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Compasión, política y memoria

El sentimiento moral en Max Horkheimer


JUAN JOSÉ SANCHEZ

«Mientras la moral tenga una razón de ser, habitará en ella la


compasión»
M. Horkheimer

RESUMEN. La reivindicación del senti- ABSTRACT. The claiming for the moral
miento moral en el pensamiento materia- sentiment (feeling) in the materialist
lista de M. Horkheimer adquiere nueva thought of M. Horkheimer becames a new
relevancia en el actual debate sobre los significance in present discussion about the
fundamentos y la motivación de la acción foundation and the motive of moral action.
moral. Pero esa relevancia se malograría But this significance would disappoint if
si fuera interpretada en un sentido con- it was interpreted in a sense opposite to
trario a su genuina intención. Ella no está, its very intention. Indeed, its signficance
en efecto, en abrir la puerta a un irracio-
don’t reside neither in opening the door
nalismo romántico ni en proponer un
to a romantic irrationalismus nor in pro-
retorno a una fundamentación premoder-
pose a return to a premodern, metaphy-
na, metafísica o teológica, de la moral, anti-
cipándose a buena parte del actual pen- sical or theological, foundation, advancing
samiento neoconservador. Su originalidad the purpose of the present neoconsevative
y relevancia radican más bien en que el thought. Its originality and significance
planteamiento materialista de Horkheimer reside rather in fact that the materialist
incita a una decidida superación de las conception of moral sentiment (feeling) by
morales idealistas, formales y abstracta- Horkheimer incite to surpass the idealist,
mente universales, es decir particulares, formal, and particular moral toward a pos-
hacia una moral postidealista de la com- tidealist moral of compassion and universal
pasión y la justicia universal. justice.

La reivindicación del sentimiento moral en su recurso al sentimiento moral, unido


el pensamiento materialista del fundador —para agravar más la cosa— a la apelación
de la Escuela de Frankfurt, Max Horkhei- a su momento teológico, un apoyo al punto
mer, parece adquirir relevancia en el mar- de vista moral del pensamiento neocon-
co del actual debate sobre los fundamentos servador comunitarista. Su singular rele-
y las motivaciones de la acción moral. Pero vancia no está, en efecto, en abrir la puerta
esta sorprendente actualidad corre un a un irracionalismo romántico ni en pro-
serio peligro: la de ser interpretada en un poner un retorno a una fundamentación
sentido contrario a su genuina intención. premoderna, preilustrada, de la moral,
Tal sería el caso, por ejemplo, de ver en sino en incitar a una superación dialéctica

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de las morales actuales más decididamente pre la esperanza en una justicia consuma-
modernas, racionales y críticas, por ser aún da 1, y su amigo Adorno lo corroboraba
excesivamente formales, idealistas, y abs- en una carta abierta dirigida a él, al recor-
tractamente universales, es decir, particu- dar la actitud que le distinguía, incluso
lares. La rehabilitación del sentimiento frente a él mismo y sus inquietudes esté-
moral en Horkheimer apunta a una ética ticas: «Lo primario en ti fue la rebelión
postidealista de la compasión y la justicia contra la injusticia» 2. Esta pasión atraviesa
universales. también su pensamiento de principio a fin
como un impulso moral. Uno y otro unidos
constituyen lo que Adorno identificó como
El impulso moral básico: «el motivo central» de su pensamiento: «la
Felicidad propia, sufrimiento de los otros salvación de lo que carece de esperanza» 3,
el mismo impulso que movía también su
El pensamiento de Horkheimer arranca de propio pensamiento (y el de Walter Ben-
una experiencia básica que marcó desde
jamin, en el que se inspiraba).
muy pronto su conciencia y que se con-
Esa pasión, ese impulso moral básico,
vertiría para él en impulso inagotable y
se expresó, en efecto, en los dos momentos
determinante: la experiencia de la propia
constitutivos de su primer pensamiento: la
felicidad entreverada con la experiencia
rebelión contra el sufrimiento y la exclusión
del sufrimiento de los otros, más concre-
tamente, la experiencia de la propia feli- de la felicidad y la compasión con las víc-
cidad edificada sobre el sufrimiento de los timas 4. Y es ese impulso el que llevó a
otros. Fue una experiencia personal que su pensamiento a hacerse materialista, a
generó en él una conciencia infeliz, inquie- hacerse cargo del sufrimiento de los otros
ta y desgarrada, pero que pronto pudo arti- y de la raíz que lo generaba. Sus escritos
cular en su pensamiento como experiencia de los años veinte, apenas tenidos en cuen-
de una contradicción fundamental, del pre- ta en su interpretación, muestran clara-
cio de la propia felicidad, de la mano de mente ese camino de su pensamiento hasta
la metafísica pesimista y la ética de la com- culminar en su proyecto de materialismo
pasión de Arturo Schopenhauer, una de interdisciplinar, que inauguraría el paradig-
las primeras lecturas, junto con escritores ma de la teoría crítica. En ellos, aquella
críticos de la burguesía como Strindberg, contradicción fundamental aparece iden-
Ibsen y Tolstoi, que cayó en sus manos. tificada ya históricamente como contradic-
Y la conciencia de esa contradicción fun- ción de la sociedad burguesa capitalista,
damental, del malum metaphysicum, des- y su pensamiento, amasado en la metafísica
pertó en él una especial sensibilidad para de Schopenhauer, en las críticas de Kant,
con el sufrimiento ajeno, para la desdicha en la filosofía social de Hegel y, finalmente,
de los otros, que se convertiría en un per- en el materialismo histórico de Marx, rea-
manente móvil, en impulso moral de su liza una ruptura significativa, un cambio
pensamiento, e incluso en criterio de su de paradigma desde una «filosofía de la
sentido y verdad. identidad», propia del formalismo e idea-
Esa especial sensibilidad estuvo además lismo de la filosofía moderna y contem-
desde un principio alimentada, y signifi- poránea, a una «fenomenología históri-
cativamente modulada, por otra fuente en co-material» hasta culminar en una «teoría
la que fue socializado desde el hogar: la crítica-materialista de la sociedad», movi-
experiencia y el mundo simbólico de la reli- da por aquel impulso moral, por «el interés
gión judía. Como más tarde él mismo en la eliminación de la injusticia social
recordaría, judaísmo significó para él siem- dominante» 5.

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Materialismo y moral idealista: verdad, en cuanto en ella se contiene una


Contra el engaño del fundamentalismo denuncia de esa misma irracionalidad —la
racionalista irracionalidad de «la ley natural del bene-
ficio económico» (MMo, 111)— y un
Es precisamente ese impulso moral el que genuino impulso moral que lleva a «la
lleva al materialismo de Horkheimer a des- transformación de esta sociedad» (ibid.,
plegarse ante todo como crítica radical a 118), a su superación en una sociedad
la moral dominante, a la moral idealista de racional en la que ella misma, esa moral
la modernidad como ideología de la socie- idealista, pierda su razón de ser porque
dad burguesa y, más concretamente, a los su verdad se ha materializado, se ha cum-
intentos conservadores de fundamentación plido en ella (cf. ibid., 119-124).
inmanente, pero metafísica, de la moral en En ningún momento cayó Horkheimer
la filosofía moral material y de los valores, en la tentación de reducir la moral a mera
como último bastión de aquella sociedad, ideología o de engullirla en una filosofía
ya decadente, frente al sentido peligro de afirmativa de la historia, como sucedía en
relativismo moral desencadenado por la «metafísica histórica» de Hegel, donde,
Nietzsche. Esta crítica radical, sin conce- a diferencia de la filosofía abierta de Kant,
siones, ha llevado a pensar que la moral, ya no jugaba ningún papel decisivo en
en efecto, no juega ningún papel relevante cuanto «fuerza que impulsa hacia delante»
en la primera teoría crítica, que más bien (ibid., 127), o como no menos sucedía en
queda reducida, como en el materialismo el marxismo establecido, e incluso en bue-
histórico que pretende actualizar en la nue- na parte del marxismo crítico del momen-
va constelación histórico-social, a mera to: «La moral —escribe— no es rechazada,
ideología de la sociedad burguesa capita- de ningún modo, por el materialismo...
lista. Y que, en todo caso, con esta crítica como pura ideología en el sentido de falsa
Horkheimer rompe todo lazo entre razón conciencia. Es un fenómeno humano que
y moral y se entrega en manos de un sen- no se superará mientras dure la época bur-
timiento irracional amasado en la metafísica guesa» (ibid., 113). En este punto fue,
de la voluntad de Schopenhauer. como en otros fundamentales, que vere-
Pero esta lectura pasa demasiado depri- mos, consecuentemente kantiano, incluso
sa por encima del sentido de la crítica mate- yendo más allá de Kant.
rialista de Horkheimer. Es verdad que éste Porque, aun aceptando el momento de
desenmascara la moral kantiana y su verdad del impulso moral contenido en su
núcleo, el imperativo categórico, como filosofía práctica, Horkheimer rechaza con-
«expresión perfecta, fiel reflejo de su tiem- tundentemente la transfiguración raciona-
po», es decir, como ideología de la moderna lista, idealista, que sufre ese impulso moral
sociedad y economía burguesa, en la medi- en su filosofía. Que la moral sea un «hecho
da en que ignora o no toma conciencia de la razón pura» y que se imponga como
de su enraizamiento material y por eso «imperativo categórico», absoluto, no es
encubre y legitima la escisión real entre para él sino una falacia, pura ilusión, y,
individuo y sociedad, entre intereses indi- como ya viera y denunciara Schopenhauer,
viduales y bien común, entre felicidad y un resto teológico secularizado: una «exi-
deber, escisión en la que consiste su «irra- gencia absoluta» sólo puede «fundamen-
cionalidad» y que origina «el sufrimiento tarse con sentido mediante la creencia en
de la mayoría de los hombres» 6. Pero esta una conciencia absoluta» 7, es decir, en la
crítica ideológica no impide a Horkheimer aceptación, explícita o implícita, del «su-
en absoluto reconocer, al mismo tiempo, puesto teísta» 8, pues, en el fondo, el teísmo
en esa moral un momento fundamental de es la esencia secreta de toda metafísica 9.

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Todos los intentos de fundamentación últi- Ciertamente, hay que reconocer que la
ma de la moral que no se apoyen en ese radicalidad de su crítica materialista a todo
supuesto monoteísta descansan por eso, intento de fundamentación o racionaliza-
para él, en pura armonía ilusoria. Y ésa ción de la moral puede inducir a pensar
es la debilidad del proyecto kantiano de en tal ruptura. Pero lo decisivo es deter-
fundamentación racional de la moral. minar bien el sentido de esa crítica. Y éste
Pero esta debilidad afecta sobre todo es inequívoco. Lo que el materialista Hork-
a los intentos conservadores, antes men- heimer critica no es, en efecto, la presencia
cionados, de fundamentación metafísica de de la razón en la moral ni el lazo entre
la moral y de los valores en Hartmann y una y otra, sino la pretensión —el mito—
Scheler, porque en ellos, a la ilusión armo- racionalista de identificar la una con la
nizadora denunciada, se suma una sospe- otra, los intentos de «mistificación» del
cha más intensa de «engaño» que los con- impulso moral, de transfigurarlo mediante
vierte en manifiesta ideología, en un inso- su fundamentación racional o metafísica, en
portable «sarcasmo» a los hombres que cuanto encubren su raíz en la historia de
sufren, porque encubren y legitiman la sufrimiento de los hombres e impiden que
praxis real que origina su sufrimiento e se manifieste como lo que es: el impulso
impide que se cumpla el infinito «anhelo de rebelión contra la injusticia y de com-
de felicidad» que los constituye, a ellos y pasión con sus víctimas, legitimando de este
a todos los seres finitos (MMe, 94) 10. A modo la irracionalidad existente. Por eso,
la vista de estos intentos manifiestamente su crítica sin concesiones a esos intentos
ideológicos de «evasión metafísica», Hork- estuvo acompañada siempre de una crítica
heimer denuncia enérgicamente todo no menos radical al irracionalismo o emo-
intento de fundamentación última racional tivismo, por cuanto también ellos deshis-
torizan y desmaterializan, y así desfiguran,
de la moral como una ilusión y un sarcasmo
el impulso moral, de espaldas a su raíz
a los hombres de cuya historia de sufri-
material 12. La moral, es verdad, no se deja
miento brota el genuino impulso moral,
para Horkheimer fundamentar racional-
que ese intento pretende derivar, como exi-
mente, pero no por ello queda abandonada
gencia absoluta, de la pura razón o del
a la mera intuición o emoción. Raciona-
cielo platónico (MMe, 68s.).
lismo e irracionalismo no son para él sino
¿Significa esta crítica, esta negación, un
dos caras del mismo proceso ideológico.
rechazo a toda presencia de la razón en El impulso moral se resiste a ser absorbido
la moral, a todo lazo entre ambas y, por por la razón, pero no por ello es un impulso
tanto, un «salto» desde «la ausencia de ciego. No se fundamenta ni justifica, pero
motivaciones puramente racionales —es sí se explica y se entiende, dice Horkhei-
decir, no empíricas— para la moralidad mer, «a partir de las condiciones de su sur-
a la ausencia de toda justificación racional gimiento», es decir, desde la historia, desde
de sus exigencias básicas» 11? Con otras la base material de donde brota (MMe, 64;
palabras, ¿significa esa negación una caída MMo, 131), y desde ahí se descubren tam-
de Horkheimer, y por cierto ya del primer bién «sus razones».
Horkheimer, en el irracionalismo, adelan-
tando acaso el escepticismo radical frente
a la razón y su potencial moral que la A la base de una moral materialista:
segunda generación de la teoría crítica ve El sentimiento moral
—y critica— en su última etapa, tras el
punto de inflexión que significaría la Dia- La moral, en efecto, no deriva para Hork-
léctica de la Ilustración? heimer de la razón, como para Kant y para

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todos los intentos de su actualización, vida feliz de todos los hombres» (ibid.),
como es el caso, concretamente, de la ética y ahí está su racionalidad y su carácter
del discurso o comunicativa de Habermas. moral. El sentimiento es moral, en efecto,
El impulso moral brota para él más bien, no porque sea sentimiento, irracional, sino
como venimos viendo desde los primeros —dice lúcidamente Horkheimer— porque
momentos de su pensamiento, del suelo «difiere de la lógica dominante», de la «ley
de la historia, de la experiencia del sufri- natural del egoísmo y el interés económi-
miento que trunca el anhelo —y «el dere- co» (ibid., 134), y se rebela contra ella
cho»— de felicidad de los seres humanos como contra la irracionalidad que origina
finitos y perecederos. La moral hunde sus el sufrimiento de las mayorías. Y en esa
raíces en el mismo suelo, en la misma his- medida es racional y pone en movimiento
toria de sufrimiento de la que brotaron a la razón. Ésta es genuinamente racional
los anhelos de felicidad, la «exigencia de cuando está atravesada por ese movimien-
justicia plena, consumada», que un día to, por el «interés» que expresa, cuando
tomaron cuerpo y se guardaron en la reli- es razón moral, razón «paciente», razón
gión 13. En el fondo, el mismo impulso de solidaria con las víctimas de la irraciona-
rebelión y la misma exigencia de justicia lidad de la razón dominante. El sentimien-
que ahora, despojados de su halo religioso, to moral no es en Horkheimer irracional,
se expresan en el impulso moral. sino racional «de otro modo» a como lo
Este impulso moral no es un imperativo es la razón dominante, que no habla a favor
de la razón, pero tampoco es un impulso de la moral, que no señala en la dirección
ciego, irracional. El impulso que brota de en la que impulsa hacia delante el sen-
esa experiencia material es, dice Horkhei- timiento moral, sino en el sentido del
mer, un «sentimiento moral» (ibid., 127), egoísmo y del poder. El sentimiento moral
la conciencia sensible «afectada» por la no se da de espaldas a la razón, pero sí
experiencia del sufrimiento de los exclui- implica una «ampliación de la razón»
dos de la felicidad, de las víctimas de la (MMo, 128) hacia una razón materialista
irracionalidad dominante. Horkheimer a la que pertenece, como meollo sustan-
rescata el concepto kantiano de «senti- cial, el propio sentimiento moral, el impul-
miento moral» 14, pero, una vez más, so histórico, a la vez que incondicional,
haciendo de él una lectura materialista. En de justicia plena, consumada, que lleve a
el origen de la moral no está la razón, como cumplimiento el anhelo de felicidad de
en la moral idealista, sino el sentimiento, todos los seres finitos.
el «pathos», la solidaridad básica con los Con la reivindicación del sentimiento
otros seres humanos, en cuanto dignos de moral como base de una moral materialista
la felicidad pero excluidos de ella. No es, progresista Horkheimer «destrona» a la
como en Kant, una facultad de la razón razón de la moral, la abaja y relativiza,
que inclina a obrar según el deber, pero pero no para dar la palabra a su contrario,
tampoco es un mero afecto irracional, sino tan falso y engañoso como ella, el irra-
una afección de la conciencia sensible cionalismo (emotivismo o decisionismo),
mediada por el reconocimiento de los otros sino para «ir más allá de ella», como la
seres finitos en su dignidad herida, en su moral kantiana impulsaba más allá de ella
humanidad negada. El sentimiento moral hacia una sociedad racional y humana. «El
ve a los seres finitos no como «sujetos eco- paso de Kant a Schopenhauer es para
nómicos», sino como «posibles miembros Horkheimer —afirma certeramente un
de una humanidad feliz» (ibid., 136). Es, excelente conocedor de su filosofía
por tanto, un sentimiento volcado hacia moral— un avance en la autoilustración
los otros y hacia el futuro, hacia «una futura de la razón, no un retroceso al irraciona-

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lismo» 15. Un avance, habría que añadir, justificación o fundamentación» (ibid., 136;
también más allá de Schopenhauer. cf., MMe, 94s.) 17. Pero la conciencia de
La moral en Horkheimer, se dice, no ese derecho se da de bruces para el mate-
es deontológica, racionalista y universalis- rialista con la experiencia de la injusticia
ta, y ciertamente no lo es en el sentido dominante que lo frustra y lo niega para
en que lo es la moral idealista. Pero hay la mayor parte de la humanidad, y es de
en esos rasgos un momento de verdad que esta experiencia de contraste, como vimos,
sí comparte la moral materialista, y que de donde brota el sentimiento moral como
indican el sentido en que ésta propone y impulso de rebelión y como solidaridad con
significa su superación. esos excluidos de la felicidad. La moral
La moral materialista no es deontológica materialista es eudemonista, pero no en el
sino eudemonista. En su base no hay un sentido utilitarista o pragmatista, que gira
mandato, una exigencia absoluta que des- en torno al propio sujeto —ahora de nuevo
cienda de lo alto o se imponga desde la sospechosamente actual—, sino en el mejor
conciencia. La moral materialista es, en este sentido materialista del derecho de todos
sentido, radicalmente postmetafísica y anti- a la felicidad que da la primacía al derecho
fundamentalista. Las obligaciones, dice pendiente de los excluidos de ella. El sen-
Horkheimer, de acuerdo con Schopen- timiento moral es, decíamos, un sentimien-
hauer, «se remontan a mandatos», en últi- to volcado sobre los otros. Y ahí conserva,
mo término religiosos, que no existen. como veremos más adelante, el momento
Detrás de la moral no hay ninguna «ins- de verdad de la incondicionalidad de la
tancia suprahistórica»: «El materialismo
moral deontológica.
—declara Horkheimer contra toda meta-
Ese momento, en efecto, va ligado al
física, expresa o larvada— no encuentra
carácter universal de la moral, y éste se
ninguna instancia transcendente a los hom-
cumple en la moral materialista también
bres que permita distinguir entre altruismo
de un modo original. El sentimiento moral,
y afán de lucro, entre bondad y crueldad,
decía Horkheimer, desea «a todos, en la
entre egoísmo y autoentrega. También la
medida en que son hombres», el cumpli-
lógica permanece muda, no reconoce a la
intención moral ninguna primacía» (ibid., miento de su constitutivo anhelo de feli-
134). ¿Qué hay, pues, en la base de la cidad y el pleno desarrollo de sus poten-
moral, del sentimiento moral? Hay una cialidades. El sentimiento moral apunta «a
«evidencia» que se impone al sentimiento una humanidad feliz» (MMo, 136). Pero
moral también como un «hecho», pero esta justamente por eso es estrictamente indi-
vez no como un hecho de la razón, que vidualista; no, claro es, una vez más, en
no se da, sino como un «hecho natural»: sentido utilitarista o pragmatista, sino en
la aspiración de los hombres, de todos los el mejor sentido kantiano de que ninguna
seres vivientes, a la felicidad. Evidentemen- totalidad, sino sólo los individuos, finitos
te, tampoco de este hecho deriva la exi- y perecederos, merecen «el honor de valer
gencia ética. La moral materialista no cae como objetivo absoluto», como fin (ibid.,
en otra falacia naturalista. La exigencia éti- 126). Ahora bien, es por esta misma razón
ca brota del reconocimiento de esa aspira- por la que el sentimiento moral y con él
ción como «un derecho» y, como escribía la moral materialista están volcados sobre
en un texto anterior, de «la sola fe en nues- los otros, sobre los excluidos de la felicidad.
tra responsabilidad» 16 para con él: al sen- Porque la moral ha de regir para todos
timiento moral —dice sobriamente Hork- es por lo que el sentimiento moral está
heimer— «le parece que todos los seres volcado sobre los otros, por lo que da prio-
vivientes tendrían un derecho a la felicidad, ridad a los que no gozan de su derecho
y no pregunta en lo más mínimo por su a la felicidad, a las víctimas de la realidad

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inmoral. Mientras existan excluidos, lo miento y sinsentido que frustra el anhelo


moral no coincide con lo universalmente de felicidad de las mayorías, se expresa
válido y aceptado. La universalidad de la ante todo como compasión. Com-pasión
moral se cumple a través de la parcialidad o conciencia sensible de solidaridad básica
del sentimiento moral a favor de los exclui- con los que soportan el peso de la historia
dos de esa universalidad. La moral mate- de progreso y felicidad y no son sujetos
rialista es universalista siendo partidaria. de moral, «legisladores» como requería
Y es, finalmente, por este mismo motivo Kant, sino objetos sometidos al poder natu-
por lo que el sentimiento moral se desvía ral, al caos, a la irracionalidad: «Vemos
de la «ley natural» del egoísmo y no coin- a los hombres no como sujetos de su des-
cide sin más con la razón. Mientras haya tino, sino como objetos de un ciego acon-
excluidos de la felicidad la razón no será tecer natural, y la respuesta del sentimien-
universal y, consiguientemente, lo moral to moral es la compasión» (MMo, 137s.).
en el sentimiento moral no coincidirá con El sentimiento moral no brota de la
lo racionalmente fundamentado, sino más razón abstracta, sino del suelo de la his-
bien con el impulso que lleva a esa razón toria. Por eso se entiende, dice Horkhei-
más allá de sí misma hacia un futuro feliz mer, que este sentimiento básico de la
para todos. Como afirma Schnädelbach, compasión apenas juegue un papel rele-
«lo moral en la moral es precisamente lo vante en la ética de Kant. Embriagado
no fundamentable» 18. Por eso, la moral como estaba con el fulgor optimista de los
tiene lugar para Horkheimer sólo allí don- comienzos de la modernidad ilustrada,
de los hombres se atienen a «los sentimien- Kant pudo aún esperar del «progreso inin-
tos de indignación, compasión, amor y soli- terrumpido de la libre competencia» el
daridad» (ibid., 64) sin necesidad de apelar cumplimiento del derecho universal a la
a una razón absoluta que los fundamente, felicidad (ibid., 138). Menos se entiende
más aún, «precisamente cuando no hay ya que Marx, y sobre todo el marxismo
suficientes motivos racionales para sentir establecido, pasaran por encima de él con
de ese modo» 19. La moral materialista no demasiada rapidez, movidos más por la
es racionalista, pero en cuanto tal impulso lógica del poder o por una dialéctica dog-
—y sólo en ese sentido— el sentimiento mática que por el «pathos» del sufrimiento
moral es genuinamente racional. Es racio- de los excluidos de la felicidad. Pero ni
nal negativamente, en cuanto crítica del siquiera en tiempos de Kant, incide cer-
«mito racionalista» de que lo racionalmen- teramente Horkheimer, «era separable la
te establecido, lo que «tiene poder», es ya compasión de la moral» (ibid., 138). Mien-
lo bueno (ibid., 153). tras la moral tenga «una razón de existir»,
En una realidad histórica y social que es decir, mientras la historia sea para una
excluye de la felicidad a la mayor parte mayoría de la humanidad historia de sufri-
de la humanidad, el sentimiento moral se miento y esas mayorías queden fuera de
expresa y actualiza por eso, para Hork- la felicidad, en ella «habitará la compa-
heimer, fundamentalmente en dos formas sión» (ibid., 139). La compasión no está
históricas: la compasión y la política. sólo en el origen de la moral, en su base,
como el humus que abre su espacio. En
cuanto sentimiento de solidaridad con los
Una ética compasiva: La solidaridad seres humanos excluidos de la felicidad y
con las víctimas de la irracionalidad por tanto heridos, negados en su huma-
nidad, en su dignidad, es un impulso que
El sentimiento moral, que brota, según la atraviesa de parte a parte, mientras tenga
hemos visto, de la experiencia de sufri- razón de existir. La moral materialista es

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constitutivamente moral compasiva. La serio el imperativo kantiano de valorar al


compasión no es un «complemento» de la hombre como fin, no como medio, y por
moral, un añadido a la justicia, como «cui- eso se aferra a —y afirma— su anhelo de
dado» ofrecido a los sujetos vulnerables felicidad y se rebela ante la realidad irra-
y vulnerados. La compasión es una dimen- cional que lo frustra; de este modo abre
sión constitutiva de la moral materialista la moral, a través del camino de una soli-
que hunde sus raíces en la historia y se daridad asimétrica, partidaria, al horizonte
hace cargo de la injusticia y el sufrimiento, de una genuina universalidad sin exclusio-
que no sólo vulneran a algunos individuos nes. El sentimiento de la compasión impi-
de la comunidad humana, sino que los de así, finalmente, que la moral idealista
excluye de esa comunidad y niega su huma- confunda lo racionalmente fundado sin más
nidad. En ese sentido, la compasión abre con lo justo y lo bueno y obliga a la razón
la moral, como muy bien ha visto R. Mate, a hacerse material y crítica, y a la moral
a una genuina intersubjetividad, que, a la a ser moral política, praxis histórica. La
vista de la asimetría de la realidad irra- moral compasiva es por eso, dice Hork-
cional excluyente, no puede ser sino «asi- heimer, una moral política.
métrica» 20. El olvido de este momento
básico, de esa dimensión fundamental,
reduce peligrosamente la moral a un Una moral política:
acuerdo entre los felices, a «ideología de El futuro de una humanidad feliz
la relativa prosperidad» 21, negando la
genuina universalidad, es decir, su verdad. El sentimiento moral se hace política por-
Pero el sentimiento moral de la com- que, como veíamos, desea a todos los hom-
pasión no sólo está en el origen de y acom- bres una vida feliz (ibid., 136), y justamente
paña a la moral mientras tenga una razón ése es, dice Horkheimer con todos los
de existir, sino que incluso —afirma Hork- grandes filósofos morales, el fin de la polí-
heimer— «puede sobrevivirla», pues el tica (ibid., 139). La moral materialista es,
humus del que brota, el «sufrimiento y la frente a toda moral formalista, una moral
muerte», sigue presente en la naturaleza, del bien, de la vida buena. Es una ética
en el mundo animal, y la solidaridad de material, pero no una ética de la Sittlichkeit,
los hombres es sólo «una parte de la soli- una ética afirmativa, sino una ética crítica
daridad de la vida como tal» (MMo, 139). y negativa de la vida buena.
Hay una comunidad básica de vida entre Más arriba veíamos cómo Horkheimer
los seres humanos y los animales, que hizo desde muy pronto una lectura mate-
Schopenhauer acertó a desvelar y reivin- rialista de la ética kantiana, reivindicando
dicar: un «parentesco entre su felicidad y en ella la importancia de la praxis trans-
su sufrimiento y la vida de los animales» formadora frente a los intentos conserva-
(ibid.). Y de esa comunidad brota de forma dores, y reaccionarios por irracionales, de
natural aquel sentimiento de solidaridad, establecer una ética material de los valores
de compasión, también básica, a la vista por parte de Hartmann y Scheler para fre-
de la vida truncada en los otros seres nar el peligro de relativismo moral desen-
finitos. cadenado por la crítica radical de Nietzs-
El sentimiento de la compasión es la che. Para Kant, reconocía Horkheimer, la
base y a la vez la expresión de la moral realización de la moral no era en modo
materialista en cuanto moral eudemonista, alguno una ilusión, sino «la finalidad de
moral de la felicidad y la vida lograda. El la política» (ibid., 122). Este reconocimien-
sentimiento de la compasión quiere tomar to iba, sin embargo, acompañado de una
absolutamente —incondicionalmente— en crítica abierta y decidida al idealismo y al

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optimismo de Kant, quien, lo mismo que MMo, 155). El interés es histórico y con-
pudo desplegar su ética al margen de la tingente, pero al convertirse en impulso
compasión, pensó «el futuro de una huma- de la razón, al ser «heredado» por la teoría,
nidad feliz», del reino de los fines, como queda ligado a las ideas de la Modernidad,
actualización de la utopía burguesa. Y ahí libertad, igualdad y justicia, como rasgos
se equivocó. A Kant le faltó «una teoría de la «sociedad racional» que la moral «an-
materialista de la sociedad» (ibid., 123). ticipa como necesaria orientación» de la
Eso es justamente lo que pretende ser praxis, como horizonte de universalidad
su teoría crítica. En ésta, decíamos, no (ibid., 140). Pero queda ligado crítica y
encontramos una filosofía moral desarro- negativamente: como negación de la rea-
llada, pero no porque la moral no tuviera lidad irracional que las niega.
en ella relevancia, sino, más bien al con- La ética materialista de Horkheimer es
trario, porque toda ella no es y no se una ética material, no formal, una ética del
entiende más que como «un único juicio bien y de la vida buena, pero no por ello
existencial desplegado» 22 sobre la socie- es una ética de la Sittlichkeit dominante,
dad burguesa dominante, una teoría crítica sino, muy al contrario, una ética de la feli-
movida por aquel impulso moral que brota cidad pendiente. Y por eso es —a distancia
de la historia del sufrimiento y se repro- tanto de las éticas formalistas como de las
duce espontáneamente en aquella parte de neoaristotélicas conservadoras— una ética
la humanidad que lleva sobre sí el peso política. La moral no está en ella desligada,
de esa historia, los excluidos de la felicidad, como en la ética formal, de «los problemas
las víctimas de la irracionalidad dominan- que acucian a la humanidad», sino que bro-
te, y que ahora hereda ella como «interés ta de ellos y, por tanto, no está desligada
en la superación de la injusticia social» 23 de la realización de la moral, ni la cuestión
que origina esa historia de sufrimiento y de la justicia desligada del derecho a la
trunca el anhelo de felicidad de las mayo- felicidad. Más bien se decide en ella la
rías. En una situación desgarrada, irracio- moral en la praxis que lleve a cumplimiento
nal, excluyente, donde la moral tiene una ese derecho, en los impulsos que apunten
razón de existir y donde el sentimiento de en esa dirección, no en la dirección de la
compasión la habita como momento de lógica dominante, de la ley natural del
verdad, la moral se hace política y la teoría, egoísmo y del poder. En ello consistía, en
añade Horkheimer, no puede ser «afirma- efecto, como veíamos, lo moral del sen-
tiva», sino crítica, lo mismo que la acción timiento moral.
que ella articula no puede ser «produc- En la etapa más radical de su pensa-
tiva», sino negativa, transformadora y supe- miento, finales de los años veinte hasta
radora 24. mediados de los treinta, y a la vista de
El sentimiento moral alcanza de este la amenaza de la barbarie nazi, Horkhei-
modo en la teoría crítica, a través del inte- mer se pronuncia decididamente a favor
rés, el horizonte y la dimensión de la uni- del socialismo. En los apasionados aforis-
versalidad que lo liga a la racionalidad. mos de esa época Horkheimer cifra la
Pero lo hace de forma crítica y negativa. moral justamente en «la realización del
El sentimiento moral, el interés, no es socialismo» 25. Pero en ningún momento
inmanente a la razón abstracta, como pen- llega a caer en el dogmatismo de confundir
saba Kant, sino que brota, como hemos la moral con una praxis concreta domi-
visto, en los individuos concretos, histó- nante. Moral y poder, felicidad y poder,
ricos, y es, como éstos, histórico y con- siempre estuvieron en su pensamiento pro-
tingente. Pero no por ello es meramente fundamente disociados. Allí mismo, en
subjetivo, como pensaba Max Weber (cf., esos aforismos radicales, y siendo fiel a una

ISEGORÍA/25 (2001) 231


NOTAS Y DISCUSIONES

postura que venía manteniendo desde sus te», la que necesita una «fundamentación
primeros escritos, Horkheimer denuncia racional» (ibid.).
con la misma fuerza que a la Sittlichkeit La moral materialista de Horkheimer
burguesa la praxis materialista pervertida es, como se reconoce, claramente deudora
en una nueva religión, en «ideología de de la ética compasiva de Schopenhauer.
la relativa prosperidad», en un nuevo Pero tanto en cuanto ética compasiva
poder, en el mito de todos los vencedo- como, sobre todo, en cuanto ética política
res 26. La moral es para él justamente la la concepción de Horkheimer se desmarca
fuerza, el impulso «que empuja hacia no menos decisivamente de la de su men-
delante» (ibid., 127) e impide al pensa- tor. Como indicaba al inicio de este tra-
miento ceder ante el poder. Su horizonte bajo, hay otra fuente más originaria del
no es lo que triunfa en la historia, sino pensamiento de Horkheimer que la meta-
la idea de «una humanidad feliz» (ibid., física «pesimista y buena» —como él mis-
136). mo decía— de Schopenhauer. Es la expe-
Pero Horkheimer no sólo no cedió a riencia mediatizada del judaísmo. Éste se
la seducción del poder. Tampoco cedió a materializó y condensó para él, como
la tentación de dibujar positivamente la vimos, en el anhelo de justicia consumada.
futura «sociedad racional». Lejos aún del Y este impulso palpita, una vez más mate-
actual pluralismo irreductible de cosmo- rializado y secularizado, en el sentimiento
moral, dando a sus dos expresiones his-
visiones, Horkheimer fue ya entonces muy
tóricas, la compasión y la política, el sesgo
consciente de la enorme «diversidad» de
y la dinámica que los caracteriza. Tanto
concepciones de «la situación justa» (ibid.,
la compasión como la política están en su
145), de la vida buena. La moral mate-
pensamiento materialista, como hemos
rialista es radicalmente histórica y, por tan-
podido comprobar, impulsadas por aquel
to, consecuentemente postmetafísica. Por
anhelo inagotable y por eso bajo el signo
eso no sacraliza sus contenidos. La moral
inequívoco de la solidaridad con los exclui-
materialista es una moral material, pero dos de la felicidad, con las víctimas de la
no una filosofía materialista afirmativa de injusticia dominante, con los otros. Y esta
la historia. Justamente por ser material es, dinámica inconfundible de su idea de la
como decíamos, no afirmativa, sino crítica moral es reforzada, además, por otra con-
y negativa. La idea de vida buena no le vicción que bebe de la misma fuente y que
viene dada ni de una «revelación» ni de se entrelaza con la anterior: el respeto por
una razón autónoma abstracta, sino que la transcendencia radical del Absoluto con-
se configura a partir de «la miseria del pre- tenido en la tradicional prohibición de las
sente» (ibid., 136), de la negación de la imágenes, de dar nombre al Innombra-
injusticia existente. Hay, sin embargo, un ble 27. Efectivamente, la radical «sobriedad
horizonte común a todas las ideas de vida metafísica» del materialismo de Horkhei-
buena, que es determinante para la moral mer y concretamente de su ética política
materialista: todas ellas —afirma Horkhei- tiene que ver tanto con aquel impulso ori-
mer— apuntan a la felicidad sin exclusio- ginario e inagotable del anhelo de justicia
nes, a que la felicidad no se reparta arbi- consumada como con este profundo res-
trariamente, a la reconciliación de justicia peto a la transcendencia, materializado y
y felicidad (ibid., 145), es decir, al mismo secularizado también en la negativa con-
horizonte al que apuntaba —y hacia el que secuente de Horkheimer a dibujar o dar
impulsaba— el sentimiento moral. Por eso nombre al bien, a la vida buena, a la socie-
no es la moral, sino más bien la realidad dad justa y racional, a «la humanidad
inmoral, «la desigualdad social dominan- feliz». Sólo por el camino de la crítica y

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NOTAS Y DISCUSIONES

la negación fue capaz de apuntar a ese es una moral de la inmanencia radical, pero
horizonte. También ahí, en esa negativa, justamente por ello es una moral que se
es su moral materialista radicalmente toma absolutamente en serio la definiti-
postmetafísica. vidad de la inmanencia y rechaza enérgi-
camente cualquier intento —teológico o
idealista— de «bagatelizarla» o de «neu-
La felicidad pendiente e irreparable: tralizar» sus interrogantes pendientes.
Sentimiento moral, duelo y memoria Algo muy serio para ella estaba en juego
en ese límite como para dejar la palabra
La moral materialista de Horkheimer es o a la «evasión metafísica» o al optimismo
ciertamente postmetafísica, pero ello no de los que triunfan en la historia: la recon-
quiere decir que sea, como a veces se inter- ciliación de la historia de sufrimiento que
preta, anti-metafísica, incluso anti-filosó- atraviesa la inmanencia y el cumplimiento
fica, en el sentido de positivista 28, ni tam- del anhelo de felicidad una y otra vez trun-
poco que relegue al rincón del olvido, cado de las víctimas de esa historia. Por
como meros restos de la superada meta- eso, la moral política no culmina para
física, las cuestiones que precisamente las Horkheimer nunca, ni en este primer
condiciones postmetafísicas, la conciencia período, en la afirmación. Cualquier futuro
de la radical historicidad y finitud humanas mejor, cualquier «situación justa» llega ya
y los límites de la mera razón, se le plan- tarde porque, argumenta, «la humanidad
tean de forma imperiosa ante el hecho de que de (ellos) emerja no podrá ayudar ya
la felicidad pendiente de los excluidos de a aquellos que quedaron en la cuneta» 30.
la vida buena. La moral política no culmina en la afir-
El mismo sentimiento moral que debía mación, sino en la asunción de la radical
quedar superado con la realización de esa finitud y, por tanto, de la irreversible defi-
idea, en la sociedad racional, junto con la nitividad de la inmanencia que, a la vista
conciencia de la radical finitud de los seres de tanto anhelo no cumplido, truncado,
humanos, impidió, en efecto, que la ética de felicidad, a la vista de tanto grito que-
materialista de Horkheimer cayera en el brado de las víctimas de esa misma inma-
triunfalismo del mito de una sociedad nencia, lleva en sí una nota profunda e
transparente. El sentido de la justicia plena, imborrable de tristeza, de duelo 31, en la
universal, inmanente al sentimiento moral que guarda la memoria de los excluidos
como herencia de la religión, del judaísmo de la felicidad y, con ella, lo mejor del
y del cristianismo, abre para Horkheimer, impulso que puso en movimiento el sen-
también para el primer Horkheimer revo- timiento moral. El materialista, dice Hork-
lucionariamente crítico, un insoslayable heimer, sabe que el anhelo infinito de feli-
interrogante sobre cualquier proyecto polí- cidad que puso en marcha este sentimiento
tico, sobre cualquier idea de vida buena no se puede cumplir, queda truncado defi-
con pretensiones de plenitud. Esos dos ele- nitivamente con la muerte y no encuentra
mentos constitutivos de la moral materia- eco en el silencio del universo. En esa
lista conferían a ésta un sentido agudo, sin- situación el sentimiento moral roza la
gular, de la definitividad de la historia, que desesperación, como bien supieron de ello
la obligaba, a diferencia de cualquier moral los grandes filósofos morales Kant, Vol-
idealista, y por supuesto de toda moral teo- taire y Tolstoi, y se ve confrontado con
lógica, «a rastrear incluso la más pequeña el horizonte de la religión, con el sueño
posibilidad o esperanza para los hombres de una justicia transcendente capaz de repa-
en la inmanencia y a aferrarse a ella con rar la felicidad irreparablemente truncada
toda su energía» 29. La moral materialista de las víctimas. Pero, anclado como está

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NOTAS Y DISCUSIONES

en la tierra, en el suelo de la historia, y una cuestión meramente ideológica, sino


finito y perecedero como los sujetos en siempre una cuestión de justicia, y así, su
los que brota, el sentimiento moral no es negativa consecuente estuvo motivada por
capaz de traspasar el límite de su propia el inequívoco respeto a la esperanza trun-
finitud y al vértigo de la desesperación sólo cada, y por tanto de la dignidad dañada,
puede responder con aquella nota de duelo de las víctimas. De ahí que no fuera una
metafísico que guarda la memoria de la feli- simple negativa fría y neutra del materia-
cidad malograda de las víctimas. Y esa nota lista, como a veces se interpreta 33, sino
confiere a la moral materialista de Hork- una toma de postura contrafáctica, impul-
heimer un inconfundible talante pesimista, sada por el mismo sentimiento moral de
que comparte con la moral metafísica de la compasión que hemos encontrado a la
Schopenhauer, pero que a la vez la dis- base de la moral materialista política. Ése
tancia significativamente de ésta al ser un es el sentido de la aclaración con la que
pesimismo sostenido en nombre de los Horkheimer justifica su reserva a la pos-
otros, en nombre, como diría Adorno, de tura de Benjamin: «La afirmación de que
«aquellos que carecen de esperanza». la historia no está cerrada, concluida, es
Es desde esta perspectiva desde donde idealista si no asume y conserva en sí el
debe leerse e interpretarse el conocido momento de su clausura, de su definiti-
debate mantenido entre Horkheimer y vidad. La injusticia pasada sucedió ya y
Walter Benjamin en 1937 en torno a la es definitiva. Los abatidos están realmente
«clausura» —es decir, definitividad— o vencidos» 34.
«apertura» —no definitividad— de la his- Por tanto, el sentimiento moral, que,
toria. Aun cuando, como viera con gran según hemos visto, «precede» y «acompa-
lucidez Adorno, a ambos movía el mismo ña» a la razón crítica, también la «sobre-
impulso moral, la misma intención: «salvar pasa», impulsándola más allá de sí misma,
a aquellos que carecen de esperanza», ésta, sin por ello renunciar a ella en ningún
sin embargo, conducía en ambos a posturas momento, sin rebasar, a pesar de todo, los
claramente divergentes. Mientras que para límites de la finitud, la frontera de la inma-
Benjamin la memoria es capaz de «abrir» nencia. En esa situación aporética el sen-
—modificar— lo que la historia ha «cerra- timiento moral se expresa en una compa-
do» —sellado— definitivamente, a saber: sión anamnética, teñida de duelo, en una
el sufrimiento y la esperanza truncada de solidaridad pesimista que preserva la
las víctimas; para Horkheimer eso era, memoria de aquella felicidad pendiente sin
tomado en serio, abiertamente teología, cuyo cumplimiento no cabe pensar para
afirmación imposible para un pensamiento Horkheimer ninguna idea del bien, de la
consecuentemente materialista. A lo que justicia, de la vida buena. Esa solidaridad
Benjamin nada tuvo que objetar, sino más teñida de duelo no es sino la radicalización
bien confirmar que, en efecto, en la memo- máxima del sentimiento moral de la
ria hacemos una experiencia «que nos pro- com-pasión: la compasión con los excluidos
híbe concebir la historia por principio de históricamente de la felicidad se convierte
forma a-teológica» 32. Pero la negativa de (y culmina en) la compasión con los defi-
Horkheimer a dar el paso a esa afirmación nitivamente excluidos de la «humanidad
sólo se entiende en todo su sentido si no feliz». Y esta com-pasión se hace memoria
se pierde vista, al interpretarla, la intención que guarda el derecho pendiente de esos
crítica que la anima. En verdad, es una «humillados y hundidos» y preserva a la
negativa fruto de un pensamiento transido moral de pervertirse en «ideología de la
de materialismo, pero, como hemos mos- relativa prosperidad». Sólo una felicidad
trado, éste no fue nunca para Horkheimer que contenga en sí este momento de duelo

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NOTAS Y DISCUSIONES

y compasión anamnética merece para mente en los sujetos que soportan su expe-
Horkheimer tal nombre. La intuición que riencia, convicción expresada por Horkhei-
encontramos en el origen de su pensamien- mer con especial fuerza frente al peligro
to, la experiencia de la contradicción fun- de su transfiguración idealista, no le cegó
damental, del «precio» de la felicidad, dogmáticamente la mirada para reconocer
alcanza aquí su expresión más densa y que, en realidad, esa base era tan frágil,
reflexiva. Y aquí se decide también la cues- que el sentimiento moral había echado tan
tión decisiva de su proyecto de teoría crí- pocas raíces en los individuos y en los pue-
tica en cuanto proyecto moral: la cuestión blos, y era por tanto tan débil, que corría
de la verdad. Horkheimer la afronta, hay serio peligro de ser arrollado por la
que reconocerlo, con una honradez y radi- corriente y ahogado por la lógica domi-
calidad inusitadas en la tradición del mate- nante (cf., MMo, 149).
rialismo en la que se inserta y pretende En este texto, por cierto bien temprano
actualizar. —de 1933—, reconoce que el sentimiento
moral, aunque brota espontáneo en la
experiencia de la humanidad doliente, en
La nueva amenaza: la «desmoralización» el suelo de la historia de sufrimiento, es
¿Dónde anclar el sentimiento moral? un impulso «heredado» de la religión, del
cristianismo y, por tanto, del judaísmo, y
En ningún momento, como puede dedu- un impulso que necesita un caldo de cul-
cirse de lo dicho, se hizo Horkheimer ilu- tivo, unas instituciones que lo alimenten,
siones sobre la utopía de la realización del que hagan crecer sus raíces en el interior
sentimiento moral. Conforme avanzaba la de los individuos y los pueblos. De lo con-
década de los treinta, a la derrota del pro- trario, ese sentimiento corre peligro de
letariado —de la «humanidad doliente»—, desvirtuarse, incluso en sus sujetos privi-
sujeto privilegiado del sentimiento moral, legiados, y reducirse a mera moral bur-
se va imponiendo en él el temor a una nue- guesa, perdiendo su sustancia y su orien-
va «amenaza»: la del progresivo debilita- tación, en contra de la lógica del poder
miento del sentimiento moral conforme económico, hacia el logro de una «huma-
avanza el dominio de la sinrazón de la nidad feliz». En ningún momento cedió
razón, el poder totalitario, y conforme la Horkheimer al espejismo de una teoría
razón moderna se va revelando y reducien- dogmática de la historia. Al sentimiento
do a dominio y autoconservación, a razón moral no lo garantiza ninguna teoría.
instrumental. En esta nueva encrucijada A partir de este momento hallamos por
histórica la punta de lanza de la teoría crí- eso en sus escritos un motivo que es cier-
tica cambia de dirección, de objetivo. Lo tamente nuevo y en cierto modo divergente
preocupante ahora no es ya tanto la des- del punto de vista materialista de la moral
viación y desfiguración ideológica del sen- del primer período: es el motivo de buscar
timiento moral en la filosofía moral idea- para el sentimiento moral un anclaje, una
lista (aunque, evidentemente, su crítica especie de fundamento que asegure su per-
siguió en pie), sino la pervivencia misma vivencia, su impulso vital. En efecto, mien-
del sentimiento moral, la amenaza de «des- tras que en el artículo programático «Teo-
moralización», del fin de la moral, ante la ría tradicional y teoría crítica» aún man-
furia de la lógica de la evolución social, tenía la visión materialista dialéctica de la
de la racionalización moderna. La convic- historia y confiaba, por tanto, en que la
ción materialista de que el sentimiento idea de vida buena, de sociedad racional,
moral hunde sus raíces en el suelo de la es «inmanente al trabajo humano» 35, es
historia de sufrimiento y brota espontánea- decir, brota, como el impulso moral y el

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NOTAS Y DISCUSIONES

interés en la misma, de la propia historia La situación es, en efecto, delicada. No


y de las luchas históricas que la empujan porque estuviera en juego la coherencia
hacia ella, en el famoso «Apéndice» al mis- de la teoría crítica, aunque también, sino
mo artículo programático parece buscar, porque Horkheimer veía en peligro el
a la vista de la cada vez más precaria situa- impulso moral que había puesto en movi-
ción —el progresivo aislamiento— de la miento tanto la praxis como el pensamien-
teoría crítica ante la amenaza de la bar- to materialista: el interés en la abolición
barie nazi, un mayor apoyo a esa confianza de la injusticia y en la felicidad de todos
y reformula su afirmación anterior acer- los seres humanos. Y es por eso en esta
cándose sorprendentemente a una herme- encrucijada donde Horkheimer, ya desde
néutica antropológica: «Pues realmente mediados de la década de los treinta, por
está inscrito en cada hombre el objetivo tanto antes de la discutida «ruptura» que
de una sociedad racional» 36. No obstante, supone la Dialéctica de la Ilustración,
inmediatamente matiza esta nueva afirma- comienza a expresar su temor a que la lógi-
ción resaltando su sentido histórico: «No ca de la «ley natural» a la que se oponía
es ésta una afirmación pacificadora. La el sentimiento moral, la lógica de la racio-
realización de las posibilidades depende de nalización moderna, terminara secando
las luchas históricas» 37. En realidad, en también la otra fuente de la moral, su
este mismo sentido se había expresado ya expresión más originaria: la religión: «La
en 1935 al afirmar que el impulso moral humanidad pierde, conforme avanza, la
de rebelión contra la injusticia y de anhelo religión, pero esta pérdida no pasa sin
de una justicia plena «forma parte del ser dejar huella en ella...» 39. Se inicia aquí
humano tal como ha llegado a configurarse —bien pronto, por tanto— la reivindica-
históricamente» 38. ción, por parte de Horkheimer, de la reli-
¿Qué significa este nuevo lenguaje? gión como «fuente» de la moral. ¿No esta-
¿Abandona Horkheimer el materialismo y mos acaso ante una «ruptura», más aún,
cae en contradicción con su rechazo radical ante una contradicción en su pensamiento
a toda fundamentación del sentimiento materialista? ¿No se anuncia ya, en efecto,
moral? Sin duda, esa búsqueda más o en ese temor una velada nostalgia por la
menos explícita de aseguramiento para la religión, por la metafísica perdida, que ter-
praxis histórica implica un reconocimiento minará declarándose abiertamente en la
implícito de que también su primer mate- última etapa? ¿Renuncia, por tanto, Hork-
rialismo pagó tributo (aunque no dogmá- heimer a su moral materialista, decidida-
tico) al optimismo de la filosofía materia- mente postmetafísica, a la altura de las con-
lista de la historia y adoleció de un cierto diciones de la Modernidad?
«déficit de fundamentación» de la teoría
crítica, y por tanto de la moral, de la praxis
histórica, como se le achaca, sobre todo Dialéctica de la Ilustración: o el triunfo
desde las filas de las siguientes generacio- del dominio sobre el sentimiento moral
nes de la teoría crítica. Con todo, Hork-
heimer no sucumbió, y menos ahora, al Sin duda alguna, el nuevo motivo del pen-
«engaño» de la moral idealista. Pues lo samiento de Horkheimer significa que éste
que ahora se le cuestiona de forma inu- ha perdido ya en esta época la esperanza
sitadamente radical es justamente lo que en la capacidad emancipadora de la praxis
para aquella moral estaba fuera de toda revolucionaria, por tanto de la moral, en
duda y de toda sospecha, a saber: la razón orden a conseguir una nueva sociedad
misma. ¿Qué queda, pues, en esta encru- racional, una humanidad feliz, y que su
cijada? teoría se hace inevitablemente más «filo-

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NOTAS Y DISCUSIONES

sófica», como señalan sus críticos. ¿Signi- que, según ellos, atraviesa el entero pro-
fica ello, sin embargo, como sostienen esos ceso de la Ilustración, de la racionalización
mismos críticos, que Horkheimer pierde occidental, que diría Weber, desde sus
en estos años sombríos también la con- albores en el mito («El mito es ya Ilus-
fianza en el potencial moral de la razón, tración», DI, 56) hasta la barbarie fascista,
que se entrega, junto con Adorno, a una donde culmina. La teoría crítica en cuanto
crítica tan total a la razón, a un «escep- crítica de la economía política burguesa
ticismo radical» frente a ella, que lo aboca, se generaliza y radicaliza en una crítica de
en la estela de Schopenhauer, a un «irra- la lógica que hace que no sólo la sociedad
cionalismo moral» y finalmente a un aban- burguesa capitalista, sino el entero proceso
dono de la moral en manos de la religión? 40 de «desencantamiento del mundo», de
La prueba contundente que da pie a liberación de la religión y del mito —fin
esa lectura es, como se sabe, la polémica de la Ilustración, como proclamara M.
tesis expresada por Horkheimer y Adorno Weber y aceptaban Horkheimer y Adorno
en su Dialéctica de la Ilustración según la (DI, 59)— no avance precisamente hacia
cual los escritores sombríos de la Ilustra- la realización de aquella utopía moral, de
ción, de la Modernidad, pusieron el dedo aquellos ideales que la expresaban, sino
en la llaga al proclamar provocativamente más bien —o mejor, a la vez— a su nega-
que es imposible derivar de la razón ningún ción, al triunfo del capitalismo y de su lógi-
argumento convincente a favor de la moral, ca que todo lo reduce a mercancía, al triun-
en contra de la dominación y el asesinato: fo de la razón instrumental sobre la razón
que la razón, en otras palabras, no está moral, de la necesidad sobre la libertad:
más cerca de la moral que de su nega- en una palabra, a la recaída en el mito.
ción 41. Pero ésta es una afirmación suma- Y lo mismo hay que afirmar del con-
mente compleja como para de ella deducir, trovertido capítulo de la Dialéctica dedi-
sin más, una caída en el irracionalismo cado al análisis de la cuestionable relación
moral. Pues ni la Dialéctica significa una entre Ilustración y moral (DI, 129-163). Su
descalificación a-dialéctica de la razón intención precisa no es otra que denunciar
moderna ni, más en concreto, el capítulo esa misma lógica, que hace que en la socie-
de esa obra dedicado a la moral, no casual- dad moderna, «enteramente desencanta-
mente escrito por Horkheimer, sanciona da», la razón como dominio, como auto-
una ruptura, también a-dialéctica, entre conservación o egoísmo, termine triunfan-
razón y moral, dejando a ésta en manos do sobre la utopía y el sentimiento moral,
del mero sentimiento irracional o en brazos el poder sobre la felicidad, sobre el amor,
de la religión. No son así de simples las la compasión y la solidaridad con los seres
cosas en esta obra de singular complejidad. humanos excluidos, humillados y vencidos,
En ningún texto de la Dialéctica, en con las víctimas sobre cuyos sufrimientos
efecto, ni siquiera en los más sombríos, avanza, implacable y sordo, el progreso de
podrá encontrarse una a-dialéctica nega- la modernidad. Se trata de desenmascarar
ción de la Modernidad ilustrada y de sus y denunciar —bien es verdad que de forma
ideales emancipativos que, como hemos radical, conscientemente «exagerada»,
visto, constituían la utopía moral de la pri- como el mismo Horkheimer reconocía (DI,
mera teoría crítica (cf., MMo, 140). Lo que 162)— la lógica que reduce la razón moral
Horkheimer y Adorno denuncian —como, a razón instrumental, la lógica que, bajo
por su parte, Walter Benjamin lo había el veredicto de la Ilustración, descarta y
hecho en sus famosas Tesis de filosofía de relega lo mejor del sentimiento moral: el
la historia— no es la razón como tal, sino «pathos» y la compasión, la solidaridad y
la lógica de dominación y autoconservación el amor, como un resto de «mitología»,

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NOTAS Y DISCUSIONES

la lógica que, por la misma razón, no sopor- Ilustración autorreflexiva:


ta una religión que contravenga a la razón ¿punto de inflexión o reconstrucción
dominadora y predique, para escándalo de la razón moral?
suyo, a un «Dios crucificado», solidario con
los débiles y las víctimas, pero «contradic- Desde comienzos de los años cuarenta, en
torio» en sí mismo, como proclama —se- los que cuaja esta autorreflexión de la Ilus-
gura— Juliette, la figura implacable de la tración, Horkheimer parece, es verdad, ali-
Ilustración (DI, 143-159). nearse abiertamente en la perspectiva de
¿Implica esta denuncia de Horkheimer la filosofía de la historia negativa y con-
una «ruptura» radical entre razón y sen- trafáctica que venía dibujando Walter Ben-
timiento moral, como argumenta la segun- jamin y que finalmente sintetizaría en sus
da teoría crítica? Ciertamente hay que famosas Tesis de filosofía de la historia. No
reconocer que la radicalidad —la «exage- es en absoluto casual que éstas fueran
ración»— de esta denuncia puede resultar publicadas tras su muerte por Horkheimer
desconcertante e insoportable, o al menos y Adorno en memoria suya y que junto
suscitar la duda de si no estamos, en efecto, con ellas Horkheimer diera a luz un artí-
ante una negación sin más de la capacidad culo, «El estado autoritario» (1942), en el
moral de la razón 42, más aún, ante una que, como Benjamin, no concibiera otra
negación de la razón en cuanto inmoral. salida de la historia de sufrimiento que esta-
Pero, leída en profundidad, dialécticamente ba culminando en la barbarie que una «rup-
(es una ironía que la Dialéctica se lea, en tura» con la lógica del progreso de la
la mayor parte de los casos, a-dialéctica- modernidad: «un salto fuera del progre-
mente), se descubre que el sentido último, so» 44. ¿Es ésa, pues, la única praxis posible
la intención genuina de esa crítica no es, ante la perversión de la razón? ¿Y es una
en modo alguno, negar la razón ni su praxis histórica, moral, o estamos ya ante
potencial moral, sino sólo su fatal reducción un salto «fuera de la historia», una salida
a mera razón formal instrumental, estra-
de la inmanencia, una salida escatológica?
tégica, a razón del dominio.
Como vimos, Benjamin no había tenido
Tras esa crítica radical, exagerada, que-
problemas en acudir abiertamente a la teo-
da en pie, no obstante, la pregunta de los
logía para auxiliar al materialismo histó-
críticos: ¿Deja ella acaso la posibilidad de
rico, si bien a una teología en clave mate-
un camino racional que lleve a esa utopía?
¿No han cerrado con ella Horkheimer y rialista. Pero justamente ahí no pudo
Adorno toda salida histórica, toda praxis, secundarlo Horkheimer. ¿Ha cambiado,
dejando sólo la desesperada huida más allá pues, su planteamiento materialista a raíz
de la historia, la salida de esta «moder- de su crítica radical a la razón moderna?
nidad definitivamente sumida en la oscu- Aunque esta crítica sea por momentos
ridad», de este «valle de lágrimas», por desconcertante, hay que responder, sin
la vía teológica, por la religión? 43 Tras la dudarlo, que su planteamiento no ha cam-
crítica radical, ¿queda, pues, espacio para biado, que Horkheimer no abandona su
la moral, o más bien sólo para la resig- pensamiento materialista tampoco tras esa
nación y la entrega en brazos de la religión crítica radical, que incluso se hace, como
(o la estética), como sostienen sus críticos? la crítica, más radicalmente materialista a
¿Es por esta razón por la que a partir de pesar de todas las apariencias. De hecho,
esta crítica radical, de esta «ruptura», a diferencia de Benjamin, Adorno y él no
Horkheimer parece agarrarse a la meta- conciben otra salida a la perversión de la
física de Schopenhauer y a la religión en Ilustración que una «reconstrucción de la
lugar de reivindicar el sentimiento moral razón», la rehabilitación de una razón
como impulso medular de su teoría crítica? moral, de una razón autorreflexiva, auto-

238 ISEGORÍA/25 (2001)


NOTAS Y DISCUSIONES

crítica y anamnética que «resista» a la Contra la lógica del dominio: Sentimiento


seducción del poder, del dominio, a la ilu- moral como resistencia y solidaridad
sión «del falso absoluto» (DI, 77, 94 y
288s.), y sea capaz de «reorientar» el pro- De entrada hay que reconocer, desde luego,
greso hacia su fin humano, que quiebre que el último Horkheimer no reedita su
la lógica del «olvido» y mantenga viva la primer proyecto de «materialismo interdis-
«memoria» de lo oprimido y relegado en ciplinar», ni siquiera el de su teoría crítica
la historia, «el inextinguible y delicado de la sociedad, y que, por tanto, su crítica
impulso de la criatura hacia la expresión corre en este período un serio peligro de
y la luz» (DI, 268), hacia la felicidad. abstracción y se acerca a una filosofía nega-
¿Es esta razón moral acaso distinta sus- tiva —pesimista— de la historia. En este
tancialmente de la razón que sirvió de base sentido, la superación propuesta y desple-
a su primer proyecto de materialismo gada por Habermas en su Teoría de la
interdisciplinar, de su teoría crítica, de acción comunicativa supone un paso deci-
aquella razón impulsada, traspasada y sivo en la «autoilustración de la Ilustra-
sobrepasada por el sentimiento moral de ción», que dirían Horkheimer y Adorno,
la compasión y la rebelión política contra detrás del cual ya no es posible recaer sin
la injusticia que excluye a las mayorías de retroceder racional y moralmente. Pero con
la felicidad? ¿No se trata más bien de la la misma fuerza puede y debe afirmarse,
misma razón que, traspasada por el sen- frente a la lectura de la nueva teoría crítica,
timiento moral, se desvía de la «ley natural» que la crítica masiva y permanente del últi-
—de la «lógica»— del mundo moderno mo Horkheimer a la razón instrumental en
desencantado, pero burgués capitalista, y modo alguno significa una capitulación de
que se abre ilimitadamente al horizonte la razón y una caída en el irracionalismo
de la religión, no por resignación, sino por metafísico (en la estela de Schopenhauer),
todo lo contrario: por no ceder a ella y ni su polémica reivindicación de la religión
traicionar así, bajo el pretexto de la Ilus-
como impulso moral se debe a ese bien
tración, de la Modernidad, el anhelo infi-
cuestionable «escepticismo con respecto a
nito de felicidad que está en su base, el
la razón» que le obliga a recurrir a la reli-
derecho de las víctimas que sigue pendiente
gión para fundar y sostener la moral, a «to-
en la historia? Efectivamente, pienso que
mar prestado todo lo normativo —como
así es. La autoilustración de la Ilustración
no entrega en ningún momento la razón afirma Habermas— de la teología mezclada
en brazos de la religión porque le falte y fundida con la metafísica», recayendo de
moral, por desmoralización, como inter- este modo en las condiciones definitiva-
pretan sus críticos. Lo que ella implica es, mente superadas por la modernidad 46.
más bien, una reconstrucción de la razón Admitida la innegable debilidad de la
moral. Ahora como antes no cabe para última teoría crítica, la cuestión decisiva es
Horkheimer otra expresión de la verdad, determinar el sentido, la intención —que
y por tanto de la moral, que «el pensa- diría Adorno—, de su visión crítica y pesi-
miento que niega la injusticia» (DI, 261), mista sobre la «lógica de la historia» que
que resiste a los «falsos absolutos». Lo úni- conduce inexorablemente hacia una «socie-
co que ahora subraya con más intensidad dad administrada», que frustraría definiti-
es que ese pensamiento, materialista y crí- vamente el anhelo de felicidad de las mayo-
tico como el primero, y con él la moral, rías, que sellaría el triunfo definitivo del
contiene un «momento teológico» del que verdugo sobre las víctimas, del poder sobre
no puede despojarse so pena de perder la felicidad, sobre la moral. Pienso que la
su sustancia, de quedar reducido a «es- reivindicación de la religión —de aquel
trategia», a mera razón instrumental 45. «momento teológico» inherente a la razón

ISEGORÍA/25 (2001) 239


NOTAS Y DISCUSIONES

moral— por parte del último Horkheimer tampoco a la metafísica u ontología—.


tiene el sentido preciso de «resistir» a esa Ante todo porque sería caer en «la ilu-
lógica, y que, por tanto, no sólo no está sión», por tanto en «la mentira» (AJ, 222),
en contradicción con su reivindicación del en el engaño que sigue siendo para los
sentimiento moral en la primera etapa de sujetos que sufren, para los excluidos de
su pensamiento crítico materialista, sino la felicidad, toda afirmación, toda teodi-
sustancialmente en la misma línea y obe- cea 49. Y en segundo lugar, porque ese «fal-
deciendo a su misma intención originaria. so retorno» (AJ, 227s.) no está movido por
Su denuncia de la disolución de la reli- el impulso moral contenido en el momento
gión, que ciertamente se hace prioritaria de verdad de la religión, por el infinito
y reiterativa en esta última etapa, responde anhelo de justicia y felicidad plenas, uni-
al temor de que «con la última huella de versales, sino más bien por su contrario,
teología» pierda su «fundamento lógico» por aquella «ley natural» de la seguridad
la moral —«el pensamiento de que el pró- y el egoísmo a la que se oponía frontal-
jimo debe ser respetado»— 47. Pero con mente el sentimiento moral. Lo que Hork-
esta denuncia, que sin duda parece con- heimer reivindica al apelar al «momento
tradecir su primera reivindicación materia- teológico» de la moral es lo que él mismo
lista del sentimiento moral frente a su mis- denomina y delimita claramente como «re-
tificación en la moral idealista, no está abo- ligión en el buen sentido», y ésta no es
gando Horkheimer por un retorno a una otra cosa que «el inextinguible, mantenido
fundamentación religiosa, por tanto hete- contra la realidad, de que ésta debe cam-
rónoma, de la moral, lo que ciertamente biar, que se rompa la maldición y se abra
estaría en manifiesta contradicción con su paso la justicia» (AJ, 226): es decir, el mis-
pensamiento materialista —con el primero mo impulso que se expresa en el sentimien-
y, no menos, con el último—. Esa denuncia to moral de rebelión contra la injusticia
y su positiva insistencia en «las fuentes reli- y de solidaridad o compasión con sus víc-
giosas de la moral» expresan, sin duda, un timas. Es ese impulso moral el que Hork-
evidente cambio de acento, que a más de heimer ve amenazado por la lógica de la
uno podría dar pie a situar a Horkheimer historia, por la lógica del dominio y la auto-
en la onda del actual pensamiento con- conservación, y por el pensamiento adap-
servador en su llamada de atención ante tado a ella: el positivismo y el incipiente
la amenaza de desecación de aquellas pragmatismo, a los que achaca por eso falta
fuentes en una Modernidad cegada por sus del sentido, de la «diferencia» moral: «El
propios éxitos 48. Pero con ese pensamien- positivismo no encuentra ninguna instan-
to no mostraría Horkheimer más sintonía cia transcendente a los hombres que dis-
que en la denuncia de los «costes» del pro- tinga entre altruismo y afán de lucro, entre
greso —e incluso aquí su crítica es incom- bondad y crueldad, entre egoísmo y
parablemente más certera e inequívoca—, autoentrega.» (AJ, 166s.). Es evidente que
así como en una concepción más mate- la «instancia transcendente» aquí invocada
rialista, histórica y situada, de la razón, y no se refiere a la «transcendencia onto-
por tanto de la moral, que la que sostiene lógica», metafísica o teológica, que su pen-
la segunda teoría crítica, más kantiana e samiento materialista sigue rechazando
idealista incluso en su reconstrucción ahora como antes 50. Lo que Horkheimer
comunicativa como ética del discurso. Su reivindica con esa expresión no es otra cosa
intención es, sin embargo, otra. En ningún que aquel sentido moral que «transciende»
momento aboga Horkheimer con su toda estrategia, todo negocio al que la lógi-
denuncia y su reivindicación por un «re- ca del dominio y la autoconservación redu-
torno a la religión» afirmativa —como ce en último término la moral (cf., AJ, 97).

240 ISEGORÍA/25 (2001)


NOTAS Y DISCUSIONES

Y es en este mismo contexto de reivin- inconformismo frente a la injusticia y su


dicación del sentido moral en el que hay lógica de poder, y no de la resignación y
que situar la polémica apelación del «an- la añoranza por la religión perdida o de
helo de lo totalmente Otro» (AJ, 165s.) por la mera piedad del corazón, y cuando a
parte del último Horkheimer, interpretada la vez está bajo el signo inequívoco de la
—y sobreexplotada— por críticos y apo- solidaridad con las víctimas de la injusticia
logetas como «nostalgia» de la religión per- y de su lógica, de la compasión con los
dida y superada 51. Esta interpetación suele excluidos, histórica o definitivamente, de la
pasar por alto con excesiva rapidez que felicidad. El «anhelo de justicia consuma-
Horkheimer habla preferentemente de da» no pertenece a quien lo formula —en
«anhelo de justicia consumada» (AJ, 169, este caso Horkheimer—, sino, como el sen-
173, 194...) y, sobre todo, que este anhelo timiento moral, a «los sujetos torturados»
coincide con aquel impulso moral reivin- en los que brota y a favor de los cuales
dicado por él en su moral materialista del se reivindica. Su reivindicación por parte
primer período. No se trata, en efecto, de de Horkheimer responde por eso a la mis-
un mero sentimiento, y menos de un sen- ma intención de «salvar lo que carece de
timiento irracional, de un abandono de la esperanza», que explicitara Adorno, y a la
fuerza moral de la razón a favor de una misma convicción que sostiene la mirada
moral piadosa. Ese anhelo es un impulso de Walter Benjamin sobre la historia como
que brota, lo mismo que el sentimiento historia de los vencidos: «La esperanza nos
moral, en las víctimas de la historia, «en ha sido dada por (en favor de) aquellos
los sujetos torturados —dice bellamente que carecen de ella» 54.
Horkheimer en el mismo sentido materia-
lista— que no son capaces de concebir que
la redención del mal infinito sea... incon- El anhelo de justicia consumada:
cebible» (AJ, 233; cf., 203). Por eso no es Impulso y horizonte del sentimiento moral
un mero «impulso del corazón» ni un «de-
seo piadoso», sino un impulso moral, es La reivindicación del anhelo de justicia con-
decir, un impulso de la razón práctica, un sumada, de lo totalmente Otro, por parte
impulso que brota y se realiza en y a través del último Horkheimer no está, pues, bajo
de la praxis que lo «rescata» del mundo el signo de la resignación y el retorno a
oprimido y silenciado de las víctimas, que la religión superada, sino bajo el signo de
lo «arranca» a la realidad injusta dominan- la defensa, de la potenciación, y de la radi-
te, como diría Adorno 52, y lo «sostiene en calización del sentimiento moral. Es por tan-
contra de ella», como afirmaba Horkhei- to una reivindicación en profunda sintonía
mer del impulso religioso (cf., AJ, 222): una con su pensamiento y su moral materialistas.
praxis, por tanto, que niegue la injusticia Es verdad que muchas de sus afirma-
dominante, que resista y rompa su lógica ciones de última hora, sobre todo las ver-
interna de dominio y autoconservación y tidas en charlas y entrevistas, sugieren la
haga posible el cumplimiento de la espe- idea de que sólo la religión es capaz de
ranza una y otra vez truncada de las víc- salvar la moral. Pero ya hemos visto cómo
timas. Se trata, pues, de un impulso práctico su reivindicación del «momento teológico»
y contrafáctico, de un postulado de la razón en la moral en ningún caso implica o pre-
práctica en el mejor sentido kantiano, tra- tende un retorno al teísmo, a la afirmación
ducido en clave materialista 53, de un impul- del Absoluto, y por tanto a la religión supe-
so que, en consecuencia, sólo es verdadero rada en la Modernidad ilustrada, sino sólo
cuando está inequívocamente bajo el signo la exigencia de que la moral, el sentimiento
de la resistencia, de la «disidencia» y el moral, esté atravesado por aquel anhelo (no

ISEGORÍA/25 (2001) 241


NOTAS Y DISCUSIONES

afirmación) que constituyó el impulso samiento crítico: la razón, por sí sola, no


medular que le dio origen y lo sostuvo. Lo es capaz de alimentar el sentimiento
que Horkheimer, sin embargo, no deja cla- moral 55. ¿Será entonces necesaria la reli-
ro es cómo suscitar y sostener, a su vez, gión? Desde luego, si las religiones tienen
ese anhelo o impulso. Como hemos podido una razón de existir, ésa es para Horkhei-
ver, Horkheimer no compartió en ningún mer, sin lugar a dudas, la de suscitar, sos-
momento el optimismo racionalista de la tener y cuidar ese impulso, el anhelo de
moral ilustrada, y en su última etapa tanto justicia consumada, que alienta el senti-
menos. La razón moral estaba para él seria- miento moral de la compasión y la praxis
mente amenazada por la razón instrumen- política solidaria con las víctimas (AJ, 194).
tal autoconservadora. Y lo peor es que esa Pero ello no significa, en modo alguno, que
amenaza afectaba también a los deseos y Horkheimer pretenda un retorno nostálgi-
sentimientos y, por tanto, a la capacidad de co a la religión, sino sólo que las religiones
experiencia de las mayorías finalmente podrían ser fuente de genuino sentimiento
situadas, integradas en la sociedad de bie- moral si realizaran su momento de verdad.
nestar pero crecientemente administrada Posibilidad sobre la que, por cierto, no se
(cf., AJ, 185ss.). Incluso el lenguaje se estaba hizo en absoluto demasiadas ilusiones... De
vaciando de contenido, formalizando, y per- ahí que más bien abogara por suscitar,
día con ello su vinculación originaria con potenciar y ampliar la conciencia de la fini-
los anhelos y los sufrimientos de los seres tud humana a escala planetaria, en la línea
humanos que lo hablan. Y lo mismo sucede abierta por la metafísica de Schopenhauer,
con el arte. ¿Qué queda, pues? ¿Dónde sos- como fuente del sentimiento de solidaridad
tener el impulso moral? ¿Serán las religio- universal, que incluyera, como en la primera
nes las que lo alimenten, la «fuente», por etapa, la solidaridad con los animales y la
tanto, del sentimiento moral? Hay que naturaleza. En lo cual también se adelantó,
reconocer que el talante del último Hork- lúcidamente, a otra de las exigencias de la
heimer es bien distinto del del apasionado ética actual 56.
materialista de los años treinta que veía Con todo, el problema de la moral no
brotar ese impulso espontáneamente de la es para Horkheimer sólo una cuestión de
experiencia de la injusticia y del sufrimiento motivación. El problema fundamental es la
de las mayorías. Pero esa diferencia de cuestión de la verdad. Y ahí, su postura
talante no implica un cambio en sus con- vuelve a distanciarse inequívocamente tan-
vicciones profundas, sino un cambio en la to del optimismo racionalista de la segunda
realidad histórica que obliga a su pensa- teoría crítica como, por supuesto, del pen-
miento, consecuentemente materialista, a samiento conservador. Habermas tiene
reformular su visión y sus propuestas. El razón cuando critica a Horkheimer el no
impulso moral sigue teniendo para él sus haber diferenciado suficientemente entre
raíces en la tierra, pero justamente por eso razón instrumental y razón formal. Pero esta
está ahora amenazado por la lógica que debilidad de su última teoría no implica
la domina y necesita ser fortalecido. En este un escepticismo radical con respecto a la
sentido, Horkheimer se adelantó, precisa- razón. La referencia a la teología como
mente en cuanto materialista, a la convic- momento de incondicionalidad de la moral
ción que hoy, en la frontera de la Moder- no obedece en ella a una falta de confianza
nidad, en la transición a una Modernidad en la razón, sino al empeño consciente, y
autocrítica y reflexiva, cobra más y más constante a lo largo de todo su pensamiento
fuerza, no sólo en los círculos del pensa- materialista, por concebir y defender la
miento conservador comunitarista, sino razón en cuanto razón moral, heredera del
también, y sobre todo, en el mejor pen- impulso en otro tiempo guardado en la reli-

242 ISEGORÍA/25 (2001)


NOTAS Y DISCUSIONES

gión, del anhelo de justicia consumada, y Se trata de dar respuesta a la esperanza


de mantenerla siempre abierta al horizonte de los otros, de los excluidos de la felicidad.
ilimitado al que apunta ese impulso: a la No es cuestión de resignación o consuelo,
utopía de su cumplimiento, del «sueño de sino de justicia y solidaridad. La moral
una humanidad feliz». La razón comuni- materialista no ofrece consuelo, subrayaba
cativa podrá desarrollar la dimensión de el materialista Horkheimer frente a la
incondicionalidad en su despliegue inma- moral idealista. Y el último Horkheimer
nente, por tanto sin recurso a Dios, a la mantiene, e incluso radicaliza, esa convic-
vieja y superada teología, porque ya en sí ción. Pocas éticas habrá tan radicalmente
misma, en el propio lenguaje, se da esa sobrias en este sentido como la suya (cf.,
«transcendencia desde dentro» que la AJ, 226-230). Si reivindica el momento teo-
empuja en esa dirección 57. Pero al final lógico de la moral no es porque ésta haya
tampoco la razón comunicativa podrá evitar dejado de ser materialista, sino justamente
enfrentarse al mismo límite ante el que porque lo es hasta el final y se resiste a
Horkheimer plantea, con total honradez y la tentación idealista de pensar la felicidad,
coherencia, la cuestión decisiva, «la pregun- la razón y la moral por encima o al margen
ta de la filosofía» (AJ, 219-226): la pregunta de la historia de sufrimiento, de la espe-
por el futuro de la esperanza truncada de ranza malograda de las víctimas. Horkhei-
las víctimas sobre cuyos sufrimientos se ha mer no llegó a superar el paradigma
labrado la felicidad de los felices 58. Esa moderno de la conciencia en el paradigma
pregunta está, como hemos visto, en los orí- de la intersubjetividad, de la razón comu-
genes mismos de su pensamiento y es la nicativa. Ése es, sin duda, un límite de su
pregunta que acompaña y sostiene al sen- moral materialista. Sin embargo, el impul-
timiento moral, la que pone en él la nota so moral que puso en movimiento su pen-
de incondicionalidad, y la que impide la samiento materialista llevó a éste a trans-
desmoralización. La reivindicación del cenderse en la dirección del paradigma de
momento teológico en la moral no está, la intersubjetividad, incluso de forma más
pues, bajo el signo de la vejez —de la resig- radical que la propia segunda teoría crítica.
nación—, sino bajo el signo de la cohe- Pues el sentimiento moral abre la razón no
rencia al mismo impulso moral que alienta a una intersubjetividad formal, simétrica,
su pensamiento materialista desde el prin- sino a la intersubjetividad herida, no rea-
cipio. Y es que en aquella «pregunta de lizada, pendiente. De ahí que se exprese,
la filosofía», en aquella encrucijada apo- ahora como antes, en la compasión o soli-
rética, se decide para Horkheimer la ver- daridad con los excluidos de esa intersub-
dad y el sentido tanto del pensamiento jetividad, en la política que resista a la lógi-
como de la acción. Si esa pregunta queda ca del dominio y la autoconservación, que
sin respuesta, si la historia de sufrimiento la imposibilita, y en el duelo o memoria
no es reconciliada y la esperanza truncada solidaria con aquellos que han sido defi-
de las víctimas no halla cumplimiento, nitivamente excluidos de la misma, de «la
entonces —afirma Horkheimer— «sabe- humanidad feliz». La reivindicación del
mos que todo el esfuerzo del pensamiento momento teológico en el sentimiento moral
habrá sido inútil» (AJ, 225). por parte del último Horkheimer no obe-
No se trata de buscar «consuelo» para dece a un empeño de mistificación, sino
sí ante los límites infranqueables de la exis- a la convicción materialista de que no hay
tencia. Ni la moral ni la filosofía ofrecen justicia sin solidaridad, de que no hay jus-
consuelo alguno (cf., MMo, 152; AJ, 226). ticia si no es universal, plena, consumada.

ISEGORÍA/25 (2001) 243


NOTAS Y DISCUSIONES

NOTAS

1
Cf. M. Horkheimer, Anhelo de justicia, Madrid, materialistische Dekonstruktion de Philosophie»,
Trotta, 2000, pp. 59 y ss., 235. Zeitschrift für philosopische Forschung, núm. 39, 1985,
2
Carta de 14 de febrero de 1965 recogida ahora p. 364), pero ello no da pie para hablar en él de posi-
en M. Horkheimer, Gesammelte Schriften, XVIII, tivismo ni de irracionalismo.
Frankfurt, 1996, p. 594. 12
Cf. por ejemplo su clarividente e inequívoco ar-
3
Carta a Horkheimer de 25 de febrero de 1935 tículo «Zum Rationalismusstreit in der gegenwärtigen
recogida ahora en M. Horkheimer, Gesammelte Schrif- Philosophie», en Gesammelte Schriften, III, cit.,
ten, XV, Frankfurt, 1995, p. 328. pp. 163-220.
4
Me refiero a sus escritos de juventud, M. Hork- 13
M. Horkheimer, «Anfänge der bürgerlichen Ges-
heimer, «Aus der Pubertät. Novellen und Tagesbuch- chichtsphilosophie» (1930), en Gesammelte Schfhriften,
blätter», en Gesammelte Schriften, I, Frankfurt, 1988. II, Frankfurt, 1987, p. 240 (trad. cast. «Los comienzos
5
M. Horkheimer, «Traditionelle und Kritische de la filosofía burguesa de la historia», en M. Hork-
Theorie» (1937), en Gesammelte Schriften, IV, Frank- heimer, Historia, metafísica y escepticismo, Madrid,
furt, 1988, p. 216 (trad. cast. M. Horkheimer, Teoría Alianza, 1982, pp. 86 y ss.). En el mismo sentido, «Zu
tradicional y teoría crítica, Barcelona, Paidós, 2000, Theodor Haecker...», cit., p. 100.
p. 77. En adelante citaré por esta edición). 14
Aunque no hace referencia explícita a los clásicos
6
M. Horkheimer, «Materialismus und Moral» pasajes de la Fundamentación de la metafísica de las
(1933), en Gesammelte Schriften, III, Frankfurt, 1988, costumbres y de la Crítica de la razón práctica, es evi-
p. 116 (trad. cast. «Materialismo y Moral», en M. Hork- dente que Horkheimer lo toma de la filosofía práctica
heimer, Materialismo, metafísica y moral, Madrid, Tec- de Kant, no de la alternativa «teoría de los sentimientos
nos, 1999, p. 109. En adelante citaré por esta edición morales» de Shaftesbury, Hutcheson o Hume, aunque,
en el cuerpo mismo del texto con la sigla MMo y la como Kant, reconozca su momento crítico frente al
referencia de página). dogmatismo racionalista [cf. «Inmanuel Kant — zum
7
M. Horkheimer, «Materialismus und Metaphysik» 150. Todestag» (1955), en Gesammelte Schriften, VII,
(1933), en Gesammelte Schriften, III, cit., p. 81 (trad. Frankfurt, 1985, p. 37].
cast. «Materialismo y Metafísica», en M. Horkheimer, 15
H. Schnädelbach, «Max Horkheimer und die
Materialismo, metafísica y moral, cit., p. 61. En adelante Moralphilosophie des deutschen Idealismus», en
citaré por esta edición en el cuerpo mismo del texto A. Schmidt y N. Altwicker (eds.), Max Horkheimer heute:
con la sigla MMe y la referencia de página). Werk und Wirkung, Frankfurt, 1986, p. 61.
8
M. Horkheimer, «Bemerkungen zur philosophis- 16
«Phänomenologische Wertphilosophie...», cit.,
chen Anthropologie» (1935), en Gesammelte Schriften, p. 143.
III, cit., p. 256 (trad. cast. «Observaciones sobre la 17
Hay en la ética materialista de Horkheimer, sin
antropología filosófica», en M. Horkheimer, Teoría crí- duda, una componente decisionista, en la medida en
tica, Buenos Aires, Amorrortu, 1974, p. 56, por la que que la ética no descansa para él en ninguna metafísica
cito). (o teología) ni se sigue de la sola razón. Pero esa com-
9
«La verdad eterna —afirma Horkheimer en ponente no implica en modo alguno que quede aban-
1936— tiene sin Dios tan poco fundamento y sostén donada a lo irracional o meramente emocional. «Hork-
como el amor infinito» («Zu Theodor Haeckers Der heimer se opone sólo a las pretensiones excesivas, es
Christ und die Geschichte», en Gesammelte Schriften, decir, idealistas, de fundamentación» (H. Schnädel-
IV, cit., p. 100). bach, «Max Horkheimer und die Moralphilosophie...»,
10
Crítica que venía haciendo desde los años veinte cit., p. 65). Su posición estaría, pues, entre el irra-
frente al potencial emancipador de la filosofía práctica cionalismo y la fundamentación fuerte racional, más
de Kant (cf. «Phänomenologische Wertphilosophie en sintonía con la «fundamentación débil» de la moral
und Kants praktische Philosophie: Ethik als Harmo- que ha propuesto A. Wellmer frente al propio Haber-
nisierung der Gegenwart oder Gestaltung der Zu- mas (cf. Ética y diálogo, Barcelona, Anthropos, 1994).
kunft» (1926), en M. Horkheimer, Gesammelte Schrif- 18
H. Schnädelbach, ibid., p. 61.
ten, XI, Frankfurt, 1987, pp. 142 y ss.). 19
Ibid., p. 62.
11
Como sostiene Th. McCarthy, «On the idea of 20
R. Mate, La razón de los vencidos, Barcelona,
a Critical Theory and its Relation to Philosophy», en Anthropos, 1991, p. 145.
D. C. Hoy y Th. McCarthy (eds.), Critical Theory, Cam- 21
M. Horkheimer, «Dämmerung» (1926-31), en
bridge, 1994, p. 27. Interpretación que es aceptada en Gesammelte Schriften, II, Frankfurt, 1987, p. 371 (trad.
los círculos de la segunda teoría crítica sin reservas. cast. Ocaso, Barcelona, Anthropos, 1986, p. 83). Esta
Es verdad que Horkheimer tiende a identificar fun- idea atraviesa los escritos de Horkheimer como un
damentación racional con fundamentación absoluta, motivo crítico fundamental. Por eso, en la ausencia
como ha señalado con acierto H. Brunkhorst («Dia- de este sentimiento de compasión, en la insensibilidad
lektischer Positivismus des Glücks. Max Horkheimers frente al sufrimiento de los otros, sobre todo de «los

244 ISEGORÍA/25 (2001)


NOTAS Y DISCUSIONES

débiles y los pequeños», vio él siempre una de las causas 35


M. Horkheimer, «Teoría tradicional y teoría crí-
de la perversión del pensamiento materialista, concre- tica», cit., p. 47.
tamente del marxismo (cf. por ejemplo «Späne», en 36
M. Horkheimer, «Apéndice» (1937), en Teoría
M. Horkheimer, Gesammelte Schriften, XIV, Frankfurt, tradicional y teoría crítica, cit., pp. 86 y ss. Como se
1988, pp. 247 y ss.). sabe, este apéndice lo escribió como respuesta al artí-
22
M. Horkheimer, «Teoría tradicional y teoría crí- culo «Teoría crítica y filosofía» que H. Marcuse publicó
tica», cit., p. 62. en la revista del Instituto tras aparecer el de Hork-
23
Ibid., p. 77. Éste es —añade Horkheimer— el heimer y en el que llamaba la atención sobre un déficit
contenido del «concepto materialista de razón». Otra de fundamentación filosófica de la teoría crítica.
de las ideas fundamentales que atraviesan todos sus
37
Ibid., p. 87.
escritos. Volveremos sobre ella.
38
M. Horkheimer, «Gedanke zur Religión», en
Gesammelte Schriften, III, cit., p. 327.
24
Ibid. Como ha visto bien A. Arteta, el acierto 39
M. Horkheimer, «Gedanke zur Religión», cit.,
de la reivindicación del sentimiento moral en Hork-
p. 328.
heimer es haber ligado estrechamente, frente a la moral 40
Así, sobre todo, J. Habermas en su artículo «So-
formal o idealista, la compasión y la política, la soli-
bre la frase de Horkheimer: “Es inútil pretender salvar
daridad y la superación de la injusticia (La compasión.
un sentido incondicional sin Dios”», en Textos y
Apología de una virtud bajo sospecha, Barcelona, Pai-
contextos, cit., pp. 133 y ss., al que haremos por eso,
dós, 1996, pp. 264 y ss.).
a partir de ahora, repetidas referencias. También
25
M. Horkheimer, «Escepticismo y moral», en Oca- A. Wellmer en Finales de partida: La modernidad irre-
so, cit., p. 51. conciliable, Valencia, 1993, pp. 240 y ss.
26
Ibid., p. 83. La resistencia a este mito es otra 41
Cf. M. Horkheimer y Th. Adorno, Dialéctica de
de las líneas de fuerza de su pensamiento —y de su la Ilustración. Fragmentos filosóficos, Madrid, Trotta,
ética— materialista. 1994, p. 163 (en adelante, citada en el cuerpo del texto
27
Es otro de los elementos configuradores de su con la sigla DI y la referencia de página).
pensamiento, como él mismo recordó en trabajos del 42
Como sostiene Habermas, «Sobre la frase de
último período (cf. «Epílogo a Portraits deutsch-jüdis- Horkheimer...», cit., p. 134.
cher Geistesgeschichte» y «Salmo 91», en Anhelo de jus- 43
Como piensa A. Wellmer, Finales de partida, cit.,
ticia, cit., pp. 59 y ss., 106 y ss., 235) y Adorno subrayó pp. 243 y ss.
también en su Carta Abierta (cit., p. 594). 44
M. Horkheimer, «Autoritärer Staat», en Gesam-
28
Por ejemplo, H. Brunkhorst, «Dialektischer Posi- melte Schriften, V, Frankfurt, 1987, p. 307 (trad. cast.
tivismus des Glücks», cit., p. 357, en el que se apoya «El estado autoritario», en Sociedad en transición. Estu-
J. Habermas en su interpretación de la evolución del dios de filosofía social, Barcelona, 1976, p. 111).
45
pensamiento de Horkheimer (cf. «Max Horkheimer: M. Horkheimer, «Zur Kritik der instrumentellen
sobre la historia del desenvolvimiento de su obra», Vernunft», en Gesammelte Schriften, VI, Frankfurt,
en Textos y contextos, Barcelona, 1996, p. 116). 1991, p. 21 (trad. Cast. Crítica de la razón instrumental,
29
M. Horkheimer, «Zum Rationalismusstreit in der Sur, Buenos Aires, 1973, p. 7).
46
gegenwärtigen Philosophie» (1934), en Gesammelte J. Habermas, «Sobre la frase.....», cit., p. 136.
Schriften, III, cit., p. 215.
47
M. Horkheimer, Anhelo de justicia, cit., p. 93 (en
30
M. Horkheimer, Ocaso, cit., p. 170. adelante, esta obra, que recoge escritos del último
31 Horkheimer sobre moral y religión, se citará en el cuer-
M. Horkheimer, «Zu Theodor Haecker...», cit.,
po del texto con la sigla AJ y la referencia de página).
pp. 99 y ss. Otra de las convicciones centrales de su 48
Desde R. Bellah, Hábitos del corazón, Madrid,
pensamiento materialista, que incide decisivamente en
Alianza, 1989, hasta Ch. Taylor, Fuentes del yo, Bar-
su idea de felicidad universal, consumada, y determina
celona, Paidós, 1996, pasando por L. Kolakowski, Si
consiguientemente el horizonte de la moral. Por eso
Dios no existe..., Madrid, Tecnos, 1985. Hay que reco-
le sorprendería la práctica irrelevancia de esta idea
nocer que el pensamiento materialista de Horkheimer
de «duelo metafísico» —como del sentimiento de la
siempre estuvo cerca del pensamiento conservador sen-
compasión— en el pensamiento materialista de Marx
sible a «los costes» del progreso... Pero su cercanía
y Engels (Carta a Adorno de 11 de junio de 1949,
terminaba, y termina también en este caso, ahí. Su
en Gesammelte Schriften, XVIII, Frankfurt, 1996, intención, como digo, es bien distinta. No hay en Hork-
p. 50). heimer, en efecto, retorno al teísmo, pero no, como
32
W. Benjamin, «Das Passagenwerk», N, 8, 1, en piensa Taylor (ibid., p. 528), porque su pensamiento
Gesammelte Schriften, V.1, Frankfurt, 1982, pp. 588 sea enteramente «antropocéntrico y subjetivista», sino
y s. por ser materialista. Pero justamente por ser materia-
33
Por ejemplo, J. Habermas, «Max Horkheimer: lista, el temor ante el «declive de la fe religiosa» (ibid.,
sobre la historia...», cit., p. 128. p. 328) no se centra en él en las consecuencias negativas
34
Carta a W. Benjamin de 16 de marzo de 1937, para la «identidad del yo», sino en la debilitación del
en M. Horkheimer, Gesammelte Schriften, XVI, Frank- impulso moral que apunta a la felicidad pendiente de
furt, 1995, p. 52. los otros.

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NOTAS Y DISCUSIONES

49
Sostener que la moral del último Horkheimer 54
W. Benjamin, «Goethes Wahlverwandschaften»,
presupone el «concepto ontológico de transcendencia», en Gesammelte Schriften, I/1, Frankfurt, 1974, p. 201.
como hace Habermas («Sobre la frase...», cit., p. 139), En esta decidida orientación del anhelo de justicia,
contradice la posición materialista fundamental de como del sentimiento moral, hacia los otros, los exclui-
aquél según la cual en ese concepto «habita ya la men- dos histórica o definitivamente de la felicidad, se dis-
tira» (AJ, 222; cf. 226). No se puede afirmar, por tanto, tancia la moral materialista de Horkheimer significa-
que Horkheimer cae en una heteronomía preilustrada, tivamente de la moral de la compasión de su mentor
como interpreta R. Vargas Machuca, «Ética y marxis- Schopenhauer, en la que la solidaridad no implica tanto
mo», en V. Camps y otros (eds.), Concepciones de la el cumplimiento de la justicia cuanto la disolución de
ética, Madrid, Trotta, 1992, pp. 218 y ss. los individuos. Y también, por supuesto, del «senti-
50
Si su materialismo no tuviera, como hemos podi- miento de solidaridad» reivindicado por el actual neo-
do comprobar, un sentido crítico y contrafáctico frente pragmatismo (cf. R. Rorty, Contingencia, ironía y soli-
al desafío de cada situación histórica, Horkheimer daridad, Barcelona, Paidós, 1989, pp. 207 y ss.) que
habría identificado con esta argumentación, que repite más bien está impulsado por una dinámica etnocén-
literalmente, como podemos comprobar, la empleada trica, contraria a aquella orientación del sentimiento
en la primera etapa contra la moral metafísica, idealista moral. En esa orientación, la ética materialista de
(cf. MMo, 134), su propia ética materialista con el Horkheimer bebe más de la «otra» fuente que está
relativismo moral del positivismo y pragmatismo, lo en su origen, de la pasión por la justicia del mejor
que, evidentemente, no es el caso. judaísmo.
51
En mi introducción a Anhelo de Justicia (cit., 55
Pienso, por ejemplo, en las reivindicaciones de
pp. 29 y ss.) he precisado el sentido de esta inquietante la teología política (J. B. Metz, «Religión und Politik
reivindicación de Horkheimer frente a sus críticos y an den Grenzen der Moderne», en Zum Begriff der
apologetas. neuen politischen Theologie, Mainz, 1997, pp. 176 y ss.)
52
Th. Adorno, Minima moralia, Caracas, Monte y de la fuente judía del pensamiento occidental (R.
Ávila, 1975, p. 108. Mate, Memoria de occidente, Barcelona, Anthropos,
53
«La praxis ha de ser tal —afirma Horkheimer, 1997).
interpretando así a Kant— que no se pueda concebir 56
Por ejemplo, F. Fernández Buey, «Barbarie, tole-
que no existe el Absoluto» [«Inmanuel Kant — zum rancia, igualdad en la diversidad», en M. Cruz (comp.),
150. Todestag» (1955), en Gesammelte Schriften, VII, Tolerancia o barbarie, Barcelona, Gedisa, 1998, pp. 115
Frankfurt, 1985, p. 40]. Esta idea del impulso moral y ss.
como negación de la injusticia, medular, como vemos, 57
«Sobre la frase...», cit., pp. 145 y ss.
en la teoría crítica, no se halla lejos del «imperativo 58
También Habermas ha tomado nota de ese límite
de la disidencia» propuesto por J. Muguerza como y de la aporía que representa a raíz de las críticas
alternativa a la fundamentación racional de la moral, que le han venido de parte de teólogos críticos (cf.
de los derechos humanos («La alternativa del disenso», «¿Afectan las objeciones de Hegel contra Kant también
en Ética, disenso y derechos humanos, Madrid, 1998, a la ética del discurso?», en Aclaraciones a la ética
pp. 11-84, esp. 58 y ss.). del discurso, Madrid, Trotta, 2000, p. 32).

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