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ISSN: 0185-3716
Marzo 2008 Número 447

Zen

■ Jorge Luis Borges

■ Bodhidharma

■ D. T. Suzuki

■ Ming-pen

■ James H. Austin

■ Víctor Kuri Gil

■ Marguerite Yourcenar

■ Yukio Mishima

■ Nicolás Gómez Dávila

■ Entrevista a Sergio Pitol

Poema

■ Matsuo Basho

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Sumario
Poema 3
Matsuo Basho
El Budismo 4
Jorge Luis Borges
La entrada en el Camino por el fundador del Zen 6
Bodhidharma
Los Diez Cuadros del Pastoreo del Buey, I 7
D. T. Suzuki
Lo similar y lo diferente 12
Ming-pen
Misticismo, Zen, Religión y Neurociencia 13
James H. Austin
Un maestro chino 17
Víctor Kuri Gil
De cómo fue salvado Wang-Fo 19
Marguerite Yourcenar
Mis últimos veinticinco años 24
Yukio Mishima
El reaccionario auténtico 26
Nicolás Gómez Dávila
Entrevista a Sergio Pitol 29
Ernesto Herrera y Moramay H. Kuri
El Derecho Penal a juicio. Diccionario crítico,
(coordinadores Gerardo Laveaga
y Alberto Lujambio) 31
Por Juan Carlos Gómez Martínez

Ilustración de portada: Retrato de Basho


por Buson.

Ilustraciones de interiores tomadas del libro El arte


chino de Lubor Hájek, editado por el fce, 1966.

número 447, marzo 2008 la Gaceta 1

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¿Qué es el zen? No es precisamente una religión, tampoco una filosofía a secas, ni


Directora del FCE
Consuelo Sáizar
siquiera podemos decir que es una vía espiritual, porque el propio concepto de espí-
ritu se desvanece —al igual que todos los objetos que conforman nuestras vidas—
cuando la mente iluminada lo nombra. Entonces ¿cómo abordar esta enigmática vi-
Director de La Gaceta sión del mundo? La respuesta es tan sencilla como compleja: debemos “abandonar
Luis Alberto Ayala Blanco
todas las suposiciones”. Éste es el gran poder y la penetrante inteligencia que desplie-
ga el pensamiento zen. No dar nada por sentado, excepto, tal vez, la propia “nada”, e
Editor incluso ésta debe quedarse en una especie de suspensión del juicio. Los maestros zen
Moramay Herrera Kuri
enseñan que el Camino carece de direcciones determinadas; es más, enseñan que la
iluminación es una cuestión absolutamente personal y que ningún precepto que ellos
Consejo editorial esgriman sirve de algo. El iluminado es aquel que, de súbito, se percata de que todo
Sergio González Rodríguez, Alberto lo que lo rodea —incluidos sus pensamientos— es una ilusión. Pero esto no quiere
Ruy Sánchez, Nicolás Alvarado, Pa-
blo Boullosa, Miguel Ángel Echega- decir que se niegue la existencia y ya. La vida sigue su curso, y el iluminado continúa
ray, Martí Soler, Juan Carlos Rodrí- su vida como un hombre más, pero con una pequeña diferencia: él ya no está atrapa-
guez, Joaquín Díez-Canedo, Citlali do por los condicionamientos, los apegos y las necesidades de la llamada “realidad”.
Marroquín, Paola Morán, Miguel
Ángel Moncada Rueda, Geney Bel-
No hay bien ni mal. El bien y el mal son productos del deseo del hombre por tratar
trán Félix. de darle sentido al entorno en el que vive. Para el zen, no pasan de ser un soplo en la
penumbra. Se dice que el objetivo del zen, o chan en chino, o dhyana en sánscrito (las
tres palabras significan “meditar”), es vaciar la mente y encontrar el origen común de
Impresión
Impresora y Encuadernadora todo, el “vacío” del que deriva la exuberante sucesión de objetos y eventos que tejen
Progreso, sa de cv la trama del diario transcurrir. Pero “vacío” no tiene la misma connotación que para
un occidental común y corriente, es decir, no es una ausencia de objetos. “Vacío” es
una simple palabra para sugerir o señalar algo que es innombrable, irrepresentable,
Formación pero que a la vez es pura plenitud. Hoy en día, cuando la estrechez de miras moder-
Ernesto Ramírez Morales na y occidental promete instaurarse como la única soberana, el pensamiento zen, en
cambio, se perfila como un necesario respiro de inteligencia y paz.
Versión para internet Este número de La Gaceta apuesta por este “respiro”, y para ello presenta algunas
Departamento de Integración de las voces más apreciables del zen. Dos grandes maestros, Bodhidharma y Ming-
Digital del fce pen nos muestran el sentido originario del zen, sin ningún tipo de interpretaciones
www.fondodeculturaeconomica.com/
LaGaceta.asp occidentalizadas. Jorge Luis Borges hace una breve narración del inicio del budismo
zen. D. T. Suzuki comenta los cuadros del maestro Kaku-an Shi-en. James H. Austin
relaciona el zen, el misticismo y el cerebro. Víctor Kuri realiza un espléndido retrato
La Gaceta del Fondo de Cultura Econó- del maestro chino Lu K’uan Yü. Marguerite Yourcenar nos deleita con su entrañable
mica es una publicación mensual edi-
tada por el Fondo de Cultura Econó- personaje Wang-Fo.
mica, con domicilio en Carretera Pero, siguiendo los preceptos del zen, donde incluso las cosas más disímiles están
Picacho-Ajusco 227, Colonia Bosques conectadas, también se incluyeron otros textos, de temas diversos. Yukio Mishima
del Pedregal, Delegación Tlalpan,
Distrito Federal, México. Editor res- hace una crítica feroz a los valores modernos y occidentales. El colombiano Nicolás
ponsable: Moramay Herrera. Certifi- Gómez Dávila, de quien Gabriel García Márquez dijo alguna vez: “si yo no fuera
cado de Licitud de Título 8635 y de comunista pensaría en todo y para todo como él”, probablemente uno de los ensayis-
Licitud de Contenido 6080, expedi- tas más importantes y más olvidados de Latinoamérica, nos regala un texto extraor-
dos por la Comisión Calificadora de
Publicaciones y Revistas Ilustradas el dinario titulado El reaccionario auténtico. Y por último, contamos con una entrevista a
15 de junio de 1995. La Gaceta del Sergio Pitol, para celebrar su cumpleaños 75. G
Fondo de Cultura Económica es un nom-
bre registrado en el Instituto Nacio-
nal del Derecho de Autor, con el nú-
mero 04-2001-112210102100, el 22
de noviembre de 2001. Registro Pos-
tal, Publicación Periódica: pp09-0206.
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Cultura Económica.
ISSN: 0185-3716

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2 la Gaceta número 447, marzo 2008

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Poema*
Matsuo Basho

* Matsuo Basho, Sendas de Oku, traducción de Octavio Paz y Eiki-


chi Hayashiya, fce, México, 2005.

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El Budismo*
Jorge Luis Borges

Llegamos ahora al budismo zen y a Bodhidharma. Bodhidhar- Es muy difícil exponer una religión, sobre todo una religión
ma fue el primer misionero, en el siglo sexto. Bodhidharma se que uno no profesa. Creo que lo importante no es que vivamos
traslada de la India a la China y se encuentra con un emperador el budismo como un juego de leyendas, sino como una disci-
que había fomentado el budismo y le enumera monasterios y plina; una disciplina que está a nuestro alcance y que no exige
santuarios y le informa del número de neófitos budistas. Bod- de nosotros el ascetismo. Tampoco nos permite abandonarnos
hidharma le dice: “Todo eso pertenece al mundo de la ilusión; a las licencias de la vida carnal. Lo que nos pide es la medita-
los monasterios y los monjes son tan irreales como tú y como ción, una meditación que no tiene que ser sobre nuestras cul-
yo”. Después se va a meditar y se sienta contra una pared. pas, sobre nuestra vida pasada.
La doctrina llega al Japón y se ramifica en diversas sectas. Uno de los temas de meditación del budismo zen es pensar
La más famosa es la zen. En la zen se ha descubierto un proce- que nuestra vida pasada fue ilusoria. Si yo fuera un monje bu-
dimiento para llegar a la iluminación. Sólo sirve después de dista pensaría en este momento que he empezado a vivir ahora,
años de meditación. Se llega bruscamente; no se trata de una que toda la vida anterior de Borges fue un sueño, que toda la
serie de silogismos. Uno debe intuir de pronto la verdad. El historia universal fue un sueño. Mediante ejercicios de orden
procedimiento se llama satori y se trata de un hecho brusco, intelectual nos iremos liberando de la zen. Una vez que com-
que está más allá de la lógica. prendamos que el yo no existe, no pensaremos que el yo puede
Nosotros pensamos siempre en términos de sujeto, objeto, ser feliz o que nuestro deber es hacerlo feliz. Llegaremos a un
causa, efecto, lógico, ilógico, algo y su contrario; tenemos que estado de calma. Eso no quiere decir que el nirvana equivalga
rebasar esas categorías. Según los doctores de la zen, llegar a la a la sensación del pensamiento y una prueba de ello estaría en
verdad por una intuición brusca, mediante una respuesta ilógi- la leyenda del Buddha. El Buddha, bajo la higuera sagrada,
ca. El neófito pregunta al maestro qué es el Buddha. El maes- llega al nirvana, y, sin embargo, sigue viviendo y predicando la
tro le responde: “El ciprés es el huerto”. Una contestación del ley durante muchos años.
todo ilógica que puede despertar la verdad. El neófito pregun- ¿Qué significa llegar al nirvana? Simplemente, que nuestros
ta por qué Bodhidharma vino del Oeste. El maestro puede actos ya no arrojan sombras. Mientras estamos en este mundo
responder: “Tres libras de lino”. Estas palabras no encierran un estamos sujetos al karma. Cada uno de nuestros actos entreteje
sentido alegórico; son una respuesta disparatada para desper- esa estructura mental que se llama karma. Cuando hemos lle-
tar, de pronto, la intuición. Puede ser un golpe, también. El gado al nirvana nuestros actos ya no proyectan sombras, esta-
discípulo puede preguntar algo y el maestro puede contestar mos libres. San Agustín dijo que cuando estamos salvados no
con un golpe. Hay una historia —desde luego tiene que ser tenemos por qué pensar en el bien o en el mal. Seguiremos
legendaria— sobre Bodhidharma. obrando el bien, sin pensar en ello.
A Bodhidharma lo acompañaba un discípulo que le hacía ¿Qué es el nirvana? Buena parte de la atención que ha sus-
preguntas y Bodhidharma nunca contestaba. El discípulo tra- citado el budismo en el Occidente se debe a esta hermosa pa-
taba de meditar y al cabo de un tiempo se cortó el brazo iz- labra. Parece imposible que la palabra nirvana no encierre algo
quierdo y se presentó ante el maestro como una prueba de que precioso. ¿Qué es el nirvana, literalmente? Es extinción, apa-
quería ser su discípulo. Como una prueba de su intención se gamiento. Se ha conjeturado que cuando alguien alcanza el
mutiló deliberadamente. El maestro, sin fijarse en el hecho, nirvana, se apaga. Pero cuando muere, hay gran nirvana, y
que al fin de todo era un hecho físico, un hecho ilusorio, le entonces, la extinción. Contrariamente, un orientalista austria-
dijo: “¿Qué quieres?”. El discípulo le respondió: “He estado co hace notar que el Buddha usaba la física de su época, y la
buscando mi mente durante mucho tiempo y no la he encon- idea de la extinción no era entonces la misma que ahora: por-
trado”. El maestro resumió: “No la has encontrado porque no que se pensaba que una llama, al apagarse, no desaparecía. Se
existe”. En ese momento el discípulo comprendió la verdad, pensaba que la llama seguía viviendo, que perduraba en otro
comprendió que no existe el yo, comprendió que todo es irreal. estado, y decir nirvana no significaba forzosamente la extin-
Aquí tenemos, más o menos, lo esencial del budismo zen. ción. Puede significar que seguimos de otro modo. De un
modo inconcebible para nosotros. En general, las metáforas de
los místicos son metáforas nunciales, pero las de los budistas
* Fragmento de “El budismo” de Jorge Luis Borges, en Siete son distintas. Cuando se habla del nirvana no se habla del vino
noches, fce, México, 2001 del nirvana o de la rosa del nirvana o del abrazo del nirvana. Se

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lo compara, más bien, con una isla. Con una isla firme en me- —y de la cual he entendido poco, realmente— con ánimo de
dio de las tormentas. Se lo compara con una alta torre; puede mostrar una pieza de museo. Para mí el budismo no es una
comparárselo con un jardín, también. Es algo que existe por su pieza de museo: es un camino de salvación. No para mí, pero
cuenta, más allá de nosotros. para millones de hombres. Es la religión más difundida del
Lo que he dicho hoy es fragmentario. Hubiera sido absurdo mundo y creo haberla tratado con todo respeto, al exponerla
que yo expusiera una doctrina a la cual he dedicado tantos años esta noche. G

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La entrada en el Camino
por el fundador del Zen*
Bodhidharma

Para entrar en el camino hay muchas vías, pero esencialmente surgen de condiciones, en la mente no aumenta ni disminuye
son de dos clases, designadas como el principio y la conducta. nada. Cuando la influencia de la alegría no te agita, mantienes
Entrar a través del principio consiste en alcanzar la fuente una profunda armonía con el Camino; se denomina la práctica
por medio de las enseñanzas y la profunda creencia de que de adaptarse a las condiciones.
todos los seres vivos tienen la misma y verdadera naturaleza La tercera es la práctica de no buscar nada. La gente mun-
esencial, pero está velada por los elementos exteriores y las dana vaga siempre, apegándose codiciosamente aquí y allí.
ideas falsas, y no puede manifestarse por entero. Si abandonas Esto se denomina buscar. El sabio comprende que el principio
la falsedad y vuelves a la realidad, morando en un estado de de la verdad absoluta es contrario a lo mundano. Al no luchar,
imperturbable observación, sin un yo ni un otro, considerando se mantiene mentalmente sereno y se adapta físicamente a los
lo ordinario y lo sagrado por igual, persistiendo firme e inamo- cambios del destino.
viblemente, sin dejarte llevar por otras persuasiones, armoni- Todo cuanto existe está vacío, no hay nada que desear. Las
zarás profundamente con el principio. No albergar falsas con- bendiciones y las maldiciones se siguen siempre unas a otras.
cepciones, estar sereno y no luchar, se llama entrar en el Vivir en el mundo es como estar en una casa envuelta en lla-
Camino a través del principio. mas, toda la existencia corpórea implica dolor, ¿quién puede
Entrar por medio de la conducta se refiere a las cuatro prác- hallar la paz? Al comprender este punto dejamos de apegarnos
ticas que incluyen todas las demás. ¿Cuáles son las cuatro a todo cuanto existe, dejamos de pensar y buscar cosas. Las
prácticas? La primera es la compensación de la oposición. La escrituras dicen: “Buscar algo siempre es doloroso: no buscarlo
segunda, adaptarse a las condiciones. La tercera, no buscar es gozoso”. No buscar nada es claramente la conducta del Ca-
nada. La cuarta, actuar de acuerdo con la verdad. mino, de ahí que se denomine la práctica de no buscar nada.
La práctica de la compensación de la oposición significa que La cuarta es la práctica de actuar de acuerdo con la verdad.
cuando la gente que cultiva el Camino se ve acosada por el El principio de la pureza de la naturaleza esencial se denomina
sufrimiento, debe pensar cómo en otras vidas pasadas olvidó lo verdad. Según este principio, todas las apariencias están vacías;
fundamental y persiguió lo trivial durante innumerables siglos, de modo que la contaminación, el apego, esto o aquello no
fluyendo con las oleadas de las existencias, generando mucha existen. Las escrituras dicen: “En la verdad no hay seres, por-
enemistad y odio, creando un sinfín de ofensas y sufrimientos. que está libre de la ignorancia de los seres. En la verdad no hay
Aunque ahora pueda ser inocente, ve que su sufrimiento no es un yo, porque está libre de la ignorancia del yo”.
algo que los dioses inflijan a los humanos, sino el fruto de sus Por tanto, si el sabio puede creer en este principio, debe
acciones negativas del pasado. Por tanto, lo acepta satisfecho, actuar de acuerdo con la verdad. La esencia de la verdad no es
sin mostrar animadversión ni quejarse. Las escrituras dicen: tacaña: al ser caritativa consigo misma, con la vida y los bienes,
“Al experimentar el sufrimiento no se siente ansiedad, porque la mente no tiene pesar. Liberado de la personalidad y las cosas
se posee el perfecto conocimiento”. Cuando desarrollas esta vacías, independiente y sin apego, con el único propósito de
actitud, estás en armonía con el Camino. Progresar en él al deshacerte de la ignorancia, edificando a la gente informal-
comprender la oposición se denomina la práctica de compen- mente, esto constituye tu propia práctica, lo cual puede tam-
sar la oposición. bién ayudar a los demás. Puede asimismo embellecer el sende-
La segunda es la práctica de adaptarse a las condiciones. Los ro de la Iluminación.
seres vivos no tienen un yo absoluto sino que están influidos Del mismo modo que esto es cierto con respecto a la cari-
por las condiciones y acciones. Sus experiencias de dolor y dad, también lo es con respecto a las otras cinco perfecciones
placer surgen de las condiciones. Aunque reciban unas exce- o senderos de trascendencia. Practicar los seis senderos de
lentes recompensas, como la prosperidad y la fama, éstas son trascendencia para liberarse de las ideas falsas, sin objetivar las
sólo los efectos de causas pasadas que ahora reciben. Cuando prácticas, es lo que se llama la práctica de actuar de acuerdo
las condiciones se agoten, volverán a quedarse sin nada, así que con la verdad. G
¿por qué tendría uno que alegrarse? La ganancia y la pérdida

* Thomas Cleary, Zen Básico. Los pasajes esenciales de los grandes


maestros, traducción de Nuria Martí, Oniro, Barcelona, 2001.

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Los Diez Cuadros del Pastoreo del Buey, I*
D. T. Suzuki

Nota preliminar ampliamente, y en la actualidad todos los libros de pastoreo de


bueyes los reproducen. El primero pertenece, según creo, al
Se dice que el autor de estos “Diez Cuadros del Pastoreo del siglo xv. Sin embargo, parece que hubo en boga una edición
Buey” es un maestro Zen de la Dinastía Sung, conocido como diferente, una perteneciente a la serie de cuadros de Seikyo y
Kaku-an Shi-en (Kuo-an Shih-yuan), perteneciente a la escue- Jitoku. El autor es desconocido. La edición con el prefacio de
la Rinzai. También es el autor de los poemas y palabras de in- Chung-hung, 1585, tiene diez cuadros, cada uno de los cuales
troducción que acompañan los cuadros. Sin embargo, no fue el está precedido por un poema de Pu-ming. En cuanto a quién
primero que intentó ilustrar, por medio de cuadros, etapas de fue este Pu-ming, el mismo Chung-hung declara su ignoran-
la disciplina Zen, pues en su prefacio general de los cuadros se cia. En estos cuadros, el colorido del buey cambia junto con su
refiere a otro maestro Zen llamado Seikyo (Ching-chu), pro- manejo por parte del pastor. Se reproducen aquí los raros im-
bablemente coetáneo suyo, quien empleó al buey para explicar presos chinos originales, traduciéndose también al español los
su enseñanza Zen. Pero, en el caso de Seikyo, el desarrollo versos de Pu-ming.
gradual de la vida Zen era indicado mediante un progresivo De manera que, hasta donde puedo identificarlas, hay cua-
blanqueo del animal, que terminaba con la desaparición de tro variedades de Cuadros del Pastoreo del Buey: 1) de Kaku-
todo el ser. En esto había sólo cinco cuadros, en vez de diez an; 2) de Seikyo; 3) de Jitoku, y 4) de un autor desconocido.
como los de Kaku-an. Kaku-an juzgó que esto era algo que Los “Cuadros” de Kaku-an aquí reproducidos son de Shu-
inducía a error, pues el círculo vacío se constituía en meta de la bun, un sacerdote Zen del siglo xv. Los cuadros originales se
disciplina Zen. Alguien podría considerar al mero vacío como conservan en Shokokuji, Kioto. Fue uno de los máximos pin-
de importancia total y como final. De allí sus mejoras que die- tores en blanco y negro del periodo Ashikaga.
ron por resultado los “Diez Cuadros del Pastoreo del Buey”,
como los que ahora tenemos. Los Diez Cuadros del pastoreo del Buey, I, de Kaku-an
Según un comentarista de los Cuadros de Kaku-an, hay otra
serie de los Cuadros del Pastoreo del Buey, de un maestro Zen I
llamado Jitoku Ki (Tzu-te Hui), que aparentemente conoció la La Búsqueda del Buey. La bestia nunca se extravió. ¿De qué
existencia de los Cinco Cuadros de Seikyo, pues los de Jitoku vale buscarla? La razón de que el pastor no se halle en íntimos
son seis en total. El último, el número 6, va más allá de la etapa términos consigo mismo se debe a que él mismo violó su natu-
del absoluto vacío, donde termina el de Seikyo; el poema dice: raleza más recóndita. La bestia se perdió porque el pastor se
“Hasta más allá de los últimos límites se extiende un pasa- apartó de la senda, siguiendo sus engañosos sentidos. Su hogar
dizo se aleja cada vez más de él desvíos y encrucijadas se confunden
Por el que él vuelve entre los seis reinos de la existencia; continuamente. El deseo de ganancia y el temor a la pérdida
Cada asunto mundano es una obra budista, arden como fuego; las ideas sobre lo recto y lo equivocado
Y dondequiera que va, encuentra su ambiente hogareño; brotan como falangio.
Como gema brota hasta el barro, Sólo en el yermo, perdido en el bosque, ¡el muchacho bus-
Como oro puro brilla hasta el horno; ca, busca!
Por el camino sin fin (de nacimiento y muerte) camina, su- Las aguas bullentes, las montañas distantes y el sendero sin
ficiente, hacia sí mismo, fin;
En cualquier asociación que se halle, se desplaza pausada- Exhausto y desesperado, no sabe dónde dirigirse,
mente desapegado.” Sólo oye las cigarras de la tarde que cantan en los bosques
El buey de Jitoku se va tornando más blanco que el de Sei- de arces.
kyo, y en este aspecto particular ambos difieren de la concep-
ción de Kaku-an. En este último no hay un proceso de blan- II
queamiento. En Japón, los Diez Cuadros de Kaku-an circularon Huellas a la vista. Con ayuda de los sutras e indagando en las
doctrinas, llegó a entender algo, halló las huellas. Ahora sabe
que los vasos, por variados que sean, son todos de oro, y que el
* D. T. Suzuki, Manual de Budismo Zen, traducción de Héctor V. mundo objetivo es el reflejo del Yo. Empero, no puede distin-
Morel, Editorial Kier, Buenos Aires, 1992. guir lo bueno de lo que no lo es, su mente está aún confundida

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sobre la verdad y la falacia. Como todavía no traspuso la puer- VI
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ta, se dice provisionalmente que advirtió las huellas. Regreso al hogar, montado en el buey. La lucha ya pasó; al hom-
Junto al arroyo y bajo los árboles están dispersas las huellas bre no le preocupan más la ganancia ni la pérdida. Tararea una
del que se perdió; tonada campestre de leñadores, entona aires sencillos de niños
Crecen tupidos los pastos de dulce aroma. ¿Él halló el ca- pueblerinos. Montado en el lomo del buey, sus ojos se fijan en
mino? cosas que no son de la tierra, que no son terrenas. Aunque lo
Por más lejos que vague la bestia por las colinas, llamen, no volverá su cabeza; aunque se lo supliquen, no que-
Su nariz llega a los cielos y nadie puede ocultarla. dará más rezagado.
Montado en el lomo del buey, sus ojos se fijan en cosas que
III no son de la tierra, que no son terrenas. Aunque lo lla-
Buey a la vista. El pastor halla el camino por el sonido que men, no volverá su cabeza; aunque se lo supliquen, no
oye; de ese modo, ve dentro del origen de las cosas, y todos sus quedará más rezagado.
sentidos están en orden armonioso. Éste está presente mani- Montado en el animal, se encamina lentamente hacia su
fiestamente en todas sus actividades. Semeja la sal en el agua y hogar:
la cola en el color. (Está allí aunque no se lo pueda distinguir Envuelto en la niebla vespertina, ¡cuán armoniosamente se
como una entidad individual.) Cuando dirija la vista apropiada- desvanece la flauta!
mente, descubrirá que no es otro que él mismo. ¡Entonando una acompasada cancioncilla, su corazón se
Más allá, en una rama se posa un ruiseñor que canta alegre- llena de júbilo indescriptible!
mente; ¿Es preciso decir que ahora él es uno de los que conocen?
El sol es cálido, y sopla una suave brisa, verdes son los sau-
ces en la orilla; VII
El buey está allí totalmente a su lado, en ningún sitio ha de Olvidado el buey, el hombre queda solo. Los dharmas son uno y
ocultarse; el buey es simbólico. Cuando se sabe que lo que se necesita no
Con su espléndida cabeza ornamentada con imponentes es el señuelo ni la red para pájaros sino la liebre o el pez, eso
cuernos ¿qué pintor podrá reproducirlo? se parece al oro separado de la escoria, a la luna que surge libre
de nubes. El rayo luminoso único, sereno y penetrante, brilla
IV incluso antes de los días de la creación.
La captura del buey. Perdido largo tiempo en el yermo, el Montado en el animal, por fin está de regreso en su hogar,
pastor encontró finalmente al buey y le echa mano. Pero, de- Donde hete aquí que el buey no está más; el hombre, solo,
bido a la avasalladora presión del mundo externo, es difícil se sienta, sereno.
controlar al buey. Éste siente añoranza por el viejo campo de Aunque el rojo sol está alto en el cielo, él todavía sueña, en
dulce aroma. La naturaleza salvaje todavía es indómita y recha- sosiego,
za por completo la opresión. Si el pastor desea ver al buey en Bajo un techo de paja, yacen ociosamente su látigo y su
total armonía con él, con seguridad ha de usar generosamente soga.
el látigo.
Con toda la energía de sus ser, el pastor sujetó por fin al VIII
buey: Buey y hombre desaparecen de la vista.1 Queda de lado toda
¡Pero cuán salvaje es la voluntad de éste, cuán ingobernable confusión y sólo reina la serenidad; ni siquiera subsiste la idea
su poder! de santidad. No cavila sobre dónde está el Buda, y con rapidez
Ocasionalmente, marcha arrogante por la meseta desecha pensar sobre dónde hay no-Buda. Cuando no existe
Cuando, de pronto, se pierde de nuevo en un nebuloso e forma de dualismo, ni siquiera un ser de mil ojos logra detectar
impenetrable paso de la montaña. una escapatoria. Santidad ante la cual los pájaros ofrecen flores
no es sino una farsa.
V Todo está vacío: el látigo, la soga, el hombre y el buey:
Pastoreo del buey. Cuando se desplaza un pensamiento, lo si- ¿Quién podrá siquiera examinar la vastedad del cielo? Sobre
gue otro, y luego otro: así se despierta una caravana intermina- el horno que arde en llamas, no puede caer ni un copo de
ble de pensamientos. A través de la iluminación, todo esto se nieve:
vuelca en la verdad; pero la falsedad se afirma cuando reina la Cuando subsiste este estado de cosas, está manifiesto el es-
confusión. Las cosas no nos oprimen debido a un mundo ob- píritu del antiguo maestro.
jetivo sino a una mente que se engaña a sí misma. No hay que
dejar flojo el cabestro, hay que mantenerlo ajustado, sin con-
sentir vacilaciones.
El pastor no ha de separarse de su látigo ni de su cuerda, 1 Es interesante notar lo que sobre esto tiene que decir un filósofo
No sea que el animal vague, distante, en un mundo de su-
místico: “El hombre se convertirá en verdaderamente pobre y tan
ciedades; libre de su voluntad de criatura como lo era cuando nació. Y yo os
Cuando se lo cuida apropiadamente, crecerá puro y dócil; digo, por la verdad eterna, que mientras deseéis cumplir la voluntad
Por sí solo seguirá al pastor, sin cadena, sin nada que lo de Dios, y tengáis algún deseo de eternidad y Dios, en ese lapso no
ate. sois verdaderamente pobres. Sólo tiene verdadera pobreza espiritual
quien nada quiere, nada sabe, nada desea.” (De Eckhart, como lo cita
Inge en Light, Life and Love.)

8 la Gaceta número 447, marzo 2008

a
IX Los Diez Cuadros del Pastoreo del Buey, II
a
Vuelta al Origen, de regreso a la Fuente. Desde el principio
mismo, puro e inmaculado, el hombre nunca ha sido afectado
por la mancilla. Observa cómo crecen las cosas, mientras mora
en la inmóvil serenidad de la no-afirmación. No se identifica
con las transformaciones de apariencia máyica (que siguen alre-
dedor de él), ni aprovecha nada de sí (lo cual es artificialidad).
Las aguas son azules, las montañas son verdes; sentado solo,
observa las cosas que experimentan cambios.
Volver al Origen, retornar a la Fuente: ¡éste ya es un paso
en falso!
Mucho mejor es quedarse en casa, ciego y sordo, sin mucho
alboroto;
Sentado en la choza, no toma conocimiento de las cosas
externas,
Observa las corrientes que fluyen nadie sabe adónde;
y las flores color rojo vivo ¿para quién son?

X
Ingreso en la ciudad con las manos que confieren la bienaventu-
ranza. La puerta de su cabaña pajiza está cerrada y ni los más
sabios le conocen. No se captarán vislumbres de su vida inte-
rior; pues él recorre su camino sin seguir los pasos de los anti-
guos sabios. Llevando una calabaza2 penetra en el mercado;
apoyado en su cayado3 llega a su casa. Se le encuentra acompa- 1. Díscolo
ñado por bebedores de vino y carniceros; todos se convirtieron Con sus cuernos fieramente proyectados en el aire, la bestia
en Budas. resopla.
Desnudo el pecho y descalzo, penetra en la plaza del mer- Corriendo locamente por los senderos montañosos, ¡se ex-
cado; travía cada vez más y más!
Embadurnado con barro y cenizas, ¡qué amplia es su son- Una oscura nube se esparce por la entrada del valle,
risa! ¡Y quién sabe cuánta hierba fina y fresca pisotea con sus
No es necesario el poder milagroso de los dioses, salvajes cascos!
Pues le basta tocar para que los árboles muertos florezcan
en plenitud.

2. Se inicia la disciplina
Poseo una soga de cáñamo con la que le atravieso la nariz;
Frenéticamente intenta una vez escaparse pero recibe rudos
2Símbolo del vacío (sunyata) y repetidos latigazos.
3No tiene propiedades suplementarias porque sabe que el deseo La bestia se resiste a que la eduquen, con todo el poder que
de poseer es la maldición de la vida humana. existe en una naturaleza salvaje y díscola.

número 447, marzo 2008 la Gaceta 9

a
Mas el rústico pastor no cesa de jalar su manea ni su látigo Pero el cuidador todavía no le tiene plena confianza,
a
siempre listo. Sujeta aún su soga de cáñamo con la que el buey está ahora
atado a un árbol.

3. Sujeto
Gradualmente sujeta, la bestia ahora está contenta con que 5. Domado
se la dirija por la nariz. Bajo el verde sauce y junto al viejo arroyo de la montaña,
Cruzando el arroyo, caminando por el sendero montañoso, El buey es puesto en libertad para que se solace.
sigue cada paso de su jefe. Al atardecer, cuando una niebla gris desciende sobre el pas-
Su guía mantiene ajustada la soga en su mano, sin dejarla ir; tizal,
Durante todo el día se mantiene alerta, casi sin saber qué es El pastor se dirige a su hogar con el animal que le sigue
la fatiga. tranquilamente.

6. Sin trabas
4. Vareo En el verde campo, la bestia, contenta, pasa su tiempo ociosa;
Tras largos días de instrucción, empieza a manifestarse el Ahora no se necesita el látigo ni ninguna clase de restric-
resultado y la bestia es vareada. ción;
Finalmente su naturaleza tan salvaje y díscola es domeñada, También el pastor, sin prisa, se sienta bajo el pino,
se tornó más sumisa; Ejecutando una armonía de paz, inundado de júbilo.

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7. Sin interferencias
El arroyo primaveral fluye lánguidamente bajo el sol ves- 9. La Luna Solitaria
pertino, junto a la orilla de sauces alineados. La bestia no está en ninguna parte, y el pastor es dueño de
En la brumosa atmósfera, se observa que la hierba del prado su tiempo;
crece tupida. Él es una nube solitaria que se deja llevar suavemente por
Cuando tiene hambre, pasta; cuando tiene sed, bebe; mien- los picos montañosos;
tras, el tiempo se desliza dulcemente Batiendo palmas, canta alegremente bajo la luz de la luna,
Y el pastor, sobre la peña, dormita durante horas, sin adver- Pero recuerda que todavía queda un postrer muro que obs-
tir nada de lo que ocurre alrededor de él. truye su caminata hacia el hogar.

8. Todo está olvidado 10. Ambos han desaparecido


La bestia, totalmente blanca, está ahora rodeada por las Hombre y animal han desaparecido, no dejaron rastros.
blancas nubes. La brillante luz lunar está vacía, sin sombras, con la totali-
El hombre está perfectamente tranquilo y despreocupado, dad de los diez mil objetos en ella.
igual que su compañía. Si alguien preguntara qué significa esto,
Las blancas nubes, impregnadas de luz lunar, proyectan Contemple los lirios del campo y su verdor fresco, de dulce
debajo sus blancas sombras. aroma. G
Las blancas nubes y la brillante luz lunar siguen, cada cual,
su curso de desplazamiento.

número 447, marzo 2008 la Gaceta 11

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Lo similar y lo diferente*
Ming-pen

En la escuela Zen hay una clase de estudiantes brillantes que limitarse a señalarla, los maestros han guiado a sus discípulos
empiezan alcanzando una cierta comprensión de las palabras de distintas maneras según la disposición de la gente y la pro-
de los maestros y después se basan totalmente en ella. Enton- pia experiencia personal que tuvieron de la Iluminación; sin
ces, si los maestros no tienen tiempo para preguntarse si están embargo, en cada caso el supremo principio y el final último
o no iluminados, dejan que se vayan por el momento. han sido los mismos: la gran labor de comprender y liberarse
Llegados a este punto, dichos estudiantes enseñan lo que del nacimiento y la muerte, y nada más.
han percibido a los demás; ahora ya no desean que nadie dude Las personas tienen mentalidades muy distintas y no todas
de las sentencias, sólo valoran el conocimiento fácil. Así es pueden “cagar enseguida y acabar de una vez”. Hay sentencias
como se envuelven unos a otros en una telaraña de visiones para que uno pueda seguir teniendo en cuenta a los demás des-
intelectuales. Cuando hablan parece que enseñen zen, pero sus pués del Despertar, y otras para ver que se debe seguir practi-
acciones están totalmente desconectadas de él. cando después de alcanzar la percepción interior: están conce-
Hay una clase de principiantes ignorantes y lentos que oyen bidas para los casos en que el Despertar no ha sido completo y
que para estudiar el zen uno debe meditar sobre una sentencia los practicantes conservan aún distintos apegos y no pueden re-
y evocar un gran sentimiento de duda, después de lo cual podrá solver los puntos difíciles ni deshacer las ataduras de los demás.
obtener una repentina percepción interior, y entonces se dedi- Por tanto, hay recomendaciones para tener en cuenta a los
can durante veinte o treinta años a meditar firmemente sobre demás o practicar más, pero para los que han alcanzado la ple-
una sentencia, continuamente desde el principio hasta el final, na Iluminación, esas enseñanzas ya no existen.
sin estar dispuestos a abandonarla. Con el tiempo, de repente Aunque los antiguos no meditaran sobre frases modelo ni
sus ilusiones se desvanecen por completo y alcanzan el Des- generaran el sentimiento de duda, debe recordarse que antes
pertar. de iluminarse tenían una actitud totalmente distinta de la gen-
Después de ello quieren que cualquier estudiante que acuda te actual. Si no enseñaras a ésta a mantener un concentrado
a ellos en busca de ayuda, medite sobre las sentencias, experi- esfuerzo, no habría nadie que no se quedara sentado envuelto
mente un sentimiento de duda y se concentre en ellas. Esta en una telaraña de ideas ilusorias.
clase de maestros, aunque sea difícil progresar con ellos en la Un hombre del pasado dijo: “Depender de otos para obte-
percepción interior, no acaban, sin embargo, estropeando la ner el conocimiento traba la puerta de tu propio despertar”. El
naturaleza de la gente. Sutra de la completa Iluminación dice: “Si la gente de la era de-
Desde que existen las escuelas de zen, aunque afirmaran li- generada desea alcanzar el Camino, no le hagas perseguir la
mitarse a señalar la mente humana, han empleado una gran Iluminación, ya que aumentará su conocimiento pasado y con
cantidad de distintos métodos. Basándose en el principio de ello alimentará la idea que tiene de sí misma”. G

* Thomas Cleary, Zen Básico. Los pasajes esenciales de los grandes


maestros, traducción de Nuria Martí, Oniro, Barcelona, 2001.

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Misticismo, Zen, Religión y Neurociencia*
James H. Austin
En la amplia y total extensión de esa ciencia eminentemente desafiante,
la historia de las ideas, no hay un área más permanentemente provo-
cativa que el misticismo.
E. O’Brien¹

Del misticismo se ha dicho a menudo que comienza en la bruma y


termina en el cisma.
Robert Masters y Jean Houston²

Deberíamos comenzar con palabras occidentales familiares y más alto y más íntimo disponible a sus adherentes”.7 Cuando
reglas establecidas. Ellas ayudarían a aclarar lo que es el misti- aquí hablamos de misticismo su alcance no incluye el espiritua-
cismo, lo que no es, y si el zen es una de sus formas. Después lismo, el supernaturalismo o cualquier otra actividad que se
necesitaríamos definir la religión. En el proceso podemos de- crea que doble cucharas o que de otra forma suspenda las leyes
cidir si el budismo zen es una clase de religión. Finalmente físicas conocidas del universo.
preguntemos: ¿La neurociencia sostiene alguna relación cons- En todo el mundo las tradiciones místicas tienden a caer en
tructiva con el misticismo, la religión o el zen? al menos dos categorías. Una escuela sostiene que la deidad
No existe un lugar en el que el misticismo sea siempre bien principal o fuerza creativa yace fuera de sus adeptos. Tiene el
recibido. Durante milenios ha sido sospechoso, pues en tiem- sentido de moverse a través de escenarios que llevan arriba y
pos antiguos el místico (mystes, un iniciado) era alguien inicia- fuera hacia su divina presencia. El concepto cristiano sigue esta
do en un secreto, y por ende alguien que causaba inquietud en orientación general. Desde su perspectiva, cuando a una perso-
los ritos esotéricos. La palabra aún nos inquieta. Conjura en sí na se le ha otorgado esta aprehensión intuitiva de la realidad,
misma asociaciones oscuras, creencias ocultas, prácticas miste- es un don de la gracia concedido desde arriba.
riosas. El escéptico común conviene con Samuel Johnson en Las escuelas de misticismo budista, incluido el zen, reflejan
que “Donde comienza el secreto o el misterio, el vicio y la la segunda orientación. Enseñan que el principio universal, o
bellaquería no están lejos”.3 Aquí definimos el misticismo en el naturaleza de Buda, existe no sólo dentro de cada persona sino
sentido más general como la práctica constante del reestable- en todas partes.
cimiento, mediante las más profundas intuiciones, de la rela- Algunos observadores aseveran que hay una tercera catego-
ción directa de uno con el supremo principio de realidad uni- ría, la de las religiones proféticas. Es ejemplificada por algunas
versal. Abundan otras versiones. William James sostenía que formas de judaísmo, Islam y cristianismo evangélico que prac-
una “conciencia de iluminación” era la marca esencial de un tican una intensa adoración devocional. Las concepciones
estado místico.4 Para Underhill, el misticismo era la “ciencia proféticas vigorosas tienden a ser altamente inspiradoras y es-
de lo fundamental, la ciencia de la unión con el absoluto y nada timulantes. Prestan una interpretación diferente, numinosa, a la
más”.5 Para Dumoulin, el verdadero misticismo significaba experiencia religiosa. Aquí, “numinosa” implica el sentido de
“una relación inmediata con la realidad espiritual absoluta”. haber encontrado la presencia sagrada de la divinidad. La per-
Incluía todos nuestros esfuerzos para elevarnos a nosotros mis- sona tiene la impresión de ser afectada significativamente por
mos a esa “esfera supersensorial, supercósmica” que es inme- algo que es al mismo tiempo totalmente diferente de cualquier
diatamente experimentada.6 Para Keller, el misticismo era “la otra cosa y completamente otro que su propio ser. En el con-
búsqueda, propia de cada religión y llevada dentro de cada re- texto meditativo budista, el relámpago de una experiencia mís-
ligión por algunos de sus adeptos, después de una total apre- tica decisiva es menos violento que el impacto de una revela-
hensión de lo que esa religión define como el conocimiento ción típica en el contexto profético, y su tono es definitivamente
impersonal.8
Johnston observa que en el misticismo cristiano se observa
* James H. Austin, M. D. Zen and the Brain. Toward an Unders- una clase especial de concentración. Es aquella en que la ado-
tanding of Meditation and Consciousness, The MIT Press, Cambridge, ración está urgida por suposiciones de amor que brotan fuera
Massachussets/Londres, Inglaterra. de la fe.9 En contraste, el concepto budista zen es abandonar
1 E. O’Brien, Varieties of Mystic Experience, Holt, Rinehart & Wins-
todas las suposiciones. Ya estando fuera de ellas, los aspirantes
ton, Nueva York, 1964. intensifican directamente su concentración, durante retiros
2 R. Masters and J. Houston, The Varieties of Psychedelic Experience,

Holt, Reinhart & Winston, Nueva York, 1966.


3 S. Johnson, en S. Bent (comp.), Familiar Short Sayings of Great

Men, Houghton Mifflin, Boston, 1987, p. 311. 7 C. Keller, “Mystical literature”, S. Katz, (comp.) Mysticism and
4 William James, The Varieties of Religious Experience, Longmans, Philosophical Analysis, Sheldon, Londres, 1978, p. 79.
Green, Nueva York, 1925, p. 313. 8 W. Kaufmann, Critique of Religion And Philosophy, Torchbook,
5 E. Underhill, Mysticism, Dutton, Nueva York, 1961, p. 74. Harper & Row, Nueva York, 1972.
6 H. Dumoulin, A History of Zen Buddhism, Beacon Press, Boston, 9 W. Johnston, The Still Point. Reflections on Zen and Christian Mys-

1969, pp. 4, 13. ticism, Fordham University Press, Nueva York, 1970.

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meditativos y por sus esfuerzos, a solucionar el acertijo de un Hace especial hincapié en la práctica de la conciencia momento a
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koan. (Por ejemplo: “¿Cuál es el sonido de una mano?”) Las momento en la vida diaria a través de todos los días de la semana.
concepciones cristiana y budista también parten de premisas El aspirante serio del zen se embarca en un viaje continuo de
diferentes. Si la prédica es fundamentalista, el mensaje cristia- toda la vida en la dirección de convertirse en un ser humano
no puede sonar como esto: “Tú eres un pecador, necesitas arre- completamente desarrollado.
pentirte y ser salvado por Cristo”. Las enseñanzas budistas tien- Mucha gente supone que un neurocientífico tendrá un acer-
den a oírse así: “Todos sufrimos, pero si llevas una vida recta y camiento a los temas místicos con mayor objetividad que un
meditas, tus propios esfuerzos te llevarán lejos de esa angustia”. místico. En la práctica, tales distinciones no son siempre per-
¿Es el zen una forma de misticismo? Eugen Herrigel creyó tinentes. Los científicos raramente son cien por ciento analíti-
que en efecto había una forma de misticismo budista. Su rasgo cos. Más bien cuando comienzan a trabajar, frecuentemente
distintivo era el hacer hincapié en “una preparación metódica emplean la más subjetiva de las premisas, por lo que hacen sus
para la vida mística”.10 Por otra parte resulta instructivo trazar avances más creativos mediante saltos intuitivos.18 Pero sea lo
los pasos por medio de los cuales las opiniones sobre el zen de que fuere que tengan en común, la ciencia tiende a sostener el
D. T. Suzuki se desarrollaron durante su larga, influyente ca- misticismo con el brazo extendido. La corriente principal de la
rrera. En el comienzo, hacia 1906, escribió: “No hay duda de tradición académica del Occidente no se siente a gusto con
que [el misticismo] es el alma de la vida religiosa”.11 Sobre el nada que juzgue como irracional. También sostendrá que nin-
zen él también se refirió a que “sus doctrinas, hablando amplia- gún cerebro puede criticar el misticismo con el rigor intelec-
mente, son las de un misticismo especulativo”.12 Más tarde, en tual requerido una vez que ha condescendido lo suficiente para
1939, escribiría, “No estoy seguro de si el zen puede ser iden- inclinarse hacia lo místico.
tificado con el misticismo”.13 Más adelante, “Esos maestros Algunos científicos esenciales también le temen al misticis-
zen no son místicos, y su filosofía no es el misticismo”.14 Aun- mo, y por buenas razones. Sintiéndose a sí mismos los más
que él haya expresado tales tempranas opiniones, hacia 1939 honestos en la búsqueda del grial científico, trabajan en el la-
Suzuki había llegado a creer que el zen era “un producto com- boratorio primero para reunir un cuerpo valioso de datos,
pleto único de la mente oriental, que se rehúsa a ser clasificado después para interpretarlos lógica, seriamente. Así que su meta
bajo ninguna etiqueta conocida, bien sea una filosofía o una es siempre resolver paradojas, no, ciertamente, crearlas con
religión, o una forma de misticismo tal como es generalmente deliberación. No sorprende que esos científicos instintivamen-
conocido en Occidente”.15 Mi sentir es que el zen cae no sólo te rechacen a los místicos. Los místicos hacen más que crecer
dentro sino cerca del corazón de las definiciones generales de a gusto con las paradojas. Algunos hablan de ellas. Y cuando lo
misticismo anotadas antes. Con todo, el zen es difícil de ubicar hacen sueltan largas sartas de metáforas arcanas desde un mun-
tanto por aquellos que están adentro como por los que están do oculto que ningún científico puede entender.
afuera de él. Por qué esto es así será cada vez más claro. Los siglos pasados vieron a los místicos como reclusos de
Preguntemos, entonces ¿con cuáles definiciones del térmi- ojos salvajes que usaban cabello largo y afectada vestimenta
no religión están de acuerdo los occidentales? Mientras nos simple, a veces andrajosa. Sabemos hoy que las experiencias
acercamos al tercer milenio de nuestra era cristiana, muchas místicas ocurren comúnmente en, por lo demás, personas “nor-
personas reconocen que una religión no tiene por qué imitar males” sanas. Además, un número en aumento de ellas siguen
toda forma familiar eclesiástica, doctrinal o institucional que una u otra tradición mística, meditan regularmente, tanto solos
hemos desarrollado tan intensamente en Occidente. William como con otros, y participan en retiros religiosos ocasionales.
James definió la religión como “los sentimientos, actos, y expe- Así que el problema no es si el místico asiste a una iglesia
riencias de hombres individuales en su soledad, siempre que formal o profesa cualquier doctrina establecida. El punto críti-
comprendan por sí mismos el permanecer en relación con lo co tiene que ver con qué sucede en verdad —momento a mo-
que sea que consideren lo divino”.16 Luckmann y Geertz defi- mento— dentro de esa amplia definición de religión desarro-
nen la religión como “un conjunto de símbolos cuyo objetivo llada arriba. En esto estaríamos totalmente de acuerdo con
es ofrecer un esquema interpretativo único para explicar la Andrew Greeley, un clérigo católico con un doctorado en so-
realidad última”.17 Comúnmente, nuestro diccionario de defi- ciología. Greeley concluye que el místico llega a ser verdade-
niciones más simple dice que religión es un sistema de fe o ramente religioso cuando él o ella finalmente conoce “la forma
culto profesado o practicado por sus adherentes. De nuevo, el en que verdaderamente son las cosas”.19 En el zen, esta corta
budismo zen se ajusta a esas definiciones. Pero el camino del frase también describe el especial conocimiento, ese más pro-
zen ciertamente no es una religión sólo para los domingos. fundo entendimiento, que sirve como un criterio válido para que
una persona sea “religiosa”. “La manera en que verdaderamen-
te son las cosas” expresa la profunda intuición de que la realidad
10 E. Herrigel, The Method of Zen, Vintage, Nueva York, 1974, última, ligada con lo sagrado, vive en el eterno aquí y ahora.
p. 14. Albert Schweitzer fue golpeado una vez por una intuición
11 D. Suzuki, Studies in Zen, Delta, Nueva York, 1955, p. 21.
12
semejante. Esta profunda “reverencia por cualquier clase de
Ibid, p. 11.
13 Ibid, p. 74. vida” llevó a transformar el modo en que vivía y trabajaba como
14 Ibid, p. 76. médico misionero en África. Schweitzer desarrolló su propia
15 Ibid, p. 84.
16 James, op. cit., p. 31.
17 T. Luckman and C. Geertz, citado en A. Greeley, The Sociology 18 J. Austin, Chase, Chance and Creativity. The Lucky Art of Novelty,

of the Paranormal. A Reconnaisance, Sage Research Paper, vol.3, series Columbia University Press, Nueva York, 1978, p. 166.
90-023, Beverly Hills, Calif., 1975, p. 56. 19 Greeley, op. cit.

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versión de lo que era un místico. El místico, sugirió, era una nas válidas hacia una “realidad última” en sentido objetivo ab-
persona que vivía entre lo temporal y lo terreno, aunque perte- soluto. Nadie lleva esos temas a la imprenta.
neciente a lo eterno y supraterreno, habiendo trascendido cual- Mientras tanto, el lector advierte una omisión vital: ¿Qué
quier división entre los dos.20 Pero trampas semánticas y supo- pasa con Dios en tales preguntas? Greeley sugiere que la expe-
siciones acechan en el interior de tales consideraciones. ¿Cómo riencia mística no necesariamente implica una intervención
sabemos que hay una “eternidad”? ¿Qué quiere decir verdade- especial divina.21 Ningún Dios toma posesión de nadie, por así
ramente “supraterreno”? Las preguntas no terminan allí. El decirlo, cuando el sujeto es sólo un testigo pasivo en la expe-
misticismo en sí mismo está abierto ampliamente a retos en riencia. En cambio, Greeley concluye que lo que sí toma pose-
otros terrenos. La ontología preguntará de él: ¿Qué son los sión son “profundos poderes normalmente latentes en la per-
primeros principios del ser, y cómo se interrelacionan con la sonalidad humana”. Ésos son los poderes que “producen en
verdadera naturaleza de la realidad? La gnoseología probará: nosotros experiencias de conocimiento e intuición que simple-
¿Cómo llegamos verdaderamente a saber, y qué límites tiene mente no están disponibles en la vida diaria”.
ese conocimiento? Poniéndolo de otra forma, ¿son las expe- La forma judeo-cristiana de monoteísmo sitúa su abovedada
riencias místicas “meramente subjetivas”? O son intuiciones deidad en lo más alto. Ruth Feller Sasaki describe la concep-
correctas que revelan nuestra naturaleza básica existencial más ción del budismo zen del más alto principio universal como
profunda. Sólo en el último caso las experiencias serían venta- venido de otra dirección.

20 A. Schweitzer, The Mysticism of Paul the Apostle, Macmillan, Nueva 21 A. Greeley, Ecstasy, A Way of Knowing, Prentice-Hall, Englewo-

York, 1960. od Cliffs, Nueva Jersey, 1974.

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El zen sostiene que no hay un dios externo que haya la física”. Muchos otros aparte de Sperry ya han encontrado
a
creado ni al universo ni al hombre. Dios —si puedo pedir faltas en los determinismos materialistas y físicos. ¿Cómo nos
prestada esa palabra por un momento—, el universo y el ayuda saber sólo sobre quarks, moléculas o el alto contenido de
hombre forman una existencia indivisible, un total absoluto. agua en el cerebro? La teoría cuántica sola no nos permite
Sólo Esto-es. Todo y cualquier cosa que se nos aparece predecir el modo en que todos ellos actúan juntos para permi-
como una entidad individual o fenómeno, bien sea un pla- tirle al cerebro funcionar como el órgano de la mente.
neta o un átomo, un ratón o un hombre, no es sino una En lugar de eso, Sperry sostiene que nuestro cerebro fun-
manifestación temporal de Esto bajo una cierta forma; cada ciona de manera que va más allá de las fuerzas elementales de
actividad que toma lugar, bien sea un nacimiento o la muer- la física. En un sentido muy real, tenemos sutilezas personales
te, el amor o desayunar, no es sino una manifestación tem- que van más allá de nuestros quarks. Tal punto de vista implica
poral de Esto que se presenta como actividad. Cada uno de que todo nuestro cerebro desarrolla nuevas propiedades, pro-
nosotros somos como una célula en el cuerpo del Gran Yo. piedades emergentes. Son propiedades generadas sólo por inte-
[Habiendo llegado a ser esta célula] realiza sus funciones, y racciones dentro de un sistema más amplio visto como un
muere, transformada hacia otra manifestación.22 todo, no por las acciones de un pequeño constituyente aislado.
Las propiedades emergentes son siempre mucho más que la
En breve, la intuición del zen contempla este “Gran Yo”, no suma de sus partes. Tomemos por ejemplo las nuevas propie-
a Dios. dades emergentes del H2O. Nunca podríamos imaginar que el
Si es así, entonces ¿de dónde viene la experiencia de este Gran agua sea un líquido si conociéramos sólo las propiedades de sus
Yo? La premisa de este libro es que debe venir del cerebro, por- dos gases constitutivos, el hidrógeno y el oxígeno.
que el cerebro es el órgano de la mente. Sostiene la misma pers- Además, en sus niveles fisiológicos más altos de procesa-
pectiva si surgen experiencias místicas o elevadas de forma es- miento emergente, nuestro cerebro también desarrolla nota-
pontánea, cultivada o inducida por drogas. Nuestra tesis es que bles propiedades causales nuevas. Éstas son propiedades del más
un entrenamiento meditativo previo y la práctica diaria ayudan alto nivel que pueden operar en la forma arriba-abajo. Ellas
a liberar funciones básicas neurofisiológicas preexistentes. Esta causan que las cosas cambien en los niveles psico-químicos y fisio-
tesis conducirá a la siguiente proposición: las experiencias mís- lógicos más bajos. Ya sea que tales propiedades emerjan cons-
ticas surgen cuando funciones normales se reagrupan en nuevos ciente o subconscientemente, actúan para transformar sucesos
conjuntos. corriente abajo, regulando nuestros sistemas de valores y las
Desde tal punto de vista el cerebro está primero, su fenóme- maneras en que nos comportamos.
no mental, después. R. W. Sperry es alguien que propone arti- La tesis de Sperry se expande en este principio general de
culadamente este tipo de perspectiva “arriba-abajo”.23 Sus “causación hacia abajo”. Desde este punto de vista, él entonces
profundas opiniones desarrolladas en el contexto de su investi- presenta su apreciación alternativa de la forma en que las cosas
gación, ganadora del premio Nobel, sobre animales y pacientes son en verdad. Esto simplemente significa “que propiedades
cuyos hemisferios fueron divididos, dejándolos con lo que se más altas en cualquier entidad, bien sea una sociedad o una
llamó un cerebro separado. Sperry retoma la interfase entre molécula, invariablemente imponen [su control causal] sobre
ciencia y religión en los puntos en donde James los dejó. Co- las propiedades más bajas de sus infraestructuras”. Él concibe
mienza su propia tesis con una nota optimista. Él cree que las estas más altas entidades como “realidades causales por dere-
neurociencias ya han rechazado el reduccionismo y el determi- cho propio”. En consecuencia, ellas tampoco estarán nunca
nismo mecanicista por un lado, y los dualismos por el otro. determinadas completamente por las propiedades causales o
Como resultado encuentra que el camino es ahora claro “para sus componentes, o por las leyes que gobiernan sus interaccio-
un enfoque racional a la teoría y la prescripción de valores, y a nes, o por los sucesos al azar de la mecánica cuántica. Así que
una fusión natural de ciencia y religión”. lo que revela finalmente la neurociencia moderna a Sperry es
Para llegar a sus conclusiones, Sperry hace más que evitar una clase diferente de universo jerárquico centrado en el cere-
aquellos dualismos que podrían considerar al cerebro y la men- bro. Un universo “controlado por una rica profusión de pode-
te como dos entidades separadas. Él también rechaza el puro res emergentes cualitativamente diversos que llegan a ser gra-
fisicalismo. ¿Por qué? Porque éste sostiene la tesis inaceptable dualmente complejos y competentes”. G
de que “todas las interacciones de alto nivel, incluidas las del
cerebro, son susceptibles de ser reducibles y explicables, en Traducción de Víctori Kuri Gil
principio, en términos de las fuerzas fundamentales últimas de

22 R. Sasaki, “Zen: A method for religious awakening”, citado en N.


Ross, The World of Zen. An East-West Anthology, Vintage, Nueva York,
1960, p. 18.
23 R. W. Sperry, “Changing Priorities”, Annual Review of Neuros-

cience, 1981, 4:1-15.

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Un maestro chino
Víctor Kuri Gil
A mi hermano Eduardo

Poco ha trascendido a la curiosidad de sus lectores occidentales histórica, de gran interés, pues realizó, entre otras muchas, la
la vida del maestro chino Lu K´uan Yü, nacido en Cantón en traducción al inglés del texto La transmisión de la lámpara, que
1898. Este hombre también llamado Charles Luk, (nombre incluye la sucesión cronológica basada en la memoria del mito,
elegido tal vez por sus amigos budistas ingleses) quiso enseñar la leyenda y la tradición, “Los cuarenta gathas de transmisión”
el Dharma (verdad) e instruir a Occidente sobre diversos as- o poemas (gatha) con los que los budas y patriarcas del zen
pectos de la filosofía y prácticas chinas de autoeducación, como transmitieron el Dharma y el título de maestro. Asimismo, La
le gustaba a Luk designar a las escuelas y sectas del budismo (el transmisión de la lámpara (siglo x a. C.), contiene la definición
maestro utilizaba la palabra secta en su sentido recto, sección, más antigua que se haya hecho del chan (zen), como doctrina
rama de un todo mayor), así como al yoga taoísta, del que tam- transmitida fuera de las escrituras, “de mente a mente”, sin
bién se ocupó, sin mencionar lo suficiente su labor de difusión mediación de palabras ni códigos escritos, tal como el Buda

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Sakyamuni lo hizo, al dar a su discípulo Mahakasyapa una flor nos por la mera forma, o los gestos, o las gesticulaciones. El
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en reconocimiento a su profunda comprensión, expresada en cultivo y el discernimiento nos pueden ayudar a saber servirnos
una sonrisa, en lugar de un discurso, convirtiéndolo en el pri- con provecho del zen. La iluminación buscada, acaso, como
mer patriarca indio del chan. Chan es una palabra china que se remarcaba justamente Hui-Neng en su gatha, ya se tiene y no
deriva de la pronunciación china de la palabra sánscrita Dhya- se puede perder. Si se busca la iluminación de la iluminación
na. La japonesa “zen” es la derivación de chan, y al parecer (Novalis decía que todos los hombres son genios y el llamado
todas significan “meditar”. (Al respecto existe una detallada genio, era el genio del genio), es válido hacerlo, pero por los
explicación lingüístico-fonética realizada por Taizen Deshima- medios idóneos y alejados de imposturas y deformaciones al uso.
ru en Internet.) Remarcábamos la labor de Lu K’uan Yü para El maestro Luk, frente a la tendencia del logro de la medi-
señalarlo como uno de los más completos expositores de todo tación como fin último, abogaba por la sobriedad compasiva y
aquello que antecede y parte del momento de la transmisión recordaba que el sila, la moralidad, una de las prácticas precep-
misma, y que es el cuerpo doctrinario que abarca a los budas tivas budistas básicas, debía estar tan presente en la enseñanza
anteriores al Sakyamuni y a los patriarcas posteriores indios y como la cuenta de la respiración o la observación de la postura,
chinos, justo hasta Hui-Neng, el sexto y último patriarca del si bien es cierto que el logro del “vacío” supone la superación
chan, genealogía que debería ser parte de una enseñanza inte- de los “defectos de carácter” como dicen en AA. Aunque éste
gral del zen. Como en el caso del maestro D. T. Suzuki, cuya puede ser un punto neurálgico que exigiría hacer distinciones
monumental obra representa el fundamento del conocimiento y precisiones, lo que a su vez nos llevaría de nuevo al señala-
del zen en Occidente y que por ende ignorarlo equivale a des- miento de Luk y a la apreciación del sistema de preceptos
estimar la base racional de la transmisión (que sin ser irracional como está.
—evitamos ese término porque lo tememos—, involucra una El maestro Luk poseyó la budeidad de manera integral, su
particular o especial comprensión), la obra del maestro Luk, conocimiento de todas las formas de autorrealización budista
igualmente grande, auténtica y reveladora, complementa —con del gran y del pequeño vehículo, como lo demuestra su libro
su enseñanza de la matriz del chan u origen chino de la doctri- Secretos de la meditación china, era profunda, pues el budismo
na budista macerada en la sangre taoísta— de manera sustan- goza de un variado registro de formas y recursos, aparte de una
cial, la parte escrita del zen básico. gran adaptabilidad y flexibilidad para con todo tipo de mentes,
A pesar de que todo libro de zen empieza por advertir al ya que, supone, en el fondo todas son una sola, la mente del
lector sobre la inutilidad de toda práctica que no sea la del za- Buda.
zen (meditación en cierta postura), es decir la necesidad de Su gran obra, Ch’an and Zen Teaching (Enseñanzas chan y
“desaprender”, apartarse de los estímulos intelectuales como zen) de 1961, en tres tomos, aún está esperando traductor al
libros y especulaciones filosóficas, la verdad es que para llegar español y cuando se vierta a nuestro idioma, seguro será parte
a aprovechar el tiempo de meditación, y más si no se tiene un de lo que ya es un canon de “clásicos” traducidos del zen, que
buen maestro a la mano, es indispensable intentar hacerse de afortunadamente no ha dejado de aumentar desde las versiones
una sólida cultura “de antecedentes” relativos al zen, su espíri- de las obras de D. T. Suzuki. Pienso en Paul Wienphal, Euge-
tu y su sabor peculiar, y en eso la obra de Luk como la de Su- ne Herrigel, Chang Chen-chi, Edward Conze, Taizen Deshi-
zuki son ineludibles. maru, Shunryu Suzuki, para mencionar algunos. Las obras
La paradoja parece ser inevitable, así como la lectura crítica pueden variar, no obstante el zen se abre camino entre gustos,
de los muchos (buenos) libros (esenciales) con que se adquiere sensibilidades y subjetividades diferentes. Lo que importa es la
un fundamento previo a la decisión de “sentarse a meditar”. “nada”. Alguien cantaba “One light, the light that is one though
Tal vez de esa manera cumplimos con la advertencia del maes- the lamps be many” (“Una luz, la luz que es una aunque las
tro Suzuki cuando nos pide a los occidentales que no abando- lámparas sean muchas”.) Una de esas lámparas sin duda es Lu
nemos las bases de nuestra cultura y pretendamos orientalizar- K’uan Yü. G

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De cómo fue salvado Wang-Fo*
Marguerite Yourcenar

El viejo pintor Wang-Fo y su discípulo Ling iban sin rumbo Gracias a él, Ling conoció la belleza de las caras de los bebe-
por los caminos del reino de Han. dores difuminadas en el humo de las bebidas calientes, el es-
Avanzaban lentamente, pues Wang-Fo se detenía de noche plendor moreno de las carnes lamidas por los lengüetazos des-
a contemplar los astros, de día a mirar las libélulas. Llevaban iguales del fuego y el exquisito color de rosas de las manchas
poca carga, pues Wang-Fo amaba la imagen de las cosas, y no de vino esparcidas en los manteles como pétalos marchitos.
las cosas mismas, y ningún objeto del mundo le parecía digno Una ráfaga de viento destrozó la ventana; el aguacero penetró
de adquirirse, salvo pinceles, botes de laca y tintas de China, en el cuarto. Wang-Fo se inclinó para que Ling admirara la
rollos de seda y de papel de arroz. Eran pobres, pues Wang-Fo raya lívida del relámpago y Ling, maravillado, dejó de temer a
cambiaba sus pinturas por una ración de papilla de mijo y des- la tempestad.
preciaba las monedas de plata. Su discípulo Ling, encorvado Ling pagó la cuenta del viejo pintor y como Wang-Fo esta-
bajo el peso de un saco lleno de esbozos, doblaba la espalda con ba sin dinero y sin techo, humildemente le ofreció alojamiento.
respeto como si cargara la bóveda celestial, pues ese saco, para Regresaron juntos; Ling llevaba una linterna, su luz proyectaba
Ling, estaba lleno de montañas cubiertas de nieve, de ríos en en los charcos fulgores inesperados. Aquella noche, sorprendi-
primavera y del rostro de la luna en verano. do, Ling supo que los muros de su casa no eran rojos como lo
No había nacido Ling para recorrer los caminos junto a un había creído, sino que tenían el color de una naranja a punto
anciano que se apoderaba de la aurora y capturaba el crepúscu- de pudrirse. En el patio, Wang-Fo advirtió la forma delicada
lo. Su padre era cambista de oro; su madre, la hija única de un de un arbusto, al que nadie había prestado atención hasta en-
comerciante en jade que le había heredado sus bienes, maldi- tonces, y lo comparó a una joven dejándose secar la cabellera.
ciéndola porque no había sido varón. Ling había crecido en En el pasillo, siguió embelesado la marcha titubeante de una
una casa en la que la riqueza eliminaba los azares. Esta existen- hormiga por la hendidura de la muralla, y el horror de Ling
cia protegida y llena de cuidados lo había hecho tímido: temía hacia esos bichos se desvaneció. Entonces, comprendiendo que
a los insectos, al trueno y al rostro de los muertos. Cuando Wang-Fo acababa de regalarle un alma y una percepción nue-
cumplió quince años, su padre le buscó una esposa y la escogió vas, Ling acostó respetuosamente al anciano en el cuarto don-
muy bella, pues la idea de la felicidad que procuraba a su hijo de su padre y su madre habían muerto.
lo consolaba de haber alcanzado la edad en que la noche sirve Hacía años que Wang-Fo soñaba con hacer el retrato de
para dormir. La esposa de Ling era frágil como un junco, in- una princesa de antaño tocando el laúd bajo un sauce. Ninguna
fantil como la leche, dulce como la saliva, salada como las lá- mujer era bastante irreal como para servirle de modelo, pero
grimas. Después de la boda, los padres de Ling llevaron su Ling podía hacerlo puesto que no era mujer. Luego Wang-Fo
discreción al extremo de morirse y su hijo quedó solo en la casa habló de pintar a un joven príncipe tirando con un arco al pie
pintada de bermellón, junto a su joven esposa, que sonreía sin de un gran cedro. Ningún joven del presente era bastante
cesar, y a un ciruelo que cada primavera daba flores rosas. Ling irreal como para servirle de modelo, pero Ling hizo posar a su
amó a aquella mujer de corazón límpido como se ama un espe- propia mujer bajo el ciruelo del jardín. Luego, Wang-Fo la
jo que no se empaña nunca, un talismán que siempre protege. retrató con traje de hada entre las nubes del poniente, y la jo-
Frecuentaba las casas de té para obedecer a la moda y favorecía ven lloró pues era presagio de muerte. Cuando Ling empezó a
moderadamente a las acróbatas y las bailarinas. preferir los retratos que de ella hacía Wang, el rostro de su
Una noche, en una taberna, tuvo como compañero de mesa mujer empezó a marchitarse, como la flor que lucha contra el
a Wang-Fo. El anciano había bebido a fin de encontrar un es- viento cálido o las lluvias de verano. Una mañana, la encontra-
tado adecuado para pintar a un borracho; su cabeza se inclina- ron colgada de las ramas del ciruelo rosa: las puntas del chal
ba como si se esforzara en medir la distancia entre su mano y que la ahorcaba flotaban entreveradas con sus cabellos; parecía
la taza. El alcohol de arroz había soltado la lengua de este taci- aún más delgada que de costumbre y pura como las bellas que
turno artesano y esa noche Wang hablaba como si el silencio cantaban los poetas de los tiempos idos. Wang-Fo la pintó por
fuese un muro y las palabras colores destinados a cubrirlo. última vez porque le gustaba aquel tinte verde que cubre el
rostro de los muertos. Su discípulo Ling trituraba los colores
y esta tarea exigía tanta atención que se olvidaba de verter lá-
* Marguerite Yourcenar, Cuentos orientales, traducción de Nicole grimas.
Vaisse, Universidad Autónoma de Zacatecas, México, 1989. Ling vendió uno tras otro sus esclavos, sus jades y los peces

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de su fuente para procurar al maestro botes de tinta púrpura gama al atravesar el palacio de oriente a poniente. Todo con-
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que venían de Occidente. Cuando la casa estuvo vacía, la aban- curría para dar la idea de un poder y una sutileza sobrehuma-
donaron y Ling cerró tras él la puerta de su pasado. Wang-Fo nas, y se sentía que las mínimas órdenes pronunciadas aquí
estaba cansado de una ciudad donde ya los rostros no podían habían de ser definitivas y terribles como la sabiduría de los
enseñarle ningún secreto de fealdad o de belleza, y maestro y ancestros. Por fin, el aire se hizo más escaso; el silencio era tan
discípulo fueron vagando juntos por los caminos del reino de profundo que un prisionero bajo tortura no se hubiera atrevido
Han. a gritar. Un eunuco levantó la cortina; los soldados temblaron
Su reputación les precedía en los pueblos, en las puertas de como mujeres, y el pequeño grupo entró a la sala del trono
los fuertes y bajo el pórtico de los templos en los que se refu- donde se hallaba el Hijo del Cielo.
gian, al caer la noche, los peregrinos temerosos. Se decía que Era una sala desprovista de muros, sostenida por macizas
Wang-Fo tenía el poder de dar vida a sus retratos por un últi- columnas de piedra azul. Un jardín se desplegaba del otro lado
mo toque de color que añadía a los ojos. Los granjeros les su- de los troncos de mármol y cada flor contenida en sus bosques
plicaba que les pintara un perro guardián y los señores querían pertenecía a una rara especie traída de ultramar. Pero ninguna
de él imágenes de soldados. Los sacerdotes honraban a Wang- tenía perfume, por temor a que los aromas perturbaran la me-
Fo como a un sabio; el pueblo le temía como a un brujo. Wang ditación del Celeste Dragón. Por respeto al silencio en el que
se regocijaba ante estas opiniones diferentes que le permitían se sumergían sus pensamientos, ningún pájaro había sido ad-
estudiar a su alrededor expresiones de agradecimiento, de mie- mitido en el interior del recinto y se había ahuyentado también
do o de veneración. a las abejas. Un muro enorme separaba el jardín del resto del
Ling mendigaba la comida, vigilaba el sueño del maestro y mundo para que el viento, que pasaba sobre perros reventados
aprovechaba su éxtasis para masajearle los pies. Al amanecer, y cadáveres en los campos de batalla, no pudiera permitirse
cuando el anciano estaba aún dormido, salía a cazar tímidos rozar la manga del Emperador.
paisajes disimulados detrás de los ramos de juncos. De noche, El Celeste Maestro estaba sentado en un trono de jade y sus
cuando el maestro, desanimado, arrojaba los pinceles al piso, él manos estaban arrugadas como las de un anciano, aunque ape-
los recogía. Cuando Wang estaba triste y hablaba de su avan- nas tenía 20 años. Su vestido era azul para figurar el invierno y
zada edad, Ling le enseñaba sonriendo el robusto tronco de un verde para recordar la primavera. Su rostro era bello, pero
viejo roble; cuando Wang estaba alegre y bromeaba, Ling apa- impasible como un espejo colocado demasiado alto y que sólo
rentaba escucharlo humildemente. reflejara los astros y el implacable cielo. A su derecha se halla-
Un día, al ponerse el sol, llegaron ante los suburbios de la ba su Ministro de Perfectos Placeres y a su izquierda su Con-
ciudad imperial y Ling buscó para Wang-Fo un albergue don- sejero de Justos Tormentos. Como sus cortesanos, alineados al
de pasar la noche. El anciano se cobijó en sus harapos y Ling pie de las columnas, afinaban el oído para recoger el menor
se acostó junto a él para calentarlo, pues la primavera acababa sonido de sus labios, había tomado la costumbre de hablar
apenas de nacer y el piso de tierra apisonada estaba todavía siempre en voz baja.
helado. Al amanecer, unas fuertes pisadas retumbaron en los —Celeste Dragón —dijo Wang-Fo protestando—, soy vie-
pasillos del albergue; se oían los susurros del dueño y gritos de jo, soy pobre, soy débil. Eres como el verano, soy como el in-
mando en una lengua bárbara. Ling se estremeció al recordar vierno. Tienes diez mil vidas; sólo tengo una y está por acabar.
que la víspera había robado un pastel de arroz para la comida ¿Qué te he hecho? Amarraron mis manos que nunca te ocasio-
del maestro. Sin dudar que venían a arrestarlo, se preguntó naron daño.
quién ayudaría mañana a Wang-Fo a atravesar el vado del si- —¿Me preguntas qué me has hecho, viejo Wang-Fo? —dijo
guiente río. el Emperador. Su voz era tan melodiosa que daban ganas de
Los soldados entraron con linternas. La llama que se filtra- llorar. Levantó la mano derecha y los reflejos del piso de jade
ba a través del papel abigarrado lanzaba reflejos azules o rojos la volvieron glauca, semejante a una planta submarina. Wang-
en los cascos de cuero. La cuerda de un arco vibraba en sus Fo, maravillado por esos largos dedos finos, buscó en sus re-
hombros, y los más feroces de pronto rugían sin razón. Deja- cuerdos si no había hecho, del Emperador o de sus ascendien-
ron caer pesadamente la mano en la nuca de Wang-Fo, que no tes, algún mediocre retrato que mereciera la muerte. Pero era
pudo menos que notar que sus mangas no correspondían al poco probable, pues Wan-Fo hasta ahora casi no había fre-
color de sus abrigos. cuentado la corte de los emperadores prefiriendo las chozas de
Sostenido por su discípulo, Wang-Fo siguió a los soldados, los campesinos o, en las ciudades, los barrios de las cortesanas
tropezando por el camino disparejo. La gente agrupada se bur- y las tabernas de los muelles donde pelean los cargadores.
laba de esos dos criminales, quienes seguramente eran llevados —¿Me preguntas qué me has hecho, viejo Wang-Fo? —vol-
a decapitar. A todas las preguntas de Wang, los soldados con- vió a decir el Emperador inclinando su delgado cuello hacia el
testaban con un gesto salvaje. Sus manos amarradas sufrían y anciano que lo escuchaba—. Voy a decírtelo. Pero, como el ve-
Ling, desesperado, miraba sonriendo a su amo, lo que para él neno de los demás sólo puede escurrirse en nosotros por nues-
era una manera más tierna de llorar. tros nueve orificios, para enfrentarte con tus culpas debo pa-
Llegaron al umbral del palacio imperial cuyos muros viole- searte por los corredores de mi memoria y contarte mi vida. Mi
tas se alzaban a la luz del día como una pared de crepúsculo. padre había reunido una colección de pinturas en el cuarto más
Los soldados condujeron a Wang a través de innumerables secreto del palacio, pues él pensaba que los personajes de los
salas cuadradas o circulares cuya forma simbolizaba las estacio- cuadros deben ser sustraídos de la vista de los profanos ante
nes, los puntos cardinales, el macho y la hembra, la longevidad, quienes no pueden bajar los ojos. En esas salas fui criado, viejo
las prerrogativas del poder. Las puertas emitían una nota mu- Wang-Fo, porque habían organizado la soledad alrededor de
sical al girar sobre sí mismas de modo que se recorría toda la mí de modo que creciera en ella. Habían apartado de mí la

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agitada marea de mis futuros súbditos, para evitar a mi candor se abrían y se cerraban como flores, semejantes a las criaturas
la salpicadura de las almas humanas y nadie tenía el permiso de que avanzan, empujadas por el viento, en las veredas de tus
pasar ante mi puerta por temor a que la sombra de aquel hom- jardines; y que los jóvenes guerreros de fina cintura que vigilan
bre o aquella mujer se extendiera hasta mí. Los pocos viejos los fuertes fronterizos eran a su vez flechas que podían atrave-
servidores que me habían otorgado se hacían presentes lo me- sar tu corazón. A los dieciséis años vi abrirse las puertas que me
nos posible; las horas giraban en círculos; los colores de tus separaban del mundo: subí a la terraza del palacio para mirar
pinturas renacían con el alba, palidecían con el crepúsculo. De las nubes, pero eran menos bellas que las de tus crepúsculos.
noche, cuando no lograba dormir, las miraba y, durante cerca Mandé preparar mi litera: sacudido por unos caminos de los
de diez años, las miré cada noche. De día, sentado en una al- que no había previsto ni el lodo ni las piedras, recorrí las pro-
fombra cuyo dibujo conocía de memoria, mis manos vacías des- vincias del Imperio sin hallar tus jardines llenos de mujeres
cansando en mis rodillas de seda amarilla, soñaba con las ale- semejantes a luciérnagas, tus mujeres cuyo cuerpo es a su vez
grías que me procuraría el porvenir. Me representaba al mundo un jardín. Los guijarros de las playas me asquearon de los océa-
con el país de Han en medio, semejante a la monótona y pro- nos; la sangre de los torturados es menos roja que la granada
funda llanura de la mano surcada por las fatales líneas de los de tus telas; la miseria de las aldeas no me deja ver la belleza de
Cinco Ríos. Alrededor, el mar en el que nacen los monstruos los arrozales; la carne de las mujeres vivas me repugna como la
y, más lejos aún, las montañas que soportaban al cielo. Y, para carne muerta que cuelga de los ganchos de los carniceros, y
ayudarme a representar todas estas cosas, utilizaban tus pintu- la risa grosera de mis soldados me da náuseas. Me mentiste
ras. Me hiciste creer que el mar era como el vasto manto de Wang-Fo, viejo impostor: el mundo no es más que un montón
agua desplegado en tus telas, tan azul que al caer una piedra en de manchas confusas, tiradas al vacío por un pintor insensato,
él, no puede más que transformarse en zafiro; que las mujeres continuamente borradas por nuestras lágrimas. El reino de

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Han no es el más hermoso de los reinos y yo no soy el Empe- Ling dio un brinco hacia adelante para evitar que su sangre
rador. El único imperio sobre el que vale la pena reinar es fuera a manchar el vestido del maestro. Uno de los soldados
aquel donde tú penetras, viejo Wang, por el camino de las Mil levantó su sable y la cabeza de Ling se desprendió de su nuca,
Cuevas y de los Diez Mil Colores. Sólo tú reinas en paz sobre como una flor cortada. Los servidores se llevaron los restos, y
montañas cubiertas de nieve que no puede derretirse, y sobre Wang-Fo, desesperado, admiró la hermosa mancha escarlata
campos de narcisos que no pueden morir. Por eso, Wang-Fo, que la sangre de su discípulo dejaba en el pavimento de piedra
busqué el suplicio reservado para ti, cuyos sortilegios me as- verde.
quearon de lo que poseo y me dieron el deseo de lo que jamás El emperador hizo una seña y dos eunucos secaron los ojos
poseeré. Y para encerrarte en la única celda de la que no podrás de Wang-Fo.
salir, decidí que te quemen los ojos, porque tus ojos Wang-Fo, —Escucha, viejo Wang-Fo —dijo el Emperador—, y enjuga
son las dos puertas mágicas que abren tu reino. Y puesto que tus lágrimas, porque no es el momento de llorar. Tus ojos de-
tus manos son los dos caminos de diez encrucijadas que te lle- ben permanecer claros para que la poca luz que les queda no se
van al corazón de tu imperio, decidí que te cortasen las manos. empañe con tu llanto. Porque no deseo tu muerte sólo por
¿Me has entendido, viejo Wang-Fo? rencor, no quiero verte sufrir sólo por crueldad. Tengo otros
Al oír la sentencia, el discípulo Ling arrancó de su cinturón proyectos, viejo Wang-Fo. En mi colección de tus obras, tengo
un cuchillo despostillado y se arrojó sobre el Emperador. Dos una admirable pintura en la que las montañas, el estuario de los
guardias lo detuvieron. El Hijo del Cielo sonrió y añadió en un ríos y el mar se reflejan, sin duda infinitamente pequeños, pero
suspiro: con una evidencia que los objetos mismos no pueden igualar,
—También te odio, viejo Wang-Fo, porque has sabido ha- como las figuras que se reflejan en una esfera. Pero esta pintu-
certe amar. Maten a ese perro. ra no está terminada, Wang-Fo, y tu obra maestra está sólo

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esbozada. Sin duda, en el momento en que pintabas, sentado Y era, en efecto, Ling. Tenía puesto su viejo vestido de to-
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en un valle solitario, te fijaste en un pájaro que paseaba o en un dos los días y su manga derecha llevaba todavía la rasgadura
niño que perseguía al pájaro. Y el pico del pájaro o las mejillas que no había tenido tiempo de zurcir por la mañana antes de
del niño te hicieron olvidar los párpados azules de las ondas. la llegada de los soldados. Pero alrededor del cuello tenía una
No terminaste las franjas del abrigo del mar, ni la cabellera de extraña bufanda roja.
las algas de las rocas. Wang-Fo, quiero que consagres las horas Wang-Fo le dijo suavemente mientras pintaba:
de luz que te quedan en terminar esa pintura, que así conten- —Te creía muerto.
drá los últimos secretos acumulados en el transcurso de tu —Estando vivo usted —dijo Ling respetuosamente—,
larga vida. No dudo de que tus manos, casi desaparecidas, tem- ¿cómo podría morir?
blarán en la tela de seda y el infinito penetrará en tu obra a Y ayudó al maestro a subir a la barca. El techo de jade se
través de esos cortes de la desgracia. Y no dudo de que tus ojos, reflejaba en el agua, de modo que Ling parecía navegar en una
casi aniquilados, descubrirán relaciones en el límite de los sen- cueva. Las trenzas de los cortesanos sumergidos ondulaban en
tidos humanos. Éste es mi proyecto, viejo Wang-Fo, y puedo la superficie como serpientes y la cabeza pálida del Emperador
obligarte a que lo cumplas. Si te niegas, antes de quitarte los flotaba como un loto.
ojos, haré quemar todas tus obras y entonces te encontrarás —Mira, discípulo mío —dijo Wang-Fo con melancolía—.
como un padre cuyos hijos han sido asesinados y a quien se le Estos desdichados van a perecer, si no están ya muertos. Nun-
ha destrozado la esperanza de posteridad. Pero, si quieres, pue- ca pensé que hubiera suficiente agua en el mar como para
des creer que esta última orden es sólo un efecto de mi bondad, ahogar a un Emperador. ¿Qué hacer?
porque sé que la tela es la única amante que jamás hayas aca- —No temas, Maestro —murmuró el discípulo—. Pronto se
riciado. Y ofrecerte pinceles, colores y tintas para ocupar tus encontrarán secos y ni siquiera recordarán que sus mangas
últimas horas, es como ofrecer una mujer a un condenado a hayan estado mojadas. Sólo el Emperador guardará en el cora-
muerte. zón un poco de amargura marina. Esta gente no está hecha
El emperador movió el dedo meñique y dos eunucos traje- para perderse en el interior de una pintura.
ron respetuosamente la pintura inacabada en la que Wang-Fo Y añadió:
había trazado la imagen del mar y del cielo. Wang-Fo enjugó —El mar está hermoso, el viento favorable, los pájaros ma-
sus lágrimas y sonrió porque ese pequeño esbozo le recordaba rinos hacen sus nidos. Vámonos, Maestro mío, hacia el país
su juventud. Todo atestiguaba una frescura del alma a la cual allende el mar.
Wan-Fo ya no podía aspirar. Sin embargo, algo faltaba, pues —Vámonos—, dijo el viejo pintor.
en la época en que Wang-Fo lo había pintado, todavía no había Wang-Fo agarró el timón y Ling los remos. Otra vez la
contemplado bastante las montañas, ni las rocas que bañan en cadencia de los remos llenó toda la sala, firme y rítmica como
el mar sus flancos desnudos, y no se había compenetrado lo un latido de corazón. El nivel del agua disminuía insensible-
suficiente en la tristeza del crepúsculo. Wang-Fo eligió uno de mente alrededor de las grandes rocas verticales que volvían a
los pinceles que le presentaba un esclavo y empezó a extender ser columnas. Pronto, sólo unos escasos charcos brillaron en
sobre el mar inacabado amplias pinceladas azules. Un eunuco, los hoyos del pavimento de jade. Los vestidos de los cortesanos
en cuclillas a sus pies, trituraba los colores; se desenvolvía bas- estaban secos, pero el Emperador conservaba algunos copos de
tante mal con ese trabajo y más que nunca Wang-Fo sufrió por espuma en la franja de su abrigo.
la ausencia de su discípulo Ling. El rollo de seda acabado por Wang-Fo estaba colocado en
Wang empezó por pintar de rosa la punta del ala de una la mesa baja. Una barca ocupaba todo el primer plano. Se ale-
nube posada sobre una montaña. Luego añadió a la superficie jaba poco a poco dejando tras ella un ligero surco que se cerra-
del mar unas pequeñas arrugas que hacían más profundo el ba en el mar inmóvil. Ya no se distinguía el rostro de los dos
sentimiento de su serenidad. El pavimento de jade se humede- hombres sentados en la barca, pero se divisaba todavía la bu-
cía singularmente, pero Wang-Fo, absorbido por su pintura, fanda roja de Ling y la barba de Wang-Fo flotaba al viento.
no se daba cuenta de que trabajaba sentado en el agua. El pulso de los remos se desvaneció, cesó, borrado por la
La menuda barca, aumentada por las pinceladas del pintor, distancia. El Emperador, inclinado hacia adelante, con la mano
ocupaba ahora todo el primer plano del rollo de distancia, rá- sobre los ojos, miraba cómo se alejaba la barca de Wang que ya
pida y viva como un batir de alas. El ruido se acercó, llenó no era más que una mancha imperceptible en la palidez del
suavemente toda la sala, luego cesó y las gotas temblaban in- crepúsculo. Una neblina de oro se levantó y se desplegó sobre
móviles, suspendidas en los remos del barquero. El hierro rojo el mar. Por fin, la barca dio vuelta alrededor de una roca que
destinado a los ojos de Wang se había apagado en el brasero cerraba la entrada a la alta mar; la sombra de un acantilado cayó
del verdugo desde hacía largo tiempo. Los cortesanos, con el sobre ella; el surco se borró de la superficie desierta y el pintor
agua hasta los hombros, inmovilizados por la etiqueta, se alza- Wang-Fo y su discípulo Ling desaparecieron para siempre en
ban sobre la punta de los pies. El agua llegó por fin al nivel del este mar de jade azul que Wang-Fo acababa de inventar. G
corazón imperial. El silencio era tan profundo que se hubiera
podido oír la caída de unas lágrimas.

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Mis últimos veinticinco años*
Yukio Mishima

Cuando pienso en mis últimos veinticinco años me maravillo ria e importante que las de los políticos. En algunas ocasiones
de cuán vacíos han sido. No puedo decir que realmente he me sentí tentado por la idea de sacrificar incluso la literatura
“vivido”. Sólo los atravesé tapándome la nariz. con tal de cumplir esa promesa. Tal vez sea un reflejo de “or-
Aquello que odiaba hace veinticinco años continúa sobrevi- gullo viril”, pero no hay duda de que el haber vivido tranqui-
viendo con obstinación, si bien bajo formas levemente distin- lamente durante estos veinticinco años de democracia, obte-
tas. No sólo sobrevivió sino que se propagó y se infiltró con niendo ventajas de ella a pesar de mi desaprobación, hiere mi
enorme virulencia en todo Japón. Se trata del terrible virus de espíritu desde hace largo tiempo.
la democracia de posguerra y de la hipocresía que generó. Volviendo a mi problema individual, en estos veinticinco
Yo alimentaba la esperanza de que las hipocresías y los en- años he seguido un plan bastante extraño, que por otra parte
gaños desaparecieran con el final de la ocupación norteameri- no ha sido suficientemente comprendido. No me importa,
cana, pero fue sólo una ilusión. Por el contrario, sorprenden- dado que no lo emprendí para obtener comprensión. Mi pro-
temente, los japoneses han elegido convertirlos en parte de su yecto era conceder el mismo valor a mi cuerpo y a mi espíritu
naturaleza y los han introducido en la política, la economía, la y ofrecer una demostración práctica de ello, destruyendo así de
sociedad y hasta en la cultura. raíz las ilusiones del modernismo literario.
Desde 1945 hasta 1957 se pensó que yo era un tranquilo Es un antiguo sueño mío fundir, mediante un acto de volun-
partidario del “arte por el arte”. Yo me limitaba a sonreír con tad, los extremados contrastes de la fragilidad del cuerpo y de
desprecio. Un joven, en cierto modo frágil como era yo, no la fuerza de la literatura, de la debilidad de la literatura y de la
conocía otro medio para oponerse que sonreír con desprecio. solidez del cuerpo: una empresa probablemente jamás intenta-
Luego comencé a sentir que debía luchar precisamente contra da ni siquiera por los escritores europeos, y cuyo cumplimien-
mis sonrisas irónicas, contra mi cinismo. to me habría permitido, como escribió Baudelaire, “ser el
En estos veinticinco años los conocimientos sólo me dieron verdugo y el ajusticiado”. La época moderna comenzó tal vez
infelicidad. Todas mis alegrías surgieron de otra fuente. cuando en la distancia entre el objeto y el sujeto se descubrió
Es verdad que continué escribiendo novelas. Y también nu- la soledad y el perverso orgullo del artista. Pero este significa-
merosas obras teatrales. Pero para un autor acumular escritos do de “moderno” puede aplicarse también al mundo antiguo, a
equivale a acumular excrementos. La literatura no me ha ayu- poetas como Otomo no Yakamochi1 y a autores trágicos como
dado en absoluto a ser más sabio. Y ni siquiera a transformar- Eurípides.
me en un maravilloso idiota. Durante estos veinticinco años he encontrado muchos ami-
En cierto modo, tengo el orgullo de haber mantenido duran- gos y perdido otros tantos. La responsabilidad de ello debo
te estos veinticinco años cierta pureza ideológica, aunque en el atribuírsela únicamente a mi egoísmo. No busco la virtud de
fondo no puedo considerarlo un gran mérito. No sufrí la pri- la tolerancia y por ello tendré el mismo destino que Akinari
3
sión, no derramé mi sangre para conservarme fiel a mis ideas. Y, Ueda2 y Gennai Hiraga .
por otra parte, mi negación a traicionarlas puede ser una prueba A menudo me pregunto cómo, a pesar de ser más bien rudo
de cierta testarudez un poco obtusa más que la demostración de y bastante oscuro, no logro alcanzar el estado del “placer vul-
una dúctil y sutil sensibilidad. Un examen más profundo pon- gar”. No amo mucho la vida. A no ser que luchar continua-
dría de manifiesto mi carencia de “tenacidad viril”. Pero en el mente contra los molinos de viento signifique amar la vida.
fondo todo ello no tiene la menor importancia. En estos veinticinco años he perdido una por una todas mis
La pregunta que me obsesiona es si he cumplido lo que esperanzas, y ahora que me parece haber llegado al final de mi
había prometido. No hay duda de que con mi negación y mi
crítica he prometido algo. No soy un político, y mantener la 1 Poeta y político del siglo viii.
palabra empeñada no significa para mí procurar a alguien ven- 2 Escritor, poeta y estudioso de la literatura antigua (1734-1809),
tajas reales; sin embargo, estoy obsesionado día y noche por la
fue autor de los famosos Cuentos de lluvia y de luna y Luna de las llu-
sensación de no haber cumplido aún una promesa más necesa- vias.
3
Vivió entre 1726 y 1779. Dotado de un ingenio versátil, cons-
truyó una asombrosa máquina eléctrica que, pese a todo, no le valió
* Yukio Mishima, Lecciones espirituales para los jóvenes samuráis, tra- los favores del sogún. Decepcionado, prefirió dedicarse a la literatura.
ducción de Martin Raskin Gutman, Palmyra, Madrid, 2006. Encarcelado por haber matado a un discípulo, se suicidó ayunando.

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viaje estoy asombrado por el inmenso derroche de energía que dará, en una punta del Asia extremo-oriental, un gran país
he dedicado a esperanzas totalmente vacuas y vulgares. Si hu- productor, inorgánico, vacío, neutral y neutro, próspero y cau-
biese concentrado la misma energía en desesperar, tal vez ha- to. Con los que consideran que ello puede ser tolerable, prefie-
bría obtenido algo más. ro ni siquiera hablar.
No puedo continuar alimentando esperanzas para el Japón
futuro. Cada vez crece más en mí la certeza de que, si nada (Artículo publicado en el diario Sankei el 7 de julio de 1970.) G
cambia, “Japón” está destinado a desaparecer. En su lugar que-

número 447, marzo 2008 la Gaceta 25

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El reaccionario auténtico*
Nicolás Gómez Dávila

La existencia del reaccionario auténtico suele escandalizar al cauciona, porque el perfil de la necesidad revela los rasgos de
progresista. Su presencia vagamente lo incomoda. Ante la acti- la razón naciente. Desde el curso mismo de la historia emerge
tud reaccionaria el progresista siente un ligero menosprecio, la norma ideal que lo nimba.
acompañado de sorpresa y desasosiego. Convencido de la racionalidad de la historia, el progresista
Para aplacar sus recelos, el progresista acostumbra interpre- radical se asigna el deber de colaborar a su éxito. La raíz de la
tar esa actitud intempestiva y chocante como disfraz de intere- obligación ética yace, para él, en nuestra posibilidad de impul-
ses o como síntoma de estulticia; pero solos el periodista, el sar la historia hacia sus propios fines. El progresista radical se
político, y el tonto, no se azoran, secretamente, ante la tenaci- inclina sobre el hecho inminente para favorecer su adveni-
dad con que las más altas inteligencias de Occidente, desde hace miento, porque al actuar en el sentido de la historia la razón
ciento cincuenta años, acumulan objeciones contra el mundo individual coincide con la razón del mundo.
moderno. Un desdén complaciente no parece, en efecto, la Para el progresista radical, pues, condenar la historia no es,
contestación adecuada a una actitud donde puede hermanarse tan solo, una empresa vana, sino también una empresa estulta.
un Goethe a un Dostoievski. Empresa vana porque la historia es necesidad; empresa estulta
Pero si todas las tesis del reaccionario sorprenden al progre- porque la historia es razón.
sista, la mera postura reaccionaria lo desconcierta. Que el re- El progresista liberal, en cambio, se instala en una pura
accionario proteste contra la sociedad progresista, la juzgue, y contingencia. La libertad, para él, es sustancia de la razón, y la
la condene, pero que se resigne, sin embargo, a su actual mo- historia es el proceso en que el hombre realiza su libertad.
nopolio de la historia, le parece una posición extravagante. La historia del progresista liberal no es un proceso necesa-
El progresista radical, por una parte, no comprende cómo rio, sino el ascenso de la libertad humana hacia la plena pose-
el reaccionario condena un hecho que admite, y el progresista sión de sí misma. El hombre forja su historia imponiendo a la
liberal, por otra, no entiende cómo admite un hecho que con- naturaleza los fallos de su libre voluntad.
dena. El primero le exige que renuncie a condenar si reconoce Si el odio y la codicia arrastran al hombre entre laberintos
que el hecho es necesario, y el segundo que no se limite a abs- sangrientos, la lucha se realiza entre libertades pervertidas y
tenerse si confiesa que el hecho es reprobable. Aquel lo conmi- libertades rectas. La necesidad es, meramente, el peso opaco de
na a rendirse, éste a actuar. Ambos censuran su pasiva lealtad a nuestra propia inercia, y el progresista liberal estima que la
la derrota. buena voluntad puede rescatar al hombre, en cualquier instan-
El progresista radical y el progresista liberal, en efecto, re- te, de las servidumbres que lo oprimen.
prenden al reaccionario de distinta manera, porque el uno El progresista liberal exige que la historia se comporte de
sostiene que la necesidad es razón, mientras que el otro afirma manera acorde con lo que su razón postula, puesto que la liber-
que la razón es libertad. Una distinta visión de la historia con- tad la crea; y como su libertad también engendra las causas que
diciona sus críticas. defiende, ningún hecho puede primar contra el derecho que la
Para el progresista radical, necesidad y razón son sinóni- libertad establece.
mos: la razón es la sustancia de la necesidad, y la necesidad el El acto revolucionario condensa la obligación ética del pro-
proceso en que la razón se realiza. Ambas son un solo torrente gresista liberal, porque romper lo que la estorba es el acto
de existencias. esencial de la libertad que se realiza. La historia es una materia
La historia del progresista radical no es la suma de lo mera- inerte que labra una voluntad soberana.
mente acontecido, sino una epifanía de la razón. Aun cuando Para el progresista liberal, pues, resignarse a la historia es
enseñe que el conflicto es el mecanismo vector de la historia, una actitud inmoral y estulta. Estulta porque la historia es li-
toda superación resulta de un acto necesario, y la serie discon- bertad; inmoral porque la libertad es nuestra esencia.
tinua de los actos es la senda que trazan, al avanzar sobre la El reaccionario, sin embargo, es el estulto que asume la
carne vencida, los pasos de la razón indeclinable. vanidad de condenar la historia, y la inmoralidad de resignarse
El progresista radical sólo adhiere a la idea que la historia a ella.
Progresismo radical y progresismo liberal elaboran visiones
parciales. La historia no es necesidad, ni libertad, sino su inte-
* Ensayo publicado en la Revista de la Universidad de Antioquia, gración flexible.
número 240, abril-junio de 1995. La historia, en efecto, no es un monstruo divino. La polva-

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reda humana no parece levantarse como bajo el hálito de una yecta sobre el mundo en un proceso irrevocable. La libertad
bestia sagrada; las épocas no parecen ordenarse como estadios secreta la historia como una araña metafísica la geometría de
en la embriogenia de un animal metafísico; los hechos no se im- su tela.
brican los unos con los otros como escamas de un pez celeste. La libertad, en efecto, se aliena en el mismo gesto en que se
Pero si la historia no es un sistema abstracto que germina asume, porque el acto libre posee una estructura coherente,
bajo leyes implacables, tampoco es el dócil alimento de la lo- una organización interna, una proliferación normal de secue-
cura humana. La antojadiza y gratuita voluntad del hombre no las. El acto se despliega, se dilata, se expande en consecuencias
es su rector supremo. Los hechos no se amoldan, como una necesarias, de manera acorde con su carácter íntimo y con su
pasta viscosa y plástica, entre dedos afanosos. naturaleza inteligible. Cada acto somete un trozo de mundo a
En efecto, la historia no resulta de una necesidad imperso- una configuración específica.
nal, ni del capricho humano, sino de una dialéctica de la volun- La historia, por lo tanto, es una trabazón de libertades en-
tad donde la opción libre se desenvuelve en consecuencias ne- durecidas en procesos dialécticos. Mientras más hondo sea el
cesarias. estrato donde brota el acto libre, más variadas son las zonas de
La historia no se desarrolla como un proceso dialéctico actividad que el proceso determina, y mayor su duración. El
único y autónomo, que prolonga en dialéctica vital la dialéctica acto superficial y periférico se agota en episodios biográficos,
de la naturaleza inanimada, sino en un pluralismo de procesos mientras que el acto central y profundo puede crear una época
dialécticos, numerosos como los actos libres y atados a la diver- para una sociedad entera.
sidad de sus suelos carnales. La historia se articula, así, en instantes y en épocas: en actos
Si la libertad es el acto creador de la historia, si cada acto libres y en procesos dialécticos. Los instantes son su alma fugi-
libre engendra una historia nueva, el libre acto creador se pro- tiva, las épocas su cuerpo tangible. Las épocas se extienden

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como trechos entre dos instantes: su instante germinal, y el En efecto, aun cuando no sea ni necesidad, ni capricho, la
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instante donde la clausura el acto incoativo de una nueva vida. historia, para el reaccionario, no es, sin embargo, dialéctica de
Sobre goznes de libertad giran puertas de bronce. la voluntad inmanente, sino aventura temporal entre el hom-
Las épocas no tienen una duración irrevocable: el encuentro bre y lo que lo trasciende. Sus obras son trazas, sobre la arena
con procesos surgidos desde mayor hondura puede interrum- revuelta, del cuerpo del hombre y del cuerpo del ángel. La
pirlas, la inercia de la voluntad puede prolongarlas. La conver- historia del reaccionario es un jirón, rasgado por la libertad del
sión es posible, la pasividad familiar. La historia es una necesi- hombre, que oscila al soplo del destino.
dad que la libertad engendra, y la casualidad destroza. El reaccionario no puede callar, porque su libertad no es
Las épocas colectivas son el resultado de una comunión meramente el asilo donde el hombre escapa del tráfago que lo
activa en una decisión idéntica, o de la contaminación pasiva de aturde, y adonde se refugia para asumirse a sí mismo. En el
voluntades inertes; pero mientras dura el proceso dialéctico en acto libre el reaccionario no toma, tan sólo, posesión de su
que las libertades se han vertido, la libertad del inconforme se esencia.
retuerce en una ineficaz rebeldía. La libertad social no es op- La libertad no es una posibilidad abstracta de elegir entre
ción permanente, sino blandura repentina en la coyuntura de bienes conocidos, sino la concreta condición dentro de la cual
las cosas. nos es otorgada la posesión de nuevos bienes. La libertad no es
El ejercicio de la libertad supone una inteligencia sensible a instancia que falle pleitos entre instintos, sino la montaña des-
la historia, porque ante la libertad alienada de una sociedad de la cual el hombre contempla la ascensión de nuevas estre-
entera el hombre sólo puede acechar el ruido de la necesidad llas, entre el polvo luminoso del cielo estrellado.
que se quiebra. Todo propósito se frustra si no se inserta en las La libertad coloca al hombre entre prohibiciones que no
hendiduras cardinales de una vida. son físicas e imperativos que no son vitales. El instante libre
Frente a la historia sólo surge la obligación ética de actuar disipa la vana claridad del día, para que se yerga, sobre el hori-
cuando la conciencia aprueba la finalidad que momentánea- zonte del alma, el inmóvil universo que desliza sus luces tran-
mente impera o cuando las circunstancias culminan en una seúntes sobre el temblor de nuestra carne.
conjuntura propicia a nuestra libertad. Si el progresista se vierte hacia el futuro, y el conservador
El hombre que el destino coloca en una época sin fin previ- hacia el pasado, el reaccionario no mide sus anhelos con la his-
sible, y cuyo carácter hiere los más hondos nervios de su ser, toria de ayer o con la historia de mañana. El reaccionario no
no puede sacrificar, atropelladamente, su repugnancia a sus aclama lo que ha de traer el alba próxima, ni se aferra a las úl-
bríos, ni su inteligencia a su vanidad. El gesto espectacular y timas sombras de la noche. Su morada se levanta en ese espacio
huero merece el aplauso público, y el desdén de aquellos a luminoso donde las esencias lo interpelan con sus presencias
quienes la meditación reclama. En los parajes sombríos de la inmortales.
historia, el hombre debe resignarse a minar con paciencia las El reaccionario escapa de la servidumbre de la historia, por-
soberbias humanas. que persigue en la selva humana la huella de pasos divinos. Los
El hombre puede, así, condenar la necesidad sin contrade- hombres y los hechos son, para el reaccionario, una carne ser-
cirse, aunque no pueda actuar sino cuando la necesidad se de- vil y mortal que alientan soplos tramontanos.
rrumba. Ser reaccionario es defender causas que no ruedan sobre el
Si el reaccionario admite la actual esterilidad de sus princi- tablero de la historia, causas que no importa perder.
pios y la inutilidad de sus censuras, no es porque le baste el Ser reaccionario es saber que sólo descubrimos lo que cree-
espectáculo de las confusiones humanas. El reaccionario no se mos inventar; es admitir que nuestra imaginación no crea, sino
abstiene de actuar porque el riesgo lo espante, sino porque desnuda blandos cuerpos.
estima que actualmente las fuerzas sociales se vierten raudas Ser reaccionario no es abrazar determinadas causas, ni abo-
hacia una meta que desdeña. Dentro del actual proceso las gar por determinados fines, sino someter nuestra voluntad a la
fuerzas sociales han cavado su cauce en la roca, y nada torcerá necesidad que no constriñe, rendir nuestra libertad a la exigen-
su curso mientras no desemboquen en el raso de una llanura cia que no compele; es encontrar las evidencias que nos guían
incierta. La gesticulación de los náufragos sólo hace fluir sus adormecidas a la orilla de estanques milenarios.
cuerpos paralelamente a distinta orilla. El reaccionario no es el soñador nostálgico de pasados abo-
Pero si el reaccionario es impotente en nuestro tiempo, su lidos, sino el cazador de sombras sagradas sobre las colinas
condición lo obliga a testimoniar su asco. La libertad, para el eternas. G
reaccionario, es sumisión a un mandato.

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Entrevista a Sergio Pitol
Ernesto Herrera y Moramay H. Kuri

Fotografía de Moramay Herrera Kuri


Viajero constante, Sergio Pitol abandona el país en los sesenta H.— ¿Por el momento no está escribiendo nada?
y se queda con la imagen de una Ciudad de México en creci- S.P.—No, no, hasta que esté bien.
miento. Para celebrar el cumpleaños de este gran escritor, H.—¿Todavía escribe a mano?
conversamos brevemente con él. Transcribimos aquí esta con- S.P. —A mano totalmente.
versación a manera de homenaje. H.—¿Y después contrata una secretaria?
S.P. —No, yo después lo paso a la máquina y tengo un secre-
S.P.—Cuando me fui, la Ciudad de México tenía cinco mi- tario que me lo pasa en la computadora y le da el toque final.
llones de habitantes o cinco y medio. Cuando volví del extran- H.—O sea que nunca ha dejado de escribir a mano.
jero, no la reconocía porque Hank González había hecho los S.P. —No. Ahora sí quiero aprender a usar la computadora,
ejes viales y destruido muchas de las fachadas clásicas. Antes de bueno, no para escribir pero sí para navegar en la red, en el
irme, cuando vivía en la Ciudad de México, el centro era el Internet. Buscar y aprender y todas esas cosas.
centro, es decir, donde estaban los cafés, los teatros, la música H.—Es muy fácil.
y todo lo demás; y al volver, con esto de los ejes viales, me Entrando en materia, su Trilogía del Carnaval, usted lo ha
sentí totalmente desubicado, no encontraba nada. dicho, resultó un poco a posteriori, de un modo inconsciente
H.—Usted, cuando regresa, ¿adónde se va a vivir? usted fue construyéndola.
S.P.—Al sur, a una casa que tenía en Coyoacán. Coyoacán S.P.—Sí, el primer libro de la trilogía, El desfile del amor,
me gustaba muchísimo. Luego estuve tres años aquí, cuando surgió de la siguiente manera: yo tenía como dos años hacien-
decidí volver a México. En esa época ya estaba la inversión do notas. Cuando llegué a Praga, en la Embajada donde traba-
térmica y cuando llegaba me bloqueaba la nariz y los ojos. Yo jaba, no tenía demasiadas cosas que hacer, entonces tuve la
trabajaba desde las cinco hasta las doce de la mañana y con eso oportunidad de escribir esta novela, teníamos muy poco traba-
de la inversión térmica no podía escribir, sobre todo por las jo, así que en las tardes y muchas noches me sentaba a escribir
molestias en los ojos. Un día me fui a Jalapa, que es la capital y, de ahí, de todas esas notas que tenía, saqué personajes e his-
de Veracruz, y entonces me quedé una semana y me gustó torias y lo reescribí muy rápido. Yo solía escribir muy lento,
tanto que decidí quedarme a vivir allá. Hasta mi perro Sacho pero quizá porque estaba pensando en algunas otras cosas, me
se sentía mal en México, había que llevarlo al doctor cada se- tardé cinco meses en escribirla, cinco meses que para mí fue-
mana porque sangraba mucho. Cuando nos fuimos a vivir a ron como dos años o dos años y medio. Y es que no encontra-
Jalapa, nunca se volvió a enfermar… ba el tejido de esos personajes que tenía ya hechos, los veía a

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todos pero no encontraba el hilo. Entonces fue magnífico, alguien que me iba a hipnotizar. Me lo había recomendado
a
porque pareció que las musas de pronto aparecieron y pusieron Juan Villoro, porque su cuñado le platicaba cosas extraordina-
una cosa ahí alrededor, me invadieron. Resulta que me invita- rias de este señor, como, por ejemplo, que un poeta muy bueno
ron de la Secretaría de Relaciones Exteriores de Checoslova- se bloqueó y no pudo escribir más, no pudo hacer ni una línea
quia a una exposición, porque era el centenario de un escritor en dos años, entonces recurrió a Federico y lo curó inmediata-
y periodista que se llamaba Egon Erwin Kirsch. Yo sabía que mente, jajajajajajaja, y de ahí se puso a escribir como loco y
había sido muy importante no sólo en Checoslovaquia sino en cosas así, y yo me dije, “bueno, si eso es posible, voy a verlo,
todo el centro de Europa, él fue una especie de iniciador del debe de haber alguna cosa que me ayude a dejar de fumar”…
Nuevo Periodismo, del involucramiento de las técnicas litera- H.—Ah, era para dejar de fumar, yo pensé que era porque
rias en el quehacer del periodismo. Además fue un gran viaje- usted también estaba bloqueado…
ro, desde niño estuvo en Alemania, Francia, Estados Unidos, S.P. —No, era para dejar de fumar, pero también era para
etcétera. Fue autor de muchas crónicas, actualizando cosas, por sentir cómo se siente un desbloqueo, y la verdad es que fue una
ejemplo, que sucedieron hace 400 años. experiencia muy violenta, muy fuerte. El ver a mi madre cuan-
Las autoridades checas me insistieron mucho para que fuera do la sacaron del agua muerta.
a esta inauguración y ahí, paseando por una de las salas, de H.—Claro, porque usted cuenta que en un punto de la hip-
pronto vi que estaban Silvestre Revueltas, Frida Khalo, Diego nosis volvió a esta casa, a Veracruz, donde estaba con su her-
Rivera y otras grandes personalidades de la cultura y del me- mano y eso lo llevó al momento en que vieron a su madre
dio. De pronto me di cuenta, al ver la primera reproducción de ahogada…
una casa, de que era idéntica a otra que estaba a dos cuadras de S.P.—Pero nosotros desde que éramos niños íbamos a esa
mi casa en Coyoacán. Y lo que pasaba es que el artista estuvo casa que usted menciona, era de unos parientes muy cercanos
aquí muchos años, durante la guerra, porque él era judío y y nunca me había acordado de eso. El grito que di fue porque
México lo alojó, le dio asilo, con otras varias personalidades nosotros habíamos ido con mi madre a visitar a esta gente,
que fueron exiliados de sus países. Así que me quedé ahí un habíamos ido con el hermano de mi madre y su madre a hacer-
rato observando a la gente y ya no vi la exposición. Eso era le una fiesta, y fue en esta última parte en la que me acordé de
como estar en otro mundo. Luego, de vuelta a casa, paré en mí viendo todo y sentí la impotencia de ese momento de des-
una cafetería y les pedí a los meseros unos papeles y ahí me cubrir que mi madre había muerto.
quedé como dos horas hasta que encontré todo lo que había Ya hacía poco que mi padre había muerto y luego mi ma-
estado buscando para mi historia; todo lo que antes había uni- dre… y pensé, la verdad, que nos habían regalado. Después
do y además ese elemento de la guerra, de los exiliados, y em- estuve durante muchas semanas digiriendo el asunto de la hip-
pecé de nuevo. Además yo nunca había podido, en los cuentos nosis, y toda esa experiencia y como que empecé a quitar infor-
y en las dos novelas anteriores, hacer diálogos, yo más bien mación, sentía que nada tenía sentido, entonces empecé a re-
describía todo, y desde ahí, sin ninguna dificultad, puse los cordar que había estado en tal lado o en este otro, y luego lo
diálogos y tesituras a los personajes, primero a uno, luego a escribí, y de ahí salió la trilogía.
otro… Después lo mandé a Anagrama y a ERA, que son mis H.—A la manera proustiana ¿no?
editores, y recibí el Premio Herralde, que entonces me abrió S.P. —Sí, sí, algo así…
muchas puertas al relativo éxito del que gozo actualmente. H.—Pero entonces Federico lo llevó a esta regresión, pero
Y, en el viaje que yo hice, que luego sería el libro El viaje, por lo que vemos no lo ayudó a dejar de fumar….
conocí a la señora que sería la protagonista de Domar a la divi- S.P. —Jajajajaja, pues no, en realidad no. Fíjese que Federi-
na garza… co me dijo, “vas a ver muchas cosas, van a ser cosas que te van
Hice entonces miles de notas y cuando llegué a Georgia, a doler y te van a llevar a ver en dónde empezaste a fumar,
caminando en un parque, recordé a esa señora a la que había desde cuándo, en qué circunstancias, etc., porque es muy im-
conocido un mes antes en Moscú y empecé a escribir la parte portante, porque esto no es una hipnosis tradicional… vas a ver
más importante, como la base del Tríptico. Esto fue casi un toda tu vida como en una película”, y sí, vi toda mi vida, jajaja-
carnaval, pero no sabía que desembocaría en esa trilogía. jaja, pero no dejé de fumar, vi mi película con un cigarro en la
H.—Entre El desfile del amor y Domar a la divina garza, se boca…
tardó lo que más o menos era su tiempo normal, pero entre H.—Además, en esta trilogía como que desparecen las sec-
Domar a la divina garza y La vida conyugal fue muy rápida la ciones tradicionales…
escritura. El último, El mago de Viena ya no tiene los títulos ni nada,
En esta segunda trilogía, publicada por Anagrama, usted es un camino continuo. Ahí también se hace una construcción
llevaba sus notas, es decir sus cuadernos, etc., y esto ya no era que es importante, donde también, como en El Carnaval, ca-
estrictamente un apunte sino más bien una obra acabada. ben las cosas trágicas
S.P. —Llegué a México, como les comentaba, con el Trípti- S.P. —El viaje me gustó escribirlo enormemente, después de
co y quise buscar algo en mis cajones, las viejas cosas, algún salir de la cama y del desayuno me pasaba todo el día escribien-
prólogo que había hecho, las conferencias que había dado y do; es muy radical porque hay cosas del stalinismo. Dentro de
todo lo que tuviera ya terminado. Esos libros a veces son nulos, todo este realismo, la imaginación literaria siempre está pre-
a veces, no siempre… y fue, ahí lo digo en El arte de la fuga, sente… Por esta trilogía me dieron el Premio Cervantes.
donde empezó todo para esta segunda trilogía. Resulta que fui Sergio, cansado de hablar, aunque sonriendo, dio por termi-
a Guadalajara para ir a un psicólogo… nada la plática, pero nos dejó la promesa de regalarnos un
H.—Ah, sí, Federico. nuevo libro cuando se sienta mejor. G
S.P.—Sí, Federico, que en realidad no era un psicólogo sino

30 la Gaceta número 447, marzo 2008

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El Derecho Penal a juicio.
Diccionario crítico
Juan Carlos Gómez Martínez
El Derecho Penal a jucio. Diciconario crítico,
coordinado por Gerardo Laveaga y Alberto Lujambio,
inacipe, México, 2008

Mucha tinta ha corrido en torno a temas decisión de la mujer para no tener a un frimiento y el de sus seres queridos está
como aborto, juicios orales, legalización hijo en contra de su voluntad, como sos- por debajo de la inviolabilidad de la vida.
de las drogas, tolerancia cero o violencia tiene Miguel Carbonell. También hay Y qué decir de los juicios orales, pre-
intrafamiliar. La mayoría han sido trata- quienes, como José Hidalgo Murillo, vistos en la mal llamada “reforma ju-
dos de manera técnica y poco entendible catedrático de la Universidad Panameri- dicial” que, en unas semanas más, se
para el gran público, por lo que mucha cana, consideran esta práctica como una aprobará en el Congreso de la Unión,
gente de diversas esferas sociales, cultu- sinrazón médica y legal cuya defensa respecto a los cuales hay autores —como
rales y económicas se pregunta constan- demerita el valor de la vida. el presidente de la Corte, maestro Gui-
temente: ¿qué piensa tal o cual persona- El tratamiento de la “tolerancia cero” llermo Ortiz Mayagoitia— que advier-
je acerca de alguno de estos temas? es un excelente ejercicio de opinión jurí- ten acerca de los inconvenientes que esta
Para responder lo anterior, el Institu- dica sobre las bases de democracia y to- clase de procedimientos generarán en
to Nacional de Ciencias Penales recien- lerancia mutua, algo poco frecuente en las tareas de los juzgadores (sobre todo
temente publicó el libro El Derecho Penal el medio legal mexicano. Como ejem- en el número de sentencias que pudie-
a juicio. Diccionario crítico, en el que polí- plos de ello, el lector conocerá la breve ran llegar a dictarse); mientras que otros
ticos, jueces y abogados de todas las co- pero contundente opinión de Susana Ba- —como Raúl Carrancá— destacan la
rrientes y tendencias abordan estos y mu- rroso Montero, de que la introducción necesidad de adoptar esta clase de jui-
chos temas más con una característica de esta práctica —unida a la de la “impu- cios, pero de manera gradual, con lo que
muy especial: exponen su posición per- nidad cero” — debe ser la bandera que se abriría la posibilidad de revivir la olvi-
sonal respecto a cada uno de ellos. guíe el combate al delito; asimismo, otro dada “oratoria forense”, gracias a la cual
Esta obra editorial, ideada y coordi- se encontrarán opiniones —como las de miles de abogados se verían forzados a
nada por Gerardo Laveaga y Alberto Fernando Serrano Migallón— en el sen- hablar y escribir de modo medianamen-
Lujambio, contiene los comentarios de tido de que sólo es una solución “mediá- te correcto.
134 autores acerca de 74 temas conside- tica”, o la de Sergio García Ramírez, que En el dogmático mundo del Derecho,
rados de gran sensibilidad en el ámbito cuestiona severamente el sentido de la pocas obras han sido concebidas para
de la justicia y la seguridad pública. En frase, y se pregunta: “¿Qué es lo que no fomentar el debate y la discusión. Por lo
dichas opiniones el lector no encontrará toleraremos?”. general, todos los libros contienen con-
complejas argumentaciones jurídicas, La eutanasia es otro de los temas que ceptos que pretenden encajonar la reali-
propias de la tradicional tramitología también proporciona un rico y diverso dad en unas cuantas palabras, y si la pri-
judicial, sino una postura individual ex- material para la discusión, cambio o man- mera no cabe en ellas es porque se está
presada en unas cuantas líneas que mues- tenimiento de posturas acerca de la últi- ante la presencia de un hecho sui generis.
tran el conocimiento, experiencia y par- ma decisión de una persona ante el infor- ¿Por qué siempre es más importante eti-
ticular visión que del mundo tiene cada tunio de enfrentar un drástico cambio en quetar que buscar explicaciones?
uno de sus autores. sus circunstancias vitales, y que se pre- El Derecho Penal a juicio. Diccionario
De esta manera, en el controvertido gunta cómo y cuándo morir. Felipe Gó- crítico es un libro que no debe faltar en el
tema del aborto —acerca del cual próxi- mez Mont atribuye a una reprobable escritorio tanto del estudioso de las Cien-
mamente la Suprema Corte de Justicia “inercia religiosa” el que esta práctica aún cias Penales, como de los analistas de la
se pronunciará— el estudioso, pero tam- no haya sido aceptada en nuestro país. En problemática nacional, en el que se en-
bién el periodista, el científico social o el esta línea de pensamiento progresista, cuentran reunidos comentarios de aca-
lego en materia jurídico-penal que se Luis de la Barreda considera que no es démicos de gran erudición, como René
acerque a las páginas de este libro podrá racional y, por ende, “humano” imponer- González de la Vega, José Roldán Xopa
conocer que existen autores que sostie- le a alguien el deber de vivir, y mucho y Ulises Schmill; voces siempre autori-
nen que el legislador no está obligado menos que el Estado intervenga en ello. zadas como la de Gabriel Larrea, el mi-
constitucionalmente a penalizar conduc- En contraste, Manuel Espino, haciéndo- nistro Genaro Góngora o la de Ricardo
tas —según el ministro de la Suprema se eco de medievales tesis tomistas, con- Franco Guzmán; abogados conocedo-
Corte de Justicia, Jesús Gudiño Pela- sidera que como nadie es dueño de la vida res como Jorge Nader o Juan Velásquez,
yo—, o que la libertad reproductiva o la muerte, lo que se debe hacer es pro- y jóvenes con ideas frescas y proposi-
prevista en el artículo cuarto de la Cons- porcionar asistencia material y espiritual tivas como Edgar Zurita o Ernesto
titución puede y debe extenderse a la a un enfermo en fase terminal, cuyo su- Luquín. G

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