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La autoridad en lo cotidiano

Georgette Gillet- Polis


Escuela para padres de Liège

El malestar

Cualquiera sea nuestro lugar en la vida, estamos llevados a interrogarnos


sobre la “autoridad”.
Muchas veces sentimos con dolor la autoridad, a veces apreciamos a los que
“ejercen la autoridad”, a veces sufrimos por utilizar “nuestra autoridad” sobre otros o
por no tenerla.
Esta pregunta se dirige principalmente a los padres, los educadores, maestros,
y a todos aquellos que tienen que tomar decisiones.
Interpela, también a la juventud que ve en el abuso del poder, razones
profundas de rebelión y fuente de sufrimiento ligadas a las experiencias de la
arbitrariedad y la injusticia.
Alrededor de la autoridad, pueden instalarse conflictos dolorosos en forma
insidiosa e irremediable, dejando marcas de las cuales algunos tienen que liberarse
sólo a través de tratamientos terapéuticos muy costosos.
En los 20 años de nuestros encuentros en la Escuela para Padres de Liège
muchos padres expresan sus miedos a enfrentarse conflictivamente con sus hijos.
Manifiestan sentirse muy desprotegidos cuando se presentan tales situaciones de
crisis y no saben como resolver tales situaciones.
Si renuncian a “un cierto poder”, ven asomarse la anarquía.
Al contrario, si utilizan el “poder”, se sienten intuitivamente culpables de
provocar cierto sufrimiento de una parte y de la otra.
Entonces, sintiéndose perdidos muchas veces, ocultan el problema evitando
los conflictos hasta que estos reaparecen en forma más virulenta y más
profundamente dolorosa.
Los educadores experimentan el mismo malestar frente a inevitables
oposiciones del curso.
El miedo a la anarquía es tan grande como la inhibición de utilizar un poder
estrechamente ligada a la función.

Otro Camino

Todos buscan otro camino para una vida mas satisfactoria.


Es para salir de este atolladero que buscamos a lo largo de nuestro trabajo
ubicar el problema de la autoridad en el contexto más vasto de la educación, teniendo
por fin ésta última como meta fundamental el acceso progresivo a la autonomía y a la
responsabilidad.
Ligados a su finalidad, están los medios para la educación: la interacción y la
comunicación recíproca; el conocimiento de sí mismo y de los otros; y también la
gestión de los inevitables conflictos.
Dentro de esto, es importante discriminar de que autoridad se trata, ubicar su
función y las consecuencias posibles.
Los estadios que planteamos están enfocados al aprendizaje y al uso práctico y
flexible de estos medios gracias a varias aproximaciones complementarias.

Entre estas propuestas, desde el nacimiento, privilegiamos la actitud educativa


desarrollada por la pedíatra húngara Emmy PIKLER.
Sostiene el principio de que cada niño nace con la posibilidad de crecimiento
que le hará recorrer las etapas del desarrollo motor en forma armoniosa. Esto se da
por iniciativa propia sin la necesidad de la intervención directa del adulto Este es un
primer paso hacia la armonía.

La propuesta de Thomas GORDON permite discriminar con mayor claridad lo


que favorece o perturba una relación sincera y satisfactoria entre las personas; como
administrar los conflictos en forma más constructiva y más abierta hacia nuevas
posibilidades.
Pensamos que la “naturaleza” de las interacciones tiene una importancia
educativa considerable.
Sin saberlo y sobre todo involuntariamente, nuestra “forma” de comunicarnos
logra el efecto inverso al deseado, esto a pesar de la evidente buena voluntad de
cada uno.

LAS TRES FORMAS DE LA AUTORIDAD

Thomas GORDON pone luz a la noción de “Formas de la Autoridad”.


En nuestro trabajo nos referimos a tres formas de autoridad:

1. la autoridad- competencia
2. la autoridad funcional
3. la autoridad- poder

¿Qué supone cada una de estas formas y qué pueden provocar en el otro?
¿Cómo hacer para que la autoridad concuerde con el proyecto educativo que
cada uno se propone?.

1. La autoridad- competencia

Es la autoridad relacionada con el conocimiento y saber hacer que nos confiere


la competencia en muchos dominios en los cuales podemos ejercitar nuestra
capacidad y realizar nuestros proyectos.
Gracias a nuestros conocimientos y a nuestra experiencia, tenemos cierto
desempeño en diferentes lugares de la vida: la familia, la escuela, el trabajo, los
grupos culturales, los placeres, etc...
Es evidente, por ejemplo, que se le reclama a los educadores tener
conocimientos en la especialidad que les compete enseñar.
Si recordamos los maestros que nos han marcado, recordaremos que ellos o
ellas sabían de lo que estaban enseñando: estas personas tenían “autoridad” en la
materia. Era un placer escucharlos y uno se alegraba ir a sus cursos, etc...
Los padres no siempre perciben que ellos también gozan de la misma
autoridad.
Es a través de todas las acciones de la vida cotidiana que el niño desde su
nacimiento, aprende, por el ejemplo de sus padres, el dominio de sus conductas.
Los niños valoran mucho el conocimiento de sus padres y lo reclaman. Es un
placer para ellos aprender de la experiencia de sus padres.
Pensemos en el placer de los pequeños que comparten un trabajo, que nadan
con sus padres y que adquieren con toda naturalidad los conocimientos de los
grandes.
Esta autoridad es reconocida intuitivamente y respetada.
Para que así sea la competencia debe ser acompañada por coherencia.
Es esencial que nuestra conducta sea acorde con los conocimientos
transmitidos
Si expresamos ciertos valores y por otra parte nuestra conducta personal son
conscientemente o inconscientemente , en contradicción con estos valores , nuestra
autoridad, ni nuestros conocimientos no serán ni aceptados, ni respetados.
Hay que ser también claro sobre los límites de nuestros conocimientos.
No podemos saberlo todo y es interesante para nuestros niños disfrutar de las
experiencias de otras personas.
Hay un límite para nuestra autoridad- saber; a veces es difícil aceptar que la
juventud también tiene grandes aptitudes. La forma de hacer y la creatividad que
revelan los jóvenes asombra muchas veces a los que se detienen mirar
respetuosamente sin creerse los dueños del conocimiento.
Descubrir las capacidades de los niños reconocerlas y maravillarse, ¿ no es
para ellos la mejor de las valorizaciones?.
La autoridad –competencia debe ser compartida y es mucho más difícil de lo
que parece.
Esto implica comunicación interpersonal.
Debo expresarme primero en forma comprensible. Pero hace falta también que
comprenda a los demás, sus preguntas; sus reacciones; deben poder hablar
libremente de sus ensayos y errores.
Si transmito mi habilidad a los demás, estos adquirirán igualmente autoridad y
actuarán con mayor lucidez, autonomía y responsabilidad.
Mi niño tendrá, entonces, cada vez menos necesidad de mí,...y...
Generalizando más, ¿estoy preparado para que un mayor número de personas
adquiera la “autoridad –competencia”?

2. La autoridad funcional

Este punto concierne a todas las reglas y leyes que permiten asegurarse el
buen funcionamiento de la vida en sociedad.
Por ejemplo, en nuestro país se circula por la derecha en las rutas. Por nuestra
seguridad y la de los demás respetamos esta regla aunque no la hayamos elegido.
Es así con muchas de las reglas y leyes.
Las personas que tienen entre sus funciones aplicar estas reglas tienen una
“autoridad funcional” reconocida.
En el trabajo la autoridad funcional está basada en la descripción del puesto
ocupado, las tareas y las responsabilidades del titular son precisas.
Es en la práctica de su trabajo que el reconocimiento de su autoridad le es
conferida al trabajador.
Pero cuando existe la posibilidad de participar en la elaboración de las reglas
del juego, estas pueden ser el resultado de un consenso resultado de una
negociación:
¿Quién hace cada cosa? ¿Qué horarios tiene cada uno? ¿Cuáles son las
necesidades y los límites personales de cada uno? ¿Reconocemos las diferencias de
carácter, ritmos, edades, gustos etc.?
¿Existe un tiempo para las negociaciones y los contratos que tomen en cuenta
todo esto?.
Podemos constatar que la autoridad funcional, en la familia o en la escuela,
funciona realmente ahí en donde hay participación para la toma de decisiones por
todos los que están implicados: adultos y niños, juntos.
Es en este contexto de relaciones que el niño puede desarrollar su autonomía,
alrededor de los límites sólidos en los que se sostiene la autoridad –competencia y la
autoridad funcional.
La firmeza se vuelve posible porque se apoya sobre la claridad, la coherencia y
la confianza por el respeto de los compromisos y de las personas.

3. La autoridad – poder

Siempre es posible utilizar el poder para dirigir a los demás, y a veces es lo


más fácil a corto plazo.
La función y la ubicación de los padres, de los docentes, nos ofrecen los
medios, las justificaciones y muchas veces las trampas.
Con este poder unilateral, está la fuerza con todo su cortejo de violencia. Están
también todos los trucos de manipulación y el chantaje afectivo para obtener la
obediencia. Hay castigos y recompensas que decidimos distribuir; asombran a veces
al niño que no reconoce la vinculación directa entre lo que ha hecho y lo que ocurre
en este sistema.
Esta forma de autoridad muchas veces está teñida de arbitrariedad: “¡Es así y
punto¡”.
El que “soporta” este tipo de poder siente que no es tomado en cuenta, ni
respetado y siente con mucho dolor la injusticia.
Esta forma de interacción crea “mensajes perturbados” donde el mensaje
verbal no dice lo mismo que el no-verbal, mandatos paradojales como “sé autónomo”
y los famosos “dobles contrarios” donde el niño estará en falta haga lo que haga.
El precio que pagarán, estas actitudes unilaterales, pude ser muy caro, cuando
se hacen habituales. Este precio puede costar la ruptura de la relación, la rebeldía y la
desobediencia.

También puede formarse un tipo de dependencia donde ciertas personalidades


frágiles corren el riego de ser ahogadas por la resignación con el fin único de no
desagradar al poder absoluto.
CONCLUSIONES

Lo habitual es que navegamos entre dos actitudes, el autoritarismo y el laisser-


faire. Esto no nos satisface porque hay alguno que sufre un sentimiento de pérdida.
Sin embargo, no queremos esto y nuestro proyecto educativo al principio nos parecía
inaccesible.
Por otra parte, constatamos que cuanto más hay en nosotros y alrededor de
nosotros de “autoridad-poder”, tenemos menos posibilidades de ser reconocidos y
creíbles en el ejercicio de la “autoridad-competencia” o de “la autoridad-funcional”.
Por el contrario, si la práctica de estas dos formas aceptables de autoridad se
hace con el respeto recíproco, tendremos menos ocasiones de caer en la trampa de
la facilidad inmediata de la “autoridad-poder”.
Pero las trampas son numerosas, muchas actitudes necesitan ser reformadas,
ejercitadas, y muchas veces cuestionadas, cambiadas.
Acciones educadoras permanentes en este sentido deberían ser propuestas
con mayor frecuencia. Sería desde mi punto de vista un proyecto esencial de
prevención.
Desde esta perspectiva, el conocimiento de sí-mismo y la propia caracterología
es una herramienta irreemplazable para tener esclarecidas las verdaderas
necesidades, nuestros valores y los propios límites.
La intercomunicación nos permite comprender mejor, gracias a la empatía
comunicativa, que somos diferentes.
A través de la introspección de nuestra capacidad comunicativa, podemos
tomar conciencia de las trampas que nos hacen tambalear entre el poder arbitrario y
el chantaje afectivo y que tienen origen en nuestra historia personal. Podremos así
actuar con mayor lucidez de acuerdo a las posibilidades que nos ofrece nuestro
carácter y nuestra personalidad en el ejercicio de una autoridad sana.
El conocimiento de sí-mismo es indispensable como herramienta, pero ejecutar
acciones democráticas y satisfactorias es otra cosa.
El principio de la pedagogía propuesta por Thomas GORDON. Consiste en
tomar conciencia de los mecanismos de comunicación interpersonal, sobre la base de
la escucha y la expresión del sí-mismo.
Cómo comprender realmente al otro para que se sienta comprendido y
contenido, cómo expresarme con claridad y hacerme comprender sin lastimar al otro
nos parece, en la Escuela para Padres, el punto de partida de un entrenamiento
fundamental para una democracia cotidiana.
Gracias a los testimonios de las personas que se comprometieron en este
camino, pudimos evaluar que es posible vivir una autoridad más aceptable para todos.
Acercarse a los conflictos en una forma constructiva, permite pasar de una
modalidad de interacción tensa a otros sistemas de interacción donde es más fácil
comunicarse y cooperar, guardando la indispensable relación afectiva.

Bibliografía

 Bateson G. 1980 “Vers une écologie de lésprit”, Tomo II- éd. Seuil.
 Pikler E. 1979- “Moverse en libertad”- éd. P.U.F.
 Watslawick P., Helmick-Beavin J., Jackson D., 1972- “Une logique de la comunication”- éd. Seuil

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