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HOMENAJE AL PROFESOR
DR. GONZALO
RODRÍGUEZ MOURULLO

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CAUSALIDAD y EXPLICACIÓN DEL RESULTADO

Yesid Reyes Alvarado


Director del Área de Derecho Penal. Universidad Santo Tomás de Bogotá

Uno de los problemas que con mayor frecuencia han enfrentado las teo-
rías del delito, tiene que ver con el adecuado tratamiento sistemático de los
delitos de omisión; R-illBRUCH, por ejemplo, se \io impelido a desdoblar su
esquema del delito, al percatarse de que el concepto ontológico de acción
sobre el que había edificado su teoría, no bastaba para explicar la punibi-
lidad del delito de omisión (1); para evitar este desdoblamiento, LrSZTmodi-
ficó su concepto de acción buscando que pudiera comprender el de la omi-
sión, definiendo ésta como una voluntaria no ejecución de la conducta espe-
rada que, de todas maneras, suponía para el autor el desarrollo de un deter-
minado comportamiento positivo (2). Con esquemas del delito fuertemente
dependientes del concepto de relación causal (como los esbozados por RAD-
BRUCH y LrszT), una de las principales dificultades que planteaba la omisión
era precisament~ la de determinar cuándo ella podía considerarse «causal-
mente» unida al resultado, cuestión que pronto fue resuelta mediante la
aplicación invertida de una fórmula que por entonces había ganado gran
aceptación entre los teóricos del delito: la conditio sine qua non (3).
En una época en la que era frecuente aludir a esa forma de determinar
la relación causal dentro de las omisiones con el nombre de «cuasi-causa-
lidad» (4),el profesor RODRÍGUEZ MOURULLO criticaba esta posición señalan-
do que, con frecuencia, «la doctrina, víctima del prejuicio metodológico de
contemplar a la omisión con la óptica instrumentada para el análisis de la
acción positiva, se afanó inútilmente en hallar en la omisión un elemento

(1) Su propuesta consistió en tener tanto sentido, por ejemplo, cfr. Enrique BACIGALU-
a la acción como a la omisión como elemen- po, «La imputación objetiva», en Revista del
tos centrales de la teoría del delito, respecto Colegio de Abogados Penalistas de Caldas,
de los cuales se predicarían las nociones de Manizales. Litografía Cafetera. S. A., 1992.
antijuridicidad y culpabilidad; cfr. Gustav p.17.
RADBRUCH, «Der Handlungsbegriff in seiner (4) Cfr.. por ejemplo, Maximilian VON
Bedeutung für das Satrafrechtssystem», BURI,Ueber Causalitat und deren Verantwor-
Darmstadt, wissenschaftliche Buchgesells- tung, Leipzig, J. M. Gebhardt's Verlag (Leo-
ghaft, 1967, pp. 70 Y 143. pold Gebhardt), 1873, p. 100; Manfred MAl-
~ (2) Cfr. FRANZVONLISZT, Lehrbuch des WALD,Kausalitat und Strafrecht, G6ttingen,
peutschen Satrafrechts, 4.a ed., Berlin; J. Verlag Otto Schwartz & Co., 1980, pp. 5, 78
puttentag Velagsbuchhandlung, 1891, Y 79; Günter SPENDEL, Die Kausalitatsformel
.pp. 122 Y 132. der Bedingugstheorie für die Handlungsdelik-
~.(3) Dicha fórmula, ya invertida frente a te, Herbom. J. M. Beck'sche Buch- und
las Omisiones, diría que es causa del resul- Kinstdruckerie, 1948, p. 10; Emst-Amadeus
tado aquella condición que no puede ser WOLF,Kausalitii1 von Tun und Unterlasen,
.entalmente introducida al curso causal Heidelberg, Carl Winter-Universitatsverlag,
;;:~sin que el resultado desaparezca; en este 1965, pp. 34y SS.
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/ material y una causalidad idénticos a los del hacer activo» (5). A juicio del
profesor RODRíGUEZ MOURULLO, las dificultades que plantea la relación de
causalidad frente a las omisiones provienen del influjo que sobre los pena-
listas han ejercido las ciencias de la naturaleza, especialmente a finales del
siglo XIX(6);para superar estas dificultades, propuso reemplazar el concepto
ontológico de causalidad por uno lógico-científico que tuviera validez den-
tro de las ciencias sociales: «... el concepto de causa que nosotros hemos
formulado no es el mecánico-material, específico de las ciencias de la natu-
raleza, sino el concepto lógico-científico general, que ha de ser \;aledero
también para las ciencias sociales. Causa es, conforme a este concepto, el
complejo de todas las condiciones necesarias para la verificación de un
hecho» (7).

Esta sugerente propuesta de don GONZALO RODRíGUEZ (que constituye


una de las muchas contribuciones a la ciencia penal por las que ahora se
le rinde un merecido homenaje), no impidió que la polémica sobre la uti-
lidad de la relación causal en la teoría del delito tomara cada vez más fuerza,
abarcando ámbitos específicos como el de la tentativa, en el que la evidente
inexistencia de un resultado ontológico con relevancia penal, forzaba una
vez más a algunos autores a recurrir a nociones tan imprecisas como la de
«causalidad hipotética» (8), o a replantear la razón de ser de la punibilidad
de esta clase de conductas. En materia de imprudencia (y aun respecto de
delitos dolosos), son bastante conocidos los problemas que enfrentaron los
causalistas en todos aquellos eventos en los que el resultado no podía ser
considerado como una consecuencia «directa» de la acción del autor, sino
como producto de la intervención de condiciones posteriores (dependientes
de un tercero, la naturaleza o la propia víctima) causalmente unidas al com-
portamiento del sujeto activo (9).

Con el auge de concepciones de corte finalista, la importancia de la rela-


ción causal en la teoría del delito pareció disminuir a favor de otras nocio-
nes como la de intencionalidad (en los delitos dolosos) o violación al deber
objetivo de cuidado (respecto del delito imprudente); pronto la doctrina
mayoritaria se inclinó por considerar que la causalidad era una condición

(5) Gonzalo RODRÍGUEZ MOURCLLO, Dere- delitto tel1tata, Pado\'a, MiJani, secanda ris-
cho Penal, PC, Ed. Ciyitas S. A., Madrid, tampa, 1966, p. 25.
1978, p. 306. (9) En el actual Códi2:o Penal venezola-
(6) «También en este punto el concepto no, por ejemplo, se sanciona con prisión el
de causa!idad de los pena!istas refleja el denominado homicidio concausal: «Artícu-
influjo ejercido por las ciencias de la natu- lo 410. En los casos pre\'istos en los artículos
raleza, que habían alcanzado ya un predo- precedentes, cuando la muene no se hubiere
minio estelar a finales del siglo pasado», efectuado sin el concurso de circunstancias
Gonzalo RODR.ÍGLJEZ MOCRULLO,ed. cit., preexistemes desconocidas del culpado, o
p.306. de causas impre\'istas que no han dependido
(7) Gonzalo RODR.ÍGl'EZ MOCRULLO, ed. de su hecho, la pena será de presidio de siete
cit., p. 306. a diez años, en el caso del artículo 407; de
(8) Sobre la relación de causa]jdad como diez a quince años, en el del artículo 408; Y
fundamemo de la punibilidad de la tenta6- de ocho a doce años, en el del artículo 409».
va, cfr., por ejemplo, Biagio PETROCELLl, II
CAUSALIDAD y E,XPUCACIÓN DEL RESULTADO 877

necesaria, pero no suficiente de responsabilidad (10). El desarrollo de una


teoria de la imputación objetiva en la segunda mitad del siglo XX y su pau-
latina consideración como la razón de'ser de la punibilidad del delito impru-
dente [o como el eje de una concepción normativa de la teoría del deli-
tO(11)],llevó a algunos a sostener que el derecho penal debía prescindir del
concepto de relación causal, cuya función sistemática podría en adelante
ser desarrollada con suficiencia por la teoría de la imputación objetiva (12).
Esta breve ojeada a la evolución de la teoría del delito pone de presente
que en ella ha jugado siempre un papel destacado la relación causal, aun
cuando ocasionalmente su importancia haya cedido (sin desaparecer) fren-
te a la de otros elementos que han pasado a constituir el eje de la dogmática
juridico-penal. Esa enorme trascendencia que históricamente se ha confe-
rido a la relación de causalidad, obedece en buena parte a que ella solía
ser vista como el fundamento de toda teoría científica, de tal forma que si
alguna manifestación del conocimiento no podía explicar sus principios
desde el punto de vista causal, no era considerada como una verdadera cien-
cia; para Aristóteles, era evidente que «la ciencia soberana, la ciencia supe-
rior a toda ciencia subordinada, es aquella que conoce el porqué debe hacer-
se cada cosa» (13);por eso, para el estagirita la diferencia entre los hombres
de arte y los hombres de experiencia radicaba en que aquéllos, al conocer
la causa de lo que hacen, son sabios (l4~.Ninguna duda cabe de que en aque-

(lO) Mirentxu CORCOY BIDASOLO, El deli- ( 11) Me refiero a la teoría que un sector
to imprude11le. Criterios de implltación del mayoritario de la docnina conoce con la
resultado, Ed. PPU, Barcelona, 1989, p. 384; denominación de "funcionalismo».
José CEREZOMIR, Curso de derecho penal (12) Cfr. Mirentxu CORCOY BIDASOLO, ed.
español, PC, Ed. Tecnos, S. A., Madrid, cit., pp. 34 Y434; Diego Manuel LUZÓN PEÑA,
1985, 3.a ed., p. 280; Wolfgang FRlSCH,Tat- «Causalidad e imputación objetiva como
bestandsmaPiges Verhalten ttnd Zurechnung categorías distintas dentro del tipo de injus-
des Erfolges, C. F. MüIler JuristischerVerIag, to», en Derecho penal de la circulación, Ed.
Heidelberg, 1988, pp. 524 Y 525; Enrique Bosch, Barcelona, 1985. p. 33; Ingeborg PuP-
GIMBERN'AT ORDEIG.Delitos cualificados por PE, «Zurechnung und Wahrscheinlichkeit»,
el resultadoy causalidad, Ed. Centro de Estu- in Zeitschrift fa; die gesamte Strafrechtswis-
dios Ramón Areces, Madrid, 1990, 1." reim- senschaft (ZStW), De Gruyter. Berlin-New
presión, p. 106; Günther JAKOBS,Lehrbuch, York, 95. Band. 1983, pp. 289, 292 y 293;
Rd. 7/29; Diego Manuel LUZÓNPEÑA,«Auto- Bernd SCHÜNEMANN,«Anmerkung zum
ría e imputación objetiva en el delito impru- Urteil des BGH v. 3. 5. 1984-4 StR 266/84».
dente: Valoración de las aportaciones causa- in Strafverteidiger (StrVert). 1985, pp. 232 y
les», en Derecho penal de la circulación, Ed. 233.
Bosch, Barcelona, 1985, pp. 90 Y91; Santia- (13) ARISTÓTELES, l'vfecafísica.Libro Pri-
go MIR.,Derecho Penal, PC, Promociones mero, capítulo 2.
Publicaciones Universitarias PPU, Barcelo- (14) «En efecto, los hombres de expe-
na, 2.a ed., 1985, p. 178; Claus ROXL'Il, Lehr- riencia saben bien que tal cosa existe, pero
buch, § 1/1 Y§ 11/10; Jesús María SILVASÁN- no saben por qué existe; los hombres de arte,
~HEZ,«Límites en la responsabilidad por por el contrario, conocen el por qué y la cau-
Imprudencia», en La Ley (1984-4), Edilex, sa. Y así afirmamos verdaderamente que los
S. A., Madrid, 1984, p. 1044; Ángel TORÍo directores de obras. cualquiera que sea el
LÓPEZ,«Naturaleza y ámbito de la teoría de trabajo de que se trate, tienen más derecho
,.. la imputación objetiva», en Anuario de dere- a nuestro respeto que los simples operarios;
.i cho penal y ciencias penales, t. XXXIX, tienen más conocimiento y son más sabios,
Madrid, 1986, pp. 35 Y41. porque saben las causas de lo que se hace:

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878 YESID REYES ALVARADO

Ha época, cualquier conocimiento que se preciara de científico debía estar


edificado sobre explicaciones causales, pues, como anotaba el propio Aris-
tóteles, «la ciencia que estudia las causas es la que puede enseñar mejor;
porque los que explican las causas de cada cosa son los que verdaderamente
enseñan» (15).
Uno de los puntos que más polémica ha generado el estudio de la cau-
salidad, tiene que ver con su naturaleza; ~obre el supuesto de que (en su
acepción más simple y difundida) la relación causal permite establecer un
vínculo entre dos acontecimientos ya ocurridos, la discusión sobre si la cau-
salidad es de naturaleza ontológica o gnoseológica puede ser zanjada afir-
mando que los extremos de la relación, esto es, la causa y el resultado, en
cuanto son acontecimientos que tienen que haber ocurrido en la realidad,
pertenecen sin duda al ámbito de lo ontológico; sin embargo, la naturaleza
de ese vínculo es más discutible, en cuanto no parece tan sencillo establecer
si pertenece al mundo de lo natural o constituye tan sólo un nexo puramente
subjetivo que el ser humano tiende para poner en conexión un número plu-
ral de acontecimientos:

En este último sentido, sostuvo KANTque «a través de nuestra percep-


ción no se distinguiría en absoluto un fenómeno de otro, en lo que a la rela-
ción temporal concierne, ya que la sucesión en el aprehender es siempre
idéntica y nada habría en el fenómeno que la especificara de tal modo, que
la convirtiera en una sucesión objetivamente necesaria. No afirmaré, pues,
que dos estados consecutivos se siguen en la esfera del fenómeno, sino sim-
plemente que una aprehensión sigue a otra, lo cual no pasa de ser algo sub-
jetivo, algo que no determina objeto alguno y que, consiguientemente, no
puede tener validez para el conocimiento de un objeto (ni siquiera en la
esfera del fenómeno)>> (16).Bunge, por su parte, sostiene que «la causación
no es una categoría de relación entre ideas sino una categoría de conexión
y determinación que corresponde a un rasgo real del mundo fáctico (interno
y externo), de modo que tiene índole ontológica, por más que como cual-
quier otra categoría de esa índole suscite problemas gnoseológicos. La cau-
sación según aquí la entendemos no sólo es un componente de la experien-
cia, sino también una forma objetiva de la interdependencia, que tiene lugar
aunque sólo sea de modo aproximado entre los acontecimientos reales; por
ejemplo, entre los sucesos de la naturaleza y entre los de la sociedad» (17).
A favor del carácter ontológico del nexo causal puede decirse que la úni-

mientras que los operarios se parecen a esos TÚTELES.Metafísica, Libro Primero. capítu-
seres inanimados que obran, pero sin con- lo 1.
ciencia de su acción. como el fuego, por (15) ARISTÚTELES.Metafísica, Libro Pri-
ejemplo. que quema sin saberlo. En los seres mero, capítulo 2.
animados una naturaleza particular es la (16) Immanuel KfL'i, CríTica de la raZól1
que produce cada una de estas acciones; en pura.. Ed. Alfaguara, Madrid. 1995, 11.~ ed.,
los operarios es el hábito. La superioridad traducción de Pedro Ribas, p. 225.
de los jefes sobre los operarios no se debe (17) Mario BV!'GE, Causalidad, Edicio-
a su habilidad práctica, sino al hecho de nes Eudeba, Buenos Aires, 1965, 2.a ed.,
poseer la teoria y conocer las causas». ARIS- p. ]8.
CAUSALIDAD y EXPLICACIÓN DEL RESULTADO 879

ea manera de establecer si entre la causa Cy el resultado R existe un vínculo,


sería a través de la formulación de una ley que permitiera afirmar que la
presencia de una determinada causa produce un específico resultado, ley
que a su vez sería el producto de un procedimiento inductivo (18). Así, por
ejemplo, a través de la observación de cas?s particulares pudo arribarse a
la conclusión de que los disparos de arma de fuego ocasionaban la muerte
a los seres humanos, de donde se pudo formular por \ía inductiva una ley
general conforme a la cual « las armas de fuego causan la muerte de los seres
humanos».
Una vez que esa ley ha sido establecida, la causalidad puede ser utilizada
en un doble sentido: de una parte, sobre el supuesto de que un determinado
resultado ya se ha producido, la aplicación de la ley causal permitiría poner
en contacto ese resultado con un acontecimiento previo que, en consecuen-
cia, pasaría a ser considerado como la causa de aquel; así, por ejemplo, si
en el cadáver de una persona los médicos legistas encuentran rastros de cia-
nuro, aplicando una ley causal conforme a la cual dicha sustancia es apta
para ocasionar la muerte de seres humanos, se puede inferir no sólo que
el cianuro fue la causa del deceso sino, además, que quien suministró la
sustancia venenosa a la víctima es la persona que le causó la muerte. Existe,
sin embargo, una segunda manera de utilizar la relación de causalidad res-
pecto de resultados que aún no han tenido ocurrencia; se trata de recurrir
al empleo de leyes causales para elaborar un juicio de pronóstico sobre los
resultados que una determinada conducta podría haber generado (19),como
cuando se tiene conocimiento de que una persona suministró cianuro a
otra, cuyo deceso fue evitado por la oportuna intervención de un médico;

(18) En contra de esta interpretación se y tiempo): únicamente podemos extraerlas


pronunció también KA..'IT al explicar su con- de la experiencia como conceptos claros por
cepción subjetiva de la causalidad: «Esto haberlas puesto antes en ella, de modo que
parece contradecir todas las observaciones si hemos obtenido la experiencia misma ha
que se han hecho acerca de cómo es el uso sido gracias a ellas. Bien es verdad que la
del entendimiento. Según tales observacio- claridad lógica de esta representación de
nes, si hemos llegado a descubrir una regla una regla que determina -como concepto
según la cual hay ciertos sucesos que siguen de causa- la serie de los sucesos sólo es
siempre a ciertos fenómenos, ello sólo se posible una vez que la hemos empleado en
debe a muchas secuencias percibidas y com- la experiencia. Pero el haber tenido en cuen-
'parativamente coincidentes con fenómenos ta esta regla como condición de la unidad
anteriores; esto sería lo que nos llevaría a sintética de los fenómenos en el tiempo ha
formar el concepto de causa. Pero si este constituido el fundamento de la misma
concepto tuviera una base semejante, sería experiencia y, consiguientemente, la ha pre-
un concepto meramente empírico. La regla cedido a priori». Immanuel KANT,ed. cit.,
que él suministra, según la cual todo lo que p.226.
sucede tiene una causa, sería tan accidental (19) "La definición de ley causal como
~~mola experiencia misma. Tanto la univer- instrumento predictivo condujo a Russell a
~a1idad como la necesidad de este concepto calificar de leyes causales a generalizaciones
serían entonces meramente ficticias, ya que tales como "los perros ladran" o "los leones
~tarían fundamentadas sobre una simple son feroces", precisamente porque nos per-
lI1ducción, y no a priori. OCUlTeaquí lo mis- miten hacer predicciones aunque sólo decla-
.m..oque en el caso de otras represerítaciones ren asociaciones invariables», Mario BUNGE,
:; Puras a priori (por ejemplo, las de espacio ed. cit., pp. 340 Y341.G.

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880 YESID REYES ALVARADO

en hipótesis como ésta, la valoración de la conducta del autor se hace sobre


el supuesto de que su comportamiento (el suministro de veneno) tenía apti-
tud de ocasionar un determinado resultado.
Ese doble empleo de la causalidad no es exclusivo del ámbito juridiCo
sino, que, por el contrario, es de frecuente utilización en todos los ámbitos
del conocimiento. Los medicamentos suelen ser confeccionados a partir de
leyes de causalidad previamente formuladas con base en experiencias que
demuestran la eficacia de una sustancia contra determinada clase de virus
o bacterias; la cibernética clásica, por su parte, provee las bases concep-
tuales y metodológicas para el diseño de sistemas de control de gestión en
una organización a partir del establecimiento de metas precisas; con base
en estos objetivos se definen indicadores que se observan periódicamente
y si de estas observaciones se desprende que no se están consiguiendo las
metas esperadas, los gerentes responsables deben diseñar estrategias de
acción tendientes a modificar el curso de la organización y así redirigirla
hacia el objetivo propuesto.
La primera de estas dos formas de emplear la causalidad es la que en
derecho penal suele ser utilizada para establecer la relación causal en los
delitos consumados, al paso que la segunda alternativa ha sido empleada
como mecanismo para establecer una relación causal tanto en las tentativas
como en los delitos de omisión. Por eso no resulta extraño que una de las
primeras explicaciones que se brindó a la razón de ser de la punibilidad
de las tentativas, haya sido edificada sobre la existencia de una relación cau-
sal hipotética entre la conducta efectivamente desplegada por el autor, y
el resultado que causalmente hubiera podido sobrevenir, de no haber
mediado circunstancias ajenas a la voluntad del autor (20);de acuerdo con
esta antigua explicación, la tentativa debía ser punible porque el compor-
tamiento del autor tenía potencialidad para «causar» un efectivo daño al
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bien jurídico. Es talla importancia que en esta clase de explicaciones obje-
tivas de la tentativa juega la relación causal (entonces denominada «hipo-
tética»), que algún sector de la doctrina se ha inclinado por mantener fuera
del derecho penal la denominada «tentativa inidónea», con el argumento
de que la conducta desplegada por el autor no tiene la aptitud de «causar»
el daño pretendido; conforme a este último criterio, quien acciona una pis-
tola de agua contra su víctima (en el entendido de que es una auténtica arma
de fuego y que con ella dará muerte a su enemigo) no debería responder
penalmente como autor de una tentativa, porque las pistolas de agua no
son aptas para «causar» la muerte de un ser humano.
En el ámbito de los delitos de omisión ha ocurrido algo similar, pues
si bien de tiempo atrás se admite que el fundamento de su punición radica ",.
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en la violación a un deber de actuación, nadie discute que esta responsa-
bilidad penal no puede provenir de la mera infracción a ese deber; es indis-

(20) Cfr. Paul Johann ANSELM RITIER Anton MITTERMAIER), Geor~ Friedrich
VON FEUERBACH,Lehrbuch des Peinliches Heyer's Verlag, Giessen, 1847,~ 14, Auflage,
Rechts (herausgegeben von CarI Joseph p.71.
CAUSALIDAD y EXPLICACIÓN DEL RESULTADO 881

pensable, además, que como consecuencia del incumplimiento de esa obli-


aación de actuar, se haya producido un daño al bien juridico que hubiera
~odido ser evitado con la oportuna y debida actuación del autor. Piénsese
en el clásico ejemplo del salvavidas que, pese a percatarse de que un turista
se ahoga en el mar frente a la. playa cuya vigilancia se le ha confiado, no
hace nada por rescatarlo; para poder responsabilizar penal mente al salva-
vidas por la muerte del bañista, no basta con demostrar que tenía el deber
de salvar a la víctima sino, además, es imprescindible establecer que, dadas
las condiciones en que los hechos tuvieron ocurrencia, la salvación del
bañista por parte del salvavidas era posible; porque si llegara a demostrarse
que el turista cayó de un bote a una distancia tal de la playa que ningún
nadador hubiera podido llegar oportunamente para aLL'(iliarle,es evidente
que el salvavidas no podría ser responsabilizado como autor de un homi-
cidio, debido a que la conducta de él esperada (acudir al rescate del turista)
no tenía la potencialidad de «causar» la salvación del bañista.
La demostración de la causalidad en casos de omisión, suponía clara-
mente el empleo de hipótesis, ante la imposibilidad de conectar causalmen-
te un resultado efectivamente ocurrido con una actuación que no había teni-
do lugar. Esta circunstancia forzó a buena parte de la doctrina a proponer
una modificación de la conocida fórmula de la conditio sine qua non, para
adaptada a las particularidades de la omisión; se dijo entonces que para
probar la existencia de la relación causal en las omisiones, se debía incluir
imaginariamente en el curso causal la acción debida pero no realizada; si
incluida esa conducta no desplegada, el resultado desaparecía, entonces la
omisión del autor podía considerarse causa del resultado; si, por el contra-
rio, incluido el comportamiento esperado el resultado se mantenía, enton-
ces la omisión del autor no podía ser considerada causa del resultado (21).
El problema de esta forma de determinación de la causalidad en las omi-
siones, es que resulta absolutamente imposible afirmar, con certeza, que
si el autor hubiese desplegado la conducta que de él se esperaba, el resultado
nocivo habría desaparecido.
Para superar este inconveniente, la doctrina optó por precisar que en
la aplicación de la fórmula de la conditio sine qua non a los delitos de omi-
sión, no se exige la certeza de que la conducta omitida por el autor hubiera
hecho desaparecer el resultado, bastando tan sólo que ello hubiera podido
ocurrir «con una probabilidad rayana en la certeza» (22). Esta solución
implica que la relación de causalidad se prueba de manera diversa tratán-
(dose de acciones y de omisiones, pues mientras en un delito de acción debe
i:haber certeza absoluta sobre el nexo existente entre una causa y un resul-
.~tadoefectivamente sobrevenido, en los delitos de omisión esa misma cau-
¿~idad se tiene por probada con sólo demostrar que la acción omitida «po-
'el...;..
.1(21) Sobre el contenido de esta fónnula. (22) Cfr. Claus ROXL'Il.Strafrecht Allge-
meiner Teil (Lehrbuch), t. 1, München. C. H.
c~.. ~nrique BACIGALUPO. La imputación....
.cit. p. 17; Gonzalo RODRÍGUEZMOURULLO, Beck'sche Verlagsbuchhandlung, 1992.
lerecho..., ed. cit., p. 307. § 11/30. p. 228.

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882 YESID REYES ALVARADO

dría» haber evitado el resultado; la circunstancia de que para esta compro-


bación se exija una «probabilidad rayana en la certeza», no hace desapa-
recer el hecho de que no se requiere la certeza sobre la existencia del nexo
entre la conducta no desplegada y el resultado sobrevenido, sino tan sólo
la probabilidad de que ello hubiera podido ocurrir.

En contra de este tratamiento diferencial, se ha dicho que dar por


demostrada la existencia de una relación causal con la sola probabilidad
de que la acción omitida hubiera evitado el resultado, implica un desco-
nocimiento de la presunción de inocencia, que jamás ocurriría frente a los
delitos de acción en los que, si no está demostrada con certeza la relación
causal, el procesado sería beneficiado con la aplicación del in dubio pm
reo (23). Pese a la aparente validez de esta crítica, ella parte del incorrecto
supuesto de que en los delitos de acción la relación causal siempre puede
ser demostrada con absoluta certeza.

Si retornamos la afirmación general de que «las armas de fuego causan


la muerte de los seres humanos», se verá que ella no es cierta en la forma
genérica corno está planteada. Para poder conectar causal mente la utiliza-
ción de un arma de fuego con la muerte de una persona, hace falta fijar
con absoluta precisión infinidad de detalles corno, por ejemplo, la forma
en que se utiliza el arma (corno garrote para golpear al oponente o accio-
nando el percutor de la misma para liberar el proyectil), el calibre y estado
de funcionamiento tanto del arma corno de los proyectiles, la distancia a
la cual es disparada, los obstáculos que debe atravesar el proyectil, el estado
de la víctima, etc. Esto significa que para poder afirmar la existencia de una
ley causal (con pretensiones de vínculo cierto e inmodificable entre dos
acontecimientos) es absolutament<:: indispensable conocer con precisión
absolutamente todas las circunstancias que rodean un acontecimiento,
dado que la omisión de alguno de ellos implicaría la alteración del curso
causal (24); por ejemplo, si no se tiene en cuenta la distancia exacta a la
que el arma de fuego fue disparada contra la víctima, la magnitud de las
lesiones a ella causadas variará debido a que la distancia recorrida por el
proyectil incide de manera directa en la forma corno actúa sobre el cuerpo
humano (incluso podría no llegar a impactarlo, si la distancia a la que se
dispara es demasiado amplia), de la misma manera corno el desconocimien-
to del ángulo exacto con el que el proyectil impactó un hueso del cuerpo
humano, implica perder certeza sobre la trayectoria del mismo (25).

(23) Cfr. Eberhard SCHMIDHACSER, Stra- ofrecen a menudo tanto un cuadro aproxi-
frecht Allgel11einerTeil-Sludiel1buch,2.a ed., mado satisfactOrio como una explicación o"
Tübingen, J. C. B. Mohr (Pau] Siebeck), adecuada del mecanismo esencial del deve-
1984, Rd. 12/49, p. 407. En el mismo senti- nir», Mario BV!\GE,ed. cir., p. 147.
do, Yesid REYES&\'ARADO. ImpUIQciól1Obje- (25) Los procesos causales suponen
tiva, Ed. Temis, Bogotá, 1994, pp. 47 Y 48. incluso la intervención del sujetO pasivo de
(24) «En suma, las líneas o cadenas cau- la conducta, como puede \Oerseen medicina
sales estrictas sencillamente no existen; cuando se pretende indagar por la causa de
pero en ciertos respectos, en dominios limi- una fiebre: «De acuerdo con la teoria clásica
tados y por bre\.es intervalos de tiempo, de los microorganismos como causantes de
CAUSAUDAD y EXPLICACIÓN DEL RESULTADO 883.

Esta particularidad de las leyes causal es no escapó al conocimiento de


Galileo GALILEI, quien precisó que a partir de un mismo hecho pueden infe-
rirse consecuencias diversas, dependiendo de las circunstancias específicas
que pueda~ cO,nsid~rarse inmersa:. en e.lcurs~ ~ausal; al ejemp!i?car su afir-
mación, senalo Gahleo que «errana qUIen qUIsIese que la avanCIa fuese una
de las normas de Sanitate tuenda, y dijese:" «la avaricia da origen a una vida
sobria; la sobriedad es causa de salud; luego la avaricia da origen a una
vida sana», donde la avaricia es una ocasión, o mejor, una causa remota
per accidel1s de la salud, pero que se halla fuera de la primera intención
del avaro, en cuanto avaro, cuyo fin único es el ahorro. Esto que digo es
tan cierto, cuanto con el mismo rigor podría yo probar que la avaricia es
causa de enfermedades, pues el avaro, para ahorrar lo suyo, suele ir con
frecuencia a los festines de los amigos y de los. parientes, y la frecuencia
de festines produce .enfermedades, luego la avaricia es causa de enferme-
dades; de estos razonamientos se deduce finalmente que la avaricia, como
tal avaricia, no tiene nada que ver con la salud como tampoco la proximidad
del objeto con su mayor aumento» (26).
Por eso la formulación de una ley causal con pretensiones de validez
absoluta, implicaría que estamos en capacidad de prever con certeza el
desarrollo causal de cualquier suceso, lo cual nos retrotrae al dilema de Epi-
curo: si todos los átomos siguen trayectorias paralelas y se mueven a velo-
cidades constantes, «¿Cómo podían entonces entrar en colisión? ¿Cómo la
novedad -nueva combinación de átomos- podía aparecer?» (27).En efec-
to, si estuviéramos en capacidad de predecir con absoluta certeza el desen-
volvimiento causal de los acontecimientos, ello sólo podría deberse a que
no existe la posibilidad de que las cosas ocurran de manera distinta a como
las fijaría previamente una ley causal; pero, si ello fuera así, entonces esta-

las enfermedades, toda dolencia era produ- los organismos enfermos no son pacientes
cida por una infección microbiana. sin nin- sino activos luchadores». Mario BUNGE.ed.
guna participación activa del "paciente". En cit., p. 194.
esta teoria típicamente causal no surge nin- (26) Galileo GAULEI.El ensayador, Edi-
gún conflicto de entidades opuestas. una ciones Sarpe (colección Los Grandes Pensa-
que procede del exterior y otra que se dores), Madrid. 1984, traducción de José
desarrolla en el ámbito interno: nada nuevo Manuel Revuelta. p. 123. En puridad de tér-
aparece como resultado de la invasión. salvo minos, el razonamiento de Galileo no estaba
un comportamiento cuantitativamente orientado a demostrar la imprecisión propia
anormal (aumento de temperatura, pérdida de las leyes causales. sino a sostener que las
de peso, etc.). Esta teoria causal -que. por llamadas causa per accidens no podían ser
~Upuesto representó un enorme progreso tenidas como verdaderas causas; a su juicio,
con respecto a la teoria de la enfermedad «solamente debe llamarse causa a aquella
como obra de espíritus maléficos (también cosa que puesta la cual se sigue un efecto y
~e. índole causal aunque sobrenaturalista. suprimida aquélla. se evita éste... »; estas
rruentras que la teoria microbiana es mate- últimas fueron bautizadas por Galileo cau-
tialista)- tuvo que modificarse cuando se sas per se, para distinguidas de las causas
~escubrió que al producirse la invasión per accidens, cfr. Galileo GAULEI.ed. cit.,
patógena algo nuevo surgía en el organismo p.124.
rara defenderlo, algo que no existía ni en el (27) liya PRIGO<iINE, El fin de las certi-
agente" ni en el "paciente": los anticuerpos. dumbres, Ed. Taurus, Madrid. 1997, traduc-
e modo que según la patología moderna. ción de Pierre Jacomet, p. 17.

--
884 YESID REYES ALVARADO

ríamos inmersos en un mundo absolutamente determinista en el sentido


más puro del término, esto es, un mundo en el que no habría posibilidad
de alterar el curso de los acontecimientos (28);y en ese mundo, el derecho
penal pierde toda su razón de ser, porque el destino del ser humano estaría
determinado desde su nacimiento, siendo imposible reprocharle el haber
elegido de manera libre y voluntaria un comportamiento contrario a las
normas (29).

Un mundo en perfecto equilibrio, regido por inamovibles leyes causales


generales, no solamente eliminaría el libre albedrío, sino que, además, haría
imposible la evolución del universo como hoy la entendemos; siempre esta-
rían presentes las mismas causas y ellas, respondiendo a los mismos prin-
cipios rectores del universo, generarían de manera permanente las mismas
consecuencias por el resto de la eternidad; la única forma de explicar la evo-
lución del universo (yrdentro de ella la del ser humano) es reconociendo
la inexistencia de un mundo regido por el equilibrio: «Nuestro ecosistema
se mantiene alejado del equilibrio -lo que permitió que la vida se desarro-
llara en la Tierra- debido al flujo de energía procedente de reacciones
nucleares al interior del Sol. El alejamiento del equilibrio conduce a com-
portamientos colectivos, a un régimen de actividad coherente, imposible en
estado de equilibrio» (30).
Sólo la incertidumbre de las leyes causales generales explica que puedan
resultar conectados dos acontecimientos que, en principio, no parecería
posible vincular entre sí, como alguna vez ocurrió en Bogotá cuando en
desarrollo de un altercado una persona disparó contra otra alcanzándola
en un glúteo, herida que a las pocas horas le produjo el deceso por (según
el dictamen médico legal) «descerebración»; ese curioso resultado (destruc-
ción del cerebelo por un proyectil de arma de fuego que impactó un glúteo)
fue posible debido a que el proyectil golpeó la base del cóccix en un ángulo
tal que desvió su trayectoria horizontal y ascendió paralelamente a la
columna vertebral hasta alojarse en la base del cráneo. La existencia de una
relación causal entre ese disparo y la muerte de la víctima no puede ser esta-
blecida con base en una ley causal tan general como aquella conforme a
la cual «un disparo de arma de fuego ocasiona la muerte de los seres huma-
nos»; el nexo entre esa conducta y ese resuhado sólo puede ser explicado

(28). «De acuerdo con la doctrina fatalis- de una necesidad exterior inquebrantable
ta, existe una causa primaria que es trascen- -el (atul11- que produce o dirige el curso
dental y efectos secundarios que son de este de los acontecimientos», Mario BVNGE.ed.
mundo, pero que OCUITensea cual fuere o cit., p. 115.
hubiere sido el estado de cosas imperante en (29) «...la causalidad brinda los medios
é1. La necesidad que el fatalismo afirma es para conquistar la libertad negada tanto por
ilegal y por ella sus pautas, si las tiene. se el fatalismo como por el accidentalismo; si
consideran inescrutables. Para los fatalistas nada es incondicional, nada es, en principio,
los sucesos OCUITencon independencia de inevitable: toda causa puede ser contrarTes-
las circunstancias: como lo preestablecido tada o, al menos, regulada por otra causa»,
debe acontecer, nada e\'itará que acontezca, Mario BUNGE,ed, cit., p. 129.
nada podrá interponerse en la consumación (30) liya PRlGOGL"'E, ed. cit., p. 179.
CAVSALlDAD y EXPUCACIÓN DEL RESL'LTADO 885

a través de una ley causal lo suficientemente precisa y detallada como para


a barcar todo el recorrido del proyectil.
Si la responsabilidad penal supone la aceptación de un mundo no de ter-
rninista, en el que los seres humanos puedan escoger libremente entre un
comportamiento conforme a las normas y otro contrario a ellas, es porque
no existen leyes causal es generales que puedan predecir con absoluta cer-
teza la marcha del universo (31).Lo que esas leyes causales generales mues-
tran, es una tendencia en el desarrollo de los acontecimientos, que con
mayor o menor, probabilidad puede conectar una causa con un determinado
resultado (32).Esta es una conclusión que, por novedosa que pueda parecer
para los estudiosos del derecho penal, hace ya muchas décadas que forma
parte de ciencias com~ la física, en la que el desarrollo de la mecánica cuán-
tica a partir de la primera mitad del siglo XXo la posterior consolidación
de la teoría de la entropía, han puesto de presente que la evolución del uni-
verso obedece a leyes de probabilidad y no está regida por la certeza (33).
Tal como es puesto de relieve por PRIGOGINE,«Las leyes de la naturaleza
adquieren entonces una nueva significación: ya no existen las certidumbres,
sino las posibilidades: afirman el devenir, no sólo el ser. Describen un mun-
do de movimientos irregulares, caóticos, un mundo más cercano al que ima-
ginaban los atomistas antiguos, que al de las órbitas ne\v10nianas. Este
desorden constituye precisamente el rasgo fundamental de la representa-
ción microscópica aplicable a los sistemas que en el siglo XLXla física con-
sideraba desde una descripción evolucionista, traducida por el segundo
principio de la termodinámica en términos de incremento de la entro-
pía» (34).

(31) «En consonancia con una antigua legales deben completarse con informacio-
. tradición registrada por Sexto Empírico, la nes específicas tales como las relativas a los
legalidad -es decir, la observancia de valores iniciales o los de contorno, o a unos
leyes- suele ser identificada con la causa- y otros, a la historia pasada a través de un
lidad, como si no pudiera haber otras leyes período, a los vínculos, etc.; y la limitada
científicas que las causales. Pensadores de precisión con que se obtienen estas informa-
primera categoría han caído a su vez en esta ciones es siempre fuente de error. En con-
confusión, aun después de haberse popula- secuencia la índole causal de una ley cien-
rizado el descubrimiento de leyes no causa- tífica no garantiza la certeza de las predic-
les como las llamadas leyes fenomenológi- ciones obtenidas con su ayuda», Mario BUN-
cas de la óptica geométrica y de la termodi- GE,ed. cit., p. 335.
rtámica, las leyes estadísticas de las pobla- (33) «Por más que la física estadística
piones aleatorias, las leyes teleológicas de latenga ya una anrigüedad de casi un siglo,
todavía pueden leerse juicios según los cua-
JPa~eriaviva, o las leyes dialécticas de la his-
lona humana», Mario BUNGE, ed. cit., les existe una oposición irreductible entre
P~,266. las genuinas leyes naturales y las leyes esta-
1.(32) «Se cree a menudo que las leyes dísticas, como si estas últimas no pudieran
usales, a diferen<;iade las otras clases de . ser leyes naturales y ni siquiera leyes en
:yes,permiten formulación de predicciones absoluto, sino "meras" regularidades gene-
.ctas. Esto no es verdad, pues aun supo- rales, tan solo porque no pueden predecir
endo que nuestros enunciados legales fue- con certeza sucesos individuales», Mario
'un fiel reflejo de la realidad (y nunca lo BUNGE,ed. cit., p. 268.
In)no bastarían para formular prediccio- (34) liya PRIGOGlNE, ed. cit., pp. 173 Y
es,. fuesen o no exactas: los enunciados 174.

-- -
886 YESID REYES AL VARADO

La evolución de la cibernética es otro interesante ejemplo de cómo la


ciencia se mueve paulatinamente desde la certeza hacia la probabilidad; en
sus primeros experimentos de auto-regulación del comportamiento, los
misiles aire-tierra fueron equipados con sensores de calor que les permitían
reorientar su trayectoria, siguiendo siempre el rastro de calor más intenso;
con esta aplicación de la cibernética, se creía tener la certeza de que los
misiles impactarían el blanco deseado, por más esfuerzos que éste hiciera
para evadido, debido a la capacidad que eJ proyectil tenía de reconocer tales
maniobras y de reorientar su trayecptoria, siempre en busca del calor des-
pedido por el avión; la ulterior aparición de mecanismos capaces de «con-
fundir» estos misiles inteligentes, demostró que la cibernética no podía
seguir su desarrollo en torno del concepto de certeza.

Por eso, la posterior aplicación de la cibernética a otro tipo de sistemas,


puso de presente la necesidad de que cada reorientación del comportamien-
to fuera evaluada para medir su efectividad; esta evaluación de la conducta
ya reorientada, permite a su vez introducir nuevos correctivos en busca de
los resultados propuestos, de manera tal que todo el proceso se desalTolla
en forma de ciclos conectados entre sí. Estas modernas aplicaciones de la
cibernética, implican el abandono de la certeza en la aplicación de los
correctivos, y su reemplazo por una teoría de las probabilidades; en cuanto
se detecta un funcionamiento inadecuado de la organización, se busca un
correctivo que esté en capacidad de reOlientar ese comportamiento hacia
los resultados que se pretende obtener; pero ese correctivo no se selecciona
bajo el entendimiento de que con absoluta certeza conseguirá la finalidad
que se persigue, sino tan sólo sobre el supuesto de que existen buenas pro-
babilidades de que su empleo conduzca a los resultados esperados. Preci-
samente el hecho de que no exista certeza sobre la utilidad del correctivo,
es lo que explica que su funcionamiento deba ser evaluado después de un
determinado período, para establecer si hace falta un nue\"o re-direcciona-
miento de la conducta, para el que podría requerirse otro correctivo res-
pecto de cuya efectividad existan probabilidades de éxito. De esta forma la
regulación de un sistema, entendida como la corrección de comportamien-
tos de acuerdo con leyes causal es, se entiende hoy en día como un proceso
continuo de aprendizaje.

La crisis de la certidumbre como eje de la explicación del universo a par-


tir de la relación causal no significa, sin embargo, que tengamos como única
opción la de admitir que el mundo es regido por el azar, pues de entenderse
este último conceptO como la inexistencia absoluta de reglas, la evolución
del universo sería tan inconcebible como a partir del determinismo. Nadie
podría estar seguro de cómo funcionaría un vehículo, ni de si una pareja
engendraría seres humanos o criaturas diversas, ni de si el tiempo avanza
o retrocede (35). Lo que indica el fin de las certidumbres, es que el avance

(35) "Sin embargo. podemos entender tras interrogantes. A igual título que el
que Einstein se negara a aceptar que única- determinismo, el puro azar es una negación
mente el azar pueda ser la respuesta a nues- de la realidad y de nuestra exigencia de
CAUSALIDAD y EXPLICACIÓN DEL RESULTADO 887

en el conocimiento de la física tenninó por evidenciar que la relación causal


nO puede seguir siendo manejada en tomo del concepto de certeza; pero
en momento alguno significa que los acontecimientos sean absolutamente
independientes unos de otros y que no respondan a una detenninada clase
de reglas. Descartado así el entendimiento del universo tanto a través del
detenninismo como por medio del azar, l"afísica ha planteado una visión
intennedia del mismo a partir de la noción de probabilidad. «Lo que emerge
hoyes por tanto una descripción mediatriz, situada entre dos representa-
ciones alienantes: la de un mundo determinista y la de un mundo arbitrario
sometido al puro azar. Las leyes no gobiernan el mundo, pero tampoco éste
es regido por el azar. Las leyes físicas corresponden a una nueva fonna de
inteligibilidad, expresada en las representaciones probabilísticas irreducti-
bles. Se asocian con la inestabilidad y, ya sea en el nivel microscópico o
macroscópico, describen los acontecimientos en cuanto posibles sin redu-
cirios a consecuencias deducibles y previsibles de leyes detenninistas» (36).
Desde esta perspectiva, incluso lo que coloquialmente conocemos como
«el azar», responde a unas leyes (37), aun cuando su detenninación no sea
sencilla por no responder a una ilusoria pretensión de certeza (38). Lo que
en realidad ocurre es que el detenninismo Y el azar son formas extremas
de explicar el universo, que han demostrado su insuficiencia y que sugieren
la necesidad de replantear el contenido de conceptos como «causalidad» y
«azar»; en lugar de entender el primero de ellos como un vínculo necesario
e invariable entre dos acontecimientos y el segundo como la ausencia abso-

entender el mundo. Lo que hemos intentado persona (o máquina) que la aIToje, una
construir es una vía estrecha entre esas dos superficie horizontal donde la moneda pue-
concepciones que conducen tanto a la alie- da caer, un campo gravitatorio, etc.; b) lejos
nación, la de un mundo regido por leyes que de producir resultados completamente inde-
no otorgan lugar alguno a la novedad y la de terminados, arbitrarios, ilegales el juego de
un mundo absurdo, acausal. donde nada cara o cruz tan solo produce "caras" y"cru-
puede ser pre,,;sto ni descrito en términos ces", y esto, además, de acuerdo con aquella
generales», llya PRIGOGL\lE,ed. cit., p. 217. ley estadística definida según la cual. a la
(36) Ilya PRIGOGINE, ed. cit., pp. 218 Y larga, el número de "caras" será igual al de
219. "cruces" siempre que la moneda esté bien
(37) «Hasta el azar, que a primera vista equilibrada; mientras que si al arrojar la
es la negación misma de la determinación, moneda salieran unas veces "caras" y otras
tiene también sus leyes y los accidentes elefantes, periódicos, sueños u otros objetos
emergen de condiciones preexistentes. Así, cualesquiera en forma arbitraria y anárqui-
la aparición de una "cara" al aITojar una ca, sin conexión alguna con las condiciones
moneda, lejos de ser un acontecimiento ile- antecedentes, se trataria de un proceso inde-
gal y lejos también de haber surgido de la terminado», Mario BUNGE,ed. cit., p. 25.
nada, es el resultado detenninado de una (38) «Los fenómenos de azar también
determinada operación. Sólo que no se trata pueden describirse como el resultado de
~el único resultado posible, no es una con- causas fortuitas o accidentales, como suce-
secuencia única de un proceso dado o -co- dió en la antigüedad; pero una vez más, esta
mo también puede decirse- no es un resul- forma de expresión es equívoca pues desbor-
tacio bien definido. AITojar monedas a cara da la doctrina de la causalidad, que no admi-
o cruz es un proceso determinado porque te las causas fortuitas por más que conceda
.a) lejos de ser incondicionado, exige el cum- la existencia de efectos accidentales», Mano
. plimiento de condiciones definidas, tales BUNGE,ed. cit., p. 191.
Comola existencia de una moneda y de una
888 YESID REYES ALVARADO

luta de reglas, estas dos nociones deben ser reinterpretadas en tomo al con-
cepto de probabilidad. Desde esta perspectiva, la relación causal indica que
(con una determinada probabilidad) una causa puede conducir a un resul-
tado específico y que el azar, lejos de ser sinónimo de.caos, denota igual-
mente una conexión probabilística entre dos 'sucesos.
Un buen ejemplo de que el azar responde a las mismas leyes probabi-
lísticas de la causalidad, lo constituye la paciente labor de una familia espa-
ñola (los García Pelayo) que en la década. del noventa lograron «predecir»
el comportamiento de las ruletas en los casinos, a tal punto que en poco
menos de dos años pudieron obtener ganancias superiores a un millón dos-
cientos mil euros en casinos de todo el mundo. En realidad, el punto de
partida del juego de ruleta, consiste en que teniendo 36 números disponi-
bles, cada jugador tiene una entre 36 probabilidades de acertar, mientras
el casino cuenta con 35 de 36 probabilidades de ganar frente a cada apos-
tador; lo que esta familia hizo, fue examinar en cada ruleta un número
amplio de jugadas (cerca de 5.000) para establecer cuáles eran los números
que salían con mayor frecuencia y precisar la periodicidad con que lo
hacían, lo que los llevó a reducir las probabilidades teóricas con las que las
ruletas deberian funcionar; si bien jamás lograron establecer la razón por
la cual la ruleta no se comportaba como idealmente debería hacerlo, sí con-
siguieron entender que todas esas máquinas tenían pequeños defectos de
construcción o funcionamiento que rompían el equilibrio que teóricamente
deberia existir entre las probabilidades de aparición de cada uno de sus
números. El punto de partida de su método, era que esa proporción con
que las ruletas deben funcionar es solamente teórico y aplicable a máquinas
que funcionaran con una perfección absoluta, lo cual jamás ocurre en la
realidad; se trataba entonces de encontrar las reglas que regían el funcio-
namiento de cada una de las ruletas individualmente consideradas, que fue
lo que finalmente consiguieron (39).
Fue tan evidente que los García Pelayo lograron «predecir» el compor-
tamiento de las ruletas en los casinos con base en la determinación de pro-
babilidades, que les fue prohibido el ingreso a alguno de ellos. Esa prohi-
bición (posteriormente reyocada por disposición judicial) demuestra que
los dueños del casino fueron conscientes de que existía una «relación de
causalidad» entre el comportamiento de los García Pela yo (análisis estadís-
tico de los resultados en el juego de ruleta) y sus ganancias; si los propie-
tarios del casino no estuvieran persuadidos de la existencia de ese nexo cau-
sal, si pensaran que las ganancias económicas de .los García Pelayo se .1. .
¡'.
.
debían al simple azar (entendido como caos, como ausencia de reglas)
entonces habrían seguido confiando en esa noción de azar y jamás les 1...
.!'
hubieran prohibido su entrada al casino. Esa convicción de que existía una
relación causal entre el comportamiento de los García Pelayo y sus ganan-
cias en el juego de la ruleta, le permitió a los propietarios del casino, ade-

(39) Iván y Gonzalo GARCÍA


PELAYO,
La fabulosa historia de los Pelayos, Plaza y Janés,
2004.
CA1.JSALIDAD y EXPLICACIÓN DEL RESULTADO 889

más, prever que esa familia podría seguir ganando dinero cada vez que
apostara a la ruleta, debido a que habían encontrado las reglas que gobier-
nan el funcionamiento de ese juego; y ésa fue, en el fondo, la razón que
tuvieron para prohibirles seguir jugando en su establecimiento. En defini-
tiva, lo que esta familia puso de presente es que el azar está regido por leyes
de probabilidad, Y-Aue en buena parte el. negocio de los casinos está edi-
ficado sobre el supuesto de que sus clientes desconocen esas reglas y creen
en el azar entendido como caos.
El derecho penal no ha sido ajeno a esa crisis de la certidumbre como
eje de la relación causa.L aun cuar:do no ne~esariamente haya plena. con-
ciencia sobre su contemdo. A medIados del sIglo xx, hubo en Alemama un
sonado proceso penal en el que el centro de la discusión era la eventual rela-
ción causal que existía entre un medicamento denominado Contergán (40)
(que por entonces se suministraba a mujeres en estado de embarazo) y el
nacimiento de algunos niños con malformaciones fetales. Los varios con-
ceptos técnicos sobre el efecto del Contergán en el desarrollo de los embrio-
nes, aportados por muchos de los más connotados científicos europeos, no
permitieron establecer con certeza si ese medicamento podía o no causar
las malformaciones fetales que hasta entonces se venían detectando; y la
certeza no pudo conseguirse, por la sencilla razón de que los conceptos de
los científicos se dividieron entre quienes consideraban que no era claro ese
nexo causal y quienes defendían su existencia. Frente a esta ausencia de
certeza, el Tribunal Supremo Alemán consideró que, aun cuando ello no
pudiera ser afirmado de manera categórica y objeti\'a, los jueces sí tenían
la convicción subjetiva de que existía un vínculo causal entre la ingestión
del Contergán y las malformaciones fetales y que ese convencimiento inter-
no era suficiente para dar por demostrada la causalidad (41).
En 1981 se descubrió en España un brote epidémico que produjo varios
cientos de muertos y miles de lesionados por neumonía intersticial; pronto
la investigación comenzó a girar en derredor de la posible ingestión de acei-
te de Colza desnaturalizado, cuya venta para consumo humano estaba pro-
hibida debido a que la anilina con la que se mezclaba el aceite tenía pro-
piedades venenosas; se demostró dentro del proceso que algunas personas
habían retirado por procedimientos químicos la anilina con que el aceite
de Calza se desnaturalizaba y habían procedido a venderlo para consumo
humano. Trabada la discusión procesal sobre si existía una relación causal
entre el consumo de aceite de Colza desnaturalizado v la neumonía inters-
~icial,no fue posible conseguir que los peritos afirma{an con certeza la pre-
sencia o ausencia de dicho nexo. El Tribunal Supremo Español, al reco-
nocer que no se había obtenido certeza sobre ese vínculo entre el aceite de
~olza desnaturalizado y las lesiones o muertes que se juzgaban, advirtió que

:¿j;.(40) En algunos países de habla hispana GEN BRUNS, «Ungeklan:e verfahrensrechtli-


el mencionado medicamento fue comercia- che Fragen des Contergan-Prozesses», en
lizado bajo la denominación de Talidomida. Festschrift fÜr Reinhart Maurach, Karlsruhe,
'3G(41) Sobre la decisión judicial adoptada Verlag C. F. Müller, 1972, pp. 479 Y480.
en este controvertido proceso, cfr. Hans JOR-

- -
890 YESID REYES ALVARADO

para la demostración procesal de la relación causal no hacía falta la certeza


«cuando, comprobado un hecho en un número muy considerable de casos
similares, sea posible descartar que el suceso haya sido producido por otras
causas» (42).
Decisiones como las acabadas de citar han sido objeto de enconada polé-
mica, en cuanto parecen contradecir abiertamente el concepto de relación
causal que siempre ha estado (con más o menos trascendencia) en la base
de la teoría del delito. Se advierte, por ejemplo, que «para afirmar la exis-
tencia de una "relación de causalidad" no basta con 'la determinación de
una conexión meramente probabilística entre resultado y sus factores pre-
suntamente causantes. Solamente si es posible, ahondando en la investiga-
ción, conectar de un modo determinista -y, daro está, causal- ambos gru-
pos de elementos podrá hablarse, en Derecho Penal. de una "relación de
causalidad" suficientemente probada; en otro caso, habrá de prevalecer la
vigencia del principio in dubio pro reo» (43).
Críticas como ésta, están edificadas sobre un concepto de causalidad
cuya validez comenzó a resquebrajarse en la física teórica desde la primera
mitad del siglo xx, con la formulación de las primeras leyes de la mecánica
cuántica v continuó su creciente deterioro con el desarrollo de la teoría de
'"'

la relatividad (44) y la explicación del origen del universo a partir del big
bang; en efecto, sólo si se parte del supuesto de que la relación causal supo-
ne que con absoluta certeza un acontecimiento específico lleva en todos los
casos a una determinada consecuencia, se podrá afirmar que en caso de
duda sobre la existencia del nexo causal debe aplicarse el in dubio pro reo.
Pero, como ya se ha visto, el universo no puede ser explicado en términos
de certeza, sino de meras probabilidades, lo cual ha conducido a los físicos
a reformular el concepto de causalidad a partir de la noción de probabi-
lidad; y, así como hace ya varios siglos el derecho penal decidió servirse
del concepto newtoniano de relación causal (edificado entonces sobre la
noción de certeza), no resulta comprensible que ahora se desconozca el
replanteamiento que de ese concepto ha hecho la física teórica, para afirmar
que «en derecho pena1», la relación causal debe ser entendida de una mane-
ra distinta, esto es, andada sobre la certeza.

(42) Sobre los hechos que dieron lugar a siderada como una teoría por completo cau.
este proceso y las determinaciones judicia- sal. provee un ejemplo notable de estructura
les que dentro de él se adoptaron, cfr. José teórica fundada en elementos no causales.
Manuel PAREDES CASTA:'Ó:-':
y Teresa RODR1. Pues los axiomas básicos de esta teoría son
GUEZMONTA.'\:ES , El caso de la col~a: respon- el principio restringido de relati\'idad (que
sabilidad penal por productos adulterados o establece la invariancia de las leves físicas
defectuosos, Tirant lo Blanch. Valencia, respecto de la elección de sistem~ de refe-
1995, pp. 41 a 57. rencia inerciales) y el principio de constan-
(43) José Manuel PAREDESCASTAJ\;ÓN y cia de la velocidad de la luz en el vacío. Sólo
Teresa RODR1GCEZ MOJ\"TAStS, ed. cit., p. 129. ocasionalmente se reconoce Que ninE:uno de
(44) "Pero no necesitamos recurrir a la estos principios es una ley ca~sal; en'ó puede
física estadística para apoyar nuestra afir- verificarse comparándolos con cualquiera
mación de que la causalidad no agota la de las formulaciones del principio causaJ>"
legalidad. La teoría de la relathidad restrin- Mario BUNGE.ed. cit.. p. 275.
gida, habitualmente (y erróneamente) con-
CAlJSAUDAD y EXPLICACIÓN DEL RESULTADO 891

De insistirse en que el derecho penal tiene su propio concepto de rela-


ción de causalidad, se estaría negando el carácter ontológico de ésta, que
debe ser uno de los puntos de partida de la discusión; y, de paso, se estaría
perdiendo el vínculo fundamental que debe existir entre las conductas de
los seres humanos y la aplicación del derecho, que consiste precisamente
en que la elaboraciá.n de los juicios de valor siempre debe llevarse a cabo
sobre supuestos de hecho ontológicamente considerados. Pero mientras se
admita (como debe hacerse) que el derecho regula comportamientos que
tienen lugar en el mundo de lo natural, los conceptos que rigen ese mundo
(entre los cuales se encuentra el de la relación causal), deben ser manejados
de acuerdo con las respectivas ciencias de la naturaleza. En consecuencia,
si la física ha evolucionado en el sentido de reconocer que la certeza no
es el eje de la relación causal como explicación del universo, el derecho
penal no puede in~istir en manejar una noción de causalidad edificada
sobre el antiguo presupuesto de la certeza, sino que está obligado a enten-
derla en la forma como hoy se hace dentro del campo de la física teórica,
esto es, con base en la noción de probabilidad.
De la misma manera como en el caso de la familia García Pelayo los
dueños de un casino llegaron a la conclusión de que existían grandes pro-
babilidades de que esos clientes ganaran cada vez que apostaran a la ruleta,
y por ello les prohibieron la entrada a sus instalaciones a pesar de que no
tenían la certeza de que así iban a ocurrir las cosas, el Tribunal Supremo
Alemán sancionó la utilización del Contergán y el Tribunal Supremo Espa-
ñolla del aceite de Colza desnaturalizado, ante la probabilidad de que tales
sustancias fueran las causantes de las muertes y lesiones person.ales inves-
tigadas. Esa probabilidad estadística ha tomado fuerza como fundamento
de la relación de causalidad y, por consiguiente, no puede afimarse váli-
damente que con las mencionadas decisiones judiciales se está desconocien-
do la importancia de la causalidad en el ámbito de la responsabilidad penal;
por el contrario, lo que se hizo fue abandonar una antigua concepción de
la causalidad (basada en la certeza) y reemplazada por una más cercana
a la realidad (edificada sobre el concepto de probabilidad) (45). La efecti-
vidad de la noción de causalidad utilizada por los Tribunales Supremos de
Alemania y España en los mencionados casos, puede verse en la circuns-
tancia de que, eliminado el consumo de Contergán y aceite de Calza des-
naturalizado, la aparición del específico tipo de lesiones que originó los alu-
~.idosprocesos, cesó por completo.
L.

~,: Esa crisis de la certeza, que se vislumbra ya en algunos ejemplos de deli-


;~osconsumados como los mencionados en páginas precedentes, resulta
~ucho más evidente en las omisiones y las tentativas. Aun cuando ya hace
mucho tiempo q~e la doctrina no alude a una «relación causal hipotética»
~ra fundamentar la punibilidad de la tentativa, lo evidente es que sin la
~..

~(4S) De esta manera rectifico las críticas REYES ALVARADO,


Imputación Objetiva, ed.
;ue en otro lugar había hecho a decisiones cit., p. 41.
amo la del caso Contergán; cfr. Yesid

--
892 YESID REYES ALVARADO

demostración de que existe un nexo entre la conducta efectivamente


desarrollada por el autor y un potencial daño al bien juridico objeto de pro-
tección, resultaria insostenible la sanción de las tentativas. Cuando una per-
sona reza para que su enemigo muera, no se la sanciona como autora de
una tentativa de homicidio, precisamente porque la conducta por ella des-
plegada (rezar) no tiene la aptitud de ocasionar la muerte de su enemigo.
Pero, cuando una persona acciona un arma de fuego en contra de otra que
sólo escapa de la muerte debido a que la bala golpea contra su billetera y
no penetra en el cuerpo, el autor de ese comportamiento es objeto de san-
ción penal a título de tentativa de homicidio, debido a que el disparo de
un arma de fuego contra el torso de un ser humano tiene aptitud de oca-
sionarle la muerte (46).En consecuencia, con absoluta independencia de la
teoría que se adopte como explicación de la punibilidad de las tentativas,
resulta incuestionable que si la conducta desplegada no puede ser consi-
derada como potencialmente apta para poner en peligro el bien jurídico
objeto de protección, no puede ser objeto de reproche penal.
Algo similar ocurre respecto de los delitos de omisión, aun cuando en
la justificación de su punibilidad se suela prescindir de toda referencia a
la relación causal y se sostenga simplemente que es la inobservancia de un
deber de comportamiento lo que amerita su reproche. Siendo esta afirma-
ción en principio correcta, lo evidente es que la simple omisión de desplegar
la conducta debida no es suficiente para justificar una sanción penal; esa
es la razón por la cual no se sanciona a quien ha omitido desinfectar unos
pelos de cabra que ocasionan lesiones a las trabajadoras de una fábrica de
pinceles, si se demuestra que ninguno de los desinfectantes existentes en
el mercado hubiera sido apto para la eliminación del bacilo contaminan-
te (47).Con absoluta independencia de si ese nexo entre la conducta omitida
y el resultado puede o no ser llamado relación de causalidad, lo cierto es
que de no existir el mismo resulta imposible deducir responsabilidad penal
a título de omisión.
La renuencia de la doctrina a referirse de manera directa a una «relación
de causalidad» en las tentativas y las omisiones obedece en buena parte a
que su entendimiento como un vínculo de certeza entre dos acontecimien-
tos no resulta compatible con figuras como la de. la tentativa en la que el
resultado no acaece de manera efectiva, o como la omisión, donde habria
que denominar «causa» a un acontecimiento que no ha tenido real ocurren-
cia. Sin embargo, la evolución de la teoría del delito muestra que en ella
ha jugado un importante papel el concepto de previsibilidad (48), que en

(46) Aun cuando para efectos de estos to de las mismas, la distancia a la que se
ejemplos no "amos a precisar más la rela- efectúa el disparo, la condición de la ,'icti-
ción causal que está en la base de los mis- ma, etc.
mos, lo cieno es que ella sólo tiene real uti- (4i) Las panicularidades de este caso,
lidad si se le incorporan todos los datos que juzgado en Alemania. pueden verse en RGSt
acompañan la ejecución de la conducta, 63-211.
como por ejemplo, la clase de arma y muni- (48) Así, por ejemplo, para autores como
ción empleadas, el estado de funcionarnien- COBa DEL ROSAL Y V]\,ES A.."TÓ~, "La previsi-
CACSAUDAD y EXPLICACIÓN DEL RESULTADO 893

1fondo no es más que una de las aplicaciones prácticas de la relación cau-


~al (49);en efecto, cuando se afirma que nadie puede ser penal mente res-
ponsabilizado por hechos imprevisibles (50), lo que en el fondo se sostiene
es que la conducta desplegada por el autor no tiene una clara conexión cau-
sal con el resultado finalmente sobrevenid?; pero la falta de previsibilidad
no significa que no exista ninguna probabilidad de que una conducta pueda
desencadenar un determinado resultado; lo que el concepto de imprevisi-
bilidad denota, es justamente que las probabilidades de conectar un espe-
cífico comportamiento con un determinado resultado son tan bajas que este
Último no resulta fácil de prever; desde esta perspectiva se ha dicho, por
ejemplo, que quien desconociendo que su enemigo es hemofílico le propina
un leve golpe en la nariz que le causa la muerte, no debe responder como
autor de un homicidio debido a que para un «hombre medio» (como el
autor desprovisto del conocimiento especial sobre la hemofilia que afectaba
a la víctima) no resultaba previsible que la persona a quien agredía podía
perecer como consecuencia de un leve golpe en su nariz. Lo que hay en la
base de ese razonamiento no es nada diverso a la aplicación de una ley de
probabilidad: el porcentaje de personas que padecen de hemofilia es tan
bajo, que las probabilidades de que una persona perezca como consecuen-
cia de una pequeña herida son muy bajas (51).
El concepto de probabilidad no es entonces extraño para el derecho
penal, pues lo ha utilizado para explicar la punibilidad de las tentativas y
los delitos de omisión, lo ha empleado para solucionar complejos casos de
delitos consumados como los que tuvieron que ver con el consumo de Con-
tergán y aceite de Colza desnaturalizado, y ha recurrido a él para (a través
de la figura de la previsibilidad) resolver hipótesis de delitos imprudentes

bilidad es un elemento de la culpa (Derecho sible, o habiéndolo previsto, confió en poder


penal, PG, Tirant lo Blanch, Valencia, 1991, evitarlo».
3.aed., p. 480 Yss.); desde la perspectiva del (50) «Si el autor no tenía posibilidad
denominado fin de protección de la norma»; alguna de prever resultado y causalidad,
Santiago MIR destaca igualmente la impor- desaparecerá la imprudencia»; Reinhart
tancia de la previsibilidad en el delito MAURACH, Tratado de Derecho Penal, Edicio-
imprudente: «Cuando, pese al riesgo creado, nes Ariel, 1962, p. 255.
no era previsible el concreto resultado cau- (51) «Finalmente, tanto el resultado en
sado. Así, si eran previsibles unas lesiones su configuración concreta como el curso
. leves, pero no la muerte, pues la norma de causal en sus rasgos esenciales deben haber
cuidado infringida no se dirigía a evitar la sido previsibles. Si sólo fue previsible una
mUerte -no puede regularse lo imprevisi- lesión corporal y no la muerte, entonces
,ble-, sino sólo las lesiones» (Derecho penal, resultará apl~cable el § 230, a pesar de que
PG, Ediciones PPU, Barcelona, 1996, 4.a ed., el resultado mortal ha acaecido (RG 28,
'.283). 273)... Ejemplos: Debe ser previsible la muer-
.~(49) De hecho, el Código Penal colom- te de alguien que sólo es alcanzado levemen-
biano, al definir la culpa, hace expresa refe- te por ellanzanúento de una piedra pero que
.- ncia a la necesidad de que el resultado padece de hemofilia (RG, 54,349 [351])...»;
. .~bierasido pre\<isiblepara el autor: «Ar- Hans HEINRICHJESCHECK, Tratado de Dere-
a:Culo23: Culpa. La conducta es culposa cho Penal, PG, Edición Comares, Granada,
ando el resultado típico es producto de la 2002, 5.a ed., traducción de Miguel Olmedo
fracción al deber objetivo de cuidado y el Cardenete, § 56, pp. 631 Y632.
gente debió haberlo previsto por ser previ-

-- -
894 YESlD REYES ALVARADO

conocidas con el nombre de «desviación de cursos causales». Con absoluta


independencia de si se quiere seguir haciendo referencia a la noción de
«causalidad», o si se prefiere aludir a denominaciones como la «cuasi-cau-
salidad», la «relación causal hipotética», la «relación de adecuación» (52),
la «causalidad jurídica» (53), la «relación de antijuridicidad» (54), el «nexo
de infracción de un deber» (55) 61a «previsibilidad», lo único cierto es que
nadie puede ser responsabilizado por un resultado con el que su conducta
no se encuentre unida; si se llegara a prescjndir de toda referencia al vínculo
que debe existir entre las actuaciones objeto de valoración y los resultados
penalmente relevantes, se arribaría a soluciones francamente incompren-
sibles, como le ocurrió a la Corte Suprema de Justicia colombiana durante
el trámite de un recurso de amparo, en el que un denunciante se quejaba
de que el abogado del procesado había ejercido presión sobre la funcionaria
judicial de primera instancia para que concediera la libertad de su cliente;
las pruebas recaudadas demostraron que esta persona no revocó la deten-
ción del procesado pero que, apelada la decisión, una funcionaria de segun-
da instancia sobre la que no se ejerció presión alguna, dispuso la libertad
del procesado exponiendo argumentos jurídicos de inocultable validez. Pese
a que todo esto estaba claramente demostrado dentro del expediente, la Cor-
te Suprema dispuso amparar el derecho al debido proceso y ordenó revocar
la decisión de esa funcionaria de segunda instancia sobre quien jamás se
ejerció presión alguna (56).
Los problemas que el usual entendimiento de la relación de causalidad
plantea no pueden entonces ser correctamente solucionados prescindiendo
del nexo causal como vínculo entre conducta y resultado penal mente rele-

(52) «La teoría de la adecuación persi- tarse originariamente como una teoría de la
gue un propósito justificado, pero no es, causaJidad, hoy se admite como una doctri-
com.o opinaban originariamente sus defen- na que no afecta el conceptO de causa, sino
sores, una teona causaL sino una teoría de que debe operar después de constatada la
la imputación». Tampoco es, contra lo que causaJidad, para seguir comprobando la
inicialmente entendían sus partidarios, una imputación objetiva del resultado. Sobre la
alternativa a la teona de la equivalencia, base de la teona de la adecuación se halla
sino más bien su complemento. Y en ese en proceso de elaboración la actual teoría de
sentido es también entendida hoy por regla la imputación objetiva», Santiago MIR, ed.
general por sus artidarios»; Claus ROXlN, cit., p. 226.
Derecho Penal, PG, 1. 1. Fundamentos. La (53) Como con alsruna frecuencia la ha
Estructura de la Teoríadel Delito, Ed. Civitas denominado el Tribu~al Supremo Español;
S. A., 1997, p. 361. «Para restringir los resul- dr. José CEREZOMIR, Curso de Derecho
tados de la teoría de la equivalencia de las Penal Espm101, PG, Ed. Tecnos, Madrid,
condiciones hay dos posibiJidades: o bien 2004, 6.a ed., p. 181.
rechazar el concepto de causa de la teoría de (54) Por ejemplo. Hans HEINRlCHJES.
la condición y mantener otra concepción CHECK,ed. cit., § 55. pp. 628 Y629.
más restringida de la causalidad, o bien (55) Cfr. lngeborg PL'PPE,La imputación
aceptar el concepto de causa de la teoría de objetiva, Ed. Comares, Granada, 2001, tra-
la condición pero considerando insuficiente ducción de Percy García Ca\'ero, p. 57.
la relación de causalidad para permitir la (56) Corte Suprema de Justicia de
imputación objeth'a del resultado. El prime- Colombia, Sala PenaL expediente de tutela " <a.
ro ha sido el camino tradicional. Mas por N. 18.135, decisión de 13 de octubre de
dicha vía la doctrina formuló una teona, lla- 2004.
mada de la adecuación, que, pese a presen-
CAUSAUDAD y EXPLICACIÓN DEL RESL'LTADO 895

vante, sino reformulando el contenido del mismo. Un primer replantea-


miento de la causalidad para entenderla a partir de la noción de probabi-
lidad, no solamente permitió solucionar adecuadamente casos de delitos
consumados como los del Contergán y el aceite de Colza, sino también hipó-
tesis de omisión .Ytentativa, en las que lo d.eterminante es la probabilidad
de que la conducta omitida (en el delito de omisión) o efectivamente des-
plegada (e~ las tentativas) pudiera ocasionar daño al bien jurídico objeto
de protecclOn.
Precisamente el punto de partida de la imputación objetiva dentro de
una concepción normativa de la teoría del delito, es que a nadie le puede
ser atribuido un resultado que no pueda ser considerado como «su
obra» (57). Ahora bien" para poder considerar un determinado resultado
como «la obra» de alguien, la imputación objetiva plantea la necesidad de
establecer si el autor ha creado con su conducta un riesgo jurídicamente
desaprobado, lo que supone un importante filtro inicial a la innumerable
cantidad de condiciones que desde el punto de vista ontológico intervienen
en la sobrevención de cualquier resultado, como de manera inobjetable lo
establece la teoría de la equivalencia de las condiciones. Éste es, sin duda,
el aporte más importante de la imputación objetiva, en cuanto se abandona
la simple consi-deración natural de la causa como eje central del juicio de
reproche, y se la reemplaza por la de «creación de un riesgo jurídicamente
desaprobado», entendido como aquel comportamiento desarrollado por un
portador de roles (de ahí lo objetivo de la imputación objetiva) en contra
de los deberes de conducta que su posición dentro de la sociedad le impone
con miras a proteger bienes jurídicos frente a determinadas clases de ata-
que.
Sin embargo la simple creación de un riesgo jurídicamente desaprobado
no basta para sostener que el resultado lesivo es obra del autor, tal como
puede observarse en el caso de quien conduciendo un vehículo automotor
sin licencia (creación de un riesgo jurídicamente desaprobado) pero con
sujeción a las demás disposiciones de tránsito (en la dirección correcta, den-
tro del límite de velocidad, en estado de sobriedad, etc.), ocasiona la muerte
a un suicida que se lanza a las ruedas del vehículo cuando está lo suficien-
temente cerca para que a su conductor le resulte imposible detenerlo. En
hipótesis como ésta, es innegable que el conductor creó un riesgo jurídi-
'. s:amente desaprobado al guiar su vehículo sin estar en posesión de la res-
pectiva licencia, pero también lo es que la muerte del suicida no puede ser
J~lidamente considerada como «su obra» y, por consiguiente, no debe ser
penalmente responsabilizado por la misma.
~~"~' Por eso la imputación objetiva recurre a un segundo filtro que consiste
, analizar si el riesgo jurídicamente desaprobado creado por el autor de
a' ~onducta, se realizó o no en el resultado; este segundo eleménto de la
.putación objetiva es el que en el fondo reemplaza el concepto tradicional

Yesid REYESALVARADO,
Imputación..., ed. cit., p. 49.
-
896 YESID REYES ALVARADO

de relación de causalidad, pues permite establecer un nexo entre la con-


ducta creadora del riesgo jurídicamente desaprobado y el resultado penal-
mente relevante. Pero si la realización del riesgo se entendiera como la nece-
sidad de demostrar que con absoluta certeza un acontecimiento lleva siem-
pre y de manera indefectible a otro, entonces no solamente sería imposible
solucionar casos de delitos consumados como el del Contergán y el aceite
de Colza, sino que tampoco podría imputarse objetivamente un resultado
en casos de tentativa u omisión, porque jamás podría establecerse con cer-
teza que la conducta desplegada hubiera podido ocasionar el resultado no
sobrevenido (en las tentativas) o que la conducta no desarrollada hubiera
podido evitar el resultado efectivamente sobrevenido (en las omisiones).
Por eso la imputación objetiva prescinde de la relación causal como ele-
mento autónomo bajo esa denominación, y alude a la realización del riesgo
en el resultado, sobre el supuesto de que ésta se presenta cuando la pre-
sencia de determinado riesgo es imprescindible para la explicación del
resultado (58).Sin embargo, esa explicación no debe ser entendida en el sen-
tido de que dos acontecimientos están invariablemente unidos de manera
tal que siempre que se presenta uno de ellos (causa) se puede tener la certeza
de que el otro (resultado) sobrevendrá, sino tan sólo como la probabilidad
de que la creación del riesgo jurídicamente desaprobado por parte del autor
sea apta (en términos de probabilidades) para ocasionar un daño al bien
jurídico objeto de protección. En puridad de términos, no se trata entonces
de buscar causas sino explicaciones de los resultados que interesan al dere-
cho penal; por eso es factible que la creación de un riesgo jurídicamente
desaprobado explique un resultado, aun cuando no pueda decirse que está
causalmente vinculado a él en el sentido de responder siempre y de manera
indefectible a una ley causal edificada sobre la noción de certeza.

Desde esta perspectiva, la afirmación de que la teoría de la imputación


objetiva está en capacidad de reemplazar la función de la relación de cau-
salidad dentro de la teoría del delito es cierta, sólo en el entendido de que
el concepto tradicional de causa, ligado a la noción de certeza y como pri-
mer elemento de análisis de la acción, es sustituido por el de realización
del riesgo en el resultado (59) (entendido como explicación del mismo en
términos de probabilidades), que sólo se emplea después de establecer que
alguien ha creado con su conducta un riesgo jurídicamente desaproba-
do (60). En consecuencia, no resulta correcto afirmar que adicionalmente

(58) Cfr. Yesid REYESALVARIDO, Imputa- el hecho de que la imputación objetiva per-
ción..., ed. cit., p. 278 Yss. mita establecer un nexo entre conducta y
(59) En similar semido señala PUPPEque. resultado penalmente re]e\'ante, no significa
«Los requisitos de la imputación objetiva, que se la pueda reducir a una simple refor-
especialmente la realización del riesgo pro- mu]ación de la relación de causalidad, pues
hibido y la \lnculación con el fin de protec- su principal apone es el de una teoría del
ción, no pueden ser otra cosa que peculia- riesgo en un plano estrictamente valorativo,
ridades precisamente del nexo causal», que permite aislar comportamientos que se
Ingeborg PCPPE,ed. cit., p, 12. consideran contrarios a deberes de actua-
(60) Debe advertirse. sin embargo. que ción,
896 YESID REYES ALVARADO

de relación de causalidad, pues permite establecer un nexo entre la con-


ducta creadora del riesgo jurídicamente desaprobado y el resultado penal-
mente relevante. Pero si la realización del riesgo se entendiera como la nece-
sidad de demostrar que con absoluta certeza un acontecimiento lleva siem-
pre y de manera indefectible a otro, entonces no solamente sería imposible
solucionar casos de delitos consumados como el del Contergán y el aceite
de Colza, sino que tampoco podría imputarse objetivamente un resultado
en casos de tentativa u omisión, porque jamás podría establecerse con cer-
teza que la conducta desplegada hubiera podido ocasionar el resultado no
sobrevenido (en las tentativas) o que la conducta no desarrollada hubiera
podido evitar el resultado efectivamente sobrevenido (en las omisiones).
Por eso la imputación objetiva prescinde de la relación causal como ele-
mento autónomo bajo esa denominación, y alude a la realización del riesgo
en el resultado, sobre el supuesto de que ésta se presenta cuando la pre-
sencia de determinado riesgo es imprescindible para la explicación del
resultado (58).Sin embargo, esa explicación no debe ser entendida en el sen-
tido de que dos acontecimientos están invariablemente unidos de manera
tal que siempre que se presenta uno de ellos (causa) se puede tener la certeza
de que el otro (resultado) sobrevendrá, sino tan sólo como la probabilidad
. de que la creación del riesgo jurídicamente desaprobado por parte del autor
sea apta (en términos de probabilidades) para ocasionar un daño al bien
jurídico objeto de protección. En puridad de términos, no se trata entonces
de buscar causas sino explicaciones de los resultados que interesan al dere-
cho penal; por eso es factible que la creación de un riesgo jurídicamente
desaprobado explique un resultado, aun cuando no pueda decirse que está
causalmente vinculado a él en el sentido de responder siempre y de manera
indefectible a una ley causal edificada sobre la noción de certeza.
Desde esta perspecti\'a, la afirmación de que la teoría de la imputación
objetiva está en capacidad de reemplazar la función de la relación de cau-
salidad dentro de la teoría del delito es cierta, sólo en el entendido de que
el concepto tradicional de causa, ligado a la noción de certeza y como pri-
mer elemento de análisis de la acción, es sustituido por el de realización
del riesgo en el resultado (59) (entendido como explicación del mismo en
términos de probabilidades), que sólo se emplea después de establecer que
alguien ha creado con su conducta un riesgo jurídicamente desaproba-
do (60). En consecuencia, no resulta correcto afirmar que adicionalmente

(58) Cfr. Yesid REYESALVAR!¡J)O, Imputa- el hecho de que la imputación objetiva per-
ción..., ed. cit., p. 278 Yss. mita establecer un nexo entre conducta Y
(59) En similar sentido señala PUPPEque. resultado penalmente rele\'ante, no significa
«Los requisitos de la imputación objetiva, que se la pueda reducir a una simple refor-
especialmeme la realización del riesgo pro- mulación de la relación de causalidad, pues
hibido y la \inculación con el fin de protec- su principal apone es el de una teoría del
ción, no pueden ser OtTa cosa que peculia- riesgo en un plano estrictamente valorativo,
ridades precisamente del nexo causal», que permite aislar componamientos que se
lngeborg P¡;PPE,ed. cit., p. 12. consideran contrarios a deberes de actua-
(60) Debe advertirse. sin embargo, que ción.
CAUSALIDAD y EXPLICACIÓN DEL RESLl..TADO

a la creación v realización de riesgos en el resultado, la teona de la imDu-


tación objetiva contiene un terce; elemento (o nivel, al decir de alguTIos)
constituido por la relación causal, como afirma un importante sector ':c la
doctrina (61). Sólo que lo incoITecto de esta afirmación no radica en que
el derecho penal pueda prescindir por completo de ese nexo entre ac-:::ón
y resultado que hoy conocemos con la denominación de «relación caus:ll>.
sino en que debe abandonarse el concepto que de ella se había constr.-'do
a partir de la certeza, para reemplazarlo por un vínculo edificado sob~~ la
noción de probabilidad, que permita establecer cuándo la creación d~ U11
riesgo jundicamente desaprobado es imprescindible para explicar la sC0re-
vención de un resultado penalmente relevante; pero ese vínculo, dentr,} de
la teona de la imputación objetiva, está representado por el concepID de
«realización del riesgo en el resultado».
No se equivocaba, pues, el profesor RODRÍGUEZ MOURULLO cuanc...}al
afrontar el problema de la relación de causalidad en el delito de omisión.
proponía abandonar la concepción tradicional que de la misma venía rr...::.ne-
jando el derecho penal desde la época de Ne\'lton, para reemplazarla por
una noción con mayor capacidad de rendimiento dentro de la teona del.:.di-
to. Solo que la redefinición del concepto causal no podía quedar redt.:.:ida
únicamente al ámbito del delito omisivo, sino que debía extenderse a tcdas
las demás manifestaciones de la conducta punible, tal como se despn:nde
de la adecuada comprensión de la teoría de la imputación objetiva.

(61) Cfr., por ejemplo, José CEREZOMIR. SAINZCANTERO, Lecciones de Derecho hnal
Curso de Derecho Penal Español (PG), t. n, (PG), 3.a ed., Ed. Bosch, Barcelona, 1990.
Ed. Tecnos, Madrid, 1998, p. 101; José A. p.508.

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