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Alicia Mateos Lahoya Tiempo y Teoría de la Cultura: Etnohistoria

PEC 1/12/2019

Las unidades mínimas para darle la vuelta a la historia


(Un ensayo sobre historia y antropología de archivo)

Definir la etnohistoria a partir del contraste entre la antropología y la historia es una


trampa recurrente en la que muchos autores caen para describirla. Ninguna disciplina debería
separarse enteramente de otras puesto que siempre hay intercambios, enfoques y análisis donde
interceden las unas con las otras. A la hora de hablar de la historia y la antropología de archivo,
Sebastián Trias Mercant se enfrenta a la tarea de cercar estas sutiles diferencias entre el estudio
de las disciplinas relativas a la etnohistoria o más bien delimitar la formación de los diferentes
archivos de consulta de los que se nutren y conforman estas disciplinas.

Así pues, pasamos a reflexionar sobre qué se puede considerar archivo, siendo definido
como documentos conservados por su valor. Al hacer esta amplia definición podrían pasar
como tales enormes cantidades de información, por lo que es necesario precisar en cuanto a
historia o antropología se refieren. Pero una vez más, la problemática de las categorizaciones
perdura con la clasificación de un tipo u otro de documentos, con lo que nos lleva a
preguntarnos cómo se llevan a cabo las recopilaciones de estos documentos. Aquí entra en
juego las clasificaciones de archivos por parte de la antropología, especialmente de la rama de
la etnohistoria al clasificar los archivos históricos dependiendo de su fuente documental.

Es necesario prestar atención a los archivos recogidos con una visión antropológica, ya
sea parcial, o específica de esta rama del conocimiento, puesto que así podrá recogerse una
versión más certera de la historia, no solamente de la historia oficial. De este modo, al prestar
atención a lo que se conoce como los acontecimientos que componen la historia, surgen
preguntas que dan lugar a las diferencias entre archivos, a saber entre las diferencias de rasgos
culturales o el enfoque hacia el pasado popular oral, siendo este no sólo de aquellos pueblos
sin escritura, sino también de hábitos de pueblos europeos no recogidos por la historia
institucional, a saber: las supersticiones, romances, etc. definido aquí como archivo folk, que
en muchas ocasiones dicen más de un pueblo que otro tipo de datos oficiales como las
relaciones políticas o administrativas: quién gobernaba y cómo, etc.
Alicia Mateos Lahoya Tiempo y Teoría de la Cultura: Etnohistoria
PEC 1/12/2019

Girando la mirada hacia este tipo de archivos y aquellos que empezaron a darle
importancia a tales conocimientos se menciona a Antonio Machado Álvarez, quien, siguiendo
el modelo británico, relacionó el folklore con las diferentes regiones, para recoger el saber
popular. Aunque abarque regiones geográficas concretas, como sucede con la sociedad de
folklore andaluz, el fruto de estos estudios no se puede llegar a considerar de área, puesto que,
según Trias Mercant, estos lo que engloban son rasgos culturales comunes, y una región tan
amplia como Andalucía contaría con un mosaico de áreas culturales diferentes. Es interesante
cómo éstas pequeñas sutilezas delimitan la clasificación archivística de interés antropológico.
Quizás lo más llamativo y básico sea la recopilación de los archivos folk, como herramienta
esencial para hablar de rasgos distintivos de los diferentes pueblos. Además, para la
recopilación de dichos archivos, el investigador se relaciona personal y directamente con el
objeto de estudio, siendo esta una de las definiciones de antropólogo y dándole la característica
aquí citada por Heush: “Matizar la humanidad en conjuntos culturales distintos...”

El estudio de Antonio Machado sobre el folklore, se nutría de un punto de vista


fundamentalmente antropológico, al colocarse desde el punto de vista del pueblo en vez de
hacer al pueblo un objeto de estudio. En este tipo de recopilaciones, intentó dejar de lado la
literatura más subjetiva para reflejar llanamente la realidad sin prejuicios ni trabas. De manera
que, al dar cabida a los estudios regionales, estos pasaban a ser un modo afirmativo de la
existencia, o al menos de aquellas existencias a las que no se les había concedido importancia.
Para lo cual los investigadores, viniesen desde la rama historicista o antropológica, tuvieron
que dejan de lado viejas clasificaciones en torno a la clase y la raza para darle mayor
importancia a las interacciones sociales.

Sin embargo, aunque el archivo folk pudiese ser considerado como la unidad mínima
de material antropológico de archivo, hay que tener cuidado de no caer en meras curiosidades
y datos fuera de la norma de la historia institucional. La recopilación de archivos folk ha de
convertirse en una pista para preguntarnos más acerca de lo que se ha tratado sobre ese tema,
el por qué nos llama la atención esas características fuera de norma. Y todo ello sin dejar de
sospechar sobre la literatura relativa a esas piezas conocidas como folklore, reconociéndolas
como datos científicos adquiridos directamente de una fuente primaria y no romantizándolas
dentro de una literatura en donde se idealicen costumbres como rarezas o extravagancias.
Alicia Mateos Lahoya Tiempo y Teoría de la Cultura: Etnohistoria
PEC 1/12/2019

El estudio de la antropología de archivo nos debe llevar a hacer más preguntas acerca
de la historia que ya ha sido escrita y que acalla a aquellos a los que no se les daba importancia,
a saber: las mujeres, los pobres, los racializados, los homosexuales, etc. Hasta que la historia
institucional les reconoció dándoles voz tratando de solventar lo que hasta ese momento había
sido tan solo meramente anecdótico, camuflándose en fragmentos de archivo folk, si acaso. De
manera que estos archivos son el destello que investigadores con una óptica antropológica
precisan para llegar a preguntarse y redescubrir de nuevo la historia adormecida. Como toda
ruptura, son pequeños indicativos de realidades no normativas, bajo las que subyace el impulso
de la historia y lo más cercano a la realidad más científica que un investigador pudiese pedir.

Todo historiador debe nutrirse y formular sus investigaciones teniendo en cuenta la


etnohistoria, valiéndose de archivos de área para explicar rasgos culturales comunes y
siguiendo las pistas de los archivos folk para poder llegar a una descripción más cercana a la
realidad. Asimismo, los antropólogos siempre han de cuestionarse la veracidad y el origen de
las fuentes históricas para tratar de dar cabida a todas las realidades culturales que conforman
una historia más allá de las fuentes documentales y las pruebas documentales. Por ello, sin
olvidar también lo que se conforma como pasado histórico, se ha de contrastar con estas pistas
de otras realidades, tratando de darles humanidad a esas pruebas, para así poder darle un sentido
real al motor del cambio de acontecimientos.

De nada vale saber toda la cronología de acontecimientos hasta nuestros días si no le


damos un por qué a estas cuestiones puesto que de no dárselo no podríamos entendernos a
nosotros mismos o estaríamos dejando nuestro presente incompleto. Dejar vacíos históricos
por no dar importancia a las realidades de determinados grupos sociales deja a estos indefensos
y susceptibles de ser manipulados por la marea de la historia institucional.
Alicia Mateos Lahoya Tiempo y Teoría de la Cultura: Etnohistoria
PEC 1/12/2019

Bibliografía:

- E. P. Thompson y José Carazo. Folklore, antropología e historia social. Historia Social.


No. 3 (Winter, 1989), pp. 81-102
- Nidia R. Areces. La etnohistoria y los estudios regionales. Andes n.19 Salta ene./dic.
2008
- Ignacio Fernández de Mata. Diálogos, encuentros y mixturas. Relaciones entre la
antropología y la historia. Iberia. Revista de la Antigüedad 5, 21-48. Universidad de
Burgos. 2002.
- Salvador Rodríguez Becerra. La revista “El folk-lore andaluz” y la “bilioteca de las
tradiciones populares” La Andalucía de Demófilo, Electa España. Madrid, pp. 62-67.
1993

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