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Estructuras Clínicas y Psicoanálisis

Ensayo Sobre Diagnóstico y estructuras psicoanalíticas

Presentado por:

Gabriel Alejandro Gómez

Universidad Mariana
Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales
Evaluación Clínica en Contextos Psicoanalíticos
Programa de Psicología
San Juan de Pasto
2020
Ensayo Sobre Diagnóstico y estructuras psicoanalíticas

Presentado por:

Gabriel Alejandro Gómez

Presentado a:

Karen Andrea Mora Duran

Universidad Mariana
Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales
Evaluación Clínica en Contextos Psicoanalíticos
Programa de Psicología
San Juan de Pasto
2020
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Kentron

Introducción

Siguiendo la primera parte del texto de Joël Dor (2006): Estructuras clínicas y psicoanálisis –

y con ayuda de otros autores–, desarrollaré los conceptos de diagnóstico en psicoanálisis y el de

estructura dentro y fuera de este.

Partiendo del hecho de que el diagnóstico en psicoanálisis es elaborado en la instancia de la

letra, la palabra y el lenguaje –como lengua y no como metalenguaje–, pensar el proceder con el

que se diagnostica desde la medicina devela una instrumentalización y, por qué no, una

institucionalización del diagnóstico que empata con un discurso Amo. En la misma línea, y con

ánimo crítico, si se pretende diagnosticar estructuras clínicas a sujetos en calidad de

“individuos”, fácilmente se des-cubre que se está trabajando con una ontología del ser; y bien

sabemos que el psicoanálisis no es una metafísica del ser –decir esto es un pleonasmo, pero nos

sirve para identificar que el psicoanálisis lacaniano no trabaja con el concepto de ousía. El sujeto

lacaniano no es “ontologizable”, y por tanto, las estructuras clínicas no remiten a modos de goce

estacionarios, invariantes y determinados de una vez y para siempre. Con esto intentaré

desarrollar el concepto de estructura descentralizada para determinar la validez de lo concreto en

ella.

Análisis

El primer momento de este escrito estriba en la noción del diagnóstico en psicoanálisis, de sus

“evoluciones” y su aparente deslinde del discurso médico. La medicina entiende la enfermedad

desde la causalidad orgánica; así, esta disciplina hace uso de instrumentos de evaluación

diagnóstica a partir de la interpretación de signos que, creyéndolos evidencia suficiente, refieren

más a una afección (natural, orgánica) que a una enfermedad (cultural) (Turner, 1989).
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Por otro lado, y como lo recalca el autor del texto, el psicoanálisis no se basa en el causalismo

–ni mucho menos en la causalidad orgánica– como centro para el diagnóstico. En psicoanálisis,

las dimensiones del “hecho” y el “dicho” son contempladas bajo la lógica del determinismo

psíquico (que no equivale a decir causalidad, sino más bien, que obedece al principio de razón

suficiente). Es por esto que no es lícito buscar en el psiquismo causas de efectos sintomáticos

que nos indiquen el proceder y la dirección de la cura. Pues es solo a través de la palabra, de la

letra y del discurso, que se puede diagnosticar, esto es: en función de la escucha, de la lectura y

del análisis.

Si el diagnóstico resulta imperativo para el analista, es fácil entrever que las entre-vistas

preliminares son espacios dedicados a la escucha y la lectura del trazo del sujeto, de sus

significantes.

En un segundo momento, el autor invalida todo intento de diagnóstico psicoanalítico basado

en la mera praxis subjetiva, es decir, recusa del método hipotético-deductivo que pretendería

“otorgarle” desde el “ojo clínico” tal o cual enfermedad a un paciente (como se haría en un

dispositivo médico). Por lo que, según el texto, es deber ético del analista establecer un

diagnóstico basado en el conocimiento de las estructuras clínicas.

Si el método psicoanalítico no se subscribe al modelo médico y, por consiguiente no

instrumentaliza su práctica ¿Cómo determinar la estructura de cada paciente? Y, de mayor

interés ¿El análisis e identificación de la estructura comienza cuando se establece la

transferencia, o el dispositivo analítico se abre en el espacio de entrevistas previas? A la primera

pregunta, el autor responde que: “La vía regia es, precisamente, el discurso. Sin él, no podría

existir decodificación posible de la puesta en acto del inconsciente” (p.26). Para la segunda
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pregunta responde: “Por más que sea un tiempo de observación, éste tiempo preliminar, desde su

inicio, se encuentra inscripto en el dispositivo analítico” (p.19).

Al respecto de la identificación de la estructura arguye que los síntomas (que obedecen a la

palabra y la letra) necesariamente están implicados en el diagnóstico, sin embargo, no son

suficientes para establecerlo –lo que es evidente pues de lo contrario estaríamos hablando de un

modelo médico. A estos elementos sintomáticos tributarios del lenguaje que los llama

indicadores diagnósticos estructurales, y les atribuye la cualidad de “carteles de señalización”.

Dichas indicadores deben ser diferenciados de lo que llama rasgos estructurales. Los indicadores

diagnósticos estructurales deben ser entendidos como formaciones del inconsciente que localizan

y, de alguna forma, sirven como índices de los rasgos estructurales que, se comprenden como las

modalidades de goce del sujeto.

En el tercer momento se esboza lo que se conoce como: los tiempos del Edipo y la “fijación”

de la estructura del sujeto (propiamente dicho). Se comienza explicando que para que se

atraviese el Edipo hacen falta el padre, la madre, el hijo y el falo ¿Por qué el falo? Porque es este

el que ordena el deseo y el poder en el drama Edípico (que no es otra cosa que la dialéctica de

tener y ser el falo).

En el primer tiempo, el hijo se identifica fálicamente como el objeto de deseo de la madre, o

sea: es el falo. En este tiempo el padre, en todas sus “formas” (real, imaginario, simbólico)

aparece velado, pues el deseo de la madre absorbe al hijo. En el segundo tiempo del Edipo, al

hijo –imaginariamente, y valga decir inconscientemente– se le des-cubre el velo de la presencia

del padre en la realidad. Generalmente es por el discurso de la madre. En este tiempo, el hijo

(imaginariamente) se da cuenta de que la madre está en falta y castrada, por lo que, el hijo
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conoce que el objeto de deseo de la madre puede investirse en otro, en este caso: en el padre, que

tiene el falo. Siguiendo esta trama, en el tercer tiempo de este mito, la identificación fálica con la

madre se ve amenazada por otro que parece ser (mediado por discurso de la madre) el que

encarna la Ley; este otro en calidad de Otro es el padre, y, es quien priva, corta, escinde la diada

de deseo entre la madre y el hijo. Así “caería” el ideal del yo del hijo marcado por el vehemente

deseo de ser el falo para la madre, o lo que es igual: ser lo que la madre quiera que sea.

Así, la función fálica no es otra cosa que la función paterna que, por medio de la metáfora-

del-padre, se inscribe al hijo en el mundo simbólico y en la estructura del lenguaje, del Otro. Si

esto se ve interrumpido y el deseo del hijo no se desprende de la identificación fálica con la

madre, y su elección objetal no encuentra libre paso, devendrá en problemas clínicos con la

estructura del sujeto.

Crítica. Es claro que el método de evaluación diagnóstica en medicina está atravesado por

reglas y deberes burocráticos que dan pie a la institucionalización del mismo. Existe una inútil

cantidad de instrumentos de acercamiento, de detección y de prevención que deben ser

suministrados y adelantados por los profesionales del campo médico para la venta farmacológica

como sinónimo de cura. Todo esto gracias a que los quehaceres médicos están basados en la

universalidad orgánica, es decir en la causalidad del signo orgánico. En medicina se hace uso de

tantas herramientas y utensilios como sea posible para escudriñar el efecto de un mal biológico

que será atribuido a una causa del mismo talante que solo puede ser curado por ellos.

La tradición médica, y en concreto la psiquiátrica le heredó el modelo diagnóstico al

psicoanálisis temprano. Si lo que se busca es determinar que tal persona es psicótico o es

neurótico, se sigue diagnosticando al individuo con una suerte interpretativa de los signos de una
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enfermedad, y esta práctica, claramente, no compete al psicoanálisis. Si se dice que tal persona

es obsesivo o es perverso, se está ontologizando, y, como argumenta Lacan en el seminario 20

(1973), el discurso ontologizante está estrechamente ligado al discurso Amo. El síntoma tiene

que ver con el saber, no con el ser. Como complemento de esta idea, Alfredo Eidelsztein (2003)

refiere:

El diagnóstico en psicoanálisis sólo será realizado a partir de un no saber, si se trata de

diagnosticar al sujeto lacaniano; si se intenta diagnosticar estructuras clínicas o modos de

goce, etc., a partir del individuo, sólo se sostendría una acepción de “sujeto” equivalente a las

diferencias “subjetivas” respecto de una base conocida –no olvidemos que “diagnóstico” en su

etimología significa aplicar un saber establecido–. Habría enfermos y no enfermedades, como

sucede en medicina.

Si admitimos con Eidelsztein (2003) que se diagnostica el sujeto y no al sujeto, se entenderá

que la estructura clínica no debe propender por una “ontologización” del ser; se entenderá

también que no es invariable y que, tanto en la neurosis, en la psicosis y en la perversión hay

verdrängung, verwerfung y verleugnung; es decir, son tres mecanismos que están en las tres

estructuras.

Si penetramos en el centro del concepto de estructura, pronto develaremos que no existe tal

centro; la estructura carece centro y, por ende, no tiene origen y no tiene fin. “No se puede

determinar el centro y agotar la totalización puesto que el signo que reemplaza al centro, que

lo suple, que ocupa su lugar en su ausencia, ese signo se añade, viene por añadidura,

como suplemento” (Derrida, 2009, p.397).


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De este modo, la descentralización de la estructura nos enfrenta a una cadena de sustituciones

de centros. Para esbozar la historia –y en cierto modo el origen– de la estructura, Derrida (2009)

dando una conferencia sobre ella refiere:

(…) la determinación del ser como presencia en todos los sentidos de esa palabra. Se podría

mostrar que todos los nombres del fundamento, del principio o de centro han designado

siempre lo invariante de una presencia (eidos, arché, telos, energeia, ousía [esencia,

existencia, sustancia, sujeto], aletheia, trascendentalidad, consciencia, Dios, hombre, etc.

(p.385)

Conclusiones

Se pretendió analizar críticamente la primera parte del texto: Estructuras clínicas y

psicoanálisis de Joël Dor (2006).

El deslinde del método de diagnóstico médico por parte del psicoanálisis, supone una nueva

lógica de evaluar al paciente, ya no se trata de identificar signos de las afecciones (natural,

orgánico) en el cuerpo, sino que se trabaja con la palabra, con la lengua y el discurso.

Si en un dispositivo analítico se pretende hacer uso del diagnóstico, es deber ético del analista

conocer bien las estructuras clínicas con las que se intenta trabajar. A la par, es de imperativa

importancia reconocer que los síntomas no son material suficiente para establecer la estructura

de tal o cual sujeto; hace falta poder leer y escribir el mito familiar del paciente para tal empresa.

Y siempre con las mayores de las precauciones.

Una crítica al concepto de estructura dentro y fuera de la clínica psicoanalítica, da cuenta de

que su inmutabilidad no puede ser tal (de manera ortodoxa), pues no se pretende diagnosticar al

paciente (constante); sino al sujeto lacaniano (producto del significante).


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Referencias

Derrida, J. (2009). La estructura, el signo y el juego en el discurso de las ciencias humanas.

Recuperado de https://teorialiteraria2009.wordpress.com/2009/06/08/102/

Dor, J. (2006). Estructuras clínicas y psicoanálisis. Buenos Aires, Argentina: Editorial

Amorrortu.

Eidelsztein, A. (2003, 09). Diagnosticar el sujeto. Imago Agenda, (73). Recuperado de

http://www.imagoagenda.com/articulo.asp?idarticulo=704

Lacan, J. (1973, 01, 09). Seminario 20, Otra Vez Encore (Traductor Rodríguez, R). Recuperado

dehttps://www.lacanterafreudiana.com.ar/lacanterafreudianajaqueslacanseminario20.html

Turner, S. B. (1989). El cuerpo y la sociedad. Exploraciones en teoría social. Recuperado de

http://www.multimedia.pueg.unam.mx/lecturas_formacion/genero_cuerpo/LB1/Bryan_T

urner_El_cuerpo_y_La_Sociedad.PDF

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