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La acción pública territorial, se definirá como los objetivos racionales establecidos por las
instituciones que se radican bajo una problemática, los cuales se llevaran a la realidad,
buscando en todo momento la solución de una situación precaria, es decir “ver el Estado en
acción, haciendo o dejando de hacer cosas pero siempre tratando de mantener la cohesión
social” (Müller, 2000: 19). Es necesario destacar que “la acción pública se caracteriza como
la manera en que una sociedad construye y califica los problemas colectivos y elabora
respuestas, contenidos y procesos para abordarlos” (Thoening, 1997: 28)
Cabe resaltar que esta noción tiene relación con la administración pública debido a que a
través de las instituciones públicas, se prestan bienes y servicios que interfieren
directamente en la calidad de vida de los ciudadanos, incidiendo en la reducción de ciertas
problemáticas sociales que afectan a una comunidad determinada.
En este sentido:
Por consiguiente, cuando se toma en consideración los resultados o efectos que traen
consigo la puesta en marcha de diversas alternativas de solución con miras a contrarrestar
las demandas sociales, se alude directamente a la eficiencia y eficacia de la acción pública.
Debido a que la eficacia “aprecia el grado en que se alcanzan los objetivos deseados o
previstos y la eficiencia, por su parte, mide el coste de los objetivos logrados”. (Beltrán,
2000: 60). Es decir, la eficacia simplemente tiene en cuenta cuales de los objetivos
planteados se lograron cumplir o llevar a cabo, por el contrario la eficiencia ve por su parte
que el logro de dichos objetivos se haya establecido al menor costo posible, donde no se
presente un uso excesivo o derroche de los recursos públicos con los que cuentan las
administraciones.
Es necesario señalar que esto aún se refleja en la actualidad, debido a que muchos de los
programas de la acción pública que se realizan con el fin de responder a las demandas
sociales, reflejan ciertas inconsistencias en cuanto a los objetivos que se plantean, puesto
que la mayoría de estos o son difíciles de lograr en su totalidad o se establecen como mera
“inercia o continuidad de un programa que ya existió o que fue llevado a cabo por otra
administración” (Beltrán, 2000: 65).
Por otro lado, la administración pública para ejecutar una debida acción pública que genere
un impacto, necesita de estrategias y de la organización para que haya resultados viables;
por ello, una institución debe trabajar como un sistema organizado, debido a que este “es
más que la suma de todas las acciones de sus miembros, se constituye como un actor, cuya
acción y relaciones con el entorno pueden analizarse” (Müller, 2000: 34). Es por ello que se
establecen cargos y funciones que trabajen entorno a una idea con la cual se busque mejorar
una situación precaria, de tal forma que el trabajo no se recargue sobre unos pocos y se
distribuya con el fin de estructurar un buen proyecto que se consolide al mejoramiento de
una determinada circunstancia.
Así mismo, al trabajar la acción pública en conjunto con la administración pública y esta a
su vez con las entidades de este mismo carácter, es necesario analizar que toda institución
al ser un sistema organizado, goza de poder y de estrategias que se utilizan como
herramientas para “maximizar sus recursos y fortalecer la misma organización” (Müller,
2000: 35).
Por este motivo se creó el Management público, el cual es utilizado como un conjunto de
métodos racionales al servicio de los decisores públicos, mediante herramientas de ayuda
en la toma de decisiones como lo es la sistematización de tareas o procedimientos. Tal ha
sido la relevancia del Management público, que se ha considerado, la puesta en marcha a la
modernización de la gestión pública y con ello una nueva forma en la representación del
papel del Estado en la sociedad (Müller, 2000: 36).