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La diferencia fundamental que existe entre los agentes biológicos y los agentes
químicos y físicos es que, mientras que estos son materia inerte o distintas formas
de energía, los agentes biológicos son seres vivos y, como tales, capaces de
reproducirse. Existen unas características concretas que definen a un organismo
vivo:
• En primer lugar, todos los organismos tienen una composición química común.
En todos ellos están presentes tres tipos de macromoléculas orgánicas complejas:
las proteínas, el ácido desoxirribonucleico (ADN) y el ácido ribonucleico (ARN). El
ADN es la sustancia que contiene, de forma codificada, toda la información
necesaria para determinar las propiedades específicas del organismo; dicha
información es traducida por el ARN a modelos específicos de síntesis de
proteínas, siendo éstas las que, en última instancia, determinan las propiedades
distintivas del organismo.
• En segundo lugar, en todos los organismos tienen lugar ciertas actividades
químicas, cuyo fin es sintetizar los constituyentes de la materia propia del
organismo a partir de sustancias químicas del exterior (metabolismo).
Evidentemente, existen diferencias entre los metabolismos de distintos
organismos. Finalmente, todos los organismos, con excepción de los virus, tienen
una estructura física común cuya unidad básica es la célula.
Requisitos ambientales para el desarrollo de los microorganismos
Para el desarrollo de su ciclo vital los agentes biológicos precisan de un aporte
externo de energía. Sólo unos pocos pueden utilizar directamente la energía de la
radiación solar, son los organismos fotosintéticos, el resto dependen de la
disponibilidad de una fuente de energía química, es decir, de la disponibilidad de
sustancias químicas ya sean inorgánicas u orgánicas que constituyen su substrato
alimenticio. Además de una fuente de energía y nutrientes se precisan unos
requisitos ambientales que pueden condicionar el desarrollo de los seres vivos.
Entre estos los más significativos son:
• La temperatura: la zona de temperatura en la que crecen los organismos es
relativamente pequeña (aproximadamente entre -5 ºC y 80 ºC). El límite superior
está marcado por la termolabilidad de las proteínas celulares, y el inferior, por el
punto de congelación del agua, que es de varios grados por debajo de cero
cuando contiene considerables cantidades de solutos. Entre los microorganismos
existen diferencias en cuanto a la zona térmica en la que ocurre su crecimiento
pudiéndose distinguir tres grupos principales: los termófilos, con rangos de
temperatura entre 55 ºC y 75 ºC, los mesófilos, entre 20 ºC y 45 ºC; y los sicrófilos,
entre 15 ºC y 18 ºC. Estos rangos de temperatura son variables dependiendo del
agente y para cada uno de ellos existe una temperatura óptima para su desarrollo.
• El oxígeno: algunos microorganismos sólo se desarrollan cuando no hay
oxígeno, son los llamados anaerobios, otros sólo lo hacen cuando hay oxígeno,
son los aerobios y otros son capaces de adaptarse y cambiar su metabolismo en
función de la presencia o ausencia de oxígeno, se llaman anaerobios facultativos
. • La humedad: en general, casi todos ellos precisan niveles de humedad
elevados, aunque algunas de las formas resistentes (esporas) pueden soportar
períodos de sequía y retornar al estado vital activo cuando se recupera el grado de
humedad necesario.
• El pH del medio: En general los microorganismos no pueden desarrollarse a pH
muy ácidos ni muy alcalinos, aunque la gama de valores de pH en torno a la
neutralidad en la que pueden desarrollarse depende del tipo de microorganismo.
• La luz: hay agentes que no resisten la radiación mientras que para otros es
imprescindible. Los microorganismos presentan una gran adaptabilidad a los
cambios que ocurren en su medio. Esta adaptabilidad está determinada y regida
por sus genes y es de dos tipos: • Fenotípica: en este caso no hay modificación
de los genes, pero sí de las órdenes que les permiten funcionar, por ejemplo, se
bloquea un determinado sistema enzimático y se pone en marcha otro capaz de
aprovechar un nuevo nutriente o unas nuevas condiciones ambientales.
•Genotípica: en este caso sí que ocurre un cambio genético que puede ser debido
a mutaciones o al intercambio o recombinación genética.
Nota de cultura generall: En los años 70 se consiguió reproducir este último
fenómeno de forma artificial e intencionada, de modo que se insertaban
determinados genes que producían sustancias concretas o conferían
propiedades específicas a las especies manipuladas. Estas técnicas se
conocen con el nombre de Ingeniería genética. Esta adaptabilidad hace que
en cualquier medio puedan estar presentes agentes biológicos
desarrollando estilos de vida particulares y estableciendo todo tipo de
relaciones con otros seres vivos. Sin microorganismos la vida tal y como la
conocemos no sería posible. Los microorganismos forman parte
fundamental del ciclo de los elementos: son los responsables de la fijación
del nitrógeno atmosférico en las plantas; se encuentran sobre nuestra piel
proporcionándonos cierta protección; y también son los encargados de
cerrar el ciclo natural de materia, devolviendo los elementos químicos al
suelo o al aire en forma de materia inorgánica al degradar la materia
orgánica.
Desde hace siglos, el hombre ha utilizado microorganismos para la
producción de bienes y servicios: el pan, el vino, la cerveza, los antibióticos,
las hormonas, las vacunas, las proteínas, el gas o la depuración de aguas
residuales son ejemplos típicos del uso de microorganismos. En todo caso,
la presencia de un organismo en un entorno determinado está condicionada
por tres factores: la existencia de un reservorio o lugar en que se denlas
condiciones ambientales para su crecimiento, la posibilidad de amplificación
o multiplicación, lo que implica la continuidad en el aporte de nutrientes y
las opciones de dispersión, es decir, de abandonar su reservorio y colonizar
uno nuevo.
Interacciones de los agentes biológicos con otros seres vivos
Según sus estilos de vida los agentes biológicos se pueden clasificar en formas de
vida libre (saprofitos) o en asociación a otras formas de vida. Estas asociaciones
simbióticas se clasifican a su vez en: mutualismo, comensalismo y parasitismo en
función del daño y beneficio mutuo que se causen. Los saprofitos utilizan como
alimento materia orgánica muerta (restos animales o vegetales) y sus reservorios
en la naturaleza son las plantas y las capas superiores y más aireadas del suelo.
Entre las relaciones simbióticas se pueden distinguir: el mutualismo, en el que
ambos organismos se benefician; el comensalismo, en el que un organismo extrae
más beneficio que el otro de su relación; y el parasitismo, en el que sólo un
organismo se beneficia. Dentro del parasitismo se pueden distinguir: los parásitos
obligados, que son agentes biológicos que no se pueden reproducir fuera del
huésped; y los parásitos facultativos, que, como su nombre indica, tienen la
facultad de vivir sobre materia orgánica muerta o colonizar otros seres vivos. Un
parásito es un organismo que vive sobre o dentro de otro organismo vivo
(“huésped”). Esto no implica necesariamente que el parásito tenga que causar una
enfermedad a su huésped, puede darse el caso de que la infección permanezca
latente o subclínica, si bien el microorganismo conserva su capacidad infectiva y el
huésped la posibilidad de transmitir la enfermedad a otro individuo. En el caso de
los parásitos obligados es el propio huésped el que proporciona todas las
circunstancias necesarias para la viabilidad del microorganismo, es su reservorio,
le proporciona las condiciones de amplificación y los mecanismos de dispersión
(por ejemplo: los aerosoles formados al hablar, toser o estornudar).
EFECTOS EN LA SALUD Y MECANISMOS DE DEFENSA
La relación entre huésped y parásito está determinada tanto por las características
de los parásitos que favorecen su establecimiento y que causan daño como por
las infecciones, las reacciones alérgicas y los efectos tóxicos. Estos últimos son
consecuencia de la acción sobre los tejidos o sus funciones, de determinadas
sustancias producidas por los microorganismos (endotoxinas y micotoxinas).
Entre los mecanismos de defensa se encuentran: la integridad de la piel, las
sustancias antimicrobianas (lisozima), las células fagocitarias, la respuesta
inflamatoria y la inmunidad humoral y celular. Los principales efectos para la salud
son las infecciones, las reacciones alérgicas y los efectos tóxicos. Estos últimos
son consecuencia de la acción sobre los tejidos o sus funciones, de determinadas
sustancias producidas por los microorganismos (endotoxinas y micotoxinas).
Infección
Los procesos infecciosos consisten en la colonización de un huésped por un
microorganismo patógeno. La patogenicidad es un proceso multifactorial que
depende de la susceptibilidad del huésped, de la naturaleza de la especie o cepa
(factores de virulencia) y del número de microorganismos en la exposición inicial.
El término “virulencia” se usa para definir dos aspectos del microorganismo
patógeno: su infectividad o habilidad para colonizar a un huésped, y la severidad
del daño producido. La virulencia varía no solo entre especies sino también entre
cepas de una misma especie. Los dos principales factores de la virulencia son la
invasividad o capacidad para entrar en los tejidos del huésped, multiplicarse y
diseminarse, y la producción de toxinas bacterianas (exotoxinas). Cuando la
enfermedad se transmite de los animales al hombre o viceversa recibe el nombre
de zoonosis. Es el hombre o el animal el que, en estos casos, proporciona las
condiciones adecuadas de temperatura, humedad y alimentación que favorecen el
desarrollo de los agentes biológicos patógenos
Reacciones alérgicas
Otros efectos ligados a la exposición a agentes biológicos son las reacciones
alérgicas o hipersensibilidad. Desde el punto de vista de la patogénesis, las
reacciones de hipersensibilidad se clasifican en cuatro tipos principales:
1. Hipersensibilidad tipo anafiláctico: que se caracteriza por reacciones alérgicas
inmediatas al contacto con el antígeno. Una primera exposición al antígeno
estimula la producción de anticuerpos específicos. Tras una segunda exposición
estos anticuerpos se ligan y activan los basófilos que liberan las sustancias
responsables de los efectos clínicos (asma, fiebre del heno, eczema atópico, etc.).
2. Hipersensibilidad tipo citotóxico: en este caso los anticuerpos se combinan con
los antígenos de la superficie celular favoreciendo su destrucción (fenómenos de
rechazo en transfusiones o trasplantes).
3. Hipersensibilidad mediada por complejos: la unión de los antígenos y los
anticuerpos da lugar a la formación de complejos inmunes que desencadenan
procesos inflamatorios. Un ejemplo típico de este tipo de hipersensibilidad es el
pulmón del granjero en el que los complejos formados por los anticuerpos y los
antígenos de las esporas fúngicas desencadenan fenómenos inflamatorios en los
alvéolos.
4. Hipersensibilidad mediada por células: los linfocitos T son sensibilizados por la
presencia de antígenos provocando la liberación de mediadores y la activación de
macrófagos y linfocitos provocando la inflamación, que en casos graves va
seguida por la necrosis de los tejidos.
Mecanismos de defensa
El ser humano no está inerme frente a los microorganismos y dispone de
mecanismos de defensa frente a ellos tanto naturales como artificiales. Las
características más significativas de estos mecanismos se describen a
continuación.
Piel y mucosas La piel y las mucosas segregan sustancias antimicrobianas,
incluidos los ácidos grasos de cadena larga y el enzima lisozima que destruye la
pared celular de muchas bacterias. En las vías respiratorias superiores existen
otros mecanismos de defensa proporcionados por la acción barredora de las
células ciliadas epiteliales. El epitelio de la piel, si no está roto, resulta
completamente impenetrable para los microorganismos, quedando limitadas las
infecciones a los folículos pilosos y a las glándulas sudoríparas. Sin embargo,
muchos patógenos pueden penetrar fácilmente las membranas mucosas.
Sustancias antimicrobianas El suero de varias especies de mamíferos, incluido el
hombre, contiene sustancias bactericidas. Además de la lisozima, que también se
encuentra en las lágrimas, la saliva, en las secreciones nasales y en el extracto de
varios órganos, existe un grupo de sustancias denominadas betalisinas Células
fagocíticas
Inflamación
Cuando un tejido de un animal superior está sometido a un agente irritante, ese
tejido se inflama. Las características de una inflamación son: enrojecimiento,
hinchazón, calor y dolor. En la zona de inflamación los capilares sanguíneos están
dilatados, lo que aumenta el flujo sanguíneo en esta zona (enrojecimiento);
además, las paredes de los capilares se hacen más porosas, de manera que las
proteínas solubles escapan fuera de los vasos causando un movimiento osmótico
de fluido hacia los tejidos (hinchazón). No deja de ser curioso que una condición
patológica, como es la inflamación, pueda actuar como mecanismo de defensa. En
primer lugar, los tejidos de la zona reciben un fuerte aporte de leucocitos cuyas
actividades incluyen la fagocitosis y la formación de anticuerpos. En segundo
lugar, al aumentar el aporte de plasma también aumenta la concentración de
sustancias antimicrobianas y de anticuerpos. En tercer lugar, la inflamación
conduce a la acumulación de células del huésped muertas, de las que se liberan
sustancias tisulares antimicrobianas. En el centro de la zona necrótica, la tensión
de oxígeno disminuye y se acumula ácido láctico, que constituyen condiciones
adversas para el crecimiento de muchos tipos de bacterias.
Inmunidad El término “inmunidad” comprende todas las propiedades del huésped
que le confieren resistencia a un agente específico. Esta resistencia puede
abarcar todos los grados, desde la susceptibilidad casi total hasta la no-
susceptibilidad completa. La inmunidad puede ser natural o adquirida; y ésta
puede ser pasiva o activa. Algunos de los mecanismos que integran la inmunidad
adquirida y activa son los siguientes:
• Inmunidad humoral que implica la producción activa de anticuerpos contra
antígenos de organismos o de sus productos.
• Inmunidad celular llevada a cabo por los linfocitos B y T. Estas células reconocen
los materiales extraños e inician una cadena de respuestas que incluyen
reacciones inflamatorias, destrucción citotóxica de las células invasoras, activación
de los macrófagos y las reacciones de hipersensibilidad retardada en los tejidos.
AGENTES BIOLÓGICOS Y PREVENCIÓN DE RIESGOS LABORALES
Algunos agentes biológicos son patógenos, es decir, pueden causar
enfermedades en las personas, y éste es el aspecto que tiene interés desde el
punto de vista de la prevención de riesgos laborales y al que se limita el concepto
de “agente biológico”
sobre la protección de los trabajadores contra riesgos relacionados con la
exposición a agentes biológicos durante el trabajo, contiene las siguientes
definiciones:
Agentes biológicos: Microorganismos, con inclusión de los genéticamente
manipulados, los cultivos celulares y los endoparásitos humanos, susceptibles de
producir cualquier tipo de infección, alergia o toxicidad.
Microorganismo: Toda entidad microbiológica, celular o no, capaz de reproducirse
o de transferir material genético.
Cultivo celular: El resultado del crecimiento in vitro de células obtenidas de
organismos multicelulares. Estas definiciones, excepción hecha de los cultivos
celulares, comprenden a los siguientes tipos de agentes biológicos: virus,
bacterias y hongos (microorganismos); y protozoos y helmintos (endoparásitos) y
los productos o estructuras elaborados por ellos que pueden causar alergias o
toxicidad.
Virus
Son las formas de vida más pequeñas que se conocen (de 20 a 300 nm) y
también las que tienen una constitución más simple. Las características que los
distinguen son las siguientes: contienen un único tipo de ácido nucleico ADN o
ARN, son parásitos obligados y dependen completamente de sus huéspedes para
su reproducción, los virus proporcionan las instrucciones para crear nuevos virus,
pero son las células del huésped quien los fabrica. La molécula de ácido nucleico
del virus está encerrada por una cubierta o cápside que consiste en una capa
simple de proteínas. Los virus se dividen en tres clases principales: virus de los
animales, de las plantas y de las bacterias (bacteriófagos) presentando una
elevada especialización incluidas las estirpes celulares que infecta, por ejemplo,
las células hepáticas por el virus de la hepatitis B o los linfocitos T por el virus de
inmunodeficiencia adquirida. No obstante, en ocasiones se produce el salto
interespecies como sería el caso del virus de la gripe aviar. Los virus, parásitos
obligados, establecen dos tipos de interacciones con sus huéspedes; en algunos
casos, tras la penetración y la formación de nuevos virus, ocurre la rotura o lisis
celular; en otros, los nuevos virus formados se van liberando sin destruir la célula
o bien insertan su ácido nucleico en el material genético de la célula, pudiendo así
causar infecciones recurrentes o inducir la formación de tumores. Los daños
causados por virus pueden ser: indetectables, leves, severos, fatales,
teratogénicos o resultar en la formación de un tumor. Existen medicamentos que
pueden bloquear el ciclo de replicación del virus, pero tienen efectos tóxicos
secundarios. Los antibióticos no afectan a los virus. Las medidas más eficaces son
las gammaglobulinas y la vacunación. Algunos ejemplos de infecciones causadas
por virus son: las Hepatitis B, A, C, las fiebres hemorrágicas o el Herpes, entre
otras.
Bacterias