Está en la página 1de 2

La trampa del auto-sabotaje

por Bel Cesar - belcesar@ajato.com.br

Traducción: Marta Susana Pacho


martaspar927@yahoo.com.ar

Hay momentos de la vida en los que reconocemos que estamos listos para dar un nuevo salto, para
efectivizar un cambio profundo. Nos lanzamos en un nuevo emprendimiento, en una nueva relación
afectiva, cambiamos de ciudad y hasta de sobrenombre. Pero, en breve, nos encontramos cometiendo
los mismos errores de nuestra “vida pasada”. Es como si hubiésemos dado un gran salto para caer en el
mismo agujero. Caímos en trampas creadas por nosotros mismos. Nos auto saboteamos. Eso ocurre
porque, a pesar de querer cambiar, nuestro inconsciente todavía no nos permite el cambio.

En nuestro fuero íntimo, escuchamos y obedecemos, sin darnos cuenta, órdenes de nuestro
inconsciente generadas por frases que escuchamos innumerables veces cuando aún éramos niños.
Toda familia tiene las suyas. Por ejemplo: “No hables con extraños” es una clásica. Como nuestra mente
fue programada para no hablar con extraños, cada vez que conocemos una nueva persona nos sentimos
amenazados. Una parte de nuestro cerebro nos dice “ábrete” y la otra advierte “cuidado”.
En un primer momento, el desafío en sí es osado, por eso nos lanzamos a nuevas experiencias y
estamos dispuestos a enfrentar los preconceptos. En tanto, cuando surgen las primeras dificultades que
nos hacen sentir incapaces de lidiar con ese nuevo emprendimiento, percibimos en nosotros la presencia
de esta parte inconsciente que no concordaba en que nos arriesgásemos a cambiar de actitud: “Bien
sabía yo que hablar con extraños era peligroso”.

Cada vez que desconfiamos de nuestra capacidad de superar los obstáculos, cultivamos un sentimiento
de cobardía interior que bloquea nuestras emociones y nos paraliza. Muchas veces, el miedo al cambio
es mayor que la fuerza para cambiar. Por eso, mientras nos auto ilusionemos con soluciones irreales y
nos resistamos a rever nuestros errores y aprender de ellos, estaremos bloqueados. De esta forma, la
pereza y el orgullo sarán expresiones de auto sabotaje, esto es, de nuestro miedo de cambiar.
Difícilmente percibimos que nos auto saboteamos. Nos auto engañamos cuando no lidiamos
directamente con nuestro problema raíz.
La auto-ilusión es un juego de la mente que busca una solución inmediata para un conflicto, o sea, un
modo de adaptarse a una situación dolorosa, empero, que no represente un cambio amenazador. Por
ejemplo, si durante la infancia absorbemos la idea de que ser rico es ser envidiado y así, menos amado,
cada vez que tuviéramos la posibilidad de ampliar nuestro patrimonio, nos sentiremos amenazados!
Entonces, nos crearemos deudas, comprando más allá de nuestras posibilidades, para sentirnos ricos,
pero con los ya conocidos problemas de ser pobres.
No es fácil notar que la traición comienza en nosotros mismos, pues no nos damos cuenta que nos
estamos auto saboteando.

En la auto ilusión todo parece perfecto. Atribuimos al tiempo y a los otros la solución mágica de nuestros
problemas: con el tiempo, el dolor de una pérdida pasará; su amado se arrepentirá de haberla dejado y
volverá a sus brazos como si nada hubiese ocurrido. Entretanto, solo cuando tomemos consciencia de
nuestros errores dejaremos de ser víctimas de ellos!
Tenemos una imagen idealizada de nosotros mismos, que nos impide ser verdaderos.
Producimos muchas ilusiones a partir de esta idealización. Muchas veces, decimos lo que no sentimos
de verdad. Esto ocurre porque no sentimos lo que pensamos!

Muchas veces no queremos pensar en aquello que sentimos, pues, en general, tenemos dificultad para
lidiar con nuestros sentimientos sin juzgarlos. Estar abiertos para con nuestros sentimientos
demanda sinceridad y compasión. Reconocer que no estamos sintiendo lo que deberíamos sentir o nos
gustaría estar sintiendo es un desafío para con nosotros mismos. Algunas de nuestras auto imágenes no
quieren ser vistas!

Es nuestra auto imagen la que genera sentimientos y pensamientos en nuestro interior. Podemos
ejercitarnos para identificarla. Pero este no es un ejercicio fácil, pues nos resistimos a mirar nuestro lado
sombrío. Sin embargo, una cosa es cierta: todo lo que ignoramos sobre nuestra parte sombría, crece
silenciosamente y un día será tan fuerte que no habrá como detener su acción. Por lo tanto, es nuestra
autoimagen la que dicta nuestro destino.

El maestro del budismo tibetano Tarthang Tulku, escribe en su libro “The Self-Image” (Ed. Crystal Mirror):
“La autoimagen no es permanente. De hecho, el sentimiento en sí existe, empero su poder de
sustentación se perderá totalmente en cuanto usted pierda el interés por alimentar la autoimagen. En ese
instante, usted puede tener una experiencia enteramente diferente de la que juzgó posible en aquel
estado anterior de dolor. Es tan fácil dejar perpetuarse a la autoimagen, dejarla dominar toda su vida y
crear un estado de cosas desequilibrado... ¿Como podemos involucrarnos menos con nuestra
autoimagen y tornarnos flexibles? Somos seres humanos, no animales, y no necesitamos vivir como si
estuviésemos enjaulados o en cautiverio. En el nivel actual, antes de comenzar a meditar sobre la
autoimagen, no percibimos la diferencia entre nuestra autoimagen y nuestro “yo”. No tenemos un portón
de acceso o punto de partida. Pero, si pudiéramos reconocer apenas alguna pequeña diferencia entre
nuestra autoimagen y nosotros mismos, o “yo” o “si mismo”, entonces podremos ver cuál parte es la
autoimagen”.

“La autoimagen puede representar una especie de fijación. Ella lo aferra, y usted, como que la congela.
Usted acepta esa imagen estática, congelada, como un cuadro verdadero y permanente de sí mismo”,
explica Peggy Lippit en el capítulo sobre Autoimagen del libro “Reflexiones sobre la mente” organizado
por su maestro Tarthang Tuku (Ed. Cultrix).

La próxima vez que usted se encuentre con frases fáciles, aproveche a anotarlas! Ellas revelan su
autoimagen y son responsables por sus comportamientos repetitivos de auto-sabotaje. Al encontrar la
autoimagen que genera sentimientos desagradables, tenemos la oportunidad de purificarla en vez de
sólo sentirnos mal. El proceso de auto conocimiento podrá tornarse entonces un juego divertido y
curioso, sobre nosotros mismos!

Bel Cesar es terapeuta y se dedica a la atención de pacientes que enfrentan el proceso de la muerte.
Autora de los libros Viaje Interior al Tibet y Morir no se improvisa.

También podría gustarte