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Su último libro versa, en esencia, sobre la duda patológica. ¿De qué hablamos cuando
hacemos referencia a este concepto?
Es cuando un sujeto entra dentro de un laberinto mental, donde la persona continuamente
intenta obtener respuestas correctas a través de preguntas mal formuladas. Este laberinto se
transforma en una trampa mortal que, en su máxima expresión, que puede llevar a un
trastorno obsesivo paranoico y psicótico. Kant decía que antes de pensar en la respuesta,
hay que analizar si la pregunta que nos hacemos es correcta.
Aunque parezca contradictorio, usted defiende que con la llegada del razonamiento
apareció también la duda…
Así es. La duda y el razonamiento racional son complementarios. Si yo busco una respuesta
racional a una pregunta que no tiene solución, que es indecidible, entraré en una trampa de
la que no podré escapar.
Conclusión: “De lo que no se puede hablar, es mejor guardar silencio”, como dijo
Wittgenstein, al que usted cita.
Naturalmente [risas].
Para invalidar la duda patológica, usted sugiere bloquear la respuesta que nos damos.
¿Por qué no la pregunta?
Cuantas más preguntas intentes bloquear, más preguntas crearás. Si yo me opongo a la
pregunta, surgen más. Si yo, por el contrario, acepto la pregunta e intento bloquear la
respuesta, atenuaré, inhibiré, la pregunta. La respuesta depende de ti, la pregunta no,
simplemente surge, aparece.
Y cómo hacer frente a una duda que se ha convertido ya en obsesión y que nos corroe
por dentro…
Primero, intentamos explicar a la persona la trampa en la que ha caído. Una vez hecho esto,
explicamos las dos posibilidades que hay. La primera, bloquear la respuesta para inhibir la
pregunta. Si la persona no es capaz de llevarlo a cabo, pasamos a la segunda opción. Se
trata de escribir el desesperante diálogo interior que acosa a la persona: duda, respuesta,
duda, respuesta… A medida que van escribiendo, son más capaces de bloquear las
respuestas para inhibir las preguntas. Es una estrategia que funciona.
Si practicamos esta gimnasia mental que usted propone, ¿acaba uno por
automatizarla?
La psicología aspira a encontrar el estado de tranquilidad total, pero no existe. Tú puedes
ser el mejor en el control de tus emociones, con esta gimnasia mental de bloquear las
respuestas para bloquear las dudas que surgen, pero cuanto más inteligente seas, más
problemas te surgirán para que los intentes resolver. Einstein escribió: “Mayor es mi
capacidad de descubrir, más misterios me van surgiendo”. No hay tregua. En las artes
marciales chinas, hay una imagen bonita que lo explica. Se enfrentan los dos mejores
maestros. Uno tiene una técnica de ataque, el otro la anula con una buena defensa. El
primero utiliza otra, el segundo vuelve a neutralizarla. Una nueva llave recibe la misma
respuesta… y así hasta el infinito. Estamos predestinados a bregar con nosotros mismos
hasta el final de nuestros días.