El Museo Arqueológico Nacional es una institución pública fundado en 1867 por
Isabel II cuyo objetivo es ofrecer a todos los ciudadanos una interpretación rigurosa, atractiva, interesante y crítica del significado de los objetos que pertenecieron a los distintos pueblos de la actual España y del ámbito mediterráneo, desde la Antigüedad hasta épocas recientes. Su instauración tiene como referentes a esa corriente ilustrada iniciada en el siglo XVIII que fomentaba la creación de museos o gabinetes para fines de investigación o docencia de piezas pertenecientes a la antigüedad, y a la constitución de la disciplina arqueológica a mediados del siglo XIX, donde se comenzaron a realizar campañas de excavación y fundaciones de museos de historia y arqueología, lo que también llevó a una severa práctica de expoliar patrimonio de las antiguas culturas. En estos momentos en España, el rey Carlos III intervino como titular y visitante frecuente de un importante hallazgo; el descubrimiento de las desparecidas ciudades de Pompeya y Herculano, las primeras actividades no eran con interés arqueológico sino con el afán de buscar piezas valoradas y tesoros supuestamente ocultas, pero esto supuso un avance de la ciencia de la arqueología. A todo ello se unió el fenómeno de las desamortizaciones eclesiásticas con graves consecuencias para el patrimonio histórico-artístico. Para acabar con esa problemática, se crearon en 1844 las Comisiones Provinciales de Monumentos, cuyo fin era reunir piezas para formar museos o colecciones en cada provincia. Pero a diferencia de otros países europeos, España no contaba con un museo constituido por grandes colecciones, y fue el ministro Manuel Orovio Echague quien expuso a la reina Isabel II la necesidad de contar con un Museo Arqueológico Nacional. La idea encontró impulso en el desarrollo que la arqueología alcanzó en esos momentos, así como en la toma de conciencia del riquísimo patrimonio cultural que, a causa de invasiones, guerras y desamortizaciones, se encontraba en peligro de desaparición y era necesario proteger. Y, siguiendo la tendencia europea de crear grandes museos nacionales destinados a mostrar los testimonios del pasado propios de cada país. Con su creación se daba respuesta a la demanda de reunir en una única gran institución las colecciones de antigüedades, dispersas en diferentes establecimientos, con el fin de representar la historia de España, desde los orígenes a los tiempos más recientes, y ofrecer un panorama de las antiguas civilizaciones del resto del mundo. El nuevo Museo debía reunir, conservar y estudiar estos bienes para ponerlos al servicio de los ciudadanos, contribuyendo de este modo a su formación e instrucción. Desde su creación la sede prevista para el Museo Arqueológico Nacional fue la actual, el Palacio de Biblioteca y Museos Nacionales, un gran edificio de nueva planta concebido en 1860 y situado en el Prado de Recoletos, cuya construcción necesitó más de treinta años y tres proyectos arquitectónicos para su culminación en 1892. De 1867 a 1893, el Museo ocupó provisionalmente el Casino de la Reina, antigua finca de recreo cercana a la actual glorieta de Embajadores de Madrid, que el Ayuntamiento de Madrid había regalado a la reina Isabel de Braganza en 1817 y la Corona (Isabel II) cedió al Estado en 1865. Se componía de un palacete, un invernadero, varios pabellones y un amplio jardín. En su construcción, remodelación y decoración participaron algunos de los más insignes arquitectos y artistas de la época como Antonio López Aguado, Narciso Pascual y Colomer, Vicente López o Juan Madrazo y Kuntz. El estado del edificio no era el más adecuado, por lo que un real decreto mandaba trasladar las colecciones en 1893 al Palacio de Bibliotecas y Museos. El Palacio de Biblioteca y Museos Nacionales constituyó uno de los proyectos arquitectónicos y culturales más ambiciosos de su tiempo. Tres arquitectos, Francisco Jareño, Álvaro Rosell y Antonio Ruiz de Salces, fueron los responsables de dar forma al palacio. Un reto mayúsculo para albergar a tres grandes instituciones: Biblioteca Nacional, Museo Arqueológico Nacional y Museo de Arte Moderno. En los primeros años con Jareño al frente de la construcción se plantea un edificio rectangular, de tres plantas, geométrico y simétrico respecto al eje central de Recoletos a Serrano, con una cruz en su interior, un estilo neoclásico. Con Rosell el edificio se amplía y adquiere sus dimensiones actuales y Ruiz de Salces, encargado del proyecto definitivo, añade una planta más al edificio y lo hace más ecléctico. La inestabilidad política y económica imperante en la segunda mitad del siglo XIX condicionó enormemente la materialización de este proyecto, paralizado durante largos periodos de tiempo y modificado al antojo de las circunstancias. Entre 2008 y 2013 se ha desarrollado la reforma del decimonónico edificio en el que se ubica el Museo Arqueológico Nacional y la reinstalación de su exposición permanente.