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RESUMEN:
El CDI español (López Ornat, Gallego, Gallo, Karousou, Mariscal, 2003) es una versión revisada,
ampliada y adaptada al Español-Europeo de las Escalas MacArthur-Bates originales (CDI: MacArthur-
Bates Communication Development Inventories: Fenson, et al., 1993) que presenta varias novedades sobre la
evaluación del desarrollo lingüístico temprano. Entre ellas, se incluye una medida completamente nueva:
la evaluación de las vocalizaciones tempranas, entre 8 y 30 meses de edad. Las vocalizaciones son
producciones tempranas interpretables por los padres, con o sin contenido segmental, en las que el niño
produce grupos prosódicos de duración variable. Se entienden desde una perspectiva de continuidad
evolutiva, como ensayos lingüísticos de distinta naturaleza: articulatorios, prosódicos, comunicativos. Las
vocalizaciones, constreñidas por la lengua ambiental, adquieren gradualmente cada vez más propiedades
de su estructura fonoprosódica y contribuyen a que el niño genere sistemas de procesamiento del
lenguaje capaces de abordar la adquisición de la lengua modelo. Se presentan resultados preliminares de
la baremación del CDI español (n=413), actualmente en curso: en primer lugar, sobre el patrón
evolutivo de cada categoría de vocalizaciones incluida en el registro. También, sobre la correlación entre
vocalizaciones y los demás componentes del CDI: Vocabulario, Gramática y Gestos. Por último, se
presentan resultados sobre la fiabilidad de la medida elaborada. El conjunto de los datos preliminares
apoya la noción de continuidad evolutiva entre vocalizaciones tempranas y desarrollo del lenguaje, y
confirma el interés de este objeto de estudio, tanto por su probable valor explicativo en el proceso de
adquisición del lenguaje, como por su posible valor predictivo de la normalidad de ese proceso.
INTRODUCCION
Aspecto Funcional
La función lingüístico-evolutiva de las vocalizaciones destaca porque los padres las interpretan
como intentos comunicativos del bebé o niño pequeño -al igual que hacen con los gestos- y
contribuyen con eso a generar paulatinamente su valor comunicativo y su emisión intencional (Halliday,
1975; D’Odorico & Franco, 1989, 1991; Marcos, 1987; Montgomery, 1979; Karousou 2003).
Hoy es conocido que el primer léxico del niño se apoya en el conocimiento fonológico y
prosódico temprano, expresado, también tempranamente, en la actividad vocalizadora (McCune &
1 Esta investigación ha sido financiada por los proyectos R-PETRI: PTR1995-0412-OP y Complutense: PR3/04-12469.
López Ornat & Karousou (2004) 2
Vihman 1987; 2001), y parece que también, la actividad vocalizadora contiene los conocimientos
pragmático y referencial que caracterizan al lenguaje desarrollado (Karousou 2003).
Pensando en precedentes funcionales -la comunicación- y simbólicos del lenguaje, la actividad
que primero viene a la mente es, sin duda, la gestual, v.gr: Miguel Siguán, del gesto a la palabra. Los
gestos, durante muchos años, y aún hoy en día, se entienden como indicadores de un futuro desarrollo
lingüístico normal. Además, para teorías no-innatistas, los gestos –al igual que las vocalizaciones-
constituyen, evidencia de una ontogénesis continua del lenguaje (Bates et al 1979; Corballis 2003; Jensen
et al 1988).
Sin embargo, también es verdad que hoy se considera que, a la hora de la evaluación del
desarrollo lingüístico, las relaciones entre lenguaje y gesto, y la utilidad de los MacArthur CDIs para
establecerlas, deben ser exploradas más a fondo, tal como enuncian Thal et al. (1999).
Por ejemplo, los resultados recientes sobre la relación de continuidad entre los gestos
prelingüísticos y la adquisición del léxico y de la gramática no son concluyentes (Capirci et al 1996;
Rowan et al 1983; Snyder 1978; Wetherby et al 1998). También, en niños disfásicos, el desarrollo
comunicativo y gestual temprano no parece estar afectado y, sin embargo, sí se altera el desarrollo
léxico y gramatical posterior (Aguado, 1999; Mendoza, 2001). Y por otro lado, en el Síndrome de
Williams aparecen severos trastornos de los gestos deícticos, que, sin embargo, no afectan al desarrollo
léxico de esos niños. Por el contrario, éste llega a superar al desarrollo léxico de los niños normales
(Karmiloff-Smith 2002).
A la hora de la evaluación del desarrollo lingüístico, quizá esté influyendo el hecho de que, a fin
de cuentas, las vocalizaciones –pero no los gestos- presentan también continuidad de forma con el habla
futura. Es decir: tanto la función comunicativa como la convencionalización progresiva (simbolización),
pueden desarrollarse de modo continuo desde gestos y vocalizaciones hasta el lenguaje organizado.
Pero en esta evolución sólo las vocalizaciones presentan, además, continuidad formal con el habla.
Aspecto Formal
Son bien conocidas en este campo, las exploraciones sobre relaciones de continuidad entre la
forma de las vocalizaciones y las formas convencionales posteriores. El supuesto es que la actividad
vocal temprana, anterior al lenguaje convencional, no es ajena al posterior desarrollo lingüístico, como
supuso el lingüista Jakobson (1941; 1949) hace sesenta años.
Por ejemplo, el balbuceo, la forma de vocalización más estudiada, presenta continuidad
fonológica y articulatoria con el posterior desarrollo del lenguaje (de Boysson-Bardies & Vihman, 1991;
Elbers, 1982; Karousou, 2003; MacCune & Vihman, 2003; Oller, 2000; López Ornat et al 2003). Pero
además, resultados recientes (Karousou 2003) de una investigación longitudinal densa del periodo entre
7 y 18 meses de edad, han mostrado la presencia estable de componentes suprasegmentales, y la escasez
relativa de los segmentales, lo que incluye al balbuceo, que aparece escaso y, además, entonado.
Por otro lado, las teorías actuales sobre adquisición del lenguaje, en general, suponen que en el
2º año de vida el conocimiento fono-prosódico adquirido por el bebé, le ayuda a obtener sus primeros
conocimientos gramaticales y léxicos. Por ejemplo, el conocimiento de los ritmos característicos de la/s
lengua/s modelo, le ayuda a extraer unidades gramaticales de la señal-input e incorporarlas a su
producción. Ese conocimiento prosódico ha aparecido gradualmente en su actividad vocalizadora
previa. Aunque uno de los primeros trabajos en este campo fue el de Peters & Menn en 1983, pueden
consultarse referencias más recientes en Demuth 2001; Lleó 2001; López Ornat, 1997, 2001 Mariscal
1998, 2001; Morgan & Demuth 1996; Peters 1997, 2001; Veneziano & Sinclair 2000.
En resumen, la continuidad del crecimiento lingüístico se establece a partir de investigaciones
detalladas que muestran cómo las formas vocalizadas por los bebés, y sus funciones, acercan la
producción del aprendiz de lengua cada vez más a las formas y funciones de su/s lengua/s ambiental/es.
Múltiples estudios detallan cómo los componentes prosódico, articulatorio, segmental y comunicativo
de las vocalizaciones se acercan lenta y progresivamente a esos mismos valores de la/s lengua/s modelo
(de Boysson-Bardies et al 1981; D’Odorico & Franco, 1989, 1991; Elbers, 1982; Halliday, 1975;
Koopmans-van Beinum & van der Stelt, 1986; Locke, 1980; Marcos, 1987; Montgomery, 1979; Oller,
2000; Oller & Lynch, 1992; Oller et al 1976; Stark, 1980). Complementariamente, niños de diferentes
López Ornat & Karousou (2004) 3
El trabajo que se presenta (López Ornat et al. 2003) propone utilizar de modo sistemático las
vocalizaciones como índices muy tempranos del desarrollo lingüístico. Considerando que los resultados
obtenidos durante los 10 años de investigación posteriores a la elaboración primera versión de las
escalas MacArthur-Bates CDIs (Fenson et al., 1993) justifican su revisión, se optó por la ampliación de
dichas escalas con un nuevo apartado que incorpora por primera vez la evaluación de las vocalizaciones
como medida del desarrollo lingüístico temprano.
Para la elaboración de este nuevo apartado de vocalizaciones tempranas se realizaron una serie
de estudios preliminares dirigidos, sobretodo, a evaluar la capacidad de los padres de informar de
manera fiable sobre las conductas vocales tempranas de sus hijos. Aunque no cabe entrar aquí en ellos
en detalle, mencionaremos en breve algunos datos, puesto que constituyen antecedentes importantes
del trabajo presentado.
López Ornat & Karousou (2004) 4
METODOLOGÍA
1. ELABORACIÓN DE LA MEDIDA:
(i) Estudio Observacional: Un conjunto significativo de vocalizaciones de 50 sujetos de entre 8
y 30 meses registrados en vídeo con metodología observacional, se analizaron con un nuevo sistema de
codificación (Karousou, 2001) que permite la transcripción y categorización, no sólo de las propiedades
segmentales, sino también de las suprasegmentales y de su función comunicativa. Este estudio permitió
definir las conductas vocales que son más representativas de las edades incluidas en el instrumento y
seleccionar las que se pueden detectar y recordar fácilmente por los padres. Finalmente, se estudió la
manera más eficaz de preguntar a los padres por cada una de estas conductas. Se optó por elaborar
preguntas fáciles que integrasen las producciones vocales en un contexto cotidiano frecuente para
facilitar la tarea de recordarlas y detectarlas. (Gallo, Mariscal, 2001). A partir de estos resultados se
construyó la primera versión piloto del apartado de Vocalizaciones del CDI español.
(ii) Estudio Piloto: La versión preliminar del cuestionario se aplicó a los padres de 96 niños de
entre 8 y 30 meses. A partir de los resultados obtenidos se procedió a la depuración del cuestionario,
suprimiendo los items que resultaron no discriminatorios.
(iii) Estudio de validez: Un conjunto significativo de producciones espontáneas de 60 niños
cuyos padres habían rellenado el cuestionario anteriormente (en el mismo día) se grabaron en vídeo (45
minutos, en tres contextos diferentes) y, a partir de estas grabaciones, se obtuvo una medida directa de
las emisiones vocales por observadores expertos. Con la excepción de un solo item que se tuvo que
suprimir ya que los padres resultaron poco fiables a la hora de informar sobre él, el porcentaje de
acuerdo entre la puntuación otorgada por los observadores y la puntuación proporcionada por los
padres mediante el CDI para cada conducta observada resultó ser muy alto (media de acuerdo: 89,8%).
RESULTADOS y DISCUSION
A continuación presentamos los primeros resultados del nuevo Apartado de Vocalizaciones a
partir de la aplicación de los cuadrenillos a los padres de 413 sujetos (8-30 meses).
I. Fiabilidad de la medida:
En un primer análisis se obtuvo el coeficiente α de Cronbach para determinar la fiabilidad de la
escala en su globalidad. Los resultados (α =0,873) indican que se trata de una escala con alta
consistencia interna.
Gráfico 1. Medias del total de items por respuesta [Todavía no, Sí, Ya no] por edad
] ]
] ] ] ]
10,00 ] ]
]
]
] ]
7,50
Medias
5,00 H S
S
H S
S Medias
2,50 H ] Total respuestas SÍ
H S
H H S
S
S
H Total respuestas YA NO
S H H H
S S S S H H H Total respuestas TODAVÍA NO
0,00
8-9
10-11
12-13
14-15
16-17
18-19
20-21
22-23
24-25
26-27
28-29
30
Edad
López Ornat & Karousou (2004) 6
III. Puntuación total del apartado: Veamos, ahora, la curva que resulta de la puntuación de
las respuestas según su nivel evolutivo: “Todavía no”=0; “Sí”=1; “Ya no”=2 (Puntuación máxima posible
= 26)
Cómo podemos observar en el Gráfico 2,
el patrón “aumento-disminución” característico Gráfico 2. Media de la puntuación total y dispersión
de muchas vocalizaciones no afecta a la 30
30,0000
continuidad de la medida. Se trata de una medida
continua y lineal del desarrollo vocal de los niños,
de mes a mes y del CDI-1 al CDI-2. Su
desviación típica media es 2,49 (puntuación 20
20,0000
máxima 26) y la dispersión de la puntuación total
^ ^
en este apartado aparece adecuada dadas las ^ ^
diferencias individuales esperables a edades tan ^
^
^ ^
tempranas. ^ ^
Puntuación Total
10 ^
10,0000
^
Adicionalmente, el análisis de varianza
(ANOVA de un factor) de la puntuación total en
Vocalizaciones, tomando como variable 0
independiente la edad, resultó significativo 0,00007 9 11 13 15 17 19 21 23 25 27 29 31
8-9
10-11
12-13
14-15
16-17
18-19
20-21
22-23
24-25
26-27
28-29
30
8 10 12 14 16 18 20 22 24 26 28 30
(F=48,264; p =0.00) al igual que su coeficiente
estandarizado de regresión Beta (β=0,733; EDADMES
p=0.00).
------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Estos resultados agrupan las vocalizaciones en cuatro grupos según su patrón de respuestas.
Presentamos los cuatro grupos a continuación, por su indudable interés evolutivo:
López Ornat & Karousou (2004) 7
1. Vocalizaciones “Sí – Ya no”: Se trata de vocalizaciones con una presencia muy abundante desde
el primer mes de la aplicación del cuestionario (8 meses), por ello cabe esperar que algunas se hayan
desarrollado previamente. Después, entre los 18 y los 24 meses, comienza su disminución. Estas
preguntas buscan saber si el niño se sirve del sonido para comunicarse (Expresar emociones [2], Pedir un
objeto [3] o Conversar sin lenguaje [5])2, pero también, incluyen el Balbuceo Canónico [6], la forma
lingüística más temprana para la que se pregunta. Se trata, pues, de preguntas sobre función comunicativa
y sobre desarrollo fono-articulatorio temprano. Estas habilidades son conocidas como muy tempranas
(7-10 meses), por lo que aparece coherencia entre las preguntas/respuestas y la teoría conocida.
Gráfico 4. Ejemplo "Función": Protodeclarativo [3] Gráfico 5. Ejemplo "Forma". Balbuceo [6]
100,0%
100,00
75,00 75,0%
%
%
50,00 50,0%
Edad Edad
2. Vocalizaciones “Casi siempre sí”: A lo largo del periodo de 8 a 30 meses y a través de toda la
muestra, algunas preguntas se responden como “Casi siempre sí”, es decir, se adquieren durante los
primeros meses de aplicación del cuestionario (9-11 meses) y tienen presencia abundante hasta el final.
Las preguntas que presentan este patrón de respuestas son todas ellas sobre vocalizaciones no-dirigidas-
a-otros-seres-humanos. Se trata de que los niños “hablan” solos [10], o a sus juguetes [11], o cantan sin
que se lo pida [1].
Gráfico 6. Ejemplo "Hablar solo": Voc.No comunicativa [10]
100,0%
75,0%
%
50,0%
Edad
a los 30 meses, por lo que aparece coherencia de los resultados del i-LC con la evolución estudiada.
Suponemos que su disminución final captura el hecho de que el lenguaje organizado y convencional
sustituye esas vocalizaciones.
Gráfico 7. Ejemplo "Protopalabras" [13]
100,0%
75,0%
%
50,0%
Edad
4. Vocalizaciones “No – Sí”: Finalmente, esta categoría incluye las preguntas que a lo largo de los
meses se respondieron como “No - Sí”, es decir, se trata de conductas vocales que, mientras durante
muchos meses se estiman escasas, a partir de cierta edad su proporción aumenta y no disminuye hasta
el final del estudio. Las preguntas que presentaron este patrón versan sobre la imitación, por un lado de
palabras ya convencionales (Imitación de palabras [8]), y por otro, de las propiedades suprasegmentales
del lenguaje (Imitación de la melodía [9]).
Gráfico 8. Ejemplo "Imitación de Palabras" [8]
100,0%
75,0%
%
50,0%
Edad
Finalmente, como se puede ver en las Tablas 1 y 2, los coeficientes de correlación de Pearson
obtenidos para ambos cuestionarios (CDI-1 e CDI-2) muestran una relación muy significativa (p=0.00)
entre la puntuación total del apartado de Vocalizaciones y las de los otros componentes, aunque dichas
correlaciones son más altas para el CDI-2.
CONCLUSIONES:
A partir de los resultados obtenidos podemos concluir que la nueva medida sobre la evaluación
de las vocalizaciones tempranas es fiable. Como sugieren los resultados del análisis de fiabilidad
realizado, se trata de una escala capaz de medir el desarrollo vocal de niños de manera consistente y
precisa. Adicionalmente, se trata de una medida continua con diferencias significativas a través de las
edades incluidas en ambos cuestionarios (8 a 30 meses). Este rasgo resulta particularmente interesante,
ya que hasta hoy los CDIs no muestran continuidad entre la evaluación del desarrollo lingüístico de
niños muy pequeños (8-15 meses) y la de niños algo mayores (16-30 meses) (Feldman et al. 2000). La
evaluación de las vocalizaciones aparece como un sistema de evaluación bueno para todas las edades
porque varía de modo constante y significativo con ellas (Recuérdese Gráfico 2). Todo eso se avala
también por su alta correlación con medidas de desarrollo lingüístico temprano ya reconocidas, como
las del desarrollo léxico y gramatical.
Por otro lado, a partir de los resultados pudimos apreciar que la edad de generalización de cada
una de las conductas vocales incluidas en el cuestionario coinciden con resultados de investigaciones
previas sobre desarrollo lingüístico temprano. Así, por ejemplo, conductas muy tempranas como las
fonaciones expresivas, la alternancia de turnos –protoconversación- entre bebé y adulto, el balbuceo
canónico y los protoimperativos (Bates et al. 1979, Collins 1985, Kaye & Fogel 1980, Oller 2000, Stark
et al. 1993, Vihman 1996) aparecen de modo abundante ya desde los 8 meses en los que empieza
nuestro registro. Sin embargo, la generalización de las vocalizaciones protodeclarativas es un poco
posterior, coincidiendo con datos sobre los gestos protodeclarativos (Bates et al., 1979). También, el
balbuceo variado, la jerga y las protopalabras se generalizan más tarde, en las edades sugeridas por otros
investigadores (véanse, Oller 2000 y Vihman 1996).
La generalización de la imitación a partir de los 15 meses, es también un resultado coherente con
toda la información evolutiva previa. Se trata de un resultado que, además se inserta en corrientes
investigadoras recientes como son la relación de la actividad vocalizadora humana con el sistema
cortical especular (MNS) (Decety & Sommerville 2003) descubierto hace 10 años, y la relación entre la
mímesis vocal y la filogénesis del lenguaje (Fitch 2000; Corballis 2003; MacWhinney 2002).
Finalmente, en cuanto a la actividad vocalizadora de los niños en general, pudimos observar que
es muy abundante y generalizada a todas las edades. Además, en este estudio con 413 sujetos, no se
obtuvo ningún caso que, según sus padres, no haya producido nunca ninguna vocalización. Es más,
estos resultados indican que a los 30 meses todos los sujetos han producido casi todas las conductas.
Esta notable generalización de la actividad vocalizadora a través de los sujetos las convierte una vez más
en un potente instrumento de evaluación del desarrollo lingüístico y comunicativo normal. Pero
también, estos datos sugieren que probablemente la existencia de actividad vocalizadora en general no
resultaría predictiva del desarrollo lingüístico, por lo que es necesario analizar el valor indicador de las
diferentes conductas vocales concretas.
Para eso será necesaria la realización de análisis adicionales, a partir de datos longitudinales ya
recopilados por nuestro equipo de investigación. Se trata de 20 niños seguidos longitudinalmente con la
aplicación consecutiva de la versión española de los cuestionarios CDI a sus padres en intervalos de 3 o
4 meses. Estos nos permitirán proponer un modelo de la función evolutiva de las vocalizaciones y
detallar la existencia de posibles índices predictivos.
López Ornat & Karousou (2004) 11
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