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Mujeres en la historia de la ciencia

Por Francisco Díaz Céspedes. 1

Martes, 9 de octubre de 2018, Santiago de Chile

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Algunos antecedentes
Si comprendemos la ciencia como un constructo formal, es importante tener en cuenta que
los esfuerzos que han realizado innumerables mujeres a lo largo de la historia científica en
el mundo occidental, se debe a su producción, aplicación y difusión. No obstante, dicho
Género ha sido segregado en los siglos pasados, bajo la imposición del patriarcado que ha
sometido y oprimido la participación pública de la figura femenina.
Según el filósofo chileno, Dr. Zenobio Saldivia Maldonado, a través de la historia
podemos encontrar incontables teorías que apoyan la proposición de que la mujer es
inferior al hombre, pero éstas no son más que eso, no pasan más allá del puro planteamiento
y cuando se tratan probar como un hecho biológico, sólo se terminan empleando
características socioculturales para justificar el por qué la mujer ha mantenido un rol
desventajoso al del hombre durante los diferentes siglos, cayendo en la repetición de estas
teorías como si se tratasen de modelos universales. 2
La re-construcción de la historia del Género Femenino en el plano científico
responden a los elementos de Periodificación oculta,3 hitos y conjunciones que estuvieron
en el silencio del colectivo imaginario, a la imposibilidad de acceder a la educación
institucional y la doxa normativa de las comunidades científicas. Para la filósofa española
Fina Birulés, los filósofos inauguran, decía también Platón (427 a.C.-347 a.C.) en
el Teeteto, su reflexión con el asombro y la mujer se comprende como la representación de
lo que se resiste a la reflexión, a la teoría. Como si el pensamiento y la vida se opusieran.
De modo que las mujeres históricamente han estado alejadas de la comunidad o grupo al
cual pertenecían según todas las apariencias y, por tanto, estuvieron ausentes.4 De esta
forma la tradición de continuidad científica para la mujer estuvo despojada de la memoria
histórica y filosófica, puesto que el hombre al no haber reconocido, en la masa crítica, los
quehaceres científicos del género femenino, no logró gestar una reminiscencia que
seleccione, transmita y conserve el legado. En consecuencia, la tradición científica
dominante por parte de las estructuras patriarcales potencializaron la violencia, el desánimo
y la desazón de diversas investigaciones científicas que estuvieron presentes en las
cavilaciones cognitivas femíneas.

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Destacadas mujeres científicas.
La incorporación de la mujer, al mundo de las ciencias, fue relativamente símil a la del
hombre, y entre los primeros registros que se tienen presente, tratan en los campos de la
salud: "Las mujeres sanadoras". Según la investigadora española Núria Solsona i Pairó, las
primeras tablillas encontradas corresponden a la comunidad Sumeria, en la tumba del
emplazamiento de la Reina Shubad de Ur (3.500 a. C.), hallándose instrumentos
quirúrgicos fabricados con sílex y bronce. 5 Es muy probable que dichos conocimientos se
hayan efectuado en diferentes localidades del globo, cardinalmente en las zonas que
colindan con el Mar Mediterráneo, por medio de las rutas comerciales. Según la psicóloga
estadounidense Jaenne Achterberg (1942-2012), las mujeres siempre han sido sanadoras,
puesto que la creencia en divinidades, como por ejemplo la diosa de Nerthus, era de vital
importancia para desarrollo de habilidades médicas dentro de la comunidad. 6 Dicho periodo
inicial de la medicina, al género femenino se le ha concedido el reconocimiento de médicas,
comadronas y anatomistas, e incluso se le atribuyen prácticas de partos y el cultivo de
hierbas curativas.
A juicio de Saldivia, la civilización griega ha sido la impulsora del movimiento
filosófico y científico de la cultura occidental, a pesar de que si bien era un pueblo
democrático y participativo, tenían restricciones sociales para las féminas, por ejemplo, no
podían ejercer el derecho a ser escuchadas, debido a que no eran consideradas como
ciudadanas, puesto que esto únicamente era reservado para los hombres. Las mujeres
pasaban gran parte de sus vidas recluidas en los hogares y no recibían educación formal. 7
Empero, una de las pioneras mujeres griegas en romper con dicha tradición fue Agnódice
de Atenas (S. IV a. C.), quien es considerada como la primera mujer profesional de la
medicina y activista de rebeliones feministas de la antigüedad. Según el historiador Antonio
Martín González: "La figura de Agnódice adquiere una relevancia fundamental, ya que en
ella queda representado el origen femenino de la figura médica en Atenas del siglo IV,
dentro de dos ramas que se ocupan de la ginecología y la obstetricia. Así este inicial sentido
de la vida de Agnódice vendría respaldado por el hecho de haber conseguido que se le
permitiese ejercer legalmente una profesión que por principios, estaba prohibida.” 8 No
obstante, algunos investigadores han concluido de que la historia de la griega médica, haya
sido más bien un mito histórico, aunque es mencionada en los relatos del célebre escritor

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hispano-latino Cayo Julio Higino (64 a. C.-17).9 En efecto, el imaginario colectivo
responde a una lógica de interpretación argumentativa de los intelectuales, puesto que en
cierta medida ayuda a reconstruir una identidad propia que es del género femenino. Saldivia
Maldonado, interpretando las palabras de Higino, relata que “la historia de Agnódice, una
aristócrata ateniense, quien desafiando las dificultades que hemos venido comentando en
cuanto al ejercicio de la medicina por parte de las mujeres, a pesar de todo se las ingenió
para ejercer la medicina. Por ello se disfrazó como hombre para ingresar a estudiar
medicina en Alejandría con el famoso médico Herófilo de Calcedonia (335 a. C.- 280 a.
C.), quien es considerado el primer anatomista dado su gran trabajo con la disección de
cuerpos humanos.
Una vez concluidos sus estudios vuelve a su natal Atenas y comienza a ejercer su
profesión manteniendo su disfraz de hombre y, solamente revelándose como mujer frente a
sus pacientes, fue tal el éxito de Agnódice, que desató los celos de sus colegas, los cuales la
llevaron frente al tribunal de Atenas, aduciendo que era un “corruptor” de mujeres. Frente
al tribunal Agnódice revela que en realidad es una mujer, por lo que es sentenciada a
muerte. Al enterarse de esto, sus pacientes, mujeres de la aristocracia, se presentaron en el
juicio y enfrentaron a sus maridos, amenazándolos con morir ellas también si la condena de
Agnódice era llevada a cabo. Por lo cual el tribunal tuvo que revocar la sentencia a
Agnódice y permitirle continuar con la práctica de la medicina, esta vez sin necesidad de un
disfraz.”10 En rigor serían los frutos humanitarios que salvaguardaron la vida de la
aristócrata ateniense, debido a que la práctica piadosa, compasiva y enternecida en cada
uno de los actos de salud, su comunidad la reconoce y la identifica como un emblema
propio del regocijo colectivo, tal como lo expresó Gabriela Mistral en sus Pensamientos
Pedagógicos: “Vivir las teorías hermosas. Vivir la bondad, la actividad y la honradez
profesional”.11
Continuarían en la medicina griega, otras mujeres relevantes para el desarrollo de la
historia de las ciencias, entre algunas destacan: Agamede (S. XII a. C.), “La rubia” de quien
se dice que conocía cuántas drogas produce la vasta tierra, 12 en los relatos de Homero en la
Ilíada (S. VI a. C.); Artemisia II reina de Caria (S. IV a. C.), quien al quedarse viuda de su
esposo Mausolo de Caria (377 a.C. -353 a. C.) mandó a construir un grandioso monumento
funerario en su honor y, que a su vez, es considerado una de las siete maravillas del mundo

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antiguo. El célebre “Mausoleo de Halicarnaso” dio origen a la palabra “Mausoleo”, que
significa “sepulcro magnífico y suntuoso”.13 La reina, también fue considerada como una
docta en materias de hierbas medicinales; Phanostrate (S. IV a. C.) conocida como la
partera y médico;14 Pitias de Aso (362 a. C. – 326 a. C.), la esposa de Aristóteles, fue una
bióloga y embrióloga, la cual, junto con su esposo, recolectó toda clase de especímenes
(330 a. C.), lo que facilitaría la creación de algunos escritos y apuntes enciclopédicos en
torno a los elementos de la naturaleza; y por último, Aganice de Tesalia (S. II-I a. C.),
fémina dedicada al estudio de la astronomía y considerada como una “hechicera” por
profetizar ciertos fenómenos naturales, tales como: hacer desaparecer la luna del cielo. 15
Frente a esto, el filósofo e historiador Plutarco de Queronea (45-127) escribió que la
tesaliana conocía “a fondo los períodos de la luna llena cuando está sujeto al eclipse, y,
sabiendo de antemano el tiempo cuando la luna debía ser alcanzada por la sombra de la
tierra, impuesta sobre las mujeres, y les hizo creer a todos que estaba bajando la luna.”16
Para la investigadora e historiadora, Carmen Massé García, el género femenino
siempre ha estado presente en la historia de la medicina, en especial en la antigüedad, y que
en cierto sentido, el conocimiento y las prácticas de éste se redujeron más bien a lo gineco-
obstétrico.17 De hecho, el propio médico griego, Sorano de Éfeso (S. II) definió el concepto
de obstetrix como: “Mujer conocedora de todas las causas de las señoras y también experta
en el ejercicio de la medicina.”18 Según Massé: “Hay también hasta diecinueve
inscripciones de tumbas de mujeres romanas con referencias a su labor como médicas, la
mayoría esclavas o libertas, también algunas mujeres libres, todas ellas dedicadas sobre
todo a la ginecología. Hay constancia por el latino Plinio el Viejo (23-79) –en su obra
Historia Natural– de trescientas veintisiete autoras griegas y cuarenta y seis romanas que
practicaban la medicina en el S. I. Entre ellas: Olimpia de Tebas, Salpe, Sotira y Lais; y
más tarde a Metrodora, Origenia, Eugerasia, Margareta, Aspasia (…); sin duda muchas
menos que las mujeres anónimas que en cada población atendieron a mujeres, niños y
pobres en sus encuentros con el nacimiento, la enfermedad, el dolor o la muerte.” 19
Entre las mencionadas por Massé, Metrodora (S. III-IV) fue una ginecóloga y
cirujana griega, que se destacó por escribir un tratado Sobre las enfermedades y los
cuidados de las mujeres. Este texto es considerado el compendio medico más antiguo
redactado por una mujer, en la cual matiza los estudios de sintomatología y la etiología.

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Algunas décadas después, en conjetura, entre lo creíble y lo certero, con la llegada del
emperador Flavio Valerio Aurelio Constantino (272-337), se decretaría el Cristianismo
como religión oficial del Imperio Romano. El mundo de las ideas y la fe dio un giro
trascendental en la élite intelectual, particularmente, por erradicar “las creencias paganas”.
Durante este tiempo, una mujer se destacaría en cuestionar y explicar los fenómenos que
constituyen la creación del firmamento: Hipatia de Alejandría (370-413), convirtiéndose en
una de las primeras filósofas reconocidas por sus contemporáneos.
Hipatia era hija del matemático, astrónomo y filósofo griego Teón (335-405) -
considerado el último pensador de la segunda Biblioteca de Alejandría.- Sus primeros
estudios los realizó junto a su padre y con los años, se convertiría en maestra de la escuela
neoplatónica de Plotino (204-270). Según los didactas Alexander y Jone Aginagalde N.,
Pedro Alegría E. y otros, la griega era una gran oradora, políticamente influyente y una
mujer independiente quien tuvo las convicciones de no convertirse al cristianismo. 20
También comentó obras célebres como las Cónicas del geómetra Apolonio de Perga (262 a.
C.-190 a. C.), el libro III del Almagesto del polímata alejandrino Claudio Ptolomeo (S.I-II)
y la Aritmética del matemático alejandrino Diofanto (S. III.). En suma a su labor, Hipatia
escribió más de cuarenta libros, de los cuales acentúan Canon Astronómico, Canon
Astronómico de Hesiquio y la edición del comentario de su padre Los Elementos de
Euclides. De igual forma, inventó el planisferio y construyó algunos instrumentos técnicos
científicos como el astrolabio plano y un hidroscopio. 21 A su vez, como mujer y profesora,
es posible interpretar que también estuvo a cargo de la salud y protección de sus
estudiantes.
En el año 415,22 la política del Prefecto del Imperio Romano Orestes –ex alumno de
Hipatia- y la imposición del Patriarca de Alejandría, Obispo Cirilo (370-444), dio como
respuesta la intolerancia hacia el “paganismo”. Las convicciones de la alejandrina no
tuvieron lugar, siendo expuesta a los actos inhumanos de los exaltados: la desnudaron, la
golpearon, la descuartizaron y pasearon sus restos por las principales calles de la ciudad. Es
posible inferir, que dicho homicidio no haya sido por motivos de género, sino por una
consistencia más bien política e imperante de consolidar la supremacía de San Cirilo.
Desde la perspectiva de Saldivia, lo anterior parece ser una constante en la historia,
pues cuando una mujer en los diferentes periodos lograba traspasar todas los obstáculos, los

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hombres no la consideraban su igual, debido a que aceptar este plano de actividades irían en
contra de su visión de mundo, por lo que a menudo sacaban a relucir los argumentos de
hechiceras y/o brujas.23
Durante el Medioevo, la alquimia, la medicina y otras disciplinas fueron totalmente
cuestionadas por los miembros de la Iglesia Católica, cuyo motivo era disociar el arte de las
herejías y las prácticas de cuidado del cuerpo humano. Así, las mujeres fueron catalogadas
de brujas y perseguidas por el Tribunal de la Santa Inquisición (1184-1808),
deslegitimándolas, completamente, de toda actividad científica. A pesar de las condiciones
expuestas, las mujeres en el silencio aun seguían teniendo un papel fundamental en la salud,
tanto en el hogar como en los conventos y otros centros de cuidado, aunque en la alta
nobleza los médicos eran muy solicitados; y la Ecclesia Catholica no se oponía a las
prácticas medicinales de los sacerdotes -independiente de la cuestión dogmática del uso de
plantas u otras especies- que eran condenadas por el Tribunal del Santo Oficio.
Por otro lado, la mudez de las “mujeres sanadoras” revitalizaba la esperanza de los
habitantes en los reinos, ya que los primeros médicos graduados de las universidades, no
tenían el consentimiento por las autoridades de ir en post de atender y curar a los más
necesitados. Esta controversia entre la acumulación y práctica del conocimiento médico,
por parte de las mujeres, frente a la usurpación masculina, deja de manifiesto que el
progreso científico de la salud fue gracias al modelo consuetudinario entre madre e hija, es
decir, una preponderancia del conocimiento científico en el espacio privado.
Una mujer que superó el espacio privado fue la abadesa alemana Hildegarda de
Bingen (1098-1179), quien logró el reconocimiento de sus superiores, Reyes y Papas, por
la excelencia de sus saberes descritos en sus obras magnas: Physica y Causa et curae, en la
que expuso el funcionamiento del cuerpo humano, elementos naturales y otros tratamientos
médicos para la causa del contagio y la autointoxicación, la transmisión de la acción
nerviosa a través del cerebro, la química de la sangre y su circulación. 24 Quizás esta noble e
ilustre mujer no fue cuestionada y condenada por la Inquisición, debido a que su influencia
en cargos políticos la "liberaba" de ciertas críticas del dominio patriarcal. De hecho, su
afinidad con la teología y sus actos de fe por los más necesitados. Luego de su muerte, las
potestades papales la llevaron a ser canonizada (1227), pero éste procedimiento no se
cumplió hasta el año 1940.

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En el periodo Humanista, según Saldivia Maldonado, se observa que los
movimientos que abogan por la educación de la mujer, comienzan a tomar cada vez más
fuerza; pero así como existen férreas defensoras y defensores de este derecho, hay también
grandes detractores, muchos de los cuales basaron sus alegatos en la teoría del griego
Aristóteles (384 a. C-322 a. C.).25 El discípulo de Platón, en su obra Historia de los
Animales (343 a. C.), describió e interpretó que la mujer es prácticamente un hombre
incompleto e inferior desde el punto biológico, dada a su condición de debilidad en los
flujos menstruales.26 Sin embargo, estos postulados no fueron suficientes para que las
generaciones venideras del género femenino pudieran incorporarse, paulatinamente, a las
universidades a través de los cargos asistenciales y/o ayudantes de médicos titulares. Por
ejemplo en la Universidad de Bolonia, la italiana Alessandra Giliani (1307-1326) sería la
primera mujer en realizar estudios de patología a través de la elaboración de disecciones,
pero ella estaba bajo el alero del médico itálico Mondino de Luzzi (1275-1326).
Según Solsina, Giliani ideó la técnica para inyectar líquido en los vasos sanguíneos,
probablemente analizó los escritos de Hildegarda de Bingen, lo que le permitió estudiar con
mayor detalle el sistema circulatorio. Su técnica consistía en extraer la sangre de las arterias
y venas de los cadáveres y rellenarlos con líquidos coloreados que se solidificaban,
pudiendo trazar el sendero que seguían los vasos sanguíneos. 27 Al finalizar sus días, tuvo el
reconocimiento de su colega y amigo Otto Angenius colocándole una placa en el Hospital
San Pietro e Marcellino degli Spedolari di Santa Maria di Mareto, o d'Ulmareto. 28
A finales del siglo XVI, la filósofa y médica española Oliva Sabuco de Nantes
Barrera (1562-1590/1622) publicó Nueva filosofía de la naturaleza del hombre (1587),
escritos que atacan directamente los postulados de medicina propuestos por Aristóteles,
Hipócrates (460 a. C.- 370 a. C.) y Galeno (129-216). La hispana argumentó que el orden
afectivo de la mente produce consecuencias físicas benéficas, así como su desorden
conduce a enfermedades, es decir, existe una interdependencia entre mente y cuerpo. En
palabras de Solsina: “El organismo es un árbol al revés en el cual el cerebro es la raíz y los
órganos sus ramas.”29 Además, Sabuco de Nantes abordó temáticas, contingentes,
modernas como los principios de libertad del individuo, la dignidad humana y el pacifismo.
No obstante, su labor se vería al descubierto cuando su padre quiso apropiarse de la autoría
de su obra.30 Finalmente, el legado de la iberoamericana traspasó fronteras ya que en el

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ámbito de la medicina sus estudios fueron de gran acopio para tanto en Europa como en la
América decimonónica.
También en este periodo, aparece la figura de Marie de Maupeou Fouquet (1590-
1681), médica y cirujana francesa, quien publicó Economía de la salud del cuerpo humano.
Según Solsina los libros prácticos de Marie Fouquet ofrecían cursos para un abanico amplio
de enfermedades de personas adultas e infancia, desde problemas de los dientes hasta
afecciones nerviosas. Entre sus descripciones, presentó quince posiciones distintas para
curar el dolor de muelas, con ingredientes como azúcar, cenizas, miel y pimientas. También
proporcionó una variedad de curas para la plaga bubónica, las erisipelas, y la hidropesía, así
como por los cortes, los morados y los problemas de embarazo. 31 Es tanto el aporte
científico que desarrolló la francesa, que las rediciones en España (1687) le hicieron un
reconocimiento muy particular en cada prólogo: “(…) Los constantes y los repetidos
aciertos de las recetas escogidas y particulares que contienen que puede subir a más alto
grado de estimación entre los médicos y cirujanos de mayor número. Prueba indefectible y
notoria de esta verdad son las repetidas impresiones que desde el fin del siglo diez y seis
pasado se han hecho de estos milagrosos libros de Francia y fuera de ella.” 32
Ya en el siglo XVII, aparecería la francesa Marie Meurdrac (1610-1680) quien se
destacaría por sus aportes al desarrollo de la química, mediante su obra Química caritativa
y fácil para mujeres (1666), cuyos contenidos tratarían sobre: Principios de la alquimia,
elaboración de medicinas y ungüentos para distintas enfermedades, características de los
animales, descripciones de los metales, consejos y métodos para aumentar la belleza, y
símbolos, aparatos y métodos para fabricar productos químicos. Este texto puede ser
calificado como la primera enciclopedia medica del género femenino de acuerdo a las
temáticas estudiadas de la época. Sin embargo fue duramente criticado por la comunidad
intelectual francesa, y sería la propia Meurdrac quien denunciaría la opresión masculina, tal
como lo manifestó en la introducción de su libro: "(...) Me objetaba a mí misma que no es
profesión propia de una mujer la de enseñar; que debe mantenerse en silencio, escuchar y
aprender; sin mostrar su propio conocimiento; que no es propio de su posición ofrecer un
trabajo al público, y en este caso debe ganarse una reputación que no es una ventaja
habitualmente para las mujeres, ya que los hombres siempre menosprecian y vituperan los
productos de una mente femenina."33

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Tal como se puede comprender, el rol de la mujer en el debate científico es
completamente ajeno al de los hombres, puesto que existía una cultura imperante por parte
de la masculinidad, lo que en palabras del sociólogo francés Pierre Bourdieu (1930-2002),
la división sexual es un principio básico de la violencia simbólica en la estructura social y
de lo que considera es la dominación masculina. Dicha premisa se reproduce en la base
familiar a través de disposiciones "que se hacen pasar como naturales" al ser incorporadas
en el juego simbólico del lenguaje y el sentido común. A su vez, con el pasar del tiempo se
reafirma indirectamente por medio de la niñez, las políticas de Estado, los dogmas
eclesiásticos, la escuela, entre otras. 34 Por lo tanto, es posible colegir que el rol del género
femenino no tiene cabida en las instituciones públicas, y más aún queda apartado de la
participación y de la organización social.
Ahora bien, si vinculamos los argumentos de Meurdrac y Bourdieu dilucidamos que
la violencia simbólica de la opresión masculina representa la forma de consolidar el orden
social, en el que coexiste la sumisión de la mujer frente a las actividades del hombre. Desde
esta mirada, las acciones no están enlazadas con el trabajo, el estudio y el status señorial,
entendiendo éstas como "virtudes" que sólo ha construido y consolidado el género
masculino, con la finalidad de alejarse del espacio privado, en especial con la crianza de los
hijos e hijas y la vida "doméstica."
Gradualmente, a lo largo del siglo XVIII en el Viejo Continente, las mujeres fueron
incorporándose al mundo académico, específicamente, en el estudio de la anatomía, entre
algunas destacan: la boloñesa Anna Morandi Manzolini (1716-1774) y la florentina María
Magdalena Petraccini (1759-1791). También lo haría la matemática y revolucionaria
francesa Marie-Sophie Germain (1776-1831), quien participó activamente en la Revolución
Francesa y que durante su formación académica, la familia se oponía al proceso intelectual,
de hecho le quitaban la luz, la calefacción y la ropa, y como no podía acceder a la Escuela
Politécnica, conseguía los apuntes de algunos cursos. Su interés la llevó a contactarse con el
matemático alemán Carl Gauss (1777-1855), pero éste no remitía respuesta, ya que sólo
estaba concentrado en sus propias investigaciones. Entre los postulados de Germain se
encuentran: la demostración del Teorema de Fermat (completada en 1995 por matemático
británico Andrew Wiles), estudio de las superficies planas, patrones geométricos que forma
la música sobre las placas metálicas con arena, lo que le valdría el Premio de la Academia

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de Ciencias de París.35 El 27 de junio de 1831 murió en París a consecuencia de un cáncer
de pecho a los 55 años. A pesar de su extensa correspondencia, Gauss y Sophie nunca se
conocieron personalmente. Gauss intentó que la Universidad de Göttingen le otorgara el
título de doctor honoris causa, pero a pesar de su gran influencia en esta universidad, su
propuesta no tuvo éxito.36
Dos siglos más tarde, a finales del siglo XIX, una mujer chilena versó noblemente
en la valentía y en la lucha por la participación pública, tanto en el proceso histórico de
nuestra identidad y la contribución de la institucionalidad científica occidental. Eloísa Díaz
Riquelme, nació el 25 de junio de 1866, y fue la primera mujer médica de Chile y
Latinoamérica. Según la historiadora chilena, María José Cumplido, “en una época cuando
las mujeres solo contadamente podían asistir a la universidad, su historia engloba la de
todas aquellas que fueron primeras en adquirir una profesión y entraron a un espacio
masculino –la universidad- que las miró con sospechas, dudando permanentemente de sus
capacidades.”37 En 1881, con tan solo quince años ingresó a la Escuela de Medicina de la
Universidad de Chile, mediante la aprobación del Decreto Amunátegui (1877), y seis años
más tarde obtuvo el título de Médico Cirujano con la memoria: Breves observaciones sobre
la aparición de la pubertad en la mujer chilena y de las predisposiciones patológicas
propias del sexo (1886). Estudio que analiza sobre la aparición de la pubertad en la mujer
chilena y de las predisposiciones patológicas del sexo. 38 En el escrito, la médica, postuló
que “la participación del sistema nervioso en la funcion menstrual, estos cambios
sobrevenidos moralmente en el carácter de la mujer, i por fin, los trastornos que
esperimenta el organismo femenino, por la falta de esta funcion, son a mi entender los
signos mas evidentes para demostrar que la menstruacion no solo tiene su asiento
localmente en el ovario sino que está bajo el influjo del sistema nervioso que ocupa el
primer lugar en su producción.”39 Es posible homologar, de forma general, los postulados
de Díaz con Oliva Sabuco de Nantes Barrera; enfatizando que el ejercicio de observación
clínica es fundamental para constituir las bases de la anatomía.
La historia médica que presentó Eloísa Díaz en los estudios de casos que
sustentaron el marco teórico de su investigación, se manifestaron aspectos epistemológicos
de la historia de las ciencias, particularmente desde los eruditos de la antigüedad clásica
hasta a mediados del siglo XIX,40 lo que es viable a comprender que la constitución de las

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bases científicas estuvo formada por un correlato de teorías y prácticas generacionales. Por
otra parte, la médica no estaba tan sólo preocupada de los conocimientos científicos, sino
de las miserables condiciones de vida de innumerables mujeres que habitaban el territorio
nacional; la cual describió: “¿Qué estraño, es pues, que con estas condiciones de vida i en
medio de esta miseria, surja el crimen, como una esperanza i el vicio i corrupcion como un
lenitivo de semejantes sufrimientos? I desgraciadamente la miseria aumenta, i la mujer la
destinada a reproducir i conservar las jeneraciones la que sufre todo el peso de esta vida tan
terrible! I entre esta clase, para colmo de desgracias, es donde la fecundidad es
incompletamente superior a las demás. Así pues, modificar esta situacion, indicar al poder
supremo la decadencia inminente de nuestra raza sino se remedia luego este estado de cosas
e indicar los medios de hacerlos es el deber de los hombres de ciencia, que se harian reos
ante su conciencia i ante el pais de una culpable neglijencia; las habitaciones para obreros,
construidas por el Estado, el aumento de los salarios, i la vigilancia de las tabernas son los
primeros recursos de que se debe echar a mano.”41 En estricto rigor, Díaz estaba apelando a
una política de salud pública, solución demasiado moderna para el colectivo imaginario de
la clase política de aquellos tiempos. Sin embargo, la médica chilena continuó en su labor
práctica en el cuidado de patologías en diversas ciudades del país. Recorrió muchísimas
escuelas fiscales, analizó las carencias de cada una de ellas y escribió periódicamente
extensos informes que detallaban la situación de éstas con sus sugerencias y posibles
soluciones. Por ejemplo en la Escuela Superior N°1 de la Alameda, menciona: “Arreglar el
sistema de ventanas y colocar en todas ellas celosías de madera. Arreglar el piso del patio,
arreglar los desagües de las letrinas y colocar un gran ventilador en la cúpula del
vestíbulo.”42 En 1910 participó en el Congreso Científico Internacional de Medicina e
Higiene de Buenos Aires, donde fue nombrada "Mujer Ilustre de América". Fue designada
primera directora del Servicio Médico Escolar de Chile en 1911.43
La escasez, la insuficiencia y los paupérrimos recursos que destinaba el Estado a los
establecimientos educacionales eran deplorables, no obstante la motivación de asistencia
social que demostraba Díaz con su comunidad, promovía intrínsecamente el
reconocimiento de los pobladores hacia su persona. Entre algunas medidas: suscitó el
desayuno escolar obligatorio, la vacunación, los remedios, el vestuario, los jardines
infantiles y convencer a las madres y padres de lo importante que es el colegio.

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En el año 1920, el Parlamento aprobaría la Ley N° 3.654 de Instrucción Primaria
Obligatoria que garantizaba la gratuidad de la educación primaria (Básica) para todos los
habitantes de Chile. El artículo 17° de esta ley veló por el cumplimiento de la obligación
escolar: “Cuidar la moralidad e higiene de los establecimientos de educación pública o
privados; pedir al Presidente de la República que ordene subsanar sus defectos y pedir aún
su clausura si hubiere peligro grave para la moralidad y vida de los alumnos o para el orden
público. En todo caso, deberá proceder oyendo previamente a los propietarios o directores
de los establecimientos.”44
A juicio de Cumplido, Eloísa Díaz participó como miembro del Servicio Médico
Escolar de Chile, de la Asociación de Señoras contra la Tuberculosis, de la Liga contra el
Alcoholismo y la Liga de Higiene Social. La médica en sus últimos diez años de vida,
siempre estuvo preocupada por las diferentes patologías de los chilenos y chilenas, en
especial las niñas y los niños. Pronto llegaría el crepúsculo de su vida, y la médico cirujana
se retiró de las funciones públicas a la edad de 60 años, y el 1 de noviembre de 1950 muere
en el Hospital San Vicente de Pauls de Santiago a la edad de 84 años.
En síntesis a este capítulo, a nuestro siglo, son innumerables las mujeres que se
destacan día a día en la participación pública, constituyéndose una historia muy diferente a
los contextos sociopolíticos de la edad antigua hasta mediados del siglo XX. Ya no tan sólo
la medicina y la astronomía serían un eje propicio para la labor femenina, sino que
abarcarían otras disciplinas del saber establecidas por la comunidad científica. En rigor, hoy
la mujer escribe su historia, por medio de las investigaciones y del reconocimiento público
al mérito. Estos posibles actos, son las bases que constituyen los hechos reguladores del
progreso feminista, y no de la carencia política histórica del sometimiento. Por ende, hoy la
identidad de la mujer en el rol de las ciencias no se debe, específicamente, a una lucha
individual a pesar de las condiciones que ha generado el entorno competitivo de cada
época. Es por ello, que el género femenino ha sido y es capaz de proteger, cuidar y brindar
oportunidades a la humanidad.

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Hacia una conclusión
En el presente artículo, no hemos mencionado a una cantidad de mujeres importantes que
estructuran por completo la historia de las ciencias. No obstante, los conocimientos en el
área de salud nos demuestran que la participación del género femenino ha sido muy
significativa desde las sociedades complejas; puesto que en cada periodo existe una
realidad social que involucra históricamente una lucha simbólica entre quien manda y quien
obedece. Así, la mujer es transformadora entre lo que conocemos como resistencia social y
reorganización social.
Para algunos autores, de los que hemos citado, la historia de las mujeres en las
ciencias de la salud, prácticamente, estaban sujetas al azar, debido a que en diversos
contextos la idiosincrasia del género femenino ha estado sumisa al poder económico y
político de los hombres, dejándolas fuera de toda actividad pública y cultural. Este
argumento estuvo reflejado, gradualmente, desde la antigua Grecia hasta finales del siglo
XIX.
Si bien es cierto, en los diversos acontecimientos propios de la historia, las féminas
han respondido frente a las enfermedades, al dolor, y al sufrimiento, demostrando la
preocupación simbiótica del sentir racional, proveyendo la esperanza como un valor
trascendental y primordial de la dignidad y condición humana. De modo que el ejercicio del
cuidado de la salud ha sido permanente tanto en las tareas del hogar como en la
institucionalidad científica. Por ende, la mujer a diferencia de la masculinidad en las
actividades de protección y cobijo es fundadora de un tejido social que los contemporáneos
hemos desconocido, ya que una sociedad que no logre auto-determinarse por principios
universales, en especial: justicia e la igualdad, no puede concebirse como una sociedad
solidaria y colaborativa. Es por ello, que el ser humano actual tiene la obligación de re-
escribir la historia del género femenino, con el objetivo de ampliar y profundizar las
temáticas y dilemas que han detenido y ocultado el reconocimiento de los méritos de miles
de mujeres que han aportado notablemente a una socio-construcción epistémica del saber.

14
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Notas:

1. El artículo fue presentado por el autor en el I° Encuentro de Filosofía e Historia de la Ciencia del
establecimiento educacional Terraustral Oeste de la comuna de Maipú. 9 de octubre de 2018. Santiago de
Chile.

2. Cf. Saldivia, Z. "La Medicina en el Mundo Griego y la rivalidades de género". Revista Latinoamericana de
Ensayo. Santiago de chile. 2018. p. 1.

3. Definimos por Periodificación que “El hombre normal, ama su pasado y se siente orgulloso de sus raíces,
por eso gusta consignar la historia, es que sin pasado no somos nada”, haciendo luego referencia a la
importancia y posible crisis que vive la historiografía en relación a la praxis metodológica y epistemológica
en que se basa esta disciplina, esto es, el asentamiento de hitos de “Periodificación”. En Cf. Saldivia, Z. Adiós
a la Época Contemporánea. Bravo y Allende Editores. Santiago de Chile. 2016.

4. Cf. Birules, F. "La Memoria de la muchacja tracia. Notas sobre mujeres, filosofía y experiencia otras".
labrys, études féministes. Estudos feministas. janvier /juin 2007 - janeiro / junho 2007. p.2.

5. Cf. Solsina, N. "Las Mujeres en la Historia de la Ciencia". Capítulo 7. Universidad de Barcelona. p. 165.

6. Cf. Achterberg, J. Woman as Healer. London, Rider. 1991. En Ibídem. p. 165.

7. Cf. Saldivia, Z. "La Medicina en el Mundo Griego y la rivalidades de género"… Óp. Cit.
P. 2.

8. González, A.: “Agnódice, de la Rebeldía política a la lucha por la Ginecología del Siglo IV a.C. VII
Congreso virtual sobre historia de las Mujeres.” 2015. P. 10.

9. Cayo, Julio Higino: Fábulas. Ediciones Akal. Madrid. 2008. p. 185.

10. Cf. Saldivia, Z. "La Medicina en el Mundo Griego y la rivalidades de género"… Óp. Cit.
P. 3.

11. Mistral, G. Magisterio y Niño. Ediciones póstumas. Selección de prosas y Prólogo de Roque Esteban
Scarpa. Editorial Andrés Bello. Chile. 1979. P. 39.
12. Cf. Homero: Ilíada. Canto XI. Principalía de Agamenón. P. 142.

13. Cf. Mayor, T. “Artemisia I, Tirana de Halicarnaso.” Revista de Claseshistoria. Artículo N° 417. 15 de
abril de 2014. P. 12.

14. Cf. Massé, C.: “La Mujer y el Cuidado de la Vida. Comprensión Histórica y Perspectivas de Futuro”.
Cuadernos de Bioética XXVIII. Universidad Pontificia Comillas. 2017. P. 295.

15. Cf. Smith, William, Dictionary of Greek and Roman Biography and Mythology. Boston. 1867. P. 59.

17
16. Plutarco, Conjugalia Praecepta. Frank Cole Babbitt. Ediciones. P. 48.

17. Cf. Ibídem. P. 295.

18. Hoyo C. J.: “La mujer y la medicina en el Mundo Romano”. Asclepio.1987. 39. P. 137.

19. Massé, C.: “La Mujer y el Cuidado de la Vida. Comprensión Histórica y Perspectivas de Futuro”… Óp.
Cit. P. 295.

20. Cf. Alexander y Jone Aginagalde N., Pedro Alegría E. y otros. “Mujeres en la ciencia.” Guía didáctica
sobre el papel de la mujer en la historia de la ciencia. Universidad del País Vasco. P. 9.

21. Cf. Ibídem.

22. En paralelo a las obras de Hipatia, el alquimista griego Zósimo de Panópolis (III-IV) recopilaba los
escritos de María la Hebrea (I-III), quien fue considerada la primera alquimista femenina que describió los
primeros diseños de alambiques y el procedimiento técnico: Baño María. Cf. Ibídem. P. 8.

23. Cf. Saldivia, Z. "La Medicina en el Mundo Griego y la rivalidades de género"… Óp. Cit. P.3.

24. Cf. Solsina, N. "Las Mujeres en la Historia de la Ciencia".... Óp. Cit. P. 167.

25. Saldivia, Z. "La Medicina en el Mundo Griego y la rivalidades de género"...Óp. Cit. P. 2.

26. Cf. Aristóteles. Historia de los Animales. Ediciones Akal clásica. Madrid. 1990. P. 380.

27. Cf. Solsina, N. "Las Mujeres en la Historia de la Ciencia".... Óp. Cit. p. 168.

28. Cf. Medici, Michele. Compendio storico della Scuola anatomica. Bolonia. 1857. Pp. 28-30.

29. Solsina, N. "Las Mujeres en la Historia de la Ciencia".... Óp. Cit. p. 168.

30. Ferrer, S. “La nueva filósofa, Oliva Sabuco (1562-1622).” Revista Mujeres en la Historia. Jueves, 30 de
enero de 2014.

31. Cf. Solsina, N. "Las Mujeres en la Historia de la Ciencia".... Óp. Cit. Pp. 170-173.

32. Edición valenciana. Prólogo a la Segunda Edición. 1687. En Cf. Solsina, N. "Las Mujeres en la Historia
de la Ciencia".... Óp. Cit. p. 173.

33. Introducción de Química caritativa y fácil para mujeres. En Solsina, N. "Las Mujeres en la Historia de la
Ciencia".... Óp. Cit. P. 160.

34. Cf. Bourdieu, P. La Dominación Masculina. Editorial Anagrama. Barcelona. 1998. Pp.12-15.

35. Cf. Alexander y Jone Aginagalde N., Pedro Alegría E. y otros. “Mujeres en la ciencia”… Óp. Cit. P. 11.

36. Cf. Moreno, X. Mujeres Manzanas y Matemáticas. Nivola. Medrid. España. 2000. P. 185.

37. Cf. Cumplido, M.J. Chilenas. La historia que construimos nosotras. Ediciones Sudamericanas. Chile.
2017. P. 61.

38. Díaz, E. Breves observaciones sobre la aparición de la pubertad en la mujer chilena y de las
predisposiciones patológicas propias del sexo. Memoria de prueba para optar al grado de Licenciado en la

18
Facultad de Medicina i Farmacia, leida el 25 de Diciembre de 1886. Santiago de Chile. Imprenta Nacional.
1887.

39. Ibídem. P. 9.

40. Ibídem. Pp. 10-14.

41. Ibídem. P. 20.

42. Díaz, E. Recopilación de informes del médico-inspector de las escuelas públicas de Santiago: presentadas
al Ministerio de Instrucción. Santiago. Imprenta Nacional. 1905. P. 7. En Ibídem. P. 65.

43. Siebert, F. “Eloísa Díaz, la primera mujer médica de Chile y Latinoamérica.” Universidad de Chile.
Lunes 4 de enero de 2016.

44. Lei N° 3.654 Sobre Educación Primaria Obligatoria. Publicada en el Diario Oficial N° 12.755 de 26 de
Agosto de 1920. Santiago de Chile. Imprenta Lagunas & CO. 1921. P.12.

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