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Todo se ha vuelto raro y paradójico, también esta semana de vísperas del Sant Jordi.

La industria y
la cultura del libro parecen más frágiles que nunca pero los libros son ahora centrales en la vida de
miles de personas confinadas que alivian con ellos el tedio y la angustia. "En estas semanas se
organizan lecturas conjuntas a través de las redes sociales: Twitter, Facebook, Instagram,
WhatsApp... Son como una especie de clubes de lectura online. Yo ya he participado en varias de
ellas... Se crea un grupo, por ejemplo en Twitter, donde están todos los lectores y también me uno
yo como autora, y van comentando y haciéndose preguntas entre ellos y a mí a medida que van
avanzando con la historia. Y, al final, cuando todos han leído el libro, quedamos un día online para,
durante un par de horas, comentar todo lo que quieran, ya con spoilers. Es una variante del club
de lectura tradicional".

Raquel de la Morena, periodista y novelista, explica cómo sobrevive la red de clubs de lectura en
estas semanas de encierro. Nadie puede contar cuántas sociedades así funcionan en España, a
cuántas personas mueven, pero existe la certeza de que el club del libro, un viejo invento
promocional que parece sacado de los tiempos de Mad Men, está en auge y, a la vez, en
transformación.

"Yo empecé con el club cuando trabajaba en una librería como una manera de fidelizar a los
clientes. La librería cerró y yo mantuve el club", explica Pepa Muñoz, fundadora y organizadora del
club Locura de Libros. Sus asiduos (entre 15 y 20, según el día, y no más porque si no, "se pierde
intimidad") se reúnen (se reunían) todos los viernes en el Café de Oriente de Madrid, más o menos
acoplados a la agenda comercial de las editoriales: un autor que está en el escaparate en ese
momento acude a la charla, consigue 20 lectores que quizá recomienden su libro y, además, Pepa
se cuida de que la cita sea relevante en las redes sociales. Su club literario es, entre otras cosas, un
acuerdo en el que sus organizadores y las editoriales pactan un intercambio de servicios. ¿Qué es
lo que reciben los participantes en esos clubes para engancharse al método? "Para el lector esto
es lo mismo que para el aficionado a la música al que no e basta con ponerse un disco, necesita ir
al concierto. El lector tiene una pasión y tiene que satisfacerla".

Ése es el punto de partida: el club de lectura de siempre, el casi formal. Lo interesante es que
también hay otros modelos de club de lectura. "El club lo formamos entre mi vecina Sara y yo",
explica la periodista Paloma Abad. "Cada una llevó a tres amigas (éramos,y seguimos siendo, todas
chicas). Comenzamos ocho y ahora somos como 11. Nuestro plan inicial era leer solo literatura
escrita por mujeres pero decidimos eliminar esa norma porque había demasiado texto sobre
relaciones entre madres e hijas. Necesitábamos airearnos. El primer libro [El club de los
mentirosos, de Mary Karr] se votó online; cada una propuso uno y todas votamos cual leer.
Quedamos en mi casa. La mitad no nos conocíamos, pero congeniamos. Generalmente, quien ha
elegido el libro cuenta qué razones la han llevado a elegirlo y arranca la conversación. No
necesitamos mucha más hoja de ruta... Podemos estar un par de horas hablando del libro,
saltando a Tinder, con escala en nuestros trabajos y un piscolabis en el último labial rojo que
hemos probado. En cada cita decidimos por sorteo a quién le toca elegir (y recibir en su casa) el
siguiente mes, hasta completar el ciclo. Así, cada ciclo todas seleccionamos un libro y recibimos
una vez en casa o donde podamos. Hay gente que se ha ido cayendo y otras han ido llegando.
Tampoco vamos todas a todas las sesiones, siempre se cae alguien. Me gustaría decir que la clave
para mantener el club de lectura siempre vivo es la prístina selección de volúmenes que leemos.
Pero no es así".

Otro ejemplo: "Nuestro club se llama Tinta Fina porque mezclamos literatura con selección de
vinos", cuenta la también periodista Carmen Melgar. "Nos solemos reunir una vez al mes en la
casa de alguna de nosotras. Cada obra la selecciona una participante elegida al azar, al igual que la
selección de vinos (también es al azar). La persona que dirige el debate es la misma que ha
seleccionado la obra. No tenemos normas para la selección de la obra: por ahora hemos leído
novela y algo de ensayo. Para que un club funcione bien creo que es importante que no se desvíe
la atención del tema de debate, que se respete la participación de las demás y que se innove de
vez en cuando. Nosotras hemos organizado paseos y picnics por parques de Madrid, cenas, hemos
invitado a autores a que seleccionen una obra (el siguiente paso es que alguno participe), etcétera.
Para el último club de lectura, que no pudimos lleva a cabo (era el viernes 13 de marzo), teníamos
mesa reservada para comer un cocido en la Cruz Blanca de Vallecas para debatir sobre Tristana y
Benito Pérez Galdós".

¿Y qué pesa más? ¿El deseo de ampliar la relación con los libros o el de hacer relaciones sociales a
través de la literatura? "Nuestro primer interés era poder disfrutar los textos a través de muchos
ojos. Nos gusta el ambiente que genera el debate. Tocamos todos los temas: desde el tipo de texto
hasta las tramas, pasando por los personajes, etcétera. Y casi nunca estamos de acuerdo. Esas
discordias me parecen de lo más saludable. Así pues, la relación con otras personas (después de
dos años de club, ya amigas) que comparten interés por la lectura nos sirve, además, para ampliar
y fortalecer nuestra relación con los propios textos". En estos días de encierro,explica Abad, la
agenda está cancelada pero el diálogo sigue vivo.

En el fondo, la resistencia de los clubs de lectura habla del deseo de convertir la lectura, que en
principio es una de las experiencias más íntimas de nuestras vidas, en una actividad social, muy de
acuerdo con el espíritu de este tiempo y, probablemente, con el del tiempo que nos espera
cuando volvamos a la calle. "Creo que es importante mantener las dos relaciones, la íntima y la
social. La lectura compartida siempre viene precedida de la íntima, porque el primer
aproximamiento a la obra lo haces tú sola. Y tú sola te enfrentas a los sentimientos que te genera.
Después, compartir tus impresiones está muy bien para generar debate, ver otros ángulos,
exponer tus ideas y cruzar pensamientos críticos y analíticos. Lo importante es que no muera la
pasión por la lectura".

"Para mí, leer siempre había sido una actividad que realizaba sobre todo en solitario. Hasta hace
un par de años sólo solía comentar los libros que leía con mi pareja, pero ahora también lo hago
con los amigos, en especial con aquellos con los que estoy en contacto a través de las redes
sociales. Y de las recomendaciones mutuas que nos hacemos salen lecturas muy interesantes",
explica Raquel de la Morena que tiene el otro lado de la experiencia, el de la autora que ha ido a
clubs de lectura a contar sus libros . "A veces los lectores te sorprenden con facetas tuyas que
desconocías por completo. Una de las cosas que más me han sorprendido es que algunos hayan
pasado miedo con ciertas escenas que escribí para mi novela ¿Quién diablos eres?, porque no soy
precisamente Stephen King. No pensé que fuera capaz de escribir algo que diera miedo; es algo
que, si no me lo hubieran contado directamente los lectores, no me lo habría creído"

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