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UN AMANECER HISPANO

Fue un día singular el Sábado 15 de Octubre de 2016. El día prometía ser algo distinto a todo el
recorrido que como yo, mucha gente lleva en el mundo del asociacionismo hispanista. Ese día
prometía ser algo especial, algo nunca vivido, solemne y encumbrado.

Sin embargo, el día no fue en absoluto así. Fue otra vez tener la sensación de estar escribiendo
el futuro del hispanismo. Fue otra vez la vieja Puerta del Sol. Y otra vez la vieja guardia que se
reunió en primavera contra viento y marea, y nuevos miembros para la causa, ansiosos por
colaborar. Todos teníamos una sensación de cotidianeidad, de que todo era habitual y no
extraordinario. Tal vez era por todo el tiempo que habíamos invertido en el hermanamiento de
los pueblos hispanos, desde mucho antes de la Hermandad.

En la cafetería Rodilla, se dieron pasos muy importantes. Se aprobaron los estatutos de la


Hermandad Hispánica de España, se debatieron las líneas de acción en el futuro y se compuso
la Junta Directiva. Pero eso no fue lo más importante; lo más importante fue que en público,
en un ambiente bullicioso, un grupo de gente debatió de una forma plural y espontánea sobre
la reconstrucción de la Hispanidad y la Nación Hispánica. Sin imperialismo, sin imposiciones y
en igualdad y democracia. Esto no ocurría en España desde los tiempos de la Generación del
27.

Fue una alegría que diez valientes dieran el paso de reunirse para constituir la asociación de un
modo formal, pero mucho más esperanzador fue que debido a impedimentos de la más
diversa índole, muchos hispanistas convencidos no pudieran acudir. Y es que el movimiento
crece por momentos, y eso es lo fundamental para el éxito de nuestra causa. En la Hermandad
Hispánica cualquier hispanista democrático es bienvenido, y cualquier esfuerzo en pro de la
unidad de todos los pueblos de nuestra nación transcontinental, apoyado y agradecido.

Sirva este artículo como modesto agradecimiento a todos aquellos que nos han mandado sus
buenos deseos para la Hermandad Hispánica de España y su Asamblea Constituyente, a todos
los grupos de Facebook que nos apoyan, los foros que difunden nuestro mensaje, a las
Hermandades Hispánicas de Chile, Colombia, Ecuador, etc. A la Hermandad Hispánica
Internacional, que ha de aglutinar nuestra fuerza en una sola voz, en un solo acto para derribar
los muros que nos separan de nuestro destino. También agradecer al Diario de la Marina y a su
equipo de redacción el apoyo que está brindando, tanto a nosotros como a nuestras ideas.

A continuación se reproduce el manifiesto fundacional de la Hermandad Hispánica de España,


ratificado en la Asamblea y firmado por los socios fundadores:

En las postimetrías de esta semana del 12 de Octubre, Fiesta de la Hispanidad, se hace


necesario reflexionar sobre las iniciativas que han surgido en los cinco continentes para
reunificar y aglutinar a todos los pueblos hispanos. Lejos de dejarse caer en las redes de la
globalización cultural anglosajona y ceder ante la transculturación que impone cada vez con
más fuerza un modelo social y cultural industrializado, unos pocos librepensadores que han
sabido preservar su esencia, su tradición hispánica, han comenzado a unirse en torno a una
iniciativa para reconstruir los antiguos puentes que unían a todos los pueblos hispanos,
cruzando mares, montañas y océanos. Esa iniciativa es la Hermandad Hispánica, un
movimiento internacional que pretende reconstruir la nación hispana que nunca debió
desaparecer, que ansía erradicar para siempre la Leyenda Negra que de forma perenne hemos
arrastrado de forma colectiva todos nosotros para impedirnos reconocer y reafirmar nuestra
identidad y nuestra valía como civilización.

Nace así la Hermandad Hispánica en España con una esperanza. Con la esperanza de poder
pagar la deuda que España dejó empeñada en todo el mundo con la construcción del mayor
Imperio de la Historia. Con  la esperanza de reconstruir desde sus escombros la casa común de
todos nuestros padres, de tatarabuelos iberos y celtas; de bisabuelos griegos y romanos; de
abuelos visigodos, mozárabes y sefardíes; de padres españoles, y de todos los hermanos
Hispanos de los cinco continentes.

Fue un gran logro que a pesar de haber estado separados durante doscientos años, muchos
hispanos supieron mantener vivo el hispanismo cultural, articulado en torno a nuestro idioma y
nuestra herencia cultural común. Sin embargo, para seguir avanzando es necesario un Nuevo
Hispanismo.  Un hispanismo explícito, orgulloso y global; un hispanismo integrador, no
segregador. Los pueblos hispanos necesitamos intensificar el hispanismo cultural para
desbordarlo, superarlo y transformarlo en un hispanismo político. No imperialista y
centralizado como en épocas pasadas, sino cooperativo y descentralizado, activo en todos y
cada uno de sus pueblos constituyentes.  Un hispanismo, al fin y al cabo, unido en la convicción
de su propia grandeza y en la defensa de su posición preeminente en la cultura occidental, así
como en el progreso de la cultura hispánica en los tiempos futuros.

La Hermandad Hispánica se manifiesta en múltiples culturas, colores de piel, climas y


continentes, pero con una sola voz. Y siempre es la misma voz. Es la voz de nuestros ancestros,
hablando a través de nosotros y la voz de nuestros descendientes, esperando el momento de
nacer. Es la voz firme y serena que dice: Somos uno, aquí reunidos, en torno a una causa
común. Acordamos reconocer esta única verdad y esta única ley: tenemos que unirnos y
converger en una nación los unos con los otros, porque cada voz nos enriquece y cada voz
perdida nos hace más pequeños. Somos la voz de Cervantes, el alma de San Ignacio, la llama
que iluminará el camino hacia un futuro mejor. Somos uno. Somos uno.

Terminamos haciendo un llamamiento a todo aquel que sienta a los demás pueblos hispanos
en su corazón para que se una a nosotros, recordando las eternas palabras de la Proclama
de  Santiago de Liniers y Bremond  para la creación de los Cuerpos Urbanos destinados a la
defensa de Buenos Aires, atacada por los ingleses en septiembre de 1806:

“Vengan, pues, los invencibles cántabros, los intrépidos catalanes, los valientes asturianos y
gallegos, los temibles castellanos, andaluces y aragoneses; en una palabra, todos los que
llamándose españoles se han hecho dignos de tan glorioso nombre. Vengan, y unidos al
esforzado, fiel e inmortal americano, y a los demás habitadores  de este suelo, desafiaremos a
esas aguerridas huestes enemigas que, no contentas con causar la desolación de las ciudades y
los campos del mundo antiguo, amenazan envidiosas invadir las tranquilas y apacibles costas
de nuestra feliz América.”

Viva la Hermandad Hispánica. Viva España. Viva la Hispanidad.


 En las posmetrías
de esta semana del
12 de Octubre, Fiesta
de la Hispanidad, se
hace
necesario reexionar
sobre las iniciavas
que han surgido en
los cinco connentes
para
reunicar y aglunar a
todos los pueblos
hispanos. Lejos de
dejarse caer en las redes
de la
globalización cultural
anglosajona y ceder ante
la transculturación que
impone cada vez con
más fuerza un modelo
social y cultural
industrializado, unos
pocos librepensadores
que han
sabido preservar su
esencia, su tradición
hispánica, han
comenzado a unirse en
torno a una
iniciava para
reconstruir los
anguos puentes que
unían a todos los
pueblos hispanos,
cruzando mares,
montañas y océanos.
Esa iniciava es la
Hermandad Hispánica,
un
movimiento
internacional que
pretende reconstruir la
nación hispana que
nunca debió
desaparecer, que ansía
erradicar para siempre la
Leyenda Negra que de
forma perenne hemos
arrastrado de forma
colecva todos nosotros
para impedirnos
reconocer y rearmar
nuestra
idendad y nuestra valía
como civilización.
Nace así la Hermandad
Hispánica en España con
una esperanza. Con la
esperanza de poder
pagar la deuda que
España dejó empeñada
en todo el mundo con la
construcción del mayor
Imperio de la Historia.
Con la esperanza de
reconstruir desde sus
escombros la casa
común de
todos nuestros padres,
de tatarabuelos iberos y
celtas; de bisabuelos
griegos y romanos; de
abuelos visigodos,
mozárabes y sefardíes;
de padres españoles, y
de todos los hermanos
Hispanos de los cinco
connentes.
Fue un gran logro que a
pesar de haber estado
separados durante
doscientos años, muchos
hispanos supieron
mantener vivo el
hispanismo cultural,
arculado en torno a
nuestro idioma y
nuestra herencia cultural
común. Sin embargo,
para seguir avanzando
es necesario un Nuevo
Hispanismo. Un
hispanismo explícito,
orgulloso y global; un
hispanismo integrador,
no
segregador. Los
pueblos hispanos
necesitamos
intensicar el
hispanismo cultural
para
desbordarlo, superarlo
y transformarlo en un
hispanismo políco.
No imperialista y
centralizado como en
épocas pasadas, sino
cooperavo y
descentralizado, acvo
en todos y
cada uno de sus pueblos
constuyentes. Un
hispanismo, al n y al
cabo, unido en la
convicción
de su propia grandeza y
en la defensa de su
posición preeminente en
la cultura occidental, así
como en el progreso de
la cultura hispánica en
los empos futuros.
La Hermandad
Hispánica se
maniestaa en
múlples culturas,
colores de piel,
climas y
connentes, pero con
una sola voz. Y siempre
es la misma voz. Es la
voz de nuestros
ancestros,
hablando a través de
nosotros y la voz de
nuestros descendientes,
esperando el momento
de
nacer. Es la voz rme y
serena que dice: Somos
uno, aquí reunidos, en
torno a una causa
común. Acordamos
reconocer esta única
verdad y esta única
ley: tenemos que
unirnos y
converger en una nación
los unos con los otros,
porque cada voz nos
enriquece y cada voz
perdida nos hace más
pequeños. Somos la voz
de Cervantes, el alma de
San Ignacio, la llama
que iluminará el camino
hacia un futuro mejor.
Somos uno. Somos uno.
Terminamos haciendo un
llamamiento a todo aquel
que sienta a los demás
pueblos hispanos
en su corazón para que
se una a nosotros,
recordando las eternas
palabras de la Proclama
 En las posmetrías
de esta semana del
12 de Octubre, Fiesta
de la Hispanidad, se
hace
necesario reexionar
sobre las iniciavas
que han surgido en
los cinco connentes
para
reunicar y aglunar a
todos los pueblos
hispanos. Lejos de
dejarse caer en las redes
de la
globalización cultural
anglosajona y ceder ante
la transculturación que
impone cada vez con
más fuerza un modelo
social y cultural
industrializado, unos
pocos librepensadores
que han
sabido preservar su
esencia, su tradición
hispánica, han
comenzado a unirse en
torno a una
iniciava para
reconstruir los
anguos puentes que
unían a todos los
pueblos hispanos,
cruzando mares,
montañas y océanos.
Esa iniciava es la
Hermandad Hispánica,
un
movimiento
internacional que
pretende reconstruir la
nación hispana que
nunca debió
desaparecer, que ansía
erradicar para siempre la
Leyenda Negra que de
forma perenne hemos
arrastrado de forma
colecva todos nosotros
para impedirnos
reconocer y rearmar
nuestra
idendad y nuestra valía
como civilización.
Nace así la Hermandad
Hispánica en España con
una esperanza. Con la
esperanza de poder
pagar la deuda que
España dejó empeñada
en todo el mundo con la
construcción del mayor
Imperio de la Historia.
Con la esperanza de
reconstruir desde sus
escombros la casa
común de
todos nuestros padres,
de tatarabuelos iberos y
celtas; de bisabuelos
griegos y romanos; de
abuelos visigodos,
mozárabes y sefardíes;
de padres españoles, y
de todos los hermanos
Hispanos de los cinco
connentes.
Fue un gran logro que a
pesar de haber estado
separados durante
doscientos años, muchos
hispanos supieron
mantener vivo el
hispanismo cultural,
arculado en torno a
nuestro idioma y
nuestra herencia cultural
común. Sin embargo,
para seguir avanzando
es necesario un Nuevo
Hispanismo. Un
hispanismo explícito,
orgulloso y global; un
hispanismo integrador,
no
segregador. Los
pueblos hispanos
necesitamos
intensicar el
hispanismo cultural
para
desbordarlo, superarlo
y transformarlo en un
hispanismo políco.
No imperialista y
centralizado como en
épocas pasadas, sino
cooperavo y
descentralizado, acvo
en todos y
cada uno de sus pueblos
constuyentes. Un
hispanismo, al n y al
cabo, unido en la
convicción
de su propia grandeza y
en la defensa de su
posición preeminente en
la cultura occidental, así
como en el progreso de
la cultura hispánica en
los empos futuros.
La Hermandad
Hispánica se
maniestaa en
múlples culturas,
colores de piel,
climas y
connentes, pero con
una sola voz. Y siempre
es la misma voz. Es la
voz de nuestros
ancestros,
hablando a través de
nosotros y la voz de
nuestros descendientes,
esperando el momento
de
nacer. Es la voz rme y
serena que dice: Somos
uno, aquí reunidos, en
torno a una causa
común. Acordamos
reconocer esta única
verdad y esta única
ley: tenemos que
unirnos y
converger en una nación
los unos con los otros,
porque cada voz nos
enriquece y cada voz
perdida nos hace más
pequeños. Somos la voz
de Cervantes, el alma de
San Ignacio, la llama
que iluminará el camino
hacia un futuro mejor.
Somos uno. Somos uno.
Terminamos haciendo un
llamamiento a todo aquel
que sienta a los demás
pueblos hispanos
en su corazón para que
se una a nosotros,
recordando las eternas
palabras de la Proclama
de Sanago de Liniers y
Bremond para la
creación de los Cuerpos
Urbanos desnados a la
defensa de Buenos Aires,
atacada por los ingleses
en sepembre de 1806:
“Vengan, pues, los
invencibles cántabros,
los intrépidos catalanes,
los valientes asturianos y
gallegos, los temibles
castellanos, andaluces
y aragoneses; en una
palabra, todos los
que
llamándose españoles
se han hecho dignos
de tan glorioso
nombre. Vengan, y
unidos al
esforzado, el e inmortal
americano, y a los demás
habitadores de este
suelo, desaaremos a
esas aguerridas huestes
enemigas que, no
contentas con causar la
desolación de las
ciudades y
los campos del mundo
anguo, amenazan
envidiosas invadir las
tranquilas y apacibles
costas
de nuestra feliz
América.”
Viva la Hermandad
Hispánica. Viva España.
Viva la Hispanidad.
 En las posmetrías
de esta semana del
12 de Octubre, Fiesta
de la Hispanidad, se
hace
necesario reexionar
sobre las iniciavas
que han surgido en
los cinco connentes
para
reunicar y aglunar a
todos los pueblos
hispanos. Lejos de
dejarse caer en las redes
de la
globalización cultural
anglosajona y ceder ante
la transculturación que
impone cada vez con
más fuerza un modelo
social y cultural
industrializado, unos
pocos librepensadores
que han
sabido preservar su
esencia, su tradición
hispánica, han
comenzado a unirse en
torno a una
iniciava para
reconstruir los
anguos puentes que
unían a todos los
pueblos hispanos,
cruzando mares,
montañas y océanos.
Esa iniciava es la
Hermandad Hispánica,
un
movimiento
internacional que
pretende reconstruir la
nación hispana que
nunca debió
desaparecer, que ansía
erradicar para siempre la
Leyenda Negra que de
forma perenne hemos
arrastrado de forma
colecva todos nosotros
para impedirnos
reconocer y rearmar
nuestra
idendad y nuestra valía
como civilización.
Nace así la Hermandad
Hispánica en España con
una esperanza. Con la
esperanza de poder
pagar la deuda que
España dejó empeñada
en todo el mundo con la
construcción del mayor
Imperio de la Historia.
Con la esperanza de
reconstruir desde sus
escombros la casa
común de
todos nuestros padres,
de tatarabuelos iberos y
celtas; de bisabuelos
griegos y romanos; de
abuelos visigodos,
mozárabes y sefardíes;
de padres españoles, y
de todos los hermanos
Hispanos de los cinco
connentes.
Fue un gran logro que a
pesar de haber estado
separados durante
doscientos años, muchos
hispanos supieron
mantener vivo el
hispanismo cultural,
arculado en torno a
nuestro idioma y
nuestra herencia cultural
común. Sin embargo,
para seguir avanzando
es necesario un Nuevo
Hispanismo. Un
hispanismo explícito,
orgulloso y global; un
hispanismo integrador,
no
segregador. Los
pueblos hispanos
necesitamos
intensicar el
hispanismo cultural
para
desbordarlo, superarlo
y transformarlo en un
hispanismo políco.
No imperialista y
centralizado como en
épocas pasadas, sino
cooperavo y
descentralizado, acvo
en todos y
cada uno de sus pueblos
constuyentes. Un
hispanismo, al n y al
cabo, unido en la
convicción
de su propia grandeza y
en la defensa de su
posición preeminente en
la cultura occidental, así
como en el progreso de
la cultura hispánica en
los empos futuros.
La Hermandad
Hispánica se
maniestaa en
múlples culturas,
colores de piel,
climas y
connentes, pero con
una sola voz. Y siempre
es la misma voz. Es la
voz de nuestros
ancestros,
hablando a través de
nosotros y la voz de
nuestros descendientes,
esperando el momento
de
nacer. Es la voz rme y
serena que dice: Somos
uno, aquí reunidos, en
torno a una causa
común. Acordamos
reconocer esta única
verdad y esta única
ley: tenemos que
unirnos y
converger en una nación
los unos con los otros,
porque cada voz nos
enriquece y cada voz
perdida nos hace más
pequeños. Somos la voz
de Cervantes, el alma de
San Ignacio, la llama
que iluminará el camino
hacia un futuro mejor.
Somos uno. Somos uno.
Terminamos haciendo un
llamamiento a todo aquel
que sienta a los demás
pueblos hispanos
en su corazón para que
se una a nosotros,
recordando las eternas
palabras de la Proclama
de Sanago de Liniers y
Bremond para la
creación de los Cuerpos
Urbanos desnados a la
defensa de Buenos Aires,
atacada por los ingleses
en sepembre de 1806:
“Vengan, pues, los
invencibles cántabros,
los intrépidos catalanes,
los valientes asturianos y
gallegos, los temibles
castellanos, andaluces
y aragoneses; en una
palabra, todos los
que
llamándose españoles
se han hecho dignos
de tan glorioso
nombre. Vengan, y
unidos al
esforzado, el e inmortal
americano, y a los demás
habitadores de este
suelo, desaaremos a
esas aguerridas huestes
enemigas que, no
contentas con causar la
desolación de las
ciudades y
los campos del mundo
anguo, amenazan
envidiosas invadir las
tranquilas y apacibles
costas
de nuestra feliz
América.”
Viva la Hermandad
Hispánica. Viva España.
Viva la His

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