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BOLILLA II

LA CONSTRUCCIÓN DEL MUNDO JURÍDICO DE LA CIUDAD ANTIGUA: LA


POLIS GRIEGA

A) EL MUNDO JURÍDICO DE LA CIUDAD ANTIGUA

Naturaleza y significado de la “polis”. – Es necesario partir de


la concepción de la ciudad antigua, la polis, que centró y
configuró la vida y el pensamiento en Grecia.

La polis es el eje alrededor del cual se mueven y desarrollan


los intereses, tanto personales como políticos y sociales, de
los hombres y la comunidad. La polis era una comunidad afirmada
en la ley. Pero esta ley tenía características especiales. No
era un decreto, sino el “nomos”, que originariamente significaba
el conjunto de lo que todos respetaban como costumbre viviente,
acerca de lo que se consideraba justo o injusto.
El origen de la polis debe buscarse en la gens, en el clan, en
la familia, entendida como el conjunto de los descendientes de
un antepasado común, con el mismo culto a una misma divinidad.
La gens estaba gobernada por el descendiente más directo de
aquel antepasado, y había obtenido su poder por voluntad de los
dioses.
Posteriormente, las gentes debieron aliarse por razones de
defensa frente a invasiones de otros pueblos. De esta alianza
nacieron las fratrias, que luego se unieron formando la phyloi o
tribus. Las tribus se agruparon finalmente bajo la autoridad de
un rey supremo, que también ejerció el poder por voluntad y en
nombre de los dioses.
Ante todo supone una comunidad de vida. Es un microcosmos cuyas
relaciones internas, leyes, principios y vida propios reflejan
las relaciones, las leyes, los principios y la vida del
universo. La polis participa del orden y de la armonía del
universo, pues los griegos trasladan a su ciudad las fuerzas y
las virtudes que rigen el orden cósmico. Todo se expresa a
través de lo religioso, de manera que también todas las
relaciones sociales y las instituciones son ataduras o lazos de
carácter sagrado.
El griego vive para la ciudad; en este sentido es por sobre todo
hombre público, y es a partir del hombre y de su ciudad como van
a establecerse los principios del mundo jurídico griego.

Los elementos que constituyen la unidad de la “polis”. – La


religiosidad y el patriotismo son los elementos de la vida
pública. Por su parte, el vínculo entre la religión y la polis
es tan estrecho que aquella se mantiene y muere con la polis
misma.
La unidad lograda a través de estos fundamentos espirituales la
hace absorbente con respecto a sus miembros, pero le da, al
mismo tiempo, la posibilidad de constituirse de manera
autárquica, es decir, con la autodeterminación suficiente para
resolver por sí misma y sin ninguna influencia exterior, los
problemas referidos al desarrollo de su vida interna.
La fuerza de cada una de ellas dependía de la intensidad y el
sentido de la vida social y política, y sin embargo, la
debilidad de la Grecia Antigua está precisamente en el localismo
y en la autonomía de las ciudades, que llegaron a constituir una
serie de pequeños estados independientes.
De esta manera, participar de la vida pública constituye la
apertura a la problemática básica, y primera del hombre, que
configura con su ciudad una unidad fundamental.
Ambas realidades, comunidad y polis, se condicionan y de su
equilibrio depende que el ciudadano alcance su fin; resultaba
natural entonces todo intento por participar del ideal de la
polis.
Otro elemento constitutivo de la unidad de la polis es el hecho
de ser ésta el centro de la cultura y de la educación griegas.
Tal carácter tiene su origen en la naturaleza de la civilización
helénica, puesto que una de sus razones de ser consistía
precisamente en educar al ciudadano para el servicio de su
ciudad.
Por su parte, la polis educa a los hombres en el culto de la
areté, un término que se entiende como virtud, pero que
originariamente significó un conjunto de cualidades como la
fuerza, la entereza, la valentía, llevando implícitas el culto
de honor y de la dignidad personal.
La areté adquiere así un carácter ético, por lo cual puede
afirmarse que el griego vive inmerso en un mundo de ideas
morales.
Junto a este tipo de virtudes, van adquiriendo mayor relevancias
las cualidades del espíritu y el desarrollo de la inteligencia,
y poetas, y filósofos son en Grecia tan importantes como los
guerreros.
Sin embargo, son ante todo, todos, hombres políticos,
preocupados en primer lugar por los problemas y las necesidades
de la ciudad. Y esta tiene a su vez obligaciones con los
ciudadanos, centradas en la defensa y en la garantía de la vida
en comunidad.

Del carácter sagrado de la ley a los primeros descubrimientos


acerca de la ley natural (siglos VIII a V a.C). – Los
fundamentos éticos y religiosos forman parte de la concepción
griega de la ley, de su naturaleza y de su significado.
Lo existente forma un todo ordenado cuyo sentido es posible
descifrar. Lo importante es ubicar al hombre en ese todo,
dándole puntos concretos de referencia y de apoyo. Esos puntos
de referencia son la justicia y la ley, que se irán
desarrollando a partir de un rasgo fundamental y casi permanente
del pensamiento filosófico griego: la afirmación de la
existencia de un nexo que une la justicia y la ley con la
realidad en cuanto tal.

La concepción mítica de la justicia y de la ley. - Homero y


Hesíodo son los primero que muestran en sus obras estas
concepciones de la ley a través de referencias concretas a la
administración de la justicia. Homero usa la palabra Themistes
para designar a las regulaciones o mandatos que regían la vida
de la ciudad. El nombre deriva de la mitología que presentaba a
Themis, esposa de Zeus, como la consejera jurídica de los
dioses. Sus instrucciones se transmiten a quienes administran
justicia en la tierra y deben cumplirse por ser voluntad divina.
La justicia es el fundamento de la autoridad en la tierra, pues
los dioses dan a los reyes el don de la justicia para determinar
el límite entre la barbarie y la civilización. La justicia es la
garantía de la seguridad y la protección de la persona y de sus
bienes. La ira de los dioses se desata cuando los hombres
decretan leyes injustas o actúan desconociendo la justicia
divina.
En Hesíodo aparece más clara la conexión de justicia con la
realidad. Afirma el origen divino de la justicia encarnada en
Zeus, a quien Dike, hija de Themis y encargada de llevar el
derecho a la tierra, darlo y protegerlo, señala las injusticias
de los hombres a fin de que reciban el castigo merecido. El
castigo se identifica con los efectos de las fuerzas
destructoras de la naturaleza y aparece así, el nexo entre la
justicia y la realidad. En esta concepción de la justicia hay un
elemento nuevo: la idea de una retribución que debe pagarse por
la falta cometida, cumpliendo una pena determinada.
CON LEYES JUSTAS Y CIUDADANOS RECTOS, ESTÁ SEGURADO EL ORDEN
SOCIAL. SI ESE ORDEN, QUE FORMA PARTE DE OTRO SUPERIOR, ES
DESTRUIDO, LOS DIOSES DEBEN INTERVENIR PARA RESTABLECER LA
ARMONÍA A TRAVÉS DE LAS LEYES QUE DETERMINEN LA RETRIBUCIÓN
DEBIDA. LA JUSTICIA SE CONVIERTE ASÍ EN EL MEDIO PARA CUMPLIR LA
VOLUNTAD DIVINA EN LA TIERRA Y TAMBIÉN EN EL FUNDAMENTO DEL
ORDEN SOCIAL.

Las leyes sagradas de la “polis” griega: Themis y Dike. – Themis


se convierte en la justicia familiar. En este caso, los
Themistes resumen los mandatos de los dioses, sólo conocidos por
el jefe de familia. Para descubrir su significado debe indagar
en su conciencia, recurrir a las tradiciones, o a la
interpretación de sueños y oráculos. Dichos mandatos, se
transmiten oralmente de padres a hijos, junto con las creencias
religiosas y los ritos sagrados, forman ese todo misterioso y
santo que es la ley. Las decisiones tomadas por los jefes se
identifican así con la voluntad de los dioses, de modo que su
desobediencia es un sacrilegio.
El conjunto de estas decisiones que establecen un modo de actuar
frente a determinados problemas, va poco a poco configurando la
tradición y la costumbre. Se resumen en fórmulas orales que
enumeran los derechos existentes y la posibilidad de aplicar
justicia; de modo que sólo pueden reclamarse los derechos
contenidos en las fórmulas.
Por otra parte, estas deben pronunciarse exactamente, pues
cualquier olvido o cambio en las palabras anula el derecho.
La Themis recoge una idea muy amplia de la ley, pues al ser el
único medo para dirimir conflictos abarca distintos tipos de
problemas: ante todo expresa la voluntad de los dioses, pero al
mismo tiempo las decisiones del jefe de familia, las sentencias
y las penas a cumplir.
Lo que obliga a obedecerlas no es el sentimiento de justicia,
sino la fórmula sagrada que expresa. Se imponen por su propia
autoridad y se obedecen por la fe en los dioses y en sus leyes.
Pero al irse transformando los núcleos familiares, se hizo
necesario encontrar una dimensión de la ley que abarcara los
problemas creados por la nueva situación.
Junto al concepto de Themis surge entonces el de Dike, que lo
fue sustituyendo progresivamente, hasta convertirse en sinónimo
de ley y justicia.
El objeto de la Dike es, en un principio, solucionar los
conflictos entre los distintos grupos familiares. Su aplicación
y custodia se confían a los hombres de mayor experiencia y
conocimientos. Quienes administran justicia comienzan a actuar
no sólo en nombre de los dioses, sino como jueces humanos con la
responsabilidad de resolver los casos concretos. La ley deja de
ser entonces algo misterioso y reservado al jefe de familia, y
la comunidad tiene acceso a ella.
La apertura al concepto que incluye en el contenido de la ley
decisiones humanas de origen a una doble perspectiva: sin
desconocer su carácter sagrado, es posible modificarla para
mejor administrar justicia. La seguridad de una aplicación justa
de la ley se afirma ahora en el descubrimiento de un principio
jurídico, que los griegos denominan dikaiosyne, y por el cual
debe darse a cada uno lo suyo.
Al respecto de esto, puede señalarse, por una parte, y aunque no
estuviera formulada concretamente, una distinción entre la
justicia divina, y la justicia humana, y por otra parte, la idea
de participación en la ley en el orden y en la armonía
universal.

Las primeras leyes escritas, significado y aplicación (siglos


VII a VI a.C). – En primer lugar, el hecho de considerarla no
sólo un mandato sagrado por la ley, sino obra de los hombres,
decide la crítica a la arbitrariedad de las leyes y la
ineficacia de la justicia atribuidas a los intereses personales
puestos en juego con motivo de su creación y aplicación. Es
decir, se pone en duda los principios de las fórmulas legales:
su inalterabilidad y el hecho de estar en manos de un par de
ciudadanos.
En segundo lugar, el contacto con pueblo extranjeros y con sus
distintos derechos contribuye a quebrar el concepto tradicional
de la ley, centrado hasta ese momento sólo en la vida social y
política de la polis. La existencia de otros derechos muestra
nuevas perspectivas.
Por último, el desarrollo y crecimiento de la comunidad exigen
un nuevo derecho. Lo justo, es decir, las creencias, las
costumbres, ya no lo son más.

Surgen entonces las primeras leyes escritas, destinadas, sobre


todo, a contrarrestar la arbitrariedad de quienes administraban
justicia. Toman la forma de instrucciones dirigidas a los
magistrados y con el fin de que sean conocidas, se publican y
pregonan. El derecho escrito representa una justicia igual para
todos.
Con él comienzan a fijarse la tradición oral y las costumbres
que regulaban los contratos, los compromisos, los actos
jurídicos, etc. Se incluyen también las nuevas disposiciones y
mandatos, que sirven como antecedente para una próxima y similar
administración de la justicia. De sus sucesivas aplicaciones
surgen nuevos preceptos jurídicos, sobre los que se irán
construyendo los futuros cuerpos jurídicos.
Además de lograr el equilibrio interno de la comunidad, las
leyes codificadas cumplen una función eminentemente práctica:
organizar y garantizar el trafico y las transacciones con otros
pueblos. Sin embargo, la codificación no significó una teoría
jurídica –los teóricos de la ley en Grecia fueron filósofos-.

Hacia una concepción racional de la ley (Solón). – En el siglo


VI a.C, Solón descubre una nueva perspectiva acerca de la
justicia y de la ley. Aunque sostiene el origen divino de ambas
y cree en la existencia de un orden universal justo, en su
pensamiento jurídico aparece una relación de causa a efecto
entre las injusticias cometidas y los desórdenes sociales. En
efecto, la violación de la ley y el rechazo de la justicia no
producen ya desastres naturales, sino que destruyen la vida
misma de la polis. La justicia se convierte, así, en un
principio inherente al propio orden social. Se identifica con la
salud de la comunidad.
Esta relación abre un camino importante al pensamiento jurídico
griego, ya que significa haber descubierto los fundamentos
racionales de la justicia y de la ley, que se manifiestan en las
experiencias cotidianas de la vida social. A este planteo se
agrega otro referido a la justicia y a su aplicación: la
necesidad de llevar a cabo una serie de distinciones referidas
al poder y a su ejercicio; distinguir el poder legítimo del
arbitrario.
De tal contraposición deriva un nueva planteo acerca del poder
político, en el que aparecen elementos nuevos, tales como la
idea de coacción para hacer cumplir la ley, y la exigencia de un
equilibrio social, que no solo resguarden el orden general sino
también los derechos de todos los ciudadanos; estos derechos
necesitan límites recíprocos.
Esas ideas se concretan en la Constitución del año 594 a.C,
dictada por Solón, para restablecer la paz en Atenas. En líneas
generales, se emancipa al individuo, que pasa a integrarse por
sí mismo en el Estado, y no en cuanto miembro de una familia;
prohíbe los préstamos hechos sobre la libertad del deudor o de
su familia, libera de la esclavitud a los deudores y reconoce a
todo ciudadano la capacidad para la demanda pública.
Esta legislación constituye uno de los primeros intentos por
conciliar la ley escrita con aquello que la razón conoce como el
orden natural y lógico de la convivencia en la polis.

Las primeras aproximaciones al concepto de ley natural. – A


pesar de la codificación de las leyes, se reiteran la
arbitrariedad y la injusticia en su creación y aplicación. El
espíritu griego intuyó entonces que frente a los desequilibrios
entre la realidad que intentaba regir la ley, y sus
posibilidades de control, debía existir una medida o una norma
en la que pudiera confiarse para establecer la justicia o la
injusticia de una acción o de una ley.
Se ocupan sobre todo del problema los filósofos de la naturaleza
uniéndose a ellos el pensamiento jurídico. Su interés se centra
en el proceso continuo y reiterado del ser y el dejar de ser
propio de las cosas y de la naturaleza, y consideran su
regularidad y sus efectos como una ley ordenadora del universo.
La retribución o compensación no se refiere sólo a la vida de
interna de la polis, sino que se hace extensiva a la naturaleza
misma; una justicia también inherente a la naturaleza. Esta
justicia compensatoria, como la idea de Dike, actúa sobre la
totalidad del universo, permaneciendo inmutable, y
universalmente válida; ésta medida de lo bueno y de lo malo, que
supone orden y justicia, recibió el nombre de physis o
naturaleza.

Ahora bien, la naturaleza es el principio ordenador de todo lo


existente y depende de la razón divina y eterna (logos) que el
hombre puede conocer por su propia razón. Si se piensa
correctamente, buscando la razón divina en el alma, es posible
encontrarla y actuar conforme a la naturaleza ordenada por el
logos. Y aquí aparece un descubrimiento: el de la existencia de
una razón propia del hombre, como una facultad de su
entendimiento y de su inteligencia. La razón humana se
independiza así de la razón divina.

El concepto de naturaleza como principio ordenador fue utilizado


para profundizar en la idea de ley: Si la ley es creación del
hombre, la medida de su justicia la da la misma naturaleza: es
justa cuando afirma aquello que la razón rectamente orientada,
descubre como justo o natural para el hombre y para la polis.
En general puede decirse que los dos aspectos más importantes
fueron los siguientes:
1) La ley natural, por el hecho de serlo, participa del orden
universal y de la naturaleza, y en ese sentido es una
manifestación de la sabiduría de y de la voluntad de los
dioses. De ello deriva una cualidad importante, su
inmutabilidad y permanencia, en contraste con las leyes
humanas, variables y a veces contradictorias. Este
concepto de ley natural, lleva implícita la idea de
obligatoriedad en las leyes humanas justas.
2) El reconocimiento de la dignidad propia de cada ciudadano,
que ahora es protegido por la comunidad a la que
pertenece.

Principales concepciones del derecho natural

El derecho natural del más fuerte (LOS SOFISTAS siglos V y IV


a.C). – A partir del siglo V, los sofistas ponen en duda la idea
tradicional de la polis, que surgiría de un pacto o acuerdo
entre los hombres y no de la tendencia natural hacia la vida
común y justa. Se trata de reflexionar sobre las conveniencias y
los intereses de los distintos grupos que han llevado a cabo el
pacto. Al constituirse el hombre en “la medida de todas las
cosas” (Protágoras) y en el eje de todos los problemas, la fe en
los dioses comienza a desaparecer, y al mismo tiempo, las leyes
y la cultura se independizan de la religión. De esta manera, se
abre una nueva perspectiva en la concepción de la vida pública:
el poder es el fin de toda actividad, y a conseguirlo se dirigen
todos los esfuerzos; la educación debe centrarse en formar
hombres aptos para la lucha por el poder.
En el marco de las nuevas ideas, también se replanteó el
concepto de ley positiva a partir de la distinción entre lo
justo natural y lo justo legal:
- Lo justo natural es que el fuerte sobresalga sobre el
débil.
- Lo justo legal es lo que obligan a hacer las leyes
positivas que a menudo son arbitrarias o artificiales, por
eso pueden derogarse y cuestionarse en nombre de la ley
natural o de lo justo natural.
Aparece la tendencia cada vez más acentuada, a rechazar la
validez intrínseca de las leyes, que se convierten en simples
convenios impuestos por los distintos grupos de ciudadanos. Todo
parecía demostrar lo relativo de la ley, en la que se veía un
límite impuesto arbitrariamente a la naturaleza humana. Esta
concepción afirmó, en última instancia, una idea de naturaleza
unida al principio de que “la fuerza hace el derecho”.
Sin embargo, es preciso señalar, que estos presupuestos se
apoyan en una visión incompleta de la naturaleza del hombre,
porque ignora la realidad espiritual y social, que distingue y
especifica lo propiamente humano.

La justicia referida a la virtud y la ética (SÓCRATES 470-399


a.C). – Dos grandes temas centraron la reflexión acerca de los
problemas del hombre: la relación esencial del conocimiento con
la moral y con la virtud, y la existencia de normas de conducta
de validez universal.
El primero se planteó en términos éticos: la moral surge
naturalmente del conocimiento del bien, y por el contrario la
ignorancia y el error son las causas del mal y del desorden, en
el hombre y en el mundo. La virtud es obra de la razón y de la
inteligencia, capaces de conocer y distinguir la verdad y el
error. La valoración del conocimiento hace de la virtud una
ciencia de la moral: el conocimiento de la moral convierte en
virtuosos a los hombres, y por lo mismo los hace felices.
El segundo tema, la existencia de normas de conducta de validez
universal deriva inmediatamente de lo anterior, si todos los
hombres pueden conocer y distinguir la verdad y el error es
porque existen principios universales accesibles a la razón
humana. Es un retorno en contra de los sofistas al concepto
tradicional de justicia y ley.
Se afirma aquí dos tipos de justicia: la dike, derivada de la
concepción original de la ley, es decir el conjunto de los usos
y las costumbres justas, y el dikaion, que es la justicia
abstracta, universal y propia de todos los hombres. La ley
humana debe subordinarse a la justicia eterna y universal. Toda
verdadera ley es, por lo tanto, justa y toda ley lleva también
en sí un principio de legitimidad. El principio de legitimidad
no se destruye por los errores o la ignorancia de quienes las
crean o aplican, de modo que es necesario someterse a ellas
aunque se sufra una injusticia. Obedecerlas es una exigencia
moral, nacida de la razón y de la virtud del hombre. La
violación de la ley es, siempre y en principio, una injusticia;
en tal sentido ante una injusticia, no debe responder una
conducta injusta.
Esta postura, no contrapone, como la sofística, la ley natural y
la ley positiva, pues la esencia de la ley se encuentra y se
desprende de una naturaleza humana, en la cual la pasión por la
virtud y la verdad pasa a ocupar el lugar del poder y del éxito.
La justicia depende de la virtud, con lo cual el pensamiento
socrático se muestra profundamente ético.
La construcción de un derecho ideal(PLATÓN, 429-348 a.C). – Las
teorías de la fuerza y del poder dominan en el pensamiento
griego. No se cree ya en una posible compatibilidad entre la
naturaleza del universo y el ordenamiento jurídico y ha cedido
también la fe en la justicia y en la ley.
Y es Platón quien retoma la idea de justicia como parte de la
virtud humana, y la conecta con la idea de naturaleza, dándole
una nueva perspectiva.
El nuevo enfoque, surge de la idea de una vinculación del mundo
sensible con el mundo inteligible, es decir, con las ideas,
consideradas modelos de todo. Las ideas permanecen inmutables y
siempre idénticas a sí mismas, en contraste con el mundo
cambiable de lo sensible. Son también independientes de las
cosas y de los hombres y tienen una escala jerárquica en cuya
cima se ubica el bien. Como las ideas pueden conocerse de un
modo perfecto, ejercitando la razón para penetrar su
significado, es posible trasladar ese conocimiento a la ley, y
hacer de ella la réplica de un derecho ideal, justo y
permanente. La naturaleza es la condición normal de cada ser, de
acuerdo con su norma ideal.
En el hombre, esa condición normal o natural es la armonía de
todas las fuerzas, tendencias y aptitudes del alma individual.
Esta armonía se identifica con la justicia.
La justicia pasa a ser un principio constitutivo de la
naturaleza humana, en sus dos aspectos, el individual y el
social. Para lograr su justicia interior el hombre debe
subordinar sus sentidos a la razón; con ello logra la felicidad
y la libertad auténticas. De esta justicia, fundada en la razón
y en la virtud, deriva en la justicia que se expresa en la vida
de la polis a través de la armonía de todos los elementos que la
componen.

Esta idea de la justicia, lleva a Platón a revalorar la


naturaleza y el significado de las leyes positivas cuya
autoridad habían sido puestas en duda. Vuelve a unir los
conceptos de ley y de justicia, separados por la teoría del
derecho del más fuerte, para afirmar la función educadora de la
ley, que ofrece, a quienes obliga, la posibilidad de ser justos
o mejores. De ahí el intento por rescatar la tradición jurídica
griega, estableciendo un nexo sustancial entre la ley positiva y
la doctrina filosófica de la justicia, como armonía y virtud.
Para ello funda la validez de la ley en la “recta razón” que el
legislador refleja en el derecho positivo, y el consentimiento
de los ciudadanos convierte en ley. Adquiere gran importancia la
función social del derecho, en su convivencia con otros Estados,
que luego trasciende el ámbito de la polis. Esto lleva a la
escuela platónica a compilar las leyes de todos los pueblos
conocidos, con el objeto de llevar a cabo una tarea comparativa
de la justicia de los derechos de distintos Estados. De esta
tarea se da el primer paso para concretar la vigencia de un
derecho común a todos los pueblos.

La idea de fin en el derecho (ARISTÓTELES, 384-322 a.C). – Es


Aristóteles quien replantea los conceptos de idea y de
naturaleza, dándole una perspectiva realista para la formulación
de un derecho en sentido propio. Las ideas se conciben como
principios inmanentes a las cosas, es decir, como algo que les
pertenece y permanece en ellas, como la naturaleza que hace que
las cosas sean lo que son y no algo distinto.
Desde este punto de vista, las cosas obran con naturalidad o son
normales cuando responden a lo que reclama su esencia y realizan
los fines propios de su naturaleza. Surge así una concepción
teleológica del mundo y del hombre, en reemplazo de la
concepción ideal: toda esencia supone un fin, cuyo cumplimiento
lleva a la propia perfección. El hombre busca su fin, las cosas
inanimadas y los animales tienden a ellos por necesidad.
Este finalismo y su carácter dinámico se fundan en la idea de
que el todo es antes que las partes.

Cuando la concepción teleológica se aplica al hombre y a la


sociedad, surgen nuevas perspectivas. En primer lugar, se retoma
la idea del hombre como ser social por naturaleza y llamado a
formar comunidades que le permitirán cumplir sus fines; las
comunidades menores, como la familiar, tienden naturalmente a
conformarse y a afirmarse en una realidad política en la que
encontrarán los medios para realizar los fines comunes. Esta
tendencia natural exige un orden social y político que las leyes
deben establecer afirmándose en la justicia, para hacerla actuar
a través de los principios generales del derecho positivo. La
ley considerada como la “razón desprovista de pasión”
(Aristóteles) debe ser la autoridad suprema. Pero, pueden darse
contradicciones e injusticias.
Para solucionar el problema de la vigencia y de la ley injusta,
se distinguen la ley y la justicia. De acuerdo con esta
distinción se obtiene la medida de lo justo y de lo injusto.
[Existían dos clases de leyes, una particular creada por los
hombres que podía ser escrita o no, y otra general, válida para
todos y denominada derecho natural]
Se define ahora, con toda precisión el derecho natural: “El
derecho válido para las comunidades políticas se divide en
natural y legal. Natural es aquel que posee por doquiera la
misma fuerza, independientemente de si es reconocido o no. Legal
es aquel cuyo contenido puede ser, en principio, uno y otro, y
que sólo por disposición legal, se haya determinado tal como
está”. (Aristóteles)
De aquí surge la necesidad de revisar el concepto de justicia
que al ser definida como virtud social abre distintas
perspectivas.
El concepto de virtud se une a la idea de fin y de bien. El
hombre conoce y desea bienes, que en la tierra no lo satisfacen
plenamente, pues solo encontrará una satisfacción perfecta
cuando se una al bien supremo, idéntico a su fin último, que es
la felicidad. El medio para lograrlo son las virtudes, que se
definen como hábitos propios del hombre para llevar a cabo sus
deberes y obligaciones. Esos hábitos o virtudes deben estas
regulados por la razón, que señala el equilibrio de las acciones
y los sentimientos.

Sin embargo, el descubrimiento más importante con respecto a la


justicia se refiere al carácter social, del que deriva una de
sus notas más específicas, la alteridad, por medio de la cual se
vincula con otros. También debe entenderse como algo propio a la
naturaleza de la justicia, el principio de igualdad, donde se
distinguen dos aspectos: la igualdad ante la ley, y el que
exista una igualdad o proporción entre los derechos y
obligaciones y las capacidades y condiciones, etc. Sujetas, y
dependiendo de la igualdad, se dan ahora dos tipos de justicia:
la justicia distributiva, por medio de la cual a igual trabajo
corresponde igual retribución, recompensa u honor; y la justicia
correctiva, cuya función consiste en equilibrar las
desigualdades producidas en la vida social. La primera regula
las relaciones en la vida social, y la segunda la de los
ciudadanos entre sí.
Otro descubrimiento importante, es el de la distinción entre lo
justo natural, entendido como aquello que siempre y en todas
partes se considera justo con independencia de la voluntad
humana; y lo justo legítimo, es decir, aquello cuya realización
resulta indiferente, hasta que la ley lo hace obligatorio. Esta
doctrina se completa con la de la equidad, que puede definirse
como la adaptación de las leyes generales a las exigencias de un
caso concreto, cuando se hace necesario aplicar la justicia
natural.

Por supuesto, estas ideas sirvieron para redefinir el derecho


positivo. En efecto, distinguir entre el derecho constitucional,
que regulaba la vida política y social de la polis, y los otros
tipos de derecho positivo. De esta manera, la constitución o
politeia adquiere lugar prioritario y todos los derechos
positivos deben fundarse en ella. Se la considera
intrínsecamente superior a toda decisión individual, por cuanto
ha surgido de la experiencia y de la sabiduría de todos los
pueblos. La doctrina de la justicia y del derecho de Aristóteles
puede considerarse junto a la de Platón, como uno de los
cimientos de la construcción del mundo jurídico de Occidente.
La ley de la naturaleza y la razón como fundamentos del derecho
natural (LOS ESTOICOS). – Gran corriente filosófica, nacida en
la época de decadencia de la antigüedad griega (alrededor del
336 a.C). Su importancia se debe, sobre todo, a los principios
en que funda el derecho natural, recogidos más tarde por las
doctrinas jurídicas y corrientes más modernas.
El eje de esta doctrina es una ética fundada en la ciencia,
entendida como la unidad del saber y del obrar. Su ideal humano
es el sabio, el hombre capaz de alcanzar la plenitud de una vida
sin pasiones, por medio de un juicio claro acerca de lo
realmente conveniente. Estos presupuestos requirieron una nueva
definición de naturaleza y de virtud.
La naturaleza se entiende como una tendencia que actúa sobre el
mundo sensible, y orienta y dirige tanto a los hombres como al
universo. Vivir de acuerdo con la naturaleza significa hacerlo
según su ley real, que no es otra cosa que la voluntad divina
inteligente, que se expresa en esa ley de la naturaleza. Se unen
así la naturaleza y la razón: la ley general de la naturaleza es
una misma cosa con la razón.
Esta actividad inteligente se rige por leyes inmutables. Los
hombres son ahora, por naturaleza libres e iguales, como hijos
propios de la divinidad. El Estado pierde, en consecuencia, su
poder absoluto sobre los hombres, y no puede ya hacer
distinciones entre ellos. El hombre debe ser sagrado para el
hombre; pues la naturaleza les ha dado un gran cuerpo y les ha
infundido la idea de justicia y equidad.
La virtud se entiende como una disposición por la cual el
hombre, al descubrir el influjo inexorable de la inteligencia
divina sobre él mismo y sobre el universo acepta libremente los
acontecimientos como su verdadero bien. Logrado esto, el hombre
es su propio dueño, pues vive de acuerdo con la naturaleza. En
otras palabras, el bastarse a sí mismo es la suprema felicidad,
ya que sería inútil todo intento por cambiar cualquier
acontecimiento exterior de la vida, pues tanto éstos como los
del universo dependen absolutamente de la razón que gobierna al
mundo. El vicio es entonces el rechazo por los decretos de
aquella razón.

El derecho tiene en esta concepción una serie de


características.
- Se lo considera fundado en la naturaleza: no depende de la
voluntad de nadie.
- Debe buscarse en las nociones innatas de lo justo y lo
injusto, conocidas por la razón.
- El criterio, por lo tanto, para establecer justicia o
injusticia es la correspondencia de la recta razón con la
ley de la naturaleza.
Del estoicismo deriva una serie de principios definitivos para
el derecho, como por ejemplo, el valor de la libertad y de la
igualdad ante la ley y el haber definido como eje del derecho
una ley universal de naturaleza racional. [Esta última será
recogida por el derecho romano y las primeras reflexiones
filosóficas del cristianismo].
Para cerrar, el estoicismo fue la última de las grandes
doctrinas filosóficas y jurídicas que cayeron perdidas en su
unidad y en su cohesión.

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