora en la región de Súchez han sido muy pequeños debido a la
inclemencia del clima que es excesivamente frío y húmedo. Sólo una gran empresa, que instale
sus trabajos en debida forma, con viviendas confortables, podrá hacer frente a estas dificultades
de la explotación″. A este respecto -escribe Muñoz Reyes; pp. 57-58- d'Orbigny decía de Súchez:
″El pueblecillo de Súchez no presenta la mínima esperanza de mejora, a no ser [que] algunos
hombres inteligentes vayan allí a beneficiar en grande y de un modo más simple y menos costoso,
las riquezas que encierra todavía el suelo frío e inanimado de aquellas regiones″ (Descripción
geográfica, histórica y estadística de Bolivia. 11. París, 1945).
″En los yacimientos de San Simón -escribe Muñoz Reyes- d'Orbigny ha encontrado en su viaje por
esa región [A. d'Orbigny. Estudios sobre la geología de Bolivia Traducción de Víctor E. Marchant. La
Paz, 1907] abundante gneiss sobre el que descansan más hacia el occidente sedimentos que él ha
considerado devónicos o aun cámbricos. La mayor parte de estas formaciones están ahora
cubiertas con una mano de aluvión reciente que dificulta bastante el estudio geológico; a este
respecto dice d'Orbigny: ″Hice abrir un sendero por medio del bosque virgen, adquiriendo con
ello la certidumbre que de este cerro (Cerro Taruhuoch) hasta el río Paraguay, no hay más que
llanos de aluvión, inundados una parte del año″.
″Acerca de los depósitos sueltos de los ríos de la región, dice [d'Orbigny, escribe Muñoz Reyes]:
'Los guijarros están compuestos de arenisca devoniana de partículas de pizarra esquistosa, de
gneiss y de una gran cantidad de trozos de cuarzo lechoso, provenientes de las dos últimas
179
formaciones'. El gneiss que forma el basamento -añade Muñoz Reyes- emerge raras veces de
entre el aluvión reciente, formando pequeñas colinas en toda la región, es un gneiss compacto
posiblemente pre-cámbrico. Al hablar de la provincia de Chiquitos, que actualmente se halla
dividida en las tres nombradas anteriormente, de Chiquitos, Ñuflo de Chávez y Velasco,
[d'Orbigny] expone lo siguiente: 'Considerada respecto a su superficie, la provincia de Chiquitos
ofrece el más grande interés geológico. En efecto, es un sistema considerable de cerros,
enteramente aislado en medio de los aluviones modernos y al mismo tiempo perfectamente
separado de los contrafuertes últimos de la Cordillera y de los cerros del Diamantino en el Brasil,
su dirección general es E. 25° S. y 0.25° N. Por consiguiente, es diferente del paralelo de la
Cordillera Oriental y de todos los cerros de la meseta boliviana y lo que, visto el aislamiento de
este macizo y su diferencia de altura, constituye otro sistema al que llamaré el Sistema
Chiquitano'. Respecto a la estratigrafía general de la región, entre otras cosas, dice d'Orbigny:
'Los terrenos silurianos descansan sobre el gneiss en la Sierra de Sunsas. Por todas partes están
cubiertos por las areniscas devonianas'.
″El oro -corrobora Muñoz Reyes- proviene seguramente de esa formación inferior situada debajo
del silúrico y del gneiss superior a la que d'Orbigny se refiere en diversas ocasiones como el
'gneiss granitoide inferior' que seguramente es un complejo pre-cambriano que contiene muchas
intrusiones ígneas que han producido los efectos del metamorfismo de contacto a que hemos
hecho alusión anteriormente. Hablando de estos dos gneiss dice [d'Orbigny]: 'Lo que me llamó la
atención en el estudio de esta Cadena (Cadena de San Carlos), fue el encontrar allí todavía, como
en el resto de la provincia, gneiss granitoides compactos ocupando las puntas elevadas en
enormes masas, apenas divididas en bloques muy voluminosos, mientras que las colinas más
bajas que se apoyan encima están formadas de gneiss o de micaesquista en descomposición,
representados con frecuencia sólo por fragmentos de cuarzo que cubren el suelo. Luego habría en
el gneiss dos épocas muy diferentes conservando siempre su posición relativa'. Entre estas
intrusiones -finaliza Muñoz Reyes- encontramos los centros pegmatíticos con cristales gigantes,
donde se encuentran los yacimientos de mica, y de los que seguramente han emergido los filones
de cuarzo aurífero primario, que ha dado origen al oro de los lavaderos de toda la región
comprendida entre Santa Cruz y la frontera brasileña″.
180
dejado resultan de gran valor, pues muchos de los elementos consignados han
desaparecido ya por la acción del tiempo o el paso del hombre, caso de la ″serpiente″
del Fuerte de Samaipata que ″casi ha desaparecido por la incomprensión de los
visitantes que están destrozando el conjunto a fuerza de grabar en él nombres y
leyendas″10, o el relieve de un avestruz, hoy desaparecido, que dominaba un recinto
cuadrangular en el citado sitio.11
11 En la mayoría de los casos el viajero francés no se limita a una mera descripción de los ″
monumentos antiguos″ que encuentra durante su recorrido, sino que trata de
interpretarlos. Es por ello que se hace necesario situar al autor dentro de su debido
contexto científico e histórico para hacer una correcta interpretación de sus datos,
pues los conceptos a manejar durante el siglo XIX varían sensiblemente conforme pasan
los años. Además, para algunos autores como MacIver, la Arqueología como ciencia no
comienza hasta 1850, año en el que nace el concepto de estratigrafía aplicado a la
aparición de restos de ocupación humana a distintos niveles en un mismo yacimiento. 12
12 El propósito de este artículo es presentar las noticias arqueológicas que ha dejado
d'Orbigny durante su periplo por tierras bolivianas. Todos los datos consignados se
refieren a yacimientos ya explorados, por tanto el lector no puede buscar en su
utilización ″la clave para la localización del yacimiento que se busca″, según el esquema
propuesto por Alcina Franch para la investigación arqueológica 13. Se trata, por tanto, de
tener a mano una de las principales fuentes literarias para la arqueología boliviana
recogida a principios del siglo XIX.
13 Las fichas, que fueron fielmente transcritas, han sido divididas en cuatro grandes
temas: arte rupestre, Tiahuanaco, chulpas e Incas. Cada una de ellas consigna en la
cabecera el tema concreto, el sitio arqueológico y el lugar geográfico; en el pie, por otra
parte, se indica el volumen y página donde se encuentra la noticia. Para un mejor
manejo del material que se presenta, se ha utilizado una de las ediciones más
183
difundidas del Viaje a la América Meridional, de la Editorial Futuro (Buenos Aires, 1945)
en cuatro volúmenes.
14 Por último, y para una mejor comprensión de su personalidad, se incluye una
bibliografía de las principales obras del viajero francés.
Arte rupestre
23 BARRANCO DE PACHAVI14
24 PROV. CARANGAS-ORURO
28 PROV. CARANGAS-ORURO.
29 ″Me dirigí hacia una alta montaña y, antes de llegar a su pie, pasé cerca de algunas
casas de indios de Calacaya.
30 Antes de la conquista del país por los españoles, esta montaña, llamada Pucará, era,
como todos los lugares que llevan esta denominación, una antigua fortaleza de los
indígenas″.
31 Tomo IV, Pág. 1522-1523.
32 MONTAÑA DE PUCARA16
33 PROV. CARANGAS-ORURO
34 ″En efecto, al pie de la muralla de piedras bastas que rodea la cumbre de la montaña,
trataron de hacer más empinada las escarpaduras por medio de algunos cortes. La
184
muralla tiene unos dos metros de alto, es muy ancha y forma un inmenso circo oblongo
cuyo interior, en donde cabe perfectamente un hombre, trataron de allanar. Era allí
donde durante sus guerras, cuando los indios estaban reducidos a su último extremo, se
reunían con sus familias y algunos víveres″.
35 Tomo IV, Pág. 1525.
36 QUEBRADA DE PALCA
41 PROV. CARANGAS-ORURO17
42 ″Cerca de esta cabaña se abría la entrada casi oculta del famoso barranco de Pachavi, en
el que a la mañana siguiente me adentré más de una legua para buscar antigüedades; vi
allí algunos sembrados de papas y de cebada, disputados a esta naturaleza salvaje y
estéril; luego, cuando llegué a su extremo, encontré doquiera restos antiguos: aquí
muchos pedazos de terracota, allí grutas cuyas paredes estaban cubiertas de groseros
dibujos trazados con carbón. Supónese que esas grutas, naturales unas, cavadas otras
por las manos del hombre, encierran tesoros...″.
43 Tomo IV, Pág.1524.
Tiahuanaco
44 ESPAÑOLES Y RESTOS ARQUEOLÓGICOS
45 ″Por mi parte he aquí lo que vi, medí y dibujé18. Al noroeste de los primeros
monumentos encontré ese de que acaba de hablar el historiador hispano 19; pero tuve la
pena de encontrar en todas partes las huellas de la concupiscencia y el vandalismo de
los europeos. Los pórticos ya no estaban de pie: la búsqueda de tesoros imaginarios los
había llevado a cavar debajo, derribándolos por medio de minas que estaban obligados
a emplear para remover esas enormes masas, levantadas por hombres que nos
obstinamos en tratar de salvajes, mientras que monumentos de la misma naturaleza en
Egipto nos hacen considerar como muy antiguamente civilizados a los que los
edificaron. A tal punto se quiere negarles todo a los americanos!″.
46 Tomo IV. Pág. 1539.
47 ESPAÑOLES Y RESTOS ARQUEOLÓGICOS
48 ″Todas las piedras transportables, si estaban talladas fueron llevadas por ellos /por los
españoles/ para construir puentes, iglesias o se emplearon en el mismo sitio en la
construcción de edificios religiosos y casas de las aldeas vecinas. Es así cómo a cada rato
veía en las iglesias de Tiahuanaco o en la casa del cura partes de esculturas arrancadas a
los viejos monumentos. En plazas y patios los bancos son aún partes de pórticos
185
50 KALASASAYA (DESCRIPCIÓN)
55 ″En la extremidad norte de esta fachada21 se encuentra un pórtico monolítico, hoy caído
y partido en dos. Este pórtico mide tres metros con dieciséis centímetros de alto por
cuatro metros con quince centímetros de ancho y está hecho con un solo bloque de roca
traquítica muy dura, en la cual se practicó una puerta de un metro de ancho por dos de
alto, de faldones verticales. El frente del pórtico que mira al este tiene en su dintel una
ancha banda de tallas formada con bajos relieves que representan en el medio una cara
de hombre en pequeño, de rostro cuadrado, mejillas cargadas de adornos y cuya cabeza
está rodeada por rayos, terminados unos en círculos y los demás en una cabeza de
cóndor. Alrededor de su cuello penden otros rayos más pequeños. En cada hombro lleva
una cara aplastada, de donde parte una especie de bandolera que se une a la cintura, y
sobre el pecho un animal idéntico al que se advierte en el rayo medio que corona su
186
cabeza y en el escudo inferior que tiene bajo sus pies. De cada brazo cuelga una cara, y
sobre una faja que tiene encima de las piernas se advierte una línea de seis.
56 Cada mano sostiene un cetro, cuya extremidad inferior lleva una cabeza de cóndor con
su cresta. Este personaje está colocado sobre un pedestal en el que se han esculpido
algunas cintas terminadas por cabezas de cóndor, cuatro en el medio y dos a ambos
lados. Al lado del personaje, vense tres hileras paralelas de otras caras. Las hileras
superior e inferior están formadas por ocho caras de cada lado, de rodillas ante el
personaje del medio. Cada una de esas caras representan un hombre de perfil dotado de
alas, coronada su testa y un cetro en la mano y cuyos adornos ostentan también cabezas
de cóndor. La fila del medio está formada igualmente por hombres con la misma
vestimenta y el mismo cetro, pero su cabeza aparece coronada con un cóndor. Hay
debajo de todas esas esculturas una guarda adornada con una greca extraña, en las que
figuran cintas terminadas por cabezas de cóndor a las cuales rodean soles coronados
que también llevan cabezas de cóndor en sus rayos. La cara occidental del pórtico no
representa esculturas, sino solamente una franja superior saliente y otra más que
encuadra el dintel de la puerta, presentando debajo algunas molduras. A ambos lados
de ésta hay una hornacina bastante profunda que sin duda estaba cerrada, pues todavía
se advierten allí una mancha de óxido de cobre y las huellas de goznes que los
españoles habrán arrancado rompiendo la roca. Encima del marco de la puerta se
encuentran dos hornacinas juntas a cada lado. Estas hornacinas están encuadradas con
molduras en vaciado. El conjunto está artísticamente tallado; las aristas son
pronunciadas y todo es de una perfecta regularidad. Uno no puede menos de
sorprenderse al pensar que esos trabajos fueron ejecutados sin la ayuda del hierro″.
57 Tomo IV, Págs. 1535-1537.
58 PUERTA DEL SOL (INTERPRETACIÓN)
59 ″Si se quiere interpretar esas esculturas22, se podría ver en el personaje central a un rey
todopoderoso cuyos dos cetros señalan el doble poder religioso y político; a su
alrededor se postrarán los demás soberanos provistos de un solo cetro, lo que indicaría
lo limitado de su autoridad. De estos últimos, los que tienen una cara humana y
aparecen coronados, simbolizarían a las naciones semicivilizadas sometidas, en tanto
que los demás, todavía salvajes, llevan la cara del cóndor, que los representa bajo la
forma del ave más noble, de aquella cuyo alto vuelo le permite acercarse más al sol. Los
rayos que ciñen la cabeza del personaje central y los soles del friso inferior, muestran,
por lo demás, que para la época en que se erigieron esos monumentos ya existía allí el
culto del sol en ese lugar, centro de una civilización muy adelantada y de una población
muy numerosa. Si eso es así, lo que resulta muy difícil no admitirlo, como esos
monumentos son anteriores a los Incas, que los descubrieron en ocasión de sus
conquistas bajo Mayta Kapac, cuarto inca, hay que concluir que Tiahuanaco es en
verdad la cuna de la civilización de los Incas y del culto del sol″.
60 Tomo IV, Págs. 1536-1537.
187
61 PUTUNI (DESCRIPCIÓN)
67 ″Casi contiguo a este primer monumento, existe otro al oeste, mucho más considerable;
pero éste se halla tan desfigurado que sólo pueden seguirse sus contornos exteriores.
Como este monumento estaba en lo alto de un montículo levantado a fuerza de brazos,
los españoles, que en todas partes creían hallar la famosa cadena de oro de Huaina
Capac, sospecharon que había podido estar escondida en el centro de ese monumento, y
emplearon centenares de obreros para derribarlo a fin de excavar hasta el subsuelo. De
donde resulta que toda la parte central está tan desnaturalizada, que no se puede
reconocer nada allí.
68 Este monumento, cuyo plano levanté, está orientado como el anterior, pero es más
espacioso. Su forma es la de un cuadrilátero, dotado de un ángulo entrante en cada lado
que mira al oeste; su mayor anchura era la que miraba a oriente, que mide no menos de
doscientos ochenta metros y parece haber sido amurallada. Adelante se advierte otro
188
recinto cuadrado de ciento treinta metros de ancho. Las fachadas norte y sur conservan
todavía las mismas pilastras monolíticas que rodean el primer monumento; pero se
notan entre cada uno de ellos unas murallas de piedra sin argamasa, que no son quizás
tan antiguas como lo demás. El centro de esas ruinas presenta un montículo de tierra de
veinte a treinta metros de altura sobre el nivel de la llanura. Arriba y a los costados se
ven enormes bloques de piedra perfectamente tallados; fácil es, por consiguiente,
comprender que la cima del montículo había servido de asiento a un edificio destruido
por los españoles en sus excavaciones″.
69 Tomo IV, Págs. 1537-1538.
70 PUMAPUNKU (DESCRIPCIÓN)23
77 ″Si se quiere explicar el uso de este monumento, podría suponerse que el macizo de
piedras talladas era una sala de concejo (sic) en donde venían a sentarse los jefes
durante las grandes ceremonias; el número impar de los asientos del medio indicaría
por lo menos que había un presidente, un jefe único. Lo mismo podría decirse de los
asientos laterales. De todas maneras, cualquiera que fuese su uso, hay que hacerse una
alta idea de la civilización de los que los construyeron, pues para llegar a tales
resultados, fue menester disponer de millares de brazos y de medios de transporte que
hoy no conocemos. Cuando se piensa, en efecto, en la inmensa extensión de los
monumentos y en las enormes dimensiones de los bloques que se emplearon, uno se
pregunta naturalmente si ahora llegaríamos a mover semejantes masas sin poner en
juego todos los recursos de la mecánica. Se trata, sin embargo, de pueblos a los que les
negamos toda facultad intelectual, pero que desde hace un gran numero de siglos han
realizado unos trabajos cuya ejecución demandaría actualmente todas las luces de
nuestra civilización más adelantada″.
78 Tomo IV, Págs, 1540-1541.
79 CONSTRUCCIONES MEGALÍTICAS (Interpretación)
80 ″¿De dónde extrajeron los indios esas piedras? ¿Cómo las transportaron? ¿Cómo, sin la
ayuda del hierro, llegaron a tallarlas con tanta perfección? Tales son las tres preguntas
que se formula quien contempla esos monumentos.
81 Para responder a las dos primeras, diré que los monumentos se componen de tres clases
de rocas gres compactos, blancuzcos; traquita gris granitoidea, llena de cristales de
piroxeno, de apretada contextura, y de una roca basáltica azulada muy dura. Las tierras
190
de gres pertenecientes a los terrenos devonianos son muy numerosas, y así tenía que
suceder, pues tales rocas entran en la constitución de todas las colinas situadas al norte
del Tiahuanacu; pero había siempre el problema de traerlas desde una legua de
distancia por lo menos.
82 Las piedras de traquita y de basalto presentan mayores dificultades, puesto que no
existen en casi ninguna parte de los alrededores. No las he encontrado en diez leguas a
la redonda. Como no sea que las hayan extraído de las islas del lago Chucuito, ignoro
completamente de dónde podrían provenir. Esta incertidumbre demuestra que han sido
traídas desde muy lejos. Al recorrer la llanura vecina noté varios bloques que habían
quedado en el camino, en la dirección del lago Chucuito, lo que parecería indicar que
provienen de allí; pero el lago está alejado cerca de tres leguas de los monumentos y en
sus orillas se extienden praderas circunscriptas por las colinas de gres de Tihuanacu y
de Jesús de Machaca. Aquí las dificultades aumentan, pues habría que admitir que los
bloques fueron transportados por agua. Si los peruanos hubiesen tenido en esas
regiones abundancia de maderas y navios de cierto tonelaje, todavía podría admitirse
esta conjetura; pero como las mesetas no engendran un solo árbol, la navegación
antigua y la actual se hacía y se hace con barcas de juncos. Teniendo en cuenta esas
circunstancias, uno se queda perplejo sobre la procedencia de las piedras traquíticas y
basálticas de los monumentos y sobre los medios empleados para acarrearlas. Un velo
impenetrable oculta y sin duda ocultará siempre estas preguntas de tanta importancia
para la historia mecánica de pueblos que, al igual que los egipcios, los peruanos y los
mejicanos, quisieron señalar su poderío por las masas que removieron para construir
sus templos.
83 En cuanto a la pregunta sobre los medios de que se valieron los indígenas para tallar sus
piedras sin el auxilio del hierro, he podido obtener algunos datos. Los peruanos
conocían perfectamente las proporciones en que había que mezclar el estaño con el
cobre para darle mayor dureza. Utilizaban, pues, instrumentos de bronce para
desprender la piedra y extraerla de la cantera. Servíanse también de tales instrumentos
solos para terminar pacientemente la talla de los bloques de gres. En cuanto a las
191
se ponen los indios. Encontré además, muy cerca, unas figuras de llamas y de alpacas
esculpidas en piedra, que, sin duda, servirían de lámparas a los antiguos habitantes. Se
encuentran otras parecidas en una extensa superficie de las regiones montañosas″. 26
91 Tomo IV, Pgs. 1538-1539.
92 ″Cerca del pueblo, encontré una estatua informe, en parte desgastada por el tiempo,
que representaba a un personaje y medía un metro con ochenta y un centímetros de
alto, tallada bastante groseramente en el gres y que, por sus formas, me pareció de una
edad completamente diferente de las demás antigüedades de Tiahuanacu. Es posible
que esta estatua hubiera sido colocada en tiempo de los Incas″.
93 Tomo IV, Pág. 1542.
Chullpas
94 CHULPAS Y APACHETAS (INTERPRETACIÓN)
95 ″Hasta entonces, en mis viajes, no había hallado ningún rastro de antigüedad; nada que
remontara más allá de la época actual; por eso experimenté una verdadera sensación de
felicidad al hallar, el mismo día, las Apachetas, las piedras esculpidas y las Chulpas;
eran por lo menos monumentos históricos, indicios seguros de que el hombre algo
civilizado existió en ese suelo; era el primer punto de la tierra clásica del Perú, del
antiguo dominio de los Incas. La ubicación de las Chulpas es a veces muy pintoresca. Los
antiguos indígenas reverenciaban al sol como la imagen visible del Dios Pachacamac.
Creían al colocar a sus parientes muertos en la dirección más conveniente,
exponiéndolos en las puntas de rocas que recibían, en el valle, los rayos del astro
fecundador, para que entrando en la otra vida, pudieran de inmediato contemplar el
sol27″.
96 Tomo III, Pg. 958.
97 PALCA
99 ″Antes de llegar a Palca vi, sobre la altura, muchas pirámides de tierra. Los volví a ver
en gran número alrededor del villorrio. Supe pronto que eran las Chulpas o tumbas de
los antiguos aymaras, anteriores a la conquista; especies de obeliscos, de seis a diez
metros de elevación, un tercio más altos que anchos, cuadrados u oblongos, de lados
rectos, coronados de una superficie inclinada como techo. Están perfectamente
orientados, presentando al este una abertura triangular muy pequeña. Estas tumbas,
construidas de tierra y a veces de paja picada, parece que fueran de piedra tallada;
están cerradas en todas partes; cuando no han sido profanadas, su interior contiene
varios cadáveres sentados en círculo con los vasos y utensilios característicos del sexo
de los difuntos. Pude más tarde ver muchos en la provincia de Carangas, y al cavarlos
observé todas sus partes. En cuanto a los de Palca, eran todavía respetados por los
indígenas actuales, que sin duda no habrían permitido que se los tocara″.
100 Tomo III, Págs. 957-958.
101 CAVARI
103 ″En las partes culminantes, del otro lado, antes de llegar a Cavari, encontré con interés
chulpas o antiguas tumbas de los aymaras, más grandes pero construidas en tierra,
como las que vi en Palca. Lo que aquí presentaban de interesante es que, construidas sin
duda por los aymaras, puesto que los quichuas practicaban fosas para enterrar a sus
muertos, están hoy junto a un burgo, donde no hay más que quichuas, colonia moderna,
provenientes del este o del sur este″.
104 Tomo III, Págs. 1031-1032
105 ANCACATO
107 ″No sin placer veía también un buen número de tumbas (chulpas) de los antiguos
aymaras, semejantes a las que había visto en Palca, pero mucho más grandes. Son casas
de tierra de tres a seis metros de alto, cuyo interior, cuando no han sido profanadas,
conserva los cuerpos sentados y desecados de toda una familia″.
108 Tomo IV, Pág. 1509
109 TOTORA
111 ″Totora, completamente rodeado por tumbas antiguas o chulpas, y situado en una
pequeña llanura rodeada de extensas colinas... Abrí varias tumbas, cuya entrada mira
siempre al oriente, y en todas encontré tres o cuatro cadáveres secos, sentados; pero
tuve el disgusto de comprobar que ya habían sido registradas.
112 Tomo IV, Pág. 1521.
113 CHULPA DEL INCA29
115 ″Guiado por un indio joven, trepé una cuesta abrupta, y después de haber subido largo
rato llegué a una parte menos inclinada, en donde me encontré cerca de dos tumbas
antiguas, una de las cuales, intacta, se llamaba, a causa de sus dimensiones, la Chulpa del
Inca. Este sepulcro me interesó vivamente y me apresuré a dibujarlo. Es una especie de
casa que forma un cuadrado oblongo de cinco metros y medio de largo, por tres y
medio de ancho, y seis metros y medio de alto y completamente edificada con piedras
talladas, pero de una construcción ciclópea muy singular: sus piedras, en lugar de
formar para-lelogramos y estar posadas en hileras horizontales, conservaron a veces su
forma angulosa primitiva, y entonces las tallaron de manera que las partes salientes de
una correspondan a las partes entrantes de otra. Me afané por dar a mi dibujo la forma
exacta de estas piedras. Este monumento mira hacia el este y está dotado de una sola
entrada de paredes inclinadas de algo más de un metro de altura y colocada a la misma
distancia del suelo. Esta entrada da una pequeña cavidad alargada o en ojiva arriba, a
cuyo alrededor hay cinco nichos: tres en el fondo, y dos en las extremidades, cada uno
de los cuales estaba indudablemente destinado a recibir un cuerpo sentado, como los
enterraban siempre los antiguos habitantes de esos lugares. Como esa tumba había sido
abierta hace mucho, no encontré en ella absolutamente nada″.
116 Tomo IV, Pág.1523.
117 CHULPA DEL INCA30
119 ″Alrededor de ese monumento hay tres filas de graderías de piedras sueltas. Empleé
toda la tarde en recorrer esta montaña, dominada por rocas raquíticas al desnudo y en
examinar los restos de otra tumba, demolida en parte, pero absolutamente de la misma
forma que la primera. Junto a esos monumentos encontré también muchas entradas
subterráneas en las que me fue imposible penetrar″.
120 Tomo IV, Pág. 1523.
121 CRUCERO
123 ″Este lugar, poco distante del pueblo de Crucero, está cubierto de sepulcros: vi no
menos de doscientos agrupados aquí y allá en la parte más alta del campo. Desde lejos
se habría tomado a este lugar por una ciudad, pero sólo era la morada de los muertos.
124 Todas las tumbas habían sido exploradas, a pesar de lo cual encontré varios cadáveres
enteros, envueltos en unas esteras de paja y atados de tal manera que en esa especie de
cesta venía a quedar una abertura para la cara y dos más pequeñas para la punta de los
pies; dentro de esa envoltura estaba el cuerpo reseco en una posición acurrucada, con
las rodillas sobre el estómago y los brazos abrazando las piernas″.
125 Tomo IV, Pág. 1527.
126 ALREDEDORES DE ORURO
130 ″El pueblo, que está situado en la llanura y en cuyas alturas del oeste se levantan
numerosas chulpas, es uno de los más extendidos de la provincia de Oruro y el más
populoso; sus numerosas casas y sus cercos de piedra que llegan hasta muy lejos le dan
un aspecto curioso″.
131 Tomo IV, Págs. 1529-1530.
132 ISLA QUEBAYA
134 ″Descubrí allí una gran cantidad de sepulcros, que en nada se parecían a los que ya
había visto. Son recintos más o menos anchos, cuadrados o redondos, de uno o dos
metros de alto, y construidos con piedra sin mezcla. Cada uno de esos sepulcros está
techado con piedras; pero como los antiguos no conocían la bóveda, pusieron unas
piedras anchas, muy fuertemente cargadas alrededor, para que pudieran soportar una
última, colocada en medio sobre las demás″.
135 ″En esas tumbas, en donde los cadáveres están sentados, recogí cabezas cuya frente está
tan deprimida que no podría ser sino el producto de una deformación artificial.
195
Incas
137 CANAL DE IRRIGACIÓN
144 ″Más allá del golfo que lleva al golfo de Tiquina, veía en primer término la islita de Coati
en donde los Incas construyeron varios templos, entre otros, uno de los habitante dice
que estaba dedicado a la luna y con el cual vivían las vírgenes del Sol. Y más allá de
Coati, alcanzaba a divisar la isla sagrada de Titicaca, en donde los Incas, para recuerdo
de que allí había nacido, hicieron construir uno de los más ricos templos de su
imperio″.
145 Tomo IV, Pág. 1550.
146 EL FUERTE
148 ″Samaypata, o mejor dicho Camaypata, es sin duda el punto en que los Incas se
detuvieron cuando bajo el décimo rey (Inca Yupanqui) quisieron someter al los indios
chiriguanos, y corrieron dos años sin lograrlo. Los restos de antiguos esculturas
hallados, en las rocas, los numerosos rastros de casas redondas esparcidas en las
montañas, las armas enterradas en el seno de la tierra, todo revela evidentemente la
larga permanencia de un gran conjunto de hombres civilizados en los alrededores de
Samaypata″.33
149 Tomo III, Pág. 1080.
150 EL FUERTE-CASA DEL INCA
152 ″Mi guía me mostró en el camino un cerco de piedras que en la región conserva el
nombre de Casa del Inca. Las tradiciones trasmitidas de padre a hijo recuerdan que fue
el último campamento de los Incas, durante sus expediciones contra los chiriguanos. Es
un punto muy importante para la geografía antigua de los Incas″.
153 Tomo III, Pág. 1083.
196
154 EL FUERTE
156 ″Bajé de nuevo hasta el lecho de un torrente cuyas laderas son muy escarpadas y me
encontré al pie occidental del Cerro del Inca. Lo trepé por unas pendientes abruptas, sin
camino, y tras muchas dificultades llegué a lo alto de la montaña, en donde, con gran
asombro de mi parte, encontré una plataforma inclinada, formada por una sola masa de
gres que ocupaba toda la cumbre de una alta colina y ofrecía una superficie de
doscientos metros de largo, cubierta de esculturas″.
157 Tomo IV, 1464.
158 EL FUERTE
160 ″Al principio no comprendía nada de este conjunto foso de formas variadas, cavados en
la roca, de zanjas trazadas diversamente, de graderías y de puertas ocultas, todo lo cual
presentaba un todo alargado y orientado de este a oeste; pero cuando pude captar el
conjunto, dibujado con todas las proporciones, creí reconocer en él un lavadero de oro,
que aunque extrañamente colocado en el lomo de una colina, podría explicarse aún por
la barrera de los arroyos vecinos en tiempos de lluvia″.
161 Tomo IV, Pág. 1464.
162 SAMAIPATA, PROV. FLORIDA
164 ″En lo que se refiere al aspecto alegórico, relacionado con la religión, quizás podría
verse en el estanque a, situado en el punto más alto del conjunto, la presentación del
sol, cuyos rayos serían las excavaciones triangulares del contorno. Dentro de esta
hipótesis, sería lícito creer también que las medias lunas ff de la parte baja
representarían los primeros y los últimos cuartos de la luna, andando de este a oeste.
En cuanto a la serpiente f, al ave y al otro animal al borde del estanque e, tenían tal vez
un valor simbólico difícil de explicar hoy″.
165 Tomo IV, Pág. 1466.
197
NOTAS
2. Ballesteros Gabrois Manuel (Ed.): Bibliotheca Indiana.- Ed. Aguilar-Madrid, 1958, Pág. 9.
3. Ibídem, Pág. 11.
4. Jimenes Nuñez, Alfredo: ″La antropología y la historia de América″. Revista de Indias (Madrid),
Números 107-108 (1958). Pg. 59.
5. Ibidem Pág. 59a.
6. D'Orbigby, Alcide: Viaje a la América Meridional: Ed. Futuro. Buenos Aires 1945-Pág. 14.
7. ibídem Pág. 15.
8. En: Ballesteros Gabrois, Manuel; Op. cit. Pág. 18.
9. En: Ibídem. Pág.18.
10. Mesa José de; Gisbert, Teresa: ″La arquitectura incaica en Bolivia″. Boletín de Centro de
Investigaciones Históricas y Estéticas. (Caracas) Núm. 13 (1972) Pa'g. 156.
11. Ver las publicaciones de Carlos Ponce Sanjines sobre Samaipata.
12. En: Alcina Franch José: Manual de Arqueología Americana. Editorial Aguilar. Madrid, 1965 Pág.
39.
13. Ibidem Pág. 6-7.
14. Tal vez se refiere a Pachachavi, en la actual Prov. Litoral.
15. Debe situarse cercana al Barranco de Pachavi.
16. Ver nota 2.
198
La ″Revolución intelectual″
2 Durante los siglos XVII y XVIII se dio en Europa lo que con toda propiedad puede llamarse
una ″revolución intelectual″ que sentó las bases de la ciencia actual, pues la
especulación científica es general y constante. En estos dos siglos, que coinciden con la
crisis de las universidades, surgieron ″nuevos centros de investigación y enseñanza en
varios países, fundados y dotados por el Estado, organismos provinciales y locales,
sociedades y simples particulares, todos ellos respondiendo al ideal racionalista y
utilitario tan típico de este siglo de las luces. Al mismo tiempo se multiplican en toda
Europa academias, escuelas, laboratorios, observatorios, museos, etc., prueba indudable
del afán de ilustración que cundió por todo el continente″4. Una de las grandes
novedades de esta ″revolución″ se relaciona con los avances de las Ciencias Naturales.
200
Alcide d'Orbigny
3 Alcide Dessalines d'Orbigny nació en Coueron (Loira inferior) el 6 de septiembre de
1802 y murió en Pierrefitte el 30 de junio de 1857.
4 Nació el mismo año que Napoleón fue nombrado Cónsul vitalicio; dos años más tarde el
Papa Pío VII lo coronaba Emperador de los franceses. La niñez de d'Orbigny, por tanto,
coincide con el imperio napoleónico, que restableció el orden interno en el país y su
201
afán lo mantuvo durante todo el viaje, tal como lo muestra el conocimiento que tenía de
los países visitados. Hombre realista, no descuidó la parte económica de la expedición:
el monto anual que se la había fijado le pareció insuficiente, por lo que solicitó la ayuda
de un mecenas, que respondió favorablemente.
8 Su estadía en Santa Cruz de la Sierra fue excepcionalmente larga. La personalidad
amable y exótica del viajero francés quedó en el recuerdo de los cruceños durante
mucho tiempo, pero también -como apunta Gabriel René Moreno- ″sus libros botánicos
y zoológicos y sus manuales de director y dibujante naturalista quedaron en Santa Cruz
el año 1832. Algunos jóvenes cruceños se apoderaron de ellos con ardimiento. Bajo su
dictado se entregaron a estudios prácticos de primera mano en ambos reinos de la
naturaleza y ¡qué naturaleza la de Santa Cruz! Tuvieron séquito y formaron escuela o, si
decimos, un grupo de estudiosos muy entusiastas, que leían pacientes en la noche y
observaban curiosos en el día″.10
9 D'Orbigny volvió a Francia con un enorme bagaje de conocimientos y en poco tiempo su
prestigio alcanzó al de sus maestros. Gracias a ello ″se hacía cargo del establecimiento
en que comenzó su aprendizaje, en calidad de administrador y profesor de la cátedra de
Paleontología, que fue creada para él, y al propio tiempo comenzó la publicación de su
viaje″.11
El viaje
10 D'Orbigny se embarcó en Brest (Francia) el 31 de julio de 1826. Las islas Canarias fueron
el primer encuentro con lo desconocido: permaneció en Tenerife del 12 al 18 de agosto.
El 24 de septiembre del mismo año al desembarcar en Río de Janeiro exclamó: ″Nada me
faltaba para ser feliz... Estaba en América″. Pocos días más tarde, el 11 de octubre, se
embarcó con dirección a Montevideo, que estaba convulsionado por la guerra entre las
Provincias Unidas del Río de Plata y el Imperio brasileño. Después de visitar los
alrededores de la capital uruguaya y un episodio novelesco que lo llevó a prisión, el 10
de enero de 1827 se dirigió a Buenos Aires por tierra. La capital argentina se convirtió
en una especie de cuartel general desde donde se movilizó a lo largo del país. A fines de
abril inició el recorrido hacia el norte: Corrientes, Ibiricua, San Roque, Rincón de la
Luna, Itatí, Caacaty, Yataity Guazú e Ibera; siguiendo el curso del río Paraná llegó hasta
los indios tobas y lenguas en el Chaco; también por el curso del Paraná regresó a Buenos
Aires el 30 de mayo de 1828. En noviembre reanudó sus excursiones: se dirigió a la
Patagonia, llegando hasta la Ensenada de Ros; retornó nuevamente a Buenos Aires el 6
de septiembre de 1829.
11 Recogidas sus pertenencias, a fines de 1829 dejó la capital argentina y se trasladó a
Montevideo, desde donde se embarcó con rumbo a Chile el 27 de diciembre de 1829.
Después de cruzar el Estrecho de Magallanes llegó a Valparaíso el 16 de febrero de 1830.
Siguió con rumbo norte: paso por el puerto boliviano de Cobija, Arica y Tacna, puerto
peruano al que llegó el 19 de mayo. Desde Tacna se dirigió a Bolivia: llegó a La Paz el 16
de julio de 1830. Desde la ciudad de La Paz visitó las provincias de Yungas, Sicasica y
Ayopaya (del 17 de julio al 22 de septiembre). Se trasladó a Cochabamba, desde donde se
dirigió a las provincias de Cliza, Mizque y Vallegrande. En noviembre de 1830 llegó por
primera vez a Santa Cruz de la Sierra, desde donde visitó las misiones de Chuiquitos (15
de junio de 1831), Guarayos (19 de diciembre) y Moxos (del 28 de enero de 1832 al 9 de
junio del mismo año). Dejó definitivamente Santa Cruz de la Sierra en septiembre de
203
1832. Se dirigió nuevamente a Cochabamba, pasando por Samaipata, desde donde visitó
la región de Yuracarés. En marzo de 1833 llegó a la ciudad de Sucre, desde donde
emprendió el viaje de retorno: Potosí, Oruro, Tiahuanacu y La Paz. Retornaba a la
hoyada paceña después de dos años de recorrer el país (junio de 1832).
12 Para el viaje de retorno, se embarcó en el puerto peruano de El Callao el 3 de
septiembre de 1832, para llegar a Francia el 2 de febrero de 1833.
13 Al igual que el viajero actual, la imagen que d'Orbigny debió tener del Oriente Boliviano
es la de una enorme planicie que se encuentra a poca altura sobre el nivel del mar, con
una exuberante vegetación. Sin embargo, esto no es tal, por lo menos en lo que respecta
al departamento de Santa Cruz, donde penetran las últimas estribaciones de los Andes.
Esta serranía se extiende hacia el oriente, disminuyendo gradualmente de altura hasta
confundirse con la llanura. Si observamos el gráfico de un perfil longitudinal de Bolivia
tendremos una idea aproximada de lo que pudo haber significado para d'Orbigny la
aventura de cruzar Bolivia desde el altiplano hasta Chiquitos, es decir desde la zona de
puna hasta la tropical, pasando por la templada y la subtropical; desde los cuatro mil
metros de altura hasta casi el nivel del mar.
14 Cruzar el límite jurisdiccional entre los departamentos de Cocha-bamba y Santa Cruz
significa dejar atrás la cordillera andina para sumergirse en la llanura. Sin embargo, el
cambio no es abrupto: las últimas estribaciones andinas encierran innumerables valles
en los que poco a poco se conjuncionan el oriente con el occidente.
15 La ″bajada″ desde Cochabamba hacia los valles cruceños se hace suavemente. Y se van
sucediendo atractivos pueblos. Vallegrande es, sin lugara dudas, uno de los pueblos más
interesantes del Oriente bolivano. Está en medio de un valle que pareciera un mar de
esmeraldas. La ciudad -porque tal dignidad ha ostentado desde su fundación- es testigo
elocuente de su pasado colonial. D'Orbigny, agudo observador, se dio cuenta de que
representa la confluencia entre oriente y occidente. Casi a cien metros menos de altura
está Samaipata, valle verde y ameno, que ofrece el gran atractivo de uno de los sitios
arqueológicos más interesantes de América, así lo comprendió el viajero francés que le
dedica hermosas páginas y un interesante plano, el primero que se ha hecho del sitio.
Conocido con el impropio nombre de ″El Fuerte″, se trata de un enorme complejo
ceremonial construido sobre una pequeña montaña de roca arenisca. En ella -gracias a
la blandura de la piedra- el samaipateño ha esculpido ofidios y felinos, terrazas,
plataformas, recintos habitacionales, escalinatas, nichos, un complicado sistema de
drenaje.
16 A los pocos kilómetros de salir de Samaipata se abre el enorme panorama de la llanura.
La ciudad de Santa Cruz de la Sierra se encuentra en el pórtico de entrada al mundo
chaco-amazónico. De pronto se ha bajado a los 400 metros: se trata de una llanura que
rodea el Macizo Andino hacia los cursos de los ríos Grande o Guapay Parapetí y Cuevo.
A medida que se avanza hacia el este nos encontramos con el Macizo Chiquitano. Dos
terceras partes de este extenso territorio son de llanura, mientras que una es de tierras
arrugadas y onduladas donde se encuentran serretas o sierras de corta elevación, de
bellísimos paisajes, como las de San José, Santiago y Sumsás. Hacia el este, saliendo de
Santa Cruz de la Sierra, d'Orbigny se encontró con la Chiquitania, una de las cuatro
subregiones del departamento de Santa Cruz, y desde aquí se dirigió a un paraíso
próximo: Guarayos.
204
Sus obras
17 Fruto de este viaje a la América meridional son tres obras de un extraordinario valor:
Viaje a la América Meridional (1844), en el que, a manera de diario narra su viaje con
importantes datos botánicos, zoológicos, geológicos, históricos, urbanísticos,
etnológicos, acompañada de 500 planchas coloreadas a la acuarela de su autoría;
Descripción geográfica, histórica y estadística de Bolivia (1845), obra dedicada
exclusivamente a Bolivia, y El hombre americano (1839), que constituye uno de los
principales aportes a la etnología americana. La segunda fue una obra encomendada
por el presidente José Ballivián; debía ser un trabajo que abarque todo el país, pero
lamentablemente, por muchas razones, sólo se publicó el tomo dedicado a Moxos y
Caupolicán.
18 El peruano Raúl Porras Barrenechea considera a d'Orbigny como ″el introductor de la
antropología en América″12, pero, como bien apunta en el más amplio y moderno
sentido, ″pues su interés fue vario, y comprendió la antropología física, la arqueología,
la etnología propiamente dicha y la lingüística″13. La obra de D'Orbigny constituye una
importante fuente para el conocimiento de Bolivia, sobre todo del Oriente boliviano,
pues sus estudios correspondientes a las antiguas misiones de Moxos, Chiquitos y
Guarayos constituyen una referencia inexcusable. ″La obra de d'Orbigny -dice Jorge
Muñoz Reyes- es hasta la fecha la más grande contribución al conocimiento de las
ciencias naturales del país, sobre todo en lo que se refiere a su acervo, a la flora y la
fauna; también sus estudios etnológicos y lingüísticos son de valor y no han sido
superados hasta ahora. El elocuente y límpido lenguaje ayuda a la mejor descripción de
nuestros bellos paisajes y revela no sólo la sensibilidad del viajero sino el profundo
conocimiento científico de lo que describe y relata″.14
205
NOTAS
2. Ballesteros Gaibrois, Manuel (Ed.): Bibliotheca Indiana. Aguilar. Madrid, 1858. Pg.9.
3. Jiménez Núñez, Alfredo. ″La antropología y la historia de América″. Revista de Indias (Madrid),
núms. 107-108(1958). Pág. 59.
4. Palomeque Torre, Antonio: Historia Universal (Cultural y -política). Bosch. Barcelona, 1962. 2 vols.
Vol. 2, Pág. 473.
5. Morales Padron, Francisco: ″Historia general de América″. En: Manual de Historia Universal. Vol.
V, Pág. 682.
6. Pericot, Castillo y Vives, Vicens: Polis, Historia Universal, Universidad. Barcelona, 1984. Pág. 488.
7. D'Orbigny, Alcide: Viaje a la América meridional. Ed. Futuro. Buenos Aires, 1945. Vol. I, Pág. 14.
8. Baptista Gumucio, Mariano: Alcides D'Orbigny en la tierra prometida. Sus viajes por Bolivia.
1830-1833. Artropos. La Paz, 1997. Pág.19.
9. D'Orbigny, Alcide: Op. cit. vol. V, pág..l5.
10. En: Vázquez Machicado, Humberto: Obras Completas. Fundación Vázquez Machicado. La Paz,
1988. Vol. III, Pág. 676-677.
11. Frontaura Argandoña, Manuel: Descubridores y exploradores de Bolivia. Los Amigos del Libro. La
Paz-Cochabamba, 1971. Pág. 79.
12. En: Ballesteros Gabrios, Manuel (Ed.): Op. cit, Pág. 18.
13. En: Ibídem. Pág. 18.
14. Muñoz Reyes, Jorge. ″Ciencias Puras y Naturales″. Presencia. Edición del Sesquicentenario. La Paz,
1975. Pág. 339.
206
3 En esta oportunidad, el perspicuo viajero galo se vio privado de contemplar las ruinas y se hizo la
promesa de examinarlas a su retorno. Las persistentes lluvias constituían severo escollo, dado
que la temporada era sobremanera pluviosa. Aún hoy en día las páginas del Viaje a la América
Meridional, obra compuesta de once tomos y que apareció en letras de molde hacia 1844
(traducida no en su integridad al castellano un siglo más tarde), reflejan y trasuntan emoción 10.
Al repasarlas se percibe la belleza de las descripciones, trazadas con la maestría de un legítimo
artista de la expresión literaria. Además, d'Orbigny se mostró extraordinariamente perspicaz en
ellas, las troqueló con finura y sutileza en el detalle, explicable quizá en razón de que montado en
su cabalgadura podía avistar y avizorar las peculiaridades paisistas con detenimiento por la
lentitud del medio de locomoción empleado y aprisionar en la memoria pormenores que en la
hora actual escapan al observador por la mayor rapidez de desplazamiento del vehículo que
conduce. A la salida de Samaipata vislumbró a distancia la silueta imponente del cerro en cuyo
vértice se hallan enclavados los vestigios prehispánicos que promovían su curiosidad, y al
anochecer, cuando terminaba la jornada, paseó junto a un cerco de piedras que los arrieros
nombraban con el topónimo de Casa del Inka, que lo conceptuó como el campamento más lejano
erigido durante el avance operado por el hombre andino en el período también Inka. Asimismo,
se detuvo por allá para identificar matas de coca, que coligió salvaje o silvestre, pero que acaso
eran remanente de la que antaño cultivaron ex profeso los nativos en vigencia del Inkanato y que
por ciertas circunstancias no se extinguieron y se reprodujeron sin ayuda humana" 11.
4 No obstante de deleitarse con el panorama, d'Orbigny no descuidó consignar apuntes
acerca de la geología de la zona de Samaipata. Propugnó que las areniscas que divisó
parecían situarse en discordancia con las correspondientes al sistema devónico y las
reputó como vinculadas al carbonífero12. Tal apreciación se confirma en algunos
lugares, según declara Arellano en su reciente monografía. Este investigador anota que
las aludidas areniscas "yacen en la faja subandina en calidad de permocarboníferos
continentales e incluidas en la formación Escarp-ment" 13. En un afloramiento de las
mismas se tallaron los motivos precolombinos en la cúspide del cerro.
5 Fue d'Orbigny el primero en reconocer la presencia del período devónico en Bolivia, a
juicio de Dávila y Rodríguez14. La versión al castellano de tres capítulos del tercer tomo
de la magna obra de d'Orbigny, que comprenden la geología de nuestro país, fue
acometida por Marchant y publicada en 190715. Díaz Arguedas la resumió de manera
muy sumaria16.
6 Empero, d'Orbigny en dicha disciplina no aceptaba la teoría del uniformismo o
uniformitariamismo instaurada por Lyell, cuyos principios se editaron en 1830-33 y que
estructuró los fundamentos de la moderna geología17. Por el contrario, como admirador
incondicional de Cuvier, a quien ensalzó con el apelativo de "inmortal" 18, defendía la
errónea doctrina catastrófica, postulando 27 creaciones sucesivas y otros tantos
cataclismos "que despoblaban completamente el globo, haciendo desaparecer tanto a
las plantas como a los animales"19, la cual arrumbó la ciencia en el desván de las cosas
superadas sin atenuante y condenada al olvido. Recuérdese que el naturalista Georges
Cuvier (1769-1832), en su tiempo una personalidad afamada e inclusive con éxito en la
esfera política, había establecido la escuela fijista, que desechaba la continuidad del
desarrollo y postulaba interrupciones bruscas y súbitas20. D'Orbigny no se apartó de la
línea del maestro.
7 Como curiosa casualidad, si cabe la expresión, un otro naturalista que alentó posición totalmente
opuesta, formulaba observaciones en Surame'rica y en fecha contemporánea. Era Charles Darwin
(1809-1882), que emprendió la vuelta al mundo navegando a bordo del Beagle, velero de 242
208
toneladas, desde diciembre de 1831 a octubre de 183621. En el periplo tocó las costas de Brasil,
Argentina, Perú y Chile, aunque no se internó en el corazón del continente, como su émulo
francés. Darwin, entusiasta seguidor de Lyell, aplicó las ideas de éste y apoyándose en su
experiencia viajera forjó el lineamiento de la teoría evolucionista, que eclosionó con su obra
célebre titulada Origen de las especies por medio de la selección natural (1859) y como
remate ulterior El origen del hombre (1871)22. En su momento la concepción darwinista
conmovió no sólo a los círculos científicos, sino también al público en general. Su difusión
encontró recios obstáculos, tal como en la antigüedad se opusieron al pensamiento jónico, que
trazó nueva perspectiva extendiendo las posibilidades de comprensión del hombre 23.
8 Después de transitar por Mojos y Chiquitos, a su regreso de Santa Cruz, d 'Orbigny el 24 de
noviembre de 1832 tuvo la satisfacción íntima de asomarse en persona a los vestidos
prehispánicos esculpidos en la roca aflorante de la cima del bautizado popularmente como Cerro
del Inka, denominado de modo simultáneo también el Fuerte. Ambas designaciones
toponímicas prevalecían entonces. En compañía del corregidor se internó por el río que corre al
sur del pueblo durante un par de kilómetros y de inmediato giró en dirección del levante hasta
ascender con superlativo entusiasmo a la aludida cúspide24. Oteó el horizonte y le agradó la vista.
Acto seguido, el acucioso naturalista con habilidad delineó un croquis en que marcó el
emplazamiento de las ruinas, que si se lo confronta con el mapa trazado por método
fotogramétrico en 1970 no resulta tan mal parado (Hoja 6839-III de la Carta Nacional de Bolivia,
editada por el Instituto Geográfico Militar). Además, como se había provisto de cadenas de
agrimensor y del material necesario, se abocó a levantar embelesado el plano pertinente, que con
posterioridad incluyó como lámina de su gruesa obra. Mientras en el texto de ella asignó al
conjunto longitud de 200 metros lineales, se infiere por la escala inserta en la representación
gráfica que denotarían aproximadamente 220. Asimismo, el ancho 75, deparando en
consecuencia 15.500 metros cuadrados. El largo indicado no concuerda con el discernido por
Pucher, que apenas enunció 160, ajustándose al plano que reveló transcurrida poco más de una
centuria de la estadía del viajero francés, aunque con el grave defecto de carecer de escala.
Discrepancia patente, más aún si los puntos extremos de mensura en ambos son idénticos 25. Cabe
expresar que ambos autores no acertaron en la cabal extensión de las ruinas del Fuerte, que
cubren superficie mucho más amplia, como se puso en claro a través de los trabajos
arqueológicos de limpieza ejecutados en 1974, por el Centro de Investigaciones Arqueológicas de
Samaipata, de reciente creación. El conjunto monumental consta de una porción templaria, que
abarca el pináculo del cerro con las múltiples esculturas rupestres, y de una parte habitacional
situada al pie de aquélla.
9 La interpretación del sitio que postuló d'Orbigny entraña equívoco mayúsculo e
indisculpable. A su entender se trató de un antiguo lavadero de placeres auríferos, que
con sinnúmero de argumentos refutó Pucher26 Inclusive sin esgrimirlos todos, no se
espuma asidero para tan extraño y exótico planteamiento. La falta de una corriente de
agua en la cumbre de la montaña imposibilitaría cualquier intento de ese tenor y por el
contrario se disfruta en abundancia del líquido elemento en los ríos, cuyos lechos
corren donde principian los mamelones. Prohijó, por tanto, explanación utilitaria del
segmento más importante del conjunto arqueológico, sintetizada por la asociación de
supuestos fosos septentrionales donde se habrían depositado los sedimentos (letra H de
su plano) y una serie de estanques, de provisión de agua (I) de dilución (A, B) y de
residuos, vale decir para las etapas que implicaría la operación de beneficio 27. Poco
convincente el aserto, sin asomo de mínima comprobación en pro. Por añadidura,
d'Orbigny encasilló a lo que no encuadraba en tal esquema como representaciones
alegóricas de filiación religiosa. Según su caletre, se individualizaría en las tallas la
209
imagen circular del sol y de cuartos de la luna, así como de un ave y de un ofidio, con
"valor simbólico difícil de explicar hoy"28. Tampoco aquí se abonó evidencias para su
confirmación y no queda otro remedio que descartar dichas opiniones. La concepción
de d'Orbigny adolece de subjetivismo exagerado.
10 Captó, en cambio, con penetración d'Orbigny que el conjunto rupestre se orienta en
sentido E-0 y que se halla ubicado básicamente en un plano inclinado. Diseñó la sección
pertinente, en la cual se establece que la diferencia de nivel entre la porción más
elevada y la más baja se acerca a los 27 metros. Empero, es notorio que no registró la
forma trapecial de los nichos tallados en los lados, sino como rectangulares tan sólo.
Excusables esas omisiones, porque apuntes, planos y dibujos fueron fruto de un día de
labor, arduo e intenso, aprovechado al máximo, en que pudo olvidar muchas cosas por
la premura.
11 El ilustre viajero galo descendió complacido y contento. Excursión provechosa de modo
incontrovertible. Al descansar y ya en el pueblo de Samaipata, sus moradores le obsequiaron
rompecabezas líticos estrellados, típicos del Inkario29. Señaló, por último, "numerosos restos de
casas circulares", tanto en la misma localidad como a un kilómetro de distancia de las ruinas,
donde conjeturaba se aposentaron los integrantes de las huestes inkaicas en época del décimo
rey (en la lista de Garcilaso de la Vega) en su avance a las tierras llanas 30. Glosó al respecto al
egregio cronista cuzqueño, quien en el libro séptimo de los Comentarios Reales narró el envío
de un ejército bien pertrechado para conquistar a los chiriguanos, aunque no especificó nada
concreto con relación a la región de Samaipata31. No obstante, d'Orbigny tuvo la virtud de
revelar con talento que las esculturas rupestres investigadas se remontaban al período inkaico,
confeccionadas en un asentamiento erigido durante el movimiento expansivo imperial hacia el
oriente.
12 La ciencia en la actualidad se ha tornado en una reflexión sobre la reflexión. Lo antiguo
ha de meditarse en función de lo nuevo32. Se manifiesta el adelanto científico como
resultado de sucesión continua de conocimientos adquiridos uno tras otro, edificado en
cierta forma superando defectos e imperfecciones precedentes33. Su sentido se encubre
a menudo por lapsos de relativo estancamiento, inclusive por aparente retroceso; en
otros, por el contrario, parece acelerarse, provocando la renovación de vastos ámbitos.
El ritmo de cambio se intensificó hoy en día, aunque desde luego muchas conclusiones
recientes denotan cariz provisional, pero tal índole aproximativa constituye el meollo
mismo de la ciencia y no hay argumento valido para dejar de considerarlas y discutirlas
desde todos los ángulos34. La arqueología no se encuentra al margen de lo expuesto y
por tal razón se ha dedicado los anteriores párrafos al análisis crítico del enfoque de
d'Orbigny referente al conjunto monumental precolombino de Samaipata, rubricado
más de una centuria atrás, que exhibe aciertos y equivocaciones a aquilatar, recogiendo
aquéllos y reprobando éstas.
BIBLIOGRAFÍA
210
Bibliografía citada
Anónimo
1835. Calendario y guía de forasteros de la república boliviana para el año de 1835. Imprenta del colegio
de artes. Paz de Ayacucho.
BACHELARD, Gastón
1974. La formación del espíritu científico. Traducción de José Babini. Tercera edición. Siglo Veintiuno
Argentina editores. Buenos Aires.
DANIEL, Glyn E.
1952. A Hundred Years of Archaeology. Reprinted. Gerald Duckworfh & Co. London.
1964. The Idea of Prehistory. Penguin Books Ltd. Harmondsworth.
1968. El concepto de prehistoria. Traducci6n de Ramiro Sánchez Sanz. Editorial Labor. Barcelona.
DARWIN, Carlos R.
s/d Origen de las especies por medio de la selección natural. Traducción de A. López White. Tomos I-III.
F. Sempere y Cia., editores. Valencia.
1958. El origen del hombre. Traducción de J. B. Sociedad Editora Latino-Americana. Buenos Aires.
Edición de texto idéntico a la de editorial Tor, Buenos Aires s/d, traducción de A. López White.
FARRINGTON, Benjamín.
1968. Ciencia y política en el mundo antiguo. Traducción de Domingo Plácido Suárez. Segunda
edición. Editorial Ciencia Nueva. Madrid.
PONCE SANGINÉS, Carlos, Arturo Castaños Echazú, Waldo Avila Salinas, Fernando Urquidi Barrau
1971. Procedencia de las areniscas utilizadas en el templo precolombino de Pumapunku (Tiwanaku).
Academia Nacional de Ciencias de Bolivia, Publicación núm. 22. La Paz.
PUCHER, Leo
1945. Ensayo sobre el arte pre-histórico de Samaypata. Revista del Museo Arqueológico de la
Universidad de San Francisco Xavier. Sucre.
TATON, Rene
1967. Causalidad y accidentalidad de los descubrimientos científicos. Traducción de Isidoro Boix.
Editorial Labor. Barcelona. Thorpe, W. H.
1969. Ciencia, hombre y moral. Traducción de Juan Carlos García Barrón. Segunda edición. Editorial
Labor. Barcelona.
TRATTNER, Ernest R.
1972. Arquitectos de ideas. Historia de las teorías científicas que transformaron el mundo. Traducción de
Luis Echevarri. Ediciones Siglo Veinte. Buenos Aires.
NOTAS
2. Frontaura Argandoña 1971, p. 84.
3. D'Orbigny 1907, prólogo de Díaz Romero, p. XI.
4. D'Orbigny 1945, I, p. 17, la suma adicional se la proporcionó hasta 1830.
5. D'Orbigny 1945, III, p. 1.076.
6. D'Orbigny 1945, I, p. 30.
7. D'Orbigny 1945, I, pp. 16-17, 58-59.
8. D'Orbigny 1945, III, pp. 1078-1081.
9. D'Orbigny 1946, p. 21.
10. D'Orbigny 1945, I-IV, el libro publicado en 1958 en Bolivia comprende la parte concerniente al
país y está tornada de la edición del 45. Se editaron los tornos de la edición francesa entre
1835-47, los pertinentes al relato de viaje el 44.
11. D'Orbigny 1945, III, p. 1.083.
12. D'Orbigny 1907, p. 161.
13. Arellano 1974, p. 2.
14. Dávila y Rodríguez 1967, p. 29.
15. D'Orbigny 1907, Introducci6n de Díaz Romero, p. III.
16. Díaz Arguedas 1971, I, p. 40.
17. Daniel 1952, p. 38, demarca las posiciones de ambas escuelas contrapuestas.
18. d'Orbigny 1944, p. 14.
19. Márquez Miranda 1959, p. 143; Daniel 1964, p. 34, 1968, p. 30, Ponce Sanginés et al. 1971, p.
122.
20. Márquez Miranda 1959, pp. 69, 71, 73.
21. Hemleben 1971, pp. 35. 40-41; Trattner 1972, p. 229.
22. Darwin s/n; 1958.
23. Farrington 1968, p. 202.
212
24. D'Orbigny 1945, IV, p. 1464. En la obra anónima de 1835, p. 183, se consigna que el corregidor
de Samaipata era Justo Suazo (sic) y jefe de policía de la localidad Tomás Paz. Ignoro si alguno de
los nombrados ejercía las mismas funciones allí en 1832, cuando la visita de d'Orbigny.
25. Pucher 1945, p. 85.
26. Pucher 1945, p. 44.
27. D'Orbigny 1945, IV, p. 1.466.
28. D'Orbigny 1945, IV, p. 1.466.
29. D'Orbigny 1945, IV, p. 1.466.
30. D'Orbigny 1945, IV, p. 1.464.
31. Garcilaso de la Vega 1943, II, pp. 125-127.
32. Baclelard 1974, pp. 294, 295.
33. Taton 1967, p. 9.
34. Thorpe 1969, p. 12.
213
20 Como cultor de las ciencias del hombre, d’Orbigny fue, según uniforme criterio de Raúl
Porras Barrenechea y José Alcina Franch, el primer ‘introductor de la Antropología, en
su más amplio moderno sentido, en América’16.
21 En efecto, como antropólogo cultivó, en Bolivia, todas las ramas de la antropología
general, y no sólo antropología física, la arqueología, la lingüística y la etnología, como
dice José Alcina Franch17, sino también, y sobre todo, la etnografía.
22 Como antropólogo físico, dio temprana expresión precursora al inconmovible
postulado antropológico moderno de acuerdo con el cual: los signos de la aparente
uniformidad racial de los grupos étnicos americanos son, más que todo, manifestación
notoria de ‘una diversidad’ antropofísica innegable18, al sostener -en frases justamente
revalorizadas hoy por José Imbelloni- que ‘un peruano difiere de un patagón, y un
patagón de un guaraní, más de lo que difieren entre sí un griego y un etiópico o un
mongólico’.19
23 En contraposición a los conceptos que, desde su época, preconizaron la pretendida
uniformidad racial del hombre americano -a ejemplo de los defendidos por el libro
Crania Americana (Filadelfia,1839) de Samuel George Morton (1799-1851), pero también,
a diferencia de los posteriormente expuestos, acerca del pretenso American Homotype,
por los jefes y secuaces de la escuela norteamericana de Ales Hrdlicka (1869-1943)–
Alcide d’Orbigny expuso, con extraordinario vigor y correcta convicción científica, el
resultado de observaciones antropológicas que -como la consideración según la cual
‘existen pocas partes del mundo donde el color del hombre sea tan variado’ 20–
constituye el mejor antecedente de un principio polirracialista que la ciencia
antropológica moderna ha vuelto hoy inatacable.21
24 La permanencia trienal de Alcide d’Orbigny en territorio boliviano tuvo la virtud de
hacer ‘escuela’, puesto que, posesionados muchos jóvenes estudiantes de los libros
pertenecientes al errante equipo bibliográfico del viajero francés, los leyeron con
ahínco, en provecho de ‘estudios prácticos de primera mano en ambos reinos de la
naturaleza’. Según Gabriel René-Moreno, uno de los tardíos, pero aprovechados,
seguidores de la posterior corriente post-dorvignista fue Nicomedes Antelo (n. en 1829).
22
25 [...]
26 Exactamente diez años después que Alcide d’Orbigny abandonara el país, dejando tras
suyo una estela de influencias formadoras, llegó al continente sudamericano otro
eminente viajero francés (accidentalmente nacido en Londres): Francisco de la Porte,
conde de Castelnau (1812-1880), a la cabeza de una misión francesa igualmente oficial.
Estuvo en América del Sur entre 1843 y 1847. La expedición por él dirigida unió en su
recorrido las costas atlánticas con las del Pacífico, al dirigirse de Rió de Janeiro a Lima.
27 Al cabo de la primera etapa del viaje, retorna a la costa sudamericana oriental por el
curso del río Amazonas. Permaneció en Bolivia alrededor de 1845.
28 Los resultados científicos de este memorable viaje de exploración y estudio fueron
expuestos por el conde de Castelnau en el monumental tratado histórico-científico de
ocho volúmenes, que lleva el ilustrativo epígrafe de Expedición dans les parties centrales de
l’Amérique du sud, de Río de Janeiro a Lima, et de lima au Para; exécutée par ordre du
Gouvernement Francais Pendant les Anne’es 1843 a 1847, sous la direction de Francis de
Castelnau (París, 1850-59).
217
29 Hombre de cultura científica tan vasta como la de d’Orbigny, no hizo, sin embargo, obra
de igual importancia para la tradición científica boliviana como la de su antecesor y
compatriota, particularmente debido al tiempo considerablemente menor que estuvo
en Bolivia. Como d’Orbigny recorrió todos los campos del saber especialmente aplicados
al conocimiento de Bolivia, desde el de la geología y geogenia hasta el de la
antropología y prehistoria, que es como decir desde la descripción paleontológica del
braquiópodo del género Spirifidae conocido hoy bajo la denominación de Acrospirifer
murchisoni del devónico boliviano23 hasta la arqueológica de las ruinas de Tiwanaku.24
30 1 José María Bozo, naturalista boliviano, de quien Ramiro Condarco M. dice en su libro
Historia de la Ciencia..., ob. cit. (en el parágrafo ″La Ciencia en el Período Ideológico
(1825-1845)″: ″C) El Pragmatismo Naturalista de Bozo″): El porvenir de la medicina
como ciencia, en Bolivia -dentro del ″período ideológico″ principalmente extendido a lo
largo de los primeros veinte años de la vida de la República- no estuvo, pues, por de
pronto, ni en las aulas de los ‘colegios’ ni en los claustros universitarios, sino en el
campo de la iniciativa privada. Por lo tanto, la propia inexistencia de una medicina
oficial socialmente acreditada y regularmente formada por el Estado a través de la
profesionalización seria y responsable, permitió la acción substitutiva y ‘sucedánea’de
una suerte de ciencia médica extrauniversitaria.
31 ″El primer gran cultor de ella en los primeros tiempos del período republicano fue el
doctor don José María Bozo. Nació en Santa Cruz de la Sierra, en fecha exactamente
indeterminada, en los postreros años del siglo XIX, según información de su único
biógrafo: José Rosendo Gutiérrez [El Diógenes Boliviano. La Paz, Ediciones ″Isla″, 1968,
p. 7]. En su niñez, dice José Rosendo Gutiérrez, ‘cobró afición a la ciencia al lado del
sabio Haenke, que lo tomó a su servicio y le enseñó el amor a las ciencias prácticas’ [Ib.,
p. 26]. Empero, a falta de aulas universitarias capaces de educar y desarrollar su
vocación científica por medio de una carrera profesional perfectamente adecuada a su
naciente predisposición por las ciencias naturales, frustró su ambición al seguir cursos
de jurisprudencia en la Real y Pontificia Universidad de San Francisco Xavier de
Chuquisaca, donde ‘tomó’ las ‘borlas de doctor’ in utroque jure, y poco después, en
1806, ante la Audiencia de La Plata, el honroso ‘bastón de abogado’ [Ib., p. 8], lo que
permite sostener que, a pesar de sus íntimos anhelos, fue un hombre de sistemática
formación teológica jurídica.
32 ″Según tradición popular, llegó [Bozo] a la ciudad de La Paz vestido ‘de sotana’
[Aranzaez, Nicanor. Diccionario Histórico Biográfico del Departamento de La Paz. La Paz.
Talleres Gráficos La Prensa. S/ fha., con prólogo fechado en 1915., p. 138], y se domicilió
en ella, poco antes -dice José Rosendo Gutiérrez- de 1824 [Ob. cit., p. 10], pero quizás ya
con alguna anterioridad a 1818, si tenemos presente, por lo menos, las convergentes
noticias que acerca de su primer matrimonio nos proporcionan Nicanor Aranzaez y José
Rosendo Gutiérrez [Ib., p. 10-1 Nicanor Aranzaes. Diccionario..., p. 138]. Desempeñó la
docencia escolar, y alguno que otro ‘puesto en la judicatura’ [Aranzaez. Diccionario, p.
138]. Conocido en la tradición popular con el sobrenombre de Diógenes boliviano por su
presencia desprecupada y extravagante, sólo Alcide d’Orbigny tuvo ocasión de
comprender su preparación y talento y de llamarlo, con mayor propiedad y justicia,
Dioscórides boliviano, en atención a su competencia médica y a su condición de
naturalista.
33 La obra que le confiere el derecho de figurar en la historia del pensamiento científico
boliviano lleva el significativo epígrafe de Materia Médica de Bolivia, que, pese a sus
218
esfuerzos por publicarla, dejó inédita. Esta obra ha llevado hasta hoy una existencia
anónima y oscura [J. R. Gutiérrez. El Diógenes..., p. 26-27]. Nicanor Aranzaes dice, a pesar
de todo, que el ‘naturalista José Romero’ solía decir que ella ‘no era de grande aliento’
[ib., p. 138].
34 Mayor importancia, para nosotros, tiene, en lo que a la apreciación de su personalidad y
obra atañe, el juicio que acerca de él expuso un naturalista eminente: el explorador y
científico francés Alcide d’Orbigny, quien conoció al doctor José María Bozo, en La Paz,
entre los meses de mayo y junio de 1830. El sabio naturalista francés dice del naturalista
cruceño: ″En toda la República de Bolivia, un solo hombre, el doctor Boso, el Dioscórides
del país, cultivaba botánica. Fui a verle y recorrimos juntos durante algunos días, no
sólo ciertos lugares de los alrededores, sino también los jardines de la ciudad, donde
volví a hallar la mayoría de las plantas de nuestras huertas; sobre las virtudes de cada
una de las cuales, él me hacía pronunciar una larga disertación, lo que me convirtió a la
fuerza en botánico. Por desgracia el doctor y yo no siempre nos entendíamos sobre el
fondo de las cosas. Para él, las ciencias naturales consistían sólo en el empleo medicinal
de las plantas y en el descubrimiento de metales preciosos. El resto le parecía objeto de
simple curiosidad″. [A. d’Orbigny. Viaje a la América Meridional. Bibliotheca Indiana.
Madrid, Aguilar, 1958, pp. 567-8].
35 ″El doctor José María Bozo, naturalista y médico por natural inclinación y voluntad
autodidacta, profesó, por tanto, una suerte de pragmatismo científico, en el campo de
las ciencias naturales. De él, se puede decir lo que el doctor Gregorio Marañón dijo de
Gaspar Casal [G. Marañón. Vida e Historia. Buenos Aires-México, Espasa Calpe, 1941, pp.
76-7 y 82]: fue ‘el valor médico más firme de la centuria’, y así como ‘tuvo la suerte’ de
no ser estudiante de medicina, tampoco ‘intoxicó’ su espíritu, como cultor de la ciencia
médica, en las aulas universitarias. La presencia de esta figura de genio incomprendido
en la historia del pensamiento científico boliviano -finaliza Ramiro Condarco Morales-
fue fruto directo de las influencias formadoras que, desde Cochabamba, irradió la
actividad científica del sabio bohemio-charqueño don Tadeo Henke, en servicio de la
formación de una posterior tradición boliviana de índole científico-naturalista. José
María Bozo es, entonces, en Bolivia, el primer heredero boliviano de la Ilustración
europea″. (Ramiro Condarco M. Historia de la Ciencia..., pp. 228-229).
NOTAS
2. Manuel Frontaura Argandoña. Descubridores y Exploradores de Bolivia. La Paz, Ed. Los Amigos del
Libro, 1971; p. 75. Frontaura Argandoña, tras mencionar a Gabriel René-Moreno, Fabián Vaca
Chávez y Belisario Díaz Romero como los ″tres ilustres escritores... que han hecho monografías
biográficas del sabio naturalista francés″, no especifica los nombres y obras ″de centenares de
estudiosos bolivianos y extranjeros″ que -según su afirmación- también escribieron monografías
biográficas de A. d’Orbigny. (N. del E).
3. A. d’Orbigny. Viaje a la América Meridional. Biblioteca Indiana,. Estudio preliminar de J. Alcina
Franch. Madrid, Aguilar, 1958; pp. 562 y 914.
4. Véase: ib., mapa frente a p. 14.
219
5. Obsérvese que de un total de 920 páginas, 352 se encuentran dedicadas a Bolivia, en el volumen
por nosotros utilizado [Viaje a la América Meridional. Ob. cit.]
6. A. d’Orbigny, Viaje..., p. 578.
7. Belisario Díaz Romero, ″Mr. Alcide d’Orbigny″, en: Boletín de la Sociedad Geográfica de La Paz. Año
V. N° 21, 22 y 23, La Paz, 1904, p. 433.
8. G. R. -Moreno, Nicomedes Antelo, Universidad Gabriel René-Moreno. Santa Cruz de la Sierra.
Bolivia. Imp. López. Bs. Aires, 1960, p. 12.
9. A. d’Orbigny, Viaje...., p. 582, No. 1.047.
10. Lauro Morales Navia, ″Historia de la Meteorología Boliviana″, en El Diario (Suplemento
Literario), La Paz, 6 de abril de 1975, p. 1.
11. A. d’Orbigny. El Hombre Americano. Buenos Aires, Editorial Futuro, 1944, p. 72, No. 5.
12. Leonardo Branisa, Los Fósiles Guias de Bolivia, Servicio Geológico de Bolivia (Boletín N° 6).
Prensa del Centro Audiovisual. La Paz, 1965, pp. 68, 128, 182, 184, 186, 190, 198.
13. A. d’Orbigny, Viaje..., p. 703, No. 1.289 y p. 706, No. 1.295.
14. Ib., p. 566, No. 933.
15. Ib., pp. 748, No. 1.453; 750, No. 1.456; 752, No. 1.462.
16. Raúl Porras Varrenechea, Fuentes Históricas Peruanas, Lima, 1955 pp. 59-60. José Alcina Franch,
″viaje a la América Meridional: Estudio Preliminar″, en A. d’Orbigny, Viaje..., pp. 15-18. Véase p.
18.
17. J. Alcina Franch, art. Cit., ob. cit. p. 18.
18. S. Canals Frau. Prehistoria de América. Buenos Aires, Editorial Sudamericana. Compañía
impresora Argentina, 1950; p. 149.
19. J. Imbelloni, José. La Segunda Esfinge Indiana. Antiguos y nuevos aspectos de los orígenes americanos.
Buenos Aires, Librería Hachette, 1956, p. 59.
20. A. d’Orbigny, El Hombre..., p. 6970. Véase También: ob. cit., pp. 27-150.
21. Véase, entre otras obras: Juan Comas, Antropología Física. México, Fondo de Cultura
Económica, 1957, p. 559-77.
22. Gabriel René Moreno. Nicomedes Antelo. Buenos Aires, Imprenta López, 1960, p., 12-13.
23. L. Branisa. Los Fósiles..., p.. 138.
24. Ministerio de Educación de la República de Bolivia. Tiahuanacu (Antología de los Principales
Escritores Coloniales, Americanistas y Bolivianos). Biblioteca Boliviana. No. 2. La Paz, Imprenta
Artística, s/fha., pp. 53-65.
220
1 Entre los diarios de viaje escritos por exploradores extranjeros y nacionales que han
recorrido el territorio boliviano, sin duda alguna, Viaje a la América Meridional de Alcide
Dessalines d’Orbigny sigue siendo la obra más importante con que podemos contar al
presente.
2 El diario de este ilustre científico, que llegó al entonces puerto boliviano de Cobija en
las costas del Pacífico en 1830, y que recorrió nuestro poco explorado territorio durante
tres años, merece que sea estudiado con detenimiento, pues encierra un cúmulo de
conocimientos, sugerencias y observaciones producto de una acuciosa y polifacética
personalidad. Antropólogos, zoólogos, botánicos, paleontólogos, historiadores y
geógrafos encontraban abundante y valiosa información en cada una de sus páginas. En
esta ocasión extractamos algunos párrafos de interés sobre sus impresiones del viaje
que realizó de Trinidad a Cochabamba pasando por el Chapare.
3 Transcurría el mes de abril de 1832 y d’Orbigny acababa de llegar a Trinidad después de
una larga travesía que lo llevó de Cochabamba a Santa Cruz y luego a las misiones de los
jesuitas. Anduvo por San Ramón, San Javier, Concepción, San Joaquín y Magdalena;
navegó por el Itenez hasta la desembocadura del Mamoré, y luego lo remontó para
llegar a Santa Ana y más tarde a Trinidad. Después de una corta estadía en esa
población, que aprovechó para ordenar sus colecciones y recuperarse del cansancio y el
paludismo que lo debilitaron en ese largo recorrido, d’Orbigny emprende nuevamente
el retorno a Cochabamba, esta vez cruzando las llanuras de Moxos, y remontando la
Cordillera Oriental de Los Andes.
4 Al mando de una flota de 40 canoas y más de 600 hombres pertenecientes en su mayoría
a las tribus de los baures, itonomas, movimas, cayuvavas y moxos, el 10 de mayo de
1832 parte de Trinidad hacia la Misión de Loreto, de donde, después de recibir los
honores que se le tributaba cada vez que llegaba a algún poblado y de proveerse de una
buena cantidad de carne salada, retorna al Mamoré para continuar su expedición.
221
d’Orbigny, dice: “La entrada a estos lúgubres bosques es uno de los caminos más
fragosos y arriesgados de cuantos transita el género humano. La elevada cordillera que
hay que atravesar es de doce leguas de largo, sin el menor auxilio, que tampoco lo hay
en todo el camino, cuyas frecuentes nevadas han hecho padecer, desde el corto
descubrimiento de aquellas montañas, centenares de personas y millares de bestias”.
Tadeo Haenke también hace mención a este tenebroso paso de los Andes y dice: “En
todas partes tiene la entrada de los Andes sus dificultades y sus pasos peligrosos; pero,
ésta las tiene con preferencia duplicadas y todo el tránsito es un conjunto de
precipicios y laderas perpendiculares”.
18 En la cumbre, cerca de los cinco mil metros de altura, en un lugar denominado Salto del
Cuerno, d’Orbigny participa en una tradición establecida por los primeros comerciantes
y mantenida con fervor por todo aquel que se atrevía a cruzar los Andes Orientales.
Alcides d’Orbigny nos relata: “Como tanto a la ida como al regreso ese punto señala el
fin o el comienzo de los desfiladeros más peligrosos, los arrieros establecieron una
peregrina costumbre: la de hacer apear a los viajeros que por primera vez transitaban
ese camino y obligarlos a bailar, ya para agradecer a la Providencia por haber salido
bien de ese mal paso, ya para impetrar su buena voluntad. Según parece, esta
costumbre es observada tan rigurosamente como el bautizo en el cruce de la línea en el
mar; de esta manera, por respeto a una costumbre, ridicula sin duda en su forma, pero
en el fondo conmovedora por el sentimiento religioso que parece animarla, yo también
saludé con donaire el famoso Salto del Cuerno”.
19 El miedo a quedarse atrapados por la nieve hizo que los arrieros forzaran su descenso
dejando lo más rápidamente posible los precarios refugios de Palta Cueva y Quintín
Cueva, entre otros. Después de quince horas de marcha forzada, serpenteando las
áridas laderas, llegaron a la aldea de Cotani donde fueron recibidos con la sencilla
hospitalidad de los indígenas traducida en un poco de comida caliente y un techo de
paja donde pasar la noche. Al día siguiente, tras ascender el último paso, descendieron
al valle de Sacaba, en esa época del año rodeado de vastos campos de trigo.
224
BIBLIOGRAFÍA
225
Bibliografía
D’ORBIGNY, Alcide
1958. Viaje a la América Meridional. Madrid, Aguilar.
VIEDMA, Francisco de
1969. Descripción Geográfica y Estadística de la provincia de Santa Cruz de la Sierra, 2da. Ed.,
Cochabamba, Los Amigos del Libro.
226
a la ciencia y labrarse un nombre entre los sabios. “Si se reflexiona –dicen los cinco
científicos que analizaron el informe de d’Orbigny o posaron sus miradas de asombro
en las 500 planchas iluminadas que había dibujado– en la suerte que cabe al mayor
número de jóvenes doctos a quienes la pasión por el estudio de la naturaleza arrastra a
esos viajes peligrosos; si se recuerda que en diez y ocho años corridos desde que la paz
general ha vuelto a abrir los mares, sobre ocho viajeros naturalistas del Museo de
Historia Natural que han emprendido largas expediciones, cinco, Godofroy, Havet, Plée,
Duvaucel, y hace muy poco todavía, el infortunado Jacquemont, han perecido de su
patria; que Lalande y Leschenault sucumbieron al cabo de pocos años a las
enfermedades contraídas en sus penosísimos y largos viajes, y que por tanto el señor
d’Orbigny es acaso el único, entre los que han vuelto a Francia con sus colecciones, que
tiene la posibilidad de hacer conocer por sí mismo los resultados de sus investigaciones,
se convendrá en que es muy justo esforzarse, cuanto sea posible, para hacerle gozar de
la recompensa más dulce que él debe esperar después de tan larga peregrinación; tal es
la publicación de materiales conseguidos a costa de tantos riesgos y fatigas; sobre todo,
cuando una profunda y vasta instrucción de parte del viajero anuncia de antemano toda
la utilidad que las ciencias habrán de sacar de tan importante trabajo”.
8 El informe no menciona el triste destino del naturalista Aimé Bonpland, que acompañó
durante cinco años al Barón de Humboldt en sus explotaciones por la América
equinoccial. A su retorno a París escribió 4 de los 17 volúmenes de botánica en
colaboración con el Barón y creó los jardines por los que paseaba la Emperatriz Josefina
añorando su infancia en la floresta haitiana. Después de la batalla de Waterloo,
Bonpland retornó a América con la idea de explorar la parte meridional y enseñar. Pero
tuvo la mala suerte de caer en manos del paranoide dictador Gaspar Rodríguez de
Francia, quien sin razón alguna lo retuvo como prisionero en el Paraguay. Bolívar
amenazó con organizar una expedición para devolver la libertad al sabio francés, quien
después de 9 años de reclusión ya no tuvo fuerzas para el retorno: vivió en una choza
hasta sus 86 años rodeado de flores y acompañado por una nativa que le dio varios
hijos.
9 D’Orbigny fue el primer viajero que estudió con una simpatía y comprensión
desconocidas para la época a todos los grupos étnicos con los que convivió, tratándolos
no como seres exóticos, primitivos o dignos de conmiseración sino como seres humanos
con dignidad. No hay en su extensa obra una nota de menosprecio o sarcasmo, por
extrañas que fuesen las costumbres y usos con los que se tropezaba y que registraba
puntualmente en su diario de viaje, como auténtico precursor del moderno concepto de
la “Otredad”, es decir, el reconocimiento y el respeto al otro. Nacido en pleno
resplandor napoleónico, realizó su viaje a América cuando ya estaba sólidamente
restablecida en Francia la monarquía borbónica, pero era un auténtico hijo de la
Ilustración y el liberalismo, y a semejanza de su maestro Humboldt e incluso yendo
mucho más allá que él en el respeto a otras culturas y en su natural disposición para
habituarse a diversos usos y costumbres, convivió con grupos humanos considerados en
Europa “salvajes”, tratando siempre de aprender más que de enseñar, cosa que hizo
también con generosidad y desprendimiento.
10 Sus libros, particularmente el que más nos interesa: Descripción histórica geográfica y
estadística de Bolivia, París, 1845, pueden leerse no sólo como un compendio del pasado
sino también corno el manual más completo publicado hasta esa fecha sobre la
arqueología, la geografía, la geología, la zoología, la botánica y la lingüística, así como
229
los tipos humanos del altiplano, los llanos y la selva y los muy menguados habitantes de
las ciudades que apenas atinaban a recuperarse de la larga guerra de la Independencia,
concluida apenas siete años atrás.
11 “Nacido con especiales disposiciones para las ciencias naturales –escribió en la
introducción a su obra– disposiciones que se manifiestan en mí desde mis primeros
años, he debido al aliento de un padre honorablemente conocido en el mundo de los
sabios, y a sus doctas enseñanzas, el desarrollo prematuro del irresistible instinto que
me llevaba su estudio”. En efecto, todo en el ambiente familiar de d’Orbigny estaba
impregnado de amor a la ciencia. Alcide y su hermano Carlos olvidaron los juegos
infantiles acompañando a su progenitor en investigaciones zoológicas y geológicas a la
orilla del mar, en los bosques y cerros. Carlos se haría médico como su padre, Alcide,
naturalista.
12 Los sabios franceses de la época, como Alexandre Brongniart, Geoffroy Saint-Hilarie,
Cuvier, Crodier, de Blainville, Latreille, acudían a la mansión de los d’Orbigny o daban
clases a los dos hermanos. De esta manera, todavía adolescente y sin dejar de estudiar
todas las ramas de la historia natural, por consejo de su padre, Alcide se dedicó a la
investigación de los moluscos radiados ocupándose de los cepalópodos microscópicos
durante seis años. Alcanzó a publicar apenas la introducción de su libro pues a
principios de 1824 fue convocado a la Academia de Ciencias de París cuyos directores
habían pensado en él para que acompañara como naturalista viajero a los funcionarios
de una compañía inglesa encargada de explotar las minas de Potosí (proyecto fallido
como bien se sabe), lo que despertó en él el amor a los viajes. Alcide no se sentía listo
para esta misión y pidió un año para prepararse. “La idea de recorrer América con
auspicios tan halagüeños -anotó- no podía menos que agradarme. Mil cuadros, cada uno
más seductor que el otro, se presentaban en mi imaginación. Ya me veía en el seno de
esa naturaleza virgen, rodeado de cosas nuevas y observando en su suelo natal a los
animales que caracterizan al otro hemisferio. Los consejos de ciertos viajeros
experimentados no contribuían menos a determinarme. Fui a visitar a los señores
profesores del Museo y acepté prontamente su propuesta, con la única condición de
permanecer aún un tiempo en Francia, para corroborar mis estudios y ponerme así en
condiciones de realizar un viaje más ventajoso: la Administración tuvo a bien
condescender a mis propósitos”.
13 El joven naturalista pasó los meses previos al viaje asistiendo a cursos de geografía,
etnología e historia, visitó a Humboldt en Alemania, quién le habló largamente de su
viaje a América, le obsequió un barómetro y le firmó recomendaciones para
personalidades del Nuevo Mundo. El Museo le fijó una pensión de seis mil francos
anuales que incluían su propia manutención, la adquisición de piezas de historia
natural y su transporte hasta París, suma notoriamente insuficiente para una
expedición de la magnitud de la prevista, por lo que d’Orbigny acudió al Duque de
Rivolí, protector de las ciencias naturales, quien le escuchó con deferencia, y le donó
tres mil francos más, sin los cuales, confiesa d’Orbigny “mi misión habría fracasado”. En
mayo de 1826, pensando que “ya no volvería a este santuario de la ciencia”, dejó París
para despedirse de su familia con sentimientos encontrados pero con una voz interior
que le decía “¡volverás a verlos!”, embarcándose en Brest para el Nuevo Mundo por la
vía de las Islas Canarias.
14 Alcide nació en Coveron (Loira Inferior) en 1802, y al divisar América ya independiente
del poder español y portugués contaba apenas con 24 años. Su meticulosa investigación
230
La tierra prometida
21 El viajero contemporáneo que recorre hoy en una confortable aeronave jet la distancia
de Santiago a La Paz en tres horas, o incluso aquel que lo hace en un par de días en tren
o autobús no podría entender las condiciones que afrontaba el visitante de principios
232
del siglo XIX que debía transitar buena parte de esa distancia en barquillos a vela y
luego atravesar el desierto, desde la costa hasta La Paz, a lomo de mula, buscando
albergue en cualquier lugar, pues para entonces no había un hotel o posada en todo el
país.
22 Desde hace décadas visitan Bolivia expertos de los organismos internacionales pagados
a precio de oro habituados naturalmente a alojarse en hoteles de cinco estrellas,
munidos de todas las vacunas y seguros médicos imaginables cuyos informes y recetas
para la salvación del país van copiándose unos de otros. Cuando tienen que viajar por
tierra lo hacen en cómodas vagonetas guiadas por un experto chofer nativo. Sus notas
quedan registradas en computadoras manuales y los más curiosos toman fotografías del
paisaje o de los indígenas con cámaras con las que no se necesita ni siquiera calcular la
distancia del objetivo para lograr total nitidez en colores.
23 Esas gentes considerarían sin duda a d’Orbigny como un enajenado. Veremos enseguida
las condiciones en las que desarrolló una misión que ocho años atrás le había confiado
por amor a la ciencia la Academia de París. En su diario no puede establecerse los
recorridos que hizo solo y el número de acompañantes que tuvo en diversos trayectos
pues él mismo no lo dice con precisión. En todo caso, de Tacna a La Paz viajó seguido de
algunos arrieros encargados de cargar sus baúles, y en dos oportunidades menciona a
su fiel perro “Cachirulo”, la primera, cuando el can queda afectado como él, por el
“sorojchi” o mal de altura, y la segunda, en la selva cuando los gruñidos del animalito le
advierten que un jaguar está rondando el pequeño campamento.
24 Gobernaba el país el Mariscal de Zepita, Andrés de Santa Cruz, de quien Bolívar tenía
muy buena opinión, pero no así Sucre, que lo consideraba excesivamente afecto al Perú.
En verdad, Santa Cruz había sido llamado a Bolivia, su tierra natal, de Santiago donde se
hallaba representando al gobierno peruano. Al hacerse cargo del gobierno boliviano en
1829 Santa Cruz contaba con 37 años de edad, pero ya había tenido una considerable
experiencia pública. Los primeros años de la República fueron tormentosos; Sucre se
alejó en 1828 con el brazo quebrado por un balazo en un motín militar, y uno de los
presidentes, Pedro Blanco, cayó asesinado en su refugio en un monasterio de Charcas.
La larga guerra de la Independencia dejó al país en un estado ruinoso, con las minas
abandonadas y los campos sin cultivar. El Tesoro se sostenía en la en la práctica con el
tributo indígena. El primer censo nacional de 1831 arrojó la cifra de un millón ochenta
y ocho mil habitantes. Santa Cruz, admirador de Napoleón, dictó también los primeros
códigos y se lanzó frenético a la organización del gobierno, promulgando una ley de
amnistía, promoviendo las familias numerosas y el asentamiento de extranjeros en el
territorio. Se jactaba de que “no hay asesinos ni ladrones en las ciudades ni en los
caminos”. Y decía también que “en Bolivia sólo el crimen debe ser considerado
extranjero”. Ese es el país al que llegó d’Orbigny, quien enseguida escribió una carta al
Presidente de la República adjuntando las recomendaciones que traía. Santa Cruz le
contestó de inmediato ofreciéndole recursos económicos (que rechazó) y la compañía
de un oficial del ejército “y un par de jóvenes del país para que le hagan sociedad en las
soledades a donde se dirije”. El joven francés aceptó la compañía de los jóvenes, pero
tampoco se conoce si éstos permanecieron con él los tres años de su permanencia, lo
que es improbable.
25 En su viaje por Pelechuco, ya plenamente repuesto por la quinina que encontró en La
Paz, se encuentra feliz en el pueblo de Pata, “bajo una agradable temperatura
ligeramente caliente y húmeda en medio de la comarca más fértil del mundo”,
233
que se sentían aliviados”. ¿Cómo pudo llegar la acupuntura a esa remota región del
trópico boliviano?
28 Concibió la idea de llevar algunos indios jóvenes a Europa para hacerlos estudiar en
colegios con el objeto de determinar su capacidad intelectual, y en Chiquitos reclutó a
dos jóvenes de esa nación deseando también llevar a un guarayo adolescente.
Informado el cura, transmitió el pedido al cacique y éste, acompañado de un numeroso
grupo de tribeños, visitó a d’Orbigny llevando de la mano a un niño:
29 “Es mi nieto –le dijo–; se llama Mbuca ory (Risa gozosa). Te lo doy porque perdió a su
padre, y te creo digno de reemplazarlo; míralo como a tu hijo y haz de él un hombre;
sobre todo, que no sepa nunca lo que es el robo, que tanto detestamos, y que sea digno
de llamarse guarayo.
30 Le pregunté qué quería que le diese.
• Dame un hacha y un machete –respondió.
• Dale un hacha a su madre y un cuchillo a su hermano; son las cosas que estimamos más y que
más útiles nos serán si algún día, para huir de la esclavitud, estamos obligados a volver a la
selva de donde hemos salido”.
31 Alcide le entregó lo que le pedía, convirtiéndose en propietario del indiecito, a quien
hizo vestir inmediatamente. “Era un niño de ocho años, de un rostro encantador, muy
espiritual, a quien le convenía perfectamente el nombre de Risa gozosa”.
32 ¿Que pasó con Risa gozosa y los otros dos adolescentes de Chiquitos? Vuelven a
aparecer en las páginas al final del diario cuando el naturalista francés, ante la
imposibilidad de llevarlos consigo, los devuelve a sus mayores. La fascinante idea de
d’Orbigny de transformar la arcilla virgen de las mentes de estos jóvenes educándolos
en Europa sería llevada al teatro, en otro contexto y con distintos personajes, en el siglo
XX por George Bernard Shaw en Pigmalión. El 27 de septiembre de 1833 se embarcó en
Valparaíso con seis jóvenes bolivianos escogidos por el gobierno para seguir estudios de
metalurgia en Francia. Tampoco se conocen sus nombres ni el destino que corrieron.
Un nombre rescata d’Orbigny, con gratitud, por haber traducido al español el libro
sobre Bolivia que publicó en Francia por encargo del gobierno boliviano, el de Ricardo
Bustamante, a quien debió conocer en París y cuyo buen dominio del español
contribuyó sin duda a engalanar el excelente texto original del francés.
33 D’Orbigny se desplazó por el territorio boliviano a lomo de mula y caballo, en barcazas
construidas de un solo tronco gigantesco, en las que recorrió los inmensos ríos del
noroeste anchurosos como el mar, desbocados y caprichosos como corceles en las
cachuelas y cataratas, o también a pie bajo la lluvia o el sol calcinante. Prefería dormir
al aire libre, pues las viviendas de los indígenas en el altiplano consistentes de una sola
habitación y una pequeña puerta de ingreso, en las que reposaba toda la familia y los
animales de crianza, se hallaban totalmente tiznadas por el humo del fogón, con pieles
de oveja que servían de camas, repletas de piojos. En el oriente, pese a las lluvias
torrenciales, también optó por quedarse a la intemperie, pues las pocas habitaciones
disponibles eran habitadas por murciélagos que succionaban la sangre del
desprevenido viajero o por vinchucas, garrapatas y piojos que lo atormentaban con sus
picaduras.
34 Algo que no deja de llamar la atención del viajero es la indiferencia de los pájaros hacia
el hombre. Como quiera que los indios no los molestaban, pese a los disparos de fusil,
las aves no huían del cazador. “¡Qué diferencia con nuestros países poblados –
235
reflexiona–, donde actualmente el más pequeño pájaro huye del hombre, tanto como lo
ve, como del mayor enemigo de su descanso! Esa tranquilidad de los seres les permite
multiplicarse de tal manera que los campos, los jardines, los bosques están repletos de
un número considerable de bandadas de pájaros de diversas especies, viviendo cada
uno a su gusto, recorriendo incesantemente las montañas y hallando todos un alimento
abundante y fácil”.
35 A lo largo de toda su obra se advierten en d’Orbigny tres preocupaciones
fundamentales: el estado de postración y explotación en que encuentra a los indios de
todas las regiones de Bolivia, tanto quechuas y aymaras de la altiplanicie y los valles,
como los todavía numerosos grupos étnicos de la región oriental; la indiferencia y el
trato irresponsable de los bolivianos hacia la naturaleza manifestada en todas partes
por la quema de los bosques y la floresta, y, finalmente, la admiración que le produce
una tierra tan pródiga en toda clase de recursos y sus reflexiones sobre un mejor
aprovechamiento de esos dones para terminar con la pobreza y convertir a Bolivia en
una de las naciones más prósperas de continente.
38 La activa vida social a la que se veía obligado y el romance o los romances que tuvo en
Santa Cruz no lo alejaron sin embargo de su obsesiva búsqueda de muestras de la fauna
y la flora y la composición de la tierra. Sugirió al gobierno instalar un puerto cerca de
las ruinas de la antigua misión de Santo Corazón próximas al río Oxuquis, a poca
distancia del río Paraguay, para establecer una vía de comunicación con el océano
Atlántico a través del río de La Plata. Se internó enseguida en las vastas provincias de
Chiquitos y de Moxos, disfrutando y sufriendo en sus varios ríos navegables. En lo más
profundo de las selvas encontró a los guarayos, cuya personalidad y costumbres le
cautivaron totalmente. Pensó que ese pueblo por su hospitalidad y don de gentes, al que
jamás atormentó la envidia y el odio, “plaga moral de las civilizaciones más groseras
como de las más refinadas”, representaba “el poético ensueño de la edad de oro”. Los
guarayos tenían el privilegio de habitar tierras ubérrimas. ¡Si algunas veces había yo
suspirado viendo yacer en el abandono campos magníficos, mientras que en Europa
tantísimos infelices labradores perecen de miseria, cuánto más agudo no debió ser mi
sentimiento en presencia de aquellos lugares, los más abundosos que yo había
encontrado hasta entonces, y en donde una naturaleza tan prodigiosa, y de un lujo de
una vegetación extraordinario, parece estar pidiendo brazos que vengan a utilizarlos
por medio del cultivo productor!”.
39 Del país de los guarayos d’Orbigny continuó remontando el río San Miguel por ocho
días hasta la misión del Carmen, y luego por los ríos Blanco, Itonama y Machuco a las
misiones de Concepción, Magdalena, San Ramón y San Joaquín. Siguió luego por los
anchurosos Guaporé y Mamoré, a las misiones de Exaltación, Santa Ana, Trinidad y
Loreto. Era verdaderamente impresionante el despliegue de las cuarenta canoas y
seiscientos hombres que acompañaban al naturalista. Al atardecer, las canoas
atracaban en algún claro de la selva y los indios entonaban en coro cánticos religiosos
aprendidos de los jesuitas medio siglo atrás. “Esos cantos -anota el viajero francés- me
habían embarcado en una dulce melancolía que rimaba con el vacío de mi pensamiento,
y sobre todo con el respeto que me inspiraba la virgen belleza de esos parajes”. En el
día, los viajeros debían enfrentarse a tempestades eléctricas, lluvias constantes, vientos
que desviaban peligrosamente a las canoas, o el deslizamiento de las barrancas que
arrastraban consigo enormes troncos. Ayudado por los indios cayubabas, los mejores
remeros de la región, subió por el río Mamoré hasta la confluencia del río Chapare
durante quince días en los que los altos bosques no dejaban ver sino el profundo surco
del agua, hasta la nación de los yuracarés en las últimas estribaciones de la cordillera
Oriental. Siguiendo el curso del río San Mateo, llegó a una cornisa cortada a pique
quedando suspendido a doscientos o trescientos metros de altura. Los demás
prefirieron apearse de sus muías por miedo a caer al precipicio pero d’Orbigny
continuó en su cabalgadura sabiendo la firmeza del paso de los animales. Todos sufrían
de vaídos y el vértigo provocado por el rugir del torrente. “Cuando en semejantes
circunstancias puede conservarse la sangre fría –dice d’Orbigny– se goza del hechizo de
contemplar esas majestuosas escenas de la naturaleza”. A menudo debían cruzar varias
veces el mismo río, descargando las muías y amarrándolas con un lazo largo para
estirarlas desde la otra orilla, mientras los hombres cargados con los bultos pasaban el
ensordecedor curso de agua ayudándose con troncos; todo esto a lo largo de cien
kilómetros que los llevaba desde el nivel del mar hasta cerca de 5.000 metros en la
cumbre. “Nunca había experimentado –dice el viajero galo– una transición tan brusca
del calor extremo al frío más penetrante. En efecto, al cabo de tres días había visto
cómo la naturaleza cambiaba rápidamente de aspecto a medida que ascendía. Poco a
237
poco habían desaparecido los árboles cuya copa se alzaba hasta el cielo, las elegantes
palmeras y los helechos arborescentes de follaje tan ligero. A los árboles los habían
reemplazado los chaparrales, a éstos las pequeñas gramíneas, y la nieve había sucedido
a los sitios risueños de las regiones cálidas, alegradas por esos pájaros pintados con
colores tan vivos que con su sola presencia parecen animar a unas flores cuyo brillo no
desmerece el de su plumaje”.
40 En la gruta de Palta Cueva en torno a una fogata los arrieros le contaron recién las
horribles muertes que encontraron en ese recorrido numerosos viajeros. Todos los
testimonios acreditan en efecto el alto riesgo que significa cruzar esos lugares. Tadeo
Haenke, que conoció el lugar escribió: “En todas partes tiene la entrada de los Andes sus
dificultades y pasos peligrosos; pero ésta las tiene con preferencia duplicadas y todo el
tránsito es un conjunto de precipicios y laderas perpendiculares”. El padre La Cueva le
hizo saber a d ’Orbigny que “la entrada a estos lúgubres bosques es uno de los caminos
más fragosos y arriesgados de cuantos transitan el género humano. La elevada
cordillera que hay que atravesar es de doce leguas de largo, sin el menor auxilio, que
tampoco lo hay en todo el camino, cuyas frecuentes nevadas han hecho padecer, desde
el corto descubrimiento de aquellas montañas, a centenares de personas y millares de
bestias”. Tan aliviada quedaba la gente al haber salvado el pellejo, que se estableció la
curiosa costumbre de hacer apear a todos los viajeros obligándolos a bailar, cosa que
hizo también d’Orbigny de muy buen grado. Después de quince horas de marchas
forzadas, serpenteando precipicios, los viajeros llegaron a la aldea de Cotani,
prosiguiendo al valle de Cochabamba, luego de un mes de la salida de Trinidad. Todo
me asombraba -escribe d’Orbigny–, todo me parecía extraordinario, hasta el pan que no
había saboreado desde que marché de Santa Cruz de la Sierra“.
41 Apenas permaneció en Cochabamba veintidos días, y en ese tiempo propuso al Mariscal
Andrés de Santa Cruz buscar un nuevo camino, más fácil y expedito a la región de
Moxos, proposición recibida con alborozo. Acompañado por un religioso, un señor
Tudela, y algunos arrieros indios que cada vez mostraban mayor desgano por las
dificultades del trayecto en el que había que cruzar incontables ríos o caminar al borde
de precipicios, abriéndose paso por entre la maleza, llegaron a la cima de la montaña
desde donde, cuando se entreabrieron las nubes, d’Orbigny descubrió en la lejanía un
río en medio de la selva. ”Era éste como el puerto que aparece al navegante al cabo de
una prolongada travesía; era el resultado de mis cálculos, el triunfo de mis ideas, un
tributario en fin del río Sécure que yo había dejado cerca de la Trinidad de Moxos“. De
allí continuó caminando hasta la tierra de los yuracarés en el corazón de la selva más
hermosa del mundo“, con quienes ubicó un árbol de 25 pies de circunferencia y varios
siglos de edad. Trabajando a la par que los indígenas, d’Orbigny convirtió el tronco en
una embarcación espaciosa, y con tres acompañantes y la provisión de yucas y otras
raíces siguió viaje por el río Sécure con el riesgo de volcar la embarcación a cada paso.
Su alimento se redujo al pescado sin sal, hasta llegar a las aguas del río Mamoré en
pleno Moxos, objetivo de tan penosa travesía y donde los selvícolas que salieron a su
encuentro no lo reconocieron, tanto había cambiado su rostro por las penalidades del
viaje. D’Orbigny había cumplido su promesa al gobierno boliviano encontrando un
camino más fácil y breve de Cochabamba a Moxos que el que se utilizaba por el
Chapare. Sus informes sobre esta vía abierta afrontando toda suerte de riesgos señalan
con toda precisión los gastos en que incurrió y en los que no hay un solo centavo para
él. Entre los ítems figuran los salarios de:
238
53 Adviértase: en Bolivia encontró múltiples abusos contra los indígenas de todas las
regiones, injusticias, etc., hechos que denunció con vivo interés y genuina
preocupación (esto decimos a propósito de la infinita paz que dice Mariano al referirse
a la Bolivia de esas épocas en que no estuvo en nuestras tierras.
54 En las siguientes páginas de su extensa introducción Mariano escribe sobre los
siguientes temas: La otra cara del paraíso; Defensor de naturales; Defensor de la
naturaleza; amor por Bolivia; Retorno a Francia y últimos años.
suelo; pero cuando el calor del acceso comenzó, quise, a pesar de mis sufrimientos,
llegar al fin de mi carrera. Luchando contra la fiebre, determiné la posición de todos los
puntos visibles del interesante conjunto que tenía ante mis ojos”. Días después
d’Orbigny, que no ha dejado de inspeccionar todos los lugares que le quedan a mano,
llega a la finca de una señora para la que portaba una carta de recomendación. La dama
lo atendió amablemente y Alcide se dedicó a recoger conchas fósiles pero volvió a caer
bajo la acción de la fiebre. “Parece que tuve un acceso terrible –dice al pasar– con un
delirio que afligió mucho a mi huésped. Por eso me encontraba mucho más agotado al
día siguiente, y tuve que armarme de valor para determinarme a intentar hacer a
caballo las doce leguas (60 kilómetros) que aún me separaban de La Paz en donde
podría encontrar los medios para curarme”. Al concluir este capítulo d’Orbigny formula
una observación justísima: “Esta llanura inmensa que en otra ocasión me habría
admirado, estaba entonces desprovista de todo encanto para mí; que nada es tan cierto,
como muchas veces lo comprobé, que las disposiciones físicas y morales en que uno se
encuentra son prismas que coloran diferentemente los objetos”. En ese momento de
profundo desaliento d’Orbigny se siente embargado por el ardiente deseo de retornar a
su patria.
60 Cerca de Samaipata, en la cumbre de las Abras, “olvidé por un instante los malos
caminos, viendo numerosas plantas criptógamas, entre las cuales helechos
arborescentes, árboles verdes y una vegetación casi tan exuberante como la de la
provincia de Yungas; pero las frecuentes patinadas de mi mula me trajeron
rápidamente a la realidad. Descendí más de diez metros de un solo tirón y creí prudente
efectuar el trayecto a pie hasta el río. Estaba como encajonado entre las colinas
cubiertas de bosques tupidos, cuya vista es más espantosa que alegre. Si el descenso fue
difícil, no era nada en relación a la dificultad que presentaba la cuesta rápida que tenía
ante mí. Al principio estuve a punto de descorazonarme. A pie, estaba obligado a
prenderme de los árboles; en mula, cuatro o cinco veces seguidas, podía romperme las
piernas. No había, empero, medio de retroceder; por eso, tanto a pie como montado,
resbalando y cayendo, amenazado de rodar sobre las mulas que estaban debajo de mí o
pudiendo temer ser aplastado por las que me precedían, llegué finalmente a la cima del
Cerro Largo”. Después de ese descenso y una larga jornada de camino “vi un galponcito
construido para albergar a los viajeros pero estaba tan lleno de pulgas que preferimos
acampar al aire libre”... “se prendió fuego y algunos trozos de carne seca arrojados
sobre las brasas y junto al agua del arroyo vinieron como de ordinario a reparar la
fatiga de la jornada, una de las más penosas que he pasado”.
61 Pero cuando no son las pulgas pueden ser los murciélagos que llenan las habitaciones
de un fuerte olor de almizcle. “Se aproximan de noche sin despertar a la víctima, le
hincan en la piel sus dientes finos como agujas y succionan su sangre. Hacen todo esto
con tal suavidad que recién se advierte al día siguiente. Rara vez los vampiros se
introducen a las casas, pero al aire libre hay que cubrirse por completo para librarse de
ellos; así es cómo los indios tienen la costumbre de protegerse la cabeza, lo que no
impide a los murciélagos picarles las piernas. Me lastimaron a menudo pero solamente
en los pies. La mordedura no tiene importancia por sí misma pero produce llagas y
atroces dolores, parecidos a los que causan las sanguijuelas”.
62 Más cerca de Santa Cruz se enfrenta a la cuesta de Petaca cuya pendiente en lugar de
haber sido trazada en largos zig-zags en las laderas de la montaña conforma una
especie de escalera giratoria, por la que d’Orbigny creyó más prudente descender a pie
242
sin dejar de buscar élices e insectos. “Obligado constantemente a frenar para no ir más
rápido llegué con fuertes dolores en las articulaciones... debajo de la cuesta
experimenté un sentimiento de horror al contemplar la montaña que acababa de
descender y pensando que el resto del camino no sería más fácil”. En efecto tuvo que
cruzar el río diez veces por medio de las rocas con el riesgo de caer con la mula o
perder el equipaje. “Si se produce una tormenta el río crece tan rápidamente que no
queda otro remedio que detenerse en el sitio sin poder avanzar ni retroceder y perecer
de hambre o ser arrastrado por la corriente”. En ese mismo viaje, al dar un fuerte
hachazo a una rama seca ésta cedió con mucha más facilidad y el hacha penetró con
violencia en la rodilla del viajero dislocándole la rótula. “Obligado a subir y bajar a
pesar de esta herida, y a cruzar el río varias veces, me contenté con atarla con un
pañuelo; pero por la noche, completamente empapado y expuesto al fresco del rocío,
sentí un vivo dolor que me impidió gustar el reposo. Como consecuencia de mi herida,
apenas podía caminar; sin embargo, como me era imposible quedarme en ese lugar,
tuve que continuar andando, con mayor dificultad aún, pues me torcí ligeramente el
otro pie. Crucé no menos de cinco veces el río, pero la última era tan honda [el último
era tan hondo] que para atravesarlo fue necesario fabricar una balsa con ramas secas.
Anduve todavía unas tres leguas escasas hacia el norte... Por la noche desertaron tres
indios”.
63 En el otro viaje, por las cercanías de Santa Cruz los viajeros son víctimas, como en otras
partes, de las picaduras de los mosquitos: “Sentimos a tal punto los efectos, que, a la
mañana siguiente, cada uno de nosotros, al mirar a los otros, no pudo aguantar la risa, a
tal extremo nuestros rostros estaban hinchados y desfigurados. Por mi parte, apenas
podía abrir los ojos. He observado que las consecuencias de esas picaduras sólo se
producen en los primeros días. La epidermis se habitúa a la larga. Se siente el mismo
dolor, pero no hay inflación y la picazón es menos persistente. Todo durante esa noche
contribuyó a contrariarme”.
64 Además de los mosquitos, d’Orbigny encuentra en los bosques a las abejitas sin aguijón
que se posan por miles “en la cara y manos del viajero, buscando la humedad con
encarnizamiento sin igual, por lo que eligen en especial boca y ojos. No se puede hablar
sin tragarlas y es preciso espantarlas sin cesar del rostro, al que rodean con una nube
espesa”.
65 El jaguar o tigre americano es una presencia permanente a lo largo de los largos meses
que pasa d’Orbigny en el oriente de Bolivia. Se lo siente siempre merodeando los
campamentos, en ocasiones se lleva alguna vaquilla y en una oportunidad da muerte a
uno de los ayudantes del naturalista francés.
66 Los nativos se enfrentan a ellos con jaurías de perros pero también lo hacen en lucha
cuerpo a cuerpo con el brazo izquierdo protegido por un cuero para recibir el impacto
de la fiera y empuñando un cuchillo en la mano derecha “si pierde el equilibrio el
cazador es indefectiblemente devorado”. El científico cuenta el caso del cura de San
José que hizo de la caza de jaguares una verdadera cruzada personal colaborado por
una veintena de perros feroces habiendo matado con su fusil a 77 jaguares en un año.
67 Otros animales de cuidado son los reptiles en tierra y en los ríos y en estos últimos, los
caimanes, feroces por las dentelladas o los coletazos que dan cuando se sienten en
peligro, o las pirañas. En la misión de Bibosí, mientras dibujaba unas palmeras,
d’Orbigny fue picado por una víbora y pese al dolor e hinchazón de la mano no
descansó hasta ubicarla y establecer que el reptil no tenía veneno. Pero otros
243
cuarenta de San Juan, debía seguir a mis compañeros de viaje, prorrumpiendo a ratos
en gritos de dolor”.
71 Describe dos formas que los indios tienen de cazar caimanes; una echándose al agua con
una vara larga en cuya extremidad se halla un lazo de cuero; hay que acercarse muy
lentamente enfrentando los ojos del feroz reptil hasta colocarle el lazo al cuello, de
manera que los indios que están en la orilla jalen al animal desde la otra punta de la
correa. Si falla esta operación no queda al cazador otro recurso que echarse encima del
caimán para asustarlo y poder ganar la orilla mientras éste se zambulle. La otra manera
es utilizando un perro como cebo, colocando también un lazo a pocos pasos de la presa
sobre la que se arroja el reptil. Una vez en tierra los indios proceden a matarlo a
hachazos.
72 En numerosas páginas d’Orbigny cuenta las fatigas que pasa para guarecer de algún
modo sus fardos y baúles en los que va guardando las muestras que recoge, sus dibujos
y enseres. Cuando no se enfrenta a un calor agobiante, es la lluvia que cae a torrentes
no solamente por días sino incluso semanas. “Los cueros de vaca, que forman los toldos
bajo de los cuales se guarecen los viajeros –dice– llegan a corromperse de tal manera
con la acción continua de la humedad y de aquel aire tan caliente y constantemente
encerrado, exhalan un mal olor insoportable; casi otro tanto sucede con la carne salada,
única provisión de boca que se lleva en estas expediciones, la que se altera hasta
ponerse inservible”. Cuando las magras raciones de carne seca se pudrían o
desaparecían, tenía que confiar en encontrar algunos plátanos, raíces de mandioca o
incluso hormigas.
73 Dependiendo de la profundidad de los ríos o del número de cachuelas el avance se hace
rápido o exasperantemente lento. Arrastrando una canoa en ocasiones con los pies
descalzos cuenta d’Orbigny, “durante el día nos veíamos atormentados con las
picaduras ponzoñosas de los jejenes a los que reemplazaban por la noche enjambres de
mosquitos más encarnizados todavía. Mis compañeros de viaje se quejaban con mucha
razón y solamente el ejemplo de mi resignación y mi constante cooperación a sus
trabajos podían darles el ánimo suficiente para seguir adelante”. Más de una vez es
víctima de fiebres que le causan “horribles padecimientos” al igual que a sus
compañeros de viaje. Al llegar a la misión de San Pedro después de cruzar pantanos
apestados se vio atacado por una fiebre violentísima. “En efecto, me cogió un escalofrío
de más de dos horas al que sucedió un espantoso delirio que asustó a todos los
habitantes de la misión y que duró toda la noche siguiente”. D’Orbigny aprendió a
combatir estas fiebres tomando dosis de quinina en el preciso momento en que la
temperatura le subía al grado más alto y estaba por perder el juicio.
74 En el río Iténez se vio de pronto abandonado de sus remeros itonamas que temieron un
ataque de otros salvajes y tuvo que partir tempranamente. “Al atravesar las malezas de
la barranca –refiere– un animal que no pude ver me dio un picotazo en la sien. Muchas
veces había sentido el aguijón acerado de las avispas de esas comarcas, pero nunca
había experimentado un dolor tan vivo. Estaba casi loco, y no puede calmar mis
sufrimientos hasta después de haber aplicado en la parte dolorosa hojas masticadas de
la primera planta que encontré a mano. A las diez de la mañana tenía
extraordinariamente hinchada la cabeza. A medio día el edema se extendía hasta la
cintura; sufría en todo el cuerpo un embotamiento doloroso que duró tres o cuatro días,
durante los cuales estaba torturado, pues no podía interrumpir, sin grave perjuicio, mis
trabajos geográficos ni mis investigaciones de historia natural”.
245
selvícolas tiempo en el cual, dice, no ha visto “a una sola mujer blanca”. El único
remedio para su nostalgia es el trabajo y la investigación incesante. Aún volando en
fiebre o con heridas, magulladuras, rasguñones o picaduras de mosquitos que le
hinchan el rostro hasta hacerlo irreconocible, d’Orbigny no deja de recoger piezas,
coleccionar animales raros, reunir vocabularios hasta llegar a expresarse en diversas
lenguas, pintar tipos humanos, animales, plantas, o recoger leyendas o tradiciones
religiosas de cada una de las etnias cuyas características físicas también describe
pormenorizadamente.
78 Cuenta en una oportunidad que después de haber sido terriblemente atormentado por
una nube de mosquitos dejó San Nicolás para visitar la laguna de los migueleños,
volviendo después a la misión de San Miguel donde luego de meses de soledad en esas
regiones sufrió otra crisis depresiva: “Por la noche –refiere acostado en medio de más
de ochenta indios–, escuchaba a un joven que, tendido en su hamaca, tocaba en la
quena todos los aires de su pueblo. Esta música monótona y triste, en medio del silencio
y oscuridad de los bosques, me impulsó suavemente hacia divagaciones melancólicas.
Este pobre indio –me decía– apenas a dieciséis leguas de su pueblo, trata de recordarlo
y sufre la lejanía. Semejante pensamiento me hizo recordar, sin quererlo, mi patria, de
la que me alejara ya seis años y que no me atrevía a evocar, perdido como estaba en el
fondo de los desiertos centrales de América y tan lejos de Francia y su civilización.
Cuando algún incidente así me llevaba al otro hemisferio, el único capaz de hacerme
feliz, trataba de levantar el velo del porvenir y presentir el futuro de mi vida con los
goces y sufrimientos que me estaban deparados. En ese laberinto inextricable me
perdía hasta donde el sueño, tan necesario después del cansancio de la jornada, ya no
me podía acompañar. El alba me sorprendía sumido en estas cavilaciones, cubiertas con
más frecuencia de nubes oscuras, que alumbradas por los rayos de la esperanza”.
79 El gran bálsamo para sus penas y tribulaciones es la contemplación de la naturaleza que
se le ofrece intacta y prístina como en el primer día de la Creación. Nadie como él ha
descrito con tanto arrobamiento y deleite la majestuosidad del paisaje andino, la
magnificencia exuberante de los bosques a los que no llega a penetrar el sol o los
inmensos ríos del oriente repletos de peces de carnes sabrosas pero también de otras
especies temibles.
80 D’Orbigny debió viajar con varias mudas de ropa y tuvo que cambiar a menudo sus
juegos de botas envejecidas por las caminatas y el contacto con espinas y arbustos de
rispidas ramas. En más de una ocasión dice que su ropa ha quedado hecha jirones o tan
dañada por los aguaceros y el cruce de los ríos que le resulta inservible. Entre las sierras
de San José y la de San Juan, donde pasó sin advertirlo, de la vertiente del Amazonas a
la del Plata, atraído por las paredes talladas perpendicularmente y el color rojizo de la
montaña, a trescientos metros de altura, no resistió la tentación de subir a la cúspide,
aventurándose por un campo de espinos y arbustos achaparrados. “Al comienzo –dice–
pude recorrer el trayecto sin dificultades, pero pronto las zarzas se espesaron y las
espinas se oponían en abundancia a mi avance. Hice no obstante una legua sufriendo
desgarraduras en el traje por espinas curvadas de cierta especie de acacia. Cuanto más
avanzaba, más deseaba llegar a las montañas que casi creía tocar. Sin embargo,
desgarrado, cubierto de rasguños e imposibilitado de proseguir a caballo, tuve que
ponerme a luchar a pie contra los obstáculos que se multiplicaban a medida que me
acercaba a la montaña; y tras una hora de tentativas inútiles, cubierto de polvo y sangre
y con la ropa hecha jirones, tuve que parar sin haber alcanzado el objeto de mi salida.
247
Defensor de naturales
82 Apenas llegado al país en su recorrido altiplánico, volvió a cruzarse con el estúpido
coronel de la Aduana que había tratado de esquilmarlo en la frontera con el Perú. Vio
de pronto a un hombre a caballo que hacía correr a látigo a un indio. Al encontrarse y
reconocerse el coronel le dijo que el indio había osado faltarle al respeto y que ya lo
había hecho recorrer 14 leguas a la carrera faltando nueve leguas para La Paz.
D’Orbigny, indignado, lo amenazó con hacer conocer al su bárbaro proceder por una
falta tan ligera y obtuvo la libertad del indio. Como resultado de este incidente
reflexionó el joven viajero que los indígenas están lejos, como se cree, de alentar un
odio inveterado contra los blancos en general. “Es cierto que odian a los militares, pero
aman a los burgueses y les dan muchas pruebas de devoción. Ello se debe a que, durante
la larga lucha de la independencia contra el poder de la península, obligados a vivir
siempre a expensas de los indígenas, las tropas españolas, robando sus rebaños, o
llevándose hasta sus familias para obligarlas a arrastrar los cañones, le han inspirado
una invencible aversión hacia lo que sea soldado, o por todo hombre armado que
consideren como tal. Por otra parte, los propietarios, que los tratan con una notable
amabilidad y gran dulzura, son amados de ellos, sobre todo si hablan el mismo idioma,
lo que hacen todos los hombres nacidos en el país y siempre criados por las indias. De
ahí resulta que le mejor medio de ser tratado en los viajes por los indios consiste en
tener lo menos posible un aspecto militar”.
83 Al contemplar lleno de admiración las ruinas de Tihuanacu no vacila en denunciar que
las soberbias piedras talladas sirvieron para la construcción de las iglesias de La Paz y
otras villas, valiéndose los españoles que se consideraban “una especie distinta de
seres”, de los indígenas para toda suerte de cosas sometiéndolos a la esclavitud más
rigurosa pese a las leyes que había hecho aprobar en Madrid el Padre las Casas.
Históricamente, d’Orbigny distingue entre los propietarios de hacienda, muchos de los
cuales en su opinión daban a los naturales un trato familiar, y los funcionarios ansiosos
de retornar a España y dispuestos a exprimir a los indios de todas las maneras posibles,
sobre todo a través de la mita y el repartimiento. La insensibilidad que muchos autores
europeos atribuían a los indígenas se debía, según d’Orbigny al dolor acumulado por la
raza por los siglos de explotación.
84 Frente a la profusa literatura del siglo XIX que denigra a los indios de los Andes,
particularmente a los aimaras, d’Orbigny no vacila en declarar: “Me gustaba en esos
indios la dulzura extraordinaria que ponen en todos sus actos y en todas las
circunstancias de su apacible existencia. Tan bien me encontraba con esos hombres
identificados con la naturaleza, en el corazón de los desiertos silenciosos, alejados del
248
tráfago del mundo civilizado, que tuve que hacer un gran esfuerzo para decidirme a
partir”. Estupefacto ante “la inmensa extensión de los monumentos y las enormes
dimensiones de los bloques que se emplearon en Tihuanacu” se pregunta si
contemporáneamente se pudiese llegar a mover semejantes masas sin poner en juego
todos los recursos de la mecánica. “Se trata, sin embargo, de los pueblos a los que les
negamos toda facultad intelectual, pero que desde hace un gran número de siglos han
realizado unos trabajos cuya ejecución demandaría actualmente todas las luces de
nuestra civilización más adelantada”.
85 Una institución que le horroriza es la del servicio militar. Relata que los blancos están
exentos del mismo y también los indios quienes en cambio deben pagar una
contribución personal al Estado. El reclutamiento se hacía en esa época entre los cholos
y zambos, mestizos de negros. Como nadie, naturalmente, se ofrecía al servicio, los
reclutadores recorrían el campo prendiendo a la fuerza a los hombres jóvenes. “En
general la aversión al estado militar llega en el país al máximo. Como la hospitalidad del
país a nadie deja morir de hambre y los vagabundos siempre hallan quién los mantenga
en la ociosidad, hace que prefieran, aun careciendo de ropas, esa existencia libre a la
disciplina militar, que odian por encima de todo”. Le sucede a veces que al entrar a una
aldea con su fusil y una escolta de arrieros la gente huye despavorida pensando que ha
llegado una partida de reclutamiento. En una oportunidad cerca a Santa Cruz se cruzó
con una de esas patrullas que conducía a un grupo de cruceños “más enemigos todavía
del servicio militar que los otros bolivianos, tanto más difíciles de reunir cuanto que se
les arranca de sus hermosas llanuras cálidas para llevarlos a las montañas frías que
temen sobre manera... En marcha no sólo se los ata entre sí como en galeras, sino
también se les pone un chaleco de cuero de vaca fresco, que, al secarse, les cierra
fuertemente lo alto de los brazos, haciendo todo movimiento imposible. Esa costumbre
bárbara los hace llegar muertos de cansancio. A veces, según han asegurado, las moscas
depositan sus huevos bajo esos chalecos de cuero; y los desdichados reclutas, después
de ciento treinta y cinco leguas de marcha, están cubiertos de llagas y roídos por los
gusanos. Se concibe fácilmente que el temor de ser así tratados les lleva a ocultarse con
mayor cuidado, al menor rumor de guerra, lo que hace el reclutamiento en el interior
tan difícil, que nunca esas provincias completan un contingente”.
86 Otra costumbre que le produce indignación es el masticado de maíz para hacer chicha,
bebida destinada a los ricos propietarios quienes exigían a sus indios uno o dos
quintales de maíz masticado por año. Estos debían emplear días en ese trabajo confiado
por lo general a los ancianos pues los más jóvenes realizaban tares más penosas.
“Habiendo experimentado yo mismo –dice Alcide– en ciertos momentos de escasez,
cuán cansador resulta tritura así granos tan duros, y siendo interesante comprobar
hasta qué punto pueden emplearse los dientes, logré plenamente más tarde, como
simple broma, que algunos de los mascadores del día me mostrasen la boca. Todos
tenían los dientes gastados hasta las encías, y presentaban una superficie lisa, sobre la
cual se veían las cavidades constitutivas. Me sorprendió también le pérdida enorme de
saliva que debía hacer sufrir esa masticación forzada, hecha para el estómago de otro.
Habituado a no asombrarme nunca de la diferencia de usos y costumbres que
encontraba, no podía empero acostumbrarme a ésa; e hice a mi interlocutor algunas
observaciones sobre la repugnancia que debía causar semejante preparación. El hombre
me respondió que si gustaba de la chicha olvidaría el modo de su fabricación y que
además la fermentación lo corregía todo”.
249
87 Adelantándose a un postulado que recién cumpliría algo más de un siglo después con la
Ley de Reforma Agraria, d’Orbigny señala: “Resulta doloroso pensar que todos los
campos parcelados así como todas las grandes haciendas, no pertenecen a quienes los
cultivan sino a esos grandes propietarios que reemplazan a la nobleza mientras que
ningún indio posee un pedazo de tierra”.
88 En la región de Misiones su pluma registra pormenorizadamente los abusos inauditos
de los que es testigo por partes de gobernadores, curas y funcionarios que habían
descendido como buitres glotones y lujuriosos sobre las espaldas de los indios e indias
que por un siglo estuvieron bajo el eficaz y celoso cuidado de los padres jesuitas.
89 En todas partes d’Orbigny encuentra que los indios son utilizados como bestias de carga
y se lamenta que en lugar de someterlos a indecibles esfuerzos transportando a sus
espaldas noche y día los productos del comercio no se use en cambio barcazas que
podían recorrer fácilmente las mismas extensiones con una carga mucho mayor. No
puede refrenarse al saber de la abominable conducta de un cura misionero. “Hay cosas
que repugnan tanto a un hombre delicado –dice–que hasta considera una falta
divulgarlas; pero llamado por las circunstancias a identificar al lector con mis
impresiones no puedo silenciar la conducta incomprensible del cura de San Juan”, no
da el nombre del sotanudo, pero refiere que una diputación de jueces indígenas acudió
en su presencia ante el gobernador con diez y nueve jóvenes indias que eran las últimas
víctimas de aquel monstruo. Me estremecía al advertir que la mayor no tendría más de
once años, mientras otras aún estaban en la infancia. El interrogatorio de las indiecitas
produjo revelaciones horribles; aquel miserable explotaba la religión y el miedo al
infierno para satisfacer sus pasiones con el cinismo más irritante y el libertinaje más
desvergonzado. No entraré en mayores detalles acerca de una cuestión tan odiosa.
Baste decir que el culpable no negó ninguno de sus actos, reputándolos muy naturales.
No pudiendo imponerle ninguna pena sin invadir las atribuciones del obispo, el
gobernador se limitó a cambiarlo de misión, enviándolo a Santiago, y elevó los
antecedentes al jefe del clero”.
90 En el informe sobre las misiones de Moxos que preparó para el gobierno de Santa Cruz,
D’Orbigny sugirió medidas muy concretas para liberar a los indios de esa extensa
región, de los abusos y la expoliación de que eran objeto, y ésa fue una de las razones
por las que posteriormente el gobierno del Gral. José Ballivián dispuso la creación del
departamento del Beni.
91 Verdadero precursor de la antropología boliviana -y aquí radica uno de los mayores
logros de su misión en Bolivia- no se limitó a su papel de naturalista y recolector de
muestras minerales, vegetales y animales sino que además hizo extensas
investigaciones sobre los diversos grupos étnicos describiendo usos y costumbres,
características físicas, creencias religiosas, etc.; recogió también 36 vocabularios
distintos y rastros de sistemas de numeración en los cuales la base es el número cinco o
el número doce, y una de las lenguas en las que cada objeto tiene un nombre empleado
por las mujeres y otros por los hombres. En algunos casos se basó en el trabajo previo
de los jesuitas, pero también se valió de la conversación directa o ayudado por
intérpretes con los propios indios. Hablaba con fluidez el guaraní, que había aprendido
en Paraguay y que le sirvió para comunicarse en Bolivia con grupos de esa lengua.
92 A excepción del masticado de los granos de maíz para la elaboración de la chicha, que la
produjo repulsión, como científico abierto a todas las manifestaciones del ser humano
ninguna otra costumbre de los numerosos pueblos que conoció y trató Bolivia le
250
provocó otro sentimiento que no fuera la curiosidad. Sus descripciones de los tipos
humanos son siempre hechas con simpatía, incluso con admiración como cuando habla
de los yuracarés y de los moxos y apenas encuentra un solo grupo étnico en el trópico,
el de los canichanas, con rasgos somáticos definitivamente feos. Observa que “la
tristeza es natural en los aimaras y quichuas, como la alegría en los chiquitos: es
inherente a la raza en que pertenecen”, pero explica también con abundancia de
ejemplos que ese sufrimiento tiene razones históricas por la dominación a la que han
estado sometidos inmemorialmente.
93 Le tocó asistir en San Javier a la ceremonias religiosas de Semana Santa que,
combinadas con la fiebre que le provocaba delirios, resultaron para él una pesadilla.
Desde su cuarto oía el miércoles la música lúgubre combinada con los golpes que se
daban los indios y sus gritos de dolor. “A pesar de la completa postración de mis
fuerzas, quise verlo y oírlo todo. Antes de la puesta del sol, el cura comenzó su sermón
en lengua moxa, y cuando terminó hombres y mujeres se golpearon el pecho con
puñadas tan fuerte que las bóvedas del templo retumbaron largo rato. Era un fragor de
sonidos cavernosos cuyo conjunto hacía estremecer. La procesión salió por la noche.
Llevaban los diferentes grupos de estatuas, y todos, con la espalda desnuda, sin
distinción de sexo ni edad, se daban azotes con unos látigos de gruesos nudos, en tanto
que los demás, según las penitencias que habían impuesto, se desgarraban la carnes con
látigos provistos de trozos de vidrio cortantes o con ganchos de hierro que penetraban
bastante profundamente en la carne, como para que los pacientes no pudiesen
arrancarlos sino a costa de un gran esfuerzo, haciendo correr la sangre a su alrededor.
Detrás de la procesión, que dio muy lentamente la vuelta a la plaza, venía una
muchedumbre de penitentes, más culpables sin duda que los demás y ante cuya vista
me horroricé. Unos arrastraban penosamente un enorme pedazo de madera por medio
de una cuerda atada a la cintura y cuyos nudos, hechos expresamente, penetraban en la
carne, y se martirizaban con garfios de hierro en las piernas o con unas disciplinas
armadas de puntas; otros llevaban un gran tronco sobre los hombros, con los brazos
atados en cruz, y daban la vuelta la plaza de rodillas. No pude soportar mucho rato este
espectáculo realmente espantoso y regresé temblando a casa, exasperado de ver
perpetuarse de esta manera, por el fanatismo de los curas, esos atroces abusos de una
religión de paz y de misericordia”.
94 Peores todavía fueron los tormentos a los que se sometieron los indios el viernes santo
arrancándose los cabellos y dándose tremendos golpes con las disciplinas, varios
penitentes desmayados como producto de la pérdida de sangre y la abstinencia
guardada desde el día martes. D’Orbigny llegó a la conclusión de que tan feroces
castigos no se originaban precisamente en la tradición jesuita sino en la antigua
religión de los moxos cuando los sacerdotes del jaguar se sometían a ayunos rigurosos y
autoflagelaciones.
95 Al margen de estos excesos cometidos por el fanatismo religioso y en los que los curas
seglares preferían no intervenir, los moxos cautivaron a d’Orbigny por su actividad,
industriosidad, docilidad y costumbres pacíficas. “Son muy capaces –señaló– de
alcanzar la más alta perfección moral. Destaca su notable habilidad para el dibujo, la
escultura, carpintería, el tejido, facultades que supieron aprovechar los jesuitas para
crear en corto tiempo verdaderos emporios de riqueza en las misiones”. El elogio de
d’Orbigny hacia esos abnegados sacerdotes es también entusiasta pues escucha de los
indios el buen recuerdo que dejaron y lo compara con el desastre de la administración
251
republicana. En este punto comenta las opiniones tendenciosas de los españoles como
Diego de Ávalos y Figueroa o Antonio Ulloa, y de otros europeos como Pauw y
Robertson quienes, para justificar la explotación de la mita y el estado de servidumbre
de los indios calificaron a los americanos como verdaderos brutos, “seres del todo
irracionales”, moviéndose y ejecutado las cosas maquinalmente... entes tan nulos en lo
moral como en lo físico“. El viajero francés sostiene en cambio enfáticamente que ”para
juzgar con la debida cordura del estado de un pueblo, es menester vivir con él y
seguirlo constantemente en todos sus pasos, familiarizándose para mayor acierto con
sus costumbres y con su lenguaje. A los moxos los encuentra dotados con talento
natural con lenguas altamente perfeccionadas, excelentes padres de familia, sobrios,
alegres, confiados pese a “los procederes inocuos” que se han usado contra ellos. Del
carácter de los movimas dice que es “apreciabilísimo por su bondad y mansedumbre,
calidades que llevan pintadas en el semblante con signos inequívocos”; elogia a los
cayuvavas, como los mejores hombres de la provincia, “tanto por la franqueza que los
caracteriza como por su sobriedad y amor al trabajo”. Pero su contacto con los
guarayos lo deja verdaderamente deslumbrado: “grandes, bien plantados, casi blancos,
dotados de una larga barba (hecho excepcional entre los americanos), los guarayos
tienen una postura altiva, los rasgos regulares y la expresión muy dulce. Su carácter
responde perfectamente a su exterior; ofrecen el tipo de la franqueza, de la
hospitalidad y de todas las virtudes. Buenos padres, buenos maridos, aunque graves por
hábito, se creen en medio de la abundancia y de la libertad salvaje, los más felices de los
mortales. Sus ancianos, verdaderos patriarcas y oráculos de sus familias, encuentran
respeto y sumisión en sus hijos. Los padres misioneros no habían tropezado con oro ni
diamantes y, habiendo partido de cero, lograron verdaderos emporios en la selva a base
de esfuerzo y organización. ”El esplendor de las misiones jesuíticas y sus riquezas
exageradas por la envidia –afirma– hiciera que en todas partes se recurriese a medios
extraordinarios para descubrir su origen” que nadie “quiso ver que era fruto de la
explotación combinada de los productos naturales en la agricultura y en la industria”.
Aquí compara el efímero esplendor de Oruro y Potosí basado en las minas con “la
verdadera fuente de prosperidad” que está en la industria y la agricultura.
96 No faltan en el texto de d’Orbigny alusiones a la situación de las mujeres, y aunque el
viajero galo es lo suficientemente discreto como para no revelar todo lo que ven sus
ojos, no deja de anotar hechos que le llaman la atención, como el matrimonio entre
mojeños a los diez y doce años, establecido por los jesuitas para que las jóvenes parejas
tranquilizaran tempranamente sus alborotadas hormonas, o el hecho de que en las
misiones, cuando estaban los padres ignacianos, las campanas tocaran al amanecer para
que los esposos cumplieran después del reposo nocturno sus deberes matrimoniales.
Observa que en la misión de Baures las jóvenes andan completamente desnudas hasta la
pubertad: “no tienen ningún pudor; de ahí que más tarde no tengan escrúpulos por su
inconducta; por lo demás, desde que los principios de la sana moral ya no las contienen
han vuelto a la costumbre primitiva de su nación de entregarse indistintamente a todos
sus parientes”. Observa que los guarayos de ambos sexos andan totalmente desnudos y
no llevan adornos de ninguna especie ni se pintan el rostro... Entre los itonamas “la
inmoralidad llegaba a tanto que en sus reuniones sociales se brindaban recíprocamente
sus mujeres obligándolas a prestarse ya al uno ya al otro de los concurrentes”. Nota que
las mujeres mojeñas “guardan la proporción relativa ordinaria en cuanto a la estatura.
Por lo demás, participan de las mismas formas que los varones: tienen un aire elegante
y sus anchas caderas revelan en ellas una constitución de las más robustas; sus masos y
252
pies son pequeñísimos y su cintura no tan tosca como la de las chiquitanas... algunas
mujeres son realmente bonitas”.
97 Entre los movimas, advierte d’Orbigny que las mujeres tienen proporcionalmente una
mejor constitución que los hombres. “Me asombraba encontrar a menudo -dice-
muchachas de diez y seis a diez y siete años contra las cuales ciertamente yo no habría
sostenido una lucha pues sus brazos vigorosos y hasta sus rasgos no tienen nada de
femeninos. Los movimas son por regla general buenos y en su cara llevan retratadas su
dulzura”.
98 En la misión de Santiago constató que los indios guarañocas, los más alegres de la
provincia, estaban además excepcionalmente dotados para la composición musical y las
danzas, algunas de ellas francamente eróticas, como una sobre las hormigas que
recorrían la anatomía femenina. Las mujeres “en el calor de su baile -refiere- parecían
olvidar el sitio en el que se hallaban, tomando las cosas muy al natural, y buscando con
excesivo cuidado el insecto inoportuno se levantaban el tipoi descubriendo buena parte
del cuerpo”. En otra, las mujeres toman la iniciativa total de la danza, “cantando y
bailando, se apoderan de alguien del público, lo alzan, en un momento queda
suspendido por sus manos levantadas; extendido así, los pasean dando vueltas a la sala,
lo sacuden a más y mejor, y le hacen cosquillas para que se mueva más. Como
energúmenos, nos atraparon a uno tras otro del mismo modo, sin exceptuar al cura, al
gobernador ni a mí, y me llevaron en su manos con tanta facilidad como si hubiera sido
una pluma. Confieso que hacía falta mi acostumbrada buena voluntad para dejarme
sacudir de semejante manera y soportar que se me llevara acostado en el aire, sobre las
manos de aquellas mujeres que, para honrarme, me mantuvieron más tiempo que a los
demás y me atormentaron haciéndome cosquillas... resulta enojoso tener que decir que
entre los guarañocas, alegres hasta la locura, alcanza a su colmo la corrupción de las
costumbres. No sucedía esto según parece en tiempos de los jesuitas”. El científico
atribuye a la influencia perniciosa de los soldados de la época de la Independencia que
introdujeron costumbres disolutas. Sea como fuere, allí también el viajero fue
profundamente feliz, “recorría la campiña –dice– sin saber a qué lugar dar ni
preferencia, ya que cada sitio le brindaba un encanto distinto, un matiz diferente.
Nunca había sido tan impresionado por las bellezas de ese suelo iluminado por el cielo
más bello del mundo. Estaba realmente extasiado ante la riqueza, el cálido colorido del
vasto cuadro que se desplegaba ante mi vista, cada vez que recorría los campos
cercanos a Santiago”.
99 Si ya estaba impresionado con la disolución de costumbres que halló en Santiago, la
misión de Santo Corazón “con temperatura mucho más alta... me ofrecía ejemplos
mucho más sorprendentes. Las pasiones y por ende el libertinaje, alcanzan el colmo
entre las mujeres que trocaron con los hombres su papel y en todas partes se las ve
hacerles el amor públicamente. Cada una quiere poseer a su vez a los jóvenes y oí que
una india lamentaba la frialdad de uno de ellos, diciendo: “¡Qué infeliz soy! ¿Cómo va a
amarme sino tengo nada para darle?”.
100 Si durante la colonia española fueron terribles las condiciones de explotación a los que
estuvieron sometidos los indígenas, el cuadro no valió mucho durante la República
hasta 1953, año en el que se decretó la Reforma Agraria liberando a los campesinos de
las diversas formas de servidumbre a las que estaban sometidos. En el oriente de la
República el trato a los diversos grupos étnicos fue también despiadado y muchos de
ellos llegaron a la extinción pura y simple. La conciencia sobre los derechos de los
253
pueblos originarios es un fenómeno tan nuevo que recién la Constitución Política del
Estado, aprobada en agosto de 1994, establece en su Artículo Primero la realidad
“multiétnica y pluricultural” de Bolivia, a ciento sesenta y nueve años de distancia de la
Independencia. D’Orbigny habría estado sin duda satisfecho con este reconocimiento
que él proclamó en su obra.
Defensor de la naturaleza
101 Si protesta y se conduele por la explotación de los naturales, parecido sentimiento de
repulsión le causan los atentados a la naturaleza, sobre todo las quemas a las que se
refiere numerosas veces en diversas regiones del país. En los Yungas paceños encontró
un campo triste que acababa de ser quemado y al atravesarlo anotó en su diario que
ésta es una costumbre general en América, aprovechar la estación ceca para incendiar
el campo. “ Se cree obtener así –señala– una planta más tierna, más apropiada a la
nutrición de los animales de carga y destruir a los reptiles con todos los animales que
no puedan huir. Es una verdadera calamidad para el naturalista que no halla nada
después del incendio. Más adelante en Caracoto anota que: “la primera medida de
progreso sería dejar de prender fuego en los campos, lo que ocasionaba el desmonte de
las partes boscosas. Allí resulta que las nubes se detienen menos, disminuyen
anualmente, y el agricultor se queja de la sequía que anula la cosecha, mientras que no
tendría más que dejar actuar a la naturaleza para lograr, en la economía agrícola, un
cambio sumamente favorable”.
102 En el agro cochabambino, “vi a los indios prendiendo fuego en muchos lugares de las
colinas; esos torbellinos de llamas y humo se elevaban al aire y me ofrecían también
aquí un espectáculo imponente...”. En Mizque, donde se enteró que las colinas habían
estado cubiertas de grandes árboles, pensó que la insalubridad creciente del país era
causada por el desmonte. “Las enfermedades –dice– prenden en efecto cada año con
más fuerza a medida que las tierras se van desmontando y producen miasmas
pestilentes por la evaporación instantánea de vida al ardor del sol. Estoy convencido de
que si el gobierno boliviano prohibe, bajo pena de severos castigos, esos incendios
anuales en todo el país, los árboles crecerán poco a poco en las colinas, y Mizque hoy,
por así decirlo, desierta e inutilizada, volverá a tener su pasado esplendor, su antigua
salubridad, dando al Estado una renta que, disminuyendo sin cesar, no tardará en ser
ilusoria. Es una gran cuestión que someto al gobierno boliviano, un medio que dejo a su
conciencia y a su amor por el bien general de ese interesante país, del que tengo el
honor de ser ciudadano”.
103 En Valle Grande, al comentar que los habitantes realizan quemas con el objeto de
renovar las hierbas de los llanos y las colinas, piensa que esta acción depredadora
también causa las fiebres intermitentes, características de la región.
104 El mismo cuadro se le presenta en las Misiones Jesuíticas, donde aunque el territorio no
está totalmente despoblado de árboles, “se halla en camino de estarlo pronto”.
Encuentra ejemplares espaciados y mal desarrollados, y ya no ve las arboledas tupidas y
los mazisos sombreados de estaño. “Este principio de extinción manifiesta ha dado
lugar, en ciertos puntos, a sequías hasta entonces desconocidas que año tras año se
intensifican e forma impresionante. San José tuvo que soportar una calamidad de esta
clase durante siete años en que sus habitantes no levantaron una sola cosecha,
habiendo perecido muchos de hambre, por efecto de la imprevisión del administrador.
254
El efecto de los incendios es tan notorio que en vez de aquellos árboles gigantescos que
cubren los sitios apartados de las misiones, actualmente no se ve más que especímenes
achaparrados de una vegetación empobrecida, junto a los lugares habitados, que día a
día ralea. No hay duda que si la administración no adopta severos medios de represión
con criterio de conservación, esta costumbre prepara una verdadera catástrofe para el
futuro”.
105 Pero d’Orbigny no sólo es un soñador; encuentra siempre alternativas válidas,
soluciones prácticas a los problemas, y en este caso plantea al gobierno del Presidente
Santa Cruz la creación de una oficina de administración de bosques con objeto de cortar
los abusos de todo género y conservar los recursos para el porvenir, un cuerpo
“vigilante y activo que tenga a su cargo la forestación con los árboles como el abeto, el
abedul o el álamo blanco, etc., en las montañas vecinas a La Paz, Chuquisaca y Potosí” a
fin de proveer a estas grandes ciudades de leña y de madera de carpintería, así como la
prohibición, bajo las penas más rigurosas del desmonte por medio del fuego, “el cual
impidiendo detenerse a las nubes acrecienta de día en día la falta de humedad, y priva
por lo tanto a los campos de su riego natural, haciéndoles estériles ó deja que los
aguaceros impetuosos, teniendo el paso libre, arranquen y arrastren sobre las alturas
de tierra vegetal, a la que suceden cosas desnudas e infecundas en los lugares donde
crecían los árboles más hermosos”. D’Orbigny plantea también en este acápite medidas
concretas para que los campesinos no arranquen de cuajo los arbustos que suministran
leña sino que los corten sin afectar a la base y otras medidas para la extracción de la
cascarilla en gran escala y sin comprometer el porvenir de esta planta, sugiriendo que
se contrate en Europa a un especialista en bosques, que disponga de empleados
subalternos en cada provincia.
106 Estas quemas que tanto afligían al viajero francés se han repetido por supuesto año tras
año a todo lo largo y ancho del territorio sin que nunca ninguna autoridad
administrativa o religiosas intervenga a detenerlas. No ha habido tampoco, que se sepa,
profesor alguno en el colegio público o privado qué en el siglo y medio transcurrido se
le haya ocurrido decir a sus alumnos que atentar contra los árboles es un crimen. De ahí
por que en 1996 la erosión afecta al 42 por ciento de territorio nacional, es decir 480.000
kilómetros cuadrados según informa el Ministerio de Desarrollo Sostenible, y la
superficie boscosa del país se reduce a un ritmo de 1.400 kilómetros anuales que
equivalen a ciento cuarenta mil hectáreas por año, siendo insignificantes y ni siquiera
dignas de mención las tasas de forestación. Ciento sesenta empresas madereras -
verdaderos tiburones de la floresta- se han adjudicado veinticuatro millones de
hectáreas, y fuera del propio trabajo de depredación persistente y abusivo que realizan,
han alentado a “motosierristas”, organizados a su vez en sindicatos, que son capaces de
derribar un árbol centenario en un par de horas y vender los despojos por centavos.
Especies nobles como el roble y la mara son exportadas por estos modernos piratas en
troncas aprovechando apenas el 20% al 25% de su potencial, y destinando el resto a la
quema, mientras que en Europa e incluso en países vecinos como Chile nadie puede
derribar un árbol sin probar que está plantando dos más y el aprovechamiento de la
madera llega al 95% de una tronca. Para colmo de ironías, Bolivia no produce papel y
debe importarlo de Chile, país que tiene la cuarta parte de bosques que tiene el nuestro.
107 Paralelamente, los ríos del Beni y Chapare que d’Orbigny recorrió en su cristalina
pureza, están envenenados por los precursores químicos utilizados en la elaboración de
cocaína. Tampoco se han salvado los lagos y las corrientes acuíferas del altiplano como
255
el lago Poopó en Oruro o el Pilcomayo que nace en Potosí y recorre Chuquisaca y Tarija
hacia el Paraguay, o el propio lago mayor Titicaca, todos ellos contaminados por
deshechos provenientes de las minas. Los peces han desaparecido virtualmente de
muchas de estas fuentes.
108 En ese “mal de muchos, consuelo de necios” que es la historia de América Latina, todos
los países de la región, a excepción de Chile que posee una eficiente política de
reforestación, están acabando con sus bosques a pasos agigantados; el 20% de la floresta
amazónica brasileña ha sido ya destruido por la combinación fatídica de piratas
madereros, buscadores de minerales y colonos empobrecidos que anualmente provocan
quemas para proceder después a cultivos precarios. Parecido desastre sucede en la
franja amazónica de Venezuela, Colombia, Ecuador y Perú. Los científicos señalan que
la destrucción de la Amazonia, el último gran pulmón verde del planeta, tendrá
consecuencias irreversibles para la humanidad.
encantadoras orillas, donde reposa plácidamente sus ojos sobre una vegetación tan
lujosa, o se detiene a contemplar con interés esas colonias de martinpescadores, que
saliendo de sus casillas ocultas en los agujeros de las barracas arenosas, siguen de lejos
el rumbo de las canoas”. En uno de sus bañados encuentra “la planta acuática más
hermosa de América” a la que los británicos llamaron en 1836, en homenaje a su
soberana, Victoria Regina, pues fue recogida en la Guayana Inglesa por el viajero
Chomburk. Sin embargo, d’Orbigny aclara que él la encontró en Corrientes en 1827 y
fue el primero en enviarla a Europa. No era desconocida para el naturalista bohemio
Tadeus Haenke, quien al verla había caído de rodillas agradeciendo a la Providencia por
ese milagro de la naturaleza.
111 En su recorrido por el río Chapare desde Moxos señala que “todos los lugares por donde
se transita ofrecen a la admiración del viajero un conjunto grandioso de maravillas”;
indica también que el río es abundantísimo en peces, entre ellos el pacú “el más sabroso
de América”. Cerca a San Miguel, en el país de los guarayos se encuentra de pronto “en
el seno de las comarcas deshabitadas más bellas del mundo”. El café de los Yungas
paceños le parece también el más rico del mundo, y luego de aclarar que él también
envió a Francia por primera vez la “papalisa”, dice que se puede comer con cáscara por
que su gusto es exquisito.
112 Su comunicación con la selva casi llega a ser mística y no hay en la literatura boliviana
páginas comparables de parecida devoción a la floresta, sino un siglo después en la obra
de Man Césped o Augusto Guzmán. En su recorrido por Cochabamba llega al remoto
villorrio de Tutulima en medio de la selva. “No podría describir –expresa– las
sensaciones que me hacía experimentar la idea de haber llegado allí a donde ningún
otro alcanzara. Al mismo tiempo, me sentía dichoso por servir a mis semejantes y a las
ciencias haciendo a cada paso descubrimientos de historia natural y de geografía.
Sumido en mis meditaciones pasé una buena parte de la noche; acostado bajo mi
peñasco salvaje me mecía en esas dulces ilusiones y en esas esperanzas que sostienen al
viajero y que todavía me sonreían, cuando al despuntar el día un organito, el pájaro
cantor por excelencia, fiel habitante de los precipicios, comenzó desde una rama
suspendida sobre el torrente con sus conciertos melodiosos, mezclados al ruido de las
aguas rugientes. Las más dulces gamas cromáticas, la modulación de sonidos más puros
y extensos se sucedían rápidamente. Lo escuchaba con arrobamiento, para el que me
flata la expresión, y sus acentos armonizaban y ritmaban tambien con mi situación de
espíritu que me habría gustado prolongar su duración; pero esta especie de éxtasis duró
poco y mi vuelta en mí fue casi penosa. Cuando mi gente se despertó se descubrió que
seis indios habían desertado durante la noche con los víveres que cargaban. Sin
embargo, era menester afrontar nuevas fatigas”.
113 Muy cerca de allí, en los valles paralelos de Choquecamata, por noticias que ya tenía,
encontró partículas de oro y cascajos auríferos mezclados con cantos de cuarzo lechoso.
“Hubiese podido solicitar la concesión de esta explotación, que indudablemente se me
habría otorgado; pero yo había venido a América para hacer ciencia y no para
enriquecerme”. Y en el pie de página el naturalista señala que hizo conocer a las
autoridades su descubrimiento a fin de que otros lo aprovechasen. En ese mismo viaje
de descubrimiento de una ruta más fácil al territorio de Moxos y que resultó llena de
sufrimientos para d’Orbigny y sus acompañentes que penetraban por primera vez en
selvas calurosas e impenetrables a los rayos solares “tan antiguas como el mundo” en
las que sólo vivían los altivos yuracarés, el viajero francés, al anotar que esataba
257
privado de todas las comodidades de la vida y que para descansar no disponía de otro
lecho que un suelo húmedo, expresa en una frase su filosofía de la vida: “Sin embargo
no habría cambiado mi situación actual por la mejor de todas en medio de la fiesta más
suntuosa de nuestra brillante capital”.
114 Un tema que desveló a d’Orbigny fue la necesidad de que el país contase con un Museo
de Ciencias Naturales donde extranjeros y nacionales pudieran apreciar las riquezas
bolivianas. Propuso más de una vez al Presidente Santa Cruz que se formase dicho
repositorio en La Paz en base a las colecciones que dejó a su muerte el prelado Don
María Benito Moxó añadidas a las que el propio d’Orbigny se hallaba reuniendo.
Lamentablemente esta idea no llegó a materializarse.
115 Tampoco tuvo suerte d’Orbigny en hacer conocer por primera vez al Viejo Mundo dos
especies de pájaros moscas que encontró en el valle cachabambino, el Ortborbyncbus
sapho, de plumaje de fuego, y el O. Gouldii. Ambos ejemplares, según refiere en un pie de
página, le fueron robados por un criado infiel que los ofreció a un comerciante inglés en
Tacna “cuyo nombre callo [...] se me adelantaron pues en la publicación de esos
magníficos pájaros que había descubierto”. Como modesto consuelo, una de las plantas
por él descubierta en América lleva su nombre: la Orbigina.
1 Mis agradecimientos más sinceros por los elogiosos conceptos dedicados a mi persona
por el Presidente de la Academia de Ciencias de Ultramar, por el Secretario Perpetuo y
por el Profesor Pascal Chaigneau, ilustre figura de la intelectualidad francesa y amigo
entrañable.
2 Mi gratitud eterna a todos los miembros de esta augusta institución por haber
posibilitado mi elección y subsiguiente incorporación a la Academia. Mi satisfacción es
aún mayor al constatar que soy el primer latinoamericano que se une a vosotros en las
tareas tan encomiables que realizan en los campos de la ciencia, la economía, la historia
y la realidad sociocultural presente y pasada de ese universo tan disímil genéricamente
denominado como ultramar, donde el impacto de Francia y los franceses han dejado
imborrable huella en el avance de la Humanidad.
3 La presencia de un latinoamericano entre vosotros, también tiene un alto simbolismo
porque si bien, aun hoy, Francia esta físicamente presente en tierras americanas, el
pensamiento social y político generado en este país fue motor en el impulso creador de
los nuevos Estados soberanos de Centro y Sudamérica. Tras de la espada del egregio
Libertador Simón Bolívar, en su biblioteca de campaña, figuraban en textos originales
las más conocidas obras de los pensadores revolucionarios franceses, y aún pueden
verse en las vetustas páginas los comentarios marginales del Libertador, como prueba
irrefutable de su admiración por la cultura gala. Esa tradición perduró en la formación
del Estado Nacional, en la concepción de la estructura jurídica y hasta en el modelo de
división geográfico-política de los territorios emancipados. Esta irradiación se extiende
a lo largo de los siglos XVIII y XIX al campo de la investigación científica, donde las
exploraciones realizadas por los grandes viajeros franceses contribuyen no sólo al
mayor conocimiento de los recursos naturales sino también a los primeros
levantamientos cartográficos que, en muchos casos, son decisivos en la afirmación
territorial de los nuevos países y en la consolidación del concepto hasta entonces etéreo
del Estado Nacional.
262
6 CLASE DE RETÓRICA
8 1868
9 Y como niño terriblemente curioso, gustaba mucho hojear en ese raro ejemplar los
hermosos grabados de gasterópodos y toda clase de moluscos cuyo autor era
precisamente d’Orbigny cuya ejecutoria yo ignoraba en esa época por completo.
10 Pero volvamos a nuestro propósito:
11 Alcide Dessalines d’Orbigny, hijo de médico, nace en 1802 en Coueron, una aldea no
lejos de Nantes. Hizo sus estudios en La Rochelle, pero se interesa muy pronto en las
ciencias naturales. Redacta en 1822 una memoria sobre los gasterópodos, para la
Sociedad de Historia Natural de París. En la capital comienza a trabajar para el Museum,
en 1824, o sea al mismo tiempo en que culminaban exitosamente las guerras de
independencia en América del Sur, derrumbando el poder colonial español en toda la
región, con excepción de Cuba y Puerto Rico.
12 Influido por las remarcables exploraciones emprendidas por Humboldt y Bonpland, el
joven d’Orbigny sueña con ese tipo de viajes y, lleno de entusiasmo, consigue partir
hacia el Nuevo Mundo, en calidad de naturalista del Museum.
13 La voluntad de hierro que le caracteriza durante toda su existencia lo empuja a cumplir
esa misión totalmente solo. Cauto, solicita -antes de partir- unos cuantos meses
necesarios para completar su formación científica, puesto que entre todas las
disciplinas esenciales de ese tiempo es la etnografía la que más le llama la atención.
14 El financiamiento para su viaje, circunstancia mayor ayer como hoy, fue parcialmente
cubierto por el Museum que otorga a d’Orbigny en cuanto naturalista-viajero un
"salario de 6.000 francos por año que además, recibirá del Duque de Richelieu 3.000 francos
anuales, hasta 1830...".
15 Tiene 24 años y el 31 de julio de 1826 parte del puerto de Brest a bordo de la corbeta "la
Meuse", y luego de 55 días de travesía desembarca en Río de Janeiro el 24 de
septiembre. Sus excursiones botánicas alrededor de las colinas cariocas no presentan
interés particular alguno. Sin embargo, el incipiente naturalista es testigo de la guerra
que libra el Brasil contra la Argentina en disputa por el control territorial de la "banda
oriental"del Río de la Plata, más tarde conocida como Uruguay. D’Orbigny no puede
sustraerse a esa querella y es detenido primero por los gauchos argentinos y luego -más
tarde- por los combatientes brasileros. Después de estos incidentes, prefiere continuar
su camino hacia el inmenso territorio argentino, y marchando hacia el norte llega al
Chaco, territorio sumiso a una soberanía difusa y confusa, puesto que los verdaderos
dueños de la situación política, económica y social eran los jesuitas.
16 Luego de un año de peregrinación por el norte argentino, d’Orbigny pasa cinco meses
en Buenos Aires que, según él, es "la ciudad más europea de toda la América Meridional".
263
17 Más adelante, son las focas de Bahía Blanca que le dan la bienvenida en la Patagonia, un
territorio peligroso que, como él recuerda, vive bajo la "amenaza continua de indios
feroces...".
18 Aquí me permito abrir un paréntesis sobre la situación de los pueblos indígenas en
turbulento momento republicano, cuando tanto en la Argentina como en Chile fueron
víctimas de campañas sistemáticas de exterminación. Como un triste ejemplo,
citaremos al tirano argentino Juan Manuel de Rosas (1793-1877), quien consolida su
poder conquistando las "pampas" mediante ataques militares que, como constató más
temprano d’Orbigny, estaban dirigidos contra los "indios feroces". Nuestro explorador no
se dio cuenta de que los indígenas -al contrario-juzgaban que "feroces" eran las tropas
militares que los asolaban... puesto que hoy día, las comunidades indígenas de
Argentina y Chile han sido reducidas a una patética figuración de exotismo folklórico.
19 El problema de la inseguridad en la pampa determina el itinerario de nuestro hombre:
eran tiempos en que la distancia más corta entre dos puntos no era precisamente la
línea recta. Para ir de Argentina a Chile, dos países fronterizos, nuestro explorador
estaba obligado a renunciar la vía terrestre y, por lo tanto, tuvo que abordar la nave
rusa "Catalina" que contorneando el Cabo de Hornos pudo llegar, finalmente, a
Valparaíso, principal puerto chileno. Su descubrimiento de la Cordillera de los Andes
coincide con la lectura de una carta que le envía Andrés de Santa Cruz, en la cual "le
promete todas las facilidades para visitar Bolivia".
20 El Mariscal Andrés de Santa Cruz, hijo de español y de una princesa india, fue el
Presidente más importante de la República de Bolivia en el Siglo XIX. Gobernó durante
diez años entre 1829 y 1839. Anexó el Perú a Bolivia, creando una Confederación que
inquietaba a los países vecinos. Las fuerzas chilenas hacen de vanguardia de choque
para derrocar al intrépido mariscal. Francófono y francófilo, escoge al Hexágono como
tierra de exilio, donde permanece hasta su muerte acaecida en Boulogne sur Mer.
Hombre de Estado visionario, percibió el gran potencial que ofrecía Bolivia mediante la
exploración de sus territorios aún vírgenes. La carta de invitación que dirige a
d’Orbigny, conlleva la intención de interesar al francés con vista a ese objetivo.
21 El 8 de abril de 1830, d’Orbigny se embarca hacia Arica, puerto peruano en ese
momento, para arribar antes a Cobija, puerto boliviano rodeado por el desierto de
Atacama. Allí, el estudio que elabora acerca de los indios Changos que vivían de la pesca
es único y conmovedor, puesto que esa tribu actualmente ha desaparecido. "El 19 de
mayo de 1830, partiendo de Atacama, a la cabeza de una pequeña caravana de mulas, toma la
ruta de La Paz...". Y ese día, marca el comienzo de su pasión por Bolivia.
22 El explorador empieza su circuito boliviano en la minúscula aldea de Palca. Emprende
la conquista de la Cordillera de los Andes por la cadena montañosa denominada como
Occidental, a 4.000 metros de altura, donde el frío y el sorojche (mal de montaña)
comparten el saludo de bienvenida a los extranjeros. Todo ello lo abruma como una
cascada de nuevas experiencias: el altiplano habitado por los legendarios aimaras, el
lago Titicaca y La Paz, una ciudad, entonces, más bien india, rodeada de picos nevados.
23 En julio de 1830, algunos meses después de su llegada, el naturalista viaja a los Yungas,
jirón subtropical, de difícil acceso aun al presente. Visita las pequeñas poblaciones
rurales de Chulumani e Irupana, plenas de bosques húmedos, donde se cultiva la coca.
Es pertinente aquí, aportar algunas precisiones acerca de la diferencia entre coca y
cocaína. Según los diccionarios: "las hojas de coca tienen una acción estimulante de donde se
264
extrae la cocaína". Por el contrario, la cocaína es "un alcaloide extraído de la hoja de coca,
anestésico local y excitante del sistema nervioso central cuyo uso prolongado culmina en una
toxicomanía grave".
24 La coca es un arbusto de apariencia frágil pero en realidad es fuerte y resistente. De
fácil plantación, puede ofrecer de dos a tres cosechas por año. No requiere riego
especial, el agua de las lluvias le basta. Los indígenas llaman a la coca "la hoja sagrada"
y la consumen en su estado natural desde hace dos mil años. Sus propiedades son tales
que su masticación calma la sed, el hambre y la fatiga. Su uso permite efectuar rudos
trabajos físicos o de emprender una larga marcha a pie, sin extenuarse. Durante el
período colonial, los españoles distribuían a sus siervos indios trabajadores en las
minas, importantes cantidades de coca para mejorar la productividad y reducir los
gastos de alimentación. Esa tradición continuó como norma en las extensas
propiedades rurales o mineras pertenecientes a la clase dominante de la República ya
independiente. Incluso, hoy en día, no se puede imaginar al indio sin su pequeña bolsa a
la cintura, repleta de hojas de coca. El consumo de la "hoja sagrada" no está confinado
sólo al campo. También en los centros urbanos, gente rica o pobre cuenta siempre -
entre sus provisiones- la inefable hoja. Sus cualidades químicas -utilizadas en la
farmacopea sofisticada- tienen uso también doméstico. Así, la hoja de coca se aconseja
contra el dolor de cabeza, contra los malestares estomacales y sobre todo para alivio del
sorojche, tan conocido por d’Orbigny, alcanzado por ese mal -como todos- por efecto de
la altura. Sin embargo, al inicio del siglo XX la hoja de coca sirvió como base de
transformaciones químicas hasta producir el "clorhidrato de cocaína" que, antes de ser
diabolizada, se vendía libremente, en forma de pastillas, en las farmacias parisinas.
25 Producto de uso médico o estimulante casi inofensivo, la pequeña hoja ha seguido un
trágico destino. Ha sido transformada en una peligrosa fuente de vicio y de riqueza.
Actualmente, un gramo de cocaína vale tanto como el oro en los lujosos centros de
consumo en el mundo occidental.
26 La situación es dramática porque pese al estigma de la coca y su ilícito uso, el indio la
consume cotidianamente y no gana gran provecho económico de su comercialización.
El cultivo de esta planta es fuente de conflictos armados represivos contra los pequeños
agricultores que viven de esta actividad. Irónicamente son los traficantes de droga
quienes amasan grandes fortunas vendiendo o distribuyendo la cocaína en los
mercados norteamericanos y europeos
27 Pero, volviendo a d’Orbigny, éste no detiene su viaje en Sicasica, donde se encuentran
ricas minas de plata; prosigue su ruta hacia la ciudad agrícola de Cochabamba y en su
camino se cruza con varios campamentos mineros. Bolivia, desde sus albores cuando los
Conquistadores se instalaron en su territorio, es un país esencialmente minero. Del
siglo XVI al XVIII, la plata fue el principal recurso explotado por los españoles. El Cerro
de Potosí, por ejemplo, fue un emporio argentífero que enriqueció los cofres de la
Corona. Más tarde se descubre vetas de estaño y se inicia el auge de ese mineral al
constatarse sus innumerables usos. El aprecio por el estaño aumenta en proporción a la
codicia de los industriales mineros que producen de manera intensiva, acumulando
poder económico y político en detrimento de la población nativa.
28 D’Orbigny no permanece mucho tiempo en las minas. Observaciones y estudios sobre
los recursos minerales son poco abundantes con relación a sus investigaciones sobre la
fauna y la flora de la región.
265
37 D’Orbigny sale de ese entorno tropical y húmedo hasta los plácidos valles de
Cochabamba, donde se empeña en encontrar un camino más corto hacia Trinidad,
ciudad ubicada en el dominio de los Moxos.
38 El 12 de diciembre de 1832, lo encuentra en Chuquisaca. Desde allí se encamina a las
regiones mineras y al legendario Cerro de Potosí. En marzo, tal cual lo hiciera Simón
Bolívar en 1825, asciende la famosa montaña, cuya cima culmina a 4.200 metros de
altitud. Ciento cincuenta anos más tarde, a su vez, Juan Carlos, primer y único Rey de
España que visita sus antiguas colonias en América, emprende igualmente esa mítica
ascensión.
39 Dejando Potosí, cruzando el altiplano boliviano, d’Orbigny prosigue su viaje en
dirección a Oruro, otra ciudad minera rica en plata. A lo largo de su expedición puede
admirar numerosos rebaños de llamas y vicuñas, peculiares compañeros de ruta del
indio altiplánico.
40 Cuando llega al lago Poopó y a Pucara, dice que "descubre el espectáculo grandioso de dos
cordilleras paralelas, coronadas por el Sajama y el Illimani...".
41 El 19 de abril de 1833, entra triunfalmente a La Paz, entonces una pequeña villa de
25.000 habitantes, convertida -ahora- en la sede de gobierno boliviana, con una
población que sobrepasa el millón.
42 A una distancia de 80 kilómetros accede al lago Titicaca y se asienta en sus riveras. El
Titicaca es un verdadero mar interior cuyos 8.000 kilómetros cuadrados reflejan azules
aguas bordeadas por el altiplano que se eleva a 4.000 metros sobre el nivel del mar. El
Titicaca, en la actualidad condominio del Perú y de Bolivia, está fuertemente
entroncado con la tradición mitológica de los Incas. En sus veneradas islas del Sol y de
la Luna, aparecieron -se dice- Manco Kapaj y Mama Okllo, la pareja primigenia de la
dinastía que controla el Imperio hasta la llegada de los españoles, en 1535.
43 Pertinentemente, hace pocos años, otra celebridad francesa, Jacques Cousteau, pudo
observar las profundidades del Lago, desde su pequeño submarino, y así recoger
amplios datos sobre esa masa lacustre.
44 En junio de 1833, d’Orbigny abandona La Paz después de haber cumplido, durante tres
años, un viaje que pocos bolivianos de ayer y de hoy podrían imitar.
45 En esas circunstancias, el naturalista escribe:
46 "Pude, entonces, decir adiós a los buenos paceños que me habían recibido tan bien. Hacia finales
de junio, repasé por ultima vez la Cordillera, por la ruta que había seguido en 1830 cuando iba de
Tacna a La Paz y así dejaba por siempre Bolivia, luego de haberla atravesado por todo lado
durante tres años. Me llevo de esta bella y rica parte del Continente americano no solamente una
inmensa cantidad de materiales de toda especie, propias a darlas a conocer bajo diferentes
puntos de vista, pero más aún el más vivo reconocimiento de su gobierno y sus habitantes, de
quienes sólo recibí muestras de estima y hospitalidad, de los más delicados.
47 "Un espectáculo admirable queda en mis pupilas al contemplar la cumbre de la Cordillera; en las
bellas noches en esas altas regiones de la atmósfera, sobre el cielo más puro del mundo, pude
admirar, a mi gusto, desde mi observatorio, a 1.500 metros sobre los océanos, un eclipse total de
luna, donde todas las fases no podían estar mejor marcadas. Cuando no se ha visto esos
fenómenos de la Naturaleza, desde nuestros brumosos países en Europa, donde el cielo está
constantemente cargado de vapores, uno no se puede imaginar cuán diferente es en la cumbre de
los Andes, donde durante nueve meses al año ninguna nube asoma al horizonte, mientras los
267
astros se destacan en la noche, sobre el más profundo de los azules. La luna ofrece una claridad
desconocida en las regiones inferiores a la atmósfera y las estrellas tintinean el más vivo
resplandor. Es un espectáculo realmente imponente, que hace olvidar al viajero el picante frío de
que es presa...".
48 El 25 de julio de 1833, se embarca en el puerto peruano de Callao. Luego de una breve
visita a Lima, retoma la ruta hasta Burdeos, en compañía de seis jóvenes bolivianos,
deseosos de seguir sus estudios en Francia.
49 D’Orbigny lleva consigo muestras de la flora y de la fauna boliviana, miles de especies
de plantas, mamíferos, aves, peces, reptiles, insectos, moluscos, crustáceos que
enriquecen, aún en nuestros días, los museos franceses.
50 Su contribución a la ciencia ha sido primordial no solamente en los campos de las
ciencias naturales, sino también en la geografía, la historia, la economía y las
estadísticas. En efecto, Bolivia le debe un esquema de su primera carta geográfica.
51 Por otra parte, es importante señalar el marcado interés de d’Orbigny por las etnias
locales. A la América andina le legó las bases de su etnohistoria. Sus investigaciones,
particularmente en Bolivia, son de una riqueza increíble, sobre todo si se tiene en
cuenta los limitados medios con que contaba. Citemos como ejemplo sus tareas en
Moxos, donde levanta un censo de la población, con repartición por sexo, número de
nacimientos, matrimonios, decesos e incluso el porcentaje de casados y de solteros. En
breve, una multitud de datos que fueron valiosos para el estudio de esa categoría de
comunidades autóctonas en vías de extinción.
52 La obra escrita del gran viajero inspirado es monumental. Once volúmenes intitulados
Viaje a la América Meridional (1835-1847). A ello, puede añadirse la considerable
correspondencia que mantuvo con su familia durante sus ocho años de ausencia..
Asimismo, escribió varios otros libros y numerosos artículos. El conjunto de su obra
revela otra faceta del naturalista: su inquietud por los derechos humanos, su vocación
democrática y su repulsión del autoritarismo.
53 El profesor Jean Claude Roux, en un estudio aún inédito, define a d’Orbigny como un
"precursor de los derechos humanos y de la geografía del desarrollo de Bolivia". Roux nos
muestra a un d’Orbigny que trata de promover su pensamiento político modernizador,
sus reflexiones sobre la organización social de los pueblos sin estructura institucional
que visita e incluso sus concepciones acerca de un desarrollo económico armónico que
preserve la naturaleza. La travesía de d’Orbigny permitió descubrir "la otra Bolivia", la
nación amazónica y tropical. Hacia 1830, el Estado Boliviano ocupaba de manera
efectiva escasamente los contrafuertes de la Cordillera de los Andes y de sus valles
adyacentes. En 1825, contaba apenas con un millón de habitantes en una superficie de
dos millones de kilómetros cuadrados.
54 D’Orbigny es testigo privilegiado de un Estado en formación que presenta todas las
características desfavorables: Un territorio invertebrado, una economía sometida a
monopolios mineros, fronteras internacionales en constante disputa y la seguridad
interna inestable. Sus observaciones y reflexiones integran un diagnóstico completo en
su obra Descripción geográfica, histórica y estadística de Bolivia aparecida en 1845,
únicamente en lengua española.
55 En otro nivel señalemos que la inflexible sensibilidad política del naturalista cuando
discurre acerca del perfil negativo que, habitualmente, se atribuía al indio, dice: "No
solamente los indígenas están dotados de talento, pero si se toma el trabajo de estudiar sus
268
placer. Finalmente el 18 de octubre, abandoné esa República y comenzó la travesía. Hice mis
últimos adioses a las costas americanas, no sin deplorar un momento de tristeza al pensar que no
las veré jamás. Fui tan favorecido durante mi estadía en el Nuevo Mundo que no podía dejarlo
sin extrañar a sus habitantes; pero el pesar de esta perdida encontraba en mi la compensación en
el sentimiento de la más viva gratitud que me inspiraba la gentileza con la cual fuí siempre
tratado.
64 "Acompañado de seis jóvenes bolivianos, favorecidos por el gobierno para estudiar en
Francia, viajé lentamente hacia Europa.
65 Después de haber recorrido las costas chilenas, me encontré a comienzos de noviembre,
en una calma perfecta, a algunas leguas del Cabo de Hornos, cuyo aplastado cono,
cubierto de nieve, se dibujaba en el horizonte. Era la última parte de América que podía
percibir. Una navegación larga pero feliz, me conducía a mi querida Patria. El 1 de
febrero de 1834, habiéndose observado la aproximación a tierra, sentí una felicidad
inigualable. Por la noche el ancla tocó el suelo de Francia. Me levanté para ver los
primeros granos de arena, sintiendo una emoción imposible de definir. Pocos instantes
después, el faro de la torre de Cordouan anunciaba la boca de la Gironda, donde
entramos el 2 de febrero. Todos mis sufrimientos pasados fueron olvidados. Volvía a ver
a mi familia, a mis amigos ... y debía comenzar una nueva existencia...".
66 ¿Comenzar una nueva existencia? ... para nada... nuestro naturalista apenas tocó suelo
francés empezó a luchar con denuedo contra los excesos de todo tipo de academicismos
burocráticos.
67 Su primer objetivo fue publicar las memorias de su viaje, con todas las notas y las
muestras recogidas en cerca de ocho años. Sin embargo, tuvo que esperar diez largos
años para lograr su deseo. El costo de la impresión de los once volúmenes de su
monumental obra fue, finalmente, financiado por suscripción pública; la cátedra de
paleontología que obtiene años más tarde le es concedida sólo después de una
intervención al más alto nivel real. Pero sin duda la contrariedad más penosa que debió
soportar fue el rechazo por siete veces consecutivas de su candidatura como Miembro
de la Academia de Ciencias. Su terquedad es verdaderamente sorprendente. Durante
doce años, de 1838 a 1857 (hasta algunas semanas antes de su muerte), persiste en su
empeño sin éxito alguno.
68 Chantal Boone, que se interesa en las causas y efectos de sus malogrados esfuerzos,
intitula su ensayo Alcide d’Orbigny ou l’immortalite refusée, en el que subraya las
mezquindades humanas que existieron, existen y existirán en las colectividades
profesionales, y cita algunas razones para ese rechazo. Por ejemplo, "su anticonformismo
social que se puede decir estaba ligado al conservatismo político de la época y a las nuevas
tradiciones profesionales de los hombres de ciencia, fue lo suficiente para impedir su ingreso a
un cenáculo normalmente dedicado a las investigaciones intelectuales...?
69 La autora señala -igualmente- el hecho de que d’Orbigny no hubiese culminado una
carrera universitaria, "su educación podía haber parecido retrógrada en esa época o por lo
menos provincial, puesto que no obstante haber frecuentado el liceo de La Rochelle, él recibió lo
esencial de su educación de naturalista de parte de su padre, Charles d’Orbigny, un corresponsal
del Museum y antiguo médico....
70 Finalmente, muy objetivamente, Boone afirma que "cuando se presenta al Instituto, él no es
todo un candidato modelo ni tampoco un outsider; su título de naturalista-viajero no le sirve
gran cosa, pero su carrera tardía no es tampoco un escollo infranqueable...".
270
71 En fin, permítanme, a guisa de conclusión, basado en ese lazo personal que creó el azar
al llevar a una mano juvenil hacia un viejo libro, de dirigirme directamente a Alcide
d’Orbigny en vísperas del bicentenario de su nacimiento para decirle gracias: Gracias
Alcides d’Orbigny por tu pasión de descubrir la América Meridional, gracias por tu
irreemplazable testimonio que permite aclarar el presente y retomar el futuro, gracias
también, y quizás sobre todo, por el profundo amor que has profesado a Bolivia, mi
Patria...