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Actuar humano

Nombre: Josue Edgardo Durán Guerra

En este ensayo hablaré sobre el actuar humano, para iniciar es necesario distinguir
dos tipos de acciones que puede realizar el ser humano. Algunas de ellas son actividades
propias de todos los vivientes como nutrirse, que es una acción que lleva a cabo tanto los
vegetales como cualquier animal. Y hay un segundo tipo de acciones que son exclusivamente
humanas. Dentro del conjunto de acciones que realiza un ser humano, como son las que
ejecuta voluntariamente: comer, escribir, casarse etc que reciben el nombre de actos humanos
y las que no están sujetas al control de su voluntad como: digerir o respirar y que, por lo
tanto, no realiza en cuanto hombre, sino en cuanto ser vivo, a estas se les llama actos del
hombre.

Así pues, se entiende por acción humana a la actividad voluntaria: aquella que la
persona es libre de hacer u omitir y libre de hacer de una manera o de otra; mientras que son
actos del hombre las acciones no voluntarias realizadas por un ser humano. Se ha afirmado
que estas últimas no serían propiamente acciones, sino cosas que le ocurren al hombre tanto
en su interior como en el mundo que le rodea mientras que las acciones voluntarias sí podrían
considerarse sus obras.

¿Qué caracteriza a una acción como un acto humano y lo distingue del resto de los
actos del hombre? Es la actuación libre como el comportamiento gobernado por la razón y la
voluntad, es decir, como una acción que procede de un principio interior (voluntad) con
conocimiento formal del fin (razón). Lo que procede de un principio interior, quiere decir
que la acción tiene su origen en el querer de la voluntad, que es la facultad apetitiva racional.
Así, cuando uno actúa libremente, la respuesta que mejor se ajusta a la pregunta "¿Por qué
haces esto?", es "Porque quiero". Uno podrá además aducir los motivos que le han llevado a
querer obrar de esa manera, pero si estos motivos han sido determinantes para la acción, es
porque el agente ha querido. Tener conocimiento formal del fin, significa que el sujeto libre
actúa conociendo cuál es el fin de sus actos y lo conoce en cuanto fin, esto es, como objetivo
de su obrar.
Así pues, para comprender de modo adecuado qué significa obrar voluntariamente,
hay que ver la acción libre como un acto conscientemente originado por mí. Para obrar
libremente la persona debe saber qué hace cuando actúa y querer hacerlo.

El fin de los actos voluntarios

El fin al que tiende la acción libre es un bien conocido intelectualmente, que le es


propuesto a la voluntad como tal por la razón. Siempre se obra para conseguir algo que la
persona considera bueno; algo valioso por lo que merece la pena ponerse a actuar y cuya
consecución pone punto final a la acción. No se haría nada si no se tuviera el propósito
deliberado de obtener algo que se juzga bueno o, al menos, bueno en algún aspecto. Nadie
obra para lograr aquello que, desde cualquier punto de vista, se le presenta como malo y le
hace infeliz o miserable.

Así pues, todo acto voluntario se inicia con un acto de conocimiento: la inteligencia capta
algo que se considera bueno y, por tanto, deseable. Este es el motivo por el que cualquier
error en la captación del bien que constituye el fin de una acción libre tiene consecuencias
negativas importantes de cara a la valoración de los actos.

Hay acciones malas en sí mismas como por ejemplo, la tortura, aunque el sujeto las considere
medios aptos para conseguir algún bien, como podría ser, en este caso, obtener una
información que le interesa.

Este tipo de acciones son siempre reprobables según el principio ético de que el fin no
justifica los medios; además, el mal que producen al torturado y a la persona que infringe la
tortura que, por tratarse de seres personales, son bienes en sí mismos es muy superior al
presunto bien que podría suponer obtener esa información, que siempre tendrá condición de
medio, es decir, de bien para algo.

Para el hombre, la vida no es sólo un hecho sino un proyecto en el que debe empeñar su
libertad. La distinción entre la naturaleza humana y la persona es la que hace posible que un
ser en sí mismo digno, como es la persona, pueda comportarse contrariamente a los dictados
naturales y, por tanto, de manera indigna. Sólo un ser libre puede trascender su propia
naturaleza conduciéndola al más alto grado de perfección, o bien actuar en contra de lo que
es adecuado a ésta, lesionándola y haciéndose a sí mismo moralmente reprobable.
Además de decidir el fin de la acción, una de las principales tareas que hay que realizar para
obrar libremente consiste en conectar los medios con los fines. La diferencia entre medios y
fines es relativizable en sus pasos intermedios -así, el fin de una acción puede considerarse
medio para otra -como es el caso de querer aprobar un examen para obtener un título, para
poder ejercer una profesión, para obtener el dinero suficiente y la estabilidad profesional
necesaria para formar una familia, etc.-; pero esta diferencia es absoluta en sus extremos,
porque hay cosas que sólo pueden ser medios -como el dinero- y otras que poseen en sí
mismas el rango de fines -como es el caso de las personas o la felicidad.

Así, hay que concluir que aunque el agente siempre obra impulsado por el deseo de alcanzar
un fin que tiene carácter de bien, el móvil de su acción puede ser un bien verdadero o un bien
aparente. Se trataría de un bien aparente cuando lo que se considera bueno, es en realidad,
algo malo en sí mismo que no se capta como tal, o algo que no es bueno para el agente dada
su situación particular, o es un medio no apto, desproporcionado, para conseguir el fin si se
considera el conjunto de la ordenación teleológica de los medios y los fines de la acción
humana.

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