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El concepto de resistencia en el

psicoanálisis contemporáneo
 CENTRO ELEIA  1 OCTUBRE, 2018  PSICOLOGÍA / TERAPIA
PSICOANALÍTICA

Guillermo Nieto Delgadillo

Uno de los conceptos más importantes en el cuerpo teórico y en la praxis


psicoanalítica es la resistencia. La paradoja entre el deseo de curarse y la
oposición al tratamiento analítico llevó a Sigmund Freud a establecer la técnica de
la asociación libre y a descubrir tanto el inconsciente como del fenómeno de la
represión. Para graduarse de la Maestría del Centro Eleia, Guillermo Nieto
investigó si el concepto de resistencia continua tan vigente como en los comienzos
del psicoanálisis y, de ser así, cuáles son las manifestaciones resistenciales más
importantes y difíciles de superar.

¿Cómo surge el concepto de resistencia?


El psicoanálisis nació debido a la necesidad de curar síntomas que eran
inexplicables para la medicina de finales del siglo XIX. Pioneros como Jean-Martin
Charcot y Josef Breuer le demostraron a Freud que la histeria era una patología
definida sin bases fisiológicas y realizaron los primeros intentos de tratarla por
medio de la hipnosis. Fascinado por los descubrimientos de sus mentores, Freud
decidió empezar a tratar la histeria por medio del método catártico que había
aprendido de Breuer y que implicaba la hipnosis de las pacientes. Sin embargo,
pronto encontró dificultades importantes derivadas de los logros limitados a raíz
del alcance y el tiempo que tenía para realizar dichas terapias. Asimismo, a pesar
de encontrarse desesperadas debido a su enfermedad, las pacientes literalmente
se oponían al tratamiento de cualquier forma posible (impedían la hipnosis,
permanecían en silencio, olvidaban, etc.). El espíritu investigador de Freud lo llevó
a abandonar la hipnosis para emplear su famosa técnica de presionar la frente, la
cual también abandonó gradualmente para enfocarse en el método central del
psicoanálisis: la asociación libre.

El concepto de resistencia se volvió fundamental para la práctica


psicoanalítica, ya que el tratamiento consistía en hacer consciente lo inconsciente
precisamente por medio del vencimiento de tales resistencias, con la asociación
libre y la interpretación como pilares técnicos. De igual forma, este fenómeno
observable en el tratamiento llevó al fundador del psicoanálisis a descubrir dos de
sus conceptos más importantes: el inconsciente y el mecanismo de la represión,
los cuales dan lugar a las resistencias que sí podemos analizar durante la terapia.
A lo largo de su vida, este concepto psicoanalítico permitió que Freud
elaborara otras de sus grandes aportaciones, como la segunda tópica, el análisis
sistemático de la transferencia (considerada como la resistencia más fuerte y el
lugar de la cura), así como una clasificación final de las resistencias, publicada en
1925 en el célebre texto Inhibición, síntoma y angustia. Así, el psicoanálisis
proliferó, y los grandes analistas que partieron de las ideas de Freud
complementaron el corpus psicoanalítico con aportaciones valiosísimas, pero que
aparentemente incluían cada vez menos el concepto de resistencia per se.  ¿Había
perdido importancia el concepto? O, por el contrario, ¿era tan importante que los
estudiosos del psicoanálisis lo daban por sentado?
Lo que en realidad sucedió fue que este fenómeno quedó implícito en
conceptos como la identificación proyectiva, el ataque al vínculo, el análisis de la
transferencia, por nombrar algunos; en otras palabras, la resistencia es la
manifestación observable que resulta de todos estos mecanismos de defensa. Por
ejemplo, Freud mismo dejó claro que la transferencia erótica (el enamoramiento
hacia el analista) y negativa son fuentes intensísimas de resistencia que funcionan
como una repetición del pasado que ahora sucede con el terapeuta. Esta reacción
permite que el paciente, por un lado, repita en lugar de recordar y al analista
observe en vivo el conflicto de la persona. Al mismo tiempo, la transferencia
provoca una fuente de resistencia en el analista, la cual se conoce como
contratransferencia.

La resistencia y el psicoanálisis actual


Con el paso del tiempo, el psicoanálisis amplió su campo de estudio para
analizar la personalidad total del paciente. Dicho en otros términos, el análisis del
carácter se volvió una parte no solamente inevitable, sino deseable, en todo
tratamiento analítico. Al mismo tiempo que el psicoanálisis se volvió más rico y
apasionante, también se complicó en gran medida puesto que el carácter se
manifiesta en el tratamiento como una resistencia especialmente difícil de
manejar. Esto es perfectamente entendible si tenemos en cuenta que nuestra
personalidad se construye a lo largo de toda nuestra vida y, sobre todo, que tiene
un propósito específico: lidiar con las exigencias tanto internas como externas de
la mejor manera posible.

Es importante señalar que, en el psicoanálisis contemporáneo, el concepto de


resistencia no se encuentra ligado exclusivamente al insight, como lo pensó Freud
en un inicio. Por el contrario, en la actualidad se relaciona con el vínculo entre el
paciente y el analista, en donde el fenómeno es más una resistencia a la relación
entre ambos que al insight en sí mismo. Estas posturas fueron descritas
especialmente por poskleinianos como Wilfred Bion, con su idea del ataque al
vínculo, y Donald Meltzer, quien en Vida onírica  define la resistencia como algo
que va en contra de la intimidad y la vincula con la ausencia de sueños en la
sesión analítica.
La resistencia en el tratamiento psicoanalítico
Durante el tratamiento, un paciente desarrolla la transferencia erótica. Esta
transferencia es esperable y deseable en toda terapia, pues permite comprender
la personalidad y conflictos del paciente. Pensemos en una paciente que tiene un
carácter histérico que le ha provocado varios conflictos tanto en su trabajo como
con su esposo, ya que tiene peleas constantes cuando siente que no es la
prioridad o la favorita en cualquier ámbito. Antes de las vacaciones de semana
santa, la paciente comienza a ausentarse de sus sesiones y, cuando asiste, lo hace
de mala gana y molesta. Estas últimas son las manifestaciones resistenciales:
ausencias, enojo y silencios en las sesiones.

El terapeuta le interpreta que se encuentra enojada debido a que él se va y


ella piensa que se queda sola mientras que él se ocupa de personas más
importantes. A partir de ese momento, la paciente comienza a prestar atención y
enfáticamente le reclama y le pide al terapeuta saber si se va de la ciudad o no. Le
exige saber si tiene esposa o hijos con los que asistirá a sus vacaciones y agrega
que no le pagará como castigo por irse. La interpretación de la resistencia
transferencial permite comenzar a comprender los celos de la paciente, además
de evitar una interrupción del tratamiento debido al enojo no expresado que
aquella guarda. Por el contrario, si no se presta atención a las resistencias del
paciente, se pasan por alto o no llegan a interpretarse de manera adecuada,
podrían tener consecuencias como la interrupción del  tratamiento analítico o
incluso un eventual abandono del mismo.

En la actualidad, el concepto de resistencia sigue tan vigente como en los


inicios del psicoanálisis. Aunque quizá su presencia no es tan evidente como lo fue
en el momento en que Freud y sus contemporáneos lo identificaron, su
comprensión y tratamiento permite el desarrollo exitoso de cualquier
psicoanálisis y ofrece a los pacientes la oportunidad de conocerse y desarrollarse
personalmente. Si bien el tema es amplio, como psicoanalistas, estudiarlo en
profundidad nos acerca a la teoría del psicoanálisis y nos ayuda a ampliar y
mejorar nuestra práctica clínica.

En psicología clínica en general, en psicoterapia y en particular en psicoanálisis, se


denomina resistencia al conjunto de conductas y actitudes de rechazo u oposición de un
paciente frente al tratamiento, a algún aspecto específico de la terapia o de su encuadre o a la
propia persona del terapeuta. El término fue introducido en 1885 por Sigmund Freud en los
albores del psicoanálisis, durante sus primeros trabajos con Josef Breuer sobre la histeria.
Más adelante el concepto integró de manera fundamental el cuerpo teórico psicoanalítico y en
1937 la definió como aquella fuerza que durante el análisis «se defiende por todos los medios
contra la curación y a toda costa quiere aferrarse a la enfermedad y el padecimiento». 1
Aunque inicialmente el término fue criticado y no tuvo acogida por parte de otros autores
distantes del psicoanálisis, con el transcurso del tiempo se ha incorporado y utilizado, con
diferentes matices de significado e interpretaciones, por las distintas escuelas psicológicas.

Resistencia en psicoanálisis y terapias relacionadas


En psicoanálisis se llama resistencia a todo acto o palabra del analizando que se opone a que
este acceda durante el análisis a los contenidos de su inconsciente.2 El paciente puede
manifestar sus resistencias de distintas maneras en el trabajo analítico, por ejemplo con
silencios prolongados o la interrupción de ocurrencias en la asociación libre, relleno de la
sesión con grandes cantidades de contenidos nimios, retrasos al concurrir a las sesiones,
olvido de las citas.3 Esta misma definición se utiliza en general en todas las formas de terapia
psicodinámica, pero para el psicoanálisis la interpretación de las resistencias, constituye junto
al análisis de la transferencia un aspecto central del tratamiento psicoanalítico.3
La resistencia, desde el punto de vista de la teoría psicoanalítica, es un proceso mental o
acción dirigida por el inconsciente que tiene por objeto impedir que lleguen a ser conscientes
ciertos contenidos reprimidos, los que desde el exterior (por las técnicas utilizadas en el
tratamiento) se estimulan para que broten a la conciencia, con el objetivo de acceder a una
mejor lectura de los mismos. Estas fuerzas se oponen al tratamiento porque es doloroso o
difícil ese conocimiento y el paciente «se resiste» a tomar conocimiento de algunos de sus
deseos o impulsos o recoradar algunos hechos penosos o vergonzosos.
Freud tropezó con el fenómeno de la resistencia a muy corto andar en su trabajo de análisis.
De hecho, es justamente su descubrimiento lo que moviliza su técnica desde la hipnosis,
pasando por técnicas sugestivas hasta abandonar por completo toda forma de sugestión y
establecer la asociación libre como «regla fundamental».4 El cambio obedece principalmente a
la constatación de que los pacientes se resistían de manera muy evidente y enérgica a la
técnica sugestiva, oponiendo una suerte de «contrasugestión» o recurriendo a estrategias
menos obvias al tratamiento. Freud consideró perfectamente comprensible, por lo demás, que
la gente se resistiera a ser sugestionada.2 Una primera descripción de estos fenómenos de
resistencia puede leerse en el texto Estudios sobre la histeria.5
Desde luego, los cambios en la técnica tras el abandono de la sugestión no hicieron
desaparecer las resistencias, pero cambiaron el enfoque de Freud sobre ellas y la manera de
trabajarlas: pasaron a ser objeto de la interpretación y se consideraron a partir de allí un
fenómeno que podía ser superado en el transcurso del trabajo terapéutico.6
Posteriormente, en el contexto de la segunda tópica, ya no solo son vistas como un escollo a
superar, sino como un dato clínico relevante que aparece como síntoma, expresando lo
reprimido, por lo que el modo de abordar las resistencias sería análogo al que se usa frente a
los fenómenos transferenciales: corresponde interpretarlos. 6 En su ensayo Inhibición síntoma
y angustia publicado en 1926, Freud distinguió cinco tipos de resistencia, tres de ellas yoicas:

 La resistencia de represión: Un tipo de resistencia que constituye una defensa del yo


(consciente o inconsciente, porque puede tener su origen en los sectores inconscientes
del yo)7
 La resistencia de transferencia: Dado que la transferencia constituye un sustituto de
recordar y se basa en un desplazamiento de los objetos del pasado en los objetos
presentes, se trata también de una resistencia atribuible al yo.7
 El beneficio secundario de la enfermedad: Debido a que el síntoma se entiende como
un compromiso entre deseo y defensa, hay ganancia secundaria en mantenerlo, lo cual
también es una defensa imputable al yo.
Y dos que provienen de otras instancias psíquicas:

 Las resistencia que provienen del ello: Se trata aquí principalmente de la compulsión


de repetición y de la «pegajosidad» de la libido.7
 La resistencia del superyó: Se origina en sectores también inconscientes de esa
estructura psíquica y responde a los sentimientos de culpa y necesidad de castigo.7
Esta clasificación nunca llegó a satisfacer por completo a Freud, pero tenía la virtud de
puntualizar que los fenómenos de resistencia en el trabajo analítico no quedan explicados solo
por los mecanismos de defensa del yo.89
Freud, en la época inicial de Estudios sobre la histeria, había explicado la resistencia
asociándola al inconsciente, al acercamiento hacia contenidos y deseos inconscientes que la
cura analítica va revelando. La imagen es la de un núcleo de recuerdos patógenos, en torno al
cual se agrupan recuerdos, dispuestos en círculos concéntricos y mientras más se aproxima el
psicoanálisis a ese núcleo, más fuerte se hace la resistencia. En este primer modelo, la
resistencia es una fuerza inconsciente de repulsión que actúa en contra de que el paciente
recuerde y el analista intérprete. Freud claramente sitúa aquí el origen de las resistencias en
el inconsciente, no así más adelante en su obra. En su modelo ulterior del funcionamiento
psíquico conocido como segunda tópica, esto ya no es así. La resistencia se presenta ahora
como un mecanismo de defensa que tiene entre otras fuentes al yo.10
Sin embargo, el hecho de que la propia clasificación freudiana de cuenta del rechazo de Freud
a reducir el tema de la resistencia a los mecanismos de defensa implica que en su concepto
hay elementos irreductibles de la resistencia, que interpreta de diferentes maneras y que
podrían hallar explicación en la pulsión de muerte. 9
En general, el concepto de resistencia fue aceptado y asimilado (con matices) por los
seguidores de Freud y tras su muerte no generó mayor debate (como sí ocurrió con
la transferencia y contratransferencia). Una excepción es la crítica de Melanie Klein, que
identificó la resistencia exclusivamente con la transferencia negativa, siendo este uno de los
temas centrales de su controversia con Anna Freud.9
Sin embargo, en la opinión de Ralph Greenson, uno de los autores más conocidos en temas
de técnica analítica, todas las formas de resistencia, también las que Freud, Edward Glover y
Anna Freud clasificaron como resistencias del ello y también las que se atribuyen al superyó,
serían puestas en marcha por el yo.11 Sin excepción, todas las estructuras psíquicas actuarían
a través del yo y por lo tanto no sería tan relevante dilucidar el origen de las resistencias en
otras instancias.12

El silencio y la resistencia
El silencio puede o no ser una forma de resistencia, y por tanto puede o interpretarse como
tal, dependiendo de la particular estructura. Por ejemplo existen los silencios de origen
depresivo, que corresponden a la sintomatología de ese tipo de cuadro clínico o responden a
esa estructura de personalidad. Existe también el silencio paranoide, donde el paciente no
habla porque cree que todo lo que diga será usado en su contra. Pero la mayor parte de las
veces lo que se observa en clínica psicoanalítica es el silencio propiamente resistencial,
directamente destinado a impedir el flujo de contenidos desde el inconsciente en la sesión de
tratamiento. Este tipo de silencio es interpretable como resistencia.
Ralph Greenson distingue dos grandes categorías: el silencio como resistencia (el más
frecuente) y silencio como comunicación. Según él, es tarea fundamental del analista dilucidar
si el paciente calla como forma de resistirse - consciente o inconscientemente - al tratamiento
o si justamente su silencio constituye por sí mismo una comunicación relevante, un contenido
que se quiere comunicar en lugar de una resistencia frente a un contenido penoso (podría ser,
por ejemplo, una repetición en la terapia de un suceso del pasado del paciente donde el
silencio jugó un papel importante).

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