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TALLER DE GEOLOGIA

NELSON MUÑOZ UBARNE


GRUPO: AN

Taller realizado con el fin a afianzar el conocimiento adquirido en clases

Y desarrollar ejercicios de práctica.

PROFESOR

RODRIGUEZ DIAZGRANADOS RODRIGO

UNIVERSIDAD DE LA COSTA

CUC
Ensayo sobre fallas geológicas en cimentación de suelos

Las causas más frecuentes de fallos en las cimentaciones son muchas y muy
variadas, pero pueden concretarse en las cuatro siguientes:

El desconocimiento de las características intrínsecas del terreno.


Las deficiencias en el proyecto o en la ejecución de las cimentaciones.
Las actuaciones inadecuadas en el entorno inmediato de una cimentación.
Las alteraciones del terreno en el entorno inmediato de una cimentación.
A continuación, vamos a comentar breve y ordenadamente cada una de estas
causas.

El desconocimiento de las características intrínsecas del terreno.


De entre las diversas características del terreno cuyo desconocimiento suele
ser causa de fallos en las cimentaciones, destacan las siguientes:

Composición estratigráfica heterogénea.


Presencia de terrenos muy flojos o muy blandos.
Presencia de laderas inestables.
Presencia de terrenos especialmente problemáticos.
El hecho de que estas características hayan sido o todavía sean desconocidas
no debe parecer extraño, al menos en nuestro país. Téngase en cuenta que, en
España, la obligatoriedad de encargar un Informe Geotécnico con carácter
previo a la redacción del correspondiente proyecto de ejecución es muy
reciente. De hecho, hasta la entrada en vigor de la nueva Ley de Ordenación de
la Edificación, el Informe Geotécnico sólo era obligatorio para la redacción de
los proyectos de viviendas de protección oficial y de edificios de uso público. Y,
hasta la entrada en vigor del nuevo Código Técnico de la Edificación, no ha
existido en España ningún tipo de reglamentación ni acerca de la planificación
de un Informe Geotécnico ni acerca de su contenido. Por ello, aunque se
dispusiera de un Informe Geotécnico, no existía seguridad alguna de que en él
estuviera reflejada toda la información mínimamente imprescindible.

Como es natural, los fallos en las cimentaciones suelen coincidir con


situaciones adversas. Veamos algunos ejemplos:

Una composición estratigráfica heterogénea es aquella en la que el terreno


presenta una gran variedad de capas o estratos, cuyo desarrollo en planta y
cuyo espesor también son muy variables. Y los fallos suelen ocurrir en aquellos
edificios cuyos cimientos apoyan sobre un mismo y único plano horizontal.

El origen de esos daños está en el apoyo de cada uno de los distintos


elementos de cimentación sobre un conjunto de capas de terreno que
presentan una compresibilidad y una capacidad portante diferentes. Por ello y
aunque tales elementos de cimentación estuvieran cargados con cargas (P)
iguales, los asientos de cada uno de ellos serían diferentes y la distorsión
angular (b) entre cada dos de dichos elementos de cimentación no cumpliría la
mínima admisible para asegurar la ausencia de daños.

Los terrenos muy flojos o muy blandos suelen causar daños en aquellos
edificios de cierta entidad que transmiten cargas considerables al terreno. El
origen de esos daños está en el apoyo de la cimentación sobre un terreno cuya
capacidad portante es muy limitada y no puede contrarrestar las cargas
transmitidas por dicha cimentación.

Las laderas inestables causan daños en los edificios que están construidos
sobre ellas. El origen de esos daños es el movimiento generalizado de la ladera,
a su vez producido por alguna alteración, natural o artificial, o bien de sus
materiales constituyentes o bien de sus pendientes naturales.
Las alteraciones naturales suelen producirse por la presencia de agua, estática
o en circulación. Téngase en cuenta que la estabilidad de una ladera depende
de la resistencia a cortante del terreno y que dicha resistencia disminuye en
presencia de agua. Además, hay terrenos que contienen en el seno de su masa
sales solubles o huecos, cuya densidad y cuyo tamaño se incrementan con la
presencia del agua y, cuando hay presencia de estos terrenos en una ladera,
ese incremento de la densidad y tamaño de los huecos causa la inestabilidad
de dicha ladera.

Las alteraciones artificiales suelen producirse o bien por la ejecución de


excavaciones (al pie o a media ladera) o bien por la modificación de las
pendientes naturales para la construcción de un edificio o de una
infraestructura. Téngase en cuenta que, en general, los terrenos tienen una
resistencia a cortante muy baja, incluso a veces nula, en ausencia de tensión
normal. Por ello, tanto la reducción de peso causada por una excavación como
el aumento del ángulo de inclinación de la ladera pueden provocar su
inestabilidad.

Causas de inestabilidad de una ladera

Cuando una ladera pierde estabilidad, se produce un movimiento de miles de


metros cúbicos de tierras, por lo que las soluciones para frenar la progresión
de dicho movimiento son muy complejas y de gran repercusión económica.

En otro orden de cosas, hay terrenos que, debido a sus propias características
intrínsecas, resultan especialmente problemáticos y constituyen un origen
frecuente de los daños que padecen las cimentaciones de los edificios. De
entre estos terrenos especialmente problemáticos, cabe destacar los
siguientes:
Los rellenos artificiales.
Las arcillas expansivas.
Los terrenos karstificados o con erosión interna.
Los terrenos colapsables.
Los rellenos artificiales.
Ningún relleno artificial debería constituir el apoyo de una cimentación, pero lo
cierto es que, lamentablemente, son muy frecuentes las patologías causadas
por el indebido apoyo de los cimientos sobre esta clase de terrenos, sobre
todo cuando corresponden a edificios de escasa entidad. En efecto, en esta
clase de edificios de volumen limitado es tan erróneo como frecuente el
intento de economizar al máximo, tanto en los gastos derivados de la
investigación del terreno (Informe Geotécnico) como en los costes de
construcción de la cimentación. En consecuencia, los cimientos se apoyan
sobre los rellenos en lugar de atravesarlos, unas veces por el simple
desconocimiento de que son rellenos y otras veces por pura tacañería,
empeorada por el desconocimiento de que, incluso en ausencia de cargas,
todo relleno experimenta notables deformaciones espontáneas.

Hay muchas clases de rellenos y todos ellos son peligrosos para la estabilidad
de las edificaciones, pero los peores son los vertederos y, dentro de ellos, los
basureros, debido tanto a la heterogeneidad de su composición como a su
gran deformabilidad.

Uno de los mayores problemas que presentan los vertederos es el de conocer


su localización y su extensión exactas. Con frecuencia, los vertidos en las áreas
periféricas de los antiguos cascos urbanos han sido y todavía siguen siendo
incontrolados. Y lo que es peor, cuando los vertidos en esas áreas han cesado
(realmente, cuando esos vertederos han sido trasladados, porque el
crecimiento urbano ha invadido las antiguas áreas marginales), la vegetación
natural espontánea se encarga de enmascarar la facies de los vertederos
abandonados. Por ello, si no se ha hecho una investigación geotécnica en esas
áreas antes de construir, resulta muy difícil y hasta imposible conocer la
localización de tales rellenos.

Pero además de la problemática causada por los vertederos, debe considerarse


la que se deriva de otras dos intervenciones que han sido desastrosas para la
estabilidad de los edificios y que, por desgracia, continúan siéndolo. Estas
intervenciones son:

El relleno artificial de antiguas vaguadas, hecho con el objetivo de construir


nuevas infraestructuras o de crear nuevas áreas de ocupación urbana. En
algunas ciudades, como Madrid, esta solución ha sido tan frecuente como
peligrosa para la estabilidad de las nuevas construcciones levantadas en esas
áreas. Téngase en cuenta que muchos de esos rellenos de vaguadas han
ocultado antiguos cursos de agua y han aterrado drenajes naturales. En
consecuencia, la base de los depósitos se carga de agua temporal y
aleatoriamente. Y, para lo que se refiere a la estabilidad de las construcciones,
la combinación de RELLENO + AGUA resulta indefectiblemente ruinógena.

La construcción sobre restos de antiguas edificaciones (Véase Figura 2-6). Esta


clase de intervención, tan indebida como frecuente en todas las culturas de las
distintas áreas geográficas, obedece a distintos motivos. Unas veces, éstos son
de carácter esotérico, aunque también pueden estar relacionados con la
comprobación de que el emplazamiento elegido es bueno para edificar. Otras
veces (la mayoría de ellas), los motivos de esta mala práctica son de carácter
puramente económico y están relacionados con el ahorro de materiales y de
mano de obra en todos aquellos elementos constructivos que quedan ocultos
a la vista, como es el caso de la cimentación.

El principal problema que presentan todos los rellenos es su gran


compresibilidad, que depende tanto de su composición (no asienta lo mismo
un relleno de tierras que un basurero) como de su espesor (esto es, de la altura
del relleno). Pero los rellenos todavía tienen otra característica negativa y es
que sus asientos nunca son homogéneos, sino diferentes bajo cada punto.
Además, como ya se ha hecho constar, esos asientos pueden producirse
espontáneamente en ausencia de carga, porque a través de esos movimientos
los rellenos intentan consolidarse y transformarse en un nuevo terreno
natural. Ahora bien, en relación con ese proceso de consolidación espontánea,
debe tenerse en cuenta que la formación de un suelo requiere cientos de miles
de años, por lo que es seguro que cualquier relleno artificial (aunque sea
prehistórico) todavía no ha terminado su larguísimo período de consolidación.

De acuerdo con todo lo que se acaba de exponer, no es extraño que los daños
en los edificios cimentados sobre rellenos sean, aparte de los más frecuentes,
los más graves y espectaculares. Además, las grietas que acusan tales daños no
presentan ninguna ley, sino que suelen orientarse en todas direcciones.

En ocasiones y aunque la generalidad de una edificación esté debidamente


cimentada, sus elementos secundarios (aceras, escaleras, soleras, etc…) han
sido construidos directamente sobre rellenos, sin ninguna clase de tratamiento
ni de precaución. Y, como es lógico, esos elementos son los que presentan
daños. Un caso bastante frecuente es el que se presenta, a título de ejemplo,
en la, en el que la construcción de una parte de la urbanización interior de una
parcela (una acera y una zona de la calzada) ha sido realizada sobre los rellenos
exteriores del muro de contención del sótano del edificio.

Como ya se ha apuntado, el mayor agravante de los problemas padecidos por


las construcciones sobre rellenos es el AGUA, cualquiera que sea su origen
(natural o artificial). De hecho, las instalaciones de agua presentes bajo los
edificios constituyen un origen muy frecuente de daños y, en particular, las
canalizaciones de saneamiento enterradas resultan muy conflictivas. Téngase
en cuenta que cuando el terreno de rellenos se mueve, se producen
desconexiones y roturas en los tubos y en las arquetas de los saneamientos
enterrados y las aguas residuales que fluyen a través de esas desconexiones y
roturas embeben los rellenos, acelerando sus movimientos, con lo cual
aumentan las roturas en número y en amplitud hasta que todas esas aguas
residuales acaban disipándose directamente a los rellenos, provocando su
imbibición y su hundimiento.
La nociva presencia de agua sobre terrenos de relleno también puede deberse
al riego de una zona ajardinada o al baldeo de espacios libres o al mal
funcionamiento de implantaciones deportivas (muy frecuentemente de las
piscinas) o a la simple presencia del agua de lluvia. En todos los casos, el efecto
final es el mismo: hundimiento del relleno y roturas en los elementos
constructivos que apoyen sobre él.

Las arcillas expansivas.


Las arcillas expansivas son terrenos cuyos minerales constituyentes presentan
la propiedad de cambiar de volumen cuando varía su humedad,
experimentando o bien hinchamientos cuando aumenta dicha humedad o bien
retracciones cuando ésta disminuye

Por ello y aunque en toda la geografía española la presencia de arcillas


expansivas puede ser calificada de razonablemente frecuente, sus efectos
patológicos solamente suelen ser conocidos (por cuanto son padecidos) en
aquellas zonas climáticas que experimentan las variaciones de humedad más
notables, esto es, desde la submeseta inferior hacia el sur.

En concreto, la patología debida a la presencia de arcillas expansivas suele


presentarse en aquellas regiones cuyo balance hídrico es negativo y los daños
en los edificios construidos sobre arcillas expansivas suelen manifestarse
después de un largo período de sequía.

La zona en la que la arcilla se ve afectada por los cambios de humedad y, en


consecuencia, por los cambios de volumen, se denomina ZONA ACTIVA. Su
profundidad es variable, en función de la climatología (variaciones
estacionales) y de la existencia de niveles de agua permanentes en el terreno.
En España, esa profundidad oscila entre los 3 metros y los 6 metros.

Tal y como puede apreciarse en la, en una excavación realizada al final del
verano, el terreno más somero se presenta muy seco y va aumentando su
humedad con la profundidad hasta alcanzar una humedad de equilibrio. Por el
contrario, si dicha excavación se hiciera al final del invierno, el terreno más
somero se presentaría muy húmedo y su humedad iría disminuyendo con la
profundidad hasta alcanzar esa misma humedad de equilibrio.

En consecuencia, no cabe duda de que el riesgo de movimientos de una


cimentación apoyada sobre arcillas expansivas será mayor cuanto menor sea la
profundidad de su plano de apoyo, ya que ese plano más somero es el que está
sometido a las mayores variaciones de humedad. De hecho, ese riesgo
solamente desaparece cuando la profundidad del repetido plano de apoyo
sobrepasa la zona activa.

El movimiento más característico de una edificación construida sobre arcillas


expansivas es el denominado “movimiento convexo” o “de quebranto”. Este
último calificativo es muy acertado, porque se trata de un movimiento en el
que se combinan hinchamientos bajo el centro del edificio con asientos bajo
sus bordes. Y al igual que le sucede a un barco cuando queda sobre la cresta de
una ola, los extremos laterales del edificio quedan trabajando en ménsula y la
construcción se agrieta, principalmente, en su coronación.

Este movimiento es una consecuencia directa de la simple presencia de la


propia edificación, la cual funciona como un tapón que favorece la
acumulación de humedad bajo su centro, salvo en el caso de que en el plano
de contacto entre el edificio y el terreno se disponga una cámara de aire
ventilada: el denominado “vacío sanitario”. Esa acumulación de humedad bajo
el centro del edificio es el origen de los hinchamientos de solados y soleras y
puede agravarse por la presencia de desconexiones y roturas en las
canalizaciones de agua enterradas que tenga el propio edificio (y en particular
en las del saneamiento), por cuanto éstas no suelen estar preparadas para
afrontar los movimientos del terreno.
En las temporadas de sequía, la humedad disminuye en los bordes del edificio,
causando las retracciones que constituyen el origen de los asientos en dichos
bordes. Esas retracciones pueden agravarse por la presencia de arbolado en el
entorno inmediato de la edificación, habida cuenta de que las raíces se
extienden hacia las zonas más húmedas (hacia el centro del edificio) y, en su
recorrido, desecan todavía más el volumen de terreno que les queda más
cerca. Y allí, bajo el centro del edificio, las raíces encuentran y rompen las
canalizaciones de agua enterradas, generando las correspondientes pérdidas,
las cuales, a su vez, favorecen nuevos hinchamientos del terreno y nuevas
roturas de las instalaciones. En resumen, todavía aumenta más la diferencia de
humedad entre la zona central y los bordes del edificio, con lo que también se
incrementa el movimiento general del mismo.

El movimiento de quebranto es muy peligroso para la estabilidad general de


los edificios, porque la importancia de los daños depende, principalmente, de
la resistencia a tracción que el edificio posea en su coronación, resistencia que
suele ser muy reducida, ya que se debe exclusivamente a la que pueda
proporcionar el zuncho de atado en esa coronación, cuando lo hay.

Otra patología característica de los edificios apoyados sobre arcillas expansivas


es la que se deriva de las acciones de empuje, que pueden actuar sobre las
estructuras de contención y sobre los propios elementos de cimentación.

En efecto, los movimientos de un terreno expansivo en la zona activa no son


exclusivamente verticales, sino también horizontales, de resultas de lo cual
causan unos empujes muy considerables, sobre todo en las capas más
superficiales, las cuales, obviamente, son las más expuestas a los cambios de
humedad.

Los terrenos karstificados o con erosión interna.


Estos terrenos presentan en el seno de su masa huecos o cavidades, que
pueden haberse formado de manera natural o artificial.
En los terrenos calizos y en los yesíferos, las cavidades se forman de manera
natural, porque en su composición intervienen sales solubles que son disueltas
y arrastradas por el paso del agua, cualquiera que sea la procedencia de ésta.
Este proceso natural de disolución se denomina karstificación.

Pero los huecos y cavidades también pueden haberse producido de manera


artificial, como consecuencia de la erosión interna del terreno derivada de las
actividades extractivas correspondientes a la ejecución de túneles, pozos y
galerías.

Cualquiera que sea el origen de esas cavidades, natural o artificial, el principal


problema que se presenta en esta clase de terrenos es la localización de los
huecos, porque su distribución es errática y resulta extremadamente difícil el
conocerla mediante las campañas usuales de investigación del terreno. Con
suerte, el Informe geotécnico puede llegar a describir la presencia de huecos o
cavidades en la masa del terreno, o bien porque hayan sido localizados en
alguno de los reconocimientos realizados o bien porque se tengan noticias de
su presencia en el entorno de la zona investigada. Pero lo que no resulta
posible es conocer ni la localización exacta de todos los huecos, ni la densidad
de su presencia, ni su tamaño. En consecuencia, no se puede asegurar que una
cimentación construida sobre esta clase de terrenos no apoya sobre algún
hueco. De hecho, solamente se tendría esa seguridad si se hubiera hecho un
punto de reconocimiento del terreno por cada punto de cimentación. Y aun
así, en el caso de terrenos kársticos en presencia de agua, después de haber
construido la cimentación podrían formarse nuevos huecos o aumentar el
tamaño de los existentes.

Los terrenos colapsables.


Los terrenos colapsables son aquellos que, en presencia de agua,
experimentan un asiento súbito (“de colapso”), debido a la disolución de las
sales presentes en los contactos entre sus partículas. Esta disolución puede
deberse a la circulación natural del agua, pero también a la indebida presencia
de ésta, causada por pérdidas en las redes de las instalaciones enterradas.
Cualquiera que sea su origen, el colapso del terreno provoca su hundimiento y,
en su caso, el movimiento diferencial de los elementos de cimentación que
estén apoyados sobre él.

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