Está en la página 1de 36

¿Qué enseña la Iglesia sobre la

homosexualidad?
P. Miguel A. Fuentes, VE

¿Qué enseña la Iglesia sobre la homosexualidad? ¿Y qué debemos


pensar sobre la discriminación de las personas que tienen tendencias
homosexuales?

1. Delimitación del tema.

Hay varios fenómenos, que se engloban bajo el título genérico de


"disturbios sexuales". Tales son: las desviaciones, las perversiones y
las disfunciones sexuales.

 Entre las desviaciones sexuales se indican: el transexualismo, el travestismo, la


bisexualidad y la homosexualidad.
 Entre las perversiones: la masturbación, el narcisismo, el exhibicionismo, el feticismo,
el sadismo, el masoquismo, la necrofilia, la incestuosidad, el bestialismo, la pedofilia, la
efebofilia, la patofilia, la gerontofilia, etc.
 Entre las disfunciones: disturbios del deseo (ausencia o hipererotismo), disturbios en la
exitación (impotencia y coitofobia), en el orgasmo (frigidez), etc.

Aquí sólo quiero tratar sobre el problema que presenta la


homosexualidad.
2. Definición y naturaleza del fenómeno.
Una definición más o menos adecuada de la homosexualidad es: una
anomalía que consiste en la desviación de la atracción afectivo-
sexual, por la cual el sujeto prueba atracción, e incluso puede
mantener relaciones, con personas de su mismo sexo.
Esta desviación puede responder a causas puramente morales
(perversión moral) o causas morales y psicológicas. Los orígenes del
fenómeno en las personas que se descubren "constitucionalmente"
homosexuales, no son del todo claro; hay varias hipótesis. La más
plausible indica que si bien puede haber predisposiciones orgánicas y
funcionales, el origen más claro se remonta generalmente a una
intrincada red de relaciones afectivas y sociales. Han sido estudiados
los eventuales factores hereditarios, sociológicos, e incluso
hormonales; pero de todos, sobre todo parece ser el más influyente el
clima educativo familiar, especialmente en el período que va de
los 6 a los 12 años. El dinamismo original de la desviación
homosexual parecería consistir en una fracasa identificación afectiva
del niño o de la niña.
Hay que distinguir los homosexuales en:
 Esenciales (también llamados primitivos, constitucionales, primarios); estos están
sujetos a la compulsividad del instinto. A su vez se distinguen en: totales y exclusivos
(aborrecen el sexo opuesto totalmente, y sienten impulso casi irresistible hacia el
propio sexo) y los otros que pueden sentir también la atracción heterosexual
(bisexuales).
 Ocasionales (también llamados veleitarios, secundarios): buscan el propio sexo por
motivaciones más superficiales como aventura, dinero o falta de pareja de otro sexo,
pero conservan las tendencias heterosexuales.

En todos hay que distinguir la tendencia hacia el propio sexo, y el


acto homosexual (ya sea el deseo o pensamiento consentidos, o el
acto externo sexual).
3. Valoración moral.
Hay que hacer un juicio diverso sobre la tendencia y sobre el acto.
1) El acto homosexual. Por acto homosexual entendemos no sólo
los actos sexuales externamente consumados sino también los actos
de deseo y pensamiento plenamente consentidos. Estos son
intrínsecamente desordenados, es decir, malos "ex obiecto". Lo
enseña la Sagrada Escritura, el Magisterio y la razón:
a) Sagrada Escritura. Numerosos son los textos. Basta algunos:
 Lev 18,22: "No te acostarás con varón como con mujer; es abominación".
 Lev 20,13: "Si alguien se acuesta con varón, como se hace con mujer, ambos han
cometido abominación: morirán sin remedio; su sangre caerá sobre ellos".
 Rom 1,27: "Igualmente los hombres, abandonando el uso natural de la mujer, se
abrasaron en deseos los unos por los otros, cometiendo la infamia de hombre con
hombre, recibiendo en sí mismos el pago merecido de su extravío".
 1 Cor 6,9-10: "¡No os engañéis! Ni los impuros... ni los afeminados, ni los
homosexuales...heredarán el Reino de Dios".

b) Magisterio. Hay varios documentos que tienen especial


importancia:
 La Declaración Persona humana, nº 8: "Según el orden moral objetivo, las relaciones
homosexuales son actos privados de su regla esencial e indispensable. En la
Sagrada Escritura están condenados como graves depravaciones e incluso
presentados como la triste consecuencia de una repulsa de Dios (cf. Rom 1,24-27).
Este juicio de la Escritura no permite concluir que todos los que padecen de esta
anomalía son del todo responsables, personalmente, de sus manifestaciones; pero
atestigua que los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados y que
no pueden recibir aprobación en ningún caso".
 Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2357: "La homosexualidad designa las relaciones
entre hombres o mujeres que experimentan una atracción sexual, exclusiva o
predominante, hacia personas del mismo sexo. Reviste formas muy variadas a través
de los siglos y las culturas. Su origen psíquico permanece en gran medida inexplicado.
Apoyándose en la Sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves, la
Tradición ha declarado siempre que 'los actos homosexuales son intrínsecamente
desordenados'. Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida.
No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden
recibir aprobación en ningún caso".
 Sagrad Congregación para la Doctrina de la Fe, Carta a los Obispos de la Iglesia
Católica sobre la atención pastoras a las personas homosexuales (nº 3): repite el texto
de la declaración Persona humana.
 También tienen mucha importancia las intervenciones del Magisterio ante los errores
sobre este punto de algunos moralistas. Así, por ejemplo, ante los errores de J.J,
McNeill, Charles Curran, André Guindon(1).

c) La razón. La razón, no sólo filosófica, sino teológica muestra la


ilicitud de estos actos, en cuanto:
 Están absolutamente desposeídos de la finalidad procreativa que es propia del acto
sexual humano (y la cual no puede ser excluída voluntariamente: HV, 14).
 Niegan la complementariedad entre el varón y la mujer, la cual está inscrita en la
misma naturaleza: no sólo porque el varón y la mujer son complementarios
genitalmente sino porque lo son también germinalmente (sus células sexuales son
complementarias: óvulo y espermatozoo) y psicológicamente.
 Niega la sabiduría creadora de Dios: pues al negar lo único que está explícitamente
escrito en la naturaleza del hombre (la complementariedad entre el varón y la mujer),
niega el plan de Dios en la creación.
 Niegan la autodonación que la razón última que legitima el uso del sexo. Ya que el acto
homosexual es más búsqueda de autocomplacencia que autodonación.
 Es un acto antisocial: porque no contribuye con la generación de nuevos hijos a la
sociedad. El sexo se ordena a la perpetuación de la especie. Si la práctica homosexual
fuera lícita y todos la practicasen equivaldría al suicido social.

2) La tendencia homosexual. Sobre la tendencia homosexual,


cuando responde a factores no voluntarios, se suele verificar muchos
equívocos. Fundamentalmente hay que decir que mientras no sea
consentida no constituye pecado alguno, pero al mismo tiempo,
también hay que afirmar que ella misma, por tender como fin a un
acto desordenado, es un desorden.
a) Puede no constituir pecado: "Un número apreciable de
hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales instintivas.
No eligen su condición homosexual; ésta constituye para la mayoría
de ellos una auténtica prueba" (Catecismo de la Iglesia Católica, nº
2358).
b) Pero es objetivamente desordenada: "La particular inclinación
de la persona homosexual, aunque en sí no sea pecado, constituye
sin embargo una tendencia, más o menos fuerte, hacia un
comportamiento intrínsecamente malo desde el punto de vista moral.
Por este motivo la inclinación misma debe ser considerada como
objetivamente desordenada" (Carta a los Obispos de la Iglesia
Católica sobre la atención pastoras a las personas homosexuales, nº
3).
c) Consecuentemente, estas personas están llamadas a vivir
la castidad de modo total y unir el sufrimiento causado por su
tendencia a la cruz de Cristo: "Estas personas están llamadas a
realizar la voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al
sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a
causa de su condición. Las personas homosexuales están llamadas a
la castidad. Mediante virtudes de dominio de sí mismo que eduquen
la libertad interior, y a veces mediante el apoyo de una amistad
desinteresada, de la oración y la gracia sacramental, pueden y deben
acercarse gradual y resueltamente a la perfección cristiana
(Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2358-2359).
Algunos, para sostener la inculpabilidad de estos actos en las
personas homosexuales cuya tendencia no es voluntaria, han
afirmado que no son libres. Como afirma la Carta a los Obispos, esto
es una injuria a esas personas, porque afirmar que no son libres es
despojarlos de su auténtica libertad: "Se debe evitar la presunción
infundada y humillante de que el comportamiento homosexual de
las personas homosexuales esté siempre y totalmente sujeto a
coacción y por consiguiente sin culpa. En realidad también en las
personas con tendencia homosexual se debe reconocer aquella
libertad fundamental que caracteriza a la persona humana y le
confiere su particular dignidad" (Carta a los Obispos de la Iglesia
Católica sobre la atención pastoras a las personas homosexuales, nº
11).
4. Consecuencias sociales: las actitudes sociales con las
personas homosexuales(2).
Uno de los puntos más controvertidos es el de las actitudes sociales
que se pueden y que se deben tomar respecto de estas personas.
¿Discriminación sexual? Derechos y límites. Ante todo, a estas
personas no se las debe discriminar pastoralmente: hay que tratar
de convertir a las que practican la homosexualidad, y hay que
asistir a quienes no la practican pero tienen tendencias
homosexuales. Es un pecado la violencia contra unas y otras.
Estas personas, como toda persona humana, son sujetos de derechos
fundamentales: derecho al trabajo, a la casa, etc. Con todo, esos
derechos no son absolutos; pueden ser limitados legítimamente por
la Autoridad a causa de comportamientos externos objetivamente
desordenados que atenten contra el bien común o contra los
más débiles (física o moralmente).
Esta reducción de los derechos no absolutos se practica en muchos
casos: en determinadas enfermedades contagiosas, enfermos
mentales, individuos socialmente peligrosos, etc. De este modo,
existe una discriminación justa: "Existen ámbitos en los que no se
da discriminación injusta cuando se tiene en cuenta la tendencia
sexual: por ejemplo, en la adopción o custodia de niños, en la
contratación de profesores o instructores de atletismo, y en el
servicio militar"(3).
Además, la discriminación verdadera, es decir, la que afectaría a una
persona con tendencias homosexuales que quiere vivir castamente,
es casi nula, porque "por regla general, la mayoría de las personas
con tendencia homosexual, que procura llegar una vida casta, no da a
conocer públicamente su tendencia homosexual. En consecuencia el
problema de la discriminación en términos de empleo, casa, etc.,
normalmente no se plantea"(4).
Por el contrario, "los homosexuales que declaran su homosexualidad
son, casi siempre, personas que consideran su comportamiento o su
estilo de vida homosexual como 'indiferente o, sin más, bueno', y por
eso digno de aprobación pública"(5). Por tanto, con estas personas la
pretendida "discriminación" es, en realidad, una defensa social de los
más débiles (los inocentes que pueden ser inducidos a tales
comportamientos).
Estos normalemente usan el slogan de la "discriminación sexual"
como un arma política para manipular la sociedad y la misma
Iglesia(6). Y el objetivo último no apunta a encontrar un lugar en la
sociedad, viviendo castamente, sino explícitamente a lograr la
aprobación de sus comportamientos homosexuales. A este respecto
hay que decir con Juan Pablo II: "Lo que no es moralmente admisible
es la aprobación jurídica de la práctica homosexual. Ser comprensivos
con respecto a quien peca, a quien no es capaz de liberarse de esta
tendencia, no equivale a disminuir las exigencias de la norma moral
(VS,95). Cristo perdonó a la mujer adúltera, salvándola de la
lapidación (Jn 8,1-11), pero, al mismo tiempo, le dijo: 'Ve y de ahora
en adelante ya no peques más'". Y refiriéndose a la resolución del
Parlamente Europeo sobre este tema, añade: "El Parlamente ha
conferido indebidamente un valor institucional a comportamientos
desviados, no conformes al plan de Dios: existen las debilidades -lo
sabemos-, pero el Parlamente al hacer esto ha secundado las
debilidades del hombre"(7).
(1) Sobre Guindon, L'Osservatore Romano, 7 de febrero de 1992, p.
10.
(2) Cf. Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, Carta a los
Obispos de la Iglesia Católica sobre la atención pastoras a las
personas homosexuales, 1 de octubre de 1986; "Algunas
consideraciones acerca de la respuesta a ciertas propuestas de ley
sobre la no discriminación de las personas homosexuales",
L'Osservatore Romano, 31 de julio de 1992, p. 7; Juan Pablo II,
Ángelus del 20 de febrero de 1994.
(3) "Algunas consideraciones acerca de la respuesta a ciertas
propuestas de ley sobre la no discriminación de las personas
homosexuales", L'Osservatore Romano, 31 de julio de 1992, p. 7, nº
11..
(4) Ibid., nº 14.
(5) Ibid., nº 14.
(6) Cf. Carta a los Obispos, nº 9.
(7) Juan Pablo II, Ángelus del 20 de febrero de 1994.

La homosexualidad: ¿enfermedad o pecado?


por el R.P. Dr. Miguel Ángel Fuentes, V.E.

Consulta: ¿Cómo debemos considerar el problema de la


homosexualidad: como enfermedad sexual o como pecado? Y ¿cuál
es la manera correcta y cristiana de tratar a las personas
homosexuales?

1. Delimitación del tema.

La homosexualidad se ubica entre las llamadas "desviaciones


sexuales", para distinguirlas de otros "disturbios sexuales", como son
las perversiones y las disfunciones sexuales. De modo concreto, entre
las perversiones sexuales se enumeran: la masturbación, el
narcisismo, el exhibicionismo, el fetichismo, el sadismo, el
masoquismo, la necrofilia, la incestuosidad, el bestialismo, la
pedofilia, la efebofilia, la patofilia, la gerontofilia, etc.; entre las
disfunciones: los disturbios del deseo (ausencia o de deseo e
hipererotismo), o en la excitación (impotencia y coitofobia), o en el
orgasmo (frigidez), etc. Finalmente, entre las desviaciones sexuales
se colocan el transexualismo, el travestismo, la bisexualidad y la
homosexualidad. La respuesta la debemos limitar a esta última.

2. Definición y naturaleza del fenómeno.


Una definición más o menos adecuada de la homosexualidad es la
que da Sgreccia: una anomalía que consiste en la desviación de la
atracción afectivo-sexual, por la cual el sujeto prueba atracción, e
incluso puede mantener relaciones, con personas de su mismo sexo.

Esta desviación puede responder a causas puramente morales


(perversión moral) o causas morales y psicológicas. Los orígenes del
fenómeno en las personas que se descubren "constitucionalmente"
homosexuales, no son del todo claros; hay varias hipótesis. La más
plausible indica que si bien puede haber predisposiciones orgánicas y
funcionales, el origen se remonta generalmente a una intrincada red
de relaciones afectivas y sociales. Han sido estudiados los eventuales
factores hereditarios, sociológicos, e incluso hormonales; pero de
todos, parece ser el más influyente el clima educativo familiar,
especialmente en el período que va de los 6 a los 12 años. El
dinamismo original de la desviación homosexual parecería consistir
en una fracasada identificación afectiva del niño o de la niña.

Hay que distinguir los homosexuales en:

–Esenciales (también llamados primitivos, constitucionales,


primarios); estos están sujetos a la compulsividad del instinto. A su
vez se distinguen en: totales y exclusivos (aborrecen el sexo
opuesto totalmente, y sienten impulso casi irresistible hacia el propio
sexo) y los otros que pueden sentir también la atracción
heterosexual (bisexuales).

–Ocasionales (también llamados veleitarios, secundarios): buscan el


propio sexo por motivaciones más superficiales como aventura,
dinero o falta de pareja de otro sexo, pero conservan las tendencias
heterosexuales.

En todos hay que distinguir la tendencia hacia el propio sexo, y el


acto homosexual (ya sea el deseo o pensamiento consentidos, o el
acto externo sexual).

3. Valoración moral.

Hay que hacer un juicio diverso sobre la tendencia y sobre el acto.

1) El acto homosexual. Por acto homosexual entendemos no sólo


los actos sexuales externamente consumados sino también los actos
de deseo y pensamiento plenamente consentidos. Estos son
intrínsecamente desordenados, es decir, malos "ex obiecto". Lo
enseña la Sagrada Escritura, el Magisterio y la razón:

a) Sagrada Escritura. Numerosos son los textos. Basta algunos:

–Lev 18,22: "No te acostarás con varón como con mujer; es


abominación".
–Lev 20,13: "Si alguien se acuesta con varón, como se hace con
mujer, ambos han cometido abominación: morirán sin remedio; su
sangre caerá sobre ellos".

–Rom 1,27: "Igualmente los hombres, abandonando el uso natural de


la mujer, se abrasaron en deseos los unos por los otros, cometiendo
la infamia de hombre con hombre, recibiendo en sí mismos el pago
merecido de su extravío".

–1 Cor 6,9-10: "¡No os engañéis! Ni los impuros... ni los afeminados, ni


los homosexuales...heredarán el Reino de Dios".

b) Magisterio. Hay varios documentos que tienen especial


importancia:

- La Declaración Persona humana "Según el orden moral objetivo, las


relaciones homosexuales son actos privados de su regla
esencial e indispensable. En la Sagrada Escritura están
condenados como graves depravaciones e incluso presentados como
la triste consecuencia de una repulsa de Dios (cf. Rom 1,24-27). Este
juicio de la Escritura no permite concluir que todos los que padecen
de esta anomalía son del todo responsables, personalmente, de sus
manifestaciones; pero atestigua que los actos homosexuales son
intrínsecamente desordenados y que no pueden recibir
aprobación en ningún caso"1 .

–Catecismo de la Iglesia Católica: "La homosexualidad designa las


relaciones entre hombres o mujeres que experimentan una atracción
sexual, exclusiva o predominante, hacia personas del mismo sexo.
Reviste formas muy variadas a través de los siglos y las culturas. Su
origen psíquico permanece en gran medida inexplicado. Apoyándose
en la Sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves,
la Tradición ha declarado siempre que ‘los actos homosexuales son
intrínsecamente desordenados’. Son contrarios a la ley natural.
Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una
verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir
aprobación en ningún caso"2 .

–Carta a los Obispos de la Iglesia Católica sobre la atención pastoral a


las personas homosexuales: repite el texto de la declaración Persona
humana3 .

–Pontificio Consejo para la Familia, Sexualidad humana: verdad y


significado4 .

–También tienen mucha importancia las intervenciones del Magisterio


ante los errores sobre este punto de algunos moralistas. Así, por
ejemplo, ante los errores de J.J, McNeill5 , Charles Curran6 , André
Guindon7 .
c) La razón. La razón, tanto filosófica, como teológica muestra la
ilicitud de estos actos, en cuanto:

–Están absolutamente desposeídos de la finalidad procreativa que es


propia del acto sexual humano (y la cual no puede ser excluida
voluntariamente)8 .

–Niegan la complementariedad entre el varón y la mujer, la cual está


inscrita en la misma naturaleza: no sólo porque el varón y la mujer
son complementarios genitalmente sino porque lo son también
germinalmente (sus células sexuales son complementarias: óvulo y
espermatozoo) y psicológicamente.

–Niega la sabiduría creadora de Dios: pues al negar lo único que está


explícitamente escrito en la naturaleza del hombre (la
complementariedad entre el varón y la mujer), niega el plan de Dios
en la creación.

–Niegan la autodonación que la razón última que legitima el uso del


sexo. Ya que el acto homosexual es más una búsqueda de
autocomplacencia que una autodonación.

–Es un acto antisocial: porque no contribuye con la generación de


nuevos hijos a la sociedad. El sexo se ordena a la perpetuación de la
especie. Si la práctica homosexual fuera lícita y todos la practicasen
equivaldría al suicido social.

2) La tendencia homosexual. Sobre la tendencia homosexual,


cuando responde a factores no voluntarios, se suele verificar muchos
equívocos. Fundamentalmente hay que decir que mientras no sea
consentida no constituye pecado alguno, pero al mismo tiempo,
también hay que afirmar que ella misma, por tender como fin a un
acto desordenado, es un desorden.

a) Puede no constituir pecado: "Un número apreciable de


hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales instintivas.
No eligen su condición homosexual; ésta constituye para la mayoría
de ellos una auténtica prueba"9 .

b) Pero es objetivamente desordenada: "La particular inclinación


de la persona homosexual, aunque en sí no sea pecado, constituye
sin embargo una tendencia, más o menos fuerte, hacia un
comportamiento intrínsecamente malo desde el punto de vista moral.
Por este motivo la inclinación misma debe ser considerada como
objetivamente desordenada"10 .

c) Consecuentemente, estas personas están llamadas a vivir


la castidad de modo total y unir el sufrimiento causado por su
tendencia a la cruz de Cristo: "Estas personas están llamadas a
realizar la voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al
sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a
causa de su condición. Las personas homosexuales están llamadas a
la castidad. Mediante virtudes de dominio de sí mismo que eduquen
la libertad interior, y a veces mediante el apoyo de una amistad
desinteresada, de la oración y la gracia sacramental, pueden y deben
acercarse gradual y resueltamente a la perfección cristiana"11 .

Algunos, para sostener la inculpabilidad de estos actos en las


personas homosexuales cuya tendencia no es voluntaria, han
afirmado que no son libres. Como afirma la Carta a los Obispos, esto
es una injuria a esas personas, porque afirmar que no son libres es
despojarlos de su auténtica libertad: "Se debe evitar la presunción
infundada y humillante de que el comportamiento homosexual de
las personas homosexuales esté siempre y totalmente sujeto a
coacción y por consiguiente sin culpa. En realidad también en las
personas con tendencia homosexual se debe reconocer aquella
libertad fundamental que caracteriza a la persona humana y le
confiere su particular dignidad"12 .

4. Consecuencias sociales: las actitudes sociales con las


personas homosexuales13 .

Uno de los puntos más controvertidos es el de las actitudes sociales


que se pueden y que se deben tomar respecto de estas personas.

¿Discriminación sexual? Derechos y límites. Ante todo, a estas


personas no se las debe discriminar pastoralmente: hay que tratar
de convertir a las que practican la homosexualidad, y hay que
asistir a quienes no la practican pero tienen tendencias
homosexuales. Es un pecado la violencia contra unas y otras.

Estas personas, como toda persona humana, son sujetos de derechos


fundamentales: derecho al trabajo, a la casa, etc. Con todo, esos
derechos no son absolutos; pueden ser limitados legítimamente por
la Autoridad a causa de comportamientos externos objetivamente
desordenados que atenten contra el bien común o contra los
más débiles (física o moralmente).

Esta reducción de los derechos no absolutos se practica en muchos


casos: en determinadas enfermedades contagiosas, enfermos
mentales, individuos socialmente peligrosos, etc. De este modo,
existe una discriminación justa: "Existen ámbitos en los que no se
da discriminación injusta cuando se tiene en cuenta la tendencia
sexual: por ejemplo, en la adopción o custodia de niños, en la
contratación de profesores o instructores de atletismo, y en el
servicio militar"14 .

Además, la discriminación verdadera, es decir, la que afectaría a una


persona con tendencias homosexuales que quiere vivir castamente,
es casi nula, porque "por regla general, la mayoría de las personas
con tendencia homosexual, que procura llevar una vida casta, no da a
conocer públicamente su tendencia homosexual. En consecuencia el
problema de la discriminación en términos de empleo, casa, etc.,
normalmente no se plantea"15 .

Por el contrario, "los homosexuales que declaran su homosexualidad


son, casi siempre, personas que consideran su comportamiento o su
estilo de vida homosexual como ‘indiferente o, sin más, bueno’, y por
eso digno de aprobación pública"16 . Por tanto, con estas personas la
pretendida "discriminación" es, en realidad, una defensa social de los
más débiles (los inocentes que pueden ser inducidos a tales
comportamientos).

Estos normalmente usan el slogan de la "discriminación sexual" como


un arma política para manipular la sociedad y la misma Iglesia17 . Y el
objetivo último no apunta a encontrar un lugar en la sociedad,
viviendo castamente, sino explícitamente a lograr la aprobación de
sus comportamientos homosexuales como es el caso del
reconocimiento jurídico-social y la equiparación de la cohabitación
homosexual con el matrimonio heterosexual, e incluso la
implantación de un "derecho" a contraer "matrimonio" entre personas
del mismo sexo. A este respecto hay que decir con Juan Pablo II: "Lo
que no es moralmente admisible es la aprobación jurídica de la
práctica homosexual. Ser comprensivos con respecto a quien peca, a
quien no es capaz de liberarse de esta tendencia, no equivale a
disminuir las exigencias de la norma moral (VS,95). Cristo perdonó a
la mujer adúltera, salvándola de la lapidación (Jn 8,1-11), pero, al
mismo tiempo, le dijo: Ve y de ahora en adelante ya no peques
más". Y refiriéndose a la resolución del Parlamento Europeo sobre
este tema, añade: "El Parlamento ha conferido indebidamente un
valor institucional a comportamientos desviados, no conformes al
plan de Dios: existen las debilidades –lo sabemos–, pero el
Parlamento al hacer esto ha secundado las debilidades del
hombre"18 .
 

NOTAS

1Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, Persona humana,


nº 8.

2 Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2357.

3Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, Carta a los Obispos


de la Iglesia Católica sobre la atención pastoral a las personas
homosexuales, nº 3.

4 Pontificio Consejo para la Familia, Sexualidad humana: verdad y


significado, Roma, 8 de diciembre de 1995, nº 104.
5Sobre McNeill: cf. Congregación para los religiosos y los institutos
seculares, Roma, 2 gennaio 1987, Enchiridion Vaticanum, t. X, nº
1129ss.

6 Sobre Charles Curran: cf. Sagrada Congregación para la doctrina de


la fe, Curran sospeso dall’insegnamento della teologia, Roma 25 lulio
1986, Enchiridion Vaticanum, t. X, nº 724ss.

7 Sobre Guindon, L’Osservatore Romano, 7 de febrero de 1992, p. 10.

8 Cf. Humanae vitae, 14.

9 Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2358.

10 Carta a los Obispos de la Iglesia Católica sobre la atención pastoral


a las personas homosexuales, nº 3.

11 Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2358-2359.

12 Carta a los Obispos de la Iglesia Católica sobre la atención pastoral


a las personas homosexuales, nº 11.

13Cf. Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, Carta a los


Obispos de la Iglesia Católica sobre la atención pastoral a las
personas homosexuales, 1 de octubre de 1986; Algunas
consideraciones acerca de la respuesta a ciertas propuestas de ley
sobre la no discriminación de las personas homosexuales,
L’Osservatore Romano, 31 de julio de 1992, p. 7; Juan Pablo II,
Ángelus del 20 de febrero de 1994.

14Algunas consideraciones acerca de la respuesta a ciertas


propuestas de ley sobre la no discriminación de las personas
homosexuales, L’Osservatore Romano, 31 de julio de 1992, p. 7, nº
11.

15 Ibid., nº 14.

16 Ibid., nº 14.

17 Cf. Carta a los Obispos..., nº 9.

18 Juan Pablo II, Ángelus del 20 de febrero de 1994.

  HOMOSEXUALIDAD: DISTORSIÓN
PUBLICITARIA
Mons. Rodolfo L. Nolasco
Suplemento del boletín AICA Nº 2116, del 9 de julio de 1997
    Una minoría audaz, con la complicidad de algunos medios
periodísticos y la connivencia de los pusilánimes, se ha adueñado de
los espacios y, con habilidad digna de mejor causa, se ha propuesto
convencer a nuestra sociedad menos informada de numerosas
mentiras, rechazadas en el mundo científico, como ya lo eran por el
sentido común de nuestro pueblo, y las convicciones religiosas tanto
de cristianos como de judíos y mahometanos.

Primera mentira: La magnitud del problema

    Hace pocos años el Dr. Nathanson confesaba ante una asamblea
de médicos reunida en Madrid que, cuando él promovía en los
Estados Unidos el aborto, había adoptado con su grupo como técnica
publicitaria la exageración sistemáticamente creciente del número de
abortos con el objeto de disminuir la resistencia cultural a este crimen
contra la vida.

    Similar conducta asumieron respectivamente los políticos


divorcistas en Italia y España para obtener apoyo público y
parlamentario, exagerando enormemente el número de parejas rotas
que estarían esperando la nueva legislación para regularizar su
situación con el divorcio legal.

    En Italia, según la senadora Carrettoni y el diputado Fortuna, había


1.500.000 ó 2.000.000 de parejas rotas que querían divorciarse, y en
los cinco años siguientes a la ley apenas recurrieron al divorcio
94.000 y en 10 años solamente 153.000. ¡El "fervor divorcista" les
hizo multiplicar por 10 y por 20 el número de los eventuales
candidatos al divorcio!

    Una campaña parecida se instrumentó aquí con similar resultado. Y


con total impunidad la revista "Mujer" se atrevió a presentar una lista
de adherentes con sus nombres y apellidos (sin aclarar sus
documentos de identidad) en varios números seguidos, anunciando
que presentaría en cada número de la revista 1.800 nombres y,
tomando por tontos a sus lectores, en cada número solamente
colocaba entre 1.180 y 1.200 nombres. (De todos modos, ¿quién se
iba a tomar el trabajo de contarlos?)(1) Pero yo mismo los conté y
verifiqué la mentira repetida por seis números seguidos, en que,
descubierto el truco, esa campaña terminó.

    Hoy algunos discípulos de esa escuela de manipulación de la


opinión pública, nos pretenden convencer de que en el país los
homosexuales serían 1.300.000 (sin aclarar si se trata de quienes
tienen tendencia homosexual o de los que practican la
homosexualidad). Las investigaciones más serias no dan más de un
2% en los países europeos; un 1,5% en Inglaterra y un 1,1% en los
Estados Unidos (con un pico de 4% en California). Aquí en la
Argentina resulta inverosímil aquella cifra, aunque pudiera parecer
verosímil hablar de un 1% para nuestra población urbana, lo cual
tampoco está comprobado, como para afirmarlo y fundamentar
alguna legislación(2).

La homosexualidad no es de origen genético

    Brindando una fácil excusa que pretende justificar las prácticas
homosexuales llegan algunos a afirmar, sin fundamento serio y contra
la reiterada comprobación de notorios especialistas y psicólogos en
general, que la homosexualidad proviene de un factor genético y que,
por ello, resultaría irreversible.

    Esto es falso, como lo comprueba el número no pequeño de


quienes,aunque con esfuerzo, han podido superar esa tendencia, de
origen psicológico y cultural, que Adler asocia a un cierto complejo de
inferioridad y Stekel a miedo o temor al otro sexo.

    El profesor Van den Aardweg, licenciado en psicología en


Amsterdam y notorio especialista de nivel internacional en terapia de
la homosexualidad, describe numerosos casos de curación,
confirmados por otros psicólogos, como Paul C. Vitz de la Universidad
de Nueva York, y otros de todo el mundo.

    Ratificando la reversibilidad de la tendencia homosexual, no faltan


quienes se han animado a confesar su propia experiencia y certificar
su curación.

    Así sucedió con Noel B. Mosen, quien, en una carta publicada por la
revista New Zealand de junio de 1994 escribe:

                   "Fui homosexual activo durante 21 años, hasta que me


hice cristiano y me
                   convencí de la necesidad de cambiar. Con la ayuda y la
fuerza de Dios, lo
                   conseguí. Ahora llevo seis años felizmente casado y no
experimento
                   ninguno de los deseos y tentaciones homosexuales que
antes dominaban
                   mi vida. En todo el mundo son miles, muchas en Nueva
Zelanda, las
                   personas que han cambiando, igual que yo.

                   "...Es falso que se haya probado la existencia de un gen


que determine la
                   homosexualidad. Si los genes fueran determinantes,
cuando uno de dos
                   gemelos fuera homosexual, también el otro tendría que
serlo; pero en casi
                   la mitad de los casos no ocurre así. Además, si la
orientación sexual
                   estuviera genéticamente determinada, no habría
posibilidad de cambiar;
                   pero conocidos expertos en sexología, sin vinculación
religiosa, como D. J.
                   West, M. Nicholson y L. J. Hatterer, han descrito muchos
casos de
                   homosexuales que se convierten en heterosexuales de
modo
                   completamente espontáneo, sin presiones de ninguna
clase.

                   "Mi experiencia personal es que la homosexualidad no es


una condición
                   estable, ni satisfactoria, que no es una bendición. No es
libertad, sino una
                   adicción emocional.

                   "Estoy firmemente convencido de que la homosexualidad


surge de una
                   alienación y de sentirse rechazado desde la infancia por
parte de las
                   personas del mismo sexo"(3).

    Psicólogos como Bieber, Cappon y Albert Ellis sostienen que hay un
elevado porcentaje de homosexuales curados, que han pasado de
una homosexualidad completa a una heterosexualidad también
completa(4).

    Aquí mismo en Buenos Aires, hace ya muchos años, varios


sacerdotes, estudiando el tema de la homosexualidad y las
perspectivas morales y terapéuticas de quienes acudían a nuestros
confesionarios, conversando con algunos psicólogos, llegamos
también a la convicción de que, pese a las dificultades prácticas de la
curación en algunos casos, la coordinación de un asiduo sostén
espiritual con la atención de un buen psicólogo recurriendo alguna
vez hasta la sugestión e hipnosis, podía alcanzar la superación del
problema.

    Esta solución solamente resulta posible con la seria voluntad del
paciente y su perseverancia en el esfuerzo, aislándose totalmente del
ambiente homosexual en que se ha habituado a esas prácticas. Esto
evidentemente resulta tanto más difícil cuanto por mayor tiempo se
ha extendido dicha conducta, que llega a constituirse en una adicción,
tan difícil de erradicar como la droga.

    Alan Medinger, otro ex-homosexual, por la experiencia de su


esfuerzo de superación, no duda en atribuirlo a la ayuda de Dios:
                   "Para muchos de nosotros, el camino hacia la vida
heterosexual ha estado
                   tan lleno de bendiciones, que no dudaríamos en
proclamar el poder de
                   Dios que transforma la vida de los hombres y mujeres
homosexuales"(5).

Casos de origen natural

    Hace ya muchos años la revista Cahiers de Laënnec de Bélgica


publicaba dos números dedicados a los estados intersexuales,
refiriéndose al hermafroditismo, que algunos confunden con la
homosexualidad, aunque eventualmente podría derivarse de aquel.

    Hermafroditismo se suele llamar a la condición de un ser humano


que manifiesta los órganos anatómicos y factores secundarios de
ambos sexos.

    Se trata de casos rarísimos(6) en los que parecen coexistir ambos


sexos; pero generalmente hay una clara prevalencia de uno de los
sexos y alguna presencia del otro sexo en un resto de órgano
claramente atrofiado.

    Esta situación puede crear una aparente ambigüedad y duda, que
puede superarse con breve investigación anatómica y hormonal. No
parece haberse confirmado la existencia de hermafroditas con real
capacidad ambivalente.

    Si la duda en los padres prevalece o subsiste por un tiempo, la


educación o el trato que se asume puede influir en un desarrollo
psicológico análogo al del sexo asumido en la práctica, y
posteriormente resultar contradictorio con el desarrollo anatómico
fisiológico al llegar la pubertad.

    La solución del problema en estos casos, de acuerdo a la doctrina


moral y la práctica médica, implica, después de determinar cuál es el
sexo prevalente, la extirpación quirúrgica de lo que no corresponda a
tal sexo con los ajustes necesarios para una conformación anatómica
normal, reforzando ulteriormente con tratamiento hormonal
correlativo.

    Aunque tenga alguna similitud, este procedimiento no tiene nada


que ver con la cirugía transexual, que pretende un cambio de sexo y
no alcanza realmente sino su apariencia externa, no pocas veces con
objetivos de facilitar prácticas homosexuales, aunque en algún caso
intente sólo prolongar un hábito psicológico desviado (quizá sin culpa)
en el ambiente familiar.
LA IGLESIA Y LA ATENCIÓN PASTORAL A LOS
HOMOSEXUALES

Carta de la Congregación para la Doctrina de la Fe (1986)

1. El problema de la homosexualidad y del juicio ético sobre los actos 


homosexuales se ha convertido cada vez más en objeto de debate
público, 
incluso en ambientes católicos. En esta discusión, frecuentemente,
se 
proponen argumentaciones y se expresan posiciones no conformes
con la 
enseñanza de la Iglesia católica, que suscitan una Justa preocupación
en 
todos aquellos que están comprometidos en el ministerio pastoral.
Por 
consiguiente, esta Congregación ha considerado el problema tan
grave y 
difundido que justifica la presente carta, dirigida a todos los obispos
de 
la Iglesia católica, sobre la atención pastoral a las personas
homosexuales.

2. En esta sede, naturalmente, no se puede afrontar un desarrollo 


exhaustivo de tan complejo problema; la atención se concentrará más
bien en 
el contexto específico de la perspectiva moral católica. Esta
encuentra 
apoyo también en seguros resultados de las ciencias humanas, las
cuales, a 
su vez, tienen un objeto y un método propio, que gozan de legítima
autonomía.

La posición de la moral católica está fundada sobre la razón humana, 


iluminada por la fe y guiada conscientemente por el intento de hacer
la 
voluntad de Dios, nuestro Padre. De este modo, la Iglesia está en
condición 
no sólo de poder aprender de los descubrimientos científicos, sino
también 
de trascender su horizonte; ella está segura que su visión más
completa 
respeta la compleja realidad de la persona humana que, en sus
dimensiones 
espiritual y corpórea, ha sido creada por Dios y, por su gracia,
llamada a 
ser heredada de la vida eterna.
Sólo dentro de este contexto, por consiguiente, se puede comprender
con 
claridad en qué sentido el fenómeno de la homosexualidad, con sus
múltiples 
dimensiones y con sus efectos sobre la sociedad y sobre la vida
eclesial, 
es un problema que concierne propiamente a la preocupación
pastoral de la 
Iglesia. Por lo tanto, se requiere de sus ministros un estudio atento,
un 
compromiso concreto y una reflexión honesta, teológicamente
equilibrada.

3. En la «Declaración sobre algunas cuestiones de ética sexual», del


29 de 
diciembre de 1975, la Congregación para la doctrina de la fe ya había 
tratado explícitamente este problema. En aquella declaración se
subrayaba 
el deber de tratar de comprender la condición homosexual y se
observaba 
cómo la culpabilidad de los actos homosexuales debía ser juzgada
con 
prudencia. Al mismo tiempo, la Congregación tenía en cuenta la
distinción 
comúnmente hecha entre condición o tendencia homosexual y actos 
homosexuales. Estos últimos venían descritos como actos que están
privados 
de su finalidad esencial e indispensable, como «intrínsecamente 
desordenados» y que en ningún caso pueden recibir aprobación.

Sin embargo, en la discusión que siguió a la publicación de la


declaración 
se propusieron unas interpretaciones excesivamente benévolas de la 
condición homosexual misma, hasta el punto que alguno se atrevió
incluso a 
definirla indiferente o, sin más, buena. Es necesario precisar, por el 
contrario, que la particular inclinación de la persona homosexual,
aunque 
en sí no sea pecado, constituye, sin embargo, una tendencia, más o
menos 
fuerte, hacia un comportamiento intrínsecamente malo desde el
punto de 
vista moral. Por este motivo, la inclinación misma debe ser
considerada 
como objetivamente desordenada.

Quienes se encuentran en esta condición deberían, por tanto, ser


objeto de 
una particular solicitud pastoral para que no lleguen a creer que la 
realización concreta de tal tendencia en las relaciones homosexuales
es una 
opción moralmente aceptable.

4. Una de las dimensiones esenciales de una auténtica atención


pastoral es 
la identificación de las causas que han creado confusión en relación
con la 
enseñanza de la Iglesia. Entre ellas se señala una nueva exégesis de
la 
sagrada Escritura, según la cual la Biblia o no tendría cosa alguna
que 
decir sobre el problema de la homosexualidad o incluso le daría en
algún 
modo una tácita aprobación, o, en fin, ofrecería unas prescripciones 
morales tan condicionadas cultural e históricamente que ya no
podrían ser 
aplicadas a la vida contemporánea. Tales opiniones, gravemente
erróneas y 
desorientadoras requieren, por consiguiente, una especial vigilancia.

5. Es cierto que la literatura bíblica debe a las varias épocas en las


que 
fue escrita gran parte de sus modelos de pensamiento y de
expresión. En 
verdad, la Iglesia de hoy proclama el Evangelio a un mundo que es
muy 
diferente del antiguo. Por otra parte, el mundo en el que fue escrito
el 
nuevo Testamento estaba ya notablemente cambiado, por ejemplo,
respecto a 
la situación en la que se escribieron o se redactaron las sagradas 
Escrituras del pueblo hebreo.

Sin embargo, se debe destacar que aun en el contexto de esa


notable 
diversidad, existe una evidente coherencia dentro de las Escrituras
mismas 
sobre el comportamiento homosexual. Por consiguiente, la doctrina
de la 
Iglesia sobre este punto no se basa solamente en frases aisladas, de
las 
que se pueden sacar discutibles argumentaciones teológicas, sino
más bien 
en el sólido fundamento de un constante testimonio bíblico. La actual 
comunidad de fe, en ininterrumpida continuidad con las comunidades
judías y 
cristianas dentro de las cuales fueron redactadas las antiguas
Escrituras, 
continúa siendo alimentada por esas mismas Escrituras y por el
Espíritu de 
verdad del cual ellas son palabra. Asimismo es esencial reconocer
que los 
textos sagrados no son comprendidos realmente cuando se
interpretan en un 
modo que contradice la Tradición viva de la Iglesia. La interpretación
de 
la Escritura, para ser correcta, debe estar en efectivo acuerdo con
esta 
Tradición.

El concilio Vaticano II se expresa al respecto de la siguiente manera:


«Es 
evidente, por tanto, que la sagrada Tradición, la sagrada Escritura y
el 
Magisterio de la Iglesia, según el designio sapientísimo de Dios, están 
entrelazados y unidos de tal forma que no tienen consistencia el uno
sin 
los otros y que, juntos, cada uno a su modo, bajo la acción del
Espíritu 
Santo, contribuyen eficazmente a la salvación de las almas». A la luz
de 
estas afirmaciones se traza ahora brevemente la enseñanza bíblica al
respecto.

6. La teología de la creación, presente en el libro del Génesis,


suministra 
el punto de vista fundamental para la comprensión adecuada de los
problemas 
puestos por la homosexualidad. Dios, en su infinita sabiduría y en su
amor 
omnipotente, llama a la existencia a toda la creación como reflejo de
su 
bondad. Crea al hombre a su imagen y semejanza como varón y
hembra. Los 
seres humanos, por consiguiente, son criaturas de Dios, llamadas a 
reflejar, en la complementariedad de los sexos, la unidad interna del 
Creador. Ellos realizan esta tarea de manera singular, cuando
cooperan con 
él en la transmisión de la vida, mediante la recíproca donación
esponsal.
El capítulo tercero del Génesis muestra cómo esta verdad sobre la
persona 
humana, en cuanto imagen de Dios, se oscureció por el pecado
original. De 
allí se sigue inevitablemente una pérdida de la conciencia del
carácter de 
alianza que tenía la unión de las personas humanas con Dios y entre
sí. 
Aunque el cuerpo humano conserve aún su «significado nupcial», éste
ahora 
se encuentra oscurecido por el pecado. Así, el deterioro debido al
pecado 
continúa desarrollándose en la historia de los hombres de Sodoma.
No puede 
haber duda acerca del juicio moral expresado allí contra las
relaciones 
homosexuales. En el Levítico (18, 22 y 20, 13), cuando se indican las 
condiciones necesarias para pertenecer al pueblo elegido, el autor
excluye 
del pueblo de Dios a quienes tienen un comportamiento homosexual.

Teniendo como telón de fondo esta legislación teocrática, san Pablo 


desarrolla una perspectiva escatológica, dentro de la cual propone de
nuevo 
la misma doctrina, catalogando también a quien obra como
homosexual entre 
aquellos que no entrarán en el reino de Dios. En otro pasaje de su 
epistolario, fundándose en las tradiciones morales de sus
antepasados, pero 
colocándose en el nuevo contexto de la confrontación entre el
cristianismo 
y la sociedad pagana de su tiempo, presenta el comportamiento
homosexual 
como un ejemplo de la ceguera en la que ha caído la humanidad.
Suplantando 
la armonía originaria entre el Creador y las criaturas, la grave
desviación 
de la idolatría ha conducido a toda suerte de excesos en el campo
moral. 
San Pablo encuentra el ejemplo más claro de esta desavenencia
precisamente 
en las relaciones homosexuales. En fin, en continuidad perfecta con
la 
enseñanza bíblica, en el catálogo de aquellos que obran en forma
contraria 
a la sana doctrina, vienen explícitamente mencionados como
pecadores 
aquellos que efectúan actos homosexuales.

7. La Iglesia, obediente al Señor que la ha fundado y la ha enriquecido


con 
el don de la vida sacramental, celebra en el sacramento del
matrimonio el 
designio divino de la unión del hombre y de la mujer, unión de amor y
capaz
 de dar vida. Sólo en la relación conyugal puede ser moralmente recto
el uso
 de la facultad sexual. Por consiguiente, una persona que se comporta
de manera homosexual obra inmoralmente.
Optar por una actividad sexual con una persona del mismo sexo
equivale a 
anular el rico simbolismo y el significado, para no hablar de los fines, 
del designio del Creador en relación con la realidad sexual. La
actividad 
homosexual no expresa una unión complementaria, capaz de
transmitir la 
vida, y, por lo tanto, contradice la vocación a una existencia vivida en 
esa forma de autodonación que, según el Evangelio, es la esencia
misma de 
la vida cristiana. Eso no significa que las personas homosexuales no
sean a 
menudo generosas y no se donen a sí mismas, pero cuando se
empeñan en una 
actividad homosexual refuerzan dentro de ellas una inclinación
sexual 
desordenada, en sí misma caracterizada por la autocomplacencia.

Como sucede en cualquier otro desorden moral, la actividad


homosexual 
impide la propia realización y felicidad porque es contraria a la
sabiduría 
creadora de Dios. La Iglesia, cuando rechaza las doctrinas erróneas
en 
relación con la homosexualidad, no limita sino más bien defiende la 
libertad y la dignidad de la persona, entendidas de modo realista y
auténtico.

8. La enseñanza de la Iglesia de hoy se encuentra, pues, en


continuidad 
orgánica en la visión de la sagrada Escritura y con la constante
tradición. 
Aunque si el mundo de hoy, desde muchos puntos de vista,
verdaderamente ha 
cambiado, la comunidad cristiana es consciente del lazo profundo y
duradero 
que la une a las generaciones que la han precedido «en el signo de la
fe».
Sin embargo, en la actualidad, un número cada vez más grande de
personas, 
aun dentro de la Iglesia, ejercen una fortísima presión para llevarla a 
aceptar la condición homosexual y a legitimar los actos
homosexuales. Así, 
quienes, dentro de la comunidad de la fe, incitan en esta dirección,
tienen 
a menudo estrechos vínculos con los que obran fuera de ella. Ahora
bien: 
estos grupos externos se mueven por una visión opuesta a la verdad
sobre la 
persona humana, que nos ha sido plenamente revelada en el misterio
de 
Cristo. Aunque no en un modo plenamente consciente, manifiestan
una 
ideología materialista que niega la naturaleza trascendente de la
persona 
humana como también la votación sobrenatural de todo individuo.

Los ministros de la Iglesia deben procurar que las personas


homosexuales 
confiadas a su cuidado no se desvíen por estas opiniones, tan
profundamente 
opuestas a la enseñanza de la Iglesia, y aprovechen esta confusión
para sus 
propios fines.

9. Dentro de la Iglesia se ha formado también una tendencia,


constituida 
por grupos de presión con diversos nombres y diversa amplitud, que
intenta 
acreditarse como representante de todas las personas homosexuales
que son 
católicas. Pero el hecho es que sus seguidores, generalmente, son
personas 
que o ignoran la enseñanza de la Iglesia o buscan subvertirla de
alguna 
manera. Se trata de mantener bajo el amparo del catolicismo a
personas 
homosexuales que no tienen intención alguna de abandonar su
comportamiento 
homosexual. Una de las tácticas utilizadas es la de afirmar, en tono
de 
protesta, que cualquier crítica, o reserva en relación con las personas 
homosexuales, con su actividad y con su estilo de vida, constituye 
simplemente una forma de injusta discriminación.

En algunas naciones se realiza, por consiguiente, una verdadera y


propia 
tentativa de manipular a la Iglesia conquistando el apoyo de sus
pastores, 
frecuentemente de buena fe, en el esfuerzo de cambiar las normas de
la 
legislación civil. El fin de tal acción consiste en conformar esta 
legislación con la concepción propia de estos grupos de presión, para 
quienes la homosexualidad es, si no totalmente buena, al menos una
realidad 
perfectamente inocua. Aunque la práctica de la homosexualidad,
amenace 
seriamente la vida y el bienestar de un gran número de personas, los 
partidarios de esta tendencia no desisten de sus acciones y se niegan

tomar en consideración las proporciones del riesgo allí implicado.

La Iglesia no puede dejar de preocuparse de todo esto y, por


consiguiente, 
mantiene firme su clara posición al respecto, que no puede ser
modificada 
por la presión de la legislación civil o de la moda del momento. Ella
se 
preocupa sinceramente también de muchísimas personas que no se
sienten 
representadas por los movimientos pro homosexuales y de aquellos
que 
podrían estar tentados a creer en su engañosa propaganda. La Iglesia
es 
consciente de que la opinión, según la cual la actividad homosexual
sería 
equivalente, o por lo menos igualmente aceptable, cuanto la
expresión 
sexual del amor conyugal tiene una incidencia directa sobre la
concepción 
que la sociedad tiene acerca de la naturaleza y de los derechos de la 
familia, poniéndoselos seriamente en peligro.

10. Es de deplorar con firmeza que las personas homosexuales hayan


sido y 
sean todavía objeto de expresiones malévolas y de acciones
violentas. Tales 
comportamientos merecen la condena de los pastores de la Iglesia, 
dondequiera que se verifiquen. Revelan una falta de respeto por los
demás, 
que lesiona unos principios elementales sobre los que se basa una
sana 
convivencia civil. La dignidad propia de toda persona siempre debe
ser 
respetada en las palabras, en las acciones y en las legislaciones.

Sin embargo, la justa reacción a las injusticias cometidas contra las 


personas homosexuales de ningún modo puede llevar a la afirmación
de que la 
condición homosexual no sea desordenada. Cuando tal afirmación es
acogida 
y, por consiguiente, la actividad homosexual es aceptada como
buena, o 
también cuando se introduce una legislación civil para proteger un 
comportamiento al cual ninguno puede reivindicar derecho alguno, ni
la 
Iglesia, ni la sociedad en su conjunto, deberían luego sorprenderse si 
también ganan terreno otras opiniones y prácticas torcidas y si
aumentan 
los comportamientos irracionales y violentos.
11. Algunos sostienen que la tendencia homosexual, en ciertos casos,
no es 
el resultado de una elección deliberada y que la persona homosexual
no 
tiene alternativa, sino que es forzada a comportarse de una manera 
homosexual. Como consecuencia se afirma que ella, no siendo
verdaderamente 
libre, obraría sin culpa en estos casos.

Al respecto es necesario volver a referirse a la sabia tradición moral


de 
la Iglesia, la cual pone en guardia contra generalizaciones en el juicio
de 
los casos particulares. De hecho, en un caso determinado pueden
haber 
existido en el pasado o pueden todavía subsistir circunstancias tales
que 
reducen y hasta quitan la culpabilidad del individuo; otras
circunstancias, 
por el contrario, pueden aumentarla. De todos modos, se debe evitar
la 
presunción infundada y humillante de que el
comportamiento homosexual de las personas homosexuales esté
siempre y 
totalmente sujeto a coacción y, por consiguiente, sin culpa. En
realidad, 
también en las personas con tendencia homosexual se debe
reconocer aquella 
libertad fundamental que caracteriza a la persona humana y le
confiere su 
particular dignidad. Como en toda conversión del mal, gracias a esta 
libertad el esfuerzo humano, iluminado y sostenido por la gracia de
Dios, 
podrá permitirles evitar la actividad homosexual.

12. ¿Qué debe hacer entonces una persona homosexual que busca
seguir al 
Señor? Sustancialmente, estas personas están llamadas a realizar la 
voluntad de Dios en su vida, uniendo al sacrificio de la cruz del Señor 
todo sufrimiento y dificultad que puedan experimentar a causa de su 
condición. Para el creyente, la cruz es un sacrificio fructuoso, puesto
que 
de esa muerte provienen la vida y la redención. Aun si toda invitación

llevar la cruz o a entender de este modo el sufrimiento del cristiano
será 
presumiblemente objeto de mofa por parte de alguno, se deberá
recordar que 
ésta es la vía de la salvación para todos aquellos que son seguidores
de 
Cristo.

Esto no es otra cosa, en realidad, que la enseñanza del apóstol Pablo


a los 
gálatas, cuando dice que el Espíritu produce en la vida del creyente
«amor, 
gozo, paz, paciencia, benevolencia, bondad, fidelidad, mansedumbre

dominio de sí», y aún más: «No podéis pertenecer a Cristo sin
crucificar la 
carne con sus pasiones y sus deseos».

Esta invitación, sin embargo, se interpreta mal cuando se la


considera 
solamente como un inútil esfuerzo de autorrenuncia. La cruz
constituye 
ciertamente una renuncia de sí, pero en el abandono en la voluntad
de aquel 
Dios que de la muerte hace brotar la vida y capacita a aquellos que
ponen 
su confianza en él para que puedan practicar la virtud en cambio del
vicio.
El misterio pascual se celebra verdaderamente sólo si se deja que
empape el 
tejido de la vida cotidiana. Rechazar el sacrificio de la propia
voluntad 
en la obediencia a la voluntad del Señor constituye de hecho poner
un 
obstáculo a la salvación. Así como la cruz es el centro de la
manifestación 
del amor redentor de Dios por nosotros en Jesús, así la conformidad
de la 
autorrenuncia de los hombres y de las mujeres homosexuales con el 
sacrificio del Señor constituirá para ellos una fuente de autodonación
que 
los salvará de una forma de vida que amenaza continuamente de
destruirlos.

Las personas homosexuales, como los demás cristianos, están


llamadas a 
vivir la castidad. Si se dedican con asiduidad comprender la
naturaleza de 
la llamada personal de Dios respecto a ellas, estarán en condición de 
celebrar más fielmente el sacramento de la penitencia y de recibir la 
gracia del Señor, que se ofrece generosamente en este sacramento
para 
poderse convertir más plenamente caminando en el seguimiento a
Cristo.
13. Es evidente, además, que una clara y eficaz transmisión de la
doctrina 
de la Iglesia a todos los fieles y a la sociedad en su conjunto depende
en 
gran parte de la correcta enseñanza y de la fidelidad de quien ejercita
el 
ministerio pastoral. Los obispos tienen la responsabilidad,
particularmente 
grave, de preocuparse de que sus colaboradores en el ministerio, y
sobre 
todo los sacerdotes, estén rectamente informados y personalmente
bien 
dispuestos para comunicar a todos la doctrina de la Iglesia en su
integridad.

Es admirable la particular solicitud y la buena voluntad que


demuestran 
muchos sacerdotes y religiosos en la atención pastoral a las personas 
homosexuales, y esta Congregación espera que no disminuirá. Estos
celosos 
ministros deben tener la certeza de que están cumpliendo fielmente
la 
voluntad del Señor cuando estimulan a la persona homosexual a
conducir una 
vida casta y le recuerden la dignidad incomparable que Dios ha dado
también 
a ella.

14. Al hacer las anteriores consideraciones, esta Congregación quiere


pedir 
a los obispos que estén particularmente vigilantes en relación con
aquellos 
programas que de hecho intentan ejercer una presión sobre la Iglesia
para 
que cambie su doctrina, aunque a veces se niegue de palabra que
sea así. Un 
estudio atento de las declaraciones públicas y de las actividades que 
promueven esos programas revela una calculada ambigüedad, a
través de la 
cual buscan confundir a los pastores y a los fieles. Presentan a veces
por 
ejemplo, la enseñanza del Magisterio, pero sólo una fuente facultativa
en 
orden a la formación de la conciencia, sin reconocer su peculiar
autoridad. 
Algunos grupos suelen incluso calificar como «católicas» a sus 
organizaciones o a las personas a quienes intentan dirigirse, pero en 
realidad no defienden ni promueven la enseñanza del Magisterio; por
el 
contrario, a veces, lo atacan abiertamente. Aunque sus miembros 
reivindiquen que quieren conformar su vida con la enseñanza de
Jesús, de 
hecho abandonan la enseñanza de su Iglesia. Este comportamiento 
contradictorio de ninguna manera puede tener el apoyo de los
obispos.

15. Esta Congregación, por consiguiente, anima a los obispos para


que 
promuevan en sus diócesis una pastoral que, en relación con las
personas 
homosexuales, esté plenamente de acuerdo con la enseñanza de la
Iglesia. 
Ningún programa pastoral auténtico podrá incluir organizaciones en
las que 
se asocien entre sí personas homosexuales, sin que se establezca
claramente 
que la actividad homosexual es inmoral. Una actitud verdaderamente
pastoral 
comprenderá la necesidad de evitar las ocasiones próximas de
pecado a las 
personas homosexuales.

Deben ser estimulados aquellos programas en los que se evitan


estos 
peligros. Pero se debe dejar bien en claro que todo alejamiento de la 
enseñanza de la Iglesia, o el silencio acerca de ella, so pretexto de 
ofrecer un cuidado pastoral, no constituye una forma de auténtica
atención 
ni de pastoral válida. Sólo lo que es verdadero puede finalmente ser 
también pastoral. Cuando no se tiene presente la posición de la
Iglesia se 
impide que los hombres y las mujeres homosexuales reciban aquella
atención 
que necesitan y a la que tienen derecho.

Un auténtico programa pastoral ayudará a las personas


homosexuales en todos 
los niveles de su vida espiritual, mediante los sacramentos y en
particular 
a través de la frecuente y sincera confesión sacramental, mediante la 
oración, el testimonio, el consejo y la atención individual. De este
modo, 
la entera comunidad cristiana puede llegar a reconocer su vocación a 
asistir a estos hermanos y hermanas, evitándoles ya sea la desilusión,
ya 
sea el aislamiento.

16. De esta aproximación diversificada se pueden derivar muchas


ventajas, 
entre las cuales no es menos importante la constatación de que una
persona 
homosexual, como por lo demás todo ser humano, tiene una profunda
exigencia 
de ser ayudada contemporáneamente a distintos niveles.

La persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios, no puede


ser 
definida de manera adecuada con una referencia reductiva sólo a su 
orientación sexual. Cualquier persona que viva sobre la faz de la
tierra 
tiene problemas y dificultades personales, pero también tiene
oportunidades 
de crecimiento, recursos, talentos y dones propios. La Iglesia ofrece
para 
la atención a la persona humana el contexto del que hoy se siente
una 
extrema exigencia, precisamente cuando rechaza el que se considere
la 
persona puramente como un «heterosexual» o un «homosexual» y
cuando subraya 
que todos tienen la misma identidad fundamental: el ser criatura y,
por 
gracia, hijo de Dios, heredero de la vida eterna.

17. Ofreciendo estas clarificaciones y orientaciones pastorales a la 


atención de los obispos, esta Congregación desea contribuir a sus
esfuerzos 
en relación a asegurar que la enseñanza del Señor y de su Iglesia
sobre 
este importante tema sea transmitida de manera íntegra a todos los
fieles.
A la luz de cuanto se ha expuesto ahora, se invita a los ordinarios del 
lugar a valorar, en el ámbito de su competencia, la necesidad de 
particulares intervenciones. Además, si se retiene útil, se podrá
recurrir 
a una ulterior acción coordinada a nivel de las Conferencias
episcopales 
nacionales.

En particular, los obispos deben procurar sostener con los medios a


su 
disposición el desarrollo de formas especializadas de atención
pastoral 
para las personas homosexuales. Esto podría incluir la colaboración
de las 
ciencias psicológicas, sociológicas y médicas, manteniéndose siempre
en 
plena fidelidad con la doctrina de la Iglesia.

Los obispos, sobre todo, no dejarán de solicitar la colaboración de


todos 
los teólogos católicos para que éstos, enseñando lo que la Iglesia
enseña y 
profundizando con sus reflexiones el significado auténtico de la
sexualidad 
humana y del matrimonio cristiano en el plan divino, como también
de las 
virtudes que éste comporta, pueden ofrecer una válida ayuda en este
campo 
específico de la actividad pastoral.

Particular atención deberán tener pues, los obispos en la selección de


los 
ministros encargados de esta delicada tarea, de tal modo que éstos,
por su 
fidelidad al Magisterio y por su elevado grado de madurez espiritual y 
psicológica, puedan prestar una ayuda efectiva a las personas
homosexuales 
en la consecución de su bien integral. Estos ministros deberán
rechazar las 
opiniones teológicas que son contrarias a la enseñanza de la Iglesia y
que, 
por lo tanto, no pueden servir de normas en el campo pastoral.

Será conveniente, además, promover programas apropiados de


catequesis, 
fundados sobre la verdad concerniente a la sexualidad humana, en
su 
relación con la vida de la familia, tal como es enseñada por la Iglesia. 
Tales programas, en efecto, suministran un óptimo contexto, dentro
del cual 
se puede tratar también la cuestión de la homosexualidad.

Esta catequesis podrá ayudar asimismo a aquellas familias, en las


que se 
encuentran personas homosexuales a afrontar un problema que las
toca tan 
profundamente.

Se deberá retirar todo apoyo a cualquier organización que busque


subvertir 
la enseñanza de la Iglesia, que sea ambigua respecto a ella o que la 
descuide completamente. Un apoyo en este sentido, o aun su
apariencia, 
puede dar origen a graves malentendidos. Una especial atención se
deberá 
tener en la práctica de la programación de celebraciones religiosas o
en el 
uso de edificios pertenecientes a la Iglesia por parte de estos grupos, 
incluida la posibilidad de disponer de las escuelas y de los institutos 
católicos de estudios superiores. El permiso para hacer uso de una 
propiedad de la Iglesia les puede parecer a algunos solamente un
gesto de 
justicia y caridad, pero en realidad constituye una contradicción con
las 
finalidades mismas para las cuales estas instituciones fueron
fundadas y 
puede ser fuente de malentendidos y de escándalo.

Al evaluar eventuales proyectos legislativos, se deberá poner en


primer 
plano el empeño de defender y promover la vida de la familia.

18. El Señor Jesús ha dicho: «Vosotros conoceréis la verdad y la


verdad os 
hará libres». La Escritura nos manda realizar la verdad en la caridad.

http://apologetica.org

Homosexualidad
y transexualismo
Reflexiones sobre el "derecho" a la elección del sexo.

M. G. Morelli

Ya que los "homosexuales" no molestan a nadie ¿por qué no se les permite vivir
como ellos quieren, casarse, gozar de ciertos derechos de familia, etc.? ¿Por qué no
le dejan corregir su sexo a los transexuales?

Mientras cifras falseadas (ej. Informe Kinsey) pretenden, por ejemplo, que los
homosexuales constituyen el 10% de la población norteamericana; los
investigadores serios están de acuerdo en que asciende en cambio al 2,5%.
Actualmente, por influencia de psicólogos y sexólogos de muy mala formación
antropológica y moral (que predominan), crece la idea de que la homosexualidad es
una expresión más de la sexualidad, tan válida como las otras, y que debe ser
admitida moral y jurídicamente.

¿Qué pensar sobre todo esto?


Debemos distinguir, en primer lugar

1) al homosexual (quien tiene inclinación hacia las personas de su mismo sexo)

2) o transexual (quien cree ser de otro sexo al que realmente tiene);

3) de los casos de indefinición sexual (v.g. casos donde por malformaciones y otras
causas es difícil determinar cuál es el sexo de la persona); en el que una vez
determinado su sexo real, el derecho debe protegerlo en tal situación.

Conviene precisar además que una cosa es la inclinación homosexual, y otra los
actos homosexuales.

Una persona puede tener inclinación a la homosexualidad. La inclinación a la


homosexualidad, si no es culpable (ej. fue criado como del otro sexo) no es una
inmoralidad, si bien constituye una desviación de la naturaleza, una imperfección
sexual. Los actos homosexuales sí son inmorales; porque constituyen un ejercicio
de la facultad sexual contrario a la ley natural y a la razón (cualquiera ve que los
sexos están para complementarse y para la procreación; cosas naturalmente
imposibles entre  homosexuales). Una persona que tiene cierta inclinación a la
homosexualidad, puede mantenerse moralmente íntegra si no realiza actos
homosexuales; si procura superar su problema.

La persona con una inclinación a la homosexualidad, en la medida en que no la


transforme en actos, debe recibir nuestra comprensión y ayuda. Lógicamente, su
inclinación puede hacerla no apta o idónea para determinadas tareas, por el riesgo
o la indefinición sexual que puede transmitir (ej. vivir en un cuartel o estar en el
ejército; ingresar en una comunidad religiosa; desempeñar la docencia; educar a
los niños; etc.). Así como a nadie se le ocurre que sea conveniente admitir a una
persona que padece una grave ceguera para el control de los boletos en un estadio
de fútbol.

Pero los actos homosexuales, y los vicios consiguientes, no pueden ser consentidos
ni admitidos jurídicamente en ningún caso. Si son públicos, pueden y deben ser
perseguidos por el estado que debe custodiar la moral pública (art. 19 Constitución
Nacional). De allí que es gravemente inmoral que el estado reconozca uniones
homosexuales consagrándolas como estado civil, reconociéndoles beneficios como
tales (sociales, económicos, laborales) u otorgándoles adopción de menores; pues
se hace cómplice de aquéllas y las promueve. Tengamos en claro que cuando se
postula el matrimonio entre homosexuales, no se está defendiendo el permiso para
que los homosexuales puedan vivir juntos, sino mucho más: que el estado
reconozca esa unión y la proteja jurídicamente (salario familiar, licencia por
matrimonio, etc., etc.).

De lo que podemos concluir lo siguiente:

1) El estado y el derecho deben promover un ambiente social que facilite el


crecimiento de los ciudadanos y desaliente conductas que lo degradan, proteja a la
familia y la dignidad humana; 

2) La persona con inclinación homosexual, que procura superar su problema, debe


ser protegida y no discriminada injustamente; pudiendo distinguirse sí aquellos
casos donde su homosexualidad lo hace poco idóneo para determinada actividad;

3) La persona que realiza actos homosexuales no puede ser amparada


jurídicamente como tal (v.g. concederle derechos derivados de su homosexualidad,
como casarse con otra persona del mismo sexo, obtener beneficios económicos, o
adoptar). Por lo demás, habiendo tantas parejas heterosexuales que esperan niños
en adopción, es un despropósito admitir en tal sentido a los
homosexuales, incapaces de dar una educación integral adecuada a la dignidad de
la persona.

Hoy algunos médicos están buscando un origen biológico o genético a la


homosexualidad y el transexualismo. Señalan que de descubrirlo, entonces no se
los puede culpar de su condición ni por esto discriminarlos. Ello es un error porque:
a) que alguien tenga, sin culpa suya, una inclinación a realizar actos inmorales no
justifica que realice esos actos inmorales, porque conserva la libertad de elegir (v.
g. que una persona tenga una inclinación por las mujeres casadas, no justifica que
cometa adulterio); de hecho, muchas personas con esas inclinaciones han buscado
asistencia médica, psicológica, y guardan un comportamiento moralmente digno, e
incluso han constituido familias normales;
b) que la causa de la homosexualidad o transexualismo sea o no culpable no
cambia en nada el hecho de que esa persona no sea idónea para determinado
trabajo o tarea (v. g. la docencia);
c) ni cambia el hecho de que el estado no puede proteger jurídicamente ni amparar
una inclinación a realizar actos inmorales, ni los actos inmorales; sino que debe
desalentarlos. Pues aunque se demuestre que hay un origen genético o biológico;
no lo hay siempre; y en todo caso, el medio social también incide en la
manifestación de estos desvíos. En tal sentido, en una causa en que un homosexual
quería liberarse del delito cometido argumentando su condición de tal, el tribunal lo
condenó resolviendo correctamente que "aún cuando el imputado sea una persona
enferma de homosexualidad no surgiendo que la misma tenga su base en una
neurosis o psicopatía aguda o grave que no le haya permitido internalizar su
conducta, resulta imputable, pues pudo comprender la ilicitud de sus actos y dirigir
sus acciones" (CPenal San Martín, Sala II, 16/10/84, en El derecho 116-332)

Esto sin perjuicio de que la hipótesis del origen genético debería enfrentar estas
preguntas: ¿por qué, en casi la mitad de los casos, hay personas homosexuales
cuyos mellizos no lo son? Además, si fuera siempre genética, no se podría cambiar;
mientras numerosos expertos en sexología (D.J. West, M. Nichols, o L.J. Hatterer).
sin vinculación religiosa, han descrito muchos casos de homosexuales que se
convierten en heterosexuales de modo completamente espontáneo, sin presiones ni
ayuda (ASD Prensa, año X, ed. nº 363, julio 1994). La teoría genética de la
homosexualidad ha sido en general descartada hoy en día (Lo que usted debe saber
sobre el homosexualismo, Human Life International, septiembre de 1993). Además,
hay homosexuales que han "curado" su inclinación (v. por ejemplo el testimonio de
Noel B. Mosen en ASD Prensa, año X, ed. nº 363, julio 1994, quien manifiesta que
son miles en el mundo las personas que han logrado eliminar los deseos
homosexuales).

Algunos dicen: ¿Y si se enamoraron? ¿Y si se quieren? Respondamos que los


sentimientos no justifican los actos, si su objeto es inmoral (V. preg. nº 11). No
basta sentir de determinado modo para poder legítimamente obrar (V. g. si uno
siente odio hacia otra persona, eso no justifica que lo mate). Los actos
homosexuales son inmorales por su objeto ¿Por qué? Porque la sexualidad está
esencialmente vinculada con la procreación y la complementación de los sexos,
cosas imposibles en homosexuales. Lo que se revela también si tenemos en cuenta
las consecuencias médicas de los actos homosexuales: trauma del recto, contagio
de hepatitis, SIDA, sífilis (los homosexuales tienen 8 veces más propensión a
contraer hepatitis, 14 veces más la sífilis y 5000 veces más el SIDA); la longevidad
de homosexuales es bastante menor a la de los heterosexuales.

En relación con las cirugías de "corrección" de sexo, y los mecanismos de


readecuación del sexo jurídico (cambio de nombre, de documentos, partidas, etc.),
digamos, en primer lugar, que para hacer una valoración ética de los mismas es
indispensable determinar primero cuál es el sexo de la persona. Para lo cual, desde
el punto de vista científico- médico, se habla de sexo cromosómico (especificado
por la presencia o no del cromosoma Y en el patrimonio genético); sexo gonadal
(órganos sexuales internos, constituido por tejidos testiculares en el hombre y
ovárico en la mujer); sexo embrionario (o vías genitales, conducto de Müller en la
mujer, conducto de Wolff en el varón); y sexo fenotípico o genital (genitales
externos, pene en el varón, vajina en la mujer). En la sexualidad normal se da una
armonía y concordancia entre estos componentes. Pero existen anomalías que
determinan discordancias entre los mismos (ej. el hermafroditismo). Cómo
determinar el sexo real o predominante, en estos casos, es cosa que de la que se
ocupa, no sin dificultad, la medicina. El sexo genético parece tener una relevancia
especial, porque es el que determina los otros componentes biológicos del sexo. Sin
embargo, la identificación legal del sexo suele hacerse a simple vista a partir de los
órganos sexuales externos del bebé, por lo que hay y ha habido errores en esta
identificación en casos patológicos.

Ahora bien, el hecho de pertenecer a un sexo trae consigo obligaciones morales, y


entre ellas, la de utilizarlo abierto a la procreación, y en el marco del orden natural,
conservando los órganos sexuales sanos y utilizándolos en relaciones con personas
del sexo contrario (en rigor, además, unidas en matrimonio).

Si existe ambigüedad sexual por malformaciones o errores en la identificación


originaria del sexo, una vez determinado el sexo real (cosa que, repetimos, no
siempre es sencilla); serán lícitas las cirugías y procedimientos jurídicos tendientes
a consolidarlo.

Pero no se puede permitir el cambiar los órganos sexuales en contra del sexo real
de la persona; porque se le estaría causando un daño físico no justificado por
exigencias de su salud. No se puede privar a una persona de su integridad física,
aunque esté de acuerdo, sin una razón terapéutica, es decir, sin que sea necesario
extirpar un órgano enfermo para evitar que avance una enfermedad a todo el
cuerpo. Además, con esta cirugía, como también con la readecuación de los datos
de identidad, se estaría cooperando con conductas éticamente reprobables, como lo
es la de quien mantiene o desea mantener relaciones de tipo homosexual; se
obraría en contra de la moralidad pública y se transmitiría institucionalmente un
erróneo mensaje a la sociedad sobre el valor de la sexualidad, el matrimonio, la
familia y el comportamiento ético adecuado. Debemos rechazar, por ejemplo, lo
ocurrido en un Hospital de Lima, Perú, en septiembre de 1997, donde los médicos
le hicieron una cirugía de cambio de órganos sexuales a un bebé varón de seis
meses, que había perdido sus genitales masculinos como consecuencia de la
mordedura de un perro, simulando quirúrgicamente una vagina con partes del
intestino (Lima, AFP, 14/9/97).
El tema ha merecido alguna atención mayor cuando se trata de los llamados
"transexuales". El transexual es una persona que posee características de un sexo
(generalmente varón), pero psicológicamente se siente mujer y tiende a
identificarse con el sexo femenino (no lo asimilemos al travesti, que gusta vestirse
como el sexo opuesto, pero no necesariamente es transexual). En defensa del
cambio quirúrgico y jurídico del sexo de transexuales, se ha argumentado
sosteniendo que los transexuales no eligen su condición, que hay que corregir la
discordancia de su sexo psicológico, que sin el cambio de sexo se afecta su
privacidad y se lo condena a la marginalidad. Sin embargo, son argumentos
insuficientes. Por un lado, no se puede cooperar directamente con conductas
inmorales, y entonces no se puede legitimar jurídica o moralmente el supuesto
"cambio de sexo". Además no se trata del ámbito de privacidad de la persona, sino
de su comportamiento público y de su relación con sus semejantes y con los
médicos; y el que se condena a la marginalidad es él mismo por su comportamiento
desviado. En cuanto a que la transexualidad no es electiva (insiste en este
argumento Germán Bidart Campos, El cambio de identidad civil de los transexuales
quirúrgicamente transformados, J.A., 18/7/90, p. 27), como dijimos arriba, ello
puede ser válido para la inclinación, pero los actos y la vida llevada adelante por el
transexual sí es elegida por él; y aunque no lo fuera, habría que ayudarlo a superar
su desviación, pero no legitimarla (vgr. si un paciente psiquiátrico se cree lombriz,
no se autoriza a los médicos cortarle los brazos). No podemos concebir que una
persona pertenezca a un sexo por el sólo "creer" que pertenece al mismo. Quien
posee caracteres sexuales masculinos, no se transforma en mujer por sólo pensar
que lo es. En estos casos, ni la cirugía ni los procedimientos jurídicos de cambio de
identidad, "corregirán" su sexo, sino que introducirán nuevas discordancia entre
algunas de sus manifestaciones; y además, en muchos casos, ni siquiera le traerá
tranquilidad psíquica porque suelen quedar disconformes ante los magros
resultados de una pretensión que es imposible de realizar médicamente: cambiar,
realmente, de sexo. En cuanto a la conveniencia de estas  "correcciones" para
proteger la moral pública e impedir escándalos, una legislación tal los hace aún
mayores, pues los legitima, en tiempos de tanta violación de la ley natural en
materia de sexualidad y de tantos malos ejemplos al respecto. Esto sin contar que
deberían aplicarse mejor las prohibiciones aún existentes de causar escándalos en
la vía pública vistiéndose o comportándose como las personas del otro sexo y que
también abarcan a los transexuales. Pero como tantas otras leyes, éstas cada vez
se aplican menos.
Como dijimos, la conducta sexual hacia una persona del mismo sexo, aunque se
trate de un "transexual", es éticamente cuestionable en el plano objetivo, ya que
contraviene manifiestamente el orden, fines y funciones de los órganos sexuales y
el sentido de complementación de la sexualidad. Y por ello no se puede cooperar
con ella mediante cirugías y/o rectificaciones jurídicas o de cualquier otro modo; ni
lesionar la integridad física privando a una persona de la potestad de procrear, no
mediando razones terapéuticas reales.

Puede consultarse, al respecto, la Carta a los Obispos de la Iglesia católica sobre la


atención pastoral a las personas homosexuales (L'Osservatore Romano, 9/11/86), y
la Declaración Algunas consideraciones acerca de la respuesta a ciertas propuestas
de ley sobre la no discriminación de las personas homosexuales (L'Osservatore
Romano, 31/7/92), de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe. Puede
verse también de Carlos J. Mosso, El homosexualismo: problemática actual, en rev.
Gladius, nº 31, Bs. As., diciembre de 1994.

También podría gustarte