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Schiffer, M. (1972) Contexto Arqueológico y contexto sistémico.

En: American
Antiquity, vol. 37, nº 2. pp.156-165. Traducción realizada para uso de la
Cátedra de Ergología y tecnología

Resumen: Se argumenta que el aspecto cultural del proceso responsable de la


formación del registro arqueológico, es una rama de la formación del registro
arqueológico, es una rama no desarrollada de la teoría arqueológica, se
presenta un modelo fluido para ver la Historia de la Vida o proceso del contexto
sistémico de cualquier elemento material.
Este modelo cuenta con la producción de una parte sustancial del registro
arqueológico. Los procesos básicos de este modelo son: la obtención,
manufactura, uso, mantenimiento y descarte. El residuo (1) señala el estado de
un elemento en el contexto arqueológico. Las implicaciones espaciales del
modelo sugieren una fuente ampliamente inexplorada de información sobre el
comportamiento. Los diferentes residuos de los modelos de los que se dispone
son examinados en tanto afecten la localización del artefacto que es un residuo
tratado.

Dpto. de Antropología
Universidad de Arizona
Mayo, 1971.

Quizás la suposición más importante hecha por muchos arqueólogos es que el


modelo espacial de los restos arqueológicos refleja el modelo espacial de las
actividades llevadas a cabo. (Binford, 1962; Brose, 1970; Clarke, 1968; Hill,
1970 a, 1970 b; Longacre, 1970; Mc. Pherron, 1967; Struever, 1968; Wilsem,
1970 y muchos otros).

“La pérdida, fractura y abandono de implementos y medios en distintos sitios,


en los que grupos de estructura variable ejecutaron diferentes tareas, deja un
registro fósil de la actividad de una sociedad extinta” (Binford, 1964:125).
Esta afirmación sugiere que la procedencia (2) de los artefactos en un sitio
corresponde a sus verdaderas localizaciones de uso en las actividades.
Ciertamente éste no siempre es el caso. Pero en qué medida puede serlo, y
bajo qué condiciones aparecería como un problema digno de alguna atención.
En términos generales, lo que esto preguntando es, ¿cómo se forma el registro
arqueológico a través del comportamiento en un sistema cultural?
Quisiera enfatizar que no estoy preguntando sobre la cuestión igualmente
importante y general de por qué hay variación en los sistemas socioculturales
del pasado. Estoy inquiriendo, primero, qué clase de variables inter e
intraculturales determinan la estructura (en tanto distinta a la forma y contenido)
del registro arqueológico.
La rama de la teoría arqueológica que trata de estos y otros interrogantes
relacionados puede ser definida como el sistema conceptual que explica cómo
se forma el registro arqueológico. Como tal tiene los componente culturales y
los no culturales. Estos últimos han recibido hasta ahora el mayor énfasis en
los patrones (patterns) regulares de cambios posteriores a la depositación de
los inventarios de los artefactos, y las morfologías de los sitios han sido
dilucidados (Hole y Heizer, 1969). Las explicaciones de la variación en este
dominio no cultural incorporan, generalmente, leyes de otras ciencias, tales
como la química, física y geología.
El aspecto cultural de los conceptos del proceso de formación no ha sido
suficientemente desarrollado. Los arqueólogos usan frecuentemente los
esquemas interpretativos que incluyen presunciones sobre la formación de
estos procesos.
Estas suposiciones pocas veces son explícitas, y por lo tanto no se prestan con
facilidad a los ensayos y modificaciones. El reducido cuerpo de conceptos
explícito tiene casi exclusivamente que ver con las relaciones cronológicas
(Dunnel, 1970; Rowe, 1961, 1962).
En tanto el correcto uso cronológico de los eventos pasados es necesario para
una exitosa reconstrucción de los sistemas culturales del pasado, no puede
considerárselo suficiente de ningún modo.

Lo que se propugna y en otros trabajos (Binford y Binford 1968:1-3), es el


interés en explicar cómo el registro arqueológico se produce, en términos de
modelos explícitos, teorías y leyes sobre cómo operan los sistemas culturales.
Este trabajo será un intento de sugerir, ante la lamentable ausencia de tales
cuerpos de conceptos rigurosamente comprobados (Fritz y Blog, 1970; Aberle,
1970), algunos caminos por los cuales podamos empezar a pensar sobre
anteriormente delimitadas. Serán presentadas hipótesis, las que
adecuadamente examinadas (tested), pueden contribuir a la síntesis eventual y
sistematizar una teoría arqueológica que tenga una utilidad explicativa y
predictiva. Sin esta clase de esquemas que puedan ser examinados
(scrutinizable framework), todo uso de data (4) arqueológico para inferir las
actividades del pasado o la organización es muy desconfiable (Binford, 1968 a),
y está sujeto a discusiones interminables. La explicitación y uso de conceptos
sobre los procesos de formación y otras ramas de la teoría antropológica,
permitirán elaborar proposiciones verdaderamente objetivas (intersubjetive
statement) sobre el pasado.

DEFINICIONES PRELIMINARES

Son necesarias primero algunas consideraciones preliminares de naturaleza


general. Para los propósitos perseguidos, una cultura es concebida como un
sistema de comportamiento (behavior) integrado por subsistemas auto-
regulados e interrelacionados que obtienen y procesas materiales, energías e
información (Miller 1965 a, 1965 b; Clarke, 1968). Un sistema autorregulado y
homeostático se define como aquel en el cual, pese a los cambios en el
sistema ambiental, por lo menos una variable es mantenida dentro de valores
expecificables (Miller 1965 a; Hagen, 1965).

Los valores de las variables del subsistema son mantenidas dentro de sus
alcances por el desempeño de las actividades. Una actividad es una
transformación de energía que involucra como mínimo a una fuente de energía
a menudo humana, actuando sobre uno o más elementos materiales próximos,
una actividad puede ser considerada como una transformación pautada de
energía (White, 1959), que sirve para mantener los valores de las variables del
sistema. Una estructura de actividad se define como las actividades
desarrolladas y sus frecuencias de ejecución, en general en relación a un sitio
pero no necesariamente.

Defino elementos al incluir comidas, combustibles, herramientas, medios,


máquinas, seres humanos y a todos los otros materiales que pueden
registrarse en un inventario completo de un sistema cultural. Se presenta una
división provisoria de los elementos en las categorías de durables y
consumibles para ser usada después. Los elementos durables son las
herramientas, máquinas y medios – en resumen, los transformadores y
preservadores de energía (Wagner, 1960). Los combustibles son los alimentos,
combustibles y otros similares, de cuyo consumo resulta liberada energía. Si
bien muchas otras dimensiones podrían ser usadas para delinear categorías de
elementos, esa es tarea para un investigador que intente resolver problemas
más específicos que los que nos interesan aquí. Sin embargo, debe
mencionarse que a menudo los elementos están organizados en elementos
más grandes, más complejos, y que los elementos complejos pueden estas
compuestos, además, en combinaciones jerárquicas de elementos.

A fin de continuar con la ejecución de la actividad y mantener, en


consecuencia, los valores de las variables del subsistema, es necesario
sustituir los elementos que se agotan o se vuelven inservibles. La inadecuación
de un elemento para articularse apropiadamente con otros es una porción (bit)
de información significativa para el sistema, que comienza a ejecutar otras
actividades, resultando eventualmente en un elemento de reemplazo, o en el
cambio de la estructura de una actividad. El hecho de que este inicie el proceso
de descarte del elemento sustituido es parte de la información significativa para
los arqueólogos. Lo que introduce es el ciclo de vida o la historia de cualquier
elemento – las etapas de su “vida” dentro de un sistema cultural – y cómo este
se relaciona con el eventual traspaso de elementos al registro arqueológico. El
contexto sistémico señala la condición de un elemento que está participando en
un sistema de comportamiento. El contexto arqueológico describe los
materiales que pasaron a través de un sistema cultural, y que ahora son objeto
de la investigación de los arqueólogos.

EL MODELO

Si bien uno puede visualizar fácilmente el paso de la cerámica, los alimentos e


incluso las puntas de proyectil a través de un sistema cultural, el caso es que
todos los elementos que entran en un sistema son modificados, rotos o
combinados con otros elementos usados y eventualmente descartados. Esto es
así incluso para aquello elementos como las casas, que en ciertos momentos
parecen ser rasgos permanentes. Esta observación puede proveer de bases
para la construcción de un simple modelo con el que pueda verse la historia de
vida de cualquier elemento y considerar los comportamientos implícitos en la
producción de un registro arqueológico. Reconozco que el modelo presentado
aquí, y las complejas conductas sobre las que llama la atención, ha sido ya
anticipado por Lewis R. Binford (1968 a: 21), y K. C. Chang (1967: 106-107), se
reconoce una deuda general al trabajo fundamental de Walter Tylor (1948).

Para los fines analíticos, las actividades en las que un elemento duradero
participa durante su vida, o contexto sistémico, pueden ser ampliamente
divididas en cinco procesos: obtención, manufactura, uso, mantenimiento y
descarte. Como el consumo ocurre sólo una vez durante el contexto sistémico
de un combustible, el proceso de mantenimiento ha sido suprimido. Por
conveniencia, las discusiones que siguen usarán exclusivamente la
terminología del modelo de los elementos duraderos. Sumados a los cinco
procesos básicos del contexto sistémico, para algunos problemas será
necesario considerar el almacenaje y el transporte. El almacenaje y el
transporte son actividades que proveen, respectivamente, un desplazamiento
temporal o espacial de un elemento. El transporte y el almacenaje pueden
darse solos o en combinación entre dos procesos, etapas o actividades de una
etapa.

No todos los elementos siguen una ruta unilineal a través de un sistema.


Algunos son recursados en puntos estratégicos a procesos o etapas por los
que ya habían pasado. Los arqueólogos se encuentran con ítems de este tipo a
menudo; esta condición se conoce frecuentemente como reutilización. Dos
variedades de reutilización, reciclaje y ciclaje lateral, serán definidas aquí.

El reciclaje señala el camino seguido por un elemento al completar su uso


hacia el proceso de manufactura del mismo elemento, o de uno distinto. En
nuestro sistema, los metales preciosos y las joyas son reciclados. Algunos
sistemas reciclan los tiestos, bifaces, piedras de moles y muchos otros
elementos, la mayoría de los cuales son derivados a los proceso de
manufacturas de distintos elementos. A veces las actividades de modificación
del uso o mantenimiento de un elemento pueden ser consideradas como
actividades de manufactura de otro. El retoque continuo de un raspador dará
por resultado un implemento inadecuado para uso posterior. Pero de esta
forma el elemento puede ser adaptado para reutilizarlo en alguna otra
actividad.
Fig. 1 – Un modelo fluido para ver el ciclo de vida de elementos durables

Fig. 2 – Un modelo fluido para ver el ciclo de vida de los elementos


consumibles.

El ciclaje lateral describe la terminación de la utilización de un elemento (de su


vida-útil) en una serie de actividades, y su recuperación en otra, a menudo sólo
con la intervención del mantenimiento, almacenaje y transporte.

Se hace referencia específica al movimiento de las vestimentas, herramientas,


mobiliario y otros elementos, que en los sistemas simples y complejos circulan
entre las unidades sociales, las clases y castas.

Las figuras 1 y 2 ilustran modelos básicos para los elementos durables y


consumibles, respectivamente.

Quisiera enfatizar que estos modelos sólo son simplificaciones de una realidad
que es inflexiblemente compleja. Probablemente no sean aptos para ordenar
las secuencias de actividades en las que los elementos de todos los sistemas
culturales participan de sus contextos sistémicos. Algunos casos corrientes de
aparente divergencia de los modelos pueden ser registrados. Los elementos
del Comercio son aquellos que no tienen proceso de manufactura en el sistema
receptivo. Algunos elementos no tienen proceso de manufactura en ningún
sistema: la piedra sin modificar usada en la construcción y algunos
instrumentos para la talla por percusión son ejemplos comunes. Algunos ítems
serán descartados sin que se los mantenga, aún habiendo sido
manufacturados. Los ítems defectuosos pueden ser descartados directamente
después de su manufactura. Un elemento que no cumpla un proceso útil, como
una lasca no utilizada, es designado como desecho: esto no implica que tales
ítems estén exentos de información, sino que son un producto no utilizado
remanente de alguna actividad.

Al terminar la vida útil de un elemento (presumiendo que no hay reutilización)


los elementos serán descartados. El residuo señala la condición post-descarte
de un elemento – la condición de que no participa más en un sistema de
comportamiento. El paso normal de los elementos a través del sistema de la
manera señalada más arriba explica la mayoría de los materiales que forman
parte de un registro arqueológico.

Si bien mucho del material residual consiste en aquellos elementos que se han
roto o gastado durante el uso, algunas piezas (ítems) enteras y aparentemente
útiles son hallados a menudo al excavar. Estos materiales presentan problemas
adicionales de explicación. Algunos pueden haber sido depositados
accidentalmente, o su presencia puede reflejar cambios – un elemento se ha
vuelto obsoleto y es descartado. En nuestro propio sistema cultural los
elementos no dañados y potencialmente reutilizables cuyos costos de reciclaje
son más altos que los de reemplazo son descartados. “Sin depósito, sin
devolución”, las botellas son un ejemplo notorio. La presencia de tales ítems en
el registro arqueológico es considerada todavía en los términos del modelo
presentado, pero sus propiedades formales deben ser señaladas en términos
de principios económicos. Estos diversos factores son importantes y
merecedores de una futura investigación, aunque no den debida cuenta del
material “anómalo” restante hallado en el contexto arqueológico.

Los elementos descartados con el difunto, después de su uso ceremonial,


proveen una fuente significativa de elementos intactos en el contexto
arqueológico, especialmente entre los sistemas simples. El tema de los
elementos de la tumba, y sus relaciones con otros aspectos del sistema que los
descarta, especialmente con la organización social, no será tratado aquí, pese
a que un tratamiento compresivo del tema está aún muy retrasado.

La principal serie de variables responsables por la presencia de elementos


utilizables en el registro arqueológico son las que tienen que ver con el
abandono del sitio. El contexto arqueológico incluye todos los materiales
hallados en un sitio, estén o no en localizaciones especializadas de descarte y
estén o no descartados deliberadamente por los pasados ocupantes del sitio.
Es bien conocido, por ejemplo, que los elementos son hallados en distintas
etapas de manufactura y uso. El modo en que un sitio es abandonado – las
variables que operaron en el tiempo en que los ocupantes dejaron el sitio o
murieron sin ser reemplazados – tiene efectos demostrables en las clases y
cantidades de elementos no descartados hallados en un contexto arqueológico.
Los elementos que alcanzan el contexto sin la ejecución de actividades de
descarte serán llamados residuos de piso.

El interesante estudio de los Seri, de Robert Ascher (1968), sugiere una


hipótesis que, generalizada, es aquí relevante. Los diferentes abandonan
(differential abandonment) de un sitio cambian las proporcionales normales de
los elementos en los diversos procesos de sus contextos sistémicos y la normal
distribución espacial de los elementos. Específicamente se refiere a las
actividades que resultan al remover la materia prima y a los elementos
utilizables de las áreas abandonadas del sitio, y a su reutilización en la parte
aún ocupada. En el momento de su abandono, estos elementos estaban aún
en el contexto sistémico. Podríamos esperar hallar a relativamente menos
elementos en los procesos de pre-descarte del contexto sistémico, o sea, a
menos residuos de facto, en los sitios que sufren abandonos diferentes. Por
otra parte, los sitios rápida y completamente abandonados, como resultado de
una catástrofe, tendrían relativamente mayor número de elementos en
manufactura, uso y de los procesos de mantenimiento. Pompeya viene a la
mente como un ejemplo de este tipo de abandono, en el que ningún cambio
ocurrió en la localización ocupacional de los elementos o su distribución entre
los distintos procesos sistémicos.

Más aún, el abandono, aunque sea repentino, involucra el traslado de algunos


elementos y su transporte a otros sitios. Las clases de cantidades de los
elementos así trasladados deberían ser sistemáticamente relacionadas a otras
variables que operan en el momento de abandono. Entre ellos podría
suponerse: la distancia que hay al sitio próximo, estación o movimiento, el
tamaño de la población que emigra, el desarrollo tecnológico de los sitios
dadores y receptores, los significados del transporte de que se dispone, y otras
variables. Modelos más complejos deberán ser ideados para dar cuenta de los
efectos que los procesos de abandono tienen en la formación del registro
arqueológico.

IMPLICANCIAS ESPACIALES

Quizás el aspecto más importante de la noción de contexto sistémico sea que


hay una localización espacial específica, o localizaciones, para cada proceso
por el que pasa un elemento.

El término “localización” es usado aquí en un sentido lo más amplio posible.


Una localización puede ser un punto en un sitio, o un conjunto de sitios.
También puede ser un sitio entero si, durante un proceso, un elemento tiene la
misma posibilidad de ser hallado en un lugar del sitio o en cualquier otro. Tal
concepto de localización espacial puede ser expresado mejor como una serie
de posibilidades de hallar un elemento o clase de elementos semejantes en
algún punto de la superficie de un sitio, durante un proceso participar o etapa.
Un sitio u otra unidad de análisis espacial es dividido en cuadrículas de igual
superficie y el valor probable de cada cuadrícula es indicado. Cuanto más
pequeñas sean las cuadrículas, mayor será la exactitud posible (ver Coole y
King 1968, por los diversos ejemplos de cómo pueden modelarse las
distribuciones). Esta flexibilidad en la descripción de las localizaciones permite
adaptar convenientemente la trama de referencia a cualquier variable de
interés que convenga a las necesidades del investigador; el metate de una
mujer, o los metates de un poblado. Las relaciones entre las localizaciones de
cada proceso o etapa para un elemento son complejas, pero preveo que
posiblemente determinadas entre aéreas y las variables de comportamiento,
podrán ser especificadas.

La superposición de estas localizaciones para distintos elementos, y las


actividades en las que se articulan, reflejan una matriz de comportamiento de
sorprendente complejidad, incluso para sistemas simples. Si bien esta
complejidad presenta problema para algunos usos del data arqueológico,
también provee de una fuerte de información descuidada hasta ahora para
generar y examinar hipótesis sobre comportamiento.

A menudo los arqueólogos son capaces de reconstruir las actividades de las


manufacturas de los elementos, cuando se los recobra en diversas etapas de
su manufactura, asociados frecuentemente con materiales de desecho. Que las
distintas etapas y procesos del contexto sistémico de un elemento podrían ser
espacialmente reflejadas también ha sido usado menos frecuentemente como
base para generar o experimentar hipótesis. Una punta de proyectil diferente a
otra hallada en un basural, o a otra hallada erosionada en la pared de un
arroyo, sin otro material cultural asociado. En el primer caso, uno podría tratar
con la ubicación de algunas actividades de manufactura, en el segundo con
actividades de descartes, mientras en el tercer caso quizás se tratase de una
localización de uso. Las posibles inferencias culturales hechas a partir de una
punta de proyectil difieren en cada caso así como las hipótesis potenciales en
relación a la cuales estos elementos morfológicamente similares pueden ser
relacionados como evidencia.

En otro ejemplo de la relación puede tomarse el caso del pozo subterráneo de


almacenaje. Como tales pozos tiene la misma ubicación durante todo el
proceso, puede establecerse con seguridad que un pozo excavado, usado y
reparado por los habitantes del sitio en la misma posición en que fue hallado en
el contexto arqueológico. Esta es apenas una aclaración, aunque sugiero que
tal rigurosa justificación para una inferencia primaria de comportamiento es
necesaria si vamos a seguir formulando y respondiendo a los tiempos de
preguntas que comienzan a hacerse sobre los sistemas culturales pasados. El
registro arqueológico producirá una serie de informaciones sobre temas que
podemos considerar en la actualidad, cuando y en tanto se progreso en la
construcción de modelos para relacionar la producción del registro
arqueológico con la conducta cultural en el pasado – modelos que incluirán una
referencia explícita a la dimensión espacial de la conducta cultural.

MODELOS DE LOS TIPOS DE RESIDUOS

Si este modelo del elemento cultural es viable y su aspecto espacial va a ser


valioso para capacitarnos a recuperar el conocimiento del pasado, deberá
aclarar algunas de las cuestiones propuestas antes. Estas y otras serán
examinadas y reelaboradas en términos más simples, para considerarlas
mediante los conceptos esbozados aquí. Serán introducidas hipótesis
adicionales en la medida en que se las precise; ellas intentan, como todas las
hipótesis, ser sugerentes y no definitorias.

Podemos regresar ahora a la cuestión surgida inicialmente en la cita de


Binford: es decir, en qué medida puede esperarse que los restos hallados en
las localizaciones de uso, en un contexto arqueológico, ocurran en esta
localización y no en otra?

Aspiramos a conocer algo sobre las determinantes de la variación en los


modelos de transporte y distribución de los residuos. Puedo establecer una
distinción entre residuo primario y residuo secundario.

Ambos se refieren a los elementos que han sido descartados (compárese con
el residuo de facto), pero, en el caso del residuo secundario, la ubicación del
descarte final no es la misma que la del de uso. El residuo primario es el
material descartado en su ubicación de uso (figura 3).

Creo que el problema general de la disposición del residuo puede ser visto
como el balance entre dos grupos principales de variables. Las soluciones
particulares a las que llegan los ocupantes para manipular los productos de la
ejecución de una actividad considerarán la facilidad del desplazamiento de la o
las actividades, contra la facilidad del desplazamiento del residuo.

Permítasenos suponer que hay un sitio en el que sólo una actividad es llevada
a cabo por una persona, durante breves períodos del año. En este caso, uno
podría esperar pocas alternativas que favorezcan el desarrollo de una
localización separada para el descarte final de los elementos utilizados en esa
actividad. Permítasenos, entonces, aumentar la población del sitio a un poblado
pequeño, y aumentar la intensidad de la ocupación a un año completo. En este
caso, uno podría contar con factores tales como la actividad, saneamiento o
limpieza y la competencia entre los espacios insuficientes de actividad para
privilegiar el transporte, por lo menos de los materiales y su descarte a otra
localización. Las ciudades modernas preveen un ejemplo extremo, como
sabemos hoy en día, donde generalmente ningún elemento es descartado en
su lugar de uso dentro del sitio; consecuentemente, la mayor parte del material
del contexto arqueológico es residuo secundario.
Fig. 3 – Modelo fluido simplificado para explicar las diferencias entre residuo
primario, secundario y de facto.

El Principio general que ese caso hipotético ilustra es que, al aumentar la


población de un sitio (o quizás el tamaño de un sitio) y al aumentar la
ocupación, habrá una correspondencia en la disminución de la relación entre
las localizaciones de uso y descarte para todos los elementos utilizados en las
actividades y descartados en un sitio. Además, aumentara el desarrollo de
áreas especializadas de descarte, ocupaciones y redes de transporte. De este
principio, que, le admitimos, no está refinado ni experimentado, podemos
predecir que las localizaciones de actividades limitadas (Wilmsen 1970), como
son los sitios de matanza, canteras y muchos otros ocupados estacionalmente,
estarán compuestos en gran parte de residuos primarios. Una característica
importante de tales sitios serán los repetidos agrupamientos de elementos en
localizaciones discretas superpuestas.
Supóngase que muchos sitios de muchos sistemas tienen cuando menos un
moderado desarrollo del transporte de residuos y de la distribución de las
actividades y como resultado, los elementos usados en muchas actividades
fueron removidos de sus localizaciones de uso. La cuestión que aparecería
antes que alguien se interesase en inferir la estructura de la actividad pasada
en tal sitio es: en qué medida los elementos asociados en el uso están también
asociados en el residuo secundario? No hay una respuesta definitiva
disponible, si bien una hipótesis puede ser tomada en cuanta para algunas
asociaciones de elementos en el residuo secundario.
Si interviene el almacenaje entre la terminación de la vida útil de un elemento y
su descarte final, existe la posibilidad de que los elementos de la misma
actividad hubiesen sido reubicados y almacenados con el primer elemento, en
espera del descarte final. Por consiguiente, si hay una disminución en la
proporción de la frecuencia del descarte final por la frecuencia del reemplazo
de uno ó más elementos de una actividad, aumenta la posibilidad de que
diversos elementos, espacialmente aquellos que tienen una breve perspectiva
de vida útil, sean descartados al mismo tiempo y en el mismo lugar dentro de
las áreas de residuo secundario. Las condiciones óptimas para la asociación
de los elementos como residuo secundario se dan en las modernas sociedades
industriales, donde intervienen muchos pasos de almacenaje y transporte entre
los elementos de reemplazo y descarte final. La mayor parte de las
actividades, en la mayoría de otros sistemas culturales, resultara en un residuo
secundario, que permanece en algún lugar de este continum de actividades
basadas en elementos asociados. Deberán intentarse investigaciones futuras
en los sistemas culturales existentes y en los extinguidos, para dar mayor
conocimiento sobre las irregularidades de la conducta.
La relativa frecuencia de elementos, o fragmentos de electos, hallados como
residuo primario o secundario, son nuevos datos para muchos estudios sobre
el pasado. Creo que es justo cuestionar cualquier uso de esta información
hasta tanto se conozcan los modos en que las frecuencias de los elementos
rechazados reflejan el sistema del que alguna vez formaron parte. Una solución
general a este problema basado en hipótesis previas, las que pueden admitir
muchas fuentes de excepciones, puede ser presentada ahora.
Presumiendo que no haya cambio en la estructura de la actividad durante la
ocupación de un sitio, y que sólo hay un área de residuo, que puede ser todo el
sitio, las proporciones de elementos de esa área corresponderán a las relativas
frecuencias de los reemplazos. Por ejemplo, aunque sólo una mano sea usada
con un metate en determinado momento, la proporción de manos descartadas
respecto a los metates descartados (suponiendo que no hay reciclaje)
corresponderá a cuan seguido una es gastadas y reemplazada con respecto a
otros, pudiendo ser de 6 a 8 manos por metate. Este modelo es complicado por
elementos que tienen diversas localizaciones de descarte, una o más de las
cuales no son conocidas o accesibles para el investigador. Es particularmente
agudo el problema que ocasionan los patrones de distribución de las puntas de
proyectil. Cualquier proposición, sea para el control de la cronología, afiliación
cultural, reconstrucción de la actividad, o la medida de una variable sistémica
del pasado, requiere una estricta consideración de las múltiples áreas de
descarte para esta clase de elemento. Un tópico de investigación
potencialmente fructífero son las condiciones bajo las cuales las puntas de
proyectil, o cualquier otro elemento similar, serán descartadas en un sitio
habitacional. Puede ser que tales puntas sean una muestra perfectamente
representativa de todas las puntas usadas, pero hasta el momento realmente
no sabemos si es así o no.
Ofreciendo inferencias sobre la estructura de la actividad en el pasado se han
presentado informes en los que, a veces, las actividades rituales aparecen
como poco frecuentes, o ausentes. Una interpretación diferente es posible. Mi
hipótesis es que los elementos duraderos usados intensamente en las
actividades rituales tendrán una expectativa de promedio de vida útil más larga
que los elementos durables no rituales del mismo sistema. Si ese es el caso,
entonces, aunque las actividades rituales estén presentes y sean frecuentes,
se esperaría que los elementos no rituales predominen
desproporcionadamente como residuos, simplemente como resultado de una
diferente frecuencia de reemplazos. Cualquier proposición que asegure la
ausencia o infrecuente ejecución de cualquier actividad, debería tratarse con
escepticismo, hasta que la incidencia introducida por las frecuencias de los
diferentes reemplazos y las múltiples localizaciones de descarte sean tomadas
en cuenta.

CONCLUSION

Los arqueólogos han ido desde el extremo de ver un sitio como una
acumulación de residuos indiferenciada espacialmente y en cuanto al
comportamiento, al otro extremo de ver que los restos, en general, reflejan las
localizaciones de uso en las actividades del pasado. En este punto, parece que
ningún extremo represente generalmente al caso real. Ciertamente, si bien
todos los restos que quedan en un sitio son residuos cuando se descubren en
el contexto arqueológico, cuando son vistos a través del modelo e hipótesis
presentado aquí (e implícitamente usado por muchos investigadores) son
potencialmente mucho más. A fin de desarrollar este potencial, tendremos que
relacionar el material del contexto arqueológico con hipótesis de
comportamiento y organización acerca de los elementos del contexto sistémico.
Sugiero que esta relación es el problema central de la inferencia arqueológica
(ver Binford 1968b para proposiciones similares). Una vez que se posean
proposiciones altamente probables sobre las estructuras de actividad, las
hipótesis que consideran la composición de los grupos de tareas, los medios de
aprovisionamiento, y cómo éstos están estructurados dentro de la organización
total del sistema, y especialmente cómo estas organizaciones cambian, serán
pasibles de una formulación precisa y una comprobación arqueológica. Sin que
uno empiece en el nivel del material del contexto arqueológico, o con modelos
sobre la organización del sistema y del cambio, la forma de la inferencia final o
modelo examinado será similar: los estudios sobre la organización en el
pasado u otras propiedades sistémicas son relacionados a través de
argumentos relevantes (Binford 1968b; Fritz 1968; Schiffer 1970) con la
estructura de la actividad. La estructura de la actividad es a su vez relacionada
con los data del contexto arqueológico mediante conceptos del proceso de
formación.
La construcción y uso de los conceptos del proceso de formación a lo largo de
las líneas bosquejadas más arriba permitirá la justificación rigurosa de nuestras
inferencias. Sin una base de leyes explícitas, lógicamente relacionadas, sobre
los procesos de formación del registro arqueológico, las discusiones sobre la
validez de una inferencia, o cualquier uso de los data del registro, sólo pueden
enfocar epifenómenos o argumentos ad hominem (Binford 1968a). Desearía
que estas primeras aproximaciones a la formación explícita de los conceptos
del proceso presentadas aquí pudieran estimular una vuelta de críticas
vigorosas destinadas a mejorar las herramientas conceptuales con las que
manipulamos los restos de sistemas culturales del pasado. En tanto se
desarrollen modelos más sofisticados y comprensivos, se ganará la confianza
en los usos que demos a los data del registro arqueológico.

Notas:

(1) Residuo, por refuse: se ha preferido esta traducción en lugar de basural o


desperdicio.
(2) Procedencia (por provenience) debe ser entendida como procedencia o
situación (en relación a un contexto), dentro del sitio o capa arqueológica del
sitio.
(3) Registro (de record) debe ser entendido como el conjunto de vestigios o
restos descubiertos en una capa arqueológica.
(4) Data: se mantiene el término latino que podría eventualmente ser traducido
por datos o vestigios.
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