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Revelación

1.1.4. Jesucristo, con la totalidad de su presencia, señales y milagros,


y especialmente con su muerte y gloriosa resurrección, no solamente
acaba con la Revelación, sino que la confirma con testimonio divino.
1.1.4.1. Razones de los signos de credibilidad en la estructura del acontecimien-
to revelador, en su transmisión y en el acto de fe.
La Revelación, plenamente realizada en Cristo, tiene en la historia una perceptibilidad
plenamente humana. Y ésto particularmente por los signos que la acompañan. Esta
perceptibilidad histórica es fundamento de su credibilidad. Primero veremos en qué
medida los sentidos del hombre están relacionados con el encuentro humano. Luego
veremos como se da ésto en la SE y por último, veremos la historicidad de los milagros y
la resurrección. Todo ésto se orienta a ver que la Revelación tiene el fundamento de su
credibilidad por su historicidad.
Si bien la fe es de cosas que no se ven (Heb.11,1), Dios no se ha comunicado sino a hombres,
seres comprometidos con la sensibilidad. Su particular condición de cognoscente, lo coloca
en la posibilidad de extrovertirse hacia lo fenoménico, lo cual comprende también lo
histórico. El hombre se abre a las cosas mediante esta mirada inteligente; es más, sabemos
que si se entiende oyente de la posible revelación, ésto comprende lo histórico.
En todo suceso histórico de Jesús, junto con los milagros y la resurrección, aparece en la
propia interpretación de la fe cristiana de la comunidad primitiva, no sólo como un objeto que
la fe crea para sí misma, sino también como fundamento de la fe, a través del cual ésta se
sabe dada para sí misma y justificada ante la conciencia de la verdad del creyente.
Si toda la Revelación ha de ser fe, entonces no hay fe posible. Necesitamos ver los signos
que acompañan a la Revelación para comprobar que la Revelación toca la historia, es
decir, tiene historicidad (y por ello podemos ver y certificarnos de que podemos creer).
Sin duda que confiar en otro, aceptar su testimonio es un acto libre al cual no se llega por un
argumento irrefutable. Debe constar que el otro es digno de fe y que ha hablado, testificado
realmente. Esto último no puede ser objeto de fe. Aún para el acto de fe sobrenatural, el
hombre no puede dejar de obrar prudentemente: no puede poner asentimiento ciego. Y en este
sentido podemos decir que el objeto de fe es algo visto.
El que ve no quita mérito a su fe. Los signos son el apoyo para no creer con ligereza. Porque
la credibilidad de la revelación encontrada en los signos, es manifestación de los
requerimientos de la responsabilidad del hombre, de su libertad, que debe dirigir sus actos
conscientemente. El que argumenta a favor de la fe, no hace sino hablar como hombre a los
hombres dando razones para creer.
Los signos de la Revelación "hablan" a los ojos para que el corazón "responda" libremente
con fe, es decir, corroborando a la Revelación.
Los signos son parte del gran movimiento, abajamiento de Dios en su acción revelante, en la

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cual encontramos: un llamado interior en la gracia; la invitación exterior por la predicación
del Evangelio; y los signos exteriores por los cuales se confirma ese Evangelio. Estos signos
forman un sólo cuerpo con el testimonio; son manifestación de que el Dios personal está con
nosotros. Los signos hablan a los ojos y la gracia habla al corazón. Son dos elementos de una
sola acción divina; dos maneras de alcanzar a la persona humana y suscitar el acto de fe, de
motivar al hombre para el encuentro con Dios.
Mediante el juicio de credibilidad, el hombre salva la instancia racional del acto de fe.
Los teólogos distinguen juicio especulativo y juicio práctico de credibilidad.
a) el juicio especulativo consiste en el conocimiento racional cierto del hecho de la revelación
divina por medio de los signos externos. Requiere de la gracia sanante.
b) el juicio práctico consiste no sólo en la captación cierta del hecho de la revelación, sino
también en percibir que es bueno, obligatorio, valioso que yo crea. En este juicio la gracia se
hace necesaria, ya que conforma el initium fidei.
1.1.4.2. Cristo, signo por excelencia de la Revelación, según las fuentes de la fe.
Documentos del Magisterio.
Comenzamos citando al Concilio Vaticano I. Dentro del marco fideísta y semiracionalista de
su época, establece el valor objetivo de los signos externos y su capacidad para producir
"certidumbre" (credibilidad) acerca del hecho de la Revelación. DB 1790.
Además condena a los que afirman que los milagros de la SE son todos fábulas o mitos y a
los que afirman que con ellos no se pueden "probar los orígenes de la religión cristiana". DB
1813. Con ésto, el Concilio no quiere decir que necesariamente son una demostración estricta,
sino que pueden demostrar "aliquo vero sensu" y arrojar una "certitudo moralis".
El Papa Pío XII, en la encíclica "Humanis Generis" enseña que la mente humana puede
formar un cierto juicio de credibilidad acerca de la fe católica. DB 2320. Se supone aceptado,
en cuanto a la comprensión de la expresión "la sola luz de la razón", lo establecido en el
concilio de Orange.
El Concilio Vaticano II, en la constitución dogmática "Dei Verbum", enseña que Cristo "con
la totalidad de su presencia y de sus manifestaciones, de sus obras, de sus señales y milagros,
y sobre todo con su muerte y su gloriosa resurrección de entre los muertos, después de enviar
por último al Espíritu Santo, completa y acaba la Revelación y la confirma con testimonio
divino". DV 4.
También Pablo VI, en "Evangelii Nuntiandi", afirma que Jesús "realiza también esta
proclamación de la salvación por medio de innumerables signos, que provocan estupor en la
multitud, pero que también lo arrastran hacia el para verlo... sobre todo, su gloriosa re-
surrección. Así termina la revelación, completándola y confirmándola...". EN 12.
Pío X, en "Lamentabili" (antimodernista), señaló la historicidad de la Resurrección por no
ser meramente sobrenatural. DB 2036.
No sólo creo que Jesucristo resucitó, sino también, creo porque Cristo resucitó, y conozco
los signos de su resurrección.
La Resurrección de Jesús no solo completa la revelación sino que también la confirma. Es
decir, que como plenitud, debe ser creída por la fe; pero como testimonio que confirma, debe
ser conocido en algún sentido.
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Así podemos describir una dualidad de referencia de esta misma realidad que es la
Resurrección de Jesús:
1) Lo "histórico-salvífico", sería aquello en la realidad objetiva y en el entorno o historia del
hombre que se aprende y sólo se aprende dentro del asentimiento de la fe existencialmente
comprometida.
2) Sería "histórico"(objetivo) lo fuera de tal acontecimiento de fe que puede ser captado
mediante una historia profana.
Así la resurrección es un término indirectamente histórico, un acontecimiento histórico que
puede ser alcanzado (indirectamente) por la investigación histórica con razones, sino
apremiantes, al menos persuasivas. Cuando decimos "indirectamente" histórica, no queremos
decir que "la fe en ella que tenían los primeros testigos" es lo único histórico que alcanzamos.
La Resurrección, como la Transfiguración, eran históricas solamente para los que las
vivieron. Lo "histórico" en sentido estricto, es esa transformación de aquellos individuos y el
testimonio que ellos dan sobre lo que motivo su transformación. Su transformación remite a
otra cosa; si ellos no hubieran visto al resucitado, y no hubieran tenido pruebas de su poder,
no se hubieran lanzado a una empresa tan arriesgada, y por ello, en la medida que es válido su
testimonio históricamente comprobado, podemos alcanzar la realidad que dicen testificar.
1.1.4.3. La Suma Teológica. Santo Tomás de Aquino.
Santo Tomás dice que había dos cosas acerca de la resurrección que Cristo tenía que hacer
conocer a sus discípulos: a) La verdad misma de la Resurrección ("Ipsa veritas
resurrectionis"), por la cual puede ser "visto" (signos apariciones); b) y la gloria del que
resucita ("et gloriam resurgentis"), que debe "ser creída" para obtener la salvación; que nos
hace presente en la historia los eventos escatológicos con inserción (peculiar) del Resucitado
en el mundo.
Podríamos hablar de una fe que ve, a la vez y sólo, "sub rationen credibilis", en cuanto que
los signos manifiestan la resurrección se ha dado, y nos permiten alcanzar lo que sólo por la
fe puede ser conocido: el Misterio de Cristo. Pero ambos elementos concurren a la
manifestación de la Resurrección, en su historicidad y en la sublimidad de su misterio.
1.1.4.4. El Milagro: importancia de la precomprensión del mundo y de la exis-
tencia humana.
1. campo de experiencia: debemos admitir un campo de experiencia amplio, sin excluir por
aprioris, ningún ámbito. Todo compromiso de interpretación es con la realidad.
2. supone la visión de un mundo abierto: la realidad es creación y por eso dependiente de
Dios; debe ser entendida como una realidad viva, acontecimiento y no estructura.
3. supone una visión de una relación del mundo con el hombre; las creaturas corporales se
ordenan a las espirituales como a su fin.
4. supone toda una visión del hombre en humildad; aquí se comprende por qué se vinculan fe
y milagro. El milagro aparece como la superación del límite, y por ello puede tener cabida la
experiencia del propio defecto, reprimiendo la presunción de la propia esperanza, volviendo
la confianza a Dios.
La fe posibilita el milagro, en cuanto que la fe abre al hombre a la comunión con Dios, y así
la gracia encuentra la mejor disposición de la naturaleza para obrar en favor del hombre.

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1.1.4.5. Según las fuentes de la fe: Cristo, signo por excelencia de la Re-
velación. La importancia del "ver" con relación a la fe, según el NT.
La fe es, en definitiva, la respuesta a la Palabra que Dios dirige al hombre acompañada por
signos que la acreditan como digna de ser creída. Este compromiso del hombre entero en la
invitación a creer, la trataremos de rastrear en las relaciones que el "ver" tiene con el "oír" en
la predicación de Jesús y en el testimonio de los Apóstoles.

1. En Marcos:
El dinamismo va desde el mensaje o la palabra ("oír") al "ver" los signos y la misma persona
de Jesús. Según Mc., la predicación de la Iglesia, que es obediencia al mandato de Cristo, es
acompañada por signos que la corroboran y con la colaboración del Señor.
2. En Mateo:
Hay algo particular en este evangelio: la fe que está relacionada al "ver" es más clara y más
exigente. Es que los signos y prodigios de Jesús son el cumplimiento de las promesas
mesiánicas. Lo prometido ya se está cumpliendo, y por lo tanto se puede no solo "oír" como
un anuncio más reiterado, sino que es realidad que puede ser "vista". Con respecto al
resucitado, Mateo privilegia el ver en sentido apologético, pero también, como en todo su
evangelio, con el sentido de cumplimiento de lo dicho.

3. En Lucas:
Consideramos toda la obra de Lucas, los Evangelios y los Hechos. En Lucas se debe destacar
la importancia de la palabra de Dios; que llega a tener casi personalidad en el libro de los
Hechos. Dedica una bienaventuranza a los que escuchan la palabra y la ponen en práctica.
Tiene, entonces, peculiar importancia el oír, teniendo como modelo a María. Todos los
milagros en Lucas, muestran a Jesús como la llegada de la plenitud de los tiempos
mesiánicos. Algo importante de señalar es que la fe debe suscitase no solo por la palabra, sino
también, mediante la Escritura. El milagro no es suficiente para quien no se abre a la Palabra.
Sin embargo los discípulos serán confirmados en la fe viendo al resucitado. La misma
predicación de los apóstoles va acompañada de signos y milagros, pero que no llevan
necesariamente a la fe.
4. En Juan:
El programa del Evangelio de Juan lo podemos encontrar al final de su libro. "El que lo vio lo
atestigua y su testimonio es válido, y él sabe que dice la verdad, para que ustedes crean". La
fe se funda en la visión del testigo. Juan es el que vincula la fe al ver, ya que la entiende
como una visión particular y plena. Es una visión que penetra el Misterio revelado. La señal
debe ser reconocida como tal, la fe debe reconocer lo que en realidad el signo contenía (la
Gloria del Hijo).
5. En Pablo:
En primer lugar, aparece en sus escritos el "ver" como una ayuda verdadera a la fe: sobre
todo, ver signos que acreditan la misión del predicador del evangelio. Sin embargo, frente a la
cerrazón a lo visto u oído - los paganos, en la naturaleza y los judíos, en la historia de la
salvación- la fe deberá valerse de la predicación de Cristo crucificado. Por otra parte, Pablo es
testigo, nos transmite, que el núcleo de la fe, que es el misterio pascual de Cristo, siendo
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como es contenido primordial de la fe salvífica, sin embargo no deja de ser un acontecimiento
visible en algún sentido (cf. 1Cor.15,3-5).
1.1.4.6. Historicidad de los milagros de Jesús. Criterios respecto a su historici-
dad general.
1. Concepción de la relación de Dios y la naturaleza que permita o de lugar al hecho
milagroso.
2. Recordar que la economía de la revelación se realiza "por hechos y palabras intrínse-
camente enlazados entre sí", y ésto no puede estar ausente en la revelación de Jesús.
3. Criterio de testimonio de fuentes múltiples: los milagros de Jesús no sólo son relatados por
varios textos del NT sino también por documentos extrabíblicos como Flavio Josefo en
"Antigüedades Judías" libro 18, también un Talmud palestinense del 375, entre otros.
4. El hecho que los enemigos de Jesús no discuten su actividad taumatúrgica, sino la
"autoridad" que deriva Jesús de ella, una autoridad sobre la Ley.
5. Es de constatar que en el entorno de los comienzos del cristianismo, se dan en la literatura
que llamaríamos de "nivel", un intento de racionalizar todo lo maravilloso, de explicar
"naturalmente". Los rabinos de la época de Cristo creían en los milagros. Y si en esa época se
daba lugar a lo maravilloso es difícil pensar que los evangelistas pudiesen entender una
revelación sin lo maravilloso.
6. La relación fe-milagro: tener fe es contar confiadamente con el poder de Dios que aparece
cuando las posibilidades humanas se acaban.
7. Por la relación al centro de la predicación de Jesús que tienen los milagros como señales de
Reino que El inaugura.
1.1.4.7. Historicidad de la Resurrección.
1. Criterio de discontinuidad: después del fracaso clamoroso y total del Maestro en la Cruz,
todo parece terminado. Los discípulos, confundidos y sin esperanzas, deseaban que las cosas
hubieran sucedido de distinta manera. La situación de la comunidad acusa tristeza,
desesperanza, disgregación, temor, silencio. Pero todo cambia y la comunidad se vuelca a
predicar y a evangelizar con un impulso nunca antes vivido.
2. El hecho de que la resurrección entra inmediatamente en el Kerygma como parte
constitutiva de lo mismo, y en las fórmulas litúrgicas de la nueva comunidad.
3. Entre las tradiciones sobre el Resucitado entra el descubrimiento del Sepulcro vacío, que
acredita el realismo de la resurrección y la identidad con el crucificado.
4. Las cristofanías o apariciones son testificadas de manera simple, pero con firmeza. El
crucificado es el que aparece resucitado.
5. La conversión extraordinaria de Pablo.
6. La expansión de la Iglesia, la superación de la cuestión de los judaizantes, se fundan en un
principio nuevo, distinto del proselitismo judío, que es el mandato del Resucitado de predicar
el evangelio a todas las naciones.

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