LA CONSTRUCCIÓN DEL MUNDO JURÍDICO DE LA CIUDAD ANTIGUA: LA
POLIS GRIEGA
A) EL MUNDO JURÍDICO DE LA CIUDAD ANTIGUA
Naturaleza y significado de la “polis”. – Es necesario partir de
la concepción de la ciudad antigua, la polis, que centró y configuró la vida y el pensamiento en Grecia.
La polis es el eje alrededor del cual se mueven y desarrollan
los intereses, tanto personales como políticos y sociales, de los hombres y la comunidad. La polis era una comunidad afirmada en la ley. Pero esta ley tenía características especiales. No era un decreto, sino el “nomos”, que originariamente significaba el conjunto de lo que todos respetaban como costumbre viviente, acerca de lo que se consideraba justo o injusto. El origen de la polis debe buscarse en la gens, en el clan, en la familia, entendida como el conjunto de los descendientes de un antepasado común, con el mismo culto a una misma divinidad. La gens estaba gobernada por el descendiente más directo de aquel antepasado, y había obtenido su poder por voluntad de los dioses. Posteriormente, las gentes debieron aliarse por razones de defensa frente a invasiones de otros pueblos. De esta alianza nacieron las fratrias, que luego se unieron formando la phyloi o tribus. Las tribus se agruparon finalmente bajo la autoridad de un rey supremo, que también ejerció el poder por voluntad y en nombre de los dioses. Ante todo supone una comunidad de vida. Es un microcosmos cuyas relaciones internas, leyes, principios y vida propios reflejan las relaciones, las leyes, los principios y la vida del universo. La polis participa del orden y de la armonía del universo, pues los griegos trasladan a su ciudad las fuerzas y las virtudes que rigen el orden cósmico. Todo se expresa a través de lo religioso, de manera que también todas las relaciones sociales y las instituciones son ataduras o lazos de carácter sagrado. El griego vive para la ciudad; en este sentido es por sobre todo hombre público, y es a partir del hombre y de su ciudad como van a establecerse los principios del mundo jurídico griego.
Los elementos que constituyen la unidad de la “polis”. – La
religiosidad y el patriotismo son los elementos de la vida pública. Por su parte, el vínculo entre la religión y la polis es tan estrecho que aquella se mantiene y muere con la polis misma. La unidad lograda a través de estos fundamentos espirituales la hace absorbente con respecto a sus miembros, pero le da, al mismo tiempo, la posibilidad de constituirse de manera autárquica, es decir, con la autodeterminación suficiente para resolver por sí misma y sin ninguna influencia exterior, los problemas referidos al desarrollo de su vida interna. La fuerza de cada una de ellas dependía de la intensidad y el sentido de la vida social y política, y sin embargo, la debilidad de la Grecia Antigua está precisamente en el localismo y en la autonomía de las ciudades, que llegaron a constituir una serie de pequeños estados independientes. De esta manera, participar de la vida pública constituye la apertura a la problemática básica, y primera del hombre, que configura con su ciudad una unidad fundamental. Ambas realidades, comunidad y polis, se condicionan y de su equilibrio depende que el ciudadano alcance su fin; resultaba natural entonces todo intento por participar del ideal de la polis. Otro elemento constitutivo de la unidad de la polis es el hecho de ser ésta el centro de la cultura y de la educación griegas. Tal carácter tiene su origen en la naturaleza de la civilización helénica, puesto que una de sus razones de ser consistía precisamente en educar al ciudadano para el servicio de su ciudad. Por su parte, la polis educa a los hombres en el culto de la areté, un término que se entiende como virtud, pero que originariamente significó un conjunto de cualidades como la fuerza, la entereza, la valentía, llevando implícitas el culto de honor y de la dignidad personal. La areté adquiere así un carácter ético, por lo cual puede afirmarse que el griego vive inmerso en un mundo de ideas morales. Junto a este tipo de virtudes, van adquiriendo mayor relevancias las cualidades del espíritu y el desarrollo de la inteligencia, y poetas, y filósofos son en Grecia tan importantes como los guerreros. Sin embargo, son ante todo, todos, hombres políticos, preocupados en primer lugar por los problemas y las necesidades de la ciudad. Y esta tiene a su vez obligaciones con los ciudadanos, centradas en la defensa y en la garantía de la vida en comunidad.
Del carácter sagrado de la ley a los primeros descubrimientos
acerca de la ley natural (siglos VIII a V a.C). – Los fundamentos éticos y religiosos forman parte de la concepción griega de la ley, de su naturaleza y de su significado. Lo existente forma un todo ordenado cuyo sentido es posible descifrar. Lo importante es ubicar al hombre en ese todo, dándole puntos concretos de referencia y de apoyo. Esos puntos de referencia son la justicia y la ley, que se irán desarrollando a partir de un rasgo fundamental y casi permanente del pensamiento filosófico griego: la afirmación de la existencia de un nexo que une la justicia y la ley con la realidad en cuanto tal.
La concepción mítica de la justicia y de la ley. - Homero y
Hesíodo son los primero que muestran en sus obras estas concepciones de la ley a través de referencias concretas a la administración de la justicia. Homero usa la palabra Themistes para designar a las regulaciones o mandatos que regían la vida de la ciudad. El nombre deriva de la mitología que presentaba a Themis, esposa de Zeus, como la consejera jurídica de los dioses. Sus instrucciones se transmiten a quienes administran justicia en la tierra y deben cumplirse por ser voluntad divina. La justicia es el fundamento de la autoridad en la tierra, pues los dioses dan a los reyes el don de la justicia para determinar el límite entre la barbarie y la civilización. La justicia es la garantía de la seguridad y la protección de la persona y de sus bienes. La ira de los dioses se desata cuando los hombres decretan leyes injustas o actúan desconociendo la justicia divina. En Hesíodo aparece más clara la conexión de justicia con la realidad. Afirma el origen divino de la justicia encarnada en Zeus, a quien Dike, hija de Themis y encargada de llevar el derecho a la tierra, darlo y protegerlo, señala las injusticias de los hombres a fin de que reciban el castigo merecido. El castigo se identifica con los efectos de las fuerzas destructoras de la naturaleza y aparece así, el nexo entre la justicia y la realidad. En esta concepción de la justicia hay un elemento nuevo: la idea de una retribución que debe pagarse por la falta cometida, cumpliendo una pena determinada. CON LEYES JUSTAS Y CIUDADANOS RECTOS, ESTÁ SEGURADO EL ORDEN SOCIAL. SI ESE ORDEN, QUE FORMA PARTE DE OTRO SUPERIOR, ES DESTRUIDO, LOS DIOSES DEBEN INTERVENIR PARA RESTABLECER LA ARMONÍA A TRAVÉS DE LAS LEYES QUE DETERMINEN LA RETRIBUCIÓN DEBIDA. LA JUSTICIA SE CONVIERTE ASÍ EN EL MEDIO PARA CUMPLIR LA VOLUNTAD DIVINA EN LA TIERRA Y TAMBIÉN EN EL FUNDAMENTO DEL ORDEN SOCIAL.
Las leyes sagradas de la “polis” griega: Themis y Dike. – Themis
se convierte en la justicia familiar. En este caso, los Themistes resumen los mandatos de los dioses, sólo conocidos por el jefe de familia. Para descubrir su significado debe indagar en su conciencia, recurrir a las tradiciones, o a la interpretación de sueños y oráculos. Dichos mandatos, se transmiten oralmente de padres a hijos, junto con las creencias religiosas y los ritos sagrados, forman ese todo misterioso y santo que es la ley. Las decisiones tomadas por los jefes se identifican así con la voluntad de los dioses, de modo que su desobediencia es un sacrilegio. El conjunto de estas decisiones que establecen un modo de actuar frente a determinados problemas, va poco a poco configurando la tradición y la costumbre. Se resumen en fórmulas orales que enumeran los derechos existentes y la posibilidad de aplicar justicia; de modo que sólo pueden reclamarse los derechos contenidos en las fórmulas. Por otra parte, estas deben pronunciarse exactamente, pues cualquier olvido o cambio en las palabras anula el derecho. La Themis recoge una idea muy amplia de la ley, pues al ser el único medo para dirimir conflictos abarca distintos tipos de problemas: ante todo expresa la voluntad de los dioses, pero al mismo tiempo las decisiones del jefe de familia, las sentencias y las penas a cumplir. Lo que obliga a obedecerlas no es el sentimiento de justicia, sino la fórmula sagrada que expresa. Se imponen por su propia autoridad y se obedecen por la fe en los dioses y en sus leyes. Pero al irse transformando los núcleos familiares, se hizo necesario encontrar una dimensión de la ley que abarcara los problemas creados por la nueva situación. Junto al concepto de Themis surge entonces el de Dike, que lo fue sustituyendo progresivamente, hasta convertirse en sinónimo de ley y justicia. El objeto de la Dike es, en un principio, solucionar los conflictos entre los distintos grupos familiares. Su aplicación y custodia se confían a los hombres de mayor experiencia y conocimientos. Quienes administran justicia comienzan a actuar no sólo en nombre de los dioses, sino como jueces humanos con la responsabilidad de resolver los casos concretos. La ley deja de ser entonces algo misterioso y reservado al jefe de familia, y la comunidad tiene acceso a ella. La apertura al concepto que incluye en el contenido de la ley decisiones humanas de origen a una doble perspectiva: sin desconocer su carácter sagrado, es posible modificarla para mejor administrar justicia. La seguridad de una aplicación justa de la ley se afirma ahora en el descubrimiento de un principio jurídico, que los griegos denominan dikaiosyne, y por el cual debe darse a cada uno lo suyo. Al respecto de esto, puede señalarse, por una parte, y aunque no estuviera formulada concretamente, una distinción entre la justicia divina, y la justicia humana, y por otra parte, la idea de participación en la ley en el orden y en la armonía universal.
Las primeras leyes escritas, significado y aplicación (siglos
VII a VI a.C). – En primer lugar, el hecho de considerarla no sólo un mandato sagrado por la ley, sino obra de los hombres, decide la crítica a la arbitrariedad de las leyes y la ineficacia de la justicia atribuidas a los intereses personales puestos en juego con motivo de su creación y aplicación. Es decir, se pone en duda los principios de las fórmulas legales: su inalterabilidad y el hecho de estar en manos de un par de ciudadanos. En segundo lugar, el contacto con pueblo extranjeros y con sus distintos derechos contribuye a quebrar el concepto tradicional de la ley, centrado hasta ese momento sólo en la vida social y política de la polis. La existencia de otros derechos muestra nuevas perspectivas. Por último, el desarrollo y crecimiento de la comunidad exigen un nuevo derecho. Lo justo, es decir, las creencias, las costumbres, ya no lo son más.
Surgen entonces las primeras leyes escritas, destinadas, sobre
todo, a contrarrestar la arbitrariedad de quienes administraban justicia. Toman la forma de instrucciones dirigidas a los magistrados y con el fin de que sean conocidas, se publican y pregonan. El derecho escrito representa una justicia igual para todos. Con él comienzan a fijarse la tradición oral y las costumbres que regulaban los contratos, los compromisos, los actos jurídicos, etc. Se incluyen también las nuevas disposiciones y mandatos, que sirven como antecedente para una próxima y similar administración de la justicia. De sus sucesivas aplicaciones surgen nuevos preceptos jurídicos, sobre los que se irán construyendo los futuros cuerpos jurídicos. Además de lograr el equilibrio interno de la comunidad, las leyes codificadas cumplen una función eminentemente práctica: organizar y garantizar el trafico y las transacciones con otros pueblos. Sin embargo, la codificación no significó una teoría jurídica –los teóricos de la ley en Grecia fueron filósofos-.
Hacia una concepción racional de la ley (Solón). – En el siglo
VI a.C, Solón descubre una nueva perspectiva acerca de la justicia y de la ley. Aunque sostiene el origen divino de ambas y cree en la existencia de un orden universal justo, en su pensamiento jurídico aparece una relación de causa a efecto entre las injusticias cometidas y los desórdenes sociales. En efecto, la violación de la ley y el rechazo de la justicia no producen ya desastres naturales, sino que destruyen la vida misma de la polis. La justicia se convierte, así, en un principio inherente al propio orden social. Se identifica con la salud de la comunidad. Esta relación abre un camino importante al pensamiento jurídico griego, ya que significa haber descubierto los fundamentos racionales de la justicia y de la ley, que se manifiestan en las experiencias cotidianas de la vida social. A este planteo se agrega otro referido a la justicia y a su aplicación: la necesidad de llevar a cabo una serie de distinciones referidas al poder y a su ejercicio; distinguir el poder legítimo del arbitrario. De tal contraposición deriva un nueva planteo acerca del poder político, en el que aparecen elementos nuevos, tales como la idea de coacción para hacer cumplir la ley, y la exigencia de un equilibrio social, que no solo resguarden el orden general sino también los derechos de todos los ciudadanos; estos derechos necesitan límites recíprocos. Esas ideas se concretan en la Constitución del año 594 a.C, dictada por Solón, para restablecer la paz en Atenas. En líneas generales, se emancipa al individuo, que pasa a integrarse por sí mismo en el Estado, y no en cuanto miembro de una familia; prohíbe los préstamos hechos sobre la libertad del deudor o de su familia, libera de la esclavitud a los deudores y reconoce a todo ciudadano la capacidad para la demanda pública. Esta legislación constituye uno de los primeros intentos por conciliar la ley escrita con aquello que la razón conoce como el orden natural y lógico de la convivencia en la polis.
Las primeras aproximaciones al concepto de ley natural. – A
pesar de la codificación de las leyes, se reiteran la arbitrariedad y la injusticia en su creación y aplicación. El espíritu griego intuyó entonces que frente a los desequilibrios entre la realidad que intentaba regir la ley, y sus posibilidades de control, debía existir una medida o una norma en la que pudiera confiarse para establecer la justicia o la injusticia de una acción o de una ley. Se ocupan sobre todo del problema los filósofos de la naturaleza uniéndose a ellos el pensamiento jurídico. Su interés se centra en el proceso continuo y reiterado del ser y el dejar de ser propio de las cosas y de la naturaleza, y consideran su regularidad y sus efectos como una ley ordenadora del universo. La retribución o compensación no se refiere sólo a la vida de interna de la polis, sino que se hace extensiva a la naturaleza misma; una justicia también inherente a la naturaleza. Esta justicia compensatoria, como la idea de Dike, actúa sobre la totalidad del universo, permaneciendo inmutable, y universalmente válida; ésta medida de lo bueno y de lo malo, que supone orden y justicia, recibió el nombre de physis o naturaleza.
Ahora bien, la naturaleza es el principio ordenador de todo lo
existente y depende de la razón divina y eterna (logos) que el hombre puede conocer por su propia razón. Si se piensa correctamente, buscando la razón divina en el alma, es posible encontrarla y actuar conforme a la naturaleza ordenada por el logos. Y aquí aparece un descubrimiento: el de la existencia de una razón propia del hombre, como una facultad de su entendimiento y de su inteligencia. La razón humana se independiza así de la razón divina.
El concepto de naturaleza como principio ordenador fue utilizado
para profundizar en la idea de ley: Si la ley es creación del hombre, la medida de su justicia la da la misma naturaleza: es justa cuando afirma aquello que la razón rectamente orientada, descubre como justo o natural para el hombre y para la polis. En general puede decirse que los dos aspectos más importantes fueron los siguientes: 1) La ley natural, por el hecho de serlo, participa del orden universal y de la naturaleza, y en ese sentido es una manifestación de la sabiduría de y de la voluntad de los dioses. De ello deriva una cualidad importante, su inmutabilidad y permanencia, en contraste con las leyes humanas, variables y a veces contradictorias. Este concepto de ley natural, lleva implícita la idea de obligatoriedad en las leyes humanas justas. 2) El reconocimiento de la dignidad propia de cada ciudadano, que ahora es protegido por la comunidad a la que pertenece.
Principales concepciones del derecho natural
El derecho natural del más fuerte (LOS SOFISTAS siglos V y IV
a.C). – A partir del siglo V, los sofistas ponen en duda la idea tradicional de la polis, que surgiría de un pacto o acuerdo entre los hombres y no de la tendencia natural hacia la vida común y justa. Se trata de reflexionar sobre las conveniencias y los intereses de los distintos grupos que han llevado a cabo el pacto. Al constituirse el hombre en “la medida de todas las cosas” (Protágoras) y en el eje de todos los problemas, la fe en los dioses comienza a desaparecer, y al mismo tiempo, las leyes y la cultura se independizan de la religión. De esta manera, se abre una nueva perspectiva en la concepción de la vida pública: el poder es el fin de toda actividad, y a conseguirlo se dirigen todos los esfuerzos; la educación debe centrarse en formar hombres aptos para la lucha por el poder. En el marco de las nuevas ideas, también se replanteó el concepto de ley positiva a partir de la distinción entre lo justo natural y lo justo legal: - Lo justo natural es que el fuerte sobresalga sobre el débil. - Lo justo legal es lo que obligan a hacer las leyes positivas que a menudo son arbitrarias o artificiales, por eso pueden derogarse y cuestionarse en nombre de la ley natural o de lo justo natural. Aparece la tendencia cada vez más acentuada, a rechazar la validez intrínseca de las leyes, que se convierten en simples convenios impuestos por los distintos grupos de ciudadanos. Todo parecía demostrar lo relativo de la ley, en la que se veía un límite impuesto arbitrariamente a la naturaleza humana. Esta concepción afirmó, en última instancia, una idea de naturaleza unida al principio de que “la fuerza hace el derecho”. Sin embargo, es preciso señalar, que estos presupuestos se apoyan en una visión incompleta de la naturaleza del hombre, porque ignora la realidad espiritual y social, que distingue y especifica lo propiamente humano.
La justicia referida a la virtud y la ética (SÓCRATES 470-399
a.C). – Dos grandes temas centraron la reflexión acerca de los problemas del hombre: la relación esencial del conocimiento con la moral y con la virtud, y la existencia de normas de conducta de validez universal. El primero se planteó en términos éticos: la moral surge naturalmente del conocimiento del bien, y por el contrario la ignorancia y el error son las causas del mal y del desorden, en el hombre y en el mundo. La virtud es obra de la razón y de la inteligencia, capaces de conocer y distinguir la verdad y el error. La valoración del conocimiento hace de la virtud una ciencia de la moral: el conocimiento de la moral convierte en virtuosos a los hombres, y por lo mismo los hace felices. El segundo tema, la existencia de normas de conducta de validez universal deriva inmediatamente de lo anterior, si todos los hombres pueden conocer y distinguir la verdad y el error es porque existen principios universales accesibles a la razón humana. Es un retorno en contra de los sofistas al concepto tradicional de justicia y ley. Se afirma aquí dos tipos de justicia: la dike, derivada de la concepción original de la ley, es decir el conjunto de los usos y las costumbres justas, y el dikaion, que es la justicia abstracta, universal y propia de todos los hombres. La ley humana debe subordinarse a la justicia eterna y universal. Toda verdadera ley es, por lo tanto, justa y toda ley lleva también en sí un principio de legitimidad. El principio de legitimidad no se destruye por los errores o la ignorancia de quienes las crean o aplican, de modo que es necesario someterse a ellas aunque se sufra una injusticia. Obedecerlas es una exigencia moral, nacida de la razón y de la virtud del hombre. La violación de la ley es, siempre y en principio, una injusticia; en tal sentido ante una injusticia, no debe responder una conducta injusta. Esta postura, no contrapone, como la sofística, la ley natural y la ley positiva, pues la esencia de la ley se encuentra y se desprende de una naturaleza humana, en la cual la pasión por la virtud y la verdad pasa a ocupar el lugar del poder y del éxito. La justicia depende de la virtud, con lo cual el pensamiento socrático se muestra profundamente ético. La construcción de un derecho ideal(PLATÓN, 429-348 a.C). – Las teorías de la fuerza y del poder dominan en el pensamiento griego. No se cree ya en una posible compatibilidad entre la naturaleza del universo y el ordenamiento jurídico y ha cedido también la fe en la justicia y en la ley. Y es Platón quien retoma la idea de justicia como parte de la virtud humana, y la conecta con la idea de naturaleza, dándole una nueva perspectiva. El nuevo enfoque, surge de la idea de una vinculación del mundo sensible con el mundo inteligible, es decir, con las ideas, consideradas modelos de todo. Las ideas permanecen inmutables y siempre idénticas a sí mismas, en contraste con el mundo cambiable de lo sensible. Son también independientes de las cosas y de los hombres y tienen una escala jerárquica en cuya cima se ubica el bien. Como las ideas pueden conocerse de un modo perfecto, ejercitando la razón para penetrar su significado, es posible trasladar ese conocimiento a la ley, y hacer de ella la réplica de un derecho ideal, justo y permanente. La naturaleza es la condición normal de cada ser, de acuerdo con su norma ideal. En el hombre, esa condición normal o natural es la armonía de todas las fuerzas, tendencias y aptitudes del alma individual. Esta armonía se identifica con la justicia. La justicia pasa a ser un principio constitutivo de la naturaleza humana, en sus dos aspectos, el individual y el social. Para lograr su justicia interior el hombre debe subordinar sus sentidos a la razón; con ello logra la felicidad y la libertad auténticas. De esta justicia, fundada en la razón y en la virtud, deriva en la justicia que se expresa en la vida de la polis a través de la armonía de todos los elementos que la componen.
Esta idea de la justicia, lleva a Platón a revalorar la
naturaleza y el significado de las leyes positivas cuya autoridad habían sido puestas en duda. Vuelve a unir los conceptos de ley y de justicia, separados por la teoría del derecho del más fuerte, para afirmar la función educadora de la ley, que ofrece, a quienes obliga, la posibilidad de ser justos o mejores. De ahí el intento por rescatar la tradición jurídica griega, estableciendo un nexo sustancial entre la ley positiva y la doctrina filosófica de la justicia, como armonía y virtud. Para ello funda la validez de la ley en la “recta razón” que el legislador refleja en el derecho positivo, y el consentimiento de los ciudadanos convierte en ley. Adquiere gran importancia la función social del derecho, en su convivencia con otros Estados, que luego trasciende el ámbito de la polis. Esto lleva a la escuela platónica a compilar las leyes de todos los pueblos conocidos, con el objeto de llevar a cabo una tarea comparativa de la justicia de los derechos de distintos Estados. De esta tarea se da el primer paso para concretar la vigencia de un derecho común a todos los pueblos.
La idea de fin en el derecho (ARISTÓTELES, 384-322 a.C). – Es
Aristóteles quien replantea los conceptos de idea y de naturaleza, dándole una perspectiva realista para la formulación de un derecho en sentido propio. Las ideas se conciben como principios inmanentes a las cosas, es decir, como algo que les pertenece y permanece en ellas, como la naturaleza que hace que las cosas sean lo que son y no algo distinto. Desde este punto de vista, las cosas obran con naturalidad o son normales cuando responden a lo que reclama su esencia y realizan los fines propios de su naturaleza. Surge así una concepción teleológica del mundo y del hombre, en reemplazo de la concepción ideal: toda esencia supone un fin, cuyo cumplimiento lleva a la propia perfección. El hombre busca su fin, las cosas inanimadas y los animales tienden a ellos por necesidad. Este finalismo y su carácter dinámico se fundan en la idea de que el todo es antes que las partes.
Cuando la concepción teleológica se aplica al hombre y a la
sociedad, surgen nuevas perspectivas. En primer lugar, se retoma la idea del hombre como ser social por naturaleza y llamado a formar comunidades que le permitirán cumplir sus fines; las comunidades menores, como la familiar, tienden naturalmente a conformarse y a afirmarse en una realidad política en la que encontrarán los medios para realizar los fines comunes. Esta tendencia natural exige un orden social y político que las leyes deben establecer afirmándose en la justicia, para hacerla actuar a través de los principios generales del derecho positivo. La ley considerada como la “razón desprovista de pasión” (Aristóteles) debe ser la autoridad suprema. Pero, pueden darse contradicciones e injusticias. Para solucionar el problema de la vigencia y de la ley injusta, se distinguen la ley y la justicia. De acuerdo con esta distinción se obtiene la medida de lo justo y de lo injusto. [Existían dos clases de leyes, una particular creada por los hombres que podía ser escrita o no, y otra general, válida para todos y denominada derecho natural] Se define ahora, con toda precisión el derecho natural: “El derecho válido para las comunidades políticas se divide en natural y legal. Natural es aquel que posee por doquiera la misma fuerza, independientemente de si es reconocido o no. Legal es aquel cuyo contenido puede ser, en principio, uno y otro, y que sólo por disposición legal, se haya determinado tal como está”. (Aristóteles) De aquí surge la necesidad de revisar el concepto de justicia que al ser definida como virtud social abre distintas perspectivas. El concepto de virtud se une a la idea de fin y de bien. El hombre conoce y desea bienes, que en la tierra no lo satisfacen plenamente, pues solo encontrará una satisfacción perfecta cuando se una al bien supremo, idéntico a su fin último, que es la felicidad. El medio para lograrlo son las virtudes, que se definen como hábitos propios del hombre para llevar a cabo sus deberes y obligaciones. Esos hábitos o virtudes deben estas regulados por la razón, que señala el equilibrio de las acciones y los sentimientos.
Sin embargo, el descubrimiento más importante con respecto a la
justicia se refiere al carácter social, del que deriva una de sus notas más específicas, la alteridad, por medio de la cual se vincula con otros. También debe entenderse como algo propio a la naturaleza de la justicia, el principio de igualdad, donde se distinguen dos aspectos: la igualdad ante la ley, y el que exista una igualdad o proporción entre los derechos y obligaciones y las capacidades y condiciones, etc. Sujetas, y dependiendo de la igualdad, se dan ahora dos tipos de justicia: la justicia distributiva, por medio de la cual a igual trabajo corresponde igual retribución, recompensa u honor; y la justicia correctiva, cuya función consiste en equilibrar las desigualdades producidas en la vida social. La primera regula las relaciones en la vida social, y la segunda la de los ciudadanos entre sí. Otro descubrimiento importante, es el de la distinción entre lo justo natural, entendido como aquello que siempre y en todas partes se considera justo con independencia de la voluntad humana; y lo justo legítimo, es decir, aquello cuya realización resulta indiferente, hasta que la ley lo hace obligatorio. Esta doctrina se completa con la de la equidad, que puede definirse como la adaptación de las leyes generales a las exigencias de un caso concreto, cuando se hace necesario aplicar la justicia natural.
Por supuesto, estas ideas sirvieron para redefinir el derecho
positivo. En efecto, distinguir entre el derecho constitucional, que regulaba la vida política y social de la polis, y los otros tipos de derecho positivo. De esta manera, la constitución o politeia adquiere lugar prioritario y todos los derechos positivos deben fundarse en ella. Se la considera intrínsecamente superior a toda decisión individual, por cuanto ha surgido de la experiencia y de la sabiduría de todos los pueblos. La doctrina de la justicia y del derecho de Aristóteles puede considerarse junto a la de Platón, como uno de los cimientos de la construcción del mundo jurídico de Occidente. La ley de la naturaleza y la razón como fundamentos del derecho natural (LOS ESTOICOS). – Gran corriente filosófica, nacida en la época de decadencia de la antigüedad griega (alrededor del 336 a.C). Su importancia se debe, sobre todo, a los principios en que funda el derecho natural, recogidos más tarde por las doctrinas jurídicas y corrientes más modernas. El eje de esta doctrina es una ética fundada en la ciencia, entendida como la unidad del saber y del obrar. Su ideal humano es el sabio, el hombre capaz de alcanzar la plenitud de una vida sin pasiones, por medio de un juicio claro acerca de lo realmente conveniente. Estos presupuestos requirieron una nueva definición de naturaleza y de virtud. La naturaleza se entiende como una tendencia que actúa sobre el mundo sensible, y orienta y dirige tanto a los hombres como al universo. Vivir de acuerdo con la naturaleza significa hacerlo según su ley real, que no es otra cosa que la voluntad divina inteligente, que se expresa en esa ley de la naturaleza. Se unen así la naturaleza y la razón: la ley general de la naturaleza es una misma cosa con la razón. Esta actividad inteligente se rige por leyes inmutables. Los hombres son ahora, por naturaleza libres e iguales, como hijos propios de la divinidad. El Estado pierde, en consecuencia, su poder absoluto sobre los hombres, y no puede ya hacer distinciones entre ellos. El hombre debe ser sagrado para el hombre; pues la naturaleza les ha dado un gran cuerpo y les ha infundido la idea de justicia y equidad. La virtud se entiende como una disposición por la cual el hombre, al descubrir el influjo inexorable de la inteligencia divina sobre él mismo y sobre el universo acepta libremente los acontecimientos como su verdadero bien. Logrado esto, el hombre es su propio dueño, pues vive de acuerdo con la naturaleza. En otras palabras, el bastarse a sí mismo es la suprema felicidad, ya que sería inútil todo intento por cambiar cualquier acontecimiento exterior de la vida, pues tanto éstos como los del universo dependen absolutamente de la razón que gobierna al mundo. El vicio es entonces el rechazo por los decretos de aquella razón.
El derecho tiene en esta concepción una serie de
características. - Se lo considera fundado en la naturaleza: no depende de la voluntad de nadie. - Debe buscarse en las nociones innatas de lo justo y lo injusto, conocidas por la razón. - El criterio, por lo tanto, para establecer justicia o injusticia es la correspondencia de la recta razón con la ley de la naturaleza. Del estoicismo deriva una serie de principios definitivos para el derecho, como por ejemplo, el valor de la libertad y de la igualdad ante la ley y el haber definido como eje del derecho una ley universal de naturaleza racional. [Esta última será recogida por el derecho romano y las primeras reflexiones filosóficas del cristianismo]. Para cerrar, el estoicismo fue la última de las grandes doctrinas filosóficas y jurídicas que cayeron perdidas en su unidad y en su cohesión.