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INDICACIONES: Lee detenidamente cada pregunta y sigue las instrucciones. Trabaja con orden y limpieza en el examen, no se permite
el uso de corrector líquido. Usar lapicero de tinta negra o azul.
CAPACIDAD NOTA
LEE DIVERSOS TIPOS DE TEXTOS ESCRITOS EN SU LENGUA
MATERNA
Texto I
Un hombre ha sido grabado por la cámara de seguridad de una cafetería en
Rosario (Argentina) robando un bolso con gran habilidad. El ladrón, que pese
a haber sido pillado en las imágenes no pudo ser detenido, se acerca con una
americana en la mano hacia donde una mujer se encuentra sentada. Una vez
allí, y en cuestión de segundos, le quita el bolso de la silla a la clienta, e
instantes después vuelve a ponerlo en el suelo, sin que nadie a su alrededor
se percate de lo que acaba de ocurrir.
Extraído de https://elpais.com/tag/robos/a
Contexto: ____________________________________
Intención: ____________________________________
Texto II
La segunda edición de CADE Digital convocará al sector privado, público y
la academia para conocer el impacto de la transformación digital en la
competitividad empresarial, así como las rutas para desarrollarla.
Extraído de https://www.ipae.pe/cade-digital-2019/
Contexto: ____________________________________
Intención: ____________________________________
Texto III
Fabiola León-Velarde22.01.2019 / 11:30 pm
Contexto: ____________________________________
Intención: ____________________________________
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Reconoce en los siguientes textos los conectores que aparecen.
Resáltalos.
Pocos días antes de colgarse del tubo de la ducha con los pasadores de nylon
de sus botines Hi-Tec, Miguel se había echado a llorar leyendo una columna
mía que encontró una tarde en medio de una ruma de diarios pasados en la
oficina del programa. No supe si consolarlo o hacerme el loco. Me sentí corto
de ir a su encuentro y hacer lo único que había que hacer en esa situación:
darle un abrazo. Abrazarlo fuerte y no soltarlo. Creo que tuve miedo de que
semejante arranque de ternura –tan poco varonil– fuera mal interpretado. A la
natural incomodidad de ver un amigo rompiendo en sonoro llanto frente a uno,
se añadía el desconcierto de saberse culpable de haber escrito el texto que
ahora provocaba sus lágrimas. Le puse una mano sobre el hombro –gesto
paternal que, además, quedaba perfecto en la figura de un jefe– y formulé
entonces la estúpida pregunta de rigor: “¿estás bien?”. Me dijo que sí, que lo
que pasaba era que se había identificado con algo que yo decía en ese
artículo. Más con curiosidad de columnista que de amigo, le pregunté con qué.
“Con la parte en que tienes que irte a dormir al sofá” –me contestó. No me
acuerdo mucho de los detalles, pero sí recuerdo vagamente que aquella
crónica era una especie de inventario medio cursi de todas las cosas que yo
extrañaba de alguien amado que acababa de mandarse mudar.
Lo último que imaginé mientras la escribía era que, con ella, iba a hacer llorar
a mi rudo camarógrafo de batalla. Tratando de disipar la tensión, me senté a
su lado y le hice un par de preguntas indiscretas que fueron recibidas con un
suspiro y una sonrisa de resignación. Secándose los ojos, Miguel se animó a
contarme un poco más, pese a que hacía pocos meses que trabajábamos
juntos y a que –aunque nos llevábamos muy bien– no teníamos tanta
confianza como para hablar de temas personales. “Creo que mi mujer y yo
nos vamos a separar” –me confesó, por fin– “tampoco quiero conformarme
con dormir en el sofá toda mi vida”. “Toda mi vida” –dijo, como decimos todos
cuando queremos referirnos a una eternidad, como decimos siempre los que
ilusamente pensamos que la vida nos va a durar toda la vida. ¡Quién hubiera
sido brujo para saber que “toda la vida” significaba apenas unos cuántos días
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más!
Ese día todo transcurrió con tanta normalidad que hasta llegué media hora
tarde tal y como era mi (mala) costumbre. Grabamos comentarios de libros de
todo tipo: literatura, cocina, fotografía y hasta autoayuda. Cuando acabamos,
me despedí de Miguel y me fui a mi jato, dejándolo enrollando los cables y
guardando las luces. Días después, Miguel fue encontrado muerto en el baño
de su casa. Hoy regresé a Crisol y uno de los vendedores se me acercó
discretamente. Me dijo que sentía mucho lo de mi amigo, que era un pata muy
bacán, que siempre conversaban mientras me esperaba. Y me contó que
aquella tarde, antes de irse, Miguel se había comprado un librito con el que se
había estado riendo solo, a carcajadas.
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