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Alonso Fabres Grez

Profesor Wolfgang Bongers

Literatura Comparada

02 de diciembre de 2016

La distinción, el punto ciego y el pensamiento abismal: un comentario sobre este lado y el

otro en 3%

En este trabajo busco sintetizar algunas de las ideas centrales del artículo de Niklas

Luhmann “¿Cómo se pueden observar estructuras latentes?” enfocándome para ello en las

nociones de observación, distinción, indicación y punto ciego. Por otra parte, me propongo

asociar el trabajo de Luhmann a la noción de pensamiento abismal elaborada por

Boaventura de Sousa Santos en “Más allá del pensamiento abismal: de las líneas globales a

una ecología de saberes”, relación que se sostiene, en principio, en la concepción del

pensamiento occidental moderno como un sistema de distinciones visibles e invisibles. Por

último, busco ejemplificar este sistema de distinciones en algunos pasajes de la serie

brasileña 3% (2016) de Pedro Aguilera a partir de la separación de la sociedad en “este

lado” y el “otro lado”, un modo de espejear la desigualdad socioeconómica y sus

mecanismos de prevalecimiento.

Luhmann adopta de la cibernética de segundo orden de Von Foerster la posibilidad

de trasladar la teoría de sistemas basada en la lógica matemática al entendimiento de la

operación empírica de observar. La presuposición de Luhmann, por la cual ha sido en

varias ocasiones criticada su teoría de sistemas sociales, es que una elaboración lógica

abstracta sería aplicable a cualquier subsistema (neurología, biología, sociología, etc.): “Si

recordamos la abstracción de la construcción teórica, no será difícil utilizarla también en los

sistemas sociales” (Luhmann 66). El punto de partida es el enunciado de Von Foerster “no
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se puede ver que no se ve lo que no se ve” (60); dicha afirmación será examinada en el

artículo por medio del establecimiento, primero, de la observación y sus subsecuentes

implicancias en lo que respecta al establecimiento de distinciones e indicaciones. De tal

modo, puede despejarse la incógnita “acerca de una mancha ciega como condición de

posibilidad de ver” (60), conocimiento que permite saber que no se ve lo que no se ve, aun

cuando se mantenga invisible al entendimiento. La cibernética de segundo orden no se

encarga de la observación de un estado de sistemas, sino que más bien se encarga de

examinar el modo en que “hay que construir para que un observador observe a un

observador” (62), es decir, se encarga de estudiar las condiciones de posibilidad para que

un sistema de distinciones cualquiera se llegue a establecer. Esta operación de examen

“parece exigir el paso a una lógica de múltiples valores” (62), entendiéndose valores a

partir de la lógica: verdadero o falso. La operación requiere, entonces, una serie de

múltiples distinciones que obedecen a la categorización ‘esto es verdadero, aquello es

falso’.

La noción de observación es entendida “como el empleo de una distinción” (62),

pero este empleo supone una estructura compleja: al establecerse una distinción se pone un

límite que permite distinguir entre dos lados:

La separación de los dos lados y su marcación mediante la forma de la

distinción tiene el propósito de obligar a la observación a salir de un lado

(por lo tanto no del otro) de la distinción. Debe indicar (Spencer Brown:

indicate) lo que se observa. Debe ofrecer, se podría decir, una referencia. Al

mismo tiempo hay allí una indicación oculta de que hay otro lado que (en

todo caso en ese momento) no se menciona (62-3).


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Observar es, entonces, distinguir, establecer un límite entre un fenómeno observado y otro;

la distinción permite la observación en la medida que uno de sus lados es indicado, es un

término marcado: por ejemplo, una obra de arte es cara (y no barata), nueva (y no antigua)

o bella (y no fea) (63). Sin embargo, lo que resulta observable en esos casos es la

indicación, el término marcado (en los casos citados, la marca coincide con un adjetivo),

pero la distinción se mantiene invisible, el límite (¿qué es lo caro o lo barato, lo bello o lo

feo, lo nuevo o lo antiguo? ¿respecto a qué límite?) se mantiene no observable o invisible:

“Entonces la distinción es el punto ciego que se presupone en cada observación como

condición de su posibilidad” (63). El punto ciego “Es la distinción misma en la que debe

basarse toda observación” (64), pero Luhmann repara en la abstracción que supone tal

enunciado, de modo que propone concretizarlo: “No sólo incluye la percepción y el

pensamiento (conocimiento), sino también la acción. Pues, al fin y al cabo, los objetivos y

los valores son distinciones, es decir, puntos ciegos” (64).

La proposición de Luhmann es una base epistemológica para el constructivismo: la

distinción como punto ciego opera no solo en la percepción y el pensamiento, sino también

en las acciones sociales. Las consecuencias de esta proposición son radicales, como se

desprende del ejemplo proporcionado por Luhmann:

No hemos visto a un conocido en la calle y por eso no lo hemos saludado.

No podemos saber por qué no lo hemos visto; pues no se puede ver que no

se ve lo que no se ve. Dicho de otra manera, no podemos saber por qué no

estamos acostumbrados y entrenados a clasificar bajo el punto de vista

conocido/desconocido a los hombres que vemos desde lejos (65).

El dilema no es solo que no hay conciencia de las distinciones que el propio observador

utiliza para observar, sino que, sobre todo, “tampoco el observador de segundo orden que
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se concentra en las causas de la no observación tiene otra posibilidad que utilizar

ciegamente distinciones propias” (65). En otras palabras, la única posibilidad de observar

las distinciones, los puntos ciegos, es a partir del establecimiento de otro sistema de

distinciones, con sus propios puntos ciegos, que tampoco pueden ser observados sin otro

sistema de distinciones con sus propios puntos ciegos, así ad infinitum. De ahí que la

distinción sea lo no-observable; lo visible son las indicaciones, los dos lados que deja el

límite que supone la distinción: “cómo se pueden observar las distinciones que utiliza un

observador para indicar algo, y que por eso en el momento de su utilización operativa no

son observables. Y la respuesta debería ser: sólo con el auxilio de otras distinciones para las

que vale lo mismo” (67)

La problemática de no poder observar las distinciones podría tener un correlato en el

psicoanálisis y el establecimiento del inconsciente como categoría operativa; sin embargo,

frente a esta posibilidad, Luhmann toma una distancia irónica y propone la noción de

estructura latente: “Dejamos de lado la dudosa terminología del “inconsciente”, que –

puesto que las cosas indicadas con el prefijo “in” no existen- sólo revela que el hablante

habla sobre sí mismo. Para nosotros es suficiente el concepto de latencia, que se utiliza –de

manera inofensiva- para describir estructuras que sólo pueden hacerse visibles con el

auxilio de análisis estadísticos” (66). La esperanza de Luhmann es el análisis estadístico

para dilucidar aquellas estructuras, aquellos sistemas de distinciones que operan de manera

invisible, y no el psicoanálisis.

La revisión de lo que se gana con esta postura epistemológica por parte de Luhmann

propone, en primer lugar, una cuestión metodológica para el análisis de sistemas: la

aclaración de que “en todas las indicaciones (referencias, identificaciones, etcétera) lo que

importa es la distinción, en cuyo contexto las indicaciones eligen un lado (y no el otro)


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como punto de partida para operaciones ulteriores” (67). De tal modo, al cuestionar un

discurso representacional o un sistema social, se puede recurrir en primera instancia a

identificar sus indicaciones, la elección de un lado (y no del otro), la oposición valórica que

sostiene el edificio discursivo o sistémico. Por otra parte, un enunciado que sintetiza una

consecuencia radical de esta postura epistemológica es que “Sólo se puede observar con el

auxilio de un corte, de un límite, de una muesca, que se puede cruzar, pero no “suprimir”

sin regresar a lo inobservable” (69), lo que supone, además que “Cuando el conocimiento

intenta observarse a sí mismo, choca en último término con el problema de la unidad de lo

distinguido” (69). La observación de una estructura latente de distinciones solo es posible a

partir del establecimiento de otra posición de observación que establezca distinciones por

las cuales el primer sistema es observable.

La propuesta de Luhmann respecto a lo que significa observar y cómo ello sostiene

el establecimiento de un tipo de percepción, de conocimiento y de acción, aparece en el

estudio sobre el pensamiento occidental moderno y sus modos de exclusión en la

investigación de Sousa Santos. Aunque no aparece Luhmann citado, la alusión es

transparente:

El pensamiento occidental moderno es un pensamiento abismal. Éste

consiste en un sistema de distinciones visibles e invisibles, las invisibles

constituyen el fundamento de las visibles. Las distinciones invisibles son

establecidas a través de líneas radicales que dividen la realidad social en dos

universos, el universo de “este lado de la línea” y el universo del “otro lado

de la línea”. La división es tal que “el otro lado de la línea” desaparece como

realidad, se convierte en no existente, y de hecho es producido como no-


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existente. No-existente significa no existir en ninguna forma relevante o

comprensible de ser (31).

El pensamiento abismal, que ha soportado la modernidad según Sousa Santos, se basa en el

trazo de un límite invisible (el punto ciego de la observación) que sostiene las distinciones

visibles (las indicaciones, la estructura de antónimos). Además, el establecimiento del

límite invisible separa la realidad (social, perceptiva, cognitiva) a partir de la indicación de

lo que pertenece a “este lado” y lo que pertenece al “otro lado” de la línea. Sin embargo, la

proposición de Luhmann aparece aquí inmediatamente politizada en la medida que aquello

que pertenece al “otro lado”, lo que no está marcado por la indicación, se produce como no-

existente, en tanto no tiene relevancia para el sistema de distinciones que lo ha producido

como inexistente. Sousa Santos concibe que dicho lado de la línea ha coincidido con el

territorio colonial, en tanto es producido fuera del horizonte de comprensión de las formas

de existencia: no es un territorio ilegal, sino alegal; no portan un conocimiento relevante,

porque se encuentran más allá de la verdad y de la falsedad (33). “Al otro lado de la línea

no hay un conocimiento real; hay creencias, opiniones, magia, idolatría, comprensiones

intuitivas o subjetivas, las cuales, en la mayoría de los casos, podrían convertirse en objetos

o materias primas para las investigaciones científicas” (33-34). No es casual que dichos

conocimientos que no han entrado al horizonte de comprensión de “este lado de la línea”

sean objetos de estudio: el análisis de dichos tipos de conocimiento supone una traducción a

partir de un sistema de distinciones propio de “este lado de la línea”, es decir, su estudio

supone observarlos como sistemas de distinciones que pueden ingresar a “este lado de la

línea” en la medida que sean traducidos.

En la serie brasileña 3% de Pedro Aguilera, cuya primera temporada se estrenó el

2016, se trabaja con una serie de distinciones que responden al modelo del pensamiento
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abismal. La sinopsis de la serie reza del siguiente modo: “El mundo se divide en dos lados.

Uno abundante y otro escaso. Entre ellos, hay un proceso de selección. A los 20 años, cada

persona tiene una oportunidad. Los elegidos nunca volverán. Constituyen el 3%.”. La

primera distinción que se da a conocer es que, en un escenario postapocalíptico en el que

los recursos escasean, hay un 97% de la población que vive en la miseria, la pobreza

absoluta, sin Estado, ni salud, ni derechos, etc. Y, como contraparte, existe un 3% que vive

en la riqueza y el placer constante, en la satisfacción de toda necesidad, bajo un gobierno

benefactor, etc. El primer capítulo de la serie presenta un grupo de jóvenes candidatos a

integrarse al 3% en la ceremonia de bienvenida al Proceso. El discurso de bienvenida da

luces sobre la caracterización de Alta Mar (territorio del 3%) y del Continente (territorio de

97%): “Alta Mar o el Continente, o como algunos dicen, “el otro lado” o “este lado”. Este

proceso garantiza que solo los mejores disfrutemos de Alta Mar. Pero no todos entienden

esto. Como saben, la envidia y el resentimiento dieron lugar a la formación de grupos que,

en nombre de una hipócrita igualdad y con ideas populistas, buscan destruir todo lo que

hemos logrado”. Este lado y el otro, entonces, suponen la indicación que separa la

observación de los sujetos por parte de los administradores del Proceso de Selección. El

miedo del Proceso como institución es lo que logran observar como su contraparte: la

Causa, un movimiento revolucionario que busca acabar con el acaparamiento de la riqueza

y la serie de distinciones que establecen como requisitos para acceder a ella.

Ezequiel, el líder del Proceso, en el capítulo 8 de la serie, establece explícitamente

su modo de distinguir al enfrentarse a una participante de la Causa: “[…] la verdad es que

no hay héroes o villanos, ni desigualdad ni injusticia. Porque nosotros sabemos que hay una

única diferencia entre las personas: las que tienen mérito y las que no lo tienen. Y punto”.

Lo que resulta decidor de este enunciado es que, en primera instancia, desecha una serie de
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distinciones posibles: héroe/ villano, desigualdad/ igualdad, justicia/ injusticia; y,

enseguida, establece la distinción autorizada o legitimada por el poder (del Proceso, en este

caso): meritorio/ no-meritorio. La problemática es que el líder del Proceso decide cuáles

son los parámetros para distinguir a los sujetos del 97% entre un lado y otro de la

distinción.

El capítulo 8, último de la temporada, propone que la última prueba y requisito para

entrar al 3% es la esterilización, proceso llamado Purificación en la serie. En Alta Mar los

sujetos no deben reproducirse porque su mérito se basa en su propia individualidad: tener

hijos supondría una carga para la libertad individual y, además, compartir el mérito con una

criatura que no se lo ha ganado (de ahí, también, que el proceso de selección comience a los

20 años y no antes). El punto ciego de la distinción que Ezequiel puede observar como

propia (meritorio/ no-meritorio) supone lo que le ha permanecido invisible por no entrar en

su horizonte de comprensión de existencia: la relación afectiva entre los sujetos. Tanto la

relación afectiva filial como entre pares aparece vedada del Proceso para privilegiar la

individualidad y el mérito propio. El punto ciego queda al descubierto a partir del trauma,

del choque de las fuerzas invisibles (las afectivas) contra la racionalización del proceso de

selección. De esta manera, no es la Causa, la contraparte revolucionaria visible producida

por el Proceso, sino las fuerzas afectivas establecidas entre los protagonistas las que

permitirían el sabotaje del sistema de distinciones hegemónico. En otras palabras, el choque

con aquello que no es visto por el establecimiento de distinciones, posibilita la

modificación radical de dicho establecimiento distintivo. En este caso, lo meritorio/ no-

meritorio se ve amenazado y puesto en crisis por la imprevisibilidad e invisibilidad de las

fuerzas afectivas del “otro lado de la línea”.

Bibliografía citada
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3%. Dir. Pedro Aguilera. Boutique Films, 2016.

Luhmann, Niklas. “¿Cómo se pueden observar estructuras latentes?”. En Watzlawick, Paul;


Krieg, Peter (Comp.). El ojo del observador: contribuciones al constructivismo.
Barcelona: Gedisa, 1998. 60-72.
Sousa Santos, Boaventura de. “Más allá del pensamiento abismal: de las líneas globales a
una ecología de saberes”. En Tapia Mallea, L. (Coord.) Pluralismo epistemológico.
La Paz: Muela del Diablo, 2009. 31-66.

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