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RESUMEN. La reivindicación del senti- ABSTRACT. The claiming for the moral
miento moral en el pensamiento materia- sentiment (feeling) in the materialist
lista de M. Horkheimer adquiere nueva thought of M. Horkheimer becames a new
relevancia en el actual debate sobre los significance in present discussion about the
fundamentos y la motivación de la acción foundation and the motive of moral action.
moral. Pero esa relevancia se malograría But this significance would disappoint if
si fuera interpretada en un sentido con- it was interpreted in a sense opposite to
trario a su genuina intención. Ella no está, its very intention. Indeed, its signficance
en efecto, en abrir la puerta a un irracio-
don’t reside neither in opening the door
nalismo romántico ni en proponer un
to a romantic irrationalismus nor in pro-
retorno a una fundamentación premoder-
pose a return to a premodern, metaphy-
na, metafísica o teológica, de la moral, anti-
cipándose a buena parte del actual pen- sical or theological, foundation, advancing
samiento neoconservador. Su originalidad the purpose of the present neoconsevative
y relevancia radican más bien en que el thought. Its originality and significance
planteamiento materialista de Horkheimer reside rather in fact that the materialist
incita a una decidida superación de las conception of moral sentiment (feeling) by
morales idealistas, formales y abstracta- Horkheimer incite to surpass the idealist,
mente universales, es decir particulares, formal, and particular moral toward a pos-
hacia una moral postidealista de la com- tidealist moral of compassion and universal
pasión y la justicia universal. justice.
de las morales actuales más decididamente pre la esperanza en una justicia consuma-
modernas, racionales y críticas, por ser aún da 1, y su amigo Adorno lo corroboraba
excesivamente formales, idealistas, y abs- en una carta abierta dirigida a él, al recor-
tractamente universales, es decir, particu- dar la actitud que le distinguía, incluso
lares. La rehabilitación del sentimiento frente a él mismo y sus inquietudes esté-
moral en Horkheimer apunta a una ética ticas: «Lo primario en ti fue la rebelión
postidealista de la compasión y la justicia contra la injusticia» 2. Esta pasión atraviesa
universales. también su pensamiento de principio a fin
como un impulso moral. Uno y otro unidos
constituyen lo que Adorno identificó como
El impulso moral básico: «el motivo central» de su pensamiento: «la
Felicidad propia, sufrimiento de los otros salvación de lo que carece de esperanza» 3,
el mismo impulso que movía también su
El pensamiento de Horkheimer arranca de propio pensamiento (y el de Walter Ben-
una experiencia básica que marcó desde
jamin, en el que se inspiraba).
muy pronto su conciencia y que se con-
Esa pasión, ese impulso moral básico,
vertiría para él en impulso inagotable y
se expresó, en efecto, en los dos momentos
determinante: la experiencia de la propia
constitutivos de su primer pensamiento: la
felicidad entreverada con la experiencia
rebelión contra el sufrimiento y la exclusión
del sufrimiento de los otros, más concre-
tamente, la experiencia de la propia feli- de la felicidad y la compasión con las víc-
cidad edificada sobre el sufrimiento de los timas 4. Y es ese impulso el que llevó a
otros. Fue una experiencia personal que su pensamiento a hacerse materialista, a
generó en él una conciencia infeliz, inquie- hacerse cargo del sufrimiento de los otros
ta y desgarrada, pero que pronto pudo arti- y de la raíz que lo generaba. Sus escritos
cular en su pensamiento como experiencia de los años veinte, apenas tenidos en cuen-
de una contradicción fundamental, del pre- ta en su interpretación, muestran clara-
cio de la propia felicidad, de la mano de mente ese camino de su pensamiento hasta
la metafísica pesimista y la ética de la com- culminar en su proyecto de materialismo
pasión de Arturo Schopenhauer, una de interdisciplinar, que inauguraría el paradig-
las primeras lecturas, junto con escritores ma de la teoría crítica. En ellos, aquella
críticos de la burguesía como Strindberg, contradicción fundamental aparece iden-
Ibsen y Tolstoi, que cayó en sus manos. tificada ya históricamente como contradic-
Y la conciencia de esa contradicción fun- ción de la sociedad burguesa capitalista,
damental, del malum metaphysicum, des- y su pensamiento, amasado en la metafísica
pertó en él una especial sensibilidad para de Schopenhauer, en las críticas de Kant,
con el sufrimiento ajeno, para la desdicha en la filosofía social de Hegel y, finalmente,
de los otros, que se convertiría en un per- en el materialismo histórico de Marx, rea-
manente móvil, en impulso moral de su liza una ruptura significativa, un cambio
pensamiento, e incluso en criterio de su de paradigma desde una «filosofía de la
sentido y verdad. identidad», propia del formalismo e idea-
Esa especial sensibilidad estuvo además lismo de la filosofía moderna y contem-
desde un principio alimentada, y signifi- poránea, a una «fenomenología históri-
cativamente modulada, por otra fuente en co-material» hasta culminar en una «teoría
la que fue socializado desde el hogar: la crítica-materialista de la sociedad», movi-
experiencia y el mundo simbólico de la reli- da por aquel impulso moral, por «el interés
gión judía. Como más tarde él mismo en la eliminación de la injusticia social
recordaría, judaísmo significó para él siem- dominante» 5.
Todos los intentos de fundamentación últi- Ciertamente, hay que reconocer que la
ma de la moral que no se apoyen en ese radicalidad de su crítica materialista a todo
supuesto monoteísta descansan por eso, intento de fundamentación o racionaliza-
para él, en pura armonía ilusoria. Y ésa ción de la moral puede inducir a pensar
es la debilidad del proyecto kantiano de en tal ruptura. Pero lo decisivo es deter-
fundamentación racional de la moral. minar bien el sentido de esa crítica. Y éste
Pero esta debilidad afecta sobre todo es inequívoco. Lo que el materialista Hork-
a los intentos conservadores, antes men- heimer critica no es, en efecto, la presencia
cionados, de fundamentación metafísica de de la razón en la moral ni el lazo entre
la moral y de los valores en Hartmann y una y otra, sino la pretensión —el mito—
Scheler, porque en ellos, a la ilusión armo- racionalista de identificar la una con la
nizadora denunciada, se suma una sospe- otra, los intentos de «mistificación» del
cha más intensa de «engaño» que los con- impulso moral, de transfigurarlo mediante
vierte en manifiesta ideología, en un inso- su fundamentación racional o metafísica, en
portable «sarcasmo» a los hombres que cuanto encubren su raíz en la historia de
sufren, porque encubren y legitiman la sufrimiento de los hombres e impiden que
praxis real que origina su sufrimiento e se manifieste como lo que es: el impulso
impide que se cumpla el infinito «anhelo de rebelión contra la injusticia y de com-
de felicidad» que los constituye, a ellos y pasión con sus víctimas, legitimando de este
a todos los seres finitos (MMe, 94) 10. A modo la irracionalidad existente. Por eso,
la vista de estos intentos manifiestamente su crítica sin concesiones a esos intentos
ideológicos de «evasión metafísica», Hork- estuvo acompañada siempre de una crítica
heimer denuncia enérgicamente todo no menos radical al irracionalismo o emo-
intento de fundamentación última racional tivismo, por cuanto también ellos deshis-
torizan y desmaterializan, y así desfiguran,
de la moral como una ilusión y un sarcasmo
el impulso moral, de espaldas a su raíz
a los hombres de cuya historia de sufri-
material 12. La moral, es verdad, no se deja
miento brota el genuino impulso moral,
para Horkheimer fundamentar racional-
que ese intento pretende derivar, como exi-
mente, pero no por ello queda abandonada
gencia absoluta, de la pura razón o del
a la mera intuición o emoción. Raciona-
cielo platónico (MMe, 68s.).
lismo e irracionalismo no son para él sino
¿Significa esta crítica, esta negación, un
dos caras del mismo proceso ideológico.
rechazo a toda presencia de la razón en El impulso moral se resiste a ser absorbido
la moral, a todo lazo entre ambas y, por por la razón, pero no por ello es un impulso
tanto, un «salto» desde «la ausencia de ciego. No se fundamenta ni justifica, pero
motivaciones puramente racionales —es sí se explica y se entiende, dice Horkhei-
decir, no empíricas— para la moralidad mer, «a partir de las condiciones de su sur-
a la ausencia de toda justificación racional gimiento», es decir, desde la historia, desde
de sus exigencias básicas» 11? Con otras la base material de donde brota (MMe, 64;
palabras, ¿significa esa negación una caída MMo, 131), y desde ahí se descubren tam-
de Horkheimer, y por cierto ya del primer bién «sus razones».
Horkheimer, en el irracionalismo, adelan-
tando acaso el escepticismo radical frente
a la razón y su potencial moral que la A la base de una moral materialista:
segunda generación de la teoría crítica ve El sentimiento moral
—y critica— en su última etapa, tras el
punto de inflexión que significaría la Dia- La moral, en efecto, no deriva para Hork-
léctica de la Ilustración? heimer de la razón, como para Kant y para
todos los intentos de su actualización, vida feliz de todos los hombres» (ibid.),
como es el caso, concretamente, de la ética y ahí está su racionalidad y su carácter
del discurso o comunicativa de Habermas. moral. El sentimiento es moral, en efecto,
El impulso moral brota para él más bien, no porque sea sentimiento, irracional, sino
como venimos viendo desde los primeros —dice lúcidamente Horkheimer— porque
momentos de su pensamiento, del suelo «difiere de la lógica dominante», de la «ley
de la historia, de la experiencia del sufri- natural del egoísmo y el interés económi-
miento que trunca el anhelo —y «el dere- co» (ibid., 134), y se rebela contra ella
cho»— de felicidad de los seres humanos como contra la irracionalidad que origina
finitos y perecederos. La moral hunde sus el sufrimiento de las mayorías. Y en esa
raíces en el mismo suelo, en la misma his- medida es racional y pone en movimiento
toria de sufrimiento de la que brotaron a la razón. Ésta es genuinamente racional
los anhelos de felicidad, la «exigencia de cuando está atravesada por ese movimien-
justicia plena, consumada», que un día to, por el «interés» que expresa, cuando
tomaron cuerpo y se guardaron en la reli- es razón moral, razón «paciente», razón
gión 13. En el fondo, el mismo impulso de solidaria con las víctimas de la irraciona-
rebelión y la misma exigencia de justicia lidad de la razón dominante. El sentimien-
que ahora, despojados de su halo religioso, to moral no es en Horkheimer irracional,
se expresan en el impulso moral. sino racional «de otro modo» a como lo
Este impulso moral no es un imperativo es la razón dominante, que no habla a favor
de la razón, pero tampoco es un impulso de la moral, que no señala en la dirección
ciego, irracional. El impulso que brota de en la que impulsa hacia delante el sen-
esa experiencia material es, dice Horkhei- timiento moral, sino en el sentido del
mer, un «sentimiento moral» (ibid., 127), egoísmo y del poder. El sentimiento moral
la conciencia sensible «afectada» por la no se da de espaldas a la razón, pero sí
experiencia del sufrimiento de los exclui- implica una «ampliación de la razón»
dos de la felicidad, de las víctimas de la (MMo, 128) hacia una razón materialista
irracionalidad dominante. Horkheimer a la que pertenece, como meollo sustan-
rescata el concepto kantiano de «senti- cial, el propio sentimiento moral, el impul-
miento moral» 14, pero, una vez más, so histórico, a la vez que incondicional,
haciendo de él una lectura materialista. En de justicia plena, consumada, que lleve a
el origen de la moral no está la razón, como cumplimiento el anhelo de felicidad de
en la moral idealista, sino el sentimiento, todos los seres finitos.
el «pathos», la solidaridad básica con los Con la reivindicación del sentimiento
otros seres humanos, en cuanto dignos de moral como base de una moral materialista
la felicidad pero excluidos de ella. No es, progresista Horkheimer «destrona» a la
como en Kant, una facultad de la razón razón de la moral, la abaja y relativiza,
que inclina a obrar según el deber, pero pero no para dar la palabra a su contrario,
tampoco es un mero afecto irracional, sino tan falso y engañoso como ella, el irra-
una afección de la conciencia sensible cionalismo (emotivismo o decisionismo),
mediada por el reconocimiento de los otros sino para «ir más allá de ella», como la
seres finitos en su dignidad herida, en su moral kantiana impulsaba más allá de ella
humanidad negada. El sentimiento moral hacia una sociedad racional y humana. «El
ve a los seres finitos no como «sujetos eco- paso de Kant a Schopenhauer es para
nómicos», sino como «posibles miembros Horkheimer —afirma certeramente un
de una humanidad feliz» (ibid., 136). Es, excelente conocedor de su filosofía
por tanto, un sentimiento volcado hacia moral— un avance en la autoilustración
los otros y hacia el futuro, hacia «una futura de la razón, no un retroceso al irraciona-
lismo» 15. Un avance, habría que añadir, justificación o fundamentación» (ibid., 136;
también más allá de Schopenhauer. cf., MMe, 94s.) 17. Pero la conciencia de
La moral en Horkheimer, se dice, no ese derecho se da de bruces para el mate-
es deontológica, racionalista y universalis- rialista con la experiencia de la injusticia
ta, y ciertamente no lo es en el sentido dominante que lo frustra y lo niega para
en que lo es la moral idealista. Pero hay la mayor parte de la humanidad, y es de
en esos rasgos un momento de verdad que esta experiencia de contraste, como vimos,
sí comparte la moral materialista, y que de donde brota el sentimiento moral como
indican el sentido en que ésta propone y impulso de rebelión y como solidaridad con
significa su superación. esos excluidos de la felicidad. La moral
La moral materialista no es deontológica materialista es eudemonista, pero no en el
sino eudemonista. En su base no hay un sentido utilitarista o pragmatista, que gira
mandato, una exigencia absoluta que des- en torno al propio sujeto —ahora de nuevo
cienda de lo alto o se imponga desde la sospechosamente actual—, sino en el mejor
conciencia. La moral materialista es, en este sentido materialista del derecho de todos
sentido, radicalmente postmetafísica y anti- a la felicidad que da la primacía al derecho
fundamentalista. Las obligaciones, dice pendiente de los excluidos de ella. El sen-
Horkheimer, de acuerdo con Schopen- timiento moral es, decíamos, un sentimien-
hauer, «se remontan a mandatos», en últi- to volcado sobre los otros. Y ahí conserva,
mo término religiosos, que no existen. como veremos más adelante, el momento
Detrás de la moral no hay ninguna «ins- de verdad de la incondicionalidad de la
tancia suprahistórica»: «El materialismo
moral deontológica.
—declara Horkheimer contra toda meta-
Ese momento, en efecto, va ligado al
física, expresa o larvada— no encuentra
carácter universal de la moral, y éste se
ninguna instancia transcendente a los hom-
cumple en la moral materialista también
bres que permita distinguir entre altruismo
de un modo original. El sentimiento moral,
y afán de lucro, entre bondad y crueldad,
decía Horkheimer, desea «a todos, en la
entre egoísmo y autoentrega. También la
medida en que son hombres», el cumpli-
lógica permanece muda, no reconoce a la
intención moral ninguna primacía» (ibid., miento de su constitutivo anhelo de feli-
134). ¿Qué hay, pues, en la base de la cidad y el pleno desarrollo de sus poten-
moral, del sentimiento moral? Hay una cialidades. El sentimiento moral apunta «a
«evidencia» que se impone al sentimiento una humanidad feliz» (MMo, 136). Pero
moral también como un «hecho», pero esta justamente por eso es estrictamente indi-
vez no como un hecho de la razón, que vidualista; no, claro es, una vez más, en
no se da, sino como un «hecho natural»: sentido utilitarista o pragmatista, sino en
la aspiración de los hombres, de todos los el mejor sentido kantiano de que ninguna
seres vivientes, a la felicidad. Evidentemen- totalidad, sino sólo los individuos, finitos
te, tampoco de este hecho deriva la exi- y perecederos, merecen «el honor de valer
gencia ética. La moral materialista no cae como objetivo absoluto», como fin (ibid.,
en otra falacia naturalista. La exigencia éti- 126). Ahora bien, es por esta misma razón
ca brota del reconocimiento de esa aspira- por la que el sentimiento moral y con él
ción como «un derecho» y, como escribía la moral materialista están volcados sobre
en un texto anterior, de «la sola fe en nues- los otros, sobre los excluidos de la felicidad.
tra responsabilidad» 16 para con él: al sen- Porque la moral ha de regir para todos
timiento moral —dice sobriamente Hork- es por lo que el sentimiento moral está
heimer— «le parece que todos los seres volcado sobre los otros, por lo que da prio-
vivientes tendrían un derecho a la felicidad, ridad a los que no gozan de su derecho
y no pregunta en lo más mínimo por su a la felicidad, a las víctimas de la realidad
optimismo de Kant, quien, lo mismo que MMo, 155). El interés es histórico y con-
pudo desplegar su ética al margen de la tingente, pero al convertirse en impulso
compasión, pensó «el futuro de una huma- de la razón, al ser «heredado» por la teoría,
nidad feliz», del reino de los fines, como queda ligado a las ideas de la Modernidad,
actualización de la utopía burguesa. Y ahí libertad, igualdad y justicia, como rasgos
se equivocó. A Kant le faltó «una teoría de la «sociedad racional» que la moral «an-
materialista de la sociedad» (ibid., 123). ticipa como necesaria orientación» de la
Eso es justamente lo que pretende ser praxis, como horizonte de universalidad
su teoría crítica. En ésta, decíamos, no (ibid., 140). Pero queda ligado crítica y
encontramos una filosofía moral desarro- negativamente: como negación de la rea-
llada, pero no porque la moral no tuviera lidad irracional que las niega.
en ella relevancia, sino, más bien al con- La ética materialista de Horkheimer es
trario, porque toda ella no es y no se una ética material, no formal, una ética del
entiende más que como «un único juicio bien y de la vida buena, pero no por ello
existencial desplegado» 22 sobre la socie- es una ética de la Sittlichkeit dominante,
dad burguesa dominante, una teoría crítica sino, muy al contrario, una ética de la feli-
movida por aquel impulso moral que brota cidad pendiente. Y por eso es —a distancia
de la historia del sufrimiento y se repro- tanto de las éticas formalistas como de las
duce espontáneamente en aquella parte de neoaristotélicas conservadoras— una ética
la humanidad que lleva sobre sí el peso política. La moral no está en ella desligada,
de esa historia, los excluidos de la felicidad, como en la ética formal, de «los problemas
las víctimas de la irracionalidad dominan- que acucian a la humanidad», sino que bro-
te, y que ahora hereda ella como «interés ta de ellos y, por tanto, no está desligada
en la superación de la injusticia social» 23 de la realización de la moral, ni la cuestión
que origina esa historia de sufrimiento y de la justicia desligada del derecho a la
trunca el anhelo de felicidad de las mayo- felicidad. Más bien se decide en ella la
rías. En una situación desgarrada, irracio- moral en la praxis que lleve a cumplimiento
nal, excluyente, donde la moral tiene una ese derecho, en los impulsos que apunten
razón de existir y donde el sentimiento de en esa dirección, no en la dirección de la
compasión la habita como momento de lógica dominante, de la ley natural del
verdad, la moral se hace política y la teoría, egoísmo y del poder. En ello consistía, en
añade Horkheimer, no puede ser «afirma- efecto, como veíamos, lo moral del sen-
tiva», sino crítica, lo mismo que la acción timiento moral.
que ella articula no puede ser «produc- En la etapa más radical de su pensa-
tiva», sino negativa, transformadora y supe- miento, finales de los años veinte hasta
radora 24. mediados de los treinta, y a la vista de
El sentimiento moral alcanza de este la amenaza de la barbarie nazi, Horkhei-
modo en la teoría crítica, a través del inte- mer se pronuncia decididamente a favor
rés, el horizonte y la dimensión de la uni- del socialismo. En los apasionados aforis-
versalidad que lo liga a la racionalidad. mos de esa época Horkheimer cifra la
Pero lo hace de forma crítica y negativa. moral justamente en «la realización del
El sentimiento moral, el interés, no es socialismo» 25. Pero en ningún momento
inmanente a la razón abstracta, como pen- llega a caer en el dogmatismo de confundir
saba Kant, sino que brota, como hemos la moral con una praxis concreta domi-
visto, en los individuos concretos, histó- nante. Moral y poder, felicidad y poder,
ricos, y es, como éstos, histórico y con- siempre estuvieron en su pensamiento pro-
tingente. Pero no por ello es meramente fundamente disociados. Allí mismo, en
subjetivo, como pensaba Max Weber (cf., esos aforismos radicales, y siendo fiel a una
postura que venía manteniendo desde sus te», la que necesita una «fundamentación
primeros escritos, Horkheimer denuncia racional» (ibid.).
con la misma fuerza que a la Sittlichkeit La moral materialista de Horkheimer
burguesa la praxis materialista pervertida es, como se reconoce, claramente deudora
en una nueva religión, en «ideología de de la ética compasiva de Schopenhauer.
la relativa prosperidad», en un nuevo Pero tanto en cuanto ética compasiva
poder, en el mito de todos los vencedo- como, sobre todo, en cuanto ética política
res 26. La moral es para él justamente la la concepción de Horkheimer se desmarca
fuerza, el impulso «que empuja hacia no menos decisivamente de la de su men-
delante» (ibid., 127) e impide al pensa- tor. Como indicaba al inicio de este tra-
miento ceder ante el poder. Su horizonte bajo, hay otra fuente más originaria del
no es lo que triunfa en la historia, sino pensamiento de Horkheimer que la meta-
la idea de «una humanidad feliz» (ibid., física «pesimista y buena» —como él mis-
136). mo decía— de Schopenhauer. Es la expe-
Pero Horkheimer no sólo no cedió a riencia mediatizada del judaísmo. Éste se
la seducción del poder. Tampoco cedió a materializó y condensó para él, como
la tentación de dibujar positivamente la vimos, en el anhelo de justicia consumada.
futura «sociedad racional». Lejos aún del Y este impulso palpita, una vez más mate-
actual pluralismo irreductible de cosmo- rializado y secularizado, en el sentimiento
moral, dando a sus dos expresiones his-
visiones, Horkheimer fue ya entonces muy
tóricas, la compasión y la política, el sesgo
consciente de la enorme «diversidad» de
y la dinámica que los caracteriza. Tanto
concepciones de «la situación justa» (ibid.,
la compasión como la política están en su
145), de la vida buena. La moral mate-
pensamiento materialista, como hemos
rialista es radicalmente histórica y, por tan-
podido comprobar, impulsadas por aquel
to, consecuentemente postmetafísica. Por
anhelo inagotable y por eso bajo el signo
eso no sacraliza sus contenidos. La moral
inequívoco de la solidaridad con los exclui-
materialista es una moral material, pero dos de la felicidad, con las víctimas de la
no una filosofía materialista afirmativa de injusticia dominante, con los otros. Y esta
la historia. Justamente por ser material es, dinámica inconfundible de su idea de la
como decíamos, no afirmativa, sino crítica moral es reforzada, además, por otra con-
y negativa. La idea de vida buena no le vicción que bebe de la misma fuente y que
viene dada ni de una «revelación» ni de se entrelaza con la anterior: el respeto por
una razón autónoma abstracta, sino que la transcendencia radical del Absoluto con-
se configura a partir de «la miseria del pre- tenido en la tradicional prohibición de las
sente» (ibid., 136), de la negación de la imágenes, de dar nombre al Innombra-
injusticia existente. Hay, sin embargo, un ble 27. Efectivamente, la radical «sobriedad
horizonte común a todas las ideas de vida metafísica» del materialismo de Horkhei-
buena, que es determinante para la moral mer y concretamente de su ética política
materialista: todas ellas —afirma Horkhei- tiene que ver tanto con aquel impulso ori-
mer— apuntan a la felicidad sin exclusio- ginario e inagotable del anhelo de justicia
nes, a que la felicidad no se reparta arbi- consumada como con este profundo res-
trariamente, a la reconciliación de justicia peto a la transcendencia, materializado y
y felicidad (ibid., 145), es decir, al mismo secularizado también en la negativa con-
horizonte al que apuntaba —y hacia el que secuente de Horkheimer a dibujar o dar
impulsaba— el sentimiento moral. Por eso nombre al bien, a la vida buena, a la socie-
no es la moral, sino más bien la realidad dad justa y racional, a «la humanidad
inmoral, «la desigualdad social dominan- feliz». Sólo por el camino de la crítica y
la negación fue capaz de apuntar a ese es una moral de la inmanencia radical, pero
horizonte. También ahí, en esa negativa, justamente por ello es una moral que se
es su moral materialista radicalmente toma absolutamente en serio la definiti-
postmetafísica. vidad de la inmanencia y rechaza enérgi-
camente cualquier intento —teológico o
idealista— de «bagatelizarla» o de «neu-
La felicidad pendiente e irreparable: tralizar» sus interrogantes pendientes.
Sentimiento moral, duelo y memoria Algo muy serio para ella estaba en juego
en ese límite como para dejar la palabra
La moral materialista de Horkheimer es o a la «evasión metafísica» o al optimismo
ciertamente postmetafísica, pero ello no de los que triunfan en la historia: la recon-
quiere decir que sea, como a veces se inter- ciliación de la historia de sufrimiento que
preta, anti-metafísica, incluso anti-filosó- atraviesa la inmanencia y el cumplimiento
fica, en el sentido de positivista 28, ni tam- del anhelo de felicidad una y otra vez trun-
poco que relegue al rincón del olvido, cado de las víctimas de esa historia. Por
como meros restos de la superada meta- eso, la moral política no culmina para
física, las cuestiones que precisamente las Horkheimer nunca, ni en este primer
condiciones postmetafísicas, la conciencia período, en la afirmación. Cualquier futuro
de la radical historicidad y finitud humanas mejor, cualquier «situación justa» llega ya
y los límites de la mera razón, se le plan- tarde porque, argumenta, «la humanidad
tean de forma imperiosa ante el hecho de que de (ellos) emerja no podrá ayudar ya
la felicidad pendiente de los excluidos de a aquellos que quedaron en la cuneta» 30.
la vida buena. La moral política no culmina en la afir-
El mismo sentimiento moral que debía mación, sino en la asunción de la radical
quedar superado con la realización de esa finitud y, por tanto, de la irreversible defi-
idea, en la sociedad racional, junto con la nitividad de la inmanencia que, a la vista
conciencia de la radical finitud de los seres de tanto anhelo no cumplido, truncado,
humanos, impidió, en efecto, que la ética de felicidad, a la vista de tanto grito que-
materialista de Horkheimer cayera en el brado de las víctimas de esa misma inma-
triunfalismo del mito de una sociedad nencia, lleva en sí una nota profunda e
transparente. El sentido de la justicia plena, imborrable de tristeza, de duelo 31, en la
universal, inmanente al sentimiento moral que guarda la memoria de los excluidos
como herencia de la religión, del judaísmo de la felicidad y, con ella, lo mejor del
y del cristianismo, abre para Horkheimer, impulso que puso en movimiento el sen-
también para el primer Horkheimer revo- timiento moral. El materialista, dice Hork-
lucionariamente crítico, un insoslayable heimer, sabe que el anhelo infinito de feli-
interrogante sobre cualquier proyecto polí- cidad que puso en marcha este sentimiento
tico, sobre cualquier idea de vida buena no se puede cumplir, queda truncado defi-
con pretensiones de plenitud. Esos dos ele- nitivamente con la muerte y no encuentra
mentos constitutivos de la moral materia- eco en el silencio del universo. En esa
lista conferían a ésta un sentido agudo, sin- situación el sentimiento moral roza la
gular, de la definitividad de la historia, que desesperación, como bien supieron de ello
la obligaba, a diferencia de cualquier moral los grandes filósofos morales Kant, Vol-
idealista, y por supuesto de toda moral teo- taire y Tolstoi, y se ve confrontado con
lógica, «a rastrear incluso la más pequeña el horizonte de la religión, con el sueño
posibilidad o esperanza para los hombres de una justicia transcendente capaz de repa-
en la inmanencia y a aferrarse a ella con rar la felicidad irreparablemente truncada
toda su energía» 29. La moral materialista de las víctimas. Pero, anclado como está
y compasión anamnética merece para mente en los sujetos que soportan su expe-
Horkheimer tal nombre. La intuición que riencia, convicción expresada por Horkhei-
encontramos en el origen de su pensamien- mer con especial fuerza frente al peligro
to, la experiencia de la contradicción fun- de su transfiguración idealista, no le cegó
damental, del «precio» de la felicidad, dogmáticamente la mirada para reconocer
alcanza aquí su expresión más densa y que, en realidad, esa base era tan frágil,
reflexiva. Y aquí se decide también la cues- que el sentimiento moral había echado tan
tión decisiva de su proyecto de teoría crí- pocas raíces en los individuos y en los pue-
tica en cuanto proyecto moral: la cuestión blos, y era por tanto tan débil, que corría
de la verdad. Horkheimer la afronta, hay serio peligro de ser arrollado por la
que reconocerlo, con una honradez y radi- corriente y ahogado por la lógica domi-
calidad inusitadas en la tradición del mate- nante (cf., MMo, 149).
rialismo en la que se inserta y pretende En este texto, por cierto bien temprano
actualizar. —de 1933—, reconoce que el sentimiento
moral, aunque brota espontáneo en la
experiencia de la humanidad doliente, en
La nueva amenaza: la «desmoralización» el suelo de la historia de sufrimiento, es
¿Dónde anclar el sentimiento moral? un impulso «heredado» de la religión, del
cristianismo y, por tanto, del judaísmo, y
En ningún momento, como puede dedu- un impulso que necesita un caldo de cul-
cirse de lo dicho, se hizo Horkheimer ilu- tivo, unas instituciones que lo alimenten,
siones sobre la utopía de la realización del que hagan crecer sus raíces en el interior
sentimiento moral. Conforme avanzaba la de los individuos y los pueblos. De lo con-
década de los treinta, a la derrota del pro- trario, ese sentimiento corre peligro de
letariado —de la «humanidad doliente»—, desvirtuarse, incluso en sus sujetos privi-
sujeto privilegiado del sentimiento moral, legiados, y reducirse a mera moral bur-
se va imponiendo en él el temor a una nue- guesa, perdiendo su sustancia y su orien-
va «amenaza»: la del progresivo debilita- tación, en contra de la lógica del poder
miento del sentimiento moral conforme económico, hacia el logro de una «huma-
avanza el dominio de la sinrazón de la nidad feliz». En ningún momento cedió
razón, el poder totalitario, y conforme la Horkheimer al espejismo de una teoría
razón moderna se va revelando y reducien- dogmática de la historia. Al sentimiento
do a dominio y autoconservación, a razón moral no lo garantiza ninguna teoría.
instrumental. En esta nueva encrucijada A partir de este momento hallamos por
histórica la punta de lanza de la teoría crí- eso en sus escritos un motivo que es cier-
tica cambia de dirección, de objetivo. Lo tamente nuevo y en cierto modo divergente
preocupante ahora no es ya tanto la des- del punto de vista materialista de la moral
viación y desfiguración ideológica del sen- del primer período: es el motivo de buscar
timiento moral en la filosofía moral idea- para el sentimiento moral un anclaje, una
lista (aunque, evidentemente, su crítica especie de fundamento que asegure su per-
siguió en pie), sino la pervivencia misma vivencia, su impulso vital. En efecto, mien-
del sentimiento moral, la amenaza de «des- tras que en el artículo programático «Teo-
moralización», del fin de la moral, ante la ría tradicional y teoría crítica» aún man-
furia de la lógica de la evolución social, tenía la visión materialista dialéctica de la
de la racionalización moderna. La convic- historia y confiaba, por tanto, en que la
ción materialista de que el sentimiento idea de vida buena, de sociedad racional,
moral hunde sus raíces en el suelo de la es «inmanente al trabajo humano» 35, es
historia de sufrimiento y brota espontánea- decir, brota, como el impulso moral y el
sófica», como señalan sus críticos. ¿Signi- que, según ellos, atraviesa el entero pro-
fica ello, sin embargo, como sostienen esos ceso de la Ilustración, de la racionalización
mismos críticos, que Horkheimer pierde occidental, que diría Weber, desde sus
en estos años sombríos también la con- albores en el mito («El mito es ya Ilus-
fianza en el potencial moral de la razón, tración», DI, 56) hasta la barbarie fascista,
que se entrega, junto con Adorno, a una donde culmina. La teoría crítica en cuanto
crítica tan total a la razón, a un «escep- crítica de la economía política burguesa
ticismo radical» frente a ella, que lo aboca, se generaliza y radicaliza en una crítica de
en la estela de Schopenhauer, a un «irra- la lógica que hace que no sólo la sociedad
cionalismo moral» y finalmente a un aban- burguesa capitalista, sino el entero proceso
dono de la moral en manos de la religión? 40 de «desencantamiento del mundo», de
La prueba contundente que da pie a liberación de la religión y del mito —fin
esa lectura es, como se sabe, la polémica de la Ilustración, como proclamara M.
tesis expresada por Horkheimer y Adorno Weber y aceptaban Horkheimer y Adorno
en su Dialéctica de la Ilustración según la (DI, 59)— no avance precisamente hacia
cual los escritores sombríos de la Ilustra- la realización de aquella utopía moral, de
ción, de la Modernidad, pusieron el dedo aquellos ideales que la expresaban, sino
en la llaga al proclamar provocativamente más bien —o mejor, a la vez— a su nega-
que es imposible derivar de la razón ningún ción, al triunfo del capitalismo y de su lógi-
argumento convincente a favor de la moral, ca que todo lo reduce a mercancía, al triun-
en contra de la dominación y el asesinato: fo de la razón instrumental sobre la razón
que la razón, en otras palabras, no está moral, de la necesidad sobre la libertad:
más cerca de la moral que de su nega- en una palabra, a la recaída en el mito.
ción 41. Pero ésta es una afirmación suma- Y lo mismo hay que afirmar del con-
mente compleja como para de ella deducir, trovertido capítulo de la Dialéctica dedi-
sin más, una caída en el irracionalismo cado al análisis de la cuestionable relación
moral. Pues ni la Dialéctica significa una entre Ilustración y moral (DI, 129-163). Su
descalificación a-dialéctica de la razón intención precisa no es otra que denunciar
moderna ni, más en concreto, el capítulo esa misma lógica, que hace que en la socie-
de esa obra dedicado a la moral, no casual- dad moderna, «enteramente desencanta-
mente escrito por Horkheimer, sanciona da», la razón como dominio, como auto-
una ruptura, también a-dialéctica, entre conservación o egoísmo, termine triunfan-
razón y moral, dejando a ésta en manos do sobre la utopía y el sentimiento moral,
del mero sentimiento irracional o en brazos el poder sobre la felicidad, sobre el amor,
de la religión. No son así de simples las la compasión y la solidaridad con los seres
cosas en esta obra de singular complejidad. humanos excluidos, humillados y vencidos,
En ningún texto de la Dialéctica, en con las víctimas sobre cuyos sufrimientos
efecto, ni siquiera en los más sombríos, avanza, implacable y sordo, el progreso de
podrá encontrarse una a-dialéctica nega- la modernidad. Se trata de desenmascarar
ción de la Modernidad ilustrada y de sus y denunciar —bien es verdad que de forma
ideales emancipativos que, como hemos radical, conscientemente «exagerada»,
visto, constituían la utopía moral de la pri- como el mismo Horkheimer reconocía (DI,
mera teoría crítica (cf., MMo, 140). Lo que 162)— la lógica que reduce la razón moral
Horkheimer y Adorno denuncian —como, a razón instrumental, la lógica que, bajo
por su parte, Walter Benjamin lo había el veredicto de la Ilustración, descarta y
hecho en sus famosas Tesis de filosofía de relega lo mejor del sentimiento moral: el
la historia— no es la razón como tal, sino «pathos» y la compasión, la solidaridad y
la lógica de dominación y autoconservación el amor, como un resto de «mitología»,
NOTAS
1
Cf. M. Horkheimer, Anhelo de justicia, Madrid, materialistische Dekonstruktion de Philosophie»,
Trotta, 2000, pp. 59 y ss., 235. Zeitschrift für philosopische Forschung, núm. 39, 1985,
2
Carta de 14 de febrero de 1965 recogida ahora p. 364), pero ello no da pie para hablar en él de posi-
en M. Horkheimer, Gesammelte Schriften, XVIII, tivismo ni de irracionalismo.
Frankfurt, 1996, p. 594. 12
Cf. por ejemplo su clarividente e inequívoco ar-
3
Carta a Horkheimer de 25 de febrero de 1935 tículo «Zum Rationalismusstreit in der gegenwärtigen
recogida ahora en M. Horkheimer, Gesammelte Schrif- Philosophie», en Gesammelte Schriften, III, cit.,
ten, XV, Frankfurt, 1995, p. 328. pp. 163-220.
4
Me refiero a sus escritos de juventud, M. Hork- 13
M. Horkheimer, «Anfänge der bürgerlichen Ges-
heimer, «Aus der Pubertät. Novellen und Tagesbuch- chichtsphilosophie» (1930), en Gesammelte Schfhriften,
blätter», en Gesammelte Schriften, I, Frankfurt, 1988. II, Frankfurt, 1987, p. 240 (trad. cast. «Los comienzos
5
M. Horkheimer, «Traditionelle und Kritische de la filosofía burguesa de la historia», en M. Hork-
Theorie» (1937), en Gesammelte Schriften, IV, Frank- heimer, Historia, metafísica y escepticismo, Madrid,
furt, 1988, p. 216 (trad. cast. M. Horkheimer, Teoría Alianza, 1982, pp. 86 y ss.). En el mismo sentido, «Zu
tradicional y teoría crítica, Barcelona, Paidós, 2000, Theodor Haecker...», cit., p. 100.
p. 77. En adelante citaré por esta edición). 14
Aunque no hace referencia explícita a los clásicos
6
M. Horkheimer, «Materialismus und Moral» pasajes de la Fundamentación de la metafísica de las
(1933), en Gesammelte Schriften, III, Frankfurt, 1988, costumbres y de la Crítica de la razón práctica, es evi-
p. 116 (trad. cast. «Materialismo y Moral», en M. Hork- dente que Horkheimer lo toma de la filosofía práctica
heimer, Materialismo, metafísica y moral, Madrid, Tec- de Kant, no de la alternativa «teoría de los sentimientos
nos, 1999, p. 109. En adelante citaré por esta edición morales» de Shaftesbury, Hutcheson o Hume, aunque,
en el cuerpo mismo del texto con la sigla MMo y la como Kant, reconozca su momento crítico frente al
referencia de página). dogmatismo racionalista [cf. «Inmanuel Kant — zum
7
M. Horkheimer, «Materialismus und Metaphysik» 150. Todestag» (1955), en Gesammelte Schriften, VII,
(1933), en Gesammelte Schriften, III, cit., p. 81 (trad. Frankfurt, 1985, p. 37].
cast. «Materialismo y Metafísica», en M. Horkheimer, 15
H. Schnädelbach, «Max Horkheimer und die
Materialismo, metafísica y moral, cit., p. 61. En adelante Moralphilosophie des deutschen Idealismus», en
citaré por esta edición en el cuerpo mismo del texto A. Schmidt y N. Altwicker (eds.), Max Horkheimer heute:
con la sigla MMe y la referencia de página). Werk und Wirkung, Frankfurt, 1986, p. 61.
8
M. Horkheimer, «Bemerkungen zur philosophis- 16
«Phänomenologische Wertphilosophie...», cit.,
chen Anthropologie» (1935), en Gesammelte Schriften, p. 143.
III, cit., p. 256 (trad. cast. «Observaciones sobre la 17
Hay en la ética materialista de Horkheimer, sin
antropología filosófica», en M. Horkheimer, Teoría crí- duda, una componente decisionista, en la medida en
tica, Buenos Aires, Amorrortu, 1974, p. 56, por la que que la ética no descansa para él en ninguna metafísica
cito). (o teología) ni se sigue de la sola razón. Pero esa com-
9
«La verdad eterna —afirma Horkheimer en ponente no implica en modo alguno que quede aban-
1936— tiene sin Dios tan poco fundamento y sostén donada a lo irracional o meramente emocional. «Hork-
como el amor infinito» («Zu Theodor Haeckers Der heimer se opone sólo a las pretensiones excesivas, es
Christ und die Geschichte», en Gesammelte Schriften, decir, idealistas, de fundamentación» (H. Schnädel-
IV, cit., p. 100). bach, «Max Horkheimer und die Moralphilosophie...»,
10
Crítica que venía haciendo desde los años veinte cit., p. 65). Su posición estaría, pues, entre el irra-
frente al potencial emancipador de la filosofía práctica cionalismo y la fundamentación fuerte racional, más
de Kant (cf. «Phänomenologische Wertphilosophie en sintonía con la «fundamentación débil» de la moral
und Kants praktische Philosophie: Ethik als Harmo- que ha propuesto A. Wellmer frente al propio Haber-
nisierung der Gegenwart oder Gestaltung der Zu- mas (cf. Ética y diálogo, Barcelona, Anthropos, 1994).
kunft» (1926), en M. Horkheimer, Gesammelte Schrif- 18
H. Schnädelbach, ibid., p. 61.
ten, XI, Frankfurt, 1987, pp. 142 y ss.). 19
Ibid., p. 62.
11
Como sostiene Th. McCarthy, «On the idea of 20
R. Mate, La razón de los vencidos, Barcelona,
a Critical Theory and its Relation to Philosophy», en Anthropos, 1991, p. 145.
D. C. Hoy y Th. McCarthy (eds.), Critical Theory, Cam- 21
M. Horkheimer, «Dämmerung» (1926-31), en
bridge, 1994, p. 27. Interpretación que es aceptada en Gesammelte Schriften, II, Frankfurt, 1987, p. 371 (trad.
los círculos de la segunda teoría crítica sin reservas. cast. Ocaso, Barcelona, Anthropos, 1986, p. 83). Esta
Es verdad que Horkheimer tiende a identificar fun- idea atraviesa los escritos de Horkheimer como un
damentación racional con fundamentación absoluta, motivo crítico fundamental. Por eso, en la ausencia
como ha señalado con acierto H. Brunkhorst («Dia- de este sentimiento de compasión, en la insensibilidad
lektischer Positivismus des Glücks. Max Horkheimers frente al sufrimiento de los otros, sobre todo de «los
49
Sostener que la moral del último Horkheimer 54
W. Benjamin, «Goethes Wahlverwandschaften»,
presupone el «concepto ontológico de transcendencia», en Gesammelte Schriften, I/1, Frankfurt, 1974, p. 201.
como hace Habermas («Sobre la frase...», cit., p. 139), En esta decidida orientación del anhelo de justicia,
contradice la posición materialista fundamental de como del sentimiento moral, hacia los otros, los exclui-
aquél según la cual en ese concepto «habita ya la men- dos histórica o definitivamente de la felicidad, se dis-
tira» (AJ, 222; cf. 226). No se puede afirmar, por tanto, tancia la moral materialista de Horkheimer significa-
que Horkheimer cae en una heteronomía preilustrada, tivamente de la moral de la compasión de su mentor
como interpreta R. Vargas Machuca, «Ética y marxis- Schopenhauer, en la que la solidaridad no implica tanto
mo», en V. Camps y otros (eds.), Concepciones de la el cumplimiento de la justicia cuanto la disolución de
ética, Madrid, Trotta, 1992, pp. 218 y ss. los individuos. Y también, por supuesto, del «senti-
50
Si su materialismo no tuviera, como hemos podi- miento de solidaridad» reivindicado por el actual neo-
do comprobar, un sentido crítico y contrafáctico frente pragmatismo (cf. R. Rorty, Contingencia, ironía y soli-
al desafío de cada situación histórica, Horkheimer daridad, Barcelona, Paidós, 1989, pp. 207 y ss.) que
habría identificado con esta argumentación, que repite más bien está impulsado por una dinámica etnocén-
literalmente, como podemos comprobar, la empleada trica, contraria a aquella orientación del sentimiento
en la primera etapa contra la moral metafísica, idealista moral. En esa orientación, la ética materialista de
(cf. MMo, 134), su propia ética materialista con el Horkheimer bebe más de la «otra» fuente que está
relativismo moral del positivismo y pragmatismo, lo en su origen, de la pasión por la justicia del mejor
que, evidentemente, no es el caso. judaísmo.
51
En mi introducción a Anhelo de Justicia (cit., 55
Pienso, por ejemplo, en las reivindicaciones de
pp. 29 y ss.) he precisado el sentido de esta inquietante la teología política (J. B. Metz, «Religión und Politik
reivindicación de Horkheimer frente a sus críticos y an den Grenzen der Moderne», en Zum Begriff der
apologetas. neuen politischen Theologie, Mainz, 1997, pp. 176 y ss.)
52
Th. Adorno, Minima moralia, Caracas, Monte y de la fuente judía del pensamiento occidental (R.
Ávila, 1975, p. 108. Mate, Memoria de occidente, Barcelona, Anthropos,
53
«La praxis ha de ser tal —afirma Horkheimer, 1997).
interpretando así a Kant— que no se pueda concebir 56
Por ejemplo, F. Fernández Buey, «Barbarie, tole-
que no existe el Absoluto» [«Inmanuel Kant — zum rancia, igualdad en la diversidad», en M. Cruz (comp.),
150. Todestag» (1955), en Gesammelte Schriften, VII, Tolerancia o barbarie, Barcelona, Gedisa, 1998, pp. 115
Frankfurt, 1985, p. 40]. Esta idea del impulso moral y ss.
como negación de la injusticia, medular, como vemos, 57
«Sobre la frase...», cit., pp. 145 y ss.
en la teoría crítica, no se halla lejos del «imperativo 58
También Habermas ha tomado nota de ese límite
de la disidencia» propuesto por J. Muguerza como y de la aporía que representa a raíz de las críticas
alternativa a la fundamentación racional de la moral, que le han venido de parte de teólogos críticos (cf.
de los derechos humanos («La alternativa del disenso», «¿Afectan las objeciones de Hegel contra Kant también
en Ética, disenso y derechos humanos, Madrid, 1998, a la ética del discurso?», en Aclaraciones a la ética
pp. 11-84, esp. 58 y ss.). del discurso, Madrid, Trotta, 2000, p. 32).