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No han faltado quienes han entendido esta primera Bienaventuranza como una
especie de canonización anticipada de aquellos que sufren la pobreza material.
Pero..., ¿qué el pobre, por ser pobre, merece el Cielo, y el rico, por ser rico, no
lo merece? ¿Acaso seremos juzgados por nuestro estatus socioeconómico?
Tal vez parte del conflicto venga de las divergencias entre el evangelista san
Lucas y el evangelista san Mateo: mientras el primero sólo dice: «dichos los
pobres», el segundo es más específico: «dichosos los pobres de espíritu» (o
«dichosos los que tienen espíritu de pobre»). «se refiere a los pobres, pero no
a cualquier pobre, que hay pobres con espíritu de avaricia».
«Jesús no ha tratado de beatificar a una clase social» pues «sólo una situación
espiritual puede ser puesta en relación con una realidad espiritual como es el
Reino». Pero que sí es muy cierto que «la palabra usada en el Evangelio para
indicar a los pobres (ptochoi) designa a los indigentes, a los infelices, a los
hambrientos». Enseguida lanza la pregunta: «¿Por qué deberían éstos ser
favorecidos por Dios?». Y responde que no por sus méritos religiosos o por su
buena disposición, «sino porque Dios debe, por Sí mismo, en cuanto Rey
Justo, defender a quien no tiene defensa».
«las lágrimas que no son bienaventuradas son aquellas que son expresión de
un fracaso o de una pérdida y manifiestan el amor propio herido o descubierto.
Tampoco son bienaventuradas las lágrimas cuando, al sentir que no se alcanzó
lo que tanto se anhelaba, se entra en una etapa de rebeldía».
Llorar por los propios pecados y los de la sociedad es el primer paso para,
desde las coordenadas existenciales, trabajar para superarlos. Y Cristo nos
promete su consuelo.
Algunos no entienden bien qué significa ser mansos, y creen que una persona
mansa es alguien tonto, tímido, que se deja pisotear por los demás. Sin
embargo, ser manso es ser tranquilo, agradable, dócil para aprender, tardo
para reaccionar violentamente. La mansedumbre es una virtud y lo único que
puede matarla es el sentimiento de orgullo.
1. Ver la propia vida desde la oración, sabiendo que Dios sabe mejor lo que
nos conviene que nosotros mismos.
2. No ser ciego ante las injusticias económicas y sociales, pero tampoco caer
en la desesperación, señalarlas con firmeza pero sin perder de vista la caridad
y sabiendo que la violencia engendra violencia.
3. Practicar la gentileza, la dulzura en la propia familia. Sólo así
construiremos relaciones sanas donde se formen hombres y mujeres
mentalmente sanos.
4. En nuestro contacto con otras personas llevar por delante la cortesía y que
esta sea fruto de la caridad, no de lo políticamente correcto.
Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados
Justicia en la Sagrada Escritura es sinónimo de santidad. Un justo, según los
judíos del tiempo de Jesús, era un hombre que ajustaba toda su vida al querer
de Dios. Por ejemplo, leemos que san José «era un hombre justo» (Mt 1, 19).
Lo que el justo buscaba era la gloria divina y no su propio interés personal;
por eso san José, al darse cuenta de que la Santísma Virgen María esperaba un
hijo, «no queriendo denunciarla públicamente, resolvió repudiarla en secreto».
Así, «bienaventurados los que tienen hambre y sed justicia» equivale a decir
«bienaventurados los que tienen hambre y sed de que se cumpla en ellos la
voluntad de Dios»
La hipocresía es, por lo tanto, esencialmente, falta de fe; pero es también falta
de caridad hacia el prójimo, en el sentido de que tiende a reducir a las
personas a admiradores. No les reconoce una dignidad propia, sino que las ve
sólo en función de la propia imagen.
Por cuanto se ha dicho, parece claro que el puro de corazón por excelencia es
Jesús mismo. De Él sus propios adversarios se ven obligados a decir:
«Sabemos que eres veraz y que no te importa nadie, porque no miras la
condición de las personas, sino que enseñas con franqueza el camino de Dios»
(Mc 12, 14). Jesús podía decir de sí: «Yo no busco mi gloria» (Jn 8, 50).
Dichosos los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios
3- Perdona las injurias presentes y pasadas, líbrate de las garras del odio,
guarda la libertad de tu corazón para amar, para convivir, para comenzar una
vida nueva cada día.
4. Este equilibrio armónico es destruido por el pecado. Proclamar que uno está
contra la guerra y a favor de la paz y fomentar a la vez la actitud de
hedonismo egoísta -fuente de las experiencias de vértigo- es una grave
incoherencia. La sociedad está desgarrada hoy día por toda suerte de
incoherencias de este género.
5. Podríamos decir, pues, con todo rigor que formarse para la paz es formarse
para amar la verdad incondicionalmente, desinteresadamente. La verdad no es
objeto de posesión. No tiene sentido hablar de «mi» verdad. La verdad no la
poseo; soy nutrido por ella. Es necesario para el crecimiento de la persona que
haya verdades absolutas que constituyan para el hombre puntos últimos de
referencia que den sentido a su vida.
www.autorescatolicos.org
Así son Bienaventurados los que luchan por los derechos humanos rectamente
entendidos. Bienaventurados los que se esfuerzan por mejorar las condiciones
materiales y espirituales de sus prójimos. Bienaventurados los que se
esfuerzan por crear conciencia de los problemas ecológicos y sociales.
Bienaventurados los que trabajan en organizaciones de la sociedad
promoviendo el desarrollo auténticamente humano. Bienaventurados los que
con su vida son ejemplo de «hacer el bien». Bienaventurados los que desde la
pastoral de la salud contribuyen a la dignificación del enfermo.
Bienaventurados los que promueven el bienestar de las clases más
desprotegidas.